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Dios quiere que los hermanos vivan en armonía y que se amen entre ellos (Salmo 133:1). El
amor fraternal se usa como un ejemplo de cómo los creyentes deben tratar a los demás (Hebreos
13:1; 1 Pedro 3:8). Sin embargo, sabemos que no siempre vivimos de la manera en que debemos
vivir y la rivalidad entre hermanos siempre ha existido. Hermanos y hermanas discuten y pelean
entre ellos, mienten y se engañan mutuamente y, en general, muchas veces se tratan muy mal.
El trabajo de los padres es educar a sus hijos para que se parezcan más a Jesús, por lo tanto
debemos mirarle a Él para ver que lo que dijo era importante acerca de cómo nos comportamos y
cómo tratamos a los demás.
Jesús dijo que los dos mandamientos más importantes eran amar a Dios y amar a nuestro prójimo
(Mateo 22:36-40). Sabemos que con la palabra prójimo, Jesús se refería a aquellos que estaban
cerca de nosotros, y nadie está más cerca que nuestros propios hermanos y hermanas. El hogar
debe ser un lugar donde los niños aprenden a amarse. "El amor cubrirá todas las faltas"
(Proverbios 10:12), y esto incluye las causas de la rivalidad entre hermanos.
La rivalidad entre hermanos puede provenir de los celos, el egoísmo y la parcialidad de los
padres (reales o percibidas). La rivalidad que hubo entre Caín y Abel parece haber sido causada
por los celos de Caín cuando el sacrificio de Abel fue aceptado (Génesis 4:3-5). La rivalidad
criminal entre hermanos en la familia de Gedeón, fue causada por el deseo egoísta de Abimelec
de gobernar como un rey (Jueces 9:1-6). La rivalidad entre hermanos en los hijos de Jacob, fue
alimentada por el favoritismo de Jacob con José (Génesis 37:3-4).
Las causas de la rivalidad entre hermanos se puede superar con la amabilidad, el respeto y, por
supuesto, el amor (1 Corintios 13:4-7). Los padres deben insistir para que sus hijos se traten con
amabilidad, respeto y amor, y los padres deben demostrar lo mismo.
La escritura nos enseña cómo relacionarnos con los demás. Efesios 4:31-32 trata con varios
comportamientos negativos que hay que evitar y algunos comportamientos positivos que se
deben cultivar: "Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda
malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como
Dios también os perdonó a vosotros en Cristo". Asimismo, Filipenses 2:3-4 es de mucha ayuda:
"Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los
demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual
también por lo de los otros".
La historia de José y sus hermanos inicialmente incluye la rivalidad entre hermanos basada en
los celos y el odio, y algunas cosas terribles le sucedieron a José. Pero la historia tiene un final
feliz. De hecho, la historia de José termina siendo una de amor fraternal, de perdón y de la
bondad y soberanía de Dios (ver Génesis 37-50). El trato que José tiene con sus hermanos en el
último capítulo del Génesis, es un buen ejemplo de bondad, humildad y amor.
CANCIONES 39 Y 77
¿Qué consejos dio Jesús para resolver los desacuerdos con amor?
Antes de decidir cómo tratar un desacuerdo con un hermano, ¿qué preguntas debemos hacernos?
¿Cómo nos ayudarán los tres pasos descritos en Mateo 18:15-17 a resolver algunos desacuerdos?
1, 2. a) Mencione algunos conflictos que aparecen en Génesis. b) ¿Por qué menciona estos
conflictos la Biblia?
¿ALGUNA vez ha pensado en los conflictos que hubo entre personajes bíblicos? Tan solo en los
primeros capítulos de Génesis encontramos varios: Caín asesina a Abel (Gén. 4:3-8); Lamec
mata a un joven por haberlo golpeado (Gén. 4:23); los pastores de Abrahán (Abrán) y los de Lot
se pelean (Gén. 13:5-7); Agar desprecia a Sara (Sarai), quien a su vez se enoja con Abrahán
(Gén. 16:3-6); Ismael tiene problemas con todo el mundo, y todo el mundo está en contra de él
(Gén. 16:12).
2 ¿Por qué menciona estos conflictos la Biblia? Porque eso nos ayuda a ver por qué debemos
mantener la paz y nos muestra cómo lograrlo. Desde luego, nos beneficia leer cómo personas
reales, imperfectas igual que nosotros, lucharon con problemas reales. Descubrimos que sus
esfuerzos tuvieron buenos resultados y aprendemos lecciones que podemos poner en práctica. En
realidad, esos relatos nos enseñan qué cosas debemos hacer y qué cosas debemos evitar en
situaciones parecidas (Rom. 15:4).
3 En este artículo analizaremos por qué los siervos de Dios debemos resolver las diferencias y
cómo conseguirlo. Además, veremos varios consejos bíblicos para solucionar los desacuerdos,
llevarnos bien con los demás y tener una buena relación con Jehová.
5 En cambio, Jesús enseñó a sus discípulos a buscar la paz aunque eso pareciera ir en contra de
sus propios intereses. En el Sermón del Monte les dio muy buenos consejos para resolver
desacuerdos y evitar conflictos. Por ejemplo, los instó a que fueran apacibles, buscaran la paz, se
libraran de sentimientos que pueden llevar a la ira, resolvieran rápidamente las diferencias y
amaran a sus enemigos (Mat. 5:5, 9, 22, 25, 44).
6, 7. a) ¿Por qué es importante resolver las diferencias personales lo antes posible? b) ¿Qué
preguntas conviene que nos hagamos todos los siervos de Jehová?
6 Si no buscamos la paz con los demás, nuestros esfuerzos por servir a Dios —lo que incluye
orar, ir a las reuniones y predicar— no tendrán ningún valor (Mar. 11:25). No podemos ser
amigos de Jehová si no estamos dispuestos a perdonar a los demás (lea Lucas 11:4 y Efesios
4:32).
9 ¿Qué lección aprendemos? Que podemos controlar cómo reaccionamos cuando alguien hace
algo que podría ofendernos. El amor nos permite pasar por alto las pequeñas faltas (lea
Proverbios 10:12 y 1 Pedro 4:8). Jehová piensa que es “hermosura de [nuestra] parte” pasar por
alto una ofensa (Prov. 19:11; Ecl. 7:9). Por eso, lo primero que tenemos que hacer cuando
sentimos que alguien nos trata con falta de respeto o no es amable con nosotros es preguntarnos:
“¿Puedo pasar por alto ese asunto? ¿De verdad tengo que darle importancia?”.
10. a) ¿Cómo se sintió una hermana cuando la estaban criticando? b) ¿Qué consejo de la Biblia la
ayudó a conservar la paz interior?
10 Cuando alguien nos critica, puede ser difícil no dar importancia a sus palabras. Pensemos en
una precursora a la que llamaremos Lucy. Algunos hicieron comentarios negativos sobre su
predicación y sobre cómo usaba el tiempo. Lucy se sintió herida, así que pidió consejo a
hermanos maduros. Ella dice: “Sus palabras basadas en la Biblia me ayudaron a ver las opiniones
de los demás desde una perspectiva correcta y a concentrarme en lo más importante: lo que
piensa Jehová”. A Lucy la animó leer Mateo 6:1-4 (léalo). Estos versículos le recordaron que su
objetivo debía ser agradar a Jehová. “Aunque otros hagan comentarios negativos sobre mi
predicación —explica—, soy feliz, porque sé que hago todo lo posible por ganarme la
aprobación de Jehová”. Entender esto ayudó a Lucy a no hacer caso a esos comentarios.
11, 12. a) ¿Qué debemos hacer si creemos que un hermano tiene algo contra nosotros? b) ¿Qué
aprendemos de la manera en que Abrahán resolvió un conflicto? (Vea el dibujo del principio).
11 La Biblia dice que “todos tropezamos muchas veces” (Sant. 3:2). Imagine que se entera de
que un hermano se molestó por algo que usted dijo o hizo. ¿Qué debería hacer? Jesús dijo: “Si
estás llevando tu dádiva al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu
dádiva allí enfrente del altar, y vete; primero haz las paces con tu hermano, y luego, cuando
hayas vuelto, ofrece tu dádiva” (Mat. 5:23, 24). Siga el consejo de Jesús y hable con el hermano.
Pero no olvide cuál es su objetivo. No se trata de echarle parte de la culpa a él, sino de que usted
admita la suya y hagan las paces. Lo más importante es estar en paz con los hermanos.
12 El relato de la Biblia que mencionamos antes sobre Abrahán y su sobrino Lot explica cómo
resolvieron pacíficamente un conflicto que podría haberlos dividido. Los dos tenían rebaños, y
sus pastores se pelearon, según parece, por las tierras de pasto. Para mantener la paz, Abrahán le
dijo a Lot que fuera el primero en escoger dónde vivir con su familia (Gén. 13:1, 2, 5-9). ¡Qué
buen ejemplo! Abrahán buscó la paz, no sus propios intereses. ¿Salió perdiendo por ser tan
generoso? No, para nada. Justo después de este incidente, Jehová le prometió que recibiría
muchas bendiciones (Gén. 13:14-17). Dios nunca permitirá que sus siervos sufran pérdidas
permanentes por poner en práctica los consejos de la Biblia y resolver sus diferencias con amor.
[1]
14 En la mayoría de los casos, podemos y debemos resolver nuestras diferencias en privado y sin
involucrar a nadie más. Sin embargo, Jesús dijo que a veces puede que sea necesario que la
congregación intervenga (lea Mateo 18:15-17). ¿Qué ocurría si el ofensor se negaba a hacer lo
que dijo Jesús: escuchar a su hermano, a los testigos y a la congregación? Entonces se le debía
tratar “como hombre de las naciones y como recaudador de impuestos”. Hoy diríamos que tal
persona debería ser expulsada. El hecho de que pudiera tomarse esta medida tan seria indica que
el “pecado” en cuestión no podía ser un simple desacuerdo. Jesús hablaba de una ofensa que
tenía que cumplir dos condiciones: 1) podía resolverse entre los implicados, pero 2) era
suficientemente grave como para que el ofensor fuera expulsado si el asunto no se resolvía. Estos
pecados pudieran ser acciones que implicaran algún tipo de fraude, o calumnias que dañaran la
reputación de otra persona. Los tres pasos que Jesús mencionó solo deben darse cuando se
cumplen estas condiciones. Estas ofensas no incluyen pecados como el adulterio, la
homosexualidad, la apostasía, la idolatría y otros que siempre exigen la intervención de los
ancianos de la congregación.
Un cristiano intenta hablar varias veces con un hermano para resolver una diferencia. Luego se
les ve contentos predicando juntos.
Puede que para ganarnos a nuestro hermano tengamos que hablar con él más de una vez. (Vea el
párrafo 15).
15 El objetivo del consejo de Jesús es enseñarnos a ayudar al hermano con amor (Mat. 18:12-
14). En primer lugar, debemos intentar resolver el problema sin involucrar a nadie más. Para
ello, puede que tengamos que hablar con el ofensor más de una vez. Si no conseguimos arreglar
el asunto, entonces tenemos que hablar con la persona en presencia de quienes hayan sido
testigos de la ofensa o de otros que puedan ayudar a determinar si realmente se ha cometido un
pecado. Si con su ayuda resolvemos el conflicto, habremos “ganado” al hermano. Solo debemos
acudir a los ancianos cuando se han hecho varios intentos de ayudar al ofensor y todos han
fracasado.
16. ¿Por qué dar los pasos que explicó Jesús es eficaz y amoroso?
16 Muy pocas veces nos vemos obligados a dar todos los pasos descritos en Mateo 18:15-17.
Esto es un alivio, pues significa que las diferencias normalmente se resuelven antes de que la
situación sea tan grave que haga falta expulsar a quien no se arrepiente. A menudo el ofensor se
da cuenta de su error y rectifica. Entonces, la persona ofendida tal vez vea que ya no hay razón
para insistir en que se ha cometido una falta y decida perdonarlo. En cualquier caso, lo que dijo
Jesús indica que no debemos apresurarnos a involucrar a la congregación cuando surge alguna
diferencia. Los ancianos solo pueden intervenir si se han dado los primeros dos pasos y la
acusación se basa en pruebas sólidas.
17 Mientras dure este sistema de cosas, seremos imperfectos y seguiremos ofendiendo a otros. El
discípulo Santiago dijo: “Si alguno no tropieza en palabra, este es varón perfecto, capaz de
refrenar también su cuerpo entero” (Sant. 3:2). Para resolver las diferencias, debemos
esforzarnos por buscar la paz y seguir tras ella (Sal. 34:14). Si fomentamos la paz entre los
hermanos, nos llevaremos bien con ellos y contribuiremos a la unidad de la congregación (Sal.
133:1-3). Y lo que es más importante: tendremos una buena relación con Jehová, “el Dios que da
paz” (Rom. 15:33). Todos podemos disfrutar de estas bendiciones si resolvemos los desacuerdos
con amor