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ESPECIALIZACIÓN DOCENTE EN NIVEL SUPERIOR EN CONTEXTO DE ENCIERRO / 2022 / COHORTE 1

Módulo IV - "CONSTRUCCIÓN DE LA INSTITUCIÓN


De internos a estudianteS: todos los sujetos quieren
ESCUELA EN CONTEXTOS DE ENCIERRO"
aprender
Prof. Micael Lozano
A modo de introducción

No se puede reflexionar sobre las instituciones educativas en contextos de

encierro sin incluir en el análisis a los sujetos en cuestión, los estudiantes, con sus

subjetividades, deseos, miedos y códigos.

No podemos pensar el proceso de enseñanza-aprendizaje sin decodificar las

problemáticas que a estas instituciones, escuelas de frontera, envuelven: el rol del

servicio penitenciario que tensiona cotidianamente los tratos con las escuelas que

funcionan en su interior. Los vaivenes de esas relaciones indudablemente limitan e

influyen muchas veces en el tipo de educación que se logra brindar.

Por otro lado, en todo análisis debe reconocerse al estudiante, pese a su

condición de estar privado de la libertad, como un sujeto de derecho, a quien le

corresponde recibir educación pública de calidad. Aunque muchas veces no se

llegue a los resultados esperados, la bandera debe ser esa.

Finalmente, para qué todo esto. Sin el afán de conseguir utopías, reflexionar

sobre la educación en contextos de encierro debe ser un trampolín para repensar

nuestras prácticas, las estrategias utilizadas; para reformular las relaciones entre las

escuelas y las unidades carcelarias; para imaginar una escuela convocante, justa,

democrática e inclusiva, ese es el camino. Esos son los objetivos, acaso ambiciosos,

que este trabajo persigue.

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El sujeto sujetado. Amarres y prisionalización.

Los sujetos se construyen como parte de una cultura que lo conforma y a la

que conforma, en este sentido hay una sujeción. En palabras de Dussel y Caruso

(1995:63): “la palabra sujeto proviene de un verbo que complejiza las posibles

significaciones: el verbo sujetar. Aquí se tiene una doble significación. En la

primera, el sujeto es aquel que realiza una acción, pero otro sentido posible es el

contrario: el sujeto aparecería como aquel que es sujetado”. La sujeción está

determinada por múltiples factores, ser libre y ser consciente del espacio que ocupa

es fundamental ¿Y en los contextos de privación de la libertad? ¿Cómo se

constituye ese sujeto, doblemente sujetado; esto es, primero, por el contexto

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Fotografía de la portada: docentes y estudiantes de la E.E.M.P.A. N° 1148 durante una jornada
institucional sobre ESI.
Antes de cruzar la puerta y vistos por los empleados del servicio penitenciario, internos/presos, al
cruzarla, estudiantes.

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cultural y socio-económico2 y luego, por su tránsito en una institución cuya

finalidad es el encierro y el castigo?

En efecto, la cárcel es un lugar donde lo oculto (¿lo no dicho?) sucede.

Parafraseando a Foucault (1975), la cárcel es un buen lugar para depositar a todos

los sujetos que la sociedad no tolera, los denominados ‘anormales’, los que atentan

contra el status quo y el correcto funcionamiento del sistema. En Argentina, y en

Santa Fe, la mayor cantidad de la población carcelaria pertenece a un grupo socio-

económico específico.

Ahora bien, vamos a centrarnos en el sujeto en contexto de encierro ¿cómo

perciben a quienes comparten consigo el encierro? ¿Cuán atravesado está por las

estructuras de las relaciones sociales que bajo la lógica carcelaria se replican? Es

decir, en ese contexto en el que el sujeto se desenvuelve ¿Cómo afirma el ‘yo’

frente a los pares y frente a los empleados del servicio penitenciario? Porque, en

rigor, “la subjetividad se organiza con la experiencia, y nunca definitivamente,

dado que tampoco ‘la realidad’ es estática ni autónoma de la interpretación que de

ella se hace” (2010:15).

Pero, y aquí la cuestión se complejiza, la producción de la subjetividad está

influida por las relaciones de poder. Entonces, si la experiencia del sujeto está

atravesada por relaciones de poder y si éstas son capaces incluso de regular sus

actos ¿No explica esto que la mayoría de los sujetos que habitan nuestras cárceles

pertenezcan a sectores sociales relegados y vulnerables? ¿Y no explica también que

quienes ejercen el poder nunca, jamás, sean condenados a permanecer privados de

su libertad?

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Los sujetos están en constante interrelación con las estructuras sociales, por eso podemos afirmar que su
autonomía es siempre parcial.

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El sistema se asegura de reproducir estas representaciones sociales y sus

relaciones de poder: medios de comunicación, instituciones estatales, entre otros,

insisten sobre la idea de la amenaza de sujetos peligrosos. Esta noción de peligro

constante que gran parte de la sociedad adopta como propia justifica la biopolítica,

entendida como “un modo de intervención del poder que regula la vida de la

población y de sus miembros en todos los aspectos posibles, con la excusa explícita

de la amenaza constante” (2010:17). Bajo esta lógica, toda acción coercitiva, e

incluso recorte de derechos fundamentales, se considera válida, si así se llega a

‘normalizar’ la situación social.

Retomando la idea de cómo los sujetos privados de la libertad construyen

sus subjetividades, es importante señalar que la prisión, como ‘institución total’,

aísla a los sujetos de sus entornos sociales, los enajena del afuera; los absorbe,

castiga y premia según sus acciones. Son un número de matrícula, los

institucionaliza, los despersonaliza. En términos de Baratta (1986): las cárceles,

lejos de reeducar y reinsertar, producen un efecto contrario: favoreciendo su

ingreso a la población criminal. Pero nuestra labor es educar en contexto de

encierro ¿Cómo logramos que un sujeto despersonalizado sea capaz de repensarse

como sujeto autónomo y crítico? La respuesta es compleja, quizás: otorgando

herramientas para que el estudiante logre emanciparse y quitar los amarres que lo

sujetan. Y si no es así ¿Para qué educar? Esto que Baratta (1896) señala

oportunamente: si las cárceles son de naturaleza represiva y unificante, la

educación debe ser lo opuesto a ello.

Además de aislarlos, los arrastra a adoptar un conjunto de habitus (modelos,

conductas, valores) propios de la subcultura carcelaria. Este proceso se denomina

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culturización o prisionalización. En este proceso, el sujeto aprende a integrarse a

una educación para ser delincuente y, por sobre todo, a ser un ‘buen detenido’.

Para graficar lo antes expuesto, recuerdo que durante mi primera semana

como Secretario en la E.E.M.P.A N°1148 asistieron alumnos que ingresaban para

cursar el segundo cuatrimestre del año, algunos asistían por primera vez a una

escuela dentro de una Unidad Penitenciaria. Al pasar lista durante el ingreso, nunca

me voy a olvidar de esto, tras la pregunta “¿nombre?”, uno de ellos respondió con

su número de matrícula. Le repetí la pregunta con una aclaración necesaria: en

nuestra escuela los estudiantes tienen nombre y apellido. En nuestra escuela los

estudiantes son sujetos de derecho. Las cárceles tienen eso, intentan disgregar

rasgos identitarios d quienes las habitan; y las escuelas, desde adentro, desatan (o al

menos lo intentan) los amarres de estar institucionalizado.

Discursos right. Punitivismo explícito para oyentes reaccionarios.

No es un secreto a voces que las cárceles son un ariete de los discursos

punitivistas que recorren nuestra sociedad. “Hay que matarlos a todos”, “son todos

iguales”, “bala”, son expresiones cotidianas para quien atiende habitualmente a los

medios de comunicación o redes sociales. Pero esos discursos también circulan en la

sociedad, incluso forman parte de alguna plataforma de campaña (al mejor estilo Trump

o Bolsonaro) que quiere instalar la idea de que la rebeldía ahora es de derecha. Lo cierto

es que no son rebeldes, son conservadores. En términos de José Ingenieros (1913),

hombres mediocres.

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Van Dijk (2003:55) nos habla de la naturaleza de las ideologías y señala que

su “representación es un tipo de esquema básico propio de un grupo que caracteriza

la información fundamental con que se identifican y categorizan sus miembros,

como criterios de pertenencia, actividades, objetivos, normas, etc.” Siguiendo esta

definición, podríamos asegurar que hay más de una ideología circulando sobre el

tejido social. La pregunta es ¿Cuál es la ideología dominante? La respuesta, otra

vez, la que está en el seno de las relaciones de dominación y reproduce, una y otra

vez, la idea de un ellos y un nosotros. En esta promoción de los contrastes, ese otro

demonizado se convierte en alguien a quien puedo castigar, reprimir o incluso

eliminar.

Llegados a este punto, realicemos a partir de esta teoría un análisis de

nuestros estudiantes en contexto de encierro. Para empezar, digamos que la

estigmatización es moneda corriente al escuchar las representaciones que parte de

la sociedad tiene de ellos. Aseveraciones tales como: “ellos viven mejor que

nosotros”, “cometieron un delito y encima exigen condiciones dignas”, “si están

allí por algo será”. Estos discursos, a la vez que generalizan las realidades de

nuestros estudiantes, desconocen las particularidades de cada uno de ellos: su

historia de vida, sus frustraciones, sus carencias, la ausencia del Estado para

contener y brindar apoyo, un contexto socio-económico abrumador y diversas

desigualdades que imponen una escasez increíble de oportunidades.

Entonces, ser docente en la ECE es sentirse interpelado por los discursos

conservadores que brotan por todos lados: “¿encima tienen el derecho de ir a la

escuela?”. Discurso cotidiano, infame. Pienso ¿cómo somos mirados quienes

enseñamos en contexto de encierro? ¿Seremos considerados, por ciertos sectores

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sociales, como cómplices de un sistema que brinda más derechos a los delincuentes

que a la ciudadanía que obra conforme la ley?

Llegados a este punto, ¿no debe toda escuela funcionar bajo la premisa de la

justicia educativa? Esto es, que los estudiantes en contexto de encierro tengan

igualdad de oportunidades reales para acceder a la apropiación de acervos

simbólicos. Esta democratización de la cultura escrita y de la comprensión del

mundo, no es solo para las escuelas ‘de afuera’, es para todos y todas, es un

derecho humano fundamental. De modo que, todo intento de argumento a favor de

que la educación sea solo para algunos, no tiene ningún tipo de basamento legal,

social o incluso ético. Más justa aún es una educación en contexto de encierro que

hace visibles las trayectorias truncas, las exclusiones que el mismo Estado provocó

¿cómo no pensar que estos sujetos, ya privados de la libertad, no sean dignos de

acceder a la educación, siendo que quizá la falta de ésta y de otras tantas

cuestiones, los llevó hasta este presente? ¿Cómo no darles la posibilidad de erigirse

como sujetos de derecho y deconstruir sus realidades a través del conocimiento y

del compartir una serie de códigos sociales que les permitan llegar a lugares antes

impensados?

Por una escuela convocante, justa, inclusiva y democrática.

Es inevitable posicionarse desde otro lugar y pensar la praxis con los sujetos

en contextos de encierro, con nuestros estudiantes, desde un lugar empático y

teórico a la vez. Antes, las reflexiones siempre eran conjeturales: "qué problemas

debe haber tenido", "seguro que fue víctima del sistema que lo llevo a esto",

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"seguro puede cambiar"; ahora, las reflexiones son analíticas: la articulación de las

problemáticas socio-económicas que forman parte de la subjetividad de este sujeto

sujetado, que es estudiante y está siendo castigado, de varias maneras más que

simplemente la privación de su libertad, cómo se piensa en este estudiante que

padece diariamente la crueldad del sistema punitivo del Estado, que lo abandonó a

su suerte primero y lo castigó después, obligándolo a convivir con otros que son

mucho peores que él ¿Cómo resquebrajar la prisionalización? ¿Cómo logramos que

nuestros estudiantes dejen del otro lado del portón de ingreso sus códigos, cerrados

y aparentemente impermeables que traen consigo? ¿Cómo conseguir que ellos

vuelvan a sentirse dignos sujetos de derecho? La respuesta no puede ser otra que

enarbolar la bandera de una escuela convocante, justa, inclusiva y democática.

Las escuelas en contextos de encierro son escuelas de frontera. Sus límites,

móviles y de riesgo, plantean la posibilidad de ser otro. Y si bien todos somos

“otro”, pareciera que las instituciones carcelarias alojan, como bien supo

denominar alguna vez Galeano, a los “nadies”. Pero cuando cruzan el umbral,

emprenden el desafío de ejercer su derecho a la educación, ellos se transforman, en

cuestión de un par de pasos, en estudiantes, en sujetos de derecho. Y la gran

mayoría lo intenta con entusiasmo ¿Quién no quiere realmente aprender? Prejuicios

sociales en la era de la meritocracia. La escuela es para todos y todas, también para

las personas privadas de la libertad.

La escuela debe ‘llamar al otro’ (otra vez la otredad), convocarlo y

proponerle formas narrativas abiertas que interpelen y disloquen sus códigos

cerrados que, más allá de su pretensión de impermeabilidad, colocan al sujeto en un

lugar totalmente inalcanzable. Tenemos que acercarlos, desde el discurso y la

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praxis, a nuevas perspectivas que permitan la decodificación de sus formas y la

construcción de narrativas que tienen que ver con la igualdad, los derechos, lo

público, lo que es de todos y todas. Por otro lado, la escuela debe ser inclusiva,

acoger a todos, aun siendo consciente de las diferencias ¿no es interesante

promoverlas? Que los sujetos comprendan la riqueza de la diversidad y puedan

compartir, no pese sino gracias a sus diferencias el espacio, un debate, momentos

en común ¿Estamos preparados para trabajar con las diferencias?

(Día del estudiante 2019, alumnos de la E.E.M.P.A N° 1148 y ANEXO N° 6148 compartiendo festejos en su

día)

Finalmente, quiero resaltar la importancia de la justicia educativa. Esto es,

en primer lugar, que la institución tenga muy en claro qué tipo de escuela quiere

ser. Esto es la visión institucional, en la Provincia de Santa Fe se encuentra

presente en los PEI (Proyecto Educativo Institucional) de cada institución. En el

caso de la E.E.M.P.A. N° 1148 (como de tantas otras escuelas en contexto de

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encierro), la institución batalla contra las injusticias que el Servicio Penitenciario

(el Estado provincial) permite y genera. En diversas oportunidades del cursado de

esta especialización lo hemos puntuado: la falta de voluntad de los disponibles para

sacar a los alumnos de los pabellones, condiciones edilicias inadecuadas, cárceles

superpobladas, entre otras. Todo aquí es cuesta arriba, pese a que deseamos que

todos puedan acceder. Porque la justicia educativa es eso, acceder a una instancia

de democratización de la cultura escrita y de la comprensión del mundo.

Preparativos para el acto de egresados 2022 de la E.E.M.P.A. N° 1148

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¿A modo de cierre?

Mientras las realidades carcelarias absorben día a día nuevos estudiantes

que se profesionalizan en el arte de la delincuencia y se ven sometidos a diversos

niveles de sujeción y castigo; mientras el servicio penitenciario y la lógica

carcelaria, continúan siendo instrumentos que pulverizan todo rasgo de humanidad

de las personas que condenadas a pasar una temporada privadas de su derecho a la

libertad ambulatoria; mientras los discursos punitivistas circulan, por fuera y por

dentro de las cárceles, entre el tejido social y las instituciones, e incluso en boca de

funcionarios públicos de los más variados rangos; los docentes enseñamos.

Enseñamos y lo hacemos desde la convicción y una profunda reflexión ética

sobre la praxis. Transitamos la ECE, sabiendo que no es para cualquiera, uno

camina por una institución que está constantemente tensionada por el servicio

penitenciario, uno pone el cuerpo consciente de la importancia de su rol en la

construcción de una sociedad menos desigual.

Lo hacemos por dos motivos fundamentales: en primer lugar, porque

consideramos que la educación es un derecho humano fundamental; en segundo

lugar, porque creemos en el poder transformador que la educación tiene sobre la

vida de los sujetos que quieren aprender, realmente cambia su vida, nosotros

podemos verlo.

Hoy, en tiempos de ajuste y de alta vulnerabilidad social, más que nunca,

precisamos una escuela convocante, justa, inclusiva y democrática, que albergue a

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todos los que deseen aprender, y que incentive también a aquellos que aún no crean

en ello. Esta es la escuela que quiero, porque soy docente.

Bibliografía

Pensar la educación en contexto de encierro: primeras aproximaciones a

un campo en tensión (2010), 1a ed., Buenos Aires: Ministerio de Educación de la

Nación.

FOUCAULT, M. (1975) Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Siglo

XXI Editores, Buenos Aires.

VAN DIJK, T. (2003), “Las estructuras ideológicas del discurso” en

Ideología y discurso, Barcelona, Ariel Lingüística, Madrid, pp.55-75.

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