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Teología

Sistemática I
Curso de Formación
Ministerial
Por J. Víctor Riofrío
CURSO DE FORMACIÓN MINISTERIAL

Director Editor General


David Wesley J. Víctor Riofrío

Coordinador Didáctico
Jorge L. Julca

Junta Editorial
Jerry Rice, Vicerrector Académico SENDAS-Costa Rica
Geraldo Nunes, Coordinador Educación Teológica,
Distrito Sureste Paulista-Brasil
Ramón Sierra, Rector SBN-Chile
Edgar Baldeón, Vicerrector Académico STNS-Ecuador
Macario Balcázar, Director CENETA-Perú
Jorge Durán, Profesor SNS-Argentina
Germán Espinoza, Rector SNB-Bolivia
Carlos Sáenz, Director Área Hispana-Caribe
Scott Meador, Rector STN-Guatemala

El Curso de Formación Ministerial


es un proyecto editorial del Ministerio de Educación Teológica
de la Oficina Regional de la Iglesia del Nazareno en Sudamérica en cooperación con el Ministerio
de Educación Teológica de la región de México, América Central y Panamá.

Copyright © 2003 Iglesia del Nazareno


1ra Calle "A" 15-70, Sector B1, Ciudad San Cristobal, Zona 8, Mixco, Guatemala,
Sitio Web: www.nazmac.org E-mail: mac@nazmac.org

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723


Todos los derechos reservados

Contribución Editorial
Adrián H. Quiroga y V. Ariel Almirón

Impreso en Guatemala por Asociación CN-MAC


Km. 8.5 Carretera al Atlántico, Zona 18, Ciudad de Guatemala, Guatemala.
Tel. (502) 2258-5913 E-mail: acngt@nazmac.org
Índice

PRÓLOGO .................................................................................... 5

INTRODUCCIÓN ........................................................................... 7

PRESENTACIÓN .......................................................................... 9

UNIDAD I: LA NATURALEZA DE LA
TEOLOGÍA CRISTIANA .................................................................. 11

Terminología ................................................................................. 12
Definiciones de teología ................................................................ 13
Naturaleza y alcance de la teología ............................................ 13
Requisitos cualitativos para el estudio de la teología ............. 14
Divisiones principales de la teología ......................................... 16
Métodos de organización y presentación de la teología ........ 18
Fuente primaria de la teología ................................................... 19
Fuentes secundarias de la teología cristiana ............................ 19
Desarrollo histórico de la teología cristiana ............................. 21

UNIDAD II: LO QUE CREEMOS


ACERCA DE LA BIBLIA .................................................................... 35

La Biblia y la revelación ............................................................... 35


La Biblia y la inspiración .............................................................. 38
La Biblia y la salvación ................................................................ 41
Guías para el estudio de la Biblia ................................................. 44
UNIDAD III: LO QUE CREEMOS ACERCA DE
DIOS Y LA TRINIDAD ................................................................. 47

La doctrina de Dios y la Trinidad .......................................... 47


La doctrina de Jesucristo como persona de la Trinidad ...... 56
La doctrina del Espíritu Santo como persona de la Trinidad .... 62

UNIDAD IV: LO QUE CREEMOS ACERCA


DEL SER HUMANO ...................................................................... 77

El origen del ser humano ....................................................... 77


La naturaleza del ser humano ............................................... 79
La imagen de Dios en el ser humano ................................. 80

BIBLIOGRAFÍA ................................................................................ 83

NOTAS ................................................................................................ 87
Prólogo

L
a edición de los treinta libros que conforman el Curso de
Formación Ministerial, es el resultado de muchas conversa-
ciones mantenidas con personas que trabajan en la tarea de
capacitar a los llamados al ministerio hasta que lleguen a la orde-
nación en la Iglesia del Nazareno.

Esta colección de libros es una labor de amor que demandó el


trabajo responsable de parte de todo un equipo de personas; entre
ellas tenemos a: Cada uno de los autores que escribieron los tex-
tos para los estudiantes y las guías para profesores; los revisores;
Jorge L. Julca, quien tuvo a su cargo la coordinación didáctica de
las guías para profesores que acompañan a cada libro de la colec-
ción; y J. Víctor Riofrío, quien fue el Editor General en la segunda
parte de este proyecto. Doy gracias a Dios por el profesionalismo
de estas personas, que velaron por lograr y mantener un equilibrio
entre un trabajo académico serio y a la vez adecuado a las necesi-
dades de los estudiantes con quienes trabajamos.

Agradezco a Harvest Partners (Compañeros en la Cosecha), que


ha respaldado este proyecto con su colaboración financiera y con una
gran disposición para invertir en los hombres y mujeres a los que
Dios ha llamado para ser pastores y líderes de nuestras iglesias.

Muchas veces los hermanos que estudian y enseñan en lugares


distantes se sienten aislados y solos. Si éste es el caso de algún lector,
aprovecho esta oportunidad para animarlo. Hay personas que oran
cada día por usted. El libro que hoy tiene en sus manos es evidencia
de que hay personas e instituciones que quieren acompañarlo, contri-
buyendo a su formación ministerial. Y lo más importante es que Dios
está con usted. Si Él lo ha llamado, también lo acompañará.

Gracias por responder al llamado de Dios. La educación no es


algo separado de la formación ministerial, es parte de la misma.
Deseo que Dios lo bendiga ricamente y que estos libros le sirvan
de apoyo para lo que Dios está haciendo y hará en su vida y en su
ministerio.

David Wesley
Director
Introducción

E
s un gran privilegio presentar a los estudiantes de la Región
MAC -México, América Central y Panamá- esta excelente
biblioteca de formación ministerial.

Aunque la producción de esta serie de textos fue una iniciativa


de la hermana región de Sudamérica, la región MAC ha partici-
pado activamente en su composición, a través de los educadores
que han escrito parte de la misma, como así también integrando la
Junta Editorial que revisó todos los manuscritos.

Estamos seguros de que este esfuerzo será de gran bendición


a nuestros alumnos teológicos actuales y futuros desde la Baja
California mexicana hasta el Darién panameño; y servirá también
como fuente de actualización para los siervos y las siervas del
Señor que ya han egresado de las aulas.

Dr. L. Carlos Sáenz Dr. Rubén Eduardo Fernández


Director Regional Coordinador Regional de Educación Teológica
Iglesia del Nazareno - Región MAC Iglesia del Nazareno - Región MAC
Presentación

E
l Curso de Formación Ministerial es una colección de trein-
ta libros básicos que han sido diseñados de acuerdo a los
parámetros establecidos en la Guía de Desarrollo Ministerial
2003-2007 de la Iglesia del Nazareno para la Región de Sudamérica y
2004-2008 de la Región México, América Central y Panamá.

Bajo las cuatro dimensiones de preparación ministerial es­ta­


blecidas por los comités internacionales de educación teológica
(Contenido-Capacidades-Carácter-Contexto), los treinta libros que
componen esta colección constituyen el requisito educativo para la
ordenación del estudiante nazareno al ministerio cristiano.

La Asamblea General de 1997 dispuso que el Sistema de Educa­


ción Nazarena integre estas dimensiones en cada curso. El Manual
de la Iglesia del Nazareno 2001-2005, pp. 182-184 (Art. 424.3), registra
esta disposición de la siguiente manera:

...El carácter del instructor, la relación de los estudiantes con el


instructor, el ambiente, y las experiencias previas de los estu-
diantes se ligan al contenido del curso en la creación plena del
currículo...
Las diferencias culturales y la variedad de recursos requeri-
rán detalles en las estructuras curriculares... Sin embargo, todos
los programas que suplan los fundamentos educativos para la
ordenación al ministerio, ...deben dar atención cuidadosa a su
CONTENIDO, CAPACIDADES, CARÁCTER Y CONTEXTO.
ESTOS CUATRO ELEMENTOS ESTARÁN ENVUELTOS, EN
MAYOR O MENOR GRADO, EN TODOS LOS CURSOS...
Este libro corresponde al curso de Teología Sistemática I y com-
prende el estudio introductorio de la teología arminiano-wesleya-
na clásica y contemporánea sobre la teología misma, la revelación
de Dios especialmente por medio de las Escrituras, la doctrina de
Dios en relación consigo mismo y con la humanidad que Él creó.

Al concluir este curso, el alumno estará en capacidad de:

1. Conocer la naturaleza, definiciones, fuentes, métodos, función


y desarrollo histórico general de la teología cristiana.
2. Comprender el significado de la revelación, inspiración y del
mensaje central de las Escrituras.
3. Entender en términos amplios la doctrina de Dios y saber expli-
car la doctrina la Trini­dad manifestada en las Personas del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que sirve como base fun-
damental para nuestra reflexión teológica y el desarrollo de la
praxis pastoral.
4. Conocer los postulados teológicos básicos con relación al
origen y naturaleza del ser humano.
Teología Sistemática I

Unidad i:

La naturaleza de la
teología cristiana

E
l estudio de la doctrina cristiana es obligatorio para todo
cristiano. No es algo separado de la vida. Ni es asunto que
deba tratarse con descuido, indiferencia, vana especulación
u otras actitudes negati­vas. La salvación personal es como el carác-
ter sano e influencia santa, dependen de la correcta adquisición de
dogmas y doctrinas. Cada indi­viduo es responsable, dentro de los
límites de su capacidad y oportuni­dad, de des­cubrir y aceptar la
doctrina cristiana.
Sin embargo, el estudio de la teología cristiana no es sólo
una obligación. Es también fuente de inspiración y deleite. No es
de compararse con ninguna materia al alcance del pensamiento
humano. Al estudiar las grandes verdades de la Biblia, gozamos el
com­pa­ñerismo de las mentes más puras de todas las edades: Pablo,
Agustín, Tomás de Aqui­no, Juan Wesley, para mencionar unos
pocos. Pero lo mejor de todo es que entra­mos en compañerismo
íntimo con Jesucristo. ¿Qué estudio, pues, encierra mayor deleite o
profundo interés que el de la teología cristiana?1

1 Wiley, Orton y Culbertson, Paul T. Introducción a la teología cristiana. Kansas City:


Casa Nazarena de Publicaciones, s.f., pp. 20-21.

11
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Terminología
La doctrina cristiana se presenta comúnmente bajo el título
más amplio de teología cristiana, o en términos más técnicos como
“dogmática cristiana”. En nuestro estudio nos referimos a ella
como “el estudio analítico de aquella porción de la verdad que faci-
lita el material de la teología generalmente conocido con el nombre
de fe cristiana”.2
A veces se hace una distinción entre doctrina y dogma. El
dogma “es la forma que la doctrina ha asumido en consecuencia
de su desarrollo”. La doctrina “es la enseñanza sistematizada de
las Escrituras sobre cual­quier asunto teológico”. Por ejemplo, la
Biblia señala ciertos hechos con respecto al bautismo con agua
(doctrina). Pero a través de los siglos han aparecido dogmas con
referencia al modo, requisitos del candidato y el significado exac-
to del rito. Son los dogmas los que han dado lugar a la teología
dogmá­tica, marcando así muchas diferencias en las varias deno­
minaciones de la iglesia cristiana3 (más adelante hablaremos de
las divi­siones de la teología).
El término “teología” deriva de dos palabras griegas: theos =
Dios y logos = discurso o tratado. Originalmente se refería a un
discurso acerca de Dios. Los antiguos griegos usaban este térmi-
no en su sentido literal, de ahí que se haya aplicado la palabra
theologoi o teólogos, a quienes escribían la historia de los dioses y
sus hazañas.
Por tanto, en su sentido general, el termino “teología” puede
aplicarse a las investigaciones científicas sobre personas sagradas,
cosas, o relaciones, ya sean éstas reales o imaginarias. Aunque el
contenido de tales tratados sea un tanto falso, el uso permite lla-
marlos teología, si la materia de estudio de que se trata se considera
sagrada. Por esta elasticidad en la definición del término teología,
para nuestro estudio debemos usar la frase “teología cristiana”.4

2 Wiley y Culbertson. Op. Cit., p. 21.


3 Idem.
4 Ibíd., p. 22.

12
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Definiciones de teología
Una de las definiciones más sencillas de teología es: “La teo-
logía cristiana es la presentación sistemática de las doctrinas de
la fe cristiana”. El doctor Samuel Wakefiel define a la teología
como “aque­lla ciencia que trata de la existencia, el carácter y los
atributos de Dios; sus leyes y gobierno; las doctrinas que hemos
de creer, el cambio moral que debemos experimentar y los debe-
res que tenemos que cumplir”. La definición del doctor Charles
Hodge es la siguiente: ”Teología es la exhibición de los hechos de
la Escritura en su orden propio y relación con los principios o ver-
dades generales involucradas en los hechos mismos que llenan y
armonizan el todo”. Pero una definición bien expuesta es la del
eminente teólogo metodista William Burton Pope, que dice: “La
teología es la ciencia de Dios y de las cosas divinas, basadas en la
revelación hecha al hombre por medio de Jesucristo y sistemati-
zada en varios aspectos dentro de la iglesia cristiana”.5

Naturaleza y alcance
de la teología

La teología es el estudio de las doctrinas de la fe cristiana. Esto


nos lleva a conocer el alcance que tiene la misma y los cinco aspec-
tos que se incluyen en su estudio:

1. Dios: que es la materia, fuente y fin de toda teología.


2. Religión: que es el intento de relacionar la vida humana con
aquello que se concibe como divino o digno de la más alta
devoción del ser humano.
3. Revelación: que es la automanifestación de Dios al ser huma-
no. Es la fuente primara de los hechos sobre la cual se basa la
teología siste­mática.

5 Wiley y Culbertson. Op. Cit., p. 22-23.

13
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

4. Jesucristo: que es el Verbo Personal y Eterno, en quien toda


verdad encuentra su centro y circunferencia.
5. La iglesia: que es el cuerpo de Cristo, en la que la verdad ha
sido sistematizada y desarrollada bajo la vigilancia y domi-
nio del Espíritu Santo.

Requisitos cualitativos
para el estudio de la teología

Wiley cita al doctor Henry B. Smith, quien nos comparte algu-


nas ideas valiosas de cualidades o requisitos que debe tener un
estudiante de teología:6

TENER CIERTA INCLINACIÓN ESPIRITUAL

Esto no quiere decir un mero conocimiento abstracto acerca de


los asuntos espirituales, ni siquiera un sentimiento de buena volun-
tad; sino una disposición o inclinación espiritual que es, en su natu-
raleza más íntima, una expresión de la realidad del reino de Dios
centralizada en la persona y obra de Jesucristo. Es una inclinación
espiritual que resulta de un contacto personal y vital con Dios.

TENER UN ESPÍRITU DE HUMILDAD


REVERENTE

Es lo contrario de la suficiencia propia. No puede ser verda­


de­ramente cristiano quien no está poseído de humildad y reve-
rencia; quien no es un investigador humilde ante los misterios de
la en­carnación y de la expiación; quien no siente y sabe que en
estos grandes hechos hay algo que lo llama a quitarse los zapatos;
quien no tiene la convicción de que está en suelo santo.

6 Ibíd., pp. 25-27.

14
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

TENER UN AMOR SINCERO A LA VERDAD


POR LA VERDAD MISMA

Muchos aman la verdad por causa de su partido; unos, por


causa de su iglesia; la mayor parte de la humanidad, quizá, por
interés personal; otros, porque no pueden hacer a un lado lo que
han aprendido; pero el ministro y todo cristiano debe amar y pre-
dicar la verdad, porque es la verdad.

POSEER UN ESPÍRITU DE CONFIANZA

Esto es la creencia de que, bajo la iluminación del Espíritu


Santo, puede encontrarse la verdad que a su vez proporciona la
substancia de la teología.

TENER UN CELO PROFESIONAL


POR SU TRABAJO

Todo estudiante de la Biblia debe sentir y vivir, día tras día


y semana tras semana, como si la teología fuera su propio y más
pre­ciado trabajo, dándole lo mejor de su tiempo y facultades y una
labor paciente.

TENER UN CONOCIMIENTO ADECUADO


DE LA BIBLIA

Nada puede sustituir el conocimiento adecuado y personal de


lo que la Biblia misma enseña en relación con la doctrina.

TENER UN ENTENDIMIENTO AMPLIO


DE OTROS CAMPOS DEL CONOCIMIENTO

Esto es cierto particularmente en lo que se refiere a aquellas


partes del saber como la filosofía, la historia, la religión y la psico-
logía que están íntimamente ligadas al estudio de la teología.

15
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

TENER UNA “MENTE DISCIPLINADA”

El doctor A. H. Strong dice: “Sólo una mente como ésta, puede


reunir pacientemente los hechos, retener a su alcance muchos de
ellos a la vez, deducir los principios que los conectan por medio de
un razonamiento continuo, y detener su juicio hasta que sus conclu-
siones sean probadas por la Escritura y la experiencia”. Es una mente
que no está completamente dominada por el proceso racional, sino
que posee intuición espiritual lo mismo que entendimiento mental.

Divisiones principales
de la teología
Los eruditos han organizado y sistematizado de varias mane­
ras los materiales de la teología, para facilitar su aprendizaje.
Mencionaremos sólo algunos de los términos principales usados
para designar las fases diversas de esta “ciencia de Dios y de las
cosas divinas”.7

TEOLOGÍA NATURAL

Esta rama de la teología trata de la existencia, los atributos y


la voluntad de Dios tal como lo revelan los diferentes fenómenos
de la naturaleza. En el grandioso “libro” de la naturaleza halla­
mos evidencia con respecto a la existencia de Dios, su poder y sus
propósitos. En el universo material y en la constitución del ser
humano, Dios se revela en forma un tanto velada, pero también
ciertísi­ma. La obra de la teología natural consiste en recoger y
sistemati­zar esta evidencia.

TEOLOGÍA EXEGÉTICA

Esta consiste en el estudio cuidadoso y analítico de las Escri­


turas, clasificado de acuerdo con las doctrinas. Comprende un

7 Wiley y Culbertson. Op. Cit., pp. 29-30.

16
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

extenso cam­po de investigación, que incluye la época, el origen,


el contenido y el carácter de los escritos sagrados; la integridad
del texto original; la autenticidad de los diferentes libros; y los
principios de interpretación bíblica, exposición y aplicación.

TEOLOGÍA HISTÓRICA

Esta parte de la teología trata del desarrollo histórico de la


doctrina. Consiste de dos divisiones principales: El estudio del
desarrollo progresivo de las doctrinas, y el examen del desarrollo
histórico de la doctrina en la iglesia desde la era apostólica. Se
subraya la importancia de la historia secular, bíblica y eclesiástica
debido a la contri­bu­ción que éstas rinden a la compresión del desa-
rrollo doctrinal.

TEOLOGÍA SISTEMÁTICA

Ésta se encarga de que los materiales ofrecidos por la teología


natural, exegética e histórica, sean arreglados en forma lógica y
metódica a fin de facilitar su compresión y promover su aplica­
ción práctica. Por medio de la presentación y arreglo sistemático,
puede percibir­se y apreciarse la conexión vital y simétrica de toda
la verdad cristiana. Es así como puede uno ver la teología en un
todo, desde un punto de vista firme y seguro. La teología sistemá­
tica se subdivide comúnmente en ética, dogmática y polémica.

TEOLOGÍA PRÁCTICA

Esta división de la teología tiene que ver con la aplicación


prác­tica de los resultados de la investigación teológica, particu­
larmente en lo que se relaciona a la obra del ministerio cristiano.
Se incluyen en este estudio, tópicos como la homilética, que trata
de la composición y pre­sen­tación de los sermones; la catequísti-
ca, que trata de la instrucción de los novatos en su preparación
para la membresía de la iglesia; y la liturgia, o sea el estudio de
las formas de la adoración y devoción.

17
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Métodos de organización
y presentación de la teología

Hay numerosos argumentos válidos en favor del arreglo siste­


mático de las verdades de la Biblia. Es por medio de tal organi­
zación que las armonías ricas y hermosas de las doctrinas cris-
tianas revelan su evidencia. Al delinearse sus interrelaciones, las
verdades adquieren mayor significado. La presentación coherente
y ordenada de la doctrina hecha de esta manera, no solo apela a
la constitución misma de la mente humana, sino que capacita al
individuo a enseñar a otros de manera efectiva. Así pues, cuando
los grandes postulados de la fe cristiana se organi­zan, se presen-
tan sistemáticamente y se retienen con firmeza, el resultado es un
carácter cristiano fuerte y útil.
Con tan válidas razones en favor de la sistematización de la
doctrina bíblica no es de sorprender que se hayan utilizado nume­
rosos método en la organización de la teología cristiana. Algunos
de ellos son:8

MÉTODO TRINITARIANO

Este método era prominente en la historia primitiva de la igle-


sia. Se presentan las doctrinas en su relación con el Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo.

MÉTODO FEDERAL

La idea de dos pactos, el de la Ley y el de la Gracia, constituye


el factor central en la organización.

MÉTODO CRISTOCÉNTRICO

Cristo y su obra redentora forman el corazón del pensamiento.

8 Wiley y Culbertson. Op. Cit., pp. 33-34.

18
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

MÉTODO SINTÉTICO

Quizá es el método más comúnmente utilizado. Se comienza


con el concepto más alto: Dios; se sigue con el ser humano; luego
se continúa con Cristo; la redención, y por último, el fin de todas
las cosas. El principio básico de organización es su orden lógico
de causa y efecto. Este método ha sido usado con efectividad por
notables teó­logos. A pesar de su uso frecuente, nunca ha perdido
su atracción y novedad. Nuestro estudio está estrechamente rela­
cionado con este método de organización.

Fuente primaria
de la teología

La teología cristiana se basa en los archivos documentales de


la revelación de Dios en Jesucristo. Así que la Biblia es la única
regla divina de fe y práctica, y la única fuente primaria de autori-
dad de la teología cristiana. Las Santas Escrituras constituyen la
cantera de donde se desprenden las verdades gloriosas utilizadas
en la construcción del edificio de la doctrina cristiana.9

Fuentes secundarias
de la teología cristiana10

LA NATURALEZA

Numerosos pasajes de las Sagradas Escrituras enseñan que la


naturaleza revela algo acerca de Dios y de las cosas divinas. Las
palabras del salmista son: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y
el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite pala­

9 Wiley y Culbertson. Op. Cit., p. 34.


10 Ibíd., pp. 35-39.

19
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

bra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay
lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su
voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras” (Salmo 19:1-4). La
naturaleza habla del poder y de la gloria de Dios con un len­guaje
universal. De varias declaraciones del apóstol Pablo resca­tamos que
la naturaleza revela a Dios lo suficiente como para hacer que los
seres humanos lo busquen y lo adoren (Hechos 14:15-17; 17:22-34).

LA EXPERIENCIA

No hay que olvidar cuando se estudia la teología cristiana, el


hecho básico de que la verdadera experiencia cristiana, implica
una relación vital, íntima y personal entre Dios y el ser humano.
Los contactos espirituales, relaciones correctas éticas y espiritua­
les, así como la obediencia personal a la voluntad divina, nos
llevan a un verdadero conocimiento de Dios. Puede ser que este
cono­cimiento no sea elaborado, pero está caracterizado por la
certeza y la seguridad. De este conocimiento, prometido por el
Maestro al que le obedece, se pueden formular intelectualmente
los conceptos válidos acerca de Dios, desarrollando así el cono­
cimiento sistemático.

LOS CREDOS

Un credo es una confesión de fe, un grupo de doctrinas seña­


la­das para su aceptación, o artículos de fe. Los credos pueden ser
individuales o colectivos, escritos o no, válidos o sin valor. La gran
generalidad acepta que las declaraciones de creencia de la Iglesia
salieron de dentro de ella. Presentan la experiencia colectiva de la
iglesia probada por muchos creyentes durante lapsos de tiempo y
formulada en declaraciones concisas y claras.
Representan el crecimiento de la experiencia religiosa de
la iglesia, la cual debe su existencia a Jesucristo por medio del
Espíritu Santo. Siendo así, pueden aceptarse como fuentes secun­
darias de la teología. Son válidos mientras representen verda­deras
convicciones basadas en la experiencia cristiana. Toda declaración

20
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

de creencia, nunca se considera como substituto de las Escrituras.


Se sobreentiende que debe basarse en la Biblia.
El credo que se ha conservado a través de los siglos por su
contenido bíblico correcto es el “Credo de los Apóstoles” que reza
así: “Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la
tierra; y en Jesucristo, su único Hijo, Señor nuestro; que fue conce-
bido por el Espíritu Santo, nació de la Virgen María, padeció bajo
el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado; al
tercer día resucitó de entre los muertos; subió al cielo, y está sen-
tado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso; y desde allí vendrá
a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la
Santa Iglesia Universal, la comunión de los santos, el perdón de los
pecados, la resurrección del cuerpo y la vida perdurable. Amen”.

Desarrollo histórico
de la teología cristiana

El cristianismo deriva su contenido único de la revelación


especial de Dios en la historia y en su Hijo Unigénito, tal como
la registran las Sagradas Escrituras. La revisión más sumaria del
panorama presentado por la cristiandad en nuestros días, revela
un confuso despliegue de denominaciones, iglesias, sectas y cul­
tos. Es evidente que los datos de las Escrituras deben haber sido
interpretados de distintas maneras a lo largo de los 20 siglos
transcurridos desde los tiempos bíblicos.
Debemos poner en claro que cualquier compresión contempo­
ránea de la Biblia y su significado, refleja necesariamente algo de las
grandes tradiciones que han crecido dentro del mundo cristia­no.
En nuestro estudio, repasaremos brevemente las principales
interpre­taciones dadas al mensaje de la Biblia, comenzando por las
in­media­tamente posteriores a la escritura del Nuevo Testa­mento.
Este repaso se ocupará de la historia de la iglesia y de la historia de la
teología. Solamente consideraremos los momentos más destacados.

21
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

EL PERÍODO APOSTÓLICO11

Una simple ojeada del libro central de la fe, revelará que en


realidad se trata de una biblioteca de 66 libros diferentes, com-
puestos durante un período de aproximadamente 15 siglos, que
relata brevemente el origen de la tierra y la humanidad y, con
mayor detalle, la historia de una familia y una nación a lo largo
de tres mil años aproximadamente. Se divide en dos partes, una
de las cuales recibe el título de “Antiguo Testamento (o pacto)”,
y la comparten cristianos y judíos; la otra, titulada el “Nuevo
Testamento”, fue escrita por y para cristianos, y para aquellos a
quienes deba presentarse el evan­gelio cristiano.

La predicación del nuevo testamento

Todos los libros del Nuevo Testamento fueron escritos en


la genera­ción de los acontecimientos que narran, aunque posi-
blemente ningu­no de ellos haya sido escrito antes de 15 o 20
años después de la resu­rrección de Jesús. Los estudios eruditos
recientes han señalado el hecho de que hay dos clases de materia-
les contenidos en el Nuevo Testamento. Se los denomina según
sus nombres en griego. El kerígma, o sea la proclamación del
Evangelio al mundo no cristia­no; y la didaché, o sea la enseñanza
dirigida a aquellos que ya son cristianos, con el propósito de ins-
truirlos en materia de doctrina o ética. El bosquejo del kerigma, el
mensaje evangelístico de la iglesia, se percibe más cla­ramente en
los sermones registrados de manera condensada en el libro de los
Hechos de los Apóstoles: los de Pedro, Hechos 2:14-40; 3:12-26;
4:8-12; 10:34-43; y el de Pablo, Hechos 13:16-41.
Hay diferentes maneras de resumir los temas que se dan en
estos sermones (contenidos en el Nuevo Testamento en su con­jun­
to) pero los puntos principales son:

11 Purkiser, W. T. Explorando nuestra fe cristiana. Kansas City: Casa Nazarena de


Publicaciones, 1979. pp. 90-93.

22
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

• Los días anunciados por los profetas de antaño por fin han
llegado. Las promesas de Dios a su antiguo pueblo están
siendo cum­plidas, ahora, en el Mesías (Hechos 2:14-21;
3:13,22-25; 10:34-36; 23:16-26).
• El Prometido no es otro que Jesús de Nazaret, quien fue cru-
cificado por manos malvadas. Sus sufrimientos y su muerte
estaban previstos en el plan soberano de Dios (Hechos 2:22-
23; 3:13-18; 4:8-10; 10:37-39; 13:27-29).
• Cristo ha sido levantado por Dios de entre los muertos, tal
como las Escrituras lo habían anunciado. La resurrección
es el sello que ratifica todo lo que Cristo dijo e hizo, y es
su victoria sobre las fuerzas del mal (Hechos 2:24-32; 3:36;
10:40-41; 13:30-37).
• El Cristo resucitado ha sido exaltado a la diestra de Dios y
compar­te su soberanía, porque es Señor y Cristo (Hechos
2:33, 34-36; 4:11).
• El Cristo exaltado ha derramado sobre su iglesia el Espí­ritu
Santo, don que constituye una promesa del Padre, “esto que
vosotros ahora veis y escucháis” (Hechos 2:33).
• Cristo volverá del cielo y juzgará a los seres humanos y las
naciones, en el tiempo de la restauración de todas las cosas:
“Él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos”
(Hechos 3:20-21; 10:42).
• Por lo tanto, “arrepentíos, convertíos y sed bautizados, para
que sean borrados vuestros pecados, y para que vosotros
también recibáis el don del Espíritu Santo. Porque no hay
ninguna otra salvación en ningún otro nombre” (Hechos
2:37-40; 3:19; 4:12; 10:43; 13:38-41).

En torno a este sólido núcleo de proclamación va reunién­dose


la didaché, la enseñanza; es decir, la explicación, la interpre­tación,
y la aplicación a la vida y la conducta que, junto con la historia
relacionada a las distintas circunstancias de la proclama­ción y la
enseñanza, componen el conjunto total del Nuevo Testamento.

23
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

El primer crecimiento

Durante el período de la vida de los apóstoles el Evangelio


fue llevado a lo largo y a lo ancho de todo el mundo romano, y
según la tradición, mucho más allá de sus fronteras. Algunos de
los apóstoles, incluyendo a Pedro y a Pablo, perdieron sus vidas
duran­te la amarga persecución iniciada por el emperador romano
Nerón. Una persecu­ción que continuó intermitentemente durante
más de 250 años. Durante la mayor parte de este período era un
crimen capital simplemen­te confesar la fe en Jesús. Pero como ocu-
rre siempre, la sangre de los mártires es la semilla de la iglesia, y
las persecuciones fueron como agua arrojada sobre un incendio de
petróleo, solamente sirvieron para expandir aún más la llama.

EL PERÍODO PATRÍSTICO

Durante el denominado período patrístico (de “padres”, como


se dieron a llamar los primeros dirigentes cristianos), el cristianis­
mo pasó al mismo tiempo por su persecución más severa y por
su período de crecimiento más rápido. Podría decirse que este
perío­do va desde la muerte del apóstol Juan hasta San Agustín de
Hipona, aproximadamente 300 años.12

Iglesia y estado

La primera oposición al cristianismo provino del Sanedrín


judío y de los dirigentes del judaísmo, en los centros del pensa­
mien­to hebreo fuera de Palestina. Durante los primeros 35 años
el judaísmo era tolerado, y la nueva fe se tuvo por una secta del
judaísmo, recibien­do así el mismo trato. Sin embargo, antes de
que hubiera terminado la era apostólica, comenzaron las perse­
cuciones por parte del gobierno imperial. Nerón dio comienzo a
la primera de las persecuciones romanas el año 64 d.C. Los his­

12 Purkiser, W.T. Op. Cit., pp. 93-98.

24
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

toriadores de la iglesia enumeran 10 períodos de persecución,


por parte de las autoridades romanas, hasta el esfuerzo empren-
dido por Decio para eliminar el cristianismo en todo el Imperio
en el año 250 d.C. La conversión de Constantino (312 d.C.) y su
posterior definición como único soberano del Imperio (324 d.C.),
hizo que el cristianismo llegara a ser la religión del Estado. Como
frecuentemente se ha señalado, esta no fue una bendición sin más
ni más. Miles de ciudadanos romanos entraron en la iglesia por
razones de prudencia o política, sin conocer el verdadero signifi-
cado de una fe personal en Jesucristo. A partir de este momento,
se inicia el proceso que habrá de culminar en la instauración del
papado, con su concomitante de perpetua alianza entre los pode-
res religioso y polí­tico.

La iglesia y su adoración

Este período también fue testigo del desarrollo de las primeras


formas de gobierno y administración de la iglesia y de los comien-
zos de la liturgia en el culto de adoración. Con la muerte de los
apóstoles y de aquellos padres que los habían acompañado, los
ancianos conoci­dos específicamente como obispos comenza­ron a
asumir mayor­respon­sabilidad y liderazgo. Los obispos de los cen-
tros más importantes, gradualmente asumieron autoridad sobre
las zonas rurales circunvecinas y desde época temprana el obispo
de Roma era objeto de mayor respeto que los otros obis­pos.
La iglesia, partió de una adoración muy sencilla, basada en
los ser­vi­cios de la sinagoga de los judíos, que incluía la oración,
la alabanza, la lectura de las Escrituras y un sermón, hasta que
comenzó a desarrollarse una liturgia más formal. La Cena del
Señor y el bautismo asumieron mayor prominencia. Se estable-
ció el canon del Nuevo Testamento. Comenzaron a utilizarse
edificios especial­­mente construidos con el propósito de servir
para la celebra­ción del culto. El ritual llegó a ser más elaborado.
Espiritualmente había tanto luz como tinieblas. Junto a una gran
medida de pie­dad auténtica había mucha religiosidad nominal.

25
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Desarrollo de la apologética

No pasaría mucho tiempo antes que el cristianismo fuera víc­


tima del ataque de los filósofos paganos. Los primeros cristianos,
entonces, comenzaron a pensar en las implicaciones de su fe y en
las maneras de defender la verdad contra cualquiera que la dis­
putara. Estas defen­sas de la fe recibieron el nombre de “apolo­gías”.
Los apologistas no se limitaron a defender al cristianismo; también
atacaron las creencias paganas y lo hicieron con extra­or­dinario
vigor. Dieron gran importancia ­a la diferencia entre las vidas de los
cristianos y los paganos, señalando la inmoralidad atri­buida a los
dioses en los mitos griegos y romanos, la sensualidad y necedad
del culto politeísta.

La formulación de una cristología

Posiblemente el logro más importante de este período primi­


ti­vo, aparte de la propagación del Evangelio redentor, fue la
formulación de la doctrina de Cristo y con ella el desarrollo del
concepto de la Trinidad. Los escritores del Nuevo Testamento
habían ofrecido un punto de partida firme en su clara afirma-
ción de la unidad de Dios, la deidad incondicionada de Cristo,
y la personalidad y deidad del Espíritu Santo. Reunir estas afir-
maciones en una doctrina fue la gran conquista teológica del
pensamiento claro y el debate que precedió a la celebración del
Concilio de Nicea (325 d.C.) y del Concilio Calcedonia (451 d.C.).
En el último se declaró una vez más que Cristo es de “la misma
naturaleza del Padre como pertene­ce a su Deidad, y de la misma
naturaleza nuestra como pertenece a su humanidad”.

AGUSTÍN Y LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA13

Tantos y tan variados fueron los escritos de Agustín que de su


pensamiento partirían influencias ampliamente divergentes, entre
las cuales mencionaremos algunas.
13 Purkiser, W.T. Op. Cit., pp. 98-102.

26
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Agustín y Pelagio

En su controversia con un monje inglés llamado Pelagio, Agus­


tín defendió lo que llegaría a conocerse como “la doctrina del peca-
do original“. Agustín estableció profundamente en el pensa­miento
cristiano la convicción de que la salvación se obtiene sola­men­te por
la gracia, una gracia otorgada a criaturas con una pre­dis­po­sición al
pecado heredado y por lo tanto, con una incapacidad para agradar
a Dios por sí mismas.

Predestinación

La doctrina de la gracia desarrollada por Agustín lo condujo


a otra posición, mucho más debatible. Afirma que Dios, por su
propia gracia y misericordia y libre elección, habría predestinado
a algunos para la salvación y a otros para la conde­nación y que el
núme­ro de los elegidos ya ha sido fijado y no puede modificarse.

El concepto de iglesia
La visión que Agustín tuvo de la iglesia, llegaría a convertirse
en el fundamento sobre el cual se erigiría el papado, al identificarla
(como el canal a través del cual llegan a los seres humanos los
dones de la gracia divina), con una institución específica, la Iglesia
Católica Romana. Para Agustín ésta era el único medio de gracia y
sus sacramentos eran acciones de Dios, imprescindibles para la sal-
vación de los seres humanos. Otras contribu­ciones suyas al dogma
católico romano fueron: colocar la tradición junto a las Escrituras,
como regla de fe; su énfasis en la regeneración bautismal; y la doc-
trina de la inmaculada concepción de María, que contribuyó a la
mariología, la adoración de María.

Desarrollo del catolicismo romano

Hacia fines del siglo segundo encontramos a Ireneo, obispo de


Lyon, afirmando que el obispo de Roma descendía en línea direc­ta
del primer obispo de esa localidad, puesto para gobernar la igle-

27
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

sia por los apóstoles Pedro y Pablo. La primera ocasión en que el


obispo de Roma pretendió establecer su hegemonía sobre toda la
iglesia cristiana, fue durante el Concilio de Sárdica, en el año 343
d.C. Hacia el siglo VI, el título de “Papa”, adscripto hasta entonces
a todos los obispos en Occidente, fue limitado al obispo de Roma
y el papado comenzó a desarrollarse rápidamente. Varios entre los
primeros papas adquirieron gran poder político y económico, ade-
más dieron comienzo a la íntima alianza entre la iglesia y el estado,
tan típica del período medieval. El poder papal y algunos de los
dogmas típicos del catolicismo romano fueron afirmados con tre-
mendo ímpetu bajo el reinado del papa Grego­rio Magno (540-640
d.C.). Él revisó el ritual y afirmó de manera definida la doctrina
del purgatorio y las misas por los muertos, preparó el terreno para
la doctrina de la transubstanciación (la presencia substancial del
cuerpo y la sangre de Cristo en la misa) y propició la veneración
de las reliquias de los apóstoles y los san­tos. Durante estos siglos,
la Iglesia de Roma llegó a ser muy pode­rosa, acumulando enormes
riquezas. Hacia el año 1000 d.C. la totalidad de Europa, con algu-
nas excepciones, era cristiana nominalmente. La riqueza y la mag-
nificencia condujeron a la corrup­ción y la decadencia espiritual.

LA REFORMA14
Cuatro movimientos religiosos participaron en la Reforma
Protestante del siglo XVI.

Lutero y la justificación por la fe

Martín Lutero, sacerdote agustino y doctor en teología, visitó


Roma en el año 1511. En esa ocasión se sintió asqueado por la
evidente corrup­ción de la corte pa­pal. Unas pocas palabras de
Romanos 1:17 “el justo por la fe vivirá”, le otorgaron la confianza
en las que había de vivir y predicar durante los años de peligros y
lu­chas que después vendrían. La justificación por la fe se convirtió
en la piedra angular de la Reforma.
14 Purkiser, W.T. Op. Cit., pp. 102-104.

28
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

La venta de indulgencias, que era una especie de tarjeta de


crédito pagada por antici­pado, que ponía a disposición del com-
prador los méritos de los santos (acumulados en un “tesoro de
méritos” administrado por la iglesia), fue lo que ocasionó la reac-
ción de Lutero.
En la creencia popular, las indulgencias podían resultar en el per-
dón de los pecados sin necesidad de arrepentimiento o reparación
alguna. Esto era mucho más de lo que Lutero podía soportar y, el 31
de octubre 1517, clavó sus famosas 95 tesis en la puerta de la capilla
del castillo de Wittenberg, en las cuales atacaba vigorosamente el
con­cepto de “indulgencias” basadas en los méritos sobrantes de
los santos, acumulados en algún supuesto “tesoro”. Los escritos de
Lute­ro consis­tentemente proclamaron los princi­pios que ha de­fen­
dido el protestantismo desde aquel entonces hasta nuestros días.
Estos incluyen: la justificación mediante la sola fe, la supremacía de
las Escrituras como única fuente de la doctrina y la moral, el sacer­
docio universal de los creyentes, y el derecho y deber de cada cris-
tiano a leer y comprender la Biblia. Una de las obras más notables
de Lutero fue la traducción de las Escrituras al alemán de sus días.

Calvino y las iglesias reformadas


El más destacado de todos los dirigentes reformados fue
Juan Calvino (1509-1564). Le impresionó mucho la doctrina de la
predestina­ción de Agustín, y su corolario, la perseverancia de los
elegidos. A esta doctrina le otorgaría un lugar destacado en su
propio pensamiento. Su sistema era rígidamente coherente, lo cual
quizá da cuenta en parte de su gran influencia, y estaba basado en
la absoluta soberanía de Dios, que dispone de cada ser humano
según sus inescrutables designios eternos.

El anglicanismo
En Inglaterra surgió un tercer movimiento de reforma. Sus raí-
ces se remontan hasta Juan Wycliffe (1320-1384) y sus seguidores.
Su ocasión histórica inmediata fue el deseo del rey de Inglaterra,
Enrique VIII, de que se anulara su matrimonio con la princesa cató-

29
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

lica Catalina de Aragón, para que pudiera casarse legalmente con


Ana Bolena. Cuando el Papa se negó rotun­damente, Enrique hizo
que el Parlamento, en 1534, separara a la Iglesia de Inglaterra del
control papal y que lo declarara a él como la cabeza suprema de la
Iglesia de Inglaterra. El desarrollo de las convicciones protestantes
en Inglaterra fue lento y en ocasiones se mezcló con motivaciones
políticas. Gradualmente se fue formando una liturgia distintiva,
así como también, se fue desarrollando cierto clima teológico del
cual surgieron los eventos significativos que le dieron vida al avi-
vamiento evangélico del siglo XVIII. Como iglesia “establecida” o
estatal, la Iglesia Anglicana o de Inglaterra (así como la Episcopal,
como se conoció en el nuevo mundo) siempre le ha dado lugar a
una amplia variedad de posicio­nes teológicas y litúrgicas.

Los anabaptistas y la reforma “radical”


Los anabaptistas deri­varon su nombre de su insistencia sobre
la conversión personal y el rebautismo de los convertidos que
habían sido bautizados de recién nacidos. Bajo este nombre se
incluyó a una amplia gama de opiniones y prácticas, pero en gene-
ral los anabaptistas enseña­ban el retorno al cristianismo primitivo
y rechazaban las insti­tuciones tradicionales de la iglesia. La mayo-
ría de los líderes anabaptistas eran hombres sobrios y capaces,
pero el movimiento tenía “elementos fanáticos” que se inclinaban
por la revolución violen­ta y el establecimiento del reino de Dios
por medio de la fuerza militar. Otros adoptaron un punto de vista
totalmente pacifista. La mayor contribución de los anabaptistas al
desarrollo del protestantismo consistió en proveer una alternativa
para la iglesia estatal o establecida. Esas iglesias “libres” florecie-
ron y se multiplicaron en todos los ámbitos protestantes.

ARMINIO Y LOS PETICIONANTES15


Ante la doctrina radical de los seguidores de Calvino sobre la
predestinación, surgió una reac­ción, particularmente en Holanda,

15 Purkiser, W.T. Op. Cit., pp. 104-105.

30
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

con Jacobo Arminio (1560-1609). El ya había entrado en conflicto


con los ultracal­vinistas, en primer lugar por su interpretación del
capítulo siete de Romanos, el cual consideraba como el cuadro
de una persona despertada, convencida, pero no regenerada, que
luchaba con el poder del pecado en su vida. También cuestionó
el concepto calvinista de la soberanía de Dios, las doctrinas de la
elección y la predestinación, una expiación limitada (que Cristo
sólo murió por los electos) y la perseverancia de los santos. Estos
puntos de vista, sostenía él, cuestionaban la justicia de Dios y no se
podían armo­ni­zar con el Evan­gelio de la gracia universal.
En el debate entre los remonstratenses (nombre tomado de
una publicación de 1610, intitulada Remonstrance, en favor de las
posiciones de los seguidores de Arminio), que más tarde se llamó
el “arminia­nismo”, y los calvinistas radicales duró varios años
hasta el Sínodo de Dort de 1618, donde surgieron los famosos
“Cinco Puntos”:
Posición Calvinista Posición arminiana

1. Elección incondicional. 1. Elección condicionada por


2. Expiación limitada. la fe personal.
3. Depravación total del ser 2. Expiación universal.
humano y su incapacidad de 3. Incapacidad del hombre de
responder favorablemente a la ejercer la fe salvadora sin la
gracia de Dios sin un don de gracia universal de Dios.
fe específico. 4. Suficiencia de la gracia.
4. Gracia irresistible. 5. Posibilidad de caer de la
5. Perseverancia de los santos. gracia.
EL AVIVAMIENTO EVANGÉLICO: JUAN WESLEY16

Juan Wesley (1703-1791) representa lo que ha dado en llamarse


“el arminianismo incendiado”. Wesley se adhirió inconmovible-
mente a la doctrina de la Trinidad y a la salvación exclusivamente
por la gracia. Su oposición al calvinismo se basaba en la convicción
16 Purkiser, W.T. Op. Cit., pp. 105-111.

31
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

de que el amor de Dios, manifestado en su gracia salvadora, está a


disposición de todos los seres humanos y es ofrecido gratuitamen-
te. Rechazó con energía los puntos de vista predestinacionistas.
Wesley desarrolló dos doctrinas de importancia vital y que son
características de su pensamiento y experiencia, ambas fun­dadas
en el Nuevo Testamento, y en la línea de lo que constituía una veta
descui­dada de la enseñanza cristiana a lo largo de mu­chos siglos.

La doctrina de la seguridad

Una característica extraor­dinaria de la experiencia personal de


Wesley en su con­versión llega a constituirse en una de las colum-
nas del movimiento evangélico. Era la seguridad y confirmación de
la salvación recibida, tal como se expresa en la frase “el testimonio
del Espíritu”. Define ese testimonio como una “impresión interior
sobre el alma, mediante la cual el Espíritu de Dios da testimonio
directamente a mi espíritu de que soy hijo de Dios; que Jesús me
ha amado y se ha entregado por mí; que todos mis pecados son
borrados y que yo, aun yo, estoy reconciliado con Dios”. Esta fue
una nota novedosa y fascinante en una época cuando la mayoría
de los cristianos no poseían tal confianza.

La perfección cristiana o el amor perfecto

Aún más fundamental en el ministerio de Wesley fue la doctri-


na de la perfección cristiana o, en la expresión que él prefería, del
“amor perfecto”. La santificación había sido un tema des­cuidado
en la teología protestante hasta que apareció Wesley. El insistió
en que la santifica­ción total por la fe, era no sólo posible sino
inclusive e imperativa, y no en algún tiempo futuro, sino ahora. El
término perfección, tanto en la actualidad como en aquel entonces,
ha consti­tuido una piedra de tropiezo. Pero Wesley explicó muy
claramente que no consideraba la perfección como una liber­tad de
la ignorancia, el error, las limitaciones de la naturaleza humana, o
la tentación. Es la perfección en el amor, que produce la libertad
interior con respecto al pecado.

32
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

DESARROLLOS POSTERIORES A WESLEY 17

Describir el desarrollo del cristianismo durante los siglos XIX


y XX constituye una tarea que requeriría varios libros. Kenneth
Scott Latourette ha calificado a los años que van de 1815 a 1914
como “El Gran Siglo”, un período de abundante vitalidad y de
una ex­pan­sión sin precedentes, contrarrestado solamente por el
crecien­te materialismo y secularismo. Surgieron muchas nuevas
denomi­na­ciones protestantes.
El movimiento de santidad, dentro del cual la Iglesia del
Nazareno es la denominación organizada que cuenta con mayor
membresía, pasa a ser la principal heredera del “depósito” metodis-
ta de la doctrina neotestamentaria de la santificación plena o total.
Después de las guerras mundiales, en los círculos evangélicos
han surgido desarrollos significativos, incluyendo el surgimiento
de un avance neoevangélico y el nacimiento del pentecos­talismo y
el movi­mien­to carismático.

17 Purkiser, W.T. Op. Cit., pp. 111-112.

33
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Unidad II:

Lo que creemos acerca


de la Biblia

La Biblia y la revelación

E
l punto de partida concreto de la religión bíblica es el hecho
de que Dios ha tomado la iniciativa y se ha dado a conocer a
sí mismo y sus propósitos.
La revelación es la automanifestación de Dios en sus designios
reden­tores; una manifestación dirigida hacia personas creadas
según su propia imagen.
Cuando bus­camos la información correspondiente, encontrar-
mos que Dios se ha revelado de tres maneras principales. Dios se
ha revelado a Sí mismo en la historia, una revelación proveniente
del Padre; se ha revelado en Cristo, una revelación por el Hijo;
y se ha revelado en las Escrituras, una revelación por el Espíritu
Santo. La unidad dentro de esta Trinidad de la revelación es la
supremacía de la reve­lación en Cristo; porque es hacia Él que
señala la revelación en la historia, y es de Él que da testimonio el
Espí­ritu en las Escrituras (Juan 15:26).18

18 Purkiser, W.T. Op. Cit. p. 67-68.

35
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

LA REVELACIÓN DE DIOS EN LA HISTORIA

En primer lugar Dios se ha revelado a Sí mismo mediante


sus actos poderosos en la historia, principalmente en la historia
del pueblo que desciende de un inmigrante originario de Ur de
los Caldeos, hacia la primera parte del segundo milenio antes
de Cristo. Esta historia posee raíces que datan desde la creación
misma y carecería de significado separada del registro que inter-
preta ese período de tiempo desconocido anterior a Abraham.19

Los hechos históricos


en cuanto a la revelación

Un escritor contemporáneo señala cinco eventos históricos


como aquellos que revisten mayor importancia en el esquema del
Antiguo Testamento:

• El llamado y la promesa de que fueron objeto los patriarcas.


• La liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto.
• El pacto concertado en el monte Sinaí.
• La conquista de Canaán.
• El reinado de David.

Hay otros dos eventos que deberían agregarse para completar


la lista:

• El juicio sobre la idolatría llevado a efecto en los exilios asirio


y babilónico.
• La restauración del remanente exiliado.20

Interpretación

Un hecho histórico llega a ser revelación de Dios cuando se


lo interpreta mediante los ojos de la fe. Los eventos del Antiguo

19 Purkiser, W.T. Op. Cit. p. 68.


20 Wright y Fuller citados por Purkiser, W.T. Op. Cit., p. 69.

36
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Testamento fueron verdaderos. Pero, la historia de salvación del


Antiguo Testamento es evidentemente incompleta. Su cumpli­
mien­to habrá de encontrarse en Cristo y en el Evangelio cristiano.
Es parte integrante de las Escrituras cristianas y solamente en este
contexto puede ser entendida correcta y plenamente.21

LA REVELACIÓN DE DIOS EN CRISTO22

La revelación no se da solamente a través de las acciones de


Dios en la historia, interpretadas como tales por la fe; suprema
automa­nifes­tación es, según la expresión de John Baillie, “el ver-
dadero Dios mismo, encarnado en Jesucristo nuestro Señor” (Juan
1:1, 14, 18; Hebreos 1:1-3).
H. Orton Wiley dice que en un sentido más estricto y profundo,
Jesucristo mismo, como la Palabra Personal y Eterna, es la única
revelación verdadera y adecuada del Padre.
Es difícil entender cómo una Persona divina puede verdade­
ramente ser dada a conocer a personas humanas si no es mediante
su incorporación en la forma de nuestra carne.

LA REVELACIÓN DE DIOS EN LAS ESCRITURAS

Es la Biblia la que hace posible la fe por la cual los seres huma­


nos entran hoy en una relación redentora con Dios. En la predi­
cación y los escritos de los profetas y los apóstoles, Dios se ha
revelado, y nos ha revelado su verdad.
La Biblia asume un rol muy importante, porque es el mejor
testimonio a nuestra disposición de la revelación que Dios nos ha
dado de Sí mismo en la historia. Las Escrituras, en este sentido, son
una revelación última, definitiva, y nunca podrán reempla­zárselas
en el pensamiento cristiano. Ellas, y solamente ellas, nos sitúan
cerca de la mayor de todas las acciones redentoras de Dios, el
“evento-Cristo”, es decir, la muerte y resurrección del Señor Jesús.

21 Purkiser, W.T. Op. Cit., pp. 70-71.


22 Purkiser, W.T. Op. Cit., pp. 71-72.

37
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Además se reafirma la unidad de la religión bíblica, una uni­dad


con profundas raíces en la continuidad del proceso histó­rico en
cuyo seno tiene lugar la revelación divina.23

La Biblia y la inspiración
Por inspiración queremos decir, el proceso mediante el cual
Dios, a través de su Santo Espíritu, aseguró la existencia de un
registro exacto y veraz de su acción redentora en Cristo, y la corres-
pondiente interpretación de ésta, puesto por escrito en la forma de
documentos por “santos hombres de Dios” (2 Pedro 1:21). Cristo,
la Palabra viva, es la autorevelación perfecta de Dios. La Biblia, la
Palabra escrita, es el registro divinamente inspirado y completa-
mente adecuado del minis­terio y la obra redentora de Cris­to.
Inspirar significa literalmente “respirar hacia adentro”, H.
Orton Wiley afirma que la inspiración es “la acción del Espíritu
Santo sobre los escritores de los libros de la Biblia, tal que sus escri-
tos llegaran a ser expresiones de la voluntad de Dios” (2 Timoteo
3:16). El Dr. Wi1ey encuentra en la inspiración tres factores que
hacen evidente su posibilidad, en el caso que alguien dudara que
un Dios infinito pudiera encontrar maneras de dar a conocer con
exactitud su voluntad a las mentes humanas:24

El primero es la “superintendencia”, mediante la cual el Espíritu


Santo ofrece una guía tal que los escritos de ciertos seres humanos
escogidos queden libres de error.
El segundo es la “elevación”, mediante la cual aquellas mentes
escogidas para recibir la revelación serían beneficiadas con una
ampliación de su capacidad de entendimiento y la refinación de
sus con­cepciones.
El tercero es la “sugerencia” mediante la cual el autor recibe
directamen­te del Espíritu la comunicación de pensamientos y
aun de palabras. En la Escritura tenemos la unión de lo divino
y lo humano. Fueron santos seres humanos de Dios los que

23 Ibíd., p. 74.
24 Purkiser, W.T. Op. Cit., p. 76.

38
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

hablaron tal como el Espíritu Santo los inspiraba (2 Pedro 1:21;


1 Tesalonicenses 2:13).

EL MÉTODO DE LA INSPIRACIÓN

Hay dos teorías principales:

Teoría del dictado25

Sostiene que a los escritores originales de la Biblia, el Espíritu


Santo les dictó palabra por palabra, circunstancia en la cual los
escritores habrían actuado aproximadamente como taquígrafos,
tomando al dictado los textos concebidos por sus patrones o jefes.
No podría negarse que hay porciones de la Biblia que parecen ser
comuni­caciones verbales directas. Valdrían como ejemplos los
pasajes que comienzan con la expresión: “Así dijo el Señor”. Sin
embargo, considerar que la totalidad del texto bíblico habría sido
dictado de esta manera, merece serias objeciones.

Teoría dinámica26

Este punto de vista busca relacionar en un equilibrio correcto


tanto el elemento humano como el divino. Si la teoría del dictado
puede compararse con la relación que se da entre un ejecutivo y
un taquígrafo, la teoría dinámica podría compararse por analogía
con la relación entre un ejecutivo y su secretaria, que no recibe un
dictado directo, sino solamente indicaciones sobre el contenido de
la corresponden­cia, quedando a su criterio la elección del estilo y
las palabras.
La teoría dinámica considera a los escritores ins­pi­rados como
agentes activos en la comunicación de la verdad divina, antes que
como instru­mentos pasivos. Esto se adapta mejor a los hechos que

25 Ibíd., pp. 78-79.


26 Purkiser, W.T. Op. Cit. pp. 80-81.

39
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

nos proporcionan las mismas Escrituras, y otorga completa autori-


dad a su contenido de verdad.

EL GRADO DE LA INSPIRACIÓN27

Aquí también hay dos puntos de vista opuestos:

Teoría de la inspiración parcial

De acuerdo a la cual se sostiene que la Biblia contiene la Pala­


bra de Dios, y algunas de sus partes pueden llegar a convertirse
en Palabra de Dios, y lo hacen, cuando el Espíritu de Dios habla
al individuo mediante la lectura o la predicación de las Escrituras.
Sin embargo, decir que la Biblia no es la Palabra de Dios sino que
la contiene, la priva inmediatamente de su autoridad sobre la vida
y el pensamiento humanos. Porque ¿quién puede decir cuáles son
las partes que son la Palabra de Dios, y cuáles no lo son?

Teoría de la inspiración plenaria

Consiste en la afirmación de que la Biblia, en su totalidad


orgánica, es la Palabra de Dios. “Plenaria” en su significado más
simple, significa “llena” o “completa”. Una afirmación inequívoca
de la inspiración plenaria, que al mismo tiempo fija y limita el
significado de esta doctrina, es la que encontramos en el siguiente
Artículo de Fe:
Creemos en la inspiración plenaria de las Sagradas Escrituras
par las cuales entendemos los sesenta y seis libros del Antiguo
y Nuevo Testamentos, dados por inspiración divina, revelando
infaliblemente la voluntad de Dios respecto a nosotros en todo
lo necesario para nuestra salvación, de manera que ninguna cosa
que no contengan ellos ha de imponerse coma artículo de fe.28

27 Ibíd., pp. 81-82.


28 Manual de la Iglesia del Nazareno. Kansas City: Casa Nazarena de Publicaciones,
1997, p. 27.

40
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

La Biblia y la salvación
La Biblia contiene todo lo que necesitamos saber acerca de la
salvación.29 Nada que no se encuentra en la Biblia se puede reque-
rir para que uno sea salvo.
La Palabra de Dios afirma que si confesamos con nuestra boca
que Jesús es el Señor y creemos en nuestro corazón que Dios lo
levantó de los muertos, seremos salvos (Romanos 10:9). Para ser
salvos no se requiere ser miembro de una iglesia en particular y no
hay requisitos para la salvación; sólo creer en Jesús (Juan 11:25-26;
Hechos 4:12).

EL ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO30

El Antiguo Testamento es la primera parte general de la Biblia


que se complementa con la segunda parte que se llama Nuevo Tes­
ta­mento. En el Antiguo Testamento encontramos aspectos impor­
tantes que se deben conocer antes de seguir el estudio:

• Los ritos de la Ley del Antiguo Testamento, que no tienen


que ser cumplidos por los cristianos de hoy.
• Los mandatos morales del Antiguo Testamento que requie­
ren obediencia cristiana.

Cuando decimos que los cristianos no tienen que observar


los ritos, nos referimos a la ley del Antiguo Testamento. Hebreos
10:1 nos habla de la Ley del Antiguo Testamento. Los sacrificios
eran parte de los ritos, pero el autor de Hebreos dice que ellos
eran sola­mente una sombra de los bienes venideros, no la ima-
gen misma.

29 Connor, John. Doctrina wesleyana aclarada. Indianápolis: Wesley Press para


Publicaciones Fe y Santidad, 1989, p.15.
30 Ibíd., pp. 19-23.

41
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

La ley, que es solamente una sombra, se encuentra en el


Antiguo Tes­tamento y se relaciona especialmente al tabernáculo y
a los ritos del pacto de Moisés (Hebreos 8:4b-6).
Los ritos del Antiguo Testamento eran parte de la ley y ya no se
requieren de los cristianos. Cristo cumplió los ritos de la ley cuan-
do Él vino como nuestro Salvador y murió como nuestro sacrificio
por el pecado (Colosenses 2:17).
Cuando Jesucristo murió en la cruz, cumplió una vez por
todas y para siempre los ritos de la ley del Antiguo Testamento,
(Romanos 10:4, Colo­senses 2:14). Cuando Jesús cumplió los ritos
de la ley del Antiguo Testa­mento, lo hizo perfectamente. Hebreos
10:3 nos dice que tenían que ofrecer los sacrificios cada año porque
tales ritos no eran perfec­tos. El sacerdote nunca pudo sentarse en
el tabernáculo, porque nunca podía llevarlos a cabo perfectamente.
Cristo vino a ser el sacrificio perfecto (Hebreos 10:12, 14 y 18).
Jesucristo fue el sacerdote perfecto. Jesucristo fue el sacrificio
perfecto. Él es el único sacrificio aceptable para el perdón de los
pecados. El Señor fue el sacerdote y el sacrificio perfecto y el
úni­co medio completo de perdón de pecados. Jesucristo cumplió
los ritos de la ley del Antiguo Testamento y no se requiere nada
más de los creyentes. Los requerimientos de Levítico 1:2-9 no se
requie­ren de los cristianos porque son parte de la Biblia que ha
sido cum­plida en Cristo.
Hay personas que han creído que, por el hecho de que los ritos
de la ley del Antiguo Testamento no se requieren de los cristianos,
ninguna parte del Antiguo Testamento tiene que ver con la vida
de los cristianos. Ahora vamos a ver que los mandatos morales del
Antiguo Tes­ta­mento siguen vigentes para los cristianos de hoy y
que debemos obedecerlos.
“Moral” significa el mayor bien o el bien esencial. Muchos
de los mandatos del Antiguo Testamento son morales, no
simplemen­te rituales, y se requiere obediencia cristiana. El cris-
tiano verdade­ro debe guardar todos los mandamientos morales
de la Biblia. El Nuevo Testamento repite y refuerza los manda-
tos del Antiguo Tes­tamento.

42
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Jesús, en Mateo 5:27-28, refuerza el mandato moral de Éxodo


20:14. Pablo, un siervo de Dios y escritor inspirado por el Espíritu
Santo, en Efesios 4:28 refuerza el mandamiento moral de Éxodo
20:15. Los mandatos como “no hurtarás”, “no cometerás adulte-
rio”, “no mentirás”, “no codiciaras”, “no tendrás dioses ajenos
delante de mí”, y “honrarás a tu padre y a tu madre” son mandatos
morales que requieren obediencia cristiana en todo tiempo, aun-
que estén escritos en el Antiguo Testamento.

LOS DOS MAYORES MANDAMIENTOS MORALES

El Antiguo Testamento es parte de la Palabra inspirada por


Dios. El Nuevo Testamento complementa al Antiguo. En ellos
encontra­mos los dos mandamientos morales más importantes,
que son: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma y con toda tu mente” y “amarás a tu prójimo como
a ti mismo”.
Jesús, en Mateo 22:37-38, citaba Deu­tero­nomio 6:5 cuando dijo
que el mandamiento de amar al Señor con todo el corazón, alma
y mente era el más grande de todos. Este mandato de amar a Dios
con todo el corazón, al­ma y mente es un mandamiento moral. El
que sigue, el de amar al prójimo como a sí mismo, también es un
mandamien­to moral. Jesús dijo que de estos dos mandamientos
dependía la Biblia (Mateo 22:40). El primer mandamiento dice
“amarás a Dios”, el segundo dice “amarás a tu prójimo”, que inclu-
ye a todo el mundo. Los cristianos verdaderos han de amar a Dios
y a los seres humanos. Este es un mandato moral que se re­quie­re
de todos los cristianos.31
Cuando Jesucristo dijo “amarás”, dio por sentado que
sabríamos que amar no es una opción que los cristianos pueden
escoger o rechazar, sino que es un imperativo. Nuestro máxi-
mo amor debemos darlo a Dios, y a nuestro pró­jimo debemos

31 Connor, John. Op. Cit., pp. 26-27.

43
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

amarlo como a nosotros mis­mos. Si amamos a nuestro prójimo,


como a nosotros mismos, seremos muy consi­de­rados y compa-
sivos con él.
El amar con todo corazón quiere decir que todo el sistema
de valores del ser humano debe estar envuelto en Dios. El amar
con toda el alma quiere decir que todos los sentimientos huma-
nos de­ben estar envueltos en amor a Dios. El amar con toda la
mente quiere decir que toda la voluntad y el intelecto deben
estar envueltos en amor a Dios. En definitiva, quiere decir que
toda la personalidad debe amar a Dios. El amor del ser humano
a Dios ha de envolver todo su ser.
Cuando tratamos a los demás como deseamos que ellos nos
traten a nosotros, mostramos amor al prójimo. Jesús fue el pri-
mero en enseñarnos a amar a nuestro prójimo como es debido
(1 Juan 3:16). Cuando nosotros nos entregamos al servicio para
que otros comprendan el amor de Dios, estamos amando al pró-
jimo y entre­gándonos por él, tal como Jesús lo hizo por noso­tros.
Tenemos que ser tan fieles en nuestra labor de brindar amor
como quisiéramos que lo fueran otros para con nosotros.

Guías para el
estudio de la Biblia32
Ahora aprenderemos cuatro guías sencillas y elementales para
el estudio de la Biblia:

ORAR

Recuerde que la Biblia no es un libro ideado por el ser


humano. Es el Libro de Dios para el ser humano. Puesto que el
Espíritu Santo inspiró la Biblia, necesitamos su dirección cuando
la leemos. Puesto que la Biblia es la Palabra de Dios, podemos

32 Ibíd., pp. 33-39.

44
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

orar con confianza que el Espíritu Santo nos ayudará a ver, com-
prender y compartir con otros eficazmente. Como siervos de
Dios nosotros somos depositarios de su Palabra, y para ser fieles
a tal encargo, necesitamos la ayuda del Espíritu Santo. Nosotros
podemos y debemos pedir al Espíritu Santo que nos ayude por
medio de la oración. La oración no es simplemente un paso para
entender la Biblia, sino que debe ser una necesidad y una parte
de cada una de las otras guías también.

OBSERVAR CON CUIDADO

El próximo paso para estudiar la Biblia es observar aten­


tamente. Hay dos fuertes enemigos del estudio bíblico:
“Demasiado cansancio”, e “impaciencia”. “Demasiado cansan-
cio” es ser demasiado perezo­so para observar, e “impaciencia”
es no querer observar con cuidado. Si usted estudia la Biblia,
tiene que observar con cuidado. Estudiar quiere decir observar
con cuidado. Se necesita de mucha paciencia para observar con
cuidado y procurar comprender. Comprender lo que dice y lo
que no dice el texto bíblico demanda tiempo y paciencia. Los que
aman a Dios y desean hacer lo que Él quiere que hagan pueden
errar gran­demente si no observan con cuidado al estudiar la
Palabra de Dios.

PENSAR

Hay que tratar de imaginarse los escenarios de las Escrituras,


oyendo y viendo la acción. Tratar de pensar cómo era la escena his-
tórica, cuáles son las circunstancias del pasaje, qué precede y que
sigue después de él, dónde toma lugar y durante qué período de
tiempo. ¿Antiguo Testamento? ¿Nuevo Testamento? ¿En el tiempo
de Moisés? ¿El tiempo de los reyes? ¿Cuándo fue escrito? Meditar
sobre las Escrituras significa también pensar en su signi­ficado para
usted mismo en el contexto donde se encuentre.

45
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

COMUNICAR

Esto quiere decir que hay que hablar con otros de modo que
ellos puedan comprender lo que la Biblia enseña. Comunicar
quiere decir que comprendemos las Escrituras suficientemente
bien como para ayudar a otros a comprender su significado. Sólo
relatar historias no es comunicar. Si los creyentes no aprenden
cosas útiles para su vida cristiana, tampoco es comunicar. Usted
está comunicando la Palabra cuando hace aplicaciones prácti-
cas. No trate de comunicar sin antes orar, observar con cuidado
(estu­diar) y pensar. Cuando usted comunique la Palabra, bus-
que ense­ñanzas que tengan valor permanente y aplicación a la
verdad. El comunicar también quiere decir practicar la verdad
y compartirla con otros.

46
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Unidad III:

Lo que creemos acerca de


Dios y la Trinidad

La doctrina de Dios y la Trinidad


LA TRINIDAD

L
a palabra “Trinidad” habla de tres Personas de una sola
naturaleza y carácter. Nadie puede comprender cabalmente
este misterio. El ser humano, con su conocimiento limitado,
nunca podrá entender totalmente a Dios. Sólo Dios puede saber
todo acerca de Él.33 Lo que el ser humano sabe sobre Dios es lo que
Él le ha dado a conocer.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres Personas de una
sola naturaleza y carácter; ésta es la Santa Trinidad. No se trata
de tres personas con tres naturalezas y tres carácteres. La Santa
Trinidad quiere decir una sola naturaleza y un sólo carácter expre-
sado por las tres Personas del único Dios vi­viente y verdadero.
La naturaleza de Dios esta más allá de nuestra capacidad limi-
tada de comprender; sin embargo, es posible creer que Dios es lo
que Él dice ser. Toda sabiduría nos dice algo acerca del carácter
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El hecho de que son de
una sola naturaleza y carácter explica en parte la unidad de las
tres Personas.

33 Connor, John. Op. Cit., p. 60.

47
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

De Filipenses 4:20 aprendemos que el Padre es Dios. En Tito 1:3


leemos que Jesús es nuestro Salvador y el único que puede salvar
es Dios. En Hechos 5:3 Pedro habla a Ananías quien había menti-
do al Espíritu Santo, y en Hechos 5:4, Pedro identifica al Espíritu
Santo como Dios.34
En Mateo 28:19 podemos ver a la Santa Trinidad, indicando el
hecho de que hemos de bautizar en el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo, los cuales son de una misma naturaleza y
carácter.
Puede decirse sin temor a errar que la doctrina de la Trini­dad
es la más profunda verdad de la fe cristiana, la raíz de todas las
de­más, y la más difícil de explicar. El cristianismo no puede hablar
de Dios sin recurrir a la doctrina de la Trini­dad. Dios es uno, pero
se ha dado a conocer a los hombres en tres “Personas”: El Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo. “Porque por medio de Él (Jesucristo)
los unos y los otros hemos tenido entrada por un mismo Espíritu,
al Padre” (Efesios 2:18).35
La conclusión a la que llegó la iglesia en general ha sido for-
mulada en palabras que provienen de Tertuliano, un padre de la
Iglesia Latina del siglo III: “Dios es uno en su ser, o en su natura-
leza, y tres en personas”.
Pese a la gran unanimidad, sin embargo, debe confesarse que
quizás sea imposible ofrecer una fórmula satisfactoria de esta gran
doctrina. La razón de esta imposibilidad es, en parte, el misterio
del ser de Dios. Tal como se ha dicho, nuestra revelación de Dios es
verdadera, pero llegar a comprender al ser divino en su totalidad
es algo que está más allá de la capacidad finita del ser humano.
En ésta, como en muchas otras áreas de la vida, no todas en el
plano religioso, subsiste un elemento de misterio. Pero nosotros,
sin embargo, no quedamos satisfechos con dejar así el asunto, por­
que todos los seres humanos “por naturaleza, anhelan co­no­­cer”,
y nos sentimos mucho más satisfechos cuando somos capaces de
cuestionar algunos de los misterios que nos rode­an.
34 Ibíd., p. 62.
35 Purkiser, W. T. Op. Cit., p. 222.

48
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Las discusiones contemporáneas giran principalmente en torno


a dos cuestiones. Hay una corriente de pensamiento que pone el
acento en la unidad de Dios, y busca explicar la tri-­unidad a la luz
de la unidad. Estos tienden a valerse de la imagen de la perso­na
individual como “modelo” de la unidad en la Trinidad de Dios.
Un ejemplo de esto sería el contenido de la concien­cia hu­mana:
es un mismo yo el que piensa, siente y desea al mismo tiempo. La
persona está presente y actúa en cada una de estas funciones, sin
embargo, es capaz de distinguir cada una de ellas. Esta corriente
se desplaza en la dirección del modalismo, la opinión de que Dios es
uno en naturaleza y per­sona, aun cuando en distintos momentos
pueda manifes­tarse de diferentes maneras.36
Una forma extrema del modalismo es el sabelianismo: otra corrien-
te de pensamiento que pone el acento en la tri-­unidad de Dios,
pretendien­do explicarla a la luz de la unidad divina. Esta corrien-
te recalca que cada una de las “Personas” de la Trinidad debiera
considerarse por separado, como per­so­nalidades diferentes, aun
cuando la profunda unidad exis­tente entre ellas supere cualquier
experiencia de este tipo que puedan tener los seres humanos. Esta
corriente corre el peligro de caer en el tri-teísmo, o sea la creencia en
tres dioses. Sin embargo, del mismo modo que los adherentes del
modalismo tratan de evitar el error del sabelianismo, los que se aso-
cian al sabelianismo procuran evitar que se les acuse de tri-teísmo.
Los pri­meros usan la analogía individual, los segundos la analo­gía
social. Sin embargo, ninguna de las dos corrientes se sos­tiene una
sin la otra, y todos reconocen que ninguna analogía puede reflejar
sino de manera imperfecta el ser de Dios. Fun­da­mentalmente,
todos estos pensadores y autores de textos teológicos luchan con la
imposibilidad de expresar de manera comple­ta la rica y compleja
imagen de Dios tal como se nos ha revelado en Jesucristo.37
Puede ayudarnos a recordar que cuanto más alto se ascien­de
en la escala del ser, más compleja resulta la noción de uni­dad. Un
punto matemático es una unidad absoluta, indivis­ible. Una célula,
36 Ibíd., p. 223.
37 Purkiser, W. T. Op. Cit., pp. 224.

49
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

por otro lado, es también una unidad, pero su grado de comple-


jidad es mayor. La persona humana es más compleja de lo que
somos capaces de describir, y sin embargo puede lograr un alto
grado de unidad e integración. En la Trinidad tenemos a un Dios
que posee “tres modos de existencia”, o “tres maneras de ser”.
Cada una de éstas es, de manera plena y sin condiciones, totalmen-
te Dios, y puede distinguírselas pero no separárselas.38
Cuando decimos que hay un sólo Dios vivo y verdadero, esta-
mos afirmando nuestra primera creencia acerca de Dios. Creemos
en un sólo Dios viviente, no en un dios de madera, de piedra o de
huesos sin vida. Creemos en el Dios vivo que es el Creador de la
vida (Deuteronomio 6:4). “Uno” excluye la posibilidad de otros, tal
como “viviente” excluye a los dio­ses sin vida. Si nuestro Dios es
único y vivo, enton­ces es el verda­dero (Jeremías 10:10).39
El monoteísmo, la doctrina de que hay un sólo Dios y no
muchos, es la enseñanza clara tanto de las Escrituras como de la
razón. La Biblia, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo
Testamento urge a la aceptación de un monoteísmo ético de parte
de todos los que leen sus páginas. Lo cual quiere decir que, si Dios
es el Señor y tiene un derecho absoluto sobre las vidas de todos los
seres humanos, no puede haber muchos dioses sino solamente un
Dios (Marcos 12:28-30).
Una de las descripciones más espectaculares de la Biblia es la de
Dios como un ser viviente. Hay por lo menos 28 luga­res de la Biblia
donde se afirma que Dios vive. Por ejemplo, una de las razones que
enardeció a David contra Goliat, fue que los filisteos habían desa-
fiado “a los escuadrones del Dios vivien­te” (Samuel 17:26, 36). En
el libro de los Salmos encontramos las más profundas aspiraciones
manifestadas en expresiones tales como: “Mi alma tiene sed de
Dios, del Dios vivo” (Salmo 42:2). En muchos lugares del Nuevo
Testamento se da testimonio de la misma verdad (Mateo 16:16;
Hechos 14:15; Romanos 9:26; Hebreos 3:12; Apocalipsis 7:2).

38 Idem.
39 Connor, John. Op. Cit., pp. 40-42

50
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

LA NATURALEZA DE DIOS

La naturaleza de Dios describe atributos de Dios que sola­men­


te Él puede poseer.

Dios es eterno

Con esta afirmación entendemos que Dios no tuvo princi­pio


y no tendrá fin (Apocalipsis 1:8). Dios está por sobre todo tiem-
po, libre de toda distinción temporal de pasado o de fu­tu­ro y en
cuya vida no puede haber sucesión. Esto se expresa primordial-
mente con el nombre bíblico “YO SOY EL QUE SOY” (Éxodo
3:14). Otros pasajes bíbli­cos que apoyan la eternidad de Dios son:
Deuteronomio 33:27; Salmo 90:2, 102:27; Isaías 57:15; Miqueas 5:2;
1 Timoteo 1:17 y Apocalipsis 4:8.40

Dios es todopoderoso

Esto quiere decir que el poder de Dios no tiene límite (Jeremías


32:17). Otra palabra para designar este atributo de Dios es “omni­
potente” que significa “todo lo puede”.
Dios es capaz de hacer todas las cosas que su naturaleza le
sugiere (Génesis 18:14). La doctrina de la omnipotencia de Dios
no establece que Dios puede hacer absolutamente cual­quier cosa.
Por ejemplo, debido a su naturaleza santa, Él no puede mentir,
no puede ser infiel, no puede actuar de manera irracional. Sin
embargo, Dios puede hacer todo lo que con­cuer­de con su carácter
y sea necesario para su gobierno del universo.41

Dios es inmutable

Dios no cambia (Malaquías 3:6). Este atributo expresa la inva-


riabilidad de Dios, ya sea en esencia o en atributo, en propósito
o en conciencia. No obstante, esto no quiere decir una identidad

40 Wiley y Culbertson. Op. Cit., pp. 107-108.


41 Purkiser, W. T. Op. Cit., p. 147.

51
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

rígida. Más bien trata de demostrar que su esencia y sus atributos


están siempre en armonía con sus operaciones en la creación y en
la providencia (Salmo 102:27; Santiago 1:17).42

Dios es espíritu

Nuestro Señor Jesucristo declara que Dios es Espíritu (Juan


4:24). Siendo un Espíritu, se sigue necesariamente, que es una
Persona real, viviente, e incorpórea. Es distinto de aquello que
Él ha creado, y es consciente de sí mismo, inteligente, y agente
voluntario. Es más, se sigue de la naturaleza del Espíritu, que
Dios es un ser moral a la vez que intelectual. La espiritualidad
como atributo está estrechamente relacionada al espíritu como
esencia; así que, se le da a aquélla el primer lugar en nuestra con-
sideración de las perfecciones divinas. (Hechos 17:24-25).43

Dios está presente en todo lugar

Dios es omnipresente (Jeremías 23:24). Como Dios es espí­ritu,


no está limitado a barreras materiales. Sólo Dios puede estar pre-
sente en todo lugar. Nadie puede esconderse de Dios ni hacer nada
sin que Dios lo sepa (Números 32:23). Es imposible que algo exista
fuera de la presencia de Dios (Sal­mo 139:7).44

EL CARÁCTER DE DIOS

El carácter de Dios describe cómo es Dios en su relación con el


ser humano.

Dios tiene todo conocimiento

Cuando estudiamos acerca de la naturaleza de Dios apren­


demos lo que el ser humano no puede ser ni llegar a ser. Ningún

42 Wiley y Culbertson. Op. Cit., pp. 108-109.


43 Ibíd., pp. 104-105
44 Connor, John. Op. Cit., pp. 47-48

52
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

ser humano puede decir que no tuvo principio, ni que tiene todo
poder, ni que no cambia, ni que es espíritu, ni que está presen-
te en todo lugar a la vez. Sin embargo, mientras describimos el
carácter de Dios aprendemos acerca de aquello en lo que el ser
humano sí puede participar. El ser humano puede tener conoci-
miento, bondad, amor y perfección o santidad cristiana.45
Es el carácter de Dios saber todo. Dios ha dado al humano
la capacidad de saber muchas cosas. Los seres humanos pueden
pensar y ganar nuevo conocimiento. Pero al aprender, los seres
humanos solamen­t­e alcanzan el conocimiento que Dios ya tiene.
Los seres humanos no pueden poseer todo conocimiento como
Dios lo tiene (Job 37:16).46 Excepto por las auto-limitaciones que
Dios puede haberse impuesto, su conocimiento no tiene límites.

Dios tiene toda sabiduría

“Perfecto” quiere decir “completo”. El versículo de Job 37:16


dice que Dios tiene “sabiduría perfecta” o sea, “conocimiento
perfecto”. Es parte del carácter de Dios saber todas las cosas y
poder usar sabiamente todo conocimiento. El primer aspecto es
el conocimiento, el segundo, es la sabiduría. Sabiduría es más que
saber muchas cosas. Significa también hacer aplicación práctica
de todo. Saber o utilizar el conocimiento describe la sabiduría
como una característica de Dios (Salmo 104:24).
Conocer el carácter de Dios es importante para nosotros, sobre
todo cuando oramos. Santiago 1:5 nos dice: “Si alguno de vosotros
tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundan-
temente y sin reproche, y le será dada”. No solamente la sabiduría
forma parte del carácter de Dios; Él quiere que la sabiduría tam-
bién conforme el carácter del ser humano.47

45 Connor, John. Op. Cit., p. 49.


46 Ibíd., p. 50.
47 Connor, John. Op. Cit., p. 51

53
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Dios es toda bondad y amor

Este es el atributo de cómo Dios trata a los seres humanos (Salmo


25:8). Porque Dios es bueno, Él enseña a los pecadores. 1 Juan 4:8 nos
habla de otro aspecto de la bondad de Dios. El amor de Dios hacia
los seres humanos es parte de su bondad.
A fin de comprender el amor de Dios tal como el Nuevo
Testamen­to nos lo revela, es necesario distinguir entre dos clases
de amor: Eros y Agape. El primero, el concepto clásico de amor,
tiene como marco de referencia el interés personal del que ama
y busca siempre algún valor que puede contribuir, de una u otra
manera, a su propia realización como individuo. El segundo es
todo lo con­trario, se trata de una buena voluntad enérgica que
busca y promueve de manera activa el bienestar de los demás,
aún al costo del sacrificio. Es este amor, agape, el amor de Dios
por los seres humanos.48

Dios posee perfección o santidad absoluta

En Mateo 5:48, Jesús nos manda ser perfectos. No podemos


alcanzar perfección en todo, como Dios, porque solamente Él
puede ser perfectamente Dios. Pero podemos ser completos hasta
el grado posible para los seres humanos, y podemos depender de
la bondad de Dios para lo que está fuera de nuestro alcance.
El término “santidad de Dios” da testimonio de la perfección
ética y moral, y de la justicia, la verdad, la fidelidad y la integridad
absolutas que caracterizan sólo a Dios.

Dios creó y preserva todas las cosas

Un día Miguel conversaba con un amigo acerca de Dios. El


amigo le dijo que él no creía en Dios. Miguel, con sabiduría empleó
el siguien­te ejemplo. Le mostró a su amigo su nuevo reloj de pul­sera.
El amigo mostró mucho interes en el reloj y le preguntó a Miguel
48 Purkiser, W. T. Op. Cit., p. 158.

54
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

donde lo había comprado y cuánto le costó. Miguel, con una expre-


sión bien seria dijo que no había pagado nada: Un día miró su brazo
y en él había un reloj. ¡Había aparecido por casua­lidad!
El amigo de Miguel se rió a carcajadas al oír la broma, y Miguel
se rió también. Luego, Miguel le dijo a su amigo que no es posible
creer que un reloj aparezca por casualidad; la existencia del reloj
da eviden­cias de que alguien lo hizo y lo puso allí. De la misma
manera, al ver la creación de Dios nos damos cuenta de que Él la
hizo y que no existe por casualidad (Génesis 1:1). Fue ahí cuando
el amigo de Miguel entendió y aceptó la existencia de Dios.49
Dios es el Creador de todo cuanto existe en la tierra y en el
universo (Colosenses 1:16-17). En el principio Dios creó todas las
cosas y ahora Él las preserva. Hasta hoy el mundo no se descom-
pone porque Dios lo sostiene. Dios también creó al ser humano y
a todos los seres vivos (Génesis 1:26-27).
Si preguntamos cómo creó Dios todas las cosas, la respues-
ta es que fue mediante la palabra de su poder (Salmo 33:6-9).
Dios habló y las cosas se hicieron. El mundo es el resultado de
la acción creadora de Dios, y no una extensión de la sustancia
divina o entidad eterna, independiente de Dios. El mundo está
dotado de exis­tencia real, pero depende de Dios y se adapta a los
fines cristianos.
Si preguntamos cómo Dios sostiene todas las cosas, la res-
puesta es que mediante el Logos eterno, el principio o estructura
racional del universo, “todas las cosas... subsisten” o se mantienen
estruc­turadas en un todo (Colosenses 1:17), y Él “sustenta todas
las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3). Muchos filóso-
fos que se debaten con aquellos problemas que por su naturaleza
están más allá de la física, han encontrado y están encon­tran­do
respuestas fundamentalmente acordes­ con las afirmacio­nes de la
fe cristiana. El estudio de la realidad arroja resultados cohe­ren­tes.
La naturaleza entrega sus secretos a la razón humana. Si la mente
es capaz de estudiar y comprender la naturaleza, ¿es acaso irracio-

49 Connor, John. Op. Cit., p. 66.

55
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

nal creer que para crear y sostener la naturaleza fue y es necesaria


la existencia de una Mente Suprema?50

La doctrina de Jesucristo como


persona de la Trinidad

JESUCRISTO ES VERDADERO DIOS

En la Biblia hay muchos nombres para Jesús. Es llamado


Em­anuel, Hijo de Dios, Señor, Dios, Cordero de Dios y Rey de
reyes. Además de estos, hay muchos otros. Uno de los nombres más
importantes es “Cristo” que quiere decir “el Ungido”. Cristo no es
un apellido o un nombre tribal; es un título, tal como “presidente”.
Jesús es el nombre que le dieron en Belén. El nombre “Cristo” fue
un título muy especial. Los judíos sabían que si una persona aceptara
ese título, a menos que fuera él en verdad el ungido, esto sería como
una maldición contra Dios. En Mateo 16:16-17, Pedro declaró “tú eres
el Cristo”, y Jesús le dijo que el Padre se lo había revelado.
Otro nombre importante dado a Jesús es “el Verbo” o “la
Palabra”. En Juan 1:1 dice que “en el principio era el Verbo, y el
Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. Jesús, el Verbo, era Dios,
y Juan 1:14 dice que Él fue hecho carne y habitó entre nosotros. En
Apocalipsis 19: 13 dice que el nombre de Jesús cuando Él vuelva al
mundo en triunfo será el “Verbo de Dios”. Jesucristo es el Verbo, el
Verbo que fue hecho carne, el Verbo que es verdadero Dios.51
En Colosenses 2:9 dice que en Cristo “...habita corporalmen-
te toda la plenitud de la Deidad”. Esto quiere decir que Jesús es
verdade­ramente Dios. Jesús es verdaderamente un ser humano y
es verdade­ramente Dios.
Hemos aprendido que una parte de la natu­raleza de Dios es
que Él no cambia. Hebreos 13:8 dice que “Jesucristo es el mismo
ayer, y hoy, y por los siglos”. Jesucristo, el Verbo, era verdadero

50 Purkiser, W. T. Op. Cit., p. 145.


51 Connor, John. Op. Cit., pp. 65-67.

56
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Dios antes de ser un ser humano. Jesucristo, el Verbo, era verdade-


ro Dios mientras era un humano en el mundo. Cuando Jesucristo,
el Verbo, ascendió al cielo, todavía era verdadero Dios; y también
hoy es el verdadero Dios.52

Los evangelios sinópticos

En los evangelios sinópticos, Jesús habla con autoridad di­vi­na,


de manera deliberada y cuidadosa. Enfrenta su autoridad a la del
Antiguo Testamento (Mateo 5:21-48). Reclama para sí el poder de
perdonar pecados (Marcos 2:5-12; Lucas 7:47-50). Dice conocer al
Padre de un modo único (Mateo 11:27). Es sobre esta base que
invita a los seres humanos a venir a Él, para que en Él encuentren
reposo espiritual (Mateo 11:28-30). Acepta la adoración de su per-
sona (Mateo 14:33). Afirma poseer el derecho de pronunciar el jui-
cio final sobre los seres humanos (Mateo 7:21-23; 10:32-33). Cuando
Caifás le pregunta si es el Cristo, el Hijo del Bendito, rompe su
silencio y dice: “Yo Soy” (Marcos 14:61-62).53

Las epístolas paulinas

San Pablo afirma en sus escritos que Jesús es el Hijo de Dios


(Romanos 1:3-4), a quien el Padre envio al mundo (Romanos 8:3;
Gálatas 4:4). Estas expresiones implican la convicción del apóstol
con respecto a la preexistencia de Jesucristo.
Hay dos pasajes que merecen destacarse de manera particular.
En Colosenses 1:15-22 se dice que Jesús es la imagen del Dios invi-
sible, el Creador de todas las cosas visibles e invisibles, la cabeza
de la iglesia y la plenitud de Dios en carne humana, mediante
cuya muerte somos reconciliados con el Padre.
En Filipenses 2:5-8, Pablo declara que el Hijo preexistente
participó plenamente en la vida de Dios, que Él fue la manifes-
tación de la majestad divina. El Hijo, sin embargo, no estimó

52 Connor, John. Op. Cit., p. 67.


53 Purkiser, W. T. Op. Cit., p. 198.

57
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

egoístamente esta gloria celestial que com­partía con el Padre,


sino que asumió “forma de siervo” a fin de redimir a la huma-
nidad. “Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí
mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de
cruz” (v. 8). San Pablo expresa esta misma verdad, en otro lugar,
en una sola frase, diciendo: “Ya vosotros conocéis la gracia de
nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre,
siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriqueci-
dos” (2 Corintios 8:9). El Hijo de Dios se hizo Hijo del Hombre,
para que los hijos de los hombres, los hijos de los seres huma-
nos, pudieran hacerse hijos de Dios.54

El cuarto evangelio

El Cuarto Evangelio contiene el pasaje cristológico más claro


y elevado de todo el Nuevo Testamento (Juan 1:1-18). Estos versí­
culos colocan a Cristo en la Deidad. Dios ha hablado su Palabra
desde la eternidad. A través de ella creó todas las cosas. Esa
Pala­bra se hizo carne en Jesucristo. El Dios invisible se ha vuelto
manifiesto en Jesús de Nazaret, hasta tal punto que puede decir:
“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). La cima
de toda la cristología del Nuevo Testamento es la excla­ma­ción
dramática de Tomás que encontramos en Juan 20:28: “¡Señor mío
y Dios mío!”.55

JESUCRISTO ES
VERDADERO SER HUMANO

Lo que creemos acerca de Jesús es importante porque una


creencia errónea con respecto a Él haría una diferencia en todas las
otras creencias de la vida cristiana. Jesús, el Verbo, es el “Cris­to”.
Por eso lo llama­mos Jesucristo o Cristo Jesús.

54 Purkiser, W. T. Op. Cit., p. 145.


55 Ibíd., p. 199.

58
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Jesús es verdaderamente Dios y verdaderamente ser humano.


Juan 1:1 nos enseña que Jesús es Dios; dice que “el Verbo era Dios”.
Juan 1:14 nos enseña que Jesús fue hecho un ser humano; dice que
“el Verbo fue hecho carne”. Si alguna persona enseña que Jesús no
era verdaderamente un ser humano, es un engañador (2 Juan 1:7).
Usamos la palabra “encarnación” o “en la carne” para des-
cribir el hecho de que Jesús era verdaderamente un ser humano
y verdaderamen­te Dios. Cuando la Biblia dice que “el Verbo fue
hecho carne” y que Jesús nació de una mujer, nos dice que Jesús
era un ser humano. Mateo 4:2 nos dice que Jesús tenía hambre, y
Juan 19:28 dice que también tenía sed. Estas necesidades lo descri-
ben como verdaderamente un ser humano.56
Jesús fue hecho un ser humano por el poder de Dios. Es algo
que jamás había sucedido antes y jamás volverá a suceder. Este
mis­terio asombroso (la encarnación) era parte del plan Dios para
la salvación de los seres humanos.
Jesucristo era un ser humano en el pleno sentido psicológico,
compar­tiendo verdadera y totalmente las condiciones de nuestra
humanidad, con la única excepción del pecado. Su vida perfecta
fue una vida verdaderamente humana. No fue un arcángel, o un
semidios que desempeñó el papel de ser humano para edificar-
nos. Comió y bebió; conoció el hambre, la sed y el cansancio; fue
tentado, tal como nosotros somos tentados; su corazón conoció la
amargura del dolor y la traición. Sintió soledad.
El Nuevo Testamento nos ofrece una sola frase: “He aquí el
Hombre”. La verdad esencial es que “debía ser en todo semejante
a sus hermanos” (Hebreos 1:17). No necesitaba que nadie le diese
testimonio del ser humano, pues Él sabía lo que había en el ser
humano (Juan 2:25).57

56 Connor, John. Op. Cit., pp. 70-72.


57 Purkiser, W. T. Op. Cit., p. 197.

59
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Características de la
naturaleza humana de Cristo58

La encarnación no implicaba solamente la aceptación de un


cuerpo humano; puesto que la naturaleza humana no consiste
en la posesión de un cuerpo solamente, sino de un cuerpo y de
una perso­nalidad. Por tanto, a fin de estar de acuerdo con las
enseñanzas de las Escrituras con respecto a la naturaleza humana
de Cristo, debemos sostener con­sis­ten­temente que su naturaleza
humana fue completa y total.
Cristo tuvo un cuerpo humano. Esto fue negado, al principio,
por los docetistas, basándose en que la materia es esencialmente
mala, y que por tanto no podía unirse con la deidad. Consideraron
el cuerpo de Cristo como una teofanía extendida o aparición, seme-
jante a la apari­ción del ángel del Señor en el Antiguo Testamento.
Esta herejía fue condenada por la iglesia y desapareció enseguida.
Las Escrituras abundan en pruebas con respecto a la naturaleza
humana de Cristo.
Evidentemente el apóstol Juan trató de refutar a los opositores
de la humanidad de Cristo cuando escribió: “Lo que era desde el
principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos,
lo que hemos mirado y palparon nuestras manos tocante al Verbo
de vida” (1 Juan 1:1). Parece haber aquí una especie de gradación:
Primero tenemos el oído; después la vista, que es más convincente
que el oído; enseguida menciona la cuestión de mirar o la contem-
plación, como algo más satisfactorio que el oír o el ver; finalmente,
el palpar, como para demostrar que la prueba es completa.
Jesucristo tuvo un alma humana. Este hecho fue puesto en
tela de juicio por Apolinar, quien en su enseñanza, sustituyó el
Logos por el alma humana de Cristo, un error que ha aparecido
espo­rádicamente en la iglesia, pero que siempre ha sido conde-
nado como herejía. Como anticipación a su pasión y a su muer-
te, nuestro Señor Jesucristo dijo a sus discípulos, “ahora está
turbada mi alma” (Juan 12:27). Y en otra oportunidad dijo: “Mi

58 Wiley y Culbertson. Op. Cit., pp. 108-109.

60
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

alma está triste hasta la muerte” (Mateo 26:38). Jesús dijo de sí


mismo: “soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29); Jesús
“...se regocijó en el espíritu” cuando sus discípu­los volvieron
de su misión evangelizadora. El negar que los actos, atributos y
experiencias naturales del alma humana son evidencias de una
humanidad completa, es poner el fundamento de la negación de
la deidad de Cristo.

El Cristo sin pecado

En la naturaleza humana de Cristo no hubo pecado original. La


depravación es una consecuencia del pecado de Adán. El pecado
no pertenece a la naturaleza humana original, y la naturaleza que
Cristo adoptó no estaba manchada de pecado. Teniendo a Dios
como su Padre, el nacimiento de Cristo no fue un nacimiento deri­
vado de una naturaleza pecaminosa.59
Cristo también estuvo exento de todo pecado presente (1 Pedro
2:22). Su vida terrenal estaba libre de toda falta o de todo pecado.
Como niño, fue obediente (Lucas 2:51); como joven, fue respetuo-
so y dócil (Lucas 2:52); y como adulto, “santo, inocente, limpio,
apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos”
(Hebreos 7:26).
El gran misterio consiste en que Cristo, habiendo de tal mane-
ra tomado nuestra naturaleza, no perdió su identidad y habiendo
sido sin pecado, llevó las consecuencias de nuestro pecado.

Jesucristo, el Dios-ser humano60

Esta declaración es una paradoja. Jesús es un ser humano; Jesús


es Dios. Reducir esta paradoja equivale a desnudar el evangelio y
cercenar la base de sustentación de la experiencia cristiana. No se
trata de debatir afirmaciones doctrinales; la iglesia cristiana depen-

59 Wiley y Culbertson. Op. Cit., pp. 219-220.


60 Purkiser, W. T. Op. Cit., pp. 199-200.

61
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

de totalmente de la convicción que le dio origen, a saber, que “Dios


estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo” (1 Juan 4:2-3).
Jesucristo trasciende el poder de síntesis de la lógica humana,
incapaz de reducir a una única fórmula sus múltiples y divergen-
tes cualidades. Es inexplicable porque no puede ser clasificado. El
gran mérito de los credos y confesiones de la iglesia es que repro-
ducen la paradoja tal como es: “Verdaderamente Dios y verdade-
ramente hom­bre”.
La encarnación fue posible porque el ser humano, en la estruc­
tura esencial de su ser, fue creado a la imagen de Dios. Dios es
personal; el ser humano también es un ser personal. De este modo,
la personalidad es una especie de “mínimo común denominador”
entre Dios y el ser humano. Dios no hubiera podido expresar su
justicia y su amor personales en una piedra, un árbol o un chim­
pancé. Pero porque el ser humano reproducía su imagen, pudo
habitar con plenitud en una personalidad humana.

La doctrina del Espíritu Santo


como persona de la Trinidad

EL ESPÍRITU SANTO ES UNA


PERSONA DE LA TRINIDAD

Creemos que el Espíritu Santo es una Persona de la Santísima


Trini­dad. Tal como el Padre es Dios, y el Hijo es Dios, así también
el Espí­ritu Santo es Dios. Pero, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
juntos son Dios. No hay separación entre el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo (Hechos 5:3-4). El Espíritu Santo es una persona. Las
acciones pecami­no­sas de los seres humanos entris­tecen al Espíritu
Santo (Efesios 4:30).61

61 Connor, John. Op. Cit., p. 92.

62
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

No es correcto referirse al Espíritu Santo como si fuera una


cosa. Siempre debe mencionárselo como persona, haciendo uso
de los pronom­bres personales. Del mismo modo como Dios, el
Padre, la supre­ma Personalidad, es Espíritu, y por lo tanto care­
ce de forma física o de cuerpo material, la Tercera Persona de la
Trini­dad es una Persona divina y como tal, incor­pórea. El hecho
de que las personas humanas posean un cuerpo no significa que
la posesión de un cuerpo sea una condición indis­pensable de la
existencia personal, porque los animales tam­bién poseen cuerpos,
y los objetos inanimados son de sustancia material, pero ni en
uno ni en otro caso puede decirse que exista una “per­sona”. Las
características esenciales de la personalidad son el pensa­miento,
el sentimiento, la capacidad de elegir, la actuación y la capaci­dad
de optar en el plano moral.62

Acciones personales63

En todo el Nuevo Testamento se atribuyen al Espíritu Santo


muchas acciones personales:

• El Espíritu Santo enseña (Lucas 12:12; 2:26; Juan 14:26).


• El Espíritu Santo habla (Mateo 10:20; Marcos 13:11;
Hechos 8:29, 10:19; Apocalipsis 2:7).
• El Espíritu Santo lleva, guía y conduce (Mateo 4:1; Lucas
4:1; Juan 16:13; Hechos 16:6-7; Romanos 8:14).
• El Espíritu Santo da testimonio (Juan 15:26; Hechos 5:32;
Romanos 8:16; Hebreos 10:15; 1 Pedro 1:11; 1 Juan 5:7).
• El Espíritu Santo intercede (Romanos 8:26-27).

62 Purkiser, W. T. Op. Cit., pp. 209-210.


63 Ibíd., p. 211.

63
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Además, puede agregarse que el Espíritu:

• Envía (Hechos 13:4); sella (Efesios 1:13; 4:30).


• Mueve a los seres mediante la inspiración (2 Pedro 1:21).
• Convence de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16:7-8).
• Glorifica a Cristo (Juan 16:14-15)
• Unge (1 Juan 1:20,27).

Cualidades de pensamiento y voluntad64

Todas las acciones personales que se han descrito anterior-


mente, requieren para su realización que quien las lleve a cabo
este dotado de inteligencia y voluntad. En las siguientes refe-
rencias bíblicas, estas cualidades se atribuyen explícitamente al
Espíritu Santo:

• Considera que ciertos cursos de acción son mejores que otros


(Hechos 15:28).
• Conoce la mente de Dios (1 Corintios 2:11, 16).
• Elige los dirigentes de la iglesia (Hechos 20:28).
• Ama (Romanos 15:30).
• Escoge (1 Corintios 12:11).

Tal como en el caso de las acciones personales, elegir, conocer,


amar y escoger son términos que sólo pueden aplicarse a personas.

El Espíritu Santo es
tratado como una persona65

En las siguientes referencias bíblicas, se describen acciones y


actitu­des con respecto al Espíritu Santo que habitualmente sólo se
aplican a personas.

64 Ibíd., pp. 212-213.


65 Purkiser, W.T. Op. Cit., p. 213.

64
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

• Tal como se puede blasfemar contra el Padre y el Hijo, es


posible blasfemar contra el Espíritu Santo (Mateo 12:31;
Marcos 3:29; Lucas 12:10).
• Es posible mentirle (Hechos 5:3).
• Se le puede resistir (Hechos 7:51).
• Puede ser tratado despreciativamente, ser afrentado (Hebreos
10:29).
• Puede ser apenado o entristecido (Efesios 4:30).

El testimonio de juan66

En el evangelio de Juan, encontramos un testimonio único


e inequí­voco con respecto a la personalidad del Espíritu. Se lo
encuentra en los cinco grandes pasajes claves sobre el Espíritu que
van sucediéndose a lo largo del relato de la última cena: Juan 14:16-
17; 14:26; 15:26; 16:7-8 y 16:13-15. El sustantivo griego que designa
al Espíritu es neuma, éste es de género neutro, y por lo tanto, el
uso gramatical correc­to exige que lo acompañe un artículo neutro.
Desatendiendo deliberadamente las reglas gramaticales del idioma
griego, Juan usa los pronombres personales “él” y “su”, cuando se
refiere al Espíritu.

La deidad del Espíritu Santo67

Íntimamente relacionadas con las evidencias acerca de la


naturaleza personal del Espíritu, también están las evidencias
de su deidad. Una revisión rápida de los versículos que se han
citado nos revelará cuán­tos de ellos ofrecen una buena base para
la afirmación de que el Espíritu Santo es Dios. Además, podemos
recordar todas las oportuni­dades en las cuales el Padre, el Hijo y
el Espíritu Santo aparecen nombrados juntos, en una forma coor-
dinada. Por ejemplo, en la fórmu­la bautismal que se encuentra

66 Ibíd., p. 214.
67 Ibíd., pp. 215-216.

65
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

en la Gran Comisión, “en el nombre del Padre, y del Hijo y del


Espíritu Santo” (Mateo 28:19).
En 1 Corintios 6:11 leemos: “Y esto erais algunos; mas ya habéis
sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justifi-
cados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro
Dios”. De manera similar, la bendición de 2 Corintios 13:14, que
dice: ”La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comu-
nión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. La salutación
de Pedro, menciona a las tres personas de la Trinidad en forma
conjunta, aunque en un orden diferente: “...elegidos según la pres-
ciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer
y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (1 Pedro 1:2).
Esteban afirma que la resistencia a Dios de los corazones
endurecidos, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo
Testamento, equivale a resistir al Espíritu Santo (Hechos 7:51).
Pablo, en 1 Corintios 3:16-17 y 6:19, equipara al Espíritu Santo con
Dios, que habita en el templo de la persona humana.

El Espíritu Santo y la iglesia68

Tanto individualmente como en su dimensión colectiva, el


cristianismo es la creación del Espíritu de Dios que enfrenta al ser
humano con Dios en Cristo. Desde el día de Pentecostés hasta la
aparición final de Cristo en su segunda venida, la iglesia posee su
ser en la obra del Espíritu. Tal como lo ha resumido de manera
notable Taylor:

No es excesivo afirmar que la iglesia del Nuevo Testamento


es la comunidad del Espíritu. El Espíritu entra en relaciones
profundamente íntimas con los creyentes, morando en ellos,
enseñándoles, guiándolos, inspirándolos, constriñéndolos, inter-
cediendo por ellos, dándoles poder. Es la vida y la luz de Dios en
la mente y el alma de los hombres, tanto individualmente como
en la iglesia. No hay aspecto de la fe o de la práctica cristiana

68 Purkiser, W.T. Op. Cit., pp. 216-217.

66
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

que no esté asociada de algún modo con su presencia y poder.


Las capacidades del hombre son expandidas, se agregan nue-
vos dones, se imparten flamantes inspiraciones, se posibilitan
nuevos y más altos planos de vida, cuando los hombres son
conducidos, guiados e inspirados por el poder del Espíritu de
Dios. Es particularmente notable que los frutos del Espíritu son
de naturaleza ética... La corriente principal de la enseñanza del
Nuevo Testamento con respecto a los que han sido “llenados con
el Espíritu” se relaciona con el comportamiento, los deberes, los
servicios, la percepción espiritual y la santidad. El Espíritu es
“Santo” y su poder se dirige hacia la santificación y el enrique-
cimiento de la vida.69

LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO

Entre muchas obras que el Espíritu Santo realiza, hay cuatro


que tienen que ver con la salvación del ser humano: Convencer,
limpiar, guiar, y dar poder para testificar. El Espíritu Santo no sola-
mente obra en los creyentes; obra también en el corazón del peca-
dor. En primer lugar, convence del pecado. Después que el pecado
es confesado, el Espíritu Santo limpia. Cuando uno es creyente,
desea decírselo a otros y desea vivir una vida verda­de­ramente cris-
tiana. El Espíritu Santo guía la vida y da poder para testificar.70
El Espíritu Santo convence a una persona de pecado para que
sienta pesar y se arrepienta. Cuando uno confiesa, el Espíritu
Santo limpia. Juan 16:8 dice que el Espíritu Santo convence al
mundo “de pecado, de justicia y de juicio” para que los seres
humanos puedan ser verdaderamente cristianos. Hebreos 10:29
dice que es muy peligro­so no hacer caso a las convicciones del
Espíritu Santo.

69 Taylor, Vincent citado en Purkiser, W.T. Op. Cit., pp. 217.


70 Connor, John. Op. Cit., p. 95.

67
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

El Espíritu Santo limpia. Es por medio del sacrificio de Jesús


que nuestros pecados son perdonados, y por la obra del Espíritu
Santo que recibimos limpieza. En 1 Pedro 1:2, Pedro dirige su carta
a los que son creyentes, “...elegidos en santificación del Espíritu,
para obe­de­cer y ser rociados con la sangre de Jesucristo ...” El
Espíritu Santo limpiará las conciencias de obras muertas para ser-
vir a Dios (Hebreos 9:14).71
Solamente cuando uno es creyente, el Espíritu Santo puede
guiar y dar poder para testificar. No puede guiar a los pecadores ni
darles poder para ser testigos. Jesucristo prometió la presencia del
Espíritu Santo a sus discípulos (Juan 14:16-17). El Espíritu de Verdad
es el Espí­ritu Santo que ha venido para estar con los cristianos.
Juan 16:13 dice que el Espíritu Santo nos guiará a toda ver-
dad. La obra del Espíritu comienza con la convicción de pecado.
Empezamos a seguirle cuando confesamos nuestros pecados y
Él nos limpia. Pero debemos perseverar siguiendo su dirección a
lo largo de toda la vida. El Espíritu Santo no nos dirigirá si no le
pertenecemos a Él o si optamos por apartarnos de su liderazgo
(1 Juan 4:13).
El Espíritu Santo nos guiará si le permitimos hacerlo, pero Él
no nos obligará a seguir su dirección. Si seguimos la dirección del
Espíritu Santo, Él nos dará poder para ser testigos efectivos de Jesús.
Hechos 1:8 dice que recibiremos poder para ser testigos cuando el
Espíritu Santo venga sobre nosotros. Esta es la obra del Espíritu
Santo: dar poder a los cristianos. Si nos falta el poder del Espíritu
Santo, debemos orar para recibir este poder que Dios tiene para
nosotros, tal como los discípulos lo recibieron en el Pentecostés. El
propósito del poder del Espíritu Santo es fortalecernos como testi-
gos y para poder vencer y ser limpiados de todo pecado.
Desde el punto de vista teológico arminiano-wesleyano, los
actos o funciones administrativas del Espíritu Santo que perte-
necen especial­mente a la obra de salvación, pueden clasificarse

71 Ibíd., p. 96.

68
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

en dos grupos generales: El Espíritu Santo como “el Dador de la


vida”; y el Espíritu Santo como “una presencia santificadora”.

El Espíritu Santo
como el dador de la vida

Este aspecto se relaciona con el nacimiento del Espíritu o la


experien­cia inicial de salvación. El nacimiento del Espíritu es la
impartición de vida divina al alma. No es meramente una recons-
trucción o remodelación de la vida antigua; es nacer de nuevo; es
la implantación dentro del alma, de la nueva vida del Espíritu.
Es por tanto “un nacimiento de arriba”. El Espíritu Santo infunde
vida dentro de las personas muertas en sus delitos y pecados, y por
este medio las hace distintas en el nivel espiritual. Estas personas
son los hijos de Dios. A ellos se les da el Espíritu de adopción por el
cual se constituyen en herederos de Dios y coherederos con Cristo
(Romanos 8:15-17).

El Espíritu Santo como


una presencia santificadora

Este aspecto se relaciona al bautismo con el Espíritu, una


obra sub­-se­cuente por la cual el alma se purifica. Esto se conoce
como entera santificación que es efectuada por el bautismo con el
Espíritu Santo, una experiencia con Dios que incluye la limpieza
del corazón de todo pecado y la presencia permanente del Espíritu
Santo capacitando al creyente para la vida del servicio.
Mientras que el hijo de Dios posee vida en Cristo, existe
también en él “la mente carnal” o el pecado original, y esto evita
que goce plena­men­te de los privilegios de Cristo en el Nuevo
Testamento. Jesús, como el Cordero vino a llevar sobre sí “el
pecado” del mundo. Por lo tanto, debe haber una purificación
del pecado. Al analizar esta experiencia posterior de entera san-
tificación, desde el punto de vista del Agente más bien que de la
obra efectuada, notaremos una opera­ción triple del Espíritu: El

69
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

“bautismo”, que en su sentido restringido se refiere al acto de


purificar, o de hacer santo; la “unción”, o el Espí­ritu activo en su
obra de capacitación para el servicio y para la vida; y el “sello”,
a sea, la presencia permanente del Espíritu en su oficio de dar
testimonio. Es Cristo el que vivifica las almas muertas por medio
del Espíritu; es Cristo el que bautiza a los hombres y las mujeres
con el Espíritu Santo; y es Cristo, también, quien sella y unge a su
pueblo con el Espíritu.

La revelación progresiva
del Espíritu Santo72

El Espíritu Santo no podía venir como el Administrador de


la obra expiatoria de Cristo hasta tanto el ministerio terrenal del
Maestro no fuera consumado. No podía revelarse plenamente
hasta después de la muerte, resurrección y glorificación de Cristo.
Fue a partir de Pentecostés que el Espíritu Santo pudo revelarse en
su plenitud.

El Espíritu Santo en su régimen preparatorio. Aunque la mani-


festación plena del Espíritu Santo no comenzó hasta Pentecostés,
el Espíritu estaba operando desde el principio en la creación y en
la providencia. Era el Espíritu el que se movía sobre la faz de las
aguas, el que trajo orden y belleza a la creación (Génesis 1:2); y fue
el Espíritu el que dio al ser humano el aliento de vida para hacer
de él un ser viviente (Génesis 2:7; Job 33:4). Él es el Señor y Dador
de la vida.

El Espíritu Santo y la encarnación. La encarnación de Jesucristo


fue consumada por el Espíritu Santo. Como el vínculo de unión
entre el Padre y el Hijo, nada más apropia­do que Él para efectuar
la unión elevada y singular entre lo no creado y lo creado en la

72 Wiley y Culbertson. Op. Cit., pp. 276-280.

70
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

persona única de Cristo. El mensaje angelical a la virgen María


fue: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te
cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá,
será llamado Hijo de Dios”.

El Espíritu Santo y el ministerio terrenal de Jesús. Durante


su ministerio terrenal, no fue sólo Jesús el que obró a través de su
humanidad. Esta humanidad fue también el templo del Espíritu
Santo, que Dios le dio sin medida (Juan 3:34). Todo lo que per-
tenece al Hijo como representante del ser humano estaba bajo la
dirección inmediata del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo como el Agente futuro del ministerio de
Cristo, fue objeto de la profecía durante la vida terrenal de Jesús.
Esto aparece primero en las palabras: “...¿cuánto más vuestro
Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”
(Lucas 11:13).

La segunda predicción sucedió al fin del gran día de la fiesta,


cuando Jesús, puesto en pie, exclamó diciendo: “Si alguno tiene
sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37). En un comentario entre parén-
tesis, Juan explica que Cristo se refería al Espíritu Santo: “Esto dijo
del Espíritu Santo que habían de recibir los que creyesen en Él;
pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había
sido aún glorificado” (Juan 7:39).
El primer anuncio precursor, completo y pleno, se encuentra
en el discurso de despedida de Jesús en Juan 14:16, 17, 26. Aquí
se declara que el Consolador, el Espíritu Santo, habitará en los
cristianos, de igual manera que habitó con Jesús. Este Consolador
es el Espíritu de verdad, y como tal, es el Revelador de la Persona
de Cristo. No hablará de sí mismo durante la edad pentecostal,
sino que glorificará al Hijo, tomando las cosas de Cristo y hacién-
dolas saber a la iglesia. Como el Hijo vino a revelar al Padre, así el
Espíritu Santo viene a revelar al Hijo.

71
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

El Espíritu Santo y el Pentecostés. El Pentecostés marca una


nueva era de gracia, la del Espíritu Santo. Esta nueva era no debe
entenderse como anteponiéndose a la obra de Cristo, sino como
minis­trándola y complementándola. Pablo dice en 1 Corintios 12:3:
“... nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo”. La
obra del Espíritu Santo como la tercera Persona de la Trinidad está
en conexión con sus oficios como el Repre­sentante del Salvador. Él
es el Agente de Cristo, representándo­lo en la salvación del alma
individual, en la formación de la iglesia; y en el poder testimonial
de la iglesia en el mundo. Pero Él no es un representante de un
Salvador ausente. Es el otro Yo de nuestro Señor siempre presente.
Es a través del Espíritu que Cristo entra en su ministerio más eleva-
do del Espíritu. Por esta razón declaró: “Pero os digo en verdad: Os
conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no
vendrá a vosotros; mas si me fuere, os lo enviare” (Juan 16:7).
Así como la venida de Cristo fue acompañada con señales
milagro­sas, la inauguración del Espíritu Santo fue acompañada
por señales indicativas de su Persona y obra (Hechos 2:1-4).
La primera señal inaugural fue la de un viento recio y fuerte
que llenó toda la casa donde estaban reunidos. El sonido vino
de repente y parece haber alcanzado su punto culminante inme-
diatamente. El sonido vino también del cielo y fue oído no sólo
por los discípulos, sino también por toda la ciudad. Esta señal es
indicativa del poder interno, misterioso y espiritual del Espíritu
Santo que iba a caracterizar su administración en la iglesia y en
el mundo. Sugiere también un deseo intenso de parte del Espíritu
para llevar a efecto la salvación grandiosa comprada por la san-
gre de Cristo.
La segunda señal introductoria fue la aparición de lenguas
repartidas como de fuego, que descansaron sobre cada uno de los
que se encontraban en el lugar. Estas lenguas repartidas eran bri-
llantes que resplandecían como una aureola por sobre las cabezas
de los discípulos. El significado de este símbolo debe encontrarse
en el efecto purifica­dor, penetrante, enérgico, y transformador de
la administración del Espíritu Santo. Las lenguas repartidas signi-

72
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

fican los dones variados comunicados por el Espíritu a los diferen-


tes miembros del cuerpo místico de Cristo.
La tercera señal inaugural ocupa una posición única en los
eventos del día. Se describe que “fueron llenos del Espíritu Santo
y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba
que hablasen (Hechos 2:4). Esta señal no sólo significa la venida
del Espíritu, sino también el principio actual de sus operaciones.
Por medio de una opera­ción milagrosa, capacitó a los discípulos
a declarar las obras maravi­llo­sas de Dios, de tal manera que los
representantes de las naciones los oyeron en su propio idioma. Las
palabras que han sido traducidas por “otras lenguas” se usan sola-
mente en este caso en todo el Nuevo Testamento, y connotan la
idea de una expresión racional o un idioma inteligible. Es probable
que revelen una expresión de éxtasis, pero nunca un mero sonido
de palabras que no se entienden y que no tienen coherencia. Este
fenómeno del Pentecostés fue en realidad un don milagroso de
lenguajes entendibles o idiomas.

EL DON DEL ESPÍRITU SANTO

¿Cuál es el don más importante del Espíritu Santo? Es el


Espíritu Santo mismo. El Espíritu Santo se da a sí mismo. Alguna
vez nosotros hemos dado un regalo especial o nos han dado un
regalo especial, pero nadie se da a sí mismo como regalo. Dios,
en la persona del Espíritu Santo, se da a sí mismo por nosotros.
Jesucristo dijo: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenos
dádivas a vuestros hijos, cuánto más vuestro Padre celestial dará
el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13). Dios quiere
darnos el Espíritu Santo si se lo pedimos.
Un regalo se da a una persona querida, no a cualquiera. En
el pasa­je citado, Jesús está hablando a sus discípulos, no a todo
el mundo. Jesús dijo en Juan 14:17: “El Espíritu de verdad, al
cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce;
pero vosotros le conocéis, porque mora en vosotros, y estará
en vosotros”. El don del Espíri­tu Santo es solamente para los

73
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

cristianos verdaderos. Juan 7:39 habla del “Espíritu que habían


de recibir los que creyesen en Él...” El Espíritu Santo puede
ser nuestra dádiva, dada gratuitamente por el amor de Dios, si
somos sus hijos.
En Hechos 8:14-17 se relata cuando los samaritanos recibie-
ron la Palabra de Dios con gozo y fueron salvos. Hasta un hechi-
cero llamado Simón creyó en Jesús y fue bautizado. Cuando
Pedro y Juan oraron por los samaritanos, éstos recibieron el don
del Espíritu Santo. Simón (el que había sido hechicero) cometió
un gran error. Era tan bueno el don del Espíritu Santo que él
deseaba pagar dinero a fin de tener la capacidad de poner las
manos sobre otros para que reciban este don. Pedro lo reprendió
y le dijo que se arrepintiera, porque no se puede comprar el don
del Espíritu Santo.
Cuando el Espíritu Santo es dado a los creyentes, Él es nues-
tro don, nuestro regalo, algo que no se puede comprar. Hay
muchos dones que el Espíritu Santo da a la iglesia, tanto dones
de ministerio como de servicio. Pero el don más importante que
el Espíritu Santo nos da es Él mismo, para llenarnos del amor de
Dios, purificando nuestro ser y dándonos poder para testificar y
para servirle.73
En la iglesia primitiva, algunos cristianos judíos no estaban
seguros si los gentiles pudiesen ser salvos o no. Pero Pedro les
dijo que él sabía que era posible que los gentiles fuesen salvos, y
les dio una prueba en Hechos 15:8 que dice: “Y Dios, que conoce
los corazones, les dio testimonio dándoles el Espíritu Santo lo
mismo que a nosotros”. Pedro sabía que el don del Espíritu Santo
era solamente para cristianos verdaderos. El hecho de que estos
gentiles sí recibieron el Espíritu Santo fue prueba suficiente.
Hoy, deberíamos preguntarnos: ¿Somos verdaderos cristianos
como para poder pedir con libertad y seguridad el don del Espíritu
Santo? Si no es así, debemos examinarnos y alcanzar el oportuno
socorro de Dios para experimentar el don purificador del Espíritu

73 Connor, John. Op. Cit., p. 104.

74
Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Santo para testificar con poder de la obra que Jesucristo ha hecho


en nuestras vidas.

El Espíritu Santo
y el inicio de la iglesia

El Pentecostés marcó el nacimiento de la iglesia cristiana.


De la misma manera en que Israel, rescatado de Egipto, formó
un nuevo estado por medio de la promulgación de la ley en el
monte Sinaí, el Espíritu Santo formó la iglesia en Pentecostés, con
los individuos redimidos por Cristo. Esto fue efectuado por la
promulgación de una nueva ley escrita en los corazones y en las
mentes de los redimidos.74

El Espíritu Santo y el mundo

El Espíritu representa a Cristo para el mundo. Pero, en vista


de que el mundo no conoce al Espíritu Santo y no puede recibirle,
Cristo está limitado en sus operaciones a los estados preliminares
de la gracia. La naturaleza de la obra del Espíritu ante el mundo se
describe por nuestro Señor en las siguientes palabras: “Y cuando
Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”
(Juan 16:8).75

74 Wiley y Culbertson. Op. Cit., p. 284.


75 Ibíd., p. 285.

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Teología Sistemática I

Unidad IV:

Lo que creemos acerca


del ser humano

El origen del ser humano

L
a explicación más sencilla, más profunda y más satisfactoria
que jamás se haya ofrecido sobre el origen del ser humano,
es la que encontramos en el libro del Génesis, en el “Gran
Poema del Amanecer” del capítulo 1, y en el capítulo siguiente. En
Génesis 1:26-28 leemos:

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen,


conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar,
en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en
todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hom-
bre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los
creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos;
llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar,
en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven
sobre la tierra.

En Génesis 2:7 se ofrece un relato paralelo: “Entonces Jehová


Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz
aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”.

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Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

Uno de los aspectos más significativos en el relato bíblico


sobre los orígenes del ser humano, es su insistencia en el carácter
de criatura del ser humano. No se lo representa como un “dios
caído”, como en algunas de las mitologías antiguas; tampoco es
el producto del proceso impersonal de una “naturaleza eterna”.
Se lo reconoce como la corona de una serie de actos creadores. Lo
vemos confrontado por Dios, como una criatura ante su creador.
Solamente el ser humano, entre todas las obras de la mano divina
merece el pronombre personal “tú”.76
La creación del ser humano fue el resultado de la voluntad
divina. Cuando Dios creó al ser humano dijo “hagamos”. No dijo
“hágase”, como en el caso de las otras creaciones. El plural “haga-
mos” da a entender el poder de la palabra creadora de Dios, invo-
lucrando a las tres personas de la Trinidad, como la culminación
de todos los actos creadores anteriores y superior a éstos.
Se han mencionado relatos paralelos de la creación del ser
humano, que aparecen en los capítulos 1 y 2 de Génesis. En estos
dos relatos no hay choque ni contradicciones. En el segundo se
ve al ser huma­no, relacionado con el universo material, con un
cuerpo que ha sido formado del polvo de la tierra. En el primero,
el principal énfasis recae sobre la responsabilidad moral del ser
humano.77
En Génesis 2:21-23, encontramos un relato del proceso por el
cual el ser humano fue creado en dos sexos:

Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y


mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne
en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre,
hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es
ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne, ésta será llama-
da varona, porque del varón fue tomada.

76 Purkiser, W.T. Op. Cit., p. 232.


77 Idem.

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Esta declaración ha sido una fuente de perplejidad para muchos


comentaristas, y se han sugerido muchas teorías en su afán de
interpretarla. San Pablo nos dice en 1 Timoteo 2:13: “Porque Adán
fue formado primero, después Eva”. Con esto quiso decir que el
hombre fue perfeccionado primero, y de él, Dios tomó aquello con
lo que hizo a la mujer, y Adán lo reconoció.

La naturaleza del ser humano78


Implícito en lo que se ha dicho está el concepto bíblico de la
dualidad de la naturaleza humana, que es al mismo tiempo mate-
rial y espi­ri­tual. Mediante su cuerpo, el ser humano está relacio-
nado con la tierra. Se lo describe como carne. No aparece en las
Escrituras el concep­to de que la materia sea mala, como sostenían
los gnósticos y muchos otros filósofos griegos. El punto de vista
cristiano incluye la totalidad del ser humano incluyendo necesa-
riamente su cuerpo.
Por otro lado, el ser humano es espiritual. Mediante su natura-
leza superior está relacionado con otro mundo. Se han sostenido
dos concep­tos del aspecto inmaterial de la especie humana. Uno
de éstos afirma que la naturaleza humana es dicótoma. Es decir,
que posee una doble naturaleza, con el cuerpo y el alma como
sus elementos constitutivos. Según esta concepción, el alma y el
espíritu serían una misma entidad, pero vistas en diferentes rela-
ciones. En la relación con Dios, actúa el espíritu del ser humano.
En la relación con el cuerpo en que habita y el mundo que lo
rodea, el hombre es alma. Tanto en el Anti­guo como en el Nuevo
Testamento se encontrará el uso intercambiable de los dos térmi-
nos: “espíritu” y “alma”.
La otra perspectiva de la naturaleza humana es tricótoma. Esta
teoría sostiene que el ser humano esta compuesto de tres partes
constitutivas: cuerpo, alma y espíritu, y que el alma y el espíritu

78 Purkiser, W.T. Op. Cit., pp. 232-233.

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Teología Sistemática I

pueden diferenciarse entre sí, tanto como se diferencian el alma


y el cuerpo. El espíritu, declaran los que tienen esta opinión, es
el órgano de la vida divina y de la comunión con Dios, el asiento
de la presencia divina en el ser humano. El alma, entienden, es
el asiento de la vida natural del ser humano, donde residen las
facultades de la conciencia humana. Es la intermediaria entre el
espíritu y el cuerpo, la sede de la personalidad. Pueden encontrar-
se algunas referencias bíblicas que prestan apoyo a esta teoría.
Conviene recordar que el cuerpo, el alma y el espíritu están
unidos entre sí de tal manera que constituyen una personalidad
integrada que no se divide.

La imagen de Dios en el ser humano


Génesis 5:1 dice: “...El día en que creó Dios al hombre, a seme-
janza de Dios lo hizo. Varón y hembra los creó; y los bendijo.”
Cuando el ser humano fue creado y puesto en la tierra, era un
alma eterna y viviente. Cuando Dios creó al ser humano, lo creó
como un ser espiritual que viviría para siempre. El ser humano
podía hablar con Dios y tener comunión con Él porque fue hecho
a imagen y semejanza de Dios.

LA IMAGEN NATURAL79

La imagen natural de Dios en el ser humano tiene que ver con


los elementos fundamentales de la personalidad o el yo. Todo lo
que distingue la vida personal del ser humano, de la vida de los
animales, forma parte de la imagen natural de Dios. El intelecto,
la conciencia, la capacidad de dirigir por sí mismo su vida moral,
el presentimiento de la inmortalidad, los poderes racionales de la
inteligencia abstracta. Todos éstos forman parte de la semejanza
con respecto a Dios, como reflejo finito de aquellas cualidades que
en el Creador son la verdad, la belleza y la bondad infinitas.

79 Purkiser, W.T. Op. Cit., p. 237.

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Reflexionando sobre el vasto abismo que separa la vida


consciente del ser humano de la vida animal, veremos aumen-
tar nuestra maravi­lla ante la imagen natural de lo divino en lo
humano. Estamos frente a una creación de primer orden. Todo
el vasto potencial de la civilización, el arte, la cultura y las
ciencias está encerrado en las palabras que puso por escrito el
antiguo escriba de Dios: “A imagen de Dios es hecho el hombre”
(Génesis 9:6).

LA IMAGEN MORAL80

La imagen natural que Dios estampó en el ser humano puede


resumirse en la palabra “personalidad”. La imagen moral, en
cambio, se nos representa en el contenido de la palabra “san-
tidad”, o sea en el carácter ético del ser humano. Este segundo
término tiene que ver principalmente con el uso que hace el ser
humano de los poderes que Dios, en su amor, puso a su alcance.
Poseyendo la capacidad de la autodeterminación, el ser humano
es responsable por el uso que haga de su libertad. Poseyendo
afectos que se proyectan hacia los objetos de su agrado y elec-
ción, es responsable por la calidad de estos afectos. Poseyendo
capacidad intelectual, es responsable por el contenido de sus
pensamientos y por el uso que haga de la acumulación de conoci­
mien­tos que haya alcanzado.
La imagen moral de Dios en el ser humano tiene que ver con
las disposiciones y las tendencias que aloja en su corazón. Forma
parte del carácter o la calidad de la persona, se trata de la correc-
ción o la incorrección con que haga uso de los poderes con que ha
sido dotado. Otorga al ser humano su naturaleza moral, y hace
posible que posea santidad de carácter.
Uno de los planteamientos del pensamiento bíblico es que el ser
humano fue creado santo. Wiley define la santidad creada como:

80 Ibíd., pp. 237-238.

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Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

...una inclinación o tendencia espontánea hacia lo bueno —dis-


posición interna siempre a lo recto. Esto incluyó también un
entendimiento claro de Dios y de lo espiritual. Podemos hacer
tres observaciones afines a este estado de santidad primitiva:
(1) No fue una mera posibilidad de santidad, (2) no fue una
santidad ética, (3) sino un estado caracterizado por la presencia
continua del Espíritu Santo.81

Wiley y Culbertson exponen algunas de las implicaciones de


este concepto. La santidad primitiva no era solamente una mera
posibilidad de santificación, una naturaleza libre tanto del pecado
como de la virtud. Era una actitud positiva del alma, que se carac-
terizaba por la tendencia espontánea a obedecer la justicia y recha-
zar la injusticia. Por otro lado, no era santidad ética. La santidad
de Adán no era una resultante de sus elecciones morales. Era una
santidad natural y no una santidad que tuviera como origen el ejer-
cicio de la capacidad de elección personal entre el bien y el mal. Tal
como Juan Wesley lo observara: “El hombre puede ser justo antes
de hacer lo que es bueno, puede ser santo en su corazón, antes de
ser santo en su vida”.
La presencia del Espíritu Santo era para Adán (como para
cualquier otro ser humano) la fuente de su santidad. Caminaba y
conversaba con Dios en una bienaventurada e íntima comunión
del Espíritu. La presencia del Espíritu Santo era, por lo tanto, un
elemento original y duradero de la santidad humana. Tal como
lo señala John Miley, solamente así puede uno darse cuenta de
la naturaleza exacta de la depravación humana. La caída del ser
humano no fue solamente una pérdida de la condición subjetiva
de santidad, sino que involucró, además, la corrupción de la natu-
raleza humana.

81 Wiley y Culbertson. Op. Cit., pp. 179-180.

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Libro para el Estudiante
Teología Sistemática I

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