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El fracaso de la reforma agraria y sus consecuencias

[…] Durante los diez años de régimen militar hubo muchos problemas y conflictos dentro de
las cooperativas, problemas entre las cooperativas y sus vecinos hambrientos de tierras, y
entre las comunidades y las cooperativas. El gobierno respondió con ajustes desde arriba
hacia abajo amonestando a los miembros, reorganizando las cooperativas y rediseñando las
empresas.

En general fueron muy pocas las cooperativas que prosperaron. Aunque es fácil documentar
en qué medida se incrementaron los salarios y beneficios de los miembros durante algunos
años, las propias empresas comenzaron a deteriorase y a tambalear luego de un tiempo; las
dificultades comenzaron cuando se hizo difícil pagar los costosos salarios de los miembros
que habían sido aprobados con tanto entusiasmo en asambleas generales anteriores. […]
Basta decir que el Perú perdió sus lucrativos sectores exportadores algodonero y azucarero,
y que aumentaron notoriamente sus importaciones de alimentos durante más de 20 años en
lugar de estimular un saludable sector agrícola. Hasta mediados de la década de 1980, existen
escasas estadísticas Se crearon diversas instituciones burocráticas de servicios públicos para
capacitar a los trabajadores de las cooperativas para que pusieran en funcionamiento comités
comercializadores, comités de vigilancia de las cooperativas azucareras, empresas estatales
de distribución de fertilizantes, entre muchos otros organismos similares. Algunos de ellos,
especialmente el Banco Agrario, se convirtieron en obstáculos para el desarrollo de las
cooperativas en lugar de fomentar su crecimiento. Su eficacia también se redujo en la medida
que el dinero se agotaba a lo largo de las sucesivas crisis económicas. Ya bajo el régimen de
Morales Bermúdez, entre 1975 y 1979, el entusiasmo por la reforma agraria fue
disminuyendo y el gobierno retiró gran parte del apoyo que solía dar a las cooperativas bajo
la forma de crédito, mercados y precios garantizados, asistencia técnica y respaldo político.

Los beneficiarios de la reforma agraria, principalmente los siervos de las haciendas serranas
y los trabajadores de las plantaciones costeñas, inicialmente se entusiasmaron con la reforma,
pero pronto comenzaron a irritarse a causa de las restricciones que se les imponían en sus
cooperativas. La participación política en la Confederación Nacional Agraria (CNA) —la
federación campesina impuesta por el gobierno— fue en el mejor de los casos poco
entusiasta, aunque su inauguración con delegados campesinos sentados en los “sagrados”
escaños del Parlamento tuvo un impacto político momentáneo. Tampoco es que las
invasiones de tierras cesaran a pesar del ritmo acelerado de las expropiaciones. Las
ocupaciones de tierras inicialmente aceleraron la expulsión de los propietarios a menudo con
la connivencia de los organismos gubernamentales. Otras ocupaciones fueron preventivas
para mantener alejados a los competidores; sin embargo, surgieron otros conflictos cuando
los campesinos se negaron a conformarse con las asignaciones en unidades colectivas
designadas. Yambert Karl (1989) describe la forma en la que ya en 1973, en Piura, los
miembros de la comunidad de Catacaos invadieron su propia cooperativa. En el cuidadoso
recuento de Elmer Arce Espinoza (1983) acerca de los movimientos campesinos en Piura, él
narra cómo los descontentos campesinos sin tierra y otras poblaciones rurales excluidas
utilizaron esta antigua táctica para intentar conseguir un poco de la tierra que de otro modo
no les hubiera sido otorgada. Las protestas contra adjudicaciones que se percibían como
injustas y los contraataques moderadamente represivos de parte del gobierno, ensombrecían
la política de la reforma agraria por todos lados. En 1974, en la provincia de Andahuaylas,
departamento de Apurímac, una ola de ocupaciones de tierras tomó por sorpresa al gobierno
de Velasco. En esa zona remota, el organismo encargado de la reforma, probablemente
influido por las vinculaciones con los propietarios, fue extremadamente lento para entregarles
las notificaciones de expropiación.

Fuente: Enrique Mayer. Cuentos feos de la reforma agraria. Lima: Instituto de Estudios
Peruanos, 2013, pp. 54-56.

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