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LAS IMPLICANCIAS DE LA MOVILIZACIÓN Y

PARTICIPACIÓN POLÍTICA POPULAR


ACONTECIDA DESDE LA DESINTEGRACIÓN DEL
ORDEN COLONIAL Y EN DÉCADAS
SUBSIGUIENTES. MODALIDADES, VARIACIONES
REGIONALES Y VINCULACIÓN CON EL ORDEN
SOCIAL Y POLÍTICO.
RESUMEN:
Esta breve producción tiene como objetivo analizar las implicancias respecto de los
diferentes procesos de movilización y participación política popular que se desarrollaron
en el virreinato del Río de la Plata y a medida que este, y los territorios que lo
conformaban, buscaban establecer sobre bases firmes una institucionalidad soberana e
independiente. Para llevar a cabo esta tarea, partiremos del análisis de diferentes casos,
las diferentes modalidades en las que se expresó la movilización popular y las áreas
geográficas en que se desarrollaron los procesos a abarcar, enmarcados en una división
periódica, para facilitar y en cierta forma limitar, por cuestiones de extensión, la
narración y discusión respecto de los acontecimientos que se buscan relatar. De esta
forma, comenzaremos con lo que consideramos es el inicio de la desintegración del
orden colonial hispánico; es decir las invasiones inglesas iniciadas en 1806, y hasta
mediados de la década de 1810. En esta primera fragmentación temporal veremos
brevemente la implicancia popular en los procesos de la defensa de Buenos Aires, la
asonada de Álzaga en enero de 1809, la asonada del 3 y 4 de abril de 1811, la
experiencia de José Gervasio Artigas en la Banda Oriental y aquella protagonizada por
Martin Miguel de Güemes en la provincia salteña. Para continuar, la segunda y última
periodización abarca la década de 1820 y finaliza con el levantamiento rural de
diciembre de 1829 que coloca a Rosas en la gobernación de Buenos Aires. En este
recorte partiremos de considerar las movilizaciones populares a través de dos lentes
diferenciados. Uno, referirá a una suerte de modalidad pacífica dentro de la cual
podemos encontrar las experiencias electorales de Buenos Aires y Jujuy, y la modalidad
un poco más convulsa que se expresa a través de los sucesos de 1829 que colocan a
Rosas en el poder de Buenos Aires. Concluiremos, como es de rigor a un texto de las
características que aquí se intenta, con una pequeña consideración final, a modo de
conclusión respecto de cómo se fue modificando, transformando y ampliando la
importancia de las movilizaciones populares como elemento constitutivo de los
diferentes intentos para construir una institucionalidad estable.
LA DESINTEGRACIÓN DEL ORDEN COLONIAL Y LA DÉCADA DE 1810.
Para enfocarnos correctamente en la periodización propuesta, comenzaremos con las
invasiones inglesas, momento el cual puede entenderse como la apertura de la crisis
institucional (Halperin Donghi, 1972: 133). En el virreinato del Río de la Plata, la
escasez de tropas regulares provenientes de la metrópoli era pobremente compensada
por la existencia de milicias locales; los pocos destacamentos del ejército regular se

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encontraban volcados hacia la campaña y al control de la frontera indígena, de modo
que la capital virreinal se encontraba desprotegida y disminuida en su capacidad de
resistencia llegado el caso de una incursión británica. El caso, contra lo esperado por el
virrey Sobremonte, tuvo lugar con la toma de la ciudad el día 27 de junio de 1806. El
virrey consideró adecuado retirarse a Córdoba, delegando la defensa de la ciudad en los
corregidores, que la entregaron ante la posibilidad de un combate abierto en el recinto
urbano. Mientras las tentativas de resistencia local fracasan, la figura de Santiago de
Liniers logra, con apoyo del gobernador en Montevideo, organizar una fuerza que le
permite doblegar la resistencia británica en dos días de combates. A partir de este
momento, su figura no dejará de estar rodeada por una gran popularidad, que comienza
a exigir la deposición del virrey Sobremonte y su reemplazo por el héroe de la
reconquista. El cabildo se pone al frente de ellos, legitimando sus reclamos y
convocando el día 14 de agosto a una junta de guerra que decide delegar el mando
militar del virrey español en el héroe francés. Es la militarización iniciada por Liniers el
punto de partida de los rápidos cambios, puesto que el modo en el que los oficiales son
designados ofrece una posibilidad de rápido ascenso a figuras desconocidas, además de
configurarse como un medio de subsistencia legítimo (Di Meglio, 2008: 8 ). No solo
eso; si no que el poder que gobierna el virreinato, en rápido cambio a partir del
desplazamiento de Sobremonte, comienza a asentarse cada vez más en estas nuevas
fuerzas militares que, una vez superada la amenaza británica, no se disuelven si no que
se mantienen en funcionamiento. El corolario de esto se encuentra en el desarrollo de la
asonada de enero de 1809. En tres años la situación política ha cambiado. España se
encuentra bajo control napoleónico, lo que presiona sobre el héroe de la reconquista de
origen francés, que se ha distanciado a gran velocidad del cabildo que lo ha elevado al
control efectivo de la administración virreinal y que ya no confía en él. Esto causa que,
en la renovación anual de los capitulares en 1809 crezca la tensión entre el cabildo
saliente y el virrey. Sin embargo, este aprueba inmediatamente el nombramiento del
nuevo cuerpo capitular. Si bien la crisis parece evitada, inmediatamente se da el
estallido de un tumulto en la plaza mayor; ¿Sus protagonistas? Una masa de pueblo
imposible de definir, acompañados por los milicianos del cuerpo de miñones que fueron
previamente convocados por el cabildo saliente, en previsión de un golpe de mano
virreinal. La jornada termina con el cuerpo de patricios derrotando a las fuerzas
capitulares, asegurando en su puesto al virrey Liniers. Esta puja de poder, resuelta por la
amenaza del uso de la fuerza, inaugura para los miembros de la milicia una experiencia

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en movilizaciones que excedía su teórica función militar, para definir situaciones de
poder local. (Di Meglio, 2008: 5). Si bien por cuestión de espacio no nos extenderemos
sobre el desarrollo de la revolución de mayo, es útil mencionar uno de sus efectos más
importantes: haber acercado el gobierno a toda la población porteña, de forma que
pronto el bajo pueblo porteño empezaría a cumplir el papel de una plebe capitalina,
participando en eventos que provocarán cambios en el gobierno (Di Meglio, 2008: 17).
Así, la primera intervención popular en ese sentido se desarrolla entre el 5 y 6 de abril
de 1811 a raíz de un conflicto dentro de la Junta entre dos facciones, los seguidores de
Saavedra y los herederos de Moreno. Como forma de resolver el conflicto a su favor,
los saavedristas organizaron una movilización. Una multitud se presentó ante el Cabildo
y entregó en nombre del pueblo un petitorio dirigido a la Junta; la solicitud fue
rápidamente aprobada y desembocó en la expulsión de los vocales morenistas que
fueron desterrados. Es claro que los organizadores de la movilización encontraron al
pueblo en la plebe suburbana. Pero, ¿Por qué los plebeyos participaron en el
movimiento? Es innegable que muchos fueron siguiendo a los alcaldes; pero éstos no
apelaron sólo a su influencia sino que utilizaron el argumento que figuró primero en el
petitorio: “Es voluntad del pueblo, que se expulsen de Buenos Aires a todos los
europeos de cualquier clase o condición”(Di Meglio, 2008: 20). Este era un motivo más
convocante que el rechazo a ciertos miembros de la Junta, y aunque desplazarlos era el
objetivo de los saavedristas, el otro parece haber sido lo que movilizó a los plebeyos.
Uno de los efectos de la revolución de mayo, vital a la hora de comprender este proceso,
fue haber abierto la posibilidad de expresar los resentimientos en contra de los
peninsulares y la preeminencia que estos habían tenido en todos los aspectos de la vida
social tardo colonial; permitió politizar esos resentimientos y actuar respecto de ellos .
Como último punto de este recorrido, retomaremos ciertas consideraciones de la
revolución artiguista y del proceso desarrollado en la provincia de Salta. En el territorio
que comprendía la Banda Oriental, los conflictos por la titularidad de la tierra y del
ganado que habían caracterizado el período tardo colonial se habían ampliado y
profundizado, de modo que la intervención e inclusión de las clases populares en el
frente liderado por José Gervasio Artigas generó una serie de demandas
democratizadoras. Los vecinos que siguieron a Artigas se consideraban con derecho
sobre los bienes de los europeos prófugos y si bien estas acciones pudieron limitarse a
actitudes oportunistas ante el debilitamiento de los mecanismos de control, el artiguismo
procuro ordenarlas, controlarlas e integrarlas en un proyecto revolucionario. Los

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sectores populares -ocupantes de tierras sin título, peones, esclavos fugados-
movilizados tras objetivos como el reconocimiento de derechos consuetudinarios, y el
retorno a una igualdad primigenia, encontraron en el bando artiguista una posibilidad
para sus aspiraciones. (Frega, 2015: 3) En septiembre de 1815 se aprobó el Reglamento
provisorio de la Provincia Oriental, pieza clave de la revolución radical. Sus artículos
proyectaban promover la cría de ganado, “fijar” a la población rural en las tierras que se
repartirán, y procurar la seguridad en la campaña. Los recursos provendrían de los
“enemigos”, a quienes se confiscarían sus tierras y ganados con excepción de lo
indispensable para la subsistencia de sus familias. Así, al disponer de las estancias de
“malos europeos y peores americanos” distribuían los mejores campos y no a los
campos de frontera. Por otro lado, consagraba el derecho de acceder a la tierra a
aquellos que estaban privados del mismo; en su artículo 6o disponía “Que los más
infelices sean los más privilegiados”, indicando un orden de preferencias: negros libres,
zambos libres, indios y criollos pobres. La derrota del artiguismo, marcó un retroceso
para los “más infelices”. Aún con sus limitaciones, la experiencia había esbozado una
identidad de los “postergados” que por esta vía podrían reclamar sus derechos. El
discurso de la revolución radical, al enfatizar la defensa de la soberanía de los pueblos y
proclamar una cierta igualación social, había hecho explícitas las condiciones de
injusticia existentes (Frega, 2015: 2).
Por otro lado, debe recordarse que Salta fue el principal terreno víctima de los embates
realistas, de modo que el triunfo de las armas patriotas en Febrero de 1813 se vio
revertido por reveses que posibilitaron a las tropas realistas reinstalarse en la ciudad de
Salta en enero de 1814. Necesitados de víveres y de ganado tanto para sostenerse como
para movilizarse trataron de aprovisionarse en las estancias, pero carentes de apoyo
entre los propietarios rurales, recurrieron al saqueo, que fue resistido. ¿Cuáles fueron las
razones que llevaron a los "paisanos" de la campaña a levantarse en armas y hostigar a
las tropas realistas que habían tomado la ciudad? Los pequeños y medianos productores
iniciarán la resistencia, en la frontera algunos propietarios también movilizaron a los
peones, organizando cuerpos voluntarios que se agregaron a las milicias que dirigía
Martín Miguel de Güemes. Con la ocupación realista, los productores rurales del valle
perciben la aguda crisis de poder. Eran ellos los primeros perjudicados por el saqueo de
ganado pero también los que mayores aspiraciones de reconocimiento social tenían.
Logrado el objetivo de evitar el saqueo de ganado y con los realistas refugiados en la
ciudad de Salta, la insurrección, de bases rurales, se generalizó en las jurisdicciones de

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Salta y Jujuy; la agresión el "paisanaje" definió un posicionamiento que devino en
político. Desde ese momento toda la acción militar reposará en dos pilares: las milicias
y el paisanaje o gauchos voluntarios que luego de participar de las acciones regresan a
sus tareas cotidianas. Es claro que no hubiera sido posible mantener la guerra durante
años si no hubiesen existido motivaciones sociales y políticas que llevaron a los
"gauchos" y "paisanos" de la campaña a luchar contra el ejército español (Mata, 2002:
121). Será sobre esta movilización de los paisanos – profundamente leales a Güemes,
que les ha otorgado la extinción del pago del arriendo de las tierras, y el “fuero gaucho”
que permite que sean juzgados por el fuero militar aún cuando no se encuentren en
servicio activo - que Güemes construya su aparato de fuerza y legitimidad.
LA DÉCADA DE 1820 Y LAS AUTONOMÍAS PROVINCIALES.
Comenzaremos este apartado introduciendo una aclaración esencial en este periodo.
Esta diferenciación es aquella que refiere a experiencias “pacíficas” por un lado, y a
experiencias “convulsas” por el otro. Respecto de las experiencias “pacíficas”
mencionaremos muy brevemente la participación electoral en la intendencia de Jujuy y
en la provincia de Buenos Aires. En Jujuy, es clave la transformación de los cacicazgos,
que representa bien el proceso de democratización que estaba viviendo la provincia. En
1823, la Junta Provincial de Salta sancionó un nuevo reglamento electoral que
estableció la elección directa para algunos cargos y extendió los derechos de sufragio a
todos los hombres libres a partir de los 21 años, otorgando la posibilidad de votar a un
amplio sector de la población masculina. En este contexto los cacicazgos sufrieron una
serie de transformaciones -desde los tiempos coloniales la sucesión se estableció por
herencia-. Con la revolución y como una manera de ofrecer sus propias respuestas a los
nuevos tiempos, algunos integrantes de los pueblos de indios cambiaron la forma
hereditaria de acceso al cacicazgo por la elección mediante el voto, dando nuevos
sentidos al derecho al sufragio y a la ciudadanía que venían experimentando desde hacía
pocos años (Sica, 2022: 23). Con respecto al caso de Buenos Aires, es más breve lo que
incluiremos pero nos centrado en la ley electoral de 1821. La imposición de un
amplísimo derecho de sufragio —otorgado a "todo hombre libre" de ciudad y campaña
mayor de 21 años, alejado del voto censitario, común en la época— junto a un régimen
de elección directa de diputados a la Sala de Representantes, produjo una notable
ampliación del universo representado y un significativo cambio en los mecanismos de
movilización. La revolución del 1 de diciembre de 1828, empujada por un líder militar
unitario, el general Lavalle, destituye por la fuerza al gobernador Dorrego -federal- y a

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la Sala de Representantes con mayoría federal. La revolución se hace en nombre de la
ilegitimidad de origen del gobierno derrocado, dada la corrupción en los comicios en
que fueron electos los últimos representantes el 4 de mayo de 1828. La apelación a la
legalidad electoral refleja la importancia que había adquirido el sufragio en la sociedad
porteña como fuente insustituible de legitimidad (Ternavasio, 1999: 125). El pacto de
Cañuelas busca la paz a través del restablecimiento de la legalidad electoral,
reemplazando la competencia de listas por un compromiso de lista única concertada
entre Lavalle y Rosas, y en este estado de la negociación se llega a las elecciones del 26
de julio de 1829. El fracaso y la suspensión de las elecciones por no responder sus
resultados a lo convenido en Cañuelas, desembocó en el pacto de Barracas, en que se
reconoció que el resultado de las elecciones de representantes no había permitido la
reunión de la legislatura. La rápida sucesión de estos acontecimientos culmina con la
restitución de la legislatura derrocada por la revolución del 1 de diciembre de 1828 y la
designación del nuevo gobernador, el comandante general de campaña don Juan Manuel
de Rosas. (Ternavasio, 1999: 128) La crisis ocasionada por el golpe de estado militar, y
el fusilamiento de Dorrego desencadenan la cólera rural que no es ajena a una
identificación de Dorrego con un Estado árbitro entre peones, agregados y estancieros –
enfiteutas; el levantamiento de 1829, lejos de reducirse a un simple conflicto entre
Lavalle y Rosas, toma un sentido de protesta social. Esta rebelión testimonia a través de
la acción, la palabra y las producciones simbólicas, un imaginario social que da sentido
a esa identidad común materializada por la acción. Es Rosas quien viene a encarnar esa
identidad a través del "restablecimiento del orden" que las medidas arbitrarias de los
unitarios habían roto. La sedición rural se presenta como síntoma de tensiones sociales
en la campaña, consecuencia de las transformaciones de la estructura productiva que
serán agravadas por una coyuntura explosiva. La revuelta asume, como corolario de
estas tensiones, un sentido de protesta social. En cuanto a la función que la movilización
tuvo en la toma del poder por Rosas, sería ingenuo no reconocer sus consecuencias
desestabilizadoras para las autoridades de Buenos Aires. La sedición de "vagos,
facinerosos e indios", además de provocar el pánico entre los vecinos, era prueba del
escaso control que la clase dirigente tenía sobre la campaña, de modo que la
movilización rural no sólo destabiliza al gobierno de Lavalle sino que legitima la
autoridad de Rosas. Se trata de una sociedad tradicional que invoca una autoridad,
también tradicional; pero que será integrada al campo de lo político como voluntad
general. (Gonzalez Bernaldo, 1987: 164). A de tenerse en cuenta que, desde su llegada a

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la gobernación, Rosas no dejará de convocar prolijamente a elecciones de forma
periódica, que legitimen contra toda duda su estancia en el poder de la provincia.

CONCLUSIÓN:

Lo que intentamos demostrar en las breves experiencias relatadas, que son más extensas
y numerosas que lo aquí analizado, es ver la transformación que sufre “el pueblo” como
fuente de legitimidad e instrumento primordial en la consolidación del orden al que se
pretende construir. Existe una relación estrecha entre el orden social y la legitimidad
política, entendida como principio que permite crear un consenso entre los gobernantes
y los sujetos, fundado en normas entendidas y compartidas por todos. Con esto en
mente, desde el inicio del proceso revolucionario el fundamento tradicional de la
legitimidad sufre un cambio drástico. Desde el periodo colonial -momento en el cual la
legitimidad provenía de la figura del monarca, investido por Dios en su rol de
gobernante- donde el pueblo no ejerce ningún rol respecto de la construcción de la
legitimidad; comienza a abrirse este proceso a partir de las invasiones inglesas, donde se
construyen las milicias que serán movilizadas unos años después para zanjar, a través de
la amenaza de la fuerza, disputas en diferentes sectores del gobierno. Será esto lo que
abra la importancia que la movilización del pueblo comenzará a detentar al interior de
las disputas políticas, desde impulsar la expulsión de miembros de la Junta Grande, a
llevar y consolidar en el poder a una de las figuras más importantes de la hoy Historia
Argentina. Será el entendimiento de la voluntad popular como herramienta para la
construcción de la legitimidad lo que signará una forma de ejercicio del poder; que
permite ver con cada vez más claridad el esfuerzo en que las elites incurren a la hora de
obtener, mantener, disciplinar, encauzar, controlar y manipular en su favor esa nueva
fuerza de movilización social, que puede pensarse a su vez autónoma, a su vez
organizada desde arriba. La militarización, pero más importante la identificación
colectiva que surge como consecuencia de ella, permite la constitución de diferentes
grupos que comienzan a mediar como actores políticos en la realidad que se desarrolla a
su alrededor. Sea conscientemente o no, las diferentes elites políticas comprenderán que
el poder emanado de la voluntad popular, expresada a través la representación,
permanece reversible y por lo tanto es frágil, en la medida en que la voluntad soberana
que yace en el pueblo puede, en cada momento, volver a expresarse, sea en pro o en
contra del gobierno instituido (Verdo, 2008: 2).

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BIBLIOGRAFÍA:
- Halperin Donghi, Tulio, Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente
en la Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972. Segunda parte, Cáp. 1
“La crisis del orden colonial".

- Frega, Ana, “Los ‘infelices’ y el carácter popular de la revolución artiguista”. En


Raúl Fradkin (ed.), ¿Y el pueblo dónde está? Contribuciones para una historia
popular de la revolución de independencia en el Río de la Plata.
- Mata, Sara, “La guerra de independencia en Salta y la emergencia de nuevas
relaciones de poder”. En Andes , N° 13, 2002, pp. 113-142.
- Di Meglio, Gabriel, “Las palabras de Manul. La plebe porteña y la política en
los años revolucionarios”, en Raúl Fradkin (ed.), ¿Y el pueblo dónde está?
Contribuciones para una historia popular de la revolución de independencia en el
Río de la Plata, Buenos Aires, Prometeo, 2008, pp. 67-106.
- Sica, Gabriela, “Guerra, caciques y sufragios. Las transformaciones de los
pueblos de indios de la Quebrada de Humahuaca en los inicios del Siglo XIX”.
Ponencia presentada en XVIII Jornadas Interescuelas y Departamentos de
Historia, Santiago del Estero, 2022.

- Ternavasio, Marcela, "Hacia un régimen de unanimidad. Política y elecciones en


Buenos Aires, 1828-1850”, en H. Sábato (comp), Ciudadanía política y
formación de las naciones , FCE, México, 1999, pp 119-141.
- Verdo, Geneviève, “¿Ciudadanos de una nueva república? Legitimidad política
y orden social en las repúblicas provinciales del Río de la Plata (1820-1835)”.
En Alejandro Agüero, Andrea Slemian y Rafael Diego Fernández eds.,
Jurisdicciones, soberanías, administraciones: configuración de los espacios
políticos en la construcción de los Estados nacionales en Iberoamérica, Córdoba-
Zamora, Universidad Nacional de Córdoba/El Colegio de Michoacán, 2018, pp.
335-369.
- Gonzalez Bernaldo, P., "El levantamiento de 1829: el imaginario social y sus
implicaciones políticas en un conflicto rural", Anuario IEHS, 2, 1987, pp 137-
176.

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