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Yasmina Mendieta, ensayista e investigadora dedicada al estudio de literatura y lingüística hispanoamericanas,
docente en la Universidad de Panamá.
La añoranza de una armonía cósmica es una constante en el alma del poeta modernista: la
unidad celeste que imaginas, proclama Darío,“hará brotar en ti mundos diversos”. Es una
disolución del ser en una amalgama de formas, tonalidades y resonancias; una confluencia
de los sentidos en una experiencia unificada.
Existe una melancolía por la auténtica presencia. Se trata de una lírica que reafirma el alma
del mundo, esto es, percibe en la naturaleza el refugio del espíritu.
Octavio Paz señala de la literatura española del Siglo de Oro, que si bien Lope de Vega escribe
más de mil comedias, éstas son sobrias; hay delirio en Velázquez y en Calderón; laberinto de
conceptos en Quevedo; selva de estalactitas verbales en Góngora.
PENSAMIENTOS DE OTOÑO
Huye el año a su término
como arroyo que pasa,
llevando del poniente
luz fugitiva y pálida.
Y así como el del pájaro
que triste tiende el ala,
el vuelo del recuerdo
que al espacio se lanza
languidece en lo inmenso
del azul por do vaga.
Huye el año a su término
como arroyo que pasa.
Canción de despedida
fingen las fuentes turbias.
Si te place, amor mío,
volvamos a la ruta
que allá en la primavera
ambos, las manos juntas,
seguimos, embriagados
de amor y de ternura,
por los gratos senderos
do sus ramas columpian
olientes avenidas
que las flores perfuman.
Canción de despedida
fingen las fuentes turbias.
Un cántico de amores
brota mi pecho ardiente
que eterno abril fecundo
de juventud florece.
¡ Qué mueran en buena hora
los bellos días! Llegue
otra vez el invierno;
renazca áspero y fuerte.
Del viento entre el quejido,
cual mágico himno alegre,
un cántico de amores
brota mi pecho ardiente.
Un cántico de amores
a tu sacra beldad,
¡ mujer, eterno estío,
primavera inmortal !
Hermana del ígneo astro
que por la inmensidad
en toda estación vierte
fecundo, sin cesar,
de su luz esplendente
el dorado raudal.
Un cántico de amores
a tu sacra beldad,
¡ mujer, eterno estío,
primavera inmortal !
Por otro lado, Azul de 1888 fue una fuente de inspiración para incontables escritores de
poesía y prosa durante las primeras dos décadas del siglo XX. Esto se manifiesta en obras
como En la onda azul, del uruguayo Roberto de las Carreras y El libro azul, del mexicano
Adalberto Esteban. Ambos, uno en prosa y el otro en verso, son ejemplos emblemáticos del
modernismo.
También, el profundo poeta español, Antonio Machado por el año que sintió la irradiación
(1939), mostró la herencia rubendariana, “Estos días azules y este sol de mi infancia...”
Azul es obviamente el diseño del campo de la cultura. Pero con un matiz muy importante: el
campo de la cultura sólo tiene existencia en cuanto vive como campo del espíritu estético,
del arte, puro, esencial. Así, en Azul el soneto De Invierno que empieza “En invernales horas
mirad a Carolina”. Es un cuadro impresionista con valores aéreos de lo exótico que en Rubén
Darío es sinónimo de sensibilidad esencial. Como el cuestionamiento que aparece en
Autumnal (En: AZUL):
La aurora
Vino después. La aurora sonreía,
con la luz en la frente,
como la joven tímida
que abre la reja y la sorprenden luego
ciertas curiosas, mágicas pupilas.
Y dije: – ¡Más!... Sonriendo
la celeste hada amiga
prorrumpió: – ¡Y bien!... ¡Las flores!
Y las flores
Estaban frescas, lindas,
empapadas de olor: la rosa virgen,
la blanca margarita,
la azucena gentil y las volúbiles
que cuelgan de la rama estremecida.
Y dije: – ¡Más!...
El viento
Arrastraba rumores, ecos, risas,
murmullos misteriosos, aleteos,
música nunca oídas.
El hada entonces me llevó hasta el velo
que nos cubre las ansias infinitas,
la inspiración profunda
y el alma de las liras.
Y la rasgó. ¡Y allí todo era aurora!
En el fondo se veía
un bello rostro de mujer.
!Oh, nunca,
Piérides, diréis las sacras dichas
que en el alma sintiera!
Con su vaga sonrisa:
– ¿Más?... dijo el hada. Y yo tenía entonces
clavadas las pupilas
en el azul; y en mis ardientes manos
se posó mi cabeza pensativa...
El elegante cuello de cisne, siempre está observando con una curva que simula una
interrogante. Esa indagación esquiva: el Azul como nombre (y los múltiples matices azules
como adjetivos repartidos por la obra). Una misión (dotar de color y vida a su entorno) que
culmina en una definición precisa: la verdadera función del espíritu es impulsar acciones
orientadas hacia fines nobles, en contraposición a los intereses mezquinos (el poder
financiero cuando deja a la democracia en mera fachada o circo, gubernamentales, cotidianos,
entre otros). Solo en el ámbito moral se hace presente el auténtico espíritu (que debe ser
vigorizado y ejercitado ante la trivialidad de lo diario); por consiguiente, se deduce que el
arte no debe ser visto como algo desinteresado, sino más bien como la expresión suprema de
un interés moral.
Bibliografía