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Seeñores:
Los que pisan el umbral de la vida se juntan hoi para dar una lección a los que se acercan a las puertas del
sepulcro. La fiesta que presenciamos tiene mucho de patriotismo i algo de ironía: el niño quiere rescatar con el
oro lo que el hombre no supo defender con el hierro.
Los viejos deben temblar ante los niños, porque la jeneración que se levanta es siempre acusadora i juez de
la jeneración que desciende. De aquí, de estos grupos alegres i bulliciosos, saldrá el pensador austero i
taciturno; de aquí, el poeta que fulmine las estrofas de acero retemplado; de aquí, el historiador que marque la
frente del culpable con un sello de indeleble ignominia.
Niños, sed hombres, madrugad a la vida, porque ninguna jeneración recibió herencia más triste, porque
ninguna tuvo deberes más sagrados que cumplir, errores más graves que remediar ni venganzas más justas
que satisfacer.
En la orjía de la época independiente, vuestros antepasados bebieron el vino jeneroso i dejaron las heces.
Siendo superiores a vuestros padres, tendréis derecho para escribir el bochornoso epitafio de una jeneración
que se va, manchada con la guerra civil de medio siglo, con la quiebra fraudulenta i con la mutilación del
territorio nacional.
Si en estos momentos fuera oportuno recordar vergüenzas i renovar dolores, no acusaríamos a unos ni
disculparíamos a otros. ¿Quién puede arrojar la primera piedra?
La mano brutal de Chile despedazó nuestra carne i machacó nuestros huesos; pero los verdaderos
vencedores, las armas del enemigo, fueron nuestra ignorancia i nuestro espíritu de servidumbre.
II
Sin especialistas, o más bien dicho, con aficionados que presumían de omniscientes, vivimos de ensayo en
ensayo: ensayos de aficionados en Diplomacia, ensayos de aficionados en Economía Política, ensayos de
aficionados en Lejislación i hasta ensayos de aficionados en Tácticas i Estratejias. El Perú fué cuerpo vivo,
expuesto sobre el mármol de un anfiteatro, para sufrir las amputaciones de cirujanos que tenían ojos con
cataratas seniles i manos con temblores de paralítico. Vimos al abogado dirijir la hacienda pública, al médico
emprender obras de injeniatura, al teólogo fantasear sobre política interior, al marino decretar en
administración de justicia, al comerciante mandar cuerpos de ejército...¡Cuánto no vimos en esa fermentación
tumultuosa de todas las mediocridades, en esas vertijinosas apariciones i desapariciones de figuras sin
consistencia de hombre, en ese continuo cambio de papeles, en esa Babel, en fin, donde la ignorancia
vanidosa i vocinglera se sobrepuso siempre al saber humilde i silencioso!
Con las muchedumbres libres aunque indisciplinadas de la Revolución, Francia marchó a la victoria; con los
ejércitos de indios disciplinados i sin libertad, el Perú irá siempre a la derrota. Si del indio hicimos un siervo
¿qué patria defenderá? Como el siervo de la Edad media, sólo combatirá por el señor feudal.
II
Aunque sea duro i hasta cruel repetirlo aquí, no imajinéis, señores, que el espíritu de servidumbre sea
peculiar a sólo el indio de la puna: también los mestizos de la Costa recordamos tener en nuestras venas
sangre de los súbditos de Felipe II mezclada con sangre de los súbditos de Huayna-Capac. Nuestra columna
vertebral tiende a inclinarse.
Indios de punas i serranías, mestizos de la costa, todos fuimos ignorantes i siervos; i no vencimos ni
podíamos vencer.
III
Si la ignorancia de los gobernantes i la servidumbre de los gobernados fueron nuestros vencedores,
acudamos a la Ciencia, ese redentor que nos enseña a suavizar la tiranía de la Naturaleza, adoremos la
Libertad, esa madre enjendradora de hombres fuertes.
Hablo, señores, de la libertad para todos, i principalmente para los más desvalidos. No forman el verdadero
Perú las agrupaciones de criollos i extranjeros que habitan la faja de tierra situada entre el Pacífico i los Andes;
la nación está formada por las muchedumbres de indios diseminadas en la banda oriental de la cordillera.
Trescientos años ha que el indio rastrea en las capas inferiores de la civilización, siendo un híbrido con los
vicios del bárbaro i sin las virtudes del europeo: enseñadle siquiera a leer i escribir, i veréis si en un cuarto de
siglo se levanta o no a la dignidad de hombre. A vosotros, maestros de escuela, toca galvanizar una raza que
se adormece bajo la tiranía del juez de paz, del gobernador i del cura, esa trinidad embrutecedora del indio.
Cuando tengamos pueblo sin espíritu de servidumbre, i militares i políticos a la altura del siglo,
recuperaremos Arica i Tacna, i entonces i sólo entonces marcharemos sobre Iquique i Tarapacá, daremos el
golpe decisivo, primero i último.
Para ese gran día, que al fin llegará porque el porvenir nos debe una victoria, fiemos sólo en la luz de
nuestro cerebro i en la fuerza de nuestros brazos. Pasaron los tiempos en que unícamente el valor decidía de
los combates: hoi la guerra es un, problema, la Ciencia resuelve la ecuación. Abandonemos el romanticismo
internacional i la fe en los auxilios sobrehumanos: la Tierra escarnece a los vencidos, i el Cielo no tiene rayos
para el verdugo.
En esta obra de reconstitución i venganza no contemos con los hombres del pasado: los troncos añosos i
carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo i sus frutas de sabor amargo. ¡Que vengan árboles
nuevos a dar flores nuevas i frutas nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!
IV
¿Por qué desesperar? No hemos venido aquí para derramar lágrimas sobre las ruinas de una segunda
Jerusalén, sino a fortalecernos con la esperanza. Dejemos a Boabdil llorar como mujer, nosotros esperemos
como hombres.
Nunca menos que ahora conviene el abatimiento del ánimo cobarde ni las quejas del pecho sin virilidad:
hoi que Tacna rompe su silencio i nos envía el recuerdo del hermano cautivo al hermano libre, elevémonos
unas cuantas pulgadas sobre el fango de las ambiciones personales, i a las palabras de amor i esperanza
respondamos con palabras de aliento i fraternidad.
¿Por qué desalentarse? Nuestro clima, nuestro suelo ¿son acaso los últimos del Universo? En la tierra no hai
oro para adquirir las riquezas que debe producir una sola Primavera del Perú. ¿Acaso nuestro cerebro tiene la
forma rudimentaria de los cerebros hotentotes, o nuestra carne fue amasada con el barro de Sodoma?
Nuestros pueblos de la sierra son hombres amodorrados, no estatuas petrificadas.
No carece nuestra raza de electricidad en los nervios ni de fósforo en el cerebro; nos falta, sí, consistencia
en el músculo i hierro en la sangre. Anémicos i nerviosos, no sabemos amar ni odiar con firmeza. Versátiles en
política, amamos hoi a un caudillo hasta sacrificar nuestros derechos en aras de la dictadura; i le odiamos
mañana hasta derribarle i hundirle bajo un aluvión de lodo y sangre. Sin paciencia de aguardar el bien,
exijimos improvisar lo que es obra de la incubación tardía, queremos que un hombre repare en un día las
faltas de cuatro jeneraciones. La historia de muchos gobiernos del Perú cabe en tres palabras: imbecilidad en
acción; pero la vida toda del pueblo se resume en otras tres: versatilidad en movimiento.
Si somos versátiles en amor, no lo somos menos en odio: el puñal está penetrando en nuestras entrañas i
ya perdonamos al asesino. Alguien ha talado nuestros campos i quemado nuestras ciudades i mutilado
nuestro territorio i asaltado nuestras riquezas convertido el país entero en ruinas de un cementerio; pues bien,
señores, ese alguien a quien jurábamos rencor eterno i venganza implacable, empieza a ser contado en el
número de nuestros amigos, no es aborrecido por nosotros con todo el fuego de la sangre, con toda la cólera
del corazón.
Ya que hipocresía i mentira forman los polos de la Diplomacia, dejemos a los gobiernos mentir
hipócritamente jurándose amistad i olvido. Nosotros, hombres libres reunidos aquí para escuchar palabras de
lealtad i franqueza, nosotros que no tememos esplicaciones ni respetamos susceptibilidades, nosotros
levantemos la voz para enderezar el esqueleto de estas muchedumbres encorvadas, hagamos por oxijenar esta
atmósfera viciada con la respiración de tantos organismos infectos, i lancemos una chispa que inflame en el
corazón del pueblo el fuego para amar con firmeza todo lo que se debe amar, i para odiar con firmeza
también todo lo que se debe odiar.
¡Ojalá, señores, la lección dada hoi por los Colejios libres de Lima halle ejemplo en los más humildes
caseríos de la República! ¡Ojalá todas las frases repetidas en fiestas semejantes no sean melifluas alocuciones
destinadas a morir entre las paredes de un teatro, sino rudos martillazos que retumben por todos los ámbitos
del país! ¡Ojalá cada una de mis palabras se convierta en trueno que repercuta en el corazón de todos los
peruanos i despierte los dos sentimientos capaces de rejenerarnos i salvarnos: el amor a la patria i el odio a
Chile! Coloquemos nuestra mano sobre el pecho, el corazón nos dirá si debemos aborrecerle...
Si el odio injusto pierde a los individuos, el odio justo salva siempre a las naciones. Por el odio a Prusia, hoi
Francia es poderosa como nunca. Cuando París vencido se ajita, Berlín vencedor se pone de pie. Todos los
días, a cada momento, admiramos las proezas de los hombres que triunfaron en las llanuras de Maratón o se
hicieron matar en los desfiladeros de las Termópilas; i bien, "la grandeza moral de los antiguos helenos
consistía en el amor constante a sus amigos i en el odio inmutable a sus enemigos. No fomentemos, pues, en
nosotros mismos los sentimientos anodinos del guardador de serrallos, sino las pasiones formidables del
hombre nacido para enjendrar a los futuros vengadores. No diga el mundo que el recuerdo de la injuria se
borró de nuestra memoria antes que desapareciera de nuestras espaldas la roncha levantada por el látigo
chileno.
Verdad, hoi nada podemos, somos impotentes; pero aticemos el rencor, revolvámonos en nuestro
despecho como la fiera se revuelca en las espinas; i si no tenemos garras para desgarrar ni dientes para
morder ¡que siquiera los mal apagados rujidos de nuestra cólera viril vayan de cuando en cuando a turbar el
sueño del orgulloso vencedor!
Amigas y amigos todos.
Jóvenes, estar con ustedes es cargar baterías, es mirar el presente y el futuro de México con una gran ilusión.
Ustedes, métanselo muy bien en la cabeza, no son el futuro de México; lo que ustedes no hagan hoy no lo
podrán dar después, lo que ustedes no sean hoy no podrán hacerlo fructificar después.
Ustedes son presente, no deleguen al tiempo lo que su voluntad y su inteligencia no sepan hacer ahora.
Por lo que estar hoy en este XXV aniversario con ustedes, es motivo de particular entusiasmo para el
Secretario de Gobernación porque la responsabilidad que asumimos es la de la gobernabilidad democrática
de este país y la de la construcción de acuerdos para lograr un país más justo, más grande, más libre, más
próspero, más acorde con la dignidad de la persona.
Quiero en esta intervención hacer sólo una guía, sin explicaciones más profundas, sólo una guía de aquello
que considero que es clave en el ejercicio del liderazgo de excelencia, en el ejercicio de liderazgo de acción
positiva, con una primera y muy importante aclaración, sólo hay un líder digno de ser seguido, sólo hay un
modelo, sólo hay un maestro.
México vive un momento verdaderamente apasionante, vive inmerso en una transición en la que caminamos
de una manera de ser hacia otra manera de ser. Esa transición está llena de ilusiones y de esperanza, y al
mismo tiempo, por qué no, también de decepción, cuando a veces las expectativas no se han cumplido por
diferentes motivos.
Pero esta transición que vive México es un momento apasionante porque es nuestro momento histórico,
porque es nuestra responsabilidad. México ya superó las etapas de los colectivismos que negaron la
individualidad única, irrepetible del ser humano, la dignidad de la persona humana.
México ya está consciente de que tiene que superar los individualismos que niegan la vocación y el sentido
social de la persona; México hoy se enfrenta a la oportunidad de construir una sociedad humanista, que haga
girar todas las estructuras políticas, sociales, económicas y culturales alrededor de la dignidad de la persona.
La sociedad política tiene que organizarse en la medida de la persona misma, para que responda a sus
ilusiones, a sus ambiciones legítimas, a su esencia de la manera más auténtica.
La persona humana hoy es recuperada, sobre todo por Karol Wojtila, como el centro de toda la acción
política, social, económica y cultural. Un apersona revestida de una dignidad imprescriptible e irrenunciable,
dotada de alma y cuerpo, dotada de inteligencia para conocer la verdad, de voluntad para amar y conocer el
bien, de libertad para ejercer su voluntad con responsabilidad, de conciencia para discernir entre el bien y el
mal, de individualidad única e irrepetible, pero al mismo tiempo contrapesada por una vocación social que lo
marca por siempre, porque el hombre y la mujer solo nos realizamos en sociedad, por eso nacemos en
sociedad, en la célula básica de la sociedad, que es la familia, para de esta manera volcar hacia la sociedad
todos nuestros talentos, todas nuestras aptitudes y habilidades, toda nuestra inteligencia y voluntad, para de
esta manera desarrollarnos en plenitud, y al mismo tiempo contribuir al desarrollo pleno de la propia sociedad.
Somos personas llamados a la felicidad, una felicidad que consiste en la armonía plena del ser con su
creador, con la naturaleza, pero sobre todo consigo mismo y con los demás. Esa felicidad que aquí se
alcanza de manera limitada, porque es ser humano, la persona, es trascendente, puesto que viene de la
mente eterna y camina hacia la casa, hacia su casa para siempre.
Esta condición de persona es la que le da sentido a la creación entera, porque cada persona vale más que
todo el universo creado, esta persona así concebida, es pues el eje de nuestra preocupación política, social,
económica y cultural.
La organización humana que mejor responde a esta condición de la dignidad de la persona humana es la
democracia; una democracia entendida como ese sistema político, jurídico, como esa manera de ser y de vivir
en la que todos somos responsables de todos. En la que todos somos idénticos en dignidad frente a la ley y
frente a la sociedad.
Ese sistema de organización que usa de la política como el vehículo para construir la justicia social y el bien
común; política que a su vez usa el diálogo como la expresión más genuina de la dignidad de la persona,
para ponernos de acuerdo en el marco de la pluralidad y la diversidad de una humanidad tan amplia como la
que hoy vivimos, de un país tan grande de 105 millones de habitantes, como el que hoy tenemos.
Esta democracia no es el origen de la felicidad del ser humano, es sólo una manera de organizarnos para
darle forma a la organización socio-política de los seres humanos.
La democracia tiene que transformarse en libertad responsable de todos los integrantes del Estado y tiene
que transformarse en igualdad de acceso a las oportunidades para todas y todos los mexicanos. Para que
cada mexicana y mexicano sepa usar su libertad responsable para aprovechar esas oportunidades.
Ustedes, jóvenes, hoy aquí dan testimonio de que son los privilegiados de este país, han tenido acceso a
oportunidades de educación y de desarrollo a las que millones de mexicanos no han tenido y, probablemente
todavía por una generación, no tendrán acceso.
Esto es un reto enorme, porque lo que gratis han recibido, porque tú no escogiste tu cuna, porque tú no
escogiste nacer un determinado ámbito social, esas oportunidades que has recibido tienes que devolvérselas
a la sociedad, precisamente a través del ejercicio de un liderazgo de acción positiva, de un
liderazgo de excelencia.
Todos los seres humanos somos líderes, no perdamos el tiempo en discusiones más o menos académicas de
sí se nace líder o si se hace líder, todos somos seres relacionales y todos tenemos una corresponsabilidad
con los demás, en la construcción de la justicia social y del bien común, a la luz de los principios de la
solidaridad y la subsidiariedad.
Esto ya no debiera estar a discusión, porque todos somos responsables de los demás. Tu derecho no llega
hasta donde llega el derecho del otro, no basta para construir la convivencia pacífica que tú no afectes los
derechos de los demás.
La convivencia armónica se construye cuando todos entendemos que los derechos de los demás son mis
obligaciones y mis derechos son las obligaciones de los demás, porque sólo la solidaridad, así entendida,
hace de la comunidad humana una auténtica común unión que nos hace girar alrededor del objetivo central
de la existencia temporal, que es la plena realización del ser humano, la felicidad alcanzable en el devenir
histórico, temporal de la persona humana.
Este liderazgo que todos estamos llamados a ejercer es un liderazgo de calidad. Liderazgos hay muchos,
Hitler fue un líder, Hitler fue seguido, Hitler fue un destructivo arquitecto de la sociedad.
Pero no estamos hablando de liderazgos cualesquiera, estamos hablando de liderazgos que sepan construir
esta sociedad a la medida del hombre, ésta sociedad a la medida de la persona humana.
Y estos liderazgos no son sólo aquellos que cumplen con las formalidades externas de un liderazgo: Mira que
bien habla; mira que buena presentación tiene; mira que dicción; mira que tablas; mira que corbata.
Eso no es liderazgo, eso es apariencia, esas son externalidades que debieran cuidarse como parte, en efecto,
del ejercicio de la responsabilidad de que a cada quien le toque.
No. El liderazgo es algo que brota de dentro, es algo que se construye en el fondo del alma y que aflora
justamente en el servicio a los demás.
Yo quiero simplemente, también de manera enunciativa, enfatizar esas cualidades del alma en las que hay
que trabajar intensamente para ser auténticamente líderes de acción positiva.
Primero que nada, un compromiso indeclinable con la vida, la política. El ejercicio de la política, la
organización política de la sociedad no es para muertos, es para vivos.
El compromiso con la verdad para saber, en efecto, identificar la realidad de las cosas y a partir de ella
transformarla para el bien y la justicia; La congruencia, la capacidad de pensar, decir y hacer de la misma
manera. La humildad, porque no somos sino meros instrumentos.
La capacidad de escuchar consejo, porque no lo sabemos todo, y por lo tanto la capacidad de formar equipo,
porque hay que sumar las fortalezas de todos y amortiguar las debilidades de todos para hacer un gran
equipo.
El amor a la justicia, ese compromiso indeclinable con la voluntad de dar a cada quien lo suyo, y lo suyo más
propio de las personas es el respeto a su propia dignidad.
La democracia tiene la cualidad de que considera a cada persona idéntica y por eso los votos se suman, no
se pesan. Porque en la democracia todos valemos igual, todos pesamos igual.
La prudencia, la rectitud en la elección de los fines y de los medios. La fortaleza para ser sereno en la
adversidad y templado en el éxito. La templanza, la capacidad de ser dueño, de ser líder de ti mismo.
Jóvenes: Mal podemos aspirar a conducir a otros, si no conducimos nuestra propia vida, si no somos dueños
de nuestras propias pasiones, la capacidad de tomar decisiones. El líder decide y arrostra las consecuencias
de sus decisiones.
La perseverancia, porque todo conspira contra tu perduración en la responsabilidad que has asumido.
La esperanza, para mirar el futuro consciente de que tu haz de hacer todo lo que corresponde a tu
responsabilidad, porque otro hará lo que a ti te falte, que es casi todo.
Y, finalmente, la alegría. El liderazgo no se puede ejercer con rostros tristes y largos, mostrándole a la
comunidad una carga enorme en el ejercicio de liderazgo que contrista el alma para mostrar lo importante que
es el líder.
No, el líder es alegre, es comunicativo, es cercano, es próximo, es igual. Y esa alegría le da razón de ser a
muchas de sus decisiones, a muchas de sus acciones para contagiar a los demás de la alegría de vivir.
Porque, regreso al principio, el líder tiene que estar enamorado de la vida y al estar enamorado de la vida
tiene que tener pasión por el hombre, tiene que amar al hombre con toda el alma, para de esta manera poder
servir al hombre.
De esta manera, ojo, cuidado, hay antítesis de liderazgo de acción positiva. Aquellos que cifran su felicidad en
el dinero, en el poder, en el placer en el éxito personal a cualquier precio, por encima de los demás, por
encima de la sociedad, por encima de los empleados, por encima de los colaboradores.
Estas antítesis del ejercicio del liderazgo ahí están, ni siquiera hay que nómbralas, existen y hay que estar
eternamente, completamente, permanentemente alertas para que, con una vigorosa vida interior, estar
combatiendo estas inclinaciones naturales, que venciéndolas te vuelven fuerte y te vuelven más apto para
ejercer ese liderazgo que la sociedad espera de ti.
Yo quisiera, por último, resumir en tres grandes frases esta visión, este compromiso con México, esta pasión
de servicio que cada líder de este país en su espacio ha de tener.
No todos vamos a ser Presidente de la República, no todos vamos a ser maestros, no todos vamos a ser
jefes de empresa. Todos tenemos una visión personal que cumplir.
Si todos hacemos nuestra parte y sumamos nuestras partes, México, sin duda, vencerá esos rezagos
históricos que hoy todavía nos reclaman a nuestra conciencia.
La pobreza, la marginación, la discriminación, la explotación comercial sexual infantil. Tantos males, tantos
daños estructurales a la sociedad que nosotros tenemos la responsabilidad de poner nuestro grano de arena
para que esta sociedad avance.
Al mismo tiempo, con esta actitud, con este resumen puntual en tres frases que quiero hacer, quiero invitarlos
a que miren de manera positiva su compromiso con la sociedad desde el espacio que cada uno de ustedes
ocupa.
Muchas felicidades por su XXV aniversario. Que ustedes sigan haciendo su específica contribución al bien
común de este país, particularmente a favor de los que menos tienen y que Dios les bendiga.
LIDERAZGO EDUCATIVO
Pensar en liderazgo se asocia con personas que han cambiado la historia y que han dejado un
legado. Estas, generalmente, han mostrado cualidades extraordinarias como seres humanos con
experiencias valiosas y de gran influencia a nivel mundial.
Covey (1998), plantea el concepto de liderazgo centrado en principios, el cual tiene que ver con la
transformación interna del ser humano, que lo llevará a influenciar a otros a largo plazo. Al
complementar el término de liderazgo con lo educativo, adquiere un sentido formativo y de
proyección en las instituciones escolares. Por tanto, el líder educativo se convierte en la persona
que con condiciones específicas, frente al sentido de la educación, orienta a la comunidad
educativa, como estudiantes, docentes, padres de familia y personas que manejan procesos
educativos, en la búsqueda de mejorar la calidad educativa, el clima y la cultura organizacional en
crecimiento personal, representada en la formación integral de las instituciones.
Es importante responder a la importancia del líder, como un ser humano ético que se desempeña
en una organización educativa, en cualquier nivel de formación.
Se plantea una representación gráfica de los elementos que constituyen la argumentación acerca
del perfil del líder en el contexto educativo. En principio es indispensable contextualizar el tema de
liderazgo con relación a la gestión educativa a nivel estratégico. Luego se desarrollan los aspectos
relacionados tanto con las cualidades y características de los líderes, como con las competencias
que representan los comportamientos de los mismos en el ámbito educativo.
La construcción de una sociedad justa es un tema central en la definición del futuro… Estamos
ante la necesidad de moralizar la especie humana, tarea que excede las posibilidades de la
educación escolar, pero que permite colocar la acción de la escuela en el marco de un proceso más
amplio.
La educación del siglo XXI se encuentra en una encrucijada; por un lado, se busca ganar
egresados para incorporarse en forma efectiva al mundo del trabajo, y, por el otro, formar
ciudadanos disciplinados para responder a las nuevas relaciones que impone la sociedad del
conocimiento y a las competencias que demanda la economía global (Touraine, 2005). Por tanto, se
requiere responder al sentido de la educación en cuanto al qué, al para qué, al por qué, al cómo y al
hacia dónde. Estos interrogantes definen una propuesta innovadora, que es consecuente con las
necesidades del contexto. Es necesario preparar a los jóvenes más que para la vida, para el vivir el
mundo, para interpretarlo, para pensar, para soñar, para actuar de manera íntegra, para vivir felices,
para encontrase a sí mismos y al otro, para compartir con el otro, para disfrutar las cosas pequeñas
de la vida, para amar la naturaleza, para crear, para innovar, para cambiar, para transformar, para
intuir, para recrear, para…
Desde esta perspectiva, hay que pensar en nuevas alternativas de formación, por tanto, el liderazgo
educativo exige cualidades y características que hacen posible una sociedad más humana, donde
los actores del proceso educativo generen una dinámica de proyección y, de valores y de principios
éticos que se enmarquen en el desarrollo de la persona, y cuyo proyecto de vida lo lleve a
interrogarse sobre el papel que desempeñará en la sociedad.
Liderazgo transformacional
El reto de impulsar los cambios que permitan transformar a la organización va más allá de
la digitalización.
Enfrentamos una encrucijada en el liderazgo empresarial que no tiene antecedente histórico. La
crisis derivada por la pandemia por Covid-19 nos ha tomado a todos por sorpresa. Sin duda, este
factor externo, de alcance mundial, ha empujado a las organizaciones a adaptarse al nuevo
entorno económico y social. Es importante que, ante todo, reconozcamos que el rol del líder es
fundamental en la construcción futuro y búsqueda de oportunidades de cada organización.
En su bestseller del año 2007 “La Doctrina del Shock”, Naomi Klein cita al célebre ganador del
Premio Nobel de Economía Milton Friedman para enfatizar cómo las crisis sirven para catalizar
transiciones bruscas hacia nuevos órdenes político-económicos:
"Sólo una crisis, real o percibida, produce un cambio real. Cuando se produce esa crisis, las
medidas que se adoptan dependen de las ideas que se encuentran alrededor".
Sin lugar a duda, los retos de la pandemia por Covid-19 presentan un riesgo más alto a los que
presentó la depresión de los años treinta.