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odo en esta vida tiene un comienzo.

Ese instante en el que la chispa se


prende y se aviva para arder como un faro inquebrantable o para consumirse
en un suspiro sin que su luz llegue a hacerse notar. Para el universo en sí
mismo fue el llamado Big Bang. Para la vida en el planeta Tierra, el caldo
primigenio. Para la cultura griega como un todo complejo fue la Ilíada y para
Roma, esa superpotencia de la Edad Antigua que dominó gran parte del
mundo conocido, la Eneida. Estas dos últimas obras están estrechamente
ligadas y la segunda no se entiende sin la primera. Y sin ellas, no se entiende
Roma.

La Eneida es el mito fundacional de la Ciudad Eterna y de su leyenda. Un


texto encargado por el emperador Augusto al poeta Publio Virgilio Marón en el
que debía establecer la historia del linaje de Rómulo y Remo y asentar la
leyenda de todas las grandes hazañas que los romanos llevarían a cabo.
Así, tomando como base los acontecimientos de la Ilíada y la Odisea de
Homero, el poeta construyó una narración que le llevó once años de su vida y
que dividió en doce libros distintos.

VirgilioVirgilio. Imagen: Getty Images

El gran protagonista de la historia es Eneas, un noble troyano que aparece en


la Ilíada y al que el espíritu de Héctor, convocado por los dioses, alerta de que
abandone la ciudad de Ilión ya que caerá ante los ejércitos griegos. La historia
comienza in media res (a mitad), cuando el troyano y los suyos llegan a
Cartago para refugiarse de una terrible tormenta. Allí, la reina Dido se
enamora de Eneas y le pide que narre, a modo de flashbacks, sus aventuras.
Es así como conocemos que el héroe y los últimos troyanos dejaron la ciudad
en busca de la tierra de sus ancestros, donde Júpiter les había ordenado que
fundaran una nueva ciudad. En el trayecto pasaron por Tracia, Delos, las islas
Estrófades y Creta y habían tenido que enfrentarse a las harpías y rescatar a
un marino abandonado en la isla de los cíclopes (vínculo con la Odisea).

Eneas y su gente permanecen en Cartago y él mantiene una relación con la


reina Dido, pero finalmente parte después de que Mercurio le recordase su
tarea. La reina, dolida por su marcha, se suicida clavándose una espada en el
pecho y maldice al pueblo de Eneas, declarando su enemistad eterna con los
cartagineses. De esta forma, la Eneida justificaba las Guerras Púnicas entre
Roma y Cartago por el dominio del Mediterráneo y les añadía un elemento
legendario con la maldición de la reina despechada. Tras una parada en Sicilia,
donde parte de sus acompañantes deciden establecerse y fundar una
ciudad, Eneas viaja al Inframundo para hablar con su padre Anquises,
quien le revela que debe dirigirse hacia la península Itálica y le habla de
algunas de las impresionantes gestas que sus descendientes llevarán a cabo.

Ayudado por algunos dioses (Neptuno, Júpiter y Venus estaban a su favor


mientras que Juno estaba en su contra), Eneas llega a la desembocadura del
Tíber y decide que allí será donde construirá su ciudad. Los troyanos son
recibidos por el rey Latino y Eneas se compromete con su hija, Lavidia, pero
un antiguo pretendiente es convencido por Juno de que debe enfrentarse a
Eneas. Con una guerra en ciernes, Venus (la madre de Eneas) encarga a su
marido Vulcano que le fabrique una armadura y un escudo para el troyano igual
que hizo para Aquiles. El escudo es ricamente descrito y está decorado con
escenas y personajes históricos de la futura Roma.

Eneas y TurnoEneas luchando contra Turno. Imagen: Getty Images

Turno, líder de los rútulos, reúne a sus tropas y ataca el campamento de los
troyanos mientras Eneas busca alianzas el rey Evandro y los etruscos. Al
unirse al combate, Eneas descubre que Turno ha matado a su amigo Palas y
logra organizar un contraataque con el que rechaza al enemigo. El relato
concluye con un combate singular entre Turno y Eneas, quienes luchan
hasta que el líder de los rútulos cae herido. El vencido pide clemencia pero
Eneas, enfurecido al ver que Turno vestía la armadura de Palas, lo mata.
Así, Eneas funda la ciudad de Alba Longa y cumple su objetivo de establecer
una nueva dinastía de reyes con Lavidia a su lado.

En el año 19 d.C., Virgilio viajó a Grecia para revisar el texto y las


descripciones que en él hacía. Se encontró con Augusto en Atenas, quien se
mostró entusiasmado con el trabajo, pero el poeta seguía sin estar convencido.
En el viaje de vuelta a casa, Virgilio cogió unas fiebres y murió, dejando como
uno de sus últimos deseos que el manuscrito de la Eneida fuese
quemado al considerarlo inacabado e imperfecto. Por suerte, el emperador
anuló esta orden y la Eneida ha llegado hasta nuestros días como uno de los
mejores relatos clásicos que existen.

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