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CIUDAD

PAMPEANA
geografía histórica
geografía urbana

IIO IB H B
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ij

P. H. RANDLE
P. H. Randle

La ciudad pampeana
Geografia urbana

Geografía histórica

2a EDICION

OIKOS. ASOCIACION PARA LA PROMOCION DE


LOS ESTUDIOS TERRITORIALES Y AMBIENTALES

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ÍNDICE GENERAL

INTRODUCCIÓN........................................................................... IX

PROLOGO DE LA 2a. EDICION ............................................... XI

I. CIUDADES Y FRONTERAS (1779-1879) UN SIGLO DE


URBANIZACIÓN DEL ‘DESIERTO’ BONAERENSE . . . 1
1779-1805, 4; 1805-1S52, 8; 1852-1866, 15; 1866-1879, 20; Biblio­
La revisión de esta edición
grafía, 32.
estuvo a cargo de la
Arquitecta Nélida Gurevitz

II. LOS ORÍGENES DE LA UNIFORMIDAD EN LAS CIU­


DADES PAMPEANAS.............................................................. 37
Las condicionantes naturales, 33; Las condicionantes históricas, 35;
Las condicionantes socioeconómicas, 37; Las condicionantes político-
administrativas, 39; Las condicionantes urbanísticas, 40; Las condi­
cionantes de un futuro planeamiento, 48.

III. ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS ....................... 61


¿Qué es estructura? ¿Qué es estructura urbana? 53; Antecedentes
del modelo prototipo, 63; ítem fundamentales, 67; Elementos nu­
cleares, 70; Elementos circulatorios, 78; Elementos periféricos, 80;
Relaciones circulatorias, 82; Elementos recientes y cambio futuro,
84; Tipos regionales, 91.

OIKOS. ASOCIACION PARA LA PROMOCION DE IV. LAS FORMAS URBANAS


LOS ESTUDIOS TERRITORIALES Y AMBIENTALES
Analizadas con ejemplos tomados de aglomeraciones situa­
Rivada via 1907 — 3° das en la región bonaerense al norte del río S a la d o .......... 112
CAPITAL FED ER A L (1 0 3 3 ) Buenos Aires.
Lo fundamental, 95; La escala, 97; E l contorno, 98; La traza, 99;
Hecho el depósito de ley E l amanzanamiento, 100; El pareelamiento, 101; La densidad, 102;
IMPRESO EN L A ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA La textura, 103; La apariencia, 104; La silueta urbana, 105. ’

VD

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V. TRANSFORMACIÓN EN UN ÁREA SUBURBANA

Análisis histérico-geográfico d e la hoja número 3987 del


Instituto Geográfico Militar, 1905-1938-1963 ...................... 142
Características fundamentales del área elegida, 112; a) Antecedentes
INTRODUCCIÓN
de la accesibilidad, 112; b) Antecedentes de la ocupación de la
tierra, 114; c) Antecedentes del paisaje, 116; La accesibilidad, 118;
Conclusiones, 123; Las pautas de la ocupación de la tierra, 128;
Comentario sobre Campo de Mayo, 137; El paisaje, 140.

Más de una vez, al atender a profesores universitarios europeos


de visita en nuestro país —fuesen éstos geógrafos o urbanistas—hemos
podido registrar su azoramiento cuando comprobaban que, en ge­
neral, es más lo que se sabe (y lo que se enseña) acerca de la
ciudad europea que de la argentina.
Si el motivo de este desenfoque fuese el ir en búsqueda de los
ejemplos históricamente más ricos y hermosos del genio urbano, sin
duda, todo quedaría explicado. No hay quizá mejores ejemplos en
el mundo, de esas dos cualidades, que en lo que se ha dado en llamar
la ciudad histórica europea.
Pero si la estética y la historia no fueran los únicos motores de
una preocupación por la ciudad, o si se tratara no tanto de ejemplificar
modelos terminados como de buscar la esencia de nuestra propia y
aún ignorada realidad urbana, entonces ¿no resulta paradójico que
el geógrafo urbano, el urbanista y, en fin, el universitario argentino
conozcan mejor París o Roma que su ciudad natal?
Mientras los problemas urbanos estuvieron en manos exclusiva­
mente de burócratas de segunda categoría; la geografía decimonó­
nica, del monopolio de la fisiografía; la historia oficial, de la ob­
sesión por los hechos militares y puramente políticos, nó era dable
esperar una conciencia madura para estudiar la ciudad argentina
metódicamente.
Aún hoy, en esta época en que el frenesí de las metodologías
parece perder de vista los objetivos de la ciencia, podríamos decir
que están más desarrolladas las técnicas abstractas que .el ver­
dadero conocimiento de las cosas hacia las cuales deben dirigirse
esos medios —provisoriamente tratados como si fueran fines en sí
mismos.
Como quiera que sea, ya es tiempo de ir volcando el caudal de
los conocimientos teóricos en materia de geografía urbana tanto como
de geografía histórica, sobre nuestro medio ambiente, si es que ansia­
mos lograr una imagen más nítida y auténtica de la realidad argentina,
a fin de poder insertarnos en ella y participar en su conducción.
Estos estudios que presentamos aquí no son sino meras mues­
tras de un panorama de investigación casi virgen que apasiona al

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que se asoma: a él, sea por sus posibilidades de profundización, sea
por su valioso significado dentro de un dominio mayor del cono­
cimiento.
Si nos hemos restringido a la ciudad pampeana, y dentro de ella
a la que se sitúa dentro de un área aún más limitada, como era esta PROLOGO DEL AUTOR A LA SEGUNDA EDICION
región antes que la conquista, la ganadería, la agricultura y el ferro-
carnl borraran las fronteras, es porque creemos que solo indagando
los sectores de mayor arraigo podremos iniciar esta tarea de recono­
cemos en el espejo de la investigación sistemática. Solo con el
contrapeso de los imponderables culturales que de manera tan deci­
siva completan la imagen científica de la realidad urbana, merece la
pena emprender estudios en un país que, como el nuestro, necesita La favorable acogida que tuvo la primera edición, ha decidi­
ser asimilado orgánicamente en lugar de ser disecado como un cuerpo do a OIKOS (Asociación para la Prom oción de los Estudios
inanimado, por muy interesantes que fuesen las conclusiones.
Territoriales y A m bientales) a emprender esta segunda edición
Conviene agregar, no obstante, que estos cinco estudios que
presentamos en un volumen han sido realizados en estrecha relación que me complace presentar.
al desarrollo de un integral plan de investigación —histórico-geográ- Es muy frecuente escuchar hablar acerca de la satisfacción
jico— sobre el sector de llanura bonaerense que designamos con el que produce enseñar a los profesores. Lo que no se suele co­
nombre de la Pampa Anterior, para indicar —en el espacio— su posi­ mentar, siendo acaso más obvio, es de la satisfacción —en cierto
ción delantera en el hinterlana de Buenos Aires, a la vez que —en modo similar^- que experimenta el autor de un libro cuando
el tiempo— también fue, durante más de dos siglos, la única porción percibe que su mensaje ha sido recibido por algún lector.
de ecumene pampeana. De allí, también, que los ejemplos más ci­ En verdad, el alumno, el estudiante que asiste a una clase y
tados suelan estar referidos a ciudades comprendidas en la región está allí de alguna manera coercionado: sigue un curso pero no
mencionada. todas las materias le interesan por igual, asiste a la clase para
Débese dejar constancia, asimismo, que tres de los capítulo's reunir un porcentaje de asistencia o meramente persigue un
fueron publicados en forma de artículo en la revista Nuestra Arqui­ diploma. Pero el lector que libremente elige un libro en una
tectura (“Los Orígenes de la uniformidad en las ciudades pampeanas” biblioteca o, mejor aun lo adquiere en una librería y se lo lleva
N*? 407, 1963; “Formas urbanas” N? 424, 1965, y “Transformación en a su casa para leerlo, establece con el autor un vínculo muchas
un área suburbana” 425, 6/7/8, 1966). “Ciudades y fronteras” veces más promisorio que el del alumno. La receptividad de
fue motivo de una comunicación leída en el XXXVII Congreso Inter­ que voluntariamente da prueba ese lector resulta mucho más
nacional de Americanistas celebrado en Mar del Plata en 1966, y conmovedora que la atención que generalmente dispensa el
“Estructuras urbanas” será publicado simultáneamente por Cahiers alumno en clase. Si el libro satisface las expectativas del lector,
d e VInstituí des Hatites Etudes cFAmérique Latine, dependiente de entonces queda definitivamente establecida entre él y el autor
la Universidad de París. una relación implícita que suele perdurar y llevar aparejadas
Finalmente cabe señalar que el cuidado de esta edición, así como consecuencias intelectuales.
el de los grabados, ha quedado en manos de la arquitecta Nélida Esa es mi experiencia y me place expresarla en esta oportu­
Gurevitz —nuestra colaboradora principal en la investigación de la nidad. LA CIUDAD PAMPEANA me ha servido no sólo para
Pampa Anterior— por hallamos ausentes del país. percibir que me había llevado a establecer relaciones intelectua­
les con un vasto público sino, lo que es más estimulante aún,
París, setiembre 1967, con muchos especialistas provenientes de otros campos que el
mío propio. Ese estímulo, particularmente el que tiene origen
en los historiadores, me ha resultado particularmente grato por­
que me permite presumir que, de alguna manera, sin ser exper­
to en la materia he podido hacer alguna contribución en ese
campo. Dice el Evangelio que el pastor que ha perdido un
cordero deja los noventa y nueve en el desierto y va en su

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busca y cuando lo halla está de parabienes. De la misma mane­
ra el autor de un libro tiene más gozo con un lector inesperado
que con un auditorio habitual. Esa es la ventaja inefable del
libro.
Han pasado diez años desde la terminación de los originales CAPITULO I
y casi ocho de la aparición de la primera edición. Salvo detalles
de diagramación, que se han mejorado, se ha preferido dejar CIUDADES Y FRONTERAS (1779J879)
intacto el texto primigenio. Al encontrarse agotado durante un UN SIGLO DE URBANIZACIÓN DEL
cierto tiempo sin que la editorial original lo reditase se ha ‘DESIERTO’ BONAERENSE
acumulado la demanda de esta 2da. edición. Como cualquier
agregado hubiese implicado una demora hemos preferido abste­
nemos en beneficio de los nuevos lectores potenciales.
Buenos Aires, setiembre de 1977

Cuando se habla de fundaciones urbanas en nuestro país se


suele destacar, por encima de todo, la labor urbanizadora de los
conquistadores españoles que procedían conforme al modelo que
instrucciones reales recomendaban, una y otra vez, y que sería luego
convertido en prototipo al recopilarse las Leyes de Indias. Eviden­
temente, aquélla fue una epopeya digna de nuestra mayor admiración,
lo cual no implica, entre tanto, que el resto de nuestras ciudades
tengan un origen indígena o meramente mercantil, o que no se
haya repetido otra gesta heroica en la urbanización del territorio.
Dos siglos después de consolidada la conquista del Río de la
Plata se iba a iniciar otra verdadera epopeya cívico-militar que,
avanzando a fines de nuestra era monárquica (como acertadamente
la ha calificado el historiador Raúl A. Molina), concluye en tiempos
del ferrocarril y la inmigración.
En el espacio de un siglo (1779-1879) se fundarán cincuenta
nuevos pueblos al sur y al oeste de la provincia de Buenos Aires
implicando la urbanización de alrededor de 250.000 Km2, o sea 25
millones de hectáreas de las que 10 millones se venderán para costear
—al final del proceso— la “Campaña del desierto”, dirigida por el
general Roca, que da término al peligro del indígena pampeano.
Estos 25 millones de hectáreas representan casi el 80 % de la super­
ficie de la provincia y van a ser pobladas aquellas cincuenta ciu­
dades que, así, dan un promedio de una por cada 400.000 Ha, o sea,
una densidad cuatro veces menor que la actual, al norte del río
Salado, pero que en aquella época significaba un avance notable
de civilización en territorios que, hasta la víspera, habían sido domi­
nados por el indio.
Fig. I. 1
Otro índice del marcado ascenso de este proceso de desarrollo
1
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puede inferirse de las cifras de la población que en 1815 se estimaba,
para las tierras ubicadas al sur del río Salado, en 594; en 1869, apro­
ximadamente en 100.000, y a fines de siglo (1895), en 358.420.
Fig. I. 2

Debe aclararse que cuando hablamos de. urbanización nos re­


ferimos no solo al hecho concreto de la instalación de ciudades, sino
también a todo el conjunto de elementos que hicieron posible esas
creaciones. En primer lugar, el factor cronológicamente precursor
de todo poblamiento, tanto indígena como criollo, fue el ganado
salvaje o cimarrón” que liberado de los rodeos se afincó en el interior
de la pampa. Este hecho determinó, por una parte, la atracción del
indio araucano que familiarizándose con él lo incorporó a su género
de vida, acercándose gradualmente hacia el litoral, a medida que
—como consecuencia de las matanzas— empezó a escasear; por otra
parte, las expediciones de los "accioneros” —o concesionarios del per­
miso municipal de “vaquear”— fueron penetrando tierra adentro, en
comarcas jamás exploradas anteriormente. El segundo factor ante­
cedente de la urbanización fue —simultáneamente— la instalación
de establecimientos rurales pioneros v de fortines militares erigidos
cuando comienza a entrarse en conflictos de dominio con el indio.
Estas estancias primitivas y estos fortines —que al principio se con­
fundían— van a prestarse asistencia mutua subsiguientemente, “A la
sombra” de dichos fortines, suele decirse, nacieron nuevos pueblos;
esto es un eufemismo, ya que aquellos baluartes eran de muy preca­
ria factura, a veces contraídos exclusivamente de paja brava, y por
su envergadura resultó más bien que fueron las poblaciones inci­
pientes las que dieron vida a los fuertes de vida esporádica, cuando
no efímera.
En tercer término deben mencionarse los elementos de conso­
lidación de estas instalaciones urbanas, tales como: el comercio; la
prestación de servicios; los nudos camineros, que definieron las
mensajerías; el telégrafo; y, sobre todo, el ferrocarril, que, aparte
de activar las comunicaciones, sirvió fundamentalmente para el des­
arrollo de la agricultura extensiva que, sin medios apropiados para
evacuar la cosecha, no habría podido sobrevivir los riesgos de un
acopio primitivo, sometido a las inclemencias del tiempo, que retar­
daron el proceso. De ellos puede mencionarse primero, el estado
decadente de España a fines del siglo xviii, en circunstancias en oue
para continuar la colonización hacía falta del esníritu que la había
animado en los siglos xv y xvi. Al lado de la Conquista, es obvio
que los movimientos de frontera son tímidos y lentos, pero también
es cierto que, ahora, había que vérselas con el indio jinete, lo oue
los españoles no habían jamás enfrentado. En segundo lugar, las
guerras de la Independencia hicieron que quedara franco el plan
organizado por las últimas autoridades virreinales, ya que todo es-
Fio. I . i

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fuerzo bélico debió orientarse en otra dirección. Tercero, las guerras
civiles que, en menor medida, tuvieron las mismas repercusiones que
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05 s la emancipación, para terminar, basta poco antes de concluido el

2245
6040
IO período, con algunas revoluciones de tipo local que, ciertamente, no
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OC CO beneficiaron la liquidación del problema. En medio de todos estos
factores flota constantemente la indiferencia y los males de una
ooc > o administración centralista que desde Buenos Aires daba su espalda
u. <z Q< a los que estaban trabajando por la grandeza nacional.
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C<ODC ■z Por último es necesario puntualizar que los términos que em­
UJ pleamos al componer el titulo del presente trabajo merecen algunas
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AL RIO SALADO
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observaciones. Cuando decimos ciudades, significamos genéricamen­
z Z O te núcleo de población de vida urbana, ’‘pueblo’, como habitualmente
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se los llama, siendo que para ser titulados oficialmente ciudades
o o 0 O < deben cumplir con requisitos de pura formalidad legalista, sin mayor
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relación con la efectiva jerarquía del núcleo.
En cuanto a la transformación de la campaña bonaerense —que
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2 Xuu
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co tuvo tanta importancia en la evolución de estos núcleos urbanos-
debe recordarse que fue causa inicial de la misma la dispersión del
ganado que espontáneamente realizó el trabajo de “compostura” de
los pastos. Luego vinieron, en pleno siglo xix, los adelantos de la
técnica, especialmente el alambrado y las aguadas artificiales, que

EXTERIOR
permitieron una mayor libertad de instalación; el primero liberó al
ganadero de buscar lugares que por su topografía facilitara el control
de los rodeos, como los famosos ‘rincones’ o costas meandrosas de
cursos de agua, que fueron los sitios más codiciados; las segundas
impulsaron la ocupación de tierras fértiles y de buenos pastos que
por falta de agua para los animales eran usados solo ocasionalmente.

URBANA
Otras invenciones como la chapa de zinc, el alambre de púa, el
molino de viento y los implementos agrícolas, hasta llegar a la má­
quina trilladora de vapor, van a usarse gradualmente a medida que
el siglo xix se acerca a su fin, consolidando así la instalación rural,
aumentando el volumen y calidad de su producto y contribuyendo
directamente a la prosperidad de las ciudades.

POBLACION
Pero así como hubo factores que positivamente estimularon el
avance urbanizador, hubo otros, descontando el indio que fue pro­
tagonista principal, que se interpusieron como elemento negativo. En
cuanto al término ‘frontera’, no debe entendérselo siempre como
rigurosa demarcación de territorio, como línea de ataque, ni como
barrera de defensa.
Recuérdese que, salvo en las etapas finales de la guerra con
el indio, entre fortín y fortín había una distancia de varias leguas,
lo que hacía difícil el control de la recta imaginaria que los unía
de a pares. Muchas veces hubo, también, que distinguir entre líneas
r*. ^ de frontera oficiales y la verdadera frontera pionera defacto. En
algunos casos el pionero la sobrepasó realmente, como en tiempos
de Rosas; en otros, solo en los papeles.

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Por lo demás, durante muchas alternativas de su desenvolvi­
miento, la frontera tuvo caracteres de ‘franja’, de “tierra de nadie”
o de vacío entre dos líneas de fortines, como ocurrió en la época de
Alsina, hacia el final del proceso.
Y en cuanto a la voz ‘desierto’, sabido es que, como bien dice
un geógrafo argentino, “ha sido entre nosotros, habitantes de la
pampa, sinónimo de ‘despoblado’ o territorio dominado por el indí­
gena, sin la menor alusión a la acepción geográfica del vocablo”
(Daus, 1951).
En suma, la urbanización de la pampa fue un hecho realizado
más por instinto que por real exigencia y que, como todos los grandes
capítulos de la historia, fue una empresa visionaria, ya que, muy
poco tiempo después, esas tierras iban a poder albergar millones
de inmigrantes europeos que —sobre esa gesta absolutamente crio­
lla—iban a arraigar no solo sus sembrados, sinos sus propias familias,
trasplantando así nuevamente la cultura europea en nuestro terri­
torio, sus hábitos urbanos y su madura tendencia de vivir en sociedad.
Las alternativas del proceso que vamos a relatar las hemos orde­
nado cronológicamente en años que son clave para su desarrollo:
1779, cuando se inicia la primera línea de frontera orgánica que da
como resultado la fundación de dos nuevos pueblos (Lobos y Chas-
comús); 1805, fecha que puede darse como en la que se producen
las primeras instalaciones exteriores al río Salado poniendo en mo­
vimiento el avance pionero; 1852, año de la caída de Rosas y de la
desintegración de su política de concordia; 1866, momento intermedio
entre el retroceso verificado en los años anteriores y las primeras
reacciones coordinadas que culminaron con los planes de Alsina y
Roca; 1879, punto culminante del proceso en el que se completa no
solo la ocupación de la provincia de Buenos Aires, sino que las ins­
talaciones urbanas, de fuerte espíritu militar, que han sido fundadas
poco antes, quedan incorporadas a la vida civil como consecuencia de
haberse aventado el peligro del indio. Tales fechas definen los cuatro
períodos en que hemos dividido el presente trabajo.
Fig. I. 3-

1779-1805

Hasta el tercer cuarto del siglo xvu los habitantes del entonces
reducido hinterland de Buenos Aires vivían despreocupados del indí­
gena, con el cual prácticamente no tenían contactos. La fundación
ae pueblos —Baradero en 1615, Quilines en 1666, Luján en 1682— y la
expansión rural, se desarrollaban sin inconvenientes, pese a que en
1659 la indiada llega al río Saladillo y en 1672 hacen daños a una Fie. 1.3
estancia —primera constancia de una serie de depredaciones futuras—.
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Con todo, según lo atestigua Falkner, los españoles no entraron en
guerra con los indios hasta 1738-1740. v sus filas impidió que se hiciese una conveniente selección, al punto
A principios del siglo xvm, el cerco comienza a estrecharse, y que, en un momento dado, se llegase a importar una partida de delin­
hacia 1751 solo dejan un estrecho corredor para las comunicaciones cuentes desde Montevideo. Ello, unido a la falta de remuneración,
con el norte, a la altura de Pergamino. Es entonces que se producen hizo que la deserción comenzara a registrarse en las filas del ejér­
matanzas, batidas y escarmientos o pactos de paz, previéndose que cito incipiente y ese precedente bien conocido va a convertirse, por
solo la colonización semimilitar y el apoyo del ejército a los esta­ espacio de un siglo, en uno de los factores adversos que más contri­
blecimientos rurales, que en sus orígenes tenían a cargo los fortines, buirán al retardo de la empresa. Los desertores no solo fueron un
será la única solución operativa. peso muerto en la conquista del desierto, sino que, muchos de ellos,
Es entonces, justamente, que la presión de la población hacia el se convirtieron en enemigos de la civilización.
interior comienza a ejercitarse. Entre los factores que provocan este No es posible continuar sin hacer mención de los estancieros
criollos que, justamente, no pudieron contar con las garantías y la
conflicto debe destacarse como el central —el que juega un rol en
uno y otro sentido— la hacienda que, primero, en estado salvaje seguridad que su labor reclamase. Así, Ibarguren, al referirse a uno
o “cimarrona" ha atraído al indígena araucano, a la vez que ha de ellos, Clemente López Osornio, abuelo de Rosas, lo califica de
“estanciero militar”, el que, como otros, pasó su vida lidiando con el
proyectado al cristiano hacia los confines del desierto en su búsqueda
indio, defendiendo palmo a palmo el territorio de su trabajo.
y luego, como consecuencia de su agotamiento, por las insistentes
‘Vaquerías” de uno y otro lado, ha despertado el apetito de los ma­ La creación del virreinato en 1776 y el impulso que adquirió
lones a las estancias establecidas con animales mansos. el comercio exterior, así como el tráfico de mercancías al interior del
Debe destacarse que el caso de las migraciones araucanas cons­ país, obligó a que se arbitraran recursos más eficientes.
tituye un raro ejemplo de cómo, ni aun en la etnografía más elemen­ A partir de esa época se planteará una dualidad de criterios
tal, es infalible el proceso normal de evolución del género de vida que se prolongará por un siglo. La misma consistía en dos estrategias
nómada al sedentario. En ésta emergencia, justamente, se produce opuestas, o sea, la de mantenerse en una posición de tipo defensivo
un fenómeno de involución, visto que aquellas tribus de pueblos o bien la de optar por una ofensiva general que terminase con la
cordilleranos, que ya conocían la agricultura y la industria primitiva, amenaza totalmente.
en presencia de un agente imprevisto en el desarrollo teórico de la Después de diversas alternativas que no es el caso recordar, y
civilización, como el ganado, vuelvan a practicar un género de vida durante las que se fundan los fuertes de Rojas y Melincué, el virrey
nómada valiéndose especialmente para ello de los caballos salvajes, Vértiz aprueba el plan del teniente coronel Francisco Betbezé, quien
de los cuales se convirtieron en expertos jinetes. aconseja, en 1770, fortalecer una línea defensiva al interior del río
En todo caso está visto que, de no ser por la' existencia del ga­ Salado mediante la intercalación de algunos nuevos fuertes como
nado suelto, el proceso de expansión rural y la posterior urbanización el de Chascomús, Ranchos y Mercedes, este último donde hoy existe
se hubiesen desenvuelto con toda una serie de características diferen­ el pueblo de Colón.
tes y, sobre todo, se hubiera acelerado su ritmo. Pese a la resistencia a enrolarse, las penurias materiales y la falta
A la vez, es imposible dejar de reconocer que gracias al ganado, de experiencia en este tipo de actividad, puede reconocerse que hacia
suelto o sujeto a rodeo, la tarea de conquistar a pie firme el territorio 1780 las irrupciones del indígena han sido contenidas gracias a la
se vio enormemente facilitada. Especialmente la hacienda mansa fundación de los fuertes según el Plan Betbezé.
abrió avanzadas tierra adentro, mejoró la calidad de los pastos, esti­ En 1744 se estimaba en 6.064 los habitantes de la campaña de
muló a los pobladores, preparó el terreno para la agricultura y, en Buenos Aires y en 1778 esa cifra había ascendido a 12.925 (incluidos
fin, fue un antecedente importante para la posterior urbanización. 1.543 indios). En 1801, Azara calcula la cifra de 32.168, conceptuando
“A partir de 1737 —dice Marfany— comienza a sufrir la campaña de estrecha la línea de frontera que había fijado Vértiz para el creci­
de Buenos Aires un período de grandes invasiones ejecutadas por miento rural de Buenos Aires. En su opinión, lo que debe hacerse
pampas, aucas y serranos." es perseguir al indígena hasta el Río Negro, hasta terminar con la
En 1737 se funda Arrecifes y en 1745 se establecen fortines ais­ amenaza, tal como lo propiciara anteriormente el virrey Cevalíos y lo
lados que por falta de paga son abandonados hacia 1750, El peligro ejecutaran Rosas primero y Roca después.
es ya tan amenazante que, por fin, las autoridades del Cabildo de En efecto, a principios de si^Io, el incremento poblacional supe­
Buenos Aires se ven obligadas a crear, en 1752, las milicias rurales raba las previsiones hechas según el plan meramente definitivo y
que llevarán el nombre de Blandengues. Pero la necesidad de llenar obligaba a pensar en trasladar la frontera repitiendo la estrategia
anterior, nuevamente, en todos sus mecanismos. Esta alternativa

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realidad tipológica. La antigua tradición española de la ciudad te­
despierta en la mente clara de Azara la convicción de que una política rritorial parece haber revivido en estas fundaciones menores en las
puramente militar no puede ser remedio perdurable para la situación
que, en todo caso, se conservó el carácter de verdaderas islas de
y es entonces que señala la necesidad de una verdadera política
agraria que consolide la posesión del territorio conquistado. urbanidad en el rústico océano pampeano.
Las siete ciudades en gestación existentes ya en 1781, con un
El hecho de que la pampa era entonces solo una lonja de terri­
torio de poco más de 100 km de ancho no significa que no existiese promedio de 320 habitantes cada una, elevaron esa cifra a alrededor
otro poblamiento en sus confines. Efectivamente, en 1779, punto de de 1.000 al filo del siglo xix; nada parece más elocuente para ra­
arranque de esta gesta, se había fundado el fuerte de Carmen de tificar la indudable vocación urbanizadora del primer movimiento
Patagones, pero a él solo podía accederse por vía marítima; por tanto, de frontera operado en el frente bonaerense.
nunca formó parte del proceso de urbanización secuente del territorio.
La búsqueda de un nexo de comunicación terrestre con dicho
fuerte fue, sin duda, uno de los móviles de la expansión hacia el
sur, como, por otra parte, lo confirma el informe del coronel Pedro 1805-1852
Andrés García a su regreso de la expedición a la Ventana en 1822. Las invasiones inglesas y la guerra de la independencia impu­
Hacia 1805, puede establecerse que se verifica el primer tras­ sieron un breve compás de espera en el desarrollo del territorio.
paso de pobladores al sur del río Salado, contrariando lo dispuesto
Aunque las nuevas autoridades, en 1810, dictan un primer decreto
por las autoridades. Este indicio revela la envergadura de dichos
distribuyendo tierras, y la Asamblea del año 13 faculta la venta de
pobladores que corriendo riesgos seguros prefirieron trabajar campos
propiedades del Estado, es solo en 1817 que comienza, en cierta
más extensos en lugar de permanecer, relativamente constreñidos, al
amparo de la frontera. AI respecto debe señalarse que la ocupación escala, la política de enajenación de tierras “para extender la línea
de fronteras” interesando a los nuevos pobladores con la adjudicación.
de los campos no era compacta y continua de la forma que puede
El reclutamiento de tropas para servir en el ejército libertador
serlo hoy en los territorios más apartados del país, amén de que las
densidades rurales de entonces son incomparables con las de ahora. gravitó seriamente en la continuación de la empresa militar. Así,
Uno de los factores que determinaran la expansión discontinua del en 1815, al regresar de su viaje a las Salinas, Pedro Andrés García
establecimiento rural era, fundamentalmente, el hecho de que vastos expresa su preocupación por el hecho de haber hallado estancias del
espacios fuesen considerados inútiles por carecer de convenientes otro lado del Salado, hasta.a 60 leguas de Buenos Aires, las cuales
aguadas naturales y, otros, solo aprovechables durante períodos en se hallaban totalmente desguarnecidas de protección militar (De
que la condición de los pastos naturales era propicia. Unicamente Ángelis, 1910). En consecuencia, propone el traslado de la fron­
así se comprende que, a principios del siglo xix, pudiera hablarse tera: de Chascomús a la laguna del Sermón, de Ranchos a la laguna
de una saturación del territorio poblado, teniendo a la vista que, de los Huesgs, de Lobos a la laguna Blanca, de Monte a la laguna
como ya lo consignamos, la población de la campaña de Buenos del Toro y de Navarro a la del Trigo.
Aires se había casi triplicado a partir de la creación del virreinato Fig. I. 4
del Río de la Plata.
Desde el punto de vista de la urbanización, en el período co­ Ya en 1816 —aceptado el hecho del poblamiento allende el Sa­
mentado, debe destacarse que se han producido dos fenómenos com­ lado— se otorgaron algunas suertes de estancia en ese sector, según
plementarios. Por un lacio, el establecimiento de fortines regu­ el reglamento pertinente del 25 de enero de ese año. Esas tierras se
lares no solo contribuye a la consolidación del territorio, sino que concedían con la condición de cumplir una serie de exigencias como
representa el germen de una serie de futuras ciudades que se for­ la de levantar una vivienda, plantar monte, hacer corrales zanjeados
marán en base a la población estable que atraerán esos focos de y poblar de hacienda. Se trata de un antecedente de la enfiteusis,
resistencia militar; por el otro, comienza a manifestarse el movimiento que como es sabido se implanta solo en 1826 y tiene una existencia
pionero, no suficientemente ponderado entre nosotros, que será uno efímera fundamentalmente por las tres razones que se sintetizan en
de los elementos primordiales para la posterior urbanización. Repá­ (Coni, 1927): 1) la falta de máximos de extensión; 2) el no obligar
rese, por lo demás, en el hecho de que esas poblaciones incipientes a poblar; 3) la permisibilidad de libre transmisión y sub-arrienao.
tuvieron ya entonces, y lo mantendrán en todo el proceso, un fuerte Con todo, no es posible descartar que en medio de muchos enfiteutas
acento urbano como función predominante; la aldea rural, por las que ni siquiera fueron a ver sus tierras hubo algunos que se trasla-
características socio-económicas de nuestra pampa, jamás fue una
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ciaron con familias y hacienda contribuyendo así al posterior beneficio
de los remisos y, por sobre todo, al ae la propia tierra.
"En 1818 ya existían estancias pobladas en campos fiscales y en el
sur de la Laguna de Caquel —hoy partido de Maipú—” ( Sáenz, 1957).
Entre tales estancias se recuerda la antigua familia de los Ezeiza
y otras que construyeron sus casas habitación en los nuevos campos.
Como estas tierras estaban sometidas al peligro dél malón, dichas
casas solían ser de material con techo de azotea, mientras otras,
alejadas del riesgo, eran de barro, pared francesa y techo de paja a
dos aguas.
Hay que destacar, sin embargo, que, desde tiempos coloniales, se
conserva aún hoy el hábito que muchos propietarios tenían de resi­
dir solo temporariamente en sus estancias provocándose un fuerte
desnivel cultural entre ellos y su personal de trabajo. En ese sentido
la urbanización de la pampa ha jugado un papel irreemplazable al
introducir una población de nivel intermedio en sus pueblos gene­
rando, más tarde, una fuerte clase media urbana que ha sido regu­
ladora de muchos procesos socio-económicos.
Hacia 1817, entre tanto, es cuando comienzan a madurarse los
consejos de Azara. Aunque la línea de frontera no ha tenido alter­
nativas en su sector norte y medio, al sur se establece un puesto,
exterior al Salado sobre la laguna de Kakel Huincul, cuya misión
deriva, principalmente, en la vigilancia y control de los frecuentes
robos de hacienda que se producían entre “cristianos”. En ese sentido
no puede descartarse la importancia del hecho en relación con el
proceso urbanizador, dado que la falta de garantías policiales en el
campo ha sido requisito sine qua non para el florecimiento de los
centros urbanos.
A mediados del mismo año se verifica la primera fundación de
un pueblo al sur del Salado, Dolores, que nace tanto como guarnición
cuanto como capilla. Esta atrevida empresa, fruto más del entusiasmo
pionero que de la estrategia militar, tiene una breve primera etapa de
existencia. Asolado en 1821, queda reducido a cenizas en 1823 como
consecuencia de un segundo ataque.
El empecinamiento de sus pobladores debía tener una profunda
explicación, pues, en 1826, Dolores es retrazada y repoblada, y a fines

íf
de ese año contaba ya con 100 habitantes.
La época siguiente a la refundación de Dolores fue azarosa,
especialmene por las vicisitudes económicas en que se debatían los
sectores pioneros. Aparte de ello, en abril de 1821, los indios habían
hecho una enorme devastación en el partido de Lobos, repitiéndose
en la franja ocupada exterior al Salado lo que unas décadas antes
Fie. 1.4 había acontecido a su interior.
Entre tanto, se han producido algunos síntomas que permiten
entrever cambios en el sistema de ocupación territorial. Después de
1810 no hay casi fundaciones urbanas sin donaciones de tierras para
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CIUDADES Y FRONTERAS (1779-1879)

establecimientos rurales. Después de 1820 la palabra “pago" cruza Los nombres de Senillosa, Teodoro Schuster Narciso Parchappe,
el Salado y se usa, todavía más indiscriminadamente que en tiempos Antonio Manuel de Molina, Wysocki, Melchert, Rafael Hernández,
coloniales, sin dar limites precisos, ni tener necesariamente autoridad Chapeaurouge, Sourdeaux, y tantos otros, deben ser recordados como
constituida, sino pura y simplemente para designar un trozo de terri­ contribuyentes directos a la urbanización del territorio.
torio que ya no era desconocido, y que se había incorporado a la En 1825, el gobernador Las Heras nombra a don Juan Manuel
civilización defacto, en el cual vivía gente con carácter estable aun­ de Rosas, estanciero conocedor de. la frontera y versado en los dialec­
que sometida, por el momento, a vicisitudes diversas. Es la patria tos indígenas, para fijar un status con los indios y determinar una
pequeña, le pays, o la comarca, a la cual tanto el estanciero seden­ nueva línea de frontera, lo que se dará por realizado a principios
tario como el gaucho nómada se sentía ya arraigado, a pesar de que de 1826. Esta línea significa un avance apreciable de las defensas
por las características fisiográficas la discriminación sectorial de la militares que, salvo en el sector de Dolores, aún se confundían con
pampa no se definió claramente hasta que la mano del hombre el curso del río Salado, y constaría de cuatro fuertes principales: el
dejó su marca.
de la laguna del Potroso o Fuerte Federación, como se llamaría
A partir de este momento se va a producir un fenómeno inusitado luego, dando lugar a la formación de la ciudad de Junín; el de Cruz
en el poblamiento de la provincia de Buenos Aires como es el de la de Guerra, que generaría 25 de Mayo —pueblo fundado en 1839—,
creación de partidos previo al de sus ciudades. Aunque pudiese
el de la Laguna Blanca en Olavarría -cuyo pueblo tardaría en
interpretarse que tal designio ocultaba alguna motivación de tipo arraigar-, y el ya fundado Fuerte Independencia en Tandil. _
burocrático, la realidad era muy otra y precisamente nacía de una Estos fuertes significaban un adelanto en relación a las precarias
necesidad concreta cual era la de establecer autoridad civil —jueces
construcciones de la era hispánica, y fue-on planeados y construidos
de paz en el período 1821-1852— en vastas jurisdicciones mediana­
inmediatamente con el concurso de técnicos conocedores de los prin­
mente pobladas, pero libradas a su suerte en materia de seguridad
y orden social. cipios rectores de esta especialidad dictados por el célebre ingeniero
militar Vauban. Dicho plan incluía una gran fortaleza, cuyo empla­
Estos jueces de paz —reemplazantes de los antiguos alcaldes
de hermandad- tomaban asiento en sus propios domicilios rurales zamiento no integraba la misma estrategia de la línea de frontera, sino
que, naturalmente, eran los cascos de sus estancias. un designio diferente, como era el de proteger las costas vacías del
La ciudad, en ciertos casos, tardó mucho en llegar. En Las sur de la provincia y, eventualmente, constituir una avanzada contra
Flores, por ejemplo, la población arraiga alrededor de 1810, el par­ el indio que, en el peor de los casos, siempre quedaría unida por
tido se crea en 1839 y las autoridades municipales —designadas previa mar a Buenos Aires.
fundación de la cabecera— antes de 1856 en que finalmente, en ese Así, en 1828, se funda en Bahía Blanca la Fortaleza Protectora
tiempo, se establece el pueblo. Argentina como consecuencia de una partida de reconocimiento lle­
gada por tierra a este lugar, ya conocido por exploradores y mari­
Mientias tanto, el proceso de avance militar se desarrolla con
movimientos aislados y sin mayor coordinación. En 1823, el general neros en el siglo xvm y principios del xrx.
Martín Rodríguez realiza una extensa expedición por la zona serrana Junto con el fuerte se trazó un pueblo que recibió un nombre
del Tandil, cuyo resultado visible va a ser el establecimiento del que no logró arraigar, esto es, el de Nueva Buenos Aires. La pobla­
Fuerte Independencia, núcleo sobre el cual crecerá la futura ciudad ción vivió" hasta 1834 al cuidado de los militares en cuyo año se crea
de Tandil. Dos meses después de dicha instalación el gobierno creyó el partido de Bahía Blanca y se le asignan autoridades civiles.
Junto con Carmen de Patagones, Bahía Blanca resulta ser vino
llegado el momento de proveer al Tandil de las familias que llena­
de los únicos dos casos de fundaciones no-secuentes y_fuera de serie,
ban el objeto tenido en cuenta al fundar el fuerte; pero eso sí, encon­
por el hecho p rin cip a l de ser puertos de mar. La importancia de
traba necesario que> antes, fuesen mensurados y amojonados los
Bahía Blanca, empero, va a ser capital en relación a los últimos
terrenos que se les iba a entregar, incluyendo suertes de chacras y
estancias" (Gorraiz Beloqui, 1958). avances de la frontera, como podrá verse más adelante.
La instalación de la nueva frontera no significó que desapare­
La importancia de los; trabajos de mensura no puede ser subes­ ciese completamente el peligro indígena a retaguardia. Quienes, por
timada; en torno a ellos giraba la estabilidad del poblamiento, sin
ejemplo, se establecieron en el trecho que va del Salado a^ las
contar que los agrimensores eran, en muchos casos, verdaderos ex­ Sierras de Tandil, aunque lo hicieron esperanzados en la seguridad
ploradores que reconocían el terreno nuevo, por primera vez en
detalle. ’ que brindaría el nuevo emplazamiento, debieron conquistar, ellos
mismos -cotidianamente-, el terreno ocupado. El pago de Ranchos,
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LA CIUDAD PAMPEANA
realizó, prácticamente, sin apoyo y con oposición de Buenos Aires,
como el de Dolores, fueron zonas de bravos pioneros sin cuya exis­ caracterizándose por el hecho de no haber tomado prisioneros y no
tencia la vida urbana hubiese sido más azarosa y postergada. dejar más que un fortín sobre el río Colorado.
Como consecuencia del establecimiento de la frontera de 1828 Sin duda Rosas tenía ideas muy peculiares sobre la cuestión
se hacen concesiones de tierras —suertes de estancia— sobre el del desierto y del indio. Creía, sin duda, que era preciso distinguir
arroyo Azul, al año siguiente. Verdad es que, en las inmediaciones, entre el indígena pacífico, que constituía la mayoría, y la delincuencia
ya se habían instalado algunos pioneros unos años antes, en virtud indígena generalmente instigada, directa o indirectamente, por al­
de las cesiones enfitéuticas. No obstante, la nueva distribución de gunos cristianos. Después de haber vivido por espacio de más de
suertes no solo consolidó el territorio intermedio, sino que tuvo como un siglo como dueños y señores de la pampa, teniendo a su dispo­
consecuencia la próxima fundación del Fuerte y Pueblo de Azul, sición abundante ganado, del cual finalmente concluyeron alimen­
gérmenes de la actual ciudad homónima, ya que, mutuamente, tándose pura y exclusivamente, no era fácil privarlos de ese modo de
establecimientos militares y rurales se necesitaban los unos a los
vida que alcanzaba hasta su dieta.
otros, y de esta interrelación era inevitable que surgieran centros
Por eso pues, Rosas realizó esa expedición de reconocimiento del
de población, pueblos, que luego se convirtieron en ciudades.
terreno y estableció contacto con los jefes indígenas en busca de un
Complementando la política de ocupación rural, el 28 de abril
de 1829, se dicta un decreto estableciendo las bases para las trazas statu-quo que, sin duda, logró. La fórmula de aceptación se basaba
de pueblos futuros, algunos de cuyos artículos merecen transcribirse: en una división de furisdicciones —que eso fue más que nada la nueva
línea de frontera de 1833— y en la provisión de suficiente caballada
Art. 1Q. En cada uno de los fuertes situados en la línea de como para que las tribus no pasasen hambre y se abstuvieran de
frontera se trazará un cuadrado a los rumbos generales cu­ toda rapiña.
yos lados distan dos leguas del portón o puerta principal del De 1834 a 1852 la pampa vive un estado que podríamos llamar
fuerte destinándose esta extensión para solares, potreros, quin­ de jtfíx rosensis. Verdad es que durante este período no se verifican
tas y tierras de pan llevar. fundaciones urbanas, con la única excepción de Bragado en 1846, que
Art. 3°. La extensión de cada manzana será de un cuadrado viene a resultar de una medida militar aislada. En efecto, va en la
de cíen varas de lado, la cual será dividida en cuatro solares, década de los años 1820-1830 habían comenzado a poblarse los cam­
la generalidad de las calles tendrán diez y seis varas de ancho, pos del lugar y a partir de 1828 una línea imaginaria, uniendo el
las quintas se compondrán de cuatro manzanas con las callos Fuerte Federación en Junín con el de Cruz de Guerra en 25 de Mayo,
inclusive v las chacras constarán de diez y seis cuadras, protegía teóricamente a los ocupantes rurales. Empero, para hacer
Art. 4o. El Comandante Militar de cada uno de los expresados más efectiva la seguridad de la población campesina, en 1846 se de­
fuertes... procederá a la distribución de los- solares, quintas termina el establecimiento de un puesto militar v pueblo en lo aue
y chacras... 5 actualmente es la ciudad de Bragado el último de los cuales tendría
por origen el otorgamiento de un solar a cada uno de los 53 acompa­
De esta cita parcial de los aspectos más concretos del decreto ñantes del Sargento Mayor que comandara el grupo militar funda­
se advierte la inercia intacta de la tradición urbanística colonial en cional. Rápido fue el desenvolvimiento de este núcleo que en 1853,
muchos aspectos, aunque debe destacarse un mayor ancho para las a siete años de fundado, contaba con 40 casas ‘de material, lo que
calles y un abandono del precepto del medio rumbo para la orien­ era una buena performance para esos tiempos v lugares.
tación de la planta, seguramente con el objeto de no dejar márgenes El río Quequén fue una frontera natural durante largos años,
de error en la interpretación de una norma harto sencilla. aproximadamente desde 1840 hasta después de 1860 en que se crean
A continuación de la fundación de Azul, en 1832, Rosas de­ los partidos de Necochea y Tres Arroyos (1865) y el de Juárez (1867).
creta durante el gobierno de Viamonte— donaciones de tierras Mientras los campos situados al norte de los partidos nombrados eran
sobre la nueva línea de frontera, a militares y pioneros. conocidos de antiguo por haber sido recorridos por diversas expedi­
^ Es en 1833 que Rosas, durante el gobierno de Balcarce, planea y ciones, como las de las Salinas en el siglo xvin, por muchísimos via­
ejecuta la acción militar de mayor envergadura contra el indio lle­ jeros y por Rosas mismo, a principios del siglo xix, permanecían
gando hasta el Río Negro, aunque otras dos columnas una de O ignotos, acaso por quedar fuera del trayecto más directo desde Buenos
a E y otra de N a S, que deben converger con la primera, fracasan Aires a Bahía Blanca y estar cruzados por varios ríos como el Quequén
en su operativo. La campaña de Rosas es un episodio harto discutido Grande, el Quequén Chico, el Quequén Salado y el- Sauce Grande.
hasta hoy y debe recordarse que aun lo fue en su momento. Se
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CIUDADES Y FRONTERAS (1779-1879)
La Carta Geográfica de la provincia de Buenos Aires de 1830,
impresa por Bacle y Cía., corrobora lo afirmado, pues, mientras des­
cribe con bastante detalle prácticamente todo el territorio —con ex­
cepción del ángulo noroeste— estampa esta leyenda: "Campo cuya 1852J866
topografía no es aún bien conocida”, para el sector comentado.
Los partidos creados por Rosas eran inmensos y sin núcleos de
Aunque la frontera de Rosas en 1833, que unía Patagones y Ba­ población. En 1852, como consecuencia del establecimiento del nuevo
hía Blanca con Junín, fue teórica, la ocupación rural avanzó extra­ régimen, se planea dividirlos y crear centros. Las fundaciones subsi­
ordinariamente de 1830 a 1852. No fue un movimiento urbanizador
guientes a Caseros revelan el grado de maduración de la ocupación
pero sí pionero. Si la zona del sur de la provincia, arriba descripta,
rural . Ya no son ciudades territoriales, sino centros de atracción con
no fue poblada, ello ocurrió más por falta de vitalidad que por ca­ un urriland concreto. Así surgen Chivilcoy (1854); General Alvear
recer de garantías. La campaña de 1833 parece no haber logrado sus (1855); Las Flores (1856), y Tapalqué (1855) que fracasa de pri­
objetivos porque no dejó establecimientos duraderos en la frontera, mera intención durante el proceso de traslado de sitio, pues una vez
pero esto no es un argumento coherente con los objetivos de la em­ abandonado el emplazamiento primitivo los indios destruyen el nuevo
presa. Rosas se propuso y logró relevar el territorio y descubrió que (Capdevila, t. II, p. 8).
los ríos Colorado y Negro eran factibles para contener al indio,
Asimismo se refuerzan Bragado y 25 de Mayo, ya existentes.
aunque reconoció que esa posibilidad no estaba a su alcance. Pero estas optimistas creaciones no condicen con la situación general
Posteriormente, el bloqueo anglo-francés (1839-1848) provoca
frente al indígena. La caída de Rosas tuvo repercusión inmediata
un cierto estancamiento agrario donde poco tiempo antes se intro­ en las tolderías, la base de la pax rosensis estaba basada en el carismo
ducían técnicas nuevas como el balde sin fondo, la importación del
personal del jefe, en su don de lenguas, en su habilidad para el trato
primer toro Durham y los primeros planteles de lanares finos.
y la negociación, en su conocimiento de la psicología primitiva y,
Mas si hiciera falta echar mano de otro argumento para demos­
sobre todo, en el cumplimiento estricto de los pactos. Las nuevas
trar que en la época de Rosas el poblamiento rural fue una de sus
autoridades, imbuidas de principios teóricos, desatendieron la reali­
características más salientes —exceptuando el caso de Chascomús y
Dolores donde tras la fracasada revolución de los hacendados se pro­ dad sin percatarse que se había producido un cambio de fase de la
duce una decadencia, si no un retroceso— bastaría con mencionar el cual habían perdido el control.
proyecto que hubo de crear nuevos partidos en el sur entre Lobería Sea por oportunismo, desconfianza o por necesidad de conseguir
y Bahía Blanca. manu militad el ganado con que Rosas los alimentara, es un hecho
Dicho proyecto no nacía de una voluntad arbitraria, sino que que a su caída se renuevan los ataques, comenzando por el que se
tenía como fundamento el informe que elevase el coronel Narciso del produce a la Fortaleza Protectora Argentina (Bahía Blanca), por
Valle, profundo conocedor de la región, y en el cual manifestaba "que las tribus semi-pacificadas de Tapalqué el 6 de abril de 1852, a solo
la población se extendía ya no solo hasta el Cristiano Muerto, sino dos meses -de la batalla de Caseros. Este golpe sorpresivo fue pla­
por ambas márgenes, en todos los arroyos hasta Bahía Blanca (Ro­ neado por Calfucurá que subleva, por la tuerza, las parcialidades
meo, 1954). indígenas establecidas mediante tratados de paz anteriormente ce­
lebrados.
Con la fundación de nuevos partidos y el consiguiente nombra­
Aunque la época de Rosas no había estado totalmente exenta
miento de autoridades, Rosas perseguía, además, un segundo objetivo, de ataques, el de 1841, por ejemplo, había sido absorbido por la
el de contrarrestar la poderosa influencia de hacendados que no le reacción del frente pionero. A su caída, en cambio, la amenaza indí­
eran adictos.
gena se orquesta de tal manera que es justo reconocer que en 1855
La muerte súbita de del Valle en 1849 pospuso indefinidamente
la línea de frontera retrocede más atrás de lo que había estado en
el proyecto, pero no cambió en absoluto la realidad que significaba el
1826 y solo en 1855 se verifica una reacción, después de reconquistar
efectivo poblamiento de la pampa desde Buenos Aires hasta Bahía el control de Tapalqué y fundar el Fortín Esperanza que generará el
Blanca, cual había sido la tan acariciada meta propuesta décadas pueblo de General Alvear.
atrás. Como veremos, esta situación fue desvirtuada por los eventos En 1858 la línea oficial de frontera se traza desde las puntas
que se suceden a partir de 1852 y solo muchos años después recobra del Quequén Grande, una línea exterior a las Sierras de Tandil, Ta­
su estado anterior.
palqué, Fortín Esperanza, Cruz de Guerra, Bragado y Junín.
Es en esta época que puede comenzar a hablarse de la frontera,
no como un límite riguroso desde que, al retroceder, ha dejado pobla­
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dores y cautivos en una franja, más o menos extensa, en la que bajo tracciones, fueron comunes en la medida que.de esta manera se reem­
la amenaza indígena la vida no se ha interrumpido para aquéllos. De plazaba la falta de centros urbanos con provisión de artesanías.
entonces a 1876 en que comienza a ejecutarse el plan de Alsina, la En este período ocurre, como ya lo mencionamos, el trasladó
frontera sera una suerte de tierra de nadie’, donde no alcanzan las infortunado del pueblo de Tapalqué. A diferencia de lo que acon­
garantías del gobierno y donde infieles’ y ‘cristianos’ vivirán según teció con las primeras ciudades hispánicas en nuestro país que, salvo
su ley propia. Éste es el escenario de las andanzas del gaucho Mar- raras excepciones, sufrieron procesos de mudanza a poco de ser
^ Fierro, que no podrían haberse realizado de no mediar estas instaladas, las fundaciones argentinas rara vez fueron trasladadas
circunstancias del medio. durante su período de crecimiento.
La linea de 1858, por lo demás, se estableció meramente como El decreto de traslado de Tapalqué se origina en un pedido de
referencia para el cumplimiento de la ley del 16 de octubre de ese sus vecinos, quienes solicitan se lo emplace en el sitio donde surgirá
año, por la que, completando el sentido de la legislación anterior­ Olavarría. Dicho decreto del 2 de marzo de 18.5 dice en su articu­
mente dictada en materia de tierra pública, se autoriza al Poder Eje­ lo 3Q: “El ejido del nuevo pueblo se trazará del mismo ^modo que el
cutivo a dar en arriendo la que estaba aún sujeta a enfiteusis por el de Azul con sujeción al decreto de 9 de junio de 1832”. _
término de ocho años y a conceder libre de arrendamiento —bajo la Como lo reconoce el artículo 7*?, esto importaba tácitamente
condición de ser poblada— la que se hallaba exterior a esta línea de adelantar la frontera y, como tal, fue un paso apresurado y en falso.
frontera (Levene, 1940). Cuando el decreto tenía principio de ejecución, los indios invadían
Reténgase que tanto antes como ahora no se trataba de ha­ el nuevo pueblo y fuerte desbaratando la empresa y quedando el
cer agricultores, sino ganaderos-propietarios. Todas las críticas que antiguo pueblo abandonado. Solo en 1863 se re-fundará Tafíalqué,
posteriormente se han hecho —sin perspectiva histórica— a esta cir­ próximo a su sitio original (Capdevila, 1963). / _
cunstancia carecen de fundamento realista y son solo resultado de El episodio es ilustrativo no solamente de la inseguridad en que
esquemas ideológicos. Dada la situación concreta del medio físico se hallaba la urbanización del territorio, sino también de la simpli­
pampeano y, sobre todo, la falta de un sistema de transporte perma­ ficación de la¿ fórmulas de que se echaba mano proponiendo, no y*
nente, era absolutamente impensable y utópica toda tentativa de seguir upa pauta básica,. sino, estrictamente, copiar el modeló ae
fomentar la agricultura y la radicación de campesinos en pequeñas Azul. „ .
parcelas. De allí que aún a esta altura del proceso, el cultivo de la Este clirría de inseguridad fue general en la campana durante
tierra quedase restringido a un anillo envolvente de las plantas urba­ más de una década, hasta que la situación se hace insostenible y
nas, tal cual era la pauta de la ciudad colonial, con sus tradicionales comienza a organizarse el ejército. A los renovados- átáques de los
tierras de pan llevar’ , en las que no podía pastorear el ganado que malones había que agregar la delincuencia que, especialmente, se
—a falta de cercos y alambrados— se criaba sometido a rodeo. materializaba en robos de hacienda y otras fechorías que sé come­
El gran problema de cuanto sistema se ensayó para dar acceso tían en medio de una impunidad general- con el consiguiente resen­
a la tierra estaba condicionado por la imposibilidad de ejercer un timiento de la campaña hacia Buenos Arres, indiferente, ineficaz y
contralor adecuado en la inmensidad desolada del territorio. absorbida en sus menesteres de una política azarosa. _ _
i De una manera u otra es un hecho que, merced a esas conce­ Una carta del pionero Mariano Billinghurst'a Mitre, eh junio
siones los valores de la tierra subieron verticalmente, sobre todo al de 1863, es bien típica de las alternativas mencionadas. Lamentando
interior del Salado, ya definitivamente exento de la amenaza indí­ el saqueo de su estancia acabada de poblar, se queja de haber oído
gena y convenientemente dotado de pueblos en una frecuencia ade­ decir que su hacienda, llevada por los indios cuatreros al Tapalqué
cuada (Oddone, 1930). y al Azul, había sido comprada a éstos sin averiguar - o bien ocul­
Después de 1852 y justamente a causa de la pérdida de la tando— su procedencia. La protesta de Billinghurst destaca clara­
estancia fortificada con zanjas (a falta de otro medio mejor, como mente que, al hacerla, no se arrepiente de haber asumido los riesgos
seguridad, comienzan a surgir en la pampa los famosos cascos de de haber traspasado la frontera, sino de la impunidad que demuestran
cercado), puente levadizo y mangrullo de observación, amén de los las autoridades frente a los que se benefician de los atropellos come­
pintorescos cañoncitos que'más que de defensa servían para dar la tidos a gentes trabajadoras y progresistas (Romeo, 1935).
alarma con su estampido (Sáenz, 1957). Por los mismos motivos que En esas circunstancias generales, un gran conocedor de las repo­
se fortificaron estos cascos, comenzaron a reunir en su tornó una nes fronterizas, el general Benito Machado, propone como remedio
serie de edificios e_instalaciones que llegaron a darle el aspecto de la fundación de colonias militares en base a pobladores argentinos
verdaderos pueblecitos; la herrería y la carpintería, entre otras eons- en el sur de la provincia. “Machado era un convencido de que la

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CIUDADES Y FRONTERAS (1779-1879)
LA CIUDAD PAMPEANA
especialmente dedicada a la fundación de pueblos, van a proliferar
mejor forma de contener las tropelías de los indios era fundando los mismos, sea porque vienen a llenar un vacío preparado para ello,
poblaciones (Romeo, 1935), y a ese efecto formuló un. proyecto sea porque la amenaza indígena se irá retirando gradualmente al
completo que podna servir de modelo. En concreto, propone obli­ oeste sea —finalmente— porque la organización de la campaña en
garse a reunir mil guardias nacionales estableciendo un pueblo, en municipalidades exigirá el lugar de asiento de las mismas, esto es,
el plazo de doce meses, con no menos de 800 "hogares o habitaciones'. las cabeceras de partido. ,
Sus pobladores serían gentes de escasos recursos, que tendrían que El comienzo de esta actividad en forma orgánica provocó mu­
venir acompañados de sus familias sin cuyo requisito no gozarían dé chos comentarios en todos los sectores, pudiéndose leer en el diario
las concesiones que anteriormente se manifiestan. de sesiones de la Cámara de Diputados, correspondiente al año 1863,
Del articulado del proyecto vale la pena citar: opiniones bien contradictorias limitadas en debates relativos a esta

Art. 8. Estará a cargo del que comanda la colonia todo aquello CUe “Los pueblos no se crean por decreto”, llega a decir entonces el
que sea relativo del régimen y gobierno de ella. diputado Huergo, refiriéndose a algunas fundaciones fallidas, tales
Art. 12. Todos los individuos que formen parte de esta colonia, como la de la Chacarita de los Colegiales fundada por Rivadavia y
en caso de invasión deberán acudir al paraje que se hubiese la de CastelU decretada en 1856, pero sin concretarse a la fecha del
designado anticipadamente por el jefe de ella, para acudir debate. El diputado Ugarte, contestando a Huergo, repuso que “solo
donde su presencia fuese necesaria. cuando los vecinos demuestren interés en la formación del pueblo el
Firmado: Campamento en el Pescado, febrero 14 de 1863 gobierno los auspiciará”.
Benito Machado En verdad, así fue las más de las veces, incluso, en muchas, el po­
(Archivo del Gral. Mitre, t. XXIV) der público fue lento en implementar estas fundaciones, sobre todo si
las relacionamos con la impaciencia de los potenciales pobladores y
La guerra con el Paraguay (1865-1870) interrumpió toda posibili­ el marcado desarrollo que seguiría a sus primeras realizaciones.
dad de implementar semejante plan, así como hizo que se abandonara En el curso del citado debate se dice, más adelante, que “muchos
la empresa de fundar la ciudad de Tres Arroyos para lo cual ya se hacendados temen más la proximidad de los pueblos que una epide­
había aprobado un decreto. De no haber sido por aquella even­ mia de sus ganados porque ésta pasa y aquéllos quedan”. Este juicio
tualidad, no habría que haber esperado hasta 1885, veinte años más, ilógico parece ser desmentido por una carta del comandante Seguí
para que se estableciese este núcleo urbano. al general Paunero, en la que, refiriéndose a la fundación de un
Más hacia el centro de la provincia, la zona de Saladillo, cuyo nuevo pueblo, expresa que es “reclamada por todos los hacendados”
partido se crease en 1839, contaba con una población rural no infe­
rior al millar hacia 1862. Dicha población —por obvios motivos— no (Romeo, 35).
Si algún resquemor había de parte de los estancieros contra la
podía continuar dispersa en la campaña, ya que el centro poblado
población urbana, debe haber sido basado en el concepto de que
más cercano —Lobos— distaba unos 100 Km. La elección del lugar
aquélla vivía sin apremios enriqueciéndose como intermediaria de lo
no era problema; la tierra pública sobraba, ¿'cuáles eran los obstáculos
que, entonces, demoraban la fundación deí pueblo? producido, hasta ahora, sin ninguna protección del Estado y corriendo
Había cuestiones de ínteres. Así, mientras la comisión.de vecinos, los riesgos más diversos. t
No parece, empero, lógico pensar que dicha oposición fuese, en
sugiere un emplazamiento próximo a un fortín (el Fortín Arévalo),
los restantes potenciales pobladores protestan que no es lógico hacer­ modo alguno, general y sí, en cambio, que el aludido diputado por
los correr riesgos para los que no están preparados. Recuérctese que algún motivo se propusiese execrar a los hacendados. Porque si es
se trata ya de la segunda o tercera generación de pioneros. El lugar posible que algún estanciero troglodita desconfiase del progreso, la
finalmente elegido hace caducar concesiones de tierra pública dada gran mayoría demostró reconocer y aprovechar sus beneficios.
en arrendamiento, lo cual demora el trámite hasta que definitiva­ El gobierno de Saavedra, como dijimos, fue fecundo en su labor
mente en 1863 se erigen los primeros edificios (Ibáñez Frocham, urbanizante; durante su gestión se fundaron Saladillo; General La-
1963). valle; Ayacucho; 9 de Julio; General San Martín; se re-fundó Tapalquó
Sabido es que nada quedó sobre muchos de los innumerables y se proyectó la creación de Mar Chiquita que solo se materializaría
emplazamientos de fortines construidos durante estos años y los que veinte años después.
vendrían en forma de gran despliegue militar y como jamás se había Aparte de estas ciudades, y del rosario de fuertes que asimismo
visto en la pampa. creara, nacieron los partidos de Tres Arroyos; Lincoln; 9 dé Julio;
A partir de la gestión del gobernador Mariano Saavedra que fue

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Rauch; Ayacucho; Balcarce y Necochea, dando una coyuntura más El desconcierto general volvió a reinar después de la gestión
fírme a la frontera. progresista aunque esporádica de Saavedra. Así puede escribirse
^ Es sabido que la ciudad y su región se complementan, se nece­ entonces ‘ que nos encontramos ahora en el mismo estado, sino peor,
sitan mutuamente. La concentración de elementos dispersos —base que en el siglo pasado”, y. luego: “La Nación que ha gastado treinta
del hecho urbano— era en esta época la respuesta instintiva a la millones de pesos para guerrear con los paraguayos, o sea para defen­
amenaza indígena. der su honor, cómo es posible que no tenga dos o tres millones para
El comandante Seguí, de la frontera sur, le escribe al general garantir la propiedad de los últimos productores de esos treinta mi­
Paunero, en 1865, acerca de la conveniencia de crear un pueblo en ñones” (Oroño, 1869). El mismo escritor propone más adelante que
las inmediaciones de la actual ciudad de Tres Arroyos que “a más se ocupe inmediatamente dos puntos capitales en el desierto, las
de atraerse la población, sería un centró de recursos de donde parti­ Salinas Grandes y el Cerro Nevado, conjurando así definitivamente
rían los elementos necesarios para hacer frente a las invasiones de el peligro que supone la renovación de los ataques araucanos y pu­
los bárbaros . E l valor logístico de las fundaciones urbanas era diéndose encarar luego la fundación de colonias —no de pueblos o
argumento principal entre militares, pero, por si hubiese alguna duda, ciudades— siguiendo el modelo norteamericano.
Seguí prosigue dando el ejemplo de una realización ya consagrada: Semejante lamento leemos en la Introducción al Censo Nacional
El establecimiento del pueblo de 9 de Julio en la Frontera Centro de 1869: "Si la mitad del dinero que se ha gastado de 1810 a la fecha
ha dado inmensos resultados. Se ha avanzado considerablemente la en líneas nominales, en defensa estéril, en fortificaciones, pudiera
linea, lo cual no solamente ha hecho ganar al Estado considerables decirse de enervación, se hubiera gastado en establecer colonias en
territorios, sino que ha asegurado las propiedades que antes se halla­ todos los puntos estratégicos del país. . y continúa: “la guerra civil
ban comprometidas, esparciendo la confianza en todos los habitantes y la indolencia han devorado energía e iniciativa”, para terminar
de aquella localidad” (Romeo, 35). diciendo: “ni aun hemos sabido seguir en>colonización las huellas
trilladas, ni las tradiciones de los españoles”.
Estamos en una época de máximo desaliento. Sarmiento en el
1866-1879 “Facundo” (1845) había escrito: “Harto caro la han pagado^ quienes
decían: la República Argentina acaba en el arroyo del Medio”. Podría
' Aunque incurriese en exageración, es notable lo que dijera el haber dicho igualmente “en el Salado”, porque durante dos siglos de
periódico El Río de la Piafa de Buenos Aires, en su edición del 10 colonia éste fue frontera natural y durante otra media centuria con­
ae agosto de 1869: tinuaría resguardando la parte más segura de la pampa. Si la pri­
‘ Los partidos de campaña están desiertos. Hace veinte años macía absorbente de Buenos Aires se hizo sentir sobre todo el país,
teman tres o tal vez cuatro veces más población que hoy”. mayor poder de succión tuvo sobre su hinterUmd, habiendo retrasado
^ Evidentemente durante los últimos veinte años el proceso expan­ automáticamente su desarrollo en la medida que acaparó para sí los
sivo se había debilitado, sea por la inestabilidad política, sea por, la recursos naturales de la región. Esa función de ‘centro’, irreempla­
falta de un plan orgánico, sea por la guerra del Paraguay en último zable en toda región geográfica, iba —no obstante— a cumplir una
término. Buenos Aires estaba más ocupada en afirmarse a sí misma labor de irradiación que el propio Sarmiento anticipa más adelante
que en proyectarse al interior. Los beneficios de las obras públicas cuando dice: “Buenos Aires y Córdoba son las que mayor número de
en que se había empeñado, todavía no alcanzaban a la campaña. De villas han sembrado sobre la campaña”.
estas empresas, el ferrocarril será la primera en incidir sobre la orga­ Después de Adolfo Alsina —sucesor de Saavedra— ocupó el go­
nización del espacio pampeano y aunque, de por sí, nunca cumpliese bierno ae Buenos Aires Emilio Castro, quien, durante su mandato,
un papel pionero como lo hizo en la conquista del oeste de los Es­ promulgó la Ley de Ejidos del 31 de octubre de 1870 y la del 12
tados Uníaos siryio, sin duda, para consolidar la retaguardia. Por lo de agosto de 1871, que organizaba la venta de tierras públicas a fin de
demás, al proyectarse sobre los campos primitivos, quitó su razón de estimular el poblamiento de la campaña y, como la primera, buscaba
ser, haciéndolos desaparecer, a los caseríos y aldeas incipientes que dar solidez a los núcleos urbanos, reservando en el artículo 25 “de la
existían antes de su llegada. Su impacto fue formidable aun en los venta ordenada, lotes de diez y seis leguas cuadradas cada uno con
pueblos y ciudades existentes a los que vinculó, logrando en algunos destino a la fundación de pueblos y ejidos en los parajes que designe
casos provocar un replanteo a novo de los núcleos urbanos y gene­ el Poder Ejecutivo y que se regirán por una ley especial”, lo que se
rando villorrios en torno a muchas estancias intermedias de impor­ dio cumplimiento por el decreto del 24 de noviembre del mismo año.
tancia secundaria. A los males, sin resolver, de la expansión pampeana, debe agre­

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garse que se sumaron tiempos de quebranto económico para la Na­ para quienes veían consumir sus energías en un planteo sin horizon­
ción. Gobernaba entonces la provincia Garlos Casares, y Adolfo tes nítidos, sin un plan de acción definido. Así lo ve igualmente
Alsina era, a la sazón, ministro de Guerra del presidente Avellaneda. Martín Fierro cuando después de diez años en el desierto ( tres
Por esos tiempos, Sarmiento le hizo a Alsina una propuesta de años en la frontera -dos como gaucho matrero- y cinco allá entre
un método inédito para conquistar el desierto ( Bose, 1938) sugirién­ los indios”) declara:
dole la creación de postas-fuertes que “atravesando la pampa, contu­
viesen a^los bárbaros, fuesen hoteles o posadas para ios emigrantes “Creyendo que en tantos años
Esto se hubiera compuesto
a pi e. . De hecho, la mensajería, facilitando el transporte de per­ Pero cuanto saqué en limpio
sonas y correspondencia, significó un anticipo de lo que sería el Fue que estábamos en lo mesmo”.
ferrocarril más tarde, cumpliendo ambos un rol fundamental para la
consolidación de las futuras ciudades. El proyecto de Sarmiento, sin Todavía no se ha medido completamente el valor que ha tenido
embargo, no era operativo para la vanguardia, pues en ella faltaba la obra de José Hernández como creadora de una conciencia del
la función que genera al órgano y era impensable -e n medio del desierto y, consecuentemente, como movilizadora de la reacción que
general desconcierto— implementar aisladamente un dispositivo que primeramente se va a encauzar en Aisina, Lo que sí no puede du­
exigía toda una infraestructura siquiera en gestación. La carencia de darse es que el ambiente que describe el “Martín Fierro” exhibe la
recursos naturales, cuya explotación hubiese sido un imán de atrac­ vitalidad 'en bruto* que lo animaba: el desierto, la frontera, las estan­
ción, especialmente para el ferrocarril, pospuso a un segundo plano cias pioneras cuyos centros todavía no eran ciudades, ni siquiera pue­
el rol del transporte como factor de penetración. La ocupación de blos, sino la toldería, el fortín y la pulpería. Estas últimas, según
la pampa exigía una consolidación de las garantías mínimas para Daireaux, se hallaban diseminadas a razón de una por cada legua
que pudiera cumplirse la rutina de la vida campesina que era la cuadrada hasta veinte leguas de Buenos Aires, presumiéndose que
única condición de arraigo. Ni la existencia de metales, o de bosques esa intensidad iba decreciendo a medida que se internaban campo
(solo la sal había provocado expediciones en los siglos xvn y xvm) adentro. . , ,
justificaban una aventura basada en la consecución de un solo obje­ En este momento aparece Alsina con un plan integral de acción,
tivo aislado. No bastaba con penetrar; era preciso integrar. cuyas partes principales pueden sintetizarse asi:
_ La situación de la frontera se va haciendo crónica hacia 1872,
año en que José Hernández publica el Martín Fierro, en cuya edición 1*? Establecer dos líneas de frontera, una interna y otra externa
a 100 km de distancia de la anterior (lo que revela una reconcilia­
original destaca que se han gastado 25 millones de pesos fuertes en
la organización militar y sostenimiento de los fortines, aparte de los ción con el hecho de la existencia de una región fronteriza).
29 Cavar una zanja a lo largo de toda la frontera exterior con el
daños materiales infligidos por el indio y la pérdida de mano de
obra campesina por causa del servicio militar. objetó de interponer un obstáculo físico a los ataques indígenas.
39 Avanzar por sectores ocupando, gradual y lentamente, el
Hernández nó escatima palabras para describir lo dramático de
la situación. Si los antiguos fuertes coloniales generaron ciudades, desierto.
ahora los disminuidos y dispersos fortines son apenas precarias ins­ Paralelamente, Alsina solicita perentoriamente los medios para
talaciones cuya misión es solo provisoria. Durante los años de 1868, crear pueblos que consoliden a ciertos fortines, así como para instalar
1869 y 1871 se han producido avances, pero también se han producido una red telegráfica que vincule a las cinco comandancias de la
las devastaciones a Azul y Tapalqué. Durante el período subsiguiente, frontera..
hasta 1875, no se producen variantes importantes, aunque el indígena Dos son las máximas preocupaciones de Alsina en este momento:
conserva su poder intimidatorio. El proceso de ocupación secuente una, la de conocer más sistemáticamente el terreno donde va a reali­
se ha detenido.
zar sus operaciones, cuya topografía era prácticamente ignorada;^ otra,
Buenos Aires parece indiferente a la suerte del soldado y del la de formar pueblos sobre las líneas de frontera, volviendo así a la
gaucho en la pampa, lo que le hace decir a Martín Fierro que: vieja experiencia. En su mensaje al Congreso, el ministro de Guerra
“E l campo es del inorante sugiere que "podría fijarse como ejido de los pueblos a crearse cinco
E l pueblo del hombre estruido”. leguas a cada viento, destinando para campos de pastoreo doscientas
leguas cuadradas que serían vendidas al precio que-la ley fijara opor­
Este último periodo de avance de la frontera, cuyo fin conocemos tunamente, siempre sobre condiciones de población que deberían
próximo desde nuestro punto de vista de la historia, semejaba eterno cumplirse en el término más breve” (Alsina,. 1877).

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AIsina, pese a que confía en el éxito de su plan de operaciones La organización de la operación militar era completa; incluía
militares, con el cual ya discrepa Roca, no ceja en enfatizar la im­ agrimensores como Federico C. Meyrelles y los sargentos mayores
portancia de la urbanización como medio de aventar el peligro indí­ Federico L. Melchert y Jordán Wysocki, cuyos trabajos de releva-
gena y prestar apoyo a las instalaciones bélicas xniento fueron fundamentales para el subsiguiente trazado de pueblos.
Así le escribe al gobernador Casares el 2 de octubre de 1876- Todos los comandantes, por lo demás, tenían que llevar un ¿ario en
■Donde hoy están las comandancias de la frontera interior, existen el que constase la topografía del terreno, la calidad de los pastos,
elementos de poblacion, sobre los cuales pienso que sería tan fácil las aguadas, lluvias' registradas y distancias en leguas.
como conveniente, fundar pueblos cabezas de nuevos partidos cuyo Solo mediante el conocimiento sistemático de la región pudo
desarrollo sería rápido, al mismo tiempo que benéfico para los inte­ darse alcance y magnitud definitiva al concepto de ‘pampa'. Hasta
reses rurales de esta provincia. Sustituir, pues, a la línea interior de entonces ‘pampa’ era lo conocido, lo cultivado o pastoreado con éxito,
fronteras, guardada hoy por mil guardias nacionales, por una línea de el resto era: ‘desierto’. La idea que hoy podemos tener de la pampa
pueblos, seria en mi opinion, dar un gran paso en el sentido de ase­ como región natural en su doble modalidad de pampa húmeda y
gurar eficazmente los valiosos intereses que existen en la campkna y pampa seca: era impensable antes de la ocupación a pie firme del
es indudable que la población se agruparía allí; si la legislación territorio. A esta altura del proceso, el concepto de desierto va a
liberal diese la propiedad de la tierra, sin condiciones onerosas, y en desaparecer, ya que era básicamente una idea cultural y no fisio-
extensión bastante para que los pobladores tuviesen aliciente” gráfica. Ahora la pampa fértil hallará su frontera natural entre las
10_ E1 Plan operativo de AIsina se pone en movimiento en abril de isoyetas de 500 a 600 mm anuales y aun así este límite estará condi­
1876 y se cumple con bastante precisión. Hacía mucho tiempo que cionado a la disponibilidad de medios artificiales para explotarla en
no se realizaba nada'tan orgánico y por la envergadura de la empresa condiciones análogas.
Ja tarea no tema precedentes entre nosotros. ’ Mientras tanto, ¿qué acontecía a retaguardia? Los malones no
En mayo de 1876 ya se están cumpliendo con éxito los tres obje­ habían desaparecido por completo, y el escarmiento final con que
tivos fundamentales de la campaña. La segunda línea o frontera había soñado Rosas era imprescindible una vez más.
exterior, engloba unos 50 millones de hectáreas que sé van a incor­ La fundación de Juárez en 1874, como tantas otras en la pampa
porar a la civilización, aparte de que por su trazado acorta en 200 inmensa, había obedecido a factores momentáneos más que a un
Km el frente de operaciones. Dicho frente tendrá ahora 610 Km orden integral de progreso. Así pues, en 1876, 3.000 indios del caci­
desde Vuta-lo a Bahía Blanca, que queda así incorporada definiti­ que Namuncurá llegan al Quequén y queman las chacras del pueblo
vamente al territorio conquistado cincuenta años después de ser fun­ como Azul y Tandil lo habían experimentado no mucho antes. En
dada. A lo largo de esta línea es que AIsina comienza a cavar la ese sentido, hay que destacar que pasado este último ataque y con­
larga zanja que en julio de 1877 va a alcanzar 374 Km de extensión solidada la pampa, pocos años después, en 1880, Juárez volverá a
V que quedara luego interrumpida. El proyecto técnico y la dirección exhibir sus chacras y sus campos en pleno apogeo con muchos de
habían sido encomendados al ingeniero Alfredo Ebelot y suponía un ellos ya alambrados.
esfuerzo casi faraónico en comparación a los medios disponibles o En esta jurisdicción acontece otro tanto en 1878, fecha en que se
sea el trabajo de mil hombres a lo largo de tres años. produce el último malón, dos años después de haberse realizado el
AIsina había demostrado que su plan no era temerario como lo segundo remate de sus tierras en Tandil, visto que el primero —cele­
había calificado,,la oposición en Buenos Aires. En efecto, había lo­ brado meses antes en el lugar— había fracasado y se anula en buena
grado ensanchar la ocupación sosteniéndola con fortines escalonados parte porque el territorio estaba sufriendo un ataque indígena y había
cada legua aproximadamente y sumando un total de 109 con 6 co­ pocos pastores (Mulazzi, 1938).
mandancias principales: Bahía Blanca, Puán, Carhué, Guaminí Tren- Aquí podemos hallar una prueba fehaciente de que el pionerismo
que Lauquen e Italo o (Vuta-Ió). De estas comandancias surgirían ganadero fue una realidad en la conquista del desierto. Por esta
cuatro nuevas ciudades con un papel principal en el desarrollo de la época, en el partido de Tres Arroyos, existía un regular número de
región, como luego veremos.
estancias: Santa Catalina, La Libertad, San Eduardo, San Ramón, La
Mientras se extiende el telégrafo, se construyen caminos y se Ballena, cuya instalación de tiempo atrás permite suponer el papel
fundan pueblos, el indio queda detrás de las zanjas y fortines ame­ decisivo que tuvieron para que no se detuviese el camino hacia la
nazante y peligroso. A principios de lS77 emprende el último ataque urbanización.
de envergadura y al ser rechazado queda de tal suerte debilitado Aparte de los pioneros mencionados hay que citar el papel que
que ya no reincidirá en igual escala.
les cupo a los comerciantes de campaña, dice un autor que “la his-

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tona del comercio en la campaña de Buenos Aires fue escrita más avance simultáneo ordenado por Alsina y, a la par que como fuerte,
con la sangre y miseria de los trabajadores, que con la honesta labor es concebido como pueblo, delineándose su núcleo en base a un
de los que hicieron del intercambio mercantil una honesta profesión” cuadrado de nueve manzanas de 100 m de lado y calles de 30 m de
(Sánchez Zinny, 1939). . ancho reservándose la del centro para plaza.
Es la eterna historia del comercio, desde los mercaderes de Asia De esa fecha a 1882 Trenque Lauquen será una importante esta­
Menor hasta la urbanización de la Mesopotamia en 3000 a. C. ción de tránsito para las fuerzas nacionales que seguían a la cam­
Vendedores de víveres llamados “vivanderos” seguían á las fuer­ paña patagónica.
zas militares dondequiera que fuesen, y se hallaban en los fortines Por una ley dictada el 5 de octubre de 1878 se comienza a
o en la campaña. Los pulperos, establecidos en el campo o en los vender tierras del partido, con base de 400 pesos fuertes, en lotes
fuertes, o siguiendo a las tropas, extorsionaban a los soldados, les de 4 leguas y un máximo de 3 lotes por persona. Al mismo tiempo
fiaban a precios exorbitantes y cuando llegaba “la paga” la percibían y en previsión del desarrollo que vendrá se destinan 20.000 Ha para
ellos en su entero beneficio. la formación del ejido.
Otro tanto debe decirse del correo —aunque cumplió su rol sin E l establecimiento de la Comandancia del general Conrado E.
las calamidades del comercio— que en 1874 inicia una función prin­ Villegas es el principal factor de aglutinamiento inicial. No se trata
cipal en lo que se refiere a las comunicaciones entre ciudades; es la de un nuevo fuerte, sino de una especie de Capital militar para toda
fecha en que comienza a rentarse a los administradores de correos la región de avanzada, compartiendo luego con Carhué ese privilegio.
de los pueblos de campaña (Bose, 1938). El edificio de la Comandancia es hoy uno de los pocos relictos que
En 1877 el ferrocarril alcanzará apenas Azul y Bragado en direc­ la ola urbanizadora deiará intacto: actualmente funciona como Museo
ción al desierto en proceso de conquista. De esas puntas de riel Histórico Regional (Scalese, 1944).
partirán las mensajerías que alcanzaban Bahía Blanca y Carhué. Carhué nace a la sombra del Fuerte General Belgrano, el cual
Cuatro son las fundaciones urbanas que se hacen sobre la avan­ tiene sus instalaciones fuera de la futura planta urbana. La ocupación
zada, aun cuando la línea dé frontera exterior no ha sido levantada. del sitio data de unos diez días después de la fundación de Trenque
Son Guamim, Trenque Lauquen, Carhué y Puán. Un primer des- Lauquen y de inmediato el coronel Levalle procedió a realizar las
rendimiento del Fuerte San Carlos de Bolívar, siguiendo la vieja construcciones de defensa, "interrumoidas a menudo por invasiones
E uella del camino a las Salinas, se interna al oeste en busca de nuevas v teniendo que luchar con un suelo duro y pedregoso” (son sus pala­
bras). El plan del fuerte era el clásico: un cuadrado de 320 varas por
posiciones para trazar la nueva frontera exterior. El día 30 de marzo
de 1876 el comandante Freyre elige el sitio apropiado para la erección lado con cuatro bastiones circulares por ángulo y un foso de tres
de un baluarte, el cual describe en estos términos: “muy bien situado varas de ancho por dos de orofundidad en tomo.
sobre una eminencia, ha sido trazado de manera de poder formar el El fundador había concebido, desde xm nrincinio. crear el pueblo,
núcleo de un futuro pueblo” (como por otra parte procederían los pero solo, a comienzos de 1878 le fue nosible materializar su idea,
demás comandantes conforme a las instrucciones de Alsina). “Ro­ procediendo en el mes de enero a su delineación y colocación de la
deado de zanjas", prosigue, “está, además, cubierto en su flanco piedra fundamental. >
derecho por la Laguna de Guamim, al frente por el arroyo, distante El fuerte de Carhué no había sido un mero baluarte, sino que
veinte cuadras y que no puede vadearse sino por pasos precisos, y en su espacioso recinto se había desarrollado un verdadero pueblo
tiene a retaguardia varias aguadas permanentes". militar. Los regimientos ocupaban íntegramente las manzanas cen­
El plan de instalación es ambicioso. Ocupa 372.000 varas cua­ trales dejando lotes de un cuarto de manzana para la comandancia,
dradas. Un cuarto de esa superficie queda protegido por un foso en la"'iglesia, la botica, la proveeduría y para oficiales y personal civil de
el cual se ubican los cuarteles y otras dependencias, en cuyo centro jerarquía.
o plaza se construirá una estrella con capacidad para 150 hombres. El significado de Carhué en la geopolítica primitiva del desierto
En el resto del área se procede a trazar un pueblo con manzanas de era de importancia capital. A ese sitio convergían rastrilladas de
100 varas por lado y calles de 20 y 30 de ancho. Los lotes serán de todos los rincones de los confines sur y oeste, v de allí nacían otras
25 por 50 varas y se daran en propiedad a condición de construir tantas que, dirigiéndose a Oriente canalizaban los contingentes indi-
‘un ráncho de material rodeado de pared’. penas que durante más de un siglo habían asediado el hinterland de
En febrero de 1877, las quintas del pueblo se hallan ya sembradas Buenos Aires.
por el vecindario. Su posición estratégica se debía, en buena parte, a su situación
Trenque Lauquen es fundado el 12 de abril de 1876 durante el táctica dado que la laguna homónima era una aguada ideal para las

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caballadas indígenas. Conquistada la plaza natural se desarticula que formando una red, las nuevas plantaciones se presten mutuo
todo el sistema viarió del indígena que pierde así el punto de refresco soporte.
necesario para sus correrías (Stieben, 1941). En la época que se describe —1879— Carhué es alcanzado ya
Pocas semanas después de establecidos los campamentos de por un servicio de mensajerías que viniendo de San Carlos de Bolívar
Trenque Lauquen y Carhué, y como parte del mismo movimiento recorrería 40 leguas de una ruta ciertamente histórica, como el camino
operativo que buscaba instalar cuatro comandancias genérales, se de las Salinas, .
elige el sitio de Puán en vista, no solo de sus condiciones estratégicas, Las impresiones que Olascoaga recoge en el mismo relato del
sino de la fertilidad de su suelo. pueblo de Puán son ciertamente halagadoras. La situación es con­
El contingente fundador había partido de Carhué y el 7 de junio siderada “pintoresca y admirablemente elegida para hacer de ella un
de 1876 da comienzo a la construcción del campamento militar cuyos gran pueblo. Buenos pastos, agua, leña de ‘alpataco’ en abundancia”.
lineamiéntos se limitan a tal función primordial. Solo en 1887 se Con respecto a la población en germen dice que “llama la atención
ordenará la fundación oficial del pueblo como consecuencia del de­ el orden que reina en este punto, tanto en la guarnición militar como
creto que en 1886 crease nuevos partidos en la región y por la en el comercio, el cual se halla enfilado al frente del recinto en una
necesidad de dotarlos de cabecera. La realidad demuestra que estas serie de casitas de modesta construcción, pero de buen aspecto, que
medidas administrativas llegaban en cierta forma tarde o, cuando forman con aquél una calle ancha y recta”.
menos, solo legalizaban lo que de hecho era ya un núcleo urbano Aquí puede verse el origen de la función comercial, la segunda,
bien arraigado. cronológicamente hablando, en localizarse después de instalado el
Es interesante verificar el grado de desarrollo alcanzado por estas fuerte de función militar, y que adoptará desde un principio el típico
fundaciones solamente tres años después de realizadas. Para ello son ordenamiento en forma lineal.
valiosas las descripciones que hiciera el coronel Manuel J. Olascoaga Alsina muere a fines de 1877 cuando su plan inconcluso no ha
en su estudio de La Pampa y Río Negro, quien en 1879 visitara estos rendido todos los frutos esperados. La construcción de la zanja es
lugares para de ellos partir en pos del objetivo final de la conquista abandonada después de haber costado ingentes esfuerzos, los indios
del desierto (Olascoaga, 1881). aún se filtran por entre los fortines, y aunque se ha aliviado la re­
En Carhué, por ejemplo, lo que más le sorprende es ver ‘la rapi­ taguardia, permitiendo la consolidación de las explotaciones rurales
dez y esmero con que se han hecho plantaciones” —arboledas, quintas y los núcleos de población, los pueblos de vanguardia no han podido
y jardines—, así como el hecho de hallar “más de cien cuadras alfal­ despojarse de su carácter militar.
fadas con riego”. “Alsina solo había pensado en agrandar la ocupación, adelan­
En cuanto a la incipiente planta urbana revela la existencia de tando la frontera y sosteniéndola con fortines escalonados. Roca
"veinte y tantas casas regulares de material y muchas de construc­ pretendía meterse hasta el fondo” (Ramírez Juárez, 1946). Sin des­
ción ligera”. merecer el éxito de la famosa ‘Campaña del Desierto’ dirigida por
Olascoaga atribuye el éxito de esta empresa urbanizadora al el general Julio A. Roca, a la sazón sucesor de Alsina, es necesario
espíritu progresista del general Nicolás Levalle que no solamente destacar que el mismo fue posible merced a las posiciones consegui­
había velado por los inmediatos objetivos militares, sino que había das por éste, al conocimiento del terreno que se había adelantado
sabido mirar más allá, al futuro de estos emplazamientos que serían sistemáticamente y, sobre todo, gracias a los elementos de que dis­
las ciudades del mañana. puso. En primer lugar pudo reunir 6.000 soldados entrenados y no
En cuanto a la función inicial del pueblo, Olascoaga interpreta meramente reclutas como había sido el caso hasta hace poco, de los
que por ‘la circunstancia, de ser la única población que se encuentra cuales la mayoría era tropa de línea.
intermedia entre el Azul y Bahía Blanca, y la más avanzada con Luego, desde las posiciones conseguidas, durante todo el año
relación al territorio del oeste, la de aún mavor valor por cuanto de 1878 se realizaron 26 operaciones de limpieza previa. Finalmente,
está llamada a facilitar el servicio de policía en el sur y ser un punto como se ha dicho con frecuencia, Roca revivió el plan de Rosas, pero
centra] de acción de la autoridad pava la seguridad rural y el fomento contando, a diferencia de éste, con dos valiosos auxiliares: el telé­
de todas las poblaciones y establecimientos del sur” (Olascoaga, 1881). grafo y el fusil Remington, que le dieron una capacidad estratégica
De esto se deduce que en esta etapa se intenta, sobre todo, y un poderío impensado solo unos pocos años antes. ..
propiciar el establecimiento de pobladores rurales consolidando los Cierto es, a la vez, que mientras la zanja de Alsina era porteña
pueblos v, viceversa, contribuir a su desarrollo aumentando el volu­ en su significado, pues cubría tan solo Buenos Aires, la ofensiva
men de la actividad agropecuaria a su alrededor, esto es, aparte de de Roca —acompañado de científicos como Napoleón-^, en cambio.

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CIUDADES Y FRONTERAS (1779-1879)
era nacional y como tal tenía un sentido integralmente territorial.
La campaña final se cumplió a partir de abril de 1879, en solo había que tener —además— una regular caballada y personal que
cinco meses, mediante un amplio movimiento de pinzas que puso supliese la falta de cercos; en suma, era menester disponer de hol­
en actividad el sur de Mendoza y el de San Luis tanto como el de gado capital.
la provincia de Buenos Aires. A los dos años de consolidado el avan­ En cuanto a los centros urbanos, la situación no era en exceso
ce de Alsina que con pocas leguas más habría trazado el actual distinta. Aunque la liberalidad en la otorgación de lotes dentro del
límite de la provincia de Buenos Aires con el antiguo meridiano V casco y de quintas y chacras en el ejido era mayor que en el campo,
a contar de la Capital, Roca lleva la frontera al Río Negro. Con esta no tenía objeto la adjudicación de tierra si no se la edificaba y ex­
acción desaparece totalmente el peligro indígena en campos y pue­ plotaba. La especulación nunca fue un negocio en sí mismo y, así,
blos bonaerenses, salvo algunas breves y languidecientes escaramu­ solo los solventes o los que tenían gran espíritu de empresa pudie­
zas de indios hambrientos que no amenazan en absoluto anular los ron beneficiarse con la asombrosa alza de valores inmobiliarios que
éxitos obtenidos. habría de verse.
La situación de la campaña de Buenos Aires, antes de la apa­ Escribe Daireaux en 1888. en la obra ya citada: "Los pueble-
rición de Alsina; la daba su frontera vaga e imprecisa, la moral bafa citos de la pampa son aún poco numerosos y por otra parte no ofre­
del medio ambiente y la inseguridad en campos y poblaciones, a lo cen gran utilidad; no hay allí centros industriales que crear en la
cual debe sumarse la epizootia de 1874, que mermó en forma alar­ llanura donde la industria pastoril y el gran cultivo dominan por
mante las existencias de ganado disminuyéndolo en todo el territorio completo... poco a poco se van formando alrededor de las estaciones
nacional a 4 millones, o sea un quinto de los 20 millones estimados de ferrocarril aglomeraciones de comerciantes y artesanos que bastan
para fines del siglo anterior, es decir, a los comienzos del movi­ plenamente para las necesidades de sociabilidad de la pamoa.
miento de fronteras. Diez años después, la frontera sería un recuerdo, "Sin embargo son aún frecuentes las creaciones de pueblos, pues
el orden y la seguridad una realidad institucionalizada y el número cada departamento quiere tener su capital; si el Estado no ha reser­
de reses se podía calcular en 20 millones solo en los campos ocupa­ vado de antemano su emplazamiento se procede sencillamente por
dos de la pampa (Daireaux, 1888). vía de expropiación; se recorta en las propiedades privadas un lote
¿Cómo se produjo este milagro? Desde luego que las opera­ de cuatro leguas cuadradas”.
ciones militares no habían sido suficientes, en> cambio todas las me­ ¿Es que fueron poblados artificiales, solo fomentados por la es­
didas y previsiones tomadas para aue la radicación de gentes en los peculación y la burocracia, o fueron —en cambio— realmente avances
pueblos fuese realidad ya estaban dando sus frutos. Debe destacarse de una urbanización que traducía la vitalidad contenida del litoral,
que gran parte de los nuevos pobladores provenían de otros sectores de la pampa costera? Si fueron creaciones exageradamente ambicio­
camoesinos de la provincia —más al este— que advirtiendo la posibi­ sas, obra exclusiva del elemento local, no hay duda que la ola in­
lidad de tentadoras empresas dejaron todo lo que habían conseguido migratoria que se inicia cuando esta gesta termina iba a dar habida
a costa de grandes esfuerzos para revivir su experiencia pionera. El cuenta de que, en todo caso, se trataba de una emnresa llevada a
anzuelo del éxito de estancieros tenía una camada: por lo que se cabo con una inmensa fe en lo que el país debía de ser.
podía obtener de un campo con pastos blandos y mejores más cer­ Cierto es que los trazados urbanísticos revelan una exagerada
cano a Buenos Aires era dable comprar una extensión fabulosa de escala que, ni aún hoy ha sido colmada en muchos casos, aunque en
tierra más hacia el oeste, la que meiorada, en¡ base a la hacienda otros, sin duda por las bajas densidades de ocupación urbana aue
solamente, brindaba la oportunidad de ensanchar las ambiciones de son herencia de la tradición colonial, resultó estrecha con el andar
los hacendados y retribuir el sacrificio en cuestión de pocos años. del tiempo.
Pero la distribución y venta de nuevos campos no se pudo hacer Hubo, desde luego, una falta de plan en la organización de
sino después de una exhaustiva y consciente labor de mensura que esta supuesta red de ciudades pampeanas, que se dilata sobre todo
demoró dos años. Al cabo de la misma se disouso de inmensos cua­ por la carencia de un programa premeditado, estableciendo distintas
dros de 10.000 Ha —o sea cuatro leguas cuadradas— que fueron el jerarquías de ciudades. Se hicieron ciudades cabeceras de partido o
módulo de la primera subdivisión. La ‘donación* de estas tierras, a nada, desde que el resto se desarrolló parasitariamente en tomo
la vez, creaba un espejismo en especuladores e inexpertos, pues aun­ de las estaciones ferroviarias. Aún hoy, a un siglo de promedio de
las fundaciones urbanas más importantes, hechas después del período
que era barata, había que pagarla a plazos en dinero al contado, era
hispánico, no se advierte claramente el alcance que como centros
necesario hacer inversiones para que rindiese, no se justificaba su
regionales tienen las ciudades más conspicuas.
costo e incomodidad si no se la poblaba medianamente de hacienda,
Faltó, sin duda, uno de los dos elementos que alternativamente

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LA CIUDAD PAMPEANA

confirman la plena razón de ser de una ciudad: o una lejana tradi­


ción de los lugares, que por sí sola perfila el porvenir de las ciuda-'
des, o una planificación detallada, que nó era de esperar en los
tiempos en que se produce este fenómeno. ’‘
Corno quiera que sea, se trata de una formidable empresa $u-.
penor á la, sin duda ponderable, del tendido de líneas férreas, que CAPÍTULO II
en todo caso no hizo sino estructurar el sistema y darle dinamismo LOS ORIGENES DE LA UNIFORMIDAD EN LAS
a lo qué podríamos llamar literalmente ‘plantación de ciudades’, con
todo lo que ello evoca de análogo al concepto de. cultura. CIUDADES PAMPEANAS

! BIBLIOGRAFÍA

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H. Congresó Nacional), Buenos Aires, 1877. Las condicionantes naturales
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doblemente su apariencia, sea porque, de entrada, las ha privado
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Daireaux, Emilio, Vida y costumbres en el Plata, Buenos Aires, 1888. espíritu geométrico que España introdujo en América.
Daus, Federico A., E l factor geográfico en el poblamiento d e la región bonae­ Aun en la provincia de Buenos Aires, donde hay algunas excep­
rense, en Primer Congreso de Historia de los Pueblos d e la Provincia de ciones desde el punto de vista topográfico, como Tandil o Mar del
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Ibáñez ‘Frocham, Manuel, Apuntes para la historia de Saladillo, 29 ed., La Plata, al casco mismo, en tanto que en la última, la loma’ solo va a ser
1963.
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Levene, Ricardo (director): Historia d e la Provincia d e Buenos Aires y de la intento de establecer su núcleo en semejante terreno.
formación d e sus pueblos, t. II, La Plata, 1940. Acaso debamos pensar que, siendo estas fundaciones urbanas
Marfany, Roberto, Frontera con los indios en el sur y fundación d e pueblos, en relativamente recientes, en la elección de emplazamientos privó un
Historia de la Nación Argentina, Academia Nacional de la Historia, v. IV, realismo crudo exento, por lo demás, de viejos ‘tabúes’ que impe­
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Olas coa ga, La Conquista d e la Pampa, Buenos Aires, 1881. tiempos en que toda tierra baja era considerada, irremediablemente,
Oroño, Nicasio, Consideraciones sobre Fronteras y Colonias, Buenos Aires, 1869. foco de enfermedades.
Ramírez Juárez, Evaristo, La Estupenda Conquista, Buenos Aires, 1946.
Romeo, Salvador (h .), Machado en e l sur, Tres Arroyos, 1935. He aquí, no obstante, que la topografía no es el único asunto
Romeo, Salvador, San Antonio de Iraola, Tres Arroyos, 1954. en materia de condiciones naturales. También la falta de ríos, de
Sáenz, Justo P., Antiguas Estancias Argentinas, en Anales de la Sociedad Rural ríos regulares e importantes, como sucede en la llanura pampeana,
Argentina, año XCI, n9 8 y 9. quita, por su parte, otro elemento que universalmente ha contribuido
Sánchez Zinny, E. F .( La Guardia de San Miguel del Monte (1580-1830) Bue­
nos Aires, 1939. ’ a dar vida, sentido y belleza a innumerables ciudades. Al no haber
Scalese, Luis E., Síntesis Histórica d e Trenque Lauquen, en Revista Geográfica este tipo de río tampoco existen valles, ni la invitación a las forma­
Americana, mayo 1944, n° 128. ciones urbanas de tipo lineal, que tantos ejemplos ilustres tiene en
Stieben, Enrique, De Garay a Roca, Buenos Aires, 1941. la historia del urbanismo. Pero aun cuando los ríos, pequeños e irre­
gulares, existen, nunca han sido incluidos en la planta urbana fun­
dacional. Nunca se los ve caracolear a través del casco de una ciudad
ni por error. Un caso excepcional, nunca suficientemente puntuali-
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UNIFORMIDAD E N LAS CIUDADES PAMPEANAS

zado en su originalidad, es el de Tigre, originalmente puerto, que


se desarrolla espontáneamente en una isla —la definida por el anti­
guo río Las Conchas—, el nuevo río Tigre (cuyo cauce fue abierto
por la avalancha de aguas después de una famosa inundación en
1805) y el río de Lujan. Quién sabe si no, solo por este azar la
planta de Tigre va a quedar dividida por el río Tigre que le otorga
al confunto un aspecto totalmente insospechado en nuestras aglo­
meraciones.
Fig. II. 1

La ausencia de bosques naturales evidentemente, también ha


jugado un importante rol. Esto se hace patente si pensamos en la
importancia que ellos tuvieron en un movimiento urbanizador, tal
como la conquista del este en Alemania con su consiguiente coloni­
zación. Indirectamente, ha sido, también, un factor de influencia
sobre el aspecto del paisaje urbano, ya que lo ha privado de un ma­
terial de construcción diverso de nuestro exclusivo ladrillo. No menos
—en este aspecto— debe citarse la ausencia de la piedra, rara vez a
la mano y que, cuando comienza a explotarse, se lo hace a escala
industrial para un uso análogo. En suma, la pobreza de materiales
constructivos que brinda la naturaleza misma, ha sido no solo un
grave factor de monotonía edilicia, sino que ha puesto una valla a
la diferenciación regional o local que tantos ejemplos ponderables
exhibe en Europa. La importación de materiales es un signo que
preside la construcción de las ciudades del hinterland de Buenos Aires
y que se vio facilitada grandemente por la temprana expansión de la
red ferroviaria, en comparación con la maduración tardía de nues­
tras aglomeraciones.
Finalmente, en punto al cuadro natural, digamos que las dife­
rencias climáticas, dentro del área pampeana, son despreciables por
lo general y que mal podrían haber sugerido variantes a la solución
urbanística predominante.
En suma, los recursos paisajísticos naturales, cuando los hay, han
sido explotados e.n forma tardía, no espontánea e inconsciente, sino
de manera deliberada y artificial, más exactamente, con propósitos
turísticos. Vale decir que se los ha entendido como elementos que
podrían atraer visitantes y dar individualidad a la ciudad, pero no
han sido valorados por sí mismos, no han quedado nunca adscriptos
a la vida cotidiana de la población y solo por desborde se ha llegado
a ellos. Así, pues, por poner algunos ejemplos, el río en San Antonio
de Areco toma conciencia en sus autoridades solo a partir de 3930;
la laguna de Chascomús se explota en relación con el finjo de turistas
que trae; el Calvario, en Tandil, se incorpora a la ciudad cuando la
prendido por h f r í o s ^ f r'd k V Mi,i' “r>: * * tn r com- edificación de ésta llega a sus pies, pero jamás se pensó en que la
nuestras plantas urbanas es >m I..-, !,, j > ' 1 prrvncía de ríos <•„ ciudad misma trepara —caracoleando— la cuesta. Como dijimos antes,
« * * * -» o por el es verdad que en un principio no fue necesario buscar las alturas
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LA CIUDAD PAMPEANA UNIFORMIDAD EN LAS CIUDADES PAMPEANAS

por motivos de salubridad —como en Roma— y hasta el peligro in­ éste continente iba a suministrar a la metrópoli un campo mucho más
dígena es un factor tan poco determinante que el fuerte Independen- vasto para sus experiencias urbanísticas.
cia ocupa el llano y no las alturas vecinas. Cuando la aglomeración Ni que decir se tiene que la cuadrícula tampoco fue creación
se desarrolla por timidez, pereza o realismo, lo hace en torno a ese absoluta de la colonización romana y que ya había florecido antes en
tuerte; las alturas han perdido todo su poder seductor y de prestigio las colonias griegas, sea en la península itálica, como originalmente
y todavía no han adquirido el valor estético que va a descubrirse en la Tonia, por donde no es difícil acertar que ya era una vieja
tardíamente. tradición oriental, así como que siendo conocida por los etruscos
—sin ninguna vinculación directa con lo griego— éstos habían sido
también portadores a Europa de un tan antiguo como difundido tra­
zado que, por el este, había llegado a la India por lo menos, tal cual
Las condicionantes históricas nos lo exhiben las ciudades de la cultura harappa.
Pero éstos son los imponderables de la historia y aquí, más con­
La formacion de ciudades en toda América es, de una manera cretamente, no se trató de inyectar conscientemente una dosis de cul­
u otra, la continuación de una tradición viva en Europa, en sus países tura al nuevo continente, sino, más bien, de aplicar preceptos prácticos
de origen, sean éstos Inglaterra, Portugal o España. Pero la tradi­ que, coin cid en tem en te, tenían mucho en común con esta remota tra­
ción urbana europea, a fines de la Edad Media y principios del dición. El largo período medieval, con su vitalidad propia, sedimen­
Renacimiento, era de una riqueza y multiplicidad notables. tada por capas, había buscado sus formas naturales, como en la
Nosotros, sin embargo, y más especialmente nuestra pampa, re­ división de las propiedades urbanas o rurales, y en este proceso
cibimos de todo aquel patrimonio apenas una porción, acaso la más espontáneo mal podrían haberse hallado las fórmulas .para parcelar
rígida, la más teórica y en pleno período experimental. Nos referimos todo un nuevo continente. Además, la experiencia indicaba que todo
al plan en damero o cuadricula, al cual nos referiremos más adelante trazado irregular era un germen de discordia, máxime si se trataba
en forma especial. Sus antecedentes son bien remotos y de ninguna de adjudicaciones de tierras lejanas y desconocidas, de donde, cor­
forma desconocidos, por lo menos mientras se remontan al segundo tando por lo sano, se estableció una clara política catastral que, pri­
y tercer milenio antes de Cristo. España había heredado esta pauta mero que todo, debía obviar los aspectos administrativos, dejando
de la dominación romana, cuyos antiguos castra, habían introducido toda otra consideración sometida a este precepto capital.
en la península, por primera vez, el cordel y el ángulo recto. Como Esta tradición, de tan oscuros orígenes y de tanta vitalidad du­
dice Erwin Walter Palm: En Occidente, el trazado cuadricular cons­ rante el período de la conquista de America, iba, sin embargo, a
tituye una de aquellas fórmulas cargadas de pathos (Pathos formeln) fosilizarse y, superadas las condiciones iniciales que la hicieron ne­
que en el mundo cristiano son el vehículo de la romanidad. Es, por cesaria, perduraría anquilosada, entre nosotros, hasta el mismo pre­
lo demas, significativo que, una vez apagados los ecos romanos, y la sente. Ya veremos, pues, en qué medida desde el Departamento
idea imperial, el trazado vuelva a ser irregular”.1 En efecto, dormido Topográfico hasta los rematadores iban a explotar el esquema simple
durante toda la Edad Media, resurge como resu ltad o de la abundante y primitivo de un trazado ambivalente.
teorización renacentista italiana en materia de trazados urbanos, si no Otra condicionante histórica más abstracta, pero no menos impor­
directamente -y a que estos trazados eran principalmente de esquema tante, es que, particularmente en la pampa, la ola de urbanidad que
radial por lo menos como una consecuencia o por contagio del se va a desatar a partir de 1852 se desarrolla dentro del lapso de
evprit géométrique de la época. También España, en los albores un máximo de cincuenta años solamente, con todo lo que esto signi­
de su idea imperial, al expulsar de la península a los moros, ensaya fica como simultaneidad de un mismo espíritu y de una idéntica
con éxito el plan en damero en sus nuevas ciudades de la reconquista estética. En la provincia de Buenos Aires se fundan no menos de
como las hcistides la habían ya logrado en Gales y Francia. Bien cincuenta ‘cabeceras' de partido y se trazan otras tantas aglomera­
se sabe, hay un curioso empalme cronológico entre la terminación de ciones ya existentes, durante el lapso aludido, o acaso en uno mas
las luchas en España, con el descubrimiento de América, y así, pues, breve dentro del mismo, durante el cual se desarrolla la red ferro­
viaria. f.
1 Erwin Walter Palm, Los orígenes del urbanismo imperial en América
La historia, pero ahora no la auténtica, sino meramente la ofi­
contribución a la historia municipal de América— , Instituto Panamericano de cial’, va a producir, asimismo, un tremendo impacto sobre estas nue­
Geografía e Historia ( Comisión de Historia) 14, Estudios de Historia II, publica- vas ciudades, anu land o toda la toponimia tradicional para adecuarla
ción 100, p. 239 a 268, México, 1951. a un molde rígido y centralista, donde únicamente tienen lugar los
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LA CIUDAD PAMPEANA
UNIFORMIDAD E S LAS CIUDADES PAMPEANAS

proceres nacionales, cuyos nombres se repiten mil veces para designar Aires. Las de motivación espontánea, por encuentro de caminos, un
partidos, ciudades, plazas o calles, matando todo resabio de espíritu b u e n puerto natural, u otras razones ‘naturales’, son casi inexistentes.
regional o localista y nivelándolo a un mismo standard —sin la me­ Ni en sus comienzos son aldeas de labradores, es decir, el recinto
nor excepción desviacionista—. Este valor canjeable’ del nombre de de vivienda de gente de campo. Entre nosotros, las aglomeraciones
los próceres o de las fechas patrias cedió su lugar -rara vez- al del urbanas no son jamás autosuiicientes, como las ciudades mineras de
verdadero fundador de una ciudad o al de un pionero cabalmente México o Perú, ni la economía del país es feudal, como lo fuese en
integrado con el lugar. Así consigna un autor: “La costumbre de Brasil, de tal forma que se pudiese prescindir de estos núcleos. La
denominar a la plaza principal «25 de Mayo» se ha arraigado tanto, producción se fortalece solo cuando existen los medios de transferir
que la ley orgánica de las municipalidades de la provincia de La lbs bienes al puerto, y así lasr aglomeraciones urbanas se ahorran el
luoja, en su artículo 17, determina que es facultad de las autoridades período del mercado local y regional. Cuando éste llega toma lugar
edilicias prohibir el establecimiento de tambos, establos, caballerizas en forma de “remates-ferias”, una actividad marginal para la ciudad,
y corrales, dentro de un radio de cuatro cuadras a todos los vientos cuyos únicos interesados directos son justamente los productores -qu e
de la plaza «25 de Mayo»”, 2 como si no cupiese dudas de que éste vienen del campo- y los compradores -q u e vienen de Buenos Aires.
es el nombre inevitable de la principal.
A esta deficiencia de vida económica sana, basada en una es­
Sobre el tema de la toponimia no es posible dejar de referirse trecha relación con el territorio circundante, h?y que agregar la pre­
a. Emilio A. Coni, que tanto empeño pusiera por que se respetasen caria vida política que se encuentra desvitalizada desde un principio
las diferencias locales en la materia y quien combatiese la política por el escaso margen de atribuciones conferidas a la autoridad local.
seguida por las empresas ferroviarias, llegando a conseguir la sanción Nuestras plazas no tienen mucho dé ‘agora y los, a veces, imponentes
del decreto 29.044, por el que se dispuso que, para determinar los palacios municipales son un falso remedo de la carencia de efectiva
nombres de los pueblos, lugares y parajes en los territorios nacionales,
se deberá consultar en primer termino la tradición local. Sano crite^ vida ciudadana.
El aislamiento original, sin duda, tuvo un rol decisivo. Si a ia
rio éste, que dio algunos resultados por un cierto tiempo, pero que pampa se la ha comparado con un extenso mar, estos núcleos podrían
llegó, lamentablemente, tarde y que fue desvirtuado una y otra vez, asimilarse a pequeñas islas, con el agravante de que entre unas y
en no pocas ocasiones, con motivo de sucesivas alteraciones super­
puestas a la designación original.8 otras no existen islotes ni arrecifes, formaciones intermedias que je­
rarquicen de algún modo la distribución de la población. De allí que,
así como no hemos conocido lo que es una verdadera aldea, o un
caserío, o una aldehuela —en el sentido europeo de estas palabras—,
Las condicionantes socioeconómicas formaciones todas que tipifican modos de aglomeración, también he­
mos carecido de la consiguiente estructura social organizada, y de
base, sobre la cual la ciudad va a poder construir sus excelencias
En la formación de nuestras ciudades, en general, se advierte que
no hay un sinoikismo —a la manera de las aglomeraciones helénicas culturales. ,
La proverbial baratura de la tierra en la pampa obedecía a dos
o itálicas ni un ayuntamiento’ como el que da origen a las villas causas fundamentales, por un lado la enorme disponibilidad de ella
españolas de la Edad Media. La autoridad ya viene dada, y así y por el otro la falta de diferenciación de cualidades notables con­
también su estructura sociológica. Si algún parangón puede hacerse forme a los métodos de explotación primitivos. De allí que los valores
con la antigüedad, es con las ciudades coloniales que, de muchos estuviesen directamente ligados a la relatividad de la obra humana,
tipos, han existido en la historia. Las que no se iniciaron como a las mejoras en el campo y a la proximidad del centro en las ciuda­
fuertes, fueron erigidas como cabeceras para el asiento de autoridades des. Cuando llega el ferrocarril surge otro punto de valorización de
necesarias o, finalmente, muchas deben su razón de ser a la instala­ la tierra urbana en torno a la estación, y junto con el centro esta zona
ción de una estación ferroviaria, marcada en un mapa desde Buenos va a competir —aunque un tanto débilmente con aquélla. La pavi­
v * ~ ía Í aA ^r eca P ro & W s del urbanismo en la República Argentina, Uni­ mentación de rutas determina, asimismo, una gradual valorización
versidad Nacional del Litoral, p. 21, Santa Fe, 1939. lineal a lo largo de los caminos de acceso. Con todo, podríamos decir
dfl « J » * Í^oq01£ ’ ^ tradición toponímica, “La Nación”, Buenos Aires, 8 que los valores de la tierra son simples y obedecen siempre a una
^ ^ mi^° A. Com: Tradición y folklore en la nomenclatura pauta semejante, en la que existe un íoco central, sobre la plaza prin-
Í Z ™ 7 % - argT 7 reaBzada P°r la » Asesora del Ministerio de
Y c r n f a i f \ n Nación para nomenclatura de estaciones ferroviarias, desde dpal, y a lo largo de dos o tres cuadras de ‘la calle comercial que
1928 hasta 1941), Buenos Aires, 1942. desemboca en ella. Los valores secúndanos se suceden gradualmente

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LA CIUDAD PAMPEANA UNIFORMIDAD EN ZAS CIUDADES PAMPEANAS

en una forma anular, siempre parecida y sin sorpresas. Este dato, —es decir el territorio rural que abarcan— tienen una débil conexión
como se ve, es demostración elocuente de la uniformidad entre las con la cabecera, aparte de depender de ellas, en punto a las comu­
ciudades pampeanas porque, aunque no es causa original, es una nicaciones y el transporte, los bancos o las actividades comerciales.
consecuencia que ratifica la monotonía. Así, pues, él gobierno local, vulnerado desde un principio,' no va á
proyectarse sobre el área circundante ni, recíprocamente, ésta va a
tener mayor repercusión desde el punto de vista político-administra­
tivo sobre aquél. Lo que no queda absorbido por la jurisdicción
Las condicionantes politicoadministrativas provincial es directamente del resorte nacional, y así continúa, en todo
orden, el trabajo de nivelación y de allanamiento de cualquier pecu­
Dijimos antes que en las ciudades pampeanas no hubo sinoikismo liaridad local. Naturalmente, este tipo de condicionante, estrecha­
ni ayuntamiento. En verdad, esto se cumple con la excepción de la mente ligada a las restantes, no parece, ni remotamente, capaz de
propia Buenos Aires, fundada por un adelantado por su cuenta y evolucionar por sí mismo; al contrario, la forma de anquilosamiento
riesgo; aquí si hubo un contrato con los pobladores, las comúnmente es tal, que uno no temería afirmar que ciertos cambios, aun por el
llamadas Capitulaciones’, pero no se aplicaron las Leyes de Indias cambio mismo, podrían descubrir aspectos vitales que se nos ocultan
al pie de la letra, ni la primitiva cédula ni la Ordenanza de fundación bajo el caparazón de esta odiosa centralización.
dé ciudades.4 De todas maneras hay que decir que, contra lo que En lo que concretamente atañe a la forma de las ciudades y que
generalmente sé entiende, las Leyes de Indias no eran una legislación en seguida veremos en detalle, esta fórmula se perpetúa temerosa
apriorística, como la que va a conocer el país una vez que busca y de las innovaciones, egoísta de lo que sus intereses mezquinos puedan
absorbe las influencias francesas en la materia; más se trataba de sufrir, retrógrada y sin imaginación. Como una receta ciega, infinita,
leyes redactadas a posteriori, sobre la base de experiencias reales y resiste ese mínimo de cambio que da vida a las auténticas tradiciones,
que eventualmente formaron un cuerpo. Por eso, quizá, hubo tantas con el pretexto inabordable de que!, para introducir alteraciones, hay
ciudades que se conformaron a la regla, como tantas otras que cons­ que interesar siempre y previamente a un estamento superior, anóni­
tituyeron la excepción —y que, eventualmente, sirvieron de prece­ mo y sordo a las necesidades tangibles de las ciudades.
dente para la formulación de nuevas leyes.
lo dicho se deduce que la legislación hispánica no tenía la
rigidez que erróneamente se le atribuye y era —salvadas las distancias
de la comparación— más parecida a la actual legislación inglesa en Las condicionantes urbanísticas
urbanismo, que a la doctrina que le iba a suceder en estas tierras. El trazado en cuadrícula es, lógicamente, la primera imagen
En efecto, mucho más rígida, menos flexible y abstracta, iba a ser que acude a la imaginación de quien se pregunta por la forma urbana
la política específica que el Departamento Topográfico de Buenos de la ciudad pampeana. Sin duda alguna, es el ‘fósil’ que aún conser­
Aires y los municipios aplicarían, una vez obtenida la independencia vamos de los tiempos de la dominación hispánica, visto que hemos
de España, especialmente a partir de la sanción de la Constitución sido muy prestos a olvidar el contexto a que esta pauta correspondía
de 1853. -más aún, la hemos negado ingenuamente- mientras quedaba pre­
El sentido centralista de la urbanización hispánica va a palidecer sente, de manera indeleble, en la realidad urbana y no éramos capaces
comparado con el que impondrá la República y que se reflejará en de hallar ningún sustituto.
el espíritu y la forma de las ciudades, especialmente en las de llanura, En rigor, el damero nunca fue totalmente real ni tangible, era
donde ni siquiera un accidente topográfico podrá desviar las intén- más bien el plan dentro del cual se iría a desarrollar una ciudad.
ciones implacables de la uniformidad oficial. Y ese centralismo se Estaba concebido siempre en el tablero y representaba la idea de
va a reproducir patentemente en la estructura interna de las ciudades lo que la ciudad iba a ser más adelante.5 Hoy dinamos, en la jerjga
donde, ademas, por cuestiones de escala, no va a haber la menor urbanística, que eran como ‘fondos de plano’ concebidos para el fu­
chance de un policentrismo esencial, ni formal. En nuestras ciuda­ turo, cuyos huecos se llenarían gradualmente. Y en efecto, así ha
des no existen, sino de nombre, verdaderas jurisdicciones internas sido el crecimiento general de todas las aglomeraciones reticuladas:
(los cuarteles son meras divisiones catastrales) y los propios partidos
B A. F. Laass, El desarrollo evolutivo de la ciudad de Buenos Aires desde
^ Adolfo Carretón, municipalidad colonial ( desde la fundación de Buc- sus primeras horas hasta promulgada su libertad de comercio en 1778. Tesis
^ QS'3 'i 6S el g°bierno de L an z), p. 52, ed. Jesús Menéndez, Buenos Aires, inédita, Instituto Superior de Urbanismo, Facultad de Arquitectura y Urbanismo,
Buenos Aires, 1954.

44 45
LA CIUDAD PAMPEANA

un crecimiento por compactación, sin otras directivas sobre la mar­


cha, abrumado por la consecución de un fin demasiado lejano, sin
etapas ni descansos, sin compensaciones, ni hitos que marqúen una
historia; en suma, una larga y pesada evolución que ha contribuido
en buena parJ • a hacer más monótona y uniforme la vida en estas • ¡V i' \ : o : : a ' •
n:uvúi:an^o •jr.oorjtfiv.
ciudades.
nür.iQ c;c i:or: v •
Fig. II. 2 nrjtjQQ'jC'üacc.'’ac-oo,:.-';r.."1 ...
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Leemos en la “Relación de las medidas dictadas por el marqués □ cs'-^ ctjU G p cu n n o : ■j':;
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de Sobremonte, gobernador intendente de la provincia de Córdoba, söuüjnono □cor-ro'.1;] ’ \'.v
1783-1788”,° que entre otras cosas dispuso “cerrar los huecos entre .. n.-jr¡r:.c3aaaaa¡T;ac'r;g'jr:^'JS«.if •-
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las casas y levantar las tapias y paredes caídas que causaban fealdad , • ’ na'nanuacüQnücirjL'1:.^..'.:«'
y muchos inconvenientes, lo que se logró por los medios más suaves a i , C 3rj'*nSoa Qat’DV.j. '
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y proporcionados”, cosa que estamos dispuestos a creer proviniendo i s iH~tjoo¿EaLinciCi"
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de un personaje con tanta visión urbanística como éste, solo invocado M r ‘t?a'3äccirLJi
en la historia oficial por la anécdota vergonzante de su huida de V.CU'j "
Buenos Aires.
Pero lo que importa destacar, a propósito de esta cita, es esa
especie de ‘horror al vacío’ que es congénita con nuestras ciudades.
En el caso de Buenos Aires —ciudad dotada en exceso de los medios
para llenarlos— ha quedado demostrado su odio por los ‘huecos co­ 1960
loniales’ ya que no solo compactó los lotes no edificados, sino que Fio. I I . 2. Tres cortes en el tiempo (1882-1910-1960), en el proceso de creci­
desbordó ese equilibrado contraste entre vacíos y llenos del tejido miento de la ciudad de Chivilcoy (Instituto Superior de Urbanismo: plan
regulador de Chivilcoy): el incremento de población y de edificación se veritiea
urbano hispánico. “Si hubiese existido en Buenos Aires un molde por compactación más que por extensión; es necesario más de un siglo para
rígido de ciudad armónica ya lo hubiésemos llenado por lo menos llenar los huecos del esquema original.
dos veces, con la edificación que hemos levantado”, comenta un do­
cumento pionero de nuestro incipiente urbanismo.7
Es que en esencia, el damero es solo un punto de partida que
admite, sobre la pauta original, lograda y en equilibrio, toda clase
de variantes, sea como aberración de esta forma o como nuevos
puntos de partida para concepciones urbanísticas más adecuadas.
Este punto lo desarrollaremos al finalizar este trabajo.
Como un ejemplo extremo de las posibilidades de este trazado,
es ilustrativo citar a Francis Violich, quien refiriéndose a la capital
del Imperio Incásico escribe: “Lo que hace al Cuzco una de las
más interesantes ciudades históricas de Sudamérica es esta fusión,
paradójica del urbanismo y la edificación severa y sólida de los
Incas, con la obra imaginativa aunque caótica de los españoles’’.8
Nosotros, aunque discrepamos con el calificativo de ‘caótica’ adjudi­
cado al Cuzco español, consignamos esta opinión que otorga pers-
0 La revista de Buenos Aires (directores Vicente G. Quesada y M. Navarro
Viola), t. 0 (1863 a 1871) año HI, número 33, enero de 1866.
7 Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, II Exposición Municipal F ig . 11.3. Agora de Mileto, recons­
de. Urbanismo, Dirección del plan de urbanización, Buenos Aires, diciembre de trucción según Schleif, y planta:
1939. riqueza y variedad de las ágoras
8 Francis Violich, Cities of Latín America — Housing and planning to the
jónicas. '
South— p. 23, Reinhold Publishing Corporation, New York, 1944.

46 47
UNIFORMIDAD EN LAS CIUDADES PAMPEANAS
LA CIUDAD PAMPEANA
norteamericano quedó dividida de tal forma, que hasta los caminos
pectiva a la comparación entre una rigidez esencial, como fue la de conforman, en parte al menos, este sistema rectilíneo.
Ta ciudad incásica, y una rigidez meramente formal, de trasfondo, Pero a la uniformidad de la planta hay que agregar la unifor­
como la que utilizaron los españoles para crear, sobre ella, una de midad edilicia vigente hasta hace poco. En este aspecto, también, la
las maravillas urbanas más elogiables de América. pauta tiene orígenes remotos, desde que repite, solo con ligeras va­
Cuando entre nosotros se quiso mejorar el plan en damero, como riantes, por lo general, la casa de tipo mediterráneo, diríamos ‘pom-
en La Plata, se cayo en un espíritu todavía más rígidamente geomé­ peyana’, para asimilarla a un tipo bien definido. Cierto es, ahora, las
trico y más tiránicamente regular. Léase si no la descripción —en habitaciones del frente, otrora dedicadas al comercio, asumen la fun­
palabras— de su plano, como una prueba.
ción de ‘la sala', y que muy frecuentemente la unidad original, de
“Esa superficie se hallaba dividida por una red de calles de 18 m habitaciones construidas en torno a patios, se subdividirá en dos vi­
que se cortaban en ángulo recto, 10 avenidas de 30 m paralelas a las
viendas independientes por medio de un muro coincidente con el
anteriores y cuatro que las cortaban en 45°, formando diagonales,
aparte de las que comunicaban directamente los extremos con el cen­ eje de la composición primitiva. Pero aun habiendo olvidado la sim­
tro de la traza”. . . plicidad colonial, este modelo se repetirá durante siglos, con facha­
Se había calculado que las avenidas dividiesen la ciudad en das simples, o adornadas con ornato italianizante o afrancesado, cum­
secciones de 36 manzanas de igual superficie”. . ,9 pliendo el mismo rol funcional. Las variantes en altura son mínimas,
En síntesis, el resultado obtenido lo tenemos a la vista, pero lo advirtiéndose tan solo una leve tendencia a una modesta monumen-
que sorprende comprobar es que el prurito geométrico llegó al ex­ talidad en las últimas fases,
tremo de adjudicar un 35,5 % de la superficie de la ciudad exclusiva­ Todas las ciudades pampeanas se fundaron y crecieron dentro
mente para calles; exageración que se agranda si pensamos que, por del mismo molde, y hasta sus edificios públicos —con leves variantes-
la época de la fundación de La Plata, Buenos Aires dedicaba solo adoptaron el mismo partido y la misma apariencia exterior, tanto
un 6,3 % a la vía pública.10 fuesen escuelas como oficinas. Aquella simultaneidad, a que ya
Cuando uno lee las impresiones de los innumerables viajeros hicimos referencia, terminó por dar una unidad absoluta, no solo a
europeos que visitaron nuestra capital, en siglos pasados, advierte que cada aglomeración, sino al conjunto de ellas. El clima no exigió, como
conforme a las opiniones vertidas sobre la cuadrícula, podrían for­ en otras latitudes, la presencia de graciosos soportales, y la disponi­
marse dos bandos bien definidos. En efecto, los hubo, y numerosos, bilidad de tierras tampoco dio lugar a airosos balcones, como en
que quedaban maravillados por la regularidad, mientras los restan­ Andalucía.
tes confesaban su desasosiego por la monotonía. Los primeros repre­ La única alteración se verifica a semejanza del proceso de com­
sentaban seguramente a los espíritus prácticos que llegaban a Amé­ pacta ción por fases graduales, tendientes a lograr el ideal trazado.
rica sin mayor nostalgia de su tierra y dominados por el entusiasmo Como las posibilidades económicas de todos los habitantes no podían
de emprender alguna empresa. Los últimos, espíritus más sensibles, ser. lógicamente, las mismas, muchas construcciones quedaron dete­
no podían ocultar que la geometría rigurosa no hacía sino resaltar nidas en el camino, sirviéndonos hov de ejemplo para definir esas
la chatura física y cultural de aquella pequeña ciudad o gran aldea.
etapas. Una de ellas es la que puedo advertirse cuando la fachada,
La cuadricula, obvio es decirlo, no se detuvo en los hoy mal
llamados ejidos urbanos, pues en las nuevas poblaciones que se crea­ retirada unos cuatro o cinco metros de la línea municipal, exhibe un
ron, especialmente en el período constitucional, este trazado continuó atractivo jardín saturado de enredaderas, flores v arbustos. Pero
en una zona de quintas y luego —en ciertos casos— en otra de chacras, —atención— éste no ha sido el deseo voluntario de sus dueños; se
como en el caso de Chivilcoy. A nuestro entender fue más implacable trata solo del espacio vacante, a la espera de mejores tiemnos. du­
aún el sistema de centuriación practicado en los Estados Unidos, a rante los cuales poder afrontar los gastos de la construcción de la
partir de la mensura de 1785, donde quedaron establecidos tototiships sala” con ventanas, o balcones bajos, hacia el frente. Cuando esta
de seis millas cuadradas’, en el sentido litera] de la palabra, “a menos etapa podía superarse venía, entonces, la fase final, que consistía
que las tierras adquiridas a los indios lo hiciesen impracticable”.11 en la decoración de la fachada: no solo un simple revoque, sino el
Como consecuencia de esta política, la mayor parte del medio-oeste ornato que exieía la moda, la herrería trabajada de los balcones, v
9 Archivo histórico de la provincia de Buenos Aires, Fundación de la ciu~
todo otro detalle que culminara las aspiraciones de sus propietarios.
dad de La Plata, documentos éditos e inéditos. La Plata 1932 Muchos, sin embargo, jamás vieron colmados sus sueños, y así nos
J0 Idem. han legado esas fachadas con el ladrillo a la vista y esas cornisas
11 Stanley D. Dodge, Burean and the princenton communitu, Annals of puramente estructurales, sin aditamentos ni rellenos artificiosos, que
the association of american Geogiaphers, vol. XXII, número 3, íotiemore de 1932.
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LA CIUDAD PAMPEANA
UNIFORMIDAD EN LAS CIUDADES PAMPEANAS
conforman nuestro gusto actual mejor que aquellos modelos pasados
de moda que no pudieron alcanzar. nuestras plazas que no sea sino la tautología más flagrante de un
AI trazado en damero y a la uniformidad edilicia hay que agre­ modelo único?
gar la baja densidad, muy regular —casi sin contrastes— para confi­ Fig. II. 3 y II. 4.
gurar mejor el paisaje urbano que comentamos. Ese desparramo Ese sentido dominante y centralista que denotamos al referirnos
original, especie- de designio tendiente a alcanzar a cubrir la mayor a las condicionantes político-administrativas, está encarnado, cruda­
superficie del casco ideal de la ciudad, va a impedir que cada aglo­ mente, en la plaza, y si se da el caso de que exista más de una en
meración defina por sí misma, y fielmente, su propia escala. La la ciudad, lo van a ser de una manera totalmente subordinada y se­
extensión de dos ciudades puede ser la misma, pero su población cundaria, sin cumplir absolutamente, ni compartir, ninguna de las
diferir sensiblemente; una ha sido más rápidamente compactada funciones principales de la Mayor.
mientras la otra no.
A lo anterior va unida la falta de barrios y de zonización espon­ Fig. II. 5 y II. 6.
tánea, neta. Aquí no hay más que una estructura monocéntrica desde Cuando alguna vez en nuestra historia urbana se intentó que­
cuyo foco todo va a decrecer gradualmente en torno, tanto la den­ brar la pauta rígida, e inapropiada en muchos casos, como en Chi-
sidad de población y de edificación, como los valores de la tierra, vilcoy, esa intención fue frenada, como nos lo atestigua el propio
como las obras de equipamiento urbano, provisión de servicios, etc. Sarmiento al comentar sus impresiones sobre la ciudad de New
Curioso es pensar, frente a este gran número de ejemplos, en las Haven, en los Estados Unidos:
otras tantas y mucho más numerosas aldeas europeas que, más pe­ "A la luz del día, el bosque apareció descompuesto en hileras
queñas en población —v de mucha menor superficie—, denotan la de árboles en todas las direcciones, dejando ver una cosa como plaza
existencia de dos o más focos de atracción v una diversidad funcional y que se llama «El Green», es decir, «El Verde», por estar en toda
mucho más cabalmente expresada en la ocupación del suelo. su extensión cubierta de pasto siempre verde.
La plaza, así en singular, es el único centro diferencial, aunque ’’Esta plaza, la única de la ciudad, tiene la forma más extraña.
en rigor consista en la repetición del mismo motivo en todas las Mide cerca de cinco cuadras cuadradas. Divídela una calle de olmos,
ciudades. A tal punto llega la estereotipación, que Eduardo Schiaf- y en el centro, elévase por entre las copas de los árboles, las torres
fino, en “Urbanización de Buenos Aires”, comenta que, con motivo de una iglesia gótica, otra de orden toscano, otra de orden dórico y
del Centenario, las capitales de provincia, avergonzadas de no haber dos más de arquitectura moderna. Esta idea la tuvieron los vecinos
“honrado oficialmente al libertador, en forma monumental, en vez de Chivilcoy, en Buenos Aires, colocando la Iglesia y la Casa Mu­
de dirigirse a nuestros escultores para pedirles una interpretación del nicipal separadamente, en una plaza de cuatro cuadras. Pero metió
héroe, hallaron más cómodo y expeditivo solicitar al Gobierno Nacio­ la cola el Departamento Topográfico, que en eso de trazado de ciu­
nal una reproducción de la estatua ecuestre que se levanta en el dades tenía' como decía el doctor Ferrera, mucho de «topo» y poco
Retiro. Expedido el primer «Gral. San Martín» en bronce, todas de «.seráfico», y estorbó tamaño escándalo. ¿Dónde se habrá visto
las capitales de provincia exigieron el suyo y lo consiguieron. De una plaza con edificios públicos en el centro? Pues se ven en New
ahí la monotonía de las plazas argentinas en todo el territorio de la Haven y hacen el más agradable aspecto.” 13
República, que imitan, sin el menor discernimiento, cuanto defecto
existe en la metrópoli”.12 Fig. II. 7.
Buscando los precedentes de estas plazas en la historia del urba­ La monumentalidad —en superficie—, como la del caso citado,
nismo, podríamos exclamar: ¡Qué contraste con la riqueza y variedad y que no va acompañada con edificación monumental en su tomo,
de las ágoras jónicas! Porque si en verdad las Leves de Indias ni una densidad proporcionada de población circundante, produce
habían repetido —entre otras— la recomendación de situar las plazas una sensación de descampado que justamente el medio urbano en la
do las ciudades mediterráneas en el centro de la composición y las pampa debería de contrapesar.
de las marítimas sobre la costa, al igual que lo practicado en las Extensiones libres, desmesuradas, en ciudades de llanura son
polis hippoclámicas, salta a la vista la pobreza de imaginación que perogrullescas, como el caso de una plaza situada en una importante
delata la concepción de las nlazas. En vez de formas en herradura, capital —a los pies de la propia cordillera— que tiene, como motivo
como en Priene, o trapezoidales, como en Assos. o de tino cerrado decorativo, una colina artificial.
como el ágora de los Italianos de Délos ¿qué gama pueden exhibir
13 Domingo Faustino Sarmiento, Correspondencia desda Estados Unidos a
12 Citado por Alcides Greca (ver llamada 2 ). “El Zonda” de San Juan, 1865. citado por Eduardo Crespo en Sarmiento urba­
nista, revista "Nosotros”, segunda época, t. V III, número 78, Bix'nos Aires, 1942.
50
51
J U L - IU L .

]
in n n r Bahía Blanca

1 1—
Colonia del Sacramento (Uruguay)

Bel grano

J ans. o c
[
i— i r\vi r
Ouro Preto (Brasil)
La Plata

F jc . I I . 4 . Ágoras de Assos y do Priene, según von Gerkan: formas trape­ Fie. I I . 6 . Plazas de Colonia y
zoidales o de herradora. . . F ig . I I . 5. Plazas de Bahía Blanca de Ouro Preto: el urbanismo por­
(1828), Belgra.io (1858) y La Plata tugués es rico en espontaneidad
(1882): una verdadera tautología. medieval.

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52
UNIFORMIDAD EN LAS C.V'CADES PAMPEANAS

Podría argumentarse, asimismo, que la función de una plaza


central —que no es precisamente la de un parque— es la de reunir
a la población en un ámbito cálido y acogedor, mas para muchos,
aún hoy, pareciera que su destino es impresionar con rasgos solemnes
la visita del forastero y no tener un sentido cotidiano, intimo y uti­
litario. Para esto es necesario tener en cuenta la relación proporcio­
nal entre el espacio de que se dispone y las necesidades de la
población. Es conocida, por otra parte, la atracción que ejerce la
esquina’ sobre los vecinos y el hecho de reunirse cotidianamente
en ella —especialmente en verano— euando, por las tardes, no se
sacan sillas a la vereda para gozar del fresco. Pues bien, esta
importante actividad —vcrificable en casi todas las ciudades argen­
tinas— no ha hallado, hasta el presente, su expresión urbanística, tal
como podría ser la formación de pequeñas plazoletas de ángulo, con
dos o tres árboles de sombra y otros tantos bancos para sentarse.
Volviendo a la plaza, hay que señalar que, en la mayoría de los
casos, fueron diseñadas con pretensiones desmedidas, con plantas y
flores delicadas que exigirían un cuidado difícil de proveer. Son,
además, a todas luces, manchas de naturaleza exótica que tienen poco
que ver con la realidad natural. Un ejemplo digno de destacarse,
como respuesta positiva a estos defectos, es el que presenta la plaza
Gómez, en San Antonio de Areco. Originalmente, una antigua quinta
del lugar fue convertida posteriormente en plaza pública; en ella
predominan las más bonitas especies de árboles dejados crecer sin
limitaciones (ni podas), el trazado de senderos es casual e irregular
y todavía conserva el molino de viento original, como un detalle más
de deliciosa espontaneidad: ¡cuánta menos pretensión y más belleza
hay en esta plaza Gómez que en los cientos de imitaciones afrance­
sadas que hoy parecen aristócratas venidas a menos!
Fig. II. 8

Pero si, como escribiera Sarmiento, ha sido siempre imposible ir


contra la rutina burocrática, es en materia de loteo donde las res­
tricciones y el modelo han sido más implacables. En los orígenes,
la ciudad colonial, como es sabido, se dividía en solares de un cuarto
de manzana cada uno y, eventualmente, se concedían medios solares
desde un principio, pero pronto el auge de la edificación ‘a longaniza’
como se ha dado en llamar, reclamó la posterior subdivisión en lotes
angostos y profundos que se regularizaron en las diez varas. Mientras
ese tipo de edificación predominó, este loteo era el más lógico, pero
en cuanto las modalidades de vivienda comenzaron a modificarse,
ya no se adaptó racionalmente. Las autoridades —y esto en todo
-í ' 7' - í ? gfeen t New «aven. "¿Dónde se habrá visto una plaza con el país— en lugar de facilitar englobamientos, calles internas o pa­
edificios públicos en el centro? Pues se ven en Xcw Hav<n v ofrecen el más sajes, cul~desac, etc., procedieron —en Buenos Aires— a dictar regla­
agradable aspecto.” (Sarmiento) ' ulreccn el mas
mentos y ordenanzas que lejos de solucionar el problema lo iban
complicando más y más. Así se perdieron las ventajas de ambos
54
55
UNIFORMIDAD EN LAS CIUDADES PAMPEANAS

sistemas, el de la edificación tradicional —con balanceados con­


trastes de vacíos y llenos— y el de un loteo que, por lo menos, res­
pondía a ese tipo de arquitectura.
El fanatismo por conservar la red viaria original —sin ninguna
alternativa— y la manía de prolongar la apertura de las mismas a los
cuatro rumbos, tan lejos como se pudiese llegar, ba sido un defecto
proverbial que aún no se ha atenuado. Nuestros ediles están conven­
cidos de que la apertura de calles está directamente ligada a la idea
de progreso y que cuando se procede al amanzanamiento y posterior
loteo de una antigua fracción, se ha dado un gran paso en materia
de justicia social. La equivocación es doble porque estas medidas
solo provocan una mayor especulación de la tierra, y, aunque apa­
rentemente significan un incremento en la recaudación, a la larga
supone la creación de muchísimos problemas de equipamiento y ser­
vicio que la municipalidad hará todo lo posible por soslayar. Esas
perspectivas sin corte, interminables, infinitas, parecieran ser el goce
de las autoridades municipales, pero cualquier alternativa tendiente
a buscar formas de una repartición más equitativa y racional de la
tierra urbana o la diversificación de anchos en las calzadas, conforme
a su función, sobre todo reduciéndola allí donde no hace falta más
que el tránsito peatonal, son anatema para una administración anqui­
losada y temerosa.
Una vez más vemos que muchos funcionarios modernos per­
dieron lo más admirable de la lección del pasado. El marqués de
Sobremonte, ya citado, tenía al respecto ideas más claras y más li­
bertad de acción; así describe en uno de sus informes: “Las quintas
están divididas por calles iguales a las de la ciudad, y se ha permi­
tido a los que tienen dos cuadras las mantengan unidas por la
comodidad de su cuidado y cultivo, permitiendo, y aun promo­
viendo, que las inmediatas a la acequia estén cerradas para evitar el
tránsito por ellas, porque además de no ser necesario contribuye a la
limpieza del agua”.14
Ya en los albores de la independencia, cuando se trató de con­
feccionar un plano para la ciudad de Buenos Aires, en 1824, “se em­
pezó a levantar el plano de la ciudad con el fin de proyectar sobre él,
como se verificó, una nueva traza que corrigiese los vicios que venían
perpetuándose y que los evitase en lo sucesivo. Pero se padeció un
grave error al establecer esa traza, y fue el de querer someter
el desorden que se tenía a la vista, al antiguo sistema de los cua­
drados de la traza primitiva. No se consideró que los cercados exis­
tentes demostraban y aseguraban la posesión de los terrenos que
encerraban bajo formas irregulares; y que la posesión da derechos
F ig . I I . 8 . Vista aérea y planta de la plaza de Chivilcoy. “Pero metió la cola
el Departamento Topográfico, que en eso de trazado de ciudades tenía. . . mucho 14 Relación de la provincia —Intendencia de Córdoba al dejar el mando
de topo y poco de gráfico, y estorbó tamaño escándalo.” (Sarmiento) el marqués de Sobremonte— : “La -revista de Buenos Aires” (directores, Vi­
cente G. Quesada y M. Navarro Viola), t. 21. año V III, número 83 de marzo
de 1870.

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LA CIUDAD PAMPEANA UNIFORMIDAD EN LAS CIUDADES PAMPEANAS

cjue es imposible desconocer, sobre todo cuando está garantida con posibilidades aún no explotadas—. Frente a ello parece sensato no
títulos que cuentan con muchos años de existencia”.15 También, hace intentar cambiar ciertas pautas que, en cierto modo, se han hecho
cien años hubo quienes no perdieron del todo el sentido común frente connaturales con el hecho urbano, y tampoco planear para períodos
a los teóricos de la cuadrícula a ultranza, como lo demuestra el párrafo demasiado extensos, pues esto puede significar que se postergue inde­
citado. Pero una y otra vez ‘se quiso’ someter la realidad a la abs­ finidamente el logro de configurarlas más cabalmente, sometiéndolas
tracción y fueron más los actos ae violencia cometidos que los de inútilmente a procesos utópicos.
asimilación, con espíritu no menos regulador, de una realidad que Con un sentido más positivo en la crítica, hay que reconocer
buscaba expresar sus tendencias naturales sin hallar el modo de que la pauta básica del damero ofrece también ciertas ventajas, si
canalizarlas con éxito. es que se las sabe aprovechar ‘como fondo’, sobre el cual pueden
El tratamiento de las vías de circulación, desde el punto de hacerse algunas innovaciones graduales. Tanto desde el punto de la
vista paisajístico, ha sido también sumamente rígido. El hecho de no b onificación como el de la circulación, una cierta regularidad de base
haberse concebido la red como un tejido de usos diversos y que facilita la tarea, pero más aún la posibilidad de englobamiento —de
exigían dimensiones igualmente diversas —algo que griegos y ro­ lotes, como de manzanas—, son medios bien factibles de realizar
manos habían adoptado casi juntamente con la idea de damero- tareas de renovación urbana sin necesidad de mayores alteraciones.
sino como un esquema geométrico regular en todo sentido, desem­ No en vano la idea de supermanzana, ya antes de que se consagrara
boca en una resultante que carece de variedad visual. Ya a fines del definitivamente en Brasilia, era aceptada por el urbanismo contem­
siglo x v iii el pleito de Bucarelli ilustra abundantemente acerca de poráneo, y ¿qué es la supermanzana sino una abstracción nacida de
las resistencias que tuvo que vencer aquel gobernador para dotar a la realidad reticulada?
Buenos Aires de una alameda —bien que plantada de plátanos— en Desde luego, toda propuesta de reparcelamiento y reordena­
la que el uso predominante fuese peatonal y su función más de miento vial exige no solo una aguda concepción técnica, sino igual­
esparcimiento que de circulación. Los bulevares con que cuentan mente una fórmula legal que lo facilite. Pero las dificultades no son,
las más modernas ciudades pampeanas suelen haber sido concebidos en verdad, tan grandes como la suma de buenas intenciones fracasadas
con exceso de pretensión y han fracasado en la medida que el trán­ y la ciega rutina nos lo da a entender. Con las armas de un planea­
sito automotor ha confinado las plazoletas centrales a un aislamiento miento técnicamente sólido, las resistencias de los administradores
que las convierte en meros ornamentos y no verdaderos paseos. Es y políticos no van a tener, de ahora en adelante, aquel poder
curioso encontrar en los más insignificantes núcleos urbanos —poco omnímodo que ha impedido la renovación natural de nuestras aglo­
más que estaciones ferroviarias— el germen nunca desarrollado de meraciones urbanas.
estos bulevares, como testigos de un delirio de grandeza totalmente Hallar la circulación real dentro de la retícula ideal es una
desproporcionado con las necesidades reales de la población. condición sine qtia non para poder configurar el cuadro de necesi­
Hay que decir, en rigor de verdad, que muchos de los defectos dades concretas en materia vial y abandonar aquel escrúpulo de
que hallamos en nuestras ciudades también provienen de un equi­ conciencia de querer llenar uniforme e indiscriminadamente toda
vocado concepto de previsión. La cuadrícula y todas sus secuencias la superficie edificable, en cuanto se halla amanzanada, considerando
han pecado no tanto por falta de previsión sino por un excesivo y red viaria el resto.
rígido sentido de futuro; por una especie de ‘futurismo’ fantasioso en Tampoco parece tratarse, en general, de buscar para estas ciu­
el que se iban a llenar los moldes concebidos arbitrariamente. dades nuevas superficies de expansión pues casi todas tienen una
extensión suficiente como para crecer otro siglo, sin necesidad de
incrementos areales. Lo que necesitan es un reordenamiento ‘desde
adentro’, zonificando y densificando algunos sectores en contraste
Jms condicionantes de un futuro planeamiento
con otros.
Hay una serie de aspectos comunes en el planeamiento de las
Como quiera que sea, ahí tenemos nuestras ciudades pampeanas ciudades pampeanas, tomadas genéricamente, y en especial en rela­
ya en avanzado proceso de desarrollo —con sus vicios y con sus ción con todos los elementos que, de una manera u otra, han con­
Memoria del departamento topográfico de l;i provincia do Buenos Aires
tribuido a darles esa apariencia monótona que hemos destacado. Pero
en: Memoria de los diversos departamentos de Iti Administración de la Provincia una vez establecida esta sencilla verdad, queda por destacar que,
d e Buenos Aires t¡ da las Municipalidades de Campaña, l :l pnrtc, p. 433, Bue­ contra toda suposición fácil, también todas tienen 'un algo’ que las
nos Aires, 1867. individualiza y que cuando no se advierte obviamente hay que bus-

58 59
LA CIUDAD PAMPEANA

cario a través de su evolución retrospectiva. Para reconocer estos


valores, a veces muy relativos, hay que analizar caso por caso muy
sistemáticamente; por ínfimas que sean esas categorías diferenciales,
son las únicas de que se dispone y rasgos de esta naturaleza no se
reemplazan fácilmente, al punto que exigen un tratamiento peculiar. CAPITULO III
Alguien dijo una vez que para ser historiador hacía falta tener ‘una
especie de simpatía’ por el pasado; en la medida que el planeamiento ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS
no es la negación, sino la. canalización de vigencias, también exige
asimismo esa suerte de simpatía y con mayor razón cuando el pasado
ha dejado imponderables borrosos, como es el caso de las ciudades
de que tratamos.
Claro está que, cualquier pensamiento genérico sobre el planea­
miento de estas ciudades, como son las reflexiones con que termi­
namos este artículo, debe estar íntimamente ligado a una política En el capítulo precedente hemos enfocado notas peculiares que
regional, mediante la cual estas aglomeraciones concebidas en lo que caracterizan a las ciudades pampeanas, inscriptas dentro de una sub-
tienen de unitario, comiencen a vislumbrarse a la luz de su difencia- región histórico-geográfica que llamamos ‘la pampa anterior’ y que
ción. Desde luego, al referimos específicamente a las formas urba­ está limitada por el Río Paraná, el Río de la Plata y el Salado, y el
nas, hemos escamoteado un aspecto fundamental de la cuestión, Arroyo del Medio; ocupando la porción norte de la provincia de
como es el de la especialización funcional que, en algunos casos, ya Buenos Aires.
se manifiesta con marcado vigor. Mientras esta área es objeto de una exhaustiva investigación de
De cualquier forma nunca es tarde para destacar que justamente tipo retrospectivo1 con miras a determinar la dinámica del cambio
porque ese proceso de especialización funcional se está desarrollando, espacial y algunas tendencias evolutivas —inertes o activas—, estudios
se hace más urgente pensar en nuevas formas que alojen racional­ como el presente, integrados a aquélla, tienden a confirmar la tesis
mente a esos nuevos contenidos sin vulnerar lo que, equivocadamente de que una unidad y coherencia propia distingue dicha subregión
o no, es ya una tradición en estas ciudades. Si tradición significa en tanto en el pasado como en el presente.
esencia traer a la posteridad lo ancestral, también podemos conce­ En este capítulo nuestro objetivo es volver a indagar acerca de
birla como un enfoque del futuro con cuidadosa consideración del la naturaleza de las aglomeraciones que componen el área de estudio,
presente; tradición es también una forma de realismo y no tiene nada inicialmente comenzamos por demostrar que la aparente monotonía,
de posición intransigente, como vulgarmente se le asigna. que constituye un rasgo común entre estas ciudades, tiene una
Para terminar, digamos que la gran enseñanza de este capítulo explicación no demasiado simple, así como que bajo esa básica uni­
de nuestra historia del urbanismo consiste en mostramos, una vez formidad se esconden no pocos matices de diversidad que exigen
más, que las ciudades no pueden reducirse a la resolución de un una discriminación más sistemática. Para llevar a cabo este designio
problema de tablero —como algunos arquitectos aún consideran al realizamos posteriormente un estudio sobre las formas urbanas con­
planeamiento—y que hasta la misma apariencia de las ciudades toma formándolo a nueve criterios cualitativos o categorías fijas, cada
forma auténtica con el transcurso del tiempo, como la resultante de una de las cuales exhibe un cierto número de modalidades que rati­
una incidencia de múltiples factores que no pueden precisarse todos fican la premisa antedicha.
de antemano. Encontramos, luego, que para continuar la indagación, se hacía
Una atmósfera urbana no se crea por ordenanza municipal, por preciso contemplar estas ciudades como conjuntos complejos en sí
más que se base en un estudio urbanístico —las new toum inglesas mismos y compararlos entre sí, en busca de aspectos comunes o dis­
son un ejemplo actual de eso mismo— porque en la vida urbana, que cordantes, como un método más de determinar sus condicionas esen­
es un aspecto capital de la cultura, hay un elemento de clandesti­ ciales y accesorias. Esto nos llevó a semejar la disposición espacial
nidad que solo se resuelve por ‘un estar en el lugar por generaciones’ de los ítems, o unidades fundamentales, como componiendo sistemas,
y, esto es, justamente, el punto más débil de todas- estas aglomera­ a fin de que en posesión del mismo fuese más riguroso el intento
ciones pampeanas. de conocer sus rasgos estructúrales básicos.
1 Randle, P. H., Geografía Histórica de h Pampa Anterior (en desarrollo),
coa la colaboración de la Arquitecta Nélida Guxevitz.

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LA CIUDAD PAMPEANA ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS

La elección, de esas unidades o elementos fundamentales de Que las limitaciones del lenguaje sean causa fundamental de
los sistemas espaciales urbanos, cuyas interrelación es determinan los malos entendidos conceptuales, como suele pensarse, no nos
las estructuras urbanas, requirió un criterio selectivo pudiéndoselos autoriza a abandonar el intento, ni tampoco a pretender sustituir tan
agrupar bajo los rubros principales de nucleares, periféricos, circu­ esencial herramienta temerariamente. Las ilustraciones presentadas
latorios e incipientes. Estos últimos son de relativamente reciente tienen solo por objeto contribuir a confirmar lo que nuestro propio
aparición en el cuadro urbano y sus correlaciones estructurales son lenguaje expresa y no osan formular ningún simbolismo aleatorio.
aun arduas de establecer; en todo caso, no existe duda posible de Si es verdad que las pautas que describen las relaciones estructurales
que representan ya un anticipo de un cambió de faz ¡futuro. son esencialmente irrepresentables, como lo son todos los procesos
Para asegurar la exhaustividad del análisis se han estudiado múltiples que se desarrollan a través del tiempo, debemos saber
treinta y siete ciudades que suman la totalidad de las aglomeraciones conformarnos con delimitar siquiera el marco dentro del cual se
de más de 2.000 habitantes en la región —excluida el área metropo­ verifican.
litana de Buenos Aires—. En una tentativa de relacionar los tipos más
definidos con su situación geográfica, su magnitud y su posición
circulatoria dentro del área en común, se hacen algunas considera­
¿Qué es estructuraP ¿Qué es estructura urbana?
ciones tentativas, advertidos de que es en este punto donde se
suele pecar más comúnmente por el deseo de aplicar métodos de
Hablar de 'estructura urbana’ puede significar varias y diferen­
clasificación comparativamente complejos en relación a la simpleza
de sus resultados. tes cosas, pues en el lenguaje corriente el término ‘estructura’ es
usado con mayor o menor rigor para significar conceptos no exacta­
Plenamente conscientes de las dificultades que entraña el uso mente iguales —organización, normas reglamentarias, esquema de
del término ‘estructura’ y, más aún, de la ligereza con que suele interdependencias o construcción de sostén— y ‘lo urbano, a secas,
empleársele, hemos querido, no obstante, contribuir a profundizar indica cualquier fenómeno que tiene lugar en la ciudad, desde sus
—con ejemplos reales— las posibilidades de un ajuste semántico procesos y realidad física hasta los frutos más refinados de la cultura,
más riguroso en relación a sús implicancias urbanas, concretamente un cierto tipo de conducta colectiva, pasando, entremedias, por con­
en relación a la ciudad como organismo de entidad física. A fin de cepciones puramente económicas, sociales o políticas.
no incurrir en una mayor confusión que la. que se pretendo ir acla­ Para nosotros —aquí y ahora— ‘estructura’ significará no tanto
rando, he tratado de seguir —aunque sin llegar a un acuerdo defi­ esqueleto o armazón (sin tampoco descartar ese sentido por com­
nitivo— las conclusiones a que arribaron una serie de conversaciones pleto), sino, más bien el aspecto relacional de un conjunto de cua­
con mi colega el profesor de la Universidad de Buenos Aires, lidades fundamentales, sin excesos equívocos de cuantificación, y ‘lo
arquitecto César Janello, las que sin arribar a acuerdos definitivos urbano’ será concretamente el equivalente a la ciudad como espacio
entre la idea de estructura en otras ciencias que el urbanismo y las donde se localizan funciones concretas y donde se verifican renó-
posibles concepciones de ella en éste, sirvieron enormemente para
menos de interacción.
persuadirnos de la complejidad del tema y de la cautela necesaria Hacemos esta aclaración semántica respecto de lo urbano entre
para no complicarlo aún más.
otras cosas porque, frecuentemente, investigadores, sean geógrafos
Aunque más no sea es evidente que es imposible evadirse de urbanos o urbanistas, habiendo superado ya la orientación fisiográ-
la necesidad de aplicar el concepto de estructura a las ciudades, si fica de la geografía ‘científica’ o el formalismo del urbanismo de
es que se comprende que no basta con analizar su evolución como fines de siglo, han caído en el extremo opuesto de ser seducidos,
mero crecimiento masivo. Si —por ejemplo— el problema de la sin control, por él contenido socio-económico de la ciudad (lo cual
vivienda no puede formularse en base a estimaciones globales del puede ser muy plausible, si no induce a empañar la claridad de
incremento demográfico, sino tomando en especial cuenta, entre los objetivos específicos) perdiendo de vista, no solo el marco
otras, las relaciones estructurales que hacen a la composición de la “espacio-ambiental’’ —cuyo estudio era motivo muy principal—, sino
población futura, tales como los porcentajes por edades y sexo,2 así oscureciendo el deslinde entre este continente y aquel contenido, que
tampoco es coherente contemplar el proceso del cambio de escala es el único motivo por el cual un geógrafo o urbanista puede inte­
en la creciente urbanización sin atender a sus pautas funcionales, a resarse operativamente.
sus relaciones estructurales. Curiosamente, los sociólogos se han empeñado en circunscribir
2 Cullingworth, J. B., “Household formation in Endand and Wales”, Town su esfera de estudio —un tanto difusa— a lo que de ‘funcional’ tiene
Planntng Review, np 31, 1960. la sociedad, al punto de reducirla, con propósitos de método, a una

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LA CIUDAD PAMPEANA ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS

‘cosa* —según ha sido equiparada por conocidas autoridades en la que es como el revés de una trama de infinitos hilos que no expresa
materia—, ejerciendo una influencia dominante entre los estudiosos el dibujo del tapiz, sino el orden o ajuste de las partes. La segunda
del medio ambiente desde el punto de vista espacial o funcional. importa discernir primero qué tiene la ciudad de sistema, esto es, de
Acaso podría igualmente decirse que la responsabilidad es exclusiva partes o unidades y también de funciones; formular posteriormente
de aquellos otros que, avanzando en tierras movedizas, no han sabido un ‘modelo’ y luego ver a éste desde el punto de vista estructuralista,
discriminar lo que era de uno u otro dominio. En todo caso, con el es decir, en su puro aspecto relacional sin intentar representarlo.
pretexto de lo interdisciplinario han impulsado a quienes tenían Estructuralmente, la estructura es invisible, y esto es un grave obs­
por objetivo la investigación del medio físico, según lo modifica el táculo para quienes estamos habituados a los métodos de represen­
hombre, a que perdieran pie en el asunto por haberse entremezclado tación; por lo tanto iremos tan lejos como podamos en esa dirección,
con esencias sociológicas que responden a otra naturaleza. Lo más pero sin intentar utopías o emplear incorrectamente un término de­
grave, empero, es que de esta suerte no se ha salvado la distancia masiado completo y ponderado como es el de estructura.
necesaria y lógica que existe entre ambos elementos. En rigor de verdad, para definir mejor nuestra concepción de
La solución a esta disparidad viene dada, a semejanza de lo estructura urbana, nos resulta mucho más cómodo y preciso referir­
que tiene que hacer la sociología para no invadir campos ajenos, en nos a otros que nos han precedido, en diversos campos, en la defi­
limitarse a seguir criterios de pura y exclusiva funcionalidad. nición específica de la estructura. Especialmente nos resulta parti­
De la misma forma que a un sociólogo no le compete, por ejem­ cularmente familiar la cuarta categoría dentro de la lista canónica
plo, establecer diferencias esenciales entre la teología católica y las según M. Guilbaud y que él mismo calificara como “estructuras espa­
creencias musulmanas para hacer un relevamiento de los habitantes ciales o topológicas’, en el “Coloquio sobre el término estructura’’,
que profesan una y otra religión en una ciudad árabe-cristiana, así realizado en Francia el 10 de enero de 1962, con la asistencia de
tampoco —en geografía urbana, o en estudios analíticos previos al expertos venidos de diferentes disciplinas.
planeamiento urbano— no interesa entrar en sutilezas acerca de la Sin ánimo de entrar en el plano semántico nos sentimos incli­
constitución de la población de una ciudad. Lo que sí importa —des­ nados a adherir a M. Ruyer cuando en su Philos&phie d e la Structure
de luego que independientemente— es conocer la distribución y el escribe que “la estructura es un simple sustituto de la esencia”. Y,
comportamiento espacial de esos grupos religiosos —en el último sin duda es esencia lo que no se limita a describir las partes del
caso— y los matices y caracteres de los practicantes conforme a la todo, sino el todo mismo. Éste sustituto no se enfrenta con el ser
pauta social básica, sin consideración de aspectos de localización de la cosa, sino como devenir.
concreta. A diferencia de lo que ocurre con la Economía General, en la
El argumento, esgrimido contra los excesos de un especialismo que la estructura se entiende más bien como un inventario o como
decadente, según el cual el urbanista no puede desentenderse de un mecanismo, en la Teoría de los Modelos Económicos se la ve par­
todo cuanto acontece en la ciudad —y que ha llevado a versiones cializada en la representación de ciertas relaciones entre unidades
demasiado vastas cuando no literarias de su quehacer— obliga, en medibles. Dentro de esta última concepción, la ciudad puede repre­
todo caso, a modular el interés en relación a la relevancia de los sentarse como un modelo también, con dos diferencias importantes:
diversos factores intervinientes, pero, por sobre todo, a reconocer la la primera es que se trata de un modelo al cual puede llegarse sin
naturaleza o la modalidad de cada uno de ellos y la forma en que cuantificar, un modelo cualitativo y no-matemático; la segunda es
tiene que traducirse espacialmente. Todo lo demás pertenece al do­ que las formas de la representación no hay que crearlas de lo
minio de la cultura general que debe darse por descontada en un abstracto, sino que vienen dadas por la traducción espacial que
especialista... y cuando ello no es así no debe culparse al rigor de tienen las funciones urbanas. Pero esto ya lo veremos con mayor
lo específico, sino a las fallas individuales o del sistema educativoj concreción más adelante.
ambas causas escapan de muy lejos a nuestro resorte. Por lo demás, nos confesamos atraídos por la necesidad de pro­
En suma, cuando hablamos de estructura urbana —geógrafos fundizar los aspectos semiológicos y semánticos de la Filosofía de
urbanos y urbanistas— debemos ponernos estrictamente de acuerdo la Estructura en su relación con la naturaleza de los problemas urba­
en qué queremos significar. Existen dos posibilidades extremas: La nísticos, quizá como contraparte necesaria frente a la boga exagerada
primera apunta a concebir la estructura como la ‘suma’ de la inter­ —como toda moda— de la cuantificación,8 la abstracción matemá-
acción que se veritica eo> :e las funciones urbanas que tienen reper­ 8 El lenguaje de las formas —o pautas de distribución— cuando se halla
cusión espacial y dentro de tal integración de hechos, de eventos, convenientemente analizado, siguiendo principios sistemáticos, es más expresivo
da esencias v sobre todo, antes de sumar elementos heterogéneos, conviene ad­
referirse a uno en particular en relación a ese ‘todo’ inalcanzable, vertir, no solo la inutilidad del esfuerzo, sino las razones que existen para ello.

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ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS
LA CIUDAD PAMPEANA
como complejos integrales, y para poder compararlas hemos debido
tica,4 la estadística5 y el muestreo,0 que, siendo elementos de valor fijar un mínimo de elementos comunes integrantes, los cuales han
instrumental, parecen haber perdido su razón de existir cuando, a debido ser cuidadosa y fundadamente seleccionados.
partir de ellos, las conclusiones a que se arriba no satisfacen o no Lejos de sentirnos satisfechos con esta primera escaramuza en
concuerdan con otros caminos de la investigación. dirección a una mayor claridad conceptual, en materia de estructura
A veces una falta de acuerdo profundo acerca de lo que los he­ urbana, creemos que solo es un punto de partida que exige una
chos significan echa por tierra arduas tarea de procesamiento o, larga trayectoria a ser recorrida. Eso sí, estamos persuadidos que
por otra parte, al no existir la preocupación por la cualificación había que volver al punto de partida. La sofisticación sin base só­
como anterior y básica (especialmente en mentes científicas, o sea la lida, o la generalización sin conceptos originales, había ido demasiado
ciencia por la ciencia misma), los resultados de las investigaciones lejos en este sentido, para nuestro gusto, y una espece de vértigo
no traspasan los modestos límites de una nueva metodología... intelectual nos impulsaba a sentar nuevas bases —claras y simples-
En nuestro caso las formas vienen dadas, cosa que no es casual sobre el concepto de estructura urbana.
en urbanismo y vienen dadas como expresión de funciones, o dicho Sin necesidad de oponer innecesariamente números contra signos,
de otro modo, que las funciones crean sus propias formas. Pero, cualidad contra cantidad, en una primera apreciación, mientras los
más afín, el complejo de funciones en su interacción también genera números son absolutos, los signos son eminentemente relativos, es
una ‘forma’ (ahora en singular) o pauta o . .. estructura, con arreglo decir, que valen conforme a su lugar dentro de un contexto. La
a la cual cada uno de los elementos integrantes acomoda su com­ geografía es una ciencia contextual, en ese caso, donde nada vale
portamiento. tanto por sí mismo como por su relación a un conjunto. Al menos
Nuestro empeño, al examinar las ciudades pampeanas escogidas, éste es el espíritu de la geografía regional, más allá de los breves
reside en el objetivo definido de poder conceptualizar hechos y rela­ límites de la geografía sistemática. La geografía urbana, como un
ciones entre hechos, tipificarlos y tratar de alcanzar a desentrañar su derivado de la geografía regional, pero más aún que ella misma, por
sentido. En otras palabras, estamos tratando de establecer la rela­ la densidad de fenómenos de interacción que debe estudiar, puede
ción clásica en lingüística del estructuralismo, entre el ‘significante’ considerarse también una ciencia contextual y, por ende, en la que
y el ‘significado’. Para ello debemos considerar estas aglomeraciones sus elementos reemplazantes, factiblemente los signos, juegan un rol
normativo.
Del mismo modo, la comparación o generalización de cifras, sin una jerarquiza- En el caso de la estructura urbana, concretamente, los ele­
ción de valores previa, es equívoca y no tiene sentido. mentos constitutivos tampoco interesan por sí mismos sino en su in­
4 La abstracción matemática, aunque busca expresarse gráficamente, no teracción. De más está decir que mucho menos interesa el aspecto
debe ser usada como sucedánea de la representación cartográfica, que es el
soporte de ia geografía. Es decir, no debe confundirse la expresión del espacio físico de los edificios que la función que desempeñan y, sobre todo,
con la expresión de fenómenos particulares que no se traducen ‘directamente’ en en ‘relación a qué’ otros elementos se cumple.
rasgos de alfabetismo de una región, o porcentajes de crédito acordado, o cual- Como ejemplo de lo dicho, podemos ver que ‘necesariamente’ los
índices de alfabetismo de una región, o porcentajes de crédito acordado, o cual­ ítems típicos escogidos como básicos y que no llegan a una docena
quier otro dato a-espacial, no debe confundirse conccptualmente el valor de dos
realidades distintas: la espacial propiamente dicha y la que no lo es por sí, sino —justamente limitados para poder partir de conceptos fundamen­
que puede adaptarse a magnitudes de espacio especiales como, por ejemplo, los tales y aclaratorios de una noción muy manejada, pero poco definida
espacios económicos. como la de estructura urbana— ‘necesariamente’, repetimos, están
* La estadística, de la cual también puede abusarse cuando no se la ubica relacionados entre ellos por su propia razón de ser, y solo por medio
en su debido lugar, es inútil si no está volcada en áreas concretas, lo más res­
tringidas posible y graficables —de ser posible— de una manera puntual y realis­ de una abstracción podemos considerarlos aislados e individualmente.
ta. Toda analogía o simbología libre en esta materia es absolutamente clandes­ Veamos primeramente la casa municipal —que en aglomeracio­
tina y no significa contribución mayor a la metodología geográfica. nes de este tipo centraliza efectivamente la totalidad de las oficinas
8 E l muestreo, finalmente, en cualquiera de sus modalidades, no tiene la comunales—; pues no podría concebirse la existencia de este ele­
misma legitimidad en los dominios de la geografía que los sociólogos le han
otorgado en su propia ciencia. Esencialmente, se trata de un medio aleatorio mento sino como resultado de un complejo funcional múltiple, que
para los estudios espaciales cuando interrumpe arbitrariamente ‘la continuidad’, es una aglomeración de cierta magnitud y cierta diversidad. En un
que es fundamental para los espacios tangibles. En este estudio hubiese sido campamento minero o en una aldea rural es impensable.
menos trabajoso seleccionar tres o cuatro ‘ciudades-tipo’ en la región considerada Yendo al otro extremo de la gama funcional, tampoco puede haber
que indagar sobre la totalidad de las aglomeraciones e investigar la mayoría de
ellas. De aquel modo, empero, el carácter apriorístico del trabajo le hubiese cementerio sin un mínimo de población enraizada —y no solo de
quitado gran parte de su interés, pues, como se verá, no es fácil el camino paso— y esto lo saben muy bien los arqueólogos que merced a sus
recorrido para hablar de prototipos, de variantes y de subtipos.
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LA CIUDAD PAMPEANA ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS

investigaciones ‘necrológicas’ han hallado rastros preciosos para re­ nos que, aislados, no tienen sentido pleno —son meros medios—, pero
construir justamente rasgos estructurales de los poblados prehistó­ que combinados expresan, como en un fraseo organizado por^ reglas
ricos. Asimismo, no podría haber rutas sin circulación, ni líneas lógicas, todo un significado. Decir que esos ítems ‘dialogan’ entre
férreas sin trenes,7 ni estaciones, ni pasos a nivel. Contrariamente, sí, es una manera de indicar que existe interacción entre ellos, y
hay estructura urbana, hay vida, valga la paradoja, cuando hay que el diálogo no es solo intercambio de sonidos, así como interac­
cementerios, caminos, ferrocarriles, comercio. ción no es acción y reacción, casual o espontánea, sino conforme a.
Los alineamientos comerciales existen, por otra parte, porque una manera dada y eventualmente alcanzando su propia coherencia
existen consumidores cotidianos; toda forma de concentración comer­ con el uso, la repetición, el hábito o la rutina.
cial está originada en ése flujo de compradores de artículos perece­ Para realmente comprender un idioma tanto como una ciudad
deros que obliga a una mayor frecuencia y de esta forma se crean es preciso conocer consciente o intuitivamente su estructura o, mejor
centros de atracción para la instalación de otros locales de comercio; aún, conocer la estructura lingüística general o la estructura urbana
en síntesis, que se produce un fenómeno de interacción espontánea. general, de las cuales el caso particular será una derivación.
A la vez no puede haber consumidores de ninguna clase si éstos no Conforme a este criterio, no debe uno nerderse al analizar una
tienen fuentes de trabajo en el lugar, y como la remuneración del ciudad en los significados parciales que, dentro del complejo es­
trabajo no se hace por trueque la multiplicidad de actividades, no tructural total, son meros signos, de la misma manera aue un estu­
tiene límites. El proceso de la división del trabajo, analizado desde dioso de lenguas extrañas gana tiempo interiorizándose de la sintaxis
Platón hasta Gordon Childe, está evidentemente ligado entrañable­ y modo general de un idioma, que perdiéndose en matices parciales
mente ai fenómeno urbano —y aunque no es el único ni el principal, el o incrementando su nuevo vocabulario palabra por palabra.
rol de la Economía es cada vez más absorbente en la ciudad con­ Cuando se m ita una ciudad nueva, trátese de un turista o de
temporánea. un geógrafo urbano, que para el caso es lo mismo, la desorientación
La interacción necesaria y fundamental de cada ítem genera se verifica proporcionalmente segrún uno se encuentre en una reffión
una red de movimientos circulatorios y esas redes no solo se inte- desconocida o no. Por afinidad en los tipos de ciudad, muchas
rrelacionan espacialmente, sino en el tiempo. Tienen, además, valo­ veces inconscientemente, pueden descubrirse rasgos estructurales sin
res diversos, están recorridas por personas (de a pie o por medios conocer las partes. Exactamente lo mismo ocurre con idiomas estruc­
mecánicos) o por bienes (transportados por vehículos de distinto turalmente afines al nuestro, con los cuales no nos bailamos total­
comportamiento —velocidad, desplazamiento, etc.—), y, por encima mente perdidos pese a ignorarlos sistemáticamente. Claro está que
de todo esto, el tránsito de personas y bienes asume diferente caudal, no podríamos conformamos con este tipo de experiencia, sino que,
frecuencia, etc. Así, pues, pongamos por caso si el edificio de una justamente, ella es la que nos impulsa a racionalizar la esencia de
escuela se transforma en comercio, o cualquier otro edificio modifica la estructura urbana y lo mayormente distintivo en un determinado
su función, no ha habido cambio ‘aparente’, aunque para la ciudad, tipo de ciudades. De aquí en adelante las analogías con la lineüística
como estructura, la transformación puede tener muchas consecuen­ comienzan a tener una evidencia más tenue, y debemos trabajar solos.
cias. ^Si pensamos en la diferente calidad de gentes que atrae una Desde luego que no se alcanzan las síntesis sino en base a ítems
función u otra, los diversos horarios, los períodos de concentración, básicos o esenciales y éstos no se seleccionan sino en base a una can­
ios conflictos con el tránsito automotor, el estacionamiento, y mil tidad mayor dentro de la cual opera el análisis. En ese sentido hay
otras observaciones que podríamos hacer, se comprende cuál es la que convenir que la mente humana no puede trabajar con abstrac­
importancia de la consideración de la ciudad como una estruc­ ciones de buenas a primeras y que lo accesorio, lo anecdótico, tanto
tura y por qué este concepto es básico en lo que se ha dado en en lingüística como en geografía urbana, cumple un panel de lubri­
llamar el nuevo urbanismo. cados suavizante y sazón ador de conclusiones más rigurosas v sobrias.
La fundamentación de nuestro enfoque en relación al estructura- Así, pues, el estilo arquitectónico de un edificio, en definitiva irre­
lismo nos permite semejar a la ciudad con el lenguaje, desde que la levante para el complejo urbano, como la curiosa pronunciación de
teoría de éste ha hecho tan importantes aportes a aquél. Para ello una palabra igualmente insignificante para la estructura de un len­
solo es necesario entender los ítems básicos de la ciudad como sig­ guaje, son elementos que actúan como medios a veces puramente
mnemotécnicos, como puntos de referencia y de orientación que tam­
7 Las vías pertenecientes a ferrocarriles en desmantelamiento son como poco deben ser descartados en la pesquisa hacia el descubrimiento
relictos puramente formales, que tienen muchísimo interés histórico como pros­ de la estructura.
pectivo, pero que, momentáneamente, no significan mayormente en la estructura
funcional. La última pregunta que nos hacemos en cuanto a aspectos

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LA CIUDAD PAMPEANA ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS

comunes entre el concepto de estructura en urbanismo y en otras reglas de relación y utilización” o, lo que es lo mismo, del modelo de
ramas del saber es la siguiente: ¿será posible hallar —lo mismo que un sistema, que es exactamente lo que haremos.
en fonología— un complejo de relaciones, si no lógicas y necesarias, Igual que en cualquier rama de la geografía humana, en geogra­
al menos tácticas, entre los elementos significantes de la ciudad con fía urbana encontramos que la situación es casi tan significativa y
prescindencia de su significado? Si así fuere, sería posible explicar relevante como la posición —estando ambas muy ligadas entre sí—
sistemáticamente por qué se producen fenómenos de zonización de la misma forma que ocurre en una partida de ajedrez. Especial­
espontánea en las ciudades y explicarlo en cada caso. Si no creyé­ mente en ciudades de llanura, la semejanza es patente, ya que el
ramos en esa posibilidad no estaríamos escribiendo esto, naturalmente. sitio no está caracterizado por accidentes topográficos notables, ni por
Las ciudades que hemos seleccionado para este estudio son todas otros agentes naturales distintos —la uniformidad del tablero es esen­
de planta en cuadrícula. Como se sabe, otra manera, muy difundida cialmente común—, sino por la noción de ‘límite’ o borde y, conse­
de calificar estas ciudades es la de llamarlas de planta en damero o, cuentemente, por la de ‘centro’.
en francés, compararlas con el tablero de ajedrez —lo que para el caso Ambos extremos polarizan la menor o mayor libertad de movi­
es lo mismo—, cosa que aunque no tan frecuentemente se hace en miento, la mayor o menor distancia promedio, el aislamiento o la
inglés, también.8 De cualquier manera, esta comparación entre los concentración natural.
cuadros de un tablero y la ortogonalidad, que define manzanas cua­ El geógrafo urbano, el urbanista, ha de leer sobre el tablero del
drilongas, invita a ser profundizada, pues, más allá de las formas sitio urbano la posición de las piezas —las que por su peculiar limi­
análogas, hay un juego que promete digresiones más ricas aún. tación en el comportamiento, por su especialización en materia de
En efecto, este tablero no está vacío; en él hay piezas dispuestas movimiento, se asimilan correctamente a la de órganos urbanos con
de manera más o menos estratégica, y hasta pueden faltar algunas una determinada función—. Si no fuese excesivamente riesgoso insistir
—en determinado momento— de forma tal que las presentes adquie­ sobre esta semejanza, acaso tentativamente pudiera equipararse cada
ran mayor conspicuidad. Sin duda, lo que estamos explicando para pieza de ajedrez con un elemento urbano básico; el rey con la ‘casa
imaginar de otro modo la estructura urbana, se puede ejemplificar municipal’, la reina con la iglesia matriz, las piezas de a pares —to­
tangiblemente con este símil. Siguiendo nuestra metodología de rre, caballo y alfil— con las localizaciones comerciales, industriales y
seleccionar ciertos ítems esenciales para, estudiándolos en conjunto, culturales, y el ejército de peones, sensiblemente más numeroso, pero
caracterizar la estructura, hemos —acaso— determinado cuáles son las menos dinámico individualmente, con la función residencial, extensa
piezas mayores del juego, con sus respectivos valores, posiciones y y repetida.
movimientos-tipo, que las vinculan linas a otras. Así como en ajedrez Desde luego, no es posible perseverar en esta analogía, más allá
hallamos una serie incontable de situaciones y problemas que están de donde hemos llegado, sin riesgo de encontrar todo lo que hay de
determinados por ciertas pautas de existencia de niezas en juego y divergente entre los dos objetos a comparar. Permítasenos, antes de
posiciones, así también en la estructura urbana, dado un terreno-base concluir con el tema, que la distinción que usualmente se hace entre
común y ciertas reglas de juego fijas, encontramos un número ele- una ciudad y una factoría o campamento —distinción especialmente
vadísimo de posibilidades tácticas, posiciones o conformación de cualitativa— quizá pueda verse reflejada en lo que va de una partida
aquellos elementos. de ajedrez a una de damas, entre un juego diverso y múltiple y lleno
Ese conjunto ‘inconmensurable’ de eventualidades es estricta­ de contrastes y circunstancias casi infinitas y un juego mucho más
mente la estructura; a él podemos acercarnos de dos maneras —análo­ condicionado, sin desniveles de valor y un fin u objetivo de menos
gamente a lo que dijimos anteriormente—: una es concebir la estruc­ riqueza.
tura como el ‘juego’ del ajedrez, es decir, en su totalidad de situaciones Como quiera que fuere, nuestras ciudades de planta en damero,
inabarcables, tipificando algunas de ellas; la otra es detener una lejos de empobrecer nuestra imaginación por la uniformidad de su
partida en un momento dado y Considerar las relaciones que se han trama, deben estimularnos a descuorir la problemática de los elemen­
entablado —literalmente hablando, de ‘tablero’—. En ambos casos tos que sobre ella ‘juegan una verdadera partida’,0 con sus alterna­
la estructura es impresentable (y ni siquiera interesaría tal complejo tivas de fluidez de movimiento, posiciones dominantes, •canales de
intento), aunque en el segundo nos podemos valer de “la represen­ paso, estrangulamientos, frentes y barreras, atajos, sorpresas imprevi­
tación del conjunto de unidades, primarias, secundarias, etc., y de las sibles y, finalmente —no menos—, la coyuntura de un jaque mate
8 En general, los ingleses hablan do gridiron pattern o parrilla, lo que se
acomoda mejor a los ejemplos de su propia tradición con manzanas rectangulares 9 Cuando dos ciudades se disputan un terreno o área de acción interme­
alargadas. dia, el símil adquiere mayor verosimilitud aún.

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ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS
LA CIUDAD PAMPEANA
Para quien estos conceptos —templo, camino, estación, etc.— no
fatal para continuar el juego, la circulación, el desarrollo o, simple­ tienen resonancias estructurales, se trata, entonces, de meros signi­
mente, la vida misma de una aglomeración. ficantes; más para quien sepa ver el complejo que engendran y del
Todo esto acontece, como se ha visto, como un fenómeno múl- cual se originan, la cuestión es reconocer significados precisos. Así,
tiple, pleno de interacción, y no se desenvuelve linealmente como un pues, municipalidad, templo, escuela —edificios públicos—, serán iso-
proceso simple de causa-efecto, sino como un complejo de con-causas mórficos, esto es, aparentemente análogos como ‘significantes’, pero
que tienen un arranque lej'ano y que se proyectan imprevistamente como ‘significados’ tendrán una definición barto diferente y, en con­
hacia el futuro. En suma, que quien haya meditado sobre el juego secuencia, en relación al todo de la ciudad no basta analizarlos indi­
de ajedrez, que es el ‘juego por excelencia, está en óptimas condi­ vidualmente, sino en conjunto y, sobre todo —para comenzar a
ciones para comprender lo que de fundamental tienen nuestras ciu­
deslindarlos—, en sus múltiples interacciones.
dades ortogonales, cómo funcionan y por qué es necesario conocer
el todo, su estructura funcional, para interpretar sus partes, sean
formas o actividades espaciales. Aun ignorando el ajedrez debiera
comprenderse igualmente, porque se trata de principios absoluta­ Antecedentes del modelo prototipo
mente generales, que hemos preferido ejemplificar antes de glosarlos
de una manera árida. Aunque la selección de ejemplos realizada para estudiar las
De todo cuanto hemos visto hasta ahora parece desprenderse estructuras urbanas es deliberadamente restringida a una región co­
que para determinar las características estructurales de una ciudad mún. no se nos escapa que muchas acotaciones efectuadas en este
no ha de recorrerse el camino de la experimentación científica, ni el estudio son harto válidas para la ciudad de llanura en general, espe­
de las matemáticas puras; el meollo de la cuestión consiste en signi­ cialmente para las americanas y para las de raíz hispánica de manera
ficados antes que en meros hechos o razones, y todo formando un particular y, en general, para el movimiento urbanizador que se activa
sistema de valores antes que una ecuación o un conjunto cuantitativo. en el siglo xrx fuera de Europa y Asia.
Por lo demás, si nos atenemos a la distinción que hacen los lingüistas La planta en damero obedece mejor a los movimientos de fron­
entre significante y significado aplicándola al caso de la estructura tera v ocupación de nuevos territorios, a la construcción de ciudades
urbana, tenemos la situación siguiente: ‘significante' es lo que signi­ ex-nihilo y, por tanto, la encontramos en los ejemplos elegidos con
fica cada ítem en sí mismo, por ejemplo: ‘templo’, en el sentido de toda su fuerza prístina. Como escribe Lavedan: “Es raro que halle­
gran recinto para reuniones; ‘camino’, calzada preparada o endure­ mos aquí (en América) afirmaciones de teoría o de investigación
cida; ‘estación’, instalación para atender la carga y descarga, ascenso estética. Ordinariamente no se trata más que de loteos. Se deseaban
y descenso de pasajeros del ferrocarril; “local de comercio minorista’, obtener lotes iguales, fáciles de construir, y el trazado ortogonal ofre­
edificio donde se fracciona la venta de artículos, etc., etc, ‘Significado’ cía la solución”.10 Acaso si hay algo de exageración en esta aprecia­
es lo que cada ítem puede significar en relación al conjunto (consti­ ción —ciertamente no demostrada en la obra citada, tan pobre en
tuyendo su summa la estructura misma). En este último sentido el ejemplos americanos— es lamentable comprobar que aún hoy, en
‘templo’ es el foco de la feligresía de la parroquia; el ‘camino’ un la segunda mitad del siglo xx, los ensanches urbanos suelen seguir
canal de circulación, de flujo, con una dirección y dos sentidos, y esta norma tan simplista, con un espíritu puramente pragmático y
alternativas relativas en su recorrido; la ‘estación’ es como un embudo, negligente de toda otra consideración más sutil.
una boca por la que salen y entran bienes y personas y, finalmente, Otro aspecto común a las ciudades en damero de América, más
un local comercial, un punto de recepción de grandes cargas y de allá de las meras cualidades geométricas de su trazado que, por lo
salida de pequeñas, pero con una frecuencia mucho mayor, esto es, demás, presenta un cierto repertorio de variedades, es el que anota
con gran afluencia de personas, etcétera. Tan Nairn cuando se refiere al "desacomodo que afecta a tantas ciu­
Además, cada una de estas funciones se cumple de una determi­ dades norteamericanas en las que los edificios públicos simplemente
nada manera, real y visiblemente, y se superpone con las demás. La se hallan emplazados en escuadra con las calles, relacionadas al plano
expresión detallada de lo que cada función importa en el espacio no en papel y lápiz, pero no entre ellos”.11 Si Nairn conociese nuestras
la vamos a indagar en este trabajo, puesto que aparece claramente ciudades, posiblemente nos hubiera elegido para ese ejemplo.
en cualquier relevamiento urbano a cargo de urbanistas. Por abora Para simplificar la explicación de los rasgos básicos y comunes
nos concentraremos en las relaciones entre posiciones de uno a otro Lavedan, Pierre. "Histoire de l’Urbanismc”, III parte, Époqtie Contem-
porainp. Paris, 1952, r>. 207.
ítem de los seleccionados con propósitos de método, vendo más allá 11 Naim, lan, “Urban Heart Survey”, The Observer, 24, enero 1965.
de la situación individual de cada uno.
73
72
LA CIUDAD PAMPEANA ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS

de las ciudades estudiadas, hemos creído oportuno referirnos a una El decreto mencionado viene a ser la reglamentación de una
pieza legal que de manera sintética resume los datos aludidos. Co­ facultad conferida al ministerio de Obras Públicas en la ley de crea­
nociendo los objetivos más concretos de la urbanización pampeana, ción del mismo, que en su artículo 10, inciso III, habla de la fundación
según sus autores, puede comprenderse mejor el modelo prototipo nuevos pueblos. El articulado determina una serie de requisitos
del cual son variantes los ejemplos estudiados. formales y administrativos hasta que al llegar al 9 se explaya sobre
La buena legislación —de todo orden— suele ser la que se dicta los varios rubros pertinentes a la urbanización. Así, el inciso I hace
a posteriori de una cierta experiencia espontánea, o sea la que toma referencia a la orientación, como en los mejores tiempos de la obra
en cuenta la tradición más o menos próxima. Así también la legis­ urbanizadora del helenismo disponiendo que “el mayor número posi­
lación urbanística realista y operativa, hasta ahora, ha sido aquella ble de calles esté orientado a medio rumbo verdadero de la meridiana
que lejos de pretender conformar los usos a una formalidad arbitraria del lugar”, admitiendo empero una tolerancia de ‘14° sexagesimales’
se limita, en cierto modo, a institucionalizar usos y derechos consue­ todo lo cuál -sin decirlo— supone que la pauta vial va a ser regular,
tudinarios. No otro proceso fue el cumplido en la Legislación de y más concretamente en damero, sin cuya condición sería imposible
Indias, que tan claras prescripciones hacía en materia urbanística; su cumplir con lo decretado.
valor no consistía en la originalidad —puesta a prueba por Dan El rubro II del artículo 9 lleva por título "Planta Urbana” y trata
Stanislavski cuando coteja las instrucciones de Felipe II con los textos fundamentalmente del trazado expresando el inciso IV que “Podrá
de VitrubioJí—, sino en la precisa síntesis de una experiencia secular adoptarse cualquier tipo de trazado... ya sea a base de manzanas
ordenada conforme a objetivos definidos. cuadradas o rectangulares, o disposiciones radiales simples o de varios
De la misma forma, cuando inquirimos acerca de las posibles centros de atracción”. Sin duda, esta aparente “carta blanca” no iba
causas que determinasen que nuestras ciudades en general y las pam­ en la imaginación de quienes concibieron el decreto más allá de las
peanas en particular adoptasen un patrón tan fijo, mientras la vigen­ rígidas variaciones que sobre la cuadrícula se habían hecho en La
cia de las Leyes de Indias había caducado, tampoco hallamos la Plata.
norma teórica precedente y solo, al final del proceso, como una con­ Más adelante, bajo el título: “Solares”, se especifica el ancho
secuencia de la experiencia adquirida, advertimos que alcanza la mínimo de 10 m, que, por cierto, no significó un cambio demasiado
solemnidad y el vigor que la ley escrita confiere a la realidad. favorable a las 10 varas tradicionales, consolidando, así, la fragmen­
En efecto, leyendo el “Decreto disponiendo los requisitos que tación parcelaria tan típica de nuestras ciudades.
deberán llenarse para la fundación de centros de población fuera de Ya la Ley de Ejidos, sancionada en 1870, había prescripto que
los ejidos de los pueblos actuales”,13 no calamos en los orígenes cau­ 'la mayor extensión de un solar será la cuarta parte de la superficie
sales, ya que por su fecha puede decirse que su efecto legal fue de una manzana”, como temerosa que un supuesto latifundio’ urbano
nulo, no habiéndose fundado núcleo autónomo alguno a partir de restase densidad y animación a la planta urbana. Con esto, como se
entonces en la provincia de Buenos Aires. sabe, se han complicado las soluciones arquitectónicas, sobre todo
Lo que sí demuestra fehacientemente el aludido decreto son cuando la densificación se hace en altura, y también determinó que
cuáles eran los ideales o los objetivos concretos ansiados en materia los lotes para usos públicos o institucionales cuya reserva no fuera
urbanística, bien que éstos no eran, como podría esperarse, mucho hecha en oportunidad de la fundación, o cuya existencia y necesidad
más avanzados y sutiles que los vigentes durante la conquista de se manifestara posteriormente, proviniesen de una subdivisión previa
América. Por otra parte, el grado potencial de desarrollo de los nú­ harto minúscula para estas funciones.
cleos bonaerenses, excluidos Buenos Aires mismo y La Plata, no Una curiosa norma, expresada más adelante, prescribe; “Se dis­
requerían mayor detalle ni una técnica depurada. tribuirán los lotes de tal modo dentro de la manzana que sobre cada
En todo caso, en lo preceptuado por dicho decreto hallamos frente de ésta tengan su salida varios lotes, a objeto de no dejar
confirmación en lo referente a cuáles se consideraban los ítems fun­ calles sin importancia”. Evidentemente, para el tipo de traza en
damentales de los “centros de población”; una manera eufemista de damero regular, en la que no existe diferenciación vial —aparte de
llamar a los “pueblos” que oficialmente no merecían el nombre algunas pocas avenidas—, es lógico y coherente que se velase por un
de “ciudad”, reservado para aquéllas con más de un cifra arbi­ cierto equilibrio en las características de las calles, de tal forma que
traria de habitantes. el desarrollo de unas no se haga a expensas de la depresión de otras.
12 Stanislavski, Dan, “Enrly Spanish Town Planning in the New World”, En otro sentido, ese emparejamiento, tan inflexible, es el que ha
The Geoeraphical Revietv, january 1947, p. 94-105.
13 Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires, v. julio-diciembre 1910, quitado interés a vastas zonas eliminando no solo el contraste, sino,
p. 712, La Plata, 1911, lo que es más grave, la diferenciación funcional.

74 75
LA CIUDAD PAMPEANA ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS

Las disposiciones relativas a quintas y chacras establecen una que el ‘cementerio’ “al sur, lejos de la planta urbana y rodeado de
relación formal tan estrecha que puede decirse que las convierten calles”.
en múltiplos de las manzanas de la planta iirbana, como en efecto se Otros incisos concluyen el decreto, con disposiciones acerca dei
dio en la realidad en todos los casos en que el ejido fue planeado. proyecto, replanteo, precisión y otros detalles inherentes a la funda­
En el rubro "Vías públicas, calles y avenidas” hallamos como ción de pueblos.
variantes de las calles comunes de 15 m, las avenidas de 20 m, que El comentado decreto es acaso la pieza más completa en materia
según eljnciso XIV "son obligatorias... que se crucen en la Plaza de urbanismo y que solo podría ser superado por una ley de planea­
principal”. ;No resulta irónico que un decreto emanado del gobierno miento urbano todavía inexistente, pero de él nos interesa solamente
provincial de una república sudamericana venga a imponer el requi­ aquello que ratifica cuáles son las características prototípicas de la
sito del ‘cardo’ y del ‘decumano’ a principios del sido xx? estructura urbana de las aglomeraciones en la provincia de Buenos
El siguiente inciso, entre tanto, prescribe que “Cuando un cami­ Aires. En ese sentido, habría que aclarar que no es el único docu­
no público llegase a un pueblo o centro agrícola desaparecerá para mento legal, pues, entre otras, la Ley de Ejidos,15 ya mencionada,
seguir el trazado que tenga el ejido”.14 contiene algunas disposiciones que revelan asimismo el modelo perse­
El término “desaparecerá” es un tanto ingenuo, pues la des­ guido durante el proceso de urbanización pampeano.
aparición es más aparente que real, más formal que funcional, dado Así, pues, entre otras cosas, repite las provisiones de tiempos
que a un camino que une poblaciones —y especialmente centros con coloniales en lo referente al ejido en sí mismo como cinturón de
centros como el que alude el decreto— no se lo hace desaparecer tan huertas en torno a la planta urbana, lo que, sin duda, es una carac­
fácilmente, sino que, por el contrario, se infiltra dentro de la malla terística muy principal en este tipo de ciudades. A la vez, en ese mis­
vial urbana sin que se le otorguen especiales condiciones para su mo sector dispone que se hagan ciertas reservas de tierra “aplicables
peculiar tránsito con los consiguientes inconvenientes, ya largamente a las necesidades colectivas”,10 especialmente para el cementerio.
experimentados, en esta era del automotor. En otro orden de ideas, hallamos otra vez en un documento legal
“Cada plaza será de una manzana por lo menos”, continúa el claramente reconocido el carácter de centro absoluto que se le da a
inciso XXV, confirmando la definición de la plaza colonial que era la plaza principal, pues en su artículo 10, al fijar las condiciones de
no más que una manzana entera suprimida a la edificación. En cuanto donación de terrenos, precisa ciertos requisitos en la edificación de
a cualquier intento creador, el decreto es tajante: “No deben proyec­ “las casas comprendidas en las ocho manzanas más inmediatas a la
tarse plazas cuva ubicación y forma ocasionen ángulos entrantes (rin­ plaza principal”, como si hubiese un designio de consolidar el corazón
conadas) en los frentes de las manzanas contiguas”, con lo cual de la aglomeración para asegurar su supervivencia o como si, en
queda sellado el modelo único de plaza principal v cerrados los efecto, la plaza hubiese sido el foco de una estructura absolutamente
caminos a la imaginación. No es oue el decreto los hubiese clausu­ monooéntrica.
rado. sino, como decíamos más arriba, que la legislación congeló un
estado de cosas Teal: el modelo único,
Pero es oí inciso XXTX el que más relevancia tiene en lo que
atañe a la estructura urbana básica, ya que al hacer provisión de Item fundamentales
“reservas para usos y servicios públicos comunales” expresa que “en
los planos del proyecto el perito ubicará las siguientes”, y comienza Para caracterizar la estructura urbana de una manera operativa
una enumeración con prescripciones de superficie mínima del lote ñor y sintética, hemos seleccionado un número discreto de elementos
ocupar y su ubicación a ciertas distancias en relación a la plaza constitutivos presentes en alta proporción en todos los casos anali­
principal. zados y que son, sin duda, los más básicos. De haber completado
Así, pues, vemos que la 'casa municipal’ y la 'iglesia’ deben el análisis, habría que haber entrado en discriminaciones más sutiles
situarse 'con frente a la plaza principal’, oue una serie de 'edificios que, a los efectos buscados, solo hubiesen complicado la visión de
públicos’ deben estar dentro de radios variables de la nlaza. sean 500, conjunto.
ROO, 1.000 ó 2.000 metros. Que el ‘corralón municiria!’, el ‘potrero’ nara Así, pues, comenzaremos por “la plaza’, foco absoluto de la
la ‘policía’ y los ‘mataderos’, se hallarán en las quintas’, en tanto composición formal y, durante un largo período inicial de existencia,
14 Ver artículo 18 de la Lev n9 2.103 del 8 de octubre de 188?) — ¡todavía 18 Ley de Ejidos, sancionada el 31 de octubre de 1870 y promulgada el
vidente!— Provincia de Bnonos Aires, Ministerio de Obras Públicas, Dirección de 3 de noviembre del mismo año que lleva e! ny 695.
Vialidad, Biblioteca y Publicaciones, publicación n9 10, La Plata, enero de 1960. i* Articulo 4’ .

76 77
LA CIUDAD PAMPEANA ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS

centro de gravedad de todas las funciones urbanas, conforme a la form alista y en muchos casos su importancia aparente no va aparejada
vieja pauta hispana. En torno de ella hallamos los dos edificios clave con su rol circulatorio secundario.
de la división del poder temporal y del poder divino, esto es, ‘la Existen, además de los ítems mencionados, otros elementos que
casa municipal’ (pomposamente llamada siempre ‘palacio’ municipal, podríamos llamar ‘periféricos’ por estar ubicados en tomo a la planta
acaso de acuerdo a la alienación que ha sufrido ese cuerpo entre nos­ urbana —a veces, realmente separados de ella—, pero cuya presencia
otros a partir de la supresión de los cabildos en 1821), y ‘el templo’ es casi inseparable. En primer término podemos citar el ‘cementerio’
que originalmente ha sido la parroquia única y que, en todo caso, cu ya ubicación requirió una cierta accesibilidad junto con un cierto
ha conservado un cierto privilegio ‘defacto’ frente a otras iglesias ocultam iento, aparte de quedar descartadas las tierras bajas para esa
erigidas posteriormente. En algunos casos puede hallarse allí tam­ localización. Luego suelen hallarse uno o más ‘remates-ferias’ o con­
bién, dentro de una semejante escala arquitectónica, ‘la escuela’, o junto de corrales adecuados para el mercado de hacienda, usualmente
primer establecimiento de enseñanza elemental o secundaria que de propiedad particular o a cargo de las sociedades rurales locales.
completa la institucionalización del cuadro sociológico de los líderes Estos remates-ferias se encuentran próximos a los tradicionales cami­
comunales: políticos, sacerdotes, maestros, durante el siglo xix y la nos de tropa o antiguos caminos reales, cuyo ancho mínimo fue dis­
parte que de éste podemos considerar adscripta al estilo de vida puesto en tiempos en que el alambrado de los campos comenzaba a
decimonónico.
ser la norma.
Frente a estos elementos básicos y de más larga tradición apa­ El transporte de ganado en camiones va transformando las nece­
rece, a fines del siglo pasado, el ferrocarril, que produce un impacto sidades circulatorias, aunque el aneo es todavía frecuente cuando se
de doble modalidad sobre la planta urbana. ‘La estación’ supone un trata de lotes para la compra-venta local.
nuevo foco de atracción que aunque no compite con la plaza por Finalmente el ‘matadero’ completa esta serie de localizaciones
la diversa naturaleza de actividades que concentra en su torno, periféricas, siendo su ubicación cuestión de mayor cuidado dado que
determina con ella un par entre cuyos polos se desarrollará: primero, el tipo de incomodidades que supone a la población es mucho mayor
un nuevo alineamiento de negocios, la ‘calle comercial', que poste­ que los dos elementos anteriores, especialmente por los malos olores
riormente dará lugar a un ‘área central’ o si la expresión no resulta que produce, los que unidos al régimen de vientos pueden perjudicar
pretenciosa, a un Central Bussinnes District. Además, la estación vastas áreas urbanas de no hallarse correctamente localizado.
genera un distrito propio; el ‘barrio de la estación tiene caracteres Nos hemos referido hasta aquí a elementos de la estructura ur­
definidos desde muy temprano por la localización de fondas, cafés, bana que como partes de un espectro múltiple presenta puntos, focos
depósitos, mayoristas y consignatarios de la carga ferroviaria, dando y rasgos. ‘Puntuales’ son las localizaciones discretas v concentradas,
lugar, asimismo, a localizaciones industriales cuando esta función ‘lineales’ las circulatorias, pero queda aún las ‘areales, que excluidas
toma incremento antes del auge del transporte rutero y llegando a estas tres ^periféricas de cierta envergadura en su ocupación del suelo,
configurar, en ciertos casos, una verdadera ‘zona industrial’. ocupan el resto de toda la superficie urbanizada.
En punto a elementos circulatorios básicos hallamos en primer Esta masa, más o menos compacta, es, casi sin excepción, un
lugar las ‘vías férreas’ que constituyen verdaderos cinturones para el área de tipo predominantemente residencial, con localizaciones dis­
desarrollo y obstáculos para el tránsito de rodados que debe trasponer persas de comercio cotidiano y, eventualmente, otros tantos talleres
su tendido. La calle de acceso principal, que saliendo del centro de artesanales cuando no alguna industria menor. Los tipos de aparien­
la ciudad va a enlazarse con la ruta o rutas principales, juega un rol cia urbana básicos en este género de aglomeraciones los definimos
de creciente importancia en la evolución de la ciudad, cuyos efectos en uno de los artículos precedentes ya citados como centro’, 1331010’
son todavía tenues en los casos más nuevos. y ‘periferia’, correspondiendo la de ‘barrio’ a toda esta área que
Otro elemento de circulación, identificable visualmente por sus groseramente podríamos llamar de ‘relleno’.
características de apariencia, es lo que tradicionalmente se conoce Enumerados estos elementos sucintamente conviene tratarlos indi­
por el “bulevar’, o avenida de doble calzada separada por parterres vidualmente, perfilando mejor sus características y analizándolos a
más o menos ornamentados. Estos bulevares que pueden descubrirse través de las ilustraciones.
en los núcleos más primitivos y menos agraciados por el destino como
los que se desarrollan en coincidencia con estaciones ferroviarias sin Fig. III. 1
mayor importancia ( y ahora muchas de ellas totalmente inactivas por
la supresión de servicios considerados antieconómicos) han quedado,
por lo general, como hitos de una concepción urbanística puramente

78 79
LA CIUDAD PAMPEANA

Fig III 1. a) MERCEDES (1780); b) ROJAS (1780); c ) CHIVILCOY (1854);


d) COLÓN (1883)
Elementos nucleares Tres momentos fundacionales y una sola pauta de base.

1. La plaza y los edificios públicos en su torno

El tema de la plaza en la ciudad hispanoamericana es susceptible


de variados enfoques; desde el punto de vista de sus orígenes,17
como conjunto arquitectónico monumental, o bien en calidad de
recinto con función propia.
A diferencia de los espacios abiertos que genera el urbanismo
de tradición anglo-sajona, que son originalmente meras encrucijadas
o ensanchamientos del camino de acceso a los núcleos urbanos, la
plaza Mayor de la España de fines del Medievo y del Renacimiento
aparece fuertemente vinculada al desarrollo de las instituciones mu­
nicipales, al gusto de la geometría y a la necesidad de llenar una
función concreta, cual es la de servir de recinto abierto a espectáculos
y diversiones que todavía no tenían un género arquitectónico espe­
cífico, y también —no menos— como centro de reunión comunal para Fie. I I I . 1.a. E l casco original ha quedado bastante desfigurado por el des­
realizar autos de fe, procesiones e, incluso, ejecuciones. Como tam­ arrollo posterior.
bién anota Ricard, no es mera coincidencia la voz ‘plaza’ de toros ni
que la arquitectura circundante tuviese algo de tribuna —con sus
balcones y miradores— para el vecindario.
Así,como la Reconquista y el Descubrimiento de América van a
exigir de los españoles la búsqueda de una fórmula práctica para la
urbanización de todo un continente18 reviviendo el plan colonial
romano, así también la plaza hispánica en América será la síntesis
de ambas tradiciones fundidas en el Renacimiento e inspiradas fuer­
temente en Vitrubio.
No encontraremos en nuestros ejemplos ninguna plaza cerrada
con soportales como las españolas19 y algunas de América, y todas
ellas serán —de una manera u otra— encrucijadas circulatorias. Tam­
bién, a diferencia de las plazas mayores principales, a cuyo espacio
abierto jamás da la fachada de una catedral, en las nuestras será un
elemento infaltable la iglesia matriz de la ciudad. Finalmente, en plan
de comparación, debe anotarse que existe una neta diferencia de
escala, siendo las plazas hispanoamericanas —las ciudades lusoameri-
17 Robert, Ricard, “La Plaza Mayor en Espagne et en Amérique Espagno-
le”, Armales, Economies-Societés-Civilisations, nv 4, año 1947.
Palm, Erwin Walter, Los Orígenes del Urbanismo imperial en América
en Contribuciones a la Historia Municipal de América, Instituto Panamericano
de Geografía e Historia - Comisión de Historia, México, D. F., pp. 241-268, 1951.
15 Torres Balbas, Leopoldo, Las Plazas Mayores: de mercados a lugares
d e espectáculo en Torres Balbas-Cervera-Chueca-Bidagor: Resumen Histórico
del Urbanismo en España, pp. 98-107. Instituto de Estudios de Administración Fie. III. l.b. Las vías férreas unidas a Ja amplitud de la plarua fundacional
Local, Madrid, 1954. contribuyen a con«'”-',íi'!,i contenida.

80 81
ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS

canas no pueden siquiera llamarse tales— mucho más extensas y


menos monumentales por ese mismo motivo, agravado por la general
chatura de los edificios circundantes.
Tampoco nuestras plazas son el resultado de una transformación
de mercado a espacio urbanizado, ya que las ciudades, desde el
principio, fueron tenues focos de concentración para un wfrúand
absolutamente disperso, casi como islas emplazadas en la inmensidad
del mar. Cuando la importancia regional de las aglomeraciones au*
menta, la plaza como tal ha quedado circunscripta a formalidades
muy rígidas, y más aún, en ciudades creadas a posteriori su forma
y función vienen congeladas, por decirlo así, de antemano, sin nin*
guna posibilidad de descubrir siquiera modalidades espontáneas.
En nuestro repertorio de ejemplos, la plaza, aunque inimitable-
mente tiene un claro parentesco con las recomendaciones recopiladas
en las Leyes de Indias, no siempre logra componer un espacio urba­
nísticamente armónico; por lo general, la vasta superficie plana de la
plaza en sí pesa excesivamente en relación a los edificios circundantes.
Imc. I II. l . c . Aunque el plan original es el mismo de los ejemplos anteriores, En cuanto al aspecto funcional mismo podríamos decir que como
los elementos circulatorios externos han determinado un crecimiento excéntrico. ‘foro’ es parejo para todas las ciudades aunque como ‘ágora’ suele
variar su importancia. Quede en claro que la consideramos 'foro’ en
cuanto es el espacio designado para las ceremonias oficiales o cuasi-
ELEM ENTO S NUCLEARES
oficiales y agora’ en tanto es el lugar natural de reunión del vecin­
dario; en este último sentido, es frecuente ver que un solo lado de
□□□□□□ □□□□□□ n la plaza, u otra calle cualquiera del área central suele absorber tal
y .'M v I'I Pfaza
I □□□□□□ □ □□□□□ ! privilegio. Este último caso suele ser, incluso, una tendencia nueva
'□□□□□□□□ □□□□□□□□□ coincidente con un avance del mercantilismo comercial, vina mayor
L t í t o Q u d oaDDDDnnnÉ
M Municipalidad atracción ejercida por los escaparates, la construcción de galerías de
□HpuqazDconpnD^Dol M iglesia negocios que va reemplazando a la antigua, lenta y desinteresada
O jU u L M ij □□□□□□□□□I caminata en círculos en torno al centro de la plaza (vulgarmente
'n n c ü -p p fp ^ n D _ n ü D
Escuela conocida por la ‘vuelta del perro’, a la manera del ‘corso’ en las ciu­
i dd Ü Q X íG m dades italianas).
— ¡— .. IhMÜI!? "Ferrocarril~estaca
Con respecto al conjunto de la ciudad, la plaza nos interesa más
□ L r jo m iia □ □ □ ihlx'í U por su posición en relación con el total y por su evolución desde un
^ □□□□□□□ □ □ □ u n ' ¡ ' Zona industrial mero hueco, originalmente adecuado al tránsito y estacionamiento
^J) □ f f i m a □□□□□□ u indiscriminado de carretas, a un espacio formal, ajardinado conse­
C alle com ercial cuentemente, y por fin, a un ‘pulmón’ del área central en trance de
Fig. I I I . l .d . El momento de la
fundación —final de una larga E LE M EN TO S CIR C U LA TO R IO S
congestionamiento. En lo que se refiere a posición, es dable verificar
experiencia— explica la regulari­ su centralismo indefectible, particularmente en los casos de ciudades
Vías férreas
dad absoluta todavía no alterada
o o o o o Ruta pnr»c<pai
planeadas en la segunda mitad del siglo pasado y especialmente ubi­
por alternativas de crecimiento. C alle d e acceso cadas dentro del cinturón agrícola de la pampa, tales como Chivilcoy,
1=3 1=3«=> Bulevar Colón, Rojas, en las que la composición cuadricular es absolutamente
ELEM ENTO S PER IF E R IC O S rígida.
+ ♦ ♦ -f+ Como contraparte, y siguiendo atávicamente las instrucciones del
rey, advertimos que en las ciudades costeras, a diferencia de las me­
diterráneas, la plaza, en lugar de ocupar el centro de la composición,
se halla desplazada hacia la costa. Este es el caso de Baradero, San

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LA CIUDAD PAMPEANA
ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS
Pedro, Zarate o JRamallo, en tanto que en Campana, cariosamente,
pudo más el designio de un agrimensor sofisticado, el ingeniero Car­ riencia, sino incluso funcionalmente, es la transformación sufrida
los de Chapeaurouge —autor del trazado de varias otras ciudades por todas ellas desde la etapa fundacional hasta fines del siglo pasado.
bonaerenses—, quien ideó un plan casi radio-concéntrico (en todo En efecto, durante un período más o menos extenso, todas ellas
caso la máxima expresión de esa intención dentro de los casos estu­ pasaron de ser meras manzanas sin edificar a espacios verdes. Este
diados), teniendo como centro a la plaza principal. tránsito significó una verdadera revolución en su momento por no
De cualquier manera, aun cuando estas plazas costeras no lo haber precedentes en tal sentido; la jardinería pública era algo desu­
sadamente original, especialmente en estas aglomeraciones tan próxi­
son literalmente —como sería el caso por demás típico en Buenos
mas a la naturaleza que las circundaba. Desde luego, esos ajardina-
Aires—, en parte porque la baja margen ribereña del Paraná no es
mientos no llevaban —como hoy— la vehemente intención de dar un
apta, y recién en la barranca comienza la superficie urbanizada,
toque de naturaleza ai medio urbano artificial, sino, y por sobre
de todas maneras, repetimos, la plaza va quedando cada vez más
todo, la de dar una nota de ordenamiento y prolijidad encauzando,
excéntrica, a medida que el desarrollo urbano se interna en tierra
firme. a la vez, la actividad de esparcimiento cotidiano que esos espacios
tenían espontáneamente. De esta manera también se terminaba con
Desde luego, hay casos bastante netos que no pueden encua­ la calam id ad de esos descampados barrosos o polvorientos (verda­
drarse en ninguno de los dos casos citados y que solo pueden expli­ dera tierra de nadie), antes que patrimonio efectivo —en su uso—
carse en cada situación particular. Se trata, pues, de ciudades cuyas
plazas no ocupan el centro geométrico del ejido urbano, no tienen de todos.
Curiosamente, estas plazas, que desde su origen hispánico eran
origen, pues, simplemente —como se ha dado en decir— en la supre­ meros espacios abiertos, lisos y sin obstáculos, lo que permitía esa
sión de una manzana en posición central y su conversión en plaza. gran versatilidad de usos tan típicos (Comparables a patios), termi­
Así, pues, tenemos el caso curioso de Magdalena o de Navarro, con
narían por convertirse, entre nosotros, en rígidos jardines con sendas
sus plazas casi orillando comentes de agua o todavía más inesperado
geométricas, presididas por la estatua solemne de algún personaje
el tipo único de Luján que, semejando un modelo medieval europeo
extraño a la vida local, con espacio apenas para ser recorridos en
—solo que, por otras causas—, pone un par de plazas de primera im­ circuitos peatonales y casi sin posibilidad de ser centro de reuniones
portancia: la de la Basílica, que otrora reunía también al antiguo
Cabildo en su torno, y la Plaza Colón sobre la cual da la Munici­ masivas.
A veces, sin embargo, se encuentran todavía plazas en las que
palidad, como si se repartieran dos jurisdicciones definidas. La expli­ sus dimensiones no resultan exageradas porque en realidad están
cación aquí proviene del hecho de que el Cabildo fue convertido en parceladas, por así decirlo, en ambientes exteriores diferentes, visual
monumento nistórico y museo y de que las autoridades municipales
y funcionalmente hablando. El monumento infaltable tendrá su
debieron buscar un nuevo recinto para su sede.
espacio circundante exclusivo, pero hacia un extremo habrá una
En cuanto a la ubicación de los dos edificios públicos principales fuente con su apariencia y frescor de una atmósfera especial al
e infaltables —iglesia y municipalidad— (debe hacerse notar que la
rincón que anima; hacia otro extremo podrá haber una glorieta de
sede del gobierno local es regla en todos los casos ejemplificados, fin de siglo, forjada en hierro, a la que aunque ya no suba ninguna
desde que no existen aglomeraciones importantes de más de 2.000 banda militar a tocar la retreta, conferirá un aire absolutamente
habitantes que no sean cabecera de un distrito municipal o partido propio a su contorno. En fin, un sector para juegos infantiles, un
con jurisdicción sobre un amplio territorio rural), que generalmente
rosedal, etcétera.
se dividen su dominio teórico ubicándose cada uno en una cuadra Desde luego que las plazas de estas ciudades provincianas no
diferente, sea sobre la misma línea, sea enfrentándose o desfazándose gozarán de la animación que en las grandes urbes tienen sus espacios
a 90°. El enfrentamiento es la situación menos frecuente. En las verdes centrales, siquiera porque la población que trabaja en sus
ciudades más geométricamente planeadas, de plazas de cuatro man­ proximidades lejos de pasar el intervalo de mediodía en sus aledaños
zanas, suelen ocupar sendas manzanas de igual orientación frente a se dirigirá presurosa a almorzar a sus domicilios.
la plaza.
Lo excepcional es hallar la sede municipal fuera de la plaza, Fig. III. 2, 3 y 4
como sucede en General Paz o en Capitán Sarmiento, a veces por
habérsele dado el status legal cierto tiempo después de haberse des­
arrollado el núcleo. Un aspecto absolutamente importante en la
evolución de las plazas, no solo desde el punto de vista de la apa­

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LA CIUDAD PAMPEANA
Fie I I I . 2 . c)RAMALLO (1873); b ) BARADERO (1615); c ) ZARATE (1827);
d) CAMPANA (1876).
Variedades sobre e l tema d e la ciudad-puerto.
2. El distrito de la estación del Ferrocarril

Funcional y formalmente, este distrito desarrollado en torno de


cualquier estación principal de cualquier ciudad cabecera de las que ToaDc^QüanaQDgaoac
ejemplificamos, posee características inconfundibles. Si esto es así
no lo es menos en lo que atañe a su posición en la planta urbana
y todas estas condiciones de función, apariencia y posición son —a Fie. I I I . 2 . a. La carencia
. □ z ^ r J L ' c , □ u c e Ss e í c o c o c z i ']. de estación ferroviaria en
no dudarlo—las que lo definen tan claramente dentro de la estructura ^ □ □ □ □ □ cn n aaQ D Q C D a su planta urbana —dato
urbana. □□□□□□□□□ □ □ □ □ □ □ en .
verdaderamente excepcio­
En primer lugar debe destacarse que por el trazado de las líneas ^ o a a o a a a a a a n n o a o o jq nal— da caracteres de
iH H n n n n n n n □ □ □ □□□[?/ esencial simplicidad a su
ferroviarias en forma tangente a las plantas urbanas, cuando éstas
estructura.
ya existen o bien dando lugar a ellas (generalmente desarrollándose
sobre un solo costado de la vía férrea), la ubicación de la estación Análogamente a lo que preceptuaban las Leyes de Indias, la plaza principal
es siempre excéntrica, y por tanto, como foco potencial de atracción —foco de la ciudad— se h alla, relativamente próxima a la costa del río Parana
supone una cierta distancia con la plaza o centro geométrico de la en estos ejemplos de ciudades que comparten una misma, situación geográfica.
ciudad. Este hecho ha derivado naturalmente en un zoneamiento Las in d u stria s buscan asimismo la accesibilidad fluvial. Pese a todo ello, las pautas
según el cual la estación define un distrito, por cuanto todas las acti­ no son notablemente uniformes.
vidades y usos del suelo que provoca se desarrollan sin entremezclarse E LE M EN TO S NUCLEARES
con las de la plaza principal.
Dentro de las actividades generadas por el transporte ferroviario, Plaza
y que se afincan en torno de la estación, pueden citarse: el comercio
mayorista; el comercio con amenidades: hoteles, fondas y cafés; acti­
vidades terciarias: oficinas de consignaciones, intermediarios, repre­ M Municipalidad

sentantes y comisionistas de la Capital Federal. Rara vez será posible E) ígies>a

hallar en la zona una oficina publica, un banco, o una escuela.


Su apariencia, bastante típica, consiste generalmente, en elemen­ m Escuela

tos principalmente utilitarios, como galpones y playas pertenecientes Ferrocarril - estaciónr


a la estación, la estación misma con su torre tanque, una cierta sen­ g u ara
sación de ‘descampado’ producida por el sabio espíritu previsor de
Zona industrial
los ingenieros ferroviarios. Merced a esta generosa reserva de espa­ M Í
cios, las tierras pertenecientes a los ferrocarriles parecen destinadas
a servir de escape para muchos problemas de hoy agravados por la ■ ■ Calle comercial

densificación urbana. En lo arquitectónico, suele ser norma la facha­ ELEMENTOS CIRCULATORIOS


da de ladrillo sin revocar, a la espera de un futuro próspero que Vías férreas
permitiere completar la faz decorativa y de terminación de la cons­ O O o O Ò Ruta principal
trucción misma. De hecho esa prosperidad llegó con creces y rápida­ » • « * * * Calle de acceso
Bulevar
mente, especialmente para quienes estaban de alguna manera ligados es» o «

a la función comercial que es predominante en el distrito conside­ ELEMENTOS PERIFERICOS


rado; sin embargo, en la mayor parte de los casos el revoque no + + t ++
llegó y acaso solo una mano de cal suavizó en algunas fachadas ese •+++■++ Cementerio
t +-r ++
carácter puramente utilitario que anotamos antes. Fie. III. 2 . b. E l eje ‘ruta-estación-
plaza’ se halla insertado con carac­ M atadero
terísticas de verdadera columna
vertebral del conjunto urbano.

87
86
ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS

3. La zona industrial

En la medida en que la función industrial puede considerarse


relevante en estas ciudades-tipo, pueden hallarse sectores del suelo
urbano más o menos homogeneizados por la concentración de esta­
blecimientos industriales medianos y pequeños. La gran industria, en
general, aparece tarde cuando por condicionantes circulatorias más
desarrolladas es posible ubicarse con cierta independencia de otros
factores y, sobre todo, de la planta urbana misma.
El caso típico, y que gravita en la estructura de lás aglomera­
ciones estudiadas, consiste en una homogeneización relativa, general­
mente próxima ■a la estación ferroviaria, bien que sobre el lado
opuesto al que vincula ésta con el núcleo urbano.
De antiguo, molinos harineros o destilerías de alcohol suelen
ser los establecimientos corrientes más importantes, sobre todo hacia
el norte de la región considerada, por la sencilla razón de que es
la industria ligada a la producción rural, pero otras actividades
fabriles muy variadas y prestaciones de servicios artesanales afines
Fie. I I I . 2 . c. El distinto rol de ambas estaciones ferroviarias se desenvuelve a la industria suelen hoy constituir el género de estas localizaciones.
independientemente. La principal, como en el caso anterior, aueda enhebrada Se ha dado el caso de que la existencia de excedentes de energía
por el acceso de la ruta a la plaza'.
eléctrica hayan atraído industrias absolutamente despegadas de su
contexto regional, como la existencia de un importante taller de recti­
ficación de motores marinos situado a 160 Km del puerto de Buenos
Aires —principal abastecedor de clientes en la ciudad de Chivilcoy—,
- . -...... Sjüüi „ cuyos servicios son de tal costo y envergadura que hacen disminuir
"]í,. JU*1: :: ¡UllJUX
'ijnons-- n-jr-- .i la importancia del flete.
Lte^ytfai innna&aEiSi o »xli. Todo lo que se relaciona con el automotor es seguramente el
;^íCi'UCJíZ]Ll_ ¡JSe&UUnr 1Lj\.—
■iKxgHR rubro más importante y más standard en estas ciudades. Su ubica­
"TVXSnT^S^! 'JnixnüawfaoocjüD ?□□□□□□
ción ya no depende del ferrocarril, sino de las rutas pavimentadas,
l^Jrlhncboatl por eso, a veces, no se integra con la zona industrial original, sino
’laaagRB^RRHnBüIs que da lugar a la formación de una segunda.
Nada será demasiado para enfatizar que una de las peores cala­
jijra midades que azota a nuestras ciudades es la ausencia —o tenue
- ja- ^□uanüun: jCünciDrjúocjí-in^nnm-in*Bbr
IM^PSDDünfJUDüii' k o laucxxxxkTO jn r e existencia— de una zonificación industrial; de manera que cuando
^ D Q ^ n D U ü L jn u m jc n iiD n D a a D ü o ra n in n ’
“j
i„.vrJI(íí-^aanünnqoon-apD^nnrraünn^^n:
:¡í*Ti .^□□n. jijuüuuuu
i( ínnnntir »UJIí JU l JUl aquí hablamos de tales zonas, se trata, apenas, casi de un deseo de
¡nai y.in*‘
n. i~¡ni:f ~'yi r ' - t^- verlas constituidas netamente 0, para ser más precisos, nos referimos a
i^^w.^geuaDtmDnnciQDnpüijab'
' i!' i1T ,?Dannrffl[mTjnrrinno^
-- - * m fe§arjüa:J:oi;nLiLL^at1nb_. distritos que naturalmente deberían ser consagrados a tal uso dadas
. _ ,nr^ rir 1gg[®RPBBBaDm las condiciones existentes. Aquí sí, a diferencia de las demás cate­
gorías de uso del suelo urbano, una segregación absoluta sería desea­
tiO ? S S B B M ble desde todo punto de vista, provisto que existan buenas comunica­
ciones, cosa que no es problema en aglomeraciones de una escala
F u : . I I I . 2 . d. La cronología se expresa en una traza más sofisticada de reminis­ como es la común a éstas.
cencia barroca. Los boulevards con parterre central juei’an u n rol puramente
estático, \acío de contenido funciona!, como sucede <rcncralniente con este El matadero, por ser un ítem especial, lo trataremos fuera de
elemento de tardía importación. este rubro, al que, por lo demás, no se halla normalmente vinculado
posícionalmente.
88
89
Fie. I I I . 3 . a) CAPITAN SARMIENTO ( 1 8 8 2 ) ; b) VILLA RAMALLO ( 1 8 8 6 ) .
LA CIUDAD PAMPEANA
p os casos de ciudades no creadas como cabeceras de partido.

4. La calle comercial

Aunque en algunas aglomeraciones más desarrolladas hablar de


la calle comeicial, en singular, puede no tener sentido ya, es indudable
que en todas las áreas comerciales ha existido un elemento generador,
y esto ha consistido en un alineamiento de negocios sobre una calle
que funcionalmente se convertiría en principal.
La inexorabilidad de este hecho, más peculiar que la existencia
de los elementos analizados hasta ahora de plaza y estación, obedece
a que entre ambos —actuando como polos— se desarrolla natural­ Fie. III. 3 . a. Posteriormente eri­
mente un flujo circulatorio que espontáneamente provoca localiza­ gida en cabecera se halla en
ciones comerciales alineadas. Cabe preguntarse, sin embargo, por pleno cambio, bien que condi­
cionada por la falta de orden
qué entre dos puntos de atracción el alineamiento comercial original básico original.
se ha desenvuelto en calles de ancho común, aun cuando como ca­
mino igualmente directo existiese una avenida. La respuesta a este T n rarencia de plaza principal, foco y asiento de las autoridades, lia sido llenada
hecho acaso sea que en ciudades de baja densidad, construidas en espontáneamente por la estación ferroviaria, que es así el elemento de mayor
un medio físico sin protección ni barreras naturales, la población ha peso en am b o s caso s
tendido a buscar o crear ambientes más o menos reparados de los
E LE M E N TO S NUCLEARES
agentes climáticos y sus consecuencias.
Que la calle comercial se desarrolla entre los dos polos de atrac­
í v X v piaza
ción de la plaza y la estación es una manera de decir, confirmada v v .v ; rM *
literalmente en la mayor parte de los casos, y en otros confirmada
también, pero, indirectamente, por las propias excepciones. 0 Municipalidad
En efecto, cuando aauella regla no se cumple suelen no cum­ a Igíesta
plirse tampoco ciertas condiciones previas, tales como la existencia
de la estación ferroviaria dentro de la planta urbana o su contorno, Escuela

o ser artificiosa la vinculación entre ésta y la plaza o cualouier otra


Ferrocarril - estación
peculiaridad no común. Mas cuando los centros de atracción se ha­
llan a distancia tal que puedan convertirse en un circuito peatonal,
debe tenerse por cierto que la calle comercial será aproximadamente Zona industrial
coincidente con la línea de menor recorrido entre aquellos extremos.
Deiado de lado este aspecto, los alineamientos comerciales en Calle com ercial
las ciudades pampeanas participan de una serie de características
ELEM EN TO S CIRCULATORIOS
comunes al urbanismo mediterráneo europeo, con raíces en la hasta
entonces original distribución de locales de negocio minorista y Vías férreas
o o o o o Ruta principal
artesanal que tiene en el caso de Pompeya v otros precedentes helé­ • • • • • • Caite de acceso
I l í .3-£>• Aglomeración gemela con
nicos más remotos. Por así decirlo, se pasó del mercado oriental a Ramal lo, de la cual se halla a 8 km,
.— . , — . Bulevar
una modalidad diferente en la que el trabaio y la vivienda se repar­ tiene su origen y. razón de ser en el ELEM EN TO S PERIFERICOS
ten más eauilibradamente el espacio y, sobre todo, se entremezclan emplazamiento de la estación ferroviaria
sin necesidad de conformar un recinto abierto de límites precisos y cumple, así, una función complemen­ Cem enterio
destinado a una función única v a la que convergen vendedores taria de la cabecera del partido, a la
ambulantes. Es a partir de este momento en que la función comercial Liial tiende tenuemente a fusionarse.
Matadero
comienza a articularse pti el cuerpo urbano de manera definitiva v
será luego, en la Edad Media, que retomando la misma pauta —sin
excluir el mercado que hace a la relación exterior de la ciudad— dará
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ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS
I'ic. I I I . 4 . a) L U JA N (18 6 2 ); h ) P IL A R ( 1 7 2 9 ) .
lugar a la famosa especialización funcional por calles que ha dejado
D o s c a s o s a t í p i c o .i . pintorescos topónimos en las ciudades históricas europeas.
Así, pues, detrás de estos alineamientos comerciales, todávfa en­
E n tr e los ejem p lo s q u e m a y o rm en te ro m p en con la u n ifo rm id ad g e n e ra l, estos dos contramos la vivienda de sus propietarios y solo cuando la demanda
p a rten de un red u cid o c a sco u rb a n o fu n d a c io n a l q u e , de p ro n to , en el siglo x x de espacio de la función comercial es grande se consagra todo el
será a m p lia d o y m o d ific a d o su s ta n cia lm e n te , en p a rte por h a b e r q u e d a d o supe-
(litad o s a la in flu en cia próxim a d e B u en o s A ires.
edificio a la misma.
Aun así, cuando ha sido el caso de demoler y reconstruir, fre­
cuentemente se ha optado por 3a variante original solo que discrimi­
nando las dos actividades de negocio y vivienda por pisos, reserván­
dose el o los pisos altos a residencia. Todo esto quiere significar
que en nuestras ciudades pampeanas la función comercial se resiste
espontáneamente a ser segregada v solo por la presión de la tenden­
cia macrocomercial —de grandes empresas— o a causa de ordenanzas
urbanísticas dictadas con espíritu simplista o equivocadamente ri­
guroso, existe el riesgo especialmente lamentado hoy en ciudades nor­
i'io . I I I . 4 . a. C aso p o co co m ú n de dos p la ­ teamericanas y otros experimentos urbanísticos europeos, de que al
zas p rin cip a le s q u e , com o en a lg u n as c iu ­
zonificar con severidad implacable, la ciudad pierda la más mínima
d a d es m ed ie v ales eu ro p eas, se d iv id en el
p o d er te m p o ra l d e l esp iritu a l. C om o p rin c i­
y esencial espontaneidad que le da vida y la nace atractiva para la
pio de e x p lic a c ió n p u e d e d a rse el h ech o vida cotidiana.
de q u e en la fu n d a ció n d e l a n tig u o C ab ild o Es cierto, también, que por nuestra idiosincrasia y condiciones
— sed e de la a u to rid ad c iv il— se b a ila b a climáticas no existe peligro de que un área comercial pierda sentido
próxim o a la B a s ílic a — im p o rta n te c en tro
después de las 18 horas, pues la natural extraversión, la variedad
dé p e re g rin a c ió n — , pero q u e a l ser c o n v e r­
tid o en m u seo, se h ace p re ciso c re a r otro de horarios, y la alta proporción de negocios con amenidades que
c e n tr o c ív ic o en la p laza co n tig u a . O tros exigen nuestras poblaciones urbanas, convierten a estos sectores en
d ato s, co m o el desarro llo del a lin e a m ien to animados recintos para la vida comunal aún después que han con­
c o m e rc ia l p rin c ip a l, la p ro x im id ad del río, cluido sus principales funciones específicas.
el siste m a d e a c ce sib ilid a d fe rro v ia ria , e t c é ­
te ra , son re la tiv a m e n te e x c e p c io n a le s.
De tal manera, una cierta (a veces exagerada) mezcla de usos
y una modalidad social concreta contribuyen a crear una atmósfera
distintiva a esa calle comercial aue. desde luego, adquirirá mayor
vigor en relación al crecimiento de la ciudad.
Por cierto que en materia de uniformidad la apariencia será rí­
gida, empero la altura de la edificación podrá hallarse mayor —su­
perando la universal regla de una sola planta— aun en los orígenes
de su evolución.
ímc;. I I I . 4./ ). La a n tig ü e d a d de Otro elemento, postizo y esencialmente irrelevante, pero que hace
las p au tas d e su b d iv isió n de ia a la apariencia, es la hilera de toldos que a falta de arcadas o pasajes
tie rra c irc u n d a n te p ro v o can un cubiertos proporciona cierto reparo al transeúnte.
de.siazaje c a ó tic o de c u a d ríc u la s Las enseñas y letreros luminosos irán también progresivamente
q u e d esfig u ran la d é b il estru ctu ra
p rim itiv a. L a im p o rta n c ia se c u la r
en aumento, así como la iluminación de los escaparates pronto en­
dei an tig u o cam in o de a c ce so trará en competencia con el alumbrado público y lo superará amplia­
q u e a tra v e s a b a el c a s c o u rb a n o mente. Cuando todas estas etapas han sido cumplidas, seguramente
de m an e ra c e n tra l, p erv iv e en el va no se podrá hablar de la calle comercial como única,' sino de un
alin eam iento c o m e rc ia l p rin c ip a l
q u e , e.xeep cion alrn ente, se d e sv in ­
área central —tema que trataremos más ¿delante—, aunque segura­
cu la de los fo cos de a tra cc ió n mente aquélla retendrá durante largo tiempo una preponderancia
p o ten cia les de fas esta cio n e s fe- tal que solo un cambio de estructura ( cosa que no se da todavía en
rro\ iarias. los ejemplos analizados) podrá arrebatar.

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LA CIUDAD PAMPEANA ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS

2. Accesos camineros
Elementos circulatorios
Por lo general, dada la importancia regular de estas ciudades,
1. Vías férreas existe una ruta principal única que la vincula con la Capital Federal
y esta corriente circulatoria es absolutamente superior a toda otra.
La incisión física profunda que un trazado ferroviario hace en Así, pues, de la manera que esta región está polarizada por un centro
una ciudad es apenas comparable al impacto que produce en la orga­ macrocefálico, así también sus tentáculos camineros ejercen una in­
nización espacial de sus funciones. A diferencia de las ciudades pam­ fluencia sin rival, aun dentro de las plantas urbanas. La calle de
peanas fundadas al sur del río Salado, las que consideramos aquí acceso o vinculación entre la ruta principal y el área central de la
reciben la llegada del ferrocarril cuando ya tienen una existencia aglomeración, se constituye en un elemento de primera importancia
consolidada —Ja mayoría con un siglo de vida— y una planta urbana a partir de la pavimentación de dicha ruta y el establecimiento de
bien definida. Cuando esto ocurre, generalmente se dan algunas ga­ un tránsito regular.
rantías de que el deslinde entre las vías férreas y la ciudad sea más A semejanza- de la ‘calle comercial’, a lo largo de esta vía se
neto, en tanto que aglomeraciones originadas por una estación ferro­ irá desarrollando un complejo de actividades afines, especialmente
viaria, sin excepción casi, se desarrollan indiscriminadamente a am­ el ya anotado de talleres y venta de repuestos para automotores y,
bos lados del trazado viario. progresivamente, en la zona que sirve se verá surgir asimismo indus­
El primer y principal impacto de las vías en la planta urbana tria y comercio mayorista que se rige por medio de fletes ruteros,
fue la inevitable discriminación que impuso entre calles con pasos a sin la menor relación con el ferrocarril.
nivel y calles a las que las vías convertían en cul-de-sac o que no La presión del tránsito de y hacia el centro de la ciudad deter­
podían servir para el tránsito principal. Desde luego que, en general, mina que las arterias usadas como acceso respondan a un mínimo de
se abrieron pasos a nivel sobre calles y avenidas tenidas por impor­ necesidades. En el caso prototípico suelen coincidir con el ‘cardo’
tantes, al menos potencialmente. De cualquier forma, a partir de o el ‘decumano’ de la composicion urbanística, pero, cuando por un
la existencia del ferrocarril, esa distinción formal se transforma en motivo u otro no es éste el caso, el tránsito mayor se encauza por
funcional, y de una manera irreversible, alterando sobremanera esa una calle común que eventualmente deberá ser ensanchada. En el
característica indiferenciación vial típica de nuestra cuadrícula ur­ caso de rutas que pasan alejadas de las plantas urbanas, tal como lo
bana implacablemente regular. están realizando los organismos viales nacionales y provinciales, estos
Posteriormente, la vía férrea da una sensación de límite a la accesos suelen ser relativamente largos y en su recorrido puede ad­
planta urbana marginando como 'campo’ todo aquello que queda vertirse una rápida sucesión de usos del suelo y el consiguiente pai­
‘del otro lado’. Esta sensación se hace realidad cuando a! crecer la saje urbano que determinan, Así, en el cruce con la ruta advertimos
ciudad esas mismas vías operan como un cinturón, pues, espontánea­ la formación de un núcleo con una estación de servicio como ele­
mente, antes de sobrepasar esa barrera a la continuidad, se produce mento principal, un restaurante o ‘casa de comidas’ para automovi­
una cierta densificación dentro de su contorno que repercute visible­ listas y camioneros y algún otro edificio, como un viejo almacén de
mente en el espacio urbano. ramos generales, si en la encrucijada existía, en el mismo lugar antes
En otra oportunidad hemos comentado el escaso despliegue in- de la pavimentación de los caminos. A medida que nos acercamos al
genieril que demandó el tendido de vías férreas en la pampa por núcleo habrá algunas pequeñas chacras a cada lado del camino, que
la suavidad de sus gradientes naturales y por haber llegado el ferro­ pronto se convertirán en quintas; entremezcladas con éstas aparece­
carril cuando la locomotora a vapor había superado su incapacidad rán, tal vez, algunas casas nuevas de tipo suburbano y un sinnúmero
inicial de remontar pendientes, por suaves que fuesen.20 Asimismo, variable de locales artesanales y de comercio ya mencionados, hasta
hemos ya comentado la exigua demanda de cruces a distinto nivel, alcanzar una densidad netamente urbana en la que el tejido residen­
sean puentes o túneles, que el Estado concesionante hizo a las em­ cial es el básico. Muy a menudo el ancho de esta calzada es el mismo
presas concesionarias. Todo ello, en suma, determinó que las vías de un extremo al otro —aunque hay casos de estrangulamientos— lo
férreas fuera y dentro de las plantas urbanas no alteraran profun­ que de por sí ocasiona conflictos, pues al tránsito que llamaríamos
damente la topografía natural y, por lo mismo, se convirtieran en un externo se suma el interno y ambos producen una congestión que
obstáculo artificial. debe su origen, lógicamente, a la falta total de normas respecto al
*> Randle, P. H., Orografía Hiatórira r/ Phincamirnto, niirnos Aires, RU- uso del suelo a lo largo de una calle de tránsito veloz.
DEBA, 1966. Todo esto se agrava cuando, como sucede en plantas urbanas

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ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS
LA' CIUDAD PAMPEANA
segregados de la planta urbana, el cementerio es el que provoca una
simples, el acceso se confunde con la calle comercial que termina prevención de tipo más subjetivo que real. En efecto, superados los
en la plaza y, aún más, cuando aprovecha en su itinerario un paso riesgos de pestes ocasionadas por el entierro ‘en tierra’ y ubicado
a nivel que acentúa el efecto de embudo del tránsito automotor.
dentro de ciertos límites de salubridad general, el cementerio hoy
solo se halla condicionado por factores mentales, muy dignos de ser
tenidos en cuenta, sin embargo.
3. El bulevar Como quiera que fuere, su implantación es tan antigua como
la aglomeración a que pertenece, y fue elegido su sitio teniendo en
Curiosamente, mientras el caudal del tránsito se canaliza por cuenta requisitos hoy superados. La distancia a que se encuentra
calles standard en muchas ciudades, casi todas ellas poseen lo que del casco urbano es harto variable y no hay regla alguna que la
a fin de siglo se dio en llamar el bulevar, por mero afrancesamiento mida. Por lo general, se halla bastante alejado, aunque próximo a
y sin mayor precisión. una ruta principal. El circuito de acceso suele ser bastante fijo y
Se trata, simplemente, de esas avenidas a doble calzada con único por este mismo motivo, bien que la superposición de cortejos
parterre central ornado con faroles, bancos y, eventualmente, arreglos fúnebres y tránsito veloz no parece ser de lo más compatible.
de jardinería y otros ornamentos. Lo curioso, según decíamos, es que El crecimiento urbano a veces ha ido rodeando el viejo cemen­
estas avenidas muy frecuentemente no coinciden con la mayor afluen­ terio, aunque en este caso no ha sido precisamente tejido residencial,
cia de tránsito, generalmente porque su trazado fue hecho siguiendo sino más bien industrial —completamente insensible a toda concomi­
preceptos rígidamente formalistas por los ‘dibujantes de planos de tancia subjetiva—, el que,va a tener lugar en el sitio. Este caso es,
ciudades’, sin la menor consideración funcional de las mismas. sin embargo, raro entre las ciudades estudiadas.
El mismo motivo por el cual el comercio se refugió en calles más
estrechas e íntimas y no en tomo de la plaza o sobre avenidas, ha
desprovisto a casi todos los bulevares de una intensa actividad mer­
cantil; empero la creciente 'motorización* del consumidor parece aho­ 2. El matadero
ra propender a ir convirtiéndolos en zona comercial, a causa de
mejores facilidades para la circulación y el estacionamiento. Conforme a los métodos modernos, aún así, esta actividad pro­
• Verdad es que, a medida que una ciudad desenvuelve su poten­ duce molestias considerables al área circunvecina.
cialidad y genera un más abundante tránsito, vemos desaparecer los Por este motivo y porque hasta no hace mucho el ganado que
viejos parterres y ser sustituidos por una nueva faja de pavimento se consumía llegaba ‘en pie’ hasta las mismas puertas, el matadero,
que, unida a las calzadas existentes, aumenta considerablemente la se halla considerablemente alejado de la planta urbana, igual que
capacidad circulatoria, aunque a expensas de la estética y de la se­ el cementerio.
guridad peatonal. En general, se ha tenido a buen recaudo no ubicarlo sobre el
Prueba, empero, de que el trazado de estos bulevares no tiene rumbo de los vientos dominantes respecto de la ciudad misma, que
mayor relación funcional con la ciudad es que todavía subsisten la para toda la región son aproximadamente los mismos.
mayoría de los parterres y, aunque algunos tengan un aire decadente,
no es por presión de factores nuevos o de transformación que operen
por contraste, sino que lo es por pura y estricta languidez originada
en una ‘descolocación’ de origen, ya que no podríamos hablar de 3. El remate-feria
una des-posición.
Como se sabe, consiste esencialmente en un mercado de hacienda
solo que adaptado a las modalidades de la explotación ganadera pam­
peana en forma masiva, con sus instalaciones adecuadas a tal fin,
Elementos periféricos esto es, principalmente basada en corrales para alojamiento y aparte
de los animales trasladados allí para su venta.
1. El cementerio Consecuentemente, se trata de una extensión relativamente gran­
de de tierra que, generalmente, es propiedad de una cooperativa o
De los elementos periféricos, que tienen en común entre ellos sociedad rural local y que, en no pocos casos, une a su carácter uti­
un cierto desarrollo en superficie y algún motivo especial para ser litario una arboleda protectora que suaviza su apariencia.

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LA CIUDAD PAMPEANA
ESTRUCTURAS URBANAS PAMPEANAS
Lejos de ser un sitio de reunión espontánea, se trata de un local
con una función específica y restringida, que funciona a lo largo de ción por rutas no está jalonada por ‘estaciones’, podemos decir que
varias horas, en jornadas excepcionales, para las que se acumulan los cruces entre ellas y los caminos de acceso a las ciudades asumen
un cierto número de animales en oferta, procedentes de uno o varios un rol semejante. Ese cruce que a veces está acusado por obras de
establecimientos de la comarca. arte vial y un cierto equipamiento ad-hoc —estaciones de servicio, ta­
lleres mecánicos, restaurantes, e t c - , que pronto verá erigir moteles’
y que, cuando menos, conserva un viejo almacén de esquina, es el
polo opuesto del área central hacia y desde donde se canaliza la
Rclaciones circulatorias mayor parte del tránsito automotor y con la cual forma un sistema
propio. Frente a éste, el circuito anterior semeja un grado menor en
Al definir tentativamente la estructura urbana dimos por sen­ escala —razón por la cual lo llamamos ‘interno'— en tanto éste im­
tado que es su aspecto funcional el que le da definitiva coherencia plica una ‘salida’ neta de la planta urbana.
y que solo por convención - o por propósitos de método— podemos
configurarla en base a elementos representativamente estáticos o for­ Circuito de cargas. En la estructura original de estos núcleos
males. De tal manera, aparte de analizarlos uno a uno en toda su existía un elemento, que todavía subsiste virtualmente, aunque con
significación individual y en el conjunto, conviene tipificar asimismo mucho menos vigencia, o sea ‘los caminos de tropa’, los accesos viales
algunas relaciones dinámicas —o principalmente circulatorias— que reservados para el aneo de hacienda en pie, que era el único modo
provocan entre sí. de efectuar su transporte. Un equivalente a ese elemento circulatorio
A título meramente ilustrativo, en el caso de nuestro ejemplo sería hoy el que describe, en los hechos, el mayor tránsito de camiones
podemos citar los siguientes circuitos o sistemas circulatorios que se vinculando tres ítems fijos principales que son: el camino de acceso
integran al total de la estructura: a la ruta; la estación ferroviaria con su infaltable playa de carga
anexa; y el área industrial, generalmente vinculada estrechamente a
Circuito interno. En casi toda aglomeración urbana es posible uno de los dos anteriores.
hallar por entre la maraña circulatoria un circuito básico de comuni­ Este circuito no suele ser siempre todo lo periférico a la planta
cación interna. Más fácil aún es hacerlo en ciudades del tipo que urbana que fuera de desear —especialmente cuando la ruta pasa tan­
estudiamos aquí, por cuanto su escala y la nitidez de localización de gencial al otro extremo de la estación y de la zona industrial— por
ciertos ítems principales permiten 'verio’ sin dificultad. falta de obras de pavimentación, generalmente, pero su sentido es
Este circuito interno es el que se deriva de la relación ‘de a par’ esencialmente ése.
que vimos existía entre la estación ferroviaria y la plaza principal. De tal forma, los tres circuitos principales anotados son: uno
Puede comenzar por ser una relación simplemente lineal, pero tiende interno y cerrado sobre sí mismo; otro de acceso —esto es de vincu­
luego a hacerse circular, por cuanto su propio proceso va creando lación entre el corazón de la ciudad y su exterior—; el último, tan­
una densificación especial a lo largo de su camino —primero un gencial o periférico.
alineamiento comercial y luego una compacta área central— que va Circuitos peatonales. Hábito de los pueblos mediterráneos, mez­
destruyendo el paso y obligando a liacer un rodeo. La complejización cla de un adaptamiento al clima y una tendencia marcada a la socia­
del transporte y del tránsito podrán hacer más o menos claro este bilidad, el paseo a pie por la ciudad fue heredado y conservado
circuito, pero lo que importa señalar aquí no son esas peculiaridades celosamente en Hispanoamérica. Su desaparición o ‘conversión’ en
(que son motivo de estudios particulares), sjno simplemente que el otro género de manifestación se verifica solo cuando el automóvil
sistema 'estación-plaza’ es un ejemplo neto de reiación funcional con alcanza un grado de popularidad o cuando la aglomeración crece
su consiguiente expresión dinámica. a una escala tal que las áreas residenciales no están a tiro de piedra
La plaza, como ‘centro’, hace las veces de colectora o de distri­ del área central. _
buidora de lodo el transporte ferroviario, generándose, así, una inter­ Nuestras ciudades pampeanas durante largo tiempo de su exis­
dependencia necesaria entre ambos elementos. tencia brindaron las condiciones óptimas para que esta actividad
prosperara inusitadamente y aún hoy sobrevivieran de una forma u
Circuito de acceso. Mientras el transporte ferroviario y su inci­ otra. En efecto, la dimensión ‘peatonal’ de la ciudad toda, la caren­
dencia en las plantas urbanas todavía os considerable, la accesibilidad cia de un equipamiento de amenidades diverso, amén del fuerte
experimenta una nueva tendencia de importancia creciente durante impacto migratorio español e italiano que recibe durante el período
los últimos cincuenta años en base al automotor. Aunque la circula­ de auge, determinan la consolidación ae dicho hábito.

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De todos los circuitos peatonales que existan en una ciudad ■otro análogo. Pero esto, claro está, no es indicación de. que no vayan
hay uno por encima de todos que adquiere, por puro hábito, una a estar concibiendo importantes cambios estructurales.
importancia mayor. Es el que comúnmente se denomina la vuelta
del perro’ y que se desarrolla generalmente en torno de la plaza prin­
cipal, en horas del atardecer y, particularmente, los fines de semana 1. Las rutas pavimentadas
o vísperas de fiesta, tomando más incremento aún durante el verano o
cuando las circunstancias climáticas son más propicias. El impacto creciente del transporte automotor ya parece ir defi­
Curiosamente, este circuito toma características locales bien di­ nitivamente superando la influencia del ferrocarril, y, por tanto, su
ferentes; así, en ciertas ciudades se realiza sobre un solo lado de la expresión en la estructura urbana a través de la estación y su órbita
plaza (cuando esta intimida por su vastedad al pequeño núcleo de funcional. En cambio, es la ruta caminera y todo lo que a ella
vecinos); en otras, incluso, se destaca la plaza y se organiza a lo conduce, más o menos directamente, lo que va atrayendo más activi­
largo de una avenida, bien que el tipo más clásico es el que se dades y, a la vez, creando los respectivos conflictos entre unas y
desarrolla alrededor de ella. Sociológicamente pueden anotarse dife­ otras al alinearse naturalmente, sin plan previo.
rencias interesantes según la aglomeración, como por ejemplo en lo Si se analizace, caso por caso, la estructura urbana en su devenir,
referente a la composición de la población participante —a veces solo en lo que va del siglo, tendríamos muchos ejemplos como el que
adolescente, otras más ‘familiar’— o, aún más, verificando casos ex­ hemos estudiado en particular en San Antonio de Areco. Allí se ve
traordinarios en que la ‘vuelta del perro’ ha desaparecido, acaso por claramente, al estar la ruta pavimentada ubicada en el extremo opues­
una falta de cohesión social experimentada por un individualismo to del ferrocarril, cómo se opera un desplazamiento radical de loca­
surgido de desniveles económicos, de la influencia absorbente de otro lizaciones de un confín al otro de la planta urbana.
centro, particularmente del propio Buenos Aires, que se fagocita la La atracción ejercida por las rutas es, por lo.demás, bien diversa
clase universitaria’ de muchas ciudades de su región de influencia, a la que ejerce el ferrocarril; éste opera a través de un foco, la es­
y sobre todo, como ya lo consignamos, por causa de la popularización tación, y el resto de su entidad física —las vías— opera más bien
del automóvil. como barreras al desarrollo. La ruta, en cambio, atrae sin restric­
Llama la atención también el caso de un circuito paralelo —o ciones —aparentes al menos— e invita a ser transpuesta —aunque
concéntrico— recorrido por automóviles en procesión, en muchísimos luego sea de lamentar haberlo hecho— por cualquiera de sus puntos.
casos.' Una especie de vuelta del perro motorizada que, desde luego, La concentración puntual, el abanico que creaba el foco de
tiene consecuencias para el tránsito, ocasionando embotellamientos, atracción de la estación, hoy se transfiere hacia el cruce de la ruta
contaminando el aire con los gases de combustión de los motores en con el acceso principal a la planta urbana. Empero, de no mediar
baja velocidad, etc., etc. un plan previo, en muchos casos puede verse que se multiplican
dichas ‘entradas al pueblo’ amenazando, nuevamente, con otra alte­
ración de la estructura con consecuencias harto confüctuales al no
Elementos recientes y cambio futuro discriminarse la circulación.
Aunque de manera aún incipiente, puede advertirse asimismo el
' Podría argüirse que, al configurar la estructura urbana de los impacto que los rond-pomt, los cruces a diferente nivel, los tréboles
núcleos pampeanos, hemos apelado a un repertorio casi básicamente y toda otra obra vial de envergadura, van teniendo sobre las estruc­
histórico para analizar sus elementos. En efecto, a la lista anterior turas urbanas al crear vastas zonas muertas para toda otra actividad
de ítems fundamentales, hoy por hoy, se podrían agregar algunos e interponer espacios neutrales, que separan, apartan o segregan
otros que, aunque no tienen una relevancia pareja en cada ciudad, partes del otrora continuum urbano.
parecen estar presentes con mayor peso en aquellas que se caracte­ La política vial vigente, desde hace unas décadas, prescribe que
rizan por tener una cierta vitalidad. las rutas importantes soslayen los núcleos que antes atravesaban
También se ha descartado, por razones de método, el caso fre­ o 'tangenciaban, por medio de un by-pass. Ya hoy es raro el caso
cuente de la duplicación y triplicación de algunos de aquellos ítems, de que una carretera penetre hasta el corazón de una aglomeración
como es el caso de ciudades con dos calles comerciales, dos o tres para continuar su camino. De esta manera, los ingenieros viales han
estaciones ferroviarias, dos zjnas industriales gemelas, etc. En todo evitado conflictos importantes en la fluidez del tránsito, pero ello
caso, hasta ahora, lo que caracteriza a estas aglomeraciones ha sido no ha significado que las ciudades no se hayan visto frente a una
el monocentrismo y la neta preponderancia de un elemento sobre nueva modalidad de problemas. Así. pues, en lugar de crearse con­

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gestiones a la situación preexistente, se han provocado verdaderos residencial de base, al cual van afectando gradualmente de una forma
cambios estructurales que solo un efectivo planeamiento urbano debe directa al sustituir el uso y de modo indirecto, al provocar valori­
organizar. zaciones de la tierra e ir creando zonas marginales ae usos indiscri­
minados que fatalmente se vuelcan luego al comercial. ^
Desde luego, no todas las ciudades de la región escogida llegarán
a desarrollar verdaderas áreas centrales, solo mediando un incremento
2. Las áreas industriales demográfico, basado en la atracción de población a la cual se le
ofrezcan fuentes de trabajo -léase principalmente industria—, será
Consecuentemente con el avance de la industrialización de los dable esperar tal evolución.
últimos veinte años ha podido comprobarse un cambio en la enver­ Aunque el análisis de interacción funcional puede hacerse mu­
gadura y tipo de las nuevas industrias. cho más exhaustivo, permítasenos destacar ahora y como mero ejem­
Lo que tradicionalmente era un conjunto más o menos abierto plo, la necesaria relación que existe entre las áreas centrales y las
de establecimientos industriales, localizado en conexión con el ferro­ industriales, cuyo desarrollo parece ir, en cierto modo, ligado análo­
carril, ahora se presenta con caracteres diferentes. La gran o mediana gamente. A la vez, no es previsible un apreciable incremento de la
industria se hace presente con consecuencias mayores en cada aglo­ función comercial debido a un aumento en la accesibilidad o a una
meración. A veces basta una sola fábrica importante para alterar mayor envergadura de la ciudad como centro regional en el sentido
la estructura anteriormente balanceada de los núcleos tradicionales. meramente agrario. Solo la industria y en menor escala y, posterior­
La ubicación de estas fábricas consulta necesidades distintas y —por mente, los servicios pueden conceder grados jerárquicos en el espacio
su volumen e importancia— pueden situarse con un criterio impre­ regional. Pero ésta es otra cuestión, muy importante, que excede los
visto en el plan original de la ciudad. objetivos de nuestro tema.
De más está decir que la influencia que un área industrial de Debe notarse, finalmente, que la existencia de verdaderas áreas
cierta envergadura implantada sobre una estructura típica tiene, afec­ centrales compactas no es un hecho cabal en muchos casos, a causa
ta las circulaciones, la zonización residencial y su consiguiente equi­ de que muchas localizaciones terciarias, especialmente las oficinas
pamiento. El “barrio-obrero’, desconocido en estas ciudades hasta públicas, se encuentran dispersas en las plantas urbanas pudiendo,
no hace mucho, es una de las consecuencias más notables de aquel de estar más concentradas, definir toda una zona. Esto acontece,
hecho, desplazando a la periferia la función residencial que se loca­ principalmente, porque el género casi único de arquitectura urbana
lizaba, a manera de ‘relleno’, entre las demás funciones que consti­ aplicado en la edificación de estas ciudades —particularmente entre
tuían el meollo de su estructura. fines de siglo y comienzos de la Primera Guerra Mundial— fue la
vivienda de tipo familiar. De entrada, las oficinas públicas o priva­
das se amoldaron a esta modalidad sin dificultad (a veces vivienda
y oficina coexistían deliberadamente) y luego la necesidad obligó a
3. La expansión del área central
ir ocupando edificios residenciales para este otro tipo. Por lo demás,
el ritmo pueblerino, la escala del área edificada y, no menos, un
Ya al hablar de los alineamientos comerciales indicamos la ten­ nivel de exigencias poco rigurosas, fueron factores que contribuyeron
dencia a la dispersión lateral que un cierto grado de saturación traía a aceptar esa dispersión excesiva e ilógica que, no obstante, agregó
aparejado. Es, sin duda, no solo la expansión del comercio minorista, en los hechos una nota distintiva en cuadras y cuadras de indiferen-
sino el crecimiento del sector de actividades terciarias lo que favorece
esta tendencia masiva contra la pauta lineal primitiva, basada en un ciada apariencia.
rudimento de estrategia comercial. De ahora en más, por el volumen de las actividades, por un
proceso de concentración espontánea y porque ya no se adaptan los
La diversificación de los servicios permite hoy una cierta descen­
antiguos edificios a nuevos destinos y es preciso construirlos nuevos,
tralización, sin descontar, por cierto, que la densificación del tránsito
el área central parece que se irá definiendo con mayor precisión.
y los problemas de estacionamiento la favorecen. Esta expansión,
empero, no es solo horizontal, ya que, al tomar incremento el área, Bancos, cooperativas, asociaciones comerciales, oficinas de represen­
los valores inmobiliarios promueven por sí solos la densificación y la taciones se van instalando en los núcleos urbanos como consecuen­
consiguiente edificación en altura. cia de modificaciones en la modalidad comercial y de una actividad
Generalmente estas incipientes áreas centrales -incipientes como en ese rubro.
áreas en un sentido expansivo— se desarrollan a expensas de un tejido

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próxima a la segunda alternativa sin coincidir exactamente, no logró


4. La estación terminal de ómnibus convencer a sus opositores porque se hallaba en un sector actual­
mente poco central, y no es previsible que quienes no están iniciados
He aquí un novísimo elemento que introduce cambio en la es­ en planeamiento urbano sean capaces de imaginar que la estructura
tructura. Aunque la función de tomar y dejar pasajeros de líneas de la ciudad —y cada una de sus partes— no es algo estático, sino que
automotores de larga distancia no es nueva —en algunos casos se se va modificando, especialmente, mediante la introducción de nuevos
remonta a fines de la década de los años veinte—, su incremento elementos, que, como el comentado, se crean su propia ‘ecología’.
comienza a partir del plan de pavimentaciones de Vialidad Nacional
durante la década de 1930 y alcanza gran volumen superando, in­
cluso, al ferrocarril, frecuentemente a partir de 1950.
Originalmente dicha función se cumple en relación a un hotel Fig. ni. 5 y 6
o un café situado en el área central, o en un almacén de su periferia,
cuando se trata de servicios que no entran en la planta urbana. Por 5. Otros elementos
la capacidad de los vehículos y el volumen de pasajeros, esta actividad
se cumple relativamente bien en un primer momento; pronto, sin Con diverso peso y futuro existen otros elementos que se van
embargo, la mayor frecuencia de servicios, una diversidad creciente
introduciendo en las estructuras urbanas estudiadas gradualmente y
de recorridos y, sobre todo, la dimensión de los ómnibus van creando que, en conjunto, significan una alteración del cuadro original, que,
sucesivos problemas que se atenúan, a veces, fijando “la parada” en si no es de mucha envergadura, es la primera que hace verdadero
otro sitio del casco urbano. Esto, empero, no suele evitar conflictos impacto después de un largo período de vida acaso desde la llegada
de tránsito, incomodidad a los pasajeros y molestias para los vecinos del ferrocarril, con un promedio de un siglo de distancia.
del lugar, tales como ruidos, vibraciones y olores. Otras veces, espon­ Entre estos ítems figuran las áreas residenciales organizadas co­
táneamente, y como única salida, se tiende a desconcentrar esta fun­ mo ‘barrio-parque', o sea siguiendo a grandes rasgos la apariencia
ción en varios puntos de la ciudad, en los que, respectivamente, exterior de la garden-city, bien que de tercera mano, ya que los ejem-
actúan las diferentes líneas, con lo cual se subsanan algunos incon­ >los de segunda solo pueden hallarse en el área metropolitana de
venientes, pero se multiplican otros.
A esta altura del proceso, muchísimas autoridades municipales
Í a propia Buenos Aires. De cualquier modo, es innegable que sea
como réplica tímida, por causas puramente estéticas, por desborde
encaran francamente el problema, disponiendo la construcción de una de la punta urbana original o por desarrollos residenciales conse­
terminal que reúna a todas las líneas y donde tanto ellas como los cuencia del establecimiento de una industria importante, estos ele­
pasajeros puedan desenvolverse con holgura, La iniciativa, de por mentos areales periféricos constituyen un nuevo ingrediente en mu­
sí buena, no siempre es resuelta adecuadamente. Quien escribe esto chas estructuras.
fue consultado, en una oportunidad, para dar un dictamen técnico en Áreas de esparcimiento concebidas sobre la base de vastos es­
un pleito ocasionado por la problemática conciliación de dos bloques pacios verdes, más allá de úna simple cancha de fútbol o de un
de concejales de un municipio que hacían propuestas excluyentes modesto club deportivo comienzan a desarrollarse a instancia de
sobre dos sitios factibles, en razón de disponerse de la tierra. Como muchos municipios como respuesta a la presión de una nueva necesi­
puede verse, una de las limitaciones más graves consiste en la im­ dad comunal, largo tiempo ignorada. Pocas veces la naturaleza provee
previsión proverbial en materia de reservas de las comunas y esto del sitio apropiado y más son las ocasiones en que deban realizarse
permite, por sí solo, pronosticar que el impacto de las estaciones ter­ grandes obras para lograrlo. En todo caso estas áreas ya no reciben
minales no será fácil de tipificar, ni de integrarse a la estructura, el tratamiento de pretenciosos y rígidos parques como otrora suce­
como lo hacían los elementos originales. diese en ciudades de cierta envergadura en el interior del país, sino
En la experiencia aludida, la consulta era difícil de contestar, esencialmente intentan reproducir el ambiente de reservas naturales
en primer lugar, porque la ciudad carecía de plan regulador y el cuando justamente se carece de éstas.
crecimiento espontáneo previsible anulaba una de las alternativas Otro ítem que va tomando carta de ciudadanía en estas aglo­
que era ubicada en terrenos de la estación de ferrocarril, donde, meraciones es el uso de la tierra generalmente con propósitos de
mientras la posibilidad de centralizar la función transporte era ten­ servicio público, ocupando extensiones considerables que gravitan
tadora, la densificación futura agravaría el tránsito particularmente en el conjunto estructural de la ciudad. Tales pueden ser, usinas
molesto de grandes ómnibus. La solución propuesta, por otra parte, eléctricas o tendido de líneas de alta tensión, y fuera del rubro

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Fie. I I I . 5 . a) CHASCOMÜS (1779); b ) SAN VICENTE (fines s. xvm); c ) SAN
MIGUEL DEL MONTE (1780)
Fie. I I I . 6 . a ) SALTO (1 7 8 0 ); b ) ARRECIFES (1795).
Ciudades y lagunas en la cuenca del río Salado.
Ciudades y tío s en la pam pa ondulada.

JU U a g Q B B C ta a i Fie. 111.6.a
Fie. I I I . 5 . o lH S a a o o D G ü c Ä
Ja a o n n Q D o a a

□ B B B B B B g ß
O Sa9BH HSS\
□ □ □ □ □ □ □ □ \\
■ p a c o i z o a c o a \\
□ □ □ □ □ □ an co J
Jp n n a n a « E iD n o \
jriü'öüaaüaGDo\
;□ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □
i!— na n a a c i c o a c o
\\ jl__ Il___Il__ Il__ l(__ II__ ¡ □ □ □ c u '
¿ » □ u u ju w u a i \ Territorio surcado por muchos,
aunque poco importantes, ríos de
la cuenca Paraná-Plata, por efecto
de su peculiar topografía; presen­
ta, frecuentemente, ciudades ubi­
ELEM ENTO S N U CLEARES Fie. I II. 5 . b cadas a sus márgenes. Río, vías
férreas, rutas, sueíen ser barreras
al crecimiento espontáneo y, a la
Plaza vez, los mejores elementos para

ü M unicipalidad
regular planifícadamente una ex­
pansión que, en base a muy baias
densidades, no condice con las
E) iglesia
Las aglomeraciones de esta subregión suelen
estar emplazadas sobre las innumerables la­
necesidades racionales de la po­
blación.
B Escue¡a
gunas que la caracterizan. Este tipo de acci­
dente geográfico no solo condiciona el care­
cimiento expansivo tendiendo a hacerlo más
nniflííiUiliifjHU Ferrocarril - estación
n ï ï T T î î ...'ü compacto, sino que gravita en la disposición Fie. I I I . 7. TIPOS REGIONALES.
de los elementos circulatorios complejizando
¡m Zona industrial
pautas que, por lo demás, describen una
verdadera tautología sobre el damero.

mmm Caite comercial

E LEM ENTO S CIRCULATORIOS

Vías férreas
o o 0 o 6 Ruta principal
« » » « » > Calle de acceso
« Bulevar

E LEM ENTO S PER IF E R IC O S “

+
Cem enterio
Fuente Fluvial

881 Matadero

Fie. I I I . 5 . c
Cuenca del Río Salado

Pampa ondulada

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de los servicios, cruces de importantes rutas o industrias madres que


por su envergadura y gravitación sobre otras menores configuran
verdaderos parques industriales no-planificados: tal es el caso de as­ Tipos regionales
tilleros o de plantas siderúrgicas que, aunque situadas a cierta dis­
tancia de las plantas urbanas, pronto quedan de hecho conurbadas. Si se atiende a una serie de condiciones relativas a la estructura
En suma, es previsible, que no solo las estructuras íe vean con­ periférica de los núcleos, a-su situación y posición en la región que
siderablemente alteradas en una o dos generaciones más, sino que el los incluye alcanzamos a distinguir una serie de coincidencias y de
paisaje urbano tradicional vaya sufriendo cambios sustanciales. Así, disparidades que permiten reconocer nuevamente la confirmación de
pues, es fácil prever que ciudades que hasta hace popo se desen­ nuestra hipótesis inicial.
volvían más o menos conforme al partido inicial hoy comienzan a En efecto, la uniformidad, la monotonía, no es de ningún modo
experimentar conflictos de todo tipo, no solp por el desarrollo expe­ absoluta y, por el contrario, puede advertirse que las ciudades ana­
rimentado, sino, y por sobre todo, por la crisis que origina un cambio lizadas —37 en total que, excluido el. Gran Buenos Aires y La Plata,
de estructura sin modelos a la vista. Problemas de tránsito, molestias son prácticamente todas las aglomeraciones con más de 2.000 habi­
derivadas de la falta de una buena zonificación industrial —y de tantes— ofrecen características afines conforme a un criterio de dis­
una rigurosa codificación de standards en la materia-; el envejeci­ tribución geográfica.
miento súbito de la mayor parte de los edificios; la imperiosa nece­ Los ítems condicionantes, en este caso, son los siguientes (cada
sidad de expandir los servicios públicos; la contaminación de corrien­ uno subdividido en tres alternativas principales):
tes de agua y de la misma atmósfera; el deterioro del paisaje por
falta de controles estéticos y funcionales, etc., etc., son apenas una 1. Magnitud, es decir, población del núcleo de acuerdo a tres
muestra de las consecuencias que tiene y que tendrá cada vez más escalones de 2.000 a 5.000, de 5.000 a 10.000 y de 10.000 hasta
acentuadamente el mencionado cambio de estructura. 50.000 habitantes.
La- pauta anterior, original y tradicional, era harto simplista si 2. Situación, según sea un río navegable —en este caso el Para­
se quiere y no innovaba realmente desde tiempos lejanos de la his­ ná—, sobre una laguna o bien sobre ríos o arrovos no-navegables, sobre
toria de occidente, pero por sobre todas las cosas, funcionaba y no cañadas o sin proximidad a ninguna forma de agua superficial.
enfrentaba conflictos imprevistos. Hoy día, en la medida que los
nuevos elementos impactan la estructura de base, suelen provocar 3. Posición, conforme el núcleo se halle enhebrado por un sis­
solamente problemas en lugar de traer junto con sus nuevas caracte­ tema ferroviario y caminero principal —o lineal— o uno de éstos sea
rísticas algunos atenuantes. Desde luego, no es el caso de excluir secundario —o supeditado a una red indirecta—,
estos ítems para conservar una vieja armonía que, entre otras cosas, 4 . Relación ruta-planta urbana, dentro de estas tres posibilida­
amenaza decrepitud, ni de violentar tampoco las necesidades contem- des: con by-pass o acceso especial, sin by-pass o la ruta atravesando
oráneas en nombre de valores ya realizados. La transformación de
E ls ciudades no es obra de una sola mano y responde a muy comple­
la planta urbana o, finalmente, el caso en que la ruta muere en la
planta urbana.
jas motivaciones; es un hecho irreversible. Elfo no obstante es im­
5. Relación accesos-planta urbana, entendiendo por aquéllos tan­
portante señalar destacadamente dos aspectos de la cuestión; el pri­
to a las líneas férreas como a los caminos y considerando las
mero, que esta transformación se está realizando con menos orden
siguientes posibilidades: ferrocarril y camino perpendiculares entre sí,
y plan que la implantación original -siendo que los elementos en
paralelos y próximos u opuestos por la planta urbana o indepen­
juego tienen consecuencias espaciales (no entramos en las socio-eco­
nómicas ) mucho mayores—; el segundo, que aún se está a tiempo de dientes.
comenzar la busqueaa o adaptación de modelos y pautas, de normas . 6. Equipamiento ferroviario, con una estación, dos estaciones o
y de standards ya probados, al medio en transformación, con la ven­ una terminal.
taja de que no es inevitable partir de una hoja en blanco, sino de
realidades vigentes por varias generaciones, que no solo no deben ser Consecuentemente con nuestro principio de no'abusar del méto­
ignoradas (con fatales consecuencias para el resultado final), sino do cuantitativo —aunque en aspectos como éste lo hayamos emplea­
que constituyen un soporte, una trama de base de incalculable valor do—, nó creemos necesario abrumar al lector con cifras e índices. Si,
para trabajar sobre suelo firme. en cambio, resulta interesante el resultado final de someter a las 37
ciudades analizadas al test de clasificarlas conforme a los ítems des-

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criptos. De acuerdo a esto, consignamos las conclusiones más in­ Huta Nacional N1? 5 y el F. C. Sarmiento, pero no son realmente
teresantes. dignas de una mención de detalle.
Por la magnitud’, está claro que las principales ciudades de más En todo caso, la confrontación practicada recuerda la relevancia
de 10.000 habitantes se hallan al norte del paralelo 35 ° y que, de de los factores fotográficos frecuentemente olvidados a causa del
ellas, las^ cuatro más pobladas, con más de 25.000 habitantes cada fuerte carácter uniforme de la urbanización, esto es, de la situación
una ( Junín, Zárate, Pergamino y San Nicolás), lo están más al norte geográfica, así como la influencia que una análoga posición en la
aún. accesibilidad tiene sobre las ciudades que la comparten.
Por la ‘situación’ comprobamos que las ciudades ubicadas sobre
el frente fluvial del Paraná ofrecen analogías sorprendentes —las
únicas realmente— de entre el resto de aglomeraciones. De las seis
que integran esta subregión -San Nicolás, Ramallo, Zárate, San Pe­
dro, Baradero y Campana— las tres últimas coinciden exactamente
en el mismo caso: son ciudades-puerto, de más de 10.000 habitantes,
enhebradas por sistemas ferroviarios y ruteros de primera categoría
lineales y paralelos entre sí, con accesos camineros especiales que
penetran en la planta urbana perpendicularmente a la línea ferro­
viaria y poseen una sola estación. Las únicas excepciones a esta regla
absoluta son: la población de Ramallo (menor de 10.000 habitantes),
el acceso rutero a San Nicolás (sin by-pass) y la segunda estación
ferroviaria de Zárate. Por lo demás, repetimos, estas seis ciudades
ofrecen notas de homogeneidad notable.
Otro grupo de ciudades que surge nítidamente por su situación
similar es el que integra la subregión de la cuenca del río Salado.
Son otras seis ciudades ubicadas sobre lagunas tales como San Vi­
cente, Navarro, Monte, General Paz, Chascomús y Magdalena— esta
última, en rigor, sobre una cañada que, sin embargo, ha tenido idén­
ticas consecuencias para la planta urbana que si hubiese sido una
laguna—.
En cuanto a las aglomeraciones restantes, ubicadas en la sub­
región que se ha denominado 'pampa ondulada’, hallamos ocho sobre
ríos o arroyos, mientras que las diecisiete restantes se encuentran
alejadas de cursos de agua. Por lo demás, se puede destacar que
aquellas ocho están situadas claramente en la zona norte de dicha
subregión y que las restantes se hallan, o bien próximas al área me­
tropolitana de Buenos Aires, o bien hacia el confín noroeste.
En cuanto al resto de los elementos de clasificación —excluidas
las ciudades del frente fluvial—, puede verse una gran variedad de
combinaciones, no obstante lo cual pueden anotarse coyunturas idén­
ticas, de a pares, como Lobos-Cañuelas, Magdalena-San Vicente, Na­
varro-General Paz y San Antonio de Areco-Arrecifes, comprobándose
al mismo tiempo que, cuando se da este grado de similitud, toma
lugar en sectores comunes.
Fig. m . 7

Existen otras analogías menores entre las ciudades vecinas ál


Gran Buenos Aires, o entre las que se escalonan a lo largo de la

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LAS FORMAS URBANAS

como ya escribiera Luden Févrc: “Es según las funciones que con­
viene catalogar a las ciudades, si es que se quiere obtener una catalo­
gación realmente útil”; 1 y si algunos de los ítems que formulamos
comcxhipótesis de trabajo nos llevan a ejemplificar centros urbanos
CAPITULO IV completos, el objeto no es la generalización, sino la simple verifica­

seguir 24/4
ción y, acaso, un principio de comparación.
LAS FORMAS URBANAS Por lo demás, estamos persuadidos de que se ha abusado y aún
se abusa de lo morfológico: tradicionalmente, por ignorancia de la
Analizadas oon ejemplos tomados de aglomeraciones situadas noción de estructura; hoy, a causa de cierto virtuosismo metodoló­
en la región bonaerense al norte del río Salado gico. No se explicaría si no que un geógrafo norteamericano como
Williams Bunge 2 en su inquietud por orear nuevos medios para la
descripción, haya aplicado un sistema de ‘metacartografía’ por el
cual, en ciertos casos, parecería posible sustituir el mapa por la ex­
presión matemática. Asi, pues, en posesión de esta ingeniosa técnica,
clasifica las formas de cerca de cien aldeas del centro de México. Un
cuadro de coeficientes, que son susceptibles de ser agrupados en
Si pedimos a un estudiante de urbanismo, e incluso a un experto conjunto, corresponden a aldeas de formas más o menos análogas:
cuadrilongas, alargadas, estrelladas, en forma de media luna, etc. En
en planeamiento urbano, que nos explique cuáles son los casos fun­
damentales de la morfología urbana, es seguro que nos responderá síntesis, estamos frente a un refinado método por el cual es posible
echando mano a ejemplos históricos —pertenecientes a civilizaciones 'medir’ formas y catalogarlas consecuentemente.
lejanas en el espacio y en el tiempo— y, cuando más, recurrirá a El esfuerzo de imaginación que este dispositivo supone no pa­
especímenes hoy vigentes, pero extraños a nuestro propio medio. Si rece adecuarse a la trascendencia que el mismo implica y es por ello
insistimos en nuestra pregunta, con referencia a la Argentina, oiremos que nos afirmamos en la convicción de que lo morfológico tiene
una infalible referencia al damero, como si en él quedaran agotadas valor en tanto es la expresión de fenómenos funcionales, o en la me­
todas las características formales de nuestras ciudades. De ahí que dida que revela una estructura.
podamos decir que el desconocimiento de nuestra propia experiencia Sin embargo, en este trabajo desarrollamos deliberadamente lo
urbana y la obsesión por la traza vial son dos factores que, cierta­ formal mismo con el objeto de caracterizarlo mejor antes de indagar
mente, no contribuyen a ahondar el conocimiento más exacto y pro­ la relación función-forma. Dar por supuestas todas las modalidades
fundo de la ciudad argentina. morfológicas sin la certeza de un análisis sistemático es una actitud
El motivo principal de este estudio es intentar superar ambas bastante corriente, pero que no favorece la formulación exacta de la
deficiencias mediante la formulación —y su consiguiente aplicación- concomitancia entre continente y contenido.
de un principio de sistematización de los rasgos fundamentales de la
morfología urbana. Para ello nos hemos servido de un área de trabajo
definida: la región que integra el antiguo hinterland de Buenos Aires
—la pampa anterior—, el sector de la provincia de Buenos Aires com­ Lo fundamental
prendido al norte del río Salado, región que fue hasta hace poco
más de un siglo la única extensión ocupada de la pampa. La elección Los rasgos fundamentales de la morfología urbana, estudiados
de esta área, aparte de que está subordinada a un plan de investi­ sobre casos reales, son los siguientes: en primer término, ‘la escala’
gación más vasto sobre su geografía histórica, obedece al hecho de que nos da la pauta extensiva del desenvolvimiento de cada aglome­
que, deliberadamente, vamos en pos de la diferenciación más sutil ración y nos permite establecer ciertos niveles típicos de dimensión.
dentro de la uniformidad, pues, como se sabe, las ciudades de esta En segundo lugar, ‘el contorno’, o sea la peculiar forma geométrica
parte del territorio nacional se caracterizan por un fuerte denomina­ que adopta el perímetro definido por el crecimiento urbano. Luego
dor común que actúa como nivelador: la llanura natural, la cuadrícula, ‘la traza’ o esquema básico determinado por la red vial y los islotes
la baja densidad, etcétera. edificados que delimita. Yendo más al detalle de esta cuestión exa-
De manera alguna nos proponemos hacer una clasificación de Luden. L a h'rra ct L ’eco lation H úm am e, p . 4 1 2 , P a rís, 1 9 2 2 .
1 F é v rc,
ciudades por su población, dimensión o forma. No se nos oculta que, 2 Bunje. W illia m s , T h corrtiral C c o y a p lu j, Limd, c;ip- 3 . 1 9 6 2 .

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LAS FORMAS URBANAS

minamos el^ amanzanamiento’, esto es, los distintos tipos de islote un caso concreto dentro del contexto regional, con el cual está ligado
más característicos, para, posteriormente, indagar acerca de la diver­ por notas, no solo de dependencia, sino que éstas adquieren valores
sas modalidades del ‘parcelamiento’ o loteo urbano. ‘La densidad’
precisos que nos es necesario conocer.
urbana, medida originalmente en base al número de habitantes por
unidad de superficie, puede ponderarse también en una serie de tipos Por último, debemos indicar que, para concebir el presente tra­
bajo, hemos tenido debida cuenta de otro similar publicado por
de ocupación escalonados jerárquicamente. A la vez, los distintos sec­ K e v in Lynch, 3 en el cual restringe a solo cuatro las notas dominantes
tores edificados de uña aglomeración presentan caracteres físicos más
del paisaje urbano y las ilustra con ejemplos contrastantes tomados
o menos homogéneos, más o menos diferenciados, lo que da por re­
de ciudades pertenecientes a todo el mundo. Por tanto nos hemos
sultado una especie de tejido o ‘textura’ que adopta modalidades servido del mismo, profundizando su metodología y concentrando su
peculiares.
aplicación a una región concreta, limitada y, sobre todo, a nuestro
Las notas referidas pueden estudiarse, como lo hacemos, a través alcance, para poder así hacer las debidas verificaciones in situ.
de foto-aérea vertical u oblicua, según los casos, o bien, en base a
representaciones gráficas (mapas o planos). La necesidad de captar
una cierta porción de la superficie urbana obliga a apelar al recurso
de la aerofotografía o a la abstracción del dibujo. Empero, quedan
dos caracteres importantes para la definición formal del fenómeno La escala
urbano que solo pueden ser expresados y captados desde el punto de Dimensión y escala no son términos en absoluto equivalentes; lo
vista y altura del observador normal. Son ‘la apariencia’, es decir, primero indica un valor absoluto; lo segundo, uno relativo. Nos inte­
la sensación visual directa que nos provoca la ciudad por sectores, y resa la dimensión de las ciudades en tanto tengamos algún patrón
“la silueta urbana’ o sktjline que dibuja la edificación contra el cielo, de referencia. Esa dimensión, además, la tomamos en extensión areal
sobre el horizonte. y no en volumen por motivos obvios de cálculo o medición. De otra
A través de cada uno de estos enfoques veremos la variedad manera, el problema se complica excesivamente y —aunque conserva
de casos típicos que se presentan en cada ítem de la investigación su interés— es necesario posponerlo por cuestiones de método. ^
y estaremos en mejores condiciones de entender cómo expresan las Si tomáramos por cierto el hecho de que, en general, la relación
funciones que dentro de estas formas se cumplen, tema específico de la cantidad de población sobre la superficie de la mancha edifi­
sobre el cual, naturalmente, no es nuestro objeto entrar en esta cada —o sea la densidad urbana— se mantiene dentro de ciertos mar­
ocasión. genes en el caso de los núcleos de la región analizada, tendríamos
Es preciso destacar al concluir esta introducción que, en el caso por consecuencia que el valor relativo de la extensión corresponde a
de algunas ejemplificaciones, se omite el nombre de la ciudad a que algo más que a un dato formal. Más preciso todavía sería establecer
pertenecen con propósito absolutamente deliberado. La intención sistemáticamente la relación extensión-población, para hallar proto­
reside en el hecho —que se quiere ilustrar— de que ciertas notas ca­ tipos —si los hay— o fijar al menos un promedio general.
racterísticas de la morfología urbana se presentan con una unifor­ Como decíamos, esto escapa a nuestro cometido por ahora, aun­
midad absoluta, en la mayoría de los casos, que se podrían haber que lo consignamos por la relevancia de su asunto. Mientras tanto,
tomado dentro del área. Se trata, pues, de exhibir rasgos de gene­ hemos de conformarnos con la comprobación de que selecionando
ralización que no precisan individuación, sino, al contrario, una en grandes grupos las aglomeraciones, según el número de sus habi­
ilustración lo más simbólica posible. tantes, hallamos con cierta evidencia mayor cuatro categorías carac­
Al respecto, permítasenos agregar que, entre nosotros, la etapa terísticas, exceptuada Buenos Aires, naturalmente, por ser un caso
de la generalización en la investigación no está suficientemente des­ único y comparable solo a escala mundial. AI respecto vale la pena
arrollada en materia de geografía urbana por la sencilla razón de que consultar el trabajo de Romualdo Ardissone sobre el mismo tema.4
la mayoría de los estudios específicos ha corrido por cuenta de urba­ Estos casos se tipifican en las cifras aproximadas de 50.000, 10.000
nistas profesionales absorbidos por la unicidad del caso que investi­ y 2.000 habitantes, que configuran expresivamente la jerarquía básica
gan. En consecuencia, es hora de que comencemos a mirar el existente entre las ciudades de la región. Ya otro escalón —el cuarto-
panorama con el desinterés científico necesario que permite recons­ lo constituiría el caso único de la ciudad de La Plata que, con más
truir el conjunto y dentro de él establecer las relaciones necesarias
entre sus partes. De otro modo seguiremos corriendo el riesgo de s L y n c h , K e v in , T h e F o n n o f C ities , S c ie n tific A m eric a n , a b ril, 1 9 5 4 .
confundir lo excepcional con lo típico y no nos será posible ubicar 4 A rd isso n e, R o m u a ld o , M a n ife s ta c io n e s d e la P o leo g e o g ra fía en la reg ió n
pam p e a n a , B u e n o s A ires, 1 9 5 7 .

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de 300.000 habitantes, se coloca al nivel comparativo de las capitales


de provincia.
F ig. IV . a ), b ) y c )

El valor de la escala dimensional, en superficie, es ilustrativo en


cuanto revela la potencialidad que, con densificación demográfica,
puede lograrse eventualmente. Como tipo de crecimiento, el mera­
mente areal es el más obvio, pero no el único, y ha dado lugar a una
asimilación indebida de la morfología urbana, en general, a lo sim­
plemente bidímensional, por efecto del hábito a la cartografía. El
análisis del skyline o silueta urbana, entre otros ítems formales, lle­
vará el tema a una consideración más compleja.

El contorno

Si la palabra 'forma’ no tuviese connotaciones tan complejas,


podríamos decir que al hablar del contorno nos referimos a la forma
de las ciudades. Sin duda, es un lugar común confundir las formas
en general con las figuras geométricas planas, imaginar en solo dos
dimensiones un concepto que es mucho más polifacético, literalmente F ,r I V , a E S C A L A . P e rg a m in o ( I . G . M .; re c o r rid o 7 5 0 ; N \ 1 .1 5 7 ; 1 9 5 4 ^
hablando. Por todo ello preferimos el término ‘contorno’ para indicar E je m p lo d e a g lo m e ra c ió n v e c l i a a lo s 5 0 .0 0 0 h a b ita n te s . E s c a l a o n g m a l, 1 . 5 0 .0 0 0
el perímetro que describe la mancha edificada de las aglomeraciones
urbanas.
Contenido o difuso, el contorno siempre expresa de alguna ma­
nera las condiciones topográficas en que una aglomeración se desen­
vuelve. Entre nosotros, la transición abrupta de ciudad a campo es
prácticamente desconocida, especialmente en las ciudades de llanura
que —salvo raras excepciones— se desarrollan libremente hacia los
cuatro rumbos. Las murallas o los accidentes del terreno, buscados
deliberadamente en la ciudad histórica europea, son elementos exó­
ticos en la contraparte hispanoamericana y mucho más en la pam­
peana. Cuando mucho, un camino de ronda y las 'tierras de pan
llevar’ impusieron un cierto límite formal a la ciudad contenida dé
tiempos coloniales.
A pesar de esto, o justamente por esto, estamos en condiciones
de caracterizar algunos tipos de contorno que, sobre la gran masa
homogénea, acusan cierta variedad. El prototipo 'cerrado’, como F ie IV 1 .b. E S C A L A . A rre c ife s ( L G . M . ; re co rrid o 3 2 0 ; N * 4 1 4 ; 1 9 5 0 ) -
decimos, es el partido más socorrido y representa el caso más carac­ U n n ú c le o a lre d e d o r d e 1 0 .0 0 0 h a b ita n te s. E s c a l a 1 : 5 0 . 0 0 0 , r e d u c id a de
terístico de ciudad de llanura, aquí o, por ejemplo, en los Estados o rig in a l en 1 : 2 5 .0 0 0 .
Unidos. Herencia más o menos directa del campamento romano
(mediterráneo), que no de las colonias griegas (marítimas), suele F r r I V 1 ^ K S C A L A . R aw so n (I.G. M.; re co rrid o s 5 G , 3 0 1 y 3 0 6 ; N os' 4 8 2
comportarse especialmente a lo largo de dos avenidas que se cruzan V*7 8 0 r e a c t i v a m e n t e 1 9 5 4 ) . U n p u e b lo d e 2 . 0 0 0 h a b ita n te s a p ro x im a d a m e n te
ortogonalmente, como otrora sobre el Cardo y el Decumano. De esta
forma, aunque el casco urbano —la traza original— haya sido cua- C en so s N a c io n a le s. E s c a la 1 ; 5 0 .0 0 0 , re d u c id a d e l o rig in a l e n 1 . 3 5 .0 0 0 .

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drado o cuadrilongo, al predominar el crecimiento a lo largo de


dichos ejes, configura una suerte de rombo que desvirtúa, en cierto
modo, la figura original o la hace girar 45°.
Ésta es la situación más común, la que rara vez se expresa en
forma estrellada si no existen diagonales que la favorecen, por lo
cual optamos por catalogar genéricamente el.caso como ‘cerrado’.
El contorno lineal o alargado es tan raro como los mismos valles
fluviales en la pampa. Sin embargo, el frente fluvial del Paraná
unido a la creciente tendencia a enhebrar sus aglomeraciones en una
dirección paralela al río, al ferrocarril, a las rutas nacionales, a las
líneas de alta tensión y diversos ductos, pareciera contribuir a que la
forma lineal se fuera definiendo.
Si bien la topografía de la pampa es bastante uniforme y las
ciudades no buscaron por lo general sitios de gran variedad, esto no
implica que no haya algunos casos en que las condiciones del terreno,
o el error de cálculo hayan gravitado sobre el contorno definitivo
de algunas aglomeraciones, imprimiéndoles su sello. Este tipo, que
podríamos llamar ‘fragmentado’, obedece, como decimos, a situa­
ciones naturales, frecuentemente el curso de un río, o tierras bajas
que han impedido el crecimiento en una dirección dada. No debe
descartarse, sin embargo, el caso de aglomeraciones que se desarro­
llan caprichosamente, configurando contornos curiosos a causa de
motivaciones artificiales, tales como la conservación del uso rural de
tierras colindantes o la negativa al fraccionamiento urbano. Estos
casos no obstante, son relativamente raros y pueden hallarse gravi­
tando solo en núcleos menores.
F ig . IV . 2 . a ) , b ) y c )

La traza
Con este vocablo de rancio sabor señalamos, mejor que con
ningún otro, la pauta que describen calles y manzanas. Llamarla
red vial sería técnicamente adecuado, si en esta oportunidad tratá­
ramos el aspecto funcional de la circulación y nos desentendiéramos l-'ir IV '7 a C O N T O R N O . C E R R A D O . San P e d ro (1 . G . M .; re co rrid o 3 3 ;
de los islotes urbanos que configura. V " 7 9 5 3 ~ 1 9 5 4 ) . C o m o p ro to tip o d e e sta c a te g o ría p o d ría h a b e rse m ostrad o u n a
d u d a d c a r a c te r ís tic a de lla n u ra m e d ite rrá n e a , d e la s q u e d e fin e n un co n to rn o
La traza, diseño básico de la ciudad tradicional que es suma de c e rra d o sin p re p o n d e ra n c ia d e u n ru m b o so b re o tro . H em o s e sc o g id o este e je m p o
calles y casas, sigue siendo el esqueleto o la estructura formal en la em p ero -jo rq u e ju sta m e n te d em u estra q u e aun so b re la c o sta d e u n n o la " '™ c a
que las partes se organizan como un todo. e d ifica d a ' J u e to m an d o la típ ic a fo rm a d e un ro m b o o d e u n cu a d rilá te ro « ira d o
Como todos los ítems de la morfología urbana, la traza está en 4 5 ° sob re los e je s de la traza o rig in a !. E s c a la o rig in a l I : 5 0 .0 0 0 ap ro x im a d a m e n te.
estrecha relación con el proceso de crecimiento porque, simple en sus
orígenes, sea por herencia de la tradición indiana o por la sencillez
imaginativa de los pilotos de mar, primero, y de los geómetras del
Departamento Topográfico de Buenos Aires, más tarde, comienza a
desligarse del planteo del caso en la medida que rebasa sus límites.

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Así tenemos, en muchos casos, un núcleo primitivo de forma cua-


drangular dividido en perfecto damero que al comienzo crece pro­
longando sus generatrices, pero luego se desfigura a causa de obs­
táculos naturales.
En cuanto a los casos típicos de traza, hallamos en gran cantidad
el damero perfecto, aunque existen algunas variantes como aquellas
en que el crecimiento rebasa la forma original con los consabidos
crecimientos asimétricos que desvirtúan el orden básico o amenazan
con su futura alteración.
F ig . I V . 3 . a ) , b ) , c ) y d )

A esta categoría llamamos ‘irregular espontánea’. Como contra­


parte se hallan ejemplos del tipo ‘irregular deliberado’, trazas que
son mucho más recientes que la cuadricular y que no hallamos como
base de ninguna ciudad, sino tan solo de núcleos o barrios, especial­
mente en torno del Gran Buenos Aires. Originadas en el modelo de la
ciudad-jardín y con la misma intención de recrear un ámbito impre­
visto, sin regularidad y hasta con cierto misterio, como se presenta
la naturaleza misma, estos ejemplos trasplantados son, empero, una
burda y mezquina imitación. A la genialidad de la arquitectura pai­
sajista inglesa —un formalismo de fuerte cuño empírico— solo se ha
aparejado un diseño cuyo único objetivo parece ser el contrariar la
regularidad del damero; suerte de postura puramente negativa, que
en el fondo conforma la exigencia de escala de la manzana colonial
y que no ofrece modelos integrales.
También hallamos un cuarto tipo derivado del damero, pero
enriquecido por la vieja tradición de los trazados ideales, de fuerte
raigambre geometrizante, que se concretara en el urbanismo barroco
y resurgiera a la hora del racionalismo novecentista. La innovación
en lo que a nuestros tenues ejemplos se refiere, consiste en la incor­
poración de ejes radiantes en el centro de la composición, que se
expresan como diagonales que originan rotondas, plazoletas y otros
elementos que rompen definitivamente la uniformidad cuadricular y
buscan un cierto efecto dramático, cuando menos, bajo la forma de
una alameda o bulevar.

El amanzanamiento

Así como el damero no ha sido tan inexorable como a primera


vista pudiese creerse, así tampoco el islote urbano se presenta con
absoluta regularidad. Predomina, es cierto, con bastante frecuencia,
la cuadra cuadrada de resabio colonial que, con diferentes medidas,
reproduce análogamente la manzana típica de las ciudades de la
conquista; más aún, este ejemplo puede hallarse en el loteo vigente
con características semejantes.

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F i g . I V . 2 . b. C O N T O R N O . F R A G M E N T A D O . M a g d a le n a ( I . G . M .; re co rrid o
7 G , 1 .2 0 4 ; 1 9 6 0 ) . M ie n tra s las p rim e ra s fu n d a c io n e s h is p á n ic a s b u sc a ro n la
in m e d ia te z a los cursos d e a g u a y su im p e ric ia e n la e le c c ió n d e l s itio d e te r m in ó
e l tra sla d o d e c a s i to d a s esa s c iu d a d e s, las a g lo m e ra c io n e s p a m p e a n a s d e d a ta
p o ste rio r e v ita ro n s is te m á tic a m e n te ta l riesg o sa lv o en caso s c o m o é ste , en q u e el
c o n to rn o u rb a n o a d o p ta u n a fo rm a d e su sa d a c o m o c o n se c u e n c ia d e l m ism o fa c to r .
E s c a la 1 : 5 0 .0 0 0 , re d u c id a d e l o rig in a l en 1 : 3 5 .0 0 0 .

F i g . I V . 2 . e. C O N T O R N O . L I N E A L ..Z á r a t e ( I . G . M .; re co rrid o 7 0 3 ; N 9 1 .4 9 1 ;
1 9 5 8 ) . C a so p o co u su a l, a u n e n las c iu d a d e s d e l f r e n te flu v ia l d e l P a r a n á -P la ta ,
s e d e sa rro lla lin e a lm e n te en fo rm a p a ra le la a l río . S u c a s c o p rim itiv o , en d am ero ,
s e c o n tin ú a c a si in a lte ra b le so b re a q u e lla d ire c c ió n d o m in a n te . E s c a la 1 : 5 0 .0 0 0 ,
re d u c id a d e l o rig in a l en 1 : 2 5 .0 0 0 .

nonannaan □□□□□□□□□
□□□□□□□□□□□□□□□□□□
□□□□□□□□□□□□□□□□□□
□□□□□□□□□ □□□□□□□□□
□ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □ D □ □ □ □
□□□□□□□□□ □□□□□□□□□
□□□□□□□□□□□□□□□□□O
□□□□□□□□□ □□□□□□□□□
□□□□□□□□ □□□□□□□□
□□□□□□□□ □□□□□non
□ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □
□ □ □ □ □ □ □ □ □ D Q Q g g y g n p
sn
SOS □□□□□□□□ ggop
□□□ama anemona
□ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □ □

F i o . I V . 3 . a . T R A Z A C U A D R I C U L A R . C h iv ilco y . O rto d o x ia en m a te r ia de
d a m e r o , re p ite en fo rm a p ro p o rc io n a l e l p la n to ta l e n sus c u a tro c u a d ra n te s , | F i e . I V . 3 . & . T R A Z A . I R R E G U L A R E S P O N T A N E A . P ila r ( I . G . M .; re c o r ri­
c a d a u n o d e ello s c o n su p la z a c e n tra l. E s c a la 1 : 2 5 .0 0 0 . d o 6 ; N ’ 4 3 5 ; 1 9 5 0 ) . E l e stre c h o c a s c o u rb a n o , al se r su p e ra d o p o r la m a n c h a
e d ific a d a , se c o n tin ú a en c re c im ie n to s a sim é trico s. A u n q u e se tr a te de re e d ita r
e l d a m ero , é ste se c o n v ie rte e n u n m o sa ico d e c u a d ric u la s q u e irru m p en u n as
c o n o tras. E s c a la a p ro x im a d a : 1 : 1 3 .5 0 0 , a m p lia d a d e l o rig in a l en 1 : 2 5 . 0 0 0 .

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F i e . I V . 3 . d . T R A Z A . B A R R O C A . A d rogu é ( I . C . M .; reco rrid o 17 ; N " 1 .3 8 4 ;
1 9 5 6 ) . A u n q u e te n u e , uno de los m ejo res e je m p lo s de la in flu e n c ia q u e l ’ e s p r i t
v é o r r w t r i q u c tie n e so b re n u estro m ed io a fin os d el sig lo x ix . E n L a P la ta , co n la
m ism a in sp ira c ió n , se llev a a u n a e sc a la en la q u e no se a d v i e r t e to d o e l p a rtid o
e le g id o , si no es o b serv an d o su p la n im e tría d e c o n ju n to . E u A d rogu é se d e scu b re
d e v a n . E s c a la a p ro x im a d a : ! : 1 3 .5 0 0 . a m p lia d a del o rig in al en ( : 2 5 .0 0 0 .
F i e . I V . 3 . c. T R A Z A . I R R E G U L A R D E L I B E R A D A . C iu d a d Ja r d ín ( s i c ) L o m a s
d e l P a lo m a r ( I . G. M .; reco rrid o I I ; N v 6 1 8 ; 1 9 5 6 ) . S u b p ro d u c to h íb rid o d e la
c iu d a d -ja r d ín in g lesa, tie n e alg u n o s e le m e n to s d e l p la n r a d io -c o n c é n tr ic o . E s
u n típ ic o c a so de pura re a c c ió n c o n tra el d am ero . E s c a la a p ro x im a d a : 1 : 1 3 .5 0 0 ,
a m p lia d a d e l origin al en 1 : 2 5 .0 0 0 .

Si
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Hay otros casos, no obstante, en que el cuadrado geométrico se Ambas soluciones, empero, siguen vigentes según el mayor o menor
ha alternado con manzanas rectangulares en condiciones más propias talento del rematador al cual se le confían las tareas de la subdivisión
para el parcelamiento corriente y el encauzamiento de las circula­ urbana.
ciones. El quiebre de la regularidad en el amanzanamiento es más Las manzanas de forma triangular, subproductos de la ciudad
acusado cuando calles en diagonal seccionan la pauta de base y de­ barroca y sus diagonales, generan soluciones varias, aunque usual­
terminan trapecios o triángulos de las más variadas proporciones. mente pueden asimilarse al ‘tipo Y’ cuando los límites internos de los
Las curvas, raras en nuestras trazas urbanas, aunque no ausentes, lotes confluyen en un foco central.
provocan islotes de forma absolutamente irregular o que derivan de Finalmente, la manzana irregular y curvilínea produce, lógica­
radios circulares que, en contraste con la cuadrícula, semejan mayor mente, un tipo diferente de loteo. Es una solución de compromiso
soltura. entre las curvas dadas y las visuales de una mensura que busca
simplificar su trabajo.
Fig. IV. 4. a ), b ) y c)
Fig. IV. 5. a ), b ), c ) y d) (ver pliego de láminas).

El parcelamiento
La densidad
La tipificación del islote trae apareada, como inexorable con­ Definir a la ciudad como conjunto edificado es un concepto
secuencia, un breve repertorio de posibilidades en lo que al par­ evidentemente superficial; así también es aleatorio intentar definir
celamiento se refiere. Excluidos los casos atípícos, que suelen ser sus límites en base a densidades mínimas. La concépción de lo urba­
deformaciones de los esquemas netos, hallamos especialmente en la no como complejo funcional está sin duda avalada por el análisis y
manzana cuadrilonga dos soluciones de loteo en las que se insiste los relevamientos más científicamente realizados, tanto como ratifi­
particularmente. cada por la misma arqueología cuando revela que el género de vida
^ La primera, que denominamos en ‘tipo X' por la grafía que insi­ urbano —esto es, el contenido vital de la ciudad!— se logró en la anti­
núa, esta originada en el deseo de lograr el máximo de lotes para lo güedad en correspondencia con la diversificación de funciones de la
cual se reduce al mínimo la medida de frente —o el ancho— y se comunidad, simultáneamente, o aun antes de que se expresara tangi­
subordina la proporción con el fondo un poco al azar de esta pre-
blemente como conjunto edificado de una cierta densidad.
condición. Así, estos parcelamientos recuerdan al bastón roto, por­
Estas reflexiones no son extemporáneas cuando se trata de carac­
que la imposibilidad de dar igual superficie a cada parcela deter­
mina fondos de medida variable que, podríamos decir, se entrechocan terizar ciertas densidades típicas que se manifiestan dentro de una
entre sí en el corazón de la manzana. amplitud considerable con mínimos casi absolutos, pero que deben
La otra solución adoptada en el lote cuadrilongo —con prefe­ ser tenidas por urbanas por el contexto funcional del espacio en el
rencia en los que tienden al rectángulo definido— es la que llamamos que tienen lugar. En síntesis: lo que en primera y última instancia
tipo H’. En ella predomina el móvil de obtener parcelas de área define lo urbano es la actividad que cumplen los habitantes.
equivalente y, voluntaria o involuntariamente, se valoriza cierto par Conviene, mientras tanto, indicar matemáticamente e ilustrar
de calles paralelas a expensas de las que corren perpendicularmente. visualmente cuáles son algunas de las densidades tipo en las ciu­
Estos dos tipos tienen data relativamente lejana. El primero es dades de la región de la cual extraemos los ejemplos a fin de corre­
una deformación, por fragmentación, del loteo colonial en solares lacionarlos con las formas que más usualmente provocan.
—o cuartos de manzanas— hasta alcanzar los mínimos reglamentados. Si buscamos partir de los umbrales mínimos, nos hallamos con
Esto ocurre en tiempos en que comienza la especulación de la tierra que existen áreas urbanizadas con grandes espacios despoblados, en
urbana, lo que cronológicamente para Buenos Aires ocurre en la los que la densidad Varía entre O y los mínimos de la próxima cate­
segunda mitad del siglo pasado y desde allí va a difundirse a otras goría’. Se trata de sectores urbanos en potencia, en los que se veri­
ciudades menos importantes. El segundo tipo nace en la misma época fica el amanzanamiento, el loteo, la apertura de calles, y algunos ser­
cuando asoma un principio de racionalización catastral: en vista de vicios iniciales como el alumbrado público, ^
que el destino del loteo, dejado a su libre desarrollo, provoca uni­ El escalón siguiente lo proporciona la zona de quintas típicas
dades parcelarias sensiblemente menores a las tradicionales, se opta de casi todo núcleo urbano bonaerense que produce ‘de 5 a 10 habi­
por aplicar una fórmula inicial que impida abusos e irregularidades. tantes por hectárea’. La base de este valor se origina en muchos

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F ie . I V . 4 . a. A M A N Z A N A M I E N ­
TO . C U A D 1U C U A D R A D A . La
P la ta ( D ire c c ió n de G í « d e s i a
P .B .A .; recorrido 90; N v 4 1 ; 19 59 ).
D e sd e h época de la con q uista,
con antecedentes en ia re co n q u is­
ta de la E s p a ñ a m ora v m ás le ­ 1' i g . I V . 4 . c . A M A N Z A N A M IE N ­
janos en l.i castram entación ro m a­ T O . T R I A N G U L A R . L a P la ta
n a , se viene rep itie n d o el caso (D ir e c c ió n d e G e o d e sia P . B . A .;
típ ico de la m an zana o rig in a d a re co rrid o 9 0 ; N ° 3 9 ; 1 9 5 9 ) . L a
en la cu a d ra cu a d ra d a , q ue aún irru p c ió n d e d ia g o n a le s so b re la
s irve com o m odelo p ara in im a g i- tra m a re tic u la d a o rig in a m a n zan as
n ativus u rb a n iza cio n es. Solo la tria n g u la re s y tra p e z o id a le s , con
och ava de las e sq u in as, de cre a­ lo s c o n sig u ie n te s p u n tos d e c o n ­
ción relativam en te reciente y ú n i­ flic to en e l trá n s ito y d ific u lta ­
ca concesión hecha al cam bio des en e l fr a c c io n a m ie n to p a r c e ­
operado en la fu n ció n c irc u la to ria lario . O tr a v ez la fa s c in a c ió n de
de Jas calles, alte ra lige ram e n te la g e o m e tría p la n a , sin a te n d e r a
el cu a d rilá te ro para co n vertirlo en su a c o m o d a m ie n to v o lu m é tric o ni
octógono teórico. E s c a la o rig in a l a su fu n c ió n , p ro d u c e form as no
1 : .5.000. m en o s c a p ric h o sa s p re c isa m e n te
p o r e s ta r in s crip ta s en un d am ero .
E s c a la o rig in a l 1 ; 5 .0 0 0 .

i. (a)
TIPO “X ”

E k ;. I V . 4. / ; . A M A N Z A N A M I E N ­
T O . R E C T A N G U L A R . L a Plata
(D ir e c c ió n de G e o d e sia P . 13. A .:
recorrido 90; N " 4 1 ; 1 9 5 9 ) . E l
rectáng ulo de distin tas p ro po rcio ­ E io . I V . 5 . a . P A R C E L A M I E N T O T I P O X . C o n lig era s v a ria n te s, éste es el
nes alte rn a, brevem ente, con la m o d elo u n iv e rsa l d e l p a rc e la m ie n to d e la m a n z a n a c u a d ra d a . A d op tad o d e lib e ra ­
cuad ra cu a d rad a que es e l m odelo d a m e n te , co m o o cu rre e n la a c tu a lid a d , co n p ro p ó sito s d e e sp e c u la c ió n , o e sp o n ­
dom inante. Su m ejor adap tación tá n e a m e n te , com o en e l caso d e v ie ja s m a n z a n a s c o lo n ia le s q u e han su frid o
al loteo de solares m enos estre­ in n u m e ra b le s p ro c eso s d e su b d iv isió n , n o tie n e o tro o b je tiv o q u e lo g ra r la m a y o r
chos y la co n fig u ra ció n de una c a n tid a d d e fr a c c io n e s con a c ce so d ire c to a l a v ía p ú b lic a c o n fo rm e lo re q u ie re n
red circ u la to ria más rac io n a l no las n orm as v ig e n te s. L a s lín e a s d e c o n tra fr e n te su e len h a lla r s e a m ay o r p ro fu n ­
p arecen, em pero, haber d e term i­ d id ad de la c a lle en los lo tes d e m ita d d e cu a d ra . E s t a c irc u n s ta n c ia d e te rm in a
nado su adopció n en la m ism a q u e q u e d a e sb o z a d a u n a fig u ra con fo rm a d e X . D e a llí la d e n o m in a ció n q ue
m ed id a q ue un p ru rito fo rm alista. le o to rg am o s.
E sca la o rig in a l 1 : 5.000.

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LAS FORMAS URBANAS

casos en el plan de subdivisión oficial, concebido al momento de la


fundación de algunas ciudades.
Fig. IV. 6. a ), b ) , c ), d) y e)

Sigue, en la gama de prototipos, el área suburbana convencional


(b) con un porcentaje casi absoluto de lotes edificados por manzana y
que arroja densidades que oscilan ‘alrededor de los 100 habitantes por
TIPO “ H” hectárea’.
Encontramos luego la formación tradicional compactada que
tiene su origen en la ciudad colonial, con su edificación coincidente
con la línea de frente del lote y que, gradualmente, se fue densifi­
can d o hacia el fondo, primero sustituyendo la huerta por los patios y
luego reduciendo el número de éstos así como su dimensión. Este
I1 i g . IV .5 .fc. PARCELAMIENTO TIPO H. También en algunos amanzanamien­ ejemplo lo hallamos tanto en los barrios convencionales de Buenos
tos cuadrados, pero especialmente en los rectangular?:;, se encuentran casos en Aires como en las áreas residenciales que se forman en torno del centro
que el móvil principal ha sido el de lograr lotes de superficies no demasiado
dispares. Esto origina un tipo de parcelamiento en el que las calles circundantes de los núcleos menores. Arroja densidades que varían ‘entre 200 a 300
—dos a dos— tienen un máximo y un mínimo de frentes. La desigual oportuni­ habitantes por hectárea’ mientras se conservan casi exclusivamente
dad que de ello deriva —sobre todo dentro de los tipos de edificación tradicio­ residenciales y sus viviendas no exceden las dos plantas. Finalmente,
nales en los que el predominio de una facliada es esencial— es obvia. Para para poder configurar otra categoría definida debemos saltar a la
compensar este defecto el ingeniero Chapeaurouge, al proyectar la planta urbana región vecina de los ‘1.500 habitantes por hectárea’ y más, pues
de Campana a fines del siglo pasado, en la que el loteo estaba previsto dentro de
este tipo, hizo girar 90° alternadamente este modelo, manzana por manzana, para aunque las escalas intermedias son verificables, producen formas
no desvalorizar ciertas calles en beneficio de otras. híbridas de difícil tipificación: son las que resultan del con traste
entre el tipo anterior y la edificación esporádica en altura.
He. I V .5 . c. PARCELAMIENTO TIPO Y. La manzana triangular, ya lo dijimos,
entre otros inconvenientes tiene éste de la dificultad de no poder ser parcelado En cuanto al máximo anotado, frecuentemente superado en el
racionalmente. De ella surgen lotes triangulares, cuadriláteros de todo tipo y caso de Buenos Aires, produce un conjunto relativamente caótico, aun
aun polígonos más complicados. Las líneas de fondo configuran algo así cunto cuando, eventualmente, se ha llenado el molde teórico que definen
la antítesis del triángulo de base y que puede imaginarse como la letra Y. las reglamentaciones de edificación, a menudo veleidosas.
Fio. IV .5 .d. PARCELA-
MIENTO CURVILÍNEO.
La introducción de la
curva en todo amanzana­ La textura
miento no es un hecho
sin consecuencias para el Entre las muchas analogías explotadas entre Biología y Urba­
parcelamiento, pues no
solo se complica su men­ nismo está la de tejido o tegumento. Por su relación menos lateral
(C ) sura sino que basta un con lo orgánico preferimos el término grano o ‘textura’, mejor, que
lado curvo en <ma manza­ refleja, incluso, la intervención del hombre industrioso, en este caso
TIPO “ Y " na para que se dificul­ literalmente decisiva. Pues bien, la textura es como la cobertura que
te la regularidad de sus
lotes. se extiende sobre la masa edificada, el arreglo de los elementos inte­
grantes en forma de continuidad o manto; en suma, la estructiira que
define las formas, principalmente en tomo a la relación variante entre
vacíos y llenos.
Con exactitud, también, se ha hablado de trama, siendo que del
tejido, como tal, éste es el aspecto que se quiere enfatizar, es decir, la
transparencia variable que se deduce de la mayor o menor compa­
cidad y que permite percibir el suelo libre con distintos grados de
frecuencia.

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i'ic. I V .6 . ü. DENSIDAD MÍNIMA. (Do 0 a 5 habitantes por
hectárea.) Solo verificable en ejemplos como el presente, están
dadas las bases de un proceso de densificación inminente, pero
en los que aún es prematuro hablar de formas urbanas.
IV.6.cZ. DENSIDAD. BARRIO TRADICIONAL. (Alrededor
F ig .
de 500 habitantes por hectárea.) Sobre la base de Jas áreas resi­
denciales de pauta colonial —con fachada sobre la línea de frente
y patios internos— , este modelo se halla en los barrios periféricos al
centro de Buenos Aires tanto como en las áreas residenciales con­
tiguas al reducido núcleo central de ciudades menores. En proporción
variable la edificación en planta baja alterna lotes en los que se
multiplica por dos o más pisos el mismo partido.

Fie. I V .6 . fe. DENSIDAD. ZONA DE QUINTAS. (De 5 a 10


habitantes por hectárea.) Desde tiempos coloniales se halla en casi
todo núcleo un cinturón de baja densidad asociado con un uso
especifico de la tierra: los cultivos en los núcleos menores junto
con la residencia de recreo en los mayores.

Fie. I V .6 . e. DENSIDAD MÁXIMA. (Más de 1.500 habitantes


por hectárea.) El caso hiperbólico de la categoría anterior; en la
región dentro de la cual extraemos ejemplos, solo la hallamos en
Buenos Aires. Allí, el completamiento exhaustivo de lo reglamen­
Fie. I V .6 . c. DENSIDAD. ÁREA SUBURBANA. (150 habitantes tariamente permitido produce formas como la ilustrada.
por hectárea aproximadamente.) Es la única formación coherente
que tiene lugar en tiempos recientes —excepción hecha del aspecto
funcional, dentro det cual no entramos— y está inspirada vagamente
en los modelos de la ciudad-jardín, libremente interpretada.

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________________________________________________________________________________________ ____ - -- - ----- ---______ _______
LA CIUDAD PAMPEANA

Fig. IV. 7. a ), b ), c) y d)

Según este criterio podemos hablar de textura ‘abierta o cerrada’


conforme a la proporción de espacios no edificados sea en forma
provisoria o definitiva. Pero también puede caracterizarse la tex­
tura por la liomogeneidad’ de las hebras.. Así, la industria de
tejidos en base a fibras sintéticas, que replanteó la tecnología textil,
distingue ambas cosas con los términos, intemacionalmente adop­
tados, de gauge y denier, siendo lo primero la distancia entre los
hilos, esto es, el calibre de los husos y lo segundo, el grosor de las
hebras. Hay hebras homogéneas, así como hay tipos de edificación
uniformes basados en la repetición de unidades semejantes. Pero
también hay hilados deliberadamente toscos en los que el diámetro Fig. I V .7 . a . TEXTURA. TRA­
F ig. I V .7 . fe. TEXTURA. TRA­
y conformación varían sensiblemente, como suele suceder también MA CERRADA. La compara­
MA ABIERTA. E l tejido ur­ ción de la manzana tradicional,
en la textura urbana formada en base de elementos contrastantes, en bano obedece a dos situaciones alcanzada no solo por su fflradual
los que se juntan altas y bajas densidades residenciales con indus­ diversas: una, la que refleja una completamiento, sino en base a
trias, parques o caminos. solución de ocupación perma­ una implacable sustitución de
nente, lograda en base a un par- sus huecos —patios y fondos—
Por lo demás, no toda textura definida se extiende en vastas celamiento holgado y a u n bajo por construcciones, da como re­
superficies y puede ocurrir que se presenten como parches de dis­ porcentaje edificado del mismo; sultado un tejido cerrado que,
tinta naturaleza, enclavados en medio de un tejido de base. Del la otra, la que deriva de un es­ prácticamente, solo respira a
mismo modo, no todo tejido presenta caracteres fácilmente indivi- tado intermedio en el proceso través de la red de calles.
de compactación.
dualizables pudiéndose catalogar de netos o difusos, según los casos.
En suma, la textura —cerrada o abierta— puede o no puede re­
velar densidades, ya que solo se trata de la compactación de la
superficie y no toma en cuenta la capacidad locativa ni el uso de los
edificios. En esto consiste su limitación y conviene tenerlo presente
cuando se utiliza el término.

La apariencia

Aparte de toda caracterización formal, más o menos, indirecta,


existe una nota tipificante del paisaje urbano que se basa en la
evidencia visual: es lo que llamamos la ‘apariencia urbana’. Es el
resultado de una suma de aspectos tangibles, tales como el tipo de l-Tc. IV . 7. c. TEXTURA. GRA­
F ig. I V .7 . d. TEXTURA. GRA­
edificación, su uso, su posición en la estructura —especialmente en NO GRUESO. Cuando los ele­
NO FINO. Considerada en esca­
mentos constitutivos de la tex­
relación al núcleo central—; así como también de una serie de impon­ las mavores, la textura urbana
tura son diversos y diferente
derables que van unidos a aquéllos, como la gradual presencia o au­ puede 'presentar caracteres de
también la relación entre «líos,
gran regularidad a semejanza
sencia de elementos naturales —especialmente plantas y árboles— la de un tejido maquinado en el que
el resultado semeja esos tejidos
atmósfera vivencial que define la población peatonal, el ritmo de rústicos de hebras deliberada­
tanto las hebras como el punto
actividad callejera, la clase de tránsito automotor, etcétera. son absolutamente parejos. Usan­ mente desparejas.
Así pues, no hay duda de que, cuando menos, tres categorías do otro símil podemos decir que
resaltan claramente con caracteres definitorios: centro, barrio y peri­ esta homogeneidad formal se
parece a la del papel de grano
feria, las que se pueden comprobar en cualquier aglomeración dentro fino, lo cual no es demasiado
de la región que estudiamos, con características sumamente análogas. metafórico visto que el papel es
en cierto modo un tejido.
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L A CIUDAD PAMPEANA

El carácter de evidencia directa queda comprometido cuando nos


ersuadimos de que la mejor manera de ilustrarlo es mediante vistas
E ontales tomadas a la altura del observador, sin necesidad de ningún
artificio, tal como lo ve el ojo.
Fig. IV. 8. a ), b) y c)

La silueta urbana

Esta nota, el skylme, que fue tan relevante en la representación


urbana de la Edad Media, de acentuado contraste entre el campo y
la ciudad, con construcciones conspicuas, tales como el castillo, la for­
taleza, la muralla y la catedral, primando sobre la chatura de la arqui­
tectura doméstica, no puede decirse que tenga mucha entidad entre
nosotros, especialmente en la ciudad de llanura.
La edificación moderna en altura, empero, en la medida en que
sale de Buenos Aires, comienza a alterar el esquema según el cual
el único punto focal de atracción era un campanario y se desdobla
en un conjunto de prominencias dispares. Estos dos casos, junto con
el bosque de rascacielos o torres de las grandes ciudades, constituyen
tres alternativas típicas de la silueta urbana pampeana.
Fig. IV. 9. a ), b) y c)

Fie. IV .8 .a . APARIENCIA. CENTRO. Un complejo de notas evidentes revela,


sin necesidad de análisis especial, que nos hallamos próximos al corazón de una
aglomeración, bien entendido que se trata de una ciudad monocéntrica. La pre­
sencia del comercio, de algún edificio público, de la plaza, etc., son testimonios
que, junto con el tipo de actividad que se desarrolla en la calle misma, son índices
obvios de nuestra posición en relación a la estructura de la ciudad.

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Cuando un sector urbano necesita sor
centríl m i ™ n0mbre Pr0P*ü>®I]o es Prueha ¿e que nos alejamos del distrito Fie. I V .8 . c. APARIENCIA. PERIFERIA. Donde la ciudad se diluye formal­
central que, por único, no necesita denominación expresa. Barrio tal barrio cual mente, también se funde insensiblemente la atmósfera urbana. Aunque exista
una cierta densidad de población — y un marco físico característico— ésta no
tra n a Ú T ’ deStrfn,Zm a Prt? ° " dera* temente residencial, de ritmo relativamente
unente /m ^ PrlnclP‘‘lmen,te vecinal y donde la vegetación, totalmente parece integrarse en un medio social definido. Periferia es un término que, pese
c"nes alguna Zrn UA esPoradlca;í A c i o n e s a través del arbolado de las a la exactitud de su significado, retiene algo de subestiniativo. Lo que sin duda
la calle emedadera, o el oasis de un patio que es posible descubrir desde mejor revela es la nostalgia de ia ciudad plena que se advierte en el deslinde
indeciso entre lo urbano y rural. No debe confundirse, por tanto, con el suburbio
ajardinado, ni con las quintas ni con otras zonas circundantes a la planta urbana
que, sin embargo, tienen función y forma definida y que, por tanto,- se integran
cabalmente a la estructura.

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■í-
o •> ' ' ' ■

Fie. I V .9 .a. SILUETA URBANA. CON FOCO DE


ATRACCIÓN. Luján. Cuando el skyline queda única y
exclusivamente definido por un punto focal, toda la
aglomeración parece organizada formalmente en torno
a é!. Esto, que era regla inexorable en tiempos de
mayor estabilidad, no sigue siendo cierto. No obstante,
ejemplos como el presente ilustran un caso típico.
En él, la Basílica, con su conspicua silueta expresa, a
través de la silueta urbana, la función predominante,
el centro de su estructura y el rasgo formal distintivo
de toda la ciudad.

F ig . I V .9 . ¿?. SILUETA URBANA. CONTRASTE.


Las alturas, exclusivamente reservadas a los campa­
narios, en nuestro paisaje tradicional comienzan a ser
desplazadas por otros edificios que compiten en la
formación de la silueta urbana. El resultado final
es poco feliz, mientras no se logra el reemplazo neto
del viejo foco de atracción ni se consigue el efecto de
masa homogénea y relativamente armónica. Revela,
además, un desacomodamiento interno entre función,
estructura v forma.

Fie IV 9 c. SILUETA URBANA. MASA. Buenos Aires. En aquellos casos en que la silueta
urbana queda definida por un conjunto de edificios que compiten en altura, aunque 110
siempre indican una bonificación de base, al menos conforman un paisaje urbano que impone
por su majestuosidad e imprime personalidad a la ciudad.

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TRANSFORMACIÓN EN UN AREA SUBURBANA

escala 1 : 25.000 y cuyo número de ediciones y actualizaciones es de


catorce, en un lapso de casi sesenta años que coinciden con el período
del más significativo cambio en el anillo suburbano de Buenos Aires.
En efecto, arrancando con la impresión provisoria del levantamiento
original, realizado por el Tte. I 9 Pedro Gras hacia 1905, a partir de
CAPITULO V lo ordenado por decreto del 20 de octubre de 1904 que manda con­
feccionar una carta en 1 : 25.000 de los alrededores de Buenos Aires,
TRANSFORMACIÓN EN UN ÁREA SUBURBANA se cuentan las siguientes ediciones (algunas de ellas reimpresiones):
1908 —primer levantamiento definitivo-, 1912, 1919, 1926, 1928, 1929,
Análisis histérico-geográfico de la hoja número 3987 1931, 1935, 1938, 1956 y la última correspondiente a 1963 (en los
d el Instituto Geográfico Militar, 1905-1938-1963 años 1908 y 1919 se hicieron dos ediciones diferentes).
Fig. V. 1

Pocas veces un área de nuestro territorio ha sido ‘mapeada’ con


tanta persistencia, a lo largo de un lapso relativamente breve, como
la que representa la hoja citada. Es verdad que la Geografía Histó­
rica de la Argentina es rica en cartografía referente a la ciudad de
En la base de cada ciencia debe estar afirmado un espíritu realis­ Buenos Aires o a su hinterland colonial, muy particularmente. Pero
ta sin el cual es ilusorio intentar el logro de ningún objetivo, antes mientras la primera expresa un área urbana, y, la segunda, una re­
bien, un idealismo a ultranza suele perderlo de vista. Lo que en las gional, el ejemplo elegido nos ofrece, mejor que ningún otro, un
disciplinas experimentales es acaso una verdad incontrastable, no lo sector donde se verifica la transformación de un área rural a urbana
es tan evidente en relación a las ciencias del hombre y más difícil y a una escala suficientemente detallada para el caso, como es la
aun de conseguir en una ciencia como la geografía histórica, en la de 1 : 25,000. _
que el sujeto de estudio solo puede inducirse, tenuemente, a partir Es verdad que existe un motivo central, extraño a nuestro come­
de la realidad presente. tido, que ha determinado la riqueza cartográfica de la hoja y es el
Por ello, es fundamental calibrar convenientemente el volumen hecho de encuadrar, principalmente, la superficie de Campo de Mayo,
de la documentación de base antes de proponerse formular metodo­ que ocupa cerca de la mitad de la superficie del mapa. Desde luego,
logías (un abuso del momento actual en el campo de muchas disci­ dicho acantonamiento no ocupa proporcionalmente nuestra atención,
plinas todavía incipientes) y, sobre todo, no forzar la sistematización dado que dentro de su perímetro no se verifica el proceso de trans­
sin antes ver bien claro el objetivo de la investigación. Si hubiese formación suburbana y, aunque ocurren cambios, en la accesibilidad,
que ejemplificar lo dicho, el más socorrido recurso sería recurrir a la ocupación y el paisaje no responden al fluir espontáneo que inten­
ciertos ejemplos de investigación sociológica en los que el virtuosismo tamos investigar.
de los medios desdibuja paulatinamente el perfil de los fines. La evolución, desde el punto de vista histórico-geográfico, del
Objetivo y método son de tal modo inseparables, que por más área estrictamente perteneciente a Campo de Mayo, es un tema to­
énfasis que se pueda volcar en uno de ellos, el otro maninesta su davía virgen, pues si bien existe una Historia d e Campo d e Mayo
presencia por pura complementariedad. escrita,1 versa principalmente sobre aspectos militares y no toma en
El caso que ocupa nuestra atención aquí trata de ser consecuente consideración el lado físico del asunto, aparte que tiene ya más de
con estos principios que hemos creído necesario invocar como introito. treinta años de concluida.
Una intuitiva necesidad de metodizar un complejo de hechos más o Haciendo abstracción de este sector de ‘uso especial, podríamos
menos coherentes —tales como los factores del cambio espacial en decir, nos es posible aprovechar el resto del contenido de la hoja
un área suburbana— exigía, previamente, el análisis de un ejemplo sobre la cual se centra nuestro objetivo.
concreto, rico en dichos elementos, o por lo menos, tal como lo deci­ En punto a documentación escrita es justo reconocer que parte
dimos, fecundo en la información necesaria para poder reconstruir, del área estudiada está excelentemente cubierta por la Historia del
lo más completo posible, el proceso a ser investigado.
Todo esto nos resolvió a la elección del área de trabajo, la cual 1 Ejército Argentino (segunda División de Ejército: Historia de Campo
nos fue sugerida por la notable riqueza en materia de cartografía de Mayo, en 4 tomos, Buenos Aires, 1933.
retrospectiva de la hoja N<? 3.987 del Instituto Geográfico Militar, en
143
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LA CIUDAD PAMPEANA

Partido d e General Sarmiento por Eduardo I. Munzón, monografía


integrante de la serie Contribución a la Historia de los Pueblos de ¡a
Provincia d e Buenos Aires, publicada por el Archivo Histórico de
la Provincia y que constituye el tomo más exhaustivamente documen­
tado de toda la colección, el que revela un mayor acercamiento al
enfoque histórico-geográfico —no siempre presente en este tipo de
trabajo—. Esta circunstancia nos ha inducido a referirnos a esta
importante obra, una y otra vez, a fin de no duplicar la abun­
dante información contenida en ella.
Con referencia al método seguido, podemos adelantar que se han
formulado categorías de ocupación de la tierra con posibilidades de
visualización, teniendo en especial cuenta la transformación del pai­
saje. Quiere esto decir que no solo se ha trabajado cartográficamente
y retrospectivamente, sino a partir de ciertos ejemplos de edificación
subsistentes —con clara repercusión en la apariencia general; ‘tipos
urbanizantes', podríamos decir— con los que se ha procedido a hacer
una clasificación sistemática. Acaso, en esto consista la mayor origi­
nalidad de esta investigación, ya que aunque los estudios histórico-
geográficos tampoco abundan en nuestro medio (máxime si se trata
de períodos inmediatamente pretéritos), menores han sido aún las
tentativas de caracterizar el paisaje urbano retrospectivo.
En este caso, la nota dominante usada como punto de partida
ha sido la hibridez de la apariencia suburbana nue amenaza con
suprimir antiguos contrastes v nivelar, ñor lo más bajo, la atmósfera
externa de distritos donde, aún zonizados espontáneamente, no llega
a predominar ni el más remoto estilo de urbanización, definido y ar­
mónico. Con todo, y por la intuición de que era posible sistematizar
de alguna manera el caos existente —aunque solo fuese con propó­
sitos de método—, se ha procedido a formular una tipificación que,
luego, ha sido posible verificar dentro de categorías que se retrotraen
en el tiempo brindando ejemplos equivalentes.
Existe un aspecto del problema, que no hemos profundizado
demasiado, según el cual a las categorías formales y a las cronoló*
gicas, habría que agregar, para el presente, una distinción de tipo
socio-económico. En efecto, en la actualidad, el suburbio exhibe una
dualidad manifiesta en su apariencia, debida a factores diversos que
se expresan en dos niveles diferentes. Como consecuencia de la
inmigración interna y externa producida violentamente durante un
cierto lapso coincidente, la industrialización súbita, la posterior sub­
división de la tierra en términos vertiginosos y la patética necesidad
de procurarse un techo, un gruño social más o menos definido ha
impreso a vastos sectores un sello de precariedad, de mb-stm dard,
al cual no estábamos acostumbrados, por lo menos en tan alta pro­ F ig . V . l . HOJA 3.987 del I. G. M.; 1905 (escala original 1 : 25.000/escala
porción. Así, pues, al presente, podemos caracterizar aparte de las de la reproducción 1 : 75.000).
categorías formales de rasgos constantes en el pasado, una especie
de súbcategoría que, pensamos, no necesariamente perdurará como

144 v 145
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LA CIUDAD PAMPEANA

tal, sino que quedará absorbida por efectos de la natural superación


de niveles socio-económicos, puesto que, por lo menos en el espacio
de una generación, en un medio industrioso como lo es el Gran
Buenos Aires, ha demostrado ser sumamente acusada.
‘ Esta interrelación entre diversos tipos de edificación y ocupa­
ción del suelo y su expresión visible es, sin duda, el leitmotiv del
presente trabajo, bien que no nos hemos limitado al momento actual,
sino que lo hemos proyectado en cortes en el tiempo.
Estos cortes en el tiempo, necesariamente, han sido seleccionados
dentro de la amplitud de fechas en que se realizaron las diversas
actualizaciones de la hoja n” 3.987 procediendo a elegir las dos fechas
extremas de esta gama, o sea 1905 y 1963, más uno intermedio'.
1938, que muestra al área antes de la reactivación industrial iniciada
durante la última Ouer-a Mundial y previa al ya mencionado impacto
migratorio que, atraído por Buenos Aires, desbordase los límites de
su jurisdicción.
Fig. V. 2 y V. 3

Especialmente en lo que se refiere a las últimas fases del proceso.,


el caso estudiado gana en valor prototípico en la proporción inversa
en que pierde originalidad. En ambas circunstancias se justificaba
la investigación: primero, porque la evolución hacia lo suburbano,
en torno de Buenos Aires, no ha gozado del mismo predicamento —ni
siquiera cartográficamente— que el obtenido por el espacio com­
prendido por la Capital Federal, y segundo, porque, aunque el área
elegida no estaba huérfana de referencias históricas, éstas lo eran,
como usualmente sucede, de valor accesorio para la representación
visual o la cartográfica. En ninguna de las dos alternativas existen
estudios sistemáticos ni especializados, por lo menos en la medida
en que pudiesen ser usados, ni siquiera referidos, como auxiliares.
En punto al valor aplicativo de la investigación, creemos que se
basa en su capacidad de instrumentar mejor el conocimiento de la
situación actual del área suburbana, esto es, afinando la comprensión
de la condición presente a través de las alternativas que la han gene­
rado. La apreciación en términos exactos de la complejización de
las circunstancias, de la tasa del crecimiento en la ocupación, así como
de los cambios en la apariencia son, sin duda, aspectos que normal­
mente deben contribuir al mejor y más exacto conocimiento de uno
de los hechos socio-espaciales de mayor trascendencia de nuestro
tiempo, como lo es el de lá urbanización desbordante en sus aspectos
más tangibles y específicos.
Así como declaramos al comenzar nuestra aprensión por el
excesivo rigor en lo metodológico cuando falta un cierto caudal de
lo objetivo, así también nos deja indiferentes e l, abusado énfasis
volcado en los estudios soi-disant de ciencia 'aplicada’.
En lo que atañe a nuestro campo de investigación creemos que
147
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4^ i
00

reproduc ción 1 : 50.000).


(escala original 1 : 25.000 / escala de
F ig . V .3 . H O JA 3.987 del I. G. M.; 1963

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existen relevamieixtos en una cantidad que, aunque pequeña, es pro­ En fin, las características del paisaje —sobre todo las que derivan
porcionalmente exagerada en relación a los estudios desligados de de áreas de usos especiales, tales como Campo de Mayo, el campo
una aplicación directa. Así, pues, puede darse el caso que, especial­ experimental del INTA o la extensión ocupada por una compañía de
mente los planificadores urbanos vayan descubriendo una serie de comunicaciones, CIDRA—, mueve a ir pensando en su preservación
hechos en la estricta área de planeamiento en que trabajan, sin la como espacios verdes frente a la ola arrolladora de la edificación
menor referencia a la generalización o comparación que les permita compacta, a su modificación y, en todo caso, en las normas de control
atribuir justificadamente un valor relativo a sus comprobaciones. practicables para que no queden sumergidas bajo la mancha edificada
Por otra parte, los requerimientos de los trabajos por encargo no antes de que sea un hecho irreversible.
siempre coinciden con las grandes preguntas de la investigación sin La riqueza arbórea de Bella Vista, intrínsecamente valorable, y
compromisos prácticos y generalmente suelen soslayar, por apremio de características excepcionales en comparación con otros sectores
en los plazos, arbitrariedad en los presupuestos, o simplemente por del Gran Buenos Aires, exige, ya mismo, los arbitrios necesarios
deformación profesional, aspectos que, como el análisis retrospectivo, para que se dicte una legislación urbanística adecuada y operativa
son fundamentales para el entendimiento de todo problema de pla­ que contemple su preservación, su perduración, e incluso fomente
neamiento. su constante mejoramiento, y que, cuanto menos, evite rigurosamente
La duplicación de esfuerzos, los métodos abandonados, y la dis­ su depredación. He aquí un asunto en el que la visión retrospectiva
persión de los resultados, son motivo suficiente para aue estudios nos permite reconocer los pasos necesarios que fueron precisos, en
puros como el presente queden automáticamente justificados, sí no el tiempo, para lograr una situación que obliga a ser considerada con
por el mérito de quienes los emprenden, al menos por su enfoque. el mayor cuidado, ya que se trata de elementos no fácilmente reem­
Debe quedar bien entendido que el área escogida no es de nin­ plazables, ni mucho menos a breve plazo. t
guna manera un área de planeamiento, ya que no reúne los mínimos El resto marginal de naturaleza que corre a lo largo del rio de
de organización funcional definida, ni siquiera el pretexto de una la Reconquista —y decimos marginal en el doble sentido del término,
unidad jurisdiccional. $i hubiese coincidido el material disponible porque no solo consiste en franjas costeras, sino que tienen carácter
con un espacio orgánico, no podríamos haber quedado relevados de de subsistentes—, estas pequeñas reservas naturales, exigen, pues, que
hacer el análisis de la estructura, aunque entonces, por la envergadura se las valore asimismo como vestigios de un paisaje significativo y
de la investigación hubiésemos salido de los límites de una mono­ pleno de sentido en medio del avance de una urbanización sin con­
grafía y habría sido menester la colaboración de un equipo; en suma, trol y, consecuentemente, se le adecúen los medios para su conser­
se trataría de un trabajo absolutamente diverso al realizado que no vación y aprovechamiento con fines de esparcimiento.
nos hubiese obligado a ahondar en lo formal tal como lo hemos En suma, de una toma de conciencia mínima sobre los problemas
hecho, aun en detrimento de lo funcional. implícitos en el tema surgen mil y un tópicos de planeamiento, cuya
Como quiera que sea, podemos insinuar al profesional algunas consideración genérica acaso sea preferible provocar con cierta ante­
lecciones que para el planeamiento pueden deducirse de esta inves­ lación al momento, siempre apremiante, de tener que tomar decisiones
tigación. En primer término, del examen de las fases sucesivas del sobre casos particulares.
cambio en la ocupacion pueden percibirse pautas formales de base No está incluido en el propósito de este capítulo el desarrollar
que, con riesgo de desaparecer, podrían contribuir a definir una aspectos de planeamiento físico y conviene no ir más allá de una
zonificación que recupere los contrastes, la armonía sectorial y, simple sugestión a fin de no introducir elementos que confundan. Lo
en fin, que devuelva el ‘rostro* a un paisaje que lo está perdiendo que sí ha de quedar bien claro es el nítido enlace entre la inves­
gradualmente. tigación pura y la aplicada, que parece no ser tan evidente para
En relación a la accesibilidad-—aunque no la podemos considerar muchos profesionales del planeamiento.
estructuralmente— al menos, como circulación genérica, cabe señalar Si estos argumentos, y sobre todo el estudio mismo, logran con­
la indiscriminación de anchos y usos en rutas y calles afectadas a vencer —a quien negase esta relación necesaria— de lo contrario, no
función diversa. De tal manera es interesante poder formular trata­ solo habremos hecho una contribución a la investigación de nuestra
mientos urbanísticos acordes con las categorías del paisaje, armoni­ realidad espacial en términos histórico-geográficos, sino que habre­
zándolas con las necesidades de distintos caudales de tránsito por mos colaborado a que el falso abismo entre el pensamiento y la
medio de proyectos de perfiles adecuados. La relación entre vías fé­ acción -entre la geografía y el planeamiento- se disuelva en un cla­
rreas y caminos encuentra, si no un ejemplo integral, por lo menos una roscuro tan natural como la realidad misma.
serie de problemas particulares que sugieren varias soluciones-tipo.

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C a r a c t e r ís t ic a s f u n d a m e n t a l e s Ingeniero Adolfo Sourdeaux, la de Juan Hilario Artigue y la de


»E L ÁREA ELEGIDA León Gallardo”.4
La esperanza de aquellos primeros pobladores de que la Imea
del Ferrocarril a Rosario pasase por sus tierras fue frustrada antes de
que se optase por la solución de la mensajería a Morón como única
a) Antecedentes de la accesibilidad alternativa. Hacia 1875 -conforme al plano ejecutado por Sour­
deaux para la fundación de San Miguel y de Bella Vista B—-, se pre­
Ninguno de los famosos caminos coloniales que partían de Bue­ veían tres líneas férreas a través de la zona: la del Ferrocarril a
nos Aires hacia el interior y que fueran luego recorridos por un Rosario, ya mencionada, cuyo recorrido era similar al que cubriría
sistemático servicio de postas y correo hacia 1822 * cruzan el área luego e l Ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico, el de un tramway a
definida ^or la hoja que nos ocupa, que viene a quedar comprendida, Morón —tenido, como se ve, por el centro poblado de importancia
en relación a dicha red caminera, en un blanco existente entre el más próximo— y que en parte vino a ser sustituido por él servicio de
camino de San Fernando y Las Conchas a Pilar, que luego conti­ Tramway Rural de Lacroze y, finalmente, la traza del Ferrocarril
nuaría costeando el rio Paraná hasta Santa Fe para empalmar con la Trasandino que-no es otra empresa que la hoy llamada General San
antigua carrera del Paraguay y la aún más famosa ruta que uniría Martín, pero cuyos rieles, en lugar de correr £>or su sitio actual, lo
San José de Flores y Morón con Luján a través del Puente de Már­ habrían hecho a lo largo de la avenida Pedro Díaz-Gaspar Campos y
quez para seguir su rumbo a Pergamino y de allí a Córdoba o a cuya realización no tuvo lugar en esa ubicación. /
Cuyo, antiguas carreras del Perú y de Chile. Solo en 1888 la Empresa Lacroze inaugura su servicio de tranvía
rural 'de tracción animal’ -requisito establecido en la respectiva con­
Desde luego, esta circunstancia literalmente ‘tangencial’ tiene cesión— que partiendo de la estación Mediano (esquina Corrientes)
su significación, ya que explica el hecho de que estas tierras no fuesen
en la Capital Federal, alcanzaba Chacarita, la Parada Lynch y, ya en
pobladas regularmente ni existiese ningún núcleo permanente hasta la zona considerada, se detenía en la Estación Pereyra -e n lo que
In.eí ^ a ^ 0.s P a s a d o , .cuando se establece una primera línea d e
pronto se llamaría Hurlingham— (luego en la Parada Bella Vista
diligencias desde Buenos Aires hasta Pilar que (según un investiga­ Avenida Francia, esquina Sourdeaux), para concluir en San Miguel;
dor) 8 no habría seguido el antiguo itinerario a través de Las Con­ estaciones todas éstas donde se procedía a cambiar caballos. En 1892
chas, sino que habría tomado por Morón derivando de allí hacia el se convierte en ferrocarril de vapor v se continúa hacia el interior
Paso de Morales, vado del río d e Las Conchas —h o y Reconquista—, del país con el nombre de Ferrocarril Rural de la Provincia de Bue­
cubierto por un puente hacia 1869 y que hoy está englobado por nos Aires, más tarde Ferrocarril Central de Buenos Aires y actual­
Campo d e Mayo.
mente Ferrocarril Gral. Urquiza.
En todo caso, no es sino solo en 1876 que comienza a circular Aquel primer servicio tranviario tuvo una importancia capital,
regularmente un servicio público de galeras de mensajería y correo, pues no solo facilitó el transporte de personas, sino que estimuló la
uniendo los ya existentes núcleos de Bella Vista y San fosé del Pilar incipiente actividad hortícola de la zona, que halló asi la posibilidad
con el Pueblo de Morón servido por el ferrocarril desde 1859, com­ de dar salida diariamente a su producción especialmente en torno de
binación que —por el momento— era la más práctica y veloz para la estación Pereyra donde se habían instalado varias familias de inmi­
trasladarse a la Capital. grantes italianos, la mayoría de los cuales eran quinteros y que junto
Como la existencia de un camino, en los tiempos que conside­ con el resto, comerciantes, iba a constituir el núcleo social fuerte,
ramos, no era garantía de ningún volumen apreciable de tránsito, muchos de cuyos descendientes forman una suerte de élite artesanal
cabe repetir aquí para ilustrar mejor la situación en punto a accesi­ y comercial local. Este grupo, aunque eclipsado por el formidable
bilidad, que hasta las postrimerías del año 1878 los habitantes de la impacto de la urbanización sin límites, conserva contornos nítidos y
zona no tenían otro medio propio de movilidad que el caballo. Única­ sugiere el interés que tendría un estudio sociológico de la poblacion
mente se conocían tres carruajes, o mejor dicho volantas: “las del urbana que considerara este aspecto todavía no incursionado.
* Munzón, Eduardo 1., Historia del Partido de General Sarmiento, Publi­
caciones del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, Contribución a
2 Bose, Walter B. L ., Establecimiento de Postas, Correos y Mensajerías m la Historia de los Pueblos de la Provincia t XXII, La Plata 1944.
la Provincia de Buenos Aires, en la Revista de Correos y Telégrafos, año 4, 5 plano d e h s Chacras de San José del Pilar, por Adolfo Sourdeaux, 18
nums. 48, 49 v 51, Buenos Aires, 1941. Archivo Público de la Dirección de Geodesia de la Provincia de Buenos Aires,
_ 3 Bose, Walter B. L., Mensafertas-correos y sillas d e posta nacionales, en 1* reproducido por Munzón, O. C,
Revista de Correos y Telégrafos, año segundo, n9 14, Buenos Aires, 1938,
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Pero, volviendo al tema de la accesibilidad, es decir, a los ante­

JÍJ0 5 .
cedentes previos a 1905, falta consignar el evento más definitivo y
trascendente de todo este difuso período que es, sin duda, el tendido
de las líneas férreas del antiguo Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico,

en la a c ce sib ilid a d :
cuyo servicio en el área se concreta con la apertura de las Paradas
Bella Vista y Hurlingham en 1891, bien entendido que circulaban
trenes desde 1888 y que poco tiempo después de aquel año se cons­
truye un desvío para uso de la entonces floreciente fábrica de alcoho­
les Mattaldi, única industria de envergadura en toda la zona, durante
un tiempo apreciable.
Aunque este servicio se inauguró con la provisión de dos trenes

cambios
diarios, pronto comenzó a incrementarse hasta llegar a más de 200 en
la actualidad; pero aun en su etapa primitiva, por los tiempos con
que cubría sus recorridos —sensiblemente inferiores a los empleados

Los
hoy, a causa de la menor frecuencia de las paradas y al hecho de
que no ha renovado adecuadamente el material rodante—, la instala­

Fie;. V .5 .a .
ción de esta línea va a contribuir decisivamente a la transformación
del paisaje de una manera indirecta, pero irreversible. Por sus vías
va a circular todo elemento material necesario para ampliar e inten­
sificar la ocupación humana y dar salida a los productos locales y
esta doble actividad se va a reflejar en un cambio notable en la¿
pautas del uso de la tierra y en la apariencia general, en el paisaje.
Fig. V. 4

b) Antecedentes de la ocupación de Ja tierra


En lo que se refiere al uso de la tierra, desde la primera adjudi­
cación de suertes principales —3.000 varas de frente, sobre la costa
del antiguo río Las Conchas, por 9.000 de fondo— hechos por
Garay en 1580, hasta poco antes del primer corte en el tiempo que
haremos en 1905, puede asegurarse que una buena parte de las tierras
incluidas en el perímetro de la hoja estaban destinadas a la ganadería
extensiva de tipo colonial.
Mientras algunas suertes se fraccionaban sucesivamente, redu­
ciendo su frente, pero conservando su profundidad de legua y media,
otras mantienen su superficie original y aun la incrementan, como
será la propiedad que formaría la familia Pacheco en el sector norte
del actual Campo de Mayo.
Hasta 1756, todas estas tierras fueron exclusivamente de pastoreo.
En esa fecha, el Cabildo de Buenos Aires resuelve extender la zona
de ‘pan llevar’ que rodeaba a la ciudad con un radio teórico de 7
leguas y cuyos límites coincidían en parte con el río Las Conchas
y el de la Matanza. De tal forma, el sector que quedaba en la margen
izquierda del río Las Conchas —hoy límite político entre los par­
tidos de Morón y General Sarmiento—, esto es, en jurisdicción del
primero, era destinado al laboreo’, permitiéndose, como era usual en

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estos casos, la existencia de ganado con el único objeto de usarlos en


tareas agrícolas “y ordenando que los restantes fueran echados del
otro lado del río”.6
Esta situación determinó un gran auge ganadero en la margen
izquierda del río y, a la vez, una diferencia neta en el uso de ja tierra
entre ambas márgenes. Existen otras constancias, muy posteriores, de
que campos limítrofes con los de ‘pan llevar’ fueron a menudo exce­
sivamente recargados de hacienda, lo que hiciera temer la desapari­
ción de los abundantes pastizales naturales.
Hacia 1855, los campos de esta margen —incluidos en la super­
ficie mapeada en la hoja en estudio— son declarados tierras de ‘pan
llevar’ con el propósito de colonizar la zona, gestión que va a culminar
con la fundación del pueblo de San Miguel —entonces denominado
de San José del Pilar—y su zona de quintas, conocida desde su origen,
con el nombre de Bella Vista. En efecto, ya en 1850, el general Pa­
checo había obtenido que sus tierras se declarasen de ‘pan llevar’ y
esto, naturalmente, acarreó una situación difícil para sus vecinos, de
los cuales no estaba separado por ningún accidente natural ni cercado
artificial. La dificultad de mantener bajo control absoluto al ganado
originaba frecuentes pleitos que se concluían con el pago de una
indemnización en compensación por los daños que la hacienda oca­
sionaba en los sembrados.
Esta situación contribuyó, asimismo, para que un grupo de resi­
dente franceses comenzase a acariciar la idea, más tarde concretada,
de fundar una colonia agrícola y un pueblo rural que, con el andar
del tiempo, se convirtieron en un área residencial y un núcleo urbano
satélite de Buenos Aires.
En suma, en cuanto a la ocupación de la tierra en el período
anterior a 1905, puede darse por cierto que el principal hecho posi­
tivo consiste en esa sucesiva extensión del área de las tierras de pan
llevar’, lo que viene a demostrar, por un lado, la incipiente influencia
de la Capital sobre su hinterlund desde tiempos coloniales y, por el
otro, la unilateral zonificación a que la falta de recursos, para cercar
las propiedades rurales, conducían fatalmente. Con todo, y éste es un
hecho del cual el área estudiada no puede ser excepción, es sabido
que esta zonificación colonial era de difícil iinplementación y aunque
estricta en los papeles, no era infalible en la realidad.
Desde luego, durante el período entre la fundación de Bella
Vista y el año en que hacemos nuestro primer corte en el tiempo,
en aquel sector se opera una transformación notable, va que comienza
a proliferar la agricultura que, al igual que en las inmediaciones del
Paso de Morales, va a adquirir nuevo impulso al establecer la comu­
nicación ferroviaria.

® Munzón, Eduardo I., O, C.

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tan las anuales celebraciones del Día del Arbol, que desde 1902 se
c) Antecedentes del paisaje van a realizar con particular éxito, consistiendo principalmente en
plantar un número dado de ejemplares nuevos cada vez.
Aunque la transformación masiva del paisaje en esta área no se Aunque pudo más el empeño y el amor por la vegetación de
opera sino hasta principios del siglo actuai, no hay duda que ante­ estos pioneros, no está de más recordar que, aparte de los cuidados
riormente se registran alteraciones cualitativamente trascendentes. que demandaron estas plantaciones, hubo otro inconveniente que sal­
En primer término debe consignarse la evolución del paisaje var, pero que se oponía irreflexivamente a la transformación del
natural como consecuencia de la introducción del ganado, ya en los paisaje: fue la acción destructora y dañina de quienes en muchísimas
primeros tiempos de la conquista, que trajo aparejada la ’progresiva ocasiones hallaron motivos oscuros para despreciar aquel esfuerzo
desaparición de los pastos duros y su remplazo por los blandos, como tesonero. La mención de estos hechos no está de más si la encuadra­
consecuencia del trabajo de selección operado por los mismos anima­ mos como factor de depredación dentro del marco de la geografía
les y que se conoce bajo el término de “a pata y diente” aparte del sistemática, que, aunque hayan prácticamente desaparecido, tuvieron
rol que el abono tuvo en la mejora de la pradera natural. su importancia en un momento dado.
Es sabida la proverbial ausencia de árboles que caracterizaba La implantación de cercas, primero a base de plantas espinosas
a la pampa antes de su introducción artificial. Si acaso, habría algu­ y luego con alambres de todo tipo (el tejido era ya corriente antes
no que otro ombú, por encontramos dentro del radio de influencia de 1890) fue configurando una apariencia de pauta más o menos
costero en el que se verificó su radicación esporádica y espontánea, ordenada, aunque la rectificación de calles, y sobre todo de caminos
provenientes del alto Paraná, junto con algunas otras especies sub­ principales, fue una tarea ímproba para las autoridades -ta l como
tropicales como los talas que prosperarían sobre las márgenes del lo había sido para el Cabildo de Buenos Aires en tiempos co­
curso inferior del río Las Conchas, Por todo esto, el segundo loniales—.
factor de cambio debió ser la importación y aclimatación de especies Ya antes de 1905 existían jardines prolijamente cuidados que
exóticas —no solo arbóreas; también arbustivas y herbáceas—. Entre fueron rasgo distintivo de la zona. La presencia de los mismos debió
estas ultimas debe destacarse —por sus consecuencias— el cardo (Cu­ estar ligada —sin duda— a la erección de los primeros edificios en
nara Carduncidiis), como consta fehacientemente que invadió en for­ manipostería de ladrillo que datan, tanto en Bella Vista como en
ma densa por espacio de tres siglos —y aún por ignorancia se lo Hurlingham, de poco después de 1870 y que introdujeron un cambio
fomentase— la región pampeana al norte del río Salado hasta que de nivel definitivo en el ambiente socio-económico como en el espacial.
la ocupación excediera tal límite. El legendario problema de la conservación de las calles podemos
La ocupacion fue, sin duda, dispersa, acorde con el tipo de reconstruir todavía hoy, si no a lo largo de los caminos principales
explotación ganadera extensiva y debió formar un paisaje semejante por lo menos en gran número de calles vecinales que aun continúan
al que hasta hace pocas décadas hallábamos en la franja más occi­ sin pavimentar y que, merced a esa circunstancia, permiten imaginar
dental de la pampa húmeda, donde solo algún pequeño monte en fielmente este aspecto invariado de la apariencia física. ^
torno a un rancho alteraba la rectitud implacable del horizonte. En fin, el paisaje natural había sufrido cambios radicales hacia
La efectiva conversión de la zona en tierras de ‘pan llevar’ se 1903 y, aunque la urbanización se insinuara apenas, ya estaban dados
verificó por medio de grandes sembradíos de trigo, avena y maíz que los elementos que, multiplicados y extendidos sobre ciertos sectores,
son la causa de instalación de una cadena de molinos harineros, uno iban a generarlo. / _
de los cuales hallamos dentro del perímetro considerado. Las huer­ El sector de Bella Vista —esto hay que enfatizarlo— había sido
tas, mas tardías en aparecer, son en general familiares y no tienen planeado por aquel formidable pionero del urbanismo argentino que
relación comercial con .Buenos Aires, con excepción de un sector fue el ingeniero Adolfo Sourdeaux. Delineador de Morón, Azul, Mer­
ubicado en Hurlingham. lo y otras plantas urbanas, lejos de dejar librada a la improvisación
Con el cambio en el uso de la tierra, ya anotado —de estancias la formación del pueblo (que más que pueblo fue concebida como la
a chacras y quintas— se produce una nueva transformación. En zona de quintas del pueblo de San Miguel) preconcibió no solo su
especial en la zona de Bella Vista, su fundador y los vecinos, desarro­ trazado creador, sino hasta los más mínimos detalles, encargándose,
llan una rara conciencia del árbol, desconocida por el criollo. Evi­ mientras vivía, de que no se tergiversase la idea original.
dencia palpuble de esto es el rasgo dominante del paisaje, aún sub­ Sourdeaux había elegido cuidadosamente, de entre los alrede­
sistente en el lugar, que se caracteriza sobre todo por sus añosos dores de Buenos Aires, aquellas tierras que por sus atractivas carac­
montes y calles arboladas. Como documento histórico, incluso, cons- terísticas naturales y por sus vistas’ panorámicas —buen suelo, relieve

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variado, drenajes adecuados— ofreciesen las mayores garantías para segu ía en lín ea re c ta el itinerario d e la a ctu a l R u ta N acio n al n ,
la instalación de un grupo de connacionales —franceses—, que fue b asta n te ap roxim ad am en te - s e g ú n el P rim er P lan o C a ta stra l del P a r­
el núcleo social generador de un tipo de paisaje absolutamente nuevo tid o d e San M artín 7- p a ra d esem b ocar en el P aso d e M orales. E s te
en el país. Sí pensamos que Sourdeaux no tenía compromisos econó­ cam in o era el q ue u saban an tigu am en te las tropas cu an d o las p rom e-
micos previos para realizar esta empresa, podemos forjarnos una idea S e s q u e atrav esab a estaban sin alam b rar. Al p a re ce r, h a cia 1905
de las condiciones con que contaba este paisaje natural. h a b k card o en desuso, acaso p orq u e d esd e q u e se con stru yera e
El parcelamiento generoso y el trazado de calles con un cierto p u en te y para evitar el p ago d el resp ectivo p eaje b u scasen cru z a r el
número de avenidas —que permitió un frondoso arbolado sin ocasio­ viejo río de L a s C o n ch as p or algunos puntos m as bajos vadeándolo.
nar inconvenientes— conciliando ventajas de accesibilidad con otras E v e n tu a lm e n te se usaba también un camino que v e n i a d e San
de tipo estético fue sin duda un planteo inicial sano. Otros factores, Fernando a través de El Talar de Pacheco, aunque no era por cierto
al hacerse presentes, tales como el tendido de líneas férreas —fuera una ruta práctica para acceder desde la Capital. Este car™no
del trazado previsto por Sourdeaux— o el pavimento de ciertos cami­ algo más que una huella a traves .de propiedades sin c e r r a r y tendía
nos principales reclamaron, en su hora, un reajuste del plan que, va a una rectificación que se completaría a medida que Campo de
desgraciadamente, nadie se encargó de realizar y de allí que hoy Mayo tomaba una forma regular y defmida, sirviéndole de hmite
puedan anotarse algunas incoherencias que reclaman un correctivo
regular que, empero, deje a salvo el espíritu con que lo concibió su n°En cu an tra^ rSu ación ferroviaria, no había variado en relación
creador. a los últimos dos o tres lustros pudiéndose observar la superposi­
Si hubiese que abundar en elogios a la figura del fundador bas­ ción en que en cierto modo incurrióse, al menos en este tramo, al
taría recordar que entre algunos de sus proyectos inconclusos figuraba tenderse dos líneas férreas paralelas. ¿¡olía
el de un gran parque arbolado a orillas del río de la Reconquista, Menester es reconocer que existen ciertas explicaciones a dicha
con su correspondiente balneario, el que hubiese sido, sin duda algu­ duplicación como que no es sino hasta hace poco tiempo c u a n d o se
na, algo así como una réplica del maravilloso parque de la estancia r e e s tr u c tu r a el Ferrocarril Urquiza que éste compite y superai al San
San Juan de Pereyra, cuyos trabajos de mensura estuvieron a su Martín y, cuando esto sucede, ya no puede hablarse d e superposi
cargo, y que constituyó el primer establecimiento pampeano con ción pues las necesidades son francamente superiores a toda oterU
grandes plantaciones de bosque. en materia de transporte público. Entretanto, el tranvía rural, d e
En suma, dentro del largo proceso de la transformación del caballo primero y luego de vapor, era solo un med]10
paisaje operada en la zona considerada, la creación, fundación y la periferia con el centro de Buenos Aires que no tendría m
consolidación de Bella Vista por Sourdeaux representa una valiosa d e comparación con el nuevo ferrocarril, si acaso podría habérsele
experiencia de previsión al mismo tiempo que de amor a la naturaleza catalogado como un medio de transporte popular por sus bajas tarifas,
que comenzara hace exactamente cien años, concluyendo hacia 1905. en relación a la línea ferroviaria del entonces, Pacifico.
La precede una etapa de casi imperceptibles cambios en la que
predomina el cuadro natural y la continúa otra en la que los valores
son casi sistemáticamente opuestos, esto es, la improvisación y la Fig. V . 5 a ) , 1>) y <■■)

negligencia por la estética que llegan a eclipsar buena parte de aque­


llos admirables resultados alcanzados. 1938. El panorama vial se ha transformado considerablemente
a la fecha, tanto por el trazado de nuevas rutas como por el mejo­
ramiento de las existentes.
L a a cce sibilid a d Cronológicamente estos adelantos se suceden en el siguiente
orden- hacia 1914 y después de que tanto los medios militares como
1905. El único acceso caminero, más o menos directo, a la zona, S s dviks L ís c a Jn k U d i obtener un camino
se realizaba por la ruta que prolongando el curso de la Avenida que asegurase el tránsito permanente desde la Capital, se constituy
Rivadavia en la Capital Federal alcanzaba a Morón, luego desviaba una comisión especial. Tres son las principales aUernativas que en­
hacia el norte en busca de Paso de Morales y desde allí continuaba frenta dicha comisión: la primera, acceder a Campo de Mayo a trave
directamente en dirección a Pilar. detos pueblos del norte -Victoria, Bancalari y Pacheco-, la segunda,
Había otro camino que venía de la Capital saliendo de ésta por
la Avenida San Martín y, pasando por la plaza del pueblo homónimo,
"> C o n stru id o p or A d olfo Sourck'uux im 1 8 6 9 ,

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construyendo el pavimento necesario al camino de Morón por Paso Heras. Este servicio se prolongó, poco después, hasta Campo de
de Morales y tercera, la que efectivamente se materializó —“aconse­ Mayo, donde a partir de 1924 se había comenzado la pavimentación
jada por el Departamento de Guerra” 8— es decir, la construcción de muchísimos caminos internos. Uno de los aspectos más nota­
de un desvío hacia la izquierda del camino de Morón a Hurlingham, bles de este hecho es el de que por primera vez queda conectada
que siguiendo más o menos paralelamente la dirección de las vías Hurlingham con la cabecera de su partido, Morón, de la cual había
férreas iba a acceder a Campo de Mayo por su sector de más alto estado virtualmente aislada por la falta de un transporte regular y
nivel atravesando y sirviendo de nexo, al mismo tiempo, al núcleo adecuado, en tanto desde fines de siglo ya contaba con una excelente
de Bella Vista. vinculación con la propia Capital. Este hecho explicaría, entre otros,
Este camino, en su tramo nuevo, que actualmente se denomina el peculiar modo de crecimiento de Hurlingham, su personalidad y
General Pedro Díaz y Gaspar Campos ( antes y después de atravesar también la falta de asistencia por parteado las autoridades munici­
el río de la Reconquista en las jurisdicciones respectivas de los Par­ pales que fue origen y razón de una activa y eficiente Comisión de
tidos de Morón y General Sarmiento), fue conocido por el nombre de Fomento que traducía una definitiva conciencia comunitaria.
Camino del Touring, a causa de que el Touring Club Argentino con­ Solo en 1932.se termina la construcción del camino de macadam
tribuyó con un aporte para su realización. Mucho se argumentó a que se conoció como ruta Devoto-Pilar y que va a bordear el límite
su favor diciendo que sú trazado recorría zonas más altas que cual­ sudeste del Acantonamiento.10 Este recorrido partía del encuentro de
quier otro proyectado y que "el camino abriría una vía permanente las calles Lope de Vega con Asunción y hoy de ambas con la Ave­
no inundable hacia Campo de Mayo, que la mayor parte del año nida General Paz y atravesando Caseros y El Palomar cruzaría el río
permanece aislado porque las aguas pluviales y los desbordes del Las Conchas por un nuevo puente distante unos 500 metros del de
río de Las Conchas cubren los caminos de Hurlingham y San Paso de Morales, permaneciendo siempre fuera de los límites de Cam­
Femando”.6 po de Mayo.
Lo cierto es que para su construcción fue necesario terraplenar En la fecha que tratamos, esta ruta era oficialmente denominada
un trayecto equivalente al que demandaría el tradicional camino por n*? 9 y seguía por Pilar a Córdoba, vía Arrecifes, Pergamino, Rosario
Paso de Morales, pero quienes así argumentaron eran parte suma­ y posteriormente hasta La Quiaca.11 Esto da una idea de la impor­
mente interesada en que el pavimento se colocase sobre un nuevo tancia que asumiría el tránsito por ella en tiempo en que el vehículo
itinerario que pasase por Bella Vista. Así las cosas, se construye un automotor era ya ampliamente usado.
nuevo puente sobre el río Las Conchas en 1916 y, al año siguiente Por ese entonces figuraba en los Planes de Vialidad Nacional el
se habilita el nuevo camino “macadamizado’ de poco más de 17 kiló­ actual tramo de la Ruta Nacional n? 8 que desde San Martín se dirige
metros, que será exclusivo durante 10 años. de modo directo hacia Campo de Mayo; el Camino de Cintura en su
AI cabo de este período se pavimenta el tramo del camino entre tramo desde km 24 (hoy José León Suárez) a Hurlingham; así como
Hurlingham y Morón, que no forma parte del itinerario a Campo de un camino —jamás realizado- que arrancando desde la estación Tro­
Mayo, es decir, hasta el desvío que éste hacía directamente hacia pezón, del entonces tranvía rural, corría paralelo a sus vías hasta
Bella Vista. En ese encuentro vial va a comenzar a surgir —y sin llegar al arroyo Morón —ya dentro de nuestra área de estudio—,
duda como típico nucleamiento originado por el tránsito— lo que hoy donde se unía con el camino de Cintura por un breve trecho siguiendo
se conoce por Villa Tessei, la cual no entra en nuestra área, pero con el borde sudoeste del Acantonamiento, es decir, entre los campos del
la cual mantiene una relación funcional y formal continua. Hurlingham Club y del hoy Club Militar San Jorge, para terminar
Por esta ruta, que había sido la primitiva y la única que contó concluyendo con la otrora Ruta Devoto-Pilar y parte, a la vez, de la
con un servicio de transporte público, iba a circular otra vez como actual Ruta n9 201,
primicia, en 1929, una línea de ómnibus que unía Morón con el actual La idea, lamentablemente no concretada, era la de hacer pasar
sitio conocido por ‘Kilómetro 18’ —a causa de la estación terminal del de soslayo el núcleo de Hurlingham a otra corriente de tránsito que
servicio urbano principal del F. G. U.— y que entonces se identificaba procedía de la Capital o de sus más próximos y densos suburbios, en
or el nombre de Almacén de Natalin en el cruce de la futura ruta lugar de canalizar incorrectamente todo el tránsito proveniente del
E •evoto-Pilar, hoy Avenida Julio A. Roca y entonces General Las
10 Ejército Argentino, O. C., p. 388.
* Ballester, Rodolfo E., E l Camino a Campo d e Mayo: consideraciones so­ n La Prensa, 25 de mayo de 1937 (sección I I I ) : Principales caminos que
bre su trazado, en La Ingeniería, año X V III, t. 23, n9 397. salen de la Ciudad de Buenos Aires con sixcorrespondiente numeración oficial.
* Munzón, Eduardo I. O. C., p. 413, nota de la Unión Comunal de Ve­ Plano ejecutado especialmente para “Da Prensa” con datos suministrados por las
cinos de Bella Vista fechada en 1914. Direcciones de Vialidad de la Nación y de la Provincia de Buenos Aires.

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sudeste por la Avenida Roca, que ya seccionaba en dos partes a una coiísecuentemente el mucho mayor cambio operado en la ocupación
población desarrollada. de la tierra y en el paisaje. La transformación caminera es, sin duda,
En cuanto al antiguo camino de San Fernando por Puente Ban- mucho menos perceptible que la de, por ejemplo, la edificación, de
calari y Don Torcuato, que se dirigía a San Miguel, bordeando el tal modo que —relativamente— el equipamiento vial es inferior a lo
costado. Noroeste del Acantonamiento y que constituiría una tercera que lo era en 1938.
salida del mismo, ya en 1930 se había mejorado con una base de De cualquier modo es preciso anotar los cambios registrados,
conchilla en su tramo desde San Miguel hasta el ángulo oeste de principalmente en lo vial; la prolongación desde San Martín de la
Campo de Mayo, pavimentándose íntegramente en 1933 con hormigón actual Ruta Nacional n’ 8 a través del Acantonamiento de Campo
armado, sin rectificar el trayecto que limita dicho ángulo y conser­ de Mayo, al que ingresa por la Puerta n9 8, así como la pavimen­
vándose ese inconveniente martillo que tiene arranque én un mal tación de una trocha de la Avenida Gaspar Campos, desde el cruce
planteo del problema. con Senador Morón (calle que la vincula con la estación Bella Vis­
Por lo demás, entre 1925 y 1930 se hicieron obras de pavimen­ ta) hasta San Miguel y, en tercer término, la conclusión del tramo
tación vecinal tanto en Hurlingham como en Bella Vista, las que faltante del Camino de Cintura, aparte de otras obras viales de
tuvieron un principio pintoresco como el caso de la calle Eduardo VII, interconexión.
en la primera de las localidades nombradas. El asfalto tuvo por En punto a la accesibilidad ferroviaria, debe consignarse el ten­
motivo la visita del príncipe de Gales, el cual llegó a Hurlingham en dido de una línea interna en Campo de Mayo, que desde su empalme
un tren proveniente de Buenos Aires, debiendo luego recorrer el tramo en Don Torcuato sigue el límite N O del Acantonamiento paralelo al
de poco más de 400 metros que separaban la estación del Hurlingham camino de San Fernando a San Miguel y se interna posteriormente
Club del cual fue huésped de honor. La Comisión de Fomento local hasta la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral. Este trayecto, que
dispuso dicha pavimentación y “construyó veredas de asfalto y car­ cuenta con varios apeaderos, fue construida hacia 1947 y constituye la
bonilla, colocando rosedales en las mismas”,1“ restos de algunos de única novedad en su género en relación con 1938.
los cuales aún hoy perduran. Asimismo, en materia caminera, no debe olvidarse la prosecución
En otros casos fueron establecimientos industriales los que reali­ y completamiento de un plan de pavimentación dentro de Campo de
zaron por su cuenta extensas obras de pavimentación, como la Des­ Mayo, en particular el importante camino que es como un eje para
tilería Mattaldi o la Fábrica Good-Year, pero el grueso del pavimento todo el Acantonamiento y que partiendo desde el Centro de Instruc­
en red de toda el área considerada, menester es señalarlo, se cumple ción de Caballería sale a la Puerta N9 7 sobre la estación Don
hacia 1938, particularmente en Hurlingham. Torcuato.
Con respecto a la situación ferroviaria, hacia este último año,
hay que consignar —al igual que lo hicimos al referirnos a la con­
dición vial— que los tendidos cíe líneas férreas que se advierten, en
contraste con el caso de 1905, tienen una historia relativamente lejana. Conclusiones
En primer lugar, la linea del entonces Ferrocarril Córdoba —luego
Cuando se examina la red vial, sea urbana, suburbana o rural,
del Estado y noy General Belgrano— que daría lugar a la estación
en la región llana del país —es decir, la que no ofrece mayores deter­
Don Torcuato, y más tarde a la Villa de Mayo, se construye inmedia­
minantes naturales en su trazado—, se advierte un zigzagueo, un reco­
tamente después de aquella fecha. En 1914 se construye un ramal
rrido tortuoso, una falta de rumbo general que puede describirse
que había sido proyectado en relación al F. C. B. A. P., desde Bella
teniendo en cuenta solo la situación existente, pero que solo puede
Vista, para cuya obra llegó a dictarse la expropiación de una faja de
explicarse a la luz del proceso genético.
terrenos y aun existió otro proyecto de empalmar directamente Campo Las antiguas huellas o caminos coloniales trazados como rumbos
de Mayo con El Palomar. Estos dos planes fueron posteriormente en el mar, esto es, con una orientación definida, pero con sinuosas
dejados de lado y en 1931 se prolongó el tramo realizado, desde
alteraciones sobre la marcha, comenzaron a sufrir más, en su curso,
Km 20 hasta las Escuelas de Artillería e Ingeniería.13
por obra de factores humanos que por los naturales. Los límites de
las propiedades, al cercarse primero con setos y luego con alambrados
1963. La situación actual de la accesibilidad, aunque ha cam­ ‘trasladaron’ los caminos fuera de su dominio. Siendo nuestro sistema
biado sensiblemente en relación a las fases anteriores, acaso no revela de mensura implacable, por cuanto la llanura no difería sensible­
mente del papel donde se efectuaban las subdivisiones, predominó
12 Cornejo Elizalde, Héctor Javier, Historia de Hurlingham (folleto), 1954.
13 Ejército Argentino, O. C., p. 220. —siguiendo la vieja tradición romaha de la centuriación— una pauta

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perímetro capitalino. Allí, empero, la unidad jurisdiccional gravitó
de tipo ortogonal que vino a remplazar el modelo original de estrechas para que, en cierta medida, se hiciesen las reservas mínimas del caso.
suertes de tierras originadas sobre la orilla de un río y que se suce­ En cambio, en la periferia de la ciudad, una suerte de ‘balcanización
dían paralelamente entre ellas y, sobre todo, perpendiculares al curso municipal impidió que se coordinara el aspecto que tienen más en
de agua.
común las comunas, esto es: la red vial principal.
El sistema ortogonal trabado, que no en damero —sino excep­ Los hechos que hemos recapitulado progresivamente desembocan
cionalmente—, produjo un mosaico parcelario en el que, aunque las en una situación que por su complejidad y problemático futuro obli­
directrices mantuvieron cierto rumbo fijo —el de los medios rumbos gan a hacer una serie de consideraciones de tipo valorativo, Una
especialmente-, las divisorias no fueron continuas, sino que se despla­ vez más la visión retrospectiva facilita la comprensión dinámica de
zaron a uno u otro lado de un eje teórico, buscando formar diversas la realidad y se trasmuta en visión proyectiva, ya que es hipotético
superficies.
congelar el presente como una abstracción.
i ^T° , en *°das> «tao solo a lo largo de esas divisorias se organizó A través de todos los factores de desenvolvimiento que hemos
la red de caminos. Mientras éstos eran específicamente rurales y el analizado en este tema de la accesibilidad a un área que poco a
automotor no había hecho su aparición, su funcionamiento, sin ser poco va revelando su carácter individual y que se va interrelacio-
ideal, era aceptable. Pero cuando debióse, por fuerza mayor, trázar nando con la región circulante, la pauta actual es, en cierto modo, la
caminos colectores, que uniesen núcleos de población y que, incluso, traducción en hechos de ciertas tendencias en potencia. A la vez, por
formasen parte de rutas provinciales y nacionales, entonces, el plan­ su desarrollo espontáneo, significa la problematización de otras solu­
teo inicial exhibió todas sus desventajas. Lo que en un momento ciones -n o previstas anteriormente-, pero que hoy se advierten como
había sido dejado de lado ^literalmente— como vía de circulación, necesidades urgentes. _ #
tomo una importancia súbita y urgente. Aún entonces se estaba a Así pues, es obvio que el intrincado nudo de comunicaciones que
tiempo de proceder a las rectificaciones necesarias apelando incluso se produce en torno al centro de Hurlingham, donde dos líneas ferro­
a la expropiación o a otros sistemas más imaginativos, visto que el viarias -una de ellas desdoblada- y dos rutas importantes se encuen­
valor d éla tierra y los intereses propietarios no eran demasiado in­ tran en una reducida porción de terreno v originan cruces y zigza-
conmovibles. Poco fue lo que se hizo al respecto, la carencia de un gueos que ya ocasionan perjuicio en la fluidez del tránsito, hace
poder administrador severo y la ‘influencia’ de los propietarios contri­ posible pensar que desembocarán en un problema insoluble pronto.
buyeron de consumo para que mantuviese el statu quo. El mal concebido Camino de Cintura —que enhebra núcleos en
Pronto hubieron de lamentarse, en ambas esferas, quienes pro­ torno a Buenos Aires en lugar de soslayarlos- llega a Hurlingham
cedían con propósitos constructivos, pues ya había pasado el plazo y sale de él por rutas preexistentes, pero debe internarse en el núcleo
para que las medidas de racionalización pudiesen operar sin resis­ para poder proseguir. Una política económica solo ridiculamente
tencias insalvables.
mezquina pudo haberse ahorrado la construcción de un by pass o de­
En el caso tipo del área considerada, muchos fueron los facto­ rivación que evitase interferir v sor interferido por la aglomeración
res que agravaron la situación. Aparte del malogrado entendimiento antedicha. Es curioso que la idea de ‘cintura’ aplicada en relación
entre autoridades y propietarios, aim cuando aquéllas exigieron y a Buenos Aires no se haya repetido en escala menor en el caso de
obtuvieron la cesión de ciertos anchos para calles, no prevaleció un estos núcleos, que ya en el momento de construirse presagiaban una
criterio orgánico en la fijación de los mismos. Sobre todo, no se hizo densificación en sus áreas centrales que iba a significar una verdadera
provisión más que considerando las necesidades que el paso de las
tropas demandaba y no se calculó la necesidad de accesibilidad que valla al camino anular.
En toda el área considerada podemos notar asimismo 3 6 4
exigiría la ciudad de Buenos Aires, de forma tal que en un momento zigzags principales, como los aue describe el mencionado Camino de
dado -salvo pocas excepciones- todos los accesos a la Capital se Cintura al ingresar en Hurline;ham desde San Isidro; el que produce
realizaban por calles de ancho común.
el camino Pedro Díaz en el lugar conocido por la X o el que des­
Aun más, el crecimiento de los núcleos periféricos —por cuyo cribe el camino de San Miguel a San Fernando sobre el ángulo NO
centro invariablemente atravesaba el camino principal- fue blo­ de Campo de Mayo. Verdaderamente, cuando se está en posesión
queando toda posibilidad de ensanche, pues la edificación densificada de los datos que originan estos recodos, es más fácil explicarse su
y el sucesivo parcelamiento obturaron económica y prácticamente existencia bien que acaso, más difícil entrar a justificarla. Por el con­
toda solución de ese tipo.
trario, solo una carencia absoluta de sentido comunal, tanto^ en el
En rigor, nada hay de sorprendente en este proceso, visto que orden gubernativo como en el ciudadano, puede haber ocasionado
en términos generales se había producido análogamente dentro del
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esas irregularidades que, si a alguien han beneficiado, lo han hecho gón de solo 6 m de ancho, con banquinas de césped, en lugar del
en mínima medida en comparación con los inconvenientes que han ancho standard de 9 m y el consabido cordón' que, para algunos
creado al público en general. Menos justificable son aún, porque vecinos es un símbolo de prestigio.
lio tienen origen en hechos que se remontan en el pasado lejano —en En términos generales, y con propósitos meramente orientadores
cuyo caso la situación defacto podría considerarse un atenuante—, para el lector, es necesario quizá dar algunos de los criterios básicos
sino que tienen lugar prácticamente en la misma época en que se que deberían seguirse para impedir, al menos, que los problemas de
adquiere una nueva conciencia caminera como consecuencia del accesibilidad se agraven más en el área. Existe, en primer término,
automotor. la posibilidad de derivar el Camino de Cintura fuera del centro de
No es lícito invocar el argumento de que era difícil prever el Hurlingham, a condición de atravesar un extremo del Colegio Mili­
crecimiento en áreas entonces tan lejanas de Buenos Aires como ésta. tar, de superficie despreciable, y empalmar con la obra futura de
Esa falta de previsión tiene origen en un imperdonable desconoci­ entubamiento del Arroyo Morón, sobre la cual está proyectada la
miento del pasado inmediato que, entonces como ahora, enseñaba construcción de una avenida. De esta forma el Camino de Cintura
que la expansión metropolitana proseguía y proseguiría sin consi­ evitaría el centro de Hurlingham a la vez que en el cruce con la
deración a límites jurisdiccionales. Acaso la fijación de un perímetro Ruta n9 201 se podría crear un <rond-poi>nt.
a la Capital fue motivo para que no se advirtiese que la realidad no La única solución practicable para evitar el sinnúmero de pasos
se desenvolvía en un terreno coincidente con la teoría legal. Si a a nivel que crea el F. C. General Urquiza en Hurlingham, y que
fines de siglo, Flores y Belgrano quedaron conurbados a Buenos no ocasionaría grandes erogaciones, sería el traslado de la estación
Aires, ¿por qué no acontecería pronto lo mismo con Vicente López, terminal del servicio interurbano de Km 18 a un sitio intermedio
San Martin o Avellaneda? Podría agradecerse que tal vez los hombres entre Rubén Darío y Parada Podestá, con lo cual el tránsito de trenes
del 80 no fueron los que carecieron de perspectiva, sino, más bien, las más allá de la primera de las nombradas sería solo ocasional y no
eneraciónes subsiguientes, que por falta de sentido creador se que-
f aron con las fórmulas intactas en lugar de ir renovándolas sobre la
entorpecería exageradamente el tránsito automotor. Asimismo es fac­
tible pensar que pronto Campo de Mayo podría prescindir de su
marcha. De otro modo ya haría tiempo que el Gran Buenos Aires ramal ferroviario a cargo de la misma empresa, visto que cuenta con
formaría una unidad federativa de municipios y existiría una base otro más importante y funcional como es el del F. C, Belgrano, con
insustituible para poder implementar una política del planeamiento lo cual se podría evitar totalmente el cruce de la Ruta n? 201.
que consiste en un repertorio de fórmulas comunes aplicables a cual­ ■ Con relación a los cruces del F. C. San Martín, aunque no es
quier división metropolitana, pues la esencia del problema es abso­ pensable todavía la construcción de pasos a alto nivel —al menos
lutamente común a los distintos partidos que la integran. uno- en la derivación del Camino de Cintura, traería de suyo un gran
Otro aspecto de la cuestión —uno todavía más común a todo descongestionamiento en la barrera de la estación, que es actual­
el Gran Buenos Aires— es el de la red vial vecinal, la cual ha sido
mente el peor punto.
resuelta, si así podemos decir, de la manera más empírica posible, La accesibilidad a Bella Vista se vería beneficiada mediante la
aunque esta empvrie ha sido totalmente estéril aun en el aprendizaje prosecución de la otra trocha de la Avenida Gaspar Campos. El
de las lecciones que se reciben *a posteriori’. Donde el amanzanamien­ resto de los problemas de este sector, se aliviarían instalando nuevos
to no fue una simple prolongación de las directrices dadas por la Ca­ accesos transversales desde la mencionada Gaspar Campos y la Ru­
pital, se recreó el sistema. Para zonas de densidades absolutamente ta 8, siempre que se practique una elección cuidadosa y se ejecuten
dispares se adoptaron anchos de calles idénticos y, más aún, técnicas obras de pavimentación acordes con tal función de colectoras del
de pavimentación igualmente costosas donde no era menester. La sector residencial, dejando el resto de la red vecinal en un carácter
falta de discriminación de la red vial, esto es, la diferenciación entre
accesos y circulaciones totalmente contradictorias, como avenidas de de red interna. •• i
Bella Vista presenta, con motivo de haberse ideado original­
ancho exagerado en plena zona residencial (ejemplo: Avenida Fran­ mente como colonia, un sector en el que el amanzanamiento excede
cia en Bella Vista) o calles de ancho standard que son parte de una las proposiciones de la manzana urbana tipo. Existe el riesgo —ya
ruta principal (ejemplo: calle Eduardo VII que es la que canaliza el probado— de que al procederse a subdivir en fracciones menores
tránsito del Camino de Cintura dentro de Hurlingham). Una excep­ antiguas propiedades, se abran nuevas calles que reproduzcan en
ción digna de tenerse en cuenta, sobre todo por su precedencia, es forma de submúltiplo la trama básica en cuadrícula. Aún se esta
la calle Solis, en Hurlingham, que acorde con su carácter netamente a tiempo de impedir esta aberración que complicaría inútilmente la
vecinal, en un sector de densidad baja, tiene una calzada de hormi­ red vial interna —sin mencionar otros inconvenientes del más diverso
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tipo—proponiendo o aceptando trazados más imaginativos, como cir­ como puede observarse en otros puntos de la región cerealera y sin
cuitos internos o cul-de-sac dentro de estas supermanzanas. Al res­ perder de vista los saladeros, bien que fueron desalojados del área
pecto, corresponde reflexionar que, si la dimensión de estos islotes suburbana de Buenos Aires ya por 1871. El otro establecimiento exis­
no es compatible con el uso que se le da a esa tierra, tampoco es tente en este período inicial consistía en un molino harinero —otra
lógico utilizar la receta obsoleta de la manzana creada cuando no industria también típicamente rural—. El primero era la Fábrica de
había autos. Alcoholes de Mattalai y el segundo pertenecía a una cadena de plan­
Cabe agregar y no como mera reflexión, sino como importante tas similares propiedad de la familia Bancalari y que va a ser con­
advertencia, que estos comentarios no tienen otro objeto que el de vertido poco después, al quedar incorporado a Campo de Mayo,
contribuir mejor a ilustrar la condición existente en lo descripto. en la Usina del Acantonamiento.
En plan de buscar soluciones integrales a los problemas circu­ La absoluta y neta separación entre los dos núcleos poblados;
latorios debe insistirse en la importancia capital de la zonificación. Bella Vista y Hurlingham es, acaso, el rasgo más saliente de este
Generalmente se consideran los asuntos de vialidad y tránsito como primer corte en el tiempo. La falta de caminos adecuados, e incluso
si estuvieran despegados del contexto en que se desarrollan, como si de puentes sobre el río Las Conchas, era, sin duda, un factor que
los automotores circulasen sin relación de origen y destino y como colaboraría al aislamiento funcional entre ambos centros. Los mismos
si estos puntos no tuviesen una explicación fija. La verdad es que el surgen y se consolidan sobre el itinerario del antiguo Ferrocarril de
transporte de personas y mercancías obedece a una lógica infalible; Buenos Aires al Pacífico, pero en rigor son anteriores —y en cierta
parte de un punto y se dirige a una meta buscando los menores forma determinantes— a dicho trazado ferroviario. Solo después de
recorridos o los menores tiempos. De tal manera, no es con paliativos, más de sesenta años va a construirse una estación intermedia (William
tales como la señalización luminosa, el ensanche de calzadas e incluso Morris) que llenará una necesidad, no tan apremiante, como dar por
las obras de arte caminero con lo que se llega al fondo de la cuestión, resultado una mayor densificación en el sitio.
sino atendiendo esa relación ‘origen-destino’ que está íntimamente La instalación humana en Bella Vista es, de entrada, más dis­
ligada a la localización concreta de las actividades urbanas y que persa, y así se mantiene en su mayor parte durante un largo período.
solo puede controlarse con la zonificación del uso del suelo que es Esta característica se explica por el hecho de haberse originado como
la verdadera causal de la circulación. . colonia y haberse continuado —en gran parte— como distrito vera­
Entiéndase, entonces, que si hemos atisbado algunas soluciones niego, siendo su población estable bastante magra hasta la década
de emergencia, no ha sido con otro objeto que el de puntualizar de Jos años treinta, o sea en el corte siguiente.
mejor las características de la situación actual, a través de algu­ La ausencia casi completa de rastros de ocupación, en toda la
nos matices negativos de la evolución de la accesibilidad operada mitad norte, en la hoja, obedece sin duda a dos factores principales,
espontáneamente. tales como la carencia de vías de accesibilidad adecuada, especial­
mente hacia el N O y por el bajo nivel y carácter anegadizo de las
tierras del sector N E. Esta circunstancia va a ser modificada más
L as p a u t a s d e l a o c u p a c ió n d e l a t ie r r a adelante con la construcción de caminos y mediante la ocupación
militar.
1905. Examinando el correspondiente corte en el tiempo en el Es notable el contraste que se advierte al comparar la superficie
plano-síntesis sorprende a primera vista la superficie de tierra culti­ que se cubre con el símbolo de “bañado o terreno anegadizo’ respec­
vada, que va a desaparecer en las fases sucesivas. Este hecho real tivamente en la primera y última edición de la hoja. La primera
se halla acentuado en la representación porque, aún cuando subsis­ pregunta que legítimamente puede hacerse es la de si han variado
tirán luego muchas huertas y montes frutales, será en sectores donde las condiciones naturales del terreno, esto es, si por obras de drenaje,
ya otros usos serán los predominantes. canalización, relleno, etc., se ha disminuido el área inundable. La
Por lo menos hasta el comienzo de la década de los años treinta construcción de puentes sobre el río de la Reconquista (antiguo Las
puede advertirse que el uso efectivo era verificable, bajo muchas Conchas) —siete en la parte del curso comprendido por la hoja-
formas, desde cosecha fina hasta viveros, en abierto contraste con tiene que haber agravado el proceso de desagüe natural, sin contar
la mayoría del resto, consagrado a pastoreo o simplemente sin uso. con la obstrucción que significa el molino, ya mencionado, en los
La existencia de un solo establecimiento industrial de enverga­ casos de avenida.
dura —establecido en 1885—no es casual y viene a puntualizar la casi Es lógico pensar que tanto el caudal del río Reconquista como
exclusiva característica de que la industria rural era la de alcoholes, del arroyo Morón, no debe haber sido mayor que hoy día por cuanto

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las aguas entonces drenaban naturalmente en todas las direcciones —Languevin—de ciudadanos franceses, del mismo grupo que colonizó
posibles, sin vallas que las contuvieran, como son —en una u otra Bella Vista. Este primer hecho se verifica hacia 1865; en 1874 se
medida— todos los tipos de ocupación humana. La necesidad de erige la primera casa construida en mampostería de ladrillo (aún
dragado, por otro lado, revela que poco a poco estos cauces deben en pie), consolidándose el núcleo años más tarde con la llegada del
haber ido incrementándose sin ningún atenuante y si bien el relleno primer tranvía rural. El lugar se conocía tradicionalmente bajo el
de tierras bajas con desperdicios se practica de antiguo, por su volu­ nombre de Paso de Morales y su población contenía un fuerte in-
rediente de inmigración italiana reciente; sus ocupaciones principales
men no debe haber influido en esta zona de una manera apreciable
como para disminuir el área inundable. Si acaso, esta operación unida ? ueron la quinta y el almacén.
a la descarga de tierra, proveniente de excavaciones de edificios, solo De pronto irrumpe en la zona un grupo de caballeros británicos
comienza a advertirse notoriamente cuando ya han sido agotadas que adquieren una importante fracción de tierra con el objeto de
todas las posibilidades de desembarazarse de ellas en sitios más cer­ recrear en el país una institución que les suavizara la nostalgia de su
canos —y con más económicos trayectos— al sector de más vuelo tierra: un club deportivo.13 Este club va a nuclear a un grupo de
constructivo de la Capital y alrededores. familias, muchas de ellas ligadas a la nueva empresa del ferrocarril
En síntesis debe considerarse que no solo el área inundable era y que eligen como sitio de residencia permanente dicho lugar logran­
menor hacia 1905, sino que, por sobre todo, este fenómeno era abso­ do, previamente, la habilitación de una estación en la línea ferrovia­
lutamente habitual e inane desde que solo afectaba unas pocas hec­ ria que, en un principio, corría Sin detenerse en el sitio. Esto sucede
táreas de pastoreo, razón por la cual no era pensable tomar medidas en 1891 y es el origen de una población ‘conmutante’ entre Hurlin­
preventivas como las que serían imprescindibles después, cuando por gham y Buenos Aires que irá en avance progresivo en los años si­
una errónea localización de la instalación humana cada temporal guientes, al estilo de la que por entonces llevaba más de una gene­
adquiriese contornos de tragedia inédita. ración en los alrededores de Londres. Si de alguna manera fuese
De la observación del plano se deduce que hay un solo sector necesario abundar en razones que prueben la influencia decisiva del
en donde se advierte una mayor variedad de usos, En la zona de Hurlingham Club sobre el lugar, baste recordar que muy pronto el
Bella Vista, que en toda la extensión de la hoja es la primera en antiguo topónimo de Paso de Morales va a quedar sustituido por el
poblarse y que, originariamente, constituyera un vasto campo de pas­ de Hurlingham con el que se bautiza la nueva estación, y que es
toreo en manos de un solo propietario, hasta que hacia 1848 comienza réplica de un caso semejante verificado en la capital británica.
a fraccionarse una parte de ella.14 Desde entonces hasta 1865 en quft Hacia la fecha comentada son ya varias las residencias erigidas
*el resto del antiguo campo es parcelado en forma de quintas, ya apa­ —con importante contribución de la mano de obra local italiana—
recen los primeros habitantes, siendo a partir de esta última fecha dentro, de las tendencias estéticas de la arquitectura doméstica in­
que el proceso se acentúa gracias a la idea y realización de un pue­ glesa de aquel tiempo tan netamente tipificable. El nivel de dicha
blo del que es autor Adolfo Sourdeaux. Por tanto, en 1905, cuarenta urbanización establece un agudo contraste con el de la aglomeración
años después, no es extraño que se advierta una amplia gama de usos inicial, la cual, en cierto modo, se convierte en subsidiaria —en ma­
que difícilmente podría haber tenido lugar en otros sectores, como teria de servicios— de aquélla.
Hurlingham —el único otro núcleo en pleno desarrollo por entonces— Entre las notas características del nuevo distrito residencial —que
que contaba con mucha menos antigüedad y un impulso inicial m;sy ofrece rasgos insólitos en nuestro medio— pueden citarse, aparte de
débil. la arquitectura, otras como el de un definido estilo de jardinería,
Con respecto a este último es necesario mencionar el estableci­ con el lawn, les borders y el alto cerco vivo que da privacidad abso­
miento del Hurlingham Club en 1888, ya que el mismo constituye luta a los parques privados. Asimismo un detalle típicamente britá­
un factor de cambio notable en el curso de la vida del núcleo origi­ nico lo constituye el asfaltado de las veredas que es regla sin ex­
nario. La primera instalación humana con sentido urbanizante fue cepción en la patria de origen.
la del molino harinero que se hizo famoso por el nombre de Ban- El Hurlingham Club, por lo demás, constituirá en su momento
calari, el cual, sin embargo, fue construido por una firma industrial.
E n la misma sesión del 4 de abril del año 1889, del Directorio Provin­
14 "Esa suerte perteneció sucesivamente a varios dueños, siendo adquirida, cial, se aceptó por unanimidad la propuesta del señor H, H. Robson quien ofre­
a'l fin, por Fortunato Poucel quien, al promediar el siglo xcc, vendió la mitad cía en venta 337.479,32 m- en el paraje ahora conocido por H u r l i n g l i a m ^ sobre
de la misma a un hermano del ingeniero Adolfo Sourdeaux”. Historia d e la Pro­ las vías del Ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico, en torno de la estación del
viñeta d e Buenos Aires y d e la formación de sus pueblos. Ricardo Levene —Di­ mismo nombre que debería construirse. (Bravo, Gabino, Reseña Histórica del
rector General—, p. 315, La Plata, 1941. \ Partido de Morón, p. 109, Morón, 1946).
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un modeló único en materia de institución deportiva, tanto como de


jardinería, y el tratamiento de sus 75 Ha de parque revelará una
inusitada transformación de paisaje natural en paisaje cultural ope­
rado mediante la selección, y el cuidado de especies arbóreas, arbus­
tivas y florales, en su gran mayoría exóticas en nuestro medio.
Entre tanto, el núcleo primitivo, que no podríamos llamar autóc­
tono por su alto porcentaje de inmigrantes, hacia 1905 estaba media­
namente equipado con varios almacenes de ramos generales, una
escuela, una capilla (la misma que refeccionada en 1927 subsiste
en nuestros días) y una sociedad de socorros mutuos, existiendo cons­
tancias de la instalación de un médico antes de finalizar el siglo.
En cuanto al otro núcleo principal, el de Bella Vista, ha sido
historiado exhaustivamente por Eduardo Munzón a cuya obra nos
remitimos a efectos de no duplicar información. Diremos, solamente,
que reconoce su origen en una empresa de colonización emprendida
por un grupo de familias francesas las que bajo la dirección de
Adolfo Sourdeaux fundarán la Colonia de San José del Pilar en lo
que hoy es San Miguel y cuya zona de quintas dará lugar al núcleo
de Bella Vista, que se conocerá, desde un principio, bajo esa misma
denominación.
Desde 1864 —fecha probable de la instalación de los primeros
colonos— hasta 1905, Bella Vista ha pasado por una serie de alterna­
tivas que pueden resumirse hacia este último año en el estableci­
miento de más de 700 vecinos, dos escuelas públicas, un destacamento
policial, una delegación municipal, estando en construcción su pri-
mfer templo y futura parroquia.
Finalmente, con relación a los campos del antiguo partido de
General Sarmiento, nos limitamos a citar una opinión contempo­
ránea:
“Podemos asegurar, sin temor que se nos haga la más ligera
observación, que los campos de este Partido son los que tienen más
valor entre todos los demás de la Provincia de Buenos Aires, pues
sus precios de venta son de $ 550 a $ 700 por cada cuadra y los
arrendamientos varían entre $ 35 y $ 40 al año.
"El haberse establecido en este partido el Campo de Maniobras
Militares ha dado gran impulso a la propiedad territorial, obteniendo
los terrenos de este pueblo precios increíbles, por la gran demanda
de solares que existe en la actualidad para los diversos estableci­
mientos de comercio que se establecen a diario con la perspectiva
de la conscripción'’.16
Fig. V. 6. a ), b ) y c)

1938: El rasgo principal que advertimos al comparar este corte


16 Fernández, A. R., Prontuario Informativo de la Provincia d e Buenos
Aires, l 9 entrega, p. 180, Buenos Aires, 1902.
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con el de 1905 es el de la expansión de Campo de Mayo a más del


doble de su superficie inicial, produciendo en el área un impacto
que va a ser definitivo para la instalación de la población suburba­
na, el tendido de vías férreas y trazado de caminos, que marginarán
l/> ^

DE CULTIVO
S i el acantonamiento gravitando así, en forma determinante, en la dis­
s .? tribución de los núcleos.
Z> 3
> Ya en 1938 han pasado varios lustros desde que Campo de Mayo
5Z *o® </>° LU < 7

° < O => completara la superficie que alcanzara entonces y puede notarse cómo
</>'i < o< <2 opera, a modo de barrera ante el crecimiento potencial hacia el N E
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TIERRA
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o» «3 □c > u. Z en los dos núcleos más poblados de Bella Vista y Hurlingham. La
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53 <
LU
LU U separación entre éstos —bien que ya no únicos, ni exclusivos— se man­
tiene aunque con tendencia a acercarse progresivamente. A ello co­
labora la ya pavimentada Ruta Nacional, entonces llamada n<? 9
• •* —hoy 201—, a Pilar (que partía de Asunción y Lope de Vega en la
• • •
••• Capital Federal, como se ha dicho anteriormente) y el antiguo ca­
• • • mino, también pavimentado, de Morón a Bella Vista.
® © 9 Puede advertirse, en relación al corte anterior, la aparición de
*90 dos establecimientos industriales de envergadura que son el de Good­
Year y Pirelli en Hurlingham y Bella Vista, respectivamente. El Hur­
lingham Club hacia su cincuentenario, ha ensanchado su campo
deportivo y sigue siendo la única institución en su género de tal mag­
nitud. El Colegio Militar de la Nación se halla en plena construcción
y va a constituir una importante transformación paisajística por su
desarrollo en volumen y extensión —esto es, en edificación y en ar-
borizáción—.
El lugar conocido por ‘la Z’, o zigzag que hace el camino Pedro
Díaz, comienza a nuclear una población dispersa a lo largo de esa
vía, constituida principalmente por quintas de fin de semana, que
hacen su aparición coincidentemente con la difusión del automóvil
moderno y las obras de pavimentación que toman impulso en la
década de los años treinta.
Dijimos que Hurlingham y Bella Vista ya no eran los únicos nú­
cleos. En efecto, para esta fecha se verifica el poblamiento de Villa
de Mayo y de Don Torcuato —sobre el borde superior de la hoja—,
bien que apenas en sus más esporádicos comienzos, a pesar de que
la línea férrea de los antiguos Ferrocarriles del Estado, que los sirve,
se establece inmediatamente después de 1905. AI respecto, podemos
atestiguar que numerosos núcleos que existen desde el borde norte
de Campo de Mayo hasta San Fernando —y'que naturalmente no
entran en la hoja n1? 3.987—, aunque su origen data de principios de
siglo a raíz del establecimiento de servicios ferroviarios, no se-conso­
lidan y desenvuelven definitivamente hasta que se hallan enlazados
por la red caminera pavimentada.17 Desde luego que este hecho no
17 Se puede consultar la contribución- realizada por el autor al Análisis
e Investigación correspondientes al ?lan Regulador d e Tigre en el Instituto Su­
perior de Urbanismo, Buenos Aires, 1960, todavía inédito.

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es la única causa, ya que coincide con el establecimiento del cintu­ Las causas para que esto último acontezca pueden ser varias,
rón industrial norte de la Ciudad de Buenos Aires, la migración in­ aunque cuando ocurre gradualmente la valorización de la tierra cir­
terna y la aceptación de un standwd de comunicaciones mucho más cundante es factor principal. En el caso de Hurlingham, la colecti­
bajo que el que era usual en la época anterior. vidad inglesa tomó muy a pecho su ideal de reproducir un paisaje
La gran masa edificada en Bella Vista consiste, principalmente, tipo de las Islas Británicas —aunque muchos rasgos lo traicionaron:
en casas quinta de recreo o veraneo. La población estable no tiene como la preponderancia de ciertas especies de la flora climática o
la magnitud de hoy día, en proporción con la capacidad locativa. La cierto toque latinizante en la arquitectura—, arbitró todos los medios
construcción de residencias permanentes —de menor escala— no ha para ejercer un control oficioso (acaso más efectivo que de haber
comenzado aún y, en cierto modo, pasa por un relativo estancamien­ sido institucional) basado principalmente en la adquisición dé tierras
to expansivo. Hasta las décadas de los años cuarenta y sobre todo en exceso para asegurar las condiciones de vecindad requeridas y lue­
cincuenta, no existe en la zona mayor alternativa entre la vieja casa go, mediante la formación de una Comisión de Fomento,, cuyo come­
quinta y las pequeñas y modestas residencias de la población local. tido hacia la época que comentamos era visiblemente ponderable.
La zona residencial de Hurlingham, en cambio, exhibe un por­ Todo esto sucede en el sector residencial de Hurlingham y es bien
centaje casi total de viviendas permanentes. Empero, la dualidad de diferente a lo acontecido en Bella Vista, donde el poblamiento es
origen entre la población de origen inglés e italiano, con toda su anterior y donde, a pesar de que el grupo original es totalmente
tipificación sociológica, lejos de diluirse se ha acentuado. Mientras francés, no ejerce una acción tan exclusiva ni peculiar sobre el paisaje.
el primer grupo reside y trabaja en el lugar, el segundo usa la loca­ La expresión lograda no tiene caracteres tan exóticos a nuestro medio
lidad como ciudad-dormitorio. Una excepción a este hecho es el y puede compararse a lo que sucedió en otras localidades suburbanas
creciente número de jubilados y una serie de familias ligadas a la de Buenos Aires, tales como Adrogué, Ramos Mejía o San Fernando.
fábrica Good-Year que se establecerán en casas construidas por dicha Esto no quiere decir, sin embargo, que Bella Vista, con sus calles
compañía siguiendo un estilo peculiar y en cierta forma exótico, pese espaciosas, su amanzanamiento generoso, su relieve variado y sobre
al eclecticismo arquitectónico que caracteriza a los barrios residen­ todo su notable arborización no fuera, incluso hacia 1938, un caso
ciales de la alta clase media en Buenos Aires. tan excepcional en el Gran Buenos Aires como lo es hoy.
Desde el punto de vista del paisaje urbano, ambos grupos so­ Podría decirse que, por sobre todo, la nota original de Bella Vista,
ciales expresan una modalidad bien diferente. Mientras el que ya todavía por entonces homogénea en su área residencial, era la de un
podríamos llamar italoargentino ha intentado crear una apariencia ambiente suburbano con fuertes imponderables latinos cuyo análisis
francamente urbana, con edificación de tipo continua, sobre la línea particular sería tema de un, trabajo específico. Arquitectura neta­
municipal —y algún rasgo pretencioso como el edificio de la escuela mente italiana, por lo general, jardinería fin de siglo, especies elegidas
n1? 10 — el núcleo británico —más exclusivo e ‘incontaminado’— per­
dentro de un lineamiento estético definido como grandes eucaliptos,
siste, con éxito, en reproducir el ambiente de los suburbios, ‘de ca­
palmeras, glicinas y otras trepadoras de fuertes aromas, todo orde­
tegoría’, de su patria. En rigor, se re-crea entre nosotros la edifica­
nado geométricamente en canteros y caminos con glorietas, fuen­
ción tipo ‘villa’, en oposición a la terrace house y al block, que como tes y esculturas.
puntualiza un geógrafo urbano británico18 son los tres tipos más cons­
tantes de la arquitectura doméstica inglesa, y que se repiten a lo
largo de varios siglos con diferente estilística, pero con idéntico sen­
tido urbano. La ‘villa’ es la residencia aislada —luego imitada por 1963. De la observación del plano-síntesis correspondiente a este
dos edificios gemelos con apariencia de uno solo, o semi-detached— corte se desprenden algunos hechos notables. En primer lugar, la
y rodeada por jardín, en el que árboles, arbustos, enredaderas y tierra vacante que aún queda entra dentro de estas tres subcatego-
flores suavizan las líneas arquitectónicas con una escenografía ve­ rías: se trata de bajos, especialmente a lo largo del río de la Re­
getal. En general, este tipo de vivienda suele presentarse mucho me­ conquista o de espacios de uso rural, o finalmente, de algunas quin­
nos entremezclado con estructuras concernientes a funciones no-resi­ tas y chacras cuyo fraccionamiento y posterior urbanización es casi
denciales, en especial toda clase de industria es segregada de su segura, de no implementarse un plan regulador que frene o encau­
órbita. ce esta tendencia espontánea. En rigor solo en el primer caso co­
rresponde hablar de tierra vacante sensu stricto; atendiendo al hecho
18 Símiles, A. E ., Same reflections on the Geographical Description and de que todo 3o que no está urbanizado constituye una reserva poten­
Analysis of Townscapes. Transactions & Papers-Institute of British Geographers cial de espacios verdes y esparcimiento para la población creciente
rp 21, pp. 99-115, 1955. que se arracima en torno, el uso rural no sería definitivo, como

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tampoco el militar del propio Campo de Mayo. Pero a éste nos referi­ de jardines, parques, montes frutales, viveros o huertas que por su
remos especialmente más adelante. Hay un hecho evidente que jus­ superficie, de una hectárea o menos, no justifican una notación di­
tifica el anterior punto de vista. El breve porcentaje de espacios ver­ versa a nivel de generalización del análisis. En la actualidad, la ex1
des -aun incluyendo los institucionales, esto es, los que no son de plotación intensiva de la tierra en toda el área no tiene caracteres
libre acceso al público— en las zonas urbanizadas, es menor que el estables. Se origina en etapas anteriores y subsiste hoy, apuntalada
que le corresponde a la propia ciudad de Buenos Aires. por prórrogas de contratos de alquiler fuera de la libre oferta y de­
Se advierte así que la transformación del paisaje ha sido muchas manda; continúa mientras esté activa la generación que inició dicho
veces —la mayoría- muy violenta: de tierra totalmente inculta (acaso uso, cuando era apropiado espontáneamente; pero no resiste el cálculo
jamás incorporada, realmente, al tipo de explotación rural extensiva) estricto entre el valor inmobiliario y la rentabilidad, ni podría conti­
a distrito urbanizado con edificación más o menos discontinua, Esto nuarse en nuevas generaciones suburbanas que ya han dado pruebas
es, que no se ha pasado por categorías intermedias como la chacra claras de su preferencia por otros tipos de trabajo, en el comercio
y la quinta, la propiedad urbana holgada y finalmente su fracciona­ o la industria, .
miento, sino que de campo -por así decirlo- se ha pasado a ciudad, Aunque la escala no permite ilustrarlo más claramente, debe
o a la pretensión de ella. percibirse que el crecimiento se ha operado de una manera radial en
Es el caso típico de los loteos o fraccionamiento de extensiones relación al foco que es Buenos Aires y especialmente a lo largo de
mayores, 'de una sola vez’, con la consecuente transformación súbita sus vías de comunicación que, por lo demás, en esta hoja se expresan
del paisaje, ya que aunque el completamiento de un barrio nunca en una dxreccional dominante SE/NO suficientemente marcada, a
ha sido tarea lograda en menos de, pof lo menos, una década, el expensas de alguna tenue tendencia transversal SO/NE.
solo hecho de demarcar calles —generalmente en cuadrícula— y de
emerger una que otra construcción que anticipa, por su tipo, una
cierta densidad urbana, ya configura una transformación ambiental
significativa. .. ••_ Comentario sobre Campo d e Mayo
Para el observador incide, de una -manéra podríamos decir— El valor que como reserva tiene indirectamente Campo de Mayo
‘clandestina’ el hecho que la imagen de lo que va a ser un barrio en -4.164 Ha en plena área suburbana— es un hecho que recién co­
formación, frecuentemente, es más decisiva que la que corresponde a
mienza a advertirse y aunque haya quien discuta la mayor o menor
la estricta realidad presente. Comprobaciones psicológicas como ésta conveniencia de la ubicación del Acantonamiento a las puertas de
son, en cierta forma, un testimonio más de la influencia que una atmós­ Buenos Aires, no cabe la menor duda que, desde el punto de vista
fera de evolución puede tener sobre el juicio de la situación actual. urbanístico, ha sido un hecho afortunado que —con un motivo u
La difusión del tejido residencial, primariamente semicontinuo otro— se la haya sustraído a la voracidad de la urbanización —enten­
(es decir, de construcciones adosadas a una medianera) no ha sido diendo por tal el amanzanamiento sin fin—, su posterior loteo, o mi­
la única, ni la exclusivamente original consecuencia de la concentra­ nifundio urbano sin previsiones de ninguna clase.
ción demográfica del Gran Buenos Aires, Como bien puede adver­ La posibilidad —bien probable— de que en un futuro cercano
tirse en este corte, el afloramiento de nuevas industrias (fuera de la conviniese un traslado del Acantonamiento o la reducción de su su­
franja de acción directa de los ferrocarriles, como era el caso en perficie supone una, oportunidad extraordinaria para destinar esta
1938), así como la expansión de establecimientos existentes, es un fracción a un uso regulado, salvo, claro está, que el Estado no opere
hecho que salta a la vista. Más aún, con propósitos de simplificación de una manera servil —como lo ha hecho incluso recientemente—y en­
y practicidad se han omitido fábricas de menos de una hectárea de tregue dicha tierra en venta, sin otras condiciones que las que rigen
superficie, así como talleres de artesanía que encuentran en estas zo­ (o mejor dicho omite) la autoridad municipal —tipo del Gran Bue­
nas periféricas de la Capital, muy alta densidad. De allí que la con­
nos Aires—,
signación de áreas industriales sea solo un índice de un fenómeno Los núcleos suburbanos que figuran en la hoja aparecen hoy
muy vasto, a través de sus ejemplos más netos y más obvios, en la con una relativa nitidez que no es lá usual en la periferia de Buenos
configuración del paisaje. Aires, a una distancia equivalente. El primer factor que ha impedido
Una cierta porción del terreno analizado entra dentro de la ca­ la fusión total e indiscriminada de las áreas urbanizadas ha sido, sin
tegoría de edificación aislada. Se trata de aquellas zonas, no solo duda alguna, el mismo, es decir, la conservación de la vasta super­
con densidades menores de construcción —en la que ésta se halla ficie que ocupa Campo de Mayo. _
retirada de los límites del lote—, sino que acusan un porcentaje alto Aparte de ello, él río de la Reconquista ha sido y es un acci-
l
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gráfico—, la experiencia de sesenta años de ocupación tiene que dejar
dente que aún hoy —acaso por su falta de regulación y su conse­ un saldo útilísimo, sea con respecto a la calidad de las tierras, la ma­
cuente ancha faja de desborde— divide estrictamente al vecindario yor o menor área inundable, o al comportamiento de especies vege­
de Hurlingham del de Bella Vista. Entre Hurlingham y el nuevo tales, etc. Pero —y aquí está el quid de la cuestión— el valor de un
barrio Podestá, un extremo de Campo de Mayo y otro del Colegio análisis retrospectivo es claro e indiscutible cuando la estructura a la
Militar se unen para neutralizar y establecer una transición entre que está adscripta el área sigue su curso natural o espontáneo y no
ambos conglomerados que, por su proximidad y condiciones de acce­ es abruptamente alterada como en esta hipótesis.
sibilidad de otra forma ya se hubieran fundido en uno solo. Sería obstinado y contraproducente que pusiéramos un excesivo
Más aún, entre la sucesión sin solución de continuidad de Bella énfasis en la validez del pasado de la zona considerada en sí misma,
Vista —Muñiz-San Miguel— y José C. Paz (fuera de la hoja) y el pues daría argumentos a quienes, aún hoy, subestiman de hecho la
núcleo de Villa de Mayo y Polvorines, sobre la línea férrea del Bel- importancia de los estudios evolutivos. Sin embargo, es verdad que
grano, se interpone un sector de tierras no amanzanadas o amanza­ tiene poca o ninguna relevancia el hecho de que donde se va a pro­
nadas en forma no-convencional, con bajas densidades y un futuro yectar una zona de esparcimiento, o pongamos por caso, una universi­
probable de estabilidad dé su modalidad actual que hace las veces de dad o un área residencial en remplazo de otras funciones, haya
franja neutra entre dos núcleos populosos. existido un centro de Instrucción de Caballería o una plaza de tiro.
Como quiera que fuere, frente a la tendencia espontánea de los Otra cosa, sin embargo, es la relevancia de la geografía histórica
pueblos suburbanos a fundirse totalmente, unos con otros, como es de toda el área circundante cuando, de pronto, el hueco inserto
el caso que se verifica a lo largo de las líneas ferroviarias del norte, queda liberado del uso congelado de la tierra que supone un acanto­
oeste o sur, advertimos aquí, al noroeste de Buenos Aires, ciertos namiento, durante un período en que se han operado grandes trans­
atenuantes que merecen nuestra atención, tanto por los motivos que formaciones alrededor, y pasa a incorporarse a una estructura abi­
han operado a tal fin como por el futuro de estas relaciones. garrada.
Queda claro que la accesibilidad lineal, sea ferroviaria o cami­ Aunque es un recurso fácil, por lo definitivamente aclaratorio,
nera —tanto como la continuidad indefinida de la malla de calles podríamos comparar este caso a lo que sucede con la vida de una
vecinales— lleva a esa fusión nefasta que impide un ordenamiento persona que ha vivido siempre una existencia protegida —una rutina—,
racional del espacio y, sobre todo, que no deja márgenes para el des­ en la que los agentes externos no se han manifestado libremente con
arrollo de actividades urbanas que no han sido contempladas ‘a priori’; todo su peso. Si súbitamente se produce la liberación de esas fuerzas
verbigracia: todo, o casi todo, lo que no es vivienda. y comienzan a actuar violentamente sobre el individuo, entonces sus
De tal forma, puede ahogarse por una obstrucción sistemática actos podrán producirse más en base a la situación circunstancial
de la accesibilidad, aunque suene a arbitrario, en la mayoría de estos —esto es, exterior— que a las peculiaridades de su personalidad.
casos, en aras de una individualización más neta de núcleos y zonas, Si en las categorías empleadas en nuestros planos hemos usado
no solo para su posterior estructuración en un conjunto, sino —in­ el término de 'tierra vacante’, podríamos agregar ahora que el caso
cluso— para alcanzar el mínimo de variedad y personalidad visual de Campo de Mayo, considerado bajo el ángulo de su futuro, cons­
de un paisaje que, de otra manera, se repite obsesivamente. tituye algo así como la hipérbole de la vacancia. Puede deducirse así
Volviendo al caso hipotético de incorporar el área de Campo que la categoría ofrece un sinnúmero de particularidades muy inte­
de Mayo como zona civil del Gran Buenos Aires, es obvio que deberá resantes y curiosas, aunque solo nos hayamos referido a una de ellas.
trazarse una red vial interna ( en el caso de destinarse algún sector En síntesis, estas consideraciones abonan el hecho de que ha­
a viviendas), de tal forma que favorezca la comunicación sin pro­ yamos soslayado la geografía histórica de Campo de Mayo en el estu­
ducir una accesibilidad indiscriminada. Desde ya que una discreta dio de esta hoja, cuya elección —repetimos— tiene por motivo central
zonificación suele impedir fusiones indeseables, sin embargo, el avan­ no otro que el de su amplitud de fechas entre sus primeras y últimas
ce espontáneo del continuum suburbano -cuando el planeamiento no ediciones.
es exhaustivo—puede ordenarse, parcelarse y diferenciarse por medio Queda, pues, un tema por comentar y es el de la relación entre
de una buena red vial. el origen y el desarrollo de los núcleos más densos que integran el
La consideración del futuro del área ocupada por Campo de área. Así se comprueba que el ferrocarril ha tenido importancia de­
Mayo mueve a formular una pregunta de fondo: cisiva en este proceso. Sin embargo, en los dos extremos del mismo,
¿Hasta qué punto serán válidas las conclusiones de una investi­ observamos casos de excepción. Por un lado, Bella Vista es fun­
gación de la evolución del Acantonamiento en vistas a su porvenir? dada cuando todavía la vía férrea era apenas una 'promesa’ incierta,
Desde luego, en todo lo que atañe al sitio —en su aspecto fisio-
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por' el otro, últimamente —el Barrio Churruca y Villa Hermosa—, dos dice que unas pocas formas básicas son responsables, especialmente,
núcleos un tanto dispersos, pero de crecimiento constante, se esta­ del carácter diferencial de áreas que aparecen, netas, en los releva-
blecen a ambos lados de la Huta n? 8, en el tramo que va desde el mientos. Para Inglaterra, en particular, esas formas se reducen a
cruce con el Camino de Cintura y la Puerta n9 8 de Campo de Mayo. tres: 1 ) la terrace, o desarrollos lineales compuestos por la repetición
Estos dos barrios, que forman una sola mancha edificada, han tenido de la terrace-house de origen georgiano tomada como módulo y que
•por origen la apertura y pavimentación de este tramo de la Ruta adaptada a diferentes escuelas estéticas se reproduce aún en nuestros
Nacional, la instalación de algunas industrias y la multiplicación del días. 2) La ‘villa’ o edificación dispersa de viviendas de cierto nivel;
servicio de transporte automotor a lo largo de aquélla. que dejan espacios entre sí, con la intención de re-crear en escala
Este caso de ninguna forma es único. El mismo proceso puede menor algo del ambiente rural y obtener, así, la otrora tan buscada
anotarse en varios puntos dentro del Gran Buenos Aires donde, in­ síntesis entre campo y ciudad. Este tipo de urbanización tiene ori­
cluso, se comprueba que ciertas localidades que contaron con servicio gen en la misma época que la anterior y subsiste igualmente. 3) El
ferroviario durante cincuenta años permanecieron raquíticas hasta block cuyo antecedente remoto sería la ínsula romana y que se des­
que, a partir de la década de 1940 comienza a estructurarse de otra arrolla principalmente en tercera dimensión, como un volumen com­
manera el espacio vacante. Los factores —derivados de la ruta— que pacto, con indiferencia de lo que ocurre a su lado.
contribuyen a este cambio, son los anotados de industria y transporte Manejando estos tres modelos descriptos se puede tipificar, prác­
automotor, aunque a .veces ha jugado un rol,preponderante la mera ticamente, toda área urbana anglosajona, ya que no solo no existen
subdivisión y venta de la tierra con propósitos especulativos, dando otros prototipos tan definidos, sino que cada vez que hallamos aqué­
cabida así a un margen de población ‘sobrante’, por así llamarla, que llos, los verificamos en escalas notables y no entremezclados híbri­
rebalsaba de los límites de la Capital, por efecto de la inmigración damente.
portuaria y mediterránea, y por el solo crecimiento vegetativo, en Mientras el enfoque de Smailes es de fuerte sabor histórico —no
condiciones de no ser absorbido por la capacidad locativa del creci­ podría ser menos en un país donde la tradición es simplemente
miento menos veloz de la ciudad de Buenos Aires. memoria viva y tangible— Kenneth E. Corey —un geógrafo norteame­
ricano de la Universidad de Cincinati— en un trabajo sobre tipos de
edificación urbana, pone todo su énfasis en tres órdenes de jerarquía
. El p a is a je areal.20
Para caracterizar el paisaje suburbano del área hemos arbitrado 1) Las estructuras típicas individuales.
una sistematización de la apariencia del sector urbanizado. Sin duda, 2) Los distritos arquitectónicos (compuestos en base a estruc­
todo intento de normalizar en categorías fijas lo que se presenta ante turas típicas interrelacionadas).
nuestra vista como un complejo casi caótico o por lo menos hetero­ 3) Lasi regiones arquitectónicas (compuestas en base a distritos
géneo —tal el paisaje suburbano de Buenos Aires y, en particular, el arquitectónicos interrelacionados).
que hallamos en el sector considerado— es una tarea problemática.
Siguiendo el criterio histórico-geográfico creemos haber ’hallado Según Corey, análisis como éste son contribuciones valiosas e
una pauta más o menos certera visto que, solo a través de sus fases irremplazables para la implementación de planes comunales y acti­
evolutivas, se puede comprender el resultado actual. vidades de renovación urbana, juicio que suscribimos absolutamente
Desde luego entre nosotros no encontramos esas categorías stan­ a condición de que se alcance tal grado de síntesis sin ninguna
dard de edificación que se desarrollan uniformemente a lo largo de violencia.
callés completas o incluso cubriendo distritos enteros, como acon­ Siguiendo estos’ ejemplos nos hemos impuesto, tentativamente;
tece especialmente en los países de tradición urbanística anglosajona, el deber de clasificar los tipos más representativos de la arquitectura
de fuerte sentido comunitario y donde, por lo demás, la edificación suburbana existente en el área de estudio que, sin duda, no difieren
urbana no está solo en manos de propietarios individuales, sino tam­ sustancialmente de los que existen en todo el Gran Buenos Aires y,
bién de sociedades terratenientes. acaso, son más exhaustivos que los que se hallarían en otros sectores
Arthur E. Smailes —el conocido geógrafo urbano británico— en
el ensayo —ya citado— sobre el paisaje de las ciudades de su país,19 so Corey, Kenneth E., House types in an Urban Area: a case study for ap­
. 19 Smailes, A. E ., Some reflections on the Geographical Description and plied geograplui (Abstract presentad at the 59th Annual Meetíng of the Asso­
Analysis of Townscapes. (Transactions and Papers-Institute of British Geogra­ ciation of American Geographers, Denver, Colorado, September 1-5, 1963; Anals
phers, n9 21, pp. 99-115, 1955. or the Association of American Geographers, vol. LU I, 1963).

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semejantes. Tal vez convenga insistir en que el objetivo no es estric­


tamente arquitectónico, sino urbanístico, vale decir que la unidad
individual adquiere entidad propia en tanto se convierte en módulo
de conjuntos mayores, pese a que —entre nosotros y a diferencia de
los casos extranjeros citados— éstos no aparezcan necesariamente sin
solución de continuidad formando sectores plenamente definidos y sin
elementos extraños.
Conforme a la situación de la edificación con relación al lote
y a la calle podemos comenzar por caracterizar tres casos básicos,
cuya categorización completaremos con otros datos:

1) Edificación continua — de medianera a medianera, sobre la


línea municipal o de frente.
2) Edificación discontinua — con fachada retirada de la línea
municipal, un costado libre y otro muy próximo o apoyado sobre
la medianera.
3) Edificación aislada — separada generosamente de los límites
del lote en su totalidad.

Estos tres casos básicos reúnen, como dijimos, otros datos tipo­
lógicos. Por ejemplo, en cuanto a su denominación vulgar son gene­
ralmente conocidos bajo los géneros de casa, chalet o ‘casita’ y quinta
respectivamente, aunque instrumentalmente esta distinción no tiene
mayor aplicación.
En relación al origen de la forma, el tipo ‘continuo’ entronca
con la tradición mediterránea que se define ya claramente en la ciudad
griega helenística, con ejemplos netos en Olinto y Pompeya. El tipo
discontinuo’ tiene antecedentes un tanto confusos; por un lado se
trata de un subtipo derivado del anterior, es decir, la casa de planta
colonial inconclusa, en la que el espacio libre dejado al frente y
ocupado por nn breve jardín no es sino fruto de la omisión del pro­
yecto primitivo de construir allí la sala y el zaguán que rematarían
en una fachada ornada que nunca llegó a materializarse. Bajo otro
aspecto, y en tanto la cantidad de estos ejemplos comienza a adquirir
personalidad propia, se funde con otra corriente de influencia inglesa,
Id de los cottages rurales trasladados a la ciudad jardín.
El tipo de edificación 'aislada’ es absolutamente miscelánico en
materia de influencias directas —italianas, francesas e inglesas— pro-
veniendo a su vez todas ellas del mismo tronco común, anotado por
Smailes, de la antigua ‘villa’ romana. Hasta los nombres de las más
antiguas quintas de fin de siglo, en tomo a Buenos Aires, evocan este
antepasado lejano.
Fig. V. 7

La superficie cubierta en planta baja, en relación a la del lote,


para cada uno de estos tipos puede apreciarse, por lo general, como

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sigue: alrededor de un 75 % para la edificación continua, 50 % para


la discontinua y 25 %, o menos, para la aislada.
Siendo el tipo de construcción básicamente el mismo, esto es,
manipostería de ladrillos a la cal, con paramentos revocados, el único
aspecto de diferenciación sensible lo constituye el tipo de techo. Así,
en la edificación ‘continua’ hallamos primero la clásica bovedilla, ge­
neralmente con cubierta de chapa acanalada de zinc o hierro galva­
nizado, y a veces —en la sala— con azotea de baldosas. En la edifica­
ción ‘discontinua’ primitiva encontramos el mismo techo que en el
caso anterior, pero en ambos, en etapas más recientes lo vemos rem­
plazado inexorablemente por la losa de hormigón armado con techado
asfáltico. La edificación discontinua del tipo ciudad-jardín ( o barrio
parque) presenta, casi sin excepción, el techo de tejas. En el tipo
de edificación ‘aislada’ lo encontramos nuevamente, ya que, salvo
ejemplos muy antiguos de teja de Marsella importada, y un breve
lapso de auge de la chapa de zinc, se impone la teja nuevamente, en
especial la de tipo colonial.
Estas observaciones —poco ilustrativas para el observador a la
altura normal del hombre— son importantes para todo relevamiento
aéreo y para la aerofotointerpretación urbana que es único instru­
mento práctico para relevamientos de envergadura.
Los sectores donde, respectivamente, predominan los tipos 1, 2
y 3 son de zonificación espontánea heterogénea, con tendencia a pasar
de residencial a exclusivamente comercial en el primer caso; residen­
cial alternada con comercio minorista en el segundo y de quinta —en
el sentido de huerta— a exclusivamente residencial en el tercero.
El tejido que resulta de estas formas urbanas va del ‘compacto’
—tipo continuo— con patios interiores, sin superficie verde, y neta
definición de la red vial por la misma edificación, a ‘semi-abierto’, sin
patios interiores, con manchas de verdor y relación más o menos
paralela con la red vial en el tipo discontinuo, caracterizándose el
tipo aislado por un tejido completamente ‘abierto’, sin patios internos
ni externos, predominio del verde, e independencia casi completa de
la red vial en la posición de los edificios.
Fig. V. 8

Aunque no está incluido en. el propósito de este trabajo, hay


que mencionar que existe una correlación entre formas urbanas y
grupos sociales cuyo estudio sistemático daría resultados de interés y
utilidad innegables. Por de pronto, nos atrevemos a señalar —tenien­
do especialmente en cuenta el caso del área en estudio— ciertos he­
chos de evidencia indiscutible. En especial, podemos anotar el cam­
bio de ocupantes verificado en los tipos de edificación determinados.
Por ejemplo, el tipo continuo comienza por ser residencia de la bur­
guesía local, pasa luego a ser vivienda de un grupo de nivel econó­
mico disminuido y concluye por ser local de comercio o vivienda

189
LA CIUDAD PAMPEANA

conjuntamente, luego de haber solo introducido algunas mejoras. En


el tipo discontinuo puede anotarse, como creador del mismo, al inmi­
grante europeo en su versión contemporánea —sensiblemente diversa
en su aspecto formal—; aloja a un estamento social de cierta amplitud
en el sentido económico, pero que encuadra al menos en el concepto,
más o menos elástico, de clase media.
El tipo de edificación aislada ha sido fundamentalmente resi­
dencia de clase alta y nivel económico elevado, sobre todo en sus
principios en que dicha formación era sin excepción segunda residen­
cia o casa de veraneo. (Eventualmente y en la medida que exista
un uso intensivo de la tierra en la zona suburbana, hallamos edificios
aislados, habitados por quinteros; esas viviendas, empero, suelen
asimilarse a formas de tipo anterior pese a que su entorno y función
no fuese la misma.) Actualmente, este último tipo tiende a desapa­
recer gradualmente; no se repite en la escala ni proporción original
por causas obvias como el encarecimiento de la tierra y de la edifi­
cación; por el contrario, sea por envejecimiento o por especulación
en los valores de la tierra tienden a irse fraccionando paulatinamente.
Hay que decir —ya que hemos incursionado en el campo de lo so­
cial— que entre los argentinos pudientes, la residencia suburbana ( a
pesar del influjo sajón en las costumbres) no atrae en la medida
que lo hace el ‘centro’ —o su zona residencial apéndice—, al igual de
lo que sucede en todos los países de raíz latina. El exclusivo sentido
urbano de nuestra cultura nos es en tal grado familiar que solo cuan­
do, nos comparamos con países de otra tradición socio-económica, en
los que el campo —como ámbito cultural— ha jugado un rol prepon­
derante, podemos reconocerlo objetivamente. Súmese a todo esto he­
chos que apoyan esta tendencia, tales como el indudable deterioro de
los transportes suburbanos, la complicada accesibilidad vial, el atraso
en equipamiento y servicios de la comunidad periférica, operando en
el lapso que va desde el segundo corte en 1938 al presente, para com­
prender la recesión del tipo de edificación aislada en estos últimos
tiempos, contraria al auge de los pisos de lujo verificado en la zona
de mayor densidad residencial de la Capital, o sea el distrito cono­
cido por Barrio Norte.
Fig. V. 9

Mucho es lo que queda por investigar, sistematizar y generalizar


en lo atinente al paisaje urbano en nuestro país. Frente a ello, ape­
nas hemos elaborado tentativamente una fórmula que permita la des­
cripción metódica de una porción del problema, sin intentar lo cual
no se sale del género de las vaguedades o del lugar común que cier­
tamente ya ha sido incursionado.
Para dar término a este trabajo creemos necesario referirnos a
un aspecto relevante en lo que se refiere a la transformación sucesiva
del paisaje suburbano y que, en una de sus alternativas evolutivas,
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Edificación discontinua
l'ic.. Y. S. b. Prototipo originario del propio Buenos Aires que con su red tranviaria facilitó el crecimiento extensivo, esta categoría
ediiicia se repitió sucesivamente en todas las etapas de suburbanización. Su rasgo formal más típico consiste en algo que no fue;
la sala cuyo sitio quedó reservado al frente y que en la generalidad de los casos jamás llegó a construirse, perpetuándose en mo­
destos jardincitos cercados con ligustro y portoncitos de alambre tejido.
Perpendicularmente a la calle y vinculando a una simple sucesión de habitaciones recostadas a lo largo de la medianera, una
galería, frecuentemente cerrada con un enrejado de madera, se presenta como otro rasgo típico.
Hoy día el estado de conservación es usualmente malo, aunque, por la simplicidad del partido y estructura se ha prestado a
numerosos casos de refección dentro del lineamiento primitivo.
Generalmente aparece unido a un cierto desaliño en las aceras y a un arbolado intermitente.
Es un antecedente claro de la casita cúbica que vendrá a continuación.

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E dificación aislada

Fie. V .8 .C . Una variedad de estilos relativa —no tan pronunciada como la que provocaran las primeras promociones de arquitectos
en un esfuerzo consciente por revivir tradiciones lejanas o perimidas, en detrimento de la propia— encontrará en este tipo de edifi­
cación, independizada de los límites del lote, campo abierto para sus experimentos.
Si prescindimos de la mera apariencia-—italianizante, afrancesada o inglesa, ya que cada vez más raramente criolla— encontra­
mos algunos puntos de coincidencia en los diversos ejemplos, tales como la posición de la fachada principal paralela a la línea de
calle, la galería al frente, y una altura desmesurada del volumen total, sea por la superposición de dos pisos o bien por la sobre-
elevación de la planta única, a más de un alto muro de carga que agregaba monumentalidad.
Los techos van marcando la tendencia hacia la adopción del tejado, al principio con gran despliegue de hojalatería. Pero
ningún rasgo arquitectónico es suficientemente decisivo para configurar lo prototipico de este paisaje urbano como la jardinería, que
impone fórmulas rígidas e invariables desde la elección de especies arbóreas, arbustivas y trepadoras, hasta su peculiar disposición.
Este tipo suele ir junto con calles de apariencia más homogénea, acaso, de reflejo del status económico más alto de sus vecinos,
y los árboles no solo están invariablemente presente sino que son algo así como una prolongación de aquellos jardines.

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1938

Edificación continua
F ig . V . 9 .a . He aquí un tipo de arquitectura urbana crudamente utilitaria que prolifera en la medida que los suburbios se extienden.
Una sola meta parece haber guiado a sus autores: ganar el frente con función comercial con absoluta indiferencia de todo lo cir­
cundante. E l desaliño de aceras y banquinas, convertidas en precario lugar de estacionamiento, cuando no en playa de descarga o
prolongación al aire libre de talleres artesanales, es sin duda un rasgo característico. La absoluta falta de estética urbana resultante
se agrava debido al desprecio por el arbolado que supuestamente entorpece las maniobras de los vehículos y la mezcla indiferente de
tipos de comercio, cuya multiplicidad es vasta desde que no solo debe proveer a las necesidades habituales de la poblacion sino
a su establecimiento previo; de allí la frecuencia de corralones de materiales de construcción y otros tipos de negocios afines.
El predominio de la edificación de una sola planta es también fruto del exclusivo interés comercial.

Edificación discontinua
Fio. V.9.Z). Si hay algún tipo de paisaje suburbano que cubre una superficie más extensa es éste de la casita cúbica: es el tipo
de construcción espontánea más desarrollado en los suburbios a partir de la década de 1930.
Su raíz es indudablemente mediterránea, aunque se aclimata entre nosotros con características propias y fijas, derivadas de la
dimensión del ladrillo, el uso de la losa de hormigón y el empleo de losas salientes en forma de cornisa, la carpintería standard junto
con una progresiva ausencia de artesanía manual y una economía de materiales acorde con la escasez de medios de la clase inmi­
grante (exterior e interior).
En su estado inicial, tal como la descubrimos en este corte en el tiempo, es un tipo de edificación residencial de clase media,
incluso expresiva de las tendencias estéticas en boga que exaltan las formas desnudas.
Desde el punto de vista de la urbanización se advierte una mayor proximidad a la acera, así como la tendencia a minimizar
el cerco del frente, que generalmente es una combinación de múrete con ligustrina podada a baja altura. En general se advierte
una cierta prolijidad que, sin menosprecio, podemos llamar peque ño-burguesa, tanto en los esmerados jardincitos del frente, donde
v© el césped es elemento principal, como en la vereda, a menudo matizada con canteros y árboles de poda acaso excesivamente for­
oí malista.
En punto al tipo de sociabilidad que acompaña a este tipo puede arriesgarse la impresión de que sea por la arquitectura más

EA aSatoi®rlM8cgii<}§tiMlsa@gfn£¡j3©®n3u ascenso social, los barrios así configurados acusan una espontaneidad vecinal menor que su
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tí TJ
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cr »iá
> S 55 TRANSFORMACIÓN E N VN ÁREA SUBURBANA
tí -oT
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! produce una apariencia que podría llamarse exactamente de paisaje
rj c ^ en crisis’.
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re
O Si entendemos el término ‘crisis’ en su más prístina acepción
8 ¡¡v i? (/crisis, griego, del verbo krino = ‘decidir’) debemos asociarla a la
W C i-» 5 idea de momento de decisión, etapa de cambio, o de conversión,
J 5 » punto de aceleración de un proceso. Así, pues, es factible aplicar
— « C
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este concepto al paisaje humanizado, cuando en él aparecen ciertas
§ *i notas que invariablemente atestiguan una transformación violenta en
^ H í2
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plena curso. Podríamos dramatizar aún más la idea, al propio tiempo
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1> <&^ que enriquecerla, observando que la calificación propuesta corres­
í§ U • ponde a casos que representan en términos tangibles, una fase de
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53 «-2 máximo desacomodo entre el paisaje original —o meramente anterior—
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cr q £>eGo üa y el que se entrevé como relación final de las tendencias en juego.
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Q §C 1 B8 El ejemplo clásico sería el de lugares sometidos a la urbaniza­
>> < S 2y ^ S
J3 ej c ción más o menos espontánea —o caótica—, que de paisaje rural pasan,
« C3 2 *® a través de fases de conversión desequilibrada y contradictoria (des­
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O pectivamente conocidas como caserío, rancherío o arrabal) para, fi­
^tí T°3 nalmente, integrarse en paisaje urbano cabal. Los elementos que
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ti «} -2.
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« u'C a>.2—' configuran ese proceso espontáneo y caótico suelen ser: la indecisa
42 '5 9 c* «* c S¿
9^ -crt ‘C^ -2 relación entre vacíos y llenos —entre lotes edificados y sin edificar—;
o c</T> a3> cC 5 la incompleta provisión de servicios; la calidad provisional, precaria
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*« « .
E T3 o incompleta de muchas construcciones (materializada esta última en
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C0 la sala que espera ser edificada o en el piso superior previsto, pero del
^ cfl cual asoma solamente un proyecto de balcón, etc.); la destrucción
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7t2 V2 > ■*“* de añosas arboledas, junto con el estado prematuro de crecimiento
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2* fí o
de los pocos árboles nuevos no expresándose aún como conjunto;
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en la falta de prolijidad general de cercas y fachadas; la irregulari­
T/ C "3 dad en el equipamiento, de la cual se deriva la forzada adaptación
Oí ¿5 de viviendas a otras funciones y, por sobre todas las cosas, una
O Q> 8 Ü
U O o ^TJ indecisa zonización —o zonificación espontánea—, que, al incluir ge­
rO ^ O >>c neralmente la función industrial, determina una confusión y un con­
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S traste que, frecuentemente, aun cuando todas las demás caracterís­
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ticas anotadas evolucionan, permanece insoluble como si fuese un
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elemento difícil de asimilar por mero envejecimiento.
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P. o a oj Con relación al tipo y apariencia de las construcciones, es dable
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^ • - h q 0> verificar una sucesión seriada de soluciones que van de lo más pre­
^ íí 2 p««d k cario y económico hasta conformar niveles medios —burgueses—, cuan­
S-a'S-“L- 0 s ii -?.
fe « iJ' « •­ do no aparecen rasgos de ostentación y lujo —repitiéndose aquí y
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^ r ^ allá— y aun a lo largo del tiempo —sin variar fundamentalmente el
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c 'o 5 c V desenvolvimiento es típico y acaso privativo de los países de inmi­
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gración europea. El lado sociológico de la cuestión debemos dejarlo
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s ^ pr:- de lado por ahora, solo que no sin antes hacer una aclaración y es

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LA CIUDAD PAMPEANA

que entendemos como paisaje en crisis muchos casos de transforma­


ción del medio, ahora nos referimos a uno en especial, pero no
creemos indicado categorizar así el paisaje de la ‘villa miseria’, fruto
de movimientos migratorios internos —o sin ingrediente europeo— sin
el alcance de transformación dinámica, por innumerables causas que
no.es el caso enumerar aquí.
A diferencia de los otros ítems de este análisis histórico-geogvá-
1963
fico —la accesibilidad y las pautas de ocupación de la tierra— para
caracterizar el paisaje suburbano, hemos tenido que apelar a una
hipótesis de trabajo original, cual es la de fijar tres tipos básicos de
arquitectura urbana. Desde luego, y lo hemos advertido, al hacer
tal hipótesis, hemos superado la breve área del análisis, puesto que,
en este aspecto, quizá más que en ningún otro, existe un fuerte deno­
minador común en todo el Gran Buenos Aires, aunque varíen las pro­
porciones de los componentes.
Como puede notarse en las fotografías —tomadas rigurosamente
dentro del área de investigación y más particularmente en la localidad
de Hurlingham—, se ha intentado expresar el cambio dentro de los
géneros precitados como una manera más de hacer geografía histórica
al aire libre, esto es, frente a testimonios reales y tangibles que per­
miten la labor de reconstrucción del pasado geográfico manteniendo
la norma de realizarlo por cortes en el tiempo.

F ie . V . 1 0 . a E d ificació n continua

Fie:. V .IO .a . La función comercial se ha diversificado. A la vez se ha producido


la inevitable valorización de la tierra en los sectores centrales. Esto trae apare­
jado un mayor aprovechamiento de los lotes, sea por adición de por lo menos
una planta alta, usualmente destinada a vivienda, o bien utilizando para locales
de negocios no solo la parte del frente, sino el interior del predio, dando lugar
a las llamadas ‘galerías’.
Todo esto trae un gran cambio en la apariencia. Por de pronto revela un
nivel económico-social más elevado y lo que hace poco era descuido y negli­
gencia se transforma en emulación y, a veces, exagerada ostentación por con­
seguir fachadas y elementos ornamentales llamativos.
Aun donde este tipo se encuentra en pleno proceso de désarrollo es fácil
advertir su pretensión bajo la forma de- balcones o saledizos que prevén la
construcción de una futura planta superior.
No es dable esperar —ni se lo verifica— una armonía especial en la línea
de fachadas. La homogeneidad es harto relativa y teórica.

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Fie. V . I O . i ) E dificación discontinua

Fio V.IO.i). Curiosamente, después de un paréntesis ‘modernista' de techos


Fie. V . 1 0 .c- Edificación aislada
planos y formas desnudas, la teja reaparece como símbolo de prestigio donde
la pequeña clase media instala su residencia. La deformación de la 'casita
cúbica’ no alcanza a perfilarse como categoría definida — de allí que no se
la ilustre—, pues, aunque cubre vastas extensiones del suburbio, es un producto F ig . V .IO .c. A medida que el área suburbana se densifica, y en cierto modo
en gestación, con mayores aspiraciones y que no queda congelado salvo en el queda ‘conurbada’, es lógico que vayan tendiendo a desaparecer las viejas
caso de barrios construidos expresamente y de una sola vez. quintas y aun los ‘chalets’ rodeados de parque.
Esta edificación es primordialmente baja, aunque no excluye algunas habi­ Empero, no puede descartarse este género de edificación aislada, que sigue
taciones en planta alta. siendo pionera en sitios más periféricos.
Las viejas cercas de ligustro han cedido su paso a nuevos límites virtuales; Al respecto, debe advertirse que, aunque la época de mayor heterogeneidad
muretes y portones enanos que desechan todo gusto por la intimidad hogareña, estilística — o mejor, de carencia de estilo— ha pasado, la esporadicidad con
aunque no por ello la vida vecinal se proyecte espontáneamente sobre la calí". que se presenta este tipo hoy lo priva de una fácil caracterización. Acaso la
Parejamente al ascenso económico se ha operado una transformación social que única nota, más o menos distintiva, sea la perduración del alto cerco vivo
se unifica comparando este tipo en las tres fechas eje. ’ y un tratamiento más imaginativo y menos formal de los jardines con cierta
E l tratamiento de las aceras indica un grado de mayor refinamiento urbano tendencia a integrarse de algún modo a la arquitectura.
y, acaso, un celo que, a fuer de individualista, se transforma en colectivo por En todo caso, como residencia permanente, es un caso en desaparición
coerción social implícita o contagio. con contadas excepciones en distritos especiales, en los que cuenta con una
relativa garantía de homogeneidad que lo coloca en la categoría de vivienda
de alto nivel.

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