Está en la página 1de 7

INICIO COLUMNISTAS LIBROS VÍDEOS

El equívocamente llamado “Triángulo de Sabato”.


 / El equívocamente llamado “Triángulo de Sabato”.

 VisiónPaís /  junio 10, 2018 /  Sin categoría

El pensamiento latinoamericano de ciencia, tecnología y desarrollo.

Por Bruno Pedro De Alto

El pasado 4 de junio se cumplió el 94º aniversario del nacimiento de Jorge Alberto Sabato,
Jorjón, el físico y tecnólogo argentino más destacado de la Argentina. Junto a Amilcar Herrera y
Oscar Varsavsky fueron los referentes locales del hoy llamado Pensamiento Latinoamericano
de Ciencia, Tecnología y desarrollo (PLACTED). Su libro de Física para estudiantes secundarios,
su paso por CNEA y Segba, sus libritos sobre política en ciencia y tecnología, sus artículos en la
Revista Humor, y sus últimas contribuciones para una política de ciencia, tecnología y desarrollo
para la triunfante Unión Civica Radical en el retorno de la democracia en 1983, son obras y
tareas notables. Pero quizá su aporte más disruptivo, y aún influyente, es su breve artículo
equívocamente llamado “Triángulo de Sabato”.


INICIO COLUMNISTAS LIBROS VÍDEOS

En estas líneas, vamos a hablar del PLACTED, de Sabato y de su Triángulo.

Se señala y define como “pensamiento latinoamericano de ciencia, tecnología y desarrollo” a


una corriente ligada fuertemente a la reflexión y que nació de la práctica; que reunió a varios
tecnólogos y pensadores latinoamericanos que entre 1950 y 1970 llegaron por separado o por
articulación de prácticas a ideas similares sobre de como abordar en la región latinoamericanas,
políticas nacionales de desarrollo tecnológico, así como generar soluciones tecnológicas propias
en los ámbitos productivos locales.

Uno de sus protagonistas, Carlos Martínez Vidal, impulsó la investigación, recopilación y


síntesis de dicho pensamiento, que mantenía su temperatura al rescoldo de los jóvenes
protagonistas de ayer, hoy hombres maduros; de los escritos de sus teóricos y ejecutores ya
desaparecidos; y de las prácticas concretas que aún perduraban a la vista o en la memoria
colectiva; pero que fueron manifiestamente omitidas por el discurso único que relegó a
Latinoamérica como una región sin autonomía tecnológica y sin industrias propias. Es el
discurso de la dependencia que se instaló dolorosamente en Argentina desde 1976. Martínez
Vidal, discípulo y colaborador de Jorge Sabato, apenas empezado el siglo XXI, propició aquella
recuperación histórica en el ámbito del “Grupo Redes”, que se iría a constituir en un
antecedente valioso, sumado que a tiempos de la reindustrialización vuelven a conocerse y
resignificarse, y se constituyen en un verdadero acicate para el regreso de aquellas prácticas e
ideas, pero repensadas para diseñar nuevas formas de generación y difusión del conocimiento
para el desarrollo desde adentro o “autocentrado”. Como señala claramente Sara Rietti:

“De tal forma que todo ese acervo que es parte de nuestro patrimonio político y cultural, hoy es
retomado para constituirse en una plataforma desde la cual, aprovechando el proceso político
que se está dando en Latinoamérica, seguir avanzando por un camino que atienda a nuestro
contexto; en el marco de una realidad que nos resulta propicia, a pesar de ser particularmente

severa ya no sólo en el plano político sino también en cuanto a las condiciones de contorno, y en
INICIO COLUMNISTAS LIBROS VÍDEOS
un mundo que se tambalea acosado por la desigualdad, la crisis ambiental y el protagonismo de
los que hasta hace muy poco eran testigos sin voz y hoy la levantan convertida en un arma
poderosa para expresar sus demandas –muchas veces de un valor, originalidad y vigencia que
nos sorprende y moviliza–“.

Los trabajos de Redes sobre el Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y


Desarrollo recorren varias líneas destacables: el contexto y causa de su origen; su articulación
sin formalización; y sus logros y ejes conceptuales más relevantes. De esos trabajos se puede
extraer que luego de la Segunda Guerra mundial, y en concordancia con los procesos de
descolonización que se iban dando en una importante cantidad de países del tercer mundo, las
Naciones Unidas impulsaron procesos de industrialización en aquellos. Ese fenómeno en
América latina vino a observar la presencia de una incipiente pequeña industria local que nació
y fortaleció con las ventajas de la crisis del año 1929 o la Segunda Guerra Mundial; o medidas
estatales concretas. Su medida era la substitución de importaciones, y en buena medida esa era
también su debilidad:

“ (…) como es bien sabido, la industrialización de América Latina se realiza fundamentalmente


como un proceso de substitución de importaciones en los sectores de bienes de consumo y, en
menor medida, de bienes intermedios. Estas industrias son las que tienen en general, menor
demanda directa de investigación tecnológica. Las industrias de bienes de capital – que incluyen
las actividades de alta intensidad técnica, como electricidad, electrónica, química, etcétera –
son escasas, y en su mayor parte pertenecen a empresas extranjeras que realizan la ID en sus
países de origen”

En 1961 el gobierno de Estados Unidos, lanza una serie de préstamos para los países de la
región, para la creación de infraestructura e industrialización, con la manifestación de lograr
reducir las asimetrías señalas más arriba. Esta iniciativa fue conocida como la Alianza para el
Progreso y conllevó en pocos años un proceso de inversión extranjera con penetración de
tecnologías desconocidas en la región que empezó a desequilibrar al capital local. Esto fue
advertido por los economistas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL) y en un determinante artículo escrito en 1963 señalan la necesidad de que los
gobiernos locales intervengan en apoyo a la investigación tecnológica. Luego los cepalinos
aportarán, en aquellos años encabezados por el argentino Raúl Prebisch, ideas sobre el
tratamiento de la transferencia tecnológica y la protección del conocimiento, dado que se
empezó señalar a la tecnología como un valor transable, es decir introducir al conocimiento
aplicado en un ámbito económico.

La clave de la dependencia o autonomía tecnológica movilizará al conjunto de referentes que se


irán a constituir en varios grupos con diversos niveles de formalización y articulación entre si.
En los países vecinos de Latinoamérica se destacan Helio Jaguaribe y José Pelucio Ferreira de
Brasil, Máximo Halty-Carrère de Uruguay, Javier Urquidi y Francisco Sagasti de Perú, y Miguel
Wionzcek de México. En Argentina se destacan Amílcar Herrera desde su lugar de docente y
director en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA o como fundador de la
Fundación Bariloche; también – aunque vale decirlo con resistencias – Oscar Varsavsky desde
su lugar en el Instituto de Cálculo y sus periplos latinoamericanos; y por sobre todos, Jorge A.

Sábato y su colaborador Carlos Martínez Vidal, donde producen en la práctica en la CNEA un
INICIO COLUMNISTAS LIBROS VÍDEOS
verdadero modelo a imitar de como hacer desarrollar tecnología de manera autónoma.

Son tres experiencias diversas y apasionantes donde el recuerdo de Amílcar Herrera nos trae el
concepto que “la tecnología es cultura”, y que si la compramos sin tomarlo en cuenta, lleva
adjunto el modelo de sociedad para la que se produjo. O la fuerza aún hoy vigente y dicha con su
vozarrón tan personal Oscar Varsavsky de que estamos obligados a desarrollar otro “estilo
tecnológico” si la aspiración es apuntar a una sociedad diferente, es decir, una sociedad
socialista, porque Varsavsky observa que solo un cambio de sistema puede dar a la ciencia y la
tecnología un lugar legítimo en Latinoamérica.

En cambio, Sabato creía que a pesar de la existencia de una dependencia económica en la


región, había posibilidades para la implementación de estrategias para aumentar la autonomía
tecnológica de forma incremental. Es que a su favor jugaba la experiencia en la CNEA iniciada
en 1955 y que ha decir de Diego Hurtado esa experiencia “encarnaba una política de desarrollo
tecnológico que va tomando dimensiones de una política pública sectorial”. Es en esa
experiencia que Sabato logra conceptualizar su idea de que se debe conocer la tecnología lo
suficientemente bien como para poder tener capacidad de decisión tecnológica, que bien
describe cuando hace un repaso de su gestión en la CNEA en una entrevista para la revista
Ciencia Nueva. En función de ese concepto explicará allí, y relación a la decisión de fabricar en
Argentina los elementos de combustible del reactor de Atucha con aleación de zirconio, lo
siguiente:

Pero, de todas maneras, como en todas las otras tecnologías en que nos metemos, el objetivo
siempre es llegar a tener capacidad de decisión. Llegar un día a conocer la tecnología con
claridad suficiente como para poder decir: bueno, nos metemos o no, qué riesgo corremos y
cuánto vale ese riesgo, etcétera, etcétera. Y yo creo que es esto lo que estratégicamente
interesa para un organismo como la Comisión, o de cualquier tipo del sector público: que pueda
decidir per se dónde están los riesgos y dónde están las ventajas, para que no le vendan

buzones, que es lo que uno termina finalmente haciendo: comprando buzones, porque no sabe
INICIO COLUMNISTAS LIBROS VÍDEOS
lo que pasa. Ahora, la decisión está tomada, es decir: los elementos combustibles se van a hacer
en la Argentina. Esa decisión está abonada en varias cosas. Para empezar que, por suerte, desde
el año 1957, en los reactores de investigación —la Comisión ya ha hecho cuatro reactores de
investigación— (la Comisión nunca compró un reactor), siempre los elementos combustibles se
hicieron acá. De manera que fuimos adquiriendo una cierta experiencia y, por lo menos, y sobre
todo, una cierta confianza. Sabemos que es una tarea difícil; son espantosos los controles que
hay que hacer, etcétera, pero como lo hemos hecho en el pasado, tenemos ya alguna
experiencia. Estamos tratando de fijar una política nacional al respecto. No solamente
queremos hacer los elementos combustibles para Atucha, quisiéramos que esa fuera la piedra
fundamental de una política en materia de uranio.

Jorge Sabato hará otros dos aportes conceptuales trascendentes más, que a juicio de este autor
son valiosísimos a la luz de entender las claves de generar y construir prácticas concretas de
ciencia, tecnología y desarrollo autónomo. Serán en primer la idea de “paquete tecnológico” y en
segundo lugar, su afamado “triángulo”.

Para Sabato el conocimiento técnico – científico es una mercancía; por lo tanto se produce, se
distribuye, se vende, se compra, se exporta, se importa, se intercambia y “hasta se roba”. Por esa
afirma:

(…) tratar de manejar el problema de la producción de tecnología en el país no ya como derivado


espontáneo de la producción de conocimientos, sino como un objetivo específico del sistema
económico.

Pero si es una mercancía, ¿Dónde se produce? Y se contesta: en “fábricas de tecnología”, que se


detiene en caracterizar como espacios que deben entenderse como lugares donde el
conocimiento está aplicado en productos que se venden, aunque tomen la forma de un
laboratorio de investigación, no lo debe ser porque éstos solo se dedican a producir
conocimiento “per se”. Estos argumentos los utiliza para justificar la creación de la “Empresa
Nacional de Investigación y Desarrollo Eléctrico” que estaría vinculada a la empresa nacional de
electricidad SEGBA, y amplía con los ejemplos internacionales de la Bell Telephone Laboratory,
los laboratorios de Philips en Europa; y los casos argentinos de la CNEA y la División Electrónica
de Fate.

Cuando Sabato participa del proceso de negociación y desarrollo de la CNEA en 1964 para la
Central Nuclear de Atucha, logrando la apertura del paquete tecnológico total, no comprarlos
cerrados, sino desagregar de antemano los componentes que se podrían producir localmente a
través entonces de una “desagregación tecnológica”. Esto permite clasificar a las tecnologías
subyacentes en el paquete tecnológico global en tecnologías medulares y periféricas. A partir
de esto se puede planificar el aumento paulatino de la participación nacional en cada proyecto.
Con este modelo la CNEA logró pasar de un 42% de participación de tecnología nacional en su
primer Central de Atucha, a un 55% para su Central de Embalse.

Y estará el tercer aporte notable de Jorge Sabato, que como bien él mismo señala tiene
antecedentes, y luego reaparecerá en el modelo de la “Triple Helix”, aunque endulcorado sin las

implicancias políticas que anidaba por su concepción antidependentista.
INICIO COLUMNISTAS LIBROS VÍDEOS

El Triángulo de Sabato.

En el año 1968 Jorge Sabato y Natalio Botana elaboraron, en un artículo que denominaron “La
ciencia y la tecnología en el desarrollo futuro de América Latina”. El breve trabajo, solo unas 10
páginas, plasman un modelo que fue elaborado con el objetivo de proponer una estrategia que
permitiera hacer realidad la participación del país en los escenarios de prospectiva que se
daban para el desarrollo científico – tecnológica para el año 2000. No detenerse en los
obstáculos que se daban como obvios en el informe, sino proponer una alternativa de
intervención concreta, es decir, un “como hacerlo”. Entones se trataba de analizar como lograr
una capacidad técnico – científica de decisión propia a través de la inserción de la Ciencia y la
técnica en la trama misma del proceso de desarrollo; por lo tanto el aporte no fue producto de
desarrollos teóricos ni pretendió destacarse en esa condición. Tampoco los autores reclamaron
un lugar de originalidad, pues citan a un par de autores norteamericanos que ya habían
resaltado el sistema de relaciones público privado que habían impulsado los procesos de
innovación de aquel país.

El meollo del modelo propuesto es a sintetizar, a partir de la figura de un triángulo donde los
vértices y los lados representan a los actores y relaciones que intervienen en las actividades que
imbrican ciencia, tecnología y desarrollo en la sociedad moderna; que fueron analizas tomando
casos concretos de desarrollos tecnológicos y de proyectos nacionales de éxito.

Este es su postulado concreto:

Enfocada como un proceso político consciente, la acción de insertar la ciencia y la tecnología en


la trama misma del desarrollo significa saber dónde y cómo innovar. La experiencia histórica
demuestra que este proceso político constituye el resultado de la acción múltiple y coordinada
de tres elementos fundamentales en el desarrollo de las sociedades contemporáneas: el
gobierno, la estructura productiva y la infraestructura científico– tecnológica. Podemos
imaginar que entre estos tres elementos se establece un sistema de relaciones que se
representaría por la figura geométrica de un triángulo, en donde cada uno de ellos ocuparía los
vértices respectivos

Luego pasaran a definir cada uno de los vértices del triángulo.

La infraestructura científico – tecnológica es el siguiente complejo de elementos


articulados e interrelacionados: el sistema educativo que produce científicos, tecnólogos,
y auxiliares de la investigación; los laboratorios, institutos, centros, y plantas pilotos donde
se hace investigación; el sistema instituicional de planificación, promoción y estímulo; los
mecanismos que reglan el funcionamiento de las actividades y de las instituciones; y los
recursos económicos – financieros.
La estructura productiva son el conjunto de sectores productivos que proveen los bienes y
servicios que demanda una determinada sociedad.
El sector o vértice gobierno comprende el conjunto de roles institucionales que tiene
como objetivo formular y movilizar recursos de y hacia los restantes vértices, a través de
los procesos legislativos y administrativo. 
De esta manera, la novedad para la Argentina y Latinoamérica, es que la ciencia y la tecnología
INICIO COLUMNISTAS LIBROS VÍDEOS
debían abrirse a la participación de nuevos actores sociales como parte del complejo de
actividades en cuestión, de modo que al abrirse esa puerta se generaría innovación en los
procesos productivos. Y previó iba a ser resultado de la acción deliberada de determinadas
políticas públicas.

El trabajo de Sabato y Botana, hace una advertencia sobre las relaciones complejas entre
ciencia y empresa. Dirán allí:

“Las inter-relaciones de tipo horizontal son las más complejas de establecer, salvo el caso ya
señalado donde la infraestructura científico – tecnológica está adscripta a la estructura
productiva, dependiendo directamente de las empresas. Cuando se trata de actividades
diferenciadas no solo de acuerdo a su función sino también de acuerdo a su posición
institucional (por ejemplo una empresa que no realiza actividades de investigación frente a una
institución consagrada exclusivamente a tareas científicas) uno de los métodos más adecuados
para desbrozar el camino por donde circulan las demandas recíprocas, parece ser el de la
movilidad ocupacional, o transferencia recíproca del personal humano de uno a otro vértice”.

A medida que las dictaduras iban avanzando en Latinoamérica, los protagonistas del
Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo fueron perdiendo
protagonismo y muchos debieron exiliarse de sus respectivos países. Sus enfoques
emparentados al estructuralismo económico desarrollista y las teorías de la dependencia
quedaron señalados como factores de retraso y caos por el neoliberalismo de la Escuela de
Chicago.

 Actualidad Bruno Pedro De Alto Ciencia y Tecnología Educación Opinión

Compartir esta publicacion       

También podría gustarte