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INFIERNO A COSTA DE LA MODERNIDAD: CRÍTICA A UN MUNDO FELIZ

Renata Zamorano García

Un mundo feliz (1932), novela escrita por el británico Aldous Huxley, relata una sociedad en
donde los miedos se materializan en una humanidad fabricada para ser perfecta. Los derechos
humanos son lanzados por la borda, las ilusiones dejan de existir y las personas son diseñadas
para pensar a la par de los demás. Todos viven de acuerdo con un mecanismo diseñado a la
perfección para que nada salga de su sitio. Es una sociedad inhumanamente feliz.

La distopia que plantea Huxley, pese a parecer muy lejana a lo que como humanos desearíamos
para nuestra civilización, termina por no estar demasiado alejada de la realidad. Por un lado,
debemos recordar que la novela fue escrita hace más de 90 años, época en la cual distintas
cuestiones que a un Huxley de los años 30 le parecerían fuera de serie, hoy en día a nosotros no
nos parecen tan descabelladas. Las relaciones sin compromiso, el uso de distintas sustancias, las
dictaduras y el consumismo son cuestiones que observamos cada vez más seguido como
sociedades modernas. Sin embargo, así como hemos probado más libertad en ciertos aspectos,
también hemos caído en el espiral catastrófico del cual Aldous Huxley trataba de alertarnos.
Mucho se ha mencionado que esta novela estaba adelantada a su tiempo, y que era una ventana
para poder visualizar una realidad futura.

Huxley, mediante el uso de un lenguaje coloquial y en momentos técnico con la explicación de


los conceptos cientificistas, permiten una mejor conexión y entendimiento por parte del lector
moderno. Un mundo feliz (1932) ha trascendido a lo largo de los años de una manera favorable,
esto debido a que el lector del ahora se encuentra posicionado en un terreno no tan alejado de la
distopia del escritor británico. Por un lado, la sátira ha tomado sentido y parece ser una sentencia
directa a los dictadores actuales. Además de ello, los avances de los cuales temía Huxley en su
obra parecen tomar cada vez más forma, las bromas dejan de dar risa y los discursos juiciosos
ahora nos parecen conservadurismos. Sin embargo, aunque los años pasen y algunos temas
puedan parecernos banales, el discurso esencial de la novela de Aldous Huxley sigue provocando
nerviosismo en sus lectores. Las guerras, el manejo mental que la política y dictaduras ejercen, la
manipulación de masas y la ciencia que avanza a paso firme solo son una muestra de que en el
fondo, quizá, Huxley alertaba a un mundo del cual en el fondo temía. Un mundo real, un mundo
en el que la felicidad es tan relativa y manejable a voluntad de muchos.
Crítica Literaria II

Renata Zamorano García

—Porque nuestro mundo no es el mundo de Otelo. No se pueden fabricar coches sin acero; y no se pueden
crear tragedias sin inestabilidad social. Actualmente el mundo es estable. La gente es feliz; tiene lo que
desea, y nunca desea lo que no puede obtener. Está a gusto; está a salvo; nunca está enferma; no teme a la
muerte; ignora la pasión y la vejez; no hay padres ni madres que estorben; no hay esposas, ni hijos, ni
amores excesivamente fuertes. Nuestros hombres están condicionados de tal forma que no pueden obrar
de otro modo que como deben hacerlo. Y si algo marcha mal, siempre queda el soma. El soma que usted
arroja por la ventana en nombre de la libertad, señor Salvaje. ¡La libertad! ¡Suponer que los Deltas pueden
saber lo que es la libertad! ¡Y que puedan entender Otelo!

Huxley, 1932

A través de los años el mundo ha sido un terreno revolucionario que se ha modificado de manera
continua. Mientras el mundo cambia, las personas también lo hacen. El ser humano ha sido una
especie interesante e indescifrable a la vez. Sus deseos, ideales y metas han llevado a dos
caminos: Una unión de sociedades que constituyan una sola fuerza que busque el bien común
para todos. La otra opción, la cual se ha visto de manera constante a lo largo de la historia, es la
lucha de creencias de los diferentes individuos dentro de una misma sociedad.

Por naturaleza, el ser humano es arrogante y el sentimiento de estar insatisfecho le persigue antes
de irse a la cama. Esto ha derivado que el mundo esté en guerra constante los unos con los otros,
que las creencias se deban sobreponer y que las dictaduras aparezcan cada vez más en nuestras
sociedades. Al despertar vemos y escuchamos en las noticias los momentos críticos que
atravesamos como humanidad. La libertad se ve cada vez más fragmentada, los gobiernos ejercen
presión que se ve disfrazada de bienestar a los individuos y las sociedades muchas veces han
tenido que renunciar a sus derechos humanos para no verse perseguidos en una ejecución llamada
“una nación estable”.

Aldous Huxley, por medio del discurso ejercido por el personaje de Mustafá Mond a John y su
ilusión de un mundo libre, revela cómo el gobierno tuvo que condicionar a los seres humanos
para crear una sociedad “perfecta”, una que fue privada de su propia forma de pensar. Los deseos,
voluntades y diferencias que nos caracterizan como personas, terminan por llevarnos finalmente a
la ruina. Es por ello por lo que la felicidad es solo un atuendo que encubre toda una nación
similar a una máquina. Todos los engranes (Que en este caso son seres humanos fabricados por la
misma dictadura) cumplen una función predeterminada. Nadie tiene derecho a velar por un
interés propio ni a pensar diferente. La libertad es un lujo que tuvo que ser removido para ir en
búsqueda de una felicidad fabricada. Una que es impuesta y de la cual se desconoce a
profundidad su significado. El sacrificio al que debemos acceder para buscar nuestra
supervivencia intelectual y física deriva en la pérdida de nuestros hogares, valores, miedos y
propósitos. Nuestro valor como individuos se ve reducido a nuestro funcionamiento y utilidad.

Pese a nuestra naturaleza individualista, nuestro propósito en la vida es ir en búsqueda de esa


felicidad momentánea que pertenece a uno mismo. La misma que se logra venciendo los miedos
que solo a uno acongojan, pasando por los problemas que nos llevan a crear una identidad y que
desencadenan en logros que vitoreamos en una voz propia. La felicidad no puede ser fabricada
por una dictadura que decide vetar la identidad de los demás y crear una en conjunto. Pese a que
la sociedad perfecta parezca un sueño que a futuro muchos han logrado proyectar, la realidad es
que Huxley la muestra en su novela Un mundo feliz (1932) como una pesadilla en la que ir en
búsqueda de los sueños deja de tener sentido. Un mundo que dejó de sentir para ir en búsqueda de
una ilusión que terminó por robar lo poco que nos hacía sentir vivos.

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