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Prólogo

Debora Gorban

Un encuentro con una académica inglesa

La investigación puede parecer, en una primera instancia, una actividad


que transcurre en soledad. Sin em bargo, investigar es una tarea colectiva,
la construcción del conocim iento, y la posibilidad de hacernos preguntas
nuevas, precisa de esa reflexión conjunta, del diálogo, del debate, del inter­
cambio, de la cooperación y de poder desarrollar un trayecto investigativo
común. El intercambio con colegas, la lectura de otras investigaciones y la
puesta en común de avances resultan fundamentales para las condiciones
en que producimos conocim iento. En definitiva, todo lo que hacemos en
el marco de esta actividad no puede escindirse de ese pensar con otras y
otros. Este libro es traducido y publicado en la Argentina como resultado de
ese intercambio, que nace en un grupo de investigadoras del conicet y de
universidades públicas, quienes nos sumergimos en la lectura y discusión
del libro de Beverley Skeggs, entusiasmadas por habernos encontrado con
una investigación que recom a muchas de las preguntas que desde nuestros
estudios veníamos realizándonos. El trabajo, el género, la participación
y las trayectorias, la clase y las formas en que todas estas problemáticas
se anudan en las experiencias de las mujeres, que parecían, de acuerdo
con parte de la literatura existente, no tener centralidad en el “mundo del
trabajo” . Com o fruto de esos intercambios académicos, en 2014 dos cole­
gas y amigas francesas me hablaron sobre la fascinante investigación de
Beverley Skeggs. El interés com partido con Christelle A vril y M arie Cartier
sobre las experiencias de trabajo de las mujeres de clase trabajadora, el
estudio de las ocupaciones que las mujeres desarrollan en el marco de lo
que se conoce com o “ ocupaciones del cuidado” , m otorizó el intercambio

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Mujeres respetables. Clase y género en los sectores populares

de lecturas y discusiones del que surgió la recom endación ineludible del


libro de Skeggs. La pregunta que nos convocaba com o investigadoras era
comprender el mundo del trabajo desde la participación de las mujeres.
Es decir, nos preguntábamos, desde las realidades regionales que cada
una investigaba, si era posible vo lver a pensar procesos sociohistóricos,
abordados en su mayoría desde el punto de vista de los varones, dando
cuenta de las experiencias particulares de las mujeres en la construcción
de lo que se denom inan “clases trabajadoras” . En efecto, en distintas ca­
rreras de sociología y antropología nos encontramos con trabajos como
el de Paul W illis (2017), que se pregunta cóm o es que los chicos de clase
trabajadora obtienen trabajos de clase trabajadora. Esta excelente inves­
tigación, que también tiene lugar en Inglaterra, encuentra su correlato en
la investigación que da origen al libro que aquí presentamos.
Si bien diversos textos habían incorporado una mirada vinculada a
la fam ilia de clase trabajadora (H oggarth 2013; Schwartz, 2002, entre
otros), la centralidad del trabajo masculino y un tipo de trabajo industrial
aparecían com o rasgos distintivos a la hora de dar cuenta de las formas
de trabajo, las formas de inscripción social, la participación sindical, la
organización del trabajo. Es decir que un tipo de trabajo, desarrollado por
un grupo social específico, varones adultos, fue considerado com o el trazo
principal, casi excluyente de una realidad laboral. ¿Qué sucedía mientras
tanto con aquellas mujeres que desde muy temprano habían participado del
trabajo tanto industrial com o en los talleres familiares o en los servicios?
¿Quién hablaba de ellas? ¿Cóm o podíam os hablar del mundo del trabajo
si solamente se consideraba un aspecto de él? Si solo se contemplaba un
tipo de experiencia en el trabajo, ¿qué aportaba la experiencia de las mu­
jeres a esa configuración laboral?, a distintas configuraciones laborales. Ya
que, incluso, desde las ciencias sociales, en gran parte ese tipo de trabajo
industrial había m oldeado no solo el objeto de estudio sino los resultados
plasmados en perspectivas teóricas, es decir, los marcos desde los cuales
era interpretado. Los andamiajes teóricos resultantes de dichas indaga­
ciones reflejaban solo una parte de la historia. La sociología del trabajo se
origina en la referencia al trabajo industrial masculino; quienes trabajan
en la línea de montaje son varones, el tipo de organización del trabajo que
se estudia, analiza y conceptualiza tiene como protagonistas a trabajadores
varones. Los tiempos de la fábrica, los tiempos del trabajo son, en efecto,
los de estos varones de clase trabajadora. Otros trabajos, otras experiencias
que conform an el mundo laboral, quedan fuera de esa construcción ya
que ni mujeres ni disidencias aparecían com o protagonistas de las teorías

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Prólogo

clásicas que dieron form a a ese campo de estudios. De esta forma, lo que
queda en evidencia es que la teoría no es ajena a las condicionalidades de
género, clase y etnia, origen m igratorio, entre otras.
Es por eso que el texto de Skeggs resulta iluminador, nos invita a
conocer las experiencias de un grupo de mujeres de clase trabajadora
inglesa en un contexto marcado por el desempleo en la Inglaterra de la
década de 1980. La autora se pregunta por la manera en que construyen
su respetabilidad estas mujeres; se trata de una pregunta que le permite
realizar una elnografía que explora, desde la teoría feminista y cultural,
“ los procesos concretos por los cuales las mujeres ‘reales’ negocian y se
com prenden” (p. 24). La respetabilidad, nos dice Skeggs:

... es uno de los significantes de clase más ubicuos. Está presente en


nuestra manera ele hablar, en las personas con las que hablamos, en el
modo de clasificar a los demás, en lo que estudiamos y en cómo sabe­
mos quiénes somos (o no somos). La respetabilidad es normalmente
la preocupación ele aquellos que no son considerados respetables. No
nos ocuparíamos de la respetabilidad si las clases trabajadoras (tanto
blancas como negras) no fueran catalogadas sistemáticamente como
peligrosas, contaminantes, amenazantes, revolucionarias, patológicas
y carentes de respeto (p. 23).

En un próxim o apartado veremos cóm o fue vivida y abordada en países


com o el nuestro la problemática de la respetabilidad.
Su invesl igación se i nicia en un establecimiento de formación profesional
en el que se dictan cursos de cuidado (caring courses) y en el que ella misma
había enseñado de allí su contacto con la institución-, A partir de allí, la au­
tora sigue las i rayectorias de estas mujeres en el mercado laboral, en el ámbito
educativo y en la Ihm ilia, y también acompaña sus momentos de diversión. De
esta manera, el estudio comprende diferentes dimensiones de la experiencia
vital de las mujeres. Este aspecto constituye un dato fundamental de la investi­
gación, no solo por el tipo de perspectiva adoptada, la etnografía, sino porque
permite dar cuenta de una forma de comprender el trabajo y la formación no
de manera aislada de otras dimensiones de la vida, sino justamente como se
despliegan en el continuum cotidiano de las protagonistas. Y lo hace durante
un período extendido; doce años transcurren desde que inicia el trabajo de
campo hasta que finaliza su investigación. En este tiempo, las mujeres del
estudio atraviesan no solo ciclos formativos sino, fundamentalmente, distin­
tos momentos de sus ciclos vitales a lo largo de los cuales van modificando y
construyendo sus posiciones subjetivas y su respetabilidad.

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,Mujeres respetables. Clase y género en los sectores populares

Las mujeres de clase trabajadora, compañeras, hijas, nietas, de aquellos


obreros, protagonistas de otras investigaciones y estudios, aparecen en
prim er plano hablando de sus expectativas, sus formaciones, los trabajos
que realizan, la form a en que se piensan a sí mismas, las relaciones con
sus madres, con sus familias, la m aternidad. Necesariam ente, el trabajo
de Skeggs se despliega en las múltiples dimensiones que conform an esas
experiencias de vida.
Muchas investigadoras -d esd e la historia, la sociología, la antropolo­
g ía - han señalado la invisibilización de la? mujeres; esta ausencia-com o la
de las personas trans, travestís, lesbianas- no resulta a esta altura ninguna
novedad. Sin embargo, aun cuando cada vez existe un m ayor número de
investigaciones que apuestan a dar cuenta de un mundo com plejo en su
composición de géneros visibilizando formas, modos y prácticas laborales
que dan cuenta de experiencias no binarias, resulta fundamental construir
ese acervo de investigaciones que retratan esos otros mundos, esas otras
vivencias. Pero esas experiencias, para ser comprendidas, para poder ser
abarcadas, deben ser interrogadas desde una mirada que contemple las
múltiples intersecciones que las atraviesan de género, etnia, origen m i­
gratorio, identidad sexual y clase. En ese sentido, Skeggs es clara desde
el com ienzo; su estudio abarca un grupo específico de mujeres de clase
trabajadora, blancas, que habitan en una ciudad del noroeste de Ingla­
terra. Se trata de una investigación situada que da cuenta en su análisis
de las maneras particulares en que el grupo de mujeres experim enta las
demandas de respetabilidad.
Skeggs no oculta el lugar desde el cual habla, desde el que interroga
y escucha a esas mujeres: su posicionam iento social -q u e da cuenta de su
origen de clase, su recorrido académico, su lugar de académica fem inista-
no es solo un punto de llegada en su estudio, sino también una form a de
construir conocim iento socialmente situado: a quiénes y desde dónde. La
autora deja claro, a lo largo del recorrido que plantea en el libro, que esos
posicionamientos también están presentes en las construcciones teóricas
que resultan de su investigación:

El sector laboral de servicios de cuidado no es un nicho vacío del


mercado laboral que espera ser llenado (com o sostienen algunas
teorías sobre la clase), pero las trabajadoras del cuidado son construi­
das específicamente como femeninas. Esto se debe a la fusión entre
caringfor [cuidar a] y caringabout [preocuparse por] (Parker, 1980;
ver también el capítulo 3), que equipara específicamente el deber
femenino con el rol profesional. Más aún, el cuidado respetable se

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Prólogo

construye excluyendo la sexualidad, de modo que la sexualidad está


implicada en el proceso de estructuración sexuada de la división del
trabajo (Adkins, 1995) (p. 91).

La trama biográfica de la investigación

Beverley Skeggs nace en el seno de una fam ilia de clase trabajadora en la


ciudad de Middlesbrough, en el norte de Inglaterra, una región azotada
por las consecuencias de las políticas liberales del gobierno de Margaret
Tatcher. Ella misma realiza lo que denomina una trayectoria atípica para
la academia inglesa. Formada en la escuela pública, es aceptada en una
universidad de elite en el marco de lo que se denominaba “ program a de
ampliación” . Su propia historia, hasta que inicia sus estudios superiores,
no transcurre tan alejada de la realidad que atraviesan las mujeres de su
estudio. Com o ella misma relata en la introducción, su tía fue trabajadora
doméstica, su madre solo se aparta de esta actividad por ser más joven que
aquella. En ese sentido, cuenta, la búsqueda de respetabilidad también
signa las experiencias vitales de las mujeres de su familia, y la propia; o al
menos las expectativas que su padre y su madre tenían respecto al tipo de
respetabilidad que ella debía alcanzar. La m otivación que guía su estudio
es también, desde ese punto de vista, autobiográfica, generada desde sus
experiencias de m arginalización (p. 4 4 ).
El encuentro con las mujeres que asisten a los cursos de cuidado se
engarza con su trayectoria de vida. El tiem po que transcurre desde que las
conoce en los cursos, cuando tienen 16 años, no solo marca las vidas de las
mujeres, sino también la de la autora. Este es uno de los puntos más ricos
de su trabajo, en su análisis se plasma esta tem poralidad biográfica. La m i­
rada sobre el feminismo que descubre en sus diálogos con las protagonistas
del libro alimenta su propio punto de vista, no es la misma Skeggs la que
inicia su investigación y la que escribe el libro. En ese recorrido, las marcas
y posicionamientos de clase atraviesan la relación que construyen desde
un com ienzo. Posicionamientos que no son disimulados ni por la autora
ni por las mujeres del estudio. Una y otras, pero sobre todo estas últimas,
son conscientes de ese posicionam iento social, que está presente en los
intercambios que mantienen, en sus reflexiones sobre fem inidad, cuerpo,
belleza, moda, cuidados, heterosexualidad, las relaciones de pareja, fem i­
nismo, entre otras. La riqueza de esos intercambios atraviesa las reflexiones
del libro y la elaboración teórica de la autora. La respetabilidad y la fem i­
nidad com o categorías a la vez etnográficas, sociohistóricas y teóricas le

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Mujeres respetables. Clase y género en los sectores populares

perm iten a Skeggs recorrer y dar cuenta de las diversas formas en que las
mujeres se posicionan desde la clase, sus roles de género, su sexualidad, en
relación con ellas y con Otros significativos. Las construcciones subjetivas,
la form a en que las mujeres se arman en ese ju ego biográfico y relaciona!,
se despliegan en toda su com plejidad a lo largo de los distintos capítulos.
Uno de los rasgos más valiosos de este libro es, tal vez, que en ningún
m om ento la autora oculta las tensiones y conflictos presentes en esos
procesos de construcción subjetiva. Las' mujeres del libro están vivas,
se mueven, discuten, comparten espacios de form ación, de trabajo y de
placer. Las salidas, los encuentros fuera de la rutina laboral, resultan un
lugar de intensa apuesta subjetiva, pero también en el que las protagonistas
del libro ponen esa subjetividad en acto. Vestirse, arreglarse, maquillarse
para salir es el espacio en el cual se distancian de ciertas obligaciones, se
inventan a sí mismas, pero sobre todo comparten y se divierten. Lo que la
mirada de Skeggs nos muestra es, justamente, que, para poder dar cuenta
de esa trama subjetiva, de la manera en que se ju egan los posicionamientos
sociales para estas mujeres, no alcanza con un abordaje unidimensional.
La m ultiplicidad de espacios y de relaciones en las que acompaña a las
protagonistas del libro a lo largo de su investigación le perm ite construir
un análisis que no se cierra en preconceptos y prejuicios, ni de la autora
ni de sus interlocutoras.

Leer a Skeggs desde una universidad del conurbano

¿Por qué traducir la obra de una autora inglesa, que estudia mujeres
de clase trabajadora en Inglaterra en las décadas de 1980 y 1990, cuyo
trabajo se sitúa lejos del territorio de la Universidad Nacional de General
Sarmiento? Las preguntas que se hace Skeggs, la form a de mirar, escuchar
y com prender las vivencias de esas mujeres, la form a en que analiza esas
experiencias a partir de los conceptos de clase y género, constituyen una
mirada válida y necesaria para desplegar en estudios desarrollados des­
de la Universidad sobre el territorio en el cual está emplazada, com o los
diferentes equipos de investigación de la ungs hacen desde su creación.
Por otro lado, son pocos, com o dijimos al com ienzo, los estudios que se
interrogan acerca de las experiencias vitales, los sentidos, las formas de
construcción subjetiva de las mujeres. El trabajo de Skeggs no solo hace
eso, sino que lo hace desde una mirada respetuosa de sus percepciones
y m odos de vida, pero también provocadora. N o se queda en un análisis
confortable de los testimonios y registros de su investigación, sino que,

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Prólogo

durante su desarrollo, pone bajo la lupa las teorías y perspectivas que


conforman su marco de indagación. N o piensa solo desde la teoría, desde
el feminismo, sino que piensa y reflexiona con las mujeres poniéndose ella
misma en el centro de su cuestionamiento. Justamente cuando muestra de
qué manera el m ovim iento feminista es percibido, por las mujeres de su
estudio, com o una problemática alejada de sus preocupaciones cotidianas,
Skeggs no adopta una postura distante e ilustrada respecto de estas afir­
maciones, sino que, a parí ir de allí, vu elve sobre sus propias premisas para
cuestionarlas y cuesdonarse(nos). La proximidad y la distancia atraviesan
su propuesta m etodológica y teórica, es decir que construye una mirada
analítica desde el estar cerca y desde el diálogo.
La aproximación m etodológica de la autora constituye una preocupa­
ción central dentro de su obra tanto en términos epistem ológicos como
políticos. Sin perder fuerza teórica, el estudio de Skeggs manifiesta la
necesidad de tomar en serio lo que las personas que no form an parte de
los discursos hegemónicos mediáticos y universitarios tienen para decir.
Sin adoptar una m irada.“ miserabilista ni popular” , la discusión con el
feminismo, que se- extiende a lo largo de todo el libro, es ejem plo de la
perspect iva dialógica que la autora anuncia en el com ienzo y que no solo
recorre la investigación, sino que constituye un resultado de ella. Tom aren
serio la palabra de quienes son tradicionalmente relegados por no ocupar
posiciones de poder le permite dar vuelta esa mirada inquisidora y dirigir
la crítica non quienes no abrazan ideas y fundamentaciones que aparecen
com o “ inobjel ables” para algunas y algunos, sino hacia quienes las form u­
lan. En ese sentido, al referirse al rechazo que las mujeres entrevistadas
manifiestan sobre el feminismo, Skeggs afirma: “Raras veces adhieren a él,
porque raras veces el fem inism o se ha dirigido a ellas, las ha reclutado o
les ha pedido su opinión” (p. 242). Nuevamente, se trata no solo de aplicar
una perspect iva metodológica, sino de hacerlo respetando el punto de vista
de quienes vamos a importunar con presencias y preguntas. N o se trata
de una reflexión nueva dentro del cam po disciplinar, pero muchas veces
resulta difícil encontrar buenas investigaciones, rigurosas, que aporten
debates teóricos sólidos y que, al mismo tiempo, no dejen de reponer las
tensiones y confrontaciones que incom odan las perspectivas “ nativas” de
quienes hacemos investigación. Com o dice la autora:

Este libro muest ra cómo se puede transformar rotundamente la teoría


si se permite que otros participen en las discusiones. Las mujeres de
este estudio no son meras cifras a partir de las cuales las posiciones
subjetivas pueden ser descifradas. Antes bien, participan activamente

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.n |» •! ables. Clase y género en los sectores populares

1111 noel iieir el significado de las posiciones que ocupan (a regañadien-


les o voluntariamente) o se niegan a ocupar (p. 24).

La respetabilidad: una lectura transatlántica

Las categorías de respetabilidad y fem inidad resultan claves y concom i­


tantes en el desarrollo analítico del libro. Tal com o señala la autora en la
introducción:

La respetabilidad implica juicios de clase, género y sexualidad. Diferen­


tes grupos tienen un acceso diferencial a los mecanismos que permiten
generar, resistir y mostrar respetabilidad. Al utilizar la respetabilidad
como herramienta analítica, el libro apunta a reintroducir la noción
de clase en la teoría feminista (y ) cultural. Ello se debe a que la clase
como concepto y las mujeres de clase trabajadora concebidas como
grupo han prácticamente desaparecido de la agenda del feminismo y
la teoría cultural [en el momento en que Skeggs hace su investigación].
Sin embargo, como se mostrará en el libro, la categoría “mujer” es
siempre el producto de procesos que incluyen la clase, y clasificar pro­
duce efectos reales que son experimentados cotidianamente (p. 25).

Lo que nos muestra Skeggs, que tam bién resaltan autoras com o Scott
(1993), es que las discusiones sobre “ el problem a de las mujeres” en la
sociedad industrial -p ero que puede prolongarse más acá en el tiem po- no
tienen que ver con consecuencias o situaciones que atraviesan las mujeres,
sino con problemáticas para las sociedades en las que viven: la respetabi­
lidad no preocupa en tanto el objetivo sea “preservar la m oral fem enina” ,
sino en tanto esa “ ausencia” de respetabilidad pueda dañar a la sociedad
a la que pertenecen. N o importan las mujeres y sus experiencias subjetivas
salvo que su accionar pueda dañar el tejido social, la organización y la in­
tegración. Si las mujeres se ausentan de esos roles socialmente designados
para ellas, no amenazan su integridad m oral, sino la del conjunto social.
La ¡dea de respetabilidad para la mujer obrera, sostiene Scott, está
reservada para aquellas que no trabajan. Una form a de disciplinamiento
ligada a la división sexual del trabajo (reproductivo y productivo). Sin
'•mi'.-u g< i. el disciplinamiento de la mujer no es igual para todas las clases,
l " < • - ni ido. t <mío veíamos, la respetabilidad opera en el desarrollo del
a 11 ií 11■.I•<d r I,i a 111cira como un indicador de juicios de clase, género y sexua-
l " 1111 i " ........ mióle desplegar a lo largo del texto la serie de operaciones

l(>
Prólogo

que las mujeres realizan para escapar o resistir a las clasificaciones que
suponen dichos juicios.
Lo que plantea Skeggs en los primeros capítulos del libro, en relación
con la génesis de la idea de respetabilidad y la carga m oral de esta en
relación con las mujeres, muestra cóm o se intentó enseñar a las mujeres
de clase trabajadora e] placer por las tareas domestica:?. Los cursos de cui­
dado a los que asistían las mujeres apuntaban a que conocieran su lugar;
se construía así una idea de valoración social del trabajo doméstico no
remunerado com o m edio de reconocim iento social en tanto y en cuanto
les permitía sostener a sus familias. En ese sentido, Skeggs analiza estos
cursos como proveedores de

... posiciones subjetivas específicas que forman parte de un discurso


más amplio sobre el cuidado en el que las disposiciones, las actitudes
y los hábitos de las relaciones sociales del trabajo doméstico aparecen
como naturales y gratificantes; una solución digna y respetable al
problema del desempleo por la cual las mujeres pueden obtener va­
loración social al asumir la responsabilidad moral de la manutención
familiar del orden social nacional (p. 96).

Esta idea de c o n o c e r-y no salirse d e - su lugar es también trasladable a lo


que analizamos en el marco de nuestras investigaciones sobre el servicio
doméstico en la Argentina (Gorban y Tizziani, 2018). Las mujeres que se
desempeñan en el servicio dom éstico atraviesan múltiples conflictos y
confrontaciones con las empleadoras cuando, en palabras de estas últi­
mas, “ no se ubican” . Esta frase es utilizada para destacar una actitud de la
i rabajadora que, según la empleadora, representa un abuso de confianza.
Esto se vincula, sobre todo, con el uso de ciertos objetos o el acceso a de­
terminados espacios de las viviendas fuera del m om ento de la ejecución^
de las tareas de lim pieza que la trabajadora debe realizar. “ Conocer su
lugar” , entonces, refiere claramente a la aprehensión de una posición de
clase, un posicionam iento referido a las tareas, laborales y reproductivas, :
socialmente legítimas. Es por eso que la tarea moral de demostrar respe- !
labilidad es a la vez algo que las mujeres se esfuerzan por realizar, pero
que al mismo tiem po las aleja de su posición social com o mujeres de clase J
trabajadora. Com o dice Skeggs, se trata de un rol que no pueden cu m plid
sin traicionarse.
Por el contrario, si nos detenemos a analizar la manera en la cual la
respetabilidad opera com o signo en el caso de los varones, vem os que allí
el trabajo aparece claram ente com o el m edio a través del cual devenir un

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Mujeres respetables. Clase y género en los sectores populares

sujeto respetable a través de ser reconocido por sí mismo y otros, vía la


actividad laboral, para cumplir su rol de proveedores. Para las mujeres, esa
respetabilidad se juega de manera ambigua o, m ejor dicho, en la tensión
entre cumplir moralmente con los deberes socialmente asignados para el
cuidado y la im agen de buena trabajadora. Si el varón construye su inde­
pendencia e identidad en el trabajo, para la m ujer esa actividad resulta
complem entaria, excepcional y tem poraria (Scott, 1993; Queirolo, 2018).
Una identidad social que no puede asentarse en el mundo del trabajo d e­
bido a que las condiciones en las cuales la m ujer accede a él configuran un
lugar de subordinación para las mujeres tanto en relación con sus em plea­
dores com o frente a los varones de su círculo fam iliar (principalm ente los
bajo salarios, el tipo de tareas y la “ doble jorn ada” ) (Q ueirolo, 2018). El
estudio de Queirolo analiza justam ente cóm o estas condiciones operaban,
en el caso de las empleadas “ de escritorio” , poniéndolas en una posición
de desventaja respecto de los empleados, lo cual tenía, com o consecuencia
indirecta, el abandono del mundo laboral.
Desde la historia social se analizó y visibilizó el lugar de las mujeres
en el mundo del trabajo, principalm ente en el m undo industrial (Lobato,
2002; James, 2004), lo que perm itió dar cuenta de las condiciones en las
que las mujeres se incorporaron a un mercado laboral asociado fuertemente
al trabajo masculino. Las mencionadas características de bajos salarios,
puestos de baja jerarquía, doble jornada y tareas de baja com plejidad o
ligadas a las características “ naturalmente fem eninas” fueron descriptas y
analizadas en trabajos que han resultado centrales para la historia social
de las mujeres (Barrancos, 2010; Lobato, 2007; James, 2004; Wainerm an
y Binstock, 1992, entre otras). A lo largo del desarrollo del conocim iento
en el campo se han ido incorporando estudios centrados en aquellas ocu­
paciones y tareas vinculadas al trabajo dom éstico y servicios de cuidado
que dieron un nuevo impulso a los estudios sobre el trabajo reproductivo
(Allem andi, 2017; M allim aci, 2018; M allim aci Barral y Magliano, 2018;
Jaramillo Fonnegra y Rosas, 2014; Borgeaud-Garciandía, 2017; Tizziani,
2011; TizzianiyPereyra, 2014; PereyrayEsquivel, 2018; Gorban y Tizziani,
2018; Rosas, Borgeaud-Garciandía, Mallim aci Barral y Magliano, 2018, por
citar solamente algunos de los estudios realizados en la Argentina). El ver-
i iginoso crecimiento de los denominados estudios sobre “ cuidados” (ca re)
se enmarca en esa articulación. El libro que aquí presentamos antecede a
dicho surgimiento y resulta un aporte central ya que perm ite introducir
en este campo de debates la categoría de clase, que tantas veces resulta
ausente de las discusiones que allí se despliegan.

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Prólogo

En un contexto en el que cada vez más los roles de género son contesta
dos, desarmados, puestos en tensión, indagar la form a en que se articulan
y construyen los posicionamientos de las mujeres de clase trabajadora,
en términos de la clase, el género y la sexualidad, resulta un vital aporte
para poder seguir deconstruyendo, desde las ciencias sociales, los lugares
comunes que aún hoy, en plena m ovilización y marea feminista, siguen
insistiendo en sostener una forma de organización que aparece cada vez
más puesta en crisis.

Leer a Skeggs desde la Argentina del Ni Una Menos

H oy la necesidad y legitim idad de aplicar una mirada y perspectiva in­


terseccional se encuentra fuera de discusión, al menos en el ámbito aca­
démico. También en los espacios de la militancia feminista, en los que se
han incorporado sucesivas críticas y discusiones acerca de cóm o pensar y
construir un fem inism o que interpele e incluya a mujeres y disidencias de
diferentes pertenencias sociales y raciales. La pregunta que Skeggs plan­
tea en este libro y el abordaje que implementa resultan, en ese sentido,
absolutamente peí tinentos y actuales.
Si bien el libro responde a otro clima de época y a debates que tal
vez hoy aparecen saldados desde el m ovim iento feminista, nos interesa
recuperar el eje que recorre el capítulo 7, que resulta tal vez el disparador
principal de su indagación. Nos referimos a su planteo acerca de la distancia
que separa al fem inism o de las mujeres de clase trabajadora, del trabajo
cotidiano y constante de reflexión y debate acerca de la manera en que el
fem inism o se extiende más allá de su mundo de referencia. Dice Skeggs:
“ El sujeto del fem inism o no debe ser norm alizado, ‘alterizado’, invisibili-
zado o calificado de Inadecuado. Es un sujeto con una clase, una raza y un
sexo. Las mujeies de mi investigación reconocen esto, ¿porqu é entonces
no habrían de com prenderlo las académicas feministas?” (p. 245).
En gran pai le, la Argent ¡na representa un paso enorme en este aspecto,
principalmente a 11 avés de lo que significó y m ovilizó la Campaña Nacional
por el Derecho al Aboi lo Legal, Seguro y Gratuito. Desde 2018, la difusión
en medios ríe comunicación tradicionales, y en espacios antes cerrados a
todo debate que trajera consigo la pa labia feminismo, d é la discusión por
el aborto legal, p n minó no solo ampliar el horizonte de difusión posible
para el feminismo, sino también los canales de escucha e interpelación.
Si, com o dice Mar ía Pin López. (2019), al pensarnos desde los féminis­
me >s rec upe ra moN una voz. que os colect iva, a un cuando no sea homogène; i,

19
i * ,|pi i .ililes. Clase y género en los sectores populares

• ni -..i heterogeneidad reside la riqueza de su potencia, dicha heterogenei-


•l.u I si-plasmó en los debates instalados en el horario central de la televisión
d tirante 2018. Punto de quiebre en el que el mundo de la farándula em pezó
a nombrar, com o dice Carolina Justo von Lurzer (2018), con categorías
potentes sus experiencias personales y profesionales vinculadas a abusos
laborales, aborto, violencia de género, entre otras problemáticas que hasta
el m om ento estaban invisibilizadas, aun cuando se hacían dolorosam ente
carne en el cuerpo de las mujeres y disidencias. Skeggs dice: “ debemos tal
vez tomar más en serio el fem inism o popular: ¿cóm o reemplazamos las
formas de comprensión individualistas por otras que tengan en cuenta lo
social y lo económ ico y cóm o damos una expresión pública a esos aspec­
tos?” (p. 244). Tal vez esta pregunta, realizada en Inglaterra en la década
del noventa, com ienza a encontrar una respuesta en las m ovilizaciones
feministas de este milenio.
Este libro, publicado por una universidad pública y gratuita del co-
nurbano bonaerense en la Argentina, nos trae las voces y experiencias
de mujeres que habitaron un rincón de la Inglaterra de las décadas del
ochenta y el noventa. Pero, fundamentalmente, perm ite anudar esas voces
y las del fem inism o de ese m om ento a las del m ovim iento de mujeres y
disidencias que se hace ver y oír desde este lado del mundo. Traducir este
texto es, entonces, darles vo z nuevamente a esas mujeres y a la posibilidad
de que otras, más acá en el tiem po, las lean, discutan y se encuentren en
estas páginas. Y, en ese encuentro, potenciar una reflexión colectiva, que
se teje a través de diferentes países y contextos históricos recuperando
una historia propia, heterogénea y colectiva, que perm ita repensar las
herramientas teóricas y las estrategias políticas.

Referencias

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Prólogo

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22
In t r o d u c c ió n

Procesos, m a r c o s y m o t iv a c io n e s

Creo que mi ropa dice que soy una persona respetable.

Mary, 1992

Toda mi vida he querido decir “Mirá, soy tan buena como


v o sB u e n o, creo que ahora mi casa lo dice. Dice: “Lo logré,
soy una persona respetable y nopodés denigrarme”.

Yvonne, 1992

La respetabilidad <•••; uno do los significantes de clase más ubicuos. Está


presento on nuestra manera de hablar, en las personas con las que habla­
mos, en el m odo de clasificar a los demás, en lo que estudiamos y en cómo
sabemos quiénes somos (o no somos). La respetabilidad es normalmente
la preocupación do aquellos que no son considerados respetables. N o nos.
ocuparíamos de la respetabilidad si las clases trabajadoras (tanto blancas
com oncgt as)* no fueran catalogadas sistemáticamente com o peligrosas,
contaminantes, amenazantes, revolucionarias, patológicas y no dignas de
respeto. No sería algo deseable, algo que hay que demostrar y conseguir,
s in o s e la hubiese considerado una propiedad de “otros” , de aquellos que
eran valorados y legitimados. Si la respetabilidad no hubiese sido uno de

* Si bien en la v e i nióii oí igln.il del libro la milorn utiliza las mayúsculas iniciales para
mnrcai una distancia ir-.pn io <ti• las luí mas 1101 matizadas (ver Charles, 1992), en la
versión en espallol liemos decidido u tillzil las minúsculas puesto que esta manera de
destarar las eaiegot (as no resulta extendida en nuestra lengua. Sin embargo, se con­
servan las i ategoila'. blancas y urgías pata mantener las distinciones que refieren a
las marcas lucíales que son de uso ti relíenlo en la literatura anglosajona y que resultan
claves paia el análisis en téi minos de clase que plantea este libro. [N. de E.].

23
Mujeres respetables. Clase y género en los sectores populares

los mecanismos clave m ediante el cual ciertos grupos fueron alterizados y


patologizados, no sería el tema de este trabajo. Pocas veces es reconocida
como una cuestión importante para quienes son dotados de respetabilidad,
son norm alizados por ella y no tienen que demostrarla. Sin embargo, para
aquellos que son colocados y se posicionan a sí mismos frente al discurso de
la respetabilidad, dicho posicionam iento perm ite vislumbrar sus posibles
respuestas. Tal com o sucede en el caso de las 83 mujeres blancas de clase
obrera de este estudio etnográfico longitudinal, realizado en el noroeste de
Inglaterra, para quienes la respetabilidad es una preocupación constante.
La teoría feminista (y ) cultural abunda en teorías sobre identidades y
construcciones subjetivas, pero pocas de ellas exploran los procesos concre­
tos por los cuales las mujeres “ reales” negocian y se comprenden. Este libro
contextualiza los debates teóricos mediante una minuciosa investigación
etnográfica. Se basa en una investigación realizada durante un período
de doce años, que incluye tres años de observación participante a tiem po
com pleto en el terreno. La investigación com ienza cuando las mujeres es­
tudiadas se inscriben en un curso de cuidado a personas [ca rin g course] en
un establecim iento educativo de form ación profesional y sigue sus trayec­
torias en el mercado laboral, en el ámbito educativo y en la familia. En este
sentido, form a parte de lo que Marcus (1992) define com o una etnografía
m odernista que se concentra en cóm o las subjetividades se construyen a
través de una diversidad de lugares a lo largo del tiempo, perm itiendo el
análisis a largo plazo de movimientos, inversiones y posicionamientos en el
espacio social. Se inscribe dentro de la tradición de los Estudios Culturales
Británicos por cuanto los problemas teóricos, m etodológicos y políticos se
abordan con criterios empíricos y se les presta suma atención a los legados
históricos que dan form a a las representaciones contemporáneas. Este
libro se construye sobre la base de una diversidad de teorías feministas
y culturales para poder com prender la experiencia vivida de las mujeres
que habitan diferentes posiciones sociales y representaciones culturales.
En los últimos años ha habido una marcada tendencia a no prestar
atención a quienes no pertenecen al ám bito universitario. Este libro
muestra cóm o se puede transformar rotundamente la teoría si se permite
que otros participen en las discusiones. Las mujeres de este estudio no
son meras cifras a partir de las cuales las posiciones subjetivas pueden
sci descifradas. Antes bien, participan activamente en producir el signifi­
cado de las posiciones que ocupan (a regañadientes o voluntariam ente)
o se niegan a ocupar. Los debates m etodológicos sobre la producción del
conocim iento son centrales en el libro, que se involucra en debates más

24
Introducción. Procesos, marcos y motivaciones

generales sobre la reflexividad y la m etodología, al tiem po que explícita


también los procesos mediante los cuales las teorías se elaboran y se ree­
laboran a lo largo del tiempo.
Si bien la obra se centra en los intentos de un grupo específico de mu­
jeres por negociar cuestiones relativas a la clase, al género, a la hetero/
sexualidad, a la fem inidad, al cuidado y al feminismo, presenta por cierto
un abordaje más general. Cuestiona el m odo en que las feministas, los
teóricos sociales y los sociólogos han generado marcos conceptuales para
comprender cóm o las mujeres viven y se producen a sí mismas a través de
relaciones sociales y culturales. Las derivaciones del análisis particular pro­
porcionan un marco teórico fundamentado que puede ser aplicable a otros
g tupos (siem pre colocados en una posición próxima a la respetabilidad) }
1,a respetabilidad implica juicios de clase, género y sexualidad. Diferentes
grupos tienen un acceso diferencial a los mecanismos que perm iten gene­
rar, resistir y mostrar respetabilidad.*2 A l utilizar la respetabilidad como
herramienta analítica, el libro apunta a reintroducir la noción de clase en
la teoría feminista (y ) cultural. Ello se debe a que la clase com o concepto "
y las mujeres de clase trabajadora concebidas com o grupo han práctica­
mente desaparecido de la agenda del fem inism o y la teoría cultural. Sin
embargo, com o se mostrará en el libro, la categoría “mujer” es siempre
el producto de procesos que incluyen la clase, y clasificar produce efectos
reales que son experim entados cotidianamente.
Esta introducción traza un mapa de la centralidad de la respetabilidad
en el desarrollo de las categorizaciones de clases. Posteriorm ente, argu­
menta a favor de reinstalar el concepto de clase y se establece un marco
analítico para hacerlo. La última sección ofrece un resumen del libro y
expone las motivaciones que me llevaron a escribir el libro.

Distinciones respetables

La respetabilidad fue un mecanismo central mediante el cual surgió el


concepto de clase. Finch (1993) muestra que la categorización de grupos
sociales en Gran Bretaña y en Australia se elaboró a partir de la inter­
pretación del com portam iento de las mujeres en los barrios marginales
urbanos, clasificadas com o respetables o no respetables. Esta división,

' Duneier (1992), por ejemplo, muestra que en Chicago la respetabilidad también es
una preocupación central para los hombres negros.
2 Skeggs (1994c) muestra cómo un grupo de jóvenes raperas negras resisten a todos
los intentos de frenar su sexualidad a través de los discursos de la respetabilidad.

25
Mujeres respetables. Clase y género en los sectores populares

alega, se impuso gradualm ente com o una manera razonable de relación


e intervención en las vidas de las personas definidas poi su perlenencia a
laclase trabajadora; y N e a d (1988) muestra que en el siglo x i x los juicios
sobre la respetabilidad eran de suma importancia en las representaciones
visuales de la fem inidad y e n los juicios mondes sobre el aspecto físico
de las mujeres. Los juicios sobre la respetabilidad fueron igualm ente
importantes para la organización de los hogares de las mujeres, para el
cuidado de los niños y para el control que ejercían sobre los miembros de
la fam ilia. Esos juicios perduran, com ó lo demuestra Susan en su reacción
a las visitas del sanitarista:

Sabés que te están evaluando y te hacen todas esas preguntas indirectas


como si fueras una tonta que no sabe adonde quiere ir. Y salu-s que ellas
están pensando todo el tiempo “Es pobre, es inepta, no puede criar co­
rrectamente a sus hijos” y sabés que, hagas lo que hagas, ellos tienen el
poder. Para ellos nunca sos una persona apta, nunca estás a la altura de
sus estándares (Susan, 1992).

Tenes que estar evaluando todo constantemente: ¿es demasiado atrevido


esto?, ¿parezco unaputa?, ¿quépensará la gente? Cada ves que te ves
tís, tenés que pensar “¿se me ve muy vulgar?, ¿es muy indecoroso esto?,
¿parezco una perra?”, y eso te vuelve loca (Anne, 1992).

La respetabilidad siempre fue un m arcador y una carga de clase, un están­


dar al cual aspirar: en el siglo xix, Engels caracterizó el ideal de respetabi­
lidad com o “la cosa más repulsiva” , “ una conciencia falsa que penetra en
los huesos de los trabajadores” (1953: 522-523). La clasificación de y por
la clase trabajadora com o “vulgar” y “ respetable” tiene una larga historia
(verStacey, 1975). Se hicieron numerosos intentos -a menudo religiosos-
para “ rescatar” a las mujeres blancas pertenecientes a la clase obrera de
las garras de la no respetabilidad. N o ser respetable significa tener poco
valor social o legitim idad.
La respetabilidad también cumplió un rol central en el desarrollo de
la noción de “ inglesidad” [Englishness]. Fue un elem ento esencial para
d efin irlo que significaba pertenecer, tener valor y ser un individuo. Como
señala Strathern (1992), la respetabilidad era el m edio por el cual la m o­
ralidad se hacía pública y se consideraba un objeto de conocim iento. La
respetabilidad implica autoridad moral: quienes son respetables la tienen,
quienes no lo son no la tienen. Pero solo a ciertos grupos se los conside­
raba m oralm ente aptos y los demás debían ser controlados. Strathern
alega que el “ el prim er elem ento de la pertenencia a la filiación inglesa es

26
Introducción. Procesos, marcos y motivaciones

la individualidad de las personas” ; esta individualidad solo era accesible


para las clases medias. Se las definía en oposición a la falta de individua­
lidad de las masas. “ Individuos” eran las personas respetables, morales,
dignas, inglesas, blancas y las que no pertenecían a la clase trabajadora,
que podían ju zga r a los demás. La respetabilidad pasó a ser una propie­
dad de los individuos de clase m edia definidos por oposición a las masas.
Esta prim era descripción de las relaciones de clase en función de lo que
significaba ser un individuo digno y m oralm ente respetado proporciona
un legado y un marco conceptual para este estudio y para com prender el
deseo de respetabilidad en la actualidad. Si bien las relaciones de clase
han sido claramente reconfiguradas en distintos períodos históricos, aún
permanecen ciertas características centrales. Las clases trabajadoras siguen
siendo “masificadas” y marcadas com o “los otros” en las representaciones
académicas y populares en las que aparecen como patológicas: el uso cínico
de las madres solteras británicas, presentadas com o una amenaza al orden
social, para prom over las políticas de seguridad del Partido Conservador
(en el Congreso del Partido de 1995) y el uso de “Madres de la Asistencia
Social” [W elfare M others] y de “ Bebés del Crack” en Estados Unidos mues­
tran la facilidad con la que pueden reciclarse las construcciones teóricas.
De manera similar, el título “Las prostitutas de la asistencia social” utilizado
en las páginas de moda de la versión británica de M arie Claire muestra que
todavía se representa a las mujeres de la clase trabajadora apelando a su
sexualidad “desviada” .*
Las mujeres de nuestro estudio son conscientes de su lugar, de cómo
se las posiciona socialm enie y de los intentos por representarlas. Esa con­
ciencia subyace en lodas sus respu estas. Ellas operan a través de una forma
dialógica de reconocim iento: reconocen el reconocim iento de los demás.
Los reconocim ientos están impregnados de juicios de valor, y las mujeres
están siempre conscientes de los juicios de los otros, reales o imaginarios.
El reconocim iento de cóm o se nos asigna una posición es central en los
procesos de const moción subjetiva. A lo largo del libro muestro cómo las
experiencias de ser posicionada y clasificada (com o miembro de la clase tra­
bajadora, heterosexual, femenina, cuidadora [c a rin g ],* * vulgar, feminista,

* La autora refiere a la forma en que fue titulada ( “Council Estate Slags” , en el original)
en una revista ríe interés general y moda desl inada a mujeres de clases medias y altas
una nota sobre las mujeres perceptoras de asistencia social para la vivienda. [N. de E.].
** Hemos decidido conservar el término en el inglés original. La autora utiliza a lo
largo del texto los términos “carinf’ " o “care”. En este caso, ambos conceptos no refieren
a las discusiones y elaboraciones teóricas sobre el cuidado, sino al estudio empírico

27
i . n -.|n'(ables. Clase y género.en los sectores populares

. i, riera ) provocan diferentes respuestas que impactan en la construcción


subjetiva. Esos reconocimientos perm iten a las mujeres abrirse camino a
iravés de sistemas de clasificación, y medirse y evaluarse de acuerdo con
ellos. La investigación muestra de manera cabal que las posiciones que
ocupan raras veces les resultan confortables. Viven con incom odidad sus
posicionamientos sociales. El libro analiza la incóm oda sensación de estar
ubicado bajo signos a los que uno pertenece y no pertenece (Butler, 1992).
Los principales temas analizados en la obra son los siguientes: en
prim er lugar, los procesos de identificación y diferenciación, incluidos el
reconocim iento, la desidentificación, la disim ulación y la construcción
subjetiva; en segundo lugar, las cuestiones de localización, posiciona mié li­
to y m ovim iento a través del espacio y lugar sociales (aquí se prestará
especial atención a las cuestiones de acceso); en tercer lugar, la interroga
c ió n y la aplicabilidad de los conceptos y categorías utilizados aquí y más
generalm ente en la teoría feminista; y en cuarto lugar, el uso de distintas
form as del capital. Este capítulo com ienza defendiendo la reintroduccióii
del concepto de clase en la teoría feminista y cultural. Luego explícita los
marcos conceptuales utilizados en el resto del libro -sobre las metáforas del
capital y los procesos de producción su b je tiv a -y termina con un resumen
del capítulo y una breve explicación de las m otivaciones que me llevaron
a estudiar la respetabilidad.

Reintroducir la categoría de clase

Finch (1993) estudia cómo la categoría de “clase trabajadora” surge a partir


de conceptualizaciones elaboradas por la clase media. Esas conceptual i
zaciones derivan de la preocupación por el orden social y de los intentos
de la clase m edia de consolidar su identidad y su poder distanciándose de
“otros” bien definidos. La clase media, señala Finch, llegó a reconocerse a sí
misma a través de la diferencia: una diferencia que ella produjo m edianil'
la generación y distribución de representaciones de “ otros” diferentes.
Como observa McClintock:

I .as clases degeneradas, definidas como desviaciones del tipo humano


ñor mal, fueron tan necesarias para la autodefinición de la clase media
n tino lo fue la idea de degeneración para la idea de progreso, ya que
la i IIm nucía recorrida por algunas porciones de la humanidad en el

>1*1 o í .......ni" i..........ii'iiiilo educativo en los cursos realizados por las mujeres de la
ÍMv» ñiiuM. ímm |N «I* I |

28
Introducción. Procesos, marcos y motivaciones

camino del progreso solo podía medirse por la distancia de los otros
que quedaron rezagados (1995: 46).

Las conceptualizaciones de las clases medias se basaban en tecnologías de­


rivadas de la Ilustración, tales com o las encuestas sociales, la observación,
la fotografía y la etnografía, que form aban parte del proyecto de constituir
la “ razón” a través de la clasificación del com portam iento observable, lo
que Finch define como “la mirada clasificadora” :

Los temas a través de los cuales los observadores de clase media


trataban de comprender a los observados incluía referencias a las
condiciones vida en el espacio doméstico... comportamientos vin­
culados con el consumo de alcohol... el lenguaje (que comprendía
tanto el tipo de cosas de las que se hablaba como la manera en que se
hacía referencia a ellas, es decir, literalmente, los tipos de palabras
utilizadas), y la conducta de los hijos... Estas eran referencias morales,
no económicas (1993: 10; énfasis m ío).

Hacia fines del siglo x ix “la clase trabajadora” se había convertido en una
categoría que se podía conocer, m edir y organizar. Sus miembros podían
ser reconocidos y podían aprender a reconocerse mediante la categoriza-
ción: una categorización que al principio no tenía significado para ellos.
La importancia del em pleo de categorías morales, señala Finch, reside
en el hecho de que colocaba a las mujeres en el centro de la construcción
discursiva, ya que las observadas eran predom inantem ente mujeres. En el
centro de todas las articulaciones de la clase m edia se hallaba el concepto
discursivo de la fam ilia moderna, es decir, de clase media, según el cual el
com portam iento de las mujeres se interpretaba en función de su rol como
esposas y madres y se basaba en la responsabilidad, en el control de la
sexualidad, en el cuidado, la protección y la educación de los hijos y en su
capacidad para la vigilancia general de los hombres de clase trabajadora.
1,a observación y la interpretación del com portam iento sexual de las mu­
jeres de clase trabajadora con base en su aspecto físico cumplieron un rol
fundamental en las conceptualizaciones elaboradas por la clase media.
El culto de la domesticidad fue central para la autodefinición de las
clases medias y para la conservación de las ideas de una nación im peria­
lista. Sin embargo, el trabajo im plícito en su producción a menudo era
invisibilizado m ediante el uso de los “ sirvientes de abajo” [downstairs
servants]* (M cClintock, 1995). La autodefinición de las clases medias

* Se refiere a los sirvientes que, durante gran parte de la historia de Inglaterra, servían
a sus “señores y señoras” en las grandes propiedades. Realizaban la mayor parte de

29
Mujeres respetables. Clase y género en los sectores populares

también produjo, según McClintock, las categorizaciones de raza. Esas


categorizaciones se entrelazaban con las categorizaciones de clase a través
de la definición genérica de “ clases peligrosas” . A menudo, por ejemplo, se
describía a los sirvientes domésticos utilizando la iconografía racializada de
la degradación: el contagio, la promiscuidad y la brutalidad. Como observa
Engels ([1 8 4 4 ] 1958), “ una raza físicamente degenerada, despojada de
todo rasgo de humanidad, degradada, reducida moral e intelectual mente
a la bestialidad” (ibíd.: 33), que constituía “ una raza completamente sepa­
rada” (ibíd.: 361). Las descripciones de la degeneración doméstica, señala
McClintock, eran ampliamente utilizadas para resolver las contradicciones
dentro de la jerarquía del Im perio Británico.
En estas producciones históricas de clase puede ser localizada cualquier
representación de clase: el concepto de clase es una construcción discur­
siva e históricamente específica, un producto de la consolidación política
de la clase m edia que incluye elem entos de fantasía y de proyección. La
génesis histórica de las categorizaciones de clase proporciona marcos dis­
cursivos que habilitan, legitim an e implican desigualdades materiales. Las
conceptualizaciones de clase son tautológicas, ya que el posicionam iento
por m edio de categorizaciones y representaciones influye en el acceso a
los recursos económicos y culturales. Las construcciones discursivas son
reconocidas com o una form a de posicionam iento, y eso explica por qué
las mujeres estudiadas reaccionaron tan negativam ente al intento de
clasificarlas dentro de la clase trabajadora (ver el capítulo 4 ). 1km sido
posicionadas por el concepto histórico discursivo de clase y esto i iene un
efecto en el m odo de entenderse a sí mismas y a los demás.
El proceso largo y continuo de representar la clase i rabajadora no tuvo
su historia en la re-presentación de un original, de una realidad; sin embar­
go, la re-presentación continua de representaciones, que algunos leóricos
identifican com o un proceso de reiteración (en el que las representaciones
refieren continuamente a sí mismas m ediante la reproducción cotidiana),
produce efectos reales en las reacciones de las personas frente a ellas.
Pero las representaciones, com o muestra este trabajo, no se reproducen
en form a directa, sino que son resistidas y transfiguradas en su puesta en
acto cotidiana. Las categorías de clase no operan solo com o un principio
organizador que permite o restringe el m ovim iento y la interacción sociales,

sus tareas (cocina, bordado, tiempo de espera entre los servicios que prestaban en la
casa) en los pisos inferiores de la propiedad. A llí se extendía una serie de actividades
vinculadas con el sostenimiento de la domesticidad y la vida cotidiana de las grandes
propiedades y sus habitantes, casi como una ciudad subterránea. [N. de E .].

30
Introducción. Procesos, marcos y motivaciones

sino que también se reproducen en el nivel íntim o com o “ estructura de


sentim iento” (v e r Williams, 1961,1977), en la que la duda, la angustia y
el m iedo muestran la producción de subjetividad. Ser clasificado dentro
de la clase trabajadora, alega Kuhn (1995), genera un tem or constante a
no haber hecho nunca “ lo correcto” .
Si no se tiene en cuenta la im portancia de la posición de clase, no
pueden comprenderse muchos de los movim ientos de estas mujeres en el
espacio social, en el ámbito educativo, en la familia, en el m ercado laboral
y, especialmente, en la producción de su subjetividad. Sin embargo, el
concepto de clase ha casi desaparecido de los análisis feministas, incluso
de aquellos que sostienen una posición feminista marxista (ver, por ejem ­
plo, Hennessy, 1993).s Esto puede deberse a que, en el pasado, la mayoría
de los debates feministas se centraron en hacer análisis marxistas muy
detallados de la familia, del mercado laboral y del valor del trabajo domés­
tico (Breugel, 1979; Brenner y Ramas, 1984). O tal vez ha desaparecido
porque es muy difícil definir la clase. Por ejem plo, cuando hablamos de
clase, ¿nos referim os a estructura de clase, identidad de clase, conciencia
de clase, acción tic clase, etcétera? También se plantean otras preguntas
difíciles: ¿cóm o se relaciona la clase con la división sexual del trabajo?,
¿es una causa o un efecto? ¿Las feministas han evitado la noción de clase
porque es i mposible med iría con exactitud? (ver un resumen de los debates
en Crompton, 1993). ¿O es que las personas que escriben y representan
actualmente la teoría cultural (y ) feminista no experim entan o vivencian
la clase de manera tan inmediata com o el género? Es posible que no lo
reconozcan com o un problem a aquellos que tienen el privilegio de poder
ignorarlo.'1El abandono del concepto de clase en la teoría feminista, señala
M cRobbie (1982), ha tenido una importante función: la de perm itir que se
investiguen ot ras esferas de la vida de las mujeres, tales com o el Estado y
el derecho. Pero parece que han arrojado al bebé junto con el agua de la
bañera. Abandonar la clase com o herramienta teórica no significa que ya
no existe, sino solamente que algunos teóricos no le dan valor. No significa
que las mujeres experim entan la desigualdad de una manera diferente,3 4

3 Esto puede tener que ver con diferencias nacionales. En Estados Unidos la clase
nunca fue tan importante para las feministas como en Australia, Canadá, Irlanda y
Gran Bretaña.
4 Un tenia fundamental en estos tiempos de reestructuración de la educación superior
en el Reino Unido. Solamente quienes pertenecen a las universidades privilegiadas
dedicadas a la investigación tendrán tiempo para publicar. Serán esas personas las
que representarán el feminismo académico (verSkeggs, 1995c).

31
i, i,, i. i espetables. Clase y género en los sectores populares

mío que les va a resultar más difícil identificar y cuestionar la base de la


desigualdad que experimentan. La desigualdad de clase existe más allá de
su representación teórica. El m ovim iento de la teoría feminista desde una
perspectiva marxista hacia posiciones influidas por la literatura se asemeja
a un m ovim iento de clase, por el cual la teoría feminista “ ha subido de
categoría” haciendo uso del capital cultural de quienes han tenido acceso
a la “ alta cultura” y a la educación superior. En algunos casos, la teoría
feminista se ha convertido en un vehículo para exhibir la “inteligencia” y
ocultar las desigualdades que perm iten la producción y exhibición de esa
“ inteligencia” .
La deserción del concepto de clase se ha dado en diversos ámbitos aca
démicos. Quienes protagonizaron ese abandono ignoran los fenómenos tic
clase o bien sostienen que es una cuestión “cada vez más superflua” (por
ejemplo, H oltonyTurner, 1989,1994). Este abandono se ve reforzado por
los editores que me dicen que “ la clase no vende” . Crompton (1993) define
la deserción com o el equivalente sociológico del “ nuevo individualism o” ,
un m ovim iento que aparece en muchas teorías posmodernas (Callinicos,
1989; Skeggs, 1991c). Curiosamente, la raza no es desechada y tratada
como un dinosaurio estructuralista. Un gran número de teóricos posrno
dernistas rechazan la noción de clase por considerarla un concepto estruc­
turalista, una reliquia del m odernism o que no sirve para viajar a través de
las diferencias, liberados del peso de las estructuras o las desigualdades.
En muchos lugares, el concepto de diferencia ha venido a reem plazar el
concepto de desigualdad (verM ayn ard, 1994). H arvey (1993) destaca la
ironía de este hecho en un m om ento en que los intereses económicos esl án
operando como una clase que utiliza al Estado com o un instrumento de
clase (Edsall, 1984).5 Otros teóricos abandonan el análisis en términos de
clase apelando a pruebas empíricas que muestran que la importancia de la
clase ha disminuido. Por lo general utilizan estudios sobre movilidad social,
de acceso a la educacióny de comportamiento electoral para “ demostrar” la
declinación de la clase. Goldthorpe y Marshall (1992), sin embargo, alegan
que esos mismos datos empíricos pueden servir para demostrar que la clase
■igue siendo importante en cuanto m edio significativo de diferenciación
■•<ici.il, y Warde (1994) señala que la tesis de la “ declinación de la clase”
< • moi mal mente una form a de especulación con poco sustento empírico.

11 “ > v i i1<•j i) •.rn.il.i que, mientras el gobierno republicano de Estados Unidos y el


H"111........ 1■ I Imii lii-i I.ini,aban una guerra de dase sin cuartel contra los sectores menos
i " 11« m* ti |<•a 'I.uh 'hi (ver, por ejemplo, Segal, 1991, sobre la feminización de la
|»'l<M|# «l lim i< "Ui m iiii ,intente privilegiados afirmaban que la clase no importaba.
Introducción. Procesos, marcos y motivaciones

N o obstante, la búsqueda de un térm ino más apropiado desvía la aten­


ción de la explotación. Además, cuando se produce un abandono, debemos
preguntarnos de quiénes son las experiencias silenciadas, de quiénes son
las vidas ignoradas y de quiénes son las vidas consideradas dignas de
estudio.6 También debemos pensar en la relación entre responsabilidad
y conocim iento: ignorar o invisibilizar las clases significa renunciar a la
responsabilidad (a través de los privilegios) de los efectos que ello produce.
Pensar que la clase no importa es solo una prerrogativa de aquellos que
no se ven afectados por las privaciones y exclusiones que ella produce. La
invisibilización de la clase corresponde a un estadio histórico en el que
se asegura la identidad de las clases medias. Hubo un tiem po en que el
concepto era considerado necesario por las clases medias para mantener
y consolidar las diferencias de poder: su reciente invisibilidad muestra
que ahora esas diferencias están institucionalizadas, legitimadas y bien
establecidas. De m odo que, en lugar de abandonar el concepto de clase
y de declararlo una configuración reaccionaria, quiero reelaborarlo para
mostrar que es una característica esencial de la subjetividad, una especi­
ficidad histórica y un factor de la lucha por el acceso a recursos y modos
de ser. La clase no solo determina la producción de la subjetividad de las
mujeres estudiadas, sino que es un elem ento central en todos nosotros,
aun cuando no nos sintamos limitados por ella y elijamos no reconocerla,
o la evitemos m ediante desidentificaciones y disimulaciones.
La siguiente sección sobre las metáforas del capital proporciona un
marco teórico que subyace en cada uno de los capítulos del libro. Se elige
ese marco por su poder explicativo para comprender las intersecciones
entre clase y género en la producción subjetiva. Permite realizar un análisis
que pueda com prender las contradicciones y las inversiones en el espacio
y el tiempo. El marco teórico se presenta aquí de manera tal que cada uno
de los capítulos siguientes pueda desarrollar los matices relacionados
con cada form ación diferente de cuidado, feminidad, clase, fem inism o y
sexualidad. Cada capítulo m odifica el m arco según la especificidad de su
análisis, pero en última instancia es el fundamento arqueológico sobre el
cual está construido el libro.

6 Walkerdine y Lucey (1989) afirman que la clase trabajadora fue abandonada por­
que no logró realizar su potencial revolucionario, que era esencialmente una fantasía
proyectada por la clase media. En los últimos tiempos, el centro de la investigación
sociológica pasó a ser la clase media (ver Savage et a l, 1992).

33
Mujeres respetables. Clase y género en los sectores populares

Marco: metáforas del capital

Bourdieu (1979, 1986, 1987, 1989) propone un m odelo de clase basado


en m ovim ientos de “ capital” en el espacio social. La estructura de ese
espacio está dada por la distribución de las diversas formas de “capital” ,
por la distribución de sus propiedades, propiedades que son capaces de
conferir fuerza, poder y, en consecuencia, ganancias a quien lo posee. El
m odelo perm ite además analizar la m icropolítica del poder. A partir de
él se puede observar cóm o la form ación de clases opera ent re esl ruci tiras
abstractas y aspectos concretos de la vida cotidiana, y cómo, debido al
cambio constante, la form ación de clases es necesariamente parcial (Sayer
y Walker, 1992). Para Bourdieu, la clase no es una esencia ni un conjunto
indeterm inado de significantes fluctuantes, sino una definición impuesta
arbitrariamente que tiene efectos sociales reales (M oi, 1991). Identifica
cuatro tipos distintos de capital: económ ico, cultural, social y simbólico.

1. Capital económico. Incluye ingresos, riqueza, herencias financieras


y activos m onetarios.7

2. Capital cultural. Puede existir bajo tres formas: en el estado incor­


porado, es decir, bajo la form a de disposiciones duraderas de la
m ente y el cuerpo; en el estado objetivado, bajo la form a de bienes
culturales, y en el estado institucionalizado, que se observa en cosas
tales com o los títulos escolares. Los discursos de la fem inidad y la
masculinidad son apropiados y pueden utilizarse com o recursos
culturales. Esto no quiere decir que las relaciones de género sean
exclusivam ente culturales. N o lo son. El capital cultural existe
solamente en relación con una red de otras formas de capital. El
género comporta distintos montos de capital simbólico en contextos
distintos.8

7 No debe confundirse con las teorías de W right (1985,1989) y Savage et al. (1992),
que definen los activos como bienes, habilidades o activos organizacionales. Savage
(1992) sostiene que los activos organizacionales son intrínsecamente vehículos del
poder masculino.
8 M oi (1991) sostiene que, dado que el género nunca aparece en un campo propio
y “puro”, no existe algo así como un “capital de género” puro. El capital en ju ego es
siempre el capital simbólico pertinente al campo específico en examen.

34
Introducción. Procesos, marcos y motivaciones

3. Capital social. Son los recursos basados en conexiones y pertenen­


cia a grupos. Es un capital generado por las relaciones.9

4. Capital simbólico. Es la form a que adoptan los diferentes tipos de


capital una vez que son percibidos y reconocidos com o legítimos.
La legitimación es un mecanismo clave para la conversión en poder.
El capital cultural debe ser legitim ado antes de poder tener poder
simbólico. Debe ser considerado com o legítim o antes de poder
ser capitalizado. Todos los capitales varían según el contexto. Así,
las personas son distribuidas en el espacio social total según el
volumen global de capital que posean, según la composición de su
capital, según el peso relativo de las distintas formas de capital en
el volum en total de su capital y según la evolución en el tiem po del
volumen y la composición del capital de acuerdo con su trayectoria
en el espacio social.

El espacio social que ocupamos fue generado históricamente. Si se introdu­


ce la transmisión del capital a lo largo del tiem po (es decir, en la fam ilia a
través de las generaciones), podemos observar cóm o al nacer ingresamos
en un espacio socia I heredado del que proviene el acceso y la adquisición de
cantidades diferenciales de capitales. Por el hecho de haber nacido en un
mundo donde hay relaciones de género, clase y raza, ocupamos posiciones
sociales asociadas con ellas, tales com o “ mujer” , “negra”, “clase trabajado­
ra” (M oi, 1991). También heredamos formas de entender; heredamos los
significados asociados con las posiciones sociales y con las posiciones en el
conocimiento. Cada i ipo de capital solo puede existir en las interrelaciones
de las posiciones sociales, que permiten o limitan el acceso a los capitales.
Esas posiciones adquieren una significación de género -a sí com o de clase,
de raza y de sexo- a l ravés de la circulación del capital.
Las relaciones sociales de capitales en las que nacemos y nos movemos
son el producto histórico de las luchas por los recursos y el espacio. El gé­
nero, la clase y la raza no son en sí mismos capitales, sino que, antes bien,
constituyen las relaciones en las que los capitales se organizan y se valoran.
La “masculinidad” y la “ blancura” , por ejem plo, son formas valoradas (y
norm alizadas) del capital cultural.10*

9 M oi (1991) ofrece un ejemplo excelente en el que muestra cómo la relación de Simo-


ne de Beauvoir con Joan Paul Sartre hizo crecer la totalidad de los capitales de ella.
10 Bourdieu (1980) sostiene que la etnicidad y el género tienen funciones diferentes.
La etnicidad, según él, distribuye a sus miembros en clases sociales según su ubicación
en la jerarquía de grupos ét nicos, mientras que el género opera como un mecanismo

35
i,, n i impotables. Clase y género en los sectores populares

Nur.siras posiciones sociales influyen en nuestros m ovim ientos y


micNiias relaciones con otras posiciones sociales y, en consecuencia, en
11 uestra capacidad para seguir capitalizando los activos que ya tenemos. Por
ejem plo, si nacimos en el seno de una fam ilia blanca de clase trabajadora
con pocas cantidades de capital cultural percibido históricamente com o
legítim o (com o, por ejem plo, el capital cultural de los “chicos” estudiados
por W illis que era la dureza física del macho, o la fem inidad de clase obrera
de las mujeres investigadas en este estudio), la capacidad de comerciar
con ese activo se verá lim itada por la división del trabajo y por los valores
ya adscriptos a los activos específicos generados a través de la histórica
lucha simbólica. Los “chicos” encuentran que su fuerza física tiene poco
valor en una econom ía predom inantem ente de servicios. Sin embargo, a
pesar de su incapacidad para intercambiar esa masculinidad en el contexto
de la división del trabajo, pueden utilizarla para obtener poder (pero no
capital) en las relaciones con las mujeres. Del mismo m odo, las mujeres
estudiadas (com o se muestra en el capítulo 3) tenían a los 16 años solo
un capital lim itado para intercambiar -su capital cultural fem enino y
eso solo era convertible en un m ercado laboral decreciente o en trabajos
impagos de cuidados voluntarios o en la fam ilia. Cuando comercializaba n
su fem inidad y su aspecto físico en el m ercado matrim onial (ver capítulos
5 y 6), eran capaces de obtener a cambio más poder, pero solamente en
el marco de relaciones interpersonales, sin tener acceso a un poder insl i
tucional más amplio. El intercambio de fem inidad, sin em bargo, también
las involucra com o objeto de dicho intercambio. Las mujeres solo tenían
recursos lim itados para intercam biar; su capacidad para increm eniar
sus activos, para convertirlos a fin de obtener una ganancia material, era
muy limitada. Diversos factores “ fam iliares” , que tienen influencia en las
distintas formas de capital, también conllevaron limitaciones, ya que un
porcentaje im portante de mujeres jóvenes (e l 28 por ciento) tuvo que
enfrentarse a padres abusadores, hogares de menores, padres adoptivos,
padres separados o divorciados, que deterioraron gravemente su capacidad

a, 1 1íni i ¡luición dentro del grupo social. En esta formulación, el género es una carac-
i•'11 •.i o a MTimdnria y el capital permanece neutro. Sin embargo, McCall propone
" " 1I' ■mi.i .iliem.iiiva deBourdieu, que se basa en su interpretación délos capitales
■....... un <«i |><.i.idos para sugerir que las disposiciones están determinadas por el
.......... a t' 'l i 'l ’"''ieii>nesdegénerosonensím ism asform asdecapital,esdecir,de
<iipiiiil ‘ nlimili li menino incorporado. Las disposiciones de género son constitutivas
•I** t i ' un u n , ' i. luí y no derivan de ella (1992).
Introducción. Procesos, marcos y motivaciones

de acumular capital en diferentes ámbitos. Esto significa que esas mujeres


nunca estuvieron en igualdad de condiciones ‘*aíj
Las metáforas economicistas de Bourdieu son útiles para comprender
cómo el acceso, los recursos y la legitimación contribuyen a la formación de
las clases. Por ejemplo, podem os com prender que aquellos que poseen un c-
pequeño volum en de capital cultural tendrán dificultades para increm en­
tar su composición y, en consecuencia, tendrán una trayectoria limitada.
/ Para evitar relativizar las distintas formas de capital, hay que comprender
7 los mecanismos por los cuales se habilitan o se restringen las diferentes
\ formas de capital. Debemos conocer cóm o las estructuras generadas his­
tóricamente de m ovimientos previos de capital -co m o las del mercado
laboral y el sistema educativo- institucionalizan, es decir, proporcionan
espacios para la capitalización de diferentes formas de capital. El capital
incorporado, com o la apariencia física, por ejemplo, puede ser capitalizado
en los mercados laboral y m atrim onial (com o se muestra en el capítulo 5).
Las posiciones de clase no son solo formas relativas en el espacio social,
son posiciones institucionalizadas: el capital cultural de la clase media
puede ofrecer ganancias sustanciales en el mercado laboral. El capítulo 2
estudia las luchas simbólicas e históricas que institucionalizaron el cuidado
com o una form a de fem inidad de la clase trabajadora con acceso lim itado
al capital económ ico. El capítulo 3 muestra cóm o esas luchas simbólicas
se institucionalizan a través de la provisión de un número reducido de
posiciones subjetivas disponibles.
Pero debemos recordar que las diferentes formas de capital identifi­
cadas por Bourdieu son esencialmente metáforas, no son descriptores de
posiciones empíricas.11 Son útiles, com o señala M oi (1991), porque nos
permiten identificar los intereses y beneficios de determinados grupos. Sin
embargo, en La distinción (1986), obra en la que despliega esas m etáfo­
ras, Bourdieu codifica las conductas de una manera fría y mecánica, que
impide percibir los placeres y el dolor asociados con el género, la clase y
la sexualidad. Este libro no oculta los aspectos afectivos de la desigualdad.
Son las lú c M s ^ im ^ llc a ^ á s qüe^permiten la reproducción de las
desigualdades en el capital. A l analizar el acceso y la legitim ación de
las formaciones culturales se puede observar cómo el capital cultural se
convierte o no en capital simbólico, y por consiguiente, cóm o se generan

11 Según A. Young (1990), en el proceso lingüístico llamado metáfora, ciertas propie­


dades de una cosa son trasladadas e impuestas a otra de modo tal que se escribe o se
habla de la segunda como si fuera la primera. Este proceso implica tanto una sustitución
como un desplazamiento. Nunca es una mera descripción.

37
Mujeres respetables. Clase y género en los sectores populares

las desigualdades y la sistemática pérdida de poder. El capital simbólico


es poderoso: genera poder. Si el capital cultural de una persona es des­
legitim ado, entonces no puede ser com ercializado com o un activo, no
puede ser capitalizado (aunque puede conservar significado y valor para
el individuo) y su poder es lim itado. La fem inidad, por ejem plo, puede
considerarse una form a de capital cultural. Las mujeres son alentadas a
ocupar y usar una posición discursiva basada en las relaciones de género.
Su uso está determ inado por la red de relaciones sociales de clase, de
género, de sexualidad, de región, de edad y de raza que aseguran que
será adoptada (y resistida) de distintas maneras. Mient ras que es posible
com ercializar la masculinidad más fácilm ente y con mejores ganancias
en el m ercado laboral (los hombres todavía poseen la mayoría de los em ­
pleos en el m ercado de trabajo prim ario, por ejem plo), la capacidad de
capitalizar la fem inidad es lim itada. Solo provee un acceso restringido a
formas potenciales de poder.
La feminidad puede utilizarse socialmente de maneras tácticas masque
estratégicas. De Certeau (1988) establece una disi ilición cnt re est rategias
y tácticas: las estrategias tienen una posición institucional y son capaces
de ocultarlas conexiones con el poder; las tácticas no tienen una base ins­
titucional y no pueden capitalizar las ventajas de esa posición. Las tácticas
manipulan constantemente los acontecimientos para transformarlos en
oportunidades; las opciones tácticas tienen más que ver con las Ii m it aciones
que con las posibilidades. Están determinadas por la ausencia de poder,
mientras que la estrategia está organizada por la afirmación del poder.12
La fem inidad aporta poco valor social, político y económ ico. No es un
activo fuerte para comerciar y capitalizar. Com o señala MeCall (1992), la
fem inidad raras veces es exclusivam ente rentable para las mujeres según
las definiciones de Bourdieu. Este argumento se desarrolla en el capítulo 5.
La m ayoría de las representaciones sobre la d a se 11 abajadora contri­
buyen a devaluar y deslegitim ar su capital ya de pot sí escaso, poniendo
aún más trabas a su valor de cambio, negando cualquiei tipo de conversión
en capital simbólico. Cuando se bloquea la conversión, se maníienen las
posiciones de desigualdad. La función distributiva de la educación cumple
un papel importante en la deslegitimación y limitación del valor del capital
cultural de los grupos de clase trabajadora. El bloqueo de la conversión
también se produce en el nivel cultural y discursivo por el cual el capital

12 Ver en Skeggs (1991b) un desarrollo de lo expuesto en el capítulo 4 sobre el uso


de la masculinidad como estrategia institucionalizada en el aula y sobre el uso de la
feminidad y la sexualidad como tácticas para contrarrestar la falta de poder.

38
Introducción. Procesos, marcos y motivaciones

simbólico de un grupo le perm ite utilizar su poder para explotar cultural


y económ icam ente a otros grupos. Un ejem plo clásico de ello son las
representaciones simbólicas de las mujeres y los hombres negros como
seres atávicos, animales e inhumanos con el fin de legitim ar las prácticas
de esclavitud y la explotación colonial (Fryer, 1984). Del mismo modo,
la denigración de las mujeres blancas de clase trabajadora en el nivel de
las representaciones bloquea su capacidad de convertir el capital cultural
en capital sim bólico para tener acceso a otros capitales y asegurarse la
seguridad material.
El cuestionamiento de las formas culturales y simbólicas de capital ocu­
rre en los niveles locales, nacionales y globales. El nivel local es el ámbito
donde se da la resistencia a la deslegitim ación. Sin embargo, la capacidad
de contrarrestar la deslegitim ación del propio capital sim bólico en el ni­
vel local no significa que el capital ya devaluado pueda ser capitalizado.
Implica más bien rechazos mom entáneos a la falta de poder. Rechazarla
falta de poder no significa que uno pasa automáticamente a ocupar posi­
ciones de poder. Significa simplemente que uno rechaza ser considerado
im potente o colocado en posiciones carentes de poder.
Extender aún más las metáforas económicas puede servir para pen­
sar en el valor de los escenarios en los que se intercambian las distintas
formas de capital. Según Wacquant (1993), la estructura del campo d e l
poder depende en todo m om ento de las luchas por definir el peso relativo \
de las distintas formas de capital dentro de la estructura. El hecho de no
pertenecer a la clase m edia es sin duda valorado en muchos grupos socia les'
de clase trabajadora. A menudo se observa incluso un control atento de
las pretensiones, com o lo demuestran ciertos viejos clichés, tales como
“subírsele los humos a la cabeza” , “ darse aires de im portancia” o “pasarse
de la raya” . Como señalan W alkerdine y Lucey (1989), los clichés tienen
el útil propósito de recordarnos quiénes somos. Las mujeres estudiadas
“ conocen su lugar” . Sin em bargo, la exhibición de características de clase
obrera, tales como tener fuerte acento regional o ser crítico respecto de
las pretensiones, puede ser devaluada en otras esferas (m ercados) tales
com o el ámbito educativo o m ediático en los que la tasa de cambio raras
veces es establecida por la clase trabajadora. Diferentes esferas tienen
poderes diferentes.13 Los medios com o lugar institucional del capital sim­
bólico pueden legitim ar el poder sim bólico de las clases medias, mientras
que la resistencia local de la clase trabajadora no dispone de un lugar

13 Según Waquant (1993), el Estado es un gran reservo rio de poder simbólico, el banco
central del crédito simbólico.

39
iii i 1 . respetables. Clase y género en los sectores populares

111.1ii tk ¡onal poderoso para transmitir sus reclamos de legitim idad (su
derecho a existir” ). Los m edios com o institución pueden producir una
violencia simbólica contra las clases trabajadoras. Son esos valores de
mercado diferentes (ellos mismos producidos históricamente por la d ivi­
sión del trabajo, por la resistencia a dicha división y por las luchas contra
la explotación y la deslegitim ación) los que pueden otorgar valor cultural
local a ciertas disposiciones, pero que tienen poco valor de intercambio
en los mercados que im portan para la supervivencia económica. Las mu­
jeres entran constantemente en mercados implícitos en los que se juzga
su sexualidad, fem inidad y respetabilidad en términos de valor, cuya tasa
es establecida por otros.
Así com o las metáforas del capital proporcionan un marco para com
prender el poder y el intercambio en la reproducción de las desigualdades,
las metáforas del espacio poseen un valor explicativo similar para com ­
prender el m ovim iento en el espacio social y las restricciones impuestas
sobre él. Las metáforas en términos de espacios y lugares, tales com o la
localización y la posición, brindan un marco para com prender la distribu
ción y asignación de recursos y personas.14H ay un aspecto físico real en el
desplazam iento de las mujeres a través del espacio (la m ovilidad social),
especialmente en aquellas áreas en las que se les niega el acceso.
El acceso al conocim iento, a los capitales y al m ovim iento es una cues­
tión central en esta investigación. Mientras que las teorías posmodernas
afirman que puede haber un libre desplazamiento a través de las posiciones
disponibles, este trabajo demuestra cóm o la restricción de acceso es fun
damental para las construcciones subjetivas. Las posiciones económicas i ■
institucionales, las construcciones subjetivas y las posiciones discursivas
no son igualmente accesibles. Ser un “ individuo” , por ejem plo, es un m e ­
canismo discursivo de comprensión de uno mismo raras veces disponible
para las mujeres de la clase trabajadora. Esto rem ite a una obra tardía de
Foucault (1988) en la que reconoce que la subjetividad solo puede cons
l ruirse a partir de posiciones dentro de las relaciones y estructuras sociales.
I ’i ocedo ahora a exponer cóm o voy a utilizar ciertos conceptos a lo largo
i Id libro. Utilizo “subjetividad” para designarlas condiciones de estar sujeto
a ma icón de regulaciones, de conocim ientos y de discursos y de construir
i ' l " i 11subjetividad en el proceso. La idea está tom ada deH enriques et
•i 1 l' ’ I ). que utilizan el verbo francés “assujettir” tanto en elsen tid o de
i .... luí u Mibjeiividad” com o en el sentido de “ hacer sujeto” . Estos pro-
»• " i "i di idos a través de las experiencias de las mujeres de lo q u e
" .................... .. 'i 'i. I iimi 1 1«- metáforas espaciales, ver Smith y Katz (1993).

40
Introducción. Procesos, marcos y motivaciones

significa existir a través de categorizaciones como “ mujer”, “ femenina” y


“heterosexual” . Y utilizo la expresión posiciones subjetivas para investigar
las formas específicas en que las mujeres devienen tipos particulares de
sujetos, especialmente de sujetos respetables.* Las posiciones subjetivas
son efectos de los discursos y de las estructuras (organizacionales) ,15 For­
man parte de discursos más amplios (por ejemplo, caring [cuidado] puede__
aplicarse a una amplia gama de actividades y ocupaciones). La manera en
que los discursos particulares determinan las posiciones subjetivas depen- ¡
de del m odo en que están organizados en las estructuras institucionales
(tales como el sistema educativo o los medios). Las posiciones discursivasJ
son menos específicas que las posiciones subjetivas. La respetabilidad es
una posición discursiva que determina la adopción y el contenido de las
posiciones subjetivas. La organización institucional influye en la forma
que asumen los discursos y en los tipos de discursos que se encuentran
disponibles para difundir. La form a específica adoptada por las posi­
ciones subjetivas no depende solo de su posición dentro de discursos e
instituciones más amplias,-sino también del modo en que son adoptadas.
Algunas posiciones subjetivas pueden no producir subjetividad si no son
ocupadas o no se ha invertido en ellas. Las posiciones subjetivas se dife­
rencian también de las posiciones sociales. Estas últimas se basan en una
organización estructural, como la clase, la raza o el género, que limitan o
facilitan el acceso a ciertas posiciones subjetivas. Esas posiciones sociales
estructuralmente organizadas facilitan o limitan nuestro acceso al capital
cultural, económico, social y simbólico y, en consecuencia, nuestra capaci­
dad de reconocernos en las posiciones subjetivas que ocupamos. Las (des)
identificaciones y la (d i) simulación de esas posiciones sociales y subjetivas
son los medios por los cuales las identidades llegan a parecer coherentes.

* La traducción de un libro como el de Skeggs nos ha planteado más de un desafío en


distintos planos, pero sobre todo uno atravesó el proceso de traducción y corrección
de estilo: cómo hacernos eco de las transformaciones, dinámicas e incomodidades
que se presentan ante el habitual uso del genérico masculino del castellano por los
feminismos, problema que en el inglés del original no aparecía. Estamos atravesando
tiempos de mucho movimiento y desplazamientos, que sacuden, agrietan y ponen en
cuestión supuestas “verdades” establecidas. Esas bienvenidas incomodidades, que
abrazamos y a las que pretendemos contribuir con esta publicación, no dejan de estar
presentes aun cuando hemos decidido preservar, debido a la especificidad teórica del
término “sujeto”, el genérico masculino. [N. de E.].
15 También pueden derivar de estructuras textuales o fílmicas.

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