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228

ISABEL DUQUE FRANCO

 231

Introducción
Desde 1960 y, más aún, desde 1970, los geógrafos insistentemente han sostenido
que el territorio es algo más que la mera porción de la superficie terrestre dentro de la
cual el Estado tiene poderes jurisdiccionales, pues se vincula también con relaciones
sociales, económicas y culturales, donde se abren camino el poder, la identidad y el
arraigo. Y esto porque, adicional a lo meramente político, el territorio también es ám-
bito de la vivencia y convivencia de individuos que lo emplean como medio y soporte
de su trabajo, entendido este en el más amplio sentido de la palabra: como la ejecución
de una tarea que implica materia y energía.
Lo anterior pone sobre la mesa de discusión un elemento central: el territorio es un
recurso para la pervivencia del hombre y, desde esta perspectiva, controlarlo es tener a
disposición el elemento 'mediante' y 'sobre' el cual los individuos han construido, tanto
las bases para lograr lo que han soñado para sí mismos, como su propia referencia
en el mundo. Este planteamiento da lugar a una 'idea fuerza': el control territorial es
un recurso de dominación, específicamente y aunque no de forma exclusiva, de tipo
político. Un recurso cuya forma de uso, a criterio propio, contribuye a marcar la dife-
rencia entre regímenes democráticos y autoritarios; entre la búsqueda del desarrollo y
la simple intención de domeñar al individuo y al conjunto social del que forma parte.
lPor qué? Porque, por sus mismas características, es un recurso tan poderoso como el
monopolio de la coerción física.
Sustentar lo anterior invita a abordar algunos aspectos conceptuales, tanto de
manejo en la geografía como en la política y discutir tres temas medulares: i) terri-
torio como categoría híbrido-relacional, para evidenciar la polisemia del término y,
en especial, su 'núcleo duro', a saber, su condición de constructo social y de 'medio-
mediación' de las relaciones sociales, políticas, económicas y culturales; ii) el terri-
torio del Estado, a fin de describir la relación entre ambos y el rol de los derechos
territoriales en el ejercicio del poder coactivo 'en' el territorio; y, finalmente, iii) la
dominación política y el control territorial, para explicar lo que se entiende por am-
bos conceptos, sus propiedades y su vinculación con la esencia del Estado social y
democrático de derecho.

EL CONTROL TERRITORIAL COMO RECURSO DE DOMINACIÓN POLÍTICA: UN ENFOQUE DE ANÁLISIS

 Territorio: una categoría
híbrido-relacional
Al introducirse en la discusión sobre la categoría te-
rritorio, destaca a primera vista un juicio común: refiere
un concepto polisémico, altamente cambiante, abierto
y dúctil, sujeto a las grandes transformaciones experi-
mentadas por la sociedad, particularmente, desde me-
diados del siglo xx (Capel 2016; Haesbaert 2013; Saquet
232 2013). Se suma a esto que no es de interés únicamente
para una ciencia, sino para diversas, lo cual hace más
compleja la revisión de su origen y su transformación en
categoría multidimensional.
En la tradición científica tres son las características
esenciales adjudicadas a un territorio: límite, exclusivi-
dad e identidad. El límite refiere una frontera que sepa-
ra la porción de superficie que es 'nuestra' de aquella que
no lo es; la exclusividad es producto de la apropiación y
de la exclusión de los 'otros' en el acceso a esa área y a
sus recursos; mientras que la identidad deriva del re-
conocimiento de 'nuestra impronta' en las característi-
cas de esa área. Son, en sí mismas, tres condiciones en
las cuales el control es un punto de encuentro: control
del acceso, control del aprovechamiento y control de la
transformación.
A partir de estas tres características se han formu-
lado cuatro enfoques para su concepción: uno de corte
jurídico-político, que lo concibe como el ámbito del po-
der del Estado; otro de tipo naturalista, que ve en este el
espacio para el mantenimiento de la vida; un tercero, de
orden económico, que lo considera como base económica
proveedora de recursos para la reproducción material de
un grupo; y, por último, uno de tipo simbólico-cultural,
que lo asume como el espacio donde transita la vida, el
refugio (Altschuler 2013; Haesbaert 2013).
En el seno de la geografía, por ejemplo, las discusio-
nes al respecto se han paseado por uno y otro enfoque,
y se iniciaron a finales del siglo XIX con los aportes de
Friedrich Ratzel, a quien se le adjudica la creación de
la geografía política. Para Ratzel, el territorio -referi-
do como suelo, como sustrato- constituye el elemento
fundador del Estado, pues le imprime cohesión y genera
raíces e identidad en la población.
Circunscribiendo sus estudios al llamado 'territorio
estatal', Ratzel compartió la lógica que por mucho tiem-
po ató el concepto de territorio al lugar donde reside la
población de un Estado, al elemento material necesario
para su existencia y al área que limita espacialmente su
actividad Uurisdicción) y dentro de la cual se aboca a
MARÍA ANDREÍNA SALAS-BOURGOIN
cumplir sus funciones (Porrúa 2005). Sin embargo, la
renovación de esta concepción no se hizo esperar y, es-
pecialmente durante las décadas de 1960 y 1970 comen-
zaron a plantearse otras cualidades del territorio, como,
por ejemplo, su condición multidimensional, multiesca-
lar y multiactor, así como de 'medio-mediación' de las
relaciones sociales de producción.
El carácter multidimensional y multiescalar del
territorio fue inicialmente destacado por Gottmann
y Dematteis. Al primero se le debe la consideración, a
finales de los años 1950, del territorio como un espacio
demarcado y controlado jurídica pero, también, cultu-
ral y económicamente, construido a partir de las rela-
ciones sociales vinculadas con la iconografía (símbolos
emotivos religiosos y políticos) y con la circulación. Por
su parte, al segundo, especialmente para los años 1960,
se le reconocen dos sendas conclusiones: i) no exis-
te territorio sin trama de relaciones sociales de orden
económico, político y cultural, internas y externas; y ii)
su forma, organización y contenido están definidos por
tales relaciones las cuales, a su vez, son permeadas por
la identidad, el poder y las redes de circulación y de co-
municación (Saquet 2015).
Raffestin por su parte, en la obra Por una geografia
del poder (1993), introduce en la discusión el carácter
multiactor del territorio, al considerar que el poder no
reside únicamente en el Estado y que, en este sentido, el
control de un área no es únicamente ejercido por este.
Así, define territorio como "el resultado de la acción rea-
lizada por un actor sintagmático (que realiza un progra-
ma) [sobre el espacio] en cualquier nivel. Él se apropia de
un espacio, concreta o abstractamente ... [y] territoriali-
za el espacio" (Raffestin 1993, 143). Es de su entender,
entonces, que territorio no equivale a espacio geográfico,
sino que se forma a partir de este y mediante relaciones
de poder en las que participan diversos actores.
Tal reflexión conduce a una conclusión: el territorio
es el resultado de las relaciones de poder creadoras de
espacio. Según Raffestin, es el espacio de acciones y es-
tructuras materiales (trabajo), pero también de acciones
y estructuras simbólicas que van más allá del poder es-
tatal; de acuerdo con Sunyer (2012), el espacio de la apro-
piación y del ejercicio de alguna forma de poder (militar,
jurídico-administrativo, político, ideológico, económi-
co, religioso) y para ambos, no requiere propiamente del
Estado para ser tal, ya que tanto la apropiación como el
control de un área pueden ser realizados por cualquier
tipo de organización humana. No en vano Deleiney
(2005) sostiene que, cuando se observa una realidad a
través del territorio, se aprecia una constelación de re-
laciones de poder.
En consonancia con este enfoque, De Souza (2000)
afirma que el territorio es el sustrato material donde ope-
ran relaciones de poder espacialmente delimitadas; unas
relaciones que, ajuicio propio, no solo condicionan las in-
teracciones sociales y la acción del individuo mismo, sino
también el vínculo de este con el espacio y sus elementos
constitutivos. En sus propias palabras, territorio
es un campo de fuerzas, una tela o una red de rela-
ciones sociales que, a la par de su complejidad interna,
define al mismo tiempo, un límite, una alteridad: la
diferencia entre "nosotros" (los grupos, los miembros
de una colectividad, los insiders) y los "otros" (los de
fuera, los extraños, los outsiders). (De Souza 2000, 86)
Desde una línea de argumentación diferente, Lefe-
bvre (2006) propone la visión del territorio 1 en tanto
que 'medio-mediación' de las relaciones sociales de
producción; como un producto-productor. Es una pro-
ducción social y, a la vez, un medio y un mediador en
las relaciones sociales de producción y reproducción, 2
en el entendido de que es útil en el amplio sentido de
la palabra y, por tanto, sirve al poder para condicionar
la conducta de los individuos de acuerdo a lo que estos
pueden hacer con, en y por medio del mismo. De allí que
Haesbaert, comulgando con esta idea, sostenga que:
"La apropiación y ordenación del espacio como forma
de dominio es disciplinar a los individuos" (2013, 94).
Así pues, gracias a los sucesivos aportes de cientí-
ficos como Gottmann, Dematteis, Rafestin y Lefebvre,
entre otros, se le incorporan a aquella concepción de
territorio que lo asocia con una extensión de superficie
terrestre delimitada y controlada por una autoridad,
elementos sociales, culturales y económicos para de-
notar que su existencia y significado no son meramente
políticos. Se le adicionan propiedades que reconocen la
intervención conjunta de múltiples actores que actúan
desde diversas escalas y con diversas cuotas de poder.
Lo que connotan ambas perspectivas es que el territorio
es un constructo social.
Si bien Lefebvre no emplea el término ·territorio', su
circunscripción del ·espacio social" al ámbito de las
relaciones de poder, permite hacer una analogía entre
ambos.
2 Instrumento y lugar de las relaciones sociales.
EL CONTROL TERRITORIAL COMO RECURSO DE DOMINACIÓN POLÍTICA : UN ENFOQUE DE ANÁLISIS
Salas-Bourgoin (2013), a partir de estos expertos,
emplea el término constructo social para referirse al
territorio y ello en atención a que este es el producto
de la apropiación de una porción del espacio geográfi-
co transformada mediante las denominadas prácticas
espaciales, las cuales crean y recrean su contenido en
un ciclo permanente, a los fines de hacerla útil como
recurso y como base de sustento. Definidas por Correa
como el "conjunto de acciones espacialmente localizadas
233
que impactan directamente sobre el espacio, alterándo-
lo en todo o en parte o preservándolo en sus formas e
interacciones espaciales" (2000, 35), representan el uso
mismo del territorio como 'medio-mediación', dado que:
i) constituyen trabajo mediado por el espacio; ii) impli-
can apropiación, uso, ocupación, localización y distribu-
ción/circulación, 'del' y 'en el' territorio; iii) se vinculan
con la propiedad privada y la libertad económica; iv)
dan vida a los llamados procesos territoriales, los cuales
comprenden el conjunto de "prácticas mediante las cua-
les las formas y las interacciones espaciales son creadas,
mantenidas, desechas y rehechas" (35); 3 y v) forman
parte de las razones que sustentan el arraigo territorial.
De acuerdo con Tomen y Poi (2005), la apropiación
y, ajuicio propio, las prácticas espaciales en general, re-
visten dos condiciones: acción-transformación e identi-
ficación simbólica. La primera se refiere al conjunto de
acciones que modifican el espacio dejando una impron-
ta, una 'huella', que lo incorpora a los procesos sociales,
cognitiva y afectivamente; la segunda, tiene que ver
con el resultado afectivo de esa modificación, pues las
personas se reconocen en el territorio y se autoatribu-
yen sus cualidades. De esta forma, en tanto que espacio
apropiado, pasa a "ser considerado como un factor de
continuidad y estabilidad del 'yo', a la par que un factor
de estabilidad de la identidad y la cohesión del grupo"
(Tomen y Poi 2005, 284).
Delaney (2005) insistentemente señala que el terri-
torio es un 'artefacto' de tipo peculiar, porque, además
de reflejar e incorporar sucesivamente las característi-
cas del orden social que lo ha creado y lo utiliza, posee
y transmite un significado. Desde su perspectiva, en el
territorio se expresan las fuerzas y los procesos que es-
tán detrás de cada etapa de la historia de la humanidad
3 Incluyen selectividad espacial, fragmentación-reacomodo
espacial. anticipación espacial, marginación espacial y
reproducción de la región productora.
 y sus límites transmiten un mensaje que depende de la sentido político, en especial desde la perspectiva de su
intención con la cual fue creado. 4 control. Pero len qué sentido es importante el territorio
Así, el territorio es vital para el hombre. Además de para el Estado? ¿En qué se sustenta la relación entre
estar incorporado afectivamente en el individuo y formar ambos? ¿por qué el Estado controla el territorio?
parte de los elementos que identifican la nación, el terri- En el pensamiento político, la definición de Estado
torio es útil al desarrollo. Como bien sostiene De Souza está atada al concepto de territorio. Porrúa sostiene que
(2000), no solo es una variable estratégica, política o mi- "el Estado es una sociedad humana, establecida en el
litarmente hablando, sino que su gestión sirve, también, territorio que le corresponde, estructurada y regida por
234 para promover una mejor calidad de vida, un crecimiento un orden jurídico, creado, aplicado y sancionado por un
económico sostenido, una mayor equidad y justicia social, poder soberano, para obtener el bien público temporal"
así como para asegurarla sustentabilidad ambiental. Todo (2005, 26; el énfasis en cursivas es añadido). Mientras
lo anterior lo convierte en un componente indiscutible de que, en el mismo tenor, Weber señala: "Una asociación
la reproducción social, en fin, del trabajo y, por tanto, en de dominación debe llamarse asociación política cuan-
factor material del desarrollo, porque, justamente, reú- do [...] su existencia y la validez de sus ordenaciones,
ne parte de las potencialidades y limitaciones al mismo. dentro de un ámbito geográfico determinado, estén
Este complejo mundo de consideraciones sobre el garantizados de un modo continuo por la amenaza
territorio fundamenta su condición de categoría híbri- y aplicación de la fuerza física por parte de su cuadro
do-relacional. Por un lado, porta en sí misma elementos administrativo" (2012, 13; cursivas en el original, las
provenientes de diversas áreas del saber (economía, so- negritas son añadidas).
ciología, antropología, politología, geografía), mientras Las dos definiciones anteriores conducen a entender
que, por otro, fundamenta su naturaleza en relaciones que el territorio, desde la politología, es importante para
de diverso tipo, en las cuales el poder tiene un rol de- el Estado. Pero ¿por qué? Según Hernández, citando a
finitorio. De allí que, tal y como defiende Haesbaert Tena Ramírez, "[e]l territorio no sirve para los Estados
(2013), este ya no puede ser considerado únicamente sino como base asiento de su jurisdicción" (1981, 23). De
como una base natural, ni como un ámbito político, eco- acuerdo con Heller, la superficie terrestre "solo interesa
nómico o cultural, y solo podrá ser concebido adecua- en cuanto espacio habitado por el hombre" (1998, 188).
damente si se logra un enfoque que integre el mundo No obstante, lesto es concluyente en materia de relación
material e inmaterial, el mundo de la naturaleza y de territorio-Estado?
la sociedad en sus múltiples esferas; un enfoque en el Dado que la tierra no es un factor político, como seña-
que sea concebido "a partir de la imbricación de múlti- la Heller, el Estado no está determinado por el territorio
ples relaciones de poder, del poder más material de las ni el mismo puede ser considerado como su 'cuerpo', tal
relaciones económico-políticas, al poder más simbólico y como lo concibió Kjellen (citado por Heller 1998). Sin
de las relaciones de orden más estrictamente cultural" embargo, es fundamental recordar que el Estado moder-
(Haesbert 2013, 79). Expuesto lo anterior, cabe afir- no es rigurosamente territorial. Sus fronteras repre-
mar que territorio es el espacio geográfico apropiado sentan los límites de su actividad y la de otros Estados,
y dominado con un sentido político, económico, social y mientras que su extensión es el espacio de asiento de su
simbólico, en el que, y mediante el cual, se desarrollan población, la fuente de recursos y el ámbito donde tiene
las relaciones de convivencia y de producción entre di- vigor su ordenamiento jurídico y donde logra cumplir
ferentes actores y a diversas escalas. sus funciones en pro del bien público. En concordancia
con ello, Jellinek señala que la "extensión territorial es
El territorio del Estado la garantía que [hace] posible al Estado llevar a cabo
Siendo indiscutible el carácter vital del territorio por completo la realización de sus fines" (2000, 369).
para el individuo y el conjunto social, también lo es su Kelsen (2005) afirma que la delimitación territorial es
necesaria, porque ello permite la coexistencia de mu-
chos órdenes estadales.
4 Tómese como ejemplo de lo último el caso de los parques
Al interior de la teoría del Estado se han maneja-
nacionales delimitados y excluidos de las dinámicas
económicas con un fin específico: la conservación de los
do cuatro tesis sobre la naturaleza jurídica del territo-
ecosistemas y de los servicios ambientales que prestan. rio, a saber: 1) teoría territorio-patrimonio, 2) teoría
MARÍA ANDREÍNA SALAS-BOURGOIN
territorio-objeto, 3) teoría territorio-espacio y 4) teoría
territorio-competencia. Son estas la evidencia de una
profunda discusión sobre la relación territorio-Estado
y la base a partir de la cual se fundamenta la argumen-
tación de este artículo sobre el control territorial como
recurso de dominación política.
Teoría territorio-patrimonio
Es tal vez la teoría política sobre territorio más an-
tigua y más influyente en la Edad Media, cuando no se
hacía distinción nítida entre el derecho público y el dere-
cho privado. En este periodo, señala Bonavides (2000),
no existía separación entre dominium e imperium. 5 Al
contrario, ambas descansaban en un solo titular: la per-
sona del señor feudal. Desde esta perspectiva, el terri-
torio constituía objeto de propiedad eminentemente de
los señores feudales y, posteriormente, del Estado abso-
luto, donde su poder es el equivalente al del propietario
sobre un inmueble.
Teoría territorio-objeto
Como derivación de los postulados de la teoría
territorio-patrimonio, surge esta teoría, según la cual,
este es una cosa de derecho real de carácter público.
Se habla del derecho del Estado sobre el territorio y se
entiende por tal al conjunto de tierras que conforman
la extensión del poder del Estado. En este sentido, Bo-
navides, al discutir esta teoría, señala que "el territorio
es para el Estado del mismo modo que la cosa para el
propietario y la soberanía territorial sería en el derecho
público, aquello que en el derecho civil es el derecho de
propiedad" (2000, 125).
Laband (citado por Ballari 1998), como exponente
de esta teoría, entiende que hay una relación de dominio
del Estado sobre el territorio, donde el primero actúa
como propietario del segundo, pudiendo, en tal sentido,
usar, disfrutar y disponer del mismo con poder absoluto
y exclusivo (dominium). En este caso, se considera que
existe un derecho real de naturaleza pública, el cual se
ejerce directamente sobre el territorio, independiente-
mente de si está o no ocupado.
Porrúa (2005) es otro autor que defiende esta teoría.
Según él, el Estado ejerce sobre el territorio un derecho
5 Dominium, derecho del propietario sobre la cosa, facultad
o capacidad que dispone una persona para controlar o
para hacer uso de lo propio; imperium, poder sobre las
personas.
EL CONTROL TERRITORIAL COMO RECURSO DE DOMINACIÓN POLÍTICA: UN ENFOQUE DE ANÁLISIS
real, en el entendido de que el mismo es una cosa y que
el derecho en cuestión se ejerce sobre una cosa de forma
directa. Tal derecho abarca la totalidad de su extensión,
pero está limitado por la obligación de respetar los de-
rechos de propiedad que, sobre porciones del territorio,
tienen los miembros del Estado. Al respecto sostiene que:
Un particular tiene derecho de propiedad sobre
una determinada porción del territorio y lo tiene de
acuerdo con las características establecidas en la 23~
legislación civil... En cambio, el Estado únicamente
tiene un derecho sobre el territorio en cuanto se sirva
de este para realizar los fines propios de su naturale-
za especifica, los fines estatales. (Porrúa 2005, 280;
el énfasis en cursivas es del original)
Cuando se señala que el territorio le pertenece al
Estado, es necesario aclarar bajo cuáles términos esto
ocurre. Según Hernández (1981), el territorio le perte-
nece al Estado como marco geográfico-físico del poder
soberano. Por derecho público, hay bienes y porciones del
territorio que 'pertenecen' al Estado, directa y exclusiva-
mente, de forma semejante a la propiedad privada -eji-
dos, parques nacionales, puentes, carreteras-. También
bajo la relación jurídica territorio-Estado se establecen
categorías de propiedad exclusiva del Estado suscepti-
bles de aprovechamiento económico, tales como subsue-
lo, plataforma continental, mar patrimonial, entre otros.
Sin embargo, todas estas formas de 'propiedad' están
sujetas a la ley y a los principios del bien común.
Teoría territorio-espacio
Esta teoría es la más influyente en la ciencia jurídica
moderna y se presenta como una crítica a la teoría del
territorio-objeto, en tanto que la soberanía no se ejerce
sobre las cosas sino sobre las personas y el territorio no
es una prolongación del Estado, sino la extensión espa-
cial donde tal soberanía es efectiva. La relación entre el
Estado y el territorio, de acuerdo con esta teoría, no es
jurídica, porque, como señala Bonavides, "el territorio
no es objeto del Estado como sujeto. Por tanto, no pue-
de haber ningún derecho del Estado sobre el territorio"
(2000, 126). El poder del Estado no es 'sobre' el territo-
rio, sino 'en' el territorio; valga decir, es poder ejercido
en el seno de lo que ocurre en este.
Jellinek (2000), gran defensor de esta teoría, sos-
tiene que la porción de tierra sobre la cual se erige el
Estado, desde el punto de vista jurídico, representa
el espacio en el que su poder se puede desarrollar; en el
 que puede desplegar su autoridad sobre los hombres que
lo habitan. Al respecto afirma:
El ser del Estado mismo, y no la posesión de algo
que le pertenezca, es lo que engendra la exigencia de
respeto al territorio. Las violaciones que se cometen
con este no tiene, pues, en el derecho internacional, el
carácter de una perturbación en la posesión, sino el
de violación de la persona misma del Estado atacado.
236 (Jellinek 2000, 371)
Como se deduce, en este enfoque lo que prima es la
noción de imperium. El del poder ejercido sobre las per-
sonas que habitan un territorio y, por medio de este, el
del poder en el territorio. Solo mediante los ciudadanos,
el Estado puede ejercer su poder sobre el territorio. La
confusión en torno al derecho real del Estado sobre el
territorio, de la cual es evidencia la teoría del territorio-
objeto, deriva de que, en el derecho internacional, los
Estados son considerados individuos y, únicamente en
este particular, la relación del Estado con el territorio es
considerada como un derecho real.
Teoría territorio-competencia
Finalmente, según la teoría del territorio-competen-
cia, cuyo máximo defensor es Kelsen, el territorio úni-
camente es el ámbito de validez de un orden jurídico.
Al respecto el mismo autor señala: "La limitación de la
validez de un orden coercitivo llamado Estado a un te-
rritorio definido, significa que las medidas coercitivas,
las sanciones, establecidas por el orden, tienden a ser
instituidas para ese territorio y ejecutadas dentro de
este" (Kelsen 2005, 301). De esta forma, el territorio es
concebido como un medio que delimita la validez de la
regla jurídica.
En el escenario de las teorías anteriores se discute
la existencia de los denominados derechos territoriales
del Estado, entendidos como su facultad legítima para
ejercer la autoridad política a lo interno del territorio
que le corresponde, fundamentalmente en tres dimen-
siones: i) jurisdiccional, ii) uso de los recursos naturales
y iii) fronteras y movimiento de personas y de bienes
(Miller 2009; Moore 2015; Stilz 2011).
Para Simmons (citado por Stilz 2009), estos dere-
chos le permiten al Estado reclamar: i) derecho a ejercer
jurisdicción, total o parcialmente, sobre aquellos que
habitan 'su' territorio, así como a controlar y coaccionar
de manera sustancial hasta a los no nacionales; ii) de-
recho a ejercer, razonablemente, control total sobre la
tierra y los recursos en áreas que no son de propiedad
privada; iii) derecho a establecer impuestos y a regular
usos de aquello que es propiedad privada; iv) derecho a
controlar o prohibir movimientos a través de las fronte-
ras internacionales; y v) derecho a limitar o prohibir la
desagregación del territorio estatal. Stilz (2009) suma
a lo anterior, el derecho a decidir quién o qué ejerce el
poder sobre qué o quiénes.
Para Stilz (2011) su ejercicio está atado a la legiti-
midad, pues el Estado tiene derechos territoriales si y
solo si: i) implementa un sistema eficiente de leyes para
regular la propiedad; ii) los sujetos tienen derecho a
ocupar el territorio; iii) el sistema de leyes establecido,
regula en nombre del pueblo y respeta sus derechos
permitiendo la participación política; y iv) el Estado no
es usurpador. En consecuencia, dado que el Estado los
reclama en representación de las personas, únicamente
son efectivos si sirven a los intereses de los ciudadanos
y si ellos participan en su ejercicio.
Los ciudadanos poseen derechos sobre su territorio,
pero, dado que no los pueden ejercer directamente, el
Estado actúa en su nombre; con base en ello y en su de-
ber de garantizar los derechos de todos: ordena la vida
en sociedad y reclama su acatamiento; regula la propie-
dad privada y la libertad económica; controla el acceso
al territorio nacional y la movilidad interna; asegura la
integridad territorial; y distribuye territorialmente el
poder político.
Bajo los términos anteriores se deduce que el Estado
no solamente ejerce su poder en el territorio, sino que lo
ejerce también, mediante y a partir de este, por lo que,
en este sentido, el mismo constituye 'medio-mediación'
de su imperium. Ello se evidencia en un hecho especí-
fico: parte de la regulación que constituye su ordena-
miento jurídico establece condiciones a aquello que los
ciudadanos pueden hacer en, con y mediante el terri-
torio; en otras palabras, limita las prácticas espaciales,
la posesión de la tierra y la libertad de ejercicio de una
actividad económica.
Visto así, es posible afirmar que el territorio no es
únicamente el ámbito donde el Estado ejerce su poder,
sino que, a la vez, constituye un recurso para el ejercicio
mismo de la dominación política; un medio a través del
cual interviene coercitivamente en los elementos de las
relaciones de convivencia y producción que tienen un
correlato espacial. No en vano existen la ordenación del
territorio, la regulación de los derechos de propiedad
privada, de dominio y de libertad económica, así como
la distribución territorial del poder político, en tanto
que políticas públicas puestas en marcha por cualquier
Estado en la actualidad.
Dominación política y control
territorial
Al hablar de dominación, Salazar (1995) emplea el
término 'supeditación'. A su entender, la dominación es
una relación relativamente permanente en la que las ac-
ciones, estados y decisiones prácticas que se consideran
beneficiosas o perjudiciales para el individuo (domina-
do), están supeditadas a la voluntad de otro (dominan-
te), en un grado o forma significativos y no a la inversa.
Implica, por tanto, la imposición de pautas existencia-
les, ajenas o contrarias a la voluntad de aquel que figura
como dominado, sin que ello necesariamente implique
un perjuicio para el mismo.
Para el autor en cuestión, son propiedades de la do-
minación la asimetría, la transitividad-acumulación y
la no reflexividad, en el entendido de que: i) existe un
dominado (a) y un dominante (b); ii) si la dominación es
en cadena y, por ejemplo, a domina a by b domina a c,
entonces a domina también a c; y iii) un dominante no
puede estar en relación de dominación consigo mismo.
Además de lo que se podría denominar una relación de
dominación simple -entre a y b-, Salazar describe dos
tipos adicionales de dominación: múltiple y reforzada
por transitividad. Ello refiere, por un lado, una relación
de dominación ejercida por varios sobre un mismo suje-
to y, por otro, una relación de dominación jerarquizada
en la que los dominadores no pertenecen al mismo ni-
vel. A criterio propio, hacen Úso de diferentes mecanis-
mos que, por su sinergia, la refuerzan.
Según O'Donnell, la dominación consiste en "la ca-
pacidad, actual o potencial, de imponer regularmente la
voluntad sobre otros, incluso, pero no necesariamente,
en contra de su resistencia" (2005, 1158). Esta será po-
lítica si "se haya respaldada por la marcada supremacía
en el control de los medios de coerción física en un terri-
torio excluyentemente delimitado"; en otras palabras,
cuando es ejercida por el Estado. No por un equívoco,
Weber utiliza el término 'asociación de dominación'
para referirse al Estado.
Precisamente porque la dominación, y en especial la
de tipo político, constituye una limitación a la libertad
del hombre -susceptible este, además, a la arbitrarie-
dad-, surge a finales del siglo xvn el Estado de derecho
"como una reacción frente a los abusos cometidos por
las monarquías del Estado absoluto. Se consolidó a lo
largo del siglo XIX y, desde entonces, permanece vigen-
te hasta nuestros días" (García 2010, 21). Sus grandes
virtudes son: i) eliminar la arbitrariedad en el ejercicio
mismo de la dominación, mediante la sujeción a la cons-
titución política y a la ley, tanto del gobernante como de
los gobernados; ii) trasladar la soberanía del monarca al
pueblo; iii) dividir los poderes; iv) proteger los derechos
del individuo -vida, libertad y propiedad-; y iv) asegu- 237
rar la igualdad ante la ley.
Actualmente, bajo la figura del Estado social y de-
mocrático de derecho, a lo anterior se unen: i) la garan-
tía de los derechos humanos, no solo desde el punto de
vista jurídico-constitucional, sino también de hecho,
es decir, desde la creación misma de condiciones para
hacerlos efectivos; ii) la articulación Gobierno-sociedad
civil con el fin de lograr el bien común; iii) la tolerancia
y la comprensión de las diferencias; iv) la promoción
del consenso; y v) la garantía de la institucionalidad
y del respeto a la voluntad general. Estas condiciones
suponen que la dominación política debe ser legítima,
dicho de otra manera, legal, consensuada, contestable
y reconocida por la población. Debe, en todo caso, ser
considerada por la ciudadanía como una pauta de con-
ducta necesaria para su propio bien.
Ahora bien, len qué se sustenta la dominación polí-
tica? De acuerdo con O'Donnell (2005), en el control de
cuatro recursos: i) medios de coerción física, empleados
directamente o por intermediación de terceros; ii) re-
cursos económicos (capital fijo y financiero); iii) infor-
mación, en sentido amplio; y iv) ideología, que permite
mantener la relación en el tiempo y en el espacio. Sin
embargo, si se considera adicionalmente que, por un
lado, en estos recursos subyacen elementos esenciales
para la vida en sociedad y que, por el otro, el territorio
es vital para el hombre, cabe entonces sumar a los ante-
riores el control territorial como un recurso de domina-
ción. Pero lqué es el control territorial? lPor qué es un
recurso de dominación, especialmente de tipo político?
El término control, desde la perspectiva territorial,
habitualmente se ha utilizado para explicar un instinto
innato del hombre de poseer y defender un área frente a
intrusos o extraños, porque necesita de esta para vivir y
para construir sentimientos de arraigo. No obstante, la
discusión hecha hasta ahora sobre la relación hombre-
territorio y Estado-territorio evidencia que se deben
ampliar los horizontes al respecto y poner sobre la mesa
planteamientos que superen lo meramente vital.

MARÍA ANDREÍNA SALAS-BOURGOIN EL CONTROL TERRITORIAL COMO RECURSO DE DOMINACIÓN POLÍTICA: UN ENFOQUE DE ANÁLISIS
 Hasta este punto se ha señalado que: i) los indivi-
duos llevan a cabo prácticas espaciales y, para ello,
emplean el territorio como recurso y como soporte, por
tanto, es 'medio-mediación' del trabajo y de las relacio-
nes de convivencia y de producción; ii) el territorio es un
elemento constitutivo del Estado que limita el alcance
de su poder coactivo y sobre el cual detenta derechos
específicos; y iii) los derechos territoriales le permiten
238 al mismo emplear el territorio como 'medio-mediación'
de la dominación política.
De conformidad con lo anterior, y entendiendo que
control es sinónimo de limitación: i) el mismo se con-
vierte en territorial cuando está destinado a condicio-
nar el uso del territorio como 'medio-mediación' de las
prácticas espaciales, en otras palabras, cuando intervie-
ne en el libre acceso, uso, ocupación, circulación y salida
de un territorio; ii) constituye un recurso de domina-
ción, porque su ejercicio implica la imposición de una
voluntad externa sobre una particular, supeditando de
forma determinante decisiones y acciones que encuen-
tran en el territorio un ámbito y un intermediario; y iii)
pasa a ser un recurso de dominación política cuando
el Estado lo emplea a partir de un ordenamiento jurí-
dico válido. Este es un recurso, además, tan poderoso
como la coacción, pues se vincula directamente con la
intervención en los medios de sustentación de la vida
social, económica y política de una sociedad, a saber: el
trabajo, la propiedad privada, la libertad económica y
el poder político.
Al igual que los recursos de dominación descritos
por O'Donnell, el control territorial puede ser llevado a
cabo por cualquier actor. 6 Sin embargo, y sin pretender
caer en la 'trampa estadocéntrica' a la que hace alusión
Agnew (2017), su ejercicio debe ser monopolizado por el
Estado, porque es el único llamado a responder por la
garantía del bien común y a evitar que la gestión del te-
rritorio se haga con criterios discriminatorios e inicuos;
así mismo, su ejercicio compartido con otros actores
pondría en riesgo la soberanía y la seguridad nacional.
6 Son ejemplo de actores que buscan ejercer control
territorial: las empresas transnacionales, los grupos
guerrilleros y los carteles de la droga, entre otros.
Por diversas razones, cada uno intenta superponerse
al Estado en el control de lo que se puede hacer en y
mediante el territorio. También forman parte de estos
actores, las etnias indígenas que reclaman frente al
Estado derechos ancestrales sobre su territorio y,
concomitantemente, derechos a ejercer su control.
MARÍA ANDREÍNA SALAS-BOURGOIN
Con todo, solo el Estado tiene por obligación asegurar
su legitimidad.
Es evidente, particularmente en estos tiempos de
globalización que, como afirma Agnew, el Estado no
ejerce un poder exclusivo dentro de su territorio; los
asuntos nacionales no dependen únicamente de lo que
ocurre a lo interno del mismo y los límites del territorio
estatal no son los límites de la sociedad. En el mismo
sentido que, tal y como sostiene Storey (2012), gracias
a la informática y las tecnologías de comunicación,
los flujos de información y de capital financiero hacen
las fronteras cada vez más permeables y efímeras. No
obstante, es imposible olvidar que, en el mundo de lo
material y del Estado de Derecho: i) prima la ley; ii) en
ejercicio de sus derechos territoriales, parte del orde-
namiento jurídico regula el ingreso y salida del terri-
torio de personas y bienes, las prácticas espaciales, los
derechos reales, la libertad económica y el acceso al
poder político; iii) su aplicación es una forma de ejercer
control a través del territorio, pues interviene en el uso
del mismo como 'medio-mediación' y todos están en
obligación de cumplirla; y iv) la configuración territorial
resultante de su ejercicio, tal y como recuerda Delaney
(2005), es un 'logro político'.
Hay que mencionar, además, que este tipo de control
tiene cuatro características fundamentales. Primero,
constituye un fenómeno político y geográfico a la vez,
porque representa una forma de relacionamiento entre
el Estado y la sociedad donde el poder político se ejerce
mediante el territorio, y porque dicho poder se sustenta
en la territorialidad del Estado y se territorializa en toda
la extensión territorial nacional.
Segundo, es una forma de ejercer el poder coactivo,
que emplea el Estado haciendo uso de sus derechos terri-
toriales, para intervenir en el ámbito de cuatro tipos de re-
laciones: trabajo-territorio, propiedad privada-territorio,
libertad económica-territorio y autoridad-territorio. En
el ámbito de la relación trabajo-territorio, condiciona las
prácticas espaciales a través de la ordenación del territo-
rio; en la relación propiedad-territorio, limita la propiedad
privada de la tierra mediante el ordenamiento territorial y
la regulación de los derechos reales; en la relación libertad
económica-territorio, regula el libre ejercicio de una acti-
vidad económica; y, en el ámbito de la relación autoridad-
territorio, define cómo se distribuye territorialmente la
autoridad y cuál es su grado de autonomía.
En tercer lugar, representa una estrategia política
que se traduce en una forma de dominación múltiple
y reforzada por transitividad en el entendido de que es
ejercido desde diversos niveles de gobierno, por dife-
rentes autoridades y a través de distintos mecanismos.
Y, por último, las razones que lo motivan imprimen un
cariz particular en sus mecanismos y en su forma de
implementación.
Tomando como referencia la teoría territorio-espa-
cio, este tipo de control representa el ejercicio mismo
del poder 'a través' del territorio vía condicionamiento
de lo que las personas pueden poseer y hacer a lo inter-
no del mismo (imperium), así como del acceso al poder
político y a las decisiones de interés público. Desde la
perspectiva de los principios sociales y democráticos del
Estado de derecho, debe ser limitado para impedir el
abuso de poder y, con ello, proteger a los mismos ciuda-
danos de posibles excesos en el ejercicio de los derechos
territoriales del Estado.
Los mecanismos del control
territorial
En tanto que estrategia política, lcómo se implemen-
ta el control territorial? Si se parte del hecho de que in-
terviene en las relaciones antes señaladas, ajuicio propio,
esta forma de control se sustenta en tres mecanismos: i)
ordenación del territorio; ii) regulación de los derechos
de propiedad privada, de dominio y de libertad económi-
ca; y iii) distribución territorial del poder político.
Ordenación del territorio
La ordenación del territorio es tal vez la forma de
control territorial más evidente y la más integral, pues
interviene en todas las formas de relación del hombre
con el territorio. Dado que constituye "una práctica
llevada a cabo a través de acciones de regulación/pro-
moción, seguimiento, evaluación y sanción, aplicadas
por los organismos y entes del Estado, con el propósito
de influir en todos aquellos aspectos de las relaciones
sociales que tienen implicaciones territoriales" (Grupo
Aduar 2000, 55), condiciona las prácticas espaciales,
abarcando las relaciones trabajo-territorio, propiedad
privada-territorio y libertad económica-territorio. De
igual manera, al requerir una estructura administrati-
va para su implementación, da lugar a autoridades con
competencias para regular, ejecutar y sancionar accio-
nes en la materia a diferentes escalas, lo cual suma a lo
anterior la relación autoridad-territorio.
Para que sea compatible con principios del Estado
social y democrático de derecho, la ordenación del te-
EL CONTROL TERRITORIAL COMO RECURSO DE DOMINACIÓN POLÍTICA: UN ENFOQUE DE ANÁLISIS
rritorio debe ser descentralizada, participativa y tener
como propósito el bien común, el desarrollo económico
y social, así como la conservación ambiental. De esta
manera, dará lugar a decisiones y acciones más acordes
con las particularidades de cada escala de gestión, con
las demandas de sus miembros y con los requerimientos
del desarrollo.
Regulación de los derechos de 239
propiedad privada, de dominio y de
libertad económica
La regulación de los derechos de propiedad privada,
dominio 7 y libertad económica es un mecanismo que,
junto con la ordenación del territorio, interviene en las
relaciones trabajo-territorio, propiedad privada-terri-
torio y libertad económica-territorio. Siendo derechos
cuyo contenido es limitado por el Estado, abarcan lo que
individuo puede hacer 'en' el territorio y 'mediante' la
porción del territorio que 'le pertenece' o habita; bajo
este sentido, se afirma que la competencia del Estado
para regularlos constituye igualmente un mecanismo
de control territorial. lCuál es el sentido de la regula-
ción de estos derechos? Asegurar su función social o,
visto de otra manera, que su disfrute no solo reporte un
beneficio particular sino también uno colectivo.
Stilz (2009) sostiene que los derechos territoriales del
Estado, a su vez, se traducen en otros derechos, a saber: i)
ejercer control sobre el uso y los beneficios a obtener de la
propiedad privada; ii) decidir el tipo de control a ejercer
sobre la misma y los aspectos de esta que se someterán
a sus términos; iii) interpretar los límites de ese dere-
cho de control y de establecer la sanción o reparación de
cualquier agravio; y iv) hacer cumplir los límites de ese
derecho de control sobre la propiedad privada.
Lo anterior se fundamenta, a la vez, en la concepción
que esta autora da a la propiedad privada y, consecuen-
temente, al dominio: derechos a reclamar la posesión, al
uso y la gestión de sus recursos, de recibir ingresos, de
transferirlos y de excluir a otros de su aprovechamiento,
7 En este particular, se asume que la propiedad refiere
la titularidad y el dominio a la facultad de uso, goce y
disposición de la cosa. Aunque algunos teóricos sostienen
que son inseparables, su tratamiento individual es
fundamental en el estudio del control territorial porque
no todas las acciones que en esta materia acometen al
Estado, sino que inciden indistintamente en ambas. Unas
afectan únicamente la titularidad, mientras que otras
están destinadas de forma exclusiva al dominio.
 de abandonarlos, de consumirlos y hasta de destruirlos,
y de inmunidad ante la expropiación por parte del Esta-
do u otros individuos. Y sobre estos, a juicio de Stilz, el
Estado tiene un poder jurisdiccional, en otras palabras,
el poder de regular los términos bajo los cuales esos de-
rechos: son efectivos, deben ser interpretados y deben
hacerse cumplir.
Frente a lo anterior surge una pregunta: lcuál es la
240 relación de esto con el control territorial?, pues se está
haciendo referencia a bienes inmuebles (edificaciones
y tierras) y a actividades (prácticas espaciales) locali-
zables, cuyo uso o desarrollo interactúa con el entorno
generando un impacto (positivo o negativo). Son bienes
y actividades que se presentan sobre una superficie que
está bajo la territorialidad del Estado y, como tal, están
sujetas al "intento de afectar, influenciar o controlar ac-
ciones e interacciones (de personas, cosas y relaciones),
mediante la delimitación y la afirmación del control so-
bre un área geográfica" (Sack 1986, 55).
En el marco del Estado social y democrático de dere-
cho, este mecanismo de control territorial debe respon-
der a las garantías constitucionales que respaldan los
derechos que afecta y a las leyes que las desarrollan, así
como a causas razonadas y plenamente justificadas, en
otras palabras, atendiendo los principios de daño, lesi-
vidad y taxatividad. Desde la perspectiva del 'principio
de daño', planteado por Mill, la regulación de los dere-
chos mencionados debe permitir que el individuo pueda
hacer todo aquello que no dañe a terceros. Al respecto,
el mismo autor afirma:
[...] el único fin por el que está justificado que la
humanidad, individual o colectivamente, interfiera
en la libertad de acción de cualquiera de sus miem-
bros es la propia protección. Que el único propósito
con el que puede ejercerse legítimamente el poder so-
bre un miembro de una comunidad civilizada, contra
su voluntad, es impedir el daño a otros... La única
parte de la conducta de cada uno por la que es res-
ponsable ante la sociedad es la que afecta a los demás.
(Mill 1997, 94; las cursivas son del original)
De acuerdo con el señalado autor, existen dos pers-
pectivas para analizar este principio: i) la de imposición
de límites a la libertad personal para proteger al indivi-
duo frente a riesgos objetivos (paternalismo); y ii) la de
determinar qué o cuáles conductas derivan en daños a
otros, a los fines de institucionalizar su prohibición y san-
cionar las acciones gravosas mediante normas penales.
MARÍA ANDREÍNA SALAS-BOURGOIN
La segunda perspectiva de análisis del 'principio de
daño' conduce directamente al 'principio de lesividad'.
Según este, la ley solamente puede considerar como deli-
to las conductas que lesionan intereses, bienes o valores
jurídicos relevantes desde el punto de vista constitucio-
nal o de los derechos fundamentales, lo cual evita tratar,
desde el punto de vista penal, conductas indeseables
o nocivas que admiten otro tipo de sanción (Carbonell
2008). Así mismo, este enfoque trae consigo el 'principio
de taxatividad' de acuerdo con el cual, no es suficiente la
identificación de las conductas sujetas a sanciones pe-
nales, sino que, adicionalmente, se requiere justificar y
describir las conductas prohibidas para preservar, con
ello, la certeza legal y la imparcialidad en la aplicación
de la ley (Navarro y Manrique 2005).
Así pues, para que sea congruente con los funda-
mentos del Estado social y democrático de derecho, este
mecanismo debe implicar la regulación ponderada de
los derechos referidos; vale decir, tomando en conside-
ración las diferencias entre las actividades que deben so-
meterse a una intensa disciplina, por sus repercusiones
en el bien común y las que únicamente requieren labores
de orientación.
La distribución territorial del
poder político
Con relación a la distribución territorial del poder
político, es de señalar que constituye un mecanismo de
control territorial porque implica el uso del territorio
para estructurar este tipo de poder, lo cual pone de mani-
fiesto su vinculación con la relación autoridad-territorio;
con el que ejerce el poder político en el territorio y a partir
de cuál instancia. En el juego descentralización/centrali-
zación se hace uso del territorio como base para decidir
desde dónde surgirán las decisiones que gobernarán la
vida de los ciudadanos, cuál es el grado de autonomía
para tomarlas y cuál será el nivel de participación posible;
es decir, se emplea el territorio como 'medio-mediación'
para el ejercicio mismo del poder político. A través de la
descentralización, por ejemplo, se distribuye el poder y
se hace posible una gobernación más concertada y, tam-
bién, más eficiente. Como sostiene Brewer-Carías,
es un fenómeno propio del Estado de derecho desde
su concepción inicial montado sobre el principio de la
limitación del poder, precisamente por su distribución y
separación; y, además, de las democracias para asegurar
la posibilidad de la participación política, es decir, para
asegurar que sean participativas. (2008, 181)
La participación ciudadana siempre presupone
descentralización política y territorial; y, únicamente,
mediante la multiplicación de poderes regionales y mu-
nicipales puede existir una verdadera democracia parti-
cipativa (Brewer-Carías 2005). Desde esta perspectiva,
la descentralización es una forma de control territorial
en la que la territorialidad estatal se fundamenta en la
multiplicación y diversificación, en el territorio, de los
sujetos investidos de autoridad para tomar decisiones.
La gobernanza 'territorial' es tal vez la forma de go-
bierno que mejor ilustra la relación autoridad-territorio.
Tal y como señala Farinós (2008), la gobernanza apor-
ta una lógica vertical y horizontal a la gestión pública.
Vertical o multinivel, porque considera las relaciones
de complementariedad y corresponsabilidad que deben
existir entre las diferentes políticas públicas y entre las
autoridades de los diversos ámbitos político-adminis-
trativos; horizontal o multisectorial, en el sentido de
que toma en cuenta las relaciones entre las dimensiones
que conforman la realidad, los recursos dispersos en el
territorio y los diferentes actores que en este conviven.
En ambas, el interés subyace en las vinculaciones entre
los territorios, sus actores, sus recursos y sus problemas
o limitaciones, así como en su incidencia sobre lo que se
denomina dinámica territorial.
Como la gobernanza 'territorial' constituye una for-
ma de gobierno cuya adopción es una decisión libre de
las administraciones públicas, a juicio propio, no cons-
tituye una condición sine qua non del control territorial
democrático. Sin embargo, es menester resaltar que la
descentralización sí lo es, ya que autoridades con auto-
nomía para tomar decisiones que respondan a las con-
diciones reales y a las demandas sociales de su ámbito
de gestión, son la única alternativa para que esta mane-
ra de condicionamiento de la relación hombre-territorio
sea legal, consensuada, contestable y reconocida; es de-
cir, legítima.
Visto desde esta perspectiva, el control territorial no
es un recurso que, por servir a la dominación política,
implique el ejercicio de un poder tiránico de hombres
sobre hombres, con el fin de atender el bien particular
de quien detenta las riendas de un Gobierno. Antes
bien, es un poderoso recurso que, mediante la debida
participación ciudadana y una verdadera cercanía de
la autoridad a los ámbitos de decisión, permite gestio-
nar el territorio de manera que su uso y el desarrollo
de actividades concomitantes sean factores en pro del
beneficio colectivo y del particular, mientras que hace
EL CONTROL TERRITORIAL COMO RECURSO DE DOMINACIÓN POLÍTICA : UN ENFOQUE DE ANÁLISIS
del mismo un recurso para cumplir con los objetivos del
Estado social y democrático de derecho.
Conclusiones
Los planteamientos expuestos en estas líneas ar-
gumentan que el territorio es un 'medio-mediación' de
las relaciones de convivencia y de producción de una
sociedad; que el Estado posee derechos territoriales,
los cuales le permiten intervenir en aspectos particu- 241
lares de la relación hombre-territorio; que, en ejercicio
de estos, controla el territorio y que, por tal motivo, este
último constituye un recurso de dominación política.
El territorio no solo es un ámbito político, sino también
económico, social y cultural, donde interactúan actores
con diversos intereses y cuotas de poder para alcanzar
objetivos particulares y colectivos, sujetos al poder del
Estado que impone sobre su voluntad, pautas específicas
respecto a lo que pueden hacer en y mediante el mismo.
Tales pautas, no son más que expresiones de domi-
nación política mediadas por el territorio, en otras pala-
bras, pautas de control territorial. Son condiciones que
se imponen a la relación hombre-territorio a través del
ordenamiento de las relaciones trabajo-territorio, pro-
piedad privada-territorio, libertad económica-territorio
y autoridad-territorio.
Como recurso de dominación política, este tipo de
control comparte propiedades con la coerción física. Es
monopólico, pues debe recaer únicamente en el Estado,
y es altamente poderoso, porque interviene en el aprove-
chamiento de algo que es vital para el hombre, para su
identidad, para su sustento y para su propia realización.
Así mismo, es de tipo múltiple y reforzado por transitivi-
dad, en tanto que es llevado a cabo por varias autoridades
que actúan, al mismo tiempo, en el mismo ámbito admi-
nistrativo haciendo uso de tres mecanismos distintos: la
ordenación del territorio; la regulación de los derechos de
propiedad privada, de dominio y de libertad económica;
y la distribución territorial del poder político.
Mediante la ordenación del territorio, la domina-
ción política se ejerce en los cuatro tipos de relaciones
señaladas anteriormente. A través de la regulación de
los derechos de propiedad privada, de dominio y de li-
bertad económica, el control territorial se lleva a cabo
en el ámbito de las tres primeras y, por medio de la
distribución territorial del poder político, interviene en
la relación autoridad-territorio. Para que este recurso
de dominación política sea cónsono con los principios
sociales y democráticos del Estado de derecho, son
 necesarias: i) la limitación al poder del Estado; ii) la
descentralización del poder; iii) la sustentación en los
principios de daño, lesividad y taxatividad; iv) la legiti-
midad; y, con todo, v) la participación ciudadana.
Respondiendo a las condiciones anteriores, el con-
trol territorial se hace un recurso de dominación polí-
tica, más que necesario, indispensable. Es una política
y una estrategia de Estado para garantizar el acceso
242 equitativo y justo al territorio, prevenir el abuso de los
derechos de propiedad privada, de dominio y de liber-
tad económica, favorecer su adecuación a los fines del
desarrollo, preservar áreas naturales, así como asegu-
rar la soberanía y seguridad nacional.
Finalmente, dado que en geografía tradicionalmen-
te los esfuerzos se han centrado en la ordenación del
territorio, se propone dirigir la atención a la regulación
de los derechos de propiedad privada, de dominio y de
libertad económica, así como a la distribución territo-
rial del poder político, en tanto que mecanismos de con-
trol territorial, con el propósito de comprender de forma
más integral la intervención del Estado en .la relación
hombre-territorio.
Reconocimientos
Este trabajo forma parte de las discusiones teóricas
que se realizan en el marco de la tesis doctoral "Control
territorial como recurso de dominación política. Un fenó-
meno analizado desde la experiencia venezolana (1999-
2016)", realizada para el Doctorado en Ciencias Humanas
de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela.
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