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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA

FACULTAD DE CIENCIAS NATURALES Y MUSEO


REVISTA DEL MUSEO DE LA PLATA

Se da a conocer el empleo etnográfico de SCC¡'CCi01ICS de ciertos WIIU¡"08, para em-


roazoflar dardos y flechas. cuyo nso no es bien conocido. Su estudio científico
- aunque desde el exclusivo punto de vista fisiológico - comienza COIl Claude

"f3ernard (1857). El veneno que proviene de una mezcla de las SCC1'cciOllCS de las
~[¡iudulas dorsales, de las pequeñas de Leydiu y de las pnrotoides, con sangre,
tierra y hollin y, probablemente, virus lICll¡'occtodé1'11Iico, dado Sll método de extrae-
'Ción, parecc haber sido amplio en Sndamérica. Queda por investigar, si la localiza.-
'Ción actual en el Orinoco, representa un centro antigno de difusión o de especiali-
:z teión.

It is given to know the use 01' ethnographic 01' the secretions 01' eertain anurall
1;) poison darts a.nd arrows, whose use is very well kno,,-n. lts .cicntitic stlldy, al-
thongh exclusi ve in the fisiological point 01' view, begins with Clande Bernarrl
(1'557). The poison has its origill from the mixture 01' the secretions 01' the glands
frJm the back 01' the neck, and from the small Leyding and tlle paratides, with
blJod, earth and snt, probable, virus neuroectodermic owing to it8 method 01' extrae-
tion, which seem8 to be very exteusive iu Southamerica. There is still to ivnestigats
Qf the focus actua\ly in Oril1oco, represents lt centre 01' very old difusion 01' some-
thing very special.

• Profesor de Etnología General.


•• Licenciado en Antropología.
El empleo de puntas de flechas y dardos envenenados es amplia~
mente conocido por el etnógrafo. Por lo general, el veneno es de
procedencia vegetal de especies de Strophantus, Antiaris y Strychnus,
este último muy conocido para Sudamérica, pues es el proveedor del
famow curare. Igualmente se emplea el jugo de Acónito y de Ané·
mona, ranunculáceas con principios tóxicos muy activos. Se recurre,.
también, a venenos de origen animal, por ejemplo, el de serpientes
o de insectos e incluso, se llega a emponzoñar las flechas clavándolas
en cadáveres humano •. en putrefacción l. En Nuevas Hébridas se en~
venenan las puntas mortíferas sumergiéndolas en el fango de los man,
glares ribereños que con tendría vibrión séptico y bacilo del tétano 2 ~

En esta lista de venenos, variada y curiosa, habrá que agregar el!


que se extrae de e pecies determinadas de anuros ~ (sapos y ranas)
cuyo uso está consignado en la literatura pertinente, pero que cons,
tituye un hecho, por lo común, poco y mal conocido.
Hasta dónde hemos llegado a averiguar, el primer estudioso que se·
interesó científicamente 4 por este tipo de veneno, empleado por indí-
genas americanos, fue Claude Bernard en 1857: "J e tiens -escribe-
de M. Roulin 5 qu'a certaines époques de l'année les Indiens vont a la.

• Así, por ejemplo, entre los iJldios pneblos del NvV de Estados Unidos de Norte-.
américa, o los canacos de Oceallía (Leenhardt, M. Do Kamo, trad. de M. I. Marmora.
y S. Saavedra; Buenos Aires. 'EUDEBA, 1961 : 42) anuque es de suponer que en.
este caso se parte más de la idea de la muerte contagiosa que de otro conocimiento.
• Deniker 1926: 334-335; Malbec-Bourgeois 1900: 172 s; Aristóteles (De llti-
Tab. aIt8cltlt., Oidot IV, 102) Y Eliauo (De natttl'aanimalium, Didot IX, 153) dicello
qne los escitas empollzoüaban sus flechas mezclaudo avispas con sangre humana pn-
trefacta (Malbec-Bourgeois 1900: 110).
3 Sobre el veneno de los annros, en general, consúltese Pbisalix 1922: r, cap. 1.
4 Según ulla cita de Wasseu (1934: 618), ya en 1827 von Greiff menciona que los.
indios de Colombia cazabau alosa de la montaña COJldardos de cerbatanas envene-
nadas con .i ugos de vegetales o de rana; la preparación del veneno era secreta y el
efecto mny rápido. o obstante el primer dato que conocemos es de 1825, como 10-
aclaramos en la nota siguieute, pero con todo es Claude Bernard el primero en inves-
tigar las propiedades del veneno y su naturaleza utilizando material etnográfico.
, En realillaLl, el primero que observó el uso de veneno de bufo o dendrobates.
flle HonliJl, antigno bibliotecario del Instituto de Paris, en 1825, dos aüos antes
que en·dl, <lllnLllte 1lI1 viaje que realizó corno naturalista al norte de América de1
Chass aux C1'apaudó16. Ils sont a1'mez de longues brochettes. Quand
la chasse est finie, ils exposent celles-ci aulour d'un feu qui ne doit
pas 1'óter les c1'apauds, mais dete1'mine1' seulment une excitation, sous
l'influence de la quelle la peau séc1'eete une humeur qu'on 1'aingese
avec de petits pots. Les da1'ds qu'on vent empoisonner sont alo1's t1'em-
pés dans ce jus de C1'apauds et mis a sécher su soleil, en fixant leur
t'xt1'emité; non affilée dans des boulettes de lerre glaise. Ce venin de
Chapaud a les mémes p1'opiétés que les curaré o1'dinai1'e. M. Roulim

Sn(l, eu dondo permaneció varios afios eu la desembocadura del Orinoco. Roulin


refirió a Jules Merie Prat, nno de los secretarios de la Sociedan (le Antropolo¡:¡ía de
París, 1883, que después de la estación de las Ilnvias, bacia el mes de aoril, luego
'lue el río se hnbiera desbordado por nlla extensi6n de 20 a 30 kilómetros y vue110
a su lecho, dejaba el terreno muy húmedo « Oll les cra,pands abomlent ». Los indí-
genas, entonces, munidos de una bolsa y de paJos a,guza(los : « partent a la nouvelle
lune, ramassent les crapands q n'ils embl'ochont, et mettent an fnr et a mesnre
eha'lue brochotte dans feux et mettent au-dossns chaqne brochette ííxé 'L lem s
extrémités sur denx bátons fourcbns. Le feu fait exnder lln venill qu'on recuei1Je
.la,ns un vase, dans leque on fait t,remper les poites des ft¡,ches pour les impregner
(lu suc veneneux; on les implante ensnite, du c6té appooé a la pointe, dans UD

~áten de terre glaise, por les dessecber ». (Según Malbec·Bourgeois, 1900: 170,
Pricbard habría becbo la misma observación de Ronlin, pero creemos qne ban leí(lo
mal el texto de Pra.t que citamos). Estos datos los comunicó J. M. Prat a la S, (~e
Antrop. de París, a propósito de un tmbajo do W. J, Tloffman sobro las flecha
euveneuadas de los iudios de Amé"ica del Norte. Ernest HaIllJ, en esa misma
reunión, aclara que ban sido varios los viajeros que observaron la misma r.ostumhre
y qne recientes publicaciones se o('uparou de ello, pero él, por su parte, no reconoce
'l"e la venenosida<l provenga de la exudación de los batracios - veneno que 1'''1'
otra parte se (lestrniría por la acción del fnego - sino (le 1:1 mezcla ne ciertos \',,-
~etales (Malhec·Bonrgeois 1897: 249), sin indicar fnente de informa,ci6n, dicen q. e
los indígenas de Colombia utilizaban, simnltáncament,e, el curare con venenos ,lp
sapos y ranas). Uno <le los MortilJet, presente en la discusión del tema" tamp'OI'''
admite la existencia del «veneuo de sapos» Estas opiniones negativas dan Ingnr a
que Prat recuerde las experiencias de Cloez, Gratiolet y BlainvilJe y las qne 1'1
mismo realizara en el laboratorio de este úJt.imo. Se comprobó experimentalnwn/e
- dice - que las secreciones de las «glandes parotoides», de « antre amas <l,'s
¡.:Iandes qui se trouve snr les cnisses, pnis le long de la colonne vertél>:rnle, et, f'n
fin dan s d'autres qui sont disséminées par tont le corp », inofensivas en conta('jo
con la piel bumana o con la mucosa bncnl (ho.v sabemos 'lne est,o es así mientras
no haya solnción <le continui<lnd; Brazil y Belhl1'd, 1826: IlJ, 31, consignan 'lne
el veneno del sa,po está ,lotado de propied,"los de penetraci6n r:'ÍJli.Ja. a través <le
tOllas las mucosns), es mortal si se lo inocnla a aves o mamíferos. Prat trae a colneilín
las experiencias afirmativns de Vulpiau y couclnye con estas palabrns : «Le poi~olJ
dn crapan<l est dOllo bien réél, tont le déll1ontre: la ehimie, l'anatomie, l'observ,,-
tioll et les faits de l'expérience» (1883: 278).
, l\l,¡ .• adelante diremos algo acerca .le la taxollonJÍ:I <l~1 anuro,
dit que les Indies se servent souvent de fléches ainsi preparées pour
tuer les singes, dont ils sont trés friandEI, et qu'ils mangent ensuites
sans inconvenienf' (BERNARD,1857 :255) .
En 1872 vuelve sobre el tema a propósito de sus famosas lecciones
sobre patología experimental; transcribimos su texto: "Voici par exem·
pIe, de fleches qui m'ont été remises par M. Boussingault, elles pro·
venient de l'Amérique du Sud. le ne sais nullement quelle est la

1, Dos nativos extrayendu el nueno de una ranit::t ensarta.la en el palito especial;


La Uni'¡o. C,dtbs Oc\'i,ltmtfd, Columuia (según \Vassén, 1957: 1:l5)

nature du poison qu'elles remferment. Ce n'est point du curare, como


me on l'avait supposé: cal' c'est sur le muscles et non sur le nerfs que
s'exerce son actión toxique. le serais tenté de croire qu'il s'agit ici du
venin de ces crapauds qui abondant dans le pays on ces fleches sont
fabriquées, ce venin du crapaud jouit en effet d'une action fort éner.
gique sur la fibre musculaire" (BERNARD,1880; 153·154) 7. Más ade.
lante entra en algunos detalles de interés estrictamente etnográficos:
"lIs (por los indígenas) recuillet ces animaux en gran nombre, les
font chauffer devant lafeu: l'animal jette alor son venin, qui es soig.
neusement recuilli" (BERNARD,1880:292).
2, Tubos de bambú usados por los ;lldios EmperC, del occidente de Caldas, Colombia,
para 11e":1r "iv:1s las ranas vellenosas (vYassén, 1957: 77)

3, Instrnmentos de madera para ensartar las ranas y extraerles el veneno, misma


procedencia que los anteriores (según "Yassén, 1957: 84); a, 27,4 cm; b, 18,5cm
y e, 17,5 cin).
Entre el primer trabajo del ilustre fisiólogo francés y el segundo~
lecién citado, debemos intercalar el de Pérez, 1863 y el de Escobar,
1368. El de Felipe Pérez, "Geografía Física i Política del Estado de
Antioquía", Bogotá, 1863, y que sólo conocemos por cita de Wassén
(1934:618), distingue, entre los indios del Chocó, el empleo de dos.
clases de venenos: uno, el conocido curare, y otro proveniente de una
rana pequeña y amarilla (1863:95), que podría ser Dendrobates leu-
comelas (GINES, 1959: 132). El veneno se aplicaba a la punta de dar-
dos que luego eran arrojados con las "bodequeras" o cerbatanas. El
trabajo de Escobar 8, titulado "Sur une Rainette de la Nouvelle-Gra,
nada que sécrete un venin dont les Indiens se servent pour empoi,
sonner leur fleches", aporta dos datos importantes: el primero, la
identificación del anuro como rana, y el segundo, localizar en Colom,
hia la etnía que emplea su veneno.
Tres años después, A. Posada-Arango, 1871, con "Le poison de la
rainette des sauvages du Choco", se aproxima a la identificación co,
necta de la especie de rana utilizada (Phyllobates chocoensis) fi, cuyo
habitat colombiano se extiende entre los grados 4° y 9° de latitud
norte; asimismo, señala bien la etnía noanama de la región boscosa
ubicada en el ámbito del río Atrato y costa noroccidental de la Re.
pública de Colombia l0. También indica que no se trata de flechas,
sino de dardos emponzoñados, lo que certifica el empleo de la cer··
hatana entre dichos indios. Posada-Arango extiende su estudio en
excelentes consideraciones sobre la naturaleza del veneno y su acción
patogénica 11. Luego de su trabajo todos dependerán del mismo.
De 1872 es el artículo de Saffray publicado en "Le Tour du Mon,
de", donde se refiere a indios del río San Juan: "La bodequera est

8 No hemos podido consnltar el trabajo de estc autor, aparecido eu C. R. Ac. des.


Sc., t LXVJII, 186!l, que tauto Phisalix (1922 : I1, 169), como Dehaut (1910: 51) y
Brazil- Vellard (H/26: !TI, 22 Y 70) sólo mencionan en el texto o en la bibliografía.
sin transcribir pasajes ni agregar comentarios.
, Ver nota 6.
•0 Véase Deniker 1926: 670; también, Handbook of South American Indians,.
Smithsonian Iust., Washington, 1959: Vol. 7, s. v; Tovar, A. Catálogo de las len-
guas de Amél'ica del SIl1', Buenos Aires, Ed. SudamerilJana 1961 : 143 s.
ti Blancbard (1890: JI, 715 ss.) resume muy bien a este autor. vVassén (1934:
619) babla (le un libro de C. Lnis Arango, del1icado a la Hoya del Kindio, sur d
Colombia, cuyo títnlo es: «Recuerdo de las gnal]uerías en el Kindio» (Barcelona,
s. f.); habla allí del veneno empleado por los iudios en la caza y en la guerra, ve-
lleno o1¡teuido despellejando viva la rana y mezclal10 con otros ingredientes (s. f. :..
155).
l'arme ordinaire ... ; mais, au lieu du curare, ils emploient un venia
de grenouille. Le batracien qui fournit ce venin ne se trouve que
dans certains cantons. C'est la grenouille Phyllobates melanorhinus~
longue d'environ trois pouces, jaune, a,-ec des taches> rouges sur le
dos, des yeux novis fort grands et une tache noire sur le nez. A dé-o
{aut de celle-la, on prend une varieté a ven tre noire. Les indienco
eonservent ces petites betes dans des noeuds de bambou. Lorsqu'il.
veulents obtenir le poison nécessaire a leur chasse, ils attachent la
malheureuse créature a une branche de bois vede, au dessus d'un
feu de braise. Bientot le corps de la grenouille se couvre d'un
mousse blanchatre, puis d'une huile jaune que ]'on recueille en reclant
la peau de la victime. Celle-ci est alors replacée dan sa prison, et
S'i elle ne meurt pas de ceHe demicuissen, elle pourra fournir pluw.
tard une nouvelle quantité de liquer toxique. De meme que le curare"
le venin de grenouille agit seulement sur les organes de la locomotion~
et fait périr par asphyxie" (1872 :98, apud WASSEN 1957 :87 s). He··
mas visto que para la misma fecha Cl. Bernard había rechazado esta
comparación con los efectos del curare.
En 1878, en el "Dictionnaire de Médicine", Littré y Robin apro-
vechan los pocos trabajoE' hasta entonces realizados y los extractan
convenientemente en los artículos "hatracine", "balraciens", "cra-
paud", "curaré" y "salamandre".
De la misma fecha, 1878, es el trabajo de Lacerda Filho, publicado>
en los" Anchivios" del Museo 1 acional de Río de J aneiro y del cual
nos intereEa el siguiente párrafo: "Existe, sobre todo en el Amazonas.,.
una especie (de bufo) de proporciones gigantescas, descrita por Spix
con el nombre de Bufo agua 12, que convendría estudiar desde el
punto de vista de la acción de su veneno. Es muy posible que sea:.
una especie gigante, de la que toman algunos indígenas del Amazo-
nas un veneno para untar las puntas de sus flechas, sustituyendo de:
esta suerte al curare que pertenece solamente a algunas tribus" (1878:
IIl, 39). Dos notas deseamos destacar de esta cita: la primera, 131

•• BlIjo icteric/¿8, Spix. Según Laceraa Filho, sería inlportante saller si « as COl>-'

cluslies a que chegamos para o venello de Bufo ictericus, 8110applicaveis ou nii.o 3'"
veneno das outras especies do Brasil. Existe sollretudo no Amazoua. una especie (1
proporclies gigantescas acscripta por Srix com o 1I0nlC de Bufo-Agua, que couviria.
Cif,nr1ar soll o pouto ,le vista da Itcc¡¡'o do seu veueno. E mesmo provltvel qne sPjn.
desm eil'ecie gigantesca que tirarn alguns ¡ódígeuas do Amazonas o veneno com qll~
uut,," a 1'0llt:L das sn:LS l1ech<ts suhstit.ninao dest<t sortc o nntri, qne perteuece só-
IIIO'llt.ea alg1l110:l8 trihns (1878 : iHl).
notable ampliación del área de empleo del veneno de sapo para hacer
más eficaz la acción de las flechas. Si bien no especifica qué tribus
del Amazonas serían sus beneficiarias, nos encontramos excedidos del
ámbito chocoano. La segunda nota de interés. es la indicación del
empleo del sapo (Bulo) y no de la típica rana (Dendrobates). Que
se trate también del sapo tiene la importancia de posibilitar el uso
·cultural de su veneno en lugares muy distintos y numerosos. Además
- y ya es una cuestión secundaria - podría pensarse que Cl. Bernard
.se refería realmente a este tipo de veneno en los textos suyos que
hemos transcripto 13.
En 1897 y 1900, Malbec y Bourgeois dan a conocer dos trabajos
'Sobre el veneno de flechas. En el primero, de 1897, dedicado pre-
cisamente a flechas venezolanas, se dice que los indígenas de Colom-
hia mezclaban el curare con veneno de sapo y rana (1897 :249) ; en
el segundo artículo citan a Prichard, que a tribuiría el uso de esta
arma química a tribus del Orinoco, y a Vulpian, que realiza experi-
mentos con flechas de caza provenientes de Colombia, impregnadas
'Con el veneno cutáneo de las ranitas del Chocó (1900:70). Sostienen
estos autores que las glándulas cutáneas del sapo segregan una sustan-
cia venenosa, cuya parte activa s'ería la frinina, que actuaría sobre
el corazón y la médula. "On a pu reeonnaitre encore dans les venins
des batraeiens la précense d'acide isocianoacético et metilcarbilamina;
ceHe derniere subtance se trouve aussi dans les produits de putréfac-
lion et agit comme un convulsivanl systolique du couer, doué d'une
.action foudroyente" (1900:205-20'6).
En 1910, E. G. Dehaut publica "Les venins des Batraciens et les
Batraciens venimeux. Étude de Zoologie médicale", que es una puesta
al día de los conocimientos sobre los venenos de los batracios y las
glándulas que los elaboran. En el capítulo III, dedicado a los Anuros,
·cstudia Dendrobates tinctorius, y a este propósito menciona los textos
de Bernard y Posada-Arango, sin agregar nada nuevo, excepto la me-
jor identificación de la especie utilizada. El veneno - concluye - "doit
ses propriétés toxiques a un alcaloIde phosphoré mais non oxygéné,
qui a re~u le nom de batracine; il contient en outre une matiere
résineuse inerte. Son action est tres analogue a ceHe du curare, cal'
dIe porte sur les organes du mouvement, non sur ceux de la sensibi-
lité. n est mortel poul' les grands Mammiferes: pour le Jaguar como
lile pour l'Homme. Les Indiens ne eonnaissent aucun antidote et,
quand ils se blessent accidentallement. ils en sont réduits a couper
la partie OU le dard a pénétré" (1910:51-52).
En 1922, Marie Phisalix, en su conocido t1'3tado "Animaux veni-
meux et venins", se refiere especialmente al veneno de Dendrobates
tinctorius, vuelve a resumir los datos etnográficos de Posada-Arango
y desarrolla el estudio de la acción glandulal' de los batracios, lo·
cual sintetiza en un cuadro muy ilustrativo (1922: Il, 148-149) 14.
En el mismo año Walter Krickeberg incorpora brevemente la noti.
cia de este veneno en una gran obra de síntesis etnográfica: "Illus-
tl'ierte Volkerkunde", dirigida por George Buschan, Stuttgart, 1922:
"La cerbatana 15 de los chocós modernos consiste en dos mitades de
una caña, Ullidas herméticamente con caucho y con la que se lanzan
dardillos que han sido preparados no con un veneno vegetal, como
en el resto de América del Sur, sino con la secreción de las glándulas
de un sapo (Bufo marinus)". Hemos visto que no se trata del Bufo
en el caso particular de los chocoanos, sino de un dendrobátido.
Entre nosotros fue Vicente Novaró quien, en 1923, se ocupó del
veneno del sapo a propósito de sospechar que pudiera ser la causa
de la muerte de un paciente suyo por el empleo de este anfibio por
]'azones de terapéutica popular; como se sabe, se lo aplica vivo sobre
la mejilla en caso de dolor de muelas, o sobre el abdomen si se trata
de detener el avance de la "culebrilla" (herpe zoster). Su trabajo,
pone en claro la toxicidad del veneno granuloso de Bu/o marinus
(L.), aunque, en realidad, se trata de B. arenaflL1n (ver Guía 1934).
En orden a la sensibilidad del veneno, los animales sometidos a las
experiencias pueden ordenarse a sí: paloma, conejo, cobayo, rana y
rata (1932:782); la dosis mortal para el perro es de 20 mgr por kilo
de peso, por vía venosa. Si bien en su contribución no hay referen-
cias etnográficas, tiene en cuen t a algunos datos de medicina folk-
lórica.
En 1923 L. Lewin publica su libro "Die Pfeilgifte", Leipzing 1G.
en donde los informes· sobre el veneno de ranas parecen tomados de
Posada-Arango (1871); igualmente identifica el género Phillobates
bicolor val'. toxicaria, también llamada P. chocoensis ' 7, de 98-100 mm
de largo por 12-15 mm de ancho.

" Dice Phisalix: que los indios del Chocó atraen al animal imitando su canto
(1922: Ir, 14-4).
" Citamos la traducción castellana del F, C. E., México 1946: 360-361.
16 Segúu Wassén 1934: 617 y 1935: 100.
" En Ginés 1959: 132 Género Phylobates Duméri! y BilJron.
De 1926 es una comunicación de J ayme R. Pereira, de San Pablo,
:Brasil, que investiga, con resultados francamente negativos, la existen·
«;ia de una sustancia diurética en el veneno de Bufo, inves.tigación
JIlotivada por la necesidad de someter al control científico la creencia
popular de que las fricciones con aceite, en el cual se ha freído un
:sapo, sobre la piel, elimina los "malos humores de la sangre" y fa·
<cilita la diuresiE; 18.
En 1926, en las "Memorias do Instituto de Butantan", de San Pa·
blo se publica un extenso artículo de los doctores Vital-Brazil y J.
Vellard, titulado "Contribw;ao ao estudo dos batrachios", en donde
resumen la literatura precedente, incluyendo ligeras referencias etno-
gráficaE' y folklóricas sobre el veneno que estamos tratando; además,
estudian la localización del mismo en el animal, la estructura de las
glándulas, las propiedades físico.químicas de las secreciones, su acción
fisiológica, los resultados obtenidos utilizando distintas vías en anima·
les de laboratorio, la acción sobre las mucosas, la absorción por la
piel, la acumulación del veneno en el organismo, etc. De sus conclu·
siones transcribimos lo úguiente: "La sécretion laiteuse fournie par
(es nombreuses glandes dorsales des Bufo, groupées en petites papu·
les ou en amas volumineux (paratoides·, etc.) constitue un venin ex-
tú:mement actif, s.emblabe, sauf des légers variations dans les proprié·
tés chimiques, chez tous les Bufo étudiés et tres différent des. venins
(lphidiques ou arachnidiques" (1926: III, 64) .
En 1935 Henry Wassén publica sus "Notes" sobre los chocó del sur
de Colombia, a los que estudió directamente: "For the poison frog
the Nonamá-Chocó use the same word, kokoi. This animal is very
difficult to chatch ( ... ) et was determined aE'le lenging to Dendro·
bates tinctorius Schneid" (1935 :99). En 1957 publica un estudio mu·
-eho más concluyente, titulado: "On Dendrobates - Frog-Poison mate·
rial among Emperá (Chocó), speakin Indians in Western Caldas, Co·
lombia", que documenta con diez ilustraciones de gran valor. Allí
recuerda que los dardos tienen una eEpecie de garganta entre el cuerpo

J8 « A phftrrnacopéa pupnlar de diverso~ paizes ntilisa o sapo. Ássirn é qne nft


'China é empregal10 ern diversos preparados para combater a hydropísia. Entre no~,
·em ccrtas localidarles do interior, principalmente no Estado do Río, seguudo Il( s
iuformaram varios rnél1icos, é elllpregado, em fric\loes, um oleo, a qne chaman olto
·de sapo, o qual é prep~'rado lanc;ando-se em azeite, a ferver, urn sapo vivo. Em on-
tros lngares (Minas Geraes) aconselba-se, no tratamento da erysipela, eczemas re-
·beldes e ontras eífecr;ües cutaneas, fricc;ües com um sapo vivo » (Brazil y Vellard,
1926: lIr, 10).
4, Dardos de cerbatana, respectivamente de 21,5 cm: 24,2 cm; y 23,6 cm. übsél'vese
la gal'ganta sobl'e la punta pal'a facilitar la fractura de ésta (según vVassén, 1957 : 81)

5, Manojos de dardos envenenados, material de los indios Chocó


(según Wassén, 1957: 81)
y la punta, lo que facilita la separación de esta última, y la seguridad
de que permanecerá incrustada en el animal herido.

En una obra de medicina publicada en Buenos Ail'es (1946) vuelve


J. Vellard sobre este tema: "El veneno de los grandes sapos es poco
utilizado como veneno de flecha. Alguna" tribus de la región ama-
zónica lo mezclan al curare. En Colombia, en el Chocó, los indios se
sirven con frecuencia de otro pequeño batracio, el Dendrobates tinc-
lorius, para envenenar sus flecha de caza y de guerra. Obtienen el
veneno acercando al fuego los batracios atravesados vivos con un pa-
lito. Los animales se cubren con una capa espesa de veneno muy
cáustico, que los indios se cuidan bien de tocar con los dedos. Son
flechas muy peligrosas, que matan en minutos a un venado o a un
jaguar. Los síntomas parecen semejantes a los provocados por el ve-
neno de sapo, Los cazadores, luego de la muerte de los animales,
sacarán con cuidado toda la carne alrededor de la flecha, consideran.
do el resto sin peligro y perfectamente comestible, Los indios n(}
conocen ningún antídoto contra este veneno" 19,
De 1947 es un breve y excelente trabajo del Prof. Kalman Mezey,
de la Facultad de Medicina de Colombia, presentado al ler Congreso
Interamericano de Medicina de Río de J aneiro (1946). Principal.
mente interesa por encal'ar el aspecto farmacodinámico del veneno.
En 1948, Stout anota brevemente que los indios chocó envenenan
sus flecha8 con una sustancia vegetal o extraída de algún animal, en
este caso la piel de una rana; su fuente de información es Wassén
(1935) .
En su ameno y bien planeado libro "Precolombia", 1954, Teresa
Arango Bueno recuel'da que los musos, que ocupaban las tierras como
prendidas entre los ríos Magdalena al occidente, el Sogomoso al norte,
el Ermitaño al sur y el Suárez al oriente, envenenaban sus flechas con
la ponzoña de serpientes, sapos y escorpiones (1954 :67) ; del mism(}
modo, los quimbayas y caldos, cn el área que circunscriben las coro
dilleras occidental y oentral de los Andes colombianos, y los ríos Otum
y Paila, afluente del Cauca, hacían sus flechas más mortíferas im·
pregnándolaE' con zumo de plantas y secI'eciones venenosas de algunas
"ranas" (1954:78 y 79). Esta costumbre perdura entre los naturales

" Juan A. Vellarel en « Terapéntiea, Clínica », Biblioteca dirigida por César


Carc1ini y Juan José Beretervide, t. IV, 4a parte, cap. XVIII: « Otros vertebrauos
yenenosos », pág. 302, Buenos Aires, eel. « El Ateneo )}, 19,16.
(lel valle del Chocó de Antioquía y Bolívar (1954: 90 y l(4). Arango
Bueno, como Lacerda Filho, extiende el uso del veneno de "rana"
a otras tribus de la Amazonia y del Orinoco, tales los guajiros', pui-
ID are, cofan, maca guaje y coreguaje (1954: 105) .
Entre nosotros Freiberg (1954:28·29), en unos renglones un poco
generalizantes, dice que el veneno del sapo era utilizado por "los in-
dígenas de América para emponzoñar las flechas".
Por último, en 1959, Ginés, en un es'tudio de taxonomía, se refiere
al género Dendrobates Walger, de la fauna venezolana, tipificada por
D. tinctorius (Schneider), cuyo humor cutáneo es tan venenoso que
mata a las otras ranas por contacto. Es muy tóxico cuando se ingiere
por la boca y en algunos lugares los indios lo emplean para envene-
nar las puntas. de sus flechas, "sus efectos son muy parecidos a los
del curare" (1959:132). Esta última observación no parece ser muy
pxacta, como veremos más adelante.
Se habrá observado, en este resumen de antecedentes, que si bien
hay mención del empleo de este veneno específico para distintos lu-
gares de udamérica no bien determinados, en cambio hay otras re-
ferencias qlle precisan mej 01' región y etnía; así es que, si se habla
del área amazónica o colombiana en general, también se restringe el
área a la zona del Chocó, al menos como el lugar de mayor vigencia
de la costumbre. Faltan investigaciones en este sentido y se puede
wspechar que en ~l pasado la difusión pudo ser más amplia. Wassén
(1957), que hasta ahora es el último que ha publicado sobre el tema,
recogió datos y materiales entre los indígenas emperá, chocó, del occi-
dente de Caldas, Colombia.
No obstante, el dato que hemos transcripto en la nota 5, según
Roulin·Prat (1883), todavía en 1825 el veneno del sapo era utilizado
en la región de la desembocadura del Orinoco, lo cual nos da dos
pautas: a) la de su amplia dispersión, y b) la de su especial conser-
vación en el área chocoana, con posible especialización en el Den-
drobates.

En algunos cronistas hallamos referencias al veneno del sapo, aun-


que sin relación directa con nuestro tema etnográfico. Oviedo y Val-
dez 20 habla de una india de Tierra Firme, que murió por haber
comido uno de estos animales, pero su relato no es preciso; el sacer-
-dote Sánchez Labrador 21 recoge en su libro obre medicina y ciencias
naturale~ creencias sobre la venenosidad del sapo y su empleo en bru-
jerías, aclarando que se puede comer sin peligro 22. Wassén (1934:
-617) cita el texto de una crónica de Panamá, de principios del siglo
XVII, según la cual había allí "muchos y muy grandes sapos; no
muerden, pero golpeados sudan por (en) cima (d) el cuero un ~umo
J¡lanco como leche, que venido (bebido) o comido es mortal". De
modo semejante y vago se expresan Herrera, Pimentel, Soares de
Souza y otros, que no es este el lugar apropiado para resumir 23. El
folklore universal ha conservado la crecncia en la venenosidad del
apo 24, en su valor como agente terapéutico 23 y como instrumento
.de maleficio y adivinación 26.

" Ver Anibal Ruiz Moreno, «La 1nedicina en «El Pa1'aguay Natlt1'al», (1771-1776)
<lel P. ,Tosé Sállchez Lab"ad01' S. J. », Tueumán, Universidad Nacional de TucnlOán,
194,3 : 134,-138 .
•• Citamos exprofeso, dos ejemplos contradictorios, pues, estos casos demuestran
-qlle no se trataría, siempre, de la mislna especie. Paredes Canclía (1953: 94-95)
Tecogió (le la tradición oral del antiplano boliviano un relato ell el cual se funden
¡¡as dos creencias: «Uu eSl'afiol se había perdido en el altiplano y despnés de >tndar
llI11cho, llegó a un caserío de indios en busca de comida yagua. Los indios no en-
tendieron lo q né pedia y el desesperado cogió unos sapos y se puso a guisarlos. Los
indígenas, acercándosele, asombrados, le dijerou: Jiampathu ahá tatay. (S011 sapos
plles sefior) - ~ Tiene pato ~ - Mejor, dijo el español y coutinno cocinando. Eu un
-esfuerzo último, para que comprendiese lo que querían decir, repitierou gutural-
mente la palabra veueno. Vinino há tatay. (Es pnes veueno) - ¡, Con vino más f -,
repitió el español. Pnes Dlucho mejor. Y se los comió sin hacer caso a los gestos de
Tl'llllgllancia que hacíau los indígenas ».
" Antonio de Herrera, Historia Genc,'al, Madrid 17HO, Dec. 1; tI, 202; Nor-
densklold, Comp. Ethn. Stlld., Goteborg, Vol. 3, 1934: 56; Wassén, 1934: 618-119;
escribe C. Rusconi: «Sn piel suministrada e11 trocitos ell nna infnsión dc té, atenúa
-ciertas afecciones al corazón (según el decir de la gente de campo). Estudios moder-
110Sparecieran evideuciar en la piel del sapo la presencia de priucipios fisiológicos
",I¡.ro parecidos a los que se suministran mediante la adrenalina, y de allí que esos
galollos alJorígenes, a fnerza de ensayos y experiencias, aconsejaron más de nna vez
dicho medicamento para ciertas alteraciones del corazón}). Poblacioncs p1'e y post
./¿i.,pállicas de Nenduza, Mendoza, Imprenta Oficial, 1962, t. IV: 439.
" Numerosos ejemplos en Blanchard 1890: Ir, 716 ss, ; J. B. Ambrossetti, 1893:
:367 ss. ; Rosemberg 1951; Brazil-Vellard 1926 .
., Por ejemplo, según el Atarva- Veda, la rana es empleada como remedio a cansa
de su fmlc1ad para combatir el ardor de la fiebre (C. Forlllichi, La pensée 1'cligiellsP
-de l' ll1de avant Boudha, trad. F. Hayward. París, éd. Payot, 1930: 84).
" E. Bosc, Dictionnai1'e d'Orientalisllle, d'Occultislllc tt de Psychologie ou Dictionnai-
7'e de la Sciencc Ocnlte, Paris, Ed, Chamuel, 1896: s. v.
En un princIpIO no se tomó en cuenta la determinación taxonó·
mica del batracio que producía el veneno utilizado por los indíge.
nas para emponzoñar dardos y flechas; por lo común se habla de
sapos o ranas. Bernard, Roulin, Prat y Vulpian s,e refieren a sapos;
tittré y Robin, a grandes sapos o Phylobates; Krickeberg a Bufo
marinus; Lacerda a B. ictericus (Spix) y B. marinus (L.) Schneid;
Brazil y Vellard, a B. agua (Seba) y B. ictcricus (Spix); Posada·
Arango, a Phylobates chocoensis, y André a Ph. bicolor, val'. toxica-
ria, como igualmente lo hace Lewin; en realidad, chocoensis. toxica·
TÍa y melanorhimus serían sinónimos o indicarían variedades.
Hasta donde puede discriminarse de los datos más o menos impre-
'('isos, parece tratarse, por un lado. de Bufo agua o de otras, grandes
't'species de sapos, como lo señalaba Rocelin para Venezuela (en Prat
1883:278), y por el otro, de Dendrobates tinctorius (Schneid). De-
haut (1910:50-51), Phisalix (1922: n, 144), Wassén (1935:99 y 1957:
86) y Ginés (1959:132) concuerdan en esta identificación referida a
la especie colombovenezolana. Dendrobates tinctorius (Schneid), tipo
<lel género D. Wagler, de la familia Dendrobatidae, "son ranas pe-
queñas, de colores muy vistosos, rojos y amarillos" 27. Según Ginés
(1959:132), este género se encuentra desde Nicaragua hasta el sud·
~este de Brasil y Perú 28.

Ranas y sapos pertenecen al grupo de anuros que carecen de apa·


l'ato inoculador de veneno, pues éste forma parte de su arsenal de
,Idensa pasiva; bien dice Vellard (1944: 13) que el sapo .- e igual-
mente puede decirse de la rana - se cubre de una verdadera coraza
·de veneno que exuda por su piel. Excitado el animal por medio me-
'Cánico, físico o medicamentoso, segrega una sustancia opalescente,
espesa y untosa que, desecada por simple exposición al aire, toma un
color oscuro y se endurece. El veneno, tal cual se obti.ene de las fle-
chas, según Phisalix (1922: n, 144), no es amargo ni nauseoso y pro-
Voca la hipersecresión salival; es parcialmente soluble al agua y su

" Wassén (1957: 81) da estas medidas: largo 25 mili; ancho 17 mm .


•• Ver otros detalles en Novaró (1932 : 763),
solución, neutra al tornasol, tiene olor a pescado fresco 29. Las s,eere-
ciones provienen de las numel'osas glándulas dorsales (veneno gra-
nuloso), de las pequeñas de Leydig y de la parotoides. La secresión
abdominal de los bufos es menos activa que la dorsal (Brazil·Vellard
1926: III, 55 Y 65); además, ya Leydig, 1876, había observado que
la toxicidad guardaba relación con las horas del día y las estacione
(Dehaut ]910:35) 30. Según Lewin (citado por Was,sén 1957:87), los.
indígenas utilizan indiferentemente machos o hembras. Trabajos ini-
ciales de Vulpian (1853), Formara (1877), Calmels (1884), Kobert
(l899), Heuser (1902) y Krakow (1904) seña1<m semejanzas entre
este veneno y el de los vegetales del grupo de las digitalinas 31; en
1902, Abel y Mach aislan dos principios del Rufo marinus: adrenali-
na (6,72 ro) 32 y otro tóxico -diurético cardíaco 33_ que comparan
con la digitalina (Brazil-Vellard 1926: IIJ, 14 Y Vellard 1944: 7-8).
Investigaciones más recientes reconocen en la secresión cutánea de lo
sapos (Bufo arenarum, B. vulgaris, etc.) sustancias emparentadas con
glucósidos cardiotónicos como arenobufajina y bufotalina (Litter 1959:
435) 34. Según 1. y M. Fies,er (1948:970-972) la bufotoxina se asemeja
éxtraordinariamen te a los venenos cardíacos de origen vegetal.

•• Ver ot,ros (letalles en Novar6 (1932 : 763).


". Phisalix (1922: 1',67-68) (lice que el veneno seco pierde algo de su toxieidad.
" En 1900 MalLee y Bourgeois 'ostenían que las glándulas cutáneas del Rapo se-
gregabau un veneno cuya snstancia activa, era frinina (pbryniue) que actuaba soL re
el coraz6n y la médnla, además, se podía reconocer la presencia de ácido iHociana-
cético y de metilcarbilamina, esta últinla presente, también, en los productos de pu-
trefacción y actuando como uu convulsiouante sist61ico mny poderoso (1900: 205-
206). La metilcarhilamill:t (methylcarbylamine) es citada por Pngliese (1895), (VeI'
Dehant 1910 : 40).
" J. A. Domíngnez. Contl'ibución a la mate"ia médica al·gentil/((. (PI'i'lllera conl1'ibll-
ción). Trabajos del Institnto de Botánica y Farrnacología. Facultad de Medicina de
Buenos Aires j Buenos Aires, n° 44, 19~8: 74, al bablar det sapo dice que sn piel
contiene principios que por sn naturaleza y acci6n se aproximan a In adrennlina.
Segúu Novar6 1932: 761, el veneno posee ll10chas acciones por la adrenalina que
contiene, pero se nota la presencia de otros t6xicos qne moüilican a veces y otras
el1n)::u~caran o contrarhtll su acción.
33 Ver nota 18.
" El diccionario Espasa-Calpe (B¡Lrcelona 1927: s. v. Sapo) observa que el líquido
segregado por los tubérculos grauulosos considerado veueu('sos « no pasa de ser nn3.
fábula », pero, en la voz bllfonina se puede leer esta flagrante coutradici6n : « llom-
bre dado al principio t6xico del veneno del sapo ». Entre llosotros, nna sociedad!
que defiende la fiora y fauna de nuestro país, en una de SnS declaraciones tituladas.
« Los crímenes de la ignorancia» (véase « La Raz6n » de Buenos Aires, 9 de junio
de 1963) asegura qne los sapos y los escuerzos « ni son venenosos ni hacen mal
6, Dibujo de Dend"obates tincto1'i1ts SeLneid, ejemplar adulto
(según Wasséll, 1935: 99)

7, Dendrobutes sobre los dedos de ulla mallo lo qlle permite apreciar su tamaiio
(según Wasséll, U157: 78)
No está claro cuáles son los lejido~, 35 y formaciones que segregan
el veneno más enérgico. Desde el punto de vista etnográfico puede
eonsiderarse la acción simultánea de todas las secresiones, mezcladas
éstas con sangre, tierra, hollín e, inclusive, con la probable interven-
ción de algún virus neuroectodérmico. No es difícil que unos dardo
lleven más de un veneno que de otro --debido a las mismas técnicas
de impregnarlos-, haciendo esto variar, por lo tanto, el cuadro del
envenenamiento y muerte.
o conocemos experiencias prolijas sobre la aCClOnpatogemca di-
ferencial de las distintas secreciones de estos anuros, y al respecto.
la literatura pertinente no es todo lo clara que es de desear. Posada-
Arango (1871) señalaba que el ven.eno ma taba por su acción sobre
el sistema nervioso central y que, de acuerdo a la autopsia, el cora·
zón se mostraba lleno de sangre, en diástole. Un trabajo más o me·
nos reciente, como el de Santesson (1935:106-107), describe la pará.
lisis contractiva de los músculos, seguida por la paralización del sis-
tema nervioso central y, por último, la detención del corazón en sís-
tole. No obstante, Dehaut (1910:48), citando investigaciones de Bert
(1885) y de Gidon 1897), establece la paralización en sístole si el
veneno que actúa es granuloso, pero si el veneno es mucoso, el cora-
zón sle detiene en diástole.
Según Brazil y Vellard (1926: IlI, 32) se trata de un veneno esen-
cialmente neurotóxico que provoca, al principio, una corta fase de
agitación, seguida de depresión y, luego, de parálisis; la muerte su-
cede a la detención de la respiración. Lo común es una intensa ta·
quicardia y aceleración de los movimientos respiratorios, pero el co-
razón es el último en detenerse. Kalman Mezey (1947 :231) establece
que la absorción del veneno por el tejido muscular es muy rápida~
en cambio por vía oral se soportan dosis diez veces superiores a la

niugnno ala gente» está de má.s aclarar IJne si 1ft primera de estas afirmaciones ea.
cOlllpletamente err6nea, 1ft segunda dependerit (lel empleo que se haga del animat
como lo advertimos en el texto al referimos al trauajo de Novaró .
•• Por los (listintos tejidos excretores de veneno ver Physalix 1922: 1I, 5 ss. a.
] 41 ss; ;\1:1Y Birauén, La esl!'/IGtlll'a lti.tolóllica de las glándlllas venenosas de IClpiel
de anfibios de la Rcptíbliea A'·ge7ltj-"a. El! PHYSIS, t·. JX, 1928-1929: 416-420 j H.
E. Prieto Diaz, C. L. Gómez Dnnlln y F. C. Itnrriza., Aspecto histoquÍ1nico de la piel.
del Bllfo al'enanll" Hense/. En Actas y Trabajos d"1 Primer Congreso Sudamericano.
de Zoología" La Plakl J 959. La Phtta, ] 960 V, 239-250. H. E. Prieto Díaz, Macizos.
Illan't'll,,,·,'s desoonocidos en la piel del d8CIlPl'ZO,en id. X VI, 253.
letal 36; por vía de la vena mesentenca no produce fenómenos tOXI
cos, lo que hace pensar que el hígado lo destruiría, aunque es,to n()
pudo comprobarse in vitro. La sangre de los animales lentamente
intoxicados no presenta hemólisis 37. Los ~íntomas más llamativos, de
Ll intoxicación son: dispnea, braquicardia y pérdida del equilibrio.,
Supone Kalman Mezey que el efecto inmediato letal en dosis gran-
d{'s de veneno se debe a una parálisis respiratoria, aunque también
sea afectado el corazón y se produzca hipotensión. En un corazón
aislado de Bufo la acción tóxica disminuye la frecuencia y la amplio,
tud de las contracciones.
Parece que a mayor tamaño del animal herido el veneno es ma
activo; por ejemplo, Santesson (1935: 107) trae esta relación experi-
mental: un ratón blanco de 25 gramos, fue muerto en 17 minutos por
0,24 mgr; un conejo de un kilo fue muerto en 15 minutos con la,
mitad de la misma dosis.
En general hacen falta trabajos de laboratorio mas prolijos, amo.
plios y concluyentes, en los que se tengan en cuenta la mejor deter-
minación de la especie empleada, época de experimentación, sexo del
animal, discriminación de las distintas secreciones empleadas (gra ...
nular, cutánea y parotoide) y animal utilizado para la inoculación;
rlel mismo modo, un mejor conocimiento químico de las secreciones,
protocolos más detallados del proceso pa togénico e informes de las
autopsias. Naturalmente, estas interesantes cuestiones están fuera del
estricto interés etnográfico de este estudio 38, no así la investigación

" Precisamente lo contrnrio de lo 'lue aseyer:1.n Hrazil y Vellard (1936: llI, 3t Y


Vellarrl 1944: 12); Ginés (lft5\): 132) dice « es mny t6xico cnando se ingiere pOI'
boca », si bien se refiere :1.Dend"obales lillctOriUS, Según referencia ,1e 'Wassén (1957 :
86, nota) el venellO fresco es menos actiyo pnes la oxidación qne prodnce el secado.
etnogrMico sobre el fnego lo h:1.ce más fuerte. Según las viejas experiencias de
Gratiolet y Cloez (1851 y 1852) las senreciones conservan ruucho tiempo sns propie~
dadea venenosns; (Ver Dehant 1910: 36).
" Pnglicsc, cn 1895, ,1ice qne el veueuo grannloso del sapo disuelve los g16Lnlo&.
rojos (Dehant 1910: 40), nnestra experiencia, ue laLoratorio, en a7limo viii, concner-
da con el enuncia,lo de Kalrnall Masey.
38 Podría ser un terna especial de investig'1ción el enlpleo de f1cchas envellelladas.
eo el norte de nuestro territorio dnr:1.nte la con'lnistaysi el veneno utilizadoa eso
efectos era de procedencia. vegctal o anima!. El cronista Diego Fernández, el Pa-
lentino, eu sn Prirll.eJ'(/ Pa,·te de /{t His/oria del L'ení (ell. Madrid 19 J 4 : t ll, l' ; 22)
sefhla las flechas elllpollzofladas de los illdios t,lIcUlllallOS de cuyos efectos Jnllri6.
D;t'go llc Rojas; t'Lllluiell relata el l!ranuítico recurso ,1e los eXl'elli('iollnrios para.
de-cuLrir el nntivellello hiriclIdo a propósito a 1111 illllio y dl'jállllo]o 'l"C se curara a.
<le la restringida área choco ana como centro de difu ,ión o de espe-
cialización, pero este tema también tendl"á que ser objeto de otro
trabajo.

El empleo etnográfico de secreciones venenosas de ciertos anuros,


para emponzoñar dardos y flechas, no es muy conocido. Su estudio
científico - aunque desde el exclusivo punto de vista fisiológico-
comienza con Claude Bernard (1857); años después la bibliografía
se enriqueció con artículos o referencias del mismo Bernard, Pérez,
Posada-Arango, quizás uno de los mejores, Saffray, Littré y Robin,
Lacerda-Filo, Malbec y Bourgeois, Dehaut, Phisalix, Krickeberg, No-
"aró, Lewin, Pereira, Vital-Brazil y Vellard, \Vassén, Kalman Mezey,
Stout, Arango Bueno, Freiberg y Ginés. Si bien parece que se utilizó
la secreción tóxica de distintos Bufo, los datos más amplios y con-
cretos se refieren a Dendrobates tinciorius (Schneid), género que se
encuentra desde Nicaragua hasta el noroeste del Perú y Brasil. El
veneno proviene de una mezcla de las secreciones de las glándulas
dorsales, de las pequeñas de Leydig y de las parotoides, con sangre,
tierra, hollín y, probablemente, algún virus neuroectodérmico. El
análisis químico acusa la presencia de adrenalina y sustancias empa-
rentadas con glucósidos cardiotónicos. No está clara la patogenia del
envenenamiento, y la muerte por síncope en sístole o diástole parece
depender del predominio de uno de los dos componentes.
El uso etnográfico del veneno parece haber sido amplio en Sud-
américa, aunque los datos se refieren más a la región Orinoco-ama-
zónica, especialmente a la del Chocó, Colombia, en donde su empleo
está en vigencia. Queda por investigar si esta última localización re-
presenta un centro antiguo de difusión o de especialización con el
Dendrobates tinctorius.

sí mismo, Según este cronista las « púas» de las flechas « son de manera de agnjas »
(II, 26), lo que hace pensar más eu dardos de cerbatanas que en puntas de flechas,
sobretodo por el detalle de que la « púa» quedaba dentro de la herida. Sea como
fuere - y aunque no haya todavía nada concreto para sostenerlo - podría sospe-
charse el nso (Je venenos de Bufo, sobretodo teniendo en cnenta la frecuente n'peti-
dón de este animal en los temas cerámicos y en las pictografías indígenas.
Teniendo en cuenta la finalidad central de nuestro trabajo, ello es
~a utilización del veneno de los batracios por parte de grupos huma.
~110S primitivos, actuales y extinguidos, para emponzoñar sus puntas
~e flechas y dardos, decidimos reproducir experimentalmente el he·
'cho etnográfico conocido.
Se experimentó con ratas de laboratorio. Tres son sometidas a la
·¿¡cción del veneno de Bufo arenarum. Se extrajo la sustancia tóxica
'fle dos ejemplares, macho y hembra.
Por cloroformización E,ecretaron poco, por pellizcos con pinzas se
"-Jbtiene sustancia de las glándulas parotoides. La sustancia es blanca
-anacarada, de consistencia muy pegajosa. Por el mismo procedimien.
io se recoge el de la dermis restante, pero en menor cantidad.
Con la sustancia obtenida de las parotoides se impregnan dos fle.
~has de madera del Chaco y una espina arqueológica de cactácea,
'que se introducen en la región abdominal en forma subcutánea.
A los dos días de la inoculación el animal numerado como 2 pre-
. entó características de acentuada anormalidad, que luego se presen·
:taron en los otros. La posición es decúbito lateral con imposibilidad
-de adquirir la estación normal. Erizamiento del pelo. Párpados ocluí·
-dos. Ligera hemorragia en el ángulo interno del ojo derecho. Movi·
:mientos coreicos perfectamente definidos en la cabeza y miembros
anteriores. Tren posterior con parálisis espástica, no respondiendo a
:los estímulos externos. Crisis coreica apreciable que culmina con
'opistótonos y luego encurvamiento de la columna vertebral en sentido
dorso ventral, llegando el extremo anterior de la cabeza a contactar
'Con las extremidades distales de los miembros posteriores. Estas crisis
:se repitieron a intervalos irregulares, no pudiendo ser desencadenadas
por estímulos externos (ruidos intensos, pinchazos, etc.). No hubo ex·
.•.
~resión urinaria ni fecal. A las seis horas, aproximadamente, los mo·
vimientos coreicos cesaron, persistiendo en forma poco manifiesta en
los miembros posteriores, los que perdieron su rigidez primitiva. Los
_párpados permanecieron abiertos, siendo su reflejo, incluso el corneal,
-abolidos; disnea intensa, micción abundante y de aspecto normal. El
-animal muere una hora después. La rigidez cadavérica se instala rá·
pidamente.

Necropsia: Subcutáneo abdominal con lesión congestiva circunscrip.


la muy leve (inoculación del veneno).Abdomen: estómago e intesti-
no ligeramente eongestivos. Riñones sin lesión aparente. Tórax: pul.
mones hemorrágicos. Corazón en sístole, Aurículas y grandes vasos
considerablemente regurgitados. El cerebro aparecía con discreta con.
gestión.
o obstante que la necropsia fue realizada inmediatamente despué
de la muerte del animal, la sangre aparece coagulada en masa.
Agradecemos al Dr. Ricardo Bosch, dc la cátedra de Histología
y Embriología de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Univer.
sidad Nacional de La Plata, su colaboración en esta experiencia de
labora tOI·io.

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