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La Sábana Santa
¿Fotografía de Jesucristo?
ePub r1.0
Balhissay 25.06.16
Título original: La Sábana Santa
Carmen Porter, 2003
Diseño de cubierta: Miguel y Bernardo Rivavelarde
2.1. Turín
3.3. Sangre
El científico americano John Seller, del Instituto de Nueva
Inglaterra, y el doctor Alan D. Adler fueron los primeros en
emitir sus conclusiones, en 1981. Estas confirmaron que las
manchas rojizas que se pueden contemplar a lo largo del
lienzo son, sin lugar a dudas, de sangre. Encontraron
glóbulos rojos y suero humano, además de restos de mirra y
aloe. «Mediante pruebas espectroscópicas y químicas,
hemos identificado la presencia de sangre en la Sábana
Santa de Turín, en las zonas consideradas como manchas de
sangre».
Pintura medieval.
Diversos historiadores suponen que la Sábana fue
trasladada a Europa y conservada durante un siglo y medio
por los templarios que guardaban en secreto sus reliquias.
Otros creen que pasó por Grecia, donde había comunidades
latinas relacionadas con uno de los líderes templarios,
Godofredo de Charney, el cual fue condenado a la hoguera
junto a Jacques de Molay en 1314.
Más tarde la tela caería en manos de Geoffrey de Charny,
apellido muy parecido al anterior y que ha llevado a algunos
estudiosos —como Wilson— a pensar que se pudo tratar de
un pariente de Charney al que le fue encomendado su
cuidado.
Respecto a ello, J. L. Carreño, en su ya citada obra,
afirma que «en 1208, la Sábana Santa sale a flote un poco
más lejos, en la tierra de los cruzados, naturalmente. Otto
de la Roche, uno de los jefes de la Cuarta Cruzada que
había estado acuartelado precisamente en Blackernae,
pensando piadosamente había entrado en la iglesia de
Santa María de Blackernae durante los días de saqueo y
había reclamado para sí, como jefe, el sagrado botín […].
Otto de la Roche se las arregló para enviar la Sábana Santa
a su padre, Poncio de la Roche, en tierras de Francia, pero
como al viejo caballero le quemaba aquella en las manos, se
la regaló al arzobispo de Besançon, Amadeo de Tramelai. Un
manuscrito de la biblioteca de Besançon relata esta
donación y le fija la fecha de 1208. Así pues, desde 1208 la
Sábana Santa descansó sin molestias por casi un siglo y
medio en la catedral de San Esteban en Besançon. Pero le
esperaban nuevas vicisitudes. En una noche de tormenta,
en el año 1349, un rayo alcanzó a la catedral y causó un
pavoroso incendio que la redujo a cenizas. Pocas reliquias se
pudieron poner a salvo o recuperarse de los escombros […]
¿Y la Sábana Santa? ¡Ni traza! […]. Y aquí viene lo curioso:
apenas desaparece de Besançon la Sábana Santa, hete aquí
que en un villorrio de la Champagne, llamado Lirey, el
Conde Godofredo de Charney, aparece como poseedor de la
preciosa reliquia».
¿Cómo llegó a manos de Charney?, según Carreño «en
una colección de Camp, depositada en la biblioteca Nacional
de París, se encuentra un memorial de la iglesia colegiata
de Lirey en la que se dice que “el Conde Godofredo de
Charney, señor de Lirey, recibió en recompensa de su valor,
del rey Felipe de Valois, la Sábana Santa de Nuestro Señor,
Salvador y Redentor, Jesucristo, junto con un notable trozo
de la verdadera Cruz y muchas otras reliquias, para ser
conservadas en la iglesia que espera construir en honor de
la gloriosa Virgen María”».
Pero hay una última sorpresa, con la que me encontré al
leer una magnífica y documentada obra de Christopher
Knight y Robert Lomas, El Segundo Mesías. Los templarios,
la Sábana Santa y el gran secreto de la masonería, en ella
los autores concluyen que «podemos estar seguros de que
el Sudario de Turín es la imagen del último gran maestre de
los templarios, por las siguientes razones:
Toda Italia era una fiesta. Las ciudades del país celebraban
el cincuenta aniversario de la Constitución de Cerdeña,
sobre la que se basaban las leyes de Italia. Además, todo
estaba preparado para la esperada boda del futuro rey de
Italia, Víctor Manuel III y la princesa de Montenegro, Elena
Petrovich-Niegos.
Para darle más relevancia a tal evento se decidió hacer
una exposición de arte sacro y mostrar en una ostensión
pública, que duraría ocho días, la más preciada reliquia de
los turineses: la Sábana Santa. (Durante el siglo XIX tan solo
se habían celebrado otras cuatro ostensiones).
Secondo Pía, abogado de profesión pero fotógrafo de
alma propuso, como miembro de la comisión que iba a
encargarse de la exposición de arte sagrado regional y con
el apoyo del sacerdote y profesor de física en el Liceo de
Valsálice, Noguier de Malijay, realizar una serie de tomas del
lienzo y así mostrar las fotografías a todos los visitantes que
acudieran al acontecimiento.
La petición llegó a oídos del rey Humberto I de Saboya,
propietario nominal del lienzo que, desde un principio, se
negó a realizar tal experiencia por considerar un sacrilegio y
una irreverencia fotografiar la Síndone.
Pía, con ayuda de su amigo el barón Antonio Manno, hizo
saber al monarca los beneficios que reportaría fotografiarla:
en primer lugar porque sería una muestra, para futuras
generaciones, de que de verdad existió la Síndone, en caso
de que desapareciera por sufrir otro incendio, robo, guerra
etc. En segundo lugar, porque alguno de los miles de fieles
que acudirían a la ostensión podría hacer también alguna
fotografía y malutilizar las tomas y, en último caso, porque
él correría con todos los gastos y los beneficios serían
empleados en obras de caridad.
Ante tales argumentos, el rey Humberto I autorizó que,
por primera vez en la historia, se fotografiara el lienzo,
aunque debería hacerse en los cortos espacios de tiempo en
que quedaría cerrada la capilla Guarini para así no
interrumpir en ningún momento las visitas.
Pía tenía que enfrentarse al reto más difícil de su vida,
fotografiar el lienzo que posiblemente envolvió el cuerpo de
Jesucristo. Ya no se podía echar atrás. Sabía que solo podría
estar ante ella en dos ocasiones, las tardes del 25 y 28 de
mayo ¿Cómo se las arreglaría para fotografiar la tela? ¿Sería
capaz de preparar todo para esa fecha? ¿Qué luces
utilizaría? ¿Cuáles serían los resultados? Las cartas estaban
echadas.
Las calles de Turín se llenaron durante la ostensión de 1898.
Absoluta superficialidad,
extrema pormenorización,
estabilidad térmica y química plenas,
comprobada ausencia de pigmentación de cualquier
clase,
estabilidad al agua,
no direccionalidad,
negatividad,
tridimensionalidad.
Rueda de prensa en la que se dieron a conocer los resultados del carbono 14.
Croquis que muestra cómo el tejido ha podido rejuvenecer por los hongos y
bacterias.
Uno de los moldes de hierro con los que se intentó reproducir la impronta.
8
La Síndone crece 4 centímetros
Joseph Ghiberti.
Imagen completa de la Síndone restaurada.
9
El Pañolón de Oviedo
9.4.Coincidencias anatómicas
Manuel Solé
Kenneth E. Stevenson y Gary R. Habernas.
Manuela Corsini de Ordeig
María Grazia Siliato.
Juan Alarcón Benito.
Jorge Lorín
Julio Marvizón
Proceso