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Episodios de la hostilidad de la Fe hacia la razón

Fe y razón son ámbitos de experiencia humana que han mantenido a lo largo de la


historia del pensamiento diversas relaciones que han destacado, en muchos casos, por su
carácter polémico. Las relaciones entre razón y fe es uno de los principales problemas
medievales que arranca ya de los primeros Padres de la iglesia y está presente en la
filosofía musulmana y judía. La cultura medieval está marcada por una ideología
profundamente religiosa, dirigiendo toda su atención a 1a comprensión de 1a doctrina
revelada, poniendo a la filosofía al servicio de la teología para racionalizar el dogma.
Hay que tener en cuenta que el término ‘fe’ se aplica, exclusivamente, a las creencias
mitológicas del monoteísmo judeocristiano o musulmán. En cambio, con el término
“razón” se alude, principalmente a la rica herencia de la filosofía grecolatina.
Para los creyentes, la fe en el dogma basta para lo único importante: la salvación del
alma de cada uno de los fieles. Consideraban a la filosofía no solo innecesaria y
superflua, sino también dañina, perjudicial. Se dibuja así una posición denominada
“fideísmo”. La razón es sospechosa y necesita ser encauzada por una instancia superior.
La razón es pues –nos vienen a decir San Pablo o Tertuliano- proclive a sembrar dudas,
a lanzar preguntas, es decir: a minar la fe. La fe no necesita justificación racional. La
superioridad de la fe sobre 1a razón estriba en su carácter suprarracional: credo quia
absurdum est.
Para evitar esto el cristianismo terminó acudiendo –para afianzar sus propios fines- a la
propia “razón”, a la “filosofía”. Hay que destacar que algunos padres de la iglesia, como
Clemente de Alejandría o Justino defendieron el empleo de la filosofía griega a favor de
la religión: hay un logos que ilumina a todos 1os hombres, una revelación natural que
estaba ya en los filósofos paganos (Sócrates, Platón).
La verdad suprema para todo el mundo cristiano será la verdad revelada, depositada en
la
Iglesia Romana sobre la cual no es posible la discusión ni la duda. Además, se pierde el
valor de la razón como instrumento válido para comprender e1 mundo. Para el
pensamiento griego el hombre comprende la realidad con su esfuerzo personal y su
razón, pero para e1 cristiano el hombre sólo podrá comprenderlo con la ayuda y la
voluntad de Dios. El entendimiento humano está mediado por el Entendimiento divino
que, después de1 pecado original, sólo puede manifestarse a1 hombre de un modo muy
precario; la razón está, de este modo, quebrada por e1 pecado de los primeros padres. El
entendimiento necesita para no desviarse la regla negativa de la fe administrada por la
Iglesia. Los filósofos cristianos parten en su actividad de una fe previa que no necesita a
la razón.
En este punto cabe destacar a Anselmo de Aosta, seguidor de Agustín, quién promulgó
la máxima de “creo para entender”. La razón no puede entrar en los misterios religiosos,
simplemente tiene capacidad para saber que existen.
En el mundo islámico, Algazel rechazó la razón y la filosofía desde la fe islámica y
defendió una mística religiosa cercana al sufismo.
Durante la Edad Media, la filosofía se reduce a ser la ancilla theologiae.

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