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1. La inteligencia de la vida
Hace más de 4.000 años, los textos del I Ching arcaico fueron redactados
por sabios que eran “capaces de abarcar con su visión el conjunto de todos
los movimientos bajo el cielo”, según uno de los comentarios recogidos en
la misma obra. Escribieron dicha obra para guiar a la humanidad y
ayudarle a adaptarse a las leyes a las que la vida está sujeta para que los
seres humanos jueguen su papel constructor en la Creación, puesto que: “El
destino puede ir formándose cuando se conocen sus leyes. La causa por la
cual es posible enfrentar el destino, es el hecho de estar la realidad siempre
condicionada, determinada por las condiciones espacio-temporales.”
Dichas leyes y condiciones formaron la base para el estudio de todas las
ciencias naturales en la antigua China.
Según la concepción de la realidad expresada en el I Ching, cualquier
manifestación de la vida está sujeta a la gran ley del universo que
determina los cambios constantes. Esta ley se cumple mediante lo que se
denomina actualmente el principio Yin-Yang. Además, actúan cuatro
fuerzas de la naturaleza cuyas influencias producen una dinámica auto-
reguladora capaz de reengendrar continuamente la vitalidad de la
Creación. Gracias a dicha dinámica, se mantiene el equilibrio Yin-Yang
que la inteligencia de la vida necesita para crear y sostener tanto el estado
vital global del planeta Tierra como el estado vital saludable de la infinita
variedad de sus habitantes y ecosistemas.
Las cuatro fuerzas de la naturaleza que mantienen el equilibrio Yin-Yang
son aquellas que determinan el fenómeno de la biosfera auto-regeneradora
de nuestro planeta: el agua, el aire, el sol y la tierra (el suelo terrestre)
que producen el gran ciclo de la energía y los nutrientes que determina
las condiciones vitales en el planeta Tierra. Según el libro titulado GAIA
El atlas de la gestión del planeta, publicado por S. A. Hermann Blume
Ediciones, quienes primero dieron con este fenómeno de la biosfera auto-
regeneradora (llamándole Gaia, el planeta viviente) fue un grupo de
científicos espaciales que estaban diseñando experimentos para la
detección de la vida en otros planetas. Y según la milenaria experiencia de
la medicina china, idénticos fenómenos auto-regeneradores se dan en el
cuerpo.
Según los sabios del I Ching, las fuerzas vitales que mueven el mundo, se
originan al juntarse los principios primordiales de lo Creativo (el “uno”) y
lo Receptivo (el “dos”) en combinaciones de tres líneas. Dichas fuerzas se
simbolizan mediante los ocho trigramas que constituyen la base de la
dinámica vital que se da a entender en el I Ching. Son los siguientes:
Los trigramas se leen de dentro hacia fuera de manera que la línea interior
de cada uno indica la polaridad Creativa (Yang) o Receptiva (Yin) de
determinada fuerza vital. En el bagua arcaico, el trigrama que representa
el Cielo está arriba y el que representa la Tierra está abajo de modo
que lo Creativo está en lo alto y su fuerza complementaria, lo Receptivo, se
encuentra en el suelo terrestre, mostrándose así la interacción Yin-Yang
primordial que determina la vitalidad del ser de la Creación en el planeta
Tierra.
Al lado derecho de la fuerza primordial del Cielo están los tres trigramas
que representan las fuerzas vitales Receptivas (Viento, Agua y
Montaña), simbolizándose así la actitud requerida para formar la expresión
material de las intenciones Creativas de la energía del Tao en nuestro
planeta. Y los trigramas al lado izquierdo del Cielo representan las
respectivas fuerzas complementarias Creativas (Trueno, Fuego y
Lago) que ejercen la función transformadora (Yang) de la materia (Yin) en
el Elemento Tierra (planeta y habitantes).