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DIÓCESIS DE CUIDAD ALTAMIRANO

SEMINARIO DE “LA ANUNCIACIÓN”.

MATERIA: INTRODUCCION A LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS I


PROFESOR: PBRO. LIC. ANTONIO REYNOSO TRANQUILINO.

ALUMNO: GUILLERMO CANO MACEDO.

RESUMEN: EL JESÚS HISTÓRICO NOS LLAMA AL DISCIPULADO EN AMÉRICA


LATINA Y EL CARIBE.

INTRODUCCIÓN:
El discipulado o seguimiento de Jesús, ayer como hoy, es un imperativo cristiano que
renueva a la Iglesia desde dentro, haciéndola más fiel al proyecto del maestro Jesús y a las
búsquedas y esperanzas de los hombres y mujeres de cada tiempo y lugar. La progresiva
reflexión que se ha venido dando sobre este particular, en América Latina, tiene sus raíces
próximas en los acontecimientos eclesiales de Medellín y Puebla, de donde se inspira el
quehacer teológico y pastoral de nuestro continente. Corresponde ahora a Aparecida ser
signo transformador a la luz del anuncio y la experiencia de Jesús, que siempre serán una
invitación constante a hacer cosas nuevas.
Teniendo en cuenta y considerando que para ser discípulos y seguidores de Jesús es preciso
conocerlo de la manera lo más profunda posible. Queremos saber quién nos invita, cuál es
su novedad en un Continente de los pobres y cuales son algunas de sus características.
Prevalece la imagen del Cristo liberador, pero de una liberación integral. Presentamos 3
aspectos: La vuelta al Jesús de Nazaret, algunas características de Cristo en América Latina
y el Caribe y la imagen del Jesús histórico y otras imágenes de Cristo.
LA VUELTA A JESÚS DE NAZARET
En las cristologías actuales, se ha dado un importante movimiento bastante generalizado
que hay que analizar: la vuelta a Jesús de Nazaret. De ese movimiento participa la
cristología latinoamericana, aunque en forma específica.
Las cristologías europeas
K. Rahner ha mencionado que para describir brevemente en un importante ejemplo lo que
fue un largo proceso, especulativo Alrededor del Vaticano II, las llamadas cristologías
progresistas reconocieron que era necesario recuperar a Jesús de Nazaret por razones de
identidad cristiana, obvias aunque ignoradas, y por razones de relevancia social y pastoral.
Rahner no se cansó de recalcar la "verdadera humanidad" de Cristo y de rechazar una
comprensión de la encarnación como ocasional visita de Dios a este mundo, disfrazado de
ser humano, insistió en concebir la humanidad de Cristo "sacramentalmente": Cristo es
realmente hombre, y su humanidad concreta es la exégesis del Dios transcendente, su
sacramento entre nosotros. La carne de Jesús es la manifestación concreta de Dios en y para
este mundo y es el camino concreto para acceder al misterio de Dios.
El quehacer cristológico tuvo que revisarse a sí mismo en las siguientes cosas
fundamentales: hacer central a "Jesús de Nazaret", no ya a la "humanidad de Cristo", en
relación a aquello con que se relacionó Jesús. Su relación intratrinitaria hacia el Padre y el
Espíritu queda así historizada a través de su relación con el reino de Dios y con las
comunidades animadas por el Espíritu.
Por lo que toca a la interpretación de las formulaciones dogmáticas, en su sentido estricto y
en el sentido de bíblico-dogmáticas, se convierten más en puntos de llegada que de partida,
pues sólo desde Jesús puede captarse su contenido.
Las cristologías latinoamericanas y del Caribe
Grandes reflexiones y aportaciones se han realizado a lo largo de los años introduciendo
formalmente en este proceso de volver al Jesús histórico, aunque con diferencias en las
razones y en la comprensión de lo histórico de Jesús. H. Assmann en 1973, exigía
claramente una nueva cristología. Y lo que exigía era, programáticamente, lo siguiente:
"entre una cristología vaga e indiferenciada, (se refiere a las cristologías clásicas antes
expuestas) y una cristología funcionalizada ideológicamente, (se refiere a una cristología
guiada puramente por el propio interés coyuntural), una cristología históricamente
mediadora, para que sea significativa para las preguntas fundamentales de una situación
histórica". Y aunque no menciona explícitamente al Jesús histórico, sí apunta a él
indirectamente al rechazar slogans teológicos abstractos, tales como "la presencia del
resucitado en la historia, Cristo alfa y omega; Una realidad presentada como vaporosa y
etérea”.
También G. Gutiérrez, ya en sus inicios, mostraba su descontento con una presentación de
Cristo que causa la impresión de irrealidad y añade: "aproximarse al hombre Jesús de
Nazaret en quien Dios se hizo carne, indagar no sólo por su enseñanza, sino por su propia
vida, que es lo que da a su palabra un contexto inmediato y concreto, es una tarea que se
impone cada vez con mayor urgencia". L. Boff, aun sin abordar explícitamente esta
problemática en su primer libro sobre Jesucristo, adopta de hecho la óptica del Jesús
histórico, tanto en la estructuración como en los contenidos fundamentales que ofrece.
Su interés teológico fundamental, "qué hay de salvación en la historia a raíz de la historia
de la salvación", lo lleva a exigir una nueva lectura, "situada históricamente", de las
"diversas cristologías del NT”. Y la finalidad consiste en lo siguiente. "Esta nueva
cristología debe dar todo su valor de revelación a la carne de Jesús, a su historia.
En este modo de proceder, la cristología latinoamericana debe mucho a las cristologías
europeas que la precedieron; pero, en general, no se identifica adecuadamente con ellas ni
en la comprensión de lo que es el "Jesús histórico" ni en las razones para hacerlo central en
la cristología.
CARACTERÍSTICAS DE CRISTO EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE.
Se puede hablar, sin exagerar, de un verdadero descubrimiento de Cristo. Hablar de un
descubrimiento de Cristo en América Latina o en cualquier otra parte significa que ese
Cristo se ha escondido o, más exactamente, que nosotros, los creyentes lo hemos
escondido, bien porque poco a poco lo hayamos, identificado con nuestras tradiciones
cuesta oír con oídos la verdad de un Cristo que va más allá, y muchas veces en contra, de
sus expectativas y sus intereses. Descubrir a Cristo en América Latina no ha significado
otra cosa que redescubrir al Cristo de los evangelios, que no es otro que Jesús de Nazaret,
tal como nos lo narran los evangelios.
El redescubrimiento de Cristo se ha debido, pues, a que ha sido encontrado en la relación
entre Jesús y los pobres actuales, mediada por el mensaje de buenas noticias de Jesús a los
pobres de su tiempo. Estas características de la captación de Jesús creemos que son
sumamente importantes, porque hacen que unos mismos contenidos evangélicos, que
pueden ser leídos en muchos otros lugares, tengan una interpretación concreta y distinta y
una gran fuerza transformadora para quien los lee.
a) La primera característica de Cristo es que es captado como un Jesús cercano.
"Cercanía" es, sin duda, una categoría teológica y cristológica, como cercano a su
propia realidad. ¿Qué queremos decir con esto? Que Jesús es visto como quien se
acercó a la realidad de su tiempo y al hecho mayor de esa realidad: las mayorías
pobres, oprimidas, sin dignidad. La realidad es la que lo llevó a conmoverse en sus
entrañas ante el sufrimiento de la gente.
En segundo lugar, el Cristo que es Jesús posee una intrínseca credibilidad por su
cercanía, en este sentido la cruz de Jesús es vista como el máximo símbolo del
acercamiento de Jesús a los pobres y, por ello, lo que le otorga la mayor credibilidad.
En tercer lugar, Jesús y el evangelio se hacen latinoamericanos. Con ello queremos
decir que se supera la impresión de que el evangelio ha venido a América Latina desde
fuera y se mantiene de algún modo desde fuera: No es que los pobres de América Latina no
acepten la universalidad de la Iglesia. Se trata de que el evangelio les habla directamente;
de que no es necesario -aunque siga siendo una realidad, también positiva en parte- que el
evangelio venga filtrado e interpretado desde otras partes.
b) La segunda característica de Cristo es que es captado como un Jesús liberador.
Liberación en su formulación como redención y salvación- es de nuevo una
categoría teológica fundamental. Lo que ha ocurrido en América Latina es que se la
ha historizado y comprendido desde sus raíces bíblicas, y de esta forma es captada
espontáneamente como buena, justa y necesaria por los pobres de América Latina.
Esta liberación anhelada, reconocida por Medellín como presencia del Espíritu y
signo de los tiempos, se convierte en elemento esencial para comprender a Jesús.
Ven en él al anunciador y realizador de la liberación, quien pone en palabra el contenido de
su esperanza y dedica su vida al servicio de que se haga realidad, la prueba más presisa de
que Jesús buscó una transformación de su sociedad; de que su amor no estaba dirigido solo
a los pobres o ricos individuales, sino a las mayorías pobres; de que su amor fue, por tanto,
también un amor político, liberador. Ese Jesús sigue siendo hoy captado y querido como
liberador; sigue generando dignidad entre los pobres, lo que les posibilita y mueve a
organizarse como pueblo; sigue generando compromiso, generosidad, lucha y entrega sin
límites por la liberación de los pueblos.
c) La tercera característica de Cristo es que es captado como un Jesús presente en
la historia actual. Esta actual presencia de Cristo es de nuevo una categoría
teológica fundamental, aunque haya estado más presente en la espiritualidad y en la
piedad que en la cristología propiamente dicha. Jesús de los evangelios, de quien se
dice de diversas formas en los otros escritos del Nuevo Testamento que sigue
presente, demostrando una presencia actual de Cristo es tomada, por último,
absolutamente en serio según las palabras de Mateo en la parábola del juicio final:
"Lo que hicisteis con estos más pequeños conmigo lo hicisteis". Cristo sigue
presente hoy en nuestro mundo de forma privilegiada en los pobres.
d) Una última característica de Cristo, resumen en cierto modo de todas las
anteriores, es que es captado como un Jesús que es buena noticia. Con ello
queremos decir que se descubre realmente al Cristo de los evangelios; pero no ya
solo históricamente, en cuanto que los evangelios son fuentes para conocer la
historia de Jesús, sino sistemáticamente, en cuanto que "evangelio" y "buena
noticia" son sinónimos de redescubrimiento de Jesús, portador de una buena
noticia, es visto él mismo como buena noticia para los pobres de hoy, es el gran
don de Dios a este mundo.
LA IMAGEN DEL JESÚS HISTÓRICO Y OTRAS IMÁGENES DE CRISTO.
En América Latina la fe en Cristo se ha mantenido a lo largo de los siglos sin especiales
discusiones cristológicas y puede decirse que no ha existido una cristología propiamente
latinoamericana. Cierto es que en sus inicios se reflexionó muy poderosamente sobre la
presencia de Cristo en el indio oprimido, lo cual objetivamente apuntaba a una cristología
del "cuerpo de Cristo". Así, Guamán Poma decía: "ha de saberse claramente con la fe que
donde está el pobre está el mismo Jesucristo", y Bartolomé de Las Casas: "yo dejo en las
Indias a Jesucristo, nuestro Dios, azotándolo y afligiéndolo y abofeteándolo y
crucificándolo, no una sino millares de veces, cuanto es de parte de los españoles que
asuelan y destruyen aquellas gentes”. Pero esta original intuición cristológica, no prosperó,
y lo que se transmitió fue una cristología basada en las fórmulas dogmáticas, de las cuales
sea cual fuere su conocimiento y comprensión, más se ha recalcado la divinidad de Cristo
que su verdadera y concreta humanidad.
Por otro lado, se ha dado la imagen que recalca el sufrimiento de Jesús en la cruz con el
cual los pobres se han identificado y al cual han asociado su propio y específico
sufrimiento, en ese Cristo sufriente se reconocieron y de él aprendieron paciencia y
resignación para poder sobrevivir con un mínimo de sentido en la cruz que les fue
impuesta. Hasta el día de hoy, el Cristo de las mayorías pobres de América Latina es el
Cristo sufriente, de modo que la semana santa es el momento religioso más importante del
año; de ella, el viernes santo, y de éste, el santo entierro.
El "Cristo liberador": nueva imagen y nueva fe de los oprimidos
El tradicional Cristo sufriente ha sido visto no ya sólo como símbolo de sufrimiento con el
cual poder identificarse, sino también y específicamente como símbolo de protesta contra
su sufrimiento, y, sobre todo, como símbolo de liberación. "Hoy, en la experiencia de fe de
muchos cristianos de América Latina, Jesús es visto y amado como el Libertador". Habrá
que fundamentar la verdad de esa imagen, pero, a la inversa, comenzamos descriptiva y
propedéuticamente con ella, pues, en cuanto cosa real, es lo que inspirará la presentación de
Cristo.
Como justificación general de esta opción, digamos que esta imagen ofrece mejor la
relevancia de Cristo:
a) Cristo es visto, se lo denomine con éste u otros términos, ante todo como liberador,
con capacidad para liberar de la diversidad de esclavitudes que afligen a los pobres
del continente, de otorgar dirección a esa liberación y de animar a los creyentes a
ser sujetos activos de ella “predicar la buena nueva a los pobres y a liberar a los
cautivos" (Lc. 4, 18).
b) Una nueva imagen corresponde una nueva forma de vivir la fe en Cristo. Muchos
cristianos creen hoy existencialmente de forma distinta y aun contraria a como lo
hacían antes, han pasado por una radical conversión en su modo de creer y lo han
testimoniado con un compromiso impresionante que llega hasta la entrega de la
vida, una nueva imagen de Cristo y una imagen más de acuerdo al Cristo que es
Jesús. Fe en Cristo significa, ante todo, seguimiento de Jesús.
c) Ese Cristo y esa fe son también conflictivos. Jesús está en favor de unos, los
oprimidos, y en contra de otros, los opresores. Los pobres lo proclaman como el
verdadero Cristo, mientras sus opresores ponen en guardia contra él, lo atacan y, en
cualquier caso, desean proyectar otras imágenes alienantes de Cristo. Sea cual fuere
su futuro, el Cristo tras esa imagen y tras esa fe es hoy cosa real, es el Cristo de
quien más necesitan Iglesias y pueblos (relevancia), y el que más se parece a Jesús
(identidad). Por ello es también el Cristo que más debe ser tenido en cuenta, en la
elaboración de la cristología.

La nueva imagen de Cristo como superación de imágenes alienantes


"El Evangelio de Jesucristo es un mensaje de libertad y una fuerza de liberación". "El
Evangelio. Es, por su misma naturaleza, mensaje de libertad y de liberación, la nueva
imagen de Cristo expresa por lo menos esa sospecha, y más de fondo significa la
superación de esa escandalosa situación. Y aunque no fuese más que por esto, la nueva
imagen ya habría aportado un inmenso bien. El mecanismo fundamental para posibilitar la
escandalosa situación descrita ha consistido, dicho en forma de tesis, en lo siguiente:
olvidar y recortar a Jesús de Nazaret, tergiversar así a Cristo y convertirlo frecuentemente
en su contrario. Dicho de forma gráfica, de tal manera se ha presentado a Cristo que el
creyente, para serlo, no tenía por qué parecerse a Jesús y por qué seguir y realizar la misión
de Jesús en favor de los oprimidos. Lo que Dios había unido, Cristo el portador de las
esperanzas mesiánicas y liberación de los oprimidos fue separado y aun contrapuesto a
través de la imagen de un Cristo sin Jesús.
No se trata de los contenidos de tal o cual cristología, sino de algo más importante: de un
talante generalizado hasta hace pocos años, según el cual se abordaba a Cristo en sí mismo
sin siquiera sospechar, al menos reflejamente, que sus formas de presentarlo son las que
interesaban a los poderosos y a los opresores. Veamos sistemáticamente la tergiversación
de Cristo en sus estructuras fundamentales.
Un Cristo "abstracto"
Las cristologías han solido ofrecer una imagen de Cristo como una sublime abstracción.
Que la "sublimidad" sea esencial para la fe es evidente, pero su "abstracción", esa
abstracción es posible, porque el título sublime de "Cristo" es un adjetivo que sólo recobra
su concreción adecuada desde lo concreto del sustantivo: Jesús de Nazaret. Lo que hemos
llamado posibilidad se ha hecho muchas veces realidad. El Cristo abstracto ha sido
concretado a veces desde algo bueno en sí mismo, y a veces desde algo sumamente
peligroso. En ambos casos, sin embargo, con funestas consecuencias para los pobres. Las
consecuencias son sancionar la tendencia pecaminosa de comprender eficazmente el poder
como imposición hasta llegar a la opresión, y, así, a justificar, en nombre de Cristo, todo
tipo de autoritarismos y despotismos civiles y eclesiásticos.
Un Cristo "reconciliador"
Históricamente, es peligroso confesar al Cristo-reconciliador sin tener centralmente en
cuenta a Jesús de Nazaret, y es peligroso que, cuando se lo recuerde, se presente a un Jesús
pacífico, sin denuncia profética, a un Jesús de las bienaventuranzas a los pobres (que,
además, no han solido ser entendidos como pobres reales), sin maldiciones a los ricos, a un
Jesús que ama a todos, pero sin concretar la forma diversa que toma ese amor: defensa de
los pobres y radical exigencia de conversión a sus opresores.
Un Cristo "absolutamente absoluto"
Cristo es un absoluto, y puede parecer además injusta, pues la misma fe y las cristologías lo
suelen tomar en cuenta siempre ha presentado a Cristo esencialmente "en relación" al Padre
y al Espíritu dentro de la trinidad. Por ello, a su relacionalidad trinitaria transcendente hay
que añadir su relacionalidad histórica: que Jesús no fue para sí mismo, sino que tuvo un
polo referencial en el reino de Dios y en el Dios del reino, que incluso después de la
resurrección es referido al Padre, hasta que éste sea todo en todo (1Co. 15, 28).
Abstracción sin concreción, reconciliación sin conflicto, absolutez sin relación son graves
peligros de la imagen tradicional de Cristo, que las cristologías pueden propiciar,
consciente o inconscientemente. Desde este punto de vista, la nueva imagen de Cristo
liberador no es sólo una inesperada y bienvenida novedad, sino que es también el
desenmascaramiento y superación de lo a-cristiano o anticristiano de las imágenes
anteriores, y se comprende, entonces, también por qué la nueva imagen ha resultado tan
conflictiva en nuestro continente. Lo que desde la fe es juzgado como sumamente positivo:
la superación de las imágenes alientantes, desde los poderosos es juzgado como sumamente
peligroso: la confrontación con dichas imágenes.
La imagen de Cristo en Medellín Y Puebla
Lo dicho en el apartado anterior bastaría para aceptar la nueva imagen de Cristo, pero ha
sido también sancionada, en sus rasgos fundamentales, por la Iglesia, latinoamericana y
forma ya parte de "nuestra tradición eclesial", constituida por Medellín y Puebla. Es muy
importante resaltar este hecho. Medellín y Puebla son la expresión mejor y más original de
la tradición eclesial latinoamericana Expresan la novedad de esa Iglesia con relación a su
propio pasado y con relación a otras Iglesias en el presente. Y dado que la realidad del
continente latinoamericano no ha cambiado en lo sustancial con respecto al tiempo de
Medellín y Puebla, ambos tienen que seguir siendo punto de referencia obligado. Son
nuestra tradición fundante. A continuación vamos a analizar los rasgos más novedosos de
esa imagen, que con más provecho debe tener en cuenta la cristología teórica.
a) La salvación como "liberación"
Medellín aborda la figura de Cristo desde el interés salvífico, en lo cual no es novedoso;
pero en momentos cruciales lo expresa en términos de liberación, lo cual va más allá de los
tradicionales términos de "salvación" o "redención". "Es el mismo Dios quien, en la
plenitud de los tiempos envía a su Hijo para que hecho carne venga a liberar a todos los
hombres de todas las esclavitudes a que los tiene sujetos el pecado, la ignorancia, el
hambre, la miseria y la opresión, en una palabra, la injusticia y el odio que tienen su origen
en el egoísmo humano".
b) El "principio de parcialidad": pobres y pobreza
Medellín confiesa la divinidad y la humanidad de Cristo, pero introduce en ellas el
principio de parcialidad: los pobres y la pobreza. "Cristo nuestro Salvador no sólo amó a
los pobres, sino que ‘siendo rico se hizo pobre', vivió en la pobreza, centró su misión en el
anuncio a los pobres de su liberación y fundó su Iglesia como signo de esa pobreza entre
los hombres".
c) Los principios hermenéuticos: esperanza y praxis
Medellín menciona la presencia de Cristo en la historia actual y se atreve a nombrar cuáles
son sus signos. "Cristo, activamente presente en nuestra historia, anticipa su gesto
escatológico no sólo en el anhelo impaciente del hombre por su total redención, sino
también en aquellas conquistas que, como signos pronosticadores, va logrando el hombre a
través de una actividad realizada en el amor", Gaudium et Spes (38) “el aliento que otorga
Cristo a "aquellos generosos propósitos con los que la familia humana intenta hacer más
llevadera su propia vida y someter la tierra a ese fin".
d) La presencia de Cristo en los oprimidos
Esta problemática, que no ha solido ser tenida en cuenta en la cristología, sino que ha sido
relegada a la espiritualidad, es retomada por Medellín. Su presupuesto es que a Cristo se lo
puede y se lo debe encontrar hoy en la historia, pero no allá donde los seres humanos
desearían encontrarlo, sino allá donde él está, aunque ese lugar sea escandaloso.
La reflexión cristológica de Puebla
A diferencia de Medellín, Puebla escribió un capítulo titulado "La verdad sobre Jesucristo,
el Salvador que anunciamos" (nn. 170-219), motivado por el interés de defender la
ortodoxia en presencia de los reales o imaginados peligros de las primeras cristologías
latinoamericanas, miedo que expuso Juan Pablo II en su discurso inaugural. Y la razón
fundamental, además del interés de algunos de los obispos y teólogos, residía en la misma
realidad: la imagen de Medellín se impuso por ser más evangélica y más latinoamericana.
Por ello, a pesar de su aparente monolitismo y finalidad doctrinal, en Puebla coexisten
diversas ópticas y diversos contenidos cristológicos; y, curiosamente, los más valiosos y
novedosos aparecen en el capítulo "Opción preferencial por los pobres", no en el dedicado
a la cristología.
En primer lugar, Puebla reconoce y agradece "vemos con gozo" que existe "una búsqueda
del rostro siempre nuevo de Cristo que llena su legítima aspiración a una liberación
integral" (n. 173). Con ello, reafirma la legitimidad y necesidad de que exista una "nueva"
imagen, a pesar de siglos de evangelización, y que a esa nueva imagen le es esencial que
sea "liberadora", y alaba a Medellín por haberla propiciado.
En segundo lugar, Puebla recoge muchos rasgos de Jesús de Nazaret, del "Jesús histórico",
que, se presupone, son los que van llenando de contenido la nueva y deseada imagen de
Cristo. Por último, Puebla retorna el problema de la actual presencia de Cristo en la historia
y de su acceso a él, y lo hace en formulaciones realmente vigorosas y rigurosas que, a
nuestro entender, no tienen paralelo en otros documentos eclesiales contemporáneos.
Recuerda lo tradicional: Cristo está presente en su Iglesia, principalmente en la Sagrada
"Escritura, en la proclamación de la palabra, en los que se reúnen en su nombre y en la
persona de sus pastores. Y concluye, "ha querido identificarse con ternura especial con los
más débiles y pobres" (n. 196).
Esta afirmación es el modo que tiene Puebla de introducir el principio de parcialidad en
Cristo. La correlación primaria no se da entre Jesús (y Dios) y los seres humanos en
general, sino entre Jesús (y Dios) y los pobres de este mundo, a través de lo cual, después,
se podrá establecer la correlación universal. La conclusión importante para la cristología es
que para el conocimiento de Jesús es en verdad necesario conocer a los pobres.
Sea cuales fueren los ejemplos con que Puebla ilustre el "potencial evangelizador" de los
pobres, lo más importante es que haya llegado a acuñar el concepto mismo. Los pobres son
destinatarios privilegiados de la misión de Jesús, lo cual es ya sumamente importante y
novedoso; pero, además, hacen presentes al Jesús profeta y evangelizador. Son su
sacramento dinámico.
DIÓCESIS DE CUIDAD ALTAMIRANO
SEMINARIO DE “LA ANUNCIACIÓN”.

MATERIA: INTRODUCCION A LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS I


PROFESOR: PBRO. LIC. ANTONIO REYNOSO TRANQUILINO.

ALUMNO: GUILLERMO CANO MACEDO.

RESUMEN: EL JESÚS HISTÓRICO NOS LLAMA AL DISCIPULADO EN AMÉRICA


LATINA Y EL CARIBE.

INTRODUCCIÓN:
Hoy como ayer, es un imperativo cristiano ser discípulo de Jesús y seguirlo. Esto
renueva a la Iglesia desde dentro y la hace más obediente a la misión del Maestro Jesús, así
como a los deseos y aspiraciones de las personas de todas las épocas y lugares. El trabajo
teológico y pastoral en nuestro continente se inspira en los acontecimientos eclesiales de
Medellín y Puebla, que son el origen de la progresiva reflexión que sobre este tema se viene
dando en América Latina. Le toca ahora a Aparecida actuar como signo transformador en la
estela del mensaje y de la vida de Jesús, que será siempre una invitación abierta a probar
cosas nuevas.
Teniendo en cuenta que es fundamental tener una comprensión profunda de Jesús
para ser sus discípulos y seguidores. Estamos interesados en saber quién nos hospeda, qué
lo hace único en un país en desarrollo y algunos de sus rasgos de personalidad. El Cristo
liberador es la imagen dominante, pero es una liberación integral. Discutimos tres temas: el
regreso de Jesús de Nazaret, las características de Cristo en América Latina y el Caribe, y la
semejanza del Jesús histórico y otras representaciones de Cristo.

LA RESPUESTA DE NAZARET A JESÚS.


El retorno a Jesús de Nazaret es un movimiento significativo que ha ganado mucho
terreno en las cristologías contemporáneas y necesita ser examinado. Si bien participa de
este movimiento específicamente, la cristología latinoamericana sí lo hace.
El cristianismo en Europa.
K. Rahner ha señalado que para describir sucintamente en un importante ejemplo lo
que fue un largo proceso especulativo en torno al Concilio Vaticano II, las llamadas
cristologías progresistas reconocieron que era necesario recuperar a Jesús de Nazaret por
razones de identidad cristiana, obvias pero ignoradas, y por razones de relevancia social y
pastoral. Rahner nunca se cansó de enfatizar la "verdadera humanidad" de Cristo.
Rechazando la idea de que Dios aparecía ocasionalmente entre nosotros como ser humano,
insistía en pensar "sacramentalmente" la humanidad de Cristo: Cristo es verdaderamente
humano, y su humanidad concreta es la exégesis del Dios trascendente, su sacramento entre
nosotros. El cuerpo físico de Jesús es tanto la forma tangible de encontrar el misterio de
Dios como la forma concreta en que Dios se revela en y para este mundo.
Hacer de "Jesús de Nazaret" el punto focal en lugar de la "humanidad de Cristo" en
términos de lo que se comparaba con Jesús requería una revisión fundamental de la tarea
cristológica. Así, su relación con el reino de Dios y las comunidades animadas por el
Espíritu sirve para historizar su relación intratrinitaria con el Padre y el Espíritu. Dado que
sólo a través de Jesús se puede comprender su significado, las formulaciones dogmáticas en
su sentido más estricto y en su sentido bíblico-dogmático se convierten más en puntos de
llegada que de partida a la hora de interpretar.
Cristologías caribeñas y latinoamericanas.
A lo largo de los años se han realizado importantes reflexiones y contribuciones,
introduciendo formalmente este proceso de volver al Jesús histórico, aunque con
variaciones en las motivaciones y en la comprensión del Jesús histórico.
Una nueva cristología fue requerida categóricamente por Assmann en 1973. Y lo
que exigió programáticamente fue lo siguiente: “entre una cristología vaga e indiferenciada,
(se refiere a las cristologías clásicas expuestas más arriba) y una cristología
ideológicamente funcionalizada, (se refiere a una cristología guiada únicamente por su
propio interés coyuntural), una cristología históricamente mediadora, a fin de ser
significativa para las cuestiones fundamentales de una situación histórica". Y aunque no
hace referencia directa al Jesús histórico, lo hace rechazando aforismos teológicos
generales como "la presencia del resucitado en la historia, Cristo alfa y omega; una realidad
que se presenta como vaporosa y etérea".
También G. Gutiérrez, ya en sus primeros escritos. Gutiérrez expresó su disgusto
por una representación de Cristo que da apariencia de irrealidad y añadió: “Acercándose al
hombre Jesús de Nazaret en quien Dios se hizo carne, indagando no sólo por su enseñanza,
sino también por su propia vida, que es la que da a su palabra un contexto inmediato y
concreto, es una tarea que se impone con creciente urgencia”.
Aunque no lo dice explícitamente, L. Boff adopta el punto de vista del Jesús
histórico en su primer libro sobre Jesucristo. Esto es cierto tanto para la estructura del libro
como para sus ideas centrales. Afirma que las "diversas cristologías del NT" deben leerse
de manera diferente, "históricamente situadas", a la luz de su interés teológico fundamental
en "lo que hay de salvación en la historia como resultado de la historia de la salvación". Lo
siguiente: “Esta nueva cristología debe dar a la carne de Jesús y a su historia todo su valor
de revelación.
En esta forma de pensar, la cristología latinoamericana debe mucho a las
cristologías europeas que la precedieron; sin embargo, generalmente no se identifica
adecuadamente con ellos en términos de comprensión de lo que es el "Jesús histórico" o en
términos de las motivaciones para hacer de él el centro de la cristología.
Características de Jesús en América Latina y el Caribe.
Sin exagerar, se puede referir al descubrimiento de Cristo. Hablar del
descubrimiento de Cristo en América Latina o en cualquier otro lugar implica que este
Cristo se ha escondido o, más precisamente, que los creyentes lo hemos escondido, ya sea
porque lo hemos asociado poco a poco a nuestras tradiciones y es difícil oír con escuchar la
verdad de un Cristo que va más allá y a menudo va en contra de sus expectativas y de sus
intereses. Encontrar a Cristo en América Latina ha significado simplemente redescubrir al
Cristo de los evangelios, que no es otro que Jesús de Nazaret, como nos dicen los
evangelios.
Por lo tanto, el redescubrimiento de Cristo fue resultado de su descubrimiento en la
relación entre Jesús y los pobres contemporáneos, mediada por el mensaje de la buena
nueva que Jesús dio a los pobres de su tiempo. Porque dan los mismos contenidos
evangélicos, que se pueden leer en muchos otros lugares, una interpretación concreta y
única y una poderosa fuerza transformadora para quien los lee, pensamos que estas
características de la captura de Jesús son sumamente importantes.
Cristo es representado como un Jesús cercano, que es su primera cualidad distintiva.
La cercanía, en tanto que cercanía a la propia realidad, es incuestionablemente un concepto
teológico y cristológico. Lo que tratamos de decir es que Jesús es visto como aquel que se
acercó a la realidad de su tiempo y al hecho mayor de esa realidad: las mayorías pobres,
oprimidas y sin dignidad. El sufrimiento de la gente fue lo que hizo que se sintiera
conmovido en sus entrañas por la realidad.
En segundo lugar, debido a su proximidad, Jesús, el Cristo, tiene una credibilidad
inherente. En este sentido, la cruz de Jesús es vista como el símbolo último del
acercamiento de Jesús a los pobres y, por tanto, lo que le da mayor credibilidad.
En tercer lugar, Jesús y el evangelio son adoptados por el pueblo latino. No es que
los pobres de América Latina no acepten la universalidad de la Iglesia; más bien, con esto
queremos decir que se supera la percepción de que el evangelio ha venido a América Latina
desde afuera y de alguna manera se mantiene desde afuera. Tiene que ver con el evangelio
hablándoles directamente; no es necesario que el evangelio sea filtrado y entendido a través
de otras fuentes, a pesar de que esta realidad todavía existe y es en cierto modo beneficiosa.
El hecho de que Cristo sea representado como un Jesús liberador es su segunda
cualidad distintiva. La liberación vuelve a ser una categoría teológica fundamental en su
formulación como redención y salvación. Lo que ha sucedido en América Latina es que se
ha historizado y comprendido desde sus raíces bíblicas, y de esta manera, es
espontáneamente captada como buena, justa y necesaria por los pobres de América Latina.
Esta anhelada liberación, que Medellín vio como obra del Espíritu y signo de los tiempos,
se convierte en un componente crucial para comprender a Jesús.
Ven en él al anunciador y portador de la liberación, que expresa la esencia de su
esperanza y dedica su vida a realizarla, la evidencia más precisa de que Jesús deseaba un
cambio en la sociedad; que su amor no se dirigía sólo al individuo rico o pobre, sino
también a la mayoría pobre; y que su amor era, por tanto, también un amor político,
liberador. El hecho de que Jesús aún sea reverenciado y adorado como libertador; el hecho
de que continúa inculcando un sentido de valor en la vida de los pobres, permitiéndoles e
inspirándolos a unirse como pueblo; el hecho de que aún inspira compromiso, generosidad,
lucha y entrega incesante por la liberación de los pueblos.
El hecho de que Cristo sea representado como un Jesús vivo y coleando en la
historia moderna es su tercera cualidad distintiva. Aunque ha sido más evidente en la
espiritualidad y la piedad que en la cristología en sí misma, esta presencia presente de
Cristo vuelve a ser una categoría teológica fundamental. Las palabras de Mateo en la
parábola del juicio final, "Lo que hicisteis con estos pequeños, lo hicisteis conmigo",
demuestran una presencia actual de Cristo, confirmando la presencia del Jesús de los
evangelios, que se dice de diversas maneras en otros escritos del Nuevo Testamento para
estar todavía presentes. Los pobres son un medio privilegiado en el que Cristo sigue
presente en nuestro mundo de hoy.
Cristo es representado como un Jesús que es buena noticia, lo que sirve como
resumen de todos los rasgos anteriores. Con esto queremos decir que el Cristo de los
Evangelios es realmente descubierto. Esto es cierto tanto históricamente, en el sentido de
que los evangelios son fuentes para comprender la historia de Jesús, como
sistemáticamente, en el sentido de que "evangelio" y "buena noticia" son sinónimos del
redescubrimiento de Jesús, portador de la buena noticia, se ve Incluso como una buena
noticia para los pobres de hoy, es el gran regalo de Dios para este mundo.
LAS IMÁGENES DE CRISTO, INCLUYENDO LAS IMÁGENES DEL JESÚS
HISTÓRICO.
Se puede decir que no ha habido una cristología verdaderamente latinoamericana
porque la fe en Cristo se ha mantenido a lo largo de los siglos en América Latina sin
discusiones cristológicas particulares. Es cierto que en un principio tenía un foco muy
fuerte en el hecho de que Cristo estaba presente en el indio oprimido, y esto apuntaba
directamente a una cristología del "cuerpo de Cristo". En consecuencia, dijo Bartolomé de
Las Casas: "Dejo a Jesucristo, nuestro Dios, en las Indias, azotándolo y afligiéndolo y
abofeteándolo y crucificándolo, no una sino mil veces, cuanto sea de parte de los españoles
que asolan y destruyen a ese pueblo".
Guamán Poma agregó, "hay que saber claramente con fe que Jesucristo mismo está
donde están los pobres. Pero esta intuición cristológica original no sobrevivió, y lo que se
transmitió fue una cristología fundada en fórmulas dogmáticas, en las que,
independientemente de su conocimiento y comprensión, se ha subrayado más la divinidad
de Cristo que su verdadera y concreta humanidad.
Por otro lado, se ha proporcionado una imagen que enfatiza el sufrimiento de Jesús
en la cruz, y los pobres la han asociado con su propio sufrimiento. Se han reconocido en el
sufrimiento de Cristo y han aprendido de él la paciencia y la resignación. En la cruz que les
fue puesta, para sobrevivir con una apariencia de sentido común. El evento religioso más
significativo del año es la Semana Santa, que incluye el Viernes Santo y el Santo Entierro
porque, hasta el día de hoy, Cristo sufriente representa a la mayoría de los pobres
latinoamericanos.
La nueva percepción y fe de los oprimidos en el "Cristo liberador".
El Cristo sufriente tradicional ha sido visto no sólo como un símbolo del sufrimiento
con el que identificarse, sino también y particularmente como un símbolo de protesta contra
su sufrimiento y, sobre todo, como un símbolo de liberación. Jesús ahora es visto y
apreciado como el Libertador en el experiencias religiosas de muchos cristianos en América
Latina. Habrá que probar la exactitud de esa representación, pero en cambio, partimos de
ella de forma descriptiva y profiláctica porque, como cosa real, es lo que motivará la
presentación de Cristo.
Digamos que esta imagen transmite mejor la relevancia de Cristo como defensa general de
esta elección:
a) Cristo es visto, se le llame con este nombre o con otro, sobre todo como un
libertador, con el poder de liberar a los pobres del continente de las diversas formas de
esclavitud, de dirigir esa liberación y de inspirar a los creyentes a ser sujetos activos de la
misma. "Predicad la buena nueva a los pobres y libertad a los cautivos" (Lc. 4, 18).
b) Una nueva imagen refleja un nuevo método de poner en práctica la fe en Cristo.
Muchos cristianos de hoy han vivido una conversión radical en su forma de creer, y la han
testimoniado con un compromiso impresionante que incluye incluso la entrega de la vida.
También tienen una nueva imagen de Cristo y otra imagen según el Cristo que es Jesús. La
fe en Cristo implica ante todo seguir a Jesús.
c) Que la fe y Cristo también están reñidos entre sí. Jesús defiende a algunos, los
oprimidos, y se opone a otros, los opresores. Mientras sus opresores advierten contra él, lo
atacan y, en última instancia, quieren proyectar otras imágenes alienantes de Cristo, los
pobres lo proclaman como el verdadero Cristo. Cualquiera que sea su futuro, el Cristo que
está representado por esa imagen y que es el objeto de esa fe es una persona viva, que
respira en el presente. Este Cristo es el que, en términos de relevancia e identidad, es más
necesitado por las iglesias y por la gente en todo el mundo. Por eso es también el Cristo
cuya cristología debe desarrollarse con la mayor consideración.

La nueva representación de Cristo representa el fin de las imágenes divisivas.


La buena noticia de Jesucristo es una fuerza de liberación y un mensaje de libertad.
El Evangelio". La nueva representación de Cristo expresa al menos este escepticismo, y
más fundamentalmente, significa superar ese predicamento escandaloso. Es por naturaleza
un mensaje de libertad y liberación. Y si la nueva imagen hubiera cambiado solo por eso,
ya hubiera hecho un bien enorme, es decir, gráficamente, se ha presentado a Cristo de tal
manera que el creyente, para ser creyente, no tenía que parecerse a Jesús y seguir y cumplir
la misión de Jesús, a favor de los oprimidos mediante la representación de un Cristo sin
Jesús, Cristo, que representa el cumplimiento de las esperanzas mesiánicas y la liberación
de los oprimidos, fue dividido e incluso opuesto.
No se trata de las especificidades de una u otra cristología, sino de algo más
significativo: de la actitud imperante hasta hace unos años, en la que se abordaba a Cristo
en sí mismo sin siquiera sospechar, al menos reflexivamente, que sus métodos de
presentación son las que interesaba a los poderosos ya los opresores. Veamos las diversas
formas en que Cristo es tergiversado en sus estructuras fundamentales.
Cristo que "abstracto".
En las cristologías se ha presentado con frecuencia una sublime abstracción de
Cristo. Es obvio que la "sublimidad" es necesaria para la fe, pero su "abstracción" también
es posible porque el sublime título de "Cristo" es un adjetivo que sólo puede ser
adecuadamente concretado por la concreción del sustantivo: Jesús de Nazaret. Aquello a lo
que antes nos referíamos como posibilidad se ha convertido con frecuencia en realidad. A
veces se ha utilizado algo bueno en sí mismo, y otras veces algo muy arriesgado, para
concretar al Cristo abstracto. Sin embargo, los pobres sufrieron terribles consecuencias en
ambos casos. Los resultados son sancionar la propensión pecaminosa a ver la autoridad
como una imposición hasta convertirla en opresión y, en consecuencia, defender todas las
formas de autoritarismo y despotismo en el ámbito civil y eclesiástico en el nombre de
Cristo.
Cristo que está "reconciliando".
Es peligroso confesar históricamente al Cristo-reconciliador sin tener en cuenta a
Jesús de Nazaret, y es peligroso que, recordándolo, se presente un Jesús pacífico, sin
denuncia profética, un Jesús de las bienaventuranzas con los pobres (que, además, no han
sido típicamente entendidos como los verdaderos pobres), sin maldecir a los ricos, a un
Jesús que ama a todos, pero sin especificar las diversas formas que toma este amor: la
defensa de los pobres.
Un Cristo "totalmente completo".
Dado que la misma fe y cristologías lo tienen típicamente en cuenta, Cristo siempre
ha sido presentado principalmente "en relación" con el Padre y el Espíritu dentro de la
trinidad. Sin embargo, como un absoluto, también puede parecer injusto. Por eso, debemos
complementar su relacionalidad trinitaria trascendente con su relacionalidad histórica,
según la cual Jesús no era para sí mismo sino que tenía un polo referencial en el reino de
Dios y en el Dios del reino, al que se hace referencia incluso después de la resurrección.
Hasta que sea todo en todos (1 Co. 15, 28).
La imagen tradicional de Cristo plantea serios riesgos como la abstracción sin
concreción, la paz sin conflicto, la absolutidad sin relación y la absolutidad sin relación,
que las cristologías pueden propiciar consciente o inconscientemente. Desde esta
perspectiva, la nueva imagen del Cristo liberador no sólo es una novedad inesperada y
bienvenida, sino que también desenmascara y derrota lo acristiano o anticristiano de las
imágenes anteriores, haciendo comprensible por qué la nueva imagen ha suscitado tanta
polémica. En nuestro continente. Lo que los poderosos ven como extremadamente
peligroso es lo que la fe ve como extremadamente positivo: la confrontación con dichas
imágenes.
Imagen de Cristo en Medellín y Puebla.
La nueva representación de Cristo podría aceptarse únicamente en base a lo dicho
en el apartado anterior, pero también ha recibido la aprobación básica de la comunidad
latinoamericana. Iglesia y ya es parte de "nuestra tradición eclesial", que está conformada
por Medellín y Puebla. Es crítico enfatizar este hecho. La tradición eclesial latinoamericana
se expresa mejor y más singularmente en Medellín y Puebla. Transmiten la singularidad de
esa Iglesia en relación tanto con su propia historia como con otras iglesias de hoy. Y como
poco ha cambiado desde los tiempos de Medellín y Puebla respecto a la realidad del
continente latinoamericano, ambos deben seguir siendo un punto de referencia necesario.
Son nuestra costumbre original.
A continuación, se examinarán los aspectos más novedosos de esa representación, que la
cristología teórica debería tener en cuenta más provechosamente.
a) Liberación como resultado de la salvación.
Medellín aborda la figura de Cristo desde un interés salvífico, que no es novedoso. Sin
embargo, en momentos clave, lo expresa en términos de liberación, lo que va más allá de
los términos convencionales de "salvación" o "redención". El mismo Dios que, a su debido
tiempo, envió a su Hijo a nacer en forma humana para liberar a todos los hombres de la
esclavitud en que los había colocado el pecado, la ignorancia, el hambre, la miseria y la
pobreza, la injusticia y el odio que provienen del egoísmo humano. Se conocen
colectivamente como opresión.
b) Pobres y pobreza, o el "principio de parcialidad".
Al tiempo que admite la deidad y la humanidad de Cristo, Medellín también introduce el
concepto de parcialidad, específicamente con respecto a los desfavorecidos y la pobreza.
“Cristo nuestro Salvador no sólo se preocupó por los desfavorecidos, sino que también
vivió en la pobreza, proclamando su liberación a los desfavorecidos como eje de su misión,
e instauró su Iglesia como símbolo de esa pobreza entre los desfavorecidos”.
c) La esperanza y la praxis son principios hermenéuticos.
La presencia de Cristo en la historia moderna es mencionada por Medellín, quien también
se atreve a enumerar sus signos. Cristo, que participa activamente en nuestra historia,
"anticipa su gesto escatológico no sólo en el anhelo impaciente del hombre por su completa
redención, sino también en aquellas conquistas que, como signos pronósticos, el hombre va
realizando a través de una actividad realizada en el amor", según a Gaudium et spes (38) "el
aliento que Cristo da a "aquellos propósitos generosos con los que la familia humana se
esfuerza por hacer más llevadera su propia vida y someter a ese fin la tierra".
d) La existencia de Cristo en los oprimidos.
Este tema, que ha quedado en manos de la espiritualidad y no de la cristología, es abordado
por Medellín. Su premisa subyacente es que Cristo puede y debe encontrarse en la historia
ahora mismo, pero no donde la gente preferiría encontrarlo, sino donde está, aunque ese
lugar sea escandaloso.
La reflexión cristológica de Puebla.
La verdad sobre Jesucristo, el Salvador que proclamamos, es un capítulo que
Puebla, a diferencia de Medellín, escribió (nn. 170-219), impulsado por el deseo de
defender la ortodoxia frente a las amenazas reales o ficticias de los primeros pueblos
latinoamericanos. Cristologías. , una preocupación de la que habló Juan Pablo II en su
discurso de investidura. Y la causa principal, además del interés de algunos obispos y
teólogos, fue la misma realidad: ganó la imagen de Medellín por ser más latinoamericana y
evangélica. Puebla contiene una variedad de puntos de vista y contenido cristológico como
resultado, a pesar de su aparente monolitismo y propósito doctrinal.
Curiosamente, las ideas más profundas y vanguardistas se encuentran en el capítulo titulado
"Opción preferencial por los pobres", no en el capítulo dedicado a la cristología.
Para empezar, Puebla reconoce y agradece el hecho de que "vemos con alegría" que
hay "una búsqueda del rostro siempre nuevo de Cristo que cumple su legítima aspiración a
una liberación integral" (n. 173). Con esto reitera la necesidad de una imagen "nueva", a
pesar de los siglos de evangelización, y que es crucial que esta nueva imagen sea
"liberadora". También elogia a Medellín por haber impulsado esta nueva imagen.
En segundo lugar, se cree que muchas de las características del "Jesús histórico"
Jesús de Nazaret, incluido en Puebla llenan gradualmente la nueva y deseada imagen de
Cristo. Finalmente, Puebla vuelve al tema del acceso y presencia de Cristo en historia,
haciéndolo en formulaciones realmente contundentes y rigurosas que, hasta donde sabemos,
son únicas entre otros textos eclesiásticos contemporáneos. Cita un dicho tradicional que
dice: "Cristo está presente en su Iglesia, principalmente en la Sagrada Escritura, en el
anuncio de la palabra, en los que se reúnen en su nombre, y en la persona de sus pastores.
Luego dice en su Como conclusión, "ha querido identificarse con la ternura, especialmente
con los más débiles y los más pobres" (n. 196).
Puebla utiliza esta afirmación para introducir la idea de parcialidad en Cristo. Jesús
(Dios) y los pobres de este mundo tienen una relación más fuerte que la de los humanos en
su conjunto, que luego puede usarse para establecer una relación universal.
El hallazgo clave de la cristología es que comprender a los desfavorecidos es
realmente esencial para conocer a Jesús. Lo más importante es que Puebla llegó a acuñar la
frase en primer lugar, independientemente de los ejemplos que utiliza para demostrar el
"potencial evangelizador" de los más desfavorecidos. La misión de Jesús tiene el privilegio
de dirigirse a los pobres, que no sólo hacen presente a Jesús profeta y evangelizador, sino
que también hacen que la misión sea sumamente importante y novedosa. Sirven como su
sacrificio en movimiento.
IDEAS PERSONALES:
El encuentro con Jesucristo vivo: no se comienza a ser cristiano por una decisión
ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una
persona que otorga un nuevo horizonte y una orientación decisiva a la vida. El
encuentro con Jesucristo vivo es camino para la conversión, la comunión y la
solidaridad. En este sentido, podemos señalar que el encuentro con Jesucristo es la
raíz, la fuente y la cumbre de la vida de la Iglesia y el fundamento del discipulado y
de la misión, por este encuentro con Jesucristo los seres humanos tenemos un
discernimiento en el conocimiento de quiénes somos, de dónde venimos y hacia
dónde vamos.

La cristología suele distinguir entre el Jesús histórico (objeto de la investigación histórica) y el


Cristo de la fe (objeto de la fe de la Iglesia). Por supuesto, toda cristología busca dar razón de la
fe en el Jesucristo total; pero cada una tiene que adoptar un punto de partida metodológico (¿por
dónde empezar?). La cristología latinoamericana se ubica entre las cristologías que parten del
Jesús histórico para llegar al Cristo de la fe, que se preocupan por volver a Jesús de Nazaret. Sin
embargo, la cristología latinoamericana se interesa por el Jesús histórico no solo para entender
la identidad (¿quién fue Jesús?) y la relevancia (¿qué significa para mí Cristo?) de Jesucristo,
sino sobre todo para buscar el sentido de la fe en un Continente marcado por la opresión, la
exclusión, la muerte… Es decir, pone el acento en el Jesús histórico no tanto como objeto de
investigación, cuanto como criterio de seguimiento. De modo que la persona, la práctica y el
espíritu de Jesús se constituyen en criterio de toda vida cristiana en América Latina.
b) Una cristología del Jesucristo crucificado
La cristología latinoamericana entiende la fe popular en el Cristo sufriente como lugar
teológico. No obstante, ha contribuido a reconstruir la imagen del Cristo sufriente en América
Latina, en tanto que la ha reinterpretado en clave liberadora. Esta cristología aborda la cruz de
Jesús enfatizando la estrecha relación entre la pregunta histórica por la causa de su muerte (¿por
qué mataron a Jesús?) y la pregunta teológica por el sentido de su muerte (¿por qué murió?). La
cruz se levanta como la máxima expresión del amor de Dios. En la cruz salvadora se revela el
Dios crucificado; en la soledad, el abandono y el silencio de Jesús aparece el rostro del Padre
compasivo que está junto al Hijo que sufre (el sufrimiento como posible modo de ser de Dios).
La cristología latinoamericana lleva más lejos esta intuición cuando habla del pueblo
crucificado como presencia del Cristo sufriente en la historia, cual siervo doliente de Yahvé. Se
trata entonces de no olvidarse del escándalo de la cruz para no olvidarse de los crucificados de
hoy.
c) Una cristología del Jesucristo liberador
La tensión fundamental de la cristología latinoamericana es la que aparece entre crucifixión y
liberación. En efecto, es una teología hecha con el dolor de la crucifixión y con la esperanza de
la liberación. Esta cristología estudia las dimensiones centrales de la vida de Jesús desde una
perspectiva liberadora: su servicio al reino de Dios, su relación con el Padre y su muerte en la
cruz son releídas tratando de superar una comprensión de la salvación cristiana en categorías
exclusivamente individuales. La fe de la Iglesia que proclama a Jesús como el Cristo a partir de
la resurrección, se enriquece con la reflexión sobre la salvación como liberación plena de las
personas, de los pobres, de los pueblos en el Continente. La confesión de Jesús como verdadero
Dios y verdadero hombre tiene consecuencias para las luchas por la libertad y la justicia de
todos, especialmente de los pobres. Es un hecho que la opción por los pobres ha sido valorada
positivamente por el magisterio de la Iglesia en América Latina y en todo el mundo.

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