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Taller de escritura

11/5/20 DESDE MI VENTANA EL MAR NO SE VE

Desde mi ventana el mar no se ve, ni la línea perdida del horizonte, donde dicen que
se encuentra la utopía. Tampoco se ve el suelo arenoso donde he caminado tantas veces
dejando mi huella hundida, para acercarme a la orilla a esperar las olas que una y otra vez en
su constante movimiento refresquen mis pies. Ni puedo oler ese yodo tan beneficioso para mi
sistema nervioso, bueno eso al menos dicen los médicos, desde que hace algún tiempo algún
empresario espabilado se le ocurrió poner de moda los baños de ola para calmar, a los
primeros turistas playeros del desasosiego urbano.

Sin embargo desde mi ventana, se ven dos vías de tren paralelas que seguro que
tienen un final. Oigo el traqueo del tren o mejor dicho de los trenes, generalmente de
mercancía. Los oigo venir cargados de ruido con su cadencia tantas veces oída. Llegan también
cargados de alimentos, frutas que alguien ha recogido para poderlas comer o verduras tan
necesarias, o pescados de ese mar que no veo y que gracias a ellos vivimos.

Desde mi ventana no puedo ver la sala de concierto donde vi y me deleité con el


último Cascanueces de Tchaikovsky.

Pero a mi ventana llega todo los días, un Ave María de Schubert de un colegio cercano
a casa, que indica que son las maravillosas 12 de la mañana de un nuevo día. Y me viene el
recuerdo del griterío de niños y adolescentes que generan el bullicio vital que pronto nos
acompañará de nuevo. A mi ventana llega todo los días indicando que son las 8 horas, un
concierto de palmas con diferentes notas musicales, que resulta atronador y vivificante, y nos
une a todos y que emociona al recordar a quienes va dedicado.

A mi ventana no llegaba eso olor a rosas tan intenso de la Rosaleda del Espolón

Pero si me llega el olor a tierra mojado tras la lluvia, ahora mucha más intenso y
deseado, para que me haga soñar con otros lugares. A la ventana del patio interior, le llegan
los olores de carne frita y de verduras hervidas, que podría decir incluso a que piso
pertenecen. También llega el olor intenso en este mes de mayo de la multitud de flores que la
vecina del 1º tiene en su terraza, rosas, jazmines, geranios y tulipanes. Salgo ex profeso a
deleitarme con ellos y ,me transportan a esa naturaleza tan deseada.

Desde mi ventana no puedo ir al cine semanal para ver el último estreno.

Sin embargo si puedo deleitarme desde mi ventana con ese abuelillo sentando
cómodamente mientras pasa las hojas de su periódico unas más rápidas que otras, al que, le
llaman, supongo su hija, para ir a comer. También dos niños que bien o los oyes reír
intensamente, que discutir casi a muerte, teniendo que venir su madre a menudo a poner
paz. También esa pareja, que miran embelesados al infinito para de vez en cuando girarse y
darse un beso y ver también aquel joven tocando la guitarra, intuyendo que canta, pero al que
apenas se le oye, pienso que será por timidez.
Desde mi ventana no veo el restaurante italiano cuyo olor a pasta y pizza, dispara mis
glándulas salivares, al que tanto me gusta ir con mi familia.

Pero si veo por las mañanas irse al panadero de la panadería en la que cojo el pan. Sé
que ha ido pronto, para crearnos la masa que será pan y qué como locos iremos a buscarlo sin
falta, a su taller harinero, todos los días mientras ese olor a pan recién hecho, nos llevará al
pasado. Veo al personal del pequeño supermercado debajo de casa entrar. Estos días más que
nunca valoro su bondad y paciencia en atender a todos los vecinos.

Desde mi ventana no veo El Espolón tan limpio y recién regado, que siempre ha
llamado mi atención.

Pero si veo al barrendero del barrio, que todos los días con una perfecta puntualidad
lo tenemos aseando nuestras aceras y calles. Con infinita paciencia saca su escoba su
recogedor donde van hojas y papeles sucios para echarlo a su carro, para navegar con él unos
cientos de metros y repetir la misma acción días tras días. - ¡ Qué calles tan limpías!- ¡Nunca
me había fijado tanto en ellas!-. Todas las noches tras un sonoro ruido de camión empieza la
recogida nocturna de la basura. ¿Qué sería de nosotros si no apareciese el camión un día sí y
otro también y la basura se acumulase hasta el infinito. -¡ Qué maravilla que venga ese camión
salvador!-

Desde mi ventana no veo el mar ni otras cosas; pero si muchas más que hacen que
todavía pueda oler, oír, mirar, desear y apreciar más intensamente lo que tengo.

JESÚS JIMÉNEZ

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