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Nada los hizo inclinarse

¿RECUERDAS haber oído acerca de estos tres jóvenes? Sí, son los amigos de
Daniel que rehusaron comer lo que no era bueno para ellos. Los babilonios los
llamaban Sadrac, Mesac y Abednego. Pero míralos ahora. ¿Por qué no se
están inclinando a esta gran imagen como todos los demás? Vamos a ver a
qué se debe esto.

¿Recuerdas tú las leyes que Jehová mismo escribió, llamadas los Diez
Mandamientos? El primero es: ‘No debes adorar más dioses que a mí.’ Los
jóvenes están obedeciendo esta ley aquí, aunque no es fácil hacer eso.

Nabucodonosor, el rey de Babilonia, ha llamado a mucha gente importante


para que honren esta imagen que él ha levantado. Acaba de decir a toda la
gente: ‘Cuando oigan el sonido de los cuernos, las arpas y los otros
instrumentos musicales, inclínense y adoren esta imagen de oro. El que no se
incline y adore será echado en un horno ardiente al momento.’

Cuando Nabucodonosor oye que Sadrac, Mesac y Abednego no se han


inclinado, se enoja mucho. Hace que los traigan a él. Les da otra oportunidad
de inclinarse. Pero los jóvenes confían en Jehová. ‘Nuestro Dios a quien
servimos puede salvarnos,’ le dicen. ‘Pero aunque no, no nos vamos a inclinar
a tu imagen de oro.’

Al oír esto, Nabucodonosor se enoja más. Hay un horno cerca, y él manda:


‘¡Calienten el horno siete veces más que antes!’ Entonces hace que los
hombres más fuertes de su ejército aten a Sadrac, Mesac y Abednego y los
echen en el horno. El horno está tan caliente que las llamas matan a los
hombres fuertes. Pero ¿qué les pasa a los tres jóvenes que ellos han echado
dentro?
El rey mira dentro del horno, y se asusta muchísimo. ‘¿No atamos a tres
hombres y los echamos en el horno ardiente?’ pregunta:

‘Sí, eso hicimos,’ contestan sus siervos.

‘Pero yo veo a cuatro hombres caminando en el fuego,’ dice él. ‘No están
atados, y el fuego no les está haciendo daño. Y el cuarto parece un dios.’ El rey
se acerca a la puerta del horno y grita: ‘¡Sadrac! ¡Mesac! ¡Abednego! ¡Salgan,
siervos del Dios Altísimo!’

Cuando salen, toda la gente puede ver que no han sufrido daño. Entonces el
rey dice: ‘¡Alabado sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abednego! Ha enviado su
ángel y los ha salvado porque nada los hizo inclinarse y adorar a ningún dios
excepto el de ellos.’

¿No es éste un excelente ejemplo de fidelidad a Jehová para nosotros?

Éxodo 20:3; Daniel 3:1-30.

El relato bíblico de tres jóvenes judíos —Ananías, Misael y Azarías— y su amigo,


Daniel, comienza cuando los cuatro fueron llevados cautivos de sus hogares en
Jerusalén en el año 605 a.C., durante el sitio del rey Nabucodonosor de Babilonia.
Los cuatro eran jóvenes inteligentes, bien parecidos, en el momento de su
captura y parecían ser parte de la familia real o una familia noble de Judá (Daniel
1:3-4).

El programa de entrenamiento de tres años

De una forma diferente a lo que hacían la mayor parte de los reyes victoriosos,
que típicamente sólo le permitían a las personas de su propio pueblo gobernar en
tanto que esclavizaban a las personas conquistadas, el rey Nabucodonosor
decidió entrenar para el servicio de su gobierno las mejores mentes dentro de su
reino, sin importar su raza. Con esta base, Daniel y sus tres amigos fueron
seleccionados por Aspenaz, el principal oficial de la corte, para un programa de
tres años, en el cual les sería enseñado el lenguaje y la literatura de los babilonios.

Una de las primeras cosas que ocurrieron con esos cuatro jóvenes fue que sus
nombres fueron cambiados (v. 7). Como Matthew Henry anota en su comentario:
“Sus nombres hebreos, que habían recibido en el momento de la circuncisión,
tenían algo de Dios o Jah en ellos: Daniel —Dios es mi juez; Ananías —la gracia
del Señor; Misael —El Dios fuerte; Azarías —El Señor en una ayuda. Para hacer
que se olvidaran del Dios de sus padres, la guía de su juventud, les dieron
nombres que tenían la connotación de la idolatría caldea. Beltasar significa
el guardián de los tesoros ocultos de Bel; Sadrac —la inspiración del sol, al que los
caldeos adoraban; Mesac —de la diosa Sac, nombre bajo el cual Venus era
adorada; Abed-Nego, el siervo del fuego iluminado, que ellos también adoraban
(Comentarios acerca de Daniel 1:1-7).

Si bien había otras personas en este programa de entrenamiento (vv. 10, 19),
Daniel y sus tres amigos pronto sobresalieron por la comida y la bebida que
querían consumir. Aunque aparentemente Daniel fue el primero que se negó a
consumir la comida y la bebida del rey (v. 8), Sadrac, Mesac y Abed-Nego pronto
mostraron que tenían la misma determinación (v. 10).

Si bien no se nos dice específicamente por qué Daniel no quería “contaminarse”


con las provisiones del rey (v. 8), todo parece indicar que la comida del rey podría
incluir la carne de animales que Dios había dicho que no debía comerse (Levítico
11; Deuteronomio 14) o que también podría haber incluido grasa animal que Dios
también había dicho que no debía consumirse (Levítico 7:23). En cuanto a la
razón por la cual Daniel y sus amigos se rehusaron a tomar vino, que Dios
permitía consumir en moderación, podría ser que parte de ese vino pudiera haber
sido usada como una ofrenda de bebida a la deidad pagana (Comentario de
Soncino).

Aunque el supervisor babilonio estaba renuente a complacer la petición de estos


cuatro hombres de no comer ni beber de la provisión diaria del rey para ellos, él
les permitió hacer una prueba de 10 días con la comida y la bebida que ellos
pedían. Debido a que ellos lucían sanos al final de este período, les permitieron
seguir con la dieta de vegetales y agua que habían solicitado (vv. 12, 16).

Hay una importante lección que encontramos en esta primera prueba


documentada de la fe de estos jóvenes. Podría haber sido relativamente fácil
razonar que ya que ahora eran cautivos en tierra extraña, sólo debían someterse
al programa del rey en lugar de tratar de retener los estándares de conducta que
habían seguido mientras estaban en Jerusalén. Pero ellos no abandonaron su fe.
La fe real significa obedecer a Dios aun en medio de circunstancias difíciles.
Como pronto veremos, esta prueba relativamente pequeña de fe, echó las bases
para las más difíciles que pronto vendrían.

Al final del programa de tres años, Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-Nego tenían sus
exámenes orales delante del Rey Nabucodonosor. De acuerdo con estas
entrevistas, el rey los consideraría como los más brillantes y capaces entre todos
sus hombres sabios, y entraron a su servicio (vv. 18-20).

Interpretarlo o morir

El segundo capítulo de Daniel registra un acontecimiento grave en medio del


sistema babilónico de gobierno, que puso en peligro la vida de Daniel, Sadrac,
Mesac y Abed-Nego. El rey tuvo un sueño que lo dejo muy perturbado y muy
ansioso de conocer su significado (Daniel 2:1, 3). Así que llamó a sus magos,
sabios y consejeros para que le interpretaran su sueño (vv. 2-3).
Para hacer la situación aún más peligrosa, el rey dijo que no iba a contar su sueño
a aquellos que había llamado para que lo interpretaran. Él les exigió que le dijeran
su sueño y lo interpretaran, con la amenaza de ser destruidos sino lo hacían (vv.
4-9). Por supuesto, los magos del rey y los sabios no pudieron cumplir con este
requisito. Como resultado de ello, el rey ordenó que “matasen a todos los sabios
de Babilonia”, que incluían a Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-Nego (v. 12).

Enfrentado a esta situación, Daniel le pidió al rey que le diera tiempo para poder
cumplir con lo que pedía. Daniel luego “hizo saber lo que había a Ananías, Misael
y Azarías, sus compañeros, para que pidiesen misericordias del Dios del cielo
sobre este misterio, a fin de que Daniel y sus compañeros no pereciesen con los
otros sabios de Babilonia” (vv. 17-18).

Dios luego le reveló el secreto a Daniel en una visión de noche (v. 19). El sueño
del rey mostraba los cuatro imperios que gobernarían el mundo, seguidos por el
“Reino de Dios”, que está destinado a reemplazar todos los gobiernos humanos.
Si desea un estudio adicional de sueños, visiones y mensajes de Dios, vea el
artículo “la interpretación de los sueños”.

Después de revelar el sueño del rey y su interpretación, Daniel fue promovido


dentro del imperio. Después de recibir su recompensa, Daniel “solicitó del rey, y
obtuvo que pusiera sobre los negocios de la provincia de Babilonia a Sadrac,
Mesac y Abed-Nego; y Daniel estaba en la corte del rey” (v. 49).

El rey le exigió airadamente a Sadrac, Mesac y Abed-Nego que debían arrodillarse


delante de su estatua. Si ellos no lo hacían, serían lanzados al horno de fuego.
Esas pruebas iniciales de la fe, prepararon a Sadrac, Mesac y Abed-Nego para la
prueba que después nosotros conoceríamos mejor.

El horno de fuego de Nabucodonosor

En el tercer capítulo de Daniel encontramos la tercera gran prueba para Sadrac,


Mesac y Abed-Nego. Si bien los otros dos incidentes previos incluyeron a su
amigo Daniel, él no está incluido en ésta. La escritura no dice porque Daniel no
es mencionado. La implicación es que Sadrac, Mesac y Abed-Nego enfrentaron
esta prueba sin el respaldo y el consejo de Daniel.

Esta prueba tenía que ver con la adoración de la imagen de oro que el rey
Nabucodonosor había construido en la planicie de Dura. La orden del rey era que
todos sus súbditos debían postrarse delante de esta estatua. Cualquiera que no lo
hiciera sería lanzado al horno de fuego (vv. 5-6).

Como Sadrac, Mesac y Abed-Nego no quebrantarían de ninguna manera el


Segundo Mandamiento por adorar esta estatua, los oficiales babilónicos
informaron de la falta de obediencia de estos hombres (vv. 8-12). El rey entonces
exigió perentoriamente a Sadrac, Mesac y Abed-Nego que se arrodillaran delante
de su ídolo. Si ellos no lo hacían, serían arrojados al horno de fuego.
Retándolos, el rey les dijo: “¿Y qué dios será aquel que os libre de mis manos?”(v.
15).

Los tres hombres respondieron al rey Nabucodonosor: “No es necesario que te


respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede
librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no,
sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua
que has levantado” (vv. 16-18).

Furioso con su respuesta, el rey hizo que el horno fuera calentado siete veces más
de lo acostumbrado y ordenó a algunos de sus hombres más fuertes que atasen a
esas personas desobedientes y las echaran a las llamas (vv. 19-20). Pero pronto,
cosas extrañas empezaron a suceder.

En tanto que los hombres que arrojaron a Sadrac, Mesac y Abed-Nego al horno
fueron muertos por las llamas, el fuego sólo consumió las ataduras de Sadrac,
Mesac y Abed-Nego. Los tres hombres se pusieron milagrosamente de pie y
caminaron en medio del fuego sin sufrir ningún daño.

El rey Nabucodonosor estaba atónito con lo que veía. No sólo los tres jóvenes
judíos estaban en medio del horno caminando y sin sufrir daño, sino que además
el rey vio una cuarta persona cuyo aspecto era como “hijo de los dioses”, o un ser
divino, también caminando en el fuego (v. 25). Esta cuarta persona podría haber
sido la manifestación del ser que más tarde se convirtió en Jesucristo.

Al presenciar la milagrosa protección de Sadrac, Mesac y Abed-Nego, el rey los


llamó para que salieran del horno e hizo un decreto para que nadie dijera
“Blasfemia contra el Dios” que había salvado a Sadrac, Mesac y Abed-Nego (vv.
26, 29).

Lecciones imperecederas de fe

En tanto que Daniel 1:21 nos dice que Daniel continuó sirviendo en la corte en
Babilonia hasta que Ciro, el primer gobernador del imperio Medo-persa, accedió
al poder, la Biblia no nos dice qué pasó con Sadrac, Mesac y Abed-Nego después
de sobrevivir luego de ser lanzados al horno de fuego del Rey Nabucodonosor. El
registro bíblico que habla de esos tres jóvenes termina en Daniel 3.

Sin embargo, Hebreos 11, que registra ejemplos de muchas personas del Antiguo
Testamento que tuvieron fe, incluye lo que parece ser una referencia a estos tres.
Si bien sus nombres no se mencionan específicamente, el versículo 34 nos habla
de personas que “apagaron fuegos impetuosos”. Independiente de si esto era lo
que tenía el autor de Hebreos en mente o no, estas tres pruebas registradas de
Sadrac, Mesac y Abed-Nego, nos ofrecen unas lecciones invaluables de fe para
nosotros en la actualidad:

 Para tener fe y obedecer a Dios en las grandes pruebas, es necesario prepararnos


al obedecer las pruebas más pequeñas. Los desafíos de la vida en algunas
ocasiones escalan en intensidad y posibles consecuencias. La decisión de Sadrac,
Mesac y Abed-Nego de no contaminarse con la comida y la bebida del rey
parece haber sido una prueba de obediencia que los preparó para ser fieles
cuando la amenaza era mucho mayor. Es importante que nosotros seamos fieles
ahora, en preparación para las pruebas que podrán venir en el futuro.

 Las pruebas de fe con frecuencia se enfocan en resistir la influencia del mundo.


Aunque Sadrac, Mesac y Abed-Nego afrontaron una gran presión para
conformarse a las costumbres babilónicas, ellos se rehusaron a desobedecer a
Dios. Los cristianos en la actualidad también son exhortados para no ser parte de
este mundo (Juan 15:19; 17:15). El llamado de Dios a su pueblo a lo largo de la
historia es que salga del mundo (Hechos 2:40; Apocalipsis 18:4).

 Nuestras pruebas de fe decidirán finalmente si recibiremos o no la vida eterna.


La vida de Sadrac, Mesac y Abed-Nego se vio comprometida por lo menos en
dos de las tres ocasiones en que fueron probados. En una perspectiva mayor,
nuestras vidas espirituales están en entredicho. Lo que hagamos con el
conocimiento que Dios nos revela, decidirá si viviremos por siempre con Cristo
y Dios el Padre en el Reino de Dios, o dejaremos de existir.

Con el fin de ayudarle a desarrollar su fe en Dios, le recomendamos que lea


nuestro artículo “¿Qué es la fe?”. Para ayudarle a afrontar exitosamente las
pruebas que habrá en su vida, también le recomendamos suscribirse a nuestra
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