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¿RECUERDAS haber oído acerca de estos tres jóvenes? Sí, son los amigos de
Daniel que rehusaron comer lo que no era bueno para ellos. Los babilonios los
llamaban Sadrac, Mesac y Abednego. Pero míralos ahora. ¿Por qué no se
están inclinando a esta gran imagen como todos los demás? Vamos a ver a
qué se debe esto.
¿Recuerdas tú las leyes que Jehová mismo escribió, llamadas los Diez
Mandamientos? El primero es: ‘No debes adorar más dioses que a mí.’ Los
jóvenes están obedeciendo esta ley aquí, aunque no es fácil hacer eso.
‘Pero yo veo a cuatro hombres caminando en el fuego,’ dice él. ‘No están
atados, y el fuego no les está haciendo daño. Y el cuarto parece un dios.’ El rey
se acerca a la puerta del horno y grita: ‘¡Sadrac! ¡Mesac! ¡Abednego! ¡Salgan,
siervos del Dios Altísimo!’
Cuando salen, toda la gente puede ver que no han sufrido daño. Entonces el
rey dice: ‘¡Alabado sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abednego! Ha enviado su
ángel y los ha salvado porque nada los hizo inclinarse y adorar a ningún dios
excepto el de ellos.’
De una forma diferente a lo que hacían la mayor parte de los reyes victoriosos,
que típicamente sólo le permitían a las personas de su propio pueblo gobernar en
tanto que esclavizaban a las personas conquistadas, el rey Nabucodonosor
decidió entrenar para el servicio de su gobierno las mejores mentes dentro de su
reino, sin importar su raza. Con esta base, Daniel y sus tres amigos fueron
seleccionados por Aspenaz, el principal oficial de la corte, para un programa de
tres años, en el cual les sería enseñado el lenguaje y la literatura de los babilonios.
Una de las primeras cosas que ocurrieron con esos cuatro jóvenes fue que sus
nombres fueron cambiados (v. 7). Como Matthew Henry anota en su comentario:
“Sus nombres hebreos, que habían recibido en el momento de la circuncisión,
tenían algo de Dios o Jah en ellos: Daniel —Dios es mi juez; Ananías —la gracia
del Señor; Misael —El Dios fuerte; Azarías —El Señor en una ayuda. Para hacer
que se olvidaran del Dios de sus padres, la guía de su juventud, les dieron
nombres que tenían la connotación de la idolatría caldea. Beltasar significa
el guardián de los tesoros ocultos de Bel; Sadrac —la inspiración del sol, al que los
caldeos adoraban; Mesac —de la diosa Sac, nombre bajo el cual Venus era
adorada; Abed-Nego, el siervo del fuego iluminado, que ellos también adoraban
(Comentarios acerca de Daniel 1:1-7).
Si bien había otras personas en este programa de entrenamiento (vv. 10, 19),
Daniel y sus tres amigos pronto sobresalieron por la comida y la bebida que
querían consumir. Aunque aparentemente Daniel fue el primero que se negó a
consumir la comida y la bebida del rey (v. 8), Sadrac, Mesac y Abed-Nego pronto
mostraron que tenían la misma determinación (v. 10).
Al final del programa de tres años, Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-Nego tenían sus
exámenes orales delante del Rey Nabucodonosor. De acuerdo con estas
entrevistas, el rey los consideraría como los más brillantes y capaces entre todos
sus hombres sabios, y entraron a su servicio (vv. 18-20).
Interpretarlo o morir
Enfrentado a esta situación, Daniel le pidió al rey que le diera tiempo para poder
cumplir con lo que pedía. Daniel luego “hizo saber lo que había a Ananías, Misael
y Azarías, sus compañeros, para que pidiesen misericordias del Dios del cielo
sobre este misterio, a fin de que Daniel y sus compañeros no pereciesen con los
otros sabios de Babilonia” (vv. 17-18).
Dios luego le reveló el secreto a Daniel en una visión de noche (v. 19). El sueño
del rey mostraba los cuatro imperios que gobernarían el mundo, seguidos por el
“Reino de Dios”, que está destinado a reemplazar todos los gobiernos humanos.
Si desea un estudio adicional de sueños, visiones y mensajes de Dios, vea el
artículo “la interpretación de los sueños”.
Esta prueba tenía que ver con la adoración de la imagen de oro que el rey
Nabucodonosor había construido en la planicie de Dura. La orden del rey era que
todos sus súbditos debían postrarse delante de esta estatua. Cualquiera que no lo
hiciera sería lanzado al horno de fuego (vv. 5-6).
Furioso con su respuesta, el rey hizo que el horno fuera calentado siete veces más
de lo acostumbrado y ordenó a algunos de sus hombres más fuertes que atasen a
esas personas desobedientes y las echaran a las llamas (vv. 19-20). Pero pronto,
cosas extrañas empezaron a suceder.
En tanto que los hombres que arrojaron a Sadrac, Mesac y Abed-Nego al horno
fueron muertos por las llamas, el fuego sólo consumió las ataduras de Sadrac,
Mesac y Abed-Nego. Los tres hombres se pusieron milagrosamente de pie y
caminaron en medio del fuego sin sufrir ningún daño.
El rey Nabucodonosor estaba atónito con lo que veía. No sólo los tres jóvenes
judíos estaban en medio del horno caminando y sin sufrir daño, sino que además
el rey vio una cuarta persona cuyo aspecto era como “hijo de los dioses”, o un ser
divino, también caminando en el fuego (v. 25). Esta cuarta persona podría haber
sido la manifestación del ser que más tarde se convirtió en Jesucristo.
Lecciones imperecederas de fe
En tanto que Daniel 1:21 nos dice que Daniel continuó sirviendo en la corte en
Babilonia hasta que Ciro, el primer gobernador del imperio Medo-persa, accedió
al poder, la Biblia no nos dice qué pasó con Sadrac, Mesac y Abed-Nego después
de sobrevivir luego de ser lanzados al horno de fuego del Rey Nabucodonosor. El
registro bíblico que habla de esos tres jóvenes termina en Daniel 3.
Sin embargo, Hebreos 11, que registra ejemplos de muchas personas del Antiguo
Testamento que tuvieron fe, incluye lo que parece ser una referencia a estos tres.
Si bien sus nombres no se mencionan específicamente, el versículo 34 nos habla
de personas que “apagaron fuegos impetuosos”. Independiente de si esto era lo
que tenía el autor de Hebreos en mente o no, estas tres pruebas registradas de
Sadrac, Mesac y Abed-Nego, nos ofrecen unas lecciones invaluables de fe para
nosotros en la actualidad: