Está en la página 1de 28

Sábado, 3 de abril de 2021

JAIR OCHOA
LA MARAVILLOSA REVELACIÓN DEL PODER
DIVINO
“…que por la fe … apagaron fuegos impetuosos…” Hebreos
11:33, 34.
Impetuoso, sa. Del lat. impetuôsus.
1. adj. — Que se mueve de modo violento y rápido.
2. adj. — Fogoso, vivo, vehemente.
El Antiguo Testamento presenta la vida de varias
personas que tuvieron esas grandes victorias. Josué y
Débora conquistaron reinos (el libro de Josué, Jue 4:1-24; Jue
5:1-31). Nehemías administró justicia (el libro de Nehemías).
Daniel fue protegido de la boca de los leones (Dan 6:1-28)
Sadrac, Mesac y Abed-nego fueron protegidos en el horno de
fuego (Dan 3:1-30). Elías escapó de las espadas de los
escuderos de la reina malvada Jezabel (1Re 19:1-21; 1Re
20:1-43; 1Re 21:1-2). Ezequías llegó a ser fuerte después de
una enfermedad (2Re 20:1-21). Gedeón fue poderoso en la
batalla (Jue 7:1-25). Un hijo de una viuda fue resucitado por
el profeta Elías (2Re 4:8-37).
Nosotros también podemos tener victoria mediante la fe
en Cristo. Nuestras victorias pueden ser parecidas a las
que tuvieron los santos del Antiguo Testamento, pero es
más probable que cada una de nuestras victorias esté
directamente relacionada con la función que Dios quiere que
desempeñemos. A pesar de que nuestro cuerpo se deteriora
y muere, viviremos por siempre gracias a Cristo. En la
resurrección prometida, aun la muerte física será
derrotada y la victoria de Cristo será completa.
DOMINGO
1. ¿Qué ordenó el enfurecido monarca? ¿Quién fue
encargado de arrojar a los siervos del Altísimo en el
horno?
Daniel 3:19-21. Entonces Nabucodonosor se llenó de ira, y se
demudó el aspecto de su rostro contra Sadrac, Mesac y Abed-
nego, y ordenó que el horno se calentase siete veces más de
lo acostumbrado. 20 Y mandó a hombres muy vigorosos
que tenía en su ejército, que atasen a Sadrac, Mesac y
Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego
ardiendo. 21 Entonces estos varones fueron atados con sus
mantos, sus calzas, sus turbantes y sus vestidos, y fueron
echados dentro del horno de fuego ardiendo.
SL:38. (RH, 1 de Febrero de 1881). La ira del rey no conoció
límites. En la misma altura de su poder y gloria, ser de esa
forma desafiado por los representantes de una raza
cautiva y despreciada era un insulto que su espíritu
orgulloso no podía soportar. El horno ardiendo había sido
calentado siete veces más de lo usual, y adentro fueron
lanzados los exiliados hebreos.
4CBA:1190. Cuando el rey vio que su voluntad no era
recibida como la voluntad de Dios, "se llenó de ira" y la
expresión de su rostro cambió contra estos hombres.
Características satánicas hicieron que su rostro pareciera
como el rostro de un demonio, y con toda la fuerza con que
podía decretar, ordenó que el horno fuera calentado siete
veces más que lo acostumbrado, y mandó que los hombres
más vigorosos ataran a los jóvenes y los arrojaran en el
horno. Creyó que se necesitaba un poder extraordinario para
tratar a esos nobles hombres. Tenía la firma convicción de que
algo insólito se interpondría en favor de ellos, y ordenó que
sus hombres más fuertes se ocuparan de ellos (ST, 06-05-
1897).
Nabucodonosor estaba furioso. Su rostro se contorsionó
por la ira que sentía hacia los jóvenes, ¡y extranjeros
además!, que no sólo osaban desafiarlo, sino que le hacían
quedar en ridículo en plena celebración pública, frente a
todos sus vasallos.?En su enojo, Nabucodonosor exageró su
reacción. Por una parte ordenó que el horno, que ya estaba
suficientemente caliente para la ejecución, fuera calentado
siete veces más de lo que se acostumbraba. De acuerdo con
una vieja tradición, el rey hacía que sus hombres echaran nafta
y brea dentro del horno para intensificar el fuego. Entonces el
rey neciamente ordenó a algunos de sus soldados más
fornidos que ataran a Sadrac, Mesac y Abed-nego de
manos y pies y los echaran al horno con todo y vestiduras.
Al rehusar obedecer la orden del rey, estos tres valientes
fueron arrojados al horno de fuego, pues Nabucodonosor, en
lugar de quedar persuadido por la firmeza y la dignidad de
ellos, se exasperó todavía más (v. 19) hasta demudársele el
rostro. No estaba acostumbrado a que le llevasen la
contraria. «Y ordenó (v. 19b) que el horno se encendiese
siete veces más de lo acostumbrado». Y, vestidos según
estaban, los ataron y los arrojaron en medio del horno de fuego
encendido (vv. 20, 21). Pero cuanto más fuerte era el fuego y
más seguras las ataduras, tanto mayor el milagro.
Los hombres muy vigorosos eran del cuerpo de la guardia
personal de Nabucodonosor.
“La ira del rey no conoció límites. ‘Lleno de ira, . . .
demudóse la figura de su rostro sobre Sadrach, Mesach, y
Abed-nego,’ representantes de una raza despreciada y
cautiva. Ordenando que se calentase el horno siete veces más
que de costumbre, mandó a hombres fuertes de su ejército que
atasen a los adoradores del Dios de Israel para ejecutarlos
sumariamente” (Profetas y Reyes, pág. 374).
“Daniel y sus compañeros… fueron testigos de Dios en su
cautiverio. El Señor los esparció entre los reinos de la tierra
para que su luz pudiera resplandecer brillantemente en
medio de las negras tinieblas del paganismo y la idolatría.
Dios reveló a Daniel la luz de sus propósitos, que habían
estado ocultos por muchas generaciones. Dispuso que Daniel
contemplara en visión la luz de la verdad divina, y que
reflejara esa luz sobre el orgulloso reino de Babilonia. Se
permitió que desde el trono de Dios refulgiera luz sobre el
despótico rey. Se mostró a Nabucodonosor que el Dios del
cielo regía sobre todos los monarcas y reyes de la tierra. Su
nombre debía publicarse como el de Dios que está por encima
de todos los dioses. Dios anhelaba que Nabucodonosor
comprendiera que los gobernantes de los reinos terrenales
tenían un gobernante en los cielos. La fidelidad de Dios al
rescatar a los tres cautivos de las llamas y al justificar la
conducta de ellos, mostró el poder maravilloso de Dios”
(Comentario Bíblico Adventista, tomo 4, pág. 1191).
LUNES
2. ¿Qué sucedió con los hombres que llevaron a cabo la
orden? ¿Qué causó la palidez repentina de
Nabucodonosor?
Daniel 3:22-25, primera parte. Y como la orden del rey era
apremiante, y lo habían calentado mucho, la llama del fuego
mató a aquellos que habían alzado a Sadrac, Mesac y
Abed-nego. 23 Y estos tres varones, Sadrac, Mesac y Abed-
nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo.
24 Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó
apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron
a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron
al rey: Es verdad, oh rey. 25 Y él dijo: He aquí yo veo cuatro
varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin
sufrir ningún daño.
La ira del rey es evidente, y hace que los jóvenes sean
envueltos en sus ropas, de tal manera que al contacto con
el fuego su cuerpo quedaría rodeado por las llamas y los
consumiría. Al abrir el horno en la parte superior, calentado
mucho más de lo acostumbrado, el fuego "se escapó"
atrapando inclusive a los soldados que echaban a los
jóvenes al horno.
El fuego era tan impetuoso que incineró a los hombres del
rey.
Por el poco valor puesto en la vida humana y por el furor de
rey, el horno fue calentado al máximo. Si se hubiera
calentado como normalmente se lo hacía no habría
representado ningún peligro para los soldados pero, por
disposición de Nabucodonosor, se arriesgó la vida de los
soldados que debían cumplir las órdenes del rey. El texto
dice que una llamarada de fuego mató a aquellos que [los]
habían levantado (v. Dan 3:22).
Nabucodonosor estaba observando con atención los
procedimientos desde una distancia segura. Cuando se
asomó para ver lo que sucedía, probablemente por la
abertura de abajo, quedó maravillado. Los hombres que
habían sido atados andaban caminando en medio del
fuego sin ataduras. Y en vez de ver a tres varones dentro
del horno, había cuatro. Él dijo que el cuarto tenía aspecto
de hijo de dioses.
Nabucodonosor se sentó a prudente distancia del horno y
se preparó a disfrutar, aunque fuera un poco, de un día
que había sido por demás amargo. Al menos ahora tendría
la torva satisfacción de ver que los tres hebreos iban a pagar
por su crimen con su propia vida. Pero aun esa satisfacción
le fue negada al rey, porque de pronto vio algo que lo hizo
saltar de sorpresa. Los tres hombres, que se esperaría que
para entonces estuvieran carbonizados e irreconocibles,
¡seguían con vida! ¡El fuego no había sido capaz de hacer
lo que el rey esperaba que sucediera! Aunque les habían
atado las manos y los pies, el rey los vio caminando dentro
del horno. Para su mayor consternación, los tres hombres
nada habían perdido en el fuego excepto sus ataduras. Eso
era lo único que el fuego había sido capaz de consumir.
Pero había otra cosa que le molestaba al rey
Nabucodonosor. Había una cuarta persona en el horno, y
el rey sabía que sólo a tres había sentenciado a muerte. Sin
habérsele dicho, supo que el aspecto de la cuarta persona era
“semejante a un hijo de los dioses”.
Ahora nótese los numerosos detalles milagrosos en la
liberación que Dios llevó a cabo a favor de esos campeones
de la fe:
(A) Habían encendido tanto el horno que las llamas mataron
a los mismos hombres que arrojaron a los tres judíos en medio
del horno (v. Dan 3:22).
(B) Esas mismas llamas, no sólo no hicieron ningún daño a
los que así habían sido arrojados al interior del horno, sino que
no les chamuscaron el cabello ni las ropas (v. Dan 3:27), de
forma que «ni siquiera tenían olor de fuego». Sólo les
quemaron las ataduras para ponerlos en libertad.
(C) Los tres habían caído atados dentro del horno (v. Dan
3:23), pero el propio rey y todos los más altos funcionarios de
Caldea pudieron verlos paseándose (v. Dan 3:25) por en
medio del fuego sin sufrir ningún daño, lo cual insinúa que el
horno de fuego era lo bastante grande para que cuatro
personas estuviesen paseándose allí. Los cuerpos, sin daño;
las mentes, sin ofuscación.
(D) Además, ahora resultaba que, en lugar de tres, eran cuatro
los varones sueltos que se paseaban por el interior del horno.
Esto fue lo que más llamó la atención de Nabucodonosor (vv.
Dan 3:24, Dan 3:25): «se quedó atónito y se levantó
apresuradamente». Estaba cómodamente sentado, a fin de
presenciar el espectáculo con el que esperaba demostrar que
no había dios que librase de sus manos a estos hombres (v.
Dan 3:15, al final), pero había un Dios que los había librado
del fuego y de su mano. ¿Quién era el cuarto personaje? El rey
dijo (v. Dan 3:25, al final) que «el aspecto del cuarto es como
de un hijo de dioses».
“Pero el Señor no olvidó a los suyos. Cuando sus testigos
fueron arrojados al horno, el Salvador se les reveló en
persona, y juntos anduvieron en medio del fuego. En la
presencia del Señor del calor y del frío, las llamas perdieron
su poder de consumirlos.
“Desde su solio real, el rey miraba esperando ver
completamente destruidos a los hombres que le habían
desafiado. Pero sus sentimientos de triunfo cambiaron
repentinamente. Los nobles que estaban cerca vieron que su
rostro palidecía mientras se levantaba del trono y miraba
intensamente hacia las llamas resplandecientes. Con alarma,
el rey, volviéndose hacia sus señores, preguntó: ‘¿No echaron
tres varones atados dentro del fuego?...’” (Profetas y Reyes,
págs. 373, 374).
PROTEGIDOS Y RESCATADOS
MARTES
3. ¿Qué dijo el rey acerca del cuarto hombre en el fuego?
¿Qué hizo el monarca?
Daniel 3:25,26. Y el aspecto del cuarto es semejante a hijo
de los dioses. 26 Entonces Nabucodonosor se acercó a la
puerta del horno de fuego ardiendo, y dijo: Sadrac, Mesac
y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid.
La salvación de los tres jóvenes asombró al tirano quien, pese
a su incredulidad, tuvo que admitir su error. Al mirar dentro
del horno dijo que vio a cuatro hombres
sueltos paseando en medio del fuego sin sufrir ningún
daño. Eran cuatro, en vez de los tres que habían echado
atados, y estaban sueltos (v. Dan 3:25). El cuarto de ellos
tenía el aspecto de un hijo de los dioses.
MS 47a , 1898. Cuando la prueba de fuego sobrevino a los
que no doblarían su rodilla a esa imagen idolátrica, Cristo
mismo caminó en el horno de fuego con sus tres fieles
siervos. El corazón de Nabucodonosor quedó tan conmovido
por este maravilloso milagro que él reconoció a Dios, y su
poder superior. El rey fue instruido por Daniel que todo
hombre, sea rey o súbdito, no habrían de leer las Escrituras
y la providencias de Dios a la luz de sus sueños, y caprichos
sino que habrían de leer sus sueños a la luz de los oráculos
vivientes.
Inmediatamente (v. Dan 3:26) el rey se acercó a la boca del
horno y, al llamar a los tres varones por sus nombres,
añadió «siervos del Dios Altísimo», lo que significa que
reconocía al Dios de Israel como más alto que los dioses de
Babilonia, les invitó a salir del horno. No se menciona más
al cuarto varón, pues es obvio que, para entonces, había
desaparecido. Los tres, como hemos visto, salieron totalmente
indemnes (v. Dan 3:27), y del milagro había tantos testigos
que nadie se habría atrevido a negarlo. Los caldeos
adoraban el fuego como una de las imágenes del sol, de modo
que, al frenar el poder del fuego, Dios había menospreciado,
no sólo al rey, sino también a su dios.
“¿Cómo sabía el rey qué aspecto tendría el Hijo de Dios? En
su vida y carácter, los cautivos hebreos que ocupaban
puestos de confianza en Babilonia habían representado la
verdad delante de él. Cuando se les pidió una razón de su
fe, la habían dado sin vacilación. Con claridad y sencillez
habían presentado los principios de la justicia, enseñando
así a aquellos que los rodeaban acerca del Dios al cual
adoraban. Les habían hablado de Cristo, el Redentor que
iba a venir; y en la cuarta persona que andaba en medio
del fuego, el rey reconoció al Hijo de Dios” (Profetas y
Reyes, pág. 375).
MIÉRCOLES
4. ¿Qué descubrieron los oficiales gubernamentales en
relación a los jóvenes? ¿Qué impresión causó en el
soberano? ¿Qué confesión pronunció?
Daniel 3:27, 28. Y se juntaron los sátrapas, los gobernadores,
los capitanes y los consejeros del rey, para mirar a estos
varones, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre
sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había
quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de
fuego tenían. 28 Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea
el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió
su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no
cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos
antes que servir y adorar a otro dios que su Dios.
Los funcionarios de Babilonia fueron testigos de este
milagro. no había podido quemarles… cabello de la
cabeza. Como había prometido el Señor: “Cuando pases
por el fuego no te quemarás…” (Is 43:2).
Llegan a ser múltiples los testigos de este milagro, de esta gran
manifestación del poder de Dios. No pueden ellos detectar
seña alguna en los tres hebreos de haberse estado en el
horno de fuego.
Ni el fuego ni el calor los tocó. No se encontró ninguna
quemadura en ellos, ¡y ni siquiera olían a humo! Sólo la
soga que los ataba se había quemado. Ningún humano
puede atarnos si Dios quiere librarnos. El poder que tenemos
a nuestro alcance es el mismo que liberó a Sadrac, Mesac y
Abed-nego y que levantó a Cristo de los muertos (Efe
1:18, Efe 1:20). Confíe en Dios en medio de cada prueba.
Las pruebas temporales llegan por motivos eternos;
podemos agradecer que nuestro destino esté en manos de
Dios, no en las del hombre.
RH, 1 de Febrero de 1881. Con sentimientos de
remordimiento y pena, el rey exclamó: “Siervos del Dios
Altísimo, salid”. Y ellos obedecieron, mostrándose sin
daño ante esa basta multitud, con ni siquiera el olor de
fuego sobre sus vestimentas. Este milagro produjo un
alarmante cambio en las mentes de la gente. La gran
imagen de oro, establecida con tal despliegue, fue
olvidada. El rey publicó un decreto que cualquiera que
hablase en contra del Dios de estos hombres fuese puesto a
muerte; “porque no hay otro dios que puede librar como él”.
El rey quedó convencido y ansioso de añadir el Dios de
estos hombres a su panoplia de deidades. Poco después
aprendió que Dios no era uno entre muchos, sino el único
Dios verdadero (Dan 4:1-37).
El rey quedó impresionado. Nuevamente reconoció la
superioridad del Dios de los judíos y tuvo que reconocer
que su decreto había sido inútil. El Dios de Sadrac, Mesac
y Abed-nego efectivamente había podido librar a sus siervos
quienes prefirieron entregar sus cuerpos antes que rendir culto
o dar homenaje a cualquier dios, aparte de su Dios (v. Dan
3:28 b).
“Olvidada quedó la gran imagen de oro, levantada con
tanta pompa. En la presencia del Dios viviente, los
hombres temieron y temblaron” (Profetas y Reyes, pág.
375).
“Juan fue echado en una caldera de aceite hirviente; pero el
Señor preservó la vida de su fiel siervo, así como protegió
a los tres hebreos en el horno de fuego” (Los Hechos de los
Apóstoles, pág. 455).
RECONOCIMIENTO DEL DIOS VERDADERO
JUEVES
5. ¿Qué decreto proclamó Nabucodonosor en el mundo
conocido de entonces? ¿Cómo recompensó el Señor la
fidelidad de sus siervos?
Daniel 3:29, 30. Por lo tanto, decreto que todo pueblo,
nación o lengua que dijere blasfemia contra el Dios de
Sadrac, Mesac y Abed-nego, sea descuartizado, y su casa
convertida en muladar; por cuanto no hay dios que pueda
librar como éste. 30 Entonces el rey engrandeció a Sadrac,
Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia.
Da un edicto en el que prohibe estrictamente que se hable
mal del Dios de Israel(v. 29). El milagro que acaba de
presenciar le ha hecho tal impresión que la pena que impone
a toda persona «que hable sin respeto del Dios de Sadrac,
etc.», es terrible: «sea descuartizada, y su casa convertida en
muladar»; la misma que había decretado contra sus sabios
si no acertaban a declararle el sueño que había tenido
(comp. con 2:5).
El capítulo termina describiendo la reacción del rey
Nabucodonosor ante el milagro que había presenciado. En
primer lugar, bendijo al Dios que había liberado a Sadrac,
Mesac y Abed-nego. En Nabucodonosor tenemos un claro
ejemplo de la ceguera del paganismo. Este rey orgulloso
acababa de ser testigo de un sorprendente milagro de
Dios. Y aun así, ante ese milagro no glorificó a Dios al
llamarlo “el Dios de Sadrac, Mesac y Abadengo”. Pudo
haberle dicho al pueblo que le escuchaba: “El Dios de Israel
es el único Dios verdadero”. Pero su devoción a los dioses
falsos lo impulsó a resistirse al Espíritu Santo de Dios que
mediante el milagro le estaba dando un poderoso
testimonio. Es cierto que el rey se vio forzado a retractarse
de su primer decreto. En su lugar decretó que cualquiera
que hablase en contra del Dios hebreo moriría. Pero en
realidad el rey sólo estaba diciendo: “¡No insulten a ese
Dios! ¡No queremos que use su poder contra nosotros y
contra nuestra nación!” Esto no es lo que la Biblia llama
fe. No se nos dice si el hecho de que Dios enviara a su ángel
para frustrar el malvado decreto del rey llevase por lo menos
a algunos babilonios a la fe en el verdadero Dios, sino que esta
fue la forma que Dios utilizó para rescatar a sus hijos fieles.
Y también trajo bendiciones para el resto de los judíos
exiliados. Al menos por ahora no iba a ser forzados a violar
su conciencia por tener que practicar un falso culto de
adoración. La segunda reacción de Nabucodonosor ante el
sorprendente milagro fue promover a Sadrac, Mesac y
Abed-nego. Sus enemigos habían tratado de ponerle fin a
su carrera, pero Dios cambió sus malvados propósitos,
pues lejos de acarrearse desgracias por la devoción a su
Dios, se llenaron de bendiciones. El mal que querían sus
enemigos sobre estos jóvenes se tornó en bien al ser
ascendidos en su trabajo en el gobierno para beneficio de
sus compatriotas exiliados que desde ahora se iban ver
libres del problema que sus tres jóvenes hermanos habían
afrontado.
No sólo revoca la proscripción de estos tres hombres, sino que
los restablece en los puestos de gobierno que ocupaban. En
realidad, el verbo arameo para «engrandeció» (v. 30)
significa «hizo prosperar», lo que indica que les confirió
mayores honores, dignidades y poderes de los que
anteriormente poseían.
“Era ccorrecto que el rey hiciese una confesión pública, y
procurase exaltar al Dios de los cielos sobre todos los
demás dioses; pero al intentar obligar a sus súbditos a
hacer una confesión de fe similar a la suya y a manifestar
la misma reverencia que él, Nabucodonosor se excedía de
su derecho como soberano temporal. No tenía más derecho,
civil o moral, de amenazar de muerte a los hombres por no
adorar a Dios, que lo había tenido para promulgar un decreto
que consignaba a las llamas a cuantos se negasen a adorar la
imagen de oro. Nunca compele Dios a los hombres a
obedecer. Deja a todos libres para elegir a quién quieren
servir” (Profetas y Reyes, pág. 376).
VIERNES
6. De acuerdo al testimonio del Espíritu de Profecía, ¿qué
sucedió como resultado de la fidelidad de estos jóvenes?
¿Qué pensamiento debería compenetrar nuestras mentes?
1 Samuel 14:6, última parte. Quizá haga algo Jehová por
nosotros, pues no es difícil para Jehová salvar con muchos
o con pocos.
¿Se ha sentido alguna vez rodeado por el «enemigo» o ha
enfrentado circunstancias abrumadoras? Dios no se intimida
nunca por el tamaño del enemigo o por la complejidad de
un problema. Con Él, siempre hay suficientes recursos
para resistir las presiones y ganar las batallas. Si Dios lo
ha llamado a actuar, comprometa valientemente con Dios los
recursos que posea y deposite su confianza en Él para que le
dé la victoria.
Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes conspirarán
contra Jehová y contra su ungido… El que mora en los cielos
se reirá; el Señor se burlará de ellos.(Salmo 2:2, 4). El que
sostiene en su mano los destinos no sólo de las naciones
sino también de los individuos nos asegura a cada uno de
nosotros: “Buscad primeramente el reino de Dios y su
justicia, y todas estas cosas [lo que comemos… bebemos…
vestimos] os serán añadidas” (Mateo 6:33). En otras
palabras Dios les dice a sus hijos: “Cristianos, pónganme
a mí en primer lugar y yo les prometo que no les faltará
nada de lo necesario para el cuerpo y alma.” El capítulo 3
de Daniel tiene un significado especial para los cristianos que
viven en lo que la Biblia llama “los últimos días”. Nuestro
Señor nos dice que se nos puede pedir que enfrentemos lo que
Sadrac, Mesac y Abed-nego enfrentaron. En un sermón que
predicó, Jesús les dijo a sus discípulos que a medida que
pasara el tiempo las cosas iban a empeorar en vez de
mejorar. En ese sermón de Mateo 24, Cristo realmente nos
dio un anticipo de algunas de las cosas desagradables les
que iban a ocurrir en el futuro a sus hijos. Habló de que
habría confusión religiosa y de engaños que desviarán a
muchos. Les advirtió que a medida que el mundo fuera
avanzando hacia su fin, el amor de los seres humanos se iba a
ver reemplazado por el egoísmo. Una advertencia particular
que hizo Jesús, advertencia que muchas personas consideran
terrible, es ésta: “Entonces os entregarán a tribulación… y
seréis odiados por todos por causa de mi nombre” (Mateo
24:9). Treinta años después esta advertencia resonó en las
palabras del apóstol Pablo cuando escribió: “Y también
todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús
padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12). Las presiones se
incrementarán sobre ellos para que renuncien a su fe o de lo
contrario sufrirán las consecuencias. Cuando se está
escribiendo el último capítulo de la historia del mundo,
¡qué consoladora verdad les trae a los hijos de Dios la
narración del horno de fuego! Esa narración nos asegura
que ningún poder terrenal, por hostil que sea, puede hacer
peligrar la seguridad del pueblo de Dios. El Salvador les
ha dicho a sus discípulos: “No temáis a los que matan el
cuerpo, pero el alma no pueden matar; temed más bien a
aquel que puede destruir el alma y el cuerpo” (Mateo
10:28). Cada vez que se nos pida confesar al Dios verdadero,
como se les pidió a Sadrac, Mesac y Abed-nego, podemos
tener la confianza de que estamos bajo la constante protección
del Todopoderoso que nos ha prometido: No temas, porque
yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases
por las aguas, yo estaré contigo… Cuando pases por el
fuego, no te quemarás ni la llama arderá en ti. Porque yo,
Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador.
(Isaías 43:1–3)
“Las nuevas de su liberación admirable fueron
transmitidas a muchos países por los representantes de las
diferentes naciones que Nabucodonosor había invitado a
la dedicación. Mediante la fidelidad de sus hijos, Dios fue
glorificado en toda la tierra” (Profetas y Reyes, pág. 375,
376).
“De Daniel y sus compañeros emanó y brilló una gran luz. Se
dijeron cosas gloriosas de Sion, la ciudad de Dios. El Señor
quiere que de esta manera brille la luz espiritual
procedente de sus fieles atalayas en estos últimos días. Si
los santos del Antiguo Testamento dieron un testimonio tan
decidido de lealtad, ¡cuánto debiera brillar hoy el pueblo de
Dios que tiene la luz acumulada de los siglos, desde que las
profecías del Antiguo Testamento proyectaron su gloria
velada hacia el futuro!” (Comentario Bíblico Adventista,
tomo 7-A, pág. 179).
UN EJEMPLO PARA EL PUEBLO DE DIOS
SÁBADO
7. En los últimos días, ¿qué circunstancias similares
confrontará el pueblo de Dios?
Apocalipsis 13:14, 15. Y engaña a los moradores de la tierra
con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la
bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan
imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió. 15
Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para
que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la
adorase.
Pruebas y persecuciones sobrevendrán a todos los que
obedezcan la Palabra de Dios y se nieguen a rendir culto a
este falso día de reposo. La fuerza es el último recurso de
toda religión falsa. Al principio emplea la atracción, así
como el rey de Babilonia probó el poder de la música y la
ostentación externa. Si esos atractivos, inventados por
hombres inspirados por Satanás, no hacían que los
hombres adoraran la imagen, las devoradoras llamas del
horno estaban listas para consumirlos. Así será ahora
[pronto]. El papado ha ejercido su poder para obligar a
los hombres a que le obedezcan, y continuará haciéndolo.
Necesitamos el mismo espíritu que fue manifestado por los
siervos de Dios en el conflicto con el paganismo (ST, 06-05-
1897).
CS:693. Cuando los que honran la ley de Dios hayan sido
privados de la protección de las leyes humanas, empezará
en varios países un movimiento simultáneo para
destruirlos. Conforme vaya acercándose el tiempo
señalado en el decreto, el pueblo conspirará para extirpar
la secta aborrecida. Se convendrá en dar una noche el golpe
decisivo, que reducirá completamente al silencio la voz
disidente y reprensora.
El pueblo de Dios -algunos en las celdas de las cárceles, otros
escondidos en ignorados escondrijos de bosques y montañas-
invocan aún la protección divina, mientras que por todas
partes compañías de hombres armados, instigados por
legiones de ángeles malos, se disponen a emprender la
obra de muerte. Entonces, en la hora de supremo apuro,
es cuando el Dios de Israel intervendrá para librar a sus
escogidos. El Señor dice: "Vosotros tendréis canción, como
en noche en que se celebra pascua; y alegría de corazón,
como el que va... al monte de Jehová, al Fuerte de Israel.
Y Jehová hará oír su voz potente, y hará ver el descender
de su brazo, con furor de rostro, y llama de fuego
consumidor; con dispersión, con avenida, y piedra de
granizo." (Isaías 30: 29, 30.
“Importantes son las lecciones que debemos aprender de
lo experimentado por los jóvenes hebreos en la llanura de
Dura. En esta época nuestra, muchos de los siervos de
Dios, aunque inocentes de todo mal proceder, serán
entregados para sufrir humillación y ultrajes a manos de
aquellos que, inspirados por Satanás,están llenos de envidia
y fanatismo religioso. La ira del hombre se despertará en
forma especial contra aquellos que santifican el sábado del
cuarto mandamiento; y al fin un decreto universal los
denunciará como merecedores de muerte…
“Como en los días de Sadrach, Mesach y Abed-nego, en el
período final de la historia de esta tierra, el Señor obrará
poderosamente en favor de aquellos que se mantengan
firmemente por lo recto” (Profetas y Reyes, pág. 377).
ESTUDIO PERSONAL
• Profetas y Reyes, págs. 371-377.
"Con recursos de sus grandes tesoros, Nabucodonosor hizo
hacer una gran imagen de oro, similar en sus rasgos generales
a la que había visto en visión, menos en un detalle relativo al
material de que se componía. Aunque acostumbrados a
magníficas representaciones de sus divinidades paganas, los
caldeos no habían producido antes cosa alguna tan imponente
ni majestuosa como esta estatua resplandeciente, de sesenta
codos de altura y seis codos de anchura. No es sorprendente
que en una tierra donde la adoración de los ídolos era
universal, la hermosa e inestimable imagen levantada en la
llanura de Dura para representar la gloria, la magnificencia y
el poder de Babilonia, fuese consagrada como objeto de culto.
Así se dispuso, y se decretó que en el día de la dedicación
todos manifestasen su suprema lealtad al poder babilónico
postrándose ante la imagen. PR 371.1
Llegó el día señalado, y un vasto concurso de todos los
“pueblos, naciones, y lenguas,” se congregó en la llanura de
Dura. De acuerdo con la orden del rey, cuando se oyó el
sonido de la música, todos los pueblos “se postraron, y
adoraron la estatua de oro.” En aquel día decisivo las
potestades de las tinieblas parecían ganar un triunfo señalado;
el culto de la imagen de oro parecía destinado a quedar
relacionado de un modo permanente con las formas
establecidas de la idolatría reconocida como religión del
estado en aquella tierra. Satanás esperaba derrotar así el
propósito que Dios tenía, de hacer de la presencia del cautivo
Israel en Babilonia un medio de bendecir a todas las naciones
paganas. PR 371.2
Pero Dios decretó otra cosa. No todos habían doblegado la
rodilla ante el símbolo idólatra del poder humano. En
medio de la multitud de adoradores había tres hombres
que estaban firmemente resueltos a no deshonrar así al
Dios del cielo. Su Dios era Rey de reyes y Señor de señores;
ante ningún otro se postrarían. PR 371.3
A Nabucodonosor, entusiasmado por su triunfo, se le
comunicó que entre sus súbditos había algunos que se atrevían
a desobedecer su mandato. Ciertos sabios, celosos de los
honores que se habían concedido a los fieles compañeros de
Daniel, informaron al rey acerca de la flagrante violación de
sus deseos. Exclamaron: “Rey, para siempre vive... Hay unos
varones Judíos, los cuales pusiste tú sobre los negocios de la
provincia de Babilonia; Sadrach, Mesach, y Abed-nego: estos
varones, oh rey, no han hecho cuenta de ti; no adoran tus
dioses, no adoran la estatua de oro que tú levantaste.” PR
372.1
El rey ordenó que esos hombres fuesen traídos delante de él.
Preguntó: “¿Es verdad Sadrach, Mesach, y Abed-nego, que
vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que
he levantado?” Por medio de amenazas procuró inducirlos a
unirse con la multitud. Señalando el horno de fuego, les
recordó el castigo que los esperaba si persistían en su negativa
a obedecer su voluntad. Pero con firmeza los hebreos
atestiguaron su fidelidad al Dios del cielo, y su fe en su poder
para librarlos. Todos comprendían que el acto de postrarse
ante la imagen era un acto de culto. Y sólo a Dios podían ellos
rendir un homenaje tal. PR 372.2
Mientras los tres hebreos estaban delante del rey, él se
convenció de que poseían algo que no tenían los otros
sabios de su reino. Habían sido fieles en el cumplimiento
de todos sus deberes. Les daría otra oportunidad. Si tan
sólo indicaban buena disposición a unirse con la multitud
para adorar la imagen, les iría bien; pero “si no la
adorareis—añadió,—en la misma hora seréis echados en
medio de un horno de fuego ardiendo.” Y con la mano
extendida hacia arriba en son de desafío, preguntó: “¿Qué
dios será aquel que os libre de mis manos?” PR 372.3
Vanas fueron las amenazas del rey. No podía desviar a esos
hombres de su fidelidad al Príncipe del universo. De la
historia de sus padres habían aprendido que la desobediencia
a Dios resulta en deshonor, desastre y muerte; y que el temor
de Jehová es el principio de la sabiduría, el fundamento de
toda prosperidad verdadera. Mirando con calma el horno,
dijeron: “No cuidamos de responderte sobre este negocio.
He aquí nuestro Dios a quien honramos, puede librarnos
del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos
librará.” Su fe quedó fortalecida cuando declararon que
Dios sería glorificado libertándolos, y con una seguridad
triunfante basada en una fe implícita en Dios, añadieron:
“Y si no, sepas, oh rey, que tu dios no adoraremos, ni
tampoco honraremos la estatua que has levantado.” PR
372.4
La ira del rey no conoció límites. “Lleno de ira, ... demudóse
la figura de su rostro sobre Sadrach, Mesach, y Abednego,”
representantes de una raza despreciada y cautiva. Ordenando
que se calentase el horno siete veces más que de costumbre,
mandó a hombres fuertes de su ejército que atasen a los
adoradores del Dios de Israel para ejecutarlos sumariamente.
PR 373.1
“Entonces estos varones fueron atados con sus mantos, y sus
calzas, y sus turbantes, y sus vestidos, y fueron echados dentro
del horno de fuego ardiendo. Y porque la palabra del rey daba
priesa, y había procurado que se encendiese mucho, la llama
del fuego mató a aquellos que habían alzado a Sadrach,
Mesach, y Abed-nego.” PR 373.2
Pero el Señor no olvidó a los suyos. Cuando sus testigos
fueron arrojados al horno, el Salvador se les reveló en
persona, y juntos anduvieron en medio del fuego. En la
presencia del Señor del calor y del frío, las llamas
perdieron su poder de consumirlos. PR 373.3
Desde su solio real, el rey miraba esperando ver
completamente destruidos a los hombres que le habían
desafiado. Pero sus sentimientos de triunfo cambiaron
repentinamente. Los nobles que estaban cerca vieron que su
rostro palidecía mientras se levantaba del trono y miraba
intensamente hacia las llamas resplandecientes. Con alarma,
el rey, volviéndose hacia sus señores, preguntó: “¿No echaron
tres varones atados dentro del fuego? ... He aquí que yo veo
cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego, y
ningún daño hay en ellos: y el parecer del cuarto es semejante
a hijo de los dioses.” PR 373.4
¿Cómo sabía el rey qué aspecto tendría el Hijo de Dios? En su
vida y carácter, los cautivos hebreos que ocupaban puestos de
confianza en Babilonia habían representado la verdad delante
de él. Cuando se les pidió una razón de su fe, la habían dado
sin vacilación. Con claridad y sencillez habían presentado los
principios de la justicia, enseñando así a aquellos que los
rodeaban acerca del Dios al cual adoraban. Les habían
hablado de Cristo, el Redentor que iba a venir; y en la cuarta
persona que andaba en medio del fuego, el rey reconoció al
Hijo de Dios. PR 374.1
Y ahora, olvidándose de su propia grandeza y dignidad,
Nabucodonosor descendió de su trono, y yendo a la boca del
horno clamó: “Sadrach, Mesach, y Abed-nego, siervos del
alto Dios, salid y venid.” PR 374.2
Entonces Sadrach, Mesach y Abed-nego salieron delante de
la vasta muchedumbre, y se los vió ilesos. La presencia de su
Salvador los había guardado de todo daño, y sólo se
habían quemado sus ligaduras. “Y juntáronse los grandes,
los gobernadores, los capitanes, y los del consejo del rey,
para mirar estos varones, como el fuego no se enseñoreó
de sus cuerpos, ni cabello de sus cabezas fué quemado, ni
sus ropas se mudaron, ni olor de fuego había pasado por
ellos.” PR 374.3
Olvidada quedó la gran imagen de oro, levantada con tanta
pompa. En la presencia del Dios viviente, los hombres
temieron y temblaron. El rey humillado se vió obligado a
reconocer: “Bendito el Dios de ellos, de Sadrach, Mesach, y
Abed-nego, que envió su ángel, y libró sus siervos que
esperaron en él, y el mandamiento del rey mudaron, y
entregaron sus cuerpos antes que sirviesen ni adorasen otro
dios que su Dios.” PR 374.4
Lo experimentado aquel día indujo a Nabucodonosor a
promulgar un decreto, “que todo pueblo, nación, o lengua, que
dijere blasfemia contra el Dios de Sadrach, Mesach, y
Abednego, sea descuartizado, y su casa sea puesta por
muladar.” Y expresó así la razón por la cual dictaba un decreto
tal: “Por cuanto no hay dios que pueda librar como éste.” PR
375.1
Con estas palabras y otras semejantes, el rey de Babilonia
procuró difundir en todos los pueblos de la tierra su
convicción de que el poder y la autoridad del Dios de los
hebreos merecían adoración suprema. Y agradó a Dios el
esfuerzo del rey por manifestarle reverencia y por hacer llegar
la confesión real de fidelidad a todo el reino babilónico . PR
375.2
Era correcto que el rey hiciese una confesión pública, y
procurase exaltar al Dios de los cielos sobre todos los
demás dioses; pero al intentar obligar a sus súbditos a
hacer una confesión de fe similar a la suya y a manifestar
la misma reverencia que él, Nabucodonosor se excedía de
su derecho como soberano temporal. No tenía más
derecho, civil o moral, de amenazar de muerte a los
hombres por no adorar a Dios, que lo había tenido para
promulgar un decreto que consignaba a las llamas a
cuantos se negasen a adorar la imagen de oro. Nunca
compele Dios a los hombres a obedecer. Deja a todos libres
para elegir a quien quieren servir. PR 375.3
Mediante la liberación de sus fieles siervos, el Señor declaró
que está de parte de los oprimidos, y reprende a todos los
poderes terrenales que se rebelan contra la autoridad del Cielo.
Los tres hebreos declararon a toda la nación de Babilonia su
fe en Aquel a quien adoraban. Confiaron en Dios. En la hora
de su prueba recordaron la promesa: “Cuando pasares por las
aguas, yo seré contigo; y por los ríos, no te anegarán. Cuando
pasares por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.”
Isaías 43:2. Y de una manera maravillosa su fe en la Palabra
viviente fué honrada a la vista de todos. Las nuevas de su
liberación admirable fueron transmitidas a muchos países por
los representantes de las diferentes naciones que
Nabucodonosor había invitado a la dedicación. Mediante la
fidelidad de sus hijos, Dios fué glorificado en toda la tierra.
PR 375.4
Importantes son las lecciones que debemos aprender de lo
experimentado por los jóvenes hebreos en la llanura de
Dura. En esta época nuestra, muchos de los siervos de
Dios, aunque inocentes de todo mal proceder, serán
entregados para sufrir humillación y ultrajes a manos de
aquellos que, inspirados por Satanás, están llenos de
envidia y fanatismo religioso. La ira del hombre se
despertará en forma especial contra aquellos que
santifican el sábado del cuarto mandamiento; y al fin un
decreto universal los denunciará como merecedores de
muerte. PR 376.1
El tiempo de angustia que espera al pueblo de Dios requerirá
una fe inquebrantable. Sus hijos deberán dejar manifiesto que
él es el único objeto de su adoración, y que por ninguna
consideración, ni siquiera de la vida misma, pueden ser
inducidos a hacer la menor concesión a un culto falso. Para el
corazón leal, los mandamientos de hombres pecaminosos y
finitos son insignificantes frente a la Palabra del Dios eterno.
Obedecerán a la verdad aunque el resultado haya de ser
encarcelamiento, destierro o muerte. PR 376.2
Como en los días de Sadrach, Mesach y Abed-nego, en el
período final de la historia de esta tierra, el Señor obrará
poderosamente en favor de aquellos que se mantengan
firmemente por lo recto. El que anduvo con los notables
hebreos en el horno de fuego acompañará a sus seguidores
dondequiera que estén. Su presencia constante los consolará y
sostendrá. En medio del tiempo de angustia cual nunca hubo
desde que fué nación, sus escogidos permanecerán
inconmovibles. Satanás, con toda la hueste del mal, no puede
destruir al más débil de los santos de Dios. Los protegerán
ángeles excelsos en fortaleza, y Jehová se revelará en su favor
como “Dios de dioses,” que puede salvar hasta lo sumo a los
que ponen su confianza en él. PR 376.3
Aunque exaltado hasta el pináculo de los honores mundanales
y reconocido por la Inspiración misma como “rey de reyes”
(Ezequiel 26:7), Nabucodonosor había atribuído a veces la
gloria de su reino y el esplendor de su reinado al favor de
Jehová. Fué lo que sucedió después del sueño de la gran
imagen. Su espíritu sintió la profunda influencia de esa visión
y del pensamiento de que el Imperio Babilónico, por universal
que fuera, iba a caer finalmente y otros reinos ejercerían el
dominio, hasta que al fin todas las potencias terrenales
cedieran su lugar a un reino establecido por el Dios del cielo
para nunca ser destruido. PR 377.1
Más tarde, Nabucodonosor perdió de vista el noble
concepto que tenía del propósito de Dios concerniente a las
naciones. Sin embargo, cuando su espíritu orgulloso fué
humillado ante la multitud en la llanura de Dura,
reconoció una vez más que el reino de Dios es “sempiterno,
y su señorío hasta generación y generación.” A pesar de
ser idólatra por nacimiento y educación, y de hallarse a la
cabeza de un pueblo idólatra, tenía un sentido innato de la
justicia y de lo recto, y Dios podía usarle como
instrumento para castigar a los rebeldes y para cumplir el
propósito divino. Con la ayuda de “los fuertes de las gentes”
(Ezequiel 28:7), le fué dado a Nabucodonosor, después de
años de pacientes y cansadores esfuerzos, conquistar Tiro;
Egipto también cayó presa de sus ejércitos victoriosos; y
mientras añadía una nación tras otra al reino babilónico,
aumentaba su fama como el mayor gobernante de la época.
PR 377.2
No es sorprendente que en su prosperidad un monarca tan
ambicioso y orgulloso, se sintiera tentado a desviarse de la
senda de la humildad, la única que lleva a la verdadera
grandeza. Durante los intervalos entre sus guerras de
conquista, pensó mucho en el fortalecimiento y
embellecimiento de su capital, hasta que al fin la ciudad de
Babilonia vino a ser la gloria principal de su reino, “la ciudad
codiciosa del oro,” “que era alabada por toda la tierra.” Su
pasión como constructor, y su señalado éxito al hacer de
Babilonia una de las maravillas del mundo, halagaron su
orgullo al punto de poner en grave peligro sus realizaciones
como sabio gobernante a quien Dios pudiera continuar usando
como instrumento para la ejecución del propósito divino." PR
377.3
• Comentario Bíblico Adventista, tomo 4, págs. 1190, 1191.
Dios los Bendiga
JAIR OCHOA

También podría gustarte