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A PRUEBA DE FUEGO

NARRADOR: En la antigua ciudad de Babilonia, en medio de un vasto y opulento imperio, reinaba el


poderoso rey Nabucodonosor. Bajo su dominio, la gente de muchas naciones se congregaba en la
gran metrópolis, donde sus costumbres y creencias se entrelazaban en un mosaico de culturas. Pero
dentro de este esplendor, una historia de valentía y fe se alzaría como un faro de inspiración para
todas las generaciones venideras.
En el corazón de Babilonia, el rey Nabucodonosor erigió una estatua colosal de oro. La imagen se
alzaba con altivez, representando no solo su poder, sino también la deidad que él mismo pretendía
personificar, ordenando el siguiente edicto real:
PREGONERO: (Anuncia en alta voz) Ha sido ordenado a vosotros oh pueblos, naciones y lenguas
que, al Oír el son de la bocina, la flauta, el tamboril, el arpa, el salterio, la zampoña y todo
instrumento de Música os postréis y adoréis a la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha
levantado, y cualquiera que no se postre y adore inmediatamente será echado dentro de un horno
de fuego ardiendo.

NARRADOR: Por lo cual al momento de oír estos instrumentos sonar, Todos los pueblos, naciones y
lenguas se postraron y adoraron la estatua que el rey había levantado.
Por esto en aquel tiempo unos varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los judíos
diciendo:

VARONES: Tu oh rey has dado una ley que todo hombre al oír el sonido de los instrumentos se
postre y adore la estatua de oro. Oh rey hay unos varones judíos los cuales pusiste sobre los
negocios de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac y Abed-Nego, estos varones no te han
respetado, no adoran tus dioses, ni adoran la estatua de oro que has levantado.

REY NABUCODONOSOR: (Dijo con ira): Traigan a estos tres jóvenes Sadrac, Mesac Y Abed-nego.
(traen a los tres jóvenes ante el rey)

REY NABUCODONOSOR: ¿Es verdad que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro
que he levantado?
Ahora pues estáis dispuestos para que al oír el sonar de los instrumentos
os postréis y adoréis la estatua que he hecho?
Porque si no adoráis en esta misma hora seréis echados en medio de un
horno de fuego ardiendo y que dios será aquel que os libre de mis manos?

SADRAC: No es necesario que respondamos sobre este asunto oh rey.

MESAC: He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos de tu mano y del horno de
fuego ardiendo oh rey nos librara.

ABED-NEGO: Y si no, sepas oh rey que no serviremos a tus dioses ni tampoco adoraremos la
estatua que has levantado.

NARRADOR: El rey Nabucodonosor se llenó de ira y se demudo el aspecto de su rostro.

REY NABUCODONOSOR: Calienten siete veces más de lo acostumbrado el horno, aten a Sadrac,
Mesac y Abed-nego y échenlos al horno ardiente.
NARRADOR: Estos varones fueron atados con sus mantos, calzado y vestidos y fueron echados
dentro del horno de fuego ardiendo.
Como la orden del rey era apremiante y este horno había sido calentado mucho más
de lo acostumbrado la llama de fuego mato inmediatamente a aquellos hombres que
lanzaron a estos tres jóvenes.
Sadrac, Mesac y Abed-nego cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo.
Entonces el rey se espantó y se levantó apresuradamente y dijo:

REY NABUCODONOSOR: ¿No echaron tres varones atados dentro del horno de fuego?
Yo veo a cuatro varones sueltos que se pasean en medio del fuego sin
sufrir ningún daño y el aspecto del cuarto es semejante al hijo de los
dioses.

NARRADOR: Entonces Nabucodonosor se acerca a la puerta del horno de fuego y dice:

REY NABUCODONOSOR: Sadrac, Mesac y Abed-nego siervos del Dios altísimo salid y venid.

NARRADOR: Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron del horno de fuego y ni siquiera un
cabello de ellos fue tocado por el fuego.

REY NABUCODONOSOR: Bendito sea el Dios de ellos que envío su ángel y libro a sus siervos en
medio del fuego, pues confiaron en El y no cumplieron el edicto del rey
y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios.
Por tal motivo decreto que toda lengua, pueblo y nación adoren al Dios
de Sadrac, Mesac y Abed-nego pues es el único que puede librar aun
de la misma muerte.

NARRADOR: Esta historia nos enseña la importancia de permanecer fieles a nuestras creencias y
principios incluso cuando enfrentamos presiones o amenazas.
Los tres jóvenes hebreos confiaron en que Dios los protegería a pesar de las
consecuencias. Afirmaron que Dios podía rescatarlos, pero incluso si no lo hacía,
no renunciarían a su fe. Esta actitud muestra una profunda confianza en la
providencia de Dios y nos anima a confiar en que Él está a cargo de nuestras vidas,
sin importar las circunstancias.

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