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SEXO Y EUCARISTÍA
En la anterior catequesis vimos cómo, al igual que muchas veces confiamos en exceso en nuestros
sentidos para juzgar comidas, personas o situaciones, tampoco podíamos fiarnos enteramente de ellos en
cuanto a la Eucaristía tocaba. Aunque la apariencia de pan y vino (especies eucarísticas) no cambian, y
nuestros sentidos físicos las perciben como tales (olor, sonido, vista, gusto y tacto), tras las palabras del
sacerdote y la imposición de manos contienen substancialmente el Cuerpo, Sangre, alma y divinidad de
Jesús. Esto se conoce como transubstanciación.
Al igual que preferimos las relaciones “presenciales” a las virtuales, tenemos que procurar conseguir
con Jesús una relación como esta; que no solo nos baste “creer” o “confiar” que Cristo mismo está ahí, sino
que, ganando gradualmente intimidad con Él, lleguemos a sentir su presencia real. Aunque su presencia y
los efectos de comulgarle no dependen del “grado de sentimiento” —la gracia invisible (sacramento) es igual
de efectiva siempre—, es más provechoso para nosotros tener una relación íntima con alguien al que no solo
“creemos” cercano, sino que le sentimos cercano.
Terminábamos con una revelación inesperada: la intimidad que desarrollamos con Jesús en la
Eucaristía tiene su espejo en la relación sexual en el matrimonio cristiano. Como un cónyuge promete
entregarse por entero al otro y actualiza carnalmente esta entrega en el acto sexual, Jesús se entregó por
nosotros por entero en la Cruz, y actualiza carnalmente ese sacrificio en cada Eucaristía. La misma
atención que se entregan los esposos antes, durante y después del acto sexual debemos entregar nosotros al
Señor antes, durante y después de comulgar —durante la Eucaristía—.
¿Has estado más atento en misa? ¿Qué has hecho para ganar mayor intimidad con Jesús en ella?
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CATEQUESIS #8 EUCARISTÍA – FUENTE Y CUMBRE DE LA VIDA CRISTIANA JÓVENES 2023/24
hacerle caso?». 61Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os
escandaliza?, 62¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? 63El Espíritu es quien da
vida; la carne no sirve para nada (…)». 66Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás
y no volvieron a ir con él.
No fue cómo comía con los publicanos y pecadores; tampoco que tratara a las mujeres con dignidad.
Este discurso del Pan de Vida (Jn 6) de Jesús fue lo que alejó a la gente de Él, poniendo las “condiciones”
para tener la Vida que el Padre nos quiere dar. «Este modo de hablar es duro». Claro: es escandaloso. Es
reconocernos necesitados, saber que no podemos vivir y ser felices solos: necesitamos volver siempre a la
Eucaristía, comer su Carne y beber su Sangre, para tener Vida en nosotros.
No pienses solo en la Vida Eterna. Piensa también en todas aquellas veces que pones el piloto automático,
aquellas en las que tu día a día se parece mas a una “vida” que a la Vida.
¿Esto viviendo una “vida”? ¿En qué lo noto?
Lo que conocemos como “misa” en realidad es la “Eucaristía”. ¿Por qué entonces este nombre?
Cuando las misas se celebraban en latín, terminaban con algo parecido al «podéis ir en paz» de ahora,
diciendo «Ite, missa est». La gente en la España reciente, que ya sabía poco latín, lo interpretaba como “ya
está hecha la misa”, cuando en realidad quiere decir “Id, ya es la despedida”. Sin embargo, los cristianos a lo
largo de los siglos han ido incorporando otro significado de la palabra “missa”: misión.
La unión física con Cristo que sucede en la misa está llamada no solo a afectarnos a nosotros, nuestro
interior y nuestra vida; tiene que ser un envío a la misión. Lo que hemos vivido ahí tiene que notarse en
nuestra vida para que los otros lo vean. Como a dos jóvenes enamorados se les nota en la cara su pasión por el
otro, a nosotros se nos tiene que notar nuestro cambio tras la Eucaristía. Por esto, también la Eucaristía es
fuente de la vida cristiana: porque tenemos que beber de ella para poder llevar al Señor a nuestra vida.