Conocida también como la Gran Guerra, la Primera Guerra Mundial
fue uno de los conflictos más letales de la historia, un
enfrentamiento que se extendió por tierra, mar y aire y que abarcó prácticamente la totalidad del Viejo Continente. De hecho, sus efectos fueron devastadores. En tan solo cuatro años, desde el 28 de julio de 1914 al 11 de noviembre de 1918, la guerra dejó tras de sí más de 10 millones de militares muertos y más de 6 millones de víctimas civiles.
Pero ¿qué desencadenó la Gran Guerra? La principal razón hay que
buscarla en la rivalidad económico-colonial que en aquella época existía entre las grandes potencias, así como en las reivindicaciones nacionalistas por parte de Alemania, la cual consideraba que debía ejercer un papel aún más hegemónico a nivel mundial debido a su elevado desarrollo industrial. En aquellos momentos, Europa era el centro económico, político y cultural del mundo. Sin embargo, el Viejo Continente parecía no compartir los mismos objetivos. Francia, Gran Bretaña y Alemania competían entre ellas por ser líderes industriales en Europa a pesar de la incuestionable ventaja alemana. Por su parte, Rusia, los imperios austrohúngaro y otomano y las pequeñas naciones balcánicas habían empezado a modernizarse a pesar de que la mayoría de su población aún vivía de la agricultura.
Así, la principal causa del estallido de la Primera Guerra Mundial
debería buscarse tanto en la necesidad de hegemonía política y económica de las principales potencias industriales, Francia e Inglaterra por un lado y Alemania por otro, como en la exaltación nacionalista en los diferentes conflictos territoriales. La unificación de Alemania en el año 1871 la había convertido en una gran potencia que amenazaba de manera directa los intereses económicos tanto de Francia como del Reino Unido. Alemania se hallaba en plena búsqueda de nuevos mercados y pretendía ampliar su imperio colonial, todo lo cual ya había provocado tensiones, puesto que el reparto que habían diseñado Francia y Gran Bretaña distaba mucho de las pretensiones que tenía Alemania en aquellos momentos. Tanto Francia como el Reino Unido eran dueños de amplias posesiones por todo el mundo, e incluso algunas naciones más pequeñas y no tan ricas como Bélgica y Portugal dominaban zonas mucho más extensas que sus propios estados nacionales. Por su parte, el Imperio austrohúngaro carecía de colonias mientras que Alemania únicamente pudo conseguir, tras muchas presiones, Togo, Camerún, el desierto de Namibia y la actual Tanzania, cuatro territorios africanos sin apenas riquezas y con escasas oportunidades económicas.
EL ESTALLIDO DE LA GRAN GUERRA
La detonación del polvorín europeo tendría lugar el 28 de junio de 1914, cuando el archiduque Francisco Fernando de Austria, acompañado de su esposa Sofía, visitó Sarajevo, la capital de Bosnia. A su llegada, un grupo de seis militantes de la organización revolucionaria Joven Bosnia, un grupo juvenil de la organización secreta Mano Negra, llamados Cvjetko Popović, Muhamed Mehmedbašić, Nedeljko Čabrinović, Trifko Grabež, Vaso Čubrilović y Gavrilo Princip, se habían reunido en la calle por donde estaba previsto que pasara la comitiva del archiduque con la intención de asesinarlo. En el preciso momento en que la comitiva se cruzo con Čabrinović, este lanzó una granada contra el coche en el que viajaban el archiduque y su esposa, pero incomprensiblemente falló. Algunos de los espectadores resultaron heridos, pero la comitiva continuó su marcha y una hora más tarde, cuando la pareja real se dirigía a un hospital para visitar a los heridos por el atentado, la comitiva se equivocó de ruta y giró por una calle donde, casualmente, se hallaba apostado otro de los conjurados, Gavrilo Princip. Al ver el coche del archiduque, Princip disparó sin pensarlo contra Francisco Fernando y Sofía, causándoles la muerte. Tras el asesinato, Princip intentó suicidarse, pero la muchedumbre que había presenciado el magnicidio se lo impidió facilitando de esta manera su detención.
Tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando, entre el 28 de
junio y el 6 de agosto de 1914 tuvo lugar lo que ha dado en conocerse como Crisis de Julio, un período en el que las principales potencias europeas (el Imperio austrohúngaro, Alemania, Rusia, Francia y el Reino Unido) llevaron a cabo diversas iniciativas diplomáticas para evitar males mayores, pero que terminó con el estallido de la Gran Guerra. Finalmente, y con el convencimiento de que funcionarios del Gobierno serbio estaban implicados en el complot para asesinar al archiduque, el 23 de julio de 1914 el Gobierno austrohúngaro dio un ultimátum a Serbia en el que, a sabiendas, le exigía diez demandas imposibles de aceptar y que justificarían una declaración de guerra. Como era de esperar, Austria rompió relaciones diplomáticas con Serbia y el día 28 de julio de 1914 el Imperio austrohúngaro declaraba la guerra a Serbia. La decisión de Austria-Hungría de utilizar el crimen como coartada para atacar a Serbia y eliminarla como foco de agitación entre los eslavos del sur activó todos los mecanismos de alianzas fraguados en décadas anteriores que terminaron con las grandes potencias europeas cruzándose declaraciones de guerra mutuas en los días siguientes. El 29 de julio de 1914, Rusia acudió en ayuda de Serbia y declaró, de forma unilateral y haciendo caso omiso de los acuerdos militares franco-rusos, la movilización parcial de su ejército contra el Imperio austrohúngaro. El entonces canciller alemán, Theobald von Bethmann-Hollweg, decidió retrasar su respuesta hasta el día 31 de julio, aunque sin tiempo para meditarla, el día anterior Rusia ordenó una movilización general contra Alemania y, en respuesta, los germanos declararon el “estado de peligro de guerra”. El káiser alemán Guillermo II pidió a su primo, el zar Nicolás II de Rusia, que detuviera la movilización general de su país, y ante la negativa de este, Alemania respondió con un ultimátum a Rusia en el que exigía la desmovilización de su ejército y el compromiso de no apoyar a Serbia. Asimismo se envió otro ultimátum a Francia en el que se pedía al país galo que no apoyase a Rusia si esta salía en defensa de Serbia. Tanto Rusia como Francia ignoraron estas demandas. El 1 de agosto Alemania ordenó la movilización general de sus tropas y declaró la guerra a Rusia. El 3 de agosto declaró la guerra a Francia y penetraba en territorio belga, que era neutral, para cruzar el país en dirección a Francia. El 4 de agosto, Gran Bretaña, que no tenía ningún interés en Serbia ni obligación de luchar ni por Rusia ni por Francia, pero sí estaba expresamente comprometida a defender la neutralidad belga, declaró la guerra a Alemania. Ese mismo día, el Imperio Austro-Húngaro ordenaba la movilización general de su ejército y al día siguiente declaraba formalmente la guerra a Rusia. Finalmente, Francia y Gran Bretaña declararían la guerra a Austria-Hungría el 10 y el 12 de agosto, respectivamente. Tras el fracaso del plan alemán dio comienzo la llamada “carrera hacia el mar”, una toma de posiciones entre Alsacia y la costa belga en el mar del Norte. Los alemanes llevaban la iniciativa y escogían mejores posiciones donde detener su avance: normalmente se asentaban en lugares elevados y las trincheras que ya empezaban a cavarse estaban mejor construidas que las de sus contrincantes, ya que, inicialmente, la Entente pensó que serían temporales y un paso previo para poder atacar las defensas alemanas. Con el paso del tiempo, y con los nuevos combates que se estaban librando desde el río Marne hasta el Atlántico, el frente occidental se estabilizó encontrándose ambos bandos en una linde de tierra de unos ochocientos kilómetros que se extendía desde Suiza hasta la ciudad belga de Ostende, en la costa del mar del Norte. Mientras tanto, en el frente oriental, Alemania tenía que hacer frente a la ofensiva lanzada por el ejército ruso, cuyas tropas, mal entrenadas y peor pertrechadas, fueron derrotadas por los generales Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff en la batalla de Tannenberg (26-30 de agosto de 1914)
LA BATALLA DE VERDÚN (21 DE FEBRERO DE 1916)
Durante la Primera Guerra Mundial se vivieron muchas situaciones límite, sobre todo en las trincheras que, como una cicatriz, recorrían el Viejo Continente. Un ejemplo del horror que se vivió en ellas es Verdún, un municipio francés situado en el departamento del Mosa, en la región del Gran Este. El mensaje que un joven soldado alemán llamado Johannes Has dirigió a sus padres desde una de las trincheras del ejército germano es bastante clarificador al respecto: "Queridos padres, estoy acostado en el campo de batalla y tengo una bala en el vientre. Creo que me estoy muriendo". El 18 de diciembre de 1916 marcaría el final de aquella terrible carnicería, que había dado comienzo nueve meses atrás, el 21 de febrero de 1916. En aquel triste escenario, en las trincheras donde tantos jóvenes vivieron LA BATALLA DE GALIPOLI El tiempo fue pasando, y a principios de 1915 ambos bandos construyeron complejas líneas de trincheras que recorrían serpenteantes los cientos de kilómetros de frente. Las defensas se mejoraron con alambre de espino, un obstáculo que frenaba los avances masivos y que ninguno de los contendientes lograría penetrar de manera decisiva. Al quedar protegidos del alcance de las ametralladores enemigas, la capacidad armamentística (morteros, lanzagranadas, lanzallamas), muy especialmente en cuanto a artillería pesada se refiere, se convirtió en la dueña incontestable del campo de batalla. Con todo, los altos mandos no lograron desarrollar una táctica que pudiese romper las posiciones enemigas sin dejar tras de sí un reguero de muertos en las propias filas. Pero con el tiempo, se lograría producir nuevas armas ofensivas como los carros de combate o el gas venenoso, elementos que darían una vuelta de tuerca al desarrollo de la Primera Guerra Mundial. Con diversos frentes abiertos por todo el Viejo Continente, así como en Asia y África, la Entente había sufrido numerosas bajas en el Marne y en la primera batalla de Ypres, y para aliviar la presión se decidió abrir un nuevo frente. A principios de enero de 1915, Winston Churchill quiso dar un golpe de efecto atacando la península de Galípoli (Turquía) con la idea abrir un paso para suministrar armamento a los rusos e incitar a Rumania y Bulgaria a prestar ayuda a Serbia y abrir un tercer frente contra el Impero austro-húngaro. El 25 de abril de 1915, británicos y franceses desembarcaron en la península de Galípoli y en Kumkale (costa asiática otomana). Doscientos buques mercantes escoltados por once navíos de guerra transportaron una fuerza de desembarco compuesta por 78.000 británicos y 17.000 franceses. Pero los esfuerzos de estas tropas en las zonas ocupadas en Galípoli resultaron inútiles a lo largo de los nueve meses que duró la campaña debido a la inesperada y contundente resistencia otomana, en especial de las fuerzas dirigidas por Mustafá Kemal (Ataturk) y del quinto Ejército Otomano bajo el mando del general alemán Otto Liman von Sanders. La operación, en la que participaron más de 500.000 soldados, acabaría el 9 de enero de 1916 con la evacuación anfibia de todas las unidades. La batalla de Galípoli supuso un enorme desastre ya que causó la muerte de casi medio millón de soldados; otra de sus consecuencias fue el cese de Winston Churchill como Primer Lord del Almirantazgo del Imperio británico. y murieron, ahora reina el silencio, convertidas en ejemplo de lo que nunca más debería volver a pasar.
En 1917, con el conflicto en plena ebullición, estalló la Revolución
Rusa que terminaría con los bolcheviques liderados por Vladimir Lenin haciéndose con el poder. Pero antes de todo ello, los hombres de Lenin tuvieron que librar una guerra civil contra los revolucionarios más moderados, que si bien se oponían al gobierno autocrático zarista, no veían con buenos ojos el programa comunista para dirigir el país. Con la necesidad de centrar sus esfuerzos en el interior, Lenin decidió buscar la paz con los imperios centrales, algo que Alemania vio como una oportunidad para pacificar el frente oriental y centrar sus esfuerzos en el occidental. Para tal fin se escogió la ciudad de Brest-Litovsk (en la actual Bielorrusia), cerca de la frontera con Polonia, donde dieron inicio las conversaciones el 3 de diciembre de 1917. El objetivo era que Rusia se retirase de la guerra. Rusia, ahora en manos de los revolucionarios, envió a Brest-Litovsk al por entonces comisario del pueblo para Asuntos Exteriores, León Trotski, y al diplomático y revolucionario Adolph Joffe. La delegación alemana estaba encabezada por el secretario de Estado de Exteriores, Richard von Kühlmann, y por el general Max Hoffmann, quien tenía prisa por firmar la paz para acercar a sus tropas al frente occidental antes de la llegada del ejército estadounidense. Los rusos, en cambio, estaban dispuestos a seguir luchando para no ceder Polonia oriental, Lituania y Ucrania, tal como exigían los alemanes, así que las negociaciones se estancaron hasta principios de 1918.
Finalmente, el 3 de marzo de 1918, el Gobierno ruso tuvo que aceptar
las condiciones de un tratado por el cual debía reconocer la independencia de Ucrania, Georgia y Finlandia, y entregar Polonia y los estados bálticos de Lituania, Letonia y Estonia a Alemania y Austria-Hungría, cediendo las poblaciones de Kars, Ardahan y Batum al Imperio Otomano. El tratado fue ratificado por el Congreso de los Soviets el 15 de marzo de ese mismo año. De este modo, aunque el Gobierno de Lenin había conseguido su objetivo final, que era salir del conflicto, lo hizo de una manera que muchos consideraron humillante y a un elevado coste. Las pérdidas totales constituyeron más de dos millones y medio de kilómetros cuadrados, unos 55 millones de habitantes y una enorme disminución en las reservas de carbón, petróleo y hierro además del compromiso ruso de pagar 6.000 millones de marcos en indemnizaciones de guerra.