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EL HOMBRE COMO CRIATURA DE DIOS

ANTIGUO TESTAMENTO

1.- La persona humana es entendida en estos Textos


Sagrados como un ser pluridimensional, dinámico, es
decir, no está estancado.

Se muestra al hombre como un ser compuesto de


carne, similar a cualquier animal, abierto al mundo y
al resto de seres vivos que lo rodean. Es un ente
entero, social y basado en la idea del parentesco,
solidario con sus iguales, lo que llaman “carne con
carne”. Pero el hombre no solo tiene una dimensión
física sino también moral, se alude así a la condición
de debilidad de todo ser humano, aflora la idea de
caducidad y por tanto de muerte de toda criatura viva.

Esta condición humana con doble dirección la


significan con el término “basal”.
2.- El ser humano tiene además unas cualidades
propias que lo distinguen de los demás, es lo que hoy
denominaríamos personalidad de cada cual; la
persona es entendida como un centro vital dotada de
rasgos distintivos.

La antropología israelita tiene como base central la


“nefes”, vocablo que explica lo anterior. Pero los
hebreos no entienden esta dimensión espiritual como
algo ajeno a otras dimensiones (como sí entenderían
los platónicos) sino que este aspecto estaría
directamente relacionado con el anterior, con la
dimensión corpórea (basal); la estructura humana
estaría compuesta por una parte de carne, visible, por
tanto, y de otra más mística e invisible; el hombre
sería un cuerpo animado o un alma encarnada, como
se quiera llamar.

Según esta concepción, la persona humana sería


entendida como una totalidad indivisible, esto quiere
decir que, cuando el hombre toma una decisión,
afecta a todo su cuerpo.
3.- Al hombre se le asigna una tercera dimensión, la
apertura a Dios el “carisma sobrenatural” en términos
más modernos.

Si las dos dimensiones anteriores estaban en sentido


horizontal, relación con sus iguales y rasgos propios,
ésta tercera se expande en una dirección vertical,
relacionando a la persona con su Dios soberano y
creador.

De estas características se desprende que el hombre


no es un ser abstracto o genérico como se entiende
por parte de la tradición filosófica sino que es un ser
concreto, determinado y diferente a los demás
(nefes), de carne y hueso (basal), y proyectado hacia
el ser supremo que lo creó, que es Dios, guiado por el
“ruah” o influjo del Creador que lleva a cada hombre
a su salvación.

Al tratarse de textos bíblicos es obvio que la máxima


importancia se le conceda a la dimensión vertical de
la criatura humana, es decir, a la relación del ser
humano con su Dios.
La idea del hombre que se plasma en el Antiguo
Testamento se ha podido concluir de la lectura y
análisis de los relatos de la creación del hombre, por
un lado, los documentos yahvistas y por otro los
documentos sacerdotales. En ambos, aunque se
expone la idea de la pluridimensionalidad del ser
humano, se aprecia una diferencia clara entre ellos,
los primeros, los yahvistas, se centran primero en la
creación del hombre para a partir de ahí mostrar el
resto de la Creación, y los segundos, los sacerdotales,
el primer capítulo del Génesis, por todos es conocido,
muestra la Creación del mundo.

En definitiva, se muestra al hombre como una


criatura de Dios y dependiente de él, a su vez, se
muestra la superioridad del hombre por encima de
todas las criaturas creadas. En ninguno de los casos se
estudia ni se plasma la visión científica del ser
humano.
NUEVO TESTAMENTO

La visión del hombre en el Nuevo Testamento se ha


estudiado desde múltiples corrientes.

1.- Evangelios Sinópticos: San Mateo, San Marcos y


San Lucas.

El hombre es una criatura de Dios, ha recibido de Él


su ser y la continuidad de su existencia. El hombre ha
de cumplir la voluntad de Dios y amarlo sobre todas
las cosas siempre dentro de una relación paterno-filiar
no de servilismo.

2.- Textos de San Pablo.

San Pablo únicamente muestra su interés por la


dimensión teologal del hombre. Basa su pensamiento
en la idea del hombre pluridimensional que hemos
expuesto al referirnos al Antiguo Testamento. No
obstante, tiene también su particularidad y es que se
centra en la dimensión moral de la persona como ser
débil. Aparece aquí la idea del pecado, el hombre es
carne y como tal es proclive a pecar.
Manifiesta una conexión carne-pecado, no entendido
como dualismo antropológico del tipo materia-
espíritu o cuerpo-alma, sino como la tensión entre la
carne, que procede del hombre y le es connatural, y el
espíritu, que es la dimensión que procede de Dios, por
tanto, la dimensión trascendente del ser humano.

El ser humano no tiene vida si no es a imagen y


semejanza de Dios, por tanto, la idea de salvación que
plantea San Pablo es la corpórea.

ACTUALIDAD

Para la fe cristiana la antropología es una función de


la cristología; el Nuevo Testamento, define al ser
humano no como un enunciado abstracto ni como la
tridimensión del Antiguo Testamento, sino como
Jesucristo, el hombre debe vivir a imagen de Dios ya
que ha sido creado a su semejanza. Además, la
antropología cristiana actual destaca como
momentos clave de la vida de Cristo, que debe
reflejar la vida del ser humano, dos en concreto, la
Encarnación y la Resurrección.
La antropología cristiana sostiene que la imagen de
Dios en el ser humano no se ha perdido por
completo a pesar del pecado. Aunque la caída ha
afectado la condición humana, la redención en
Cristo se presenta como un camino para restaurar la
imagen divina en la persona. Esta perspectiva
influye en la ética cristiana, destacando la
importancia de respetar la vida y la dignidad de
cada individuo.
La Iglesia, entendida como el Cuerpo de Cristo, se
convierte en el contexto donde la persona crece y se
desarrolla en comunión con otros creyentes. La
práctica de la caridad, la solidaridad y el perdón son
elementos fundamentales que surgen de esta
comprensión de la persona.

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