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VALORACION DE LAS PRUEBAS

La valoración o apreciación de la prueba constituye, indudablemente, una


operación fundamental en todo proceso incluido el penal.

La valoración de la prueba determina el resultado que se infiere de la práctica de


un determinado medio de prueba, es decir, el grado de convicción o persuasión de
la prueba practicada en sentido positivo cuando se logre alcanzar el fin de
la prueba (convicción judicial), o en sentido negativo, al no alcanzarse dicha
convicción. Es, por tanto, una actividad intelectual que corresponde realizar
exclusivamente al órgano jurisdiccional, sin perjuicio de que las partes, durante las
sesiones del juicio dediquen gran parte de sus informes orales a examinar,
analizar y, en definitiva, a valorar la prueba practicada, actividad comúnmente
denominada estimación probatoria, pues al ser realizada por las partes no puede
llamársele propiamente valoración, pues es solamente una estimación o
acercamiento de lo que formalmente hará el juez al valorar la prueba.

La valoración probatoria consiste en la ponderación de las pruebas


por parte del juzgador para arribar a una convicción respecto de las proposiciones
fácticas de las partes.
Para ello, la frac II, inciso A, del art. 20 constitucional establece que el juez no
puede delegar en ninguna persona el desahogo y la valoración de las pruebas y
que esta debe realizarse de manera libre y lógica, pues, a diferencia
del sistema inquisitivo, el valor que se asigna a la prueba se rige por los principios
de la lógica, los conocimientos científicos y las máximas de la experiencia, a la luz
de la sana crítica.
En materia de valoración de las pruebas, el Código Fiscal y la Ley Federal de
Procedimiento Contencioso Administrativo disponen un sistema mixto, en el que
por un lado se establecen ciertas clases de prueba que por disposición expresa de
la ley tienen un pleno valor probatorio, pero por otro lado, se le otorga a las
autoridades tributarias y a los tribunales una facultad de sana crítica y de prudente
apreciación del valor o eficacia de las demás pruebas que no fueron tasadas
previamente por el legislador.
Sin embargo, aunque prevalece por regla general la sana crítica o prudente
apreciación de las pruebas, ello no significa que las autoridades o tribunales
puedan valorarlas de manera arbitraria, pues en sus resoluciones o sentencias
deben exponer con toda claridad los razonamientos o motivos en los que se
deduce el examen de cada una de las pruebas, su valor o eficacia y la relación o
enlace que puede existir entre ellas, con objeto de poder considerar que las
mismas son eficaces para demostrar los hechos litigiosos o controvertidos.

La ausencia de esa exposición clara de los razonamientos o motivos se traduciría


en una clara violación del derecho humano de audiencia y seguridad jurídica que
tutelan los artículos 14 y 16 de la CPEUM.

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