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ANTECEDENTES DE LA UNIÓN

EUROPEA

La Unión Europea (UE) es, sin duda, el más complejo y avanza do proceso de
integración económica del siglo xx. De hecho se ha convertido en referencia
(casi) obligada y ha sido fre cuente que se tome como punto de comparación
con otros procesos, en otras latitudes, lo que han hecho o están haciendo los
países de Europa Occidental (y, a partir de 2004, también la Central) desde la
conclusión de la Segunda Guerra, de cómo lo han hecho y de cuánto han
hecho.

La actual Unión Europea de veintiocho países miembros al 1 de 2 julio de 2013


surge con el Tratado de Maastricht de 1992 con doce participantes, pero en
realidad nace cuarenta años antes con sólo seis estados y nada más para una
rama industrial (la siderúrgica), de manera que para alcanzar la etapa actual ha
debido superar obstáculos, internos y externos, de todo tipo. Todavía hay euro
sépticos que no creen en el proyecto y sectores ultra (de extrema izquierda y
de extrema derecha, como suele suceder) que se opo nen a la construcción de
una Europa unida. Ahora mismo (mayo de 2015), la crisis griega y el anuncio
de un referéndum en Gran Bretaña en 2017 sobre su pertenencia, o no, a la UE,
han puesto en ayuda la continuidad del proyecto. No obstante, es larga la lista
de los países que aspiran a pertenecer a la UE y en ella se encuentran Albania,
Islandia, Macedonia, Montenegro, Serbia y Turquía.

Como se mencionó en el Tema no son exclusivos del siglo XX los acuerdos


comerciales entre países europeos; tampoco las uniones aduaneras o las
monetarias. Pero este no es un texto de historia antigua. Sin necesidad de
remontarse a épocas más lejanas, el siglo XIX registra una extensa gama de
ejemplos de ello.

Si bien son conocidos los esfuerzos del canciller francés Aristide Briand por
constituir una unión federal en Europa (1929 y 1930), los antecedentes
inmediatos de la actual Unión Europea se encuen tran en la situación del
continente al final de la Segunda Guerra Mundial y en su relación con Estados
Unidos en el marco de la pos guerra y de la guerra fría. El conjunto de estos
fenómenos derivó en la creación de instituciones (o en el mantenimiento de
algunas de ellas) de alcance europeo. Éstas son:

Desde un punto de vista técnico, la entonces naciente unión manera se limitaba


a la adopción por parte del país más peque 2 (Luxemburgo) del arancel del
más grande (Bélgica) y aceptaba al franco belga para todo tipo de
transacciones. Se trataba de una unión realizada sobre planteamientos
pragmáticos que iba resol viendo los problemas según se fueran presentando;
no incluía la libre circulación de productos agrícolas y no contenía ningún
régimen de unificación o de coordinación fiscal.

El Plan Marshall. Europa después de la Segunda Guerra

Debe recordarse que la guerra no fue provocada por circunstancias sienas a la


economía; estalló, entre otras razones, por las condi riones económicas del
período inter-guerras y la proliferación de las prácticas de cartelización,
controles cambiarios, restricciones al comercio y fortalecimiento de las
tendencias al bilateralismo. Antes de la guerra, el mundo venía de la depresión
de 1929-1933 y de una década de búsqueda sin encuentro de formas eficaces
de normar las relaciones económicas internacionales (o, al menos, in tra-
europeas). Seguimos con Bonete Perales:

El ejemplo del Benelux fue definitivo en el futuro de la "construcción de Europa".


Como se mencionó, la formación de la Unión Europea está determinada por las
necesidades concretas y las realidades es pecíficas de la segunda posguerra.
En el corto lapso de 30 años Eu ropa había sido asolada por dos guerras (io
fue una sola dividida en dos tiempos?) y de hecho no hay siglo en la historia
europea que el continente no se hubiere visto inmerso en conflictos bélicos de
todo tipo, casi todos ellos relacionados con disputas por mercados o por rutas
de acceso a otros mercados o por reivindicaciones territoria les asociadas con
zonas estratégicas por su dotación de recursos (en particular mineral de hierro
y carbón) o, finalmente, por considera ciones en torno a la hegemonía de unos
estados sobre otros.

Después de la guerra, Europa es un continente devastado. Se estima que


fueron 55 millones de muertos, 35 millones de heridos, 3 millones de
desaparecidos y 30, millones de deportados, despla zados o refugiados; 74
quedó destruida infraestructura física por un valor de 3 billones de dólares y
hubo ciudades que fue necesario reconstruir casi completas. Muñoz de Bustillo
y Bonete Perales re cuerdan:

Pero el hundimiento de la economía no fue sólo el resultado de la des trucción


de recursos provocada por la guerra; un decenio de depresión económica
(1929-1939) y seis años de contienda (1939-1945) también habían afectado
muy negativamente al sistema de intercambios eu ropeos existente hasta
finales de los años veinte. De tal manera que las fuertemente interrelacionadas
economias europeas de estos años habían dado paso, por medio de la
ausencia de convertibilidad de las distintas monedas nacionales, a una
situación donde el comercio se realizaba fundamentalmente a través de
acuerdos bilaterales y donde la necesidad de equilibrio de intercambios limitaba
forzosamente el volu men de éstos a la capacidad del país con menor potencial
exportador.16

A las necesidades europeas se unían los intereses (económicos y políticos) de


Estados Unidos. Al final de la guerra, Estados Unidos producía cerca de la
mitad de los bienes manufacturados de todo el mundo. Foreman-Peck señala:

Como resumen del impacto que esta destrucción tuvo sobre la activi dad
económica baste señalar que al finalizar la contienda la mayoría de los países
europeos participantes tenían una producción industrial inferior a la mitad de la
correspondiente a 1938, mientras que la renta real sufría caidas entre 20 y 30%
en el caso de Francia, Bélgica o Italia y cercanas a 40% en el caso de la RFA
(la RDA vio reducida su renta a poco más de la tercera parte) con respecto a
los niveles alcanzados antes de la contienda.

Como lo precisa José Antonio Nieto Solís, el tratado constitutivo de la CECA


(Tratado de París, firmado el 18 de abril de 1951 por Alemania, Bélgica,
Francia, Holanda, Italia y Luxemburgo, que entró en vigor el 25 de julio de 1952
y que expiró, según lo previsto en el propio Tratado, el 23 de julio de 2002)
contiene cuatro elementos básicos:

a) La creación de un mercado común (en el sector del carbón y el acero) b) La


libre circulación de factores (en el mismo ámbito sectorial) c) La aspiración
política de contribuir al desarrollo de África (como elemento de recuperación del
antiguo potencial colonial y de extensión hacia un área estratégica) d) Y la
creación de una federación europea (meta última que provocó el desacuerdo y
no inclusión del Reino Unido)" dada, la supresión de las barreras cuantitativas
dentro de ella tuvo un resultado muy notable. En mineral de hierro se pasó de
un intercam bio intra-CECA de 19.4 a 26.5 millones de Tm entre 1952 y 1960,
en chatarra de 0.4 a 3.3 y en acero de 2.1 a 9.5. La mayor parte de estos
aumentos se produjeron en los tres primeros años (a causa de la onda alcista
todavía atribuible a la Guerra de Corea) y después, a partir de 1958, debido sin
duda al impacto derivado de la entrada en vigor -el 1 de enero de ese año- del
Tratado de Roma...

La Ceca realizó una labor de gran alcance en la modernización de las


instalaciones de las industrias del carbón y del acero, para lo cual concedió
créditos con cargo a su fondo constitucional y a empréstitos. Asimismo, en el
campo social, y en colaboración con los gobiernos de los estados miembros, la
Ceca facilitó la readaptación de obreros del sector carbón-acero (casi siempre
mineros) a otras actividades. Hasta 1960, el número de trabajadores
beneficiarios del régimen de ayudas de readaptación (un año de indemnización
y un cierto nivel de salario garantizado en su primer empleo fuera del sector)
ascendió a 115 000.
Entre los aspectos negativos o poco fructuosos de la política de la CECA, en el
tiempo que transcurrió hasta 1960, hay que señalar sus fallos de previsión de
las crisis de sobreproducción de carbón, debidas a causas tecnológicas,
fundamentalmente la sustitución del carbón por los hidrocarburos, y que fue
especialmente grave a partir de 1958, sobre todo en la región belga de
Borinage, para la cual se adaptó en 1960 un severo programa de
modernización y cierre de minas. Por otra parte, la Alta Autoridad fue incapaz
de conseguir de los estados miembros una relación exhaustiva de las tarifas
realmente aplicadas en los transportes que permitieron prácticas
discriminatorias expresamente prohibidas en el Tratado de París. Finalmente
se imputó a la CECA Su insuficiente atención y severidad frente al problema de
la cartelización y de las restantes prácticas restrictivas de la competencia.

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