Editado por Matías Castro.

Para mi padre, que me regaló la llave para el mundo de la historieta.

Con un especial agradecimiento a Gabriel Mainero y José E. Costa.
Herederas de Cortinas, Emilio. Mayo, 2015.

Por el prólogo

Restauración de páginas: Diego Jourdan.

diegojourdan.pro@gmail.com

Diseño Gráfico y recuperación de

“Hazañas de Loss”: Orestes Mancuso
emontanodg@gmail.com
 Índice

Página 4 > Prólogo: Hazañas de un

viajero del tiempo

Página 7 > Homero, el muchacho viajero

Página 111 > Zorro

Página 117 > Hazañas de Loss

Página 123 > Trabajos de prensa

Página 128 > Agradecimientos

 Prólogo: Hazañas de un viajero del tiempo
Por Matías Castro
La luz eléctrica todavía no había
llegado a villa Rodríguez, departa-
mento de San José, cuando Emilio
Cortinas nació ahí, el 9 de enero de
1916. Corrían tiempos de moder-
nización con grandes cambios en el
país, gracias al avance de los trenes y
del comercio, pero también de fuer-
te actividad en el mundo de las letras
y las artes. La enseñanza había pasa-
do a ser laica, se promulgó una ley
de accidentes de trabajo y otra que
regulaba las jornadas en ocho horas
diarias. La prensa se ramificaba en
decenas de publicaciones por sema-
na; aunque a pesar de la variedad, los
tirajes de los diarios eran muy infe-
riores a los de las últimas décadas y
el que más vendía editaba quince mil
copias. En Montevideo se producían
casi tantos diarios y revistas como en
todo el resto del país ya que la gran
modernización se sentía más en la
pequeña capital que en los restantes
dieciocho departamentos, sin im-
portar que el tren seguía extendién-
dose por todo el Interior.
Las vías y la estación Rodríguez
continúan ahí, aunque están en des-
uso y los más de dos mil habitantes
de la ex villa, ahora ciudad, ya se
acostumbraron al silencio. Cuando
Cortinas nació, la población era de
poco más de trescientos y su ritmo
diario era marcado por horizontes
verdes del campo, una cañada cer-
cana, algunas oficinas y unos pocos
autos que cruzaban por ahí. Unos
años después, sus padres, Medar-
do Cortinas y Aída Gutiérrez, se
mudaron a la cercana Santa Lucía,
una ciudad comparativamente más
grande y mucho más vieja, donde
también había más servicios y otras
posibilidades para crecer. Más allá
de la pobreza de su familia, entre sus
parientes había un político, un músi-
co y una escritora, ejemplos cercanos
para un niño de incontenible incli-
nación artística.
Pero en los códigos de la época,
crecer significaba aspirar a un ofi-
cio o profesión tradicional, por lo
que Cortinas estudió magisterio y
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se recibió tempranamente sin tener
muchas intenciones de ser maestro.
El Interior no ofrecía muchas más
opciones laborales que las del traba-
jo rural, empleado público, policía o
profesional universitario. Sin embar-
go, durante aquellos años en zonas
semi rurales y en pequeñas ciudades,
Cortinas había aprendido a dibujar
por su cuenta, imitando los trazos de
los artistas de historieta, caricatura e
ilustración que aparecían en los dia-
rios y las revistas.
Pasó sus años de adolescente de-
dicado al dibujo y al moldeado en
arcilla, experiencia gracias a la que
descubrió una vocación nunca ex-
plotada en la escultura. También se
dedicó a tocar el flautín en la banda
municipal de Canelones. En cuan-
to a trabajar como maestro… una
versión de su historia asegura que
ejerció durante tres meses nada más,
pero hay biógrafos suyos que afir-
man que no se sabe siquiera si llegó a
pararse delante de una clase. En todo
caso, recibió su título y poco tiempo
después no pudo con su impulso y se
plantó ante sus padres. “Yo soy dibu-
jante”, les dijo a los veintiún años y
rompió el título de maestro.
La prensa uruguaya venía de un
proceso de grandes cambios y creci-
miento, con muchos nuevos medios
que como casi todos los que habían
surgido hasta ese entonces, nacían
con pretensiones de defender ban-
deras políticas. Más allá de esos ob-
jetivos, lo cierto es que ofrecían un
amplio panorama laboral que estaba
en constante movimiento. El País,
El Plata, El Diario y la revista Mun-
do Uruguayo eran algunas de las
publicaciones de referencia cuando
a los veintiún años Cortinas se subió
al tren y se mudó a Montevideo por
su cuenta.
Con su carpeta de dibujos bajo el
brazo, primero buscó alojamiento en
una pensión y luego golpeó puertas
hasta que dio con El País, un diario
que tenía casi su misma edad y que
ya se asentaba como una poderosa
empresa editorial. Ahí lo recibió
Carlos Scheck, el administrador del
diario y principal responsable de su
crecimiento, que se enamoró a pri-
mera vista de sus dibujos. “Cara de
gato”, aseguran que le llamó confia-
damente en la primera entrevista.
Así, en 1935 hizo sus primeros dibu-
jos para prensa, ilustrando noticias
policiales y de otros géneros, como
se estilaba. Cortinas cambió su téc-
nica de inmediato y empezó a usar el
pincel, cosa que le permitió adaptar-
se a la velocidad que exigían las noti-
cias y los cierres del diario. En 1937
publicó su segunda historieta, Ha-
zañas de Loss, aunque la dejó incon-
clusa después de varias semanas. Esa
obra ya lo descubría tempranamente
como un capo del dibujo.
Al igual que ocurría en todo el
mundo, los diarios uruguayos em-
pezaron a darle gran cabida a la
historieta estadounidense durante
esa década. Fueron los años de auge
de los grandes clásicos: El Príncipe
Valiente, de Harold Foster, empezó
a ser publicado en febrero de 1937;
Flash Gordon, de Alex Raymond,
existía en la prensa desde 1934; Tar-
zán, dibujado por grandes como
Foster, Burne Hogarth, Russ Man-
ning y otros, vivía aventuras conti-
nuadas en los diarios desde 1929;
y también estaban otros personajes
muy populares como Buck Rogers
y Dick Tracy. Los diarios locales
que podían permitírselo, decidieron
no solo comprar estos materiales
extranjeros sino también producir
aquí, lo que le abrió las puertas a la
carrera de Cortinas en la historieta.
Muchísimos otros dibujantes uru-
guayos también vivieron tiempos de
gloria en esos años.
El diario El Plata, fusionado con El
País, lo contrató en 1938 para hacer
suplementos ilustrados con adapta-
ciones de innumerables obras clási-
cas como El Cid, La guerra de los
mundos, El libro de las tierras vír-
genes, Las minas del rey Salomón,
Ismael y Macbeth. En los siguien-
tes cuatro años hizo noventa y siete
adaptaciones de obras, que suman
cientos de páginas en un formato
parecido al de El príncipe Valien-
te, con bloques de texto ilustrados
y sin globos de diálogos. El trabajo
en la prensa lo hacía oscilar entre la
realidad, gracias a la ilustración de
noticias, la fantasía de las historietas
y la literatura más encumbrada (una
de las adaptaciones fue de Los Mise-
rables).
Fueron años de mucho trabajo y
agitación personal, ya que también
conoció a Alicia Piñero, con la que
se casó en 1939. Las aspiraciones se
hacían mayores y, a pesar de la bo-
nanza económica uruguaya, cruzar
a Buenos Aires parecía una buena Emilio y su esposa Alicia Piñero, Buenos Aires, circa 1940.
opción para seguir creciendo. Del de aventuras juveniles de fantasía y además de las producidas en Argen-
mismo modo que le pasó en Monte- ciencia ficción, muchas firmadas con tina. Quinterno reunió a Cortinas
video, ahí consiguió trabajo casi de diversos seudónimos que disimula- con el guionista italiano Mirco Re-
inmediato y comenzó a publicar, pri- ban su multiplicación como autor. petto y crearon al desenfadado de-
mero historietas históricas y luego Pero el gran salto artístico lo dio tective Vito Nervio, otro personaje
aventuras prehistóricas con la serie gracias a Dante Quinterno, dibujan- que se convertiría en un clásico. La
Chil, el ingenioso. te, guionista, empresario editorial y colaboración entre los dos se notó ya
En Argentina trabajó con varias productor agropecuario más cono- que el estilo narrativo del uruguayo
editoriales y publicaciones, también cido como el creador de Patoruzú cambió los bloques de texto y la ilus-
con agencias de publicidad donde e Isidoro Cañones. Este argentino tración por más narración gráfica,
aprendió mucho de lo que usaría fundó en 1945 la revista Patoruzito con globos de diálogos y secuencias
tiempo después en Uruguay. Su (un derivado más infantil de la revis- de acción. En los primeros tiempos
pincel y pluma viajaron mucho du- ta Patoruzú con claras aspiraciones la serie salía firmada solo por Cor-
rante esos años, adaptando novelas comerciales) y convocó a Cortinas tinas, ya que Repetto oficiaba de
como Mowgli, Capitán Blood y Ella para hacer historietas. La revista director de la revista y prefería no
(normalmente en el estilo de Foster, llegó rápidamente a vender cuatro- figurar (o así se lo pedía Quinterno),
de ilustración y bloque de texto), o cientas mil copias de cada número y hasta hoy hay quienes discuten si
dibujando obras originales de todo e incluyó historietas hoy clásicas el concepto original no habría sido
tipo. Para la revista Bicho Feo dibujó como Flash Gordon y Rip Kirby, solamente del primero.
una enorme cantidad de historietas

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La familia completa en Montevideo.
Vito Nervio empezó con aventuras
en los barrios de Buenos Aires y rápida-
mente pasó a enfrentar intrigas en todo
el planeta, reflejando involuntariamen-
te la secuencia de su primer dibujante
(el continuador fue Alberto Breccia) y
sus mudanzas ascendentes desde Ro-
dríguez hasta Santa Lucía, Montevideo
y Buenos Aires.
A pesar de que Nervio es su más célebre
personaje, la mayor obra de Cortinas
vino a continuación, también en Pa-
toruzito: A la conquista de Jastinapur.
Fue escrita por el prolífico guionista ar-
gentino Leonardo Wadel en el formato
clásico de ilustración y texto que tanto
le gustaba al uruguayo, y es, hasta hoy,
una hermosísima adaptación de dos
textos clásicos de India, el Ramayana
y el Mahabharata. Los biógrafos de
Cortinas coinciden en que esta extensa
historieta es su obra cumbre.
Aunque se había asentado con su es-
posa y ya tenía a su primera hija, Alicia,
no se sentía cómodo en Buenos Aires.
No hay coincidencia en saber cuál fue el
motivo que los resolvió a volver a Mon-
tevideo, ya que también se ha dicho que
Perón se molestó con una caricatura
suya, demasiado crítica, o que sus com-
pañeros de trabajo hacían comentarios
irónicos sobre Uruguay. En cualquier
caso, el resultado es que regresó y alqui-
ló una casona en Colón.
No solo volvió a dibujar en la pren-
sa sino que entró como socio a una
agencia publicitaria fundada por viejos
colegas suyos. Les propuso refundarla
y cambiarle el nombre, con la idea de
darle una identidad nacional y compe-
tir con agencias extranjeras, y así na-
ció Publicidad Oriental. Poco tiempo
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después hizo un segundo diagnóstico
de ese ambiente y concluyó que en el
país no había dibujantes publicitarios
suficientemente formados, por lo que
fundó la Escuela de Artes Comerciales.
Ahí dieron clase figuras como Julio E.
Suárez (más conocido como Pelodu-
ro) y Sergio Boffano, gran dibujante y
creador de Charoná. Entre los alumnos
aparecieron capos como Hermenegildo
Sabat y José Rivera, uno de los grandes
del comic nacional.
Sus habilidades como creador se mul-
tiplicaron y, movido por un impulso
brutal, siguió ilustrando noticias, es-
cribió versos sobre la actualidad, di-
bujó incontables secciones de entrete-
nimiento y dirigió la revista Deporte,
donde también dibujaba y escribía con
sorprendente chispa. Docente, empre-
sario, escritor, comentarista, ilustrador,
historietista, caricaturista, padre de fa-
milia y hasta discreto músico, todo eso
fue Cortinas. Y estaba ahí en el fondo la
vieja vocación de escultor, que atesora-
ba para la eventual jubilación.
Sus dos hijas menores, Isabel y He-
lena, nacieron en Santa Lucía puesto
que él y su esposa preferían acudir a una
comadrona de confianza que vivía allí,
como intentando mantener una pata
en sus orígenes sin importar todas sus
mudanzas. En cierta forma la historieta
Homero fue una manera de mantener
ese mismo vínculo. El protagonista es
un adolescente que, según su ropa y los
acontecimientos de su última aventura,
bien podría ser estadounidense, casi un
reflejo de Tom Sawyer, creación de su
ídolo Mark Twain. La idea básica del
salto al mundo de las aventuras litera-
rias del Capitán Blood (exitosísima no-
vela adaptada al cine con Errol Flynn),
Las Mil y una Noches y otras fantasías
era más bien un pretexto que le permi-
tía a Cortinas dibujar y escribir lo que
a él le fascinaba desde su costado más
joven. Era, muy probablemente, la clase
de fantasías que le movían la imagina-
ción cuando aprendió a dibujar solo
y creció en Santa Lucía, la misma que
seguía estando presente a lo largo de su
carrera.
Tenía treinta y nueve años cuando se
enfermó de cáncer y falleció el veinte de
diciembre de 1955. Su hija Alicia cuen-
ta que Carlos y Eugenio Scheck, de El
País, le habían ofrecido todo para el tra-
tamiento, aunque ya era tarde (incluso
ayudaron a su madre tiempo después).
Dibujó todo lo que pudo casi hasta el
final y dejó inconclusa una aventura de
Homero en El País de los Insectos y el
plan de enviarlo luego a los tiempos de
las cruzadas (para lo que ya se había
comprado dos gruesas enciclopedias
temáticas). También dejó una obra ex-
tensa y dispersa en publicaciones de Ar-
gentina y Uruguay, que marcó a varias
generaciones de dibujantes y lectores,
haciéndolos viajar en el tiempo con el
sencillo gesto de una pincelada de tinta
china.
Bigliografía
Historia de los pueblos orientales, de Ani-
bal Barrios Pintos. Emilio Cortinas, Ha-
cedor de aventuras en papel y tinta; de José
Costa, Gustavo Cortazzo y Gabriel Mai-
nero (disponible en la web www.labana-
comic.com.ar/cuadernos.html). La histo-
rieta en el Uruguay I, de Mainero y Costa.
Historia de la prensa en el Uruguay, de
Daniel Álvarez Ferretjans. Historia de
las historietas en Argentina. De Oscar
Szymanczyk. Ficha sobre Cortinas en la
web holandesa Lambiek. Artículo La re-
vista Figuritas y su gran aporte a la histo-
rieta argentina, de Luis Rosales. Artículo
Un artista para la historia, publicado en
El País el 27 de octubre de 1989. Artícu-
lo El pintor de la historieta, publicado en
revista Skorpio, 1982. Artículo en la web
Comigrafika, de Williams Gezzio. Tomo
Vito Nervio y Misterix, de la Biblioteca
Clarín de la Historieta. Material del blog
Peripecias de Chiquirritipis. Proyecto de
ley de Walter de León, Alberto Casas y
Gustavo Cersósimo, mayo de 2013.
 HOMERO,
el muchacho viajero

Publicada en el diario El País del 4 de mayo de 1953

hasta el 13 de octubre de 1955 (aquí se incluye lo publicado hasta el 11 de julio, ya
que la última aventura quedó inconclusa).

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La página que debería ir entre ésta y la anterior, está perdida.
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 ZORRO

Publicada en el suplemento Multicolor del diario El Plata entre el 6 de abril y el 4 de

mayo de 1955 (Zorro fue un perro policía que realmente existió, aunque su final
fue un poco más duro que el de esta historieta).

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 HAZAÑAS
DE LOSS

Publicada en el diario El Plata entre el 29 de agosto y el 28 de noviembre de 1937

(cancelada sin explicaciones).

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TRABAJOS
DE PRENSA

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Agradecimientos

Martín Lorenzo y Losada e Inés Lujambio, por-

que sin ellos este libro no existiría. Alicia, Hele-
na e Isabel Cortinas, por abrirnos las puertas y
mostrar una confianza ciega que escasea en este
mundo. A Fernando Arce y Alejandra Mosca,
por su entusiasmo y apoyo. A Leonardo, de Su-
perarte, por estar siempre al pie del cañón. A
José E. Costa, porque en 2013 me mostró A la
conquista de Jastinapur, que me dejó la mandí-
bula por el piso (esa es otra reedición que está
pendiente). A Pablo Rivero, por su cálida guía
aquella mañana por las huellas de los Cortinas en
la ex villa Rodríguez. A Gustavo Guadalupe, de la
Fundación Lolita Rubial y el Museo del Humor
y la Historieta, por todo lo que representa como
depositario del acervo del cómic nacional (quien
no haya ido, recomiendo la visita a su museo en
Minas). A los amigos de los Fondos de Incenti-
vo, con su prolijidad y eficiencia envidiables. A
Marcelo Sánchez, compañero de ruta en estas
peripecias comiqueras. Y el camino no tendría la
misma gracia sin tan buenos compinches como
Diego Jourdan, Orestes Mancuso y Nicolás Ca-
ridad. Finalmente, solo queda agradecer a Cochi,
por todo… y por más.

Hasta la próxima!