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Armando Canek Mandujano Martínez

Cuarto resumen
4. El hombre contemporáneo y la idea de la muerte.
La muerte puede asumirse como la conclusión del proceso vital. En la escala de las especies
biológicas, para muchas especies unicelulares ese proceso vital culmina con la división celular que
da origen a células hijas: de esta forma, un organismo de esta categoría no deja de existir del todo,
pues gran parte del material, procesos e información que permitían su vida son transmitidos a los
organismos hijos. En especies más avanzadas, la muerte celular es la cesación de la existencia de la
unidad celular por virtud de uno de dos mecanismos: la apoptosis o la lesión. Sin embargo, para los
seres humanos, la muerte es algo más que este evento de connotaciones biológicas: los seres
humanos somos conscientes de nuestra finitud.

A lo largo de la historia el ser humano ha alcanzado la muerte de diferentes maneras. Desde la


perspectiva de transición epidemiológica, en las sociedades pretransicionales la muerte es debida
principalmente a enfermedades infectocontagiosas, y el promedio de vida es menor a 50 años.
Desde la perspectiva de transición demográfica, las colectividades humanas recorren un camino
desde épocas caracterizadas por la presencia de altas tasas de natalidad y mortalidad hacia mejores
escenarios con bajas tasas de natalidad y mortalidad, que es lo que permite el crecimiento
poblacional neto. Desde el punto de vista demográfico, una sociedad pretransicional es aquella
caracterizada por indicadores tales como una tasa de mortalidad general por encima de 8/1000, una
tasa de mortalidad infantil mayor a 150/1000, una tasa bruta de natalidad mayor a 50/1000, una
tasa total de fecundidad mayor a ocho hijos por mujer en edad fértil, y una esperanza de vida al
nacer inferior a los 50 años de edad; estas son comunidades que presentan una pirámide
poblacional con base ancha. Al darse la transición demográfica, los anteriores indicadores se
atenúan y es posible ver cómo se avanza hacia la mejor esperanza de vida al nacer conocida (85
años) y hacia una tasa de mortalidad infantil cercana al 5/1000, mostrando entonces una pirámide
poblacional con una base angosta y una cúspide ancha. Desde la perspectiva de la respuesta
organizada de la sociedad a los problemas de salud, la transición de la atención en salud se presenta
como un cambio en el enfoque de la asistencia sanitaria: del énfasis en la enfermedad se plantea
ahora una atención centrada en un concepto positivo de salud, en una salud que se promueve y se
construye a lo largo de toda la vida. En estas sociedades es posible ver la aparición de servicios
dedicados al cuidado de los enfermos con padecimientos graves, avanzados e incurables (lo que
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caracteriza a los enfermos terminales), no con el ánimo de controlar la enfermedad, sino de mejorar
la calidad de vida de estas personas hasta que la muerte, evento natural y esperable, ocurra de la
manera más apacible y libre de sufrimiento posible.

La muerte puede ser tipificada de varias maneras, según cuándo ocurre (tempranamente o a
tiempo), cómo ocurre (súbita o anunciada) y por qué ocurre (enfermedad, accidente, homicidio,
suicidio), y cada una afectará de manera distinta el entorno del fallecido. Fue en el siglo XX cuando
la medicina y sus disciplinas aliadas encontraron la posibilidad técnica de prolongar la vida más allá
de sus límites naturales, pero en este camino también generaron consecuencias que hoy pueden
ser analizadas como males o perjuicios para las personas, razón por la cual se ha empezado a abogar
por una cesación de tales intervenciones médicas o, de una manera más enfática, por terminar la
vida por medio de intervenciones específicamente diseñadas para tal fin. En este contexto, se
encuentran varias dificultades:

1. La fiabilidad del diagnóstico clínico.


2. Identificar los límites entre cuidar y curar.
3. Privilegiar las intervenciones que prolonguen la vida a aquellas que mejoren su calidad (sin
miras a alargarla) o al contrario.
4. Los médicos actuales no están capacitados para la práctica en estos temas.
5. Se necesita la aceptación de todo el entorno que rodea al paciente.

Se habla entonces de una disputa entre atrasar y adelantar la muerte, dentro de la primera se
encuentra la distanasia (“dejar morir”) y, en la segunda, la eutanasia. Los argumentos a favor y en
contra de la eutanasia son:

A favor
 Evita la desdignificación del ser humano que muere lentamente.
 Es un acto de compasión hacia el enfermo.
 Los dogmas religiosos no deben representar una pauta a seguir, sino más bien una opinión
dentro de una sociedad pluralista e igualitaria.
 Se asegura un “buen morir”.
 La eutanasia regulada evita los abusos que pueden ocasionarse por su práctica secreta.
 Es un acto de autodeterminación del ser humano.
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En contra
 Se atenta contra la dignidad humana.
 Es un estímulo al descuido médico.
 Es de baja incidencia su solicitud.
 Conlleva culpabilidad y agravia el proceso de duelo de los allegados.
 La adopción gubernamental de leyes eutanásicas trae más riesgos que beneficios.

Alternativas
El cuidado paliativo. Los avances alcanzados por la medicina en materia de analgesia y control de
síntomas, así como en la organización del cuidado de los pacientes en diferentes escenarios, desde
la casa y la comunidad hasta instituciones totales como los hospicios o los hospitales, permitieron
en muchos lugares el desarrollo de programas de atención integral a las necesidades de estos
enfermos, población cada vez más creciente. Se ofrecen cuidados en lo físico, emocional, espiritual
y sociofamiliar.

El suicidio asistido, a su vez, es una opción que se ha defendido como lo lícito cuando no es posible
la eutanasia. Esta opción equilibra el balance de poder en la relación médico paciente, el cual
favorece al médico en contra del paciente en el caso de la eutanasia, a la vez que evita el abandono
por parte de los médicos de pacientes incurables y competentes. Argumentos en contra del suicidio
asistido se basan en que el médico en lo fundamental se apartaría de sus deberes para con el
paciente.

En el otro lado de la muerte asistida con relación al punto de la ortotanasia se encuentra la


distanasia. Esta es una muerte acompañada de sufrimiento innecesario, el cual puede ser producido
por el intervencionismo médico o por el abandono médico al paciente. Se denomina
encarnizamiento terapéutico a la práctica de intervenciones médicas que permiten el sostenimiento
de algunas funciones vitales, pero que conllevan grandes perjuicios a los pacientes, sobre todo en
términos de calidad de vida, y su uso se hace de manera desproporcionada con relación a los
beneficios esperados y con relación al daño adicional que imponen en la calidad de vida.

4.1. Las angustias esenciales de la vida moderna


La filosofía moderna se instaló entre la razón y la metafísica, pensando al hombre como un ser capaz
de captar la realidad de manera objetiva, sin considerar su consciencia histórica y cultural, es decir,
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el espacio tiempo en el que éste vive. El pensamiento existencialista, al contrario, toma conciencia
de que el ser humano está inmerso en el mundo y que primero debe partir de lo es para proyectarse
hacia lo que quiere ser, en otras palabras, hacer filosofía es buscar el fundamento a la existencia,
cuestionarse sobre el sentido de la vida.

Actualmente se reconoce en el pensamiento existencialista tres escuelas: la perspectiva cristiana


(Kierkegaard, Marcel), la agnóstica (Heidegger, Camus) y la postura atea (Sartre).

Perspectiva cristiana
Los conceptos de desesperación, angustia y esperanza son muy importantes frente al misterio de la
vida y Kierkegaard los va explicando a lo largo de su obra bibliográfica en donde se puede apreciar
su manera de concebir la vida destacando tres actitudes que el ser humano puede adoptar: estética,
ética y religiosa.

 Estética. Para Kierkegaard, el esteta es el que se preocupa de los asuntos triviales, de vivir
el día a día de manera sensual, pero al final del día se siente vacío pues los placeres que se
presentan en la cotidianidad son pasajeros, son emociones que se agotan al instante. Es un
hombre estético, porque no puede morir, ni descansar. Su vida es de total insatisfacción,
está asqueado del mundo y condenado a nunca alcanzar el gozo y la paz. Esta situación de
existencia estética conduce a la desesperación a la que Kierkegaard llama enfermedad
mortal. La desesperación, es lo contrario a la esperanza, es el escenario que enfrenta quien
ha perdido la esperanza, quien lo ha perdido todo y no le queda nada que esperar. El
desesperado tiene dos opciones, la primera es sobrevivir en el mundo, diluirse en las
actividades diarias que le hacen olvidar momentáneamente su realidad; la segunda es optar
por algo distinto, por cambiar la realidad sin huir de ella. En este contexto, la desesperación
puede empujar al ser humano hacia el estadio ético.
 Ética. El hombre ético es el que conoce y vive la diferencia entre el bien y el mal de manera
absoluta. Organiza su vida y la ordena minuciosamente para cumplir con el deber. Respeta
la moral establecida. Renuncia a ser un individuo en particular propenso a la equivocación.
El hombre ético se hace con sus opciones libres, se construye, llega a ser algo nuevo, por
eso tiene un proyecto, respeta la palabra empeñada, toma decisiones. Es el tipo que opta y
luego reafirma sus opciones en la repetición volviéndolas hábito. La angustia vive con él,
está presente en sus actos porque se siente frágil, finito, tentado. Es el hombre que repite
una y mil veces cuando ora la parte final del Padre Nuestro “no nos dejes caer en la tentación
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y líbranos del mal”. El concepto de la angustia plantea que “el hombre es ese ser que se
angustia y, cuanto más profundamente se angustia, tanto más grandioso es el hombre”.
Esta angustia conmina al ser humano a buscar una salida, una posibilidad, una esperanza
que necesariamente está más allá de sus limitaciones y lo proyecta hacia lo infinito, lo
inmutable, lo trascendente que es lo que Soren llama el salto desesperado de la fe, el salto
a la existencia religiosa.
 El hombre religioso es el que, por la fe, cambia la desesperación por esperanza y la angustia
por confianza en la providencia de Dios. Vive en la presencia de Dios. Ama a Dios como
primera determinación y por eso no quiere ofenderlo. Sabe que su deber absoluto no es
cumplir con la ley sino someterse a la voluntad de Dios. Si Dios le pide algo excepcional,
incluso algo que contraríe la ley, algo que plantee una excepción a la norma general, él
responde, aunque no llegue a entender por qué Dios le pide semejante cosa.

Perspectiva agnóstica
Heidegger plantea que la vida inauténtica es la negación de que el hombre es ese ser que va a morir.
Lo constitutivo el Dasein es estar en el mundo como caído, como arrojado, y en la cotidianidad de
estar en el mundo se pierde, se escurre, dejando de lado la posibilidad de constituirse a sí mismo,
de ser, porque ha caído en el mundo. Esta caída en el mundo implica una resolución: debe buscar la
posibilidad de ser sí mismo. Y eso lo angustia porque no logra ser el que debe ser, por eso toma la
resolución de cargar con su ser. Heidegger considera que el ser humano es un yecto, es decir que
está arrojado en el mundo y que su existencia hace posible su ser (Dasein) en la medida que
permanezca abierto (libertad) lo que hace posible el proyecto. Dice Ellacuría citando a Heidegger “El
hombre es lo que es por el ser, hasta tal punto que somos y existimos de tal manera que lo que se
da principalmente, aún en nosotros, no es el hombre, sino el ser”.

Perspectiva atea
El ser humano es un proyecto que tiene que construirse permanentemente, es el ser para sí que no
está acabado, que, en cada momento de su existencia, y en eso consiste su existencia, tiene que
hacerse porque es responsable de su existencia y además porque es consciente de que existe. En
este sentido Sartre plantea que la existencia precede a la esencia y el tomar a cargo la propia
existencia para nada es un planteamiento pesimista, al contrario, es una teoría optimista porque no
considera la existencia un determinismo sino que el ser humano puede buscar el sentido de su vida
en el hacer de su existencia una respuesta al sin sentido, ante lo cual Ellacuría dice que: “Proyecto
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es tan sólo el hombre, porque lo que va a ser de él dependerá de su libertad, de lo que él quiera
hacer de sí mismo”.

El existencialismo ateo de Sartre considera la no existencia de Dios, y eso provoca que el ser humano
tome conciencia de que está solo, y por ello el hombre está condenado a ser libre; “condenado,
porque no se ha creado a sí mismo, y, sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al
mundo es responsable de todo lo que hace”. Es el hombre el que debe asumir su existencia
libremente y su estar en el mundo le obliga a crear, a construirlo, por lo tanto, a inventar los valores,
por cuanto los valores metafísicos radicados en la divinidad ya no están:
Y, además, decir que nosotros inventamos los valores no significa más que esto: la vida, a priori, no
tiene sentido. Antes de que ustedes vivan, la vida no es nada; les corresponde a ustedes darle un
sentido, y el valor no es otra cosa que este sentido que ustedes eligen.

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