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CAPÍTULO I

LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA COMO RENOVACIÓN EN EL ESPÍRITU

“Oh Señor envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra”

Sin los datos proporcionados por la Divina Revelación, nada podríamos


decir acerca de las personas de la Santísima Trinidad. En este capítulo se verá
pues, qué dice la Sagrada Escritura en cuanto al Espíritu Santo como renovador.
En el Texto Veterotestamentario no aparece con claridad y distinción la persona
Divina del Espíritu Santo, como tampoco las del Padre y el Hijo. Sin embargo hay
muchos indicios y vestigios que, leídos e interpretados a la luz del Nuevo
Testamento, dan a entender claramente la acción vivificante del Espíritu
Renovador. Dicha presencia se siente desde el relato de la creación, pasando por
su intervención a lo largo de toda la Historia de la Salvación y el poseedor sin
límites del “Soplo de Dios” que es el Mesías, hasta llegar a Pentecostés, su
manifestación cumbre que marca el inicio de la Santa Iglesia1.

1.1 EL ESPÍRITU “RENOVADOR” EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Para comprender y asimilar bien lo que enseña el Nuevo Testamento, y


posteriormente la doctrina de los Santos Padres sobre el Espíritu Santo, es
importante saber cómo es presentado este Divino Espíritu en el Antiguo Texto.
Aproximadamente cien veces se habla del Espíritu de Dios denominándosele
Ruah Elohim; en tres ocasiones se le menciona como “Espíritu Santo”: la primera
vez se encuentra en el Salmo 51,13, la segunda en Isaías 63,10, y la tercera en el
mismo capítulo de Isaías en el versículo 11. Por lo general es llamado Espíritu de
Yahvéh2.

La expresión “Espíritu” traduce el hebreo “Ruah” (femenino), que significa


aire en movimiento, aliento, viento, siendo el sentido más antiguo el de hálito.
El término “renovador” es una desinencia del verbo “renovar”, que tiene su origen
en el vocablo latino “renovatio”; este se asocia con el efecto de “hacer nueva” una
cosa, volverla a su primer principio, restaurarla, restablecer algo que se había
interrumpido. El Espíritu Santo tiene muchas funciones, y diversas son sus
manifestaciones (1 Co 11,7-11), una de las cuales es santificar, vivificar, dejar la

1
Cfr. Antonio ROYO MARÍN, El Gran Desconocido. El Espíritu Santo y sus Dones, BAC 29,
Fareso, Madrid 20105, 21.
2
Cfr. Hugo ESTRADA, El Espíritu Santo en la Biblia y en Nuestra Vida, Colección Logos 41,
Carrera, Bogotá 1987, 7.

1
vida como nueva. Él quiere despertar sentimientos de adoración, calmar la sed de
Dios, llenar al hombre de Amor por él, inundarle el corazón de la Alegría que da la
Resurrección de Jesús3.

Al Espíritu se le reconoce sobre todo como Aquel que devuelve lo que el


hombre ha perdido por su antipatía, rebeldía y pecado. Su acción es necesaria
para que el hombre viva como antes, se aleje de la maldad, progrese en santidad
y viva en El una vida nueva llena de alegría, amor y paz. Por lo cual, uno de los
nombres más apropiado para denominarlo es el de “renovador”, Aquel que hace
nuevas todas las cosas, (Ap 21,5). Él es el Renovador por excelencia de toda la
vida cristiana, aliento de vida que rejuvenece y fortifica. Es su fuerza la que
impulsa al hombre a clamar “abbá Padre” (Rm 8,15-16), y por esta misma acción,
cambia y transforma toda la vida humana.

La acción que desempeña el Espíritu Santo en la Sagrada ley y los


profetas, es la de complementar la obra iniciada por el Padre Eterno, desde el
inicio de la creación. San Basilio subraya que la obra específica del Espíritu en la
creación es la de perfeccionar y confirmar la obra de Dios (El Espíritu Santo, XVI,
38) Es por eso que a lo largo del Antiguo Testamento no se muestra de forma
palpable y abierta la obra propia del Espíritu Santo, pues su fuerza renovadora
siempre ha estado unida a la del Padre, perfeccionando y renovando su obra4.

La teología enseña que “Todo el Antiguo Testamento y el Nuevo


Testamento se encuentran íntimamente ligados; además el Texto Antiguo alcanza
su significación plena en el Nuevo”5 Así que, interpretando todo el Antiguo
Testamento a la luz del Nuevo Testamento, se descubre claramente la presencia
de un Espíritu que lo invade todo, lo penetra todo, quien es capaz de alentar,
vivificar, renovar y efectivamente llevar a plenitud la obra iniciada por Dios Padre,
en favor de Israel su pueblo elegido6.

1.1.1 LA FUERZA DEL ESPÍRITU RENOVADOR EN EL RELATO DE LA


CREACIÓN

3
Cfr HAAG V., D. BORN, S. DE AUSEJO, Diccionario de la Biblia, Volumen Nº 27-28, Herder,
Barcelona, 1987, 611.
4
Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), De tu Espíritu Señor está Llena la Tierra, Palatino
y Helvética en el centro de publicaciones del CELAM 1997, colección nº 146, 35.
5
Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Dei Verbum sobre la Divina Revelación, Nº 16, San
Pablo, Bogotá 1997, 89.
6
Cfr. Juan PABLO II, Carta Encíclica Dominum et vivificantem sobre el Espíritu Santo, Nº 1,
Tipografía Políglota Vaticana, Roma 1986, 3.

2
La fe de la Iglesia sobre el “Espíritu Creador” se expresa en los diferentes
símbolos y textos litúrgicos. El credo de Nicea confiesa: “creo en el Espíritu santo
que es Señor y Dador de vida”; la plegaria Eucarística III reza, “Por Jesucristo, tu
Hijo, Señor Nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo das vida y santificas todo”. En
otro texto de la liturgia se lee: “Veni Sancte Spiritus reple tuorum corda fidelium et
tui amoris in eis innem acende, emitte Spiritum tuum, et creabuntur, et renovabis
faciem terris”. “Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu y serán creadas todas las cosas y se
renovará las faz de la tierra”. Así mismo, el himno más antiguo en honor al Espíritu
Divino comienza “Veni creator Spiritus” y termina “Quae tu creasti péctora”. En
consecuencia la Iglesia proclama a viva voz que el Espíritu Santo también es
Creador y que actúa desde el inicio de los tiempos7.

La creación es obra común de la Santísima Trinidad; la fe de la Iglesia


afirma que esta acción no sólo es desarrollada por el Padre y su Hijo, sino
también por la fuerza creadora del Espíritu Santo,8 como se ve por los títulos que
le han dado a lo largo de los tiempos. Ahora, así como el Espíritu es dador de
vida, igualmente se convierte en renovador de la misma que proporciona. Es a
través de ésta Divina Persona que el Padre infunde el aliento, es decir, Dios a
través de su Espíritu renueva y conserva todas las cosas creadas9.

El “Espíritu Renovador” de Dios y su palabra está en el origen del ser y de


la existencia de toda creatura10. La palabra Espíritu tiene en el primer Testamento
cuatro sentidos, de los cuales dos se encuentran en este relato precioso de la
creación: Significa “Viento”, por el que Dios da a conocer su presencia divina en el
alba de la creación y muestra su capacidad renovadora de todo el orbe (Gn 1,1-2).
Se identifica después en la persona de Adán como “Soplo”, “hálito”, “aliento de
vida”, “fuerza vital” (Gn 2,7): y si Dios lo llegase a retirar vendría la muerte (Job
12,10) porque el aliento es señal de vida11. Por esto se le considera fuente de la
vida (Gn 45,27), tal como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral
705:

“El Espíritu es aquella fuerza vital que Dios ha inspirado en el hombre desde el
principio, y que después el mismo hombre, desfigurado por el pecado y por la
muerte, pierde, y se hace necesitado continuamente de ese espíritu renovador que
da Vida, que restaura esa “semejanza con Dios” con la que fue creado y le
devuelve la gracia y la “Gloria de Dios”(Rm 3,23) de la que fue privado”.
7
Cfr. Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), De tu Espíritu Señor está Llena la Tierra…,33.
8
Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, Conferencia Episcopal Colombiana, Editorial Vaticana,
Roma, 1993, Nº 291, 72.
9
Cfr. Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), De tu Espíritu Señor está llena la tierra…, 34.
10
Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica Nº 703.
11
Cfr. HAAG V., D. BORN, S. DE AUSEJO, Diccionario de la Biblia, 606.

3
Esta Fuerza renovadora de Dios le ha sido dada al Hombre desde el primer
momento de su existencia terrenal. Dios, viendo que después de haberlo creado le
faltaba aliento de vida, sopló sobre él su Espíritu dándosela, y el hombre, por su
parte, cuando decide volver a Él, reconoce su debilidad y la necesidad de la
Fuerza renovadora y portadora de vitalidad, sin la cual no puede hacer nada. San
Ambrosio de Milán lo afirmaba ya: “la Escritura no nos ha enseñado solamente a
tener una conciencia del Espíritu Santo como creador, sino también de saber que
sin el Espíritu no puede durar creatura alguna.” Por tanto, El Espíritu Santo se
revela en el Antiguo Testamento como Soplo de Dios (Gn 1,2) y
fundamentalmente como principio de vida (Cfr. Gn 2,7), que está presente y
actuante en el origen del mundo. Así que permanecer en el Espíritu Santo es
permanecer en la vida12.

1.1.2 LA FUERZA DEL ESPÍRITU RENOVADOR EN EL MINISTERIO DE LOS


PROFETAS

En el principio el Espíritu Santo se manifestó como aliento de vida. Ahora se


presenta como el medio a través del cual Dios guía y conduce a su pueblo, por
medio del ministerio profético y de escritores que Él mismo ha elegido para
transmitir su anuncio. El Espíritu del Señor renovará la faz de la comunidad
mesiánica: los grandes profetas prometen una efusión general del Espíritu de
Dios, la fuerza Divina que transforma la naturaleza humana y la hace santa ante
Dios13.

El Espíritu se revela por medio de varios profetas, verdaderos hombres que


se dejaron invadir por su fuerza renovadora y anunciaron sin descanso el mensaje
de parte de Dios. Sin la voz de estos hombres de fe, la Palabra hubiese quedado
vacía, ya que Dios ha querido manifestarse, revelarse y dar a conocer su amor a
su pueblo; por lo cual llama a su servicio a algunos de ese mismo pueblo para que
se dejen iluminar, renovar e invadir por el Espíritu que los guiará, y que les
infundirá lo que tienen que anunciar. Así que toda la historia de la Biblia es una
historia de los hombres llenos del Espíritu14.

Son muchos los hombres en el Antiguo Testamento que se dejaron invadir


por El Espíritu Renovador. El libro sagrado de los Números, dice que Dios le
concede su espíritu a unos setenta hombres, dirigentes del pueblo de Israel, quien
los invade e impulsa a predicar (11,25). Dios siempre ha estado dispuesto a dar su
Espíritu cuando lo claman, Él viene al encuentro, cambia y fortalece al hombre
12
Cfr. Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), De tu espíritu Señor está llena la tierra…, 34.
13
Plan Nacional de Formación de la Renovación Católica Carismática, Zuluaga, Bogotá 1999, 78.
14
Hugo ESTRADA, El Espíritu Santo en la Biblia y en Nuestra Vida…, 8.

4
para que pueda vencer. La Virtud del Altísimo interviene poderosamente en la
historia del pueblo de la alianza. En el libro de los Jueces Dios, por la súplica de
su pueblo, hace venir su Espíritu Santo sobre un hombre llamado Otoniel para que
los saque del apuro y los salve de sus enemigos (3,9-10), o sea que el Espíritu de
Dios “empuja”, “arrebata”, “conduce” (1 Re 18,12) se “apodera” de la persona
humana y la llena de una fuerza que sólo la da Él (Jue 14,6)15.

Con esto se puede constatar, que Dios despierta en los hombres que
escoge un poder muy grande para obrar y hacer cosas, a veces imposibles a los
seres humanos, los llena de gozo y de un entusiasmo asombroso por la profecía.
Por ejemplo, al profeta Elías la Biblia lo describe como un hombre lleno del
Espíritu Santo, al cual su discípulo Eliseo, al verlo morir, le pide una doble porción
del Espíritu que él poseía (2 Re 2,15)16.

En el Antiguo Testamento, el profeta es el mensajero por excelencia de


Dios. Entre los profetas hay conceptos muy bellos acerca del Espíritu Santo. El
profeta Joel escribió una gran profecía acerca de lo que será Pentecostés:
“Derramaré mi Espíritu sobre todos, profetizarán sus hijos e hijas… ” y más
adelante agrega, “también sobre criados y criadas derramaré mi Espíritu aquel
día.” (3,1-5). Es decir, aquel Espíritu que antes descendía sobre jefes y líderes
carismáticos, ahora será derramado sobre todo aquel que lo invoque, sin
excepción de raza, sexo o status social; por consiguiente, todos pueden tener una
experiencia del Espíritu, que incluso vendrá sobre los esclavos y esclavas,
quienes para el pueblo de Israel no tenían importancia, eran, despreciables y
marginados. Esto fue desconcertante para aquel pueblo, a nadie, incluso a líderes
religiosos, se les había ocurrido. Esto lo confirmará tiempo después el pueblo de
Dios con el gran suceso de Pentecostés que narra San Lucas17.

El profeta Ezequiel Es quizá el profeta que tiene más alusiones al Espíritu


Santo, gracias a sus experiencias carismáticas. Narrando su vocación dice:
“Penetró en mí el Espíritu y me levantó, y oí al que me hablaba…”(2,2) ; después
el Espíritu entra en él y le hace permanecer mudo dejándole hablar sólo cuando él
se lo impulse (Ez 3, 24). En una maravillosa experiencia con el Espíritu, es
arrebatado y conducido a un valle lleno de huesos secos, donde se le ordena
profetizar sobre ellos. Utiliza la palabra “Espíritu” siete veces en catorce
versículos, lo indica, que en cita el eje central es el Espíritu Santo. En esta visión
el Profeta recibe un oráculo de parte de Dios para que profetice la renovación y
resurrección del pueblo de Israel. La bella expresión que utiliza constantemente es
esta: “Infundiré mi Espíritu en ustedes para que revivan”. Es una expresión
15
Cfr. Plan Nacional de formación de la Renovación Carismática Católica de Colombia…, 79.
16
Cfr. Hugo ESTRADA, El Espíritu Santo en la Biblia y en nuestra vida…,11-12.
17
Cfr. Ibid…, 12.

5
absolutamente hermosa y diciente para lo que de verdad hace el Espíritu del
Señor. (37, 1-14). Según algunos comentaristas puede que otra referencia al
Espíritu del Señor sea la del agua que sale del costado abierto del templo y se
introduce al Mar Muerto que lo purifica, ya que el agua en la Sagrada Escritura
constantemente es utilizada como símbolo del Espíritu Santo18.

El profeta Isaías es quien habla por primera vez sobre lo que la Iglesia
después retomará como los siete dones del Espíritu Santo, que serán poseídos
por el Mesías prometido. El número “siete” en la Biblia significa perfección,
abundancia, por eso, al referirse a los siete dones del Espíritu Divino se hace
referencia a la abundancia que derrama el Espíritu Santo. Es este profeta quien
profetiza a Jesús como Mesías y poseedor sin límites del Espíritu Santo; en Is
42,1 lo presenta: “mirad a mi elegido, a quien prefiero, sobre Él he puesto mi
Espíritu…” Después, en el capítulo sesenta y uno escribe lo que algunos biblistas
llaman la misión del profeta, texto que Jesús, cuando se presentó por primera vez
en la sinagoga de Nazaret proclamó: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque
él me ha ungido, me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para
vendar los corazones desarraigados… para anunciar el año de gracia en el
Señor…”. Cuando Jesús lo acaba de leer, expresa: “Hoy en presencia de ustedes
se ha cumplido este pasaje de la Escritura” (Lc 4,18). Este Espíritu Jesús lo
prometerá en la última cena y efectivamente lo enviará haciéndonos sus testigos
en Jerusalén y en todo el mundo19.

Todo el Antiguo Testamento habla del Espíritu Santo como Fuerza


poderosa de Dios que cae sobre los individuos y los equipa para cumplir un
determinado encargo para la comunidad. Así que todo el Antiguo Testamento
predispone para la promesa del Espíritu Santo y a la espera del Mesías poseedor
pleno del Espíritu del Señor. Toda la Ley y los profetas preparan el camino para
cuando llegue el momento que la Escritura llama “la consumación de los tiempos”;
entonces, el Espíritu Renovador será dado a todos, sin excepción alguna.

18
Cfr. Ibid…, 14.
19
Cfr. Ibid…,13.

6
1.2 EL ESPÍRITU “RENOVADOR” EN EL NUEVO TESTAMENTO

“Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros
cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros” (Rm 8,11).

Las pocas ideas que el Antiguo Texto lanza acerca de la Divina Persona del
Espíritu de Dios, se enlazan perfectamente con las del Nuevo Testamento. La
mayor parte de las expresiones con que el Testamento Antiguo alude a las
manifestaciones del Espíritu de Yahvéh, se hallan en el Nuevo Testamento. La
persona del Espíritu Santo que se vislumbra entonces en el Antiguo Testamento,
es el mismo que ahora es enviado por el Eterno Padre (Jn 15,26); el Espíritu que
estuvo presente y actuante en el momento de la creación del mundo, e impulsó la
predicación de los profetas, va tomar ahora verdaderamente parte en la Historia
de la Salvación, derramándose sobre Jesús y confirmando su obra para siempre20.

Los textos proféticos que se refieren al envío del Espíritu Santo, están en
lenguaje de promesa, y según estas en los “últimos tiempos” el Espíritu del Señor
será derramado sobre todos y renovará el corazón humano. Con San Juan
Bautista, se llega a la consumación del ciclo profético inaugurado por Elías y se
inicia una nueva etapa en la Historia de los hijos de Dios. Con este gran personaje
el Espíritu Santo sella el tiempo de preparación para la venida de Cristo, y abre las
puertas al anuncio gozoso del Evangelio. San Juan es quien anuncia la llegada del
Reino entre los hombres; es este hombre un auténtico y verdadero profeta
ungido21.

Si todos los profetas, fueron tomados por el Espíritu, para llevar a cabo la
misión encomendada por Dios, convenía que, aquel que iba a anunciar al Mesías,
fuera consagrado por el Espíritu de Yahvéh de forma excelente. El ángel Gabriel le
anuncia a Zacarías su padre: “él estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno
de su madre” (Lc 1,15). Juan es el “Elías que ha de venir al mundo” (Cfr. Mt 17,10-
13), el “enviado por Dios para dar testimonio de la luz (Jn 1,6). Juan fue de verdad
un personaje de gran relevancia en la preparación de la era mesiánica; el mismo
Jesús lo afirma: “Les aseguro que entre los nacidos de mujer ninguno es mayor
que Juan” (Lc 7 28)22.

Como se ha dicho, toda la Sagrada Escritura es una historia de hombres


llenos del Espíritu Santo. En el Nuevo Testamento se encuentra un mayor número
de personas, hombres y mujeres, que se dejaron transformar e invadir por el Soplo
Renovador de Dios, quien cambia la vida humana y la llena de los frutos propios
20
Cfr. HAAG V., D. BORN, S. DE AUSEJO, Diccionario de la Biblia…, 615.
21
Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 715.
22
Cfr. Salvador CARRILLO ALDAY, El Espíritu Santo, En el misterio de Jesús, Colección nº 1,
Editorial Carrera, Bogotá, Noviembre 19832, 32.

7
que él da a quienes se le abren. Personajes como san Juan el bautista (ya
mencionado), la Santísima Virgen María, Zacarías, Simeón, San Pablo, los
Apóstoles, son muestra de personas que se dejaron tocar por la fuerza renovadora
del Espíritu de Dios, quien los cambió de tal manera que ya no seguían siendo los
mismos. En efecto cuando el Espíritu viene a la vida del hombre no lo deja igual,
su vida es otra, el temor y la tristeza ya no habitan en su interior. Una expresión
usada varias veces en la Sagrada Escritura es “no temas”, es decir, el Espíritu
echa afuera el temor, la duda y la desesperanza23.

Antes de nacer Jesús, esta expresión es utilizada dos veces por San Lucas,
el evangelista del Espíritu Santo: El Ángel Gabriel, cuando se le apareció a
Zacarías le dijo, “no temas, porque tu petición ha sido escuchada,” (Lc 1,13) y
cuando se le presenta a María le dice, “no temas María, porque haz hallado gracia
ante Dios” (Lc 1,30). El Espíritu Santo para llenar el corazón humano de su paz,
sus dones y frutos, tiene que liberar al ser de todo aquello que lo oprime como la
angustia, la tristeza, el temor y aquello que lo separa de la gracia; esto sólo se
logra si ese corazón se encuentra bien dispuesto para esto, como se ve en María,
quien no colocó “peros” para dejarse llenar y renovar por la acción del Espíritu.
Otro personaje que el texto la describe como llena del Espíritu Santo, es Isabel.
Una mujer anciana, que a pesar de su avanzada edad, reconoce perfectamente a
lo lejos la voz de María, y dejándose penetrar por el Espíritu la declara “Madre del
Señor” (Lc 1, 39)24.

1.2.1 EL MESÍAS UNGIDO Y RENOVADO POR EL ESPÍRITU SANTO

Jesús es la acción cumbre de Dios por el Espíritu; por eso sólo se le conoce
y se le sigue por este Soplo Divino 25, pues la función principal de este Espíritu es
dárnoslo a conocer. Por la venida del Espíritu Santo el día de su Bautismo, Jesús
queda solemnemente consagrado y reconocido por todos como el ungido y
elegido de Dios (Mc 1,10); el Espíritu del Padre descendiendo sobre Jesús lo
renueva y lo hace “Cristo” o sea el Ungido, cumpliéndose lo que el profeta Isaías
había dicho: “El Espíritu del Señor está sobre mi y me ha ungido” (61,1). El Soplo
Renovador del Altísimo descansa sobre Él, y con este gran acontecimiento, Cristo
inicia su ministerio mesiánico lleno del Espíritu Santo. Jesús es Ungido por el
Espíritu, ya desde el momento de su concepción, pero con el Bautismo esta
unción se revela en su realidad más verdadera. Este es un momento trascendental

23
Cfr. Ibid…,19.
24
Cfr. Ibid…,20.
25
Cfr. Plan Nacional de Formación de la Renovación Carismática de Colombia…, 22.

8
en la vida de Jesús, pues el Espíritu Paráclito entra en Él, lo unge, lo renueva,
toma posesión de Él y lo irá guiando en el transcurso de su ministerio26.

Jesús queda entonces lleno del Espíritu de la promesa, transformado por


Él, renovado por su fuerza apacible; dejándose conducir por Él en todo. El primer
acto del Espíritu en Jesús es conducirlo al desierto para vencer al demonio (Mt
4,1-11); luego, en toda su vida pública, se manifestará como fuerza de liberación
de las potencias del mal, en los milagros muestra su amor y en los demás
prodigios que hizo muestra su compasión para con todos. Con esto se constata
que entre Cristo y el Espíritu hay una estrecha relación, el Espíritu es Espíritu de
Cristo. Esto lo demuestra el evangelista San Lucas cuando narra la oración que
Jesús dirige al Padre, introduciendo este gran himno de Júbilo con estas palabras
que dejan entrever perfectamente que Jesús está relacionado con el Padre en el
Espíritu: “En aquella ocasión, Jesús, con el júbilo del Espíritu Santo, exclamó…”
(Lc 10, 21)27.

La fuerza del Espíritu también está presente en su Gloriosa Resurrección.


Obviamente es el Padre quien lo resucita (Rm 8,11), pero lo resucita por el
Espíritu: “Murió en la carne, pero resucitó por el Espíritu” (1Pe 3,18). Todo sucedió
así, porque Jesús quería mostrarnos que nosotros también resucitaremos con El
por la fuerza del Espíritu Santo, es decir, con Cristo retornará a la vida todo el
género humano. Por tanto, el mismo Espíritu que hizo concebir al Salvador en
María, lo resucita también por su misma fuerza y poder. Con estas señales el
Espíritu Santo se constituye efectivamente como Señor y dador de vida28.

Otro gran personaje al que Jesús en una noche le da una gran enseñanza,
sobre el Espíritu de Dios es Nicodemo. Gran visita. Experto religioso y alguien muy
bien posicionado en la asamblea de la élite judía. En un momento del diálogo
Jesús le expresa algo que cambiaría para siempre el rumbo de la vida de este
hombre y a su vez, trazaría el itinerario de la vida eclesial, que tiene como base la
acción del Espíritu Santo: “si quieres llegar a contemplar el Reino de Dios, tienes
que nacer de nuevo”. Este hombre, asustado por esta respuesta que no esperaba,
y además un poco incrédulo, le pregunta: ¿Cómo un hombre siendo viejo va a
nacer de nuevo? Y Jesús con gran ternura le da una respuesta magistral, que
posteriormente será una base de la teología sobre el Espíritu Santo: “El que no
nace del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios… y
agrega: El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde

26
Cfr. Salvador CARRILLO ALDAY, El Espíritu Santo…, 37.
27
Cfr. Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), De tu Espíritu Señor está llena la tierra…, 59.
28
Cfr. Ibid…, 62

9
viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu de Dios” (Juan
3,8)29.

Este es uno de los diálogos más profundos de Jesús, en los que él da a


conocer la experiencia que se debe de tener con el Espíritu Renovador, para ser
parte del Reino que Él vino a anunciar. Este es un texto clave para entender la
acción del Espíritu, en la vida del creyente: quien no nazca del Espíritu, no puede
entrar en el Reino de Dios. Jesús lanza un requisito exigente, para entrar en el
Cielo prometido, “hay que nacer de nuevo”. Esta es efectivamente, la obra propia
del Espíritu de Dios, renovar, transformar y llenar de vida al hombre, llenarlo de su
luz y darle el traje para el festín de las Bodas del Cordero. Si el mundo quiere
entrar a vida según Dios, tiene que tener una experiencia renovadora con el
Espíritu, que lo cambie completamente y le haga acoger y vivir en su interior, ese
Kerigma que algún día le fue anunciado.

Jesús siempre se refería al Espíritu con convencimiento de su poder, pues


sentía su acción. Jesús lo llama de muchas formas. Lo llama con toda propiedad
el Paráclito (cf Jn 14,16), el Espíritu de la verdad, que conduce a la verdad Plena
(cf Jn 16,13); en otras traducciones Consolador, lo denomina el Defensor (Jn 15,
26), y le coloca su misión aparte de conducir a la verdad plena, “Él les dirá las
cosas que han de suceder” (Jn 16,13). Jesús promete, enviar el Espíritu Santo a
todos los creyentes (Jn 7, 37). Respecto a esto el evangelista agrega que todavía
no había sido enviado, por que Cristo no había sido glorificado (v.39). Ésta es una
verdadera promesa para todos los hombres. Lo que toca hacer es pedirlo; así lo
expresa el evangelista San Lucas: “Si vosotros siendo malos como sois, sabéis
dar cosas buenas a vuestros hijos, con cuánta mayor razón vuestro Padre del
cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan” (Lc 11, 9-14)30.

Además, el Don ya se dio; el día en que Jesús en el madero “transmitió el


Espíritu” (Jn 19, 30), expresión que no significa sólo la muerte biológica, sino que,
en una interpretación más teológica, significa que Jesús entrega su Espíritu como
Don a los creyentes. En San Juan el Último Soplo vital, no significa sólo la muerte
de una persona, sino el soplo del Espíritu que da la vida a la creación. En ese
momento fue dado a la Iglesia, representada en ese trágico episodio por María y
San Juan, el discípulo a quien Jesús amaba. Jesús, en el acto de su muerte
redentora, da el Espíritu que recibió del Padre a todos los creyentes, y de forma
particular se lo concede a los Apóstoles después de resucitar diciéndoles “recibid

29
Cfr. Salvador CARRILLO ALDAY, El Espíritu Santo…, 58.
30
Cfr. Hugo ESTRADA, El Espíritu Santo en la Biblia y en nuestra vida…, 28.

10
el Espíritu Santo” (Jn 20, 21), Espíritu que los hará nuevos y capaces de llevar
acabo la misión por Jesús confiada31.

Algo que no se puede perder de vista, por tanto, es que el Espíritu ha sido
ya dado a todos sin distinción alguna, cumpliéndose lo que dijo el profeta Joel
(3,1-5), para que el mundo sea regenerado y tome parte de los dones que el
Espíritu derrama sobre aquellos que en Él confían. Cristo invita a tener un
encuentro con él por medio de su Espíritu renovador, para poder entrar en su
Reino y así contemplar la vida que Él nos tiene prometida32.

1.2.2 EL ESPÍRITU RENOVADOR EN EL MINISTERIO DEL APÓSTOL SAN


PABLO

En San Pablo, se encuentra, al menos en todo el corpus tradicional de las


cartas que se le atribuyen, unas 146 menciones de la palabra Pneuma (Πνέυμα)
que traduce del griego lo mismo que del hebreo, “Viento” “Soplo” “Espíritu”. Con
esto se puede constatar que este Apóstol es un enamorado del Don Altísimo de
Dios, ya que lo menciona muchas veces, dedicando largos capítulos a lo que
concierne a su acción. Las menciones más abundantes del pneuma se encuentran
en la primera carta a los Corintios y en la carta a los Romanos: entre 34 y 40
menciones.

El Apóstol Pablo en su carta a los cristianos de Roma les escribe “La ley del
Espíritu que da la vida, por medio de Cristo Jesús me ha librado de la ley del
pecado y de la muerte” con esto declara que la ley del Espíritu Santo es renovar la
vida del hombre y desatarlo de la esclavitud del pecado donde vive. Pablo quiere
expresar también toda la dinámica nueva de la vida cristiana, el «dinamismo del
Espíritu» (Rom 15, 13; cf. 1,4), que afecta no solamente al bautizado individual,
saciado del Espíritu, sino a la Iglesia entera (1 Cor 12, 11 y 13). Esta fuerza de
Dios penetra finalmente en la historia entera, ya que las arras o las primicias del
Espíritu, ya se nos han dado (Rom 8, 23) antes de que todo haya sido
enteramente renovado en el Espíritu (Rom 8, 11).

Así como Jesús utilizó la figura del viento para comparar la acción del
Espíritu explicándole a Nicodemo, San Pablo también utiliza varios símbolos para
hacer comprender la acción del Espíritu. El apóstol utiliza figuras como el Espíritu
es “arras” y “primicias” de lo que nos entregará. El Espíritu Santo es “sello” con el
cual hemos sido marcados. Además también se atreve a afirmar que todo hombre

31
Cfr. Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), De tu espíritu Señor está llena la tierra…, 63.
32
Cfr. Hugo, ESTRADA, El Espíritu Santo en la Biblia y en nuestra vida…, 30.

11
es templo vivo del Espíritu y que mora en ellos: “¿No sabéis que sois templos del
Espíritu Santo y que el Espíritu habita en vosotros”33.

El templo para los judíos era lo más sagrado, y por supuesto para el
cristiano es igual; si el templo de Dios es sagrado, el cristiano al ser templo vivo,
se hace sagrado en la manera que deje al Espíritu renovarlo y morar en él. Si no
hay renovación, al Espíritu de Dios le queda algo difícil morar completamente en el
interior del creyente. Cuando el ser humano peca el Espíritu es arrojado vilmente
de ese templo, a lo que San Pablo se refiere como “no entristezcáis al santo
Espíritu de Dios” (…..),es decir que este Espíritu se queda triste cuando el pecado
ingresa en el hombre. Por lo tanto esa vida ya queda vacía, porque quien debe
vivir allí, ya no vive. Cuando el pecado ingresa a la vida del hombre, el amor
desaparece, viene el conflicto y abundan las tinieblas. Por esto el ser humano
cada vez que peca, necesita del Espíritu Divino, para que lo renueve y lo haga otra
vez su templo digno. El cristiano por tanto, cada día se debe renovar, para acoger
en su cuerpo, la nueva vida de Cristo en el Espíritu34.

El creyente al ser llamado cristiano, obviamente es de Cristo, y si Cristo


posee el Espíritu Santo, el cristiano por tanto también debe tener ese Espíritu de
Dios. San Pablo, habla de una vida nueva en el Espíritu, (Rm 6,4-12) esta nueva
vida en Cristo se recibe el día del bautismo, allí se hace templo de Él. El cristiano
recibe el baño de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo (Tit
3,5)35.

Desgraciadamente a esta Divina persona se le conoce muy poco, y por ello


se le ofende tanto. Aún en la Iglesia, sucede lo que le pasó a San Pablo cuando
llegó a aquella ciudad de Éfeso donde, aunque eran cristianos bautizados, y
creyentes, ni siquiera sabían que existía un Espíritu Santo que los pudiera
renovar. Se conoce al Padre por su obra bella de la creación, se ama a Jesús, su
Hijo, por el gran misterio de la Redención, pero al Espíritu Santo que cumple la
acción de santificar, perfeccionar y renovar la vida, se le conoce muy poco. La fe
de la Iglesia lo trata de mostrar a través de la misma Sagrada Escritura, de la
Liturgia Santa y de la tradición, dándole varios apelativos36.

San Pablo a los cristianos de Roma exhorta muchas veces a la nueva vida
en Cristo por su Espíritu. Hoy a toda la Iglesia la invita a lo mismo, a renovarse y
ha revestirse de la nueva condición humana en el Espíritu que lo vivifica todo y le
inserta su vida, para que ya no viva más para este mundo, sino que anhele las
33
Cfr. Salvador, CARRILLO ALDAY, El Espíritu Santo…, 47.
34
Cfr. Raniero CANTALEMESA, Renovarse en el Espíritu, Editorial San Pablo, México, Junio.1984,
169.
35
HAAG V., D. BORN, S. DE AUSEJO, Diccionario de la Biblia…, 618.
36
Antonio ROYO MARÍN, El gran desconocido…, 4.

12
cosas del Cielo, donde está Cristo sentado a la derecha del Padre. El hombre se
debe abrir a la acción del Espíritu Santo y dejarse renovar por Él, para así no vivir
más según la carne, sino según el Espíritu. A esto nos invita el Apóstol San Pablo,
prisionero de amor por el Espíritu.

1.3 EL ESPÍRITU “RENOVADOR” EN ALGUNOS PADRES DE LA IGLESIA

Hay que decir antes de proceder, que los Padres son los mejores
comentaristas de los textos bíblicos acerca de la Persona y misión del Espíritu
Santo. Por esta razón es mucho, lo que hay sobre el Santo Espíritu pero sólo
interesará aquí lo que quisieron decir en cuanto al Espíritu Renovador.

“No existe santidad sin el Espíritu Santo” San Basilio. Puesto que el
Espíritu Santo se destaca mucho en la predicación de Jesús, y aún más, es
revelado en las primeras comunidades cristianas, es de entender que ocupase un
puesto grande en la predicación tradicional, desde los Padres Apostólicos hasta
los últimos Padres del siglo VII. Por ello, ha merecido la atención de los Santos
Padres, proporcionando una doctrina amplia y abundante sobre la acción de esta
Divina Persona. Los Padres que más hablan sobre el Espíritu Santo son: San
Ireneo de Lyón, Clemente Alejandrino, Tertuliano, Orígenes, san Cipriano, san
Hilario, Dídimo el Ciego, san Atanasio, san Gregorio, san Cirilo de Jerusalén, san
Basilio Magno, san Agustín, san Gregorio de Nisa; de éstos, los que más
sobresalen en cuanto a doctrina pneumatológica son: San Basilio y Dídimo el
Ciego en la Iglesia oriental y San Agustín y san Hilario en Occidente37.

Para los Padres de la Iglesia es necesario permanecer y vivir en la docilidad


del Espíritu, es decir, siendo dócil a las inspiraciones del Santo Espíritu de Dios
será más fácil para el hombre acercarse al Dios creador, puesto que, viviendo en
la acción del Espíritu, se renueva la vida cristiana y se inicia un nuevo camino. San
Clemente afirma que la vida cristiana perfecta “proviene de la efusión plena del
Espíritu Santo” así que, si se quiere vivir cristianamente se debe renunciar al
mundo, a la vida de pecado y revestirse, como dice el Apóstol, de la nueva
condición humana, la vida por Cristo Jesús, en el poder del Espíritu Santo38.

1.3.1 EL ESPÍRITU RENOVADOR EN LA DOCTRINA DE SAN BASILIO


“MAGNO”

37
Cfr. Aurelio FERNANDEZ, Teología Dogmática. Subsidia Theologica, BAC 1, Fareso, Madrid
2012, 489.
38
Cfr. Ibid…,488.

13
San Basilio “el Grande”39 (379) perteneciente a la Iglesia oriental, nos
recuerda que “el contacto con el Espíritu Divino nos santifica, y nos diviniza,
puesto que él es Dios”. Es la gracia del Espíritu la que hace que el ser se
santifique y se regenere; el hombre al tener algún contacto con la Divinidad poco a
poco se va transformando y se va abriendo a la acción renovadora del Espíritu. En
repetidas ocasiones San Basilio, expresa la acción santificadora del Espíritu en el
hombre: “El Espíritu Santo es origen de la santificación, luz inteligible que a toda
potencia racional confiere cierta iluminación para buscar la verdad, Inaccesible por
naturaleza, pero alcanzable por benignidad”. (Espíritu Santo xv, 35).

“Por tanto, el Espíritu Santo es poder de santificación; esta le pertenece a


él, como el esplendor le pertenece a la luz, y el calentar al fuego; es el único que
puede llamarse “santificador”; todo lo demás que no es Dios, es “santificado”. Para
conocer algo del Espíritu es necesario tener una experiencia que se hace
santidad. Los términos usados por San Basilio son: Luz inteligible, claridad, rayo
solar; con estos, define analógicamente al Espíritu Santo y su función en la vida
del hombre. Ser santificados significa participar “en Espíritu” del conocimiento que
el Hijo unigénito tiene del Padre40.

Por el Espíritu Santo se da la recuperación del paraíso, el ascenso al Reino


de los Cielos, la vuelta a la adopción de hijos, la confianza de llamar Padre al
mismo Dios, el hacernos consortes de la gracia de Cristo, el ser llamado hijo de la
luz, el participar de la Gloria del Cielo.(El Espíritu Santo, XV 36 ). Este gran
Maestro del Paráclito, enseña que con el Bautismo el hombre nace de nuevo,
resucita con Cristo, renace por el agua y por el Espíritu a una esperanza
incorruptible. Con el Bautismo se participa de la Muerte y Resurrección de
Jesucristo, se entierra al hombre viejo y se nace para Dios.

Según este gran Santo, del Espíritu sólo participa aquel que está en gracia;
sólo quien se ha purificado del pecado recibe este precioso Don del Padre;
“Solamente si el hombre se purifica de la maldad que había contraído con el
pecado, si retorna a la natural belleza y, como imagen de un rey, vuelve por la
pureza a la primitiva forma, sólo entonces podrá acercarse al Paráclito. Y El, como
el sol, alcanzando al ojo que está limpio, te mostrará en sí mismo la imagen del
Invisible”. El pastor místico aquí quiere dar a entender entonces, que no todos
reciben esta luz. La razón es que “la unión íntima del Espíritu con el alma” no
consiste en una dimensión solo local, sino en el alejamiento de las pasiones, que
39
Se le ha llamado “el grande” puesto que fue el Padre que más desarrolló la doctrina sobre el
Espíritu Santo, se le conoce como “el maestro de fe en el Paráclito”. Fue uno de los que más
influyó para que en el concilio de Constantinopla (381), se declarara la divinidad del Espíritu Santo
procedente no sólo del Padre, sino también del Hijo, es decir, que el Espíritu Santo es igual en
dignidad y en consubstancialidad con el Padre y el Hijo.
40
Raniero CANTALEMESA, Renovarse en el Espíritu…, 168.

14
acechan al alma en cuanto a la carne, apartándola de la intimidad con Dios. Es a
través de la pureza como se acerca al santo Espíritu. Así Él se posesiona como un
sol del ojo que se ha purificado y le muestra al Verbo, que es la Imagen del
invisible41. Otra de las gracias que concede el Espíritu santo al hombre cuando lo
recibe, es el de hacerlo un hombre espiritual, es decir, es el Espíritu Santo el que
hace al hombre “capax Dei” (capaz de recibir a Dios). El hombre es espiritual por
obra de Espíritu y en el Espíritu, es decir, Dios y el hombre forman una unidad por
el Espíritu. San Basilio sostiene que el Espíritu Santo es la fuerza y la potencia
que actúa en los creyentes, conduciéndolos a la plenitud de la madurez humana y
cristiana en la relación con Dios: “Aquel que no vive ya más según la carne , sino
que es conducido por el Espíritu de Dios, es llamado hijo de Dios, y es llamado
espiritual”42.

Y de la misma manera que en el ojo sano se encuentra la capacidad de ver,


así en el alma purificada se encuentra la fuerza operante del Espíritu” (El Espíritu
Santo XXVI, 61), Por tanto san Basilio afirma que cuando el hombre recibe al
Espíritu, se hace espiritual, capaz de entender y comprender la cosas divinas. Al
hacerse espiritual deja de lado la vida anterior, la vida de pecado, y se abre a la
gracia. El Espíritu los hace espirituales a través de la comunión con Él43.

San Basilio, al igual que todos los Padres Griegos y Latinos, no duda en
afirmar que es el Espíritu quien imprime en el hombre la imagen de Dios, puesto
que con ella ha sido creado: “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”
(Gn 1,26). El hombre es imagen de Dios porque está llamado a la comunión con
Él, y el Espíritu es quien lo pone en esa relación. Esa afinidad no sólo se hace con
el Padre, sino con toda la Trinidad, puesto que donde está uno, están los otros
dos, claro está que aunque sean iguales en dignidad y en santidad, su función es
diversa, así como la del Padre es ordenar y crear, la del Hijo Redimir y salvar, la
del Espíritu Santo es la de santificar, comunicar y llenar de vida lo creado.

1.3.2 EL ESPÍRITU RENOVADOR EN LA DOCTRINA DE DÍDIMO EL CIEGO

Nació en Alejandría hacia el 313 y murió el 398 en la misma ciudad. Dídimo


el ciego44 de Alejandría, es un maestro grande en la Historia de la Iglesia, puesto
que él ha escrito el tratado más profundo acerca del Espíritu Santo. Es digno de
recordar, que fue un gran erudito y ermitaño, nunca asistió a clases a la escuela.

41
Cfr. Ibid,…,168.
42
Cfr Ibid,… 169.
43
El Espíritu del Señor, Presentación del Cardenal Roger ETCHEGARAY, BAC, Madrid 19985, 53.
44
Apellidado "el Ciego," porque cuando tenía 4 o 5 años perdió la vista, según nos informa Paladio
uno de sus más eruditos discípulos (Hist. Lausiac. 4)

15
Fue maestro de San Jerónimo, Rufino, y maestro de la escuela catequética de
Alejandría. Este hombre es un vivo testimonio de la gracia del Espíritu Santo, no
sólo por estas cosas, sino por muchas otras más. Pero lo que hay que reconocer
en este hombre, es una indudable obra del Soplo de Dios45.

Son pocos los escritos que actualmente se tienen de Él, puesto que fueron
quemados. Además, de lo que sus discípulos han escrito de sus enseñanzas, los
que hay ahora es porque se han hallado unos pocos escritos en forma de papiros,
en donde hace comentarios a algunos pasajes bíblicos; pero propiamente de él
quedan algunos pocos fragmentos que se conservan hasta hoy. "Es imposible,
que uno obtenga la gracia de Dios, si no tiene al Espíritu Santo, en el que
reconocemos que consisten todos los dones de Dios.” Este gran Padre de la
Iglesia ha sido unos de los que habló ampliamente sobre la dignidad del Espíritu
Santo, también de su misión y de su procedencia Divina46.

“El Espíritu Santo habita solamente en los que habiendo abandonado los
vicios, siguen el coro de las virtudes y, conforme a ellas y por medio de ellas, viven
en la fe de Cristo.... Dios invitando a la santidad por medio de la fe, a saber, para
que lleguen a ser creyentes en el Espíritu Santo, les concedió el Espíritu
Santo". (Sobre el Espíritu Santo XLIX, 222). La santidad es para Él la forma más
exacta de vivir el evangelio, y quien da esa forma es el Espíritu Santo que habita
en todos, según el designio de Dios Padre. El Espíritu es Santo, y por el hecho de
serlo, su misión es santificar. La liturgia da a entender esto: “Por la fuerza del
Espíritu Santo das vida y santificas todo” (plegaria III). Así que el Espíritu santifica
y a la vez da vida, y si es dador de vida puede perfectamente renovarla y a la vez
santificarla. En el inicio de la creación se le dio tal misión: “y sopló sobre Él aliento
de vida” Gn 2,7. Así que la misión más antigua del Espíritu indudablemente es la
de “dar vida”47.

En otro parágrafo escribe “Cuando el Espíritu venga al corazón de los


creyentes serán colmados del lenguaje de la sabiduría y de la ciencia, y así,
hechos espirituales, acogen el magisterio del Espíritu Santo que los conducirá a
la plenitud de la verdad". (Tratado sobre el Espíritu Santo XXVIII.125; XXXIII. 149).
Con esto se puede constatar que este Padre de la Iglesia, comparte la misma
doctrina del ya mencionado San Basilio, al decir, que recibiendo al Espíritu, el
hombre se hace espiritual y capaz de entender las cosas de Dios. Dídimo agrega
que si el hombre acoge el magisterio del Espíritu Santo, llega a la verdad, y si se
45
El original griego del libro De Spiritu Sancto (PG 39,1031-1086 y PL 23,101-154) se ha perdido,
quedándonos solamente la versión latina hecha por S. Jerónimo. Se ha fijado como fecha de su
composición entre el 355-358; en cambio, los tres libros sobre la Trinidad (a. 381-392) han lllegado
hasta nosotros (PG 39,269-992); en el primero trata del Hijo y, en el segundo, del Espíritu Santo.
46
El Espíritu del Señor, Presentación del Cardenal Roger…, 68.
47
Cfr. Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), De tu Espíritu Señor está llena la tierra …,33.

16
abre a la enseñanza del Espíritu Santo, comprenderá “todo”. Esto lo había dicho
Jesús en el santo evangelio: “cuando venga el Espíritu de la verdad os lo
enseñará todo” Jn… Así que con su fuerza renovadora y su enseñanza
purificadora, se llegará a la verdad plena que es Jesús.

1.3.3 EL ESPÍRITU RENOVADOR EN LA DOCTRINA SAN AGUSTÍN

San Agustín de Hipona (430): El doctor de la Gracia, como también se le ha


llamado. Este es al contrario de San Basilio, un padre de la Iglesia Occidental.
Entre ellos, además de San Ambrosio, es quien reflexiona con más originalidad
sobre la persona del Espíritu Santo. En San Basilio la palabra clave con que se
identificaba la obra del Espíritu Santo era “iluminación”, Para el Obispo de Hipona
el Espíritu Santo es sobre todo “amor”. No se trata de dos versiones diferentes,
sino de dos maneras de ver la realidad del Santo Espíritu. El Espíritu Santo es al
mismo tiempo, Espíritu de Verdad y Espíritu de Amor48.

En san Agustín, El Espíritu de Dios se posesiona e invade el corazón de los


creyentes, de acuerdo con la expresión de San Pablo “y la esperanza no quedará
defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por
el don del Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,5). Cabe anotar que este
texto paulino, aparece alrededor de 200 veces en la doctrina del doctor de la
Gracia. Este texto marca así toda la doctrina del santo, sobre la tercera divina
persona de la Trinidad49.

San Agustín reconoce en el Espíritu Santo, aquel Amor (con mayúscula)


que llena de sí mismo todas las páginas del Nuevo Testamento. Vale la pena
esclarecer que el amor del que se habla en este caso es el Amor caridad, que en
la Escritura se llama αγάπη (Agápe), completamente diverso al amor natural que
se denomina έροσ (éros): el primero es amor de donación, el segundo, es amor
de búsqueda. Tres cosas dichas en el Nuevo Testamento sobre el Espíritu Santo,
impactan de manera especial al Doctor de la gracia: el Espíritu Santo es el Don, El
Espíritu Santo es comunión, el Espíritu Santo es alegría50.

Que el Espíritu Santo es Don; lo dice el evangelista San Juan (4,10) cuando
Jesús entabla un diálogo con aquella samaritana y le dice, “Si conocieras el Don
de Dios, y quién es que te pide de beber, le pedirías tú a Él y Él te daría agua
viva”, y sabemos que aquí se refiere al Espíritu Santo, porque más luego nos dice
el mismo evangelista “Si alguno tiene sed que venga y beba…Esto dijo del Espíritu

48
Cfr. Aurelio FERNANDEZ, Teología Dogmática…, 491.
49
Cfr. Ibid… 492.
50
Cfr. Raniero CANTALEMESA, Renovarse en el Espíritu…, 176.

17
que iban a recibir los que habrían de creer en Él” (Jn 7,39). Es bebiendo de esa
agua que nunca más se tiene sed, es decir, bebiendo de la fuente de gracia, que
es el Espíritu Santo, se calma la sed de Dios, y al saciarse el hombre de aquella
gracia, queda lleno del Espíritu Santo y renovado por la misma gracia que ha
tomado51.

El Espíritu Santo se difundió el día de Pentecostés sobre la Iglesia, él es el


gran Don que cae sobre la santa esposa de Cristo. “En virtud de este don que es
el Espíritu Santo, otorgado en común a todos los miembros de Cristo, es
distribuida una multitud de dones propios a cada uno, En efecto, cada uno no
posee todos los dones, sino quienes unos, quienes otros, no obstante, que todos
tengan ese mismo don del que se les distribuyen a cada uno lo suyo; es decir,
todos reciben el mismo Don, el Espíritu Santo” (XV.19 34; p 685).El don total,
formado por la suma de todos los dones, lo posee solamente el cuerpo místico de
Cristo que es la Iglesia52.

Espíritu es (κοινονία) Comunión (2 Co 13,13). El Espíritu Santo es pues la


comunión del Padre y del Hijo entre sí. Y gracias a este motivo Trinitario, es
también “comunión entre nosotros y con Dios”. La comunión personal y eclesial
con Dios dimanan de la única fuente que es el Espíritu, manan de la comunión
trinitaria. Así enseña el Obispo de Hipona “De Él desciende la comunión por la que
nosotros formamos el único cuerpo del único hijo de Dios”. Y la Iglesia, retomando
ésta predicación de San Agustín así enseña en la liturgia: “en la unidad del
Espíritu Santo, todo honor…” (Doxología mayor, al final del canon de la misa),
expresando en forma de oración esta visión que significa; que el Padre y el Hijo
viven en unidad y comunión por el Espíritu Santo53.

El Espíritu Santo es, en tercer lugar, Gozo y Alegría. Esto se apoya en


Sagrada Escritura donde en repetidas veces al Espíritu se le atribuye la alegría:
“Los discípulos por su parte quedaron llenos de alegría en el Espíritu Santo” (Ac
13, 52), “El Reino de Dios consiste en justicia, paz, y gozo en el Espíritu Santo”
(Rm 14,17); “son frutos del Espíritu, amor, alegría, paz…” (Gál 5,22). Con todo
esto, san Agustín pudo constatar que el Espíritu Santo produce lo que de verdad
es, pues no puede producir otra cosa: si es paz, da paz, si es alegría, da alegría; si
es unión del Padre y del Hijo, une a los hijos de Dios dispersos, con su Padre y su
enviado Jesús; si es el amor del Padre y del Hijo, entonces une en el amor a los
hermanos con el Padre y el Hijo54.

51
Cfr. Ibid,… 174.
52
Cfr. Ibid,…177.
53
Cfr. Ibidem.
54
Cfr. Raniero CANTALEMESA, Renovarse en el Espíritu…,180.

18
Estos tres rostros del Espíritu,- Don, Comunión, Gozo- hacen referencia a
una única realidad que los contiene todos: el Amor. El Don es dado por amor, la
comunión es signo y reflejo del amor, el amor es el contenido de la comunión; y en
último término, ¿De dónde proviene el gozo y la alegría, sino del amor y del ser
que amamos?, Así que, indudablemente, para el doctor de la gracia el Espíritu no
puede ser otra cosa que el Amor, y cuyo fruto son los tres rasgos que muestra la
Sagrada Escritura de Él. Por esto afirma en su obra las confesiones: “Mi peso es
el amor; a donde quiera que soy conducido, es Él el que me conduce, pues
gracias al amor nuestro corazón tiende a Dios y está inquieto hasta que repose en
Él, es el Espíritu Santo, Don en el que gozamos el reposo, en el que gozamos de
Ti”55.

San Agustín, por consiguiente, al exponer esta doctrina sobre el Espíritu


Santo como Amor, pone las bases que se van a tener en cuenta en adelante para
la doctrina eclesial. No hay duda que para san Agustín, el Amor proviene de Dios,
si no proviniera de Dios, no se amaría de Verdad, ni tendría razón amarse. Razón
tuvo el evangelista al afirmar: “todo el que ama ha nacido de Dios, porque Dios es
Amor” (1Jn 4,8). Nacer de nuevo lleva al amor, y el amor conduce a Dios.
Abandonarse al Amor de Dios es vivir según el Espíritu56.

La efusión del Espíritu que los Apóstoles recibirán el día de pentecostés,


será la doctrina de la fe de la iglesia en Jesucristo. Y Esa fe en el Paráclito será la
que guiará a la iglesia por el camino de la santidad.

CAPÍTULO II

LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA COMO EXPERIENCIA DE PENTECOSTÉS

55
Cfr. Ibid…179.
56
Cfr. Aurelio FERNANDEZ, Teología Dogmática…,491.

19
“Quedaron todos llenos del Espíritu Santo” Hch 2,4

Para conocer y comprender lo que busca la renovación carismática en la


iglesia y más aún en la vida del creyente, hay que mirar primero de dónde
proviene lo que predica y cuáles son sus raíces, es decir, en qué se fundamenta lo
que ofrece a la Iglesia. Antes que nada es importante que se deje en claro, que las
mayoría de cosas en el mundo parten de un evento fundante, todo tiene un evento
histórico que lo produce, es decir, todo lo que existe dentro del universo inició en
un instante, por algo que lo provocó, y lo provocado inmediatamente da origen a
algo, que servirá para recordar ese suceso histórico que lo ocasionó. Así pues, la
Iglesia se manifiesta en un evento grande en la historia, un momento decisivo para
el mundo: Pentecostés. Un soplo que cambió la vida de unas personas que había
allí, un momento que aún es recordado y vivido por muchos.

Lo que hoy es llamado en la Iglesia como el movimiento del Espíritu Santo,


o renovación carismática, no nace a partir de este momento, pero si centra su
atención y predicación en ese evento del Espíritu, que ocasionó la renovación
personal de los que vivieron esta experiencia y el asombro de los que al verlos
creyeron. Así, pues, de este suceso grande desencadena este movimiento toda su
predicación y su oferta al mundo57.

2.1 EL GRAN EVENTO DE PENTECOSTÉS

Antes de profundizar sobre lo que fue el gran misterio de Pentecostés, es


importante reflexionar un poco sobre cómo estaban los Apóstoles antes de este
gran suceso, es decir, en el período después de la resurrección de Jesús, hasta
este momento58. A los apóstoles, Jesús ya les había enseñado todo, ellos lo
conocían, ellos ya sabían que el Espíritu Santo existía, que sería enviado por el
Padre para que los llevase a la verdad plena y fuese su otro consolador. Además,
Jesús, antes de su ascensión, ya les había anunciado acerca del “bautismo en el
Espíritu Santo, como cumplimiento de la promesa del Padre” y más aún después
de esto, Jesús les manda que no se ausenten de Jerusalén sino aguarden la
promesa del Padre “que oísteis de mí: Que Juan bautizó con agua, pero vosotros
seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días…recibiréis la fuerza

57
Cfr. Josef FÜRZINGER, Los Hechos De Los Apóstoles, TOMO I, Colección el nuevo testamento
y su mensaje, 5/1, Herder, Barcelona, 1979, 52.
58
Cfr, Monseñor Alfonso URIBE JARAMILLO, Renovación Carismática, Granamérica LTDA, Mayo
19761, 37.

20
del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén,
en toda Judea, Samaria y hasta los confines de la tierra ” (Hch 1, 4-8)59.

Los apóstoles, sabiendo todo esto, permanecían encerrados por miedo a


los judíos y no se atrevían a salir para anunciar la resurrección de aquel que
estuvo con ellos enseñándoles y que se les manifestó resucitado en la mañana
siguiente. Seguían un poco tristes por la muerte de su Señor. Aún estaban en la
noche del desconsuelo, sin saber qué hacer, qué decir, cómo comenzar a
anunciar todo lo que tenían en su interior. Pero en medio de todo este
desconsuelo, los discípulos sabían lo que iban a recibir, por tanto, esperaban ese
momento, que el mismo Cristo les había prometido60.

Es por esto que los apóstoles perseveraban en la oración, vivían en


constante comunión, y junto a ellos nos dice el texto sagrado, que estaba María la
Madre del Señor (Hch 1,12-25). Este grupo presidido por María, creen en la
promesa de Cristo y se dedican entonces a la oración comunitaria, como
preparación para la recepción del Espíritu Santo. Así pues, los apóstoles
necesitaban una fuerza que los impulsara a anunciar con valentía, urgían de una
luz grande que los sacara de esa noche oscura donde yacían, necesitaban una
renovación del Espíritu que los impulsara a evangelizar con audacia, gozo y
alegría, lo que Jesús les había mandado a anunciar61.

Así que el día que ellos anhelaban llegó: en el momento más imprevisto, el
Eterno derrama sobre ellos su Don por excelencia que es el Espíritu Santo y los
unge como lo hizo con Jesús en el momento de su bautismo. Así describe San
Lucas la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles:

“Llegado el día de pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.


De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que
llenó toda la casa en donde se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas
como de fuego, que dividiéndose se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron
todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les concedía expresarse. Había en Jerusalén judíos que allí residían,
hombres piadosos, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al
producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor al oírles hablar
cada uno en su propia lengua. Estupefactos y admirados decían: ¿Es que no son
galileos todos estos que están aquí hablando? Pues ¿cómo cada uno de nosotros
les oímos en nuestra lengua nativa? Partos, medos, elamitas; habitantes de
Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, la parte
59
Cfr, Ibid…, 38.
60
Cfr, Ibid…, 39.
61
Monseñor Alfonso URIBE JARAMILLO, El Actual Pentecostés Del Espíritu Santo, Granamérica,
1973, 26.

21
de libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos judíos y prosélitos, cretenses y
árabes, todos los oímos hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios. Todos
estaban estupefactos y perplejos y se decían unos a otros: “¿Qué significa esto?”.
Otros en cambio decían riéndose: “Estos están borrachos”.” (Hch 2, 1-15)

Lo que se acabó de recordar, fue ese momento magno que partío en dos la
historia de unos hombres que lo han dejado todo por seguir al maestro, y marcaró
el inicio del tiempo del Espíritu Santo, en la Santa Iglesia de Cristo. Raniero
Cantalamesa, referente a este sublime misterio, comenta: “Pentecostés es el
acontecimiento magno del Espíritu Santo, el misterio pneumatológico por
excelencia”62. Esta experiencia con el Espíritu, que fue prometido por Jesús a sus
discípulos en su última aparición, fue algo que, como dice Monseñor Alfonso Uribe
Jaramillo, “supera todo intelecto humano, algo sobrenatural, trascendental por
esencia”63.

La experiencia que tuvieron los apóstoles, grandes hombres de Dios,


reunidos aquel día en el cenáculo, no fue algo que se pueda explicar en
categorías humanas, pues se trata de un misterio que está más allá de toda
experiencia terrena; fue pentecostés un evento realmente supra humano64.

En este suceso hay varios momentos dignos de resaltar y reflexionar: En


primer lugar el evangelista comienza ubicándonos en el lugar y el tiempo: “Y al
cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo sitio” (Hch
2,1). San Lucas dice que era el día de Pentecostés. Los judíos tenían tres fiestas
principales: La pascua, los Tabernáculos, y la fiesta de la Siega, o bien,
literalmente el día 50º después de la pascua o las siete semanas después de la
pascua, lo que también se llamaba “la fiesta de las semanas”.65

La expresión “reunidos, juntos” evoca una unión comunitaria en concordia,


amistad y caridad, en las que vivían los apóstoles, es decir, ellos se encontraban
preparando ese momento, estaban predispuestos a recibir la efusión del Espíritu;
por su oración ya tenían el corazón abierto. El Espíritu Santo no irrumpe el
corazón del hombre, pues no puede violar el don que nos hace semejantes a Dios,

62
Raniero CANTALAMESSA, LOSMISTERIOS DECRISTO EN LA VIDA DE LA IGLESIA, El
misterio de Pentecostés, Colección pastoral nº 31, Editoria edicep, Valencia-España, 2007, 5.
63
Cfr. Monseñor Alfonso URIBE JARAMILLO, El Actual Pentecostés…, 51.
64
Cfr. Josef FÜRZINGER, El Nuevo Testamento Y Su Mensaje…, 51.
65
El nombre de Pentecostés dado a las fiestas de las siete semanas lo encontramos ya en la Biblia
Griega: Tb 2,1; 1M 12,32. Esta fiesta agrícola, que celebraba el principio de la siega del trigo, era
de origen cananeo. Después de la conquista de Canaán, Israel la incorporó a su calendario
litúrgico. La llamaban fiesta de “Las Semanas”: Ex 34,22; Dt 16,10; o de “La Siega” Ex 23,16; o
“Día de los primeros frutos”:Nu 28,26. Las cuatro tradiciones del Pentateuco hablan de esta
solemnidad: tradición elohísta: Ex 23,14-17; tradición Yavista: Ex,18-23; tradición sacerdotal: Lv 23;
y la tradición Deuteronomista: Dt 16,1-16.

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el de la libertad; sino que mociona al hombre a abrir el corazón a la acción de
Dios.

El hombre abriéndole el corazón, se dispone interiormente a recibir de Dios


los dones que él le tiene preparado y uno de sus dones más grande es el Espíritu
Santo. Es él su don por excelencia. En efecto, toda obra de Dios consiste en esto:
un corazón que se abre, y un Espíritu que se derrama. Este fue el caso de los
apóstoles, ellos prepararon su interior a la obra de Dios, y el Espíritu los invadió
porque encontró corazones dispuestos a recibirlo No se llega, por tanto, a
Pentecostés, sin un itinerario espiritual, sin un deseo ardiente de dejarse tocar por
el Espíritu. Toda experiencia con el Espíritu, nace del anhelo interior del hombre.
Así como en tiempo de Elías (Cfr 1 Re, 18,38), el fuego que baja del cielo,
únicamente se posa donde se encuentra la leña dispuesta para el holocausto, así
el Espíritu baja sobre aquel corazón que está dispuesto a recibirlo66.

Por la preparación interior que tuvieron, se dieron cuenta que lo sucedido


fue obra del mismo Espíritu, no por lo que hizo visiblemente en ese instante, sino
por el cambio notorio que a partir de ahí dieron los apóstoles, por la alegría que los
invadió, por la fuerza que venció el miedo y los impulsó a predicar. Si aquella
comunidad cristiana, no hubiese estado preparada para recibir al Espíritu de Dios,
la obra del Divino hubiera quedado inconclusa, pues no hubiesen reconocido al
dador de dones, y la gracia quedado infecunda67.

Otro momento es este: “De repente vino del cielo un ruido como el de una
ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en donde se encontraban. Se
les aparecieron unas lenguas como de fuego,” (2,2-4). Espíritu se manifiesta
través de dos símbolos perceptibles: el viento y el fuego. En la historia de la
revelación del Antiguo Testamento, estos son símbolos de la divinidad68.

Aquí encontramos entonces dos fenómenos: El primero es el fenómeno


acústico: Se produjo un estruendo como de un viento impetuoso, que venía del
cielo. Cielo y Fuerza. Estos dos símbolos están en relación con los
acontecimientos inmediatamente precedentes: Jesús ha subido al cielo (Hch 1,9-
11), y de allá, viene ese estruendo de viento, símbolo sensible del Ruah divino, de
la fuerza de Dios, que Él había prometido y que ahora está enviando. El viento
impetuoso “invadió toda la casa”: esta expresión indica plenitud. Este “viento
impetuoso” viniendo de arriba se convierte en símbolo sensible del Espíritu Santo
que Jesús envió del cielo como Fuerza de lo alto, según lo había prometido (Lc 24,
49)69.
66
Cfr. Monseñor Alfonso URIBE JARAMILLO, El Actual Pentecostés…, 26.
67
Cfr Raniero CANTALEMESA, Renovarse en el Espíritu, Fragonard…, 17.
68
Cfr Josef FÜRZINGER, El Nuevo Testamento Y Su Mensaje, Los Hechos De Los…, 51.
69
Cfr BIBLIA CARISMÁTICA, Editorial Verbo Divino, Comentarios, México,2014, 11c

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El segundo es el fenómeno visivo: Al fenómeno acústico se agrega uno de
visión, también de origen divino. El prodigio consiste en la aparición de “una
especie de lenguas de fuego que se reparten y se posan sobre cada uno de ellos”.
La partícula ‘una especie de…’ es reveladora. No se trata de lenguas de fuego
materialmente hablando, sino de símbolos sensibles del Espíritu Divino, que llenan
a cada uno de los apóstoles y los impulsa a dar testimonio sobre Jesús, un
testimonio que se convierte en un evangelio vivo que quema y que hace surgir la
vida de nuevo, este mensaje es un evangelio de vida. El fuego, en efecto, en la
simbología antigua se refiere a la presencia de Dios (Ex 19,18)70.

Esta simbología, no es que sea desconocida, ya Jesús antes de todo este


evento, había hecho referencia a cómo era el Espíritu. Dice: “el viento sopla donde
quiere y oyes sus sonidos, pero no sabes de donde viene y a donde va, así es el
Espíritu de Dios”(Jn 3, 8) y en otro pasaje afirma Juan Bautista: ” Yo os bautizo
con agua, pero dentro de poco vendrá uno que los bautizará con Espíritu Santo y
con Fuego”(…). Se puede pensar muchas cosas sobres estos dos signos, pero
ante todo hay que reconocer que estos son símbolos sensibles de una realidad
espiritual: la presencia personal del Espíritu Santo71.

Otro dato que no se puede dejar pasar es este: “…que dividiéndose se


posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se
pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse...allí
habían judíos venidos de todas partes que los escuchaban hablar de la maravillas
de Dios en su propia lengua” (3b ss). Este sí que es un dato interesante. Algunos
comentaristas se atreven a afirmar que este es el versículo central de todo este
relato pneumático, porque expresa literalmente que aquellos que allí estaban
esperando al Espíritu de la promesa, quedaron efectivamente llenos del Espíritu
de Dios, no algunos, sino “todos” es decir, que el Espíritu no tiene acepción de
personas, él viene sobre todo aquel que lo quiera recibir y esté dispuesto a
comenzar desde ese momento una vida nueva. El Soplo renovador del Altísimo,
entonces, se derrama sobre todos sin excepción alguna, dando así cumplimiento a
lo que el profeta Joel había profetizado siglos atrás: “Derramaré mi Espíritu sobre
todos aquel día” (3.5).72.

Otro aspecto que contiene este versículo, es que a los apóstoles se les
escucha hablar en lenguas. Aquí no sólo se trata, del famoso don de hablar en
lenguas desconocidas durante una asamblea de oración, (carisma de la
Glosolalia) sino más bien del signo misterioso que esto representa. Para San

70
Cfr Ibid…, 11c
71
Cfr Salvador CARRILLO ALDAY, EL ESPÍRITU SANTO, En la Iglesia de los Hechos de los
Apóstoles, Colección nº 2 ,Editorial Carrera, Bogotá, 1983, 20.
72
Cfr Josef FÜRZINGER, EL NUEVO TESTAMENTO Y SU MENSAJE…,53.

24
Lucas el verdadero milagro que allí ocurre; es que cada uno de los que allí
estaban, comprenden inmediatamente las palabras que los apóstoles dicen en su
propia lengua, les entienden todo lo que dicen”73.

No todos los que allí estaban, hablaban la misma lengua, y todos


escuchaban el mensaje que el Espíritu Divino les enviaba, cada uno reconoció las
“grandezas de Dios” en su lengua vernácula. El Espíritu Santo une aquí a todas
estas personas, en un mismo sentir. Este es su primer fruto y su mayor obra: La
unidad. A ellos no los unía la lengua, sino algo más grande: la fe en el paráclito.
Así que el Espíritu Santo obra la unidad, empuja a la unidad, porque él mismo “es”
y la “hace”; Él mismo es el “vínculo de unidad”. Esta es entonces, la primera
manifestación de la “Fuerza” renovadora del Espíritu que se difunde en la Iglesia.
San Lucas ha querido poner de relieve la misión universal de la Iglesia, como
signo de unidad entre todos los pueblos. ¡Qué gran milagro!74.

El amor de Dios que es el Espíritu Santo, realiza la unidad entre personas


distintas entre sí, y entre pueblos y naciones enteros, Por eso “este gran suceso
es llamado también como el día de la Iglesia”75. Ya no hay barreras para anunciar
el gozo y la alegría del Evangelio, porque es la fuerza del Espíritu que obra en los
apóstoles. Ya no hay muros que separan a los hijos de Dios, sino que ya están
unidos por el Espíritu Santo que ha sido derramado. La venida del Espíritu Santo
sobre los apóstoles marcó así el inicio de la Iglesia. Así como en Babel los dividió
el egoísmo y el deseo de ser famosos, viviendo la unidad según la carne, en
pentecostés los unió el deseo de ser como Dios, pero en su mandato de ser
santos como Él es Santo. Es el Amor de Dios quien congrega ahora a la Iglesia,
en su forma de vivir según la del Espíritu de Dios76.

Así pues, pentecostés consiste en la experiencia gozosa del Espíritu, en la


fuerza santificadora y renovadora del Santo Paráclito que nos “hace vivir en la vida
natural una vida sobrenatural, vida de gracia, vida de amor.” 77 Esto es lo que
promueve y hace ver la Renovación Espiritual Carismática: vivir una vida según el
Espíritu, en comunión con el Padre y el Hijo. La experiencia de Pentecostés es
entonces la base de la Iglesia y la obra culmen del Dios Espíritu en toda la
humanidad78.

Todo lo que está escrito en el Libro Sagrado transmite, por sí mismo,


experiencia de eso que se está leyendo o reflexionando. Lo que se realizó en el

73
Raniero CANTALAMESSA, LOSMISTERIOS DECRISTO EN LA VIDA DE LA IGLESIA…, 16.
74
Cfr Josef FÜRZINGER, EL NUEVO TESTAMENTO Y SU MENSAJE…, 54.
75
Salvador CARRILLO ALDAY, EL ESPÍRITU SANTO, En la Iglesia de los apóstoles…,17.
76
Cfr Raniero CANTALAMESSA, LOSMISTERIOS DECRISTO EN LA VIDA DE LA IGLESIA…, 19.
77
Monseñor Alfonso URIBE JARAMILLO, RENOVACIÓN CARISMÁTICA…, 42.
78
Cfr Raniero CANTALAMESSA, LOSMISTERIOS DECRISTO EN LA VIDA DE LA IGLESIA…, 14.

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cenáculo, cincuenta días después de la Pascua, no se puede quedar sólo en
recuerdos bonitos, sino que debe penetrar hasta lo más profundo del ser. La
Palabra de Dios por naturaleza es “viva y eficaz”, por tanto tiende a actualizar, ha
hacer nuevamente presente y operante lo que en aquel tiempo se realizó. Así
como los apóstoles, según está escrito, “quedaron llenos del Espíritu Santo”,
también ahora los cristianos deben tender a quedar “llenos del Espíritu Santo” 79.
Solo recibiendo la acción del Espíritu se puede afirmar lo que decía San Agustín
“si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad
y desead la unidad para llegar a la eternidad” San Agustín.

79
Cfr Ibidem.

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