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Universidad de Buenos Aires Facultad de

Psicología.

Tesis de Licenciatura en Psicología

“Algunas consideraciones sobre cómo pensar la

sexualidad femenina”

Estudiante: Belén Sofía Coudsi

D.N.I.: 41916629

Tutora: Lic. Florencia Topper

D.N.I.: 35185846
ÍNDICE:

Agradecimientos

1. Presentación del tema

1.1 Planteamiento del problema……………………………………………………pág 4

1.1.2 Marco teórico……………………………………………………………pág 5

1.2 Objetivos

1.2.1 Objetivo general…………………………………………………………pág 6

1.2.2 Objetivos específicos……………………………………………………pág 6

1.3. Estado del arte…………………………………………………………………pág 7

2. Metodología……………………………………………………………...…………pág 9

3. Desarrollo

3.1 Lo humano es la pulsión……………………………………………………….pág 10

3.2 ¿Pulsión sexual o sexualidad de la pulsión?.......................................................pág 13

3.3 Una revolución sexual………………………………………………………...pág 16

3.4 Constitución femenina………………………………………………………...pág 19

3.5 La roca viva de la Castración……………………………………………….…pág 22

4. Conclusión…………………………………………………………………………pág 24

5. Bibliografía………………………………………………………………………...pág 27

Tema:

Conceptualizaciones para pensar la sexualidad femenina desde una perspectiva

psicoanalítica.

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Agradecimientos

En primer lugar, agradecerle a mi familia por enseñarme que por más que la vida se

ponga difícil, vale la pena seguir peleando por lo que uno desea. Gracias mamá, gracias papá

por el inmenso apoyo en estos años, y en toda la vida. Gracias por acompañar mi camino.

Mi mayor agradecimiento a la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos

Aires que me ha acogido desde los inicios de este camino y se ha convertido en mi segundo

hogar. Me permitió encontrarme con mi pasión, conmigo misma, ahora desde lo profesional.

Gracias a Florencia Topper, mi tutora y mi guía en este proceso que concluye tantos

años de esfuerzo. Gracias Flor por acompañarme, por compartir conmigo todo tu

conocimiento, por lo excelente profesional que sos y por impulsarme a disfrutar cada

momento de esta última etapa.

A los amigos que la Facultad me dio. Agradecida de haberlos conocido y haber

coincidido todos estos años. Por haberme acompañado y aconsejado. Por haber transitado

todo este camino y esfuerzo juntos. Gracias por su cariño.

Y por último, gracias a vos Fernanda. Te agradezco profundamente por apoyarme y

enseñarme la clase de profesional que quiero ser. Sin tu ayuda esto no hubiera sido posible.

Gracias por ser mi red.

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1. Presentación del tema

1.1 Planteamiento del problema

Nada teme más el discurso normativo del sexo


que el deseo femenino y nada comprende menos
que la sexualidad femenina.
-Valeria Tasso.

El presente trabajo se realiza en el marco del plan de estudios de la Facultad de

Psicología de la Universidad de Buenos Aires y plantea algunas conceptualizaciones que hace

el psicoanálisis sobre la sexualidad femenina, tópicos que han sido trabajados desde los

inicios por Freud hasta la actualidad.

Durante décadas la sexualidad femenina fue reducida a la simplicidad de la

reproducción. No existía para la mujer posibilidad alguna de placer, de goce y de deseo en su

quehacer sexual. Es entonces que, con sus conceptualizaciones revolucionarias, Freud

inaugura un decir posible sobre la sexualidad, a la vez que introduce una forma de pensarla

que va mucho más allá de la meta reproductiva.

La pregunta por el “qué implica ser mujer” lleva siglos poniendo en jaque a las

diferentes ciencias y teorías que han intentado encontrar un modelo que describa a “la mujer”.

Freud, por su parte, se ha empeñado en dar una respuesta al interrogante sobre lo femenino a

partir de un análisis del desarrollo psicosexual de la niña. Sin embargo, intentar definir la

figura de “la mujer” dentro de la teoría psicoanalítica implicaría tener en cuenta los

numerosos reposicionamientos que este corpus teórico ha realizado en sus más de ciento

veinte años de trayectoria.

A partir de lo planteado anteriormente se realizará un recorrido por la concepción que

hace el psicoanálisis freudiano de la sexualidad femenina, teniendo en cuenta el contexto en

el que se inicia esta teoría, para finalmente repensar estos conceptos desde los nuevos aportes

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que plantean los autores contemporáneos. Para ello se analizará la obra freudiana desde sus

escritos iniciales tales como “Estudios sobre la histeria” (1895), “Tres ensayos de una teoría

sexual” (1905), “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna” (1908), “Sobre las

teorías sexuales infantiles" (1908), realizando un contrapunto con los postulados finales de su

teoría en escritos como “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los

sexos” (1925), “El sepultamiento del complejo de Edipo” (1924), “33ª conferencia. La

feminidad” (1932), “Sobre la sexualidad femenina” (1931) y “Análisis terminable e

interminable” (1937).

1.1.2 Marco teórico

El marco teórico propuesto para el desarrollo de la presente tesis se circunscribe al

psicoanálisis, utilizando para ello las conceptualizaciones y determinaciones teóricas

esbozadas por Sigmund Freud y Jacques Lacan a lo largo de su enseñanza, así como la de los

autores contemporáneos asociados a la presente línea teórico-clínica.

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1.2 Objetivos

1.2.1 Objetivo General

Efectuar un análisis de los conceptos fundamentales que el psicoanálisis propone para

pensar la sexualidad femenina.

1.2.2 Objetivos específicos

● Explicitar cómo es entendido el concepto de “pulsión” para el psicoanálisis freudiano.

● Examinar la implicancia del concepto de "pulsión" en el desarrollo de la teoría de la

sexualidad.

● Explicitar qué entiende la teoría freudiana por “sexualidad infantil” y cómo esta es

atravesada por la niña.

● Analizar cómo se produce el desarrollo psicosexual de la niña teniendo en cuenta la

asimetría de los sexos.

● Puntualizar cuáles son las consecuencias de atravesar el Complejo de Castración para

la formación de una identidad sexual femenina.

● Ubicar qué papel cumple el Complejo de Edipo en la constitución de la sexualidad

femenina.

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1.3 Estado del arte

En su trabajo “Deseo de la madre y sexualidad femenina” Gloria Aksman (2015)

retoma las reformulaciones que Lacan hace de la teoría freudiana acerca de la sexualidad

femenina. En este escrito la autora va a plantear que el deseo de la madre, el goce de la madre

y el goce femenino no deben leerse como sinónimos dentro de lo que hace al campo de la

sexualidad femenina. Para ella “el deseo está articulado a la falta y el goce femenino no”

(Aksman; 2015, p. 31), es decir que el deseo de la madre está dirigido a un Otro -el hijo-,

mientras que el goce femenino carece de objeto. Aksman va a remarcar entonces que es

erróneo universalizar la idea de que la mujer se realiza como tal en tanto madre. Esta

homologación entre mujer-sexualidad femenina-madre solamente deja entrever lo inacabado

del saber sobre la mujer. Dirá la autora (2015) “Allí donde nada responde, se sutura con el

hijo” (pg. 32).

Para María Pía Costa (2016) los postulados freudianos acerca de las posibles salidas

del complejo de Edipo en la niña no son del todo “desencaminados” (pg. 26). La clínica

ofrece hartas pruebas de ello. Sin embargo, en la actualidad, la autora propone que existen

nuevas opciones menos dramáticas para pensar el desarrollo de la feminidad y la constitución

psicosexual de la mujer. Sin embargo, Costa (2016) deja entrever en su escrito que algo

sucede en la mujer específicamente en lo que hace a su sexualidad. Dice la autora “la

evolución de su desarrollo psicosexual le plantea complejidades que tiene que resolver, y que

están ligadas específicamente a su género y a su sexualidad” (Costa; 2016, pg. 26). Acontece

en la niña una tarea completamente diferente a la del niño al momento de arreglárselas con su

sexualidad.

Por otro lado, Graciela Flores, Diana Poblete y Zunilda Campo (2016) van a proponer

una perspectiva que vincule la teoría freudiana de la sexualidad femenina con los estudios de

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género que han ido tomando mayor relevancia en los últimos años. Para las autoras, la

sexualidad -femenina y masculina- no está determinada por los caracteres anatómicos sino

por los ideales psicosociales que existen alrededor de cada género (Flores, G.; Poblete D.;

Campo, Z.; 2016). Van a referir entonces que son las figuras parentales quienes “a partir de un

cuerpo real, adscriben un rol binario dentro del cual el sujeto se debe ubicar: masculino o

femenino” (pg. 35). Sin embargo, las autoras remarcan que desde una lectura psicoanalítica

puede observarse que el sujeto infante y luego adulto, está lejos de ubicarse dentro de ese

binarismo del lenguaje que prescribe cómo vivir la sexualidad. La conformación de una

sexualidad normada corresponde a los ideales de una cultura que intenta ubicar un saber

universal sobre ello y que nada tiene que ver con una biología prescriptiva.

Asimismo, Sofia Rutenberg propone en su libro “Hacia un feminismo freudiano” que

la sexualidad en la mujer se pone en juego como una prohibición, lo que se le prohíbe a la

mujer es gozar. Pero no solamente en lo que respecta a la sexualidad, la prohibición atraviesa

todos los ámbitos de la vida de la mujer. Dice al respecto retomando lo propuesto por J.

Butler (1990) “La castración consumada en la niña y el privilegio social del pene no son

disposiciones naturales sino que las disposiciones están destinadas, establecidas y afianzadas

por una prohibición, diré:a gozar” (Rutenberg, S., 2019, pg. 34). La cultura invita a pensar

que aquella mujer que goza, sobre todo sexualmente, es una mujer fálica y masculina, que ha

perdido su propósito originario de maternar y se ha desviado del destino que la naturaleza le

impone.

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2. Metodología

La presente tesis se centra en el área clínica y abordará los desarrollos de la sexualidad

femenina que ha hecho el psicoanálisis freudiano, a partir de una revisión bibliográfica de

órden cualitativa.

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3. Desarrollo

3.1 Lo humano es la pulsión

Una de las trágicas precariedades del espíritu, pero


también una de sus sutilezas más profundas, era su
imposibilidad de ser sino mediante la carne.
-Ernesto Sábato.

Desde el comienzo de la teoría psicoanalítica Freud logró identificar como uno de los

puntos nodales en la psicopatología de los sujetos neuróticos, la imposibilidad de alcanzar un

saber acabado y universal sobre la sexualidad humana. De este modo, el Psicoanálisis

consigue poner en evidencia el rol estructurante que cumple la sexualidad en la constitución

del aparato psíquico. Freud (1905) anticipa en los comienzos de su escrito “Tres ensayos de

una teoría sexual” que las psiconeurosis encuentran su fundamento en fuerzas pulsionales de

carácter sexual. Para el autor “los síntomas son la práctica sexual de los enfermos” (Freud, S.,

1905, pg. 148). Ellos reflejan la metamorfosis que atraviesa la sexualidad en las múltiples

etapas del desarrollo psíquico en los sujetos.

En su determinación por analizar las consecuencias que la sexualidad tiene en el

psiquismo humano, Freud enuncia y define la característica principal que la aparta del

concepto biologicista y le quita su estatuto de “natural”. Para el sujeto del psicoanálisis lo

propiamente humano no es el instinto como en el mundo animal, sino, lo que rige la vida

anímica del hombre, es la pulsión y el deseo.

Este concepto es central para la teoría psicoanalítica pues introduce un cambio de

paradigma en el modo de interpretar el devenir sexual de los sujetos, a la vez que amplía el

concepto de “sexualidad”, separándolo de la mera interpretación coital y reproductiva.

El autor define la pulsión como “un concepto fronterizo entre lo anímico y lo

somático, como un representante psíquico, de los estímulos que provienen del interior del

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cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo

anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal” (Freud, S., 1915, pg. 117). La

constancia de su empuje desde el interior del propio cuerpo obliga a la interpolación de un

objeto exterior que cancele el esfuerzo para así alcanzar el placer de órgano. De este modo,

algo del acaecer psíquico se manifiesta corporalmente.

Pues entonces, para establecer un contrapunto con el modo de descarga que existe

frente a los estímulos fisiológicos, Freud acentúa la diferencia que las pulsiones producen en

el psiquismo humano afirmando que de ellas sólo es posible deshacerse a partir de la

satisfacción. La huida deja de ser una opción factible cuando los estímulos provienen del

interior del propio cuerpo. En este sentido, lo que el autor intenta dejar en claro es que, a

diferencia de la cancelación posible ante un estímulo fisiológico, la pulsión es una fuente

constante de excitación interna que únicamente puede alcanzar su meta “(...) cancelando el

estado de estimulación en la fuente de la pulsión” (Freud, S., 1915, pg. 118).

Tanto fuente como meta son dos de los cuatro elementos que componen la pulsión. A

ellos los siguen el esfuerzo, definido como “su factor motor, la suma de fuerza o la medida de

la exigencia de trabajo que ella representa” (Freud, S., 1905, pg. 117), y el objeto. Este es,

quizá, el elemento fundamental de este nuevo paradigma a partir del cual pensar la sexualidad

humana.

De acuerdo con lo propuesto por el autor, el objeto es “aquello en o por lo cual -la

pulsión- puede alcanzar su meta” (ídem., pg. 118). El hecho de que no exista un objeto

prefijado que permita la satisfacción absoluta de la pulsión, es lo que autoriza a distinguir lo

esencialmente humano del instinto animal y dotar así al sujeto de una capacidad específica

que excede la concepción biologicista con la que se pensaba la sexualidad humana hasta el

momento.

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Tal y como Freud (1915) lo indica, el objeto es aquello en y por lo cual la pulsión

logrará alcanzar su meta que es, en sí, la satisfacción (pg. 118). Al no existir entonces un

objeto predeterminado para la pulsión, este puede ser permutado repetidas veces a lo largo de

la vida anímica del sujeto en concordancia con las aptitudes que tenga para posibilitar la

satisfacción. Satisfacción que nunca será absoluta.

Sin embargo, es preciso ubicar que, si bien el objeto es lo más variable de la pulsión,

existe en todo sujeto una determinación inconsciente que va a dirigir la libido influyendo así

en la elección de objeto del adulto. Estas fijaciones, como las llama Freud en su Conferencia

22° llamada “Algunas perspectivas sobre el desarrollo y la regresión. Etiología” (1932) se

producen cuando, al sucederse las etapas libidinales del desarrollo, la libido tropieza con una

dificultad externa y entonces realiza el camino regrediente a una etapa anterior en la que

había encontrado ya satisfacción. El autor explica que “de cada aspiración sexual separada,

que partes de ella queden retrasadas en estadios anteriores del desarrollo, por más que otras

puedan haber alcanzado la meta última”(Freud, S., 1932, pg. 310).

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3.2 ¿Pulsión sexual o sexualidad de la pulsión?

Que nada nos defina, que nada nos sujete, que


sea la libertad nuestra propia sustancia.
-Simone de Beauvoir.

En su texto “Pulsiones y destinos de pulsión” (Freud, 1915) el autor propone

distinguir entre dos grandes grupos de pulsiones: las pulsiones yoicas (o de

autoconservación), por un lado, y las pulsiones sexuales, por otro. Sin embargo, y en lo

propio de su estilo literario, Freud advierte al lector que esta clasificación es una “mera

construcción auxiliar que sólo ha de mantenerse mientras resulte útil (...)” (Freud, S., 1915,

pg. 119).

El autor permite que el lector avance en la construcción y deconstrucción de sus

teorías e hipótesis a medida que la brújula que la clínica le ofrecía como guía fuera

ratificando, o no, sus conclusiones. De este modo, en escritos posteriores, el autor reformulará

este supuesto al suponer una división entre pulsiones que, al fin y al cabo, corresponden todas

ellas a un mismo orígen y funcionan a partir de una misma energía sexual: la libido. Este

pseudo dualismo pulsional no toma en cuenta lo que se formalizará más adelante en

“Introducción del narcisismo” (1914) cuando se propone al Yo como primer objeto de amor.

Este Yo libidinizado y tomado como objeto de amor a partir del cual las pulsiones sexuales se

unifican, hace tambalear la diferenciación entre mociones pulsionales de carácter sexual y

mociones pulsionales de autoconservación.

En este punto cabría preguntarse, si la pulsión es una fuerza constante que pulsa al

psiquismo a la búsqueda de placer y pone en marcha el circuito del deseo ¿no es ella, -y la

sexualidad en sí misma- uno de los mecanismos de autoconservación con los que el sujeto

cuenta para sobrevivir?

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No obstante esta diferenciación, las pulsiones se caracterizan por ser originariamente

parciales y circunscribirse al placer de órgano. Esta parcialidad se sintetiza posteriormente en

una unidad cuando, una vez atravesada la pubertad, se unifican al servicio de la función de

reproducción (Freud, S., 1914, pg. 121).

Ahora bien, ¿puede hablarse de una finalidad única para la sexualidad? ¿Es posible

afirmar que la sexualidad humana se pone en algún momento del desarrollo libidinal, al

servicio único de la reproducción? Suele pensarse, sobre todo en lo que respecta

particularmente a la figura femenina, que la sexualidad se corresponde en un paralelismo con

la maternidad. Sin embargo, bien ha demostrado el psicoanálisis que la sexualidad para nada

implica necesariamente el fin último de la reproducción. En su texto “Hacia un feminismo

freudiano” Sofía Rutenberg se interroga acerca de la maternidad como destino establecido

culturalmente para la sexualidad femenina poniéndolo en contrapunto con la amenaza de

embarazo a la que se expone la mujer a partir de su primera menstruacion frente al encuentro

sexual con el sexo masculino. Dice al respecto “siendo la maternidad el destino y lo esperable

de las mujeres, resulta paradójico que el embarazo resulte una amenaza (...) para prohibir las

relaciones sexuales. El efecto de esta amenaza es que satisfacción sexual y reproducción se

funden y establecen como equivalentes” (Rutenberg, S., 2019, pg. 87).

Desde la perspectiva psicoanalítica, el concepto de sexualidad abarca una infinidad de

posibilidades que incitan a la obtención de placer. Pero no un placer que se circunscribe a la

genitalidad, el comercio sexual y la continuidad de la especie. El placer propiamente humano

se trata de aquel que pone en juego la estructura misma de la subjetividad humana. Un placer

que define, en este caso, a la mujer como tal y la dota de un libre albedrío paradójico. Tal y

como lo señala Andrea Vilanova (2020) “Con Freud, es lo sexual lo que da las cartas,

marcadas sí, pero no todas, en aquello que se escribe en términos de coordenadas para un

sujeto” (párr 4).

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Desde esta mirada teórico clínica, las salidas del complejo de Edipo que propone el

autor vienés para el caso de la niña, no implican necesariamente la maternidad como fin

último. El psicoanálisis introduce la posibilidad de “algo más” para la mujer que un hijo. El

deseo necesario de algo por fuera de ese hijo.

Pues entonces, circunscribir la sexualidad a la mera función reproductora deja por

fuera lo esencial del descubrimiento psicoanalítico que adviene en concordancia con el

concepto de pulsión, el deseo. El propio Freud aclara que la enfermedad acontece

precisamente por la contradicción que se produce entre la exigencia de la vida pulsional, que

al fin y al cabo es en sí una exigencia sexual, y la desautorización que interpola el Yo como

recurso frente a las aspiraciones pulsionales que contrarían las barreras represivas

introyectadas como diques. Dirá Freud (1905) “Es entre el esforzar de la pulsión y la acción

contrarrestante de la desautorización sexual que se sitúa el recurso a la enfermedad” (pg.

150).

En definitiva, lo que el Psicoanálisis descubre y pone de manifiesto es que la

sexualidad humana constituye el basamento a partir del cual se estructurará el psiquismo del

sujeto dividido. Un psiquismo escindido a consecuencia del deseo que aparece como ese resto

producto de la hiancia existente entre la necesidad y la demanda. Un deseo que funciona a

partir de una fuerza pulsionante de índole sexual y libidinosa. Deseo sexual que, para la

mujer, implica un más allá de la función reproductiva.

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3.3 Una revolución sexual

La gran cuestión, que no he sido capaz


de responder, a pesar de mis treinta años
de estudio del alma femenina, es ¿qué
quiere una mujer?
-Sigmund Freud.

Los conceptos que el psicoanálisis freudiano fue introduciendo a lo largo de su

desarrollo como corpus teórico, generaron en la ciencia y en la sociedad de su época lo que

muchos autores llamaron “revolución”. Sin embargo, estos nuevos paradigmas de

pensamiento que inaugura Freud, continúan aún hoy vigentes y son fuente de diversos

debates. Entre estas múltiples conceptualizaciones una de las más importantes fue el

(re)descubrimiento1 de una sexualidad particular en la infancia.

Hablar de una sexualidad infantil, con el agregado del paralelismo que el autor

encontró inicialmente entre la vida sexual de la niña y la del niño, implicó un giro en sus

postulaciones referidas a la constitución subjetiva de las personas. Tanto es así que, estas

premisas desarrolladas por Freud en un comienzo y retomadas por diferentes psicoanalistas

postfreudianos luego, condujeron a una reivindicación del carácter estructurante que implica

la presencia de una sexualidad en la infancia, en la subjetividad humana.

Durante años se consideró al infante como un ser no sexuado. En la sociedad

occidedental prevalece la idea de que “la sexualidad se manifiesta exclusivamente en la

pubertad o en el inicio de la vida adulta, pues si bien se reconoce que los seres humanos

nacen y viven con un sexo, son asumidos por lo general como asexuados durante la infancia"

(Fader, R., Pacheco G., 1994, párr. I). Esta imposibilidad del adulto de percibir en el niño(a)

la necesidad de (re)conocer su propia sexualidad, lo deja en una posición solitaria frente a la

exploración de sí mismo y el propio cuerpo. Ante esto, Freud (1905) interpreta que existe por

1
Se habla aquí de re-descubrimiento puesto que es válido considerar que el psicoanálisis, en sí, no
descubre la saxualidad infantil como fenómeno nuevo, sino que demuestra la presencia de dicho
fenómeno desde los inicios de las sociedades humanas.

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parte del adulto una amnesia producto del proceso represivo que acontece a partir de las

mociones sexuales que se suscitan en la infancia y revisten un carácter traumático para el

psiquismo adulto (pg., 71).

La sexualidad a la que se hace referencia reviste dos características particulares, esta

es “perversa y polimorfa”. Dice Freud (1905) al respecto: “es instructivo que bajo la

influencia de la seducción el niño pueda convertirse en un perverso polimorfo, siendo

descaminado a practicar todas las transgresiones posibles” (pg. 173).

La perversión en este punto es entendida por Freud como un desvió de la meta

pulsional que escapa a la conducta sexual normativa que la cultura establece como la

genitalidad y el fin reproductivo. En “Tres ensayos de una teoría sexual” Freud menciona

respecto a las desviaciones de la meta sexual:

“La unión de los genitales es considerada la meta sexual normal en el acto que se

designa como coito y que lleva al alivio de la tensión sexual y a la extinción temporaria de la

pulsión sexual (satisfacción análoga a la saciedad en el caso del hambre). Empero, ya en el

acto sexual más normal se anuncian los esbozos de aquello que, si se desarrolla plenamente,

lleva a las aberraciones que han sido caracterizadas como perversiones” (Freud, S., 1905,

pg. 136).

Para el autor, durante los primeros años de vida las niñas y los niños obtienen

gratificación sexual de fuentes muy diversas. Las pulsiones se dirigen hacia cualquier objeto

que pueda proporcionar placer y todas las partes del cuerpo son susceptibles de recibir

gratificación constituyendo así diferentes zonas erógenas. Por tanto, describir a la sexualidad

infantil como “perversa polimorfa” implica que los niños y las niñas cuentan con la capacidad

de sentir placer sexual de diversos modos que se alejan de la norma cultural establecida. Así,

el psicoanálisis postula en las primeras etapas de la vida una bisexualidad constitutiva de

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todos los sujetos. El complejo de Edipo, fase cúlmine de la sexualidad infantil, pone de

manifiesto esta bisexualidad. Freud (1923) hablará de un complejo de Edipo “más completo,

duplicado, negativo y positivo, dependiente de la bisexualidad constitutiva del niño” (pg. 34).

En síntesis, si el psicoanálisis propone una sexualidad infantil que es perversa y

polimorfa y que reviste de una bisexualidad constitutiva a todos los sujetos en los primeros

años de vida, sería válido preguntarse ¿cómo se deviene mujer? ¿Qué características asume la

sexualidad adulta femenina?

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3.4 Constitución femenina:

“No se nace mujer: se llega a serlo. Ningún destino


biológico, psíquico o económico define la figura que
reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es el
conjunto de la civilización el que elabora ese producto
intermedio entre el macho y el castrado al que se califica
de femenino”.

Simone De Beauvoir.

Una vez planteada una sexualidad infantil que reviste características similares tanto

para la niña como para el varón, y la propuesta de una bisexualidad constitutiva para todo

sujeto, surge entonces la necesidad de interrogarse ¿cómo emerge la mujer? ¿Cómo se

constituye la femeneidad?

Sin embargo, con el correr de las décadas y el desfile de nuevos postulados que

acontecieron en el desarrollo de este nuevo paradigma, se ha perdido de vista la verdadera

intención de esta pregunta. “El tratamiento de la feminidad por parte de los posfreudianos se

realizó siempre saturando con la investigación de la relación madre-hijo, el lugar de la

sexualidad femenina” (Aksman, G., 2015, pg. 31).

Freud no habló de la constitución femenina al modo de una prescripción que indicaba

los pasos a seguir para devenir mujer. Esta teoría analítica y su modo de hacer clínica, nada

tiene en sí de prescriptivo, no busca preceptuar normas inflexibles en la constitución

femenina. En su Conferencia N°33 titulada “La Femeneidad” el autor muestra su postura

frente a esto afirmando que “el psicoanálisis, por su particular naturaleza, no pretende

describir qué es la mujer —una tarea de solución casi imposible para él—, sino indagar cómo

deviene, cómo se desarrolla la mujer a partir del niño de disposición bisexual” (Freud, S.,

193, pg. 108).

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Pues entonces, para intentar acercarse a una respuesta preliminar al respecto, Freud

propuso la femeneidad como uno de las salidas posibles del Complejo de Edipo2 para la niña.

El autor supone en la niña y en el varón una etapa cúlmine del período en el que

impera la sexualidad infantil, el Complejo de Edipo. Este es definido como “la ligazón

afectiva con el progenitor del sexo opuesto y la actitud de rivalidad hacia el del mismo sexo,

aspiración que en esta época de la vida se continúa, todavía no inhibida, en un anhelo

directamente sexual” (Freud, S., 1925, pg. 233).

Empero, el caso particular de la niña reviste de mayores complejidades que el del

varón. Para ella también la madre fue su primer objeto de amor (Freud, S., 1925, pg. 227). La

mujer tendrá entonces, para devenir como tal, dos tareas adicionales que convierten en

inaprehensible al saber científico la verdad sobre la femeneidad. Ella debe permutar su zona

erógena rectora en la infancia así como su objeto de amor primordial (Freud, S., 1905, pg.

202). La niña debe renunciar al clítoris como zona genital originalmente privilegiada y dar

paso a que la vagina se constituya como tal. A su vez, debe abandonar, a consecuencia del

Complejo de Castración, la ligazón-madre para investir libidinalmente al objeto-padre3. De

este modo “la sexualidad femenina aparece en Freud como una sexualidad complicada,

precisamente porque tiene que ir en contra de la corriente, en contra del objeto primordial”

(Rutenberg, S., 2019, pg. 28).

Para la teoría psicoanalítica, en la infancia existe un único genital que es atribuido a

todos los sujetos: el pene4, que se eleva a estatuto simbólico como falo. El autor indica que

“para ambos sexos, sólo desempeña un papel un genital, el masculino. Por tanto, no hay un

2
Freud, S., «33ª conferencia. La feminidad» (1932), Obras Completas, Vol. XXII, Amorrortu Editores,
Bs. As., 2001, pp. 104-125.
3
Freud, S., «Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos» (1925),
Obras Completas, Vol. XIX, Amorrortu Editores, Bs. As., 2001, pp. 259-276.
4
Freud, S., «Sobre las teorías sexuales infantiles» (1908), Obras Completas, Vol. IX, Amorrortu
Editores , Bs. As., 2001, pp. 183-202.

20
primado genital, sino un primado del falo” (Freud, S., 1923, pg. 146). A partir de esta

observación, Freud desarrolla como una de las teorías sexuales infantiles, la “premisa

universal del pene”5. Con esta premisa intenta ubicar que la niña, al igual que el varoncito, en

sus primeros años de vida cree que ella es también poseedora del pene, constituyendo así su

fantasía fálica.

Ahora bien, frente al encuentro real con esta diferencia, ella se asume castrada y culpa

a su madre por haberla traído al mundo defectuosa. “En el acto se forma su juicio y su

decisión. Ha visto eso, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo” (Freud, S., 1925, pg. 271). De

este modo, se ve obligada a abandonar a la madre como objeto de amor y sustituirla por el

padre, de quien pretende obtener aquello que le ha sido negado: el falo.

La castración aparece entonces como consumada en la niña, no rige para ella la

amenaza que obliga al varón a abandonar su deseo edípico y lo introduce en el período de

latencia, posibilitando una salida exogámica durante la pubertad. La mujer se constituye

como un enigma porque se ha enfrentado desde los inicios a la carencia. En ella la falta es

aceptada y aparece como el paso previo a partir del que poder construir su deseo. Ahora bien,

el psicoanálisis no habla de una falta real en la mujer. A la mujer no le falta nada. “Las

mujeres envidian, no porque les falte una libra de carne, sino que la envidia es el modo en que

se conforma su subjetividad” (Rutenberg, S., 2019, pg., 83).

Pues entonces, una vez asumida la castración, la niña dirige su interés al padre de

quien piensa que puede obtener un sustituto del pene. “La muchacha se desliza (...) del pene

al hijo; su complejo de Edipo culmina en el deseo (...) de recibir un hijo del padre, de parirle

un hijo” (Freud, S., 1924, pg. 186). Se produce así la ecuación simbólica pene=hijo y se

inaugura la envidia del pene como modalidad de vinculación para con el varón.

5
Freud, S., «Sobre las teorías sexuales infantiles» (1908), Obras Completas, Vol. IX, Amorrortu
Editores , Bs. As., 2001, pp. 183-202

21
3.5 La roca viva de la Castración6

La castración podría definirse como la negación de


ese goce con el fin de lograr avanzar en la escala
inversa de la ley del deseo.
-Jacques Lacan

Lacan (1958) reformula la teoría freudiana de la envidia del pene y propone pensar

dos posiciones deseantes en relación a este en su dimensión simbólica: ser o tener el falo (pg.,

98). Sin embargo, ya desde Freud puede entenderse que el pene como órgano no encarna la

diferencia entre la niña y el varoncito. Es el significante fálico, que se desprende de la

concepción biológica del órgano masculino y se eleva a estatuto de símbolo, el que va a

marcar las diferentes posiciones sexuadas. El falo es entonces "el significante del deseo del

Otro" (ídem, pg, 673). Su función es la de hacer signo del otro sexo, hacer lazo entre ambas

posiciones frente al deseo. De este modo, la mujer va a ser pensada por Lacan como ese Otro,

como representante en el inconsciente de la diferencia, como un un Otro no barrado, absoluto,

del que nada puede decirse (Lacan, J., 1972 , pg. 15).

A partir de ello propone en el Seminario 20, Aún, el aforismo “La mujer no existe”

(pg., 90). Con esto intenta explicar que es ese Otro no barrado lo que no existe, que no hay

un Otro que no esté atravesado por la falta, que no esté inmerso en el lenguaje. Un lenguaje

que agujerea en lo real a todo sujeto, que inscribe la falta -la castración, en términos

freudianos-; y es esa castración la que instaura las posiciones deseantes de la que habla el

autor: femenino y masculino.

Asimismo, en el último apartado de su texto “Análisis terminable e interminable”

(1937), Freud concluye que uno de los supuestos que constituyen la roca de la castración

responde a la complejidad que supone “en la mujer, la envidia del pene (...) y para el hombre,

la revuelta contra su actitud pasiva o femenina hacia otro hombre” (pg. 252).

6
Freud, S., «Análisis terminable e interminable» (1937), Obras Completas, Vol. XXIII, Amorrortu
Editores , Bs. As., 2001, pp. 211-255.

22
Femeneidad y masculinidad se traducen entonces como puntos irreductibles en todo

análisis que lo vuelven interminable. Estas dos posibilidades de comportarse frente a la

castración no se corresponden en sí con una lógica anatómica, forman parte de la lógica fálica

que es aquella que rige la constitución del aparato psíquico.

La castración permite transformar en algo distinto la pérdida de goce que es

introducida por el lenguaje. Esta forma en la que se plasma la falta de objeto7, transforma ese

goce en uno significantizado al que Freud llamó “deseo”. Sin embargo, de ese goce

significantizado queda un resto que siempre insiste, un goce imposible de negativizar. A ese

goce Lacan lo llama el goce femenino. Dice el autor al respecto “la sexualidad femenina

aparece como el esfuerzo de un goce envuelto en su propia contigüidad (de la que tal vez toda

circuncisión indica la ruptura simbólica) para realizarse a porfía del deseo que la castración

libera en el hombre dándole su significante en el falo” (Lacan, J., 1960, pg. 714).

La sexualidad femenina queda ubicada entonces como eso que está por fuera de la

lógica de la castración. Como esa roca irreductible en lo interminable de un análisis para

Freud, como ese goce Otro que va más allá de la lógica fálica que inscribe el lenguaje en el

sujeto para Lacan.

7
Lacan, J., “La relación de objeto” El Seminario, Libro 4, (1956-1957), Paidós, Bs. As., 1994.

23
4. Conclusión:

Mejor que renuncie quien no puede unir a


su horizonte la subjetividad de su época.
-Jacques Lacan.

A partir de su teorización en el campo de las psiconeurosis y en su búsqueda de

devolver a la mujer histérica su voz y su decir, teniendo en cuenta además el rol estructurante

que tiene la sexualidad para el sujeto y su estrecho vínculo con la pulsión y el deseo, Freud va

a formular aquellas preguntas que aún hoy ponen en vilo el saber psicoanalítico: ¿Qué desea

una mujer? ¿Cómo se juega la sexualidad en el campo de lo femenino? ¿Cómo se llega a ser

mujer?

Podría pensarse esta pregunta como el hito inaugural del paradigma psicoanalítico. No

debe olvidarse que la clínica freudiana encuentra su origen a partir de la figura femenina,

particularmente de la histérica. Es ella quien, a través de su cuerpo, pone en jaque a las

ciencias de la época e inaugura un nuevo saber-decir sobre la(s) mujer(es), que luego extiende

su campo a todos los sujetos. Sabemos de la sexualidad femenina puesto que el psicoanálisis

cayó para poder oír lo que la mujer tenía para decir al respecto.

La femeneidad o la masculinidad serán consideradas posiciones que asume el sujeto

frente a su deseo. Debe pensarse entonces que la mujer no desea tener el falo en un

equivalente de pene -órgano reproductor masculino-, la mujer desea aquello que le falta. Pero

no es una falta en la realidad. Lo que Freud pone de manifiesto con sus postulaciones, y luego

Lacan retoma en su retorno a Freud, es que la mujer asume desde el principio la falta que

constituye a todo sujeto, aquella hiancia introducida por el lenguaje entre la necesidad y la

satisfacción que deja como resto el deseo, motor del aparato psíquico.

24
Aquel agujero producto del baño del lenguaje pugnará siempre por ser velado. Y allí

es donde se ha creído que la mujer tapona aquella falta con un deseo de hijo, dejando la

sexualidad femenina reducida a la función reproductora.

Autores y críticos de esta teoría no han sabido leer el psicoanálisis freudiano a la

altura de esta época. Se ha desviado el verdadero sentido de la práctica analítica: la pregunta.

El análisis enfrenta al sujeto con la pregunta sobre sí mismo, lo lleva a cuestionarse aquello

que se cree que está dado o determinado desde lo natural y que reviste un carácter de

inconmovible.

Sin embargo, no hay una naturalidad anatómica o biológica que predetermine nada en

el ser humano. El sujeto está determinado únicamente por su inconsciente. La naturaleza

influye en la constitución psíquica porque dota al ser viviente de un cuerpo pero nada de eso

se establece como verdad acabada o absoluta. La sexualidad de la que habla la teoría

psicoanalítica propone un cuerpo afectado por el pathos del lenguaje, de este modo la

naturaleza solo vale a partir de su traducción al inconciente. Lo que de ella reviste un carácter

determinante es el modo en que se inscribe la diferencia anatómica en el psiquismo. Negar

que existe la diferencia sería igual de negligente que creer en un psicoanálisis prescriptivo y

normativo.

La sexualidad, no es una propiedad de individuos aislados, sino de sujetos sociales

integrados dentro de un contexto particular y de culturas sexuales preexistentes. En lo que

respecta particularmente a la mujer, el psicoanálisis, en general, no plantea un modo prefijado

de ejercer la sexualidad femenina. Todo lo contrario. La sexualidad en la mujer -y en el sujeto

en general- excede el fin último de la reproducción. Nada existe en lo anatómico, en lo

orgánico en sí mismo, que determine el cómo vivir la sexualidad.

25
Cuando Freud afirma que "la anatomía es el destino" se refiere a lo inconmovible de

la naturaleza pero que no tiene por qué corresponderse con la normativa social. Con esa frase

el autor establece lo real de la diferencia, indica que la diferencia existe, que no debe

considerarse ingenuo o reaccionario aceptarla. Simplemente se debe aprender a lidiar con ella

sin recurrir a la necesidad de marcar una superioridad de una parte sobre la otra.

Particularmente pienso que el Psicoanálisis como Institución ha logrado orientar el

intento de respuesta a estas preguntas. El corpus teórico-clínico por Freud inaugurado sentó

las bases que permitieron abrir la perspectiva y la posibilidad a un más allá para el sujeto en

general pero para la mujer en particular. Dió el puntapié para reconocer lo inacabado del

saber sobre lo femenino, de lo imposible de decir al respecto y de lo inútil que sería continuar

en una búsqueda infructuosa de un paralelismo igualitario entre la mujer y el hombre.

La diferencia es innegable, no puede ser velada, eso es lo que pone de manifiesto, a mi

entender, el Psicoanálisis. Pero a partir de ello, el poder hacer con esa diferencia, será

responsabilidad de la cultura y de cada quien.

La sexualidad se juega entonces desde la libertad para unos pocos y desde la

prohibición para la mayoría de los demás. Por ello, pensarla desde el psicoanálisis resulta

fundamental para entender las psicopatologías que traen actualmente a consulta las figuras

femeninas.

26
5. Bibliografía:

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Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XXII Jornadas de

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