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La sexualidad infantil: el paraíso perdido de Freud

Article · September 2020

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Marcela Borinsky
Universidad de Buenos Aires
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La sexualidad infantil: el paraíso perdido de Freud

Publicado en Anuario de Investigaciones. Facultad de Psicología UBA Tomo


X, 2003, pp.363-370. ISSN 0329-5885

La obra hoy ya clásica de Philippe Ariès El niño y la vida familiar en la


1
Antiguo Régimen introduce por primera vez a la infancia como objeto de

investigación histórica.

La tesis principal que propone el historiador francés es que la infancia,

tal como la conocemos hoy, no existía en la sociedad tradicional. Esto es, antes

del siglo XVII los hombres y las mujeres no se representaban a la infancia

como una etapa evolutiva específica y diferenciada de la edad adulta y, por lo

tanto, las conductas y los sentimientos que establecían los adultos hacia los

niños eran radicalmente diferentes a las nuestras.

Philippe Ariès sitúa a fines del siglo XVII una transformación fundamental

en las costumbres que dará por resultado la asociación de tres procesos

articulados: la escolarización, la constitución de la familia como “lugar de

afectos” y la emergencia del “sentimiento moderno de la infancia”.

La familia comienza a organizarse afectivamente alrededor del niño y a

preocuparse por su educación lo que va a dar lugar a una cambio demográfico

caracterizado por una reducción importante del número de nacimientos a partir

del siglo XVIII. Esta confluencia de actitudes y sentimientos nuevos generados

por la infancia en el mundo moderno van a operar simultáneamente

transformando la familia y los espacios de socialización tradicional de los niños.

Una nueva sociabilidad ligada a la escuela y al ámbito íntimo de la familia

nuclear modificó, en el transcurso de dos siglos, la imagen del niño como

adulto en miniatura en la del niño-alumno, el niño-hijo y el niño-futuro.


Más allá de las críticas que ha recibido el abordaje historiográfico de

Ariés,2 es indiscutible el aporte pionero realizado por el autor al descubrir un

nuevo campo de trabajo al que se fueron incorporando investigadores que

hicieron de la familia, la niñez, la educación, los afectos, objetos de estudio

histórico. Gracias a Ariès, la infancia que parecía pertenecer al registro de lo

biológico pasa a ser considerada un objeto construido social y culturalmente.

De este modo, esta zona de problemas tensionada entre la lógica biológica de

la especie –los nacimientos, las etapas de la evolución- y la lógica subjetiva de

los afectos comienza a ser analizada desde otra racionalidad que pone el

acento en procesos colectivos y de larga duración que trascienden y, al mismo

tiempo, transforman el deseo individual y las leyes “naturales”.

Consideramos que el psicoanálisis tuvo un rol activo en la construcción

de algunos de los atributos que caracterizaron a la infancia en el siglo XX.

¿Qué vino a decir de nuevo el psicoanálisis sobre la infancia?

Podemos considerar que la articulación entre infancia y sexualidad que

se constituye como uno de los pilares de la teoría psicoanalítica en abierta

oposición a las ideas tradicionales sobre la inocencia natural del niño es uno de

los aportes más importantes del psicoanálisis a una historia de las ideas sobre

la infancia.

Tres ensayos para una teoría sexual, fue la primera presentación

completa de Freud de la sexualidad infantil. Publicado en 1905, luego de un

largo período de elaboración a través de su correspondencia con Wilhelm

Fliess, fue un texto discutido por los contemporáneos de Freud, dentro y fuera

del campo psicoanalítico; ha sido elegido como eje de disputa para dirimir qué
es y qué no es psicoanálisis y ha sido utilizado también para hablar del

escándalo y la resistencia que provocó el descubrimiento freudiano.

Sin embargo, Freud no fue el primero en ocuparse de estos temas.

Michel Foucault en el primer volumen de su Historia de la Sexualidad destaca

en su análisis de los colegios del siglo XVIII la presencia de una preocupación

insistente por el sexo. No se trata de una puesta en discurso como la de Freud

sino de una multiplicidad de mecanismos que confluyen sobre la sexualidad de

los niños: dispositivos arquitectónicos, reglamentos disciplinarios, organización

interna. Se trata de los discursos silenciosos que hacen funcionar a las

instituciones pero también de la confluencia de los discursos médicos,

pedagógicos y religiosos sobre un tema común: la amenaza representada por

la masturbación infantil. 3

¿Fue Freud un pionero en este campo como él mismo creía y siguieron

creyendo sus sucesores o como señala Foucault fue simplemente el punto de

llegada de un proceso de producción de saber sobre el sexo que comienza con

la confesión cristiana y culmina en el diván del psicoanalista?

Más allá de la intención claramente polémica de la propuesta de

Foucault y de su incitación a pensar con mayor libertad ciertos procesos

históricos, nos interesa destacar dentro de esta articulación - que Freud supone

innovadora- entre infancia y sexualidad, los nuevos sentidos que a partir del

psicoanálisis quedaron asociadas a la figura del niño en el siglo XX.

Herencia versus infancia. El abandono de la teoría de la seducción

Freud introdujo por primera vez el término psicoanálisis en un texto

publicado en francés en 1896 La herencia y la etiología de las neurosis.4


En este artículo Freud discutía lo aprendido con Charcot en La

Salpetrière sobre la herencia como causa última de la histeria para proponer

como determinante de las patologías nerviosas la vida sexual de los individuos

y en particular, para el campo de las neurosis, un acontecimiento sexual

precoz.

A partir de aquí, en una clara toma de distancia de las interpretaciones

heredo-degenerativas de la enfermedad, el psicoanálisis se posicionará como

una propuesta innovadora que encuentra en la relación entre infancia y

sexualidad, la trama que dará origen al sufrimiento neurótico.

Entre las condiciones de posibilidad que le permitieron a Freud pensar la

relación infancia/sexualidad no podemos desconocer el fuerte impacto que

tuvo sobre él y sus contemporáneos, la teoría de la evolución. Como señala

Marcel Gauchet la teoría darwiniana delimitó las condiciones para bucear en

una zona de investigación ordenada por el triángulo

memoria/infancia/sexualidad que Freud logró traducir con éxito al registro de la

interioridad. El origen de las especies , uno de los libros de cabecera de Freud,

introdujo la dimensión del tiempo de la especie y sus efectos sobre el individuo

biológico, le otorgó un lugar central a la sexualidad y a la memoria de la

especie. 5

Asimismo, revela el poder de la infancia asociada al recomienzo y la

repetición en cada individuo de la historia completa de la especie. Cuando

Freud se enfrenta al problema de los orígenes, de las instancias psíquicas, de

las fantasías y hasta de la misma humanidad en Totem y Tabú, apela a una

respuesta evolucionista que pone en juego la lógica ontogénesis/filogénesis.


Volviendo a Freud este descubrimiento de la importancia del

acontecimiento sexual como causa de la histeria le permitió alentar esperanzas

acerca la curación de las neurosis:

“Tengo la casi seguridad de haber resuelto el enigma de la histeria y de la neurosis

obsesiva con mis fórmulas del shock sexual y del placer sexual infantiles, y además
6
tengo ahora idéntica certeza de que ambas neurosis son radicalmente curables".

Poco después Freud profundizó en esta trama para cuestionar el estatuto real

de este acontecimiento sexual precoz, creencia a la que denominó “teoría de la

seducción” al tiempo que introdujo el concepto de “fantasía”.

La famosa frase freudiana “ya no creo en mi neurótica” constituyó la

piedra de toque que marcaría un antes y un después en la historia del

psicoanálisis y en la elaboración de su teoría de la sexualidad infantil.

Los historiadores no se ponen de acuerdo acerca de las razones que

llevaron a Freud a abandonar la teoría de la seducción y algunos incluso

discuten si la abandonó totalmente. Varios de ellos proponen que el factor

determinante fue su propio autoanálisis y la dificultad para encontrar en sus

recuerdos infantiles acontecimientos traumáticos “reales”. 7 Peter Gay pone el

acento en la construcción de la teoría del inconsciente, territorio donde no es

posible diferenciar realidad de fantasía.8

Muchos años después, comenzando la década del ’30 este tema sería el

detonante de un fuerte conflicto con uno de sus discípulos más controvertidos,

el médico húngaro Sándor Ferenczi. En 1932 Ferenczi leyó un trabajo a Freud

que luego repetiría, pese a la oposición de su maestro, en el Congreso de la

Asociación Psicoanalítica Internacional en Wiesbaden y publicaría en la revista

de la IPA con el título de “Confusión de lenguas entre el adulto y el niño”.


En este artículo Ferenczi se proponía demostrar la vigencia de la teoría

de la seducción a partir de pruebas reales de violencia sexual aportadas por

sus pacientes. El psicoanalista húngaro planteaba el problema en términos de

oposición entre la insatisfacción de los adultos, que los conducía a buscar

formas de sustitución patológicas, y la ignorancia o inocencia de los niños.

Freud reaccionó con malestar e intolerancia frente a este trabajo: “Inocuo,

estúpido, también inadecuado” y también con una actitud condescendiente

“deberíamos pensar en él como un niño enfermo”. 9

Transcurrido apenas un año de este episodio Ferenczi murió, en mayo

de 1933, y Freud manifestó su dolor más por la nostalgia de los viejos tiempos

compartidos que por la pérdida de un hombre que ya percibía distante,


10
demandante e infantil. Precisamente esta muerte evitó que Ferenczi siguiera

el camino de otros discípulos freudianos pese a que sus elaboraciones teóricas

impugnaban parte de los cimientos del edificio freudiano como la fantasía y el

autoerotismo infantil así como también la técnica de la asociación libre.

La teoría de la seducción seguiría provocando debates en el mundo

psicoanalítico norteamericano todavía en los ’80. En 1984, el responsable del

establecimiento completo de la correspondencia de Freud con Fliess, Jeffrey

Masson, encendió la mecha con la publicación de un libro, The assault on Truth

(Freud’s Suppression of the Seduction Theory) que alcanzó un alto nivel de

ventas y de repercusión fuera del ámbito específicamente “psi” prometiendo

revelaciones escandalosas sobre las motivaciones freudianas al abandonar

esta teoría. El libro fue promocionado por el New York Times como “El

Watergate de la psique”.
Masson, hasta 1981 psicoanalista y Director de Proyectos de los

Archivos Sigmund Freud, consideraba que Freud con el abandono de la teoría

de la seducción había desestimado la terrible verdad de la violencia y el abuso

sexual del que eran y seguían siendo víctimas gran cantidad de niños. Afirmó

además que esta renuncia no obedecía a razones teóricas o clínicas sino a una

“falta de coraje personal”. 11

Emilio Rodrigué, psicoanalista argentino, le contestó a Masson, en su

biografía de Freud, con el mismo tipo de argumentos esgrimidos por éste:

“¿Qué era más ofensivo al espíritu decimonónico: que muchos padres fueran perversos

o que existiera una sexualidad infantil, una concuspicencia espontánea en el infans?

Creo que el bebé perverso es mucho más urticante, cosa que la historia de la

publicación de los Tres ensayos, confirma.” 12

Esta discusión por la valentía o la cobardía en la presentación de las ideas se

ha convertido en un clásico en la historia del psicoanálisis freudiano. Luego

volveremos sobre este punto.

Sin embargo y más allá de la importante industria del juicio que se

desarrolló en Estados Unidos en los '90 basada en la teoría de la recuperación

de recuerdos y en las demandas millonarias que entablaron hijos que, gracias a

sus terapeutas, se descubrían abusados sexualmente por sus padres, lo que

está en juego en el terreno de las ideas con el abandono o no de la teoría de la

seducción es cómo pensar la relación entre los adultos y los niños.

Dentro del campo del psicoanálisis contemporáneo también en los ‘80,

Jean Laplanche recurrió a la teoría de la seducción como punto de partida para

establecer nuevos fundamentos del psicoanálisis a partir de lo que él denominó


13
teoría de la seducción generalizada. Laplanche leyó el “giro de 1897” o la

“revisión de 1897” como una “represión” freudiana de la asimetría que estaba


en juego en la relación que el adulto establecía con el niño. El psicoanalista

francés se propuso reconstruir la teoría de la seducción utilizando como

fundamento un concepto nuevo, la seducción originaria, con el que pretendía ir


14
más lejos que Ferenczi. Esta seducción originaria nombra la confrontación

del recién nacido con el mundo adulto, la pasividad del niño frente a la actividad

del adulto y el carácter enigmático de los mensajes que los adultos dirigen a los

niños. No pretendemos hacer una presentación de las ideas de Laplanche

sobre este tema, que han dado lugar a desarrollos teóricos y clínicos

importantes, sino solamente señalar cómo continúa impactando en el

psicoanálisis actual el modo de pensar la sexualidad en la relación padres-

hijos.

En un interesante trabajo que se propone profundizar en la relación

Freud/Ferenczi, para pensar los significados de la muerte de un hijo para el

psicoanálisis y la historia misma del movimiento, Jorge Belinsky 15 sostiene que

ambos autores están de acuerdo en que la relación entre adultos y niños es

inevitablemente traumática pero que difieren en sus respectivas maneras de

entender cómo opera este trauma y a partir de allí cual deberá ser la actitud del

psicoanalista para enfrentarlo. Freud privilegiará la distancia, la regla de la

abstinencia, mientras que Ferenczi la proximidad, su técnica activa basada en

la comprensión y en la manifestación de los afectos.

Entonces, la teoría psicoanalítica elaboró sus ideas colocando la noción

de trauma en el centro del vínculo entre padres e hijos. Hacia 1897 Freud

modificará lo que entendía originalmente por trauma, la violencia sexual

padecida efectivamente por el niño o la niña para pensar la lógica de los


acontencimientos vividos en la infancia como una combinación compleja de

realidad y fantasía:

“Apoyándose en el concepto maestro de recurrencia (Nachträglich) desarrolló una

teoría de gran complejidad donde demuestra que realidad y fantasía están tan

estrechamente ligadas que es imposible separarlas del todo, aunque puedan

determinarse las leyes que gobiernan su interacción. En suma, que por lejos que nos

remontemos lo que encontramos siempre son sucesivos reordenamientos de un mítico


16
acontecimiento inaugural que ya es fantasía sin dejar de ser realidad”

La introducción de la sexualidad infantil en la teoría llevó a Freud a poner en

primer plano la fantasía y el autoerotismo infantil, esto es la actividad del niño

para actuar, imaginar y gozar más allá del deseo de los adultos.

La introducción de la sexualidad infantil

Tres ensayos para una teoría sexual está dividido en tres partes. En la

segunda parte, titulada precisamente La sexualidad infantil, Freud tomó partido

por el estudio de la infancia para entender al ser humano adulto frente a

aquellas explicaciones que buscarían en la herencia la comprensión del mismo.

La infancia se ubicaría entonces en el pensamiento freudiano como factor

determinante tanto de la normalidad como de la patología del adulto. De la

mano de la sexualidad infantil Freud precisó el concepto de amnesia infantil y lo

definió como un concepto central de su arsenal teórico que articulaba y a la vez

distinguía entre dos tiempos de la historia sexual de cada individuo: la primera

infancia (desde el nacimiento hasta los 7 u 8 años) y la pubertad mediados por

el período de latencia.

En este texto Freud introdujo una serie de atributos de la sexualidad

infantil que serían utilizados luego como indicadores de valentía científica por
parte de sus seguidores y como obstáculos insalvables por parte de sus

detractores: la disposición perversa polimórfica del niño. Asimismo Freud

definió a la sexualidad de los niños con características pensadas en oposición

a la sexualidad de los adultos: autoerotismo, pregenitalidad, multiplicidad de

pulsiones parciales.

Llegado a este punto, el psicoanálisis presenta una extraña paradoja:

mantiene un modelo de sexualidad adulta normal cuyo fin sexual articula la

corriente tierna de la vida amorosa y la corriente sexual que se pone al servicio

de la función reproductiva al mismo tiempo que sus hipótesis para la etapa

infantil se presentan como más innovadoras y críticas de lo ya conocido. La

vida sexual adulta sigue siendo pensada desde parámetros ideales de

normalidad cuyo referente es la genitalidad mientras que la sexualidad infantil

se constituye como una zona donde prima un tipo de placer o de placeres, más

difícil de nombrar, pero mucho más subjetivo y menos regulado por las

convenciones sociales y “naturales”. Más adelante volveremos sobre esta idea

del paraíso sexual infantil.

Entre la sexualidad infantil y la adulta, la amnesia asociada al período de

latencia, se constituirá en un concepto central para pensar la represión y los

efectos liberadores del tratamiento psicoanalítico así como también la actitud

negativa frente al psicoanálisis denominada resistencia y entendida

originalmente como un no querer saber nada con respecto a la sexualidad

infantil.

Tres ensayos para una teoría sexual, constituyó uno de los pilares de la

teoría psicoanalítica y un complemento esencial de la teoría de los sueños

presentada en 1899. Así Freud le escribe a Abraham en 1908


“La resistencia a la sexualidad infantil fortalece en mi la opinión de que los tres ensayos
17
son un logro de valor comparable al de La interpretación de los sueños”

Más adelante, en su relato autobiográfico, Freud iría incluso más allá al afirmar

que el descubrimiento por parte del psicoanálisis de la sexualidad infantil lo

llevó a enfrentar desde prejuicios inconmovibles hasta el rechazo y la repulsión

de sus contemporáneos:

“Se acepta, en efecto, generalmente que la infancia es ‘inocente’, hallándose libre de

todo impulso sexual, y que el combate contra el demonio de la ‘sensualidad’ no

comienza hasta la agitada época de la pubertad. Los casos de actividad sexual

observados en sujetos infantiles eran considerados como signos de degeneración o

corrupción prematura o como curiosos caprichos de la Naturaleza. Son muy pocos los

descubrimientos del psicoanálisis que han tropezado con una repulsa tan general y

provocado tanta indignación como la afirmación de que la función sexual se inicia con

la vida misma y se manifiesta ya en la infancia por importantísimos fenómenos” 18

Ernest Jones, el biógrafo oficial de Freud, confirmó esta versión mostrándonos

a un Freud solitario enfrentando los prejuicios morales de la sociedad

victoriana. El espacio privilegiado de esta disputa fue el de la sexualidad.

Sin embargo, es importante destacar por un lado que Freud agregó

prólogos, comentarios y discusiones a las sucesivas reediciones del original de

1905. En 1925 con la aparición de la sexta edición, la última publicada en vida

del autor, el texto había aumentado de 80 a 120 páginas. 19

Por otra parte, las ideas de Freud sobre la sexualidad infantil fueron

motivo de discordia y luego de rechazo por dos de sus principales discípulos:

Alfred Adler, teórico de la protesta masculina, y Carl Gustav Jung, el heredero

elegido por Freud para sucederlo quien cuestionó la universalidad de la teoría

de la libido, la sexualidad infantil y el complejo de Edipo.


Adler –según Freud- intentó demostrar que el psicoanálisis fallaba al

atribuir tanta importancia a las manifestaciones de la vida sexual de los

neuróticos debido a que esto sería más bien el resultado de la credulidad del

psicoanálisis frente al discurso de los pacientes. La “psicología individual” de

Adler propone que el factor dominante de la conducta es la búsqueda de la

autoafirmación del individuo bajo la forma de la “protesta masculina”. La

neurosis es pensada como el resultante del sentimiento de inferioridad del

individuo sobre la base de una lucha entre lo femenino y lo masculino que

existe en cada uno.

Por otra parte, Jung quien fuera elegido primer presidente de la primera

Asociación Psicoanalítica Internacional en 1910, comenzó a tomar distancia de

las posiciones freudianas en 1912 para organizar su propio movimiento en

1914 al que denominó de psicología analítica y que construyó sobre la base de

su teoría de los arquetipos, el inconsciente colectivo y su interés por los mitos y


20
la alquimia. Podemos sintetizar las diferencias entre los dos hombres en sus

respectivas concepciones sobre la religión, el positivismo ateo de Freud frente

a la defensa de los sentimientos religiosos en Jung por un lado, y por el otro la

teoría de la libido freudiana. Jung pretendía que este concepto representara

una energía mental general mientras que Freud consideraba que de este modo

se desexualizaba su teoría reemplazándola por una abstracción.

Como vemos con estos dos ejemplos, la sexualidad en general, y la

sexualidad infantil en particular, fue una de las categorías freudianas que

dividió aguas dentro del campo psicoanalítico motivando retiradas de figuras

importantes del movimiento.


Asimismo, estas ideas fueron reinterpretadas, revisadas y modificadas

por los sucesores de Freud que se dedicaron al trabajo psicoanalítico con niños

desde Melanie Klein hasta los teóricos de nuevas adaptaciones del

psicoanálisis como Heinz Kohut y Donald Winnicot.

Como señala la historiadora francesa del psicoanálisis, Elizabeth Roudinesco

“Esta obra no tiene el mismo estatuto que los otros libros de Freud: el suyo está de

alguna manera determinado por la historia de las sucesivas acogidas, por la historia de

los comentarios, de las interpretaciones y de las violencias que suscitó” 21

Si bien Roudinesco discute la versión que nos da Jones - y el mismo Freud- del

rechazo que habría recibido la publicación de Tres ensayos para una teoría

sexual por parte de sus contemporáneos, ella sitúa en acontecimientos

posteriores ligados a un reconocimiento más amplio del psicoanálisis, entre

1910 y 1913, el punto de partida de las críticas y acusaciones del psicoanálisis

como doctrina pansexualista. Es así que, retroactivamente según la autora,

Tres ensayos y en particular el capítulo sobre la sexualidad infantil, fue

considerado el libro inaugural del “escándalo freudiano” 22.

Por lo tanto, más allá de las diferencias entre Jones y Roudinesco, entre

1905 y 1913, lo importante es el rechazo y el escándalo que parecen haber

caracterizado a la recepción de este texto freudiano. Todavía hoy, como en

tiempos de Freud, creemos que hablar de sexualidad espanta y al mismo

tiempo, salvo indiferencia, provoca reacciones emocionales fuertes. Es más, la

resistencia que generó la teoría de la sexualidad es leída como un indicador

directamente proporcional al avance del psicoanálisis. Esto es, a mayor

resistencia, mayor progreso teórico de la doctrina freudiana 23.

En este sentido, la sexualidad infantil opera en el nivel de la recepción

del psicoanálisis como el indicador principal de lo más innovador y al mismo


tiempo revulsivo que propone la cruzada freudiana. Además el grado de

resistencia que puede generar es leído como una confirmación de la verdad de

este saber cerrando así el círculo entre sexualidad infantil, verdad y resistencia.

Pareciera no haber posibilidad de criticar esta asociación sin quedar

entrampado en la misma, sea por la vía de la aceptación o del rechazo juzgado

como resistencia.

Precisamente este es uno de los puntos donde se detiene Foucault para

cuestionar la lectura de la historia de la sexualidad bajo el modo de la oposición

represión/liberación que el freudismo habría hecho propia para destacar el

potencial revolucionario de sus ideas en la subversión del orden establecido de

la moral y las costumbres no sólo de sus contemporáneos, los victorianos, sino

también de los nuestros.

Si el psicoanálisis según Foucault tuvo la virtud de romper con la lógica

de la heredo-degeneración y sus efectos políticos e institucionales, colaboró

activamente con el refuerzo del sistema de las familias al anclar el dispositivo

de la sexualidad, más libre, flexible y polimorfo, en el de la alianza, organizado

alrededor de la reproducción y la ley. La familia de este modo se convirtió en el

lugar obligado de los afectos, las emociones y la sexualidad.

El dispositivo analítico que prometía una liberación íntima al hacer hablar

lo supuestamente prohibido por excelencia, el sexo, es percibido por Foucault

como un proceso que resitua a la sexualidad dentro de los límites de la familia.

De este modo señala con ironía:

“Padres, no temáis llevar a vuestros hijos al análisis: en él aprenderán que, de todos


24
modos, es a vosotros a quienes aman.”
Esta cita nos lleva a otro de los conceptos claves del psicoanálisis: el complejo

de Edipo que Freud introduce para la misma época que abandona la teoría de

la seducción.

El complejo de Edipo y la articulación sexualidad/amor

Si bien Freud no le dedicó ningún artículo específico a una presentación

completa del complejo de Edipo, el tema no deja de estar presente en toda su

obra desde 1897 hasta sus últimos escritos.

Freud se ocupó de Edipo por primera vez el 15 de octubre de 1897 en su

correspondencia con Fliess:

“Ser enteramente sincero consigo mismo es un buen ejercicio. Un único pensamiento

de valor universal me ha sido dado. También en mí he hallado el enamoramiento de la

madre y los celos hacia el padre y ahora lo considero un suceso universal de la niñez

tempranaVSi esto es así, se comprende el poder cautivador de Edipo Rey a despecho

de todas las objeciones que el entendimiento eleva contra la premisa del hado, y se

comprende por qué el posterior drama de destino debía fracasar tan

miserablementeVCada uno de los oyentes fue una vez en germen y en la fantasía un

Edipo así, y ante el cumplimiento de sueño traído aquí a la realidad retrocede

espantado con todo el monto de la represión que separa su estado infantil de su estado
25
actual.”

Con Edipo Freud extiende sus ideas sobre la sexualidad infantil a todos los

niños incluyendo así en el alcance de sus descubrimientos también a los

sujetos sanos. Por otra parte sexualiza el vínculo de los niños con sus

progenitores desde la perspectiva del deseo de los mismos. El amor y la

sexualidad quedan indisolublemente ligados en la historia individual de cada

individuo desde sus más tempranas manifestaciones afectivas y están

destinadas a repetirse en cada nueva generación


El complejo de Edipo le permite a Freud convalidar sus hipótesis sobre

la actividad del niño, de fantasear y de desear, en clara oposición con la

imagen del niño inocente que procuraba desmitificar. No obstante cierra en

parte el desafío lanzado con la disposición perversa polimórfica. La

introducción del amor y el odio hacia los progenitores da sentido y ubica en un

tipo de relación determinada el placer sin límites y el goce autoerótico.

Por otra parte, el mito de Edipo se convertirá en la llave que le permitirá

entrar en el campo de los problemas de la historia de la humanidad para


26
postular una violencia genealógica en el origen de la civilización. En Totem y

Tabú Freud proyecta los conflictos edípicos del niño a épocas primitivas para

explicar la génesis del totemismo y del horror al incesto. Si en el campo de la

neurosis Freud encontraba al deseo de matar al padre, en Totem y Tabú

pretendía explicar como el parricidio se había llevado a cabo efectivamente.

Lo interesante aquí, junto con la búsqueda de un mismo factor que nos

explique la historia individual y la historia de la humanidad, es el modo en que

Freud recurre a los resultados obtenidos en el psicoanálisis de niños para

entender la mentalidad de nuestros antepasados. Es el miedo a los animales

de los niños: el de Juanito a los caballos, el del paciente de 9 años del Dr. Wulff

para quien según Freud la exclamación “¡Perrito, seré bueno!” significaba “no

me masturbaré” y el del pequeño Arpad de Ferenczi, el que le permite a Freud

hacer coincidir los crímenes de Edipo, matar a su padre y casarse con su

madre, con las prescripciones tabú del totemismo:

“Si esta semejanza no es simplemente un producto del azar, habrá de permitirnos

proyectar cierta luz sobre los orígenes del totemismo en remotísimas épocas, esto es,

nos permitirá hacer verosímil la hipótesis de que el sistema totémico constituye un


resultado del complejo de Edipo, como la zoofobia de Juanito o la perversión del
27
pequeño Arpad”

Las hipótesis planteadas por Freud en este texto, que él mismo reconoce como

especulativas y quizás fantásticas, resisten poco las críticas y la contrastación

con datos arrojados por investigaciones antropológicas. Nos interesa sólo

señalar la lógica evolucionista que lo lleva a comparar a los primitivos con los

niños y a establecer analogías entre la génesis del individuo y la de la

humanidad otorgándole a la infancia un lugar destacado en la determinación de

la verdad del sujeto.28

Por lo tanto, y siguiendo a Foucault, en este proceso de producción de

verdad sobre el sexo que coloca a la infancia en el lugar de la causa, el

psicoanálisis al mismo tiempo que afirmaba sus derechos sobre el territorio del

individuo y su familia pretendió ir aún más allá para dar respuesta a las

preguntas sobre el origen de la cultura, la religión y la moral.

Contribuciones de Freud a la historia de las ideas sobre la infancia

Podríamos considerar que la articulación entre infancia y sexualidad que se

constituye como uno de los pilares de la teoría psicoanalítica en abierta

oposición a las ideas tradicionales sobre la inocencia natural del niño es uno de

los aportes más importantes del psicoanálisis a una historia de las ideas sobre

la infancia.

La propuesta freudiana ubica a la sexualidad infantil en un lugar

inaccesible para la conciencia, atravesada por los efectos de la amnesia, la

educación y los diques psíquicos que reorientan la fuerza libidinal. Estos

procesos que disfrazan la vivencia infantil de la sexualidad tornándola

irreconocible le permiten a Freud explicar una cantidad de fenómenos


psicológicos normales y patológicos desde la variedad de síntomas neuróticos

que encontraba en la clínica cotidiana hasta la resistencia frente al

psicoanálisis ya sea de orden personal o intelectual.

“Es muy explicable que, sean o no investigadores médicos, no quieran los hombres

saber nada de la vida sexual del niño. Han olvidado su propia actividad sexual infantil,

bajo la presión de la educación civilizadora, y no quieren que se les recuerde lo que

han reprimido. Muy distintas serían las convicciones a que llegarían si comenzaran sus

investigaciones con un autoanálisis, una revisión y una interpretación de sus recuerdos

infantiles” 29

La sexualidad infantil es una de las hipótesis de trabajo más interesantes del

arsenal teórico de Freud. Es presentada como un dato obvio y universal

aunque no se deduce de lo observable sino que es supuesta en el origen de un

proceso, la infancia, que por sus características intrínsecas nos es negada por

la memoria. Se revela omnipresente por sus efectos sobre la constitución del

psiquismo y por la fuerza de las reacciones que la enfrentan pero al mismo

tiempo no podemos recordarla.

Tres ensayos para una teoría sexual condensa un imaginario sobre la

sexualidad del niño diferente y opuesto a la sexualidad del adulto. La

sexualidad infantil es el lugar del placer sin objeto ni fin predeterminados, el

reinado del goce de órgano. Cualquier lugar del cuerpo puede ser una zona

erógena y éstas pueden intercambiarse según lógicas absolutamente

personales.

El paraíso perdido de la infancia ya no es el de la inocencia sino el del

placer sin límites que se pierde al transformarnos en adultos y que el

psicoanálisis se propone recuperar por vía del relato. Si la infancia entonces se


convierte en el tema principal del tratamiento analítico es porque queda

ubicada como utopía irrecuperable que hace hablar al sujeto.

BIBLIOGRAFÍA

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FREUD, Sigmund, (1994) Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), Buenos Aires: Amorrortu.
GAY, Peter (1989). Freud. Una vida de nuestro tiempo. Buenos Aires: Paidós.
GAUCHET, Marcel (1994) El inconsciente cerebral, Buenos Aires: Nueva Visión.
LAPLANCHE, Jean (1989) Nuevos fundamentos para el psicoanálisis, Buenos Aires: Amorrortu
editores.
LEVIN, Kenneth (1985) Freud y su primera psicología de las neurosis. México: Fondo de
Cultura Económica, pág. 175
MASSON, Jeffrey (1985)El asalto a la verdad, Barcelona: Seix Barral.
RODRIGUÉ, Emilio (1996). Sigmund Freud. El siglo del psicoanálisis, Primera Parte, Buenos
Aires: Editorial Sudamericana.
ROUDINESCO, Elizabeth y PLON, Michel (1998) Diccionario de Psicoanálisis, Buenos Aires:
Paidós.
1
ARIÈS, Philippe (1988). El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen. Madrid: Taurus.
2
ver FLANDRIN, Jean-Louis. (1964) “Infancia y sociedad. A propósito de un libro de Philippe Ariès”
en FLANDRIN, J.L. (1983) La moral sexual en Occidente. Barcelona: Ediciones Granica.
3
FOUCAULT, Michael (1986). Historia de la Sexualidad I, México: Siglo XXI.
4
FREUD, Sigmund. (1896) “La herencia y la etiología de las neurosis” en Obras Completas, (1973)
Tomo I, Madrid: Biblioteca Nueva, 3º edición.
5
GAUCHET, Marcel (1994). El inconsciente cerebral, Buenos Aires: Nueva Visión, pág. 28-30.
6
Freud a Fliess, 16/10/1895. Citado por LEVIN, Kenneth (1985). Freud y su primera psicología de las
neurosis. México: Fondo de Cultura Económica, pág. 175.
7
LEVIN, K., ibidem. Pág. 231-233; RODRIGUÉ, Emilio (1996). Sigmund Freud. El siglo del
psicoanálisis, Primera Parte, Buenos Aires: Editorial Sudamericana, pág. 323-324.
8
GAY, Peter (1989). Freud. Una vida de nuestro tiempo. Buenos Aires: Paidós, pág. 122-123.
9
GAY, P., ibidem, pág., 648-649.
10
GAY, P., ibidem, pág 650.
11
MASSON, Jeffrey (1985). El asalto a la verdad, Barcelona: Seix Barral, pág. 187-190.
12
RODRIGUÉ, E., op. cit., pág. 322.
13
LAPLANCHE, Jean (1989). Nuevos fundamentos para el psicoanálisis, Buenos Aires: Amorrortu
editores.
14
LAPLANCHE, J., ibidem, pág. 128.
15
BELINSKY, Jorge (2000). “Freud y Ferenczi: cuando el hijo muere…” en BELINSKY, Jorge (2000)
Bombones envenenados y otros ensayos sobre imaginario, cultura y psicoanálisis, Barcelona: Ediciones
del Serbal, pág. 67-95.
16
BELINSKY, J., ibidem, pág. 74.
17
Citado por GAY, P., ibidem., pág. 178.
18
FREUD, Sigmund (1924). “Autobiografía” (1924) en FREUD, S., (1973) Obras Completas, Tomo III,
Madrid: Biblioteca Nueva, 3º edición, pág. 2777.
19
GAY, P., op.cit. pág. 181.
20
Freud da cuenta con bronca y con dolor de esta ruptura, así como también de la de Adler, en Historia
del Movimiento Psicoanalítico publicado en 1914.
21
ROUDINESCO, Elizabeth y PLON, Michel (1998). “Tres ensayos de teoría sexual” en Diccionario de
Psicoanálisis, Buenos Aires: Paidós, pág. 1086.
22
ibidem, pág. 1086.
23
ibidem, pág. 1086.
24
FOUCAULT, M., op. cit., pág. 188
25
Freud a Fliess, 15/10/1897 en FREUD, S., (1994) Cartas a Wilhelm Fliess (1887-1904), Buenos Aires:
Amorrortu, pág. 293.
26
DE CERTAU, M. (1995) “Psicoanálisis e historia” en Historia y psicoanálisis entre ciencia y ficción,
México: Universidad Iberoamericana, pág. 81.
27
FREUD, S.: “Totem y Tabú” (1914) en FREUD, S., (1973)Obras Completas, Tomo II, Madrid:
Biblioteca Nueva, 3º edición, pág. 1832.
28
Un análisis detallado de cómo Freud construye el mito del asesinato del padre se encuentra en el
interesante artículo de Belinsky: “Arquitectura de un mito moderno” en Bombones envenenados y…op.
cit. pág. 37-66.
29
FREUD, S.: “Psicoanálisis” (1910) en FREUD, S., (1973) Obras Completas, Tomo II, Madrid:
Biblioteca Nueva, 3º edición, pág. 1555.

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