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AH1. Under One Roof
AH1. Under One Roof
Sinopsis 4
Prólogo 6
Capítulo 1 9
Capítulo 2 23
Capítulo 3 29
Capítulo 4 45
Capítulo 5 49
3
Capítulo 6 67
Capítulo 7 72
Capítulo 8 81
Capítulo 9 88
Capítulo 10 94
Capítulo 11 99
Capítulo 12 103
Capítulo 13 111
Epílogo 124
Stuck with You 126
Ali Hazelwood 127
Agradecimientos 128
Sinopsis
Presente
De hecho, tacha eso. Ya sabía que estaba mal. Pero si no fuera así,
esto sería un claro indicio: el hecho de que no puedo mirar un colador y
doce tenedores sucios sin ver los ojos oscuros de Liam mientras se apoya
contra el mostrador, con los brazos cruzados sobre su pecho; sin escuchar
su voz severa pero burlona preguntándome: «¿Arte de instalación
6
posmoderna? ¿O simplemente nos quedamos sin jabón?».
Mi corazón es un idiota.
—¿Liam?
—Esa es una opinión totalmente justa, Mara —dice Sadie con una
expresión desconcertada—, y te animo a que envíes tus, mmm, quejas muy
válidas a Madame Merriam-Webster o a quien esté a cargo de estos asuntos,
pero… literalmente solo te pregunté cómo estuvo el funeral.
—Me alegro de que hayas podido estar con ella en los últimos días —
dice Sadie.
—Ella fue la peor hasta el final. Hizo trampa en nuestra última partida
de ajedrez. Como si no me hubiera destruido de todos modos. —La extraño.
Una cantidad desmesurada. Helena Harding, doctora, mi consejera y
mentora durante los últimos ocho años, fue familia de una manera que a
mis fríos y distantes parientes de sangre nunca les importó serlo. Pero
1 On paper en el original, expresión que quiere decir “en teoría”. Realiza una analogía
—Acerca de eso…
—Es… complicado.
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—Me encanta lo complicado —dice Sadie—. ¿También es dramático?
Déjame ir a buscar pañuelos.
—Bueno, ella era la dueña. Pero solo de una parte. Sólo… la mitad.
Asiento.
—Cocaína.
—Torneos de polo.
—Gemelos.
—¿Sí?
—Sip.
—Ay, Dios mío. ¿Él sabe que eres una científica ambiental?
—Bueno, le di mi nombre. Y mi perfil de LinkedIn está a solo una
búsqueda de Google de distancia. ¿Crees que la gente rica usa LinkedIn? 13
—Nadie usa LinkedIn, Mara. —Sadie se frota la sien—. Jesucristo,
esto es realmente malo.
—Estaré bien.
La miro.
Tal vez por eso Helena me dejó la casa, porque sabía que formaría una
conexión inmediata. O tal vez saber que ella me quería aquí me tiene lista
para abrirle mi corazón. De cualquier manera, no importa: este lugar se
siente como si fuera un hogar, y Helena vuelve a ser su yo entrometido, esta
vez desde el más allá. Después de todo, ella siempre hablaba y hablaba sobre
cómo quería que yo realmente perteneciera a algo.
—Sabes, Mara, puedo decir que te sientes sola —me decía cada vez que
pasaba por su oficina para conversar.
—¿Cómo lo sabes?
—¿Porque son todos idiotas que siguen preguntando cuándo dejaré los
estudios para ir a obtener un título en economía doméstica?
Un pecho.
El pecho está unido a otras partes del cuerpo, pero es tan ancho que
por un momento es todo lo que puedo ver. Luego me las arreglo para mover
mi mirada y finalmente me doy cuenta del resto: Piernas largas y
musculosas llenando lo que queda del traje. Hombros y brazos estirados por
millas. Mandíbula cuadrada y labios carnosos. Cabello corto y oscuro, y un
par de ojos apenas un poco más oscuros.
Están, me doy cuenta, fijos en mí. Estudiándome con el mismo interés
ávido y confuso que estoy experimentando. El hombre parece ser incapaz de
apartar la mirada, como si estuviera hechizado en algún nivel básico y
profundamente físico. Lo cual es un alivio, porque tampoco puedo apartar
la mirada. No quiero.
Sonrío.
—Estupendo. Estoy aquí por… —¿Para qué estoy aquí? Ah. Sí—.
Estoy buscando, mmm, a Liam. Liam Harding. ¿Sabes dónde puedo
encontrarlo?
—Soy yo. Soy él. —Se aclara la garganta de nuevo. ¿Se está
sonrojando?—. Es decir, soy Liam.
—Oh. —Oh, no. Oh, no. No, no. No—. Soy Mara. Mara Floyd. La…
amiga de Helena. Estoy aquí por la casa.
—¿Dinero?
Asiente.
—No entiendo.
Miro el papel. Es más dinero del que he tenido en mi vida, o del que
tendré. ¿Ingeniería Ambiental? Aparentemente no es una elección de carrera
lucrativa. Y no sé mucho sobre bienes raíces, pero supongo que esta suma
está muy por encima del valor real de la casa.
—¿Cuánto más?
—¿Qué?
—¿Cuánto más?
¿Me está escuchando? ¿Por qué está siendo tan insistente? ¿Dónde se
ha ido su lindo rubor juvenil? En la puerta, parecía tan…
—No.
2 Fortune 500: Lista publicada de forma anual por la revista Fortune que presenta
las 500 mayores empresas estadounidenses de capital abierto a cualquier inversor según
su volumen de ventas.
3 Dow 30: Las 30 mayores sociedades anónimas que cotizan en el mercado bursátil
de Estados Unidos
Con la ira burbujeando en mi garganta, rompo el papel que Liam me
dio en cuatro pedazos y lo dejo caer sobre la mesa de café para que lo
encuentre más tarde. Luego vuelvo al porche, recupero mi maleta y empiezo
a buscar un dormitorio sin usar.
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Capítulo 2
Voy tarde al trabajo. Tengo una reunión en media hora. Todavía tengo
que cepillarme los dientes y el pelo.
—¿Lo he estado?
—No eres tan sigiloso como crees, amigo. —Le doy mi mejor mirada—
. Y si se trata de algún tipo de táctica de intimidación, no está funcionando.
—¿Qué?
Me sonrojo.
Hermoso.
—Nada.
—¿Qué?
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—Has estado hablando de Liam sin parar durante… —Levanta una
ceja—, ocho minutos seguidos, Mara.
—¿Algo?
—Porque me gusta poner cara a las personas de las que hablo durante
varias horas a la semana.
Resoplo.
—Cuando lo miro, todo lo que puedo ver son todas las tazas de café
sin crema que he estado bebiendo desde el día que me mudé. —Y tal vez a
veces, solo a veces, recordaba esa mirada aturdida y asombrada que me dio
antes de saber quién era yo. La añoraba un poco. ¿Pero a quién estoy
engañando? Debo haberlo alucinado.
—¿Café negro?
Suspiro.
Querida Helena,
Esto es raro.
Pero divago.
Hace más de un mes que te fuiste, y las cosas son las mismas de
siempre. La humanidad todavía está en las garras de las cábalas
capitalistas; todavía tenemos que encontrar una manera de frenar la
catástrofe inminente que es el cambio climático antropogénico; siempre que
salgo a correr uso mi camiseta de “Salva a las abejas e Impuestos a los ricos”.
Lo normal. Me encanta el trabajo que estoy haciendo en la APA 5 (muchas
gracias por esa carta de recomendación, por cierto; estoy muy agradecida de
que no hayas mencionado esa vez que nos sacaste a Sadie, a Hannah y a mí
de la cárcel después de esa protesta contra la represa. Al gobierno de los EE.
UU. no le hubiera gustado esa). Existe el pequeño problema de que soy la
Creo que la razón por la que escribo esta carta que nunca leerás es
porque desearía poder hablar contigo. Si mi vida fuera una película, caminaría
hasta tu lápida y desnudaría mi corazón mientras una sinfonía de dominio
público en re menor suena de fondo. Pero te enterraron en California (¿un
tanto inconveniente?), lo que hace que escribir cartas sea la única opción
factible.
Segundo: Estoy tan, tan agradecida de que me hayas dejado esta casa.
Es el mejor y más acogedor lugar en el que he vivido, sin duda alguna. He
estado pasando mis fines de semana leyendo en la terraza acristalada.
Honestamente, nunca pensé que pondría un pie en una casa con un vestíbulo
sin ser escoltada fuera de las instalaciones por seguridad. Yo solo… Nunca
había tenido un lugar que fuera mío. Un lugar que va a estar allí pase lo que
pase. Un puerto seguro, por así decirlo. Siento tu presencia cuando estoy en
casa, incluso si la última vez que pusiste un pie aquí fue probablemente en
los años 70 cuando regresabas de una marcha por la liberación de la mujer.
Y no te preocupes, recuerdo con cariño tu odio por lo cursi y casi puedo oírte
decir: Corta esta mierda. Así que lo haré.
—¿Está en casa?
—¿Es tu marido?
Los odio. Incluso más de lo que odio a Liam. No solo me hace sentir
miserable en casa cortando el césped a las siete y media de la mañana el
único día de la semana que puedo dormir tarde, pero él agrega sal a la herida
al trabajar para uno de mis némesis profesionales. FGP Corp es uno de esos
grandes conglomerados que siguen causando problemas ambientales: un
grupo de tipos sobreeducados con trajes de 7 mil dólares que diseminan
biotoxinas por todo el mundo sin tener en cuenta a los pelícanos marrones
(y todo el futuro de la humanidad, pero personalmente estoy más apegada
a los pelícanos, que no hicieron nada para merecer esto).
Me encojo de hombros.
—¿Quién lo sabe?
Él frunce el ceño.
Él silba.
—Eso es frío. —Suena admirado. O simplemente asustado—.
Entonces, ¿qué le pasa al pobre William K.? ¿Deja el asiento del inodoro
arriba?
Asiente.
Muy baja.
—No.
—¿No?
—No tengo frio. Y vivo aquí.
Parpadeo.
—¿Yo… qué?
—No sé qué parece, pero suena a que solo estás golpeando sartenes.
Liam finalmente levanta sus ojos hacia los míos, y hay algo
inquietante en su mirada. Parece tranquilo. Se ve tranquilo, pero sé que no
lo está. Está furioso, me digo. Está muy, muy furioso. Sal de aquí.
—Pero hoy, es decir, ayer, todo el equipo legal que dirijo terminó
teniendo que trabajar hasta pasada la medianoche. Debido a algunos
documentos faltantes muy importantes.
Hasta hace unos diez segundos estaba enojada de una manera fría y
razonable. De repente, estoy lista para quitarle el cuchillo de la mano a Liam
y cortarle la yugular. Solo un poquito. Sólo para hacerlo sangrar. No lo haré,
porque no creo que prospere en la cárcel, pero tampoco voy a dejar pasar
esto. Traté de tener reacciones comedidas cuando se negó a dejarme instalar
paneles solares, cuando tiró mi salteado de brócoli porque olía a “pantano”,
cuando me dejó fuera de la casa mientras corría. Pero esta es la última gota.
He terminado. El lomo de mi camello está partido en dos.
—¿Estás bromeando?
Liam vierte aceite de oliva en una sartén, rompe un huevo y parece
volver a su estado predeterminado: olvidar que existo.
—Liam, te guste o no, Yo. Vivo. Aquí. ¡No puedes hacer lo que te dé la
gana!
—¿De qué estás hablando? Tú estás haciendo una tortilla a las dos de
la maldita mañana y yo te estoy pidiendo que no lo hagas.
—¿Disculpa?
—Y dije que no, así que podrías haberte ahorrado unas novecientas
noventa y nueve de ellas. Liam, no hay razón para que quieras vivir en esta
casa.
Excepto que Liam hace algo que lo cambia todo. Aprieta los labios, se
aprieta la nariz y luego se pasa una mano grande y exhausta por la cara. De
repente, algo hace clic dentro de mi cabeza: Liam Harding, parado justo
frente a mí, está cansado. Y él odia esto, todo esto, tanto como yo.
—Yo… —Me devano los sesos buscando algo que decir y no encuentro
nada. Entonces se rompe un dique dentro de mí y las palabras estallan—.
Helena era mi familia. Sé que no te llevas bien con tu familia, y… tal vez la
odiabas, no lo sé. De acuerdo, ella podría ser realmente gruñona y
entrometida, pero ella… ella me amaba. Y ella era el único hogar real que he
tenido. —Me atrevo a mirar a Liam, medio esperando una mueca de burla.
Un comentario sarcástico sobre Helena que me hará querer golpearlo de
nuevo. Pero él me está mirando, atento, y me obligo a apartar la mirada y
continuar antes de que pueda cambiar de opinión—. Creo que ella lo sabía.
Creo que tal vez por eso me dejó esta casa, para que tuviera algún tipo de…
de algo. Incluso después de que ella se fuera. —Mi voz se rompe en la última
palabra, y ahora estoy llorando. No lloriqueo intenso como cuando veo El
Rey León o los primeros diez minutos de Up, sino lágrimas silenciosas,
escasas e implacables que no tengo esperanzas de detener—. Sé que
probablemente me veas como algún… usurpador proletario que ha venido a
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apoderarse de la fortuna de tu familia, y créeme, lo entiendo. —Me limpio la
mejilla con el dorso de la mano. Mi voz está perdiendo calor rápidamente—
. Pero tienes que entender que mientras vives aquí porque estás tratando de
probar algún punto, o por algún tipo de concurso de meadas, esta pila de
ladrillos significa el mundo para mí, y…
—¿Qué?
—Oh.
—Yo… solo dijo que pasaba los veranos con su familia. Siempre
supuse que…
—Aquí, Mara. Ella venía aquí. Dormía en la habitación contigua a la
tuya. —La voz de Liam es entrecortada, pero su expresión se suaviza en algo
que nunca había visto. Una leve sonrisa—. Ella afirmaba que era para
comprobar mis planes de contaminación mundial. Sobre todo, me fastidiaba
sobre mis opciones de vida entre reunirse con viejos amigos. Y me pateaba
mucho el trasero en el ajedrez. —Él frunce el ceño—. Estoy seguro de que
hacía trampa, pero nunca pude probarlo.
Su ceja se levanta.
Liam asiente.
—The Twilight Zone. A pesar de que ella ya sabía todos los finales
inesperados. —Él rueda los ojos. Entonces su expresión cambia—. No sabía
que su salud había empeorado tanto. La llamé dos días antes de que
muriera, exactamente dos días, y me dijo… no debería haberle creído.
Por primera vez, me doy cuenta de cómo debe haber sido mi llegada a
D.C. desde la perspectiva de Liam: una chica de la que nunca había oído
hablar, una chica que había tenido el privilegio de estar con Helena durante
sus últimos días, y que de repente se mostraba y establecía a la fuerza su
lugar en su casa. Su vida. Mientras él intentaba aceptar su pérdida y llorar
al único pariente al que se sentía cercano.
Tal vez actuó como un imbécil. Tal vez nunca me hizo sentir
bienvenida o no fue particularmente agradable, pero estaba sufriendo, al
igual que yo, y…
—Yo… lo siento por lo que dije antes. No quise decir nada de eso. No
te conozco en absoluto, y… —Me voy apagando, sin saber cómo continuar.
Liam asiente rígidamente.
—Una tregua.
—¿Podrías?
—Sí.
—¿Incluso La Sirenita?
—Sí.
Levanto mi ceja.
Liam suspira.
—Okey.
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El silencio se alarga. De repente, esta situación se siente… tensa.
Pegajosa. Una frontera de algún tipo. Un punto de inflexión.
Hay muchas cosas que no esperaría que haga Liam Harding cuando
entra a la cocina.
Resulta incómodo.
Terriblemente.
—Ah… Entonces…
Se aclara la garganta.
Asiento.
Más asentimientos incómodos y luego silencio. Otra vez.
—¿Mmm?
en sus ojos.
—Yo tampoco.
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Salimos de la habitación por puertas opuestas. Me pregunto si es
consciente de que casi nos sonreímos.
Capítulo 5
Sean: Ya veo.
Oh bien.
Bueno, no sola sola. Liam está cerca. Bajó las escaleras esta mañana,
su mano grande rozando la suave barandilla de madera, luciendo… no del
todo desarreglado. Pero no se molestó en ponerse su traje habitual. Los
jeans descoloridos y la camiseta desgastada lo hacían parecer más joven,
una versión más humana de su personalidad distante y severa. O tal vez era
el cabello, oscuro como siempre, pero un poco levantado en la parte de atrás.
Si nos odiáramos un poco menos, me habría acercado y lo hubiera arreglado
para él. En cambio lo vi entrar en la espaciosa entrada hasta que ya no se
sintió tan espaciosa. Ningún techo alto es tan alto cuando alguien tan alto
como Liam se para debajo de él, aparentemente. Lo miré medio hipnotizada
por unos momentos, hasta que me di cuenta de que él me estaba mirando.
Ups. Luego miró por la ventana, suspiró profundamente y volvió a subir las
escaleras. El teléfono ya estaba en su oído mientras daba instrucciones
tranquilas y detalladas sobre un proyecto que probablemente tiene como
objetivo liberar al planeta de las garras malvadas de las plantas
fotosintéticas.
Además, no sale mucho. Están ese par de amigos suyos que vienen a
hacer cosas sorprendentemente nerds (lo que me recuerda demasiado a mí,
Sadie y Hannah haciendo brownies para un maratón de Parks and Rec, lo
cual a su vez es vagamente doloroso, así que finjo que no pasa). Sus días de
trabajo parecen ser de dieciséis horas, incluso cuando no estoy siendo un
gremlin mezquino respecto a firmar su correo, pero eso es todo. Me pregunto
si él sale. Me pregunto si mete a escondidas a una chica diferente en la casa
cada noche y le dice Shh, sé silenciosa. Mi pelirroja compañera de casa ocupa
pondrá bajo llave mi tocadiscos si hacemos demasiado ruido. Me pregunto si
simplemente no me doy cuenta de las orgías enmascaradas que tiene en la
cocina todos los fines de semana mientras estoy metida debajo de mi
edredón de abuela, redactando cuidadosamente las publicaciones de mi
blog.
Cuando bajo las escaleras para cenar, la casa está oscura y silenciosa.
Y fría. Honestamente, ¿cómo es que Liam no se está congelando? ¿Son las
setenta libras de músculos? ¿Se cubre con grasa de cría de foca? Sacudo la
cabeza mientras subo el termostato y caliento más comida de la que necesito
comer (pero, lo más importante: no más comida de la que puedo comer).
Por razones que no entiendo, Liam paga televisión por cable y unos
quince servicios de transmisión diferentes que nunca lo he visto usar. No
estoy de ninguna manera por encima de explotar el dinero manchado de
sangre de FGP Corp, así que encuentro una repetición de un episodio de la
temporada doce de The Bachelorette. No es mi favorito, por razones que
expliqué extensamente en mi blog (no me juzguen), pero decente. Me instalo. 53
Diez minutos más tarde, un idiota con una obvia adicción a las camas
de bronceado está peleando a puñetazos con un idiota que claramente
inhala proteína en polvo, todo bajo los ojos encantados de una chica, es
decir, la premisa del programa. Pero me doy cuenta de que no todos los
ruidos vienen del televisor. Cuando lo silencio, puedo escuchar otro
argumento. Desde arriba. En la voz de Liam.
Mierda.
anchos está tan tensa que podría usarla como un nivel de burbuja y...
Ah. A la mierda.
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—Bueno. —Me aclaro la garganta—. Pedí mucha más comida de la
que necesito. —Resisto el impulso de cubrir mi incomodidad con una risa
nerviosa. Probablemente pueda olerlo, mi terror abyecto—. ¿Te gustaría,
hum, algo?
—Hoy no. Hace dos días. Siempre pido demasiado, porque las sobras
saben mejor. Especialmente el lo mein, realmente necesita empaparse en la
salsa para… —Me detengo. Y me sonrojo—. De todos modos, ¿te gustaría
un poco?
Sí, debería.
—Claro.
Extraño.
—¿En pantalla?
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—Oye, es ABC, no HBO. —Pongo un rollito primavera en su plato.
Luego lo miro: sus brazos llenando su camisa, su pecho, su general…
inmensidad, y añado dos más. ¿Cuántos millones de calorías necesita al
día? Debería averiguarlo. En nombre de la ciencia—. ¿Ves al tipo usando
anteojos que obviamente no necesita con la vana esperanza de parecer
menos imbécil?
—¿Camisa azul?
—Sí. Lo apoyamos.
—Lo hacemos.
—Ya veo.
Él asiente. 57
—Gracias.
—De nada.
—Mara.
—¿Sí?
—Hum… ¿Gracias?
Él asiente.
—Lo que no entiendo es, ¿por qué alguien tan inteligente como tú está
viendo esta mierda?
—Ya verás.
Una hora más tarde, cuando Sheryl dice: «Creo que nuestra relación
ha avanzado mucho, pero no estoy convencida de que pueda desarrollarse 58
más…», golpeo mi mano en mi reposabrazos y grito: «Oh, vamos, Sheryl»
justo cuando Liam golpea su reposabrazos y grita: «Sheryl. ¿Qué
demonios?».
—Lo sé.
Tal vez sea la locura inducida por el aislamiento la que habla, pero
hay algo hipnótico al respecto. El rítmico ascenso y descenso de sus
hombros bajo el vellón negro. La forma aparentemente sin esfuerzo en que
lo ha estado haciendo durante horas, deteniéndose ocasionalmente para
secarse el sudor de la frente con la parte posterior de la manga. Presiono mi
frente contra la ventana y solo… miro fijamente. Casi puedo escuchar la voz
de Helena en mi cabeza (¿Te gustaría tomar prestados mis binoculares de
observación de aves?). La ignoro alegremente.
—Hice el almuerzo.
—Gracias.
—No hay problema. —Podría estar imaginándome esto, pero creo que
lo escucho inhalar lentamente antes de alejarse. ¿Mi cabello huele mal? Lo
lavé ayer. ¿Me ha fallado finalmente Garnier Fructis después de años de fiel
servicio? Me pregunto si es hora de cambiar a Pantene para cuando estamos
comiendo cortésmente en la mesa de la cocina, uno frente al otro, como si
fuéramos una familia joven en un comercial de Campbell.
—Bueno no. No los odio. Quiero decir, a veces los odio, pero… —¿Por
qué se trata de mí?—. De todos modos, ¿crees que la nieve ha terminado por
completo?
—¿Por qué a veces odias a tus colegas?
—Oh, no.
—No, no es así…
Parpadeo.
—¿Qué?
—¿Las fotos?
—Las fotos en blanco y negro de árboles, lagos y esas cosas. Colgando
literalmente de cada pared.
—Sí.
Se encoge de hombros.
—No lo hará.
Me río.
—Bastante.
—Escondía los cuchillos afilados cada vez que ella me visitaba. Pero
ella se centró principalmente en enviarme mensajes de texto diarios sobre
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todo el mal que FGP Corp está haciendo en el mundo. ¿Tal vez ella iba por
una rutina lenta?
—Es complicado.
—¿Complicado?
La cuchara raspa el fondo del recipiente por un momento.
—¿Tu mentor?
—¿El de quién?
—Tu jefe. ¿Tal vez yo pueda hablar con él mientras tú hablas con Ted?
¿Alguna buena y vieja intimidación poderosa recíproca? ¿Advertencia
mutua? ¿Deja a mi amigo en paz?
Mientras sale, lo escucho reírse. Al otro lado del teléfono, una voz
femenina dice su nombre.
66
Capítulo 6
—¡Aaaaaaaaah! 67
—¿Mara? Qué…
—¡Aaah!
—¿Sí?
Mierda.
—Ya veo.
¿Quizás solo está avergonzado por mí? No es que deba estarlo. Soy
bonita. Quiero decir, creo que soy bonita. Linda, pecosa, desearía-ser-dos-
pulgadas-más-alta, un poco-consciente-de-esa-joroba-en-mi-nariz. A veces,
normalmente después de que Sadie me ha puesto delineador de ojos, incluso
creo que soy hermosa. Pero nunca seré tan atractiva como Liam. ¿Es por
eso por lo que está haciendo esta cosa extraña, mirando mientras
obviamente hace todo lo posible por no mirar?
—Claro.
Hago intento de irme. Excepto que Liam todavía está parado allí,
bloqueando la salida. La única salida, si no se cuenta la ventana, que
considero brevemente antes de reconocer que no es una opción factible. No
en mi actual estado de desaliño.
—Estás… —No parece entender dónde está. Hago gestos y lo señalo,
pero tengo que agarrar mi toalla con ambas manos para evitar mostrarle
todo, y…
—Oh. Oh, cierto, yo… —Da un gran paso hacia un lado. Demasiado
grande, básicamente está pegado al lavabo ahora.
—Está bien.
—Claro. Por supuesto. —Puede ser adorable, a veces—. Oye, solo para
tu información, no estoy avergonzada. Así que tú tampoco deberías estarlo.
—¿Qué?
Espero que responda con una broma, como suele hacer, pero no lo
hace. Él no responde en absoluto, de hecho. Simplemente aprieta los labios,
asiente una vez y, de repente, las cosas se sienten aún más incómodas.
Mierda.
71
Capítulo 7
Asiente.
Me pongo rígida.
Suspira.
—¿Qué hizo?
—¿Por qué?
—¿Practicar?
—Practicar decir…
Mi voz se calla. Porque Liam está estirándose para rozar sus dedos
contra mi pómulo, con una leve sonrisa en sus labios. Mi cerebro tiene un
cortocircuito. ¿Qué…? ¿Él…?
—¿Esto?
—De todos modos, me gusta mucho más esto. Ser amigos, supongo.
Me mira con enfado.
—La otra noche, Eileen le dio una rosa a Bernie y dijiste que era una
buena jugada. Eso no es algo que pueda aceptar de un amigo.
Me echo a reír.
Liam se estremece.
Me sonrojo.
—Bueno, no. Está solicitando ser líder. Yo estaría entre la plebe, una
humilde miembro del equipo.
—Mara…
—¡Oh vamos!
Sonrío lentamente.
—¿Qué es LinkedIn?
—Bien, te tomaré una foto. En el jardín. Donde hay una buena luz
natural. Ponte el traje de tres piezas color carbón y esa camisa azul, te queda
genial. —Arquea una ceja, e instantáneamente me arrepiento de haber dicho
eso, pero estoy demasiado emocionada con la idea de este extraño pacto de
suicidio profesional como para sonrojarme demasiado—. Esto es increíble.
Tenemos un trato.
funcionando de nuevo. 80
Capítulo 8
Lo que más me gusta son las tormentas de verano, sus fuertes vientos
y su aire caliente, la forma en que me hacen sentir como si estuviera sentada
en el interior húmedo de un globo a punto de estallar. Cuando era niña,
salía corriendo en cuanto empezaba a llover para mojarme, lo que parecía
indignar a mi madre sin remedio alguno. 81
Pero no me siento tentada a ello. Apenas es febrero, a primera hora de
la noche y las duras gotas que golpean un tatuaje en el plástico de mi
paraguas, simplemente me hacen feliz. Sonrío cuando abro la puerta
principal. También tarareo. Camino por el pasillo, escuchando la lluvia en
lugar de lo que ocurre dentro de la casa y esa debe ser la razón por la que
no los oigo.
Liam y una chica. No: una mujer. Están en la cocina. Juntos. Él está
apoyado en la encimera. Ella está sentada en ella, a su lado, lo
suficientemente cerca como para apoyar su mejilla en su hombro mientras
le muestra algo en su teléfono que los tiene a ambos sonriendo. Es lo más
relajado que he visto a Liam con alguien. Claramente es un momento muy
íntimo que no debería interrumpir, salvo que no me atrevo a moverme.
Siento que se me hunde el estómago y permanezco clavada en el suelo,
incapaz de retroceder mientras la mujer sacude la cabeza y murmura algo
en el oído de Liam que no puedo escuchar, algo que hace que él se ría en
tonos bajos y profundos y...
Intento con todas mis fuerzas no dejar que mis ojos se fijen en lo
acogedor y cómodo que luce, tan familiar y tranquilo. No se parece en nada
a lo que ocurre cuando él y yo chocamos accidentalmente en el pasillo, a esa
tensión cargada de electricidad que parece crepitar entre nosotros cuando
nos olvidamos de nosotros mismos y nuestras manos se rozan. Pero de eso
se trata, ¿no? Cualquier contacto físico entre Liam y yo es probablemente
no deseado por su parte, mientras que esto...
Oh. Claro. Se suponía que yo también iba a tener una cita. Con Ted.
Algo que acepté hacer el otro día bajo el impulso de: meh, ¿por qué no? Esta
mañana le dije a Liam por qué llegaría tarde a casa, excepto que terminé
cancelando porque… realmente no tenía ganas de ir.
—No. Quiero decir, sí. Sí, lo iba a hacer. Pero... —Hago un gesto vago
en el aire. Es la mejor explicación que se me ocurre.
—Oh.
¿Una voz? Ah. Sí. Cierto. Hay una tercera persona en la habitación.
Una hermosa mujer de cabello largo y oscuro, que sigue sentada en el
mostrador, mirando con cautivador interés entre Liam y yo y...
Se ha ido.
De verdad.
—¿Qué?
—Ya veo.
—¿Tal vez?
—Probablemente.
Liam sonríe.
—¿Probablemente?
Le devuelvo la sonrisa.
—Casi seguro. 85
—Qué mejora tan rápida.
—¿Lo es?
—Si consigo este puesto, tú también vas a tener que dar un paso
adelante y buscar un nuevo trabajo.
—Ah. Sí.
—Hicimos un trato.
—Claro.
—¿Qué? —Me burlo de él—. ¿Tienes miedo de no poder comprarte tu
propia crema? —¿Para qué la usa? Todavía no lo sé.
—Lo único que me preocupa es tener que ver cómo Eileen toma
terribles decisiones yo solo.
—¿Mi amiga?
—Emma.
—Ah.
Él asiente.
—¿Sí?
Hace un mes
Y aun así.
Sí.
—¿No va a entrar?
—¿Quién?
—Oh. 90
—No estoy... No somos... —¿Cómo decirlo?—. No hemos...
Puede ser que dos tragos fueran demasiados, o tal vez nunca me
acostumbré a los tacones altos. El hecho es que pierdo el equilibrio y
tropiezo justo cuando trato de pasar junto a él. Sus manos, grandes, sólidas
y cálidas incluso a través de mi vestido, se cierran alrededor de mis caderas
hasta que estoy estable de nuevo. Estoy de pie, y él está sentado, y así soy
varios centímetros más alta que él, y... es nuevo, verlo desde esta
perspectiva. Se ve más joven, casi más suave, y mi primer instinto de
borracha es acunarle la cara, trazar la línea de su nariz, pasar el pulgar por
su labio inferior.
Me detengo, pero mi lento y fallido cerebro no lo hace. Me ofrece una
imagen extraña: Liam sonriendo y sentándome en su regazo. Empujando
entre mis rodillas. Sus manos rozándome los muslos, por debajo de mi
vestido, haciéndome cosquillas en la piel, haciéndome reír. Alcanza mi
espalda baja y su agarre se aprieta, dedos largos deslizándose bajo el
elástico de mis bragas, acunando mi trasero para presionarme... Oh. Está
duro. Es grande. Insistente. Él me posiciona exactamente como me desea y
exhalo justo cuando gime en mi oído:
—Cuidado, Mara.
Espera. ¿Qué?
Parpadeo para salir de lo que sea que haya sido eso, justo mientras
Liam me suelta. Dice: «Cuidado, Mara», y doy un paso atrás antes de que
pueda humillarme con algo estúpido y completamente vergonzoso.
—¿Sabes qué? —Me paso una mano por el cabello. Es una decisión
de una fracción de segundo—. En realidad, tampoco tengo tanto sueño.
¿Debería jugar contigo?
Él ríe.
—¿De verdad?
—Sí. ¿Qué? —Me quito los zapatos, agarro una manta, la que me puso
la primera noche, la que ha estado en esta habitación desde entonces, y me
dejo caer en el sofá, justo a su lado. Un poco demasiado cerca, tal vez, pero
Liam no se queja—. Tengo un doctorado. Puedo hacer de cuenta que mato
a los malos usando un... ¿joystick?
—Una cita.
92
Tarareo.
Me lanza una mirada que no puedo descifrar del todo. Como si hubiera
algo catastróficamente mal en lo que dije.
—Entonces podrías salir con alguien más —le espeto. Para poner fin
a lo que está pasando en mi cabeza.
—Solo quise decir… —Estoy nerviosa—. Puede que disfrutes salir con
la persona adecuada.
Me río.
—¿Qué?
Cuando Liam llega a casa, apenas puedo sentir los dedos de mis pies,
me castañetean los dientes y soy más una manta que un ser humano. Me
estudia desde la entrada de la sala de estar mientras se quita la corbata,
con los labios apretados en lo que se parece mucho a diversión.
Imbécil.
—Estás debajo de tres batamantas. ¿Por qué tus labios están azules?
—Vas a morir.
—De hipotermia.
Definitivamente está presionando sus labios para evitar sonreír.
Vacilo.
—Ven aquí.
—¿Qué?
—Ven aquí.
Oh.
Esto es nuevo.
—Creo que todos los humanos lo hacen. —Su nariz toca la punta
helada de mi oreja—. Es física, o algo así.
—Es tan injusto. —El pulgar de Liam está trazando patrones en la piel
de mi garganta, y no tengo más remedio que suspirar. Ya me siento mejor.
Estoy brillando.
—Sí. —Me entierro más cerca de su pecho—. Tal vez mis padres son
en secreto cambiaformas de tiburones. De la variedad poiquilotérmica de
sangre fría. Se olvidaron de advertirme que heredé cero habilidades de
termorregulación y que nunca debería vivir en tierra firme.
—Yo… a medio cocer. —Mi voz tiembla. Me digo que es por el frío y no
porque se acuerde de las cosas que le conté de mi familia.
—Jum. —No tiene sentido discutir con él, no cuando tiene razón. No
cuando su mano sube y baja por mi brazo; un gesto cálido y tranquilizador,
incluso a través de las mantas—. ¿Crees que podrá arreglar el fusible esta
noche?
—El electricista.
—De acuerdo.
98
Capítulo 11
No se le escapa nada.
—Sí.
No quiero ignorarlo.
100
Liam me pone de pie. Sus manos se demoran sobre mí antes de dar
un paso atrás, una mano arrastrándose por mi brazo, la otra empujando un
mechón de cabello más allá de mi sien, detrás de mi oreja. Cuando me
suelta, quiero seguirlo. Quiero rogarle que no lo haga.
Jadeo.
—Oh, Dios mío, ¿qué crees que está haciendo Sean en este momento?
—¿Mara?
—¿Sí?
Oh.
Oh.
Las cosas… ¿No han cambiado las cosas con nosotros? ¿Entre
nosotros?
Si Liam quiere vivir solo, está bien. Le gusto a él. Él se preocupa por
mí. Es un gran tipo… sé todo eso. Pero ser amigo de alguien no equivale a
querer pasar cada momento de tu vida con esa persona y... sí.
Los ojos de Liam permanecen retraídos. Ausentes, casi. Pero después 102
de un rato dice en un tono amable y gentil:
Sadie acaba de pasarse una hora contando con todo lujo de detalles
103
que hace poco tuvo una cita con un ingeniero que luego resultó ser un
completo idiota, un problema, dado que a ella le gustaba el tipo (realmente
le gustaba mucho, mucho). Aunque ella está siendo inusualmente esquiva
al respecto, estoy 97 por ciento segura de que hubo sexo, 98 por ciento
segura de que el sexo fue excelente, 99 por ciento segura de que el sexo fue
el mejor de su vida. Parece que está alimentando sus planes de mezclar el
café del tipo con veneno de sapo, lo cual, si conoces a Sadie, es bastante
natural en ella.
Así que tal vez eso sea lo que ocurra también esta vez. Estoy a punto
de quedarme sin hogar, mi corazón se siente como una piedra, y quiero estar
con alguien mucho más de lo que ese alguien quiere estar conmigo. Pero
Sadie y Hannah están (más o menos) aquí y por lo tanto las cosas saldrán
(más o menos) bien.
—A veces son útiles —señala Sadie—. Como aquel tipo con una 104
camiseta de Korn que me ayudó a abrir un bote de rábanos en vinagre en
2018.
Sadie resopla.
—Puede ser que el poema surrealista que escribí en tercer grado me
haga ganar el Premio Nobel de Literatura.
—Oh, claro. Umm, podría ser que Liam viniera a casa y me pidiera
que no me mudara y luego me doblara sobre el mueble más cercano y me
follara duro y rápido. —Para cuando he terminado la frase, Sadie se está
riendo y Hannah está silbando.
—Creía que habíamos acordado que fantasear con ser doblada sobre
el fregadero de la cocina sí constituye, de hecho, un enamoramiento.
Resoplo.
—Claro —asiente Sadie, sin que parezca que esté muy de acuerdo.
—Estoy segura.
—Solo necesito que él... nunca se entere de las fantasías con los
muebles —explico.
—Mm.
106
—Porque haría las cosas raras para nosotros —explico—. Para él.
—Sí.
—Y no se lo merece.
—No.
—Sí.
—No.
—De todos modos. —Mis mejillas se sienten calientes. Debe ser todo
el vino—. Deberíamos hablar de otra cosa.
—De acuerdo.
—Claro.
Frunzo el ceño.
—¿Qué amiga?
—Ah... Sarah.
—¿Sarah?
107
—Sarah.
—Adiós, Hannah.
—Son unas amigas de mierda y no sé por qué las quiero tanto. —Les
cuelgo, riéndome a pesar de querer evitarlo. Tiro el teléfono lejos y me
levanto para rellenar mi copa de vino, pensando que cuando Hannah y Sadie
se enamoren de alguien me burlaré de ellas sin piedad y me inventaré
historias falsas sobre gente falsa, y entonces sabrán lo que se siente, ser...
—Mara.
Oh, mierda.
—¿Liam?
—Hola.
—¿C-cuándo llegaste?
—Justo ahora.
—Bien, creo.
108
—Ah. Bien.
Él se encoge de hombros.
—No quiero.
109
Frunzo el ceño.
—No quiero.
Me río.
Su boca se tuerce.
—¿Estás borracha?
Le saco la lengua.
Presente
Estoy asintiendo. Sí, a qué, no lo sé. Sí, eres Liam. Sí, esto está bien.
Sí, estoy a punto de derretirme en el suelo.
Vaya.
No.
Espera.
Quédate.
—¿Las...?
—Dijiste que querías ser follada. Duro y rápido. —¿He dicho eso? No
puedo recordar No puedo recordar mi propio nombre, y luego las cosas
empeoran aún más: detrás de mí, él se arrodilla. ¿Qué está por…?— Fuera.
—Liam tira de mis jeans y bragas hasta que se acumulan alrededor de mis
tobillos, luego los arroja al otro lado de la habitación una vez salgo de ellos—
. Buena chica.
Fricción.
En realidad no tengo elección: quiero decir que sí, así que asiento con
la cabeza. Lo que quieras, puedes tenerlo, Liam.
No es bonito, cuando se retira. Jadea un suspiro de pura frustración
y está claro que lo odia. Yo también lo odio, y soy la que acaba de tener un
orgasmo que me ha cambiado la vida. Liam es el que me lo dio y se llevó
muy poco para él, lo que ni siquiera es una sorpresa.
—Ven aquí. Mara, tú... mierda. Ven aquí. —Su mandíbula está tensa
mientras me levanta y me lleva a su habitación. Mi primera vez aquí, pero
conozco este lugar porque conozco a Liam. Colores oscuros. Fotografías
enmarcadas de naturaleza medio hostil de los viajes de los que me habló.
Muebles escasos. Una pila de libros en su mesita de noche. Los anteojos 116
para leer, con los que me burlo de él, están desplegados en medio de su
escritorio. Quiero explorar cada rincón, pero no hay tiempo. El colchón
rebota debajo de mi espalda y luego él ocupa todo mi campo de visión.
—¿Estás seguro?
Es muy bueno en eso. No... Tal vez no muy hábil, pero está
completamente perdido en ello, tan minucioso, tan ruidoso en su absoluto
y asombrado disfrute del acto, de mí. Mis caderas se arquean y él tiene que
sujetarme, llevarme a través del placer. Dura más de treinta segundos. Dura
más de tres minutos, tal vez más de diez, pero mis muslos están temblando
y mi coño tiene espasmos y empiezo a correrme como una ola del océano, y
cuando creo que el placer finalmente está disminuyendo, desliza dos dedos
117
dentro de mí y mis caderas se estiran hacia arriba, porque no ha terminado.
Mi mundo entero da vueltas. Oficialmente he tenido más orgasmos en los
últimos veinte minutos que en el último año.
Con los dedos todavía dentro de mí, mira hacia arriba, los ojos suaves
y serios y tragados por sus pupilas.
—Gracias.
Vaya.
—Esto es tan bueno, Mara. Tú eres muy buena. ¿Por qué quieres que
sea rápido? —Se inclina para besarme de nuevo, lamiendo el interior de mi
boca, mordisqueándome la garganta—. Yo solo quiero hacer que dure —
raspa contra mi piel.
No tengo idea de a qué se refiere. No quiero que esto sea rápido. Nunca
he dicho que lo quisiera, pero él sigue diciéndome eso...
—Me escuchaste.
—No sé.
—¿Saber qué?
—Qué difícil ha sido, joder, mantener mis manos lejos de ti. Cuánto
he querido esto, casi desde el principio.
Vaya.
Oh, Dios.
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Sus ojos están vidriosos, los músculos tensos. Está a punto de
venirse, eso es obvio. Tan obvio que me sorprende cuando sus dedos se
envuelven alrededor de mi muñeca para detenerme.
No voy a decirle que no. No voy a decirme a mí misma que no. En lugar
de eso, sonrío y tiro de él sobre mí, con los brazos entrelazados alrededor de
su cuello mientras digo en silencio contra la carne de su hombro cuánto me
gusta, cuánto amo esto, y Liam nos acomoda y se inclina hasta que está
casi dentro de nuevo, caliente y húmedo y... se me ocurre el pensamiento
más molesto. Mierda.
Liam gime.
—¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo? ¿Puedes... eh, por favor,
por favor, dejar de hacer eso?
—No tengo ni idea. —Liam saca sus dedos. Por un segundo, la fricción
me distrae. Entonces mi coño se aprieta en señal de protesta—. No tengo
sexo, Mara.
—Sí. Pero en realidad no. Es solo... —Me sostiene la mirada. Sus ojos
son de un marrón oscuro y hermoso—. Tú me gustas mucho, Mara. Me
gusta hablar contigo. Me gusta verte hacer yoga. Me gusta la forma en que
siempre hueles a protector solar. Me gusta cómo te las arreglas para decir
casi todo lo que quieres sin dejar de ser increíblemente amable. Me gusta
estar en esta casa contigo y todo lo que hacemos aquí. —Su garganta se
mueve—. No creo que sea una sorpresa que de verdad, de verdad me guste
la idea de follarte.
Ay, dios mío. Ay, Dios mío, ay, Dios mío, ay, Dios mío, ay, Dios mío…
—Pero no necesito... Estoy disfrutando esto. —Hace una mueca, como 121
si estuviera horrorizado por el eufemismo—. Tal vez demasiado, ya que casi
me pierdo... varias veces, solo por estar cerca de ti, así que estaré más que
bien si me dejas encargarme de ti y…
No.
Asiento, demasiado cerca para hablar, y dejo que nos haga rodar.
Se tensa.
—Sí, Liam.
Epílogo
—Gente.
—Mucha gente.
—Nombra una.
124
—Yo.
—Nombra dos.
Silencio.
—¿Ves?
Liam suspira.
—Vainilla.
Liam examina la lista que escribí hoy, sentada entre sus muslos
mientras estaba ocupado matando a los malos en la PlayStation. Él
entrecierra un poco los ojos ante mi terrible letra y trato de no reírme.
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Stuck with You