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El Liberalismo y la primacía de la justicia sobre el bien en Kant

Una lectura crítica de Michael Sandel desde el utilitarismo inglés

Introducción

Emmanuel Kant es uno de los grandes pensadores de la era moderna. Es casi


imposible comprender los tiempos modernos sin detenernos a analizar el lugar que
ocupa en la filosofía occidental del siglo XVIII. Esto es quizás lo que hace que José
Gómez Caffarena diga que la historia del pensamiento en general no puede escribirse
ignorando a Kant (Gomez, 2012).

En diciembre de 1784, Kant escribió un artículo en Berlinische Monatsschrift. El


título del artículo era Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la ilustración? Este artículo
hará de Kant el gran pensador que es.

En su reflexión sobre la Ilustración, ya se observa con detalle cuál será uno de los
aspectos fundamentales de su sistema filosófico moral. Kant habla de la responsabilidad
individual, la autonomía y la libertad en el uso público y privado de la razón (Kant,
1990).

En las líneas que siguen, pretendemos hacer una lectura kantiana del liberalismo
a través del pensamiento filosófico de Michael Sandel. Nuestra reflexión tiene tres
grandes apartados.

Después de una sucinta ubicación histórica tanto de Immanuel Kant como de


Michael Sandel, examinaremos primero la relación del liberalismo con tres ideas: con el
bienestar, la libertad y la virtud. Aquí hablaremos del pensamiento de tres autores
utilitaristas, David Hume, quien tuvo una gran influencia sobre Kant, Jeremy Bentham
y John Stuart Mill. Daremos especial importancia a la posición de privilegio que ocupa
el individuo en el pensamiento de estos autores.

En segundo lugar, estudiaremos el liberalismo en relación con la primacía de lo


justo sobre lo bueno en Kant. Destacaremos algunos de los argumentos que utiliza.

[1]
En tercer lugar, inspirados por la teoría de la justicia de Rawls, destacaremos la
crítica de Michael Sandel a la deontología kantiana.

Nos queda mencionar que la mayoría de los documentos que utilizamos para esta
reflexión están en francés. Por esta razón, los citaremos desde el texto original en
francés y brindaremos una traducción libre español.

[2]
1. La vida de Immanuel Kant y Michael Sandel

 Immanuel Kant

Nació el 22 de abril de 1724 en la misma ciudad que lo vio morir el 12 de febrero


de 1804. El nombre de la ciudad es Königsberg, hoy llamado Kaliningrado (Rusia). Él
está enterrado en la Catedral de la ciudad.

A nivel biográfico, Immanuel Kant es un personaje atípico. Nace en una familia


modesta y pietista de once hijos. Su madre tendrá una gran influencia sobre él. Es de
ella de quien aprende a contemplar el cielo y a nombrar las constelaciones. Según Paul
Strathern, las siguientes palabras de Kant se refieren a su madre: «Cuanto más a
menudo y más constantemente reflexionamos, los cielos estrellados arriba y la ley moral
dentro de nosotros embargan el alma de una admiración y un respeto siempre
renovados y siempre en aumento» (2015).

En el nivel filosófico, se lo considera el padre del idealismo trascendental. De


entre sus obras, citamos Crítica de la razón pura (1781), Respuesta a la pregunta:
¿qué es ilustración? (1784), Fundamentación de la metafísica de las costumbres
(1785), ¿Qué significa orientarse en el pensamiento? (1786), Crítica de la razón
práctica (1788), Crítica del juicio (1790), La religión dentro de los límites de la mera
razón (1793), Hacia la paz perpetua (1795), y Metafísica de las costumbres (1796 a
1797).

Gran filósofo de la Ilustración, Kant es justamente considerado como el padre de


la crítica y el fundador del idealismo trascendental, tal y como él lo desea en la primera
parte de los Prolegómenos a toda metafísica futura que pueda presentarse como
ciencia.

 Michael Sandel

Nació el 5 de marzo de 1953 en Minneapolis, Minnesota, EE. UU. Como


pensador, tiene interés en la filosofía contemporánea, incluida la filosofía política, la
jurisprudencia y la ética. Pertenece a la escuela analítica y comunitaria. Actualmente es

[3]
profesor de Filosofía Política en la Universidad de Harvard en los Estados Unidos. Sus
cursos sobre Justicia en Harvard fueron un éxito rotundo. Estos cursos lo han
convertido en uno de los grandes nombres de la filosofía de nuestro tiempo.

Él es conocido como un discípulo de Aristóteles, Michael Walzer y Charles Taylor.


En su libro titulado El Liberalismo y los Límites de la Justicia (1998), Sandel hace una
crítica intransigente del liberalismo como lo concibe Kant. En el mismo libro, extiende
su crítica a John Rawls. Michael Sandel considera que la teoría de la justicia de John
Rawls es la expresión perfecta de la deontología «revisionista» del liberalismo
contemporáneo. (Sandel, 1999) En el prefacio a la segunda edición de este libro, expresa
su malestar « face à l’étiquette communautarienne qui a été appliqué à la conception
proposée dans le Libéralisme et les limites de la justice »1 (Sandel, 1999). Demuestra
cómo el comunitarismo es erróneo y, al mismo tiempo, justifica por qué la etiqueta del
comunitarismo no le conviene.

De entre sus obras, citamos : El liberalismo y los límites de la justicia (2000)


Contra la perfección. La ética en la era de la ingeniería genética. (2007), Filosofía
pública. Ensayos sobre moral en política (2008) Justicia ¿Hacemos lo que debemos?
(2011) Lo que el dinero no puede comprar: Los límites morales del mercado (2013)
Justice (2016).

1 «De cara a la etiqueta comunitaria que se ha aplicado a la concepción propuesta en el liberalismo y los límites de la
justicia.»

[4]
2. Del consecuencialismo (utilitarismo) al deontologismo: reflexión sobre una concepción
de la justicia como bienestar, libertad y virtud

Según Michael Sandel, preguntarse si una sociedad es justa, significa indagar


sobre cómo distribuye su riqueza. En su libro Justicia: ¿hacemos lo que debemos?
(2013), afirma, como los antiguos filósofos (Aristóteles), que una sociedad justa
distribuye su riqueza como lo debería, dando a todos lo que les corresponde. Para él,
desde una perspectiva de justicia, hay tres formas de considerar la distribución de la
riqueza:
La primera perspectiva sobre la justicia se centra en el bienestar. Ella cuestiona
cómo y por qué maximizar el bienestar. Se centra en la idea de la felicidad y en cómo
buscar la mayor felicidad para el mayor número de individuos. Esto es lo que
entenderemos aquí por el utilitarismo.
La segunda perspectiva sobre la justicia vincula la felicidad con la libertad. Ella
establece (o define) la libertad como la expresión por excelencia de la sacralidad de los
derechos individuales. Desde esta perspectiva, hay ciertos derechos individuales que
incluso el poder de la mayoría no puede violar. En esta forma de concebir la justicia, hay
dos tendencias: la del laissez-faire o la del libertino. Se trata de conquistas del mercado
libre y entienden la justicia como el respeto y la validación de lo que los adultos han
elegido voluntariamente. Luego están aquellos que piensan que la justicia es equidad.
Según ellos, una sociedad justa es aquella que adhiere a ciertas virtudes y formas de
concebir el bienestar. (Sandel, 2013) A este grupo pertenece John Rawls.
La tercera perspectiva sobre la justicia parte de la concepción de la virtud de
Aristóteles. Según estos autores (Alasdair MacIntyre, Charles Taylor, Michael Walzer) es
imposible definir qué es la justicia si, de antemano, no hay consenso sobre las
características esenciales de lo que se entiende por vida buena.
Por lo tanto, como veremos, lo que distingue a las teorías antiguas y modernas de
la justicia es que las primeras se fundamentan en la virtud, mientras que las segundas lo
hacen en la libertad.

[5]
Para abordar mejor la idea de la justicia y del bien en Kant, sería bueno empezar
recurriendo a las fuentes del liberalismo para comprender cómo se desarrolló en la
historia del pensamiento filosófico.
Por eso, haremos una breve descripción del consecuencialismo. Este ejercicio nos
permitirá ofrecer al consecuencialismo una base conceptual. Partiremos de sus orígenes
para descubrir lo que significa. Tras ello, haremos un juicio sobre el pensamiento de
algunos autores decisivos de esta corriente filosófica.
Hablaremos de David Hume. En la séptima sección del Ensayo sobre el
entendimiento humano, Kant dice que la lectura en profundidad de su crítica del
conocimiento de la causalidad lo ha despertado de su "sueño dogmático"(Hume D.,
2004).
También examinaremos el pensamiento utilitarista de Jeremy Bentham y Stuart
Mill tal y como lo analiza Michael Sandel. Con estos elementos preliminares
exploraremos la idea de lo justo y lo bueno en Kant.

2.1 Los orígenes del consecuencialismo

La expresión consecuencialismo aparece por primera vez en el artículo que G. E.


M. Anscombe publica en el número 124 de la revista Philosophie. El título que le da al
artículo es Modern Moral Philosophy (Modern Moral Philosophy, 1958). El
consecuencialismo es parte de la línea filosófica dibujada por el utilitarismo. Ella se
fundamenta en que, en las consideraciones morales de una acción, se debe dar primacía
a los resultados.
Sin embargo, contrariamente a lo que veremos en Jeremy Bentham y Stuart Mill,
el consecuencialismo es distinto del utilitarismo. Mientras que el consecuencialismo se
centra en las “buenas consecuencias de una acción”, para juzgar la moralidad de esta
última, el utilitarismo, por el contrario, se define en torno a un conjunto de principios
entre los que podemos citar los siguientes: el primer principio del bienestar reduce el
bien a la noción de welfare entendido como bienestar en su aspecto moral, físico e
intelectual; el principio de agregación donde sólo cuenta la cantidad total de bienestar
producido; el principio que afirma que la mayoría debe prevalecer sobre la minoría; el
principio de imparcialidad que atribuye en el cálculo del bienestar general un valor igual
[6]
a los placeres y sufrimientos de los individuos afectados por una acción. Es esta versión
del utilitarismo la que trataremos de estudiar en Jeremy Bentham y Stuart Mill.
También resulta interesante mencionar que la tradición filosófica yuxtapone el
consecuencialismo que con demasiada frecuencia describe como teleológico a otra
corriente filosófica basada en el deber, la perspectiva deontológica. La teoría de la
justicia de John Rawls, por ejemplo, opone teleología y deontología. Define lo justo
independientemente del bien donde los utilitaristas definen lo justo como una
maximización del bien.
La siguiente tabla resume sucintamente lo que caracteriza a cada una de estas dos
corrientes filosóficas:

Consecuencialismo / teleológica Deontología


Ética de la responsabilidad Ética de la convicción
Ética de la acción Ética de la convicción
Orientación hacia el futuro Orientación hacia el pasado
Interés en los fines sin consideración de Interés en los medios considerados como
los medios fines
Social Individual
Promoviendo valores Respeto por los valores

[7]
2.2 David Hume: en el origen de la utilidad como fundamento de la
moralidad

En el Libro III de su Traité sur la nature humaine, David Hume analiza el origen
de la virtud y el vicio. Para Hume, el acceso a la realidad de la virtud y el vicio no se
realiza por una mera actividad de la razón. Es el producto de impresiones lo que hace
posible la distinción entre uno y otro. Y desde esta premisa, afirma que las impresiones
que se originan de la virtud son agradables, mientras que las relacionadas con el vicio
son desagradables. Por lo tanto, no sorprende leer en uno de sus textos lo siguiente:

Or, puisque les impressions distinctives, par lesquelles le bien et le


mal moraux nous sont connus, ne sont rien que des douleurs ou
des plaisirs particuliers, il s’ensuit que, dans toutes les recherches
sur ces distinctions morales, il suffira de montrer les principes qui
nous font éprouver une satisfaction ou un déplaisir à la vue d’un
caractère pour que nous soyons éclairés sur la raison qui fait que le
caractère est louable ou blâmable. Une action, un sentiment ou un
caractère est vertueux ou vicieux. Pourquoi ? Parce sa vue cause un
plaisir ou un déplaisir d’un genre particulier. Donc, en donnant
une raison du plaisir ou du déplaisir, nous expliquons
suffisamment le vice ou la vertu. Avoir le sens de la vertu n’est rien
que ressentir une satisfaction d’un genre particulier à la vue d’un
caractère2 (Hume, 2004).

La moralidad es, por así decirlo « plus proprement sentie que jugée »3. Si los
objetos inanimados no pueden volverse virtuosos o viciosos, según Hume, sería absurdo
querer basar el bien y el mal en un « système qui établit des mesures éternelles et

2 «Ahora, dado que las impresiones distintivas, por las cuales conocemos el bien y el mal moral no son más que dolores o
placeres peculiares, se deduce que, en todas las investigaciones sobre estas distinciones morales, bastará con mostrar los
principios que nos hacen sentir satisfacción o desagrado a la vista de un carácter para que estemos iluminados sobre la razón
por la cual el carácter es loable o censurable. Una acción, un sentimiento o carácter es virtuoso o vicioso. ¿Por qué? Porque
su vista causa placer o desagrado de un tipo particular. Entonces, dar una razón para el placer o el disgusto, explica
suficientemente el vicio o la virtud. Tener un sentido de virtud no es otra cosa que sentir una satisfacción de un tipo
particular a la vista de un carácter.»
3 «más propiamente sentida que juzgada»

[8]
rationnelles »4 (Hume, 2004). Por lo tanto, la virtud debe atribuirse al carácter y los
sentimientos, no al objeto.

¿Qué piensa Hume de la justicia?

En el mismo Traité sur la nature humaine, Hume parte de la consideración de


que la justicia no es una virtud natural. Según él, sería una virtud artificial que, no
derivando de la naturaleza, es un producto de la educación y las convenciones humanas.
Su lógica de razonamiento encuentra en la parcialidad y la desigualdad de afecto,
elementos que determinan conductas e influyen en el comportamiento social en la
dirección del vicio y de la virtud.
La idea de justicia, por lo tanto, no tiene nada previo a la sociedad. Surge del
deseo de contener o controlar los caprichos « du concours de certaines qualités de
l’esprit humain et de la situation des objets extérieures »5. Por lo tanto, la justicia es el
acuerdo en torno a un conjunto de convenciones que es garante del interés público y
privado. El sentido de justicia no se basa en nuestras ideas, sino en nuestras
impresiones. Hume lo expresa de esta manera : « Ainsi l’intérêt personnel est le motif
originel de l’établissement de la justice ; mais une sympathie avec l’intérêt public est la
source de l’approbation morale qui accompagne cette vertu. »6 (Hume, 2004)
En su libro sobre Investigaciones sobre los principios de la moral (2014), Hume
hace una consideración de las virtudes desde su utilidad social. También trata de
mostrar que la utilidad pública de las virtudes es la principal circunstancia de la que
deriva su mérito. La utilidad de la que estamos hablando aquí no se reduce a la
búsqueda de un interés egoísta que nos cierre a nosotros mismos. Está abierto al interés
general.

4 «Sistema que establece medidas eternas y racionales»


5 «La concurrencia de ciertas cualidades de la mente humana y la situación de los objetos externos»
6 «Por lo tanto, el interés propio es el motivo original para el establecimiento de la justicia; pero una simpatía con el interés
público es la fuente de la aprobación moral que acompaña a esta virtud.»

[9]
2.3 Jeremy Bentham (1748-1832)

En Justicia: ¿hacemos lo que debemos?, Michael Sandel evalúa la propuesta ética


de Jeremy Bentham para el utilitarismo. En su trabajo titulado An Introduction to the
principles of morals and legislation (1781), Jeremy Bentham afirma que el placer y el
dolor son los dos maestros soberanos que determinan el principio de utilidad:

« Nature has placed mankind under the governance of two


sovereign masters, pain and pleasure. It is for them alone to point
out what we ought to do, as well as to determine what we shall do.
On the one hand the standard of right and wrong, on the other the
chain of causes and effects, are fastened to their throne. They
govern us in all we do, in all we say, in all we think: every effort we
can make to throw off our subjection, will serve but to demonstrate
and confirm it » (Bentham, 2000).

Jeremy Bentham entiende por utilidad todo lo que, por un lado, produce
beneficio, ventaja, placer, bien o alegría y, por otro lado, previene el dolor, la pena o el
daño a aquellos cuyos intereses están en cuestión. La ley y la razón son los dos medios
involucrados en su realización. El principio mayor de la moralidad es, por así decirlo,
maximizar la felicidad a tal punto que, una vez totalizada, el placer doblega al dolor.
Michael Sandel opone dos objeciones al utilitarismo de Jeremy Bentham: la
primera objeción se refiere a los derechos humanos y la segunda a la unidad común de
valor.

Primera objeción:

En su reflexión, Anarchical Fallacies; being an examination of the Declaration


of Rights issued during the French Revolution, Bentham califica de sofistería anárquica
la idea misma de la ley natural. Para él, los llamados derechos naturales son «tonterías
que van en zancos»: Natural rights is simple nonsense: natural and imprescriptible

[10]
rights, rhetorical nonsense, - nonsense upon stilts. (Bentham, Anarchical Fallacies,
1796). Según él, hay que marcar una distancia entre un derecho que es en realidad, y
otro que debe ser tal y como a uno le gustaría que fuera. Aquí es donde yace el error. La
confusión que crea la carta de derechos humanos entre lo que es y lo que debería ser.
Decir que todos los hombres nacen libres es « un absurde et misérable contresens »7
porque, en realidad, muchos hombres nacen esclavos (Bentham, 1796).
Refutando a Bentham a nivel de los derechos humanos, Michael Sandel usa dos
ejemplos prácticos.
El primer ejemplo se da en el contexto romano de los juegos de circo donde las
masas disfrutaban divirtiéndose de ver a los cristianos arrojados a los leones. Si bien es
cierto que hay suficientes romanos que disfrutan de estos juegos violentos, es posible al
menos, según Sandel, preguntarse si hay razones por las que un utilitarista puede emitir
reservas sobre su práctica. Michael Sandel cita al menos dos: ser una de las víctimas y la
realidad de que esos juegos alimentan la violencia en la ciudad.
El segundo ejemplo explora la legitimidad o no de la tortura. Michael Sandel se
pregunta sobre el lugar donde yace la fuerza moral a favor de la tortura que, por
ejemplo, se ejerce sobre un terrorista. ¿Deberíamos plantearnos como un requisito
previo para la justificación de tal acto de tortura, la certeza de que al que estamos
torturando es responsable del acto o que posee la información que esperamos obtener
de él? La realidad es que con demasiada frecuencia no tenemos esa certeza.

La segunda objeción:

Michael Sandel pregunta: ¿es posible reducir todos los bienes morales a una sola
unidad de valor sin perder algo en este ejercicio? Sandel duda de la viabilidad de tal
posibilidad. Para él, es difícil capturar todos los valores con una sola unidad de valor
común. En esta segunda objeción, Sandel explora los límites de la lógica utilitarista en el
análisis de costos y beneficios.
Como primer ejemplo, destaca el caso de la comercialización del tabaco los
beneficios del cáncer de pulmón. En la República Checa, un análisis de costo-beneficio
del tabaco en el presupuesto estatal concluyó que el Estado estaba generando más
7 «una contradicción absurda y miserable»

[11]
ingresos que gastos (cuidado de la salud, pensiones y residencias para los ancianos)
permitiendo el comercio legal del tabaco. El estudio detallaba los «efectos positivos» del
tabaquismo. El tesoro público acumuló ganancias de más de 147 millones de dólares al
año. Sandel cree que, si bien es cierto que este estudio destaca los ahorros que se están
produciendo en las arcas del Estado, es igualmente obvio que no tiene en cuenta la
dignidad de la persona humana.
Las dos objeciones principales de Sandel al principio de «mayor felicidad» de
Bentham se centran en la poca importancia que concede a la dignidad humana y los
derechos humanos. Su error radica en, reducir la moralidad simplemente al placer y
dolor.
La perspectiva de John Stuart Mill quiere ser una respuesta a las deficiencias
presentadas por la propuesta de Jeremy Bentham.

2.4 Stuart Mill (1806-1873)

John Stuart Mill pretende salvar el utilitarismo de su humanismo frío y


calculador. Según Michael Sandel, la base sobre la cual Stuart Mill basa su argumento es
la libertad humana. Se puede discernir cinco elementos clave en su argumento a favor
de la libertad. (Sandel M. J., 2013) Las personas deben ser libres de hacer lo que quieran
mientras sus acciones no dañen a los demás; el Estado no debe intervenir en las
libertades individuales para proteger a la persona de sí misma o para imponer lo que la
mayoría concibe como bueno para el conjunto; el individuo solo puede rendir cuentas a
la sociedad de los actos que afectan a la vida del prójimo; siempre que el individuo no
dañe al otro, su libertad es un derecho absoluto; en uno mismo y en su cuerpo y mente,
el individuo es soberano.
Para Sandel, la conclusión que puede extraerse de las formulaciones de Mill es
que sola, la utilidad no puede justificar moralmente los derechos humanos. Sin
embargo, la base moral del principio de utilidad de Mill se basa en el reconocimiento de
que no se puede maximizar la utilidad caso por caso, sino a largo plazo. Mill reconoce
también que respetar la libertad humana a largo plazo conducirá a una mayor felicidad,
ya que puede suceder, como ha señalado Michael Sandel, que el punto de vista disidente
corresponde a la verdad y por lo tanto sirve de contrapeso a la opinión que prevalece y

[12]
que un examen crítico de la opinión prevaleciente evita caer en prejuicios y
dogmatismos.

Algunos críticos creen que la argumentación de Stuart Mill no proporciona una


base moral convincente para fundar los derechos individuales. Ofrecen al menos dos
razones para justificar esto: primero, respetar los derechos humanos con el objetivo de
promover el progreso social es dejar estos derechos a merced de la contingencia del
tiempo y las circunstancias. En segundo lugar, basar los derechos en consideraciones
utilitarias no refleja realmente el hecho de que la violación de los derechos de un
individuo es un mal en sí mismo, independientemente del bien que dicha acción brinde
al bienestar general.

La respuesta que Mill ofrece para responder a estas dos objeciones va más allá del
utilitarismo porque para Mill, obligar a una persona a vivir de acuerdo con las
costumbres ambiente es inmoral porque impide el individuo no sólo lograr el propósito
de su vida, sino también desarrollar libre y completamente sus facultades humanas.
Para Mill, los actos y sus consecuencias no son los únicos factores decisivos para evaluar
una acción. La formación del personaje es un factor que no puede pasarse por alto:
« Les facultés humaines de la perception, du jugement, du
discernement, de l’activité intellectuelle, et même la préférence
morale, ne s’exercent qu’en faisant un choix. Celui qui n’agit jamais
que suivant la coutume ne fait pas de choix. Il n’apprend nullement
à discerner ou à désirer ce qui vaut le mieux. La force intellectuelle
et la force morale, tout comme la force physique, ne s’améliorent
qu’avec l’exercice. On n’exerce pas ses facultés en faisant ou en
croyant une chose simplement parce que d’autres la font ou qu’ils y
croient. Si une personne adopte une opinion sans que les principes
de celle-ci lui paraissent concluants, sa raison n’en sortira pas
renforcée, mais probablement affaiblie ; et si elle fait une action
(qui n’affecte ni les affections ni les droits d’autrui) dont les motifs
ne sont pas conformes à ses opinions et à son caractère, ceux-ci
tomberont dans l’inertie et la torpeur au lieu d’être stimulés.

[13]
Celui qui laisse le monde, ou du moins son entourage,
tracer pour lui le plan de sa vie, n’a besoin que de la faculté
d’imitation des singes. Celui qui choisit lui-même sa façon de vivre
utilise toutes ses facultés : l’observation pour voir, le raisonnement
et le jugement pour prévoir, l’activité pour recueillir les matériaux
en vue d’une décision, le discernement pour décider, et quand il a
décidé, la fermeté et la maîtrise de soi pour s’en tenir à sa décision
délibérée. Il lui faut avoir et exercer ces qualités dans l’exacte
mesure où il détermine sa conduite par son jugement et ses
sentiments personnels. Il est possible qu’il soit sur une bonne voie
et préservé de toute influence nuisible sans aucune de ces choses.
Mais quelle sera sa valeur relative en tant qu’être humain ? Ce qui
importe réellement, ce n’est pas seulement ce que font les hommes,
mais le genre d’hommes qu’ils sont en le faisant. » 8 (Stuart Mill,
1859)

Michael Sandel saca tres conclusiones importantes del pensamiento de Stuart


Mill sobre Jeremy Bentham: La primera es que la individualidad que Stuart Mill celebra
es la contribución más importante a la libertad; el segundo es que podemos llamar
herético al pensamiento de Stuart Mill si lo evaluamos en relación con el de Jeremy
Bentham; y finalmente, está claro que el pensamiento de Stuart Mill no es una

8 «Las facultades humanas de percepción, juicio, discernimiento, actividad intelectual e incluso preferencia moral, se ejercen
sólo al hacer una elección. Quien actúa solo según la costumbre no hace una elección. Él no aprende a discernir o desear lo
mejor. La fuerza intelectual y la fuerza moral, así como la fuerza física, solo mejoran con el ejercicio. Uno no ejercita las
facultades haciendo o creyendo una cosa simplemente porque otros lo hacen o creen en ello. Si una persona adopta una opinión
sin que los principios de la opinión sean concluyentes, su razón no saldrá fortalecida, sino probablemente debilitada; y si realiza
una acción (que no intervenga sobre los afectos ni los derechos de los demás) cuyos motivos no se ajustan a sus opiniones y su
carácter, éstos caerán en la inercia y el letargo en lugar de ser estimulados.
Quien deja al mundo, o al menos a su entorno más cercano, definir el plan de su vida, necesita sólo la facultad de
imitar a los monos. El que elige su modo de vida usa todas sus facultades: observación para ver, razonamiento y juicio para
predecir, actividad para recolectar materiales para la decisión, discernimiento para decidir, y una vez ha decidido, firmeza y
autocontrol para atenerse a su decisión deliberada. Debe tener y ejercer estas cualidades en la medida en que determine su
conducta mediante su juicio y sus sentimientos personales. Es posible que avance por una buena senda y se aisle de
cualquier influencia dañina sin ninguna de estas cosas. Pero, ¿cuál será su valor relativo como ser humano? Lo que
realmente importa no es sólo lo que hacen los hombres, sino la clase de hombres que son al hacerlo.»

[14]
elaboración del principio de utilidad de Jeremy Bentham, sino más bien una renuncia a
su perspectiva.

3. Kant y la primacía de lo justo sobre lo bueno

Con Kant, el debate sobre la cuestión de la justicia y el bien pasa a otro nivel: el
de los derechos humanos. En Les fondements de la métaphysique des mœurs (1792),
Kant aborda dos cuestiones: la primera trata del principio supremo de la moralidad y la
segunda del significado de la libertad.
Arriba hemos dicho que hay tres formas de abordar la cuestión de la justicia en la
distribución de bienes: la perspectiva utilitarista, libertaria y aristotélica. Kant rechaza la
primera y la tercera perspectiva. Por el contrario, defiende la idea de justicia y
moralidad entendida en estrecha relación con una garantía suficiente de un ejercicio de
libertad individual e incondicional.
Para Kant, sería ilusorio basar los derechos humanos en la utilidad. Hacerlo
sería, por así decirlo, privilegiar la felicidad de todos en detrimento del respeto
fundamental e inalienable debido a la persona humana. Kant concluye que el objetivo de
la moralidad no es maximizar el bienestar como piensan los utilitaristas, sino respetar a
las personas como "fines en sí mismos".
Kant también rechaza la idea aristotélica de la justicia que consiste en darle a cada
persona lo que merece moralmente. Parte de una premisa simple: las personas tienen
opiniones diferentes sobre los fines empíricos de la felicidad y en qué consisten. Por lo
tanto, basar la moralidad en una cierta concepción de la felicidad sería una violación de
la justicia y el derecho individual de las personas. Uno entonces impondría a los demás
valores que se oponen a los suyos. Nadie, dice, puede obligar al otro a ser feliz a su
manera (Sandel MJ, 2013). Por lo tanto, es necesario pensar en una « idée de la raison
qui, cependant, a une réalité incontestable (pratique), à savoir, celle d’obliger tous les
législateurs à conformer leurs lois afin qu'elles puissent avoir été créées par la volonté
unifiée de tout un peuple» et comme si chaque citoyen « avait donné son
[15]
consentement »9 (Ibid., 2013). Es aquí donde radican los imperativos categóricos que
Kant establece.

¿Cómo entiende Kant la primacía de lo justo sobre lo bueno?

Para comprender mejor la posición de Kant que justifica la prioridad de lo justo


sobre el bien, es importante darse cuenta de que la ética con la que nos enfrentamos
aquí no es más que un liberalismo deontológico. Este liberalismo da prioridad a la
justicia en relación con diversas concepciones del bien.
Para Sandel, la tesis esencial de este liberalismo es la siguiente:

«Parce que la société se compose d’une pluralité de personnes dont


chacune a ses propres buts, ses propres intérêts, et sa propre
conception du bien, elle est disposée au mieux lorsqu’elle est
gouvernée par des principes ne présupposant eux-mêmes aucune
conception particulière du bien ; ce qui par-dessus tout, justifie ces
principes régulateurs, ce n’est pas qu’ils maximisent le bien-être
social ou promeuvent le bien d’une quelconque manière, mais
plutôt leur conformité au concept du juste, catégorie morale
donnée antérieurement au bien et indépendante de celui-ci. »10
(Sandel M. , 1999)

Para Sandel, la prioridad de la justicia sobre el bien puede entenderse de dos


maneras: el primer sentido es moral dado que la demanda de justicia siempre prevalece
sobre otros intereses morales; el segundo sentido es propiamente deontológico en
cuanto que lo justo precede al bien porque sus principios se deducen
independientemente del bien. Por lo tanto, para Emmanuel Kant, el bien y el mal no
preceden a la ley moral; por el contrario, son consecuentes con eso. La virtud de la ley

9 « idea de razón que, sin embargo, tenga una realidad incontestable (práctica), a saber, la de obligar a todos los legisladores a
conformar sus leyes de modo que pudieran haber sido creadas por la voluntad unificada de todo un pueblo "y como si cada
ciudadano" hubiera dado su consentimiento.»
10 « Como la sociedad está compuesta por una pluralidad de personas, cada una de las cuales tiene sus propios objetivos,
intereses y concepción del bien, subyace en ella una predisposición hacia lo mejor cuando se rige por principios que no
presuponen ninguna concepción particular del bien; lo que justifica estos principios regulatorios no es que maximicen el
bienestar social o promuevan el bien de ninguna manera, sino su conformidad con el concepto de lo justo, una categoría
moral dada previamente a lo bueno e independiente de eso. »

[16]
moral no toma su consistencia en el hecho de promover un ideal, por noble que sea; esta
virtud es, por el contrario, un fin en sí mismo (Ibid.).
Estas dos formas de considerar la prioridad de la justicia sobre el bien manifiestan
dos facetas de la deontología. En el sentido moral, la deontología se enfrenta con el
consecuencialismo: ciertos deberes tienen una prioridad esencial en relación con otras
preocupaciones morales. En el sentido fundacional, la deontología se enfrenta a la
teleología designando así una concepción de la justicia en la que la deducción de los
primeros principios no presupone una concepción particular del bien.
Para Kant, la prioridad del derecho sobre el bien tiene todo que ver con el concepto
de libertad. Esta libertad no es principalmente sinónima de hacer lo que queramos. Esta
libertad es sinónimo de actuación autónoma, es decir, en estricta conformidad con una
ley que uno se ha otorgado. Por lo tanto, la ley moral encuentra su fundamento no en el
objeto de la razón práctica, sino en «un sujet doué d’une volonté autonome. »11 (Sandel
M., 1999).
Por ello Sandel continúa diciendo que « ce qui compte par-dessus tout dans la
conception déontologique, ce ne sont pas les fins que nous choisissons, mais notre
capacité de choisir. Et cette capacité de choisir, étant antérieure à toutes fin particulière
qu’elle pourrait affirmer, réside dans le sujet. »12 (Ibid.). Por lo tanto, es el concepto de
sujeto el que ofrece a la ley moral una base que tiene a la vez prioridad y es
independiente de la teleología.

11 «un sujeto dotado de una voluntad autónoma»


12 «lo que más importa en el pensamiento ético no son los fines que elijamos, sino nuestra capacidad de elegir. Y esta
capacidad de elegir, siendo anterior a cualquier fin particular que pueda afirmar, reside en el sujeto.»

[17]
4. La crítica de Michael Sandel del deontologismo kantiano

Intentamos en este punto resaltar la fuerza del argumento que Michael Sandel usa
para refutar la propuesta del liberalismo tal como lo concibe Kant. Debe notarse que la
crítica de Sandel está más dirigida hacia John Rawls, quien es uno de los principales
representantes de un deontologismo que enlaza con la perspectiva kantiana.
Previos a cualquier discusión, deberíamos situar en qué nivel se sitúa el nudo de la
crítica de Michael Sandel al liberalismo. Sandel, contradice la tesis de la primacía de la
justicia sobre el bien. Para él, una sociedad inspirada por la promesa liberal está
limitada en su deseo de justicia. Esta aspiración a la justicia solo puede ser incompleta.
En Le Libéralisme et les limites de la justice, Michael Sandel hace dos grandes
objeciones a la concepción kantiana:
Él designa la primera objeción como sociológica. Esta primera objeción de Sandel
está dirigida hacia la llamada neutralidad tan celebrada por el liberalismo deontológico
de Kant y Rawls. Para Sandel, el liberalismo sería una ilusión porque ella se « méprend
sur la nature fondamentalement « sociale » de l’homme, sur le fait que nous sommes
des êtres conditionnés « de part en part » »13 (1982). De hecho, Sandel se levanta es
contra la noción de sujeto trascendental de Kant. Es este sujeto trascendental, dotado de
una voluntad autónoma, « composée de purs phénomènes »14 (Kant, 1967) el que hace
posible la afirmación de la anterioridad de la justicia sobre el bien.
La segunda objeción de Sandel es, de hecho, una crítica del liberalismo deontológico
«revisionista» que es característico del liberalismo contemporáneo. Sandel lo encuentra
ejemplificado en la concepción rawlsiana de una teoría de la justicia que busca curar la
concepción kantiana de la «oscuridad y arbitrariedad» de su idealismo trascendental.
Este proyecto rawlsiano también está, según él, condenado al fracaso. Y por una buena
razón, «la déduction des premiers principes à partir d’une situation de choix
13 «malinterpreta la naturaleza fundamentalmente «social» del hombre, el hecho de que somos seres condicionados «de parte
en parte».»
14 «compuesta de fenómenos puros»

[18]
hypothétique»15 (Sandel, 1999). La conclusión que el autor del Le libéralisme et les
limites de la justice deriva de ella es que la perspectiva rawlsiana no es capaz de salvar al
liberalismo deontológico kantiano de las dificultades relacionadas con el sujeto
trascendental.

15 «la deducción de los primeros principios de una situación de elección hipotética»

[19]
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