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El cuento trata de un travieso pastor llamado Pedro que le gustaba gastar bromas a los aldeanos gritando que venía el lobo. En dos ocasiones los aldeanos acudieron en su ayuda pero no había lobo, solo era una broma de Pedro. Un día, cuando realmente apareció un lobo, los aldeanos no acudieron pensando que era otra broma y Pedro tuvo que ver cómo el lobo se comía a sus ovejas sin poder hacer nada.
El cuento trata de un travieso pastor llamado Pedro que le gustaba gastar bromas a los aldeanos gritando que venía el lobo. En dos ocasiones los aldeanos acudieron en su ayuda pero no había lobo, solo era una broma de Pedro. Un día, cuando realmente apareció un lobo, los aldeanos no acudieron pensando que era otra broma y Pedro tuvo que ver cómo el lobo se comía a sus ovejas sin poder hacer nada.
El cuento trata de un travieso pastor llamado Pedro que le gustaba gastar bromas a los aldeanos gritando que venía el lobo. En dos ocasiones los aldeanos acudieron en su ayuda pero no había lobo, solo era una broma de Pedro. Un día, cuando realmente apareció un lobo, los aldeanos no acudieron pensando que era otra broma y Pedro tuvo que ver cómo el lobo se comía a sus ovejas sin poder hacer nada.
Había una vez un conejito muy veloz que presumía de tener
las zapatillas más bonitas, limpias y cuidadas de todo el bosque. Decía que eran la razón de su velocidad, y que con ellas nunca nadie podría vencerle. Todos le tenían mucho respeto a él y sobre todo a sus zapatillas, por lo que nadie se atrevía nunca a retarle en una carrera.
En el mismo bosque, vivía un pequeño cerdito que tenía mucha
envidia de las relucientes zapatillas del conejo. El pobre cerdito vivía en una charca de barro, y por mucho que intentaba cuidar sus zapatos, siempre se veían llenos de barro. Él quería tener unas zapatillas como las del conejo, pero sabía que por mucho que las cuidara, en su charca se acabarían ensuciando.
Un día, el conejo, sabiendo la envidia que tenía el cerdito de sus
zapatillas, le retó a una carrera para burlarse de él. El cerdito se vio acorralado y no pudo decir que no. El día de la carrera, el cerdito no lo pensé dos veces, y corrió tanto como pudo, pensando en ser el ganador y poniendo todo su esfuerzo para no quedar mal. A pesar de que sus zapatillas no eran ni las más bonitas ni las más limpias, acabó la carrera antes que el conejo, ¡y le ganó! Aunque nadie podía entender la rapidez del cerdito, consiguió ganar al conejo y a sus super zapatillas, todo porque se había esforzado más que nadie.
Moraleja: No importa qué zapatillas lleves, si pones todo tu
esfuerzo para llegar a la meta, puedes ser el más rápido. Confía en tus posibilidades, y no en las cosas materiales que tienes, porque puedes sorprenderte a ti mismo y a los demás. Pedro y el lobo Había una vez un travieso pastor llamado Pedro, al que le gustaba mucho gastar bromas a los habitantes del pueblo. Un día que estaba muy aburrido, se le ocurrió la broma más pesada de todas, y empezó a gritar desde las afueras del pueblo para que todo el mundo se enterase: – ¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Ayudadme! Los vecinos asustados corrieron cargando palos y escopetas para salvarle, pero al llegar al sitio de dónde venían los gritos, se encontraron a Pedro en la rama de un árbol partiéndose de la risa, ya que todo había sido una broma y el lobo no había aparecido.
Algunos días después, Pedro decidió repetir la misma broma:
– ¡Que viene el lobo, socorro! ¡El lobo! ¡Ayudadme! A lo que corrieron de nuevo los pueblerinos asustados para salvar al niño del terrible lobo. Pero Pedro estaba de nuevo en el árbol de siempre riéndose: – Pero qué tontos sois. ¡Era una broma, y os la habéis creído de nuevo! Algunos días después, Pedro estaba paseando por el campo con sus ovejas, cuando oyó un ruido muy extraño, y de pronto se encontró cara a cara con un terrible lobo 10 veces más grande que él, que quería atacarle enseñándole sus fauces y sacándole las uñas. Pedro salió corriendo para subirse a un árbol, mientras gritaba y veía como el lobo iba matando a sus ovejas una por una: – ¡El lobo, el lobo! ¡Ayudadme por favor! ¡Se está comiendo a mis ovejas! Pero los vecinos, hartos de sus bromas, no acudieron esta vez en su ayuda, mientras Pedro a salvo en el árbol, veía como se quedaba sin sus ovejas. Al volver al pueblo, Pedro se había quedado sin su rebaño, y aunque sus vecinos le compadecieron, se había ganado su fama de mentiroso que al final le costó lo que más quería en el mundo.
Moraleja: Mentir al final sale muy caro, y nunca sabes cuándo tus mentiras se pueden volver en tu contra.