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Buenos Aires - Setiembre de 2009

Infancia y Mundo de Hoy Marcelo N. Viñar

- INFANCIA Y MUNDO DE HOY -

LAS INFANCIAS Y LA ÉPOCA – SUMARIO


En nuestra infancia y adolescencia había tiempo para la siesta y el
aburrimiento, pautados por la alternancia entre los tiempos
transitivos del gozar y/o penar, y otros, reflexivos, de remanso,
donde el acontecer detenía transitoriamente su ímpetu y la
experiencia decantaba. La memoria es aquel lugar donde las cosas
ocurren por segunda vez, dice Paul Auster. O, -en jerga
psicoanalítica -, es necesario reverberar para elaborar.

Hoy vivimos tiempos pletóricos y sobrecalentados, donde las


urgencias de un presente sobresaturado, devoran la secuencia de
pasado, presente y futuro, y los horizontes de futuro se vuelven
inciertos, impredictibles.

Antaño, la regla y la trasgresión estaban más o menos claramente


pautadas y cada quien tenía los referentes a los que someterse o
rebelarse.
La épica de la adaptación o la revuelta fueron los desafíos para
construir nuestra singularidad, personal y colectiva, el perfil de una
generación. Hoy esos referentes a obedecer, a transformar o a
destruir, están fragmentados y dispersos, y los mitos de un futuro
luminoso y de progreso son reliquias anticuadas: derrumbe de las
utopías, los designa la jerga académica.

¿Cómo se construye la subjetividad en estos tiempos de frenesí y


declinación de las instituciones? ¿Cómo se construye el perfil de un

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sujeto, sin referentes claros o modelos a los que adherir u


oponerse? Son preguntas vastas y complejas.

Sin respuesta a estas preguntas, en supersónicos 20 minutos


diremos algunas pinceladas de nuestras inquietudes.

* * *

Tratar este tema, Infancia y Mundo de hoy, en 20’ me parece


irrisorio o atrevido. Una tarea irrealizable, o una caricatura de cómo
el mundo de hoy quiere resolver problemas trascendentes en
tiempos epilépticos. La estructura del panel es elocuente isomorfa
del tema, hacer rapidito lo que requiere tiempo extenso. Como en el
informativo de la noche, diez noticias por minuto. Tendrán pues una
sinopsis de una película que yo tengo que suponer, yo supongo
seria y sabia, si no, no me atrevería a hablar...

Voy a tomar un solo eje, el del tiempo interior o vivencial.


El primer trazo o pincelada que se me ocurrió evocar me lo enseñó
mi hijo mayor, cuando tenía 2 años. Él invitaba a su madre a jugar y
mi mujer – médica y psicoanalista- eminente, como somos todos
aquí, le respondió recitándole la lista de las tareas y obligaciones
del día-, el niño reflexionó un instante y replicó: Yo no quiero Dra.
Viñar, quiero Mamá Viñar.

Vivimos un tiempo social acelerado que se interioriza y nos captura.


Mi infancia pueblerina transcurrió en tiempos y cadencias que
discernían claramente el tiempo de trabajo y del de ocio, de
actividad y de errancia. Los ceremoniales de la cena y el almuerzo
eran sagrados, y alguna vez quedé excluido de la mesa y tuve que

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comer de contrabando, clandestinamente, por llegar con atraso sin


justificación. Aunque para mi fuera indiscutiblemente legítimo
terminar el partido de truco o billar, o prodigar el flirt con las gurisas
al concluir el martirio de los cursos. La vida urbana actual ha
estallado y fragmentado esos ritmos. Los comercios abrían de 8 a
12 y de 14 a 19, pero los “shopping” y sus atracciones tienen
horario perpetuo. ¿Por qué decimos shopping en el Río de la Plata?

Para iniciar y desarrollar un diálogo de padres e hijos, de hermanos


o cónyuges, en fija que hay que apagar el televisor o una o varias
computadoras. Vivimos enchufados a un mundo virtual que compite
con el mundo carnal, y de yapa a este le llamamos el progreso de la
época. Yo todavía me estremezco cuando el celular suena en mis
entrañas. Soy una reliquia de pasado, no me atrevo siquiera a
implorar vuestra comprensión.
Pero más allá de mi penuria personal, anticuada, creo que vale la
pena reflexionar sobre los efectos de este tiempo vivencial,
vertiginoso en la formación de la personalidad.
No un debate entre adversarios, entre conservadores y
progresistas, entre nostálgicos de viejos tiempos y revolucionarios
de tiempos nuevos, sino una semiología del mundo que habitamos,
que nos modela y configura, tanto como nosotros a él. Somos
producto y productores de la época que nos alberga.

Hasta donde un viejo como yo puede asomarse a pensar la infancia


de hoy, porque siempre hay que cuestionar la mirada tanto como lo
mirado, (desde la lectura y perspectiva de mente que un
psicoanalista domado por casi medio siglo de oficio puede hacer,
esa es mi posibilidad y mi limitación), la señalada alternancia entre

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tiempos transitivos de acontecer, y tiempos reflexivos de


sedimentación; son un algoritmo necesario e imprescindible para la
configuración del psiquismo, de ese espacio temporal que llamamos
nuestro fuero interior. Hasta el guerrero en la batalla necesita su
reposo, o se vuelve chiflado y hace disparates.

Ese tiempo donde actúa: (según la bella expresión de W.Benjamin)


“el maravilloso pájaro del aburrimiento” En este mundo competitivo
y excitante, ese tiempo de rémora suele estar abolido o condenado.
El ocio es un vicio, no un tiempo de contemplación. Hay que salir de
la cama al levantarse, sino vendrá la tentación del masturbarse,
decían los viejos y ascetas moralistas. Vuelvo a mi registro de
tiempos obsoletos, pero ¿acaso el uso interminable de ciertos
juegos electrónicos no tienen la misma función masturbatoria?

* * *

Este presente pletórico de acontecimientos y desafíos, nos hace


vivir incrustados en la actualidad. Siempre fue así. Una parte de
nuestros sentidos y de nuestra conciencia está volcada a adecuarse
a la coyuntura y circunstancia actual, una conciencia presente y
adaptativa, que dio lugar a la metáfora del río de la Conciencia, de
W. James. Pero la experiencia propia y la de todos nos enseña los
límites de la metáfora. La conciencia habita un tiempo caleidoscopio
donde irrumpen pasados y futuros, memoria y anhelos y proyectos.
La mente no es sólo presente, sino un tríptico de pasados y futuros,
de ayeres y mañanas.

Z. Bauman dice que nuestra mente siempre habita un día, una


semana, o un año sideral después de hoy. A esto podemos llamarle

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el tiempo vivencial interiorizado, el de nuestros recuerdos y los


senderos de la experiencia vivida, pero también de la experiencia
soñada y temida, de la experiencia de lo que no fue, porque no
quisimos o porque no pudimos.

Caricaturizando (para ser breve) esa diacronía del tiempo interior,


este tríptico de pasado y presente y futuro, que no sólo nos habita
sino que nos configura; tiende ahora a estar comprimido por la
plétora de la actualidad. Sobrecalentamiento del tiempo presente
que devora al pasado y al porvenir. El trayecto de vida,
metaforizado en aquellos rieles de tren que se extendían al infinito,
como lo inmortalizó en ”El Pibe” de Chaplin, está hoy reemplazado
como norma por un patchwork discontinuo e imprevisible.

La contemplación –piénsese en la epifanía del niño Jesús y los


Reyes Magos- estaría hoy reemplazada por un video clip. A veces,
los pacientes, los que yo creo más lúcidos, lo traen como malestar:
cuando el diálogo con el hijo o la mirada a la puesta de sol, se ve
asediada por las perentoriedades de la agenda o por una ansiedad
flotante – e incontrolable, que ni la marihuana, ni los ansiolíticos,
han logrado controlar, (aunque transitoriamente les haya permitido
o dado la ilusión de un tiempo de pacificación, -transitorio- para
mitigar el desasosiego).
* * *

En la cultura del vértigo, ¿cuál es el lugar para los niños?


Los humanos somos lo que se nos inculca y nos transmite (la
tradición y la educación); pero somos (complementaria y
contradictoriamente) la reacción activa –eventualmente creativa-
contra lo que se nos transmite e inculca. Soy de los que piensan

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que un ser humano se modela y configura en un mínimo de tres


generaciones, - quizás cinco. Que acompañar o combatir la
herencia es uno de los vectores (o ejes) claves de la existencia
individual y colectiavamente del proceso civilizatorio. Cuestionando
y contrariando esta afirmación, Hobsbawn define como rasgo
característico de la actualidad, que las generaciones actuales se
sienten menos concernidas por el pasado, por la herencia y la
tradición, que antes fueron modelos o contramodelos, es decir,
modelos a imitar o a atacar, que proveían el combustible del
conflicto intergeneracional.

Esta es la única guerra que añoro, la única que supo ser deseable y
saludable; que le daba al crecimiento y a la crisis adolescente el
carácter de un combate épico y heroico. Me temo que ese combate
esté reemplazado por un juvenilismo demagógico, todo lo joven es
beautiful (lo que es cierto) pero encandilados por la belleza, nos
olvidamos cuando hay que decir que no. La dificultad para decir no
parece ser un rasgo del mundo actual: de padres, docentes y
gobernantes. Y la desmesura adolescente necesita límites para
contener su desborde, como el vaso de agua necesita del agua y
del vidrio para no ser un charco. La resistencia y la reacción son
necesarias al ímpetu. Para un buen partido se necesitan dos
buenos adversarios, no alcanza con que uno de ambos equipos
juegue bien.

Y yo percibo al mundo adulto (y generalizo indebidamente por


brevedad), percibo a (padres, docentes, estadistas), es decir los
que históricamente fueron figuras de autoridad, los percibo
timoratos, a la defensiva o en retirada, temerosos de ejercer una

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autoridad, que se percibe como un autoritarismo dañino. Se podrán


analizar causas y explicaciones, la desilusión de las utopías
sesentistas es lo que circula más frecuentemente; individualismo y
el repliegue a la vida privada, con el desmoronamiento de los
espacios y estructuras colectivas. Antaño vivíamos con la ilusión de
un futuro mejor y más justo; el porvenir radiante del progreso; hoy,
con la amenaza del agotamiento del agua dulce y los combustibles
fósiles, y un siempre creciente aumento en la inequidad de ingresos
y oportunidades. ¿Cómo eso macro se filtra en lo micro, lo privado y
lo íntimo? Poco lo sabemos, a estudiar entonces...

* * *

Se dice que la revolución informática implica un cambio civilizatorio


aún más grande que otros que fueron un hito en la historia de la
humanidad, como la sedentarización por la agricultura, o la
invención de la escritura o de la imprenta. Y sería tonto intentar
detener el huracán o vértigo civilizatorio en que vivimos..., se trata
de no ceder a la perplejidad y entender lo que podamos.

La emancipación de la mujer parece ser el hecho societario más


importante del siglo XX. (Igualdad de derechos y oportunidades, a
no confundir con igualdad de estilos y sensibilidad) Así lo
consideran muchos pensadores que admiro, al menos en occidente.
El aumento de la expectativa de vida al nacer es otro hecho
relevante; de otro modo quizás yo no estaría aquí. La familia tipo del
padre bread-feeder y la mujer en la casa, es una reliquia del
pasado. Hoy todas y todos buscan el trabajo rentado. Nuestras
abuelas parían a los 17, lo que hoy llamamos con alarma embarazo
adolescente, nuestras esposas, en general a los 25, nuestras

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nueras después de los 30. El mundo competitivo del trabajo y los


diplomas así parece exigirlo. Los países que llamamos del 1º
mundo, revelan índices de natalidad que no cubren la reposición
demográfica. Son hechos reveladores de los cambios del mundo
contemporáneo y un desafío al debate ciudadano para construir
soluciones. De consiguiente, la emancipación de la mujer es un
hecho a celebrar pero no debemos negar que también conlleva
transformaciones y nuevos problemas a resolver.

La incorporación plena de la mujer a la vida ciudadana, en el trabajo


y en política es –sin duda, un hecho de justicia. Pero no obviemos lo
que esta modificación incide en el tema que nos asignaron: Mundo
de hoy e infancia. El título salpica para muchos lados. Allí donde
había madres, tías, abuelas, tejiendo, zurciendo calcetas y narrando
fábulas interminables e inolvidables, hoy hay televisión con dibujos
animados o exterminators, y actividades preescolares a tiempo
completo, probablemente con morales más pavlovianas o
espartanas, que las de la intimidad familiar. O, para no ser
catastrofista y de mal agüero, también la posibilidad de disfrutar la
sociedad de una tribu de pares, que antes recién empezaba con los
5 – 6 años, y ahora mucho antes. Pero, ¿acaso es la misma la
humanización hogareña que la que provee las instituciones
educativas de la primera infancia? ¿Qué efectos conllevan estos
cambios en la conformación de la persona, y quién está creando
espacios reflexivos para pensarlos? O cuando las posibilidades
económicas de crear esa infraestructura son insuficientes o nulas,
aparece esa figura cada vez más patente y presente en la sociedad
actual: Los niños de la calle; y el rosario de efectos de corto y largo
plazo que allí se desencadenan. Y esto merece un desarrollo que

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no se puede comprimir al tiempo que nos asignan. Niños de la calle


caldo de cultivo de la infantilización de la delincuencia.

En todo caso en el presente sobrecalentado y vertiginoso de la post


modernidad, apuesto a que el tiempo compartido para el diálogo
entre padres e hijos, -quizás también en otros vínculos- es menor
que antaño. Es lo que llamo la crisis del Relato, a partir de la clave
Benjaminiana de la “desaparición de la comunidad de oyentes” Es
con esto que quiero concluir y es esto lo que me parece mi
contribución nuclear al tema de hoy.

Entre el polo de la intimidad de un sujeto y el espacio societario


macro, hay una franja intermedia de humanización donde cada
humano construye sus pertenencias y lealtades. Cuando este
espacio -donde se tejen amores, conflictos y rencores-, se deteriora,
se avería o se destruye y desertifica, las consecuencias son
tremendas. Nadie puede vivir sin el reconocimiento de los otros, lo
dijo Hegel hace mucho tiempo. Todos necesitamos una trama de
raigambres donde negociar nuestros amores y nuestros odios,
nuestras afinidades y rechazos. El éxito del Chat, del Blog, del Face
Book, es la prueba estridente de esta necesidad de espejos
humanos que antaño llamábamos amistad. ¿Acaso la computadora
y el celular reemplaza la presencia carnal, el olor y el tacto?

La cuestión sigue abierta, ¿habrá tiempo y lugar en el tercer milenio


para dirigir la mirada y la ternura a “His Majesty, the baby”?

Marcelo N. Viñar
Joaquín Núñez 2946 C.P. 11300
Tel. (5982) 711 7426
E-mail: marvin@belvil.net
Montevideo – Uruguay

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