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RESTRUCTURACIÓN PSÍQUICA DE LOS PADRES DURANTE LA

ADOLESCENCIA DE SUS HIJOS

AUTORES: LIC. TERESA MEINARDIMOZEJ

LIC. ELIDA TEPER


1) Selección de reflexiones de aignnos autores Psicoanaliticos

Fiera Aulanier introduce algunas de sus ideas sobre ia Adolescencia con una
conceptualización referente a u n a de las funciones más importantes del YO. Esta es la de
historizar su tiempo pasado. Dice que: "el hecho de que un tiempo hablado garantice la
memoria de un tiempo pasado es un presupuesto para la existencia de un YO...
La construcción-hisforización de lo vivido es una condición necesaria, tanto para la
instalación de una investidura del tiempo futuro, como para que el Yo tenga acceso a la
temporalidad y para que pueda tomar a su cargo e investir un proyecto identificatorio. Es
gracias a esta autobiografía construida por el Yo que este puede transformar un tiempo
físico en un tiempo histórico, subjetivo, que da sentido y que puede ser investido. Lo
propio del sujeto humano es retrotraer a un pasado más o menos cercano, la causa de lo
que él es, de lo que vive, de lo que espera, cuando se traía de sus afectos y de sus deseos.
El momento en el cual el sujeto entra en la adolescencia es aquel en el que rehusa
seguir considerándose como un niño, momento en el cual va a dar su forma estabilizada,
aunque modificable, al relato histórico de su tiempo y a lo vivido en su infancia En este
relato el sujeto hará responsable a. su pasado de lo que es y de lo que tiene, de lo que no
es y de lo que no tiene.
Es durante la adolescencia cuando el sujeto realizará lo referente a un proceso de
desidealización de sus padres, iniciado mucho antes. Esta es la condición para que se
pueda establecer una especie de pacto, siempre parcial, entre dos generaciones.
También durante la adolescencia se producirá la consolidación del ordenamiento
de las referencias simbólicas, ordenamiento que debiera finalizar con la declinación de
la vida infantil. En esta tarea de consolidación juegan un papel esencial los soportes que
propone el campo social, ayudando al adolescente a trascender las elecciones
emblemáticas privilegiadas por los padres. El ordenamiento de las referencias
simbólicas finaliza al terminar la infancia, en cambio el recorrido identificatorio debe
permanecer siempre abierto para una posible modificación. De este modo el principio de
permanencia y el principio de cambio deben mantenerse en un estado de alianza
Permanencia de esta matriz relaciona! que se constituye en los primeros aílos de vida y
que es depositaría y garante de la singularidad del deseo del Yo. El principio de cambio
señala las diferentes posiciones identifícatorias a las que puede acceder el Yo, siempre
compatibles con esa matriz relacional. El Yo es un aprendiz de historiador-constructor
que jamás descansa en su intento de aprehender, interpretar y modificar sus distintas
versiones de la historia "Toda experiencia vivida en el presente se liga nuevamente a
una experiencia afectiva o a una emoción ya experimentada en el pasado".
En un trabajo publicado en la Revista de Psicoanálisis, María Cristina Rother de
Ilerstein aborda el tema de la elaboración de los duelos en la adolescencia Afirma,
coincidiendo con otros autores, que la madre pre-inviste al niño, durante la espera y
anticipa para él un devenir desde el campo de su deseo. El nifío puede reconocerse a sí
mismo como Yo e inscribirse en un orden temporal y simbólico gracias a este otro que lo
anticipa, lo libidiniza y lo enuncia Sin embargo, este Yo del nifío no es una instancia
pasiva, totalmente modelada desde el discurso y el deseo del "otro", ni está condenado al
desconocimiento. La anticipación es violenta en cuanto supera la capacidad del nifío de
acceder a su significación, es necesaria por la prematuréz con la que viene al mundo, y
puede ser excesiva si prevalece el deseo materno de preservar su valor de sujeto dador
de vida y dispensador de objetos de necesidad y lo que supuestamente es fuente de placer
para el hijo. >
La madre debe ayudar al niño a desidealizar el tiempo infantil, para que el hijo pueda
cateetizar un tiempo futuro.
Es factible detectar en los padres un conflicto entre la pasión parental entendida
como el deseo de alienar ai otro, parapreséi'var unj)oder cada vez más debilitado yteñer
que encontrarse con el dolor por el desprendimiento de los hijos gueZcresan, ícTcuaF
implica aceptar la propia vejez, la realidad d e j a muerte, la pérdida de la autoridad y del
liderazgo es aceptar las i'elactones snnétricas y junto con ello el cuestionamiento, Tos
interrogantes y el mensaje de la nueva generación. ;
Él hijo que crece pone a prueba la capacidad de transformación de los padres, la
herida naixisista que^s ía digtancia entre eí hijo ilusorio y el hijo real. Si los
padres no pueden elaborar la ansiedad que les despierta su edad crítica y sus hijos en
crecimiento, no los podrán ayudar a elaborar y mitigar 1a. propia
Ambas crisis: la de la adolescencia y laque atraviesan los padres enfrentan al Yo
con el poder modificador del tiempo, tener que aceptar que lo que hasta el momento era
presente, ya es pasado.
Luis Kancyper en su publicación "Adolescencia y a -posteriori" nos brinda
interesantes reflexiones. Dice que "1a historia del adolescente nace antes de su
nacimiento biológico. El lugar que ocupa en lafantasmática individual de cada uno de ios
padres y en la pareja es un lugar vinculado con el sistema narcisista del padre y de la
madre y que se plasmará en una representación. El representante narcisista primero
operará durante toda la vida como la referencia constante a partir de la cual el
adolescente deberá efectuar un trabajo de reelaboración diario para conquistar su
condición subjetiva, su condición de ser un ser vivo con existencia propia
La adolescencia reinstala la asunción de la problemática de renuncia a la
bisexual i dad y de la castración simbólica: soportar la incompletud y por ende las
diferencias, tanto en el sistema íntrasubjetivo del adolescente como en el sistema
narcisista intersubjetivo de y con los padres. La necesidad que tiene el adolescente de
dejar de ser " a través de los padres" para llegar a ser el mismo, requiere el abandono de
la imagen idealizada y arcaica parental para encontrar ideales nuevos en otras figuras.
Esta amenaza de desprendimientojio solo reactiva, en los padres los duelos del paso del
tiempo ante la pérdida del "nene que crece" ( temporalidad lineal) sino que al mismo
tiempo resignifíca en ellos en forma retroactiva la asunción de sus propias incompletudes
que evitaban asumir a travéfideí Hijo obturaaolTw'émpré 'preseiité.'
Donald Winnicott, ñós dice que el desarrollo adolescente provoca tensiones en la
sociedad, pues a los adultos a quienes no se les permitió pasar por este período, les
resulta sumamente penoso verse rodeados por jóvenes que atraviesan un estado de
"resplandeciente adolescencia".
Las necesidades de los ¡adolescentes son :
b'i 1 i .g¡j!jt" • ¡¡'¡1'-i > jií« i!:
'
a) evitar soluciones falsas 0 | íi'¡ Jl| \ 'l'j 1 ,
b) sentirse reales o tolerar la atisenbia de todo sentimiento
c) desafiar dentro de un marco ¡eh el que existe absoluta independencia
d) provocar repetidamente a la sóóiedád. ? 'í^' !¡
Afirma Winnicott: "si sus hijos llegan a encontrarse a sf mismos, no se
conformaran con encontrar algo, sino que buscaran la totalidad y ello incluirá la agresión
y los elementos destructivos que existen en ellos, tanto como los que se puedan
denominar amantes y se producirá esa larga pendencia a la que habrá que sobrevivir"
Si en la fantasía del primer crecimiento hay un contenido de muerte, en la
adolescencia el contenido será de asesinato, dado que crecer significa ocupar el lugar del
padre, y lo significa
de veras. En la fantasía inconsciente el crecimiento es intrínsecamente Un acto agresivo.
Si se quiere que el niño llegue a ser adulto, ese paso se logrará por sobre el cadáver de
un adulto. La rebelión corresponde a la libertad que se ha. otorgado al hijo, al educarlo de
tai modo que exista por derecho propio.
Los padres están en condiciones de ofrecer muy escasa ayuda, lo mejor que
pueden hacer es sobrevivir, mantenerse intactos sin cambiar ningún principio importante.
La inmadurez es una parte importante, una parte preciosa de la escena
adolescente. Contiene los rasgos más estimulantes del pensamiento creador, sentimientos
nuevos y frescos. Si los adultos abdican el adolescente se convierte en un adulto
prematuro y por un procesó falso. La comprensión debe ser reemplazada por la
cótSroi^ él desafio de un adolescente debe haber un adulto para
encalarlo.
Mientras se encuentra en marcha el crecimiento, las figuras paternas se deben
hacer cargo de la responsabilidad. Si abdican, los adolescentes tienen que saltar a una
falsa madurez y perder su máximo bien: la libertad para tener ideas y para actuar por
inpulso.
La adolescencia es una prolongada etapa de la vida en la cual los conflictos
alcanzan niveles tan intensos que los adultos, que se supone, ya la hemos atravesado, por
lo general, eludimos la ardua y difícil tarea de revivirla
A menudo nos ubicamos como espectadores distantes, indiferentes algunas veces,
condescendientes otras, cuando no condenatorios, del drama que se desarrolla en ese ser
que es demasiado crecido para ser niño y muy inexperto aún para ser adulto. Si nos
internamos más por este camino podemos sospechar que tal distancia emerge del
profundo displacer que nos produce la revivencia de nuestra propia adolescencia.
El pasaje por la infancia deja secuelas imborrables en nuestra vida, sin embargo
es durante la adolescencia cuando tiene lugar la. re-significación de la niñez.
El surgimiento de la capacidad efectora genital actúa como el disparador de una
nueva puesta en escena del Complejo de Edipo, que el varón reprimirá por temor a la
castración y que en la niña se atenúa en la latencia a poco tiempo de iniciado.
Las turbulentas pasiones que se reactivan durante la adolescencia requieren un
esfuerzo tan intenso de elaboración y adecuación que, en la mayoría de los casos
sucumben ahogados por una intensa represión, la cual puede resultar exitosa en ciertos
aspectos pero limitante en otros para el desarrollo del sujeto.
Todos convivimos, aveces conscientemente, otras sin saberlo, con el adolescente
que fuimos, dialogamos con él, lo aceptamos o lo rechazamos, somos fieles o infieles a
los ideales que en su momento nos propuso. Cuando lo traicionamos nos justificamos, a
veces con razón, tratándolo de inmaduro, cuando materializamos algunos de sus deseos
sentimos orgullo por la continuidad y coherencia de nuestras aspiraciones. Pero cuando
lo rechazamos, no siempre lo hacemos movidos por el desagrado de volver a sentir
aquello que en su momento nos hizo sufrir. Al reconocer en nosotros a ese "Adolescente
Interior', sabemos que pertenece al pasado, que aquel que presenció asombrado el
nacimiento del placer genital, el primer enamoramiento, la magia de la amistad,
permanece en el recuerdo cargado de estos contenidos ideales.
Simultánea a la crisis adolescente de los hijos, se desarrolla una crisis en los
padres-Crisis que éircáTla^áa^IegiiiráTbs p as os qúenTarc a r i l á l i i s to ri a personal. Los
padres intentan sobrellevarlo de diferentes maneras.
Encontramos en el padre de Dora, un interesante ejemplo. Señala Freud que
cuando Dora tenía seis años, su padre enfermó de tuberculosis. Son conocidas las
implicancias de esta edad en el desarrollo del niño al final de la primera infancia

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Al cumplir Dora diez años, en su preadolescencia, su padre sufre un desprendimiento de
retina, y a los doce altos de Dora, probablemente coinciciendo con la menarca de su hija,
padece un episodio de confusión mental.
Junto a la adolescencia de los hijos tiene lugar la revivencia de aspectos
adolescentes en los padres, situación que configura la llamada segunda adolescencia Es
este un periododificil para ios padres, ya que la. ruptura, del vínculo con sushi[os-nifíos,
los conducen inevitablemente a la necesidad de re-siffiiificar su vida, briscando un nuevo
sentido para ella
Significativamente el padre de Dora mejora de sus dolencias cuando establece
mía relación amorosa con la señora K., una mujer bastante más joven que él.
Es factible interpretar esta relación como un intento de salida de la crisis.
Tambiénse observa frecuentemente la identificación maniaca con la adolescencia
de los hijos, en las conducías adolescentes de los padres.
' Y por último, si lös padres cuentan con un Yo un poco más fuerte, intentaran
elaborarel[dueloqu^sia^^ la dé Ta propia
juventud.Todo duelo supone más que la pérdida del objeto, ia aceptgeión de las partes
del Yo que se van con él.
Deide 1 a 1 iteratura. Proust condensa esta idea: "No por estar muertos ios demás se
debilita nuestro afecto por ellos, sino porque nosotros mismos nos morimos".
Tal vez lo más doloroso y difícil, sea aceptar So que de uno mismo se pierde con
cada separación.
T.oh gfgcto«jje^a crisis de la mitad de la vida alcanzan también las metas y aspiraciones
del sujeto.
Algnños~de los ideales que fueron esbozados durante la adolescencia no se han
concretado y este es el momento de renunciara ellos para siempre.
El hombre que en la mitad de la vida, no es capaz de hacer a u n lado los sueños
de la juventud, corre el peligro de transformar esta segunda parte en una patética
imitación de la primera.
Una antigua leyenda oriental compara la trayectoria de una vida con el recorrido
diario del sol.
Nos propone imaginar un sol animado con sentimientos humanos, que emerge por
la mañana de la. inconsciencia y a medida que se eleva en el firmamento, contempla un
mundo cada vez más extenso.
Amplia su campo de acción y reconoce su significado en el camino ascendente.
Alcanza su altura máxima al mediodía, y a partir de este punto comienzan la tarde
y el ocaso. *
En la declinación se invierten todos los valores de la mañana Podemos imaginar
la conmoción inherente á esta, segunda parte de la vida como una verdadera revolución,
"la revolución del mediodía". En la mañana como durante la juventud, el sol esparce sus
rayos para iluminar el mundo; después del mediodía los recoge para iluminarse a sí
mismo. Esto es lo que sucedería en la madurez.
No es posible vivir el atardecer de la vida con el mismo programa que en la
mañana porque los significados han cambiado.
El sentido de la mañana es el desarrollo del individuo, su reproducción y el
cuidado de su descendencia
Sin embargo, en la actualidad, no se reconoce un claro sentido del atardecer. .
Las religiones, con su énfasis en la trascendencia, otorgan una orientación
definida a esta fase de la vida.
Algunos pueblos de Oriente profesan un respeto especial por la ancianidad,
porque atribuyen a. este último ciclo de la existencia la máxima sabiduría.
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Alcanzar la vejez, se convierte así en una meta deseada
Nuestra cultura, con la idealización de la juventud, p r o m u e v e e n e l hombre que
debe abandonarla, el pánico de caer en l a pérdida del sentido de l í v i d a .
Ortega y Gasset (1937) comenta a propósito de la relación generacional en
nuestro siglo:
"En las generaciones anteriores la juventud vivía preocupada de la madurez.
Admiraba a los mayores, recibía de ellos las normas...esperaba su aprobación y temía su
enojo. J o s jóvenes sentían su propia juventud como una transgresión de lo que es
debido...hasta en el vestir se veían forzados a imitar a los viejos: las modas estaban
inspiradas en la conveniencia de 1a. gente mayor".
"El cambio acaecido en este punto es fantástico. Hoy la juventud aparece duefía
indiscutible, de la situación y todos sus movimientos van saturados de dominio...Hoy el
hombre y la mujer viven casi azorados, con la vaga impresión de que no tienen derecho a
existir:., las modas están pensadas para, cuerpos juveniles, y es tragicómica la situación
de padres y madres que se ven obligados a imitar a sus hijos e hijas en la indumentaria.
Como en el vestir acontece en todo lo demás. Los usos, placeres, costumbres, están
cortados a l a m e d i d a d e los efebos".
"...Es indiscutible que la juventud rinde la mayor delicia al ser mirada y la
madurez al ser escuchada. Lo admirable del mozo es su exterior, lo admirable del
hombre hecho es su intimidad".
El tema de la muerte ocupa un lugar de privilegio para el hombre en la mitad de
su vida
Es interesante destacar algunos factores que contribuyen a incremental- el temor a
la muerte.
En nuestro pasaje por la vida ejercemos diferentes roles. Varios en forma
simultánea De cada uno de los vínculos que mantenemos con el otro, recibimos una
imagen diferente de nosotros mismos.
Es así como nos sentimos adultos, cuando el espojo es la mirada de nuestros
hijos, y niños aunante la presencia de Mesjrosjgadres. ~~~
Es posible, mientras la vida de Tos padres sostiene el rol de hijo, que continúe en
nosotros la ilusión de inmortalidad. Al morir ellos, quedamos al fí ente de la sucesión
generacional.
La sensación de envejecimiento se consolida en el reencuentro con nuestros
coétafíos. Observar la acción del tiempo reflejada en sus rostros equivaldría a verla en el
nuestro.
En el ámbito literario Proust se acerca a la descripción de esta vivencia, cuando
relata el reencuentro con sus antiguas amistades en una reunión social:
"Y pude verme, como en el primer espejo verídico que hubiese encontrado, en los
ojos de ancianos que continuaban siendo jóvenes para ellos como yo lo creía de mi
mismo....Porque nosotros no vemos nuestro propio aspecto, ni nuestras propias edades,
pero cada uno, como un espejo opuesto, ve el del otro. Y sin duda, al descubrir que han
envejecido, mucha gente se hubiera sentido menos triste que yo. Pero sucede con la vejez
como con la muerte: algunos la afrontan con indiferencia, no por que tengan más valor
que otros, sino porque tienen menos imaginación".
Se puede pensar que la irrupción del temor a la muerte característica del ingreso
a la mitad de la vida, estaría vinculado al incremento de la ambivalencia, hacia los seres
queridos, en particular, hacia los padres y hacíalos hijos.
Los hijos adolescentes en su nacimiento a la gcnitalidad, promoverían en sus
padres sentimientos conhridTctónóíí —
Por un tado el orgullo de ver crecer a sus descendientes aumenta la autoestima.
Pero aí mismo tiempo, ese joven que posee tanto de aquello que sus padres
perdieron, y que~se "aféjá:"d^_eiro3".p5i^~siempre, reacüvaria anjignos senti;nIentos
hostiles, que permanecen reprimidos.
"Hemos señalado también que la muerte de los padres es un episodio frecuente en
el mediodía de la vida. ~ ' ~~
Es así como el hombre en esta etapa se siente abandonado por sus luios y p o r sus
padres.
Los sentimientos hostiles despertados por esta doble pérdida, incrementarían 1a.
ambivalencia inconsciente, que se expresaría en el miedo a morir.

"Canto a ini mismo" Walt Whitman.

Siéntate un momento, hijo mío.


Aquí tienes pan, come
y leche, bebe.
Pero después que hayas dormido y renovado tus vestidos, te besaré,
te diré adiós y te abriré la puerta, para que salgas de nuevo.
Largo tiempo has soñado sueños despreciables.

Ven, que te limpie los ojos...


y acostúmbrate ya al resplandor de la luz.
Largo tiempo has chapoteado a la orilla, agarrado a u n madero.
Ahora tienes que ser un nadador intrépido.

Aventúrate en alta mar, ilota,


mírame confiarlo
y aíremete contra la ola.

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