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Martín de Lellis
PROFESOR TITULAR
Cátedra Salud Pública y Salud Mental,
Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires
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INTRODUCCION
Subsector Público
Subsector Privado
COMENTARIOS FINALES
BIBLIOGRAFIA
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INTRODUCCION
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En segundo término, por la importancia que reviste en la prestación de servicios
caracterizaremos la configuración del sistema de atención y protección sanitaria en el
país, actualmente diferenciado según fuente de financiamiento en tres subsectores: a)
público, b) semipúblico o del seguro social, c) privado.
Con la expansión del fenómeno inmigratorio desde el año 1880 en adelante, y tras el
acelerado proceso de industrialización que transformó la fisonomía del país y añadió
mayor heterogeneidad a la sociedad argentina se intensificaron las tendencias hacia
una mayor protección social de la clase trabajadora, fenómeno que se había iniciado en
Europa –más precisamente, en Alemania- durante las últimas dos décadas del siglo XIX.
Este proceso terminó de consumarse políticamente durante el año 1949 con la reforma
de la Constitución Nacional, en la que se introdujeron importantes cambios atinentes al
acceso de amplios contingentes poblacionales a derechos sociales, económicos y
culturales que superaban los derechos civiles y políticos contemplados en la
Constitución del año 1853.
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El sistema de salud, que se configuró en la posguerra con un gran protagonismo
asumido por el sector público, atravesó desde los años ´70 profundas reformas de orden
económico, político y cultural que se implantaron en toda la región de América Latina
orientadas según los principios sostenidos por los Organismos de Crédito
Internacional: descentralización, desregulación, privatización y focalización de
servicios.
El equilibrio que debe fraguarse en la relación entre los tres poderes puede precisarse
al discernir cuáles son los roles específicos que cada uno de ellos detenta en el campo
de la salud, lo que haremos en los apartados subsiguientes.
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Haremos seguidamente una mención a la emergencia sanitaria suscitada en el período
de crisis del final de milenio, y a la formulación de medidas que, como el Plan Federal,
resultan aún más esenciales a partir del desencadenamiento de la pandemia y las
medidas de aislamiento obligatorio establecidas durante el bienio 2020-2021.
En la parte final del trabajo enunciaremos, a modo de síntesis, alguno de los problemas
y desafíos más candentes para las políticas sanitarias en nuestro país.
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El RÉGIMEN FEDERAL DE GOBIERNO Y LAS POLITICAS PUBLICAS DE SALUD
Un aspecto fundamental que corresponde relacionar con la cuestión federal es que aún
cuando no es posible concebir las políticas públicas sin una participación del Estado, de
ningún modo puede reducirse al accionar estatal y, menos aún, a la labor desempeñada
de forma excluyente por el Poder Ejecutivo pese a que, entre los tres poderes de
gobierno, es el que se halla más expuesto al escrutinio público.
En primer lugar, políticas públicas no es sólo la acción del Estado ni de los funcionarios
que componen la Administración Pública, sino que es la resultante del accionar de muy
distintos actores, movimientos y/o fuerzas sociales que se movilizan ante cuestiones
socialmente problematizadas.
Pero lo que complejiza el interjuego de relaciones que se plantean en todo campo social
es el pluralismo de actores que no sólo se sustentan en perspectivas distintas sino que
persiguen objetivos, movilizan recursos y establecen relaciones de intercambio
atravesadas por el acuerdo y/o el conflicto de posiciones. Acaso sea el conflicto el
aspecto más destacado en las relaciones que se trazan entre los actores, porque pone
de relieve la diferencia y la irreductible alteridad, así como obliga a pensar
estratégicamente la toma de decisiones –consensuadas o no- en espacios públicos.
El segundo aspecto que cabe señalar es que, de acuerdo a un clásico enfoque reconocido
como el ciclo de las políticas públicas (Parsons, W. 2007), estas se despliegan a través
de una serie de momentos o etapas que se van integrando procesualmente. Siempre
desde esta perspectiva, son varios los aspectos que deben ser reconocidos: a) Que toda
política pública surge inicialmente en un proceso de problematización social en la cual
está comprendida la perspectiva y el accionar de las organizaciones de la sociedad civil
y del propio estado, b) Que, de acuerdo a cómo se definan y/o problematicen las
cuestiones sociales, distintos serán los cursos o lineamientos de acción; c) Que la
evaluación atraviesa todos el ciclo y/o los distintos momentos de las políticas públicas.
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Por ejemplo, durante la década del `70 y del `80 se impuso una perspectiva sobre el
tema de las adicciones que se hallaba fuertemente sesgada por la preocupación en torno
al tráfico ilícito de sustancias, y en el control de las organizaciones delictivas que
actuaban en el consumo de sustancias y producían hechos de ostensible violencia social
(Ruchansky, 2005).
Pero si bien por el alcance de su poder decisorio cobra mayor relevancia el nivel central
de gobierno, también resulta importante atender a los actores públicos y privados que
operan en el nivel local, pues allí acaban modulándose los principios y lineamientos que
se promuevan desde las instancias más centralizadas, facilitando que se tomen también
en consideración aquellas dimensiones políticas que impactan sobre la vida cotidiana
en los niveles más descentralizados de decisión.
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del Estado están concernidos por la dimensión política, que se expresa en las decisiones
de un legislador, un ministro o secretario de estado pero también en las prácticas
adoptadas por un referente que, en un establecimiento de salud, da cumplimiento a una
directriz programática centralizada o a quienes como agentes estatales prestan
servicios de asistencia directa –por ejemplo, en un establecimiento de salud- a los
destinatarios de una política pública.
Como señaláramos anteriormente, cada uno de los actores -estatales y/o de la sociedad
civil- persigue objetivos e intereses muy diversos, y pugna por la consecución de los
mismos movilizando los recursos de que dispone. Por ello, la formulación e
implementación de una política pública debe considerarse como resultado de las
relaciones establecidas entre los distintos actores participantes, en una situación de
poder compartido y en un escenario en el cual se plantea el juego de alianzas y
negociaciones tejidas entre los mismos.
Una cuestión puede problematizarse socialmente a muy distintos niveles, pero es en los
más generales o centralizados de decisión en los que adquiere mayor visibilidad y peso
estratégico, ya que suele expresarse en Documentos estratégicos o programáticos que
afectan o tratan de incidir sobre un mayor número de personas y/o extendiendo su
alcance temporal/espacial.
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niveles de intervención conciernen a ámbitos muy distintos de decisión: organismos
públicos nacionales, regionales, locales, etc.
A diferencia de un régimen unitario en el cual los roles del nivel central y local se
definen de una forma jerárquica y predominan relaciones de autoridad y
subordinación, en un régimen federal las relaciones tienden a una mayor
horizontalidad, debiendo la nación y las jurisdicciones establecer procesos de
negociación permanente, dado los frecuentes conflictos de posiciones ante temas de
interés común. Este proceso de coordinación termina siendo, más que el resultado de
las previsiones formales de la legislación, instrumentos surgidos de las continuas
negociaciones e interacciones entre el gobierno nacional y los gobiernos provinciales
(Vassallo. 2002)
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Si bien la cuestión federal cobró renovada vigencia con la ampliación de la participación
cívica y social de las grandes mayorías conformadas a partir de las corrientes
inmigratorias que llegaron al país en la segunda mitad del siglo XIX. debemos señalar,
no obstante, que la configuración política y territorial del país era muy distinta de la
actual.
El análisis de la experiencia internacional demuestra que, aún en los países donde las
políticas de salud se hallan descentralizadas y son de carácter federal, como es el caso
de Brasil o Canadá, el gobierno central ha ocupado y ocupa un rol decisivo en la
determinación de los principios básicos a los que deben atenerse las políticas
jurisdiccionales y, también, refuerza su papel de redistribuidor mediante programas
destinados a equilibrar las disparidades interjurisdiccionales (Hernández Chávez.
2003); (Love, 2003).
Tal como expresamente lo señala el Art. 14º de la Carta Magna, “cada una de las
provincias conservan todo el poder no delegado por la Constitución al Gobierno Nacional
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y el que expresamente se hayan reservado en los pactos especiales al momento de su
incorporación”: en términos más específicos, todo lo que no es mencionado en el
Capítulo 4º de la Constitución, donde se establecen las atribuciones del Congreso,
resulta facultad de las provincias.
Debe señalarse sin embargo que dicha autonomía no ha sido nunca del todo completa,
y que tanto en la teoría como en la práctica se ha visto afectada por el grado de
influencia y control que ejerce el poder político nacional. A lo largo de la historia el
Estado Nacional ha tenido un rol altamente significativo en la creación de
establecimientos, en la provisión de servicios de atención y/o en la fijación de reglas
para orientar el desempeño de los actores que integran el sistema de salud.
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La centralización sanitaria: pensamiento y obra de Ramón Carrillo
Los distintos brotes epidémicos de cólera y fiebre amarilla desatados hacia mediados
del siglo XIX pusieron más de relieve aún la carencia de una adecuada respuesta
institucional para afrontar los problemas sanitarios, en un territorio por entonces muy
despoblado y con grandes extensiones que no se habían anexado jurisdiccionalmente
al Estado argentino (Scenna, 2009).
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No obstante, las jurisdicciones se hallaban en situaciones muy distintas: aquellas con
mayor tradición histórica y con mayor nivel de riqueza eran las que se mostraron más
celosas de su autonomía, y resistían con más celo las interferencias del nivel central,
mientras que las más pobres – principalmente, los territorios nacionales- planteaban
una mayor dependencia al Estado nacional.
Excepto en las áreas del Litoral y en la región Centro -sobre todo, en Buenos Aires-
durante la primera década del siglo XX la cobertura médica era muy restringida, y los
hospitales públicos dependían o eran administrados por la Sociedad de Beneficencia,
una entidad filantrópica compuesta por entidades de la sociedad civil y cuya tarea
estaba sujeta a la recepción de subsidios gubernamentales (Di Liscia, 2017)
Así, terminaron por constituirse organismos de gestión nacional que procuraban lograr
una unidad de comando con mayor jerarquía administrativa: cabe mencionar en primer
término a la institucionalización de la Dirección de Salud Pública y, en segundo término,
al Departamento de Salud Pública, antecedentes del más importante hito institucional
de este período: la creación administrativa, en el año 1946, del Ministerio de Salud de
la Nación.
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realidad se revirtió decisivamente tras la Segunda Guerra Mundial, pues con la obra de
Ramón Carrillo se expande la obra pública y se estabiliza, pero no decae, la oferta
sanitaria brindada por las obras sociales y el mutualismo de comunidad.
Pero sin duda que uno de los aspectos salientes que cabe destacar en el inicio de su
gestión es la jerarquización administrativa del área, ya que pasa a constituirse
inicialmente como Dirección de Salud Pública y Previsión Social y, más tarde, como
Secretaría de Salud Pública con rango de Ministerio por el Decreto Nº 14807/46. Tras
la Reforma Constitucional producida en el año 1949 y modificada la Ley de Ministerios
mediante la Ley 13529/49, la Secretaría adquirió definitivamente el rango de
Ministerio de Salud de la Nación (MSAL), designándose como primer ministro de salud
a Ramón Carrillo.
Al frente del MSAL, cuya gestión debía basarse en las innovadoras herramientas de la
salud pública como la epidemiología, la planificación y/o la administración hospitalaria,
Ramón Carrillo conjugó el planteo centralizador con la idea de asegurar la mayor
descentralización ejecutiva, articulando los recursos sociales, institucionales y políticos
de forma tal que pudiera responderse con mayor eficacia a las necesidades locales de
salud (Carrillo, 1951).
El gobierno volcó durante más de una década ingentes recursos para la creación de obra
pública y para la adquisición del equipamiento o infraestructura sanitaria
indispensable. Ello permitió contar con un significativo número de camas asistenciales
cuya gestión, en la medida que aspiraba a regir en todo el territorio nacional, se
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acompañó con decisiones tales como la apertura de delegaciones federales en cada una
de las provincias (Flores, 2007).
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pero chocó con las resistencias expresadas por los representantes de los intereses del
ámbito sindical, que hallaba propicios interlocutores y un ámbito rector más específico:
la Secretaría de Trabajo y Previsión de la Nación.
Así, las élites dirigentes fueron sosteniendo desde entonces una prédica constante
acerca del necesario achicamiento de la burocracia sanitaria y sobre las bondades de la
descentralización, medida que fue también alentada por la incipiente tecnoburocracia
que se desempeñaba en los organismos sanitarios internacionales y que abogaba por
una profunda reestructuración de los servicios de salud.
Durante el año 1958 la OPS produjo un Informe Técnico a solicitud del Estado nacional,
en el cual se puso el acento en la superposición de funciones entre los órganos
nacionales y provinciales, y en el cual se pregonaba la necesidad de una profunda
reestructuración organizativa y funcional del área administrativa de salud (Veronelli,
Veronelli Corech, 2004).
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subnacional para favorecer un mayor grado de autogestión y participación a nivel local
(Ugalde, & Homedes, 2002).
Ya hacia el comienzo de los años ’60, a través de la Ley N° 16.432 del Presupuesto 1962,
un importante número de hospitales públicos de nivel nacional son transferidos
también a las órbitas provinciales y de la Ciudad de Buenos Aires, pero bajo la
modalidad de desconcentración de las gestiones operativas, excepto lo atinente a la
asignación y contratación del recurso humano.
Un poco más adelante, durante el año 1978 y en plena dictadura militar, el Estado
nacional recobró la política de descentralización y la impuso a los delegados
provinciales a través de la Ley N° 21.883, que habilitaba la realización de convenios
suscriptos entre el Ministerio de Bienestar Social de la Nación y las jurisdicciones. En
este período se transfirieron 65 establecimientos nacionales a provincias de Entre Ríos,
Salta, Santa Fe, Tucumán, Santiago del Estero, Buenos Aires y Catamarca, sin
compensación presupuestaria.
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Un caso paradigmático en este punto ha sido la política desplegada en torno a los
entonces denominados Hospitales de Autogestión. Si bien se trató de un programa
formulado con la intención explícita de basar las acciones hospitalarias en la estrategia
de APS, en la práctica quedó subordinada a otras prioridades tales como lograr el
recupero de gran parte del subsidio encubierto del sector público a los restantes
subsectores, pues las personas – que ya contaban con la protección de un seguro social
o bien de un seguro privado- no utilizaban los servicios de tales entidades de protección
y/o atención sino de aquellos que eran ofertados por el subsector público.
Si la descentralización ha sido una propuesta sanitaria trazada desde los años ´60 con
el objetivo explícito de lograr una mayor accesibilidad a servicios, su implementación
desde mediados de la década del ´80 ha estado colmada de reservas, pues han
terminado de prevalecer las prioridades económicas del gobierno nacional -tales como
cumplir con las obligaciones financieras ante organismos internacionales-, o bien
renegociar los arreglos fiscales entre nación y provincias.
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Asimismo, el proceso de desconcentración y desfinanciamiento del sector público
anticipó los principios de la reforma del sector salud que, como movimiento
internacional, se planteó hacia fines de los años ´80 desde una perspectiva
economicista, lo cual favoreció el crecimiento del sector privado en el mercado de la
salud.
Dado que el Estado nacional contaba con presupuesto específico o bien era la
contraparte del endeudamiento público ante organismos de crédito internacional y
debía asegurar su administración y ejecución volcada a obras y/o a programas de
acción que permitieran fortalecer los procesos institucionales en las jurisdicciones
locales, hallaba mayores oportunidades de intervenir en los procesos de gestión
provinciales, tal como fue el caso de los Programas Materno-infantiles financiados por
el Banco Interamericano de Desarrollo.
Tras un período que se prolongó durante tres décadas, las provincias terminaron
absorbiendo las mayores responsabilidades en la provisión directa de servicios, pero
dado que en muchas de ellas las funciones sanitarias habían sido ejercidas “de hecho”
por el Estado nacional y no se había contemplado guiar un proceso regulado de
delegación, el proceso de descentralización puso al descubierto la debilidad para
ejercer los roles de rectoría y de regulación estatal.
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A lo largo de este proceso fue poniéndose de relieve también una cuestión fundamental:
que para fortalecer los procesos de atención y al mismo tiempo respetar las autonomías
de las provincias, el Estado Nacional debía ejercer tareas de unificación e integración
que requerían un alto grado de liderazgo en la conducción de las políticas de salud y ha
puesto de manifiesto, al mismo tiempo, la necesidad de incrementar las competencias
de los Estados provinciales para reasumir funciones históricamente delegadas, muchas
veces de hecho, en el nivel Central.
Por ello, quizás, el aspecto más relevante a destacar es que, al debilitarse la figura y los
roles que efectivamente concentraba la autoridad nacional, esto le quitó legitimidad el
proceso descentralizador, agudizó los endémicos problemas de fragmentación y la falta
de coordinación sistémica entre las distintas unidades políticas territoriales.
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ATENCION Y PROTECCION SANITARIA SEGÚN FUENTE DE
FINANCIAMIENTO
“La Seguridad Social no puede darle todo a todos ni debe darle todo a algunos,
pero sí debe darle algo a todos”
Subsector Público
Al Estado “gendarme”, producto del modelo económico liberal imperante hasta las
primeras décadas del siglo XX, le sucede a partir de los años `30 el denominado Estado
Providencia (Rosanvallon, 1999) o Welfare State, tal como se popularizó en su
denominación anglosajona, y que se caracterizó por una fuerte intervención de las áreas
de gobierno sobre la economía para contrarrestar las crisis cíclicas del capitalismo
industrial y por la regulación de múltiples aspectos que conciernen a las condiciones de
vida de los ciudadanos.
Los orígenes del Estado de Bienestar se ligan históricamente con el conflicto de clases
y el creciente empoderamiento de la clase trabajadora, como resultado de la lucha
directa o a través de la representación en partidos de masas para lograr conquistas que
finalmente se consagraron como derechos adquiridos, de difícil reversión en la medida
que se institucionalizaron como leyes que comenzaron a proteger de los riesgos
laborales y anticiparon un mayor bienestar para la clase trabajadora. Se podría
reconocer al Estado de Bienestar como un emergente histórico disruptivo, ya que aún
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sin salir del esquema capitalista típico le puso un freno a una de sus lógicas principales:
la centralidad del mercado (Fleury, 1997).
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Precisamente una de las políticas públicas y uno de los sectores de la administración
pública que más diferenciación ha alcanzado ha sido el sector de los servicios de salud,
pues ha existido un extendido consenso en torno a que la vigilancia y protección de los
riesgos (ej: desechos de residuos hospitalarios, otros riesgos ambientales) y el control
de los prestadores de servicios o proveedores de tecnología sanitaria (ej:
medicamentos) debía estar reservada fundamentalmente a la acción de organismos
estatales.
Si bien la atención sanitaria del subsector público se inspiró en los principios de una
cobertura universal, no se registran históricamente antecedentes de una canasta básica
de prestaciones unificada y consensuada como tal para que los sujetos dispusieran de
un conocimiento cabal acerca de qué derechos les correspondían, y tampoco existía una
nominalización de la población a cargo, procedimiento de gestión que se implementaría
lentamente en el subsector de la seguridad social.
Su fuente de financiamiento han sido los recursos provenientes del sistema impositivo,
y ha estado conformado políticamente por las autoridades sanitarias que comprenden
a las distintas jurisdicciones federales y cuya provisión de servicios descansa en
instituciones prestadoras con distinto grado de capacidad resolutiva que dependen del
gobierno nacional, los gobiernos provinciales y los gobiernos municipales.
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atienden a personas de bajo riesgo y se hallan emplazados en el nivel local más
cercano a los ámbitos y donde la población vive, se recrea, se educa y/o trabaja.
b) Los establecimientos del segundo nivel de atención, tales como los hospitales
generales, que atienden a la población de mediano riesgo y que consta de un conjunto
articulado de servicios especializados, entre los cuales deben incluirse los servicios
de salud mental; y que se hallan emplazados por lo general en las ciudades más
importantes de cada una de las jurisdicciones.
Por ejemplo, un centro de atención primaria de la salud suele atender una gran
diversidad de problemas de bajo riesgo, que ameritan una capacidad básica de
resolución, y se abocan a la realización de acciones de inmunización y/o educación para
la salud cuyo objetivo es la promoción de la salud y la prevención primaria de la
enfermedad.
Para todos aquellos casos de mediano o alto riesgo que excedan la capacidad resolutiva
de los niveles restantes, deben actuar los establecimientos sanitarios con mayor nivel
de especialización y/o calificación técnica -hospitales de referencia en cada
especialidad- que pueden abocarse más satisfactoriamente a su resolución.
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Existen además un conjunto de instituciones que componen el sistema de servicios
públicos de salud tales como laboratorios, institutos diagnósticos, nodos de
investigación, puestos sanitarios, servicios de emergencia; que contribuyen en tareas
de apoyo, diagnósticas y/o en el tratamiento y resolución de emergencias vinculadas
con la salud.
Entre los roles insustituible e insoslayables del sector público se hallan aquellos que
remiten a las funciones de rectoría, que se desarrollarán, más adelante, sobre la división
de poderes y su impacto sobre la garantía del derecho a la salud.
De acuerdo a Sonia Fleury (1997, op.cit), alguno de los factores que permitirían explicar
la emergencia de este sistema de protección en Alemania son los siguientes:
a) La ausencia de una sólida tradición liberal -que existía, por ejemplo, en Inglaterra-,
y que centraba la solución a la incertidumbre asociada a eventos contingentes o de
riesgo en la dimensión estrictamente individual.
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Así fue como en dicho país el Seguro de Salud fue aprobado en 1883, el Seguro de
accidentes en 1884 y el Seguro de vejez e invalidez en 1889. La protección social
aparece entonces asociada a la idea de riesgo, y a la disminución de la incertidumbre
vinculada a la posibilidad de que ocurra un evento que resulte catastrófico por la
incapacidad económica de los individuos y/o las familias para afrontar los gastos
requeridos en el proceso de curación.
Este modelo de aseguramiento, propio de la sociedad salarial (Castel, 2007), y que aún
subsiste en muchos estados nacionales fue conocido en todo el mundo como
contributivo, ya que hacía depender los beneficios del aporte que empleados y
empleadores hubieren realizado durante el transcurso de la vida laboral activa de las
personas.
En Argentina, las formas incipientes de protección social se vincularon con las oleadas
inmigratorias de finales del siglo XIX e inicios del XX, y a través de la formación de
múltiples asociaciones basadas en la ayuda mutua, lo que dió lugar a la creación de
instituciones tales como los hospitales de comunidad nucleados de acuerdo al país de
origen -Italiano, Francés, Sirio libanés, Británico-, que se han emplazado en la ciudad de
Buenos Aires y en las principales metrópolis del interior del país.
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Este proceso, que se halló reflejado en la sanción de legislación protectora de los
trabajadores como aquella que reguló el descanso dominical, la protección de la
insalubridad, la prohibición del trabajo nocturno para mujeres y niños o la cobertura
de accidentes y enfermedades profesionales; se tradujo además en la
institucionalización de seguros para las principales contingencias y/o riesgos que
pudieran afectar la vida de los trabajadores y sus redes de proximidad: el accidente, la
enfermedad, la supervivencia, la vejez o la maternidad.
En el año 1944 el Estado Nacional instituye una Comisión de Servicio Social cuyo
objetivo es promover la implementación de servicios sociales y de salud en los
establecimientos de cualquier rama de actividad humana en la que presten tareas
retributivas y, más adelante, adquiere protagonismo en la promoción e
institucionalización de las denominadas “obras sociales”, sobre la base de las
estructuras organizativas creadas y sostenidas por los sindicatos.
Durante las décadas que sucedieron a la posguerra continuó la expansión del sistema
de obras sociales como fruto de las políticas de pleno empleo y el fortalecimiento del
aparato sindical que administraba los fondos provenientes de los aportes de
trabajadores y empleadores.
En las décadas del ´50 y ´60, al calor de la hegemonía del movimiento peronista, se
consolidan las obras sociales como entidades dependientes de los sindicatos obreros,
como fruto de las políticas de pleno empleo y el fortalecimiento del aparato sindical que
administra los fondos que provienen de aportes de trabajadores y empleadores.
Se produce la creación, durante la década del ´70, de las primeras obras sociales para el
personal de dirección, que compiten sobre un segmento poblacional similar al que se
dirigían las primeras entidades de medicina prepaga, razón por la cual estas comienzan
a focalizarse sobre las capas medias no cubiertas o insatisfechas por los servicios
brindados a través de la Obra Social. A partir de esta década, la prestación y/o el
aseguramiento de servicios de carácter privado comienza a corporativizarse de manera
creciente hasta configurar un sector financiero, organizativo y prestacional que pasa a
constituirse como uno de los subsectores fundamentales del sector salud.
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La separación de funciones de financiación y prestación data también de este período,
pues si bien, como hemos señalado, las obras sociales con mayor volumen de afiliados
poseían establecimientos prestadores propios a través de los cuales canalizaban una
gran proporción de la oferta de servicios para sus afiliados, para el resto de las
prestaciones se optaba por contratar a prestadores privados, tales como las
Federaciones Médicas o bien las Clínicas o Sanatorios.
Subsector privado
Desde hace ya unas cuatro décadas, la medicina prepaga se ha constituido como parte
integrante del subsistema privado de la salud, y su forma más actual de manifestación.
Dado su crecimiento y expansión, desde los ámbitos de generación de las políticas de
salud se ha impuesto la necesidad de actuar sobre un subsector cuya existencia tiene
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hoy una amplia repercusión sobre la salud de la población, así como también sobre los
restantes subsectores del sistema de atención.
Las primeras empresas de medicina prepaga propiamente dicha inician sus actividades
en la década del 60, hallando un hito importante con la creación de AMSA (Asistencia
Médica Social Argentina), que implementa un sistema cerrado en el que se oferta una
cartilla de profesionales con atención en sus consultorios particulares, estudios de
diagnóstico y/o tratamiento en distintos institutos especializados o bien en sanatorios
ubicados en un área geográfica próxima a la residencia del afiliado. Ante el avance
tecnológico, también resultaba necesario acotar los riesgos de gastos en cirugías o
enfermedades prolongadas que hasta entonces no se conocían, recibiendo los servicios
de distintos efectores en forma coordinada.
Aunque seguirán siendo un sector marginal continúan su expansión por los resquicios
del sistema: “Las empresas de pre-pago, tanto gremiales como privadas, se afirman en los
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límites del sistema y en las múltiples lagunas que progresivamente se van ampliando en
su mismo interior. La población de mayores ingresos, los sectores medios insatisfechos con
los servicios ofrecidos por las instituciones de afiliación obligatoria, proporcionan un
cierto caudal financiero que permite a las empresas afirmar algunas bases de
sustentación en el mercado” (Belmartino y Bloch, 1993).
Todo ello sumado a las mayores exigencias de los asociados, la mayor capacidad de
negociación de las compañías que otorga el capital financiero frente a los prestadores y
la caída del nivel de calidad de los servicios en los Hospitales Públicos y Obras Sociales
hicieron que las empresas de medicina prepaga fueran incorporando nuevos servicios
a sus planes de cobertura, entre los cuales cabe citar los descuentos en la compra de
medicamentos, los servicios de urgencias domiciliarias y la cobertura de salud
bucodental y mental.
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Con el tiempo también fue creciendo el tamaño de las cartillas de prestadores y, en los
últimos años, fue la competencia entre las propias empresas la que desencadenó una
explosión en la oferta de servicios, que incluían desde cobertura de asistencia al viajero
hasta servicios de sepelio, acceso a clubes deportivos o asistencia legal.
Una mención aparte cabe hacer para las empresas internacionales que han ingresado
en la década anterior para competir en el nuevo escenario abierto con el proceso de
reforma. La ventaja comparativa de este grupo está representada por su mayor
potencia económica y su experiencia en el desarrollo de negocios concebidos según
economías de escala, pero su mayor debilidad relativa ha quedado demostrada por su
escaso conocimiento del mercado local y la dificultad para operar con coberturas
amplias pero con aportes reducidos.
Con el tiempo las entidades de medicina prepaga fueron cobrando una mayor presencia
pública y actuando como grupo de presión, lo cual queda reflejado a través de la
intensiva presencia en los medios masivos de sus referentes y por la inclusión de sus
principales referentes en los más altos cargos ejecutivos del Gobierno Nacional, Esto ha
sido ejemplificado en la asunción de Alberto Mazza, quien fuera presidente de la
presidente fundador de la Asociación de Entidades de Medicina Privada durante diez
años (1981-1991), como Secretario de Salud de la Nación en el año 1991. y al asumir el
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presidente Carlos Menem su segundo mandato, en 1995, como Ministro de Salud y
Ambiente hasta el final de su mandato constitucional.
Según las últimas estimaciones, existen 6,3 millones de personas en Argentina que
tienen medicina prepaga como su principal opción de cobertura médica (OPC, 2021).
Esto representa que poco más del 7% de la población cuenta con cobertura médica
privada. El subsector de aseguramiento privado está conformado por un conjunto de
organizaciones prestadoras y aseguradoras cuyas características se presentan como
altamente heterogéneas, razón por la cual resulta tan difícil efectuar una acción
regulatoria común sobre las mismas.
A partir de los nuevos marcos ideológicos dominantes en el mundo desde la década del
´90 se plantearon un conjunto de amenazas a la concepción en torno de lo público
reflejada en el Estado de Bienestar y, por ende, un cambio de visión respecto de los roles
del Estado y la sociedad civil. En virtud de que uno de los supuestos principales de esta
concepción proponía que la empresa privada, regida por las leyes de la oferta y la
demanda y por abiertos mecanismos de competencia podía ser más eficiente en la
prestación de idénticos servicios, comenzó una década de políticas desregulación,
privatización y desmantelamiento de la oferta pública que conformaban los cimientos
del Estado de Bienestar.
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Con la exacerbación del neoliberalismo, este proceso de fragmentación e inequidad
recrudeció todavía más y, como un elemento agravante, la Nación carecía de una
autoridad sanitaria con suficiente poder rector para el desarrollo de políticas públicas
que tuvieran impacto en el vasto territorio nacional. En el marco de esta reforma del
Estado de corte más general, se ha ido produciendo un desplazamiento en la concepción
acerca de la salud, conformándose un criterio general en el cual la salud –por acción u
omisión- pasó a considerarse un tema de incumbencia mayormente individual y regido
por las reglas del mercado.
Durante este período, al mismo tiempo que se debilita el sistema de protección que
aseguraban las Obras Sociales, se incrementó el nivel de cobertura que alcanzó el
sistema de medicina prepaga, que en el transcurso de pocas décadas llegó a cubrir un
número de casi tres millones de afiliados.
Pero el problema que escondía este reparto de coberturas eran las injusticias que
encubrían: el seguro social se declaró muchas veces insolvente y el subsector privado
impuso carencias que eximían al asegurador de la responsabilidad de atender diversas
situaciones sanitarias: SIDA, enfermedades infecto-contagiosas como la tuberculosos,
problemas epidémicos. El sector público ejercía, de hecho, una función de reaseguro
para todas aquellas prestaciones que no eran cubiertas por los restantes subsectores.
Tales problemas dieron lugar a importantes intentos por integrar el sistema de salud
que, si bien registran como antecedente la formulación del SNIS durante el año 1973,
se plasmaron más adelante en las iniciativas de un gobierno con distinto signo político,
a través de los intentos desarrollados por Aldo Neri como ministro de salud del
gobierno de Raúl Alfonsín, en el período de recuperación democrática (de Lellis, 2017).
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El sistema tradicional de protección y aseguramiento sanitario era puesto en jaque por
diversos factores, entre los que se destacaban: a) El desempleo y la precarización
laboral, que afectó a los sistemas de aseguramiento por la vía del trabajo; b) La
mercantilización de las protecciones sociales, tras un largo proceso que, con la
consolidación del Estado de Bienestar, se fortalecieron los seguros públicos
universales; c) La revolución demográfica, es decir el envejecimiento, que impuso
mayor carga de sostenimiento a la fuerza laboral económicamente activa.
Por otro lado, paralelamente a estos procesos de reforma, cuyo objetivo central fue el
achicamiento en las funciones del Estado, resultaba necesaria una redefinición del rol
regulatorio y de fiscalización que el mismo debía ejercer. Ello resultaba aún más
imperativo en aquellas áreas sociales en las cuales el retroceso del Estado como garante
de los servicios podía incrementar los niveles de riesgo entre la población, pero también
subyacían valores acerca de la importancia de la salud pública, a la luz de una nueva
redefinición de las relaciones entre el estado y la sociedad Civil.
36
las políticas de salud, tales como el Informe Anual del Banco Mundial del año 1993 cuyo
título fue Invertir en Salud (Banco Mundial. 1993) Allí se proponen orientaciones para
la reforma del sector salud, fundamentalmente para los países en vías de desarrollo, y
se proponen medidas tales como ajustar las prestaciones según un esquema de
prioridades -prestaciones mínimas o básicas-, el incentivo a la competencia y/o la
descentralización de servicios.
Como en la mayoría de los países, la reforma del sector salud en la Argentina se justificó
por el crecimiento de los costos y la creciente insatisfacción de los usuarios. Así lo
expresa un Documento conjunto elaborado por diversas agencias internacionales “La
reforma sectorial es un proceso orientado a introducir cambios sustantivos en diferentes
instancias del sector salud, sus relaciones y las funciones que llevan a cabo, con el
propósito de aumentar la equidad de sus beneficios, la eficiencia de su gestión y la
efectividad de sus prestaciones para la satisfacción de las necesidades de salud de la
población. Se trata de un proceso dinámico, complejo e intencionado realizado durante
un período determinado de tiempo y a partir de coyunturas que lo justifican y lo
viabilizan” (BID, BIRF, CEPAL, OEA, OPS/OMS, UNFPA, UNICEF y USAID 1995, pág.6.).
A primera vista, las reformas encaradas por los países de la región latinoamericana
parecen muy distintas unas de otras, pero pueden observarse una serie de tendencias
generales, sostenidas y promovidas por la acción de expertos, asesores y funcionarios
que se desempeñaban en la órbita del Estado, las organizaciones sociales yo los
organismos mundiales dedicados a la asistencia sanitaria o financiera.
37
En la discusión acerca del nuevo rol del Estado primó la idea de que se debía abandonar
la prestación directa de servicios para pasar a financiarlos cuando necesariamente los
servicios debían ser públicos, como la salud o la educación, pero promoviendo la opción
de que sean prestados por entes privados.
Las obras sociales comenzaron así un proceso de ajuste y achicamiento de sus propias
estructuras, desprendiéndose de su dotación de clínicas y sanatorios propios. Siguiendo
la misma línea, y en los años subsiguientes, las obras sociales comenzaron a delegar
también las funciones de gerenciamiento, contratando para ello a otras organizaciones
que, como consecuencia de este mismo proceso, recibieron la denominación de
gerenciadoras. Esto desencadenó un aumento en la cadena de intermediación que, en
definitiva, contribuyó negativamente a la racionalización y eficiencia en el uso de los
recursos, desviándolos de sus principales destinatarios: los beneficiarios del sistema.
Como parte del diagnóstico formulado por los líderes políticos de la reforma se
asignaba la principal responsabilidad por el pobre desempeño del sistema de servicios
de salud a las relaciones de poder edificadas por los principales actores que
conformaron el sector durante las décadas pasadas, y proponía como principal medida
de reforma una desregulación que facilitara el mecanismo de la libre elección y,
consiguientemente, la mayor primacía de las reglas de mercado.
38
procesos de selección adversa y para que los aseguradores desplacen su interés hacia
las acciones de promoción y protección de la salud.
En el caso de Argentina es una opinión generalizada que, aún con el firme propósito
gubernamental de iniciar las reformas, éstas resultaron siendo parciales y se
caracterizaron por un proceso de avances y retrocesos en su implementación, como
resultado de la presión ejercida por los principales actores sectoriales sobre las
autoridades gubernamentales, según la órbita de los intereses en cuestión. También
cabe decir que en la agenda se había incluido fundamentalmente a uno de los
subsectores del sistema de salud -la Seguridad Social- a través de las medidas de
desregulación (Del Prete, 2001), y que el carácter federal del país imponía una
diversidad de rumbos de acuerdo a una tendencia general planteada por el proceso de
reforma.
39
LA DIVISION DE PODERES Y SU RELACION CON EL CAMPO DE LA
SALUD
Todos los hombres tienen igual derecho a la vida y a la salud.
Ramón Carrillo (1946)
PODER EJECUTIVO
La crítica neoliberal ha insistido en una visión del Estado moderno que destaca, entre
otros, los problemas de la hipertrofia, el gigantismo, la ineficiencia y la corrupción.
Varias cuestiones se han conjugado para generar dicha situación: a) los procesos de
desregulación que se han realizado durante la década pasada y que han profundizado
la fragmentación en el propio aparato del Estado; b) el desplazamiento en el eje de
40
poder hacia las organizaciones y agencias que, alineadas con un enfoque de sesgo
económico, han cobrado mayor hegemonía en las decisiones políticas sobre el Sector
Salud.
Esto permitiría establecer y evaluar operativamente cuáles deben ser las decisiones
adoptadas como parte de una política de salud, e incluye las funciones ligadas con el
formulación y evaluación de políticas y planes en salud: a) Seguimiento, evaluación y
análisis de la situación de Salud y de sus determinantes; b) Identificación de las
necesidades de salud, c) Planificación estratégica a escala nacional y apoyo a la
planificación en niveles regionales y/o locales; d) Evaluación del cumplimiento de
planes, y del desempeño del sistema y de los servicios de salud; e) Mejoramiento de la
promoción de salud y calidad de vida; f) promoción y prevención; g) vigilancia y control
de enfermedades, h) protección ambiental, i) atención de salud para grupos
vulnerables, j) mitigación del impacto de las emergencias y desastres; k) asignación y
ejecución presupuestaria, ya que es la vía económico-financiera de que disponen los
organismos públicos para el cumplimiento de las acciones y metas que enmarcan su
accionar.
41
En un país federal, extenso y con tal diversidad cultural como Argentina, para el
ejercicio de las funciones de rectoría el Estado nacional debe promover la conformación
de una red de servicios en el ámbito territorial y establecer medidas que favorezcan su
coordinación, tales como definir qué servicios son necesarios en cada región; cuáles son
los roles y obligaciones de los prestadores que conforman una red asistencial y/o
establecer procedimientos para organizar racionalmente el proceso de atención entre
instituciones cuya capacidad resolutiva es diferente (por ej: entre hospitales
especializados y hospitales generales, entre estos y los centros del primer nivel de
atención).
En el caso del sector salud, los organismos que cumplen el rol más importante en la
toma de decisiones para lograr el cumplimiento de tales funciones son: a) Ministerio y
Secretarías de Salud de la Nación: b) Ministerios y Secretarías de Salud de las 24
jurisdicciones; c) Organismos descentralizados que dependen del Ministerio de Salud
de la Nación, tales como el ANMAT; el INCUCAI, la Superintendencia de Servicios de
Salud; el Servicio Nacional de Rehabilitación, sólo para citar a los más importantes.
La rectoría sanitaria a cargo del Poder Ejecutivo puede proponerse metas referidas a la
mejora de indicadores sanitarios de la población, la disminución de las brechas e
inequidades en el tratamiento, la garantía de calidad en la atención, la promoción de
ambientes saludables o la protección a los ciudadanos en sus relaciones con el sistema
de salud.
El componente ejecutivo incluye también a las Universidades del Estado que orientan
los procesos formativos de los profesionales de la salud –y que integrarán o integran
los equipos interdisciplinarios de salud (ej: médicos, psicólogos, odontólogos)- tanto en
el nivel de grado como de posgrado (ej: residencias, concurrencias, rotaciones, estudios
de especialización) y a las agencias oficiales responsables de su certificación,
matriculación y/o control.
Debe añadirse a estos roles la relación del Ejecutivo con las organizaciones de la
sociedad civil, las cuales persiguen objetivos muy diversos, ya que comprenden a
empresas con fines de lucro (productores de insumos, tecnologías, medicamentos),
asociaciones nucleadas para representar a un sector social en particular (ej:
asociaciones profesionales, organizaciones en defensa de los derechos de los pacientes)
y entidades de la sociedad civil (fundaciones, mutuales, Cooperadoras Hospitalarias)
que han tenido históricamente una presencia protagónica en asegurar la atención de la
salud de la población con mayores dificultades económicas.
42
universalidad y legitimidad para representar el interés ciudadano, es quien mayores
responsabilidades debe asumir en su cumplimiento directo y/o indirecto.
Regulación de servicios
En similar línea de análisis, Chang (1992) define a la regulación como “la actividad del
gobierno que afecta directamente el comportamiento de los actores del sector privado,
con el fin de alinearlos con el interés público”. Esta definición, no obstante, omite
43
aspectos importantes tales como aquel tipo de regulación que ejercen sectores privados
o bien aquella generada desde y hacia agencias del Estado. Se pretende, además de
garantizar la solvencia financiera y estándares de calidad asistencial y administrativa,
el cumplimiento de objetivos de eficiencia y equidad, tratando de influir sobre el
proceso de asignación, organización y distribución de los recursos y productos,
compensando así las ineficiencias e inequidades del mercado (Rubio Cebrián. 2000).
44
c) La regulación debe concebirse como proceso, atendiendo a los distintos momentos
o fases que se plantean en la relación entre el ente regulador y el comportamiento
de los actores que se sitúan bajo la órbita de la regulación. En este sentido, se suele
distinguir una instancia de formulación de políticas y determinación del marco
normativo; un segundo momento de implementación de las mismas; y una tercer
instancia en la cual se evalúan los resultados de la acción regulatoria, tanto los que
fueran previstos como los resultados no deseados. En síntesis, la implementación
de este proceso se opera gradualmente y como fruto de medidas que se adoptan de
manera incremental, no pudiendo concebirse entonces como la aplicación de una
medida que actúe aisladamente y de manera lineal sobre el campo de regulación.
A lo largo de la historia institucional del país las políticas sanitarias no han reconocido
lo suficiente la gran incidencia que tienen los procesos de formación de profesionales y
trabajadores en la formulación e implementación de programas y/o acciones en salud.
Este problema se agravó en el período que transcurrió entre el golpe militar del año 76
y los inicios del siglo XXI, conforme se produjera el achicamiento del Estado Social y,
por ende, un cambio de visión respecto de la importancia de preservar bienes públicos
esenciales para el bienestar de la sociedad.
En segundo término, que tales políticas se sustentan en una visión paradigmática que
cuestiona e interpela el orden instituido y, como tal, no sólo se propone importantes
transformaciones en las normativas o en las reglas institucionales sino también en la
formación de los profesionales y técnicos que prestan servicios de salud.
46
En tercer lugar, que para implementar tales políticas públicas es necesario contar con
capacidades institucionales y profesionales adecuadamente calificadas desde el punto
de vista ético y científico-profesional.
Tal como señaláramos en anteriores trabajos (de Lellis; Pomares; Da Silva: 2015) las
universidades han sostenido, en los procesos de formación de los profesionales de la
salud un enfoque asistencialista, centrado en el ejercicio liberal de la profesión que ha
producido enormes brechas y desequilibrios persistentes: sobreoferta de profesionales
calificados para el trabajo clínico de nivel individual, pero que no reúnen las
competencias básicas para desarrollar prácticas sanitarias que cubran los diferentes
momentos del proceso de atención: promoción, prevención temprana, cuidados
continuos e integración social.
Por otro lado, las omisiones del subsistema regulador que debiera definir la
oficialización de profesiones a través de los procesos de certificación y/o matriculación,
la acreditación de establecimientos y/o especialidades, así como el establecimiento de
incentivos que promueven cubrir las áreas de vacancia en la formación han producido
otros fenómenos preocupantes que deben ser reconocidos, tales como el surgimiento
de perfiles aún no regulados y la certificación educativa equivalente para trayectos
formativos distintos (de Lellis & Saforcada, 2019)
47
a) Educación, capacitación y evaluación de las necesidades de los servicios de salud
pública y atención de la salud
e) Formación ética del personal de salud pública con especial atención a principios
y valores tales como la solidaridad, la igualdad y el respeto a la dignidad de las
personas
48
c) Los problemas de más difícil resolución y que ameritaban un tratamiento en
términos de la resolución de emergencias y/o urgencias eran derivados al segundo
nivel de atención, el cual se suponía que podría brindar una adecuada contención a
las problemáticas que allí eran derivadas. Las dificultades existentes para atender
y resolver adecuadamente tales problemáticas llevaron a que en el ámbito de los
hospitales generales se efectuara una derivación a aquellas instituciones
monovalentes que en definitiva no producían otra cosa que una progresiva
cronificación de los pacientes asilados.
Por un lado, mediante el fortalecimiento de las respuestas brindadas por el primer nivel
e integración del componente salud mental en los equipos generales de salud. Ello
Implica dotar a los centros de salud con menor nivel de especialización de recursos
humanos calificados para atender las problemáticas habitualmente consideradas como
“de salud mental”, tales como las adicciones, intentos de suicidio, crisis vinculadas a
psicosis, violencias, o bien promoviendo competencias básicas para tratar tales
situaciones en aquellos recursos humanos que no poseen calificación especializada: ej:
médicos generales, enfermeros y/u otros integrantes del equipo de salud.
49
También debe señalarse la estrategia, recomendada enfáticamente en la Declaración de
Caracas, consistente en el fortalecimiento y/o desarrollo de servicios de salud mental
en los hospitales generales para que no se someta a los padecientes mentales al
aislamiento/segregación y estigma propios de las instituciones totales, y puedan recibir
los beneficios de una atención sanitaria integral, con los recursos especializados que
deberían concentrarse en las instituciones especializadas.
Por ello alguna de las medidas que han sido adoptadas y que continuarían fortaleciendo
las propuestas regulatorias en Salud Mental son:
50
PODER LEGISLATIVO: DERECHOS PARA LA INCLUSIÓN SOCIAL
El poder legislativo tiene un rol esencial en el establecimiento de las leyes que rigen la
convivencia social, y en el resguardo de los derechos que asisten a las personas por
imperio de las normas vigentes.
Al hallarse el campo de la salud tan atravesado por principios éticos, criterios técnicos,
pautas administrativas y valores culturales, es necesario revisar peso de las normas
más relevantes que han sido sancionadas durante el período reciente en nuestro país
tendientes a la protección de derechos y a la implementación de las acciones necesarias
para incidir en la transformación del sistema de salud.
En la Convención Americana sobre Derechos Humanos – Pacto de San José de Costa Rica
– se expresa que “toda persona tiene derecho a que se respete su vida”, mientras que la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre señala en su Art. 11º que
“toda persona tiene derecho a que su salud sea preservada” y en el párrafo 1 del Artículo
12 del Pacto reconocen “el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible
de salud física y mental” y en su Art. 12º se indica las “medidas que deberán adoptar los
Estados partes a fin de asegurar la plena efectividad de este derecho”.
Ley 26061 (2005). Protección integral de los derechos de los niños, niñas y
adolescentes. Esta ley está basada en antecedentes propios del ordenamiento jurídico
nacional y de los tratados internacionales. Procura que la niñez no sea objeto de
amenaza o daño de parte de terceros, sobre todo en aquellos casos en los que se
advierte una asimetría de poder entre quien brinda la protección y quien la recibe, y
hace mención a todos aquellos procesos o situaciones que resulten amenazas a la
infancia (abuso sexual, explotación y trata, falta de libertad), e incrementen su situación
52
de vulnerabilidad. Señala que las medidas excepcionales (por ejemplo, la internación
en ámbitos sustitutivos al familiar) deben ser limitadas en el tiempo y sólo se pueden
prolongar mientras persistan las causas que les dieron origen (Art.39).
Ley 26.529. (2009). Derechos del Paciente en su relación con los Profesionales e
Instituciones de la Salud. Plantea el acceso a la información sanitaria adecuada y la
necesidad de adoptar medidas básicas tales como el consentimiento Informado o las
directrices anticipadas de tratamiento para resguardar los derechos de los pacientes
ante las instituciones y profesionales de la salud. El consentimiento informado es
también un punto central de la ley en tanto garantiza que el paciente ha accedido a la
información y, en base a ello, da su conformidad a la realización de ciertas prestaciones.
53
a emprender las reformas que son absolutamente prioritarias en el campo de la Salud
Mental, y que respecto del modelo de atención se condensan sintéticamente en las
siguientes: a) Modalidad de abordaje (Capítulo V): en la cual se define el carácter
interdisciplinario del equipo de salud, la orientación comunitaria, el trabajo
intersectorial y el requerimiento del consentimiento informado para la atención de los
pacientes y b) Internaciones (Capítulo VII): se establecen los requisitos que deben
cumplir las mismas en materia de consentimiento expreso del paciente, condiciones
para el alta, dictámenes de los profesionales que deben participar en la decisión de
internar, rol de la justicia, periodicidad de los informes a cargo de las instituciones
asistenciales, prohibición de creación de nuevos manicomios, necesariedad de efectuar
la internación en hospitales generales.
54
PODER JUDICIAL: FALLOS EMBLEMÁTICOS PARA LA PROTECCIÓN DEL DERECHO
A LA SALUD
En este marco, diversas son las herramientas de intervención que mediante fallos y/o
sentencias, puede movilizar la administración de justicia para proteger el derecho a la
salud:
Resulta además importante tomar en cuenta que la labor de los tribunales de justicia
no sólo tratan de resolver situaciones particulares a través de fallos judiciales, sino que
estas puede sentar jurisprudencia para otros fallos o bien -como es el caso de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación- sientan un precedente y/o actúan como factor de
presión para obligar al Poder Ejecutivo para que adopte decisiones – ej: fallo que obliga
55
al saneamiento del Riachuelo, a suministrar los medicamentos o el tratamiento de una
enfermedad a un asegurador, a asegurar un tratamiento-.
Caso Hospital Británico de Buenos Aires c/el Ministerio de Salud y Acción Social
(2001)
La Corte falló basándose en que las leyes que declaran de interés nacional la lucha
contra el SIDA e imponen la cobertura médica obligatoria y tienden a garantizar los
derechos a la vida y a la salud se basan en la potestad del Congreso Nacional para
legislar y promover medidas de acción positiva que garanticen la igualdad de
oportunidades y trato, particularmente para aquellos grupos vulnerables que han sido
tradicionalmente postergados del goce pleno de los derechos humanos fundamentales.
56
Se trata de otro caso relevante donde se vislumbra la entrada en consideración de
tratados de DDHH y de algunas disposiciones legislativas que tomaron en cuenta
aspectos relevantes tales como el respeto al debido proceso, tutela judicial efectiva y
deber del juez de continuar conociendo aun en el caso de declararse incompetente.
La Corte resolvió que era competente el tribunal propio lugar de internación, pero
aprovechó la oportunidad del fallo para afirmar que de los antecedentes obrantes en el
caso surgía claramente que no hubo en la causa decreto fundado de internación
involuntaria ni control sobre su legalidad ni respecto de las condiciones en que se
efectuó el proceso de internación.
Tufano se instituyó como punto de inflexión, ya que como caso testigo sentó las bases
del cambio que se proponía desde los sectores más críticos al modelo psiquiátrico. En
el fallo se establece que toda persona tiene el derecho a un recurso sencillo y rápido o
a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, establecidos
por ley, con las debidas garantías judiciales y dentro de un plazo razonable, que la
ampare contra actos que violen sus derechos humanos y libertades fundamentales,
como las que ocurren en el caso de personas privadas de su libertad en instituciones
psiquiátricas.
Caso Mendoza, Beatriz Silvia y otros c/ Estado Nacional y otros s/ daños y perjuicios
(daños derivados de la contaminación ambiental del Río Matanza-Riachuelo).
(2008).
57
La causa comenzó en 2004 cuando vecinos afectados por la contaminación se
presentaron a la Justicia acompañados por ONGs.
En el año 2006, la Corte Suprema innovó con un histórico fallo en el que obligó a los
gobiernos nacional, porteño y de la provincia de Buenos Aires a la realización de un
“plan integral de saneamiento” del Riachuelo. El pedido incluía políticas públicas para
las familias que viven ―muchas de ellas en pobrísimas condiciones― sobre la ribera de
la Cuenca que recorre CABA y 12 municipios de GBA.
58
investigando por comercio ilegal, hallándose entre sus ropas muy poca cantidad de
marihuana en cada uno de los casos.
Trascendiendo la solución específica del caso penal la Corte exhortó “a todos los poderes
públicos a asegurar una política de Estado contra el tráfico ilícito de estupefacientes y a
adoptar medidas de salud preventivas, con información y educación disuasiva del
consumo, enfocada sobre todo en los grupos más vulnerables, especialmente los menores,
a fin de dar adecuado cumplimiento con los tratados internacionales de derechos
humanos suscriptos por el país”.
La Corte aclaró que, no obstante que el aborto ya se había realizado, se configuraba uno
de los supuestos de excepción que, según su jurisprudencia, la autoriza a pronunciarse.
Esto teniendo en cuenta: a) Que el tiempo que implica el trámite judicial de cuestiones
59
de esta naturaleza excede el que lleva su decurso natural, b) Que era necesario el
dictado de un pronunciamiento que pudiera servir de guía para la solución de futuros
casos análogos; c) Estaba comprometida la responsabilidad internacional del Estado
Argentino.
El fallo sentó algunas reglas claras, entre las cuales sobresalen: a) Que la Constitución y
los tratados de derechos humanos no sólo no prohíben la realización de esta clase de
abortos sino que, por el contrario, impiden castigarlos respecto de toda víctima de una
violación en atención a los principios de igualdad, dignidad de las personas y de
legalidad; b) Que los médicos en ningún caso deben requerir autorización judicial para
realizar esta clase de abortos, debiendo practicarlos requiriendo exclusivamente la
declaración jurada de la víctima, o de su representante legal, en la que manifieste que
el embarazo es la consecuencia de una violación.
60
CRISIS Y EMERGENCIA SANITARIA: PROMULGACIÓN DEL PLAN
FEDERAL DE SALUD
Donde hay peligro, crece lo que nos salva…
Friedrich Holderlin
Como fuera señalado precedentemente, a finales del año 2001 la pérdida de legitimidad
que había sufrido la autoridad nacional, tras la devaluada y fallida experiencia de la
Alianza, dió lugar a que ciertos actores propusieran la desaparición del Ministerio de
Salud como instancia ejecutiva propia de la administración pública nacional.
Sin embargo, el gobierno nacional, que asumió en este contexto de emergencia social y
sanitaria se planteó como objetivo mitigar el impacto sanitario de la crisis, y para
lograrlo realizó además un gran esfuerzo por fortalecer a la autoridad sanitaria nacional
como entidad rectora.
Durante marzo de 2003 se logró en el ámbito del CoFeSa suscribir el Acuerdo Sanitario
Federal de San Nicolás de los Arroyos, que constituyó uno de los antecedentes
inmediatos de las bases del Plan Federal de Salud, al establecer propósitos tales como
facilitar el acceso a medicamentos, disminuir la mortalidad materno-infantil acortando
brechas entre las provincias, acordar los programas prioritarios de salud y fortalecer la
estrategia de la APS.
Durante el año 2004 se suscribió, entre todas las provincias, las Bases del Plan Federal
de Salud, que luego fue avalado por la Presidencia de la Nación, y que a la par de
constituir una visión de largo plazo para el sector salud en Argentina planteó la
necesidad de lograr un sistema de salud equitativo e integrado en el corto plazo, con el
Estado como garante del bienestar de la población (Ministerio de Salud la Nación,
2004).
Para la formulación del Plan Federal de Salud se tomaron en cuenta tres problemas
recurrentes que afectaron la dinámica organizativa del sistema de salud, al
comprometer tanto al nivel central como a los niveles jurisdiccionales: a) la creciente
fragmentación institucional; dado el bajo grado de coordinación entre establecimientos
sanitarios emplazados en distintas zonas del territorio nacional; b) la puja corporativa
entre los distintos subsectores organizados según fuente de financiamiento –público,
privado, del seguro social; c) la necesidad de proteger, respetar y actuar en el
cumplimiento efectivo del derecho a la salud, lo cual añadió mayor intensidad a las
demandas exigibles ante los poderes públicos.
e) Fortalecer a los Centros de Atención Primaria de la Salud (CAPS), para que pueda
allí implementarse un adecuado modelo de atención según la APS.
62
El impulso que tuvieron las políticas públicas de salud con un acento federal se
atenuaron en el transcurso del período siguiente de gestión. Durante la presidencia de
Cristina Fernández de Kirchner fue designada como ministra Graciela Ocaña, referente
política sin experiencia probada en la gestión sanitaria y en cuyo mandato se planteó
como objetivo primordial el control y/o persecución de irregularidades
administrativas, lo cual detuvo el funcionamiento de muchas áreas del Estado e
introdujo discontinuidades en programas sanitarios que ya habían arrojado resultados
significativos. La agenda del ministro que le continuó en el cargo, Juan Manzur, tampoco
reflejó ningún avance importante en la gestión de problemas sanitarios,
concentrándose fundamentalmente en la ampliación de los planes y el calendario oficial
de vacunación obligatoria.
63
Las denuncias de favoritismos, en la asignación de cupos para recibir la vacunación
contra el COVID-19, que cobraron rápidamente difusión mediática, precipitaron la
renuncia del entonces ministro González García y su reemplazo por la actual Ministra
de Salud, Carla Vizzotti, quien tomó a su cargo la mayor responsabilidad en la gestión
del último período de afrontamiento de la pandemia.
64
LOS PRINCIPALES PROBLEMAS DEL SISTEMA TOTAL DE SALUD
“Para todo problema complejo hay siempre una
solución fácil, clara, plausible y equivocada.”
Henry Mencken
(1934)
1. Como existen distintos tipos de seguro que pueden cubrir formalmente a una
persona en un mimo corte del tiempo, los servicios requieren un especial
esfuerzo de coordinaciòn y evaluación. Un ejemplo de lo siguiente puede ser el
caso de una persona, pese a contar con un seguro formal, decide atenderse en
una guardia y/o emergencia pública por un cuadro de crisis aguda, decidiendo
más adelante continuar la atención de su problema de salud mediante la
consulta a un prestador (médico, psicólogo, kinesiólogo) de la Obra Social que lo
cubre en tanto trabajador formal, pero puede también solicitar una consulta
suplementaria a un prestador privado -mediante el gasto de bolsillo o, si está
asegurado por la medicina prepaga, a un profesional incluido en la cartilla de
prestadores de una institución de este tipo-. Todas estas prestaciones, al ser
cubiertos por distintos subsectores y hallarse escasamente coordinados entre sí,
suelen afectar el adecuado tratamiento y seguimiento de los casos que son
motivo de consulta.
2. Las personas aportan de forma compulsiva (si se trata de una obra social) o
voluntaria a un seguro, pero cuando estos seguros no los cubren suficientemente
– por ejemplo, ante enfermedades infecto-contagiosas como la tuberculosis o el
SIDA, enfermedades neurológicas con graves secuelas discapacitantes, de alto
costo y baja incidencia- deben acudir finalmente al subsector público, el único
que garantiza finalmente la atención. Esto se constituye en un subsidio
encubierto del sector público al resto de los subsectores, porque los afiliados
aportan normalmente a sistemas de seguro (privado, por obra social), pero del
cual no obtienen beneficios, dado que no resuelven a través de ellos sus
problemas y necesidades más acuciantes.
65
3. Los distintos territorios del país presentan muy altas disparidades
demográficas, epidemiológicas, geográficas y también muy distinta
disponibilidad de recursos sanitarios para la prevención o la asistencia. Por
regla general, en aquellas zonas del país en las que se presentan mayores
necesidades de asistencia (NOA, NEA) no se hallan suficientes recursos
sanitarios para atenderlas, mientras que en aquellas zonas más ricas y prósperas
-como CABA o los conglomerados urbanos de la región CENTRO- se hallan más
recursos disponibles para la asistencia. Este grado de inequidad confirmaría, así,
la ley de cuidados médicos inversos que ya fuera formulada hace cerca de 50 años
por el eminente sanitarista Tudor Hart: quien señalaba que aquellos con
mayores necesidades de asistencia sanitaria menores chances tenían de
recibirla.
66
y cobertura formal trata luego de asegurarse de forma privada, o alguien que
asegurado de forma privada busca por razones económicas un seguro de menor
costo). Desde este modelo que busca la rentabilidad econòmica, tampoco se
estimulan las actividades de cuidado que deben ser sostenidas en el tiempo y
que requieren el empleo de mano de obra intensiva -cantidad de horas hombre
dedicadas a las tareas de servicio y cuidado personalizado de aseo, higiene y
otros cuidados indispensables para la supervivencia diaria en el plano
doméstico-. Dichas tareas, que no emplean tecnología muy sofisticada, están a
cargo de personas con bajo nivel de acreditación y/o certificación a nivel formal,
y se hallan poco reconocidos o muy mal retribuidos por los sistemas de
seguridad social.
67
medidas, se convierten en los medios habituales para expresar y hacer viable
tales demandas.
COMENTARIOS FINALES
Como hemos visto a lo largo del trabajo, las políticas públicas que han tratado de dar
respuesta a los problemas sanitarios emergentes han incidido, y a la vez se han hallado
condicionadas por la configuración del sistema de servicios de salud, cuyos problemas
principales hemos tratado de caracterizar.
Los factores concurrentes que aquí se han descrito, como la autonomía jurisdiccional
en materia de salud propia del régimen federal de gobierno, la división de poderes y la
organización de distintos subsectores de acuerdo a la fuente de financiamiento, han
llevado a profundizar los problemas de fragmentación y desigualdad en los servicios de
salud.
68
más de seiscientas entidades de medicina prepaga y el Instituto Nacional de Servicios
Sociales para jubilados y pensionados (PAMI), el de más amplia cobertura en toda
América Latina.
Desde hace cincuenta años que no se había planteado con tal intensidad la necesidad
de integración del sistema total de salud y, si bien aún resta mucho para avanzar en esta
dirección, es importante que se haya instalado en el debate público como una de las
cuestiones a las que debe darse un tratamiento prioritario.
69
Las propuestas sanitarias que se han incorporado recientemente a la discusión política,
que exacerban el ideario ultraliberal y desechan de plano la capacidad rectora y
redistributiva del Estado, constituyen un discurso atractivo para grandes contingentes
de personas que, de hecho, se hallan fuera del acceso al circuito formal de derechos.
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