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CULTURAS
HÍBRIDAS
ESTRATEGIAS PARA ENTRAR Y
SALIR DE LA MODERNIDAD
grijalbo
cultura Libre
CULTURAS HÍBRIDAS
Estrategias para entrar y salir de la modernidad
ISBN 970-05-0562-6
IMPRESO EN MÉXICO
CULTURAS HÍBRIDAS
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Antes de entrar en esa polémica, quiero decir que otra razón
para ocuparse de la oposición artez'art esaruas como proceso
sociocultural -y no sólo como cuestión estética- es la
necesidad de abarcar un universo más extenso que el de los
productos singulares consagrados como arte (culto o popular).
Del mistno modo que muchas obras con pretensión de ser Arte
quedan en la repetición de modelos estéticos de siglos anterio-
res -y por tanto en escenarios de baja legitimidad; jardines
del arte, supermercados, centros de cultura barrial-, la mayor
parte de la producción artesanal no tiene aspiraciones estéti-
cas. En los paises latinoamericanos más ricos en ar tesarnas
-Perú, Ecuador, Guatemala, México- la mayo na de los
artesanos produce para sobrevivir, no buscando renovar las
formas o la significación. Lo que llamamos arte no es sólo lo
que culmina en grandes obras, sino un espacio donde la sociedad
realiza su producción visual. Es en este sentido amplio que el
trabajo arnstico, su circulación y su consumo configuran un
lugar apropiado para comprender las clasificaciones con que
se organiza lo social.
35ldem.
36 CL Arturo Warman, "Modernizarse ¿para qué?", Nexos, núm. 50, febrero de
1982, y Guillermo Bonfil Batalla, México profundo, Grijalbo, México, 1990.
LA PUESTA EN ESCENA DE LO POPULAR 233
nacer las culturas subalternas. Fue en años recientes, cuando
entraron en crisis todos los programas de modernización y
cambio social (los desarrollismos, los populismos, los marxis-
mos) que los sociólogos latinoamericanos comenzaron a estu-
diar la cultura, especialmente la popular, como uno de los
elementos de articulación entre hegemonía y consenso.
Se destacaron en los ochenta los trabajos de sociología de
la cultura oríentados por la teoría de la reproducción y los de
sociología política que se apoyan en la concepción gramsciana
de la hegemonía. A menudo confluyen en el propósito de
explicar de qué modo las clases hegemónicas fundan su posi-
ción en la continuidad de un capital cultural moderno que
garantiza la reproducción de la estructura social, y en la
apropiación desigual de ese capital como mecanismo reproduc-
tor de las diferencias. Pero pese a la mayor atención dada al
conocimiento empirico de las culturas populares, con frecuen-
cia miran su vida cotidiana desde esas teorías macro y recogen
sólo lo que entra en ellas. Esta perspectiva tiene el mérito de
cuestionar idealizaciones generadas por la excesiva autonorni-
zación de las culturas subalternas, cumplidas por quienes las
ven como manifestaciones de la capacidad creadora de los
pueblos, o como acumulación autónoma de tradiciones previas
a la industrialización. Al situar las acciones populares en el
conjunto de la formación social, los reproductivistas entienden
la cultura subalterna como resultado de la distribución desigual
de los bienes económicos y culturales. Los gramscianos, menos
"fatalistas", relativizan esta dependencia porque reconocen a las
clases populares cierta iniciativa y poder de resistencia, pero
siempre dentro de la interacción contradictoria con los grupos
hegemónicos.
En esta linea, se ha sostenido que no existiría en América
Latina cultura popular con los componentes que Gramsci
atribuye al concepto de cultura: a) una concepción del mundo;
b) productores especializados; e) portadores sociales preemi-
nentes; d) capacidad de integrar a un conjunto social, llevarlo
"a pensar coherentemente y en forma unitaria"; e) hacer
posible la lucha por la hegemonía; j) manifestarse a través de
una organización material e institucional." Lo que habitual-
mente se denomina" cultura popular" en estos países multiét-
nicos estaría más cerca, en el vocabulario gramsciano, del
38ldem.
39Idem .
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