Está en la página 1de 9

DE LA CREACIÓN A PARTIR DE LA PALABRA

La palabra es amor. Decir es amar. Romper el silencio es buscar al otro, intentar alcanzarlo.

Existen, sin duda, innumerables formas de hablar, modos múltiples de la palabra. Cuando la

palabra es palabra de amor, ¿de qué palabra se trata? ¿Y de qué tipo de amor hablamos?

La primera palabra, el amor primero, según algunos testimonios de la Antigüedad, es

la divina. Es creadora la palabra prístina, poiética, aquella que hace existir la realidad y

configura al mundo, creación primordial, al separar la materia de la informe masa primigenia:

creación ex nihilo, de la nada, con el puro poder desnudo de la voz articulada, pro-ferida por

Dios, por un dios. No es extraño, así, que numerosos mitos de creación testimonien los

orígenes de la aventura humana mediante una palabra que in-forma al mundo y lo ordena, al

imprimir sobre las cosas su especificidad original, auténtica y llena de vida, saturada de poder.

Los textos de diferentes culturas dan fe de lo anterior.

Por ejemplo, según la teología menfita del antiguo Egipto, el relato de la creación

quedó inscrito en la piedra Shabaka (Museo Británico, EA 498), perteneciente al templo de

Ptah, en Menfis. En dicha piedra rectangular de 66 x 137 cm, de granito, donada por Earl

Spencer, en 2 líneas y 62 columnas quedó grabado el mito encargado por el gobernante de la

XXV dinastía, en los albores del siglo VII a.C. El relato está grabado en la segunda parte, a

partir de la columna 48 y, en él, Ptah aparece como dios supremo, cuyos sentidos informan

al corazón, centro de la conciencia y los pensamientos, que da origen a las ideas y ordena a

la lengua que las pronuncie, dando así lugar a la creación por medio de la palabra. Así, crea

a Atum, a los nueve dioses de la enéada heliopolitana, a la tierra, a los animales y al hombre.
Por ello, se dice que Ptah es quien creó todo y dio la existencia a los dioses. Su poder es

superior al de cualquier otro dios.1 Podemos leer a partir de la columna 48:

Los dioses que vinieron a la existencia de Ptah. Ptah que está sobre el Gran Trono,...
quien creó a los dioses. Ptah-Nun, el padre que [engendró] a Atum. Ptah-Naunet, la
madre que dio a luz a Atum. Ptah el Grande que es el corazón y la lengua de la Enéada.
Ptah... de quien nacieron los dioses. Allí tomó forma, en el corazón [de Ptah], y allí
vino a la existencia, en la lengua [de Ptah], algo en la forma de Atum, porque Ptah es
el Grande que infundió la vida a todos los dioses y a sus kas por medio del corazón en
el que Horus tomó forma y por medio de la lengua en la que Thot tomó forma, ... como
[una manifestación de Ptah].

Así sucedió que el corazón y la lengua obtuvieron la supremacía sobre [todos]


los miembros [del cuerpo] de acuerdo con la doctrina de que él está en cada uno de
los cuerpos y cada una de las bocas de cada uno de los dioses, de todos los hombres,
de todo el ganado, de todos los seres que reptan y de todo lo que vive, pensando lo
que desea y decretando todo aquello que anhela. Su Enéada está ante él como dientes
y labios. [Ellos son] el semen y las manos de Atum, porque la Enéada de Atum vino
a la existencia por medio de su semen y sus dedos. La Enéada es, en verdad, los dientes
y los labios en esa boca que pronunció el nombre de todas las cosas, de la que Shu y
Tefnut surgieron, y la que hizo nacer a la Enéada.

La vista de los ojos, la audición de los oídos, la respiración de la nariz,


informan al corazón que es el que hace que todo conocimiento pueda manifestarse, y
es la lengua la que pronuncia aquello que el corazón concibe. Así fue como nacieron
todos los dioses y su Enéada se completó, porque cada palabra del dios vino a la
existencia por medio de lo que el corazón pensaba y la lengua ordenaba. Así fue
creado cada uno de los kas, y establecidos todos los hemsut, aquellos que procuran
todos los alimentos y provisiones, por medio de esta palabra. [Así también se hace
justicia] a quien hace lo que es deseado [y se castiga a] quien hace lo no deseado. Así
se da la vida a quien tiene paz y la muerte a aquel que tiene pecado. De esta forma se

1
Cfr. Bodine, J. J. “The Shabaka Stone: An Introduction”, Studia Antiqua, 7 (1), 2009, pp.16-20.

[2]
crearon todos los trabajos y todas las artes, la acción de las manos y el andar de las
piernas, así como el movimiento de cada uno de los miembros, de acuerdo a la orden
concebida por el corazón y manifestada por medio de la lengua, y que produce todas
las cosas.

Y de esta manera se dice de Ptah: El que creó todo y dio la existencia a los
dioses. En verdad él es Ta-tenen, quien hizo nacer a los dioses y del que surgió toda
existencia: la comida, las provisiones, las ofrendas divinas, y todas las cosas buenas y
hermosas. Así se reconoció y comprendió que su poder es superior al de cualquier otro
dios y de esta forma Ptah se sintió satisfecho después de crear todas estas existencias
y cada una de las divinas palabras.

Para los hindúes, según el Mandukya Upanishad, el Om es el sonido primordial, del cual

deriva el universo entero; es el sonido de lo absoluto, del todo y de la nada, de lo que fue, de

lo que es y de lo que será, de lo que está aún más allá del tiempo. Es Atmán en su

manifestación verbal, vibración de la energía elemental, símbolo sonoro. Om: el sonido es

vibración; la vibración, energía y creación: “el Om es el arco, Atmán es la flecha, Brahmán

es el blanco. Hay que alcanzarlo sin distraerse, hay que unirse a él como la flecha al blanco”.2

Mediante la repetición del sonido Om, la mente queda suspendida, se disuelve la ilusión

(maya) y se alcanza un profundo estado de bienestar que conduce a la liberación espiritual

(moksha). De acuerdo al Taittiriya Upanishad, Prayapati (otro nombre del dios creador

Brahmán), meditó en las tres letras del mantra Om (A, U y M) y así le surgieron tres de los

Vedas: Rig, Sama y Atharva, y también las tres palabras primigenias: bhūr (tierra), bhuva

(atmósfera) y svah (cielo): de hecho, así comienza el mantra Gayatri: Om bhur, bhuva,

2
Cfr. Upaniṣhads, transl. Patrick Olivelle, Oxford, Oxford University Press, 1998, pp. 288-9 pass.

[3]
svaha... La sílaba Om también representa el Trimurti: las tres formas de Brahma, Vishnu y

Shiva.

Algunos eruditos hindúes establecen paralelismos metafóricos entre la cosmología

moderna y la teoría hindú de Shrishti. Según ellos, el Anda se parece al punto de energía

hipotética de la que surgió el universo del Big Bang y, por tanto, afirman que la verdadera

entonación del Om es muy larga y prolongada, descrita como un sonido omnipresente. Su

paralelo es la radiación cósmica de fondo, en la actualidad a un nivel de temperatura de 2.725

grados Kelvin, que impregna el universo. Algunos sostienen que incluso la teoría de cuerdas

encuentra un lugar en los textos antiguos. La primera cosa que siempre fue y será es Shabda

o sonido. Esta energía se produce por la vibración de la energía producida por los poderes de

la Trinidad. Aunque a un nivel muy alto, esto se parece a las vibraciones multidimensionales

de los gunas o cadenas, base de toda la creación.

El símbolo de Om es una sílaba sagrada que representa a Brahmán, el absoluto

impersonal-omnipotente, omnipresente y la fuente de toda la existencia manifiesta. Brahmán,

en sí mismo, es incomprensible; así, un símbolo se convierte en obligatorio para ayudarnos a

reconocer al incognoscible. Om, por lo tanto, representa al Inmanifiesto (nirguna) y al

Manifiesto (saguna), aspectos de Dios. Por ello, se llama Pranava, es decir, que impregna la

vida y atraviesa nuestro prana o aliento. Om se dice que es la esencia de todos los mantras y

de los Vedas. Sus tres porciones se refieren a los estados de vigilia, sueño, sueño profundo y

a los tres gunas (satva, rajas, tamas).

Las tres letras también indican tres planos de existencia: el cielo (swarga), la tierra

(martya) y el inframundo (patala). Todas las palabras producidas por el órgano vocal humano

[4]
pueden ser representadas por el Om. La A es producida por la garganta; la U y la M, por los

labios. En los Vedas, es el sonido del sol, de la luz. Por sonido y forma, finalmente, el Om

simboliza al infinito Brahmán (la realidad última) y a todo el universo.

El Popol Vuh, “Antiguas Historias del Quiché”, es el libro sagrado de los indios quichés que

habitaban en la zona de Guatemala. Se explicaba en él el origen del mundo y de los indios

mayas. También se relataba la historia de todos los soberanos. Se puede señalar que hay allí

una conjunción de religión, mitología, historia, costumbres y leyendas. Es esencialmente una

descripción del conjunto de tradiciones mayas de quienes habitaban la región guatemalteca;

pero también aparecen agregadas algunas ideas cristianas, lo que hace suponer que el autor

conocía a misioneros católicos. No se conoce el nombre del autor, pero por datos sacados del

contenido de la obra, se supone que ha sido escrito hacia 1544, originalmente en piel de

venado y posteriormente transcrito al latín por Fray Alonso del Portillo de Noreña. La versión

española fue realizada sobre este último texto en el siglo XVIII (1701) por el fraile dominico

Francisco Ximénez, que se había establecido en Santo Tomás Chichicastenango. El

significado de los términos que conforman el nombre es: Popol: palabra maya que significa

reunión, comunidad, casa común, junta. Vuh: Libro, papel, árbol de cuya corteza se hacía el

papel. Para los quichés de Guatemala, hombres del bosque o de los magueyes, es una Biblia.

Acerca del mito de creación, primera parte del Popol Vuh leemos:

Todo estaba en suspenso, todo en silencio, todo en calma; todo inmóvil, callado y
vacía la extensión del cielo. [...] Ésta es la primera relación, el primer discurso. No
había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras,
cuevas, barrancas, ni hierbas ni bosques: sólo el cielo existía.

[5]
No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo
en toda su extensión. No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el
mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia. Solamente había
inmovilidad y silencio en la obscuridad, en la noche. Sólo el Creador, el Formador,
Tepew, Q’ukumatz, los Progenitores, estaban en el agua rodeados de claridad. [...]
Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepew y Q’ukumatz, en la
obscuridad, en la noche, y hablaron entre sí. Entonces se manifestó con claridad,
mientras meditaban, que cuando amaneciera debía aparecer el hombre.
Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los árboles y los bejucos y
el nacimiento de la vida y la creación del hombre. Se dispuso así en las tinieblas y
en la noche por el Corazón del Cielo, que se llama Huracán. Entonces vino [Uk’ux
Kaj], pues, aquí su palabra llegó con Tepew y Q’ukumatz, y hablaron entre sí,
meditaron, juntaron sus palabras: entonces se aclaró, entonces lo pensaron entre sí,
bajo esta claridad, entonces se aclaró lo que iba a ser el hombre […] “¡Que nazca el
hombre formado, el hombre creado! No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación
y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado.” Dijeron, pues.
Entonces dijeron: “¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y
desocupe el espacio, que surja la tierra y que se afirme!” Así dijeron. “¡Que aclare,
que amanezca en el cielo y en la tierra! Entonces, pues, se formó la tierra gracias a
ellos, solamente su palabra fue su nacimiento para que naciera la tierra. Así nació el
resto de lo creado.3
*

En la tradición judeocristiana es bien conocido el Génesis, en donde se encuentran los relatos

de la creación del mundo y del hombre:

1:1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra. 2 La tierra era caos y confusión y
oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba sobre las aguas. 3

3
Cfr. Popol Vuh. Herramientas para una lectura crítica del texto k’iche’, trad. Michela E. Craveri, México,
UNAM, 2013, folios 1R., 1V. y 2R.

[6]
Dijo Dios: “Haya luz”, y hubo luz. 4 Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios
la luz de la oscuridad; 5 y llamó Dios a la luz “día”, y a la oscuridad la llamó
“noche”. Y atardeció y amaneció: día primero. 6 Dijo Dios: “Haya un firmamento
por en medio de las aguas, que las aparte unas de otras.” 7 E hizo Dios el
firmamento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento, de las aguas de por
encima del firmamento. Y así fue. 8 Y llamó Dios al firmamento “cielos”. Y
atardeció y amaneció: día segundo. 9 Dijo Dios: “Acumúlense las aguas de por
debajo del firmamento en un solo conjunto, y déjese ver lo seco”; y así fue. 10 Y
llamó Dios a lo seco “tierra”, y al conjunto de las aguas lo llamó “mares”; y vio Dios
que estaba bien. 11 Dijo Dios: “Produzca la tierra vegetación: hierbas que den
semillas y árboles frutales que den fruto, de su especie, con su semilla dentro, sobre
la tierra.” Y así fue. 12 La tierra produjo vegetación: hierbas que dan semilla, por
sus especies, y árboles que dan fruto con la semilla dentro, por sus especies; y vio
Dios que estaban bien. 13 Y atardeció y amaneció: día tercero. 14 Dijo Dios: “Haya
luceros en el firmamento celeste, para apartar el día de la noche, y valgan de señales
para solemnidades, días y años; 15 y valgan de luceros en el firmamento celeste para
alumbrar sobre la tierra.” Y así fue. 16 Hizo Dios los dos luceros mayores; el lucero
grande para el dominio del día, y el lucero pequeño para el dominio de la noche, y
las estrellas; 17 y los puso Dios en el firmamento celeste para alumbrar sobre la
tierra, 18 y para dominar en el día y en la noche, y para apartar la luz de la oscuridad;
y vio Dios que estaba bien. 19 Y atardeció y amaneció: día cuarto. 20 Dijo Dios:
“Bullan las aguas de animales vivientes, y aves revoloteen sobre la tierra contra el
firmamento celeste.” 21 Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo animal
viviente, los que serpean, de los que bullen las aguas por sus especies, y todas las
aves aladas por sus especies; y vio Dios que estaba bien; 22 y los bendijo Dios
diciendo: “sean fecundos y multiplíquense, y llenen las aguas en los mares, y las
aves crezcan en la tierra.” 23 Y atardeció y amaneció: día quinto. 24 Dijo Dios:
“Produzca la tierra animales vivientes de cada especie: bestias, sierpes y alimañas
terrestres de cada especie.” Y así fue. 25 Hizo Dios las alimañas terrestres de cada
especie, y las bestias de cada especie, y toda sierpe del suelo de cada especie: y vio
Dios que estaba bien. 26 Y dijo Dios: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen,

[7]
como semejanza nuestra, y mande sobre los peces del mar y sobre las aves de los
cielos, y sobre las bestias y todas las alimañas terrestres, y sobre todas las sierpes
que serpean por la tierra.” 27 Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a
imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó. 28 Y los bendijo Dios, y les dijo
Dios: “Sean fecundos y multiplíquense y llenen la tierra y sométanla; manden sobre
los peces del mar y sobre las aves de los cielos y sobre todo animal que serpea sobre
la tierra”.

Yahvé-Dios habla y nombra, ordena, y al hacerlo, crea el universo. En

correspondencia, san Juan comienza su Evangelio de forma categórica: “En el principio era

el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo

que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Jn 1, 1-4).

Muy breves ejemplos; intentan mostrar cómo, al inicio, en los principios, hubo

palabra. No es imposible suponer que esta primera palabra divina surgiera por el amor al

hombre; por ella, gracias a ella, el ser humano pudo existir, habitar y sentirse dentro del

mundo. Pronto, el hombre comprendió que no sólo pertenecía a dicho mundo, sino que

ocupaba un sitio privilegiado en él. “Sólo hay mundo donde hay habla […] El habla no es un

instrumento disponible, sino aquel acontecimiento que dispone la más alta posibilidad de ser

hombre”.4 La formulación explícita es conocida: “de los animales, sólo el hombre tiene

palabra”.5 Esta condición única del hombre lo eleva sobre los demás seres, le permite el

ingreso a una esfera cuasi-divina por su calidad de co-creador, característica extraordinaria

4
Heidegger, M., Arte y poesía, México, FCE, trad. Samuel Ramos, (1958) 1997, p. 133.
5
Aristóteles, Política, 1253a 9-10.

[8]
cercana al «don», que es posesión y ejercicio del lenguaje articulado. El hombre, enseguida,

se apropia de esta singularidad y busca generar ecos de la palabra constituyente, se apoya en

ella y por ella se sabe respaldado. Se puede afirmar que, como animal que tiene palabra,

alcanza a «descansar» en ella: proviene de la Autoridad y por consiguiente puede devenir

autor porque confía plenamente en ella.6

Mauricio López Noriega.

6
En distintas épocas es posible percibir un movimiento de confianza/desconfianza con respecto a la palabra.
Por ejemplo, en Grecia arcaica hubo un hiato entre las primeras décadas del siglo VI aC y el año 530 aC: “La
poesía misma había contribuido a su propia desaparición. Desde hacía tiempo, se había dirigido a la vida
personal del poeta y a su mundo inmediato […] esta orientación condujo una devaluación de la literatura y a la
dependencia inmediata de la vida […] Las necesidades propias de las épocas duras conducen a una desconfianza
en las meras palabras, y, en consecuencia, a una actitud inamistosa con la literatura” (Fränkel, H., Poesía y
Filosofía de la Grecia Arcaica, trad. Ricardo Sánchez Ortiz, Madrid, Visor, 1993, p. 232). Hoy resulta quizá
más evidente: “uno de los rasgos más característicos de nuestra época es la desconfianza frente a la palabra. Y
es preciso reconocer que esa desconfianza aparece como justificada. El mundo moderno ha abusado de tal
manera de la palabra, que ésta ya no suscita confianza. A fuerza de haber sido engañados, los hombres de hoy
se han hecho recelosos” (Daniélou, J., Escándalo de la verdad, trad. Mariano Herranz, Madrid, Guadarrama,
1965, p. 22).

[9]

También podría gustarte