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JESÚS EL MESÌAS PROMETIDO

1. Jesús, el Mesías
Vocablo derivado del arameo y del hebreo que significa “el ungido”. En el Nuevo Testamento, a Jesús se le
llama el Cristo, que es el equivalente griego de Mesías, que significa el Profeta, Sacerdote Rey y Libertador
ungido, cuya venida esperaban ansiosamente los judíos. La palabra Mesías, incluyendo la idea de unción,
sólo puede comprenderse en conexión con la institución religiosa de la unción con el aceite, que era usual
en Israel y que pasó de la Antigua alianza a la Nueva. En la historia de la Antigua Alianza recibieron esta
unción personas llamadas por Dios al cargo y dignidad de rey, o de sacerdote o de profeta.
Muchos judíos esperaban solamente un libertador que los librara del poder romano y que les diera una
mayor prosperidad nacional; de manera que cuando vino el Mesías, los líderes y muchos otros más lo
rechazaron. Solamente los humildes y fieles pudieron ver en Jesús de Nazaret al verdadero Cristo (Isa. 53;
Mateo 16:16; Juan 4:25–26).
2. Jesucristo, Mesías “Rey”
Jesucristo es Rey sobre todo porque, hecho obediente hasta la muerte de cruz, fue exaltado por el Padre y
constituido Señor de todo el universo. Cuando el ángel Gabriel anuncia a la Virgen María que había sido
escogida para ser la Madre del Salvador, le habla de la realeza de su Hijo: “...le dará el Señor Dios el trono
de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin” (Lc 1, 32-33).
Cuando Bartimeo, el mendigo ciego, para pedirle ayuda le grita: “¡Hijo de David,
Jesús, ten piedad de mí!” (Mc 10, 47).
Otro hecho significativo es que, al entrar en Jerusalén en vísperas de su pasión, Jesús cumple, tal como
destacan los Evangelistas Mateo (21, 5) y Juan ( 12, 15), la profecía de Zacarías, en la que se expresa la
tradición del “Rey mesiánico”: “Alégrate sobremanera, hija de Sión. Grita exultante, hija de Jerusalén. He
aquí que viene tu Rey, Caravaggio, El entierro de
Cristo.
Justo y victorioso, humilde, montado en un asno, en un pollino hijo de asna” (Zac 9, 9). El momento
decisivo de esta clarificación se da en el diálogo de Jesús con Pilato, que trae el Evangelio de Juan. Puesto
que Jesús ha sido acusado ante el gobernador romano de “considerarse rey” de los judíos.
En el Calvario un último episodio ilumina la condición mesiánico-real de Jesús. Uno de los dos malhechores
crucificados junto con Jesús manifiesta esta verdad de forma penetrante, cuando dice: “Jesús, acuérdate
de mí cuando llegues a tu reino” (Lc 23, 42).
3. Jesucristo, Mesías “Sacerdote”
El nombre “Cristo” que, como sabemos, es el equivalente griego de la palabra “Mesías”, es decir “Ungido”,
además del carácter “real”, incluye también, según la tradición del Antiguo Testamento, el “sacerdotal”.
Esta unidad tiene su primera expresión, como un prototipo y una anticipación, en Melquisedec, rey de
Salem, misterioso contemporáneo de Abraham. De él leemos en el libro del Génesis, que, saliendo al
encuentro de Abraham, “sacando pan y vino, como era sacerdote del Dios Altísimo, bendijo a Abraham
diciendo: Bendito Abraham del Dios Altísimo, el dueño de cielos y tierra”. (Gen 14, 18-19).
Podemos decir por tanto que Jesús es sacerdote porque se ofreció a Sí mismo como víctima en la cruz y se
sigue ofreciendo continuamente en las celebraciones eucarísticas.
4. Jesucristo, Mesías “Profeta”
Durante el proceso ante Pilato, Jesús, al ser interrogado si era rey, primero niega que sea rey en sentido
terreno y político; después, cuando Pilato se lo pregunta por segunda vez, responde: “Tú dices que soy
rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37).
Esta respuesta une la misión real y sacerdotal del Mesías con la característica esencial de la misión
profética. En efecto, el Profeta es llamado y enviado a dar testimonio de la verdad. Como testigo de la
verdad él habla en nombre de Dios. En cierto sentido es la voz de Dios. Tal fue la misión de los Profetas
que Dios envió a lo largo de los siglos a Israel.
En la figura de David, rey y profeta, es en quien especialmente la característica profética se une a la
vocación real.
5. Jesucristo, El Hijo del hombre
Jesucristo, Hijo del hombre e Hijo de Dios: éste es la verdad fundamental de la revelación cristiana y de la
fe: la humanidad y la divinidad de Cristo.
Él se autodefine “Hijo del hombre”, mientras que nadie le daba este título si exceptuamos al diácono
Esteban antes de la lapidación (Act 7, 56) y al autor del Apocalipsis en dos textos (Ap 1, 13; 14, 14).
El título “Hijo del hombre” procede del Antiguo Testamento, en concreto del libro del Profeta Daniel, de la
visión que tuvo de noche el Profeta: “Seguía yo mirando en la visión nocturna, y vi venir sobre las nubes
del cielo a uno como hijo de hombre, que Rafael, La caída en la calle El Calvario.
Se llegó al anciano de muchos días y fue presentado ante éste. Le fue dado el señorío, la gloria y el
imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron, y su dominio es dominio eterno que no
acabará, y su imperio, imperio que nunca desaparecerá” (Dan 7, 13-14).
Cuando Jesús utiliza el título “Hijo del hombre” para hablar de Sí mismo, recurre a una expresión
proveniente de la tradición del Antiguo Testamento. Pero conviene notar, sin embargo, que la expresión
“hijo de hombre” se había convertido en el arameo de la época de Jesús en una expresión que indicaba
simplemente “hombre”. Por eso, al referirse a Sí mismo como “Hijo del hombre”, Jesús logró casi esconder
tras el velo del significado común el significado mesiánico que tenía la palabra en la enseñanza profética.
6. Jesucristo, Hijo de Dios
Aunque en los Evangelios sinópticos Jesús jamás se define como Hijo de Dios, sin embargo, de diferentes
maneras, afirma y hace comprender que es el Hijo de Dios en sentido natural.
Subraya incluso la exclusividad de su relación filial con Dios. Nunca dice de Dios: “nuestro Padre”, sino sólo
“mi Padre”, o distingue: “mi Padre, vuestro Padre”. No duda en afirmar: “Todo me ha sido entregado por
mi Padre” (Mt 11, 27).
Esta exclusividad de la relación filial con Dios se manifiesta especialmente en la oración, cuando Jesús se
dirige a Dios como Padre usando la palabra aramea “Abbá”, que indica una singular cercanía filial y, en
boca de Jesús, constituye una expresión de su total entrega a la voluntad del Padre: “Abbá, Padre, todo te
es posible; aleja de mí este cáliz” (Mc 14, 36).
Otras veces Jesús emplea la expresión “vuestro Padre”; por ejemplo: “como vuestro Padre es
misericordioso” (Lc 6, 36); “vuestro Padre, que está en los cielos” (Mc 11, 25). Subraya de este modo el
carácter específico de su propia relación con el Padre, incluso deseando que esta Paternidad divina se
comunique a los otros, como atestigua la oración del “Padre nuestro”, que Jesús enseñó a sus discípulos y
seguidores.
La verdad sobre Cristo como Hijo de Dios es el punto central sobre el que gira todo el Nuevo Testamento
(cf Jn 20, 30-31).
Señor de los Milagros.
Anónimo, s. XVIII, Monasterio de Santa Rosa de Santa María,
La visión del paraíso.
Tarea
1. ¿Cuál es el significado de la palabra Mesías?
2. ¿Quiénes recibían esta unción?
3. ¿Qué esperaban los judíos del Mesías?
4. ¿Por qué decimos que Jesús es Mesías Rey?
5. ¿Por qué decimos que Jesús es Mesías Sacerdote?
6. ¿Por qué decimos que Jesús es Mesías Profeta?
7. ¿Cuál es la procedencia del título Hijo del hombre que se da Jesús?
8. ¿Cómo manifiesta Jesús su relación filial con Dios?

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