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Prueba integradora

Nombre: Mario Andrés Cristales Carné: 21631

A. Lea la noticia que se le presenta a continuación:

Cómo un aditivo alimentario común nos quita las ganas de hacer ejercicio
Los fosfatos conservan los alimentos y potencian su sabor, pero también dificultan la síntesis de combustible para los
músculos

SARAH PALANQUES TOST / 12 FEB 2019 - 09:21 CET

Hoy has nadado tus treinta largos, te has marcado cien abdominales y has estrenado tus pesas rusas de ocho kilos, todo después de dar la
vuelta al barrio al trote, dos veces. Un día de ejercicio normal... en tus sueños. La realidad ha sido la misma de siempre: has llegado a
casa agotado de estar todo el día sentado en el trabajo, has encendido la televisión y no has sido capaz de levantarte del sofá ni para sacar
la basura. Eres sedentario, pero no te sientas mal por ello, échale la culpa a los fosfatos. Según un nuevo estudio científico, este aditivo
común en los alimentos procesados podría ser responsable de que hayas perdido cualquier interés por el ejercicio físico.

La nueva investigación ha alcanzado esta conclusión tras comparar el consumo de oxígeno en ratones alimentados con una dieta rica en
fosfatos con el de otros que no se excedían en su consumo. Los roedores que se atiborraban al aditivo "no pudieron generar
suficientes ácidos grasos para alimentar sus músculos", concluye la investigadora principal del estudio, Wanpen Vongpatanasin.
Según los resultados de sus experimentos, la expresión de muchos genes involucrados en el metabolismo muscular había cambiado
después de 12 semanas de una dieta rica en fosfatos.

Pero las personas no son ratones, así que no tienen de qué preocuparse... ¿O sí? El equipo de Vongpatanasin también ha analizado los
datos del Estudio sobre el Corazón de Dallas, un trabajo que se inició en el año 2000 y cuyo principal objetivo es mejorar el diagnóstico,
la prevención y el tratamiento de las enfermedades de la bomba que empuja el fluido vital hacia todo el cuerpo. Tras monitorizar
la actividad física de participantes de distintas etnias, de 18 a 65 años, los datos recogidos en este proyecto indican que la respuesta al
fosfato en humanos es muy similar a la de los ratones. Los niveles más altos del compuesto también están relacionados con
una reducción del tiempo que las personas dedican a hacer ejercicio, así como con un aumento de los períodos de sedentarismo.

Entonces, ¿hacemos la guerra a los fosfatos? No, los fosfatos no son el enemigo. "Son compuestos que están presentes en nuestro
organismo de manera natural, que forman parte de nuestros huesos, dientes, de los lípidos de las membranas celulares... Estabilizan el
ADN y ayudan a producir ATP, una molécula que el cuerpo utiliza para almacenar energía", explica el biólogo y dietista-nutricionista
Carlos Galve. Los fosfatos controlan las enzimas implicadas en el metabolismo energético y la expresión de genes como aquellos
relacionados con la síntesis de ácidos grasos en el músculo, que se usan como combustible durante el ejercicio físico.

De ahí que no sea extraño que el nuevo estudio concluya que "una baja expresión de los genes hace que el músculo consuma menos
cantidad de oxígeno, y que no pueda oxidar las grasas para obtener energía", explica Galve. O lo que es lo mismo, cada vez nos costará
más despegar el trasero del sofá si nos pasamos con los alimentos procesados. Tendremos los genes en baja forma.

¿Y cómo evita uno que los fosfatos le conviertan en un ser sedentario, ajeno a todo interés por el ejercicio físico? ¿Cuánto fosfato se
puede tomar antes de que esto suceda? Desafortunadamente, estas son las cuestiones en las que los científicos pueden ofrecer menos
respuestas, pero cada vez hay más investigadores que están expresando su preocupación por las cantidades de fosfatos en forma de
aditivos alimentarios.

En los embutidos, el café, la pasta, las galletas, las bebidas... Estos aditivos "están presentes en muchos alimentos procesados,
incluso en algunos que tradicionalmente no se consideran alimentos ricos en fosfato porque la materia prima tiene un bajo contenido de
esta sustancia", explica el jefe del servicio de Nefrología e Hipertensión del Hospital Fundación Jiménez Díaz y vocal de Investigación
de la Sociedad Española de Nefrología (SEN), Alberto Ortiz. Su función es conservar y potenciar el sabor de productos de origen
animal como carnes, pescados, moluscos, crustáceos, leche y derivados. También se usan "para la conservación de bebidas como el té,
el café, los cereales, los zumos de frutas, las salsas, las grasas untables, las conservas de frutas y hortalizas, los licores destilados de
graduación mayor a 15º, la sidra, los panes y las pastas... los productos elaborados con huevo, con cacao o chocolate, los purés y las
galletitas saladas", enumera el biólogo Carlos Galve.

La lista es interminable, y parece difícil comer algo que no oculte fosfato de sodio, de potasio, de calcio... Evitarlos es especialmente
difícil porque precisa memorizar muchas matrículas: uno tiene que mirar el etiquetado de los alimentos y saber que los fosfatos más
comunes corresponden a los códigos E338, E339, E340, E341, E343, E450, E451, E452. Y ni por esas tiene toda la información
necesaria para tomar la mejor decisión para la salud, puesto que la normativa actual no obliga a indicar la cantidad del aditivo que
contienen los alimentos, así que el volumen de fosfatos es, en general, desconocido.

Esta incertidumbre no es ajena a la comunidad científica. Una revisión de los estudios científicos disponibles sobre la relación de la alta
ingesta de fosfatos y mortalidad en pacientes con enfermedades renales asoció un alto consumo de fosfatos como aditivos alimentarios a
un aumento del riesgo cardiovascular. La investigación llevó a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por su siglas en
inglés) a poner en marcha una revisión del aditivo, en 2013, a petición de la Comisión Europea.

Pero el diseño de los estudios analizados, que no medían el efecto de los fosfatos en un entorno controlado, que permitiera conocer con
gran detalle su influencia en el organismo, llevó a la EFSA a concluir que la relación entre su exceso y daño el renal no puede darse por
seguro desde una perspectiva científica. Pero tiene muchos visos de ser plausible, teniendo en cuenta que, "actualmente, la EFSA está
discutiendo con la Comisión Europea su opinión científica sobre la revaluación de la seguridad de los fosfatos como aditivo
alimentario", según el organismo europeo ha declarado a BUENAVIDA.

Algunas evaluaciones sobre los efectos del fosfato en la dieta llevadas a cabo antes del establecimiento de la EFSA, como las que hizo
el Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios, recomendaron no superar los 700 miligramos diarios, cuando
una dieta occidental puede incluir hasta los 3 gramos. Por su parte, los investigadores del nuevo estudio afirman en sus conclusiones
que, "dado que el fosfato inorgánico se usa ampliamente en el suministro de alimentos, se necesitan más estudios para definir mejor el
impacto de esta sustancia en la salud". Sin alternativas convincentes. Además de hacer que nuestros músculos se vuelvan perezosos,
los científicos han observado otros efectos adversos asociados a este aditivo. "El exceso de fosfato acelera el envejecimiento a través de
varias vías moleculares. Por ejemplo, se sabe que el principal mecanismo del efecto antienvejecimiento de la proteína Klotho es
protegernos del exceso de fosfato de la dieta, favoreciendo su eliminación en la orina", continúa el vocal de Investigación de la SEN,
Alberto Ortiz. Por otra parte, el 10% de los adultos en España tienen enfermedad renal crónica, un porcentaje que se eleva al 60% entre
los mayores de 80 años. "Y todas estas personas tienen serios problemas para eliminar el exceso de fosfatos de la dieta", asevera.

El especialista es consciente de que la mejor recomendación para prevenir un exceso de fosfatos es tan sencilla como difícil de
implementar en la sociedad actual, en la que las raciones son demasiado grandes y se recurre a los alimentos procesados con una
frecuencia excesiva. Y, como la inclusión de los fosfatos como aditivos se debe a que conservan y potencian el sabor de los alimentos,
encontrar un sustituto que no defraude las expectativas de los consumidores no es fácil para la industria alimentaria.

Eso sí, mientras la inocuidad de este aditivo continúe bajo revisión, no está de más seguir las recomendaciones de Ortiz: "Comer solo
alimentos cocinados a partir de ingredientes crudos, sin recurrir a los procesados, evitar todo lo que venga en botes de cristal, latas
o que esté obviamente procesado". Y beber agua, sobre todo si eres hombre (necesitarás más líquido elemento para mantenerte
hidratado).

https://elpais.com/elpais/2019/02/07/buenavida/1549552748_629553.html

B. Responda a las siguientes preguntas:

1. Identifique la formulación del problema investigación (10 puntos)

Los fosfatos son responsables de que las personas pierdan interés en hacer ejercicio.

2. Identifique las preguntas de investigación (10 puntos)

Pregunta de investigación: ¿Cómo el exceso de fosfato cambia el estilo de vida de las personas?

Preguntas auxiliares:
¿Es la respuesta hacia el fosfato de los ratones similar a los humanos?
¿Cómo evitar que los fosfatos lo conviertan en un ser sedentario?
¿Cuánto fosfato se puede tomar antes de que esto suceda?

3. Identifique los objetivos (general y dos específicos) (10 puntos)

Objetivo general: Identificar los efectos del fosfato en los humanos.

Objetivos específicos:
Encontrar las formas de reducir fosfato en la dieta.
Determinar la cantidad máxima o sugerida de ingesta de fosfatos diaria.

4. Identifique una hipótesis de trabajo (10 puntos)

El fosfato en exceso tiene un efecto negativo sobre la salud en general de los humanos.

5. Explique cómo se relaciona la formulación del problema, las preguntas, el objetivo y la hipótesis (20 puntos)

La formulación del problema permitió a varios científicos investigar sobre el fosfato, un aditivo que se encuentra presente en
comidas procesadas, comidas que son consumidas por las personas en gran cantidad. A partir de esta formulación, los
investigadores se plantean preguntas de investigación que les permita resolver el conflicto anteriormente descrito. Los
objetivos (general y específicos) son metas para responder las preguntas planteadas, estos objetivos responden las preguntas.
Por último, la hipótesis abarca todo lo generado a través de la pregunta de investigación, probándose gracias al objetivo
general.

6. Identifique una variable por cada tipo de variable según su naturaleza. A cada variable asígnele un nombre e indique los posibles
valores que puede tomar (20 puntos)
Tipo de variable Nombre de la variable Cómo se medirá la variable
Nominal Categoría de fosfato incluido en el alimento E338, E339, etc.
Ordinal Nivel de fosfato en la persona leve, moderado, alto
Discreta Número de comidas diarias con fosfato platillos ingeridos por día que incluyen fosfato
Continua Cantidad de consumo de fosfato gramos
7. Identifique una variable por cada tipo de variable según su interdependencia o relación. A cada variable asígnele un nombre e
indique los posibles valores que puede tomar (20 puntos)
Tipo de variable Nombre de la variable Cómo se medirá la variable
Dependiente Actividad física ácidos grasos en los músculos
Independiente Nivel de fosfato diario Gramos
Confusora Estímulo psicológico manejo de emociones
Interviniente Tiempo sentado (trabajando, Horas
estudiando)

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