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Universidad Nacional de San Juan

Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes


Profesorado de Letras
Cátedra: Comprensión y Producción II
Profesor Titular: Mgter. Ricardo Trombino
Profesora Adjunta: Mgter. Laura Pellinacci
Profesor Auxiliar: Prof. Marcos Vargas
Alumnas: Dávila Valentina, Sánchez Rafaela
Año: 2023

Las redes sociales: el desencadenante de la crisis del intelectual en el siglo XXI

“Creo que una función primordial de la literatura latinoamericana consiste en rescatar


la palabra, usada y abusada con impunidad y frecuencia para impedir o traicionar la
comunicación”

Eduardo Galeano, “Defensa de la palabra”

1. El intelectual como figura polémica en cualquier siglo.

Fue partiendo de una concepción romántica y elitista que los intelectuales se apropiaron
del escenario cultural latinoamericano. Si bien nos encontramos escribiendo este ensayo
en los albores del siglo XXI, las denuncias de Eduardo Galeano no han dejado de tener
vigencia ni de poseer su auténtico carácter revolucionario. Nos proponemos en esta
introducción pensar la figura la del intelectual desde sus obligaciones, no desde sus
privilegios, cuando la pensamos en su carácter creador y de denuncia.

Antes de poder explicar cuál debería ser en realidad el rol del intelectual para dicho autor,
debemos primero definir lo que para él sería la función de la literatura, del arte en general.
“Encender conciencias, revelar la realidad” es la finalidad última de la creación artística,
dado que el mundo se encuentra exento de la verdadera libertad: la libertad de
pensamiento. El ciudadano se ve condicionado por su realidad económica a tal punto que
los medios de comunicación comenzaron a convertirse en sus únicas herramientas de
dispersión. El tiempo escasea y el hambre abunda, el liberalismo inunda las mentes y se
convierte en la filosofía que inevitablemente consume nuestra cotidianidad.

Si bien la palabra libertad se ha visto degrada solo a un sentido individualista y aislado,


que nada tiene en común con la libertad de los pueblos, es para Galeano la clave del éxito
literario (siempre pensando en su carácter común, siempre pensando en mentes libres). El
arte debería ser entonces el mejor espacio de transgresión y denuncia, pero ¿qué es lo que
debería transgredir? El sistema aparenta libertad y busca reducir al ciudadano
latinoamericano solo a aquellas actividades que beneficien a este orden de unos pocos. El
autor propone una literatura que contribuya a revelar la realidad en sus múltiples
condiciones, que propicie la unión de los pueblos en una memoria colectiva. De esta
manera las obras, en un principio de impensada función social y política, pueden resultar
voceras del pueblo

La literatura puede ser entonces una herramienta contra el totalitarismo y la pérdida de


identidad de los pueblos. La creación no puede separarse de lo previo, eso que ya existe
y que se encuentra sumido en la sombra del ocultismo político, de la cultura de masas y
el individualismo tóxico y corrosivo que logró asentarse en las sociedades
latinoamericanas. Pero lo qué si puede hacer la creación, el arte en cualquiera de sus
formas, es iluminar nuestras calles y mostrar toda la basura de la que ellas desbordan. La
literatura es denuncia, por lo tanto, el rol del intelectual es, precisamente, denunciar.

1.1.¡Qué las letras inunden las calles!

La literatura debe estar al alcance de todos, por lo que es de gran importancia que los
intelectuales no escriban alejados del pueblo, ni sean ajenos a la realidad de los grupos
para los que se escribe, los humillados de esta tierra. El arte no debe pertenecer a la élite
de la sociedad, a aquellos que determinan el rumbo de nuestra cultura en función de las
corrientes europeas. El arte debe ser propio, debe pertenecer a lo popular, a las calles, los
murales y las murgas. Así es como el intelectual debe obrar, en función de las necesidades
del pueblo obrero, lo que no implica simplificar el arte, volverlo vano.

Nosotras aprendimos que la literatura implica al lector en su interpretación, no lo


subestima, llama su atención y lo obliga a tratar de descifrarla. En eso consiste la función
poética que Jakobson teoriza, así pensaban los formalistas rusos que debían estudiarse las
obras literarias. ¿Por qué el intelectual querría rebajar a sus lectores a un producto
conformista? ¿Por qué subestimarlo? Si el arte es revolución, es justamente por su
capacidad formadora, por enriquecer al lector, por sacarlo de su realidad y devolverlo
siendo un sujeto distinto.

2. Las nuevas élites: la figura del influencer

Eduardo Galeano escribió sus ensayos en el siglo XX. Durante este periodo la dicotomía
entre el arte comprometido y el arte de las élites podía plantearse claramente porque el
concepto de creación no se encontraba atravesando la crisis que atraviesa hoy en día en
el siglo XXI. La figura del lector queda desplazada y ahora adquiere nuevos matices.
Seguidores, oyentes, fanáticos. El lector ocupa cada vez un lugar más pasivo, aunque el
desarrollo de las redes sociales aparente lo contrario. La posibilidad de compartir un
comentario, de interactuar directamente con el autor, no es siempre productiva.

La cultura de masas se expandió, el internet ocupó todos los espacios ocupables y es ahora
el mayor productor en serie de cultura. Asi como cambió el concepto de lector, lo hizo
también el de escritor. Nos enfrentamos a la figura de un nuevo creador: el creador de
contenido. También conocido como influencer. Los académicos comienzan a ser
desplazados de los centros culturales, y allí donde una opinión ocupaba páginas y páginas
en las revistas, hoy nos encontramos con la limitación de menos de trescientos caracteres
y la necesidad de construir hilos de argumentación. El intelectual se ve en la obligación
de ingresar al mercado para poder llegar a las masas, y cautivado por su belleza de
plástico, decide permanecer y ocupar un lugar en la mesa de algún canal de streaming.

“Comer tostadas con palta y cuidar tu salud mental” se han convertido en el nuevo
eslogan de la élite cultural. Sin pensar en que la palta es cara y en que, cuando los jóvenes
latinoamericanos no podemos pensar en un futuro seguro, la salud mental no es un
concepto ni remotamente comprensible. Estos nuevos discursos contribuyen a fomentar
el consumo y el individualismo, la falta de compromiso con la convivencia social y el
alienamiento de las personas a un sistema monótono y uniforme en el que todos tenemos
la obligación de una vida productiva y ajena a los sobresaltos, donde la lucha de las masas
se juega en la virtualidad, en la popularidad de una imagen y no las calles. El compromiso
social se ha desplazado a un lugar más estable y certero. Twitteamos desde la comodidad
de una mesa mientras que aquellos que realmente necesitan ser escuchados, aquellos con
realidades inimaginables para el twittero promedio, no entienden por qué deben ir a la
escuela. Nadie nunca se los dijo.
Los intelectuales no ocupan nuestras pantallas, y los que si lo hacen deben luchar con las
exigencias de las masas, los picos de visualización y el amarillismo de los viejos medios
que aún luchan por subsistir.

3. El arte de consumo invade las pantallas y la reflexión ocupa cada vez menos
espacios

La literatura ingresó a la dinámica del mercado y perdió, lentamente, su carácter crítico.


Wattpad, una propuesta fresca, que patentaba una liberación de la escritura, resultó ser el
mayor problema de nuestro siglo en cuanto a materia literaria.

La propuesta editorial invita a votar los libros, seguir a los escritores, es decir, no se aleja
de la dinámica de redes. Una dinámica que no deja de pertenecer a la filosofía capitalista.
La calidad de un libro no es determinada por su fuerza revolucionaria o creadora, por su
trabajo con el lenguaje, son las votaciones de los lectores las que la definen. Esto a primera
vista podría parecer positivo, nos podría sugerir un lector más activo y comprometido con
su formación humana. Pero, la falta de regulación, solo posibilitó el esparcimiento de un
producto complaciente, ya que prevalecen aún los clichés vacíos. Estos aparentan ser una
vía de escape atractiva para estas nuevas generaciones que buscan escapar de la odisea
que implica vivir en el sistema actual, gobernado por el inconformismo y profundamente
contradictorio, aunque esto implique no desviarse del orden establecido y contribuir a su
mantenimiento.

Son muchos los escritores de este siglo que logran hacer visible su arte en el mundo de
las redes, pero son pocos los que prometen un futuro comprometido con la sociedad de la
que son parte. Se han multiplicado las fórmulas predecibles y la experiencia estética
empobreció. Hay causas comunes de lucha social como el feminismo que fueron
ultrajadas por la lógica del mercado y se convirtieron otra fórmula común, vaciada de
potencia simbólica.

De esta manera, el arte comprometido es para nosotras un gran misterio. Algunos intentan
luchar, sobre todo los hijos de las dictaduras militares latinoamericanas, pero ellos son
los que pelean con un pasado catastrófico sin interactuar con el presente angustiante de
nuestras tierras (que no es incierto solo en cuanto a materia cultural). En cambio, la
industria artística que supo aprovechar con creses la mercantilización del arte, fue la
industria musical. Hoy en día, podemos afirmar una nueva dicotomía entre un arte de
consumo y un arte reflexivo, y es el escenario musical el que nos ofrece con mayor
claridad este panorama, ya que la música latinoamericana está atravesando una etapa de
fecundidad en ambos polos.

Nuestros sonidos han llegado a todos los continentes, Europa busca imitar la salsa y la
bachata, el contrapunto y los bajos del reguetón, oriundo de nuestras islas caribeñas. Este
último, nacido en los barrios pobres de Puerto Rico, se ha establecido en la cúspide
musical y llevó los sonidos latinoamericanos a todos los rincones del mundo. No somos
los dueños del rock, pero es el rock nacional argentino el que suena en los parlantes
españoles y el rap puertorriqueño en las costas de Miami.

La música, como toda expresión artística, puede ser una herramienta ideológica. Es a
través de ella que muchos artistas latinoamericanos han podido proyectar su voz a los
rincones del mundo y, como ya vimos, influir a gran escala en la cultura universal. Existen
músicos, nacidos en el siglo XXI, que llevan en sus letras la impronta del compromiso
social, que practican en mayor o menor medida lo que podría denominarse como arte
panfletario. Un ejemplo de esto son los cantantes argentinos Valentin Oliva,
artísticamente conocido como Wos, y Trueno (Mateo Palacios), que en múltiples
oportunidades han utilizado su arte como instrumento de denuncia. Otro ejemplo de esto
es René Pérez, mejor conocido como Residente. Este último fue parte del grupo de artistas
puertorriqueños que se sumó a las manifestaciones contra la represión en su país.

Estos tres artistas tienen sus orígenes en el mundo del freestyle. Queremos rescatar esta
característica particular ya que este fue un movimiento artístico, que surge en los años
90’ en Estados Unidos y que comenzó a popularizarse en los países hispanoamericanos a
tal punto que Latinoamérica se logró a apropiar de este fenómeno y lo transformó en un
medio de protesta. Muchos pueden no apreciar estos nuevos géneros debido a su
tendencia a emplear un lenguaje soez, traído de las calles. Sin embargo, fue Galeano el
que, revolucionario, defendió que la cultura popular, que vive en los campos y en las
calles, es siempre “una opinión no especializada”. Así es como este nuevo género dio
voz a los adolescentes de los barrios bajos y fomentó el encuentro en las plazas, los nuevos
espacios de debate social.

4. El fin de las ideologías (¿esto es todo lo que queda?)

A modo conclusivo nos proponemos analizar el carácter globalizador de las redes sociales
en relación con el fin de las ideologías, la propuesta teórica que Francis Fakuyama expone
luego de la disolución de la Unión Soviética y el triunfo de la democracia liberal en
Europa del Este.

Dicho pensador propone que luego de esta victoria, el mundo se vería sumido en una
realidad política pacífica debido a que la propuesta de dicho sistema era tan eficiente que
desplazaría del escenario político a cualquier otra corriente ideológica. De esta manera
no existirían los conflictos políticos y la guerra no sería necesaria. Es decir, la supremacía
de este modelo único, que se sustenta en la base de los derechos y la libertad individuales,
tendría un carácter conciliador.

En la actualidad, podríamos pensar a las redes sociales como una herramienta útil para la
difusión de este tipo de propuestas. Serían entonces una forma de llevar a todos los países
del mundo estas corrientes individualistas que no contribuyen a pensar la realidad
particular de cada región, de cada cultura. Mucho menos tiene que ver con las realidades
latinoamericanas, sea cual sea el siglo en el que esté instalado el debate. Así como
Galeano, nosotras compartimos una mirada que enfatiza en el carácter heterogéneo de
América Latina. Por lo que no creemos posible un cierre ideológico, ni mucho menos una
pausa histórica.

Hoy en día la figura del intelectual se encuentra en estado de crisis, parece escasear en
los nuevos espacios culturales. Aun así, nosotras proponemos pensar en las redes como
un nuevo espacio de encuentro que, aún con sus pautas y condiciones, puede ofrecer un
panorama propicio para contribuir con el enriquecimiento cultural de cada región, si los
intelectuales se proponen acompañar la virtualidad con una militancia corpórea y
palpable. Y es que no faltan los espacios físicos de debate, ¿acaso no son las aulas el
eterno café del siglo XX?

Si el progreso es algo imparable y la evolución tecnológica es ineludible, no debemos


perder de vista que somos nosotros, los estudiantes universitarios, el nexo entre un mundo
y otro. Entre estos espacios, aparentemente seguros, nuestras casas de estudio, y el afuera
inconstante y vertiginoso de la realidad virtual. Invitamos a ser puente, a ser vocero en
estos nuevos horizontes, a no contribuir con el vaciamiento cultural guardando silencio
ya que como dice nuestro querido y respetado autor uruguayo “escribiendo es posible
ofrecer, a pesar de la persecución y la censura, el testimonio de nuestro tiempo y nuestra
gente – para ahora y después -. Se puede escribir como diciendo, en cierto modo:
“Estamos aquí, aquí estuvimos; somos así, así fuimos”.

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