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Por ejemplo, un sticker, cuya alternativa en español es pegatina, tiene un valor digital
que se diluye con la forma patrimonial. Creamos y enviamos stickers bromistas a través
de WhatsApp. Cuesta pensar que en realidad son pegatinas.
Un acosador es una persona que persigue a otra, pero un stalker va más allá porque
rastrea y sigue los movimientos de alguien a través de las redes sociales. Tampoco me
imagino a un adolescente diciéndole odiador a otro que se queja por todo y en cualquier
momento. Es un hater y punto. O sufrir un ghosting, que es cuando alguien de repente
decide zanjar una relación borrándose del mapa en las redes sociales, suena más
concreto y cruel que una desaparición.
Costaría, además, encontrar a jóvenes que, después de colgar historias que duran 24
horas en Instagram, no se refieran a ellas como sus stories. Mood significa estado de
ánimo en inglés y se ha hecho sumamente popular entre los adolescentes para expresar,
sobre todo en internet, un sentimiento compartido. Vaguear un domingo entero es, de
hecho, estar en «mood de domingo». Y así con cualquier estado de ánimo que se nos
ocurra y que queramos compartir con el resto del mundo. Por no hablar de la
palabra random, que en inglés significa aleatorio, pero que los jóvenes la llegan a usar
como sinónimo de simplón o decepcionante («Iba a ser una gran fiesta y acabó siendo
bastante random») o de imprevisible («Sus idas de olla suelen ser bastante random»).
Quizá en unos años el diccionario decida incluir la palabra crush para referirse a
un amor platónico. No sería tan raro que la RAE optase por adaptarla ortográficamente
y la incorporase como crash, algo que ya sucedió con la palabra eslogan, cuyo único
cambio es la vocal protética para acercarla a la fonética española. Tiempo al tiempo. A
fin de cuentas, peores fórmulas se han visto y no quiero ahondar en la herida. Bueno, un
poco sí: hay propuestas sutiles como tuit por tweet, otras más irrisorias
como yutubero por youtuber o, sin ir más lejos, wasap por WhatsApp y luego
está güisqui.
Dar un like siempre suena más cercano al lenguaje digital que dar un me gusta. Y otro
ejemplo más: en tiempos de confinamiento, con tantas videollamadas realizadas en
grupo y tantos sonidos cruzados a la vez, se ha impuesto la fórmula mutear a la
de silenciar el micrófono.
En la mayoría de casos, el extranjerismo suena más cool que la propuesta formulada por
la RAE. No quiere decir que haya que exterminarlos, sino dejar que la lengua fluya y
ver qué palabras han venido para quedarse y cuáles son una moda pasajera sin más. Ha
pasado toda la vida.
Muchas expresiones se han instalado en nuestro día a día en su forma inglesa: nadie se
refiere a la sobreventa cuando se habla de overbooking en un avión, o pocos
dicen registro en vez de check in al obtener las tarjetas de embarque. Es más que
evidente el dominio de la lengua de Shakespeare en los lares aeroportuarios.
Este artículo de Cristian Olivé es uno de los contenidos del número 9 de la publicación
trimestral impresa Archiletras / Revista de Lengua y Letras.