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Catulo Catulli Carmina PDF
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Comentario [LT1]:
Catulli Carmina
Pero, por encima de todo, se debe valorar en la obra el trabajo constante y metódico, y la
dedicación con que Rosario ha realizado su traducción. En la introducción hay una puesta a
punto de carácter general, habida cuenta del alcance de esta edición, de los problemas
filológicos que el corpus catuliano y la biografía del poeta siguen presentando hoy; la
completa una bibliografía de uso, que no de consumo, seleccionada con tino y oportunidad.
Quien se decida a leer los poemas gozará con Catulo y agradecerá a la traductora su trabajo
y su dedicación al poeta.
2.- INTRODUCCIÓN
2.1.- CATULO: UN ëYOí REFLEJADO EN MUCHOS eTí
Los datos sobre la vida y la obra de Catulo son pocos y en general discutidos:
discutidos son la fecha de su nacimiento y de su muerte y su nombre completo, así como la
estructura de la colección de poesía que se nos ha transmitido; seguros son, sin embargo,
los datos referentes a su patria y a su familia. Pasemos a exponerlos brevemente.
Es S. Jerónimo en su Crónica (p. 150, 24; 154, 22 ed. Helm) quien nos da la noticia -cuya
fuente probablemente haya sido Suetonio- de que Catulo nació en el 87 a.C. y vivió treinta
aÒos, lo cual significa evidentemente que murió en el 57 a.C. Pero, al menos, la fecha de su
muerte es errónea por una razón incuestionable: varios de sus poemas se refieren a hechos
ocurridos despuÈs del 57, concretamente en el 55 o a lo sumo en el 54; estos hechos
seguros son las campaÒas de CÈsar en las Galias y Britania (poemas XI, XXIX, XLV), la
construcción del Paseo de Pompeyo y su segundo consulado (LV y CXIII,
respectivamente), el discurso de Calvo contra Vatinio (LIII). Para resolver el problema con
las fechas se han dado dos soluciones:
o que S. Jerónimo confundiera el primer consulado de Lucio Cornelio Cina (87 a.C.)
con el cuarto (84 a.C.); o que, cuando dice que el poeta vivió treinta aÒos, utilizara esta
cifra de forma aproximativa, como queriendo decir que vivió unos treinta.
En lo que respecta a los tria nomina del poeta no hay unanimidad sobre su praenomen,
aunque sí en cuanto a su nomen y cognomen. El praenomen oscila entre el de Gaius, que es
al que se da mayor crÈdito -transmitido por Apuleyo en Apología, 80 y por la Crónica
(p.150, 24 ed. Helm) de S. Jerónimo- y el de Quintus -defendido por algunos eruditos y que
sólo aparece en la inscripción de manuscritos interpolados-. El nomen, Valerius, no ofrece
dudas; lo han transmitido Suetonio en Vida de los doce CÈsares (Julio CÈsar, 73) y
Porfirión, escoliasta de Horacio (escolio a Sátiras 1, 10, 18); lo confirman, además,
inscripciones sobre los Valerii Catulli y los Valerii de Verona, inscripciones que seÒalan a
esta familia -probablemente una rama patricia de la gens Valeria de Roma- como bien
afianzada desde antiguo en la ciudad de la Galia Cisalpina.
Tampoco ha planteado dudas el cognomen: basta con el buen nÿmero de veces que el
propio poeta lo menciona en sus poemas.
Su patria fue Verona. Así lo dice el propio Catulo explícita o implícitamente (poemas
LXVII, 34; XXXV, 3; LXVIII, 27). Así tambiÈn lo seÒalan los testimonios de Ovidio
(Amores 3, 15, 7), Marcial (11, 195) y S. Jerónimo (Crónica, p. 150,24 ed.
Helm). El apelativo Veronensis, con el que se denominaba al poeta, al parecer era corriente
entre el pÿblico y, desde luego, aparece en los mejores códices de la tradición manuscrita.
Su familia, probablemente -como ya hemos seÒalado- una rama de la gens Valeria de
Roma, debió de gozar de bienestar económico y de renombre. Parece ser que Èsta, además,
mantenía buenas relaciones con la clase política romana, pues cons- ta, al menos por el
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testimonio de Suetonio (Vida de los doce CÈsares: Julio CÈsar, 73), que CÈsar fue
huÈsped del padre de Catulo durante su proconsulado en la Galia Cisalpina.
La buena posición económica de su familia permitirá al poeta llevar en Roma una vida
dedicada a la poesía y a la participación en los círculos literarios, cosa que para muchos de
los jóvenes de la Època no pasó de ser más que esnobismo y frivolidad; una vida volcada
en el cultivo de sus amistades, en la bÿsqueda del amor y en la profundidad de sus odios.
De otro lado, ese respaldo económico familiar le permitirá escapar fuera de la Urbe y de su
ritmo agitado y buscar refugio y tranquilidad en su tierra, ya sea en su ciudad natal ya sea
en Sirmión, o cerca de Roma, en su finca de Tíbur. Sin embargo, nada nos dice el poeta
sobre la situación o los miembros de su familia, si exceptuamos el delicado y hondo
epigrama funerario que dedica a su hermano (CI) y las quejas que profiere por la muerte de
Èste en LXV, 1-12 y LXVIII, 19- 26 y 91-100.
Con referencia al corpus de Catulo, hay que seÒalar que presenta muchos problemas y abre
muchos interrogantes: si es un solo libro (en el sentido de una sola agrupación de poemas) o
la mezcla de varios, si fue el poeta quien organizó alguna vez su poesía para la publicación
o si fue algÿn otro quien la sacó a la luz tras la muerte de Catulo, si presenta unidad
temática, si la dedicatoria del carmen I a su amigo Nepote es la de toda la colección que
actualmente conocemos o si más bien es la de un pequeÒo librillo (libellus, como dice
Catulo) formado exclusivamente por composiciones breves a las que el poeta califica de
nugae (ìnaderíasî). Con la colección de Catulo han solido hacer los estudiosos tres partes,
atendiendo exclusivamente a su forma externa: la primera, del poema I al LX, compuesta
por piezas cortas de mÈtrica variada (diversos tipos de yambos y de versos de la mÈtrica
eólica); la segunda, del LXI al LXVIII, agrupa las composiciones de larga extensión; la
tercera, del LXIX al CXVI, está formada por los poemas en dísticos elegíacos. Sin
embargo, no hay en este reparto ni unidad temática ni unidad por gÈneros literarios.
Queremos con esto decir que hay poesías breves de caricatura y escarnio o que no buscan
más que la sonrisa o la complicidad tanto en la primera parte como en la tercera, claro que
unas veces escritas en yambos o en endecasílabos falecios y otras en dísticos (Èstos, como
ya se ha seÒalado, sólo en la tercera parte). Que la manifestación del ëyoí, fundamental en
Catulo, aparece en cualquiera de las partes de esta división: en las poesías breves y en las
largas (concretamente en la LXV y LXVII y en algunas partes de la LXVIII); en dísticos
elegíacos que narran amores y desgracias (versos de la llamada propiamente poesía
elegíaca, en la que Catulo destaca por su fuerza por encima de Ovidio, Propercio y Tibulo,
el trío de los grandes elegíacos romanos), en yambos cojos (como, por ejemplo, los de las
composiciones XXXI, XXXVII o XLIV) o en estrofas de mÈtrica eólica, mÈtrica que logra
por primera vez asentar en la lengua latina Catulo, aunque sea ya simplemente la
adaptación literaria de la antigua poesía lírica de Safo y Alceo, poesía cantada con el
acompaÒamiento de la lira. Que de los dos epitalamios -nombre de la tradición griega para
la canción de boda- de Catulo, el LXI está compuesto en estrofa de cuatro glicónicos y un
ferecracio, estrofa propia de la mÈtrica eólica, mientras que el verso del LXII es el
hexámetro dactílico. Que, por otra parte, el tipo de composición conocida como epilio o
epopeya en miniatura y que versa generalmente sobre asuntos mitológicos aparece en el
LXIV en hexámetros, verso tradicional de la Èpica; en tanto que asuntos de características
similares están compuestos en el LXIII en galiambos (versos de ritmo acelerado en su final,
como acelerado es el tema del poema), y en la parte del LXVIII que narra la historia de
Laodamía y Protesilao en dísticos elegíacos. Que quien constituyó el centro de la pasión
amorosa del poeta, Lesbia, aparece en las tres partes de la seÒalada y habitual división: en
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poemas de composición ocasional (como el del gorrión, el II) o de tono profundo (elegía
LXVIII); vilipendiada e insultada (XXXVII, LVIII) o elevada a la altura de los dioses,
como en el famoso LI, pero tambiÈn en uno de los largos, el LXVIII, en el que Catulo la
llama mi blanca diosa y de ella llega a decir: por delante de todos la que me es más querida
que yo mismo, mi lucero, que, porque ella vive, me es dulce vivir.
En resumen: no puede establecerse en la colección de Catulo ni un orden cronológico, ni un
orden temático, ni siquiera muy probablemente una unidad de obra (pues la apariencia del
corpus conservado es la de una yuxtaposición o mezcla de varios libros, haya hecho Èsta
quien la haya hecho). Pero hay algo fundamental que sirve de nexo a esta colección y que
pieza a pieza, como en un rompecabezas, consigue que se recomponga y asome la figura de
este poeta y nos permite atisbarla más certeramente que todos los datos y noticias que
pudiÈramos tener de Èl: es la continua manifestación del ëyoí en el espejo del ëtÿí, espejo
que refleja una galería de variopintos personajes, fuente indispensable del poeta y que a
nosotros, lectores lejanos a aquel mundo, nos dan una idea más cabal de costumbres,
relaciones sociales y políticas, vida diaria, que muchos sesudos manuales. Y a una buena
parte de esos personajes vamos a referirnos agrupándolos por temas que son claves en la
poesía de Catulo: el amor/el odio (con toda la variedad de manifestaciones y sentimientos
que acarrean: la ternura, el cariÒo, el desbordamiento y las ansias de la pasión, el desdÈn,
el desprecio, el asco), vertebrados mediante los personajes de Lesbia y de Juvencio; la
amistad/la enemistad, marcadas en sus versos por una delicadeza, una consideración, un
tacto, frutos del aprecio y el afecto por sus amigos, frente a la ironía, el sarcasmo, la
antipatía, la virulencia mostrados en sus odios particulares; el ataque directo o indirecto a
personajes capitales en la política de su tiempo: a Pompeyo, pero especialmente a CÈsar,
contra quien lanza sus envenenados dardos de invectiva directa a su persona o a travÈs de
la de Mamurra; la querencia por los lugares, y el cariÒo a las pequeÒas cosas; el
desdoblamiento de sí mismo para hacerse personaje de su poesía, personaje al que se dirige
en tono de crítica, de lamento, de ánimo.
En ese fundamental aspecto de la poesía de Catulo que aquí, a modo de título doble, hemos
llamado amor/odio, nada más definitivo que las palabras del poeta en su conocidísimo
poema LXXXV: Odio y amo. Por quÈ hago eso acaso preguntas. No sÈ, pero siento que
ocurre y me crucifico. El ëtÿí que ahí aparece, quienquiera que sea -alguno de sus amantes,
el genÈrico lector o, especialmente, todo el que haya sentido el doble sentimiento-, se
materializa en Lesbia y en Juvencio. A Juvencio destina la dulcísima decla- ración de amor
del XLVIII: Esos ojos tuyos de miel, Juvencio, °quiÈn me diera besarlos sin parar!...; por
Èl muestra en XXIV y LXXXI un cierto desprecio mezclado con indiferencia -recursos que
quizá utiliza Catulo para ocultar su verdadero dolor-, por haberse dejado el joven querer por
otros; y, al fin, el adiós con que el poeta lo despacha en XCIX, despuÈs de haber sufrido los
desdenes del muchacho y de aceptar que la pasión de su amante se ha acabado, diciÈndole
concluyente: nunca ya en adelante te robarÈ besos. Pero, en cuanto nos acercamos a los
poemas a Lesbia, vemos cómo aumentan extraordinariamente los grados y matices de los
sentimientos del poeta: la exaltación que Catulo hace llegar a su amada a travÈs de ese
Vivamos, Lesbia mía, y amemos...
del poema V o a travÈs de la promesa de besos eternos del VII; las declaraciones - hechas
en forma narrativa, sin que aparezca la segunda persona- en el LXXXVI de la belleza sin
parangón de su amada o, en el LXXXVII, del amor incomparable que el poeta siente por
ella, amor que halla respuesta y confirmación en las promesas de la amada, segÿn proclama
Catulo en el CIX: Gozoso, vida mía, me haces ver que será este amor nuestro e
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imperecedero; la sublime descripción de los síntomas del amor en el LI, poema doblemente
famoso por ser la versión de uno de Safo; el colmo de la dicha en el jubiloso CVII, en el
que concluye diciendo: øQuiÈn vive más feliz que yo y sólo yo...?.
Hasta aquí la cara venturosa de esta pasión. En la otra, la del odio, que arrastra consigo la
decepción y lleva hasta la desesperación, no faltan tonos y matices: sin tapujos nos pinta el
poeta a una Lesbia que frecuenta juergas y francachelas, rodeada de amantes a los que tiene
abrazados a la vez sin amar de verdad a ninguno, sino rompiÈndoles a todos las entraÒas
cara a cara (XII), en tabernas de mala fama (XXXVII), o como amante de su propio
hermano (LXXIX); como tampoco duda en darnos un retrato de su amada de una
descarnada y brutal sinceridad: aquella Lesbia... ahora en las encrucijadas y en las callejas
se la pela a los descendientes del magnánimo Remo (LVIII). Una clara decepción, al haber
comprobado cómo es en el fondo Lesbia, pone al descubierto Catulo en LXXII y LXXV,
decepción a la que se une la impotencia por no poder abandonar una pasión que sólo puede
traerle daÒo y dolor: Ahora te conozco: por eso, aunque me quemo con más vehemencia,
sin embargo me resultas mucho más despreciable y frívola (LXXII).
Todo lo cual lleva al poeta a buscar a toda costa separarse de ella y resistir en soledad:
°Adiós, niÒa! Ya Catulo está firme, y no te buscará ni te hará ruegos... (VIII), viva y
disfrute con sus adÿlteros... que no vuelva como antes sus ojos a mi amor... (XI); pero
finalmente llega a la desesperación absoluta que grita en el LX: øAcaso una leona... te parió
con tan dura y abominable alma...?
Una muy abundante cantidad de personajes integra el tema ya mentado de
amistad/enemistad. Por un lado está el grupo de sus amigos, íntimos u ocasionales. A unos,
compaÒeros los más de su mismo círculo poÈtico, el de los poetae noui, aficionados a leer
a los griegos y a escribir poemas de corte alejandrino, les dirige Catulo composiciones de
tenor literario, para hacerles comentarios, críticas, elogios...: así, comienza en el poema I
por dedicarle su ìlibrilloî a Cornelio Nepote, amigo suyo y protector de los poetae noui,
procedente de la Galia Cisalpina, como el poeta y sus compaÒeros literarios; compone el L
como regalo para Licinio Calvo, en el que le recuerda: ayer... nos divertimos mucho en mis
tablillas... Escribiendo versillos...; de Cecilio refiere en el XXXV que está componiendo un
poema; a Cornificio le reprocha en el XXVIII que no le diga palabras de consuelo, aunque
sean más tristes que las de Simónides, poeta que debía de ser bien conocido para estos
jóvenes aficionados a leer poesía griega; a Varo, como amigo experto en literatura, le
manifiesta en el XXII su parecer sobre uno que se jacta de ser poeta: Ese Sufeno... hace
muchísimos versos... ese mismo es más grosero que un grosero campesino en cuanto pone
la mano en los versos, pero... nunca es igual de feliz que cuando escribe un poema...; de su
querido Cina cuenta en el XCV que por fin, despuÈs de nueve aÒos de composición, ha
publicado su poema Esmirna; a Alio le escribe en el comienzo epistolar del LXVIII: me es
grato, porque me consideras amigo tuyo y, en consecuencia, me pides los dones de las
Musas..., y le confiesa más adelante:
Me perdonarás, pues, si los dones que mi aflicción me arrancó, Èsos, no te los proporciono
porque no puedo. Pues, el hecho de no tener conmigo una gran cantidad de poetas se debe a
que vivimos en Roma.... En otros poemas emplea Catulo con sus amigos el tono jocoso o la
ironía fina, para compartir con ellos la comicidad de un suceso personal o de algÿn chisme
de la calle: a Catón le hace, en el LVI, partícipe de una comprometida situación vivida por
el poeta, de la que Èste ha salido muy airoso; celebra en el LIII la elocuencia de su amigo
Calvo, poeta y orador, y en el X las conquistas amorosas de Varo (aunque termine
arrepintiÈndose de haber conocido a la amante de su amigo y llegue a insultarla). Con otros
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amigos le unen unos lazos de mayor intimidad: sentimientos de afecto y confianza mutuos
entre el poeta y Licinio Calvo empujan a Catulo a revelarle a su amigo en el L:
entusiasmado por tu encanto y tus gracias, Licinio,... no me aprovechaba el alimento, ni el
sueÒo cubría mis ojos con el descanso... desasosegado de delirio, me revolvía por toda la
cama...; amistad fraternal es la que deja ver el poeta con sus amigos Veranio y Fabulo,
cuando se alegra del regreso del primero en el poema IX, envía al segundo invitación a
cenar recomendándole sin disimulo que se traiga la cena (XIII), o lamenta, en XXVIII y
XLVII, la suerte de ambos en la cohorte de Pisón; un trato frecuente y franco permite las
procacidades del XXXII, poema en el que, entre halagos y bromas, confiesa el poeta a su
amiga Ipsitila sus urgencias sexuales y le pide un favor:
invítame a ir a tu casa a echar la siesta...; tambiÈn en esta faceta de relación profunda,
aunque con el muy distinto tono de la pena, entra el poema XCVI, en el que Catulo llora
con su amigo Calvo la muerte de la esposa de Èste. No podían faltar, debido precisamente a
ese mismo trato de familiaridad y confianza entre amigos, los poemas de reproche o,
incluso, de decepción por la amistad traicionada: suaves reproches dirigidos a Cornificio en
el XXXVIII porque, en medio de la mala situación que atraviesa el poeta, no es capaz,
siendo su amigo, de consolarle; en contraste, la dureza de las palabras del XXX y la
apelación a la venganza divina contra su amigo Alfeno (quizá el mismo al que llama Varo
en los poemas X y XXII) por su traición y deslealtad. Por ÿltimo, una muestra especial de
delicadeza y ternura, de expresión profunda de dolor, surge en los versos dedicados a su
hermano, muerto en Troya, de quien dice en el LXV: hermano más querido para mí que la
vida;... siempre te querrÈ, siempre cantarÈ tristes cantos por tu muerte,...; o en el LXVIII:
al tiempo que tÿ perecieron todas nuestras alegrías, que, en vida, alimentaba tu dulce
amor...; como asimismo recorre todo el poema CI un tono de llanto y de hondura, de
serenidad al fin por haber cumplido el poeta con los ritos debidos a la tumba de su
hermano.
Frente al grupo de los amigos, uno mucho más nutrido de enemigos o, simplemente, de
personajes antipáticos al poeta, ridiculizables por sus hábitos o sus peculiaridades. Todo un
repertorio de personajes, la mayor parte de ellos sólo conocida por los versos de Catulo,
que nos da buena cuenta de la vida en la calle, de los tratos sociales, de las formas y las
costumbres del momento. Los hay ladrones, no de grandes cosas, sino de servilletas o
paÒuelos bordados, que, al parecer, era moda encargar o comprar en el extranjero y llevar a
los banquetes u otros actos sociales; ladrones de estos objetos son Asinio Marrucino, del
poema XII, y Talo, del XXV, al que llena de insultos y promete castigar por propia mano.
Los hay malos escritores, como el Sufeno del XXII, pero, sobre todo, Volusio, del XXXVI
y del XCV, cuyos escritos moteja Catulo de escritos de mierda. Ataca en el X y en el
XXVIII a un tacaÒo de categoría, Memio, a quien Catulo conoció bien por haber formado
parte de su sÈquito en Bitinia. Hay personajes de mal olor: Rufo (LXIX), Emilio (XCVII),
Victio (XCVIII); contra el segundo de ellos descarga versos de brutal crudeza para hacer
más marcado el contraste entre la insoportable fetidez del individuo y sus alardes de guapo
y conquistador: °Que los dioses me asistan! Creí que no había nada de diferencia en olerle a
Emilio la boca o el culo... øY Èste se folla a muchas y se hace el guapo...?. Otra categoría la
forman los criticados, ridiculizados o insultados por sus costumbres sexuales: por encima
de todos Gelio, a quien menciona nada menos que en LXXIV, LXXX, LXXXVIII, XC,
XCI y CXVI; y, además, Galo, del LXXVIII; Aufilena, del CX y CXI; Nasón, del CXII, a
quien sentencia con sólo dos versos, mediante un ingeniosísimo juego de palabras. Los hay
delatores, como el Victio del XCVIII, quien, cuando abre la boca, no sólo destroza al
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auditorio por su mal aliento, sino especialmente por sus palabras; y el Cominio del CVIIII.
Rechaza en el XLI y XLIII la pretendida belleza de Ameana, al paso que declara que Èsta
se prostituye concediendo sus favores a Mamurra (uno de los objetivos preferidos, como
más adelante seÒalaremos, de las terribles puyas de Catulo), tal vez como venganza por
haber roto ella una probable relación anterior con el poeta. Busca en el LXXXIV la burla y
la ridiculización de un tal Arrio, provinciano que se las daba de listo pronunciando [h]
donde no debía, apreciable testimonio de primera mano, por otra parte, para ayudar a
conocer ciertos aspectos de la pronunciación del latín de la Època. Entre los pobretones,
malos pagadores o los que no cumplen los servicios por encargos previamente pagados
encontramos a Furio (XXII, XXIV, XXVI), a Aurelio (XXI), a Silón (CIII); y, por cierto,
no queremos dejar de seÒalar que a los dos primeros, por los que Catulo debía de sentir un
enconado odio, comienza en el XI por darles un desagradable encargo: comunicadle a mi
niÒa estas pocas palabras no agradables: viva y disfrute con sus adÿlteros, los trescientos a
los que tiene abrazados a la vez..., y termina en el XVI por asaetearlos con el poema quizá
más virulento de toda la colección, por ser tan necios que, además de entender torcidamente
la poesía de Catulo, la confunden con la vida de quien la escribe. Y, por supuesto, en toda
esta caterva de indeseables para el poeta, no podían faltar los más odiados, sus rivales en
los amores de Juvencio y, especialmente, de Lesbia: Aurelio, a quien en el XV y XXI pide
que deje en paz a Juvencio si no quiere recibir humillantes castigos; y Egnacio, que, segÿn
las palabras del XXXVII, le ha quitado a Lesbia, el mismo Egnacio de quien hace escarnio
porque para lucir unos dientes blancos se los lava con su propia orina, tal y como dice en el
poema mencionado y en el XXXIX.
No parece que Catulo tuviese mucho interÈs por los cargos ni por la participación en la
vida política; sólo nos consta, por poemas como el X, XXXI y XLVI, que -quizá intentando
escapar de la pasión que lo ataba a Lesbia- estuvo en Bitinia a las órdenes de Memio,
gobernador de dicha provincia, y que, además de pasarlo mal allí, volvió -como Èl mismo
comenta jocosamente- sin haber obtenido ningÿn provecho material. Sin embargo, hay que
seÒalar de forma especial un pequeÒo apartado de poemas que integran el ataque a
personajes políticos, la invectiva, que carga sus tintas en CÈsar, sin olvidarse de Pompeyo y
de Mamurra. En el XXIX los reÿne a los tres, dispara directamente contra Mamurra, pero
con la clarísima intención, en absoluto oculta por el poeta, de atravesar a los otros dos:
øQuiÈn puede ver esto, quiÈn puede aguantarlo,... que Mamurra posea lo que antes poseía
la Galia Cabelluda...?...øPor quÈ protegÈis a este malvado?... øY con esas credenciales,
suegro y yerno, habÈis echado a perder el total de una ciudad riquísima?. En el LVII
empareja a CÈsar y a Mamurra y les dedica todo un florilegio de insultos. Dos son los
poemas en que aparece solo CÈsar: el LIV, en el que Catulo confirma que sus versos han
llegado al general y le han indignado; y el XCIII, dos versos lapidarios con los que el poeta
deja patentes su desdÈn e indiferencia por CÈsar. A Mamurra le llama dilapidador en el
XLI y XLII, ìadÿlteroî en el XCIV; le seÒala en varios poemas con el apodo de Minga
(XCIV, CV, CXIV y CXV); pone en ridículo sus intentos de hacer poesía en el CV; utiliza
en el CXIV la ironía para dejar claro que Mamurra, a pesar de sus posesiones, no tiene para
comer, y en el CXV lo remata con mucho más grande es Èl: no un hombre, sino una gran
minga amenazante.
No falta tampoco entre los temas de la poesía de Catulo el de la querencia por los lugares.
Efectivamente, el poeta muestra una especial predilección -dejando aparte a Roma, donde
vivió intensamente- por otros sitios que le dejaron una profunda huella:
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su ciudad natal, Verona, sus posesiones en Sirmión y Tíbur, las ilustres ciudades de Asia
(como Èl mismo dice en el XLVI), tan llenas de ecos literarios para el poeta.
Hasta tal punto siente una cariÒosa inclinación por estos lugares, que a dos de ellos les
dirige en vocativo sendos poemas: a Sirmión el XXXI y a la finca de Tíbur el XLIV. De
Sirmión, localidad cercana a Verona, habla elogiosamente y en los tÈrminos cariÒosos que
pueden emplearse con quien le alegra a uno la vida: Sirmión, joyita de las penínsulas y de
las islas,... °Salud!, preciosa Sirmión,.... En parecidos tÈrminos habla a su finca de Tíbur,
tanto para darle las gracias porque la estancia del poeta en ella le ha repuesto de una
afección, como para defenderla de los que pretenden menospreciarla.
Una breve mención merece tambiÈn el tema del cariÒo a las pequeÒas cosas. En efecto,
centro de la poesía de Catulo son las pequeÒas cosas de su entorno: el gorrión de Lesbia,
una barca, un papiro, los endecasílabos. El poema IV lo protagoniza una barca que se pone
a hablar para presumir de sus cualidades. Pide el poeta en el XXXV a un papiro que le sirva
de recadero con su amigo Cecilio: Al delicado poeta, mi colega Cecilio, querría, papiro, le
dijeras que venga a Verona.... En el XLII busca Catulo la ayuda de sus amigos los
endecasílabos (forma de llamar a los endecasílabos falecios) para que acosen a la mujer que
le ha robado unas tablillas. De forma delicada o sentida - en cualquier caso, íntima-
descarga el poeta su pesar en el gorrión de su amada: °Ojalá pudiera yo, como ella, jugar
contigo y aliviar las tristes cuitas de mi alma! (II); y deplora en el III la muerte de ese
mismo gorrión porque acarreará la pena de Lesbia.
Para que no falte nada en esta galería de figuras protagonistas de la poesía catuliana,
contamos con las composiciones en las que el poeta se convierte en personaje de su poesía.
Y, aunque muchos son los poemas de la colección en los que encontramos el nombre
propio de Catulo, por no decir que prácticamente en la totalidad aparece la primera persona
poÈtica, aquí sólo vamos a comentar en unas pocas palabras aquellos en los que Catulo se
convierte en segunda persona, en los que se vuelve personaje -uno más entre tantos de su
poesía- al que el ëyoí anima o critica o desdeÒa.
Catulo, el poeta, se confiesa con Catulo, el personaje. Hay poemas en los que lamenta su
suerte o recrimina su conducta, como en el VIII: Desdichado Catulo, °que dejes de hacer
tonterías...!; o en la ÿltima estrofa del LI, estrofa con la que el poeta amonesta al personaje
para que Èste vuelva a poner los pies en la tierra tras sus ensoÒaciones y vuelos al Olimpo
en las estrofas anteriores; de la misma manera que se queja en el LXXIX de su suerte en
amores cuando declara que Lesbia prefiere a Lesbio antes que a ti y a toda tu familia,
Catulo; tambiÈn nos permite comprobar su desánimo ante una situación política que
manejan y controlan personajes indeseables, cuando exclama en el LII: øQuÈ ocurre,
Catulo? øQuÈ esperas para morir?. De muy distinto cariz es el XLVI, poema de alegría y
entusiasmo por poder cambiar un lugar odioso por otro muy deseado: Dejemos, Catulo, las
llanuras frigias...: volemos a las ilustres ciudades de Asia.... Y, como cumbre de las
composiciones dirigidas a su alter ego, el LXXVI, poema en el que aflora una compleja
emotividad: a un Catulo íntegro, honrado, leal, habla el poeta en un intento de consolarlo y
reconfortarlo, y para realzar unas cualidades que, aunque de momento no le han traído más
que disgustos y penas, algÿn día le procurarán compensación y dicha: Si algÿn placer tiene
el hombre al recordar sus buenas acciones del pasado,...
muchas alegrías permanecen preparadas para ti a lo largo de tu vida, Catulo; por este amor
desagradecido; y luego vienen los consejos y las advertencias que sólo un amigo da a un
amigo: øPor quÈ no te consolidas en tu espíritu...? Difícil es dejar de repente un largo
amor... pero hazlo sea como sea: Èsa es tu ÿnica salvación...; en la parte final del poema,
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como si los sentimientos que lo inundan se hubieran desbordado, Catulo el personaje toma
la palabra para pedir desesperadamente a los dioses: volved los ojos a este desdichado que
soy,...
arrancadme esta peste y esta perdición que, penetrándome hasta lo más profundo de mis
entraÒas como un letargo, expulsó de todo mi corazón las alegrías.
Tras este recorrido por la poesía más intimista de Catulo, hemos de hacer un comentario
sucinto -pues esta introducción no es el lugar apropiado para un análisis minucioso y
exhaustivo- de los poemas largos del poeta, los de mayor complejidad formal. Dos
corrientes nuevas entran en la poesía de la Època de Catulo: la de la poesía didáctica,
inaugurada por Lucrecio con su De rerum natura, obra que representa una vehemente
exposición y defensa de la doctrina de Epicuro; y la de Catulo y sus compaÒeros, corriente
poÈtica por la que fueron motejados por Cicerón de neotÈricos o poetae noui, nombre con
el que, sin embargo, pasarían a la fama. Acertó Cicerón con este nombre, a pesar de lo
despectivo, pues este grupo literario tenía entre sus metas la innovación en la poesía latina;
y, aunque sabemos que una generación literaria anterior, la del círculo de Lutacio Cátulo,
había ya vuelto su mirada hacia la poesía alejandrina, son precisamente los poetae noui los
que van a constituir un amplio grupo con unos mismos gustos y aficiones, con un mismo
ideario poÈtico, y los que van a aunar la línea de la poesía tenida por tradicional con la
corriente llegada de la poesía alejandrina. Catulo, uno de los integrantes importantes -si no
el más- de este grupo, se inspira en modelos alejandrinos, especialmente en Calímaco, y
escribe una poesía preciosista, llena de referencias eruditas y que fija su atención sobre todo
en los temas mitológicos. Esta es la faceta por la que recibió el nombre de poeta doctus, por
ese ramillete de composiciones, pequeÒas joyas dentro de su obra, en las que pueden
encontrarse modelos concretos alejandrinos o rastrearse las huellas de gÈneros cultivados
desde los más antiguos poetas griegos. De su muy admirado Calímaco (al que menciona en
el LXV y CXVI con el epíteto de Batíada) hace en el LXVI una versión de La cabellera de
Berenice, poema narrativo de glorificación de Berenice (princesa de Cirene y reina de
Egipto al casarse con Ptolomeo III) plagado de eruditos conocimientos de astronomía.
Prólogo de La cabellera de Berenice es el LXV, elegía dirigida por Catulo a su amigo ”rtalo
para anunciarle: te envío estos versos del Batíada traducidos para ti; en esta elegía introduce
un tema personal, la muerte de su hermano, al que llora el poeta en tristes versos,
comparados -en referencia mitológica- con los cantos llenos de tristeza de Procne por el
destino de Ítilo. Por contra, el LXVII, diálogo entre Catulo y una puerta, muestra un tono
chismoso, a modo de parodia de las composiciones con el tema recurrente de la puerta que
recibe las quejas amorosas de los enamorados rechazados por la amada. En este puÒado de
textos, contamos tambiÈn con dos epitalamios, los poemas LXI y LXII, que contienen
todos los lugares comunes de la canción de boda, aderezados con los tintes
característicamente romanos que aporta Catulo. Por el LXIII conocemos una variante de la
tragedia de Atis y, por aÒadidura, un aspecto de los mitos en torno a Cibeles; esta
composición, frenÈtica por el ritmo de sus versos -los galiambos- y por su desarrollo in
crescendo, es un ejemplo rayano a la perfección de la conjunción entre forma y fondo. El
LXIV es un bellísimo epilio, subgÈnero de la Èpica muy cultivado entre los alejandrinos,
construido -a excepción de los versos del final, que valen de conclusión del poema- con una
de las fórmulas más recurrentes de la epopeya, la construcción en anillo; es en esta
composición, la más larga del poemario de Catulo, en la que más abundan las referencias y
alusiones mitológicas: el tema fundamental es la narración de las bodas de Tetis y Peleo,
pero dentro de Èl, como descripción del cobertor del lecho nupcial, se cuenta la historia de
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Teseo y Ariadna. Por ÿltimo, el poema de mayor hondura y emotividad de este grupo de los
largos, el LXVIII, es una elegía encerrada entre un comienzo y un final epistolares, elegía
que tiene como eje mítico los amores entre Protesilao y Laodamía, con quien Catulo
compara a su adorada Lesbia. Si no nos extendemos más en el comentario sobre estos
poemas, es porque se puede encontrar en las notas a la traducción un desarrollo y una
explanación mayores de estas composiciones, obritas independientes dentro del poemario
de Catulo, elaboradas con sabiduría y mimo, como si la mano de un delicado orfebre o de
un relojero de precisión hubiese intervenido en el perfecto acabado de la pieza o el ajuste
del mecanismo.
2.2.- BREVE APUNTE SOBRE LA TRADICI”N MANUSCRITA DE LA
COLECCI”N CATULIANA
Si excluimos el carmen LXII, recogido en un florilegio del siglo IX (códice T), en el
Medievo el recuerdo del poeta parece irremediablemente perdido, pues los primeros
códices que poseemos de la obra de Catulo son de fines del XIV y parecen tener como
ÿnica fuente un Veronensis deperditus (V). No es posible saber el origen o la edad de este
ÿltimo; se puede suponer que derivaría de un códice del siglo IV o V o de una de las copias
que, al parecer, hubo en el VIII; pero todo esto no es más que puro ejercicio especulativo.
La tradición manuscrita, fundada en unos cien manuscritos, sustancialmente descendientes
del ÿnico arquetipo mencionado (V), es muy homogÈnea, sólo en raros casos contestada
por la tradición indirecta y por el poema LXII del códice T.
Los códices más antiguos son los siguientes:
T: Parisinus Thuaneus 8071, llamado así por su dueÒo J.A. de Thou, conservado en la
Biblioteca Nacional de París. Se trata de un florilegio del siglo IX que, adem ás de extractos
de Marcial y de la Antología Latina, contiene el poema LXII de Catulo.
G: Sangermanensis Parisinus 14137, procedente de la abadía de Saint Germaindes- PrÈs y
conservado en la Biblioteca Nacional de París. Fue copiado en Verona en 1.375.
O: Oxoniensis Bodleianus Canonicianus Latinus 30, hoy en la Biblioteca Bodleiana de
Oxford, escrito en la Italia septentrional, quizá en Verona, a fines del siglo XIV.
Reproduce mecánicamente y, a lo que parece, con mucha fidelidad el manuscrito modelo,
sin variantes de enmienda o de conjetura.
Junto a estos tres códices básicos, hay otros dos, de importancia, del siglo XV:
R: Vaticanus Ottobonianus Lat. 1829, descubierto en la Biblioteca Vaticana por W.G. Hale
en 1.896, cuya fecha de escritura se sitÿa alrededor de 1.400.
M: Marcianus Venetus Latinus class. XII, lat. 80, conservado en la Biblioteca de San
Marcos de Venecia y fechado en torno a 1.400.
3.- ADVERTENCIAS
De dos cosas deseo aquí dejar constancia a modo de avisos: primero, que la edición latina
utilizada ha sido la de Werner Eisenhut del aÒo 1.983 en la Biblioteca Teubneriana, aunque
he tenido en cuenta las variantes y conjeturas de otros filólogos, sobre todo las de Bardon y
Goold. Y, segundo, que en la transcripción de los nombres propios de origen griego he
mantenido las formas muy generalizadas y casi totalmente asentadas en nuestra lengua, a
sabiendas de que, por ejemplo, formas como PÈgaso o Cíbele serían las correctas frente a
las habituales Pegaso y Cibeles; en los casos de nombres menos conocidos me he guiado
por las pautas del libro de Manuel Fernández Galiano La transcripción de los nombres
propios griegos.
4.- AGRADECIMIENTOS
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En primer lugar, deseo dar las gracias a JosÈ Antonio Enríquez, amigo y profesor, por
brindarse a presentar este libro y hacerme las oportunas correcciones a la traducción; a
Agustín Blanco, compaÒero y amigo, que me ha prestado su inestimable ayuda en las
cuestiones de la Informática. Y, por supuesto, a los que me han soportado durante la
elaboración de esta obrita, especialmente mi hermana Felipa y Manuel.
5.-TRADUCCIÓN
I øA quiÈn regalo mi ingenioso librito reciÈn aparecido, pulido hace nada con la árida
piedra pómez(1)? A ti, Cornelio(2); pues tÿ solías considerar que de algÿn valor eran mis
naderías, ya entonces, cuando te atreviste tÿ el ÿnico de los ítalos a desarrollar la historia
toda en tres tomos sabios, °por Jÿpiter!, y trabajosos.
Por eso, acepta cualquier cosa que esto de librillo sea y lo que valga, que, °oh doncella
protectora(3)!, ojalá permanezca sin menoscabo más de un siglo.
II Gorrión(4), capricho de mi niÒa, con el que acostumbra ella jugar, tenerlo en su regazo,
ofrecerle la punta de su dedo tan pronto se le acerca y moverle a agudos picotazos, cuando
al radiante objeto de mi desasosiego le agrada jugar a no sÈ quÈ cosa querida y solaz de su
dolor; entonces -creo- se le calmará su ardiente pasión.
°Ojalá pudiera yo, como ella, jugar contigo y aliviar las tristes cuitas de mi alma!
II a(5)
(...) Tan grato es para mí como cuentan que fue para la veloz muchacha(6) la manzana de
oro que desató su cinturón de siempre negado.
III °Llorad, oh Venus y Cupidos(7) y cuanto hay de hombres refinados! El gorrión de mi
niÒa ha muerto; el gorrión, capricho de mi niÒa, a quien ella más que a sus ojos quería;
pues era dulce como la miel y la conocía tan bien como una niÒa a su madre, y no se movía
de su regazo, sino que, saltando alrededor unas veces por aquí, otras por allá, piaba sin
parar a sola su dueÒa; y que ahora va por un camino tenebroso hacia allí de donde dicen
que no vuelve nadie.
°Malhaya a vosotras, malvadas tinieblas del Orco(8), que devoráis todas las cosas bellas!:
tan hermoso gorrión me habÈis arrebatado. °Oh desgracia! °Pobrecillo gorrión! Ahora, por
tu culpa, los ojitos de mi niÒa, hinchaditos, enrojecen de llanto( 9).
IV Esa barca(10) que veis, huÈspedes, presume de que fue la más rápida de las naves y de
que el empuje de ningÿn navío sobre las ondas pudo dejarla atrás, bien se tratara de volar a
remo o a vela. Y dice que esto no lo niegan la costa del amenazador Adriático o las islas
Cícladas ni la famosa Rodas ni la espantosa Propóntide Tracia o el terrible golfo del Ponto,
donde Èsta, luego barca, fue antes melenudo bosque:
pues, en la cumbre del Citoro(11) a menudo silbó con su habladora cabellera.
Amastris del Ponto y Citoro que produces bojes, para ti esto fue y es conoci- dísimo -
resume la barca-. Desde su más lejano origen dice que se asentó en tu cumbre, que empapó
sus remos en tu superficie y de allí avanzó como dueÒa por tantas inmoderadas corrientes,
ya el viento la empujara por izquierda o derecha, ya Jÿpiter hubiera soplado favorable sobre
ambas escotas; y que, en su interÈs, no se hicieron votos a los dioses de la costa cuando
volvía hace nada del mar a este cristalino lago.
Pero estas cosas ocurrieron antes; ahora, en oculta quietud, descansa vieja y se consagra a
ti, gemelo Cástor, y al gemelo de Cástor(12).
V Vivamos, Lesbia(13) mía, y amemos, y las habladurías de esos viejos tan rectos, todas,
valorÈsmoslas en un solo as(14). Los soles pueden morir y renacer: nosotros, en cuanto la
efímera luz se apague, habremos de dormir una noche eterna.
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Dame mil besos, luego cien, luego otros mil, luego cien una vez más, luego sin parar otros
mil, luego cien, luego, cuando hayamos hecho muchos miles, los revolveremos para no
saberlos o para que nadie con mala intención pueda mirarnos de travÈs( 15), cuando sepa
que es tan grande el nÿmero de besos.
VI Flavio(16), a Catulo querrías hablarle de tu capricho, si no fuera sosa y basta, y no
podrías callarte. Pero no sÈ quÈ clase de febril y enfermiza puta te ha encandilado:
eso te averg¸enza confesarlo.
Pues, que tÿ no pasas las noches viudas lo grita tu estancia, en vano callada, que derrama
aroma de guirnaldas y de aceites sirios(17), y las almohadas, Èsta y aquÈlla, aplastadas, y
el crujido quejumbroso de tu temblequeante lecho y sus meneos.
De nada sirve callar tus adulterios, de nada(18). øPor quÈ? No arquees tus costados, tan
consumidos, ni hagas tantas tonterías. Por eso, lo que tengas de bueno y de malo, dímelo:
quiero a ti y a tus amores pregonaros hasta el cielo con mis graciosos versos.
VII Me preguntas cuántos besos tuyos, Lesbia, me son bastante y de sobra. Cuan gran
nÿmero de arena libia se extiende por Cirene, rica en laserpicio(19), entre el orá- culo del
tempestuoso Jÿpiter y el sepulcro del antiguo Bato(20). O cuantas estrellas contemplan,
cuando calla la noche, los furtivos amores de los hombres. Tantísimos besos le son bastante
y de sobra besarte al loco de Catulo, que ni podrían contar los curiosos ni embrujar(21) con
su mala lengua.
VIII(22)
Desdichado Catulo, °que dejes de hacer tonterías y lo que ves que se ha destruido lo
consideres perdido! Brillaron un día para ti radiantes los soles, cuando acudías una y otra
vez a donde tu niÒa te llevaba, querida por mí(23) cuanto no lo será ninguna. Y allí tenían
lugar entonces aquellos mÿltiples juegos que tÿ querías y tu niÒa no dejaba de querer.
Brillaron, es verdad, para ti radiantes los soles.
Ahora ya ella no quiere: tÿ, como nada puedes hacer, tampoco quieras, y a la que huye no
la persigas, ni vivas desdichado, sino resiste con tenaz empeÒo, mantÈnte firme. °Adiós,
niÒa! Ya Catulo está firme, y no te buscará ni te hará ruegos en contra de tu voluntad. Pero
tÿ te lamentarás cuando nadie te haga ruegos. °Criminal, ay de ti! øQuÈ vida te espera?
øQuiÈn se te acercará ahora? øA quiÈn le parecerás bella?
øA quiÈn querrás ahora? øDe quiÈn se dirá que eres? øA quiÈn besarás? øA quiÈn morder
ás los labios?
Pero tÿ, Catulo, resuelto, mantÈnte firme.
IX Veranio(24), el preferido para mí entre todos mis trescientos mil amigos(25), øhas
regresado a casa, a tus penates y a tus queridísimos hermanos y tu anciana madre? Has
regresado. °Noticia dichosa para mí(26)! VolverÈ a verte sano y salvo y te oirÈ hablar de
los lugares, las hazaÒas, los pueblos de los iberos, segÿn tienes por costumbre, y,
abrazándome a tu cuello, besarÈ tu deliciosa boca y tus ojos. °Oh, cuanto hay de hombres
más dichosos!, øquiÈn hay más alegre o más dichoso que yo?
X Mi amigo Varo(27), como estaba yo sin hacer nada, me había llevado desde el foro a ver
a su amor, una putilla, segÿn me pareció al pronto, nada sosa ni falta de encanto.
En cuanto llegamos allí, tocamos conversaciones diversas, entre las cuales hablamos de
cómo era en ese momento Bitinia(28), quÈ tal se estaba allí, con cuánto dinero me había yo
beneficiado. Respondí tal y como era: que ni ellos mismos ni los pretores ni la cohorte
habrían sacado nada con lo que volver con la cabeza mejor perfumada, sobre todo si tenían
por pretor a un mamón a quien le importaba un bledo la cohorte. ìPero, al menos, -me
dicen- comprarías lo que se dice es típico de allí: para la litera de un hombre(29).î Yo, para
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hacerme el más feliz del mundo delante de la chica, dije: ìNo me fue tan mal, porque
hubiera caído en una mala provincia, como para no poder comprar ocho hombres de buena
planta.î (Y la verdad es que yo no tenía ni uno, ni aquí ni allí, que pudiera echarse al
hombro la pata rota de un catre viejo).
Entonces ella, como corresponde a una más que pendón, dijo: ìPor favor, querido Catulo,
prÈstamelos un rato, pues quiero que me lleven al templo de Serapis(30).î ìAguarda -dije a
la chica-, respecto a eso que hace poco te había dicho que yo tenía... me he equivocado: mi
compaÒero -o sea, Gayo Cina(31)-, Èl es quien los compró para sí. Pero, sean de Èl o míos,
øa mí quÈ? Me sirvo de ellos igual que si los hubiera comprado para mí. Pero tÿ andas por
la vida hecha una desgraciada y una impertinente, y contigo no puede uno descuidarse.î
XI(32)
Furio y Aurelio(33), compaÒeros de Catulo, bien llegue hasta los confines de la India(34),
donde la ola del mar de Oriente de gran bramido golpea la costa; bien hasta los hircanos o
los muelles árabes o los sagas o los partos, armados de flechas, o hasta las llanuras que tiÒe
el Nilo de siete brazos; o bien encamine sus pasos más allá de los elevados Alpes, para
visitar los testimonios del gran CÈsar(35), el Rin de la Galia, el mar que causa horror y los
más alejados britanos. Puesto que estáis preparados a visitar todos esos lugares juntamente
conmigo, cualquiera que sea la voluntad de los dioses, comunicadle a mi niÒa estas pocas
palabras no agradables: viva y disfrute con sus adÿlteros, los trescientos(36) a los que tiene
abrazados a la vez sin amar de verdad a ninguno, sino rompiÈndoles a todos las entraÒas
cara a cara; que no vuelva como antes sus ojos a mi amor, que por su culpa sucumbió como
la flor del prado más recóndito tras haberla herido el arado al pasar.
XII Asinio Marrucino(37), no usas bien tu mano izquierda en medio del juego y del vino:
robas a los descuidados sus servilletas(38). øTe crees que eso es gracioso?
Te equivocas, idiota. La cosa es de lo más mezquina y falta de gracia. øNo me crees?
Pues cree a tu hermano Polión, que querría comprar tus hurtos hasta por un talento( 39), y
eso que Èl es un muchacho experto en bromas y chanzas. Así que, o aguarda trescientos
endecasílabos(40) o devuÈlveme la servilleta, que no me interesa por su valor, sino porque
es un souvenir(41) de un amigo, pues desde Iberia me enviaron de regalo unas telas de
SÈtabis(42) Fabulo y Veranio(43), y tengo que quererlas como quiero a mi Veranito y a mi
Fabulo.
XIII Cenarás bien, mi querido Fabulo(44), en mi casa dentro de pocos días (si los dioses te
son propicios), si traes contigo una cena buena y abundante, y no faltan una deslumbrante
muchacha y vino y sal y toda clase de carcajadas. Si, como te digo, te traes eso, guapo mío,
cenarás(45) bien, pues la despensa de tu Catulo está llena de araÒas.
Eso sí: en respuesta, recibirás puro cariÒo o algo más delicado y elegante: pues te darÈ un
perfume que regalaron a mi niÒa las Venus y los Cupidos(46) y que, en cuanto lo huelas,
rogarás a los dioses, Fabulo, que te hagan todo entero nariz.
XIV Si no te quisiera más que a mis ojos, mi muy encantador Calvo(47), por ese regalo te
odiaría con el odio dirigido contra Vatinio(48). Pues, øquÈ he hecho yo o quÈ he dicho
para que me agobies con tantos poetastros? °Que los dioses concedan muchas desgracias al
protegido ese tuyo que te envió tan gran cantidad de abominaciones!
Y si, segÿn sospecho, ese novedoso repertorio te lo obsequia el maestro Sila(49), no me
parece mal; al contrario: bien y enhorabuena, porque no se echan del todo a perder tus
esfuerzos. °Grandes dioses!, °horrible y maldito librito ese que tÿ enviaste a tu querido
Catulo, sin duda para que de inmediato pereciera en las Saturnales(50), el más maravilloso
de los días!
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Pero no, esto no quedará así, simpático: pues, en cuanto amanezca, correrÈ a las estanterías
de los libreros, cogerÈ a los Cesios, a los Aquinos, a Sufeno(51), harÈ una recopilación de
todos los venenos y te recompensarÈ con estos castigos.
Entretanto, vosotros id con bien de aquí, marchaos al sitio de donde salisteis con mal
pie(52), escoria del siglo, pÈsimos poetas.
XIV a(53)
Los que quizá seáis lectores de mis tonterías y no os horroricÈis de acercar vuestras manos
a mí (...)
XV Mi persona y mis amores te los confío a ti, Aurelio(54). Te pido un discreto favor: si en
tu corazón has anhelado guardar un deseo casto y puro, presÈrvame pÿdicamente a este
muchacho(55), no digo de la gente (nada temo a los que pasan de largo por las calles de acá
para allá ocupados en sus asuntos), de ti tengo miedo y de tu pene, peligro para los
muchachos, tanto honrados como disolutos. A Èse tÿ menÈalo por donde quieras, como
quieras, cuanto quieras, cuando estÈ fuera preparado: a Èste solo lo exceptÿo,
discretamente, segÿn creo. Porque, si un mal pensamiento o una insensata locura te
empujan, canalla, a tan gran desatino como para acosar mi cabeza con tus trampas,
entonces °ay de ti, desdichado y de mala estrella, que, con las piernas separadas, por la
puerta abierta, te acosarán rábanos y mÿjoles(56)!
XVI(57)
Os darÈ por el culo y me la vais a chupar, Aurelio comevergas y Furio(58)
julandrón, que, por mis versitos, como son lascivos, me habÈis considerado un
desvergonzado.
Es, de hecho, procedente que el poeta honorable sea personalmente casto; no es necesario
que lo sean sus versitos, que, en definitiva, tienen sal y gracia si son lascivos y
desvergonzados y pueden provocar la comezón, no digo a los muchachos, sino a esos
peludos que no pueden mover sus duros lomos.
øVosotros, porque habÈis leído muchos miles de besos(59), me consideráis poco macho?
Os darÈ por el culo y me la vais a chupar.
XVII Oh colonia(60), que ambicionas jugar en un puente largo y tienes pensado brincar en
Èl, pero temes las endebles patas de ese puentecillo sostenido en unos ejecillos reutilizados,
no vaya a irse patas arriba y a caer en las profundidades del pantano.
°Ojalá se construya para ti un buen puente a tu gusto en el que incluso se aguanten las
danzas de los salios(61)!
ConcÈdeme, colonia, este regalo que da muchísima risa: cierto paisano mío quiero que se
precipite desde tu puente y entre hasta el fango de pies a cabeza, pero por donde de todo el
lago y del fÈtido pantano el remolino está más encenagado y es más profundo. Es un
hombre completamente necio y tiene menos inteligencia que un niÒo de dos aÒos que
duerme en los acunadores brazos de su padre. Porque, estando casada con Èl una muchacha
en la flor de la edad (una muchacha más delicada que un tierno cabritillo, a la que hay que
guardar con más celo que a las uvas más maduras), la deja divertirse a su gusto, y no le
importa un bledo ni se altera por su parte, sino que, tal como un aliso está tendido en un
hoyo cortado por un hacha lígur(62), apreciándolo todo como si ella no existiese, este tal
asombro mío nada ve, nada oye, quiÈn sea Èl mismo, o si es o no es, ni eso sabe.
Ahora a Èste quiero enviarlo desde tu puente de cabeza, a ver si es posible arrancarle de
golpe su estÿpida modorra y que deje en el espeso cieno su indolente espíritu, como una
mula deja en un hoyo pegajoso su herradura(63).
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XXI Aurelio(64), padre de las hambres, no sólo de Èstas sino de cuantas han sido, son y
serán en los aÒos venideros, quieres dar por el culo a mis amores. Y no a escondidas:
pues estás a su lado, bromeáis juntos y, pegándote a su costado, lo intentas todo. En vano:
porque a ti, que me tiendes emboscadas, te harÈ yo primero que me la chupes.
Y, si lo hicieras estando harto, me callaría; pero ahora me lamento por eso mismo, porque
mi niÒo va a aprender a pasar hambre y sed. Por eso, dÈjalo mientras te sea posible hacerlo
decentemente, no sea que pongas fin a ello pero despuÈs de chupármela.
XXII Ese Sufeno(65) que conoces muy bien, Varo(66), es un hombre guapo y simp ático y
educado, y, además, hace muchísimos versos. Yo creo que tiene escritos mil o diez mil o
más, y no como suele hacerse, transcritos en un palimpsesto: hojas de lujo, libros nuevos,
varillas nuevas, correas rojas para pergamino, todo ello con líneas rectas a plomo y pulido
con la piedra pómez(67). Cuando te pones a leerlos, ese guapo y educado Sufeno te parece,
en cambio, sólo un ordeÒador de cabras o un enterrador: tan distinto es y tanto ha
cambiado.
øQuÈ pensaríamos que es eso? Quien hace nada parecía un hombre de mundo, o si hay algo
más refinado(68) que eso, ese mismo es más grosero que un grosero campesino en cuanto
pone la mano en los versos, pero ese mismo nunca es igual de feliz que cuando escribe un
poema: tanto se deleita en sí mismo y tanto se admira. No es extraÒo: todos metemos la
pata por igual, y no hay nadie en quien no puedas ver en cierto sentido a un Sufeno. A cada
cual se le concedió un defecto, pero no vemos el seno de la alforja que llevamos a la
espalda(69).
XXIII Furio(70), que no tienes ni esclavo ni arca ni chinche ni araÒa ni lumbre, pero sí un
padre y una madre cuyos dientes pueden comer hasta piedras, te va perfecta- mente con tu
padre y con ese leÒo de la esposa de tu padre. Y no es extraÒo: estáis realmente todos bien
de salud, digerís bien, nada temÈis, ni incendios ni grandes catástrofes ni crímenes ni las
trampas del veneno ni otros azares de peligro. TenÈis, desde luego, unos cuerpos más secos
que un cuerno o si hay algo todavía más apellejado por el sol y el frío y el hambre.
øCómo no te va a ir bien y dichosamente? De sudor estás libre, estás libre de saliva, de
mocos y de daÒino resfriado de nariz. A este aseo aÒádele uno mayor: que tienes el culo
más limpio que un salero(71), pues en todo el aÒo no cagas ni diez veces, y lo que haces es
más duro que un haba o que las piedras, y, si te restregaras y frotaras con las manos, no
podrías mancharte ni un dedo. Esas comodidades tan dichosas, Furio, no las desprecies ni
las tengas en poco... y los cien mil sestercios(72)
que sueles pedir olvídalos: ya eres bastante dichoso.
XXIV Tÿ que eres la flor de los Juvencios(73), no sólo de los de ahora sino de cuantos han
sido y serán luego en los aÒos venideros, preferiría yo que hubieras dado las riquezas de
Midas(74) a ese que no tiene ni esclavo ni arca(75) a que te dejaras querer por Èl. ìøPor
quÈ? øNo es un hombre guapo?î, dirás. Lo es: pero este guaperas no tiene ni esclavo ni
arca. Esto tÿ dÈjalo aparte y dale toda la poca importancia que quieras: es igual, Èse no
tiene ni esclavo ni arca.
XXV Talo(76) julandrón, más blando que el pelo de un conejo o el tuetanillo de un ganso o
el lobulillo de la oreja o el pene fláccido de un viejo o un lugar lleno de telaraÒas; y,
además, Talo, más rapaz que una tempestuosa tormenta en cuanto la diosa seÒala a los
mujeriegos pasmados(77), devuÈlveme, el manto que me robaste y el paÒuelo de SÈtabis y
los bordados bitinios(78), que sueles lucir en pÿblico como si fueran de tus abuelos;
despÈgalos ya de tus uÒas y devuÈlvemelos, no sea que tus costaditos de lana y tus
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blanditas manos queden horriblemente garabateados con correas pasadas por el fuego, y te
agites sin control como una barca diminuta atrapada en alta mar por un viento furioso.
XXVI Furio(79), tu pequeÒa quinta no está expuesta al soplo del austro ni del favonio ni
del crudo bóreas ni del afeliota(80), sino a quince mil doscientos sestercios. °Ay, viento
cruel y apestoso!
XXVII Muchacho escanciador del aÒejo falerno(81), sírveme copas de vino más fuerte,
como manda la ley de la reina Postumia(82), más cargada que los cargados hollejos. Y
vosotras, marchad de aquí a donde os plazca, aguas claras, perdición del vino; emigrad
junto a los serios: aquí hay tioniano puro(83).
XXVIII CompaÒeros de Pisón(84), empobrecida cohorte, de maletuchas apropiadas y
ligeras, maravilloso Veranio y tÿ, mi querido Fabulo(85), øquÈ andáis haciendo? øEs que
no habÈis pasado con ese pillo bastante frío y hambre? øNo incluís en el registro de
ganancia vuestro gasto, como yo, que, tras haber acompaÒado a mi pretor, anoto por
ganancia lo gastado? °Oh Memio(86), quÈ bien y cuánto tiempo a mí, puesto boca arriba,
me forzaste a chupártela, pegándote a mí con fuerza con tu viga entera!
Pero, por lo que veo, os ha pasado la misma desgracia: pues estáis hartos de una picha nada
menor. °Anda, busca amigos nobles! °Y a vosotros, que os castiguen con muchos males los
dioses y las diosas, verg¸enzas de Rómulo y Remo!
XXIX øQuiÈn puede ver esto, quiÈn puede aguantarlo, a menos que sea un crápula, un
devorador y tahÿr, que Mamurra(87) posea lo que antes poseía la Galia Cabelluda(88) y los
confines de Britania?
Rómulo julandrón(89), øverás y soportarás esto? Y Èl ahora, ensoberbecido y
empavonecido, ørecorrerá los cuartos de todos como un blanco palomo o un Adonis(90)?
Rómulo julandrón, øverás y soportarás esto? Eres un crápula, un devorador y tahÿr.
øY con esas credenciales, general sin igual, estuviste en la más lejana isla de occidente para
que esa vuestra fláccida minga devorara doscientos o trescientos mil sestercios?
øQuÈ otra cosa es que funesta generosidad? øDerrochó poco o acaso poco dilapidó? Lo
primero, acabó con los bienes paternos; luego, con su botín del Ponto; en tercer lugar, con
el ibÈrico, que conoce el aurífero Tajo; ahora se teme por la Galia y por Britania.
øPor quÈ protegÈis a este malvado? øQuÈ puede hacer Èste más que devorar ping¸es
patrimonios? øY con esas credenciales, dueÒos y seÒores de la ciudad, suegro y yerno(91),
habÈis echado todo a perder?
XXX Olvidadizo Alfeno(92) y falso con tus compaÒeros queridísimos, øya no te
compadeces nada, insensible, de tu dulce amiguito? øYa no dudas en abandonarme, en
traicionarme, desleal?
Los actos perversos de los hombres mentirosos no gustan a los habitantes del cielo; y eso tÿ
lo desprecias, y, °desdichado de mí!, me abandonas en medio de mis desgracias. °Ay!
øQuÈ pueden hacer -dime- los hombres, o a quiÈn pueden tenerle ley?
Y tÿ, injusto, bien que me exigías entregarte mi alma, arrastrándome a quererte, como si
para mí todo estuviera asegurado. Ahora, de la misma manera, te retraes y dejas que todas
tus palabras y tus actos se los lleven vanos los vientos y las nubes arrastradas por el aire. Si
tÿ te has olvidado, en cambio, los dioses se acuerdan; se acuerda la Lealtad(93), que hará
que de tu acto te arrepientas un día.
XXXI Sirmión(94), joyita de las penínsulas y de las islas, cualesquiera que en los claros
estanques y en el inmenso mar sostienen los dos Neptunos(95). Con quÈ gusto y quÈ alegre
te contemplo, casi sin creerme yo mismo que he dejado atrás Tinia y las llanuras
bitinias(96) y que te veo estando en situación segura.
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Cátulo Catulli Carmina
øQuÈ hay más dichoso que verse libre de preocupaciones, cuando el corazón se alivia de su
carga y, cansados de sufrir en tierra extraÒa, llegamos a nuestro hogar y descansamos en
nuestro ansiado lecho? Esto es lo ÿnico que importa en premio de tan grandes penalidades.
°Salud!, preciosa Sirmión, y alÈgrate con tu seÒor; y alegraos vosotras, ondas lidias(97)
del lago; reíd, carcajadas, cuantas hay en casa.
XXXII Por favor, dulce Ipsitila(98) mía, mi capricho, mi encanto, invítame a ir a tu casa a
echar la siesta. Y, si me invitas, procura una cosa: que nadie eche la falleba de la puerta, y a
ti no se te vaya a antojar salir; quÈdate en casa y prepara para nosotros nueve polvos
seguidos. Pero, si piensas hacerlo, invítame en seguida: pues reciÈn comido estoy echado y
satisfecho, boca arriba, agujereo la tÿnica y el manto(99).
XXXIII Tÿ, el mayor ladrón de los baÒos, Vibenio padre, y el bujarrón de tu hijo(100)
(pues, si el padre tiene la mano derecha más corrompida, el hijo el culo más voraz), øpor
quÈ no marcháis al exilio a alguna maldita costa, supuesto que los robos del padre son
notorios para el pueblo y tÿ, su hijo, no puedes vender ni por un as tus peludas nalgas(101)?
XXXIV(102)
En la devoción de Diana estamos, muchachas y muchachos puros. A Diana cantemos,
muchachos y muchachas puros.
°Oh hija de Latona!, excelso vástago del supremo Jÿpiter, a quien tu madre junto al olivo
de Delos parió, para que fueras seÒora de los montes y de los lozanos bosques y de los
recónditos sotos y de los sonoros torrentes.
A ti Juno Lucina te llaman en sus dolores las parturientas, a ti te llaman Trivia poderosa y
Luna por tu luz prestada.
Tÿ, diosa, en el curso de los meses midiendo el camino del aÒo llenas de buenos frutos la
rÿstica morada del labrador.
SÈ consagrada con cualquier nombre que te plazca, y protege con tus buenas influencias,
como has acostumbrado desde antiguo, la raza de Rómulo.
XXXV Al delicado poeta, mi colega Cecilio(103), querría, papiro, le dijeras que venga a
Verona(104), tras abandonar las murallas de Como la Nueva y la ribera del lago Lario. Pues
quiero que se entere de ciertos proyectos de un amigo suyo y mío. Por lo cual, si tiene
juicio, devorará el camino, aunque una deslumbrante muchacha mil veces lo llame y lo
llame al marcharse y, echándole los brazos al cuello, le ruegue que se quede; una muchacha
que ahora, si mis noticias son ciertas, muere por Èl con un amor desesperado. Pues, desde
el momento en que leyó su esbozado poema de la SeÒora de Díndimo(105), desde
entonces, a la pobrecilla un fuego le devora las entraÒas.
Te perdono, muchacha más culta que la musa sáfica(106): pues es precioso el poema de la
Gran Madre esbozado por Cecilio.
XXXVI Anales de Volusio(107), escritos de mierda, cumplid el voto por mi niÒa. Pues ha
prometido solemnemente a la sagrada Venus y a Cupido que, si yo volvía a ella y dejaba de
dispararle terribles yambos, daría al dios de paso tardo(108) lo más escogido de los escritos
del peor de los poetas para que se quemara sobre leÒa maldita: y la perversísima muchacha
ve divertido y gracioso ofrecer eso a los dioses.
Ahora, oh tÿ, nacida en el azulado ponto, que habitas la sagrada Idalio y la abierta llanura
de Urio, y Ancona y Cnido rica en caÒas, y Amatunte y Golgos, y Dirraquio, antesala del
Adriático(109), acepta y recibe el voto, si no es una fea y desagradable ofrenda.
Y vosotros, entretanto, °id al fuego, Anales de Volusio, llenos de garrulería y estupideces,
escritos de mierda!
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Cátulo Catulli Carmina
XXXVII Picante taberna, la de la novena columna tras los hermanos del píleo(110), y
vosotros, sus parroquianos, øos creÈis que vosotros solos tenÈis polla, que a vosotros solos
os está permitido joderos a todas las mozas que haya y considerar a los otros unos
cabrones? øO es que, porque estáis sentados(111) uno detrás de otro como idiotas cien o
doscientos, creÈis que no voy a atreverme a llenaros la boca de una vez a los doscientos
espectadores? Pues creedlo: porque inscribirÈ la fachada de toda vuestra taberna con
pichas. Pues mi niÒa, que ha huido de mis brazos, a la que yo quiero tanto como nadie
querrá a ninguna, por la que me he peleado grandes guerras, se sienta ahí. Todos la amáis,
tan honrados y dichosos, pero, desde luego (°quÈ verg¸enza!), sois todos unos miserables
chulos de callejón; y tÿ por encima de todos, ÿnico entre los barbudos, hijo de la conejera
Celtiberia, Egnacio(112), a quien hace guapo una espesa barba y una dentadura refregada
con meado ibÈrico.
XXXVIII Mal le va, Cornificio(113), a tu Catulo; le va mal, °por HÈrcules!, y a trancas y
barrancas, y más y más de día en día y de hora en hora. Y tÿ (°con lo poquito y lo fácil que
es!), øcon quÈ palabras lo estás consolando? Estoy enfadado contigo. øAsí tratas mi
cariÒo? Poco te cuesta cualquier palabra, más triste que las lágrimas de Simónides(114).
XXXIX Egnacio(115), por tener blancos los dientes, sonríe continuamente en todas partes.
Si se acerca al banquillo de un acusado, cuando el orador provoca el llanto, Èl sonríe. Si
hay lamentos junto a la pira de un buen hijo, cuando la madre, desolada, llora a su ÿnico
hijo, Èl sonríe. Sea lo que sea, dondequiera que sea, ocurra lo que ocurra, sonríe: tiene esa
enfermedad ni elegante, segÿn creo, ni educada. Por eso, tengo el deber de darte un consejo,
buen Egnacio.
Si fueses de la Urbe, o sabino, o tiburtino, o un ahorrador umbro, o un obeso etrusco, o un
lanuvino moreno y de buenos dientes, o traspadano (para mentar tambiÈn a los míos(116)),
o quienquiera que sea que se lava los dientes aseadamente, ni aun así querría yo que tÿ
sonrieras continuamente en todas partes: pues no hay cosa más estÿpida que una risa
estÿpida. Pero, eres celtíbero: en tierra celtíbera, lo que cada cual meó, con eso suele
frotarse por la maÒana los dientes y las rojas encías, de modo que, cuanto más limpios
están esos vuestros dientes, más cantidad de meado proclamar án que tÿ has bebido.
XL øQuÈ mala idea, pobrecito Rávido(117), te lleva de cabeza contra mis yambos( 118)?
øQuÈ dios no bien invocado por ti te lanza a provocar una discordia insensata?
øAcaso para andar tÿ de boca en boca? øQuÈ quieres? øDeseas que te conozcan a toda
costa? Lo serás, puesto que has pretendido querer a mis amores a pesar de un largo castigo.
XLI Ameana(119), esa chica requetefollada, me ha pedido la suma de diez mil sestercios(
120); esa niÒa de nariz feÿcha, amiga del dilapidador de Formias(121).
Parientes que os preocupáis de esta moza, reunid a amigos y a mÈdicos: esta chica no está
en su cabales, y no suele preguntarse cómo es; está alucinada(122).
XLII Acercaos, endecasílabos(123), todos cuantos hay por todas partes, todos cuantos hay.
Una desvergonzada adÿltera me toma a broma y dice que no me devolver á nuestras
tablillas, creyÈndose que podÈis aguantarlo. Vamos a perseguirla y a pedírselas con
insistencia.
øPreguntáis quiÈn es? La que veis andar indecentemente, la que, como una actriz de
mimos, con desfachatez se ríe, con una boca de cachorro galo(124).
Rodeadla y pedidle con insistencia: ìCorrompida adÿltera, devuÈlvenos los escritos.
DevuÈlvenos los escritos, corrompida adÿltera.î øQue te importa un bledo? °Ay, fango,
lupanar, o algo más corrompido si puede haberlo! Pero no hay que confiar en que esto
baste. Si no puede ser de otra manera, saquÈmosle los colores en su fÈrrea cara de perro.
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Gritad a coro otra vez con voz más alta: ìCorrompida adÿltera, devuÈlvenos los escritos.
DevuÈlvenos los escritos, corrompida adÿltera.î Pero, no hacemos ni un progreso, sigue
como si tal cosa. Tenemos que cambiar el mÈtodo y la forma, a ver si podÈis progresar un
poco: ìVirtuosa y honrada, devuÈlvenos los escritos.î XLIII °Salud!, niÒa ni de nariz
pequeÒa ni de hermosos pies ni de negros ojitos ni de dedos largos ni de boca sana ni, sin
duda, de demasiado elegante lengua, amiga del dilapidador de Formias(125). øY de ti dice
la provincia(126) que eres guapa? øY contigo se compara a mi Lesbia? °Ay, generación sin
gusto y sin modales!
XLIV Finca mía, seas sabina o tiburtina (pues aseguran que tÿ eres tiburtina los que no
tienen en su corazón herir a Catulo; pero quienes sí, se empeÒan con cualquier clase de
prueba en que eres sabina(127)); pero, seas sabina, o, con más razón, tiburtina, me sentí
estupendamente en tu quinta de las afueras y expulsÈ del pecho la mala tos que me produjo
mi estómago no sin merecerlo, mientras asisto a esplÈndidas cenas. Pues, por querer ser
convidado de Sestio, he leído su discurso contra el candidato Ancio(128), lleno de veneno y
de pestes. Por culpa de esto, un escalofriante catarro y una frecuente tos me sacudieron de
inmediato, hasta que huí a tu refugio y me curÈ con descanso y ortigas(129).
Por ello, repuesto como estoy, te doy las más profundas gracias, porque no me has hecho
pagar mi delito. Ya ni te pido que, si acepto los nefastos escritos de Sestio, el frío haga
agarrar catarro y tos no a mí sino al propio Sestio, que sólo me invita cuando he leído su
mal libro.
XLV Mientras Septimio tenía a Acme(130), su amor, en sus brazos, le dijo: ìMi querida
Acme, si no te quiero con locura y no estoy preparado para quererte en adelante cada día
todos los aÒos como para ser capaz hasta de morir, que yo solo me enfrente en Libia y en la
abrasada India con un león de verdiazules ojos.î Cuando dijo esto, Amor, como antes por la
izquierda, estornudó por la derecha en seÒal de aprobación(131).
Y Acme, echando suavemente hacia atrás la cabeza y besando con su purpÿ- rea boca los
ojitos embriagados de su dulce niÒo, dijo: ìSí, vida mía, Septimillo. A este solo dueÒo
siempre sirvamos, tal como un fuego mucho mayor y más penetrante me arde en mis tiernas
entraÒas.î Cuando dijo esto, Amor, como antes por la izquierda, estornudó por la dere- cha
en seÒal de aprobación.
Ahora, partiendo de un buen auspicio, quieren y se quieren con deseos mutuos. El pobrecito
Septimio prefiere sólo a su Acme antes que a las sirias y a las britanas(132). Sólo en
Septimio la fiel Acme tiene su delicia y su placer. øQuiÈn puede ver a hombre alguno más
dichoso? øQuiÈn un amor con mejores auspicios?
XLVI Ya la primavera trae sus tibios calores, ya la furia del cielo invernal empieza a callar
ante las dulces brisas del CÈfiro(133).
Dejemos, Catulo, las llanuras frigias y el fÈrtil campo de la abrasada Nicea(134): volemos a
las ilustres ciudades de Asia(135). Ya desbocado mi corazón ansía viajar, ya mis pies se
robustecen ufanos de entusiasmo.
Adiós, dulce compaÒa de amigos, a los que, tras haber marchado a un tiempo lejos de casa,
caminos distintos, con variada fortuna, traen a ella.
XLVII Porcio y Socratión, las dos izquierdas de Pisón(136), sarna y hambre del mundo,
øese despellejado Príapo(137) os prefirió a mi Veranito y a mi Fabulo?
øVosotros ofrecÈis con suntuosidad esplÈndidos banquetes durante el día? øY mis amigos
buscan en la calle invitaciones?
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XLVIII Esos ojos tuyos de miel, Juvencio(138), °quiÈn me diera besarlos sin parar! Sin
parar los besaría trescientas mil veces, y me parecería que nunca quedaría satisfecho, ni
aunque la mies de nuestros besos fuera más apretada que las espigas maduras.
XLIX El más elocuente de los descendientes de Rómulo, cuantos hay y cuantos hubo y
cuantos habrá luego al correr de los aÒos, Marco Tulio, a ti te da las más encarecidas
gracias Catulo, el peor de todos los poetas, tanto el peor de todos los poetas cuanto tÿ el
mejor abogado de todos(139).
L Licinio(140), ayer, como estábamos desocupados, nos divertimos mucho en mis tablillas,
jugando a ser refinados -segÿn habíamos convenido-. Escribiendo versillos los dos nos
divertíamos, bien en un metro, bien en otro, replicándonos mutuamente entre bromas y
vino.
Y de allí me marchÈ entusiasmado por tu encanto y tus gracias, Licinio, hasta tal punto
que, °pobre de mí!, no me aprovechaba el alimento, ni el sueÒo cubría mis ojos con el
descanso, sino que, desasosegado de delirio, me revolvía por toda la cama ansioso de ver la
luz, para hablar contigo y estar juntos. Y, despuÈs de que mis miembros, agotados por el
cansancio, se dejaron caer medio muertos en la cama, te hice, encanto, este poema, por el
cual percibieras mi dolor.
Ahora, ojitos míos, no te enorgullezcas y no menosprecies -te lo pido- mis ruegos, no vaya
a vengarse en ti NÈmesis(141); es una diosa violenta: guárdate de ofenderla.
LI Me parece a la altura de un dios y que, si es lícito decirlo, está por encima de los dioses
el que, sentándose frente a ti, te mira y te oye mientras ríes dulcemente; lo cual a mí,
desdichado, me arrebata todo el sentido: pues, en cuanto te contemplo, Lesbia, ni un hilo de
voz queda en mi boca, la lengua se me entorpece, una tenue llama fluye bajo mis entraÒas,
tintinea en mis oídos un característico zumbido, mis ojos se cubren con una noche gemela.
La inactividad, Catulo, te resulta perjudicial: con la inactividad te desbordas y te exaltas
demasiado. La inactividad trajo la perdición antes a reyes y a ciudades ricas(142).
LII øQuÈ ocurre, Catulo? øQuÈ esperas para morir?
En la silla curul se sienta ese tumor de Nonio(143), por su consulado jura en falso
Vatinio(144).
øQuÈ ocurre, Catulo? øQuÈ esperas para morir?
LIII Me reí con la gracia de no sÈ quiÈn, que hace poco, desde el auditorio del tribunal, tras
haber explicado maravillosamente mi querido Calvo(145) los delitos de Vatinio, dijo
admirándose y alzando sus manos al cielo: ì°Grandes dioses, quÈ elocuente pichita
brava(146)!î LIV(147)
El capullo de Otón es muy muy pequeÒo, las toscas piernas de Herio están a medio lavar,
el pedo de Libón, liviano y flojo; si no todo, quisiera yo que esas cosas te disgustaran a ti y
a ese viejo recocido de Suficio(148).
Otra vez te indignarás con mis yambos(149) inocentes, general sin igual.
LV Te pedimos, si no es demasiada molestia, nos muestres dónde está tu escondrijo.
Te hemos buscado en el Campo Menor, en el Circo, en todas las librerías, en el sagrado
templo del magno Jÿpiter. Además, en el paseo del Grande(150) detuve, amigo, a todas las
mujerzuelas a las que vi, no obstante, con el rostro sereno; y así yo, personalmente,
reclamaba: ì°Para mí Camerio(151), horribles muchachas!î Una dijo, dejando desnudo su
pecho: ìAquí lo tienes, se oculta en mis rosadas tetas.î Es que soportarte es ya un trabajo de
HÈrcules(152). øCon tan gran altanería te me niegas, amigo?
Dime dónde vas a estar, muÈstrate en pÿblico con todo el atrevimiento, entrÈgate,
manifiÈstate a las claras. øAhora son tus dueÒas unas niÒas de leche? Si mantienes la
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lengua en boca cerrada, vas a echar a perder todos los frutos de tu amor: Venus disfruta con
una lengua locuaz. Pero, si quieres, puedes echar el cerrojo a tu boca, con tal de que yo sea
partícipe de tu amor.
LVI °Ay, cosa risible, Catón(153), y cachonda y digna de tus oídos y de tus carcajadas!
Ríe, Catón, tanto como quieres a Catulo: la cosa es risible y muy cachonda.
Hace poco pillÈ a un chaval que se estaba tirando a una chica: a Èl yo, con perdón de
Dione(154), le aticÈ de un golpe con la mía tiesa.
LVII Guapamente les va a esos depravados bujarrones: al comevergas de Mamurra(155) y
a CÈsar. Y no es extraÒo: iguales manchas para los dos, unas en Roma, otras en Formias,
grabadas se mantienen y no se borrarán; enfermos por igual, como gemelos los dos, en un
solo lechecito instruiditos ambos, no Èste más voraz adÿltero que aquÈl, socios incluso
rivales por las niÒitas.
Guapamente les va a esos depravados bujarrones.
LVIII Celio(156), nuestra Lesbia, la Lesbia aquella, aquella Lesbia a la que, a ella sola,
Catulo ha querido más que a sí mismo y a todos los suyos, ahora en las encrucijadas y en
las callejas se la pela a los descendientes del magnánimo Remo.
LVIII a(157)
Ni aunque me convirtiera en aquel guardián de los cretenses, ni aunque fuera arrebatado en
el vuelo de Pegaso, ni me volviera Ladas o Perseo, el de alas en los pies, ni la nívea y
rápida biga de Reso(158); aÒade a esto los plumípedos y los voladores, busca además el
curso de los vientos que, atados, podrías consagrarme, Camerio(159): me habría agotado
hasta lo más profundo de mis entraÒas y me habría consumido de tantísima debilidad
buscándote para mí, amigo.
LIX Rufa, la de Bolonia, esposa de Menenio, se la mama a su Rufito(160), esa a la que
habÈis visto a menudo en los cementerios robar comida del tÿmulo mismo, cuando, yendo
tras un pan que caía rodando del fuego, se dejaba golpear por un medio rapado
incinerador(161).
LX øAcaso una leona de los montes de Libia, o Escila(162), que ladra desde la parte más
baja de sus ingles, te parió con tan dura y abominable alma como para que despreciaras los
gritos de un suplicante en esta recentísima desgracia, ay, tÿ, de corazón demasiado cruel?
LXI(163)
Vecino del monte Helicón, raza de Urania, que arrebatas para el esposo a una tierna
doncella. °Oh Himeneo Himen, oh Himen Himeneo(164)!
CiÒe tus sienes con flores de la suavemente olorosa mejorana, toma el velo.
Alegre aquí, aquí ven, calzando la sandalia color de azafrán en tu níveo pie.
Y animado en este día jovial, cantando con tu sonora voz los cantos nupciales( 165), golpea
el suelo con tus pies, agita con tu mano la antorcha nupcial de madera de pino(166).
Pues Vinia viene a Manlio igual que Venus, que habita Idalio, vino al juez frigio( 167). Con
favorable presagio se casa una buena muchacha, resplandeciente como los mirtos de Asia
de floridas ramas, que las diosas hamadríades(168) crían con hÿmedo rocío para su disfrute.
Por eso, °ea!, encaminando tus pasos hacia aquí, apresÿrate a abandonar las grutas aonias
de la roca tespia, que la ninfa Aganipe riega por arriba refrescándolas( 169).
Y llama a casa a la dueÒa, atando con el amor su corazón ávido de su reciente esposo,
como tenaz hiedra que aquí y allá se enreda errante al árbol.
Y vosotras tambiÈn a un tiempo, castas doncellas, a quienes espera un día semejante, llevad
el ritmo, cantad: ì°Oh Himeneo Himen, oh Himen Himeneo!î, para que con más ganas, al
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oír que se le llama para su obligación, dirija aquí sus pasos el guía de la propicia Venus, el
enlazador del buen amor(170).
øQuÈ dios deben buscar más los amantes amados? øA quÈ habitante del cielo venerarán
más los hombres? °Oh Himeneo Himen, oh Himen Himeneo!
Tembloroso te invoca para los suyos el padre, en tu honor las doncellas dejan libre de
ceÒidor su regazo. Inquieto, acecha tu llegada, con anhelante oído, el reciente marido.
Tÿ mismo pones en las manos del joven fiero a la muchachita adornada de flores,
apartándola del regazo de su madre. °Oh Himeneo Himen, oh Himen Himeneo!
Sin ti Venus no puede obtener ningÿn provecho que la buena tradición apruebe: pero puede,
si tÿ quieres. øQuiÈn se atrevería a compararse a este dios?
Ninguna casa puede sin ti dar hijos, ni padre hallar apoyo en su linaje: pero puede, si tÿ
quieres. øQuiÈn se atrevería a compararse a este dios?
No pueda la tierra que carezca de tus ritos dar protectores a sus fronteras:
pero que pueda, si tÿ quieres. øQuiÈn se atrevería a compararse a este dios?
Abrid los cerrojos de la puerta, la doncella se acerca. øNo ves cómo las antorchas agitan sus
esplÈndidas cabelleras? øPor quÈ te entretienes? El día se va: °adelante, reciÈn casada!
No vuelvas los ojos a la casa que fue tuya, ni a tus pies(171) los retrase un natural pudor. Y
ella, prestándole demasiada atención, llora porque hay que ir.
Deja de llorar. No hay peligro para ti, Aurunculeya, que ninguna mujer más hermosa ha
visto llegar un día tan brillante del OcÈano(172).
Tal suele erguirse en el variopinto jardincillo de un dueÒo rico la flor del jacinto.
Pero te entretienes, el día se va: °adelante, reciÈn casada!
°Adelante, reciÈn casada!, si ya te parece, y escucha nuestras palabras. Mira cómo las
antorchas agitan sus cabelleras de oro: °adelante, reciÈn casada!
Tu inconstante esposo, inclinado a malos adulterios o a andar buscando vergonzosas
deshonras, no querrá dormir solo lejos de tus tiernas tetillas, sino que, igual que la flexible
vid se enreda en los árboles plantados al lado, se enredará en tu abrazo. Pero el día se va:
°adelante, reciÈn casada!
Oh estancia que, digna de todos los amores, ha adornado Tiro con purpÿrea colcha y la
India sostiene con blanco pie del lecho marfileÒo(173), °lo que viene para tu dueÒo,
cuántas alegrías, lo que puede disfrutar en el transcurso de la noche, en medio del día! Pero
el día se va: °adelante, reciÈn casada!
Levantad las antorchas, esclavos: veo venir el velo. °Ea!, cantad todos a una:
ì°Io Himen Himeneo io, io Himen Himeneo!î Que no calle por más tiempo la procaz
chanza fescenina(174) y que no niegue nueces a los esclavos el favorito al oír que su seÒor
ha abandonado su amor.
Da nueces a los esclavos, favorito holgazán: ya te has divertido bastante tiempo con las
nueces; ya es el momento de servir a Talasio. Favorito, reparte nueces(175).
Las campesinas te resultaban despreciables, favorito, hoy y ayer. Ahora al peluquero le toca
afeitarte la cara. Desdichado, ay desdichado favorito, reparte nueces.
Dicen que tÿ, perfumado marido, dejas de mala gana a tus depilados esclavos:
pero, dÈjalos. °Io Himen Himeneo io, io Himen Himeneo!
Sabemos que tÿ has conocido sólo los placeres lícitos(176), pero para uno que ya es marido
ni Èsos lo son. °Io Himen Himeneo io, io Himen Himeneo!
Y tÿ, novia, lo que tu hombre te pida no se lo niegues, no vaya a ir a buscarlo a otro sitio.
°Io Himen Himeneo io, io Himen Himeneo!
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Ahí tienes la casa -°cuán poderosa y rica!- de tu hombre: deja que ella te sirva -°Io Himen
Himeneo io, io Himen Himeneo!- hasta que tu canosa vejez, moviendo trÈmulas tus sienes,
diga sí a todo para todos(177). °Io Himen Himeneo io, io Himen Himeneo!
Haz a tus pies de oro traspasar el umbral con augurio propicio y entra por la pulida puerta.
°Io Himen Himeneo io, io Himen Himeneo!
Mira cómo tu ÿnico hombre, recostado en el sitial tirio(178), se abalanza todo entero sobre
ti. °Io Himen Himeneo io, io Himen Himeneo!
A Èl no menos que a ti le arde en lo más profundo del corazón una llama, pero más a lo
hondo. °Io Himen Himeneo io, io Himen Himeneo!
Suelta el bien torneado brazo de la muchachita, joven acompaÒante. Que se acerque ya al
lecho del marido. °Io Himen Himeneo io, io Himen Himeneo!
Vosotras, honradas mujeres(179), de reconocida fidelidad a vuestros ancianos maridos,
poned en su sitio a la muchachita. °Io Himen Himeneo io, io Himen Himeneo!
Ya puedes pasar, marido: tu esposa está en el tálamo con su cabeza llena de flores,
resplandeciente como la blanca manzanilla o la roja amapola.
Pero tÿ, marido, -°válganme los dioses!-, no eres menos guapo ni Venus te hace de menos.
Pero el día se va: apresÿrate, no te entretengas.
No te has entretenido mucho, ya vienes. La propicia Venus te ayude puesto que
abiertamente deseas lo que deseas y no ocultas tu honrado amor.
Que saque antes la cuenta de las arenas de ¡frica y de las brillantes estrellas el que quiera
contar los miles y miles de vuestros juegos(180).
Jugad como os plazca y pronto dadnos hijos. No está bien que un apellido tan antiguo se
quede sin hijos, sino que por siempre continÿe reproduciÈndose.
Quiero que un pequeÒo Torcuato(181), tendiendo sus tiernas manos desde el regazo de su
madre, ría dulcemente a su padre con su boquita entreabierta.
Que sea igual que su padre Manlio y fácilmente lo reconozcan los desconocidos, y que en
su rostro muestre el pudor de su madre.
Que, gracias a su honrada madre, una gloria tal pruebe su linaje, como una fama
incomparable dura para TelÈmaco(182), el hijo de PenÈlope, por su excepcional madre.
Cerrad las puertas, doncellas(183): ya hemos jugado bastante. Y vosotros, honrados
esposos, vivid bien y aprovechad vuestra robusta juventud en vuestro deber continuado.
LXII(184)
(Muchachos)
VÈspero(185) se acerca. °Muchachos, levantaos! VÈspero, desde el Olimpo, eleva apenas
por fin sus luces, tanto tiempo esperadas. De levantarse es ya tiempo, ya de dejar las
colmadas mesas; ya va a venir la novia, ya va a cantarse el himeneo.
Himen oh Himeneo, ven, Himen oh Himeneo(186).
(Muchachas)
øVeis, doncellas, a los jóvenes? °Levantaos en contra! Claramente el Lucero vespertino
muestra sus fuegos desde el Eta(187). Así es en verdad: øno ves con quÈ vivacidad se han
puesto en pie? No por casualidad lo han hecho: cantarán porque les interesa vencer.
Himen oh Himeneo, ven, Himen oh Himeneo.
(Muchachos)
CompaÒeros, no se nos ha puesto fácil la victoria: daos cuenta de cómo las muchachas
rememoran lo que han cavilado en su interior. No cavilan en vano; tienen algo que puede
ser digno de recuerdo. Y no es de extraÒar, que ellas se esfuerzan con ahínco con toda su
alma.
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Nosotros hemos separado a un lado la cabeza y a otro los oídos; así que nos vencerán con
justicia: la victoria ama el esmero. Por eso, ahora al menos fijad vuestra atención: van a
empezar a cantar ya, habrá que responder de inmediato.
Himen oh Himeneo, ven, Himen oh Himeneo.
(Muchachas)
HÈspero, øquÈ fuego se mueve en el cielo más cruel que tÿ, que serías capaz de arrancar a
una hija del regazo de su madre, arrancar del regazo de su madre a una hija que a Èl se
aferra y regalarla casta muchacha a un fogoso joven? øHacen algo más cruel los enemigos
tras tomar una ciudad?
Himen oh Himeneo, ven, Himen oh Himeneo.
(Muchachos)
HÈspero, øquÈ fuego luce en el cielo más portador de dicha que tÿ, que sellas con tu llama
los esponsorios prometidos que pactaron los varones(188) y, de antemano, pactaron sus
padres, aunque no los ataron antes de levantarse tu fulgor? øQuÈ cosa más deseable
conceden los dioses que esta hora feliz?
Himen oh Himeneo, ven, Himen oh Himeneo.
(Muchachas)
HÈspero, compaÒeras, se llevó a una de nosotras. Con su llegada, verdaderamente, nos trae
a todas peligros. De noche todos lo temen excepto los que persiguen lo ajeno, a quienes tÿ,
HÈspero, te apresuras a aguijonear con tus persuasivos rayos.
Pero les toca a los muchachos ensalzarte con injustos elogios. øQuÈ, si te elogian a ti, de
quien pronto todos tendrán miedo?
Himen oh Himeneo, ven, Himen oh Himeneo.
(Muchachos)
HÈspero, ahora las muchachas te atacan con falsas imputaciones(189). Pues con tu llegada
la guardia está siempre vigilante. De noche se esconden los ladrones a los que tÿ a menudo,
en tu retorno, HÈspero, sorprendes cambiando tu nombre en Lucero matutino(190). Pero
°cuánto gusta a las muchachas, con fingidas quejas, zaherirte!
Pero, øquÈ importa, si zahieren al que andan buscando con intenciones no confesadas?
Himen oh Himeneo, ven, Himen oh Himeneo.
(Muchachas)
Como una flor nace oculta en cercados jardines, inaccesible para el ganado, por ningÿn
arado herida, y que acarician las brisas, fortalece el sol, hace crecer la lluvia; muchos
muchachos la desean, y muchas muchachas. Pero, cuando arrancada con fina uÒa se ha
marchitado, ningÿn muchacho la desea ni muchacha alguna: así, la doncella, mientras
permanece pura, mientras, es grata a los suyos; cuando ha perdido, tras manchar su cuerpo,
su casta flor, ni resulta encantadora a los muchachos ni grata a las muchachas.
Himen oh Himeneo, ven, Himen oh Himeneo.
(Muchachos)
Como una viÒa solitaria que nace en un campo yermo nunca crece, nunca produce dulce
uva, sino que, doblando su leve cuerpo por el peso que la empuja hacia el suelo, ya casi
toca con su raíz lo más alto del sarmiento, y ningÿn campesino, ning ÿn novillo la cultivan;
pero, si por suerte ella misma está unida en maridaje con un olmo, la cultivan muchos
campesinos y muchos novillos: así, la doncella, mientras permanece sin que nadie la toque,
mientras, envejece sin cultivo; cuando ha conseguido un casamiento adecuado a su debido
tiempo, es más grata a su marido y menos enojosa para su padre.
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Y tÿ, doncella, no luches con un esposo de tal valía. No es justo luchar contra aquel a quien
tu propio padre te entregó, tu propio padre con tu madre, a quienes debes obedecer. Tu
virginidad no es completamente tuya, en parte es de tus padres:
un tercio es de tu padre, otro tercio corresponde a tu madre, sólo un tercio es tuyo(191); no
luches con los dos, que entregaron a un yerno sus derechos juntamente con la dote.
Himen oh Himeneo, ven, Himen oh Himeneo.
LXIII Sobre profundos mares llevado Atis(192) en raudo navío, en cuanto tocó el bosque
frigio(193) ansiosamente con paso acelerado y alcanzó los umbríos parajes de la
diosa(194), ceÒidos de bosques, aguijoneado allí por un frenesí de poseso, extraviada su
mente, se arrancó con una piedra afilada el peso de su entrepierna.
Y entonces, apenas se dio cuenta de que sus miembros se le habían quedado sin virilidad,
manchando el suelo de la tierra con su sangre todavía caliente, tomó, rápida(195), con sus
manos de nieve el ligero tamboril, tu tamboril, Cibeles, el de los misterios, Madre, de tu
culto; y, golpeando la hueca piel de toro con sus delicados dedos, se dispuso, trÈmula, a
cantar así a sus compaÒeras:
ìEa, id juntas, Galas(196), a los profundos bosques de Cibeles; id juntas, rebaÒo errante de
la diosa de Díndimo, vosotras que, buscando cual desterradas parajes desconocidos,
siguiendo mi huella acompaÒantes mías y yo vuestra guía, habÈis atravesado el raudo mar
y las amenazas del piÈlago y habÈis despojado de virilidad vuestro cuerpo por un odio
desmedido al amor. Alegrad el ánimo de vuestra seÒora con los rápidos giros de vuestra
danza.
ìCeda ante vuestra decisión la perezosa lentitud; id juntas, seguidme al templo frigio de
Cibeles, a los bosques frigios de la diosa, donde suena la voz de los címbalos, donde
retumban los tímpanos, donde el flautista frigio arranca a su caÒa curva graves sonidos,
donde las MÈnades(197) cubiertas de yedra agitan con violencia su cabeza, donde celebran
los sagrados misterios con agudos alaridos, donde acostumbra revolotear el famoso cortejo
errante de la diosa, adonde es oportuno que nos apresuremos con rápidas danzas.î En
cuanto Atis, falsa mujer, cantó esto a sus compaÒeras, el cortejo danzante de repente
empieza a aullar con sus trepidantes lenguas, el ligero tamboril brama, los cóncavos
címbalos rechinan, rápido el coro con acelerado paso se dirige al verdeante Ida. Poseída y
ansiosa, errante y sin resuello va Atis al frente a travÈs de los umbríos bosques,
acompaÒada del tamboril, como una novilla indomable que no se somete al peso del yugo:
veloces siguen las Galas a su guía de pies ligeros. Y, en cuanto, agotaditas, tocaron el
templo de Cibeles, tras el excesivo esfuerzo, las vence un sueÒo sin Ceres(198). Un sopor
que da pereza cubre sus ojos con resbaladiza languidez:
en la dulce quietud se les va el rabioso arrebato de su alma.
Pero, cuando el Sol(199) de dorado rostro iluminó con sus ojos radiantes el blanco Èter, la
dura tierra, el fiero mar, y expulsó con sus vigorosos caballos de resonantes cascos las
sombras de la noche, entonces a Atis, ya despierta, la abandona, huyendo raudo, SueÒo, a
quien la diosa Pasítea(200) acogió en su regazo palpitante.
Así, tras la dulce quietud, sin el agitado frenesí, en cuanto la propia Atis trajo a la memoria
sus actos y vio con claridad sin quÈ y dónde estaba, con el alma abrasándosele, volvió de
nuevo sus pasos hacia la playa. Allí, contemplando el vasto mar, con los ojos llenos de
lágrimas, habló así en medio de sus desgracias con triste voz a su patria:
ì°Oh patria que me diste la vida, oh patria madre mía!: abandonándote, °desdichado de mí!,
como suelen a su seÒor los esclavos fugitivos, dirigí mis pasos a los bosques del Ida, para
vivir cerca de la nieve y de las heladas huras de las fieras y acercarme, poseída, a todas sus
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guaridas, ødónde, en quÈ parajes puedo creer que te encuentras, patria? Mis propias pupilas
anhelan dirigir a ti su mirada, mientras por poco tiempo está libre mi alma del fiero frenesí.
øMe llevarán hasta estos bosques alejados de mi casa? øVoy a estar lejos de mi patria, de
mis bienes, de mis amigos, de mis padres? øVoy a estar lejos del foro, de la palestra, del
estadio y de los gimnasios?
Desdichado, desdichado de mí, he de quejarme una y otra vez, alma mía. øQuÈ clase de
aspecto hay que yo no haya tomado? Yo, mujer; yo, mozo; yo, efebo; yo, niÒo; yo, del
gimnasio, he sido la flor, y era yo entonces la gloria de la palestra. Mis puertas estaban
concurridas, mis umbrales tibios, mi casa coronada de guirnaldas de flores, cuando, a la
salida del sol, tenía yo que abandonar mi alcoba. øAhora me considerar án servidora de los
dioses y esclava de Cibeles? øYo una MÈnade, una parte de mí, un hombre sin hombría
serÈ? øHabitarÈ yo los parajes del verdeante Ida vestidos de helada nieve? øVoy yo a pasar
mi vida al pie de las altas cimas de Frigia, donde la cierva selvática, donde el jabalí
correbosques? °Hasta quÈ punto me lamento de lo que he hecho, hasta quÈ punto me
arrepiento!î En cuanto el veloz lamento de sus labios de rosa alcanza los oídos gemelos(
201) de los dioses llevándoles esta inesperada revelación, Cibeles, soltando el yugo uncido
a los leones(202) y azuzando al de la izquierda, enemigo del ganado, habla así: ì°Ea! -dice-,
avanza fiero, haz que lo atormente la locura, haz que acosado por el arrebato encamine al
bosque sus pasos ese que con demasiado atrevimiento pretende escapar de mis mandatos.
°Ea!, sacÿdete los lomos con tu cola, aguanta tus latigazos, haz que los parajes todos
retumben con tu atronador rugido, agita fiero tu melena roja en tu musculoso cuello.î Esto
dice la amenazadora Cibeles y desata de su mano las riendas. La fiera, espoleándose,
infunde rabia a su corazón, avanza, ruge, rompe las zarzas con sus pasos sin rumbo. Y,
cuando llegó a los hÿmedos parajes de la playa de blanca arena y ve a la tierna Atis cerca
de la marmórea superficie del piÈlago, la ataca; ella, enloquecida, huye a los bosques
salvajes: allí siempre fue esclava durante toda su vida.
Gran diosa, diosa Cibeles, diosa seÒora de Díndimo, lejos de mi casa quede, seÒora, todo
tu arrebato: enloquece a otros, pon frenÈticos a otros.
LXIV(203)
Cuentan que pinos nacidos antaÒo en la cumbre del Pelión surcaron las líquidas olas de
Neptuno hasta la corriente del Fasis y los territorios de Eetes, cuando jóvenes escogidos,
flor y nata de la juventud argiva, que deseaban arrebatar el vellocino de oro a los de
Cólquide(204), se atrevieron a navegar el salobre mar con su rápida popa, barriendo la
azulada superficie con su remos de abeto. A ellos la diosa que tiene su bastión en lo más
alto de las ciudades(205), ella misma, les hizo un carro que volaba con ligera brisa, uniendo
maderas de pino entretejidas a la combada quilla, la cual, la primera, inició en la
navegación a la inexperta Anfitrite(206); y, en cuanto hendió con el espolón el mar movido
por los vientos y las olas erizadas por el remo encanecieron de espumas, emergieron del
brillante torbellino unos rostros serenos, las marinas Nereidas, que se admiraban del
prodigio. Aquel día y no otro vieron los mortales con sus ojos a las Ninfas marinas(207)
con el cuerpo desnudo, que emergían hasta el pecho del blanco torbellino. Se cuenta que
entonces Peleo se encendió de amor por Tetis, que Tetis entonces no desdeÒó la boda con
un humano, y el Padre mismo(208) pensó entonces que Peleo debía unirse a Tetis.
°Oh hÈroes nacidos en la más aÒorada Època de los siglos, salud, estirpe de dioses, noble
descendencia de madres nobles, salud otra vez, salud! A vosotros, a vosotros, sí, a menudo
en mi canto invocarÈ, y muy especialmente a ti, encumbrado por felices nupcias, Peleo,
columna de Tesalia, a quien el propio Jÿpiter, el propio padre de los dioses te concedió a su
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amada. øNo fue acaso tu dueÒa la bellísima Tetis, hija de Nereo? øNo te autorizó Tetís a
que te casaras con su nieta y OcÈano(209), que abraza la tierra entera con el mar?
Tan pronto como llegaron esos días deseados, cumplido el plazo, Tesalia entera llena en
tropel la casa, de alegre reunión se colma el palacio: llevan en sus manos regalos, muestran
la alegría en su rostro. Queda desierta Cíeros, abandonan Tempe de Ptía, las casas de
Cranón y las murallas de Larisa; van juntos a Farsalia, pueblan las casas de Farsalia(210).
Nadie cultiva los campos, los cuellos de los novillos se aflojan, no se limpia la viÒa a ras
de suelo con los curvos rastrillos, el toro no remueve los terrones con la inclinada reja del
arado, la hoz de los podadores no amengua la sombra del árbol, una sucia herrumbre se cría
en los arados abandonados.
En cambio, la morada de Peleo, por dondequiera que se extiende el opulento palacio,
resplandece con el fulgor del oro y de la plata. Brilla el marfil en los suelos, relucen las
copas de la mesa, la casa entera goza con las esplÈndidas riquezas reales.
Se coloca en medio del palacio el gran lecho nupcial de la diosa, que, limado con colmillos
de la India, cubre una pÿrpura teÒida con el rosáceo jugo de la concha. Este cobertor, en
colores bordado con antiguas imágenes de hombres, muestra las cualidades de los hÈroes
con admirable arte.
Mirando desde la rumorosa playa de Día(211), Ariadna(212), con una incontenible locura
en su corazón, observa que Teseo se aleja con su rápida flota, y ni siquiera todavía cree
estar viendo lo que ve, porque entonces, nada más despertar de un engaÒoso sueÒo, la
desdichada se comprende abandonada en la arena solitaria. Por su parte, el joven, dándola
al olvido, golpea, en su huida, las olas con sus remos, entregando vanas sus promesas al
proceloso viento. A Èl, desde lejos, de entre las algas, con ojillos tristes la Minoida(213),
como la imagen de piedra de una bacante, lo mira -°ay!-, lo mira y se agita a merced de las
grandes olas de sus cuitas, sin sujetar en su rubia cabeza el transparente tocado, sin cubrir
su velado seno con el ligero encaje, ni sujetar sus pechitos blancos como la leche con el
bien torneado sostÈn. Todo lo cual, por doquier caído de su cuerpo, ante sus propios pies,
era juguete de las olas del mar.
Pero ella, en vez de preocuparse entonces de la suerte de su tocado ni de su velo a merced
de las olas, con todo su corazón, con toda su alma, con todo su ser, perdida, pendía sólo de
ti, Teseo. °Ay, desdichada!, fuera de ti con constante llanto te puso la Ericina(214),
sembrando en tu corazón punzantes cuitas desde el momento en que el fiero Teseo hubo
salido de las sinuosas costas del Pireo para atracar junto al palacio gortinio del injusto
rey(215).
Pues cuentan que antaÒo Cecropia(216), obligada por una peste cruel a expiar la muerte de
Androgeón(217), solía dar como festín al Minotauro(218) jóvenes escogidos y la flor de las
doncellas. El propio Teseo, como su estrecho recinto amurallado estaba oprimido por estos
males, eligió entregar su cuerpo en defensa de su querida Atenas antes que se llevaran a
Creta tales cortejos fÿnebres de Cecropia sin cadá- veres. Y así, en su ligera nave y con las
suaves brisas, llegó junto al magnánimo Minos y a su imponente morada.
En cuanto lo contempló con ojos de deseo la todavía doncella hija del rey, a la que un casto
lecho que exhalaba delicados olores alimentaba en el tierno regazo de su madre, como los
mirtos que crían las corrientes del Eurotas(219) o los variados colores que la brisa
primaveral hace brotar, no apartó de Èl sus ojos ardientes antes de recibir hasta lo más
hondo en todo su cuerpo la llama y encenderse toda ella en lo más profundo de sus
entraÒas.
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°Ay, tÿ, que, desgraciadamente, avivando locuras con tu inflexible corazón, sagrado
niÒo(220), mezclas con las penas las alegrías de los hombres; y tÿ que reinas en Golgos y
en la frondosa Idalio(221)!: °a quÈ oleajes habÈis arrojado a esa niÒa de alma ardiente, que
suspiraba día a día por su rubio huÈsped! °Cuántos temores sufrió ella en su abatido
corazón! °Cuánto más pálida se quedó muchas veces que la amarillez del oro, en tanto que
Teseo, ansioso por luchar contra el cruel monstruo, andaba buscando o la muerte o el
premio de la gloria! A los dioses hizo promesas y votos que, aun con labios callados, no
fueron infructuosos ni vanos.
Pues, igual que en la cumbre del Tauro(222) a una encina que bate sus ramas o a un pino de
resinosa corteza cargado de piÒas un indomeÒable remolino, doblando con su soplo su
resistencia, los sacó de cuajo (arrancados de raíz, caen a lo largo en un vuelco, quebrando
cualquier cosa que haya por delante); así, Teseo echó al suelo, domeÒando su corpulencia,
al monstruo, que en vano lanzaba cornadas a los vacíos vientos. Luego, a salvo y con
inmensa gloria, desanduvo el camino, guiando sus errantes pasos con un hilo transparente,
no fuera a ser que, mientras salía de los recovecos del laberinto, lo engaÒaran los rodeos
inobservables del palacio.
Pero, øa quÈ, apartándome de mi primer canto, voy yo a recordar más cosas?:
cómo la hija, renunciando a la presencia de su padre, a los abrazos de su hermana( 223), en
fin, a los de su madre que, desorientada, se alegraba por su pobre hija, antes que todas estas
cosas prefirió el dulce amor de Teseo. O cómo en una nave llegó a la espumante playa de
Día y, vencidos sus ojos por el sueÒo, su prometido, de ingrato corazón, la abandonó
alejándose.
Cuentan que ella, enloquecida, con el corazón abrasándosele, muchas veces profirió
resonantes gritos desde lo más profundo de su pecho; y que unas veces, triste, subía a los
escarpados montes y, desde allí, dirigía su mirada al inmenso oleaje del piÈlago; y que
otras se lanzaba corriendo contra las olas del estremecido mar que le salían al paso,
subiÈndose el ligero vestido hasta las pantorrillas desnudas; y que llena de pena dijo con
queja postrera dejando salir helados sollozos de su rostro humedecido:
ìøAsí a mí, arrancada de los altares paternos, traidor, me abandonaste, traidor, en la playa
desierta, Teseo? øAsí, marchándote tras despreciar la voluntad de los dioses, ay, ingrato,
llevas a tu casa funestos juramentos falsos? øEs que nada pudo hacer cambiar la decisión de
tu alma cruel? øNo pudiste echar mano de un poco de compasión como para que tu
inflexible corazón quisiera apiadarse de mí? Pero no eran Èsas las promesas que un día me
hiciste con cariÒosa voz: °desdichada de mí!, no me mandabas esperar tales cosas sino
unas bodas alegres, un deseado himeneo, cosas todas que dispersan vanas los aÈreos
vientos. °Que ya ninguna mujer confíe en el juramento de un hombre, que ninguna espere
que las palabras de un hombre sean leales!.
Mientras su pasión ardiente desea vivamente obtener algo, no temen jurar, no ahorran en
promesas; pero, en cuanto el antojo de su ansioso corazón ha quedado satisfecho, lo dicho
nada les inquieta, nada les preocupan sus falsos juramentos. En ver- dad yo te arranquÈ,
cuando te debatías en medio del torbellino de la muerte, y decidí perder a mi hermano(224)
antes que abandonarte a ti, traidor, en una situación límite. Por ello se me entregará como
botín, para ser despedazada, a las fieras y a los buitres, y, muerta, no me sepultarán con
tierra encima. øQuÈ leona te parió al pie de una roca solitaria; quÈ mar te arrojó, una vez
concebido tÿ, de sus espumantes olas; quÈ Sirtes, quÈ rapaz Escila, quÈ inmensa
Caribdis(225), a ti, que en lugar de una vida dulce devuelves tales premios? Si no eran de tu
agrado nuestras bodas porque temías las órdenes crueles de tu anciano padre, pudiste sin
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embargo llevarme a tu morada para que te sirviera como esclava con alegre celo,
acariciando tus blancas plantas con aguas claras o cubriendo tu lecho con vestiduras
purpÿreas.
ìPero, øa quÈ quejarme en vano, desquiciada por la pena, a las brisas que nada saben, y
que, por no estar dotadas de ningÿn sentido, no pueden oír ni devolver los gritos
proferidos? …l, por su parte, se halla ya casi en medio de las olas, en tanto que ningÿn
mortal aparece en las algas vacías. Así, la Suerte(226) cruel, demasiado burlona en esta
situación límite, no ha prestado siquiera oídos a mis quejas.
ì°Jÿpiter omnipotente, ojalá nunca sus cecropios navíos hubieran tocado las playas de
Cnoso, ni, portador de funestos tributos para el indomable toro, el traidor navegante hubiera
atado su soga en Creta, ni este malvado, ocultando sus crueles planes bajo una dulce
apariencia, hubiera descansado como huÈsped en nuestro palacio(227)!
ìPues, øadónde me volverÈ?, øen quÈ esperanza me apoyo, perdida como estoy? øMe
dirigirÈ a los montes del Ida(228)? °Ay!, separándome con su ancho torbellino, la
amenazadora llanura del mar ødónde me aleja? øEsperarÈ la ayuda de mi padre?; øacaso no
lo abandonÈ yo misma por seguir a un joven manchado con la muerte de mi hermano? øO
es que me puedo yo consolar con el amor fiel de mi esposo?:
øno es quien huye hundiendo sus tenaces remos en el torbellino? Además, la playa sin
ningÿn cobijo, la isla sola; no hay salida por rodearme las olas del piÈlago:
ninguna posibilidad de huir, ninguna esperanza: todo está mudo, todo desierto, todo seÒala
a la muerte. Y, sin embargo, no languidecerán antes mis ojos con la muerte ni mis sentidos
se separarán de mi cuerpo agotado antes de que, por haber sido traicionada, reclame de los
dioses un castigo justo y ruegue en mi ÿltimo momento el compromiso de los seres
celestiales.
ìPor eso, vosotras que castigáis las acciones de los varones con vengador castigo,
EumÈnides(229), cuyas frentes coronadas con cabellos de serpientes muestran las iras que
escapan de vuestro pecho, aquí, venid aquí, oíd mis quejas, que yo, °ay desdichada!, me
veo obligada a echar de lo más profundo de mis entraÒas, impotente, abrasada, ciega por
una loca pasión. Como ellas nacen verdaderas de lo más profundo de mi corazón, vosotras
no dejÈis que se pierda en vano mi llanto, sino, con el propósito con que a mí me dejó sola
Teseo, con Èse, diosas, lleve a la perdición a sí mismo y a los suyos.î DespuÈs que profirió
de su abatido corazón estos gritos, reclamando, ansio- sa, castigo para las acciones crueles,
el que rige a los dioses asintió con inquebrantable movimiento de cabeza. Con este
movimiento la tierra y las erizadas superficies del mar se estremecieron y el firmamento
hizo estremecerse a las brillantes estrellas. Y el propio Teseo, sembrada su alma de
sombrías tinieblas, dejó escapar de su distraído pensamiento todas las órdenes que mantenía
antes con recuerdo firme, y no mostró que llegaba sano y salvo al puerto de Erecteo izando
las seÒales queridas para su afligido padre.
Pues cuentan que antaÒo, cuando Egeo confiara a los vientos a su hijo, que abandonaba
con su flota las murallas de la diosa(230), abrazándolo, le dio al joven estas órdenes:
inico hijo mío, que me alegras mucho más que la vida, hijo, me veo obligado a enviarte a
peligrosos destinos a ti, que me has sido devuelto hace nada en el límite ÿltimo de mi vejez,
precisamente cuando mi suerte y tu ardiente valía te me arrancan sin quererlo yo, que
todavía no tengo saciados mis abatidos ojos con la querida presencia de un hijo(231); no te
enviarÈ yo, gozoso, con el ánimo alegre, ni te dejarÈ llevar seÒales de fortuna próspera,
sino que, primero, sacarÈ de mi alma mis muchas cuitas manchando mis canas con tierra y
derramando polvo encima; luego colgarÈ del errante mástil lienzos teÒidos para que el
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oscuro lino ibero seÒale con su color de pÿrpura mi luto y el fuego de mi alma. Por eso, si
la habitante del sagrado Itono(232), que consiente en proteger nuestra estirpe y el palacio
de Erecteo, te concediere baÒar tu diestra con la sangre del toro, entonces en verdad has de
procurar que estas órdenes estÈn vivas bien guardadas en la memoria de tu corazón y que el
tiempo no borre ninguna, de modo que, en cuanto tus ojos avisten nuestras colinas, las
antenas dejen caer completamente su vestidura funesta y las torcidas escotas icen velas
blancas, para que, nada más yo verlas, me permita gozar con espíritu alegre cuando un día
feliz te traiga de regreso.î Estas órdenes abandonaron a Teseo, que antes las retenía con
recuerdo constante, como las nubes empujadas por el soplo de los vientos abandonan la
elevada cumbre de un monte nevado. Y su padre, como desde lo alto de la ciudadela dirigía
sus miradas, consumiendo sus ojos ansiosos en un llanto continuo, en cuanto vislumbró los
lienzos de la hinchada vela, se lanzó de cabeza desde lo más alto de las rocas, creyendo que
había perdido a Teseo por culpa de un hado inflexible. Así, al entrar bajo el techo de su
casa, desolada por la muerte del padre, el orgulloso Teseo sufrió en su persona un dolor tal
como el que había producido, por su ingrato corazón, a la Minoida, quien, entonces,
abatida, viendo de lejos la marcha de la nave, herida, revolvía en su alma mÿltiples cuitas.
Pero, desde otra parte, Yaco(233), adornado con flores, revoloteaba con el cortejo de
Sátiros y de Silenos nacidos en Nisa, buscándote, Ariadna, y encendido por tu amor. Y las
Bacantes, moviendo sus cabezas al grito de ëevohÈ, evohÈí, eufóricas, por todas partes
iban en arrebatado delirio. Unas blandían tirsos de punta cubierta de hojas; otras agitaban
en sus manos los miembros de un novillo despedazado; otras se ceÒían con serpientes
retorcidas; otras ritualizaban en cóncavas cestas los misterios secretos, misterios que en
vano anhelan oír los no iniciados; otras golpeaban los tímpanos con sus palmas extendidas
o hacían salir del redondeado bronce suaves tintineos; muchas, soplando en cuernos, les
arrancaban roncos sones, y la flauta extranjera chirriaba con un sonido que producía horror.
El cobertor, magníficamente adornado con tales figuras, envolviendo el sitial nupcial, lo
cubría con su tela. DespuÈs que la juventud tesalia se sació de contemplarlo ansiosamente,
comenzó a dejar sitio a los sacrosantos dioses. Entonces, igual que el CÈfiro(234),
encrespando el sosegado mar con su soplo matutino, levanta empinadas olas, al salir la
aurora bajo los umbrales del Sol(235) errante, y las olas, primero lentamente, empujadas
por un leve soplo avanzan y resuenan suavemente con golpeteo de carcajada, y, despuÈs,
con el crecer del viento más y más van en aumento y, mientras nadan, desde lejos refulgen
de luz purpÿrea: así entonces, abandonando los regios techos del zaguán, cada uno partía
hacia su casa desde todas partes con paso errante. DespuÈs de su marcha, el primero, desde
la cumbre del Pelión, llegó Quirón(236) con dones de los bosques: pues todas las flores que
producen los campos, las que cría la región tesalia en sus grandes montaÒas, las que el
soplo fecundo del tibio Favonio(237) hace brotar cerca de las ondas del río, Èsas, tejidas en
entrelazadas guirnaldas, las trajo el propio Quirón, y la casa, rociada con ese gozoso olor,
rió. Enseguida llega Peneo(238), abandonando la lozana Tempe (Tempe, a la que ciÒen los
bosques que se elevan sobre ella(239)), y no de vacío. En efecto, trajo Èl hayas de
profundas raíces y altos laureles de recto tronco, no sin un cimbreante plá- tano y la flexible
hermana del abrasado Faetonte(240) y un ciprÈs elevado. Los colocó entretejidos,
ampliamente, alrededor de la casa, para que el zaguán, cubierto por la muelle fronda,
adquiriese verdor. Detrás de Èl llega Prometeo(241), de inteligencia sagaz, trayendo las
huellas diluidas del antiguo castigo que antaÒo, con sus miembros atados con pÈtrea
cadena, pagó colgado de escarpada cumbre. Luego el padre de los dioses con su sagrada
esposa y con sus hijos llegó, dejándote a ti solo, Febo, en el cielo, y además a tu gemela,
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habitante de los montes del Idro(242): pues, contigo, tambiÈn tu hermana despreció a Peleo
y no quiso celebrar el banquete nupcial de Tetis.
DespuÈs que Èstos hubieron acomodado sus miembros en blancos sitiales, se prepararon
mesas con muy variados manjares, cuando, entretanto, las Parcas(243), agitando sus
cuerpos en un vacilante movimiento, comenzaron a cantar cantos llenos de verdad. Un
vestido blanco con cenefa de pÿrpura, que les envolvía completamente el tembloroso
cuerpo, las ceÒía hasta los tobillos, y en su cana cabeza había rosadas cintas, y sus manos
iban recorriendo segÿn el rito la eterna labor. La izquierda sostenía la rueca, llena de suave
lana; la derecha, bien moviÈndose con ligereza con los dedos hacia arriba iba formando los
hilos, o bien retorciÈndolos en el pulgar vuelto hacia abajo movía el huso nivelado con el
redondeado tortero, y, así, los dientes, mordiendo la labor, la igualaban continuamente, y a
los labios resecos se pegaban mordiscos de lana que antes habían quedado sobresalientes en
la superficie del hilo.
Ante sus pies, los cestillos de mimbre guardaban los blandos vellones de la lana que caía.
Entonces ellas, mientras iban arrancando los copos, con sonora voz profirieron esta clase de
hados en un profÈtico canto, en un canto que despuÈs ninguna Època acusará de falto a la
verdad:
ì°Oh tÿ, que aumentas tu insigne nobleza con grandes cualidades, defensa de Ematia(244),
tÿ, el preferido para el hijo de Ops(245)!, escucha el verdadero oráculo que en este día
alegre te revelan las hermanas. °Pero vosotros corred llevando la trama que siguen los
hados, corred, husos!
ìVendrá ya HÈspero(246) trayÈndote las cosas deseadas para los maridos, vendrá con
estrella propicia tu esposa para inundarte el corazón con su amor irresistible y disponerse a
compartir contigo apacibles sueÒos, poniendo sus delicados brazos alrededor de tu cuello
robusto. °Corred llevando la trama, corred, husos!
ìDe vosotros nacerá Aquiles(247), desprovisto de miedo, conocido para el enemigo no por
su espalda, sino por su valiente pecho, quien muy a menudo, victorioso en la incierta liza de
la carrera, aventajará las llameantes huellas de una cierva veloz. °Corred llevando la trama,
corred, husos!
ìA Èl ningÿn hÈroe se comparará en la guerra cuando las llanuras frigias manen con sangre
teucra y cuando, sitiando las murallas de Troya en una guerra larga, las devaste el tercer
sucesor del perjuro PÈlope(248). °Corred llevando la trama, corred, husos!
ìDe Èl eximias cualidades y famosas hazaÒas muchas veces proclamar án las madres en el
entierro de sus hijos cuando suelten de su cana cabeza su desaliÒada cabellera y manchen
de ceniza con sus dÈbiles manos sus pecho marchito.
°Corred llevando la trama, corred, husos!
ìPues igual que el segador, cortando apretadas espigas, siega los campos que amarillean
bajo un sol ardiente, Èl derribará con su hierro hostil los cuerpos de los nacidos en Troya.
°Corred llevando la trama, corred, husos!
ìSerán testigos de sus grandes cualidades las aguas del Escamandro, que en desorden van a
desembocar en el rápido Helesponto(249), cuyo curso, estrechado por montones de
cadáveres, entibiará las profundas corrientes con sangre mezclada. °Corred llevando la
trama, corred, husos!
ìFinalmente será tambiÈn testigo el botín otorgado a su muerte cuando su cónica pira,
amontonada en un elevado tÿmulo, reciba los blancos miembros de una doncella inmolada.
°Corred llevando la trama, corred, husos!
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ìPues, tan pronto como la Suerte(250) haya concedido a los agotados aqueos desatar las
cadenas de Neptuno de la ciudad dardania(251), su elevado sepulcro quedará rociado con la
sangre de Políxena(252), quien, cual víctima que se desploma por el hierro de doble hoja,
dejará caer su cuerpo roto doblando las rodillas.
°Corred llevando la trama, corred, husos!
ìPor eso, °ea!, juntad los deseados amores de vuestra alma. Que el esposo reciba a la diosa
con alianza dichosa, que se le entregue al marido, que la desea desde hace tanto, la novia.
°Corred llevando la trama, corred, husos!
ìLa nodriza, al volverla a ver cuando despunte el día, no habrá podido rodear su cuello con
el hilo de la víspera(253). °Corred llevando la trama, corred, husos!
ìNi la desasosegada madre, entristecida porque su disconforme hija ha estado apartada del
lecho, abandonará la esperanza de tener queridos nietos.
°Corred llevando la trama, corred, husos!î Profetizando antaÒo tales felices presagios de
Peleo, los cantaron las Parcas de pecho profÈtico. Pues los habitantes del cielo solían visitar
antes en persona las castas moradas de los hÈroes y mostrarse en las reuniones de los
hombres, cuando el amor a los dioses aÿn no había sido despreciado. A menudo el padre de
los dioses, cuando volvía de nuevo a su brillante templo, al haber llegado los sagrados ritos
anuales de los días de fiesta, contempló cómo caían en tierra cien toros. A menudo Líber,
vagando por lo más alto del Parnaso, condujo a las Tíades, que gritaban °evohÈ!, con los
cabellos sueltos, cuando en Delfos, saliendo a porfía en carrera de toda la ciudad, recibían
alegres al dios con sus altares humeantes(254). A menudo Mavorte(255), en la mortífera
disputa de la guerra, o la seÒora del rápido Tritón(256) o la doncella Ramnusia(257) en
persona han arengado a grupos de hombres armados. Pero, despuÈs que la tierra se llenó de
nefandos crímenes y todos desterraron la justicia de su ambicioso corazón; los hermanos
baÒaron sus manos con la sangre del hermano; el hijo dejó de llorar a sus padres
desaparecidos; el padre deseó la muerte de su hijo en lo mejor de la vida para, libre, gozar
de la flor de una madrastra virgen; la sacrílega madre, acostándose con su hijo ignorante, no
temió, sacrílega, mancillar a los dioses familiares; todas las cosas lícitas mezcladas por una
daÒina locura con las ilícitas han apartado de nosotros el corazón justiciero de los dioses.
Por eso no se dignan en visitar tales reuniones ni permiten que la clara luz los toque.
LXV(258)
Aunque a mí, abatido por un continuo dolor, la preocupación me aparta de las sabias
vírgenes(259), ”rtalo(260), y la disposición de mi ánimo no puede producir los dulces
frutos de las Musas (en tan grandes desgracias se agita mi alma: pues hace nada la corriente
que mana del remolino del Leteo(261) baÒó el pálido pie de mi hermano, Èl a quien,
arrancado a mis ojos, la tierra de Troya deshace al pie de la costa del Reteo(262). Te
hablarÈ, pero nunca te oirÈ contar tus cosas, nunca podrÈ ya verte, hermano más querido
para mí que la vida(263); pero, en verdad, siempre te querrÈ, siempre cantarÈ cantos de
duelo por tu muerte, como los que bajo las espesas sombras de las ramas canta la de
Dáulide, lamentando el destino del desaparecido Ítilo(264)); sin embargo, en medio de tan
grandes tristezas, ”rtalo, te envío estos versos del Batíada(265) traducidos para ti, para que
no creas acaso que tus palabras, confiadas en vano a los vientos errantes, se han escapado
de mi memoria, como la manzana(266), enviada por el prometido en furtivo regalo, del
casto regazo de la doncella se escurre, y a la pobre, al olvidarse de que la ha colocado bajo
su suave vesti- do, mientras da un salto ante la llegada de su madre, se le escapa; la
manzana se echa a rodar veloz por el suelo, y a ella, afligida, le aflora en el rostro un rubor
revelador.
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LXVI(267)
El que distinguió una por una todas las lumbres del gran firmamento, el que descubrió la
salida y el ocaso de las estrellas, cómo se oscurece el llameante resplandor del rápido sol,
cómo los astros se retiran en momentos fijos, cómo un dulce amor, alejando a hurtadillas a
Trivia bajo las rocas de Latmo(268), la hace descender de su ronda aÈrea; ese mismo, el
famoso Conón(269), por voluntad celestial, me vio resplandeciendo de claridad a mí,
cabellera de la cabeza de Berenice, a quien ella prometió, alzando sus delicados brazos, a
muchas de las diosas, en aquella ocasión cuando el rey, lleno de vigor por unas bodas
recientes, había ido a devastar los territorios asirios, llevando las dulces huellas de la pelea
nocturna que había sostenido por el botín de la virginidad.
øEs acaso la pasión motivo de odio para las reciÈn casadas? øNo se burlan ellas de las
alegrías de sus padres con lágrimas falsas que derraman con abundancia tras el umbral de la
habitación nupcial? °Que los dioses me asistan!: no son de verdad sus gemidos. Eso me lo
enseÒó mi reina con sus muchas quejas cuando su reciente marido iba a iniciar fieros
combates. øNo es verdad que tÿ, abandonada, no lloraste por tu lecho huÈrfano, sino por la
lamentable partida de tu querido hermano(270)?
°Cómo devora la preocupación hasta lo más profundo tus apesadumbradas entraÒas!
°Cómo entonces tÿ, con la angustia dueÒa de toda tu alma, arrebatados los sentidos,
perdiste la cordura! Pero yo, bien es cierto, te sabía valiente desde que eras pequeÒa.
øTe has olvidado acaso de la brillante acción por la que conseguiste una boda real, y a la
que no se ha atrevido ninguno más fuerte? °QuÈ palabras tristes dijiste entonces al despedir
a tu marido! °Por Jÿpiter, cuántas veces te secaste los ojos con tus manos!
øQuÈ dios tan grande te ha cambiado? øEs porque los amantes no quieren estar lejos del
cuerpo que adoran?
Y entonces me prometiste a todos los dioses por tu dulce esposo no sin el sacrificio de un
toro, si obtenía el regreso. …l, en no largo tiempo, había aÒadido el Asia conquistada a los
territorios de Egipto. Yo, entregada por esas acciones a la asamblea celestial, cumplo los
votos de antaÒo con el regalo reciente. De mala gana, oh reina, me separÈ de tu cabeza, de
mala gana: lo juro por ti y por tu cabeza, y todo el que jure en vano que se lleve su
merecido; pero, øquiÈn pretenderá ser igual al hierro?
TambiÈn fue derribado aquel famoso monte, el mayor en las tierras, sobre el que pasa la
cÈlebre descendencia de Tía(271), cuando los medos descubrieron un nuevo mar y cuando
la juventud extranjera navegó con su flota por en medio del Atos(272).
øQuÈ pueden hacer unos bucles cuando cosas tales ceden ante el hierro? °Jÿpiter!, que
perezca toda la raza de los cálibes(273) y el que primero se aplicó a buscar venas bajo tierra
y a modelar la dureza del hierro.
ReciÈn separadas, trenzas hermanas lloraban mi destino, cuando el hermano del etíope
Memnón(274), impulsando el aire con el batir de sus alas, se presentó, caballo volador de la
locria Arsínoe(275); y Èl, llevándome, alza su vuelo por las etÈreas sombras y me deposita
en el casto regazo de Venus. La propia Cefirítide había enviado allí a su criado, ella,
habitante griega de las costas de Canopo. Para que en la divinidad del cielo no sólo
estuviera fija la corona de oro de las sienes de Ariadna(276), sino que tambiÈn refulgiera
yo, devotos despojos de una cabeza rubia, la diosa a mí, que llegaba a los templos de los
dioses algo humedecida por el llanto, me colocó como un nuevo astro entre los antiguos.
Pues tocando los luceros de la Virgen y del feroz León, junto a Calisto, la hija de Licaón,
me dirijo hacia el ocaso, como guía delante del lento Boyero(277), que con dificultad se
sumerge tarde en el profundo OcÈano. Pero, aunque de noche me pisan las huellas de los
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despuÈs de la muerte(295) y que, muerto Èl, se haga conocido más y más, y la araÒa que
teje en lo alto su tela transparente no cumpla su tarea sobre el nombre, desconocido, de
Alio. Pues sabÈis quÈ preocupación me trajo la doble diosa de Amatunte(296) y en quÈ
tipo de fuegos me abrasó cuando ardía yo tanto como la roca Trinacria y el manantial del
golfo Maliaco en las Termópilas del Eta(297), y, afligidos, mis ojos no dejaban de
consumirse en un llanto continuo ni mis mejillas de humedecerse con triste lluvia de
lágrimas.
Como límpido en la cumbre de un elevado monte brota de una piedra musgosa un arroyo, y,
cuando ha rodado entre las peÒas desde un valle inclinado, atraviesa por el medio de un
camino de frecuente gentío, dulce alivio para el fatigado viajero en su sudor, cuando
agobiante el verano agrieta los campos abrasados; o como, zarandeados en negro remolino,
en ese momento a los marinos les llega una brisa favorable que sopla muy suavemente,
implorada ya con preces a Pólux, ya a Cástor(298): un socorro tal fue para mí Alio. …l
abrió con ancha linde un campo vallado, y Èl me dio una casa y una dueÒa junto a la cual
entregarme a amores recí- procos. Hacia allí se dirigió mi blanca diosa(299) con delicado
pie y, apoyando su resplandeciente planta en el gastado umbral, se detuvo sobre sus
parlanchinas sandalias, como en otros tiempos, ardiendo de amor por su esposo, llegó
Laodamía(300) a la casa de Protesilao, en vano comenzada, cuando una víctima con su
sagrada sangre aÿn no había apaciguado a los seÒores celestiales. (°Que nada me agrade en
absoluto, virgen Ramnusia(301), lo que se emprende contra la voluntad de los dioses!)
Hasta quÈ punto un altar ayuno puede desear una sangre piadosa lo aprendió Laodamía,
tras perder a su marido, obligada a dejar escapar el cuello de su reciente esposo antes que la
llegada de sucesivos inviernos hubiese saciado en sus largas noches su ávido amor hasta el
punto de poder vivir con su matrimonio roto: porque las Parcas(302) sabían que
desaparecería en no largo tiempo, si se iba como soldado a la muralla iliaca; pues entonces,
por el rapto de Helena, Troya empezaba a traer hacia sí a los principales varones de los
argivos, Troya -nombre maldito-, sepulcro comÿn de Asia y Europa, Troya, amarga ceniza
de varones y de todas las valentías, que incluso acarreó a mi hermano una deplorable
muerte. (°Ay, hermano arrancado a mí, para mi desdicha; ay, luz gozosa que te han
arrancado, pobre hermano! Al tiempo que tÿ ha quedado enterrada nuestra casa entera, al
tiempo que tÿ han perecido todas nuestras alegrías, que, en vida, alimentaba tu dulce
amor(303). A Èl ahora tan lejos, no entre sepulcros conocidos ni cerca de cenizas de
parientes enterrado, sino en la siniestra Troya, en la funesta Troya, lo retiene sepultado en
el confín del mundo una tierra extraÒa). Cuentan que, por dirigirse entonces hacia ella
desde todas partes en tropel, la juventud griega abandonó los hogares familiares, para que
Paris, ufano con el robo de la adÿltera, no pasara un pacífico descanso en un tálamo
sosegado. Esta desgracia, a ti, bellísima Laodamía, te arrebató entonces un marido más
dulce que tu vida y tu alma: la pasión del amor, tragándote en tan gran torbellino, te había
arrastrado hasta un desgarrado abismo, como el de FÈneo, cerca de Cilene, que -dicen los
griegos- seca el fÈrtil suelo, evaporado el pantano, y que -es fama- en otro tiempo excavó,
horadando las entraÒas del monte, el falso hijo de Anfitrión, en la Època en que, por
mandato de un amo inferior, mató con su certera saeta a los monstruos de Estinfalo, para
que la puerta del cielo fuese hollada por más dioses y Hebe no tuviera una larga
soltería(304). Pero tu profundo amor fue más profundo que aquel abismo, amor que te
enseÒó a ti, entonces indómita, a soportar el yugo.
Pues ni para un abuelo de avanzada edad tan querida es la presencia de un nieto tardío que
cría su ÿnica hija, nieto que, encontrado por fin para heredar las riquezas del abuelo, apenas
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ha incluido su nombre en el registro del testamento, quita al pariente burlado las perversas
alegrías y hace alejarse al buitre de la cana cabeza. Ni tanto ha gozado de un blanco palomo
ninguna compaÒera que -dicen- le arranca siempre besos con su mordiente pico con menos
verg¸enza que la que es mujer especialmente insaciable. Pero tÿ sola has superado los
grandes arrebatos de Èstos, en cuanto te uniste a tu rubio esposo. Digna rival entonces en
todo o casi de ti, la luz de mis ojos(305) se refugió en mis brazos; y corriendo a menudo
Cupido a su alrededor de acá para allá, refulgía radiante, con su tÿnica de azafrán. Aunque
ella no se con- tenta sólo con Catulo, soportaremos las escasas traiciones de mi reservada
dueÒa para no ser demasiado enojosos a la manera de los necios: a menudo incluso Juno, la
más grande de los habitantes celestiales, cuece la ira encendida por los pecados de su
esposo, sabedora de los muchísimos amoríos del insaciable Jÿpiter(306). Pero no es justo
comparar a los hombres con los dioses(307). No vino, sin embargo, ella, guiada hasta mí
por la diestra paterna, a una casa que exhalaba perfume asirio, sino que me dio sus furtivos
regalillos una noche maravillosa, robados de los brazos mismos de su propio marido. Por lo
cual, ya es bastante si a mí solo se me concede ese día que ella seÒala con piedra más
blanca(308).
Este regalo, el que he podido, compuesto en verso, te lo ofrezco, Alio, en agradecimiento a
tus muchos favores, para que tu nombre no lo toque con sucia herrumbre ni este día ni
maÒana ni otro ni ninguno. A esto que aÒadan los dioses los presentes, cuantos más mejor,
que Temis(309) antaÒo solía conceder a los hombres piadosos de antes. Que seáis felices tÿ
y tu vida y tu casa, en la que hemos jugado al amor mi dueÒa y yo, y el que desde el
principio, como huÈsped, nos ofreció su tierra( 310), de quien especialmente han nacido
todas las cosas buenas, y, sobre todo, por delante de todos la que me es más querida que yo
mismo, mi lucero, que, porque ella vive, me es dulce vivir.
LXIX No te extraÒes, Rufo(311), de que ninguna mujer quiera tenerte sobre sus delicados
muslos, ni aunque la seduzcas con el regalo de un vestido especial o con el capricho de una
piedra preciosa. Te hace daÒo cierta mala habladuría, segÿn la cual dicen que un feroz
macho cabrío habita bajo el valle de tus sobacos. A Èse lo temen todas, y no es extraÒo:
pues es un animal muy malo, y con Èl una chica guapa no se acostará. Por eso, o matas esa
peste cruel para la nariz, o deja de extraÒarte de que huyan.
LXX La mujer mía(312) dice que prefiere no entregarse a nadie más que a mí, ni aunque el
propio Jÿpiter se lo pida. Lo dice: pero lo que una mujer dice a su amante ansioso, debe
escribirse en el viento y en una corriente de agua.
LXXI Si a alguien, con razón, le ha sido una molestia el maldito macho cabrío de los
sobacos, o si a uno, merecidamente, un tardío mal de gota lo desgarra, ese rival tuyo, que se
trabaja sin descanso a tu amor, milagrosamente ha obtenido de ti uno y otro mal. Pues,
cuantas veces jode, tantas castiga a ambos: a ella la agobia con su olor y Èl muere de ataque
de gota(313).
LXXII Decías tiempo atrás que tÿ conocías sólo a Catulo, Lesbia, y que no querías,
cambiándolo por mí, ser dueÒa de Jÿpiter. Te amÈ tanto entonces, no como uno a su
amiga, sino como ama un padre a sus hijos y yernos. Ahora te conozco: por eso, aunque me
quemo con más vehemencia, sin embargo me resultas mucho más despreciable y frívola.
ìøCómo puede ser?î, dices. Porque un engaÒo de esa clase obliga al amante a estar más
enamorado pero a bienquerer menos.
LXXIII Deja de querer merecer nada de nadie o de creer que alguien puede resultar leal.
Todo es ingratitud, nada aprovecha haber obrado buenamente; es más: incluso hastía y
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perjudica más. Así me pasa a mí, a quien nadie atormenta más dura y amargamente que el
que hasta hace poco me tuvo como solo y ÿnico amigo(314).
LXXIV Gelio(315) había oído que su tío solía censurar a todo el que hablara de sus goces o
se dedicara a ellos.
Para que eso no le pasara a Èl mismo, se dedicó a sobetear a la propia esposa de su tío y lo
convirtió en un Harpócrates(316).
Consiguió lo que quería: pues, aunque ahora se la dÈ a chupar a su propio tío, Èste no dirá
una palabra.
LXXV A tal situación ha llegado mi alma por tu culpa, Lesbia mía, y de tal modo ella
misma se ha perdido por su fidelidad, que ya no es capaz de bienquererte, aunque te
vuelvas la mejor, ni de dejar de desearte, hagas lo que hagas.
LXXVI Si algÿn placer tiene el hombre al recordar sus buenas acciones del pasado, cuando
piensa que Èl es íntegro, que no ha violado la sagrada lealtad, ni en ningÿn pacto ha hecho
mal uso de la divinidad de los dioses para engaÒar a los hombres, muchas alegrías
permanecen preparadas para ti a lo largo de tu vida, Catulo, por este amor desagradecido.
Pues todo lo que los hombres pueden decir o hacer en favor de alguien, eso tÿ lo has dicho
y lo has hecho. Todo ello pereció, confiado a un corazón desagradecido.
Por eso, øpor quÈ vas a crucificarte ya más? øPor quÈ no te consolidas en tu espíritu y te
alejas de una vez de ahí y, ya que tienes a los dioses contra ti, dejas de ser desgraciado?
Difícil es dejar de repente un largo amor. Difícil es, pero consíguelo como sea: Èsa es tu
ÿnica salvación, Èsa debe ser tu victoria; hazlo, puedas o no puedas.
°Dioses!, si es propio de vosotros sentir compasión, o si a alguno alguna vez en el instante
ÿltimo, ya en el momento preciso de su muerte, le prestasteis ayuda, volved los ojos a este
desdichado que soy, y, si he pasado mi vida honradamente, arrancadme esta peste y esta
perdición: °ay!, penetrándome hasta lo más profundo de mis entraÒas como un letargo,
expulsó de todo mi corazón las alegrías. Ya no deseo eso, que ella a su vez me quiera, o, lo
que no es posible, que quiera ser pudorosa: yo sólo deseo estar bien y abandonar esta
horrible enfermedad. °Dioses!, concedÈdmelo por mi amor a vosotros.
LXXVII Rufo(317), a quien en vano e inÿtilmente he creído mi amigo (øen vano?
Mucho peor: a un precio grande y doloroso), øasí te infiltraste dentro de mí y, abras
ándome completamente las entraÒas, arrancaste a este desdichado que soy toda nuestra
dicha? Me la arrancaste, °ay!, cruel veneno de nuestra vida, °ay!, peste de nuestra amistad.
LXXVIII Galo(318) tiene dos hermanos, de los cuales uno tiene una esposa muy atractiva,
el otro un hijo atractivo. Galo es un hombre primoroso, pues une dulces amores, cuando
acuesta con el muchacho primoroso a la muchacha primorosa. Galo es un idiota, y no cae
en la cuenta de que Èl es un hombre casado que, en su faceta de tío, llega a mostrar el
adulterio a costa de un tío.
LXXVIII a(319)
... Pero ahora lamento esto: que tu sucia saliva haya meado los besos puros de una
muchacha pura. Pero eso no te lo vas a llevar sin castigo: pues todos los siglos te conocerán
y la vieja fama dirá quÈ clase de hombre eres.
LXXIX Lesbio(320) es guapo. øCómo no? A Èl Lesbia lo prefiere antes que a ti y a toda tu
familia, Catulo. Y, sin embargo, que ese guapo ponga en venta a Catulo con su familia si ha
encontrado tres besos de sus conocidos.
LXXX øQuÈ voy a decir, Gelio(321), de por quÈ esos rosados labios tuyos se vuelven más
blancos que la nieve de invierno, cuando de maÒana sales de casa y cuando la hora
octava(322) te saca de la muelle tranquilidad en los días largos?
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No sÈ quÈ hay de cierto: øo es verdad lo que susurran las habladurías de que tÿ devoras la
crecida tiesura de la entrepierna de un hombre? Es cierto, sí: lo gritan los costados, rotos,
del pobrecito Víctor(323) y tus labios marcados con suero ordeÒado.
LXXXI øEs que entre tanta gente, Juvencio(324), no pudo haber ningÿn hombre guapo del
que te fueras tÿ a enamorar, en vez de este huÈsped tuyo, del moribundo lugar de
Pisauro(325), más pálido que una estatua amarillenta? Ese que ahora es tu delirio, a quien
te atreves a anteponer a mí: no sabes lo que haces haciendo eso.
LXXXII Quintio(326), si quieres que Catulo te deba sus ojos o algo, si lo hay, más querido
que sus ojos, no le arrebates lo que le es mucho más querido que sus ojos o lo que pueda ser
más querido que sus ojos.
LXXXIII Lesbia, en presencia de su marido(327), echa un montón de pestes contra mí:
eso a ese insensato le produce la máxima alegría. °Mulo!, no te enteras de nada: si, por
haberse olvidado de mí, callase, estaría curada; en realidad, como gruÒe e injuria, no sólo
se acuerda de mí, sino, lo que es mucho más revelador, está encolerizada: o sea, se quema y
lo cuenta.
LXXXIV Jarto(328) cuando quería decir harto y por hambre jambre, decía Arrio(329), y
pretendía que había hablado maravillosamente cuando había dicho jarto cuanto más podía.
Creo que así hablaba su madre, así su tío por parte de madre, así su abuelo materno y su
abuela.
Desde el momento en que lo enviaron a Siria, los oídos de todo el mundo habían
descansado. Esas mismas palabras las oían suave y ligeramente pronunciadas y no temían
para sí tamaÒas barbaridades en adelante, cuando, de repente, se anuncia una noticia
horrible: el mar Jónico, tras haber ido Arrio hasta allí, ya no es Jónico sino Jojónico.
LXXXV Odio y amo. Por quÈ hago eso acaso preguntas. No sÈ, pero siento que ocurre y
me atormento.
LXXXVI Quintia(330) es para muchos hermosa, para mí deslumbrante, alta, bien plantada;
eso es así cosa por cosa, yo lo confieso. Pero digo que en conjunto no es hermosa:
pues ningÿn encanto, ni una pizca de sal hay en un cuerpo tan grande.
Lesbia es hermosa y es, no sólo bellísima toda entera, sino que, ÿnica como es, arrebató a
todas todos los atractivos.
LXXXVII Ninguna mujer puede decir que la han querido de verdad tanto como yo te he
querido a ti, Lesbia. No hubo nunca en ningÿn pacto una lealtad tan grande como la que yo
he puesto de mi parte en mi amor por ti.
LXXXVIII øQuÈ hace, Gelio(331), el que se quita los picores con su madre y su hermana y
pasa la noche en vela con la tÿnica quitada? øQuÈ hace el que no deja ser marido a su tío?
øSabes quÈ gran delito precisamente comete? Comete uno tan grande, Gelio, que ni la
lejana Tetís ni OcÈano(332), el padre de las Ninfas, pueden lavarlo:
pues no hay delito que vaya más lejos ni aun devorarse uno a sí mismo con la cabeza gacha.
LXXXIX Gelio(333) está consumido: øcómo no? Si a Èl le vive una madre tan buena y tan
robusta, y una hermana tan atractiva, y un tío tan bueno, y todo su entorno está tan lleno de
primas mozas, øcómo va a dejar de estar demacrado? Aunque no atiente más que lo que no
está permitido tentar, encontrarás todas las razones que quieras de por quÈ está magro.
XC Que nazca un mago de la nefanda unión de Gelio(334) y su madre y aprenda el arte
adivinatoria persa: pues es forzoso que se engendre un mago de una madre y su hijo, si es
verdad la sacrílega religión de los persas(335), para que ese hijo(336)
venere a los dioses con plegarias rituales mientras derrite en las llamas un grasiento
redaÒo.
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XCI Gelio(337), no esperaba que tÿ fueras a serme leal en este desgraciado amor mío, en
este perdido amor, porque te conociera bien o te considerara firme o capaz de apartar tus
pensamientos de un vergonzante ultraje, sino porque veía que no eran ni tu madre ni tu
hermana aquellas cuyo gran amor me comía; y, aunque me unía a ti un trato profundo,
había creído que eso no era para ti razón suficiente. Tÿ sí lo consideraste suficiente: sólo
encuentras satisfacción en cualquier clase de daÒo donde hay algo de crimen.
XCII Lesbia siempre echa pestes contra mí y no calla nunca: °que me muera si Lesbia no
me quiere! øPor quÈ seÒal lo conozco? Porque otras tales son las mías: la maldigo todos
los días, pero °que me muera si no la quiero(338)!
XCIII No me afano nada en absoluto, CÈsar, en querer agradarte ni en saber si eres hombre
blanco o negro(339).
XCIV ìMinga(340) se dedica a la jodienda.î Claro, a la jodienda se dedica la minga.
…se es el dicho: ìLa propia olla escoge las legumbres.(341)î XCV La Esmirna(342) de mi
Cina, por fin despuÈs de nueve siegas desde que la comenzó y despuÈs de nueve inviernos,
se ha publicado, mientras Hortensio(343)
entretanto ha compuesto quinientos mil versos en uno solo.
La Esmirna llegará hasta lo más profundo de la honda corriente del Sátraco(344); por
mucho tiempo los encanecidos siglos leerán la Esmirna. Pero los Anales de Volusio
morirán a las puertas mismas de Padua(345) y con frecuencia servir án de flojas envolturas
a las caballas.
Que me queden en mi corazón los pequeÒos monumentos de mi amigo y que la gente
disfrute del hinchado Antímaco(346).
XCVI Si a los mudos sepulcros puede llegar, Calvo, de nuestro dolor algo grato o
bienvenido, con quÈ aÒoranza recordamos los antiguos amores y lloramos las amistades
perdidas de antaÒo, con toda seguridad Quintilia no siente tanto dolor por su muerte
prematura como gozo por el amor que le muestras(347).
XCVII °Que los dioses me asistan! No creí que tuviese importancia alguna distinguir entre
oler la boca o el culo de Emilio(348). No más limpio Èste, no más sucia aquÈlla, pero acaso
el culo es más limpio y mejor, pues no tiene dientes; y la boca(348 bis)
tiene unos dientes de pie y medio, unas encías de carro viejo y además una abertura tan
ancha como suele tener el coÒo una mula cuando mea en la calorina. øY Èste se folla a
muchas y se hace el guapo, y no se le manda al molino ni de asno(349)? Y la mujer que lo
atienta, øno vamos a creer que Èsa es capaz de lamer el culo de un verdugo enfermo?
XCVIII Contra ti, si contra alguien, podrido Victio(350), puede decirse eso que se dice a
los charlatanes y a los fatuos: que con esa lengua, si se te llegara el caso, podrías lamer
culos y sandalias de cuero basto. Si quieres perdernos totalmente a todos nosotros, Victio,
abre la boca: lograrás completamente lo que deseas.
XCIX Te robÈ, mientras jugabas, Juvencio(351) de miel, un besito más dulce que la dulce
ambrosía(352). Pero no me lo llevÈ impunemente, pues, más de una hora, recuerdo haber
estado clavado en lo alto de una cruz mientras me justifico ante ti sin poder, con mis
lágrimas, amenguar un poquito tu crueldad. Pues, en cuanto te besÈ, te enjugaste con todos
los dedos los labios anegados de gotas, para que no quedara rastro alguno de mi boca, como
si fuera la sucia saliva de una sucia puta.
Además, no tardaste en entregarme, pobre de mí, a las torturas de Amor y de atormentarme
por todos los medios, para que, de ambrosía, se me transformara inmediatamente aquel
besito en más amargo que el elÈboro(353) amargo. Ya que ofreces este castigo a mi amor
desdichado, nunca ya en adelante te robarÈ besos.
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engaÒando es una acción peor que la de una prostituta avara que se prostituye con su
cuerpo entero.
CXI Aufilena(371), vivir contenta con un solo hombre, de las casadas es gloria de
privilegiada distinción; pero acostarse con cualquiera y cuanto se quiera es mejor que el que
tÿ, como madre, engendres primos de tu tío.
CXII Muy hombre eres, Nasón(372), pero no es contigo muy hombre el que se te agacha:
Nasón, eres tambiÈn un gran mamón(373).
CXIII En el primer consulado de Pompeyo(374), dos, Cina(375), frecuentaban a
Mecilia(376); ahora, en su segundo consulado, siguen los dos, pero han crecido en mil por
cabeza. °Fecunda en adulterio la semilla!
CXIV A tu fronda de Firmo(377), Minga(378), se la tiene, no sin razón, por rica, porque
hay en ella tantas cosas magníficas: caza, toda clase de peces, prados, sembrados y
animales salvajes. En vano: con los gastos sobrepasa las ganancias. Por eso, que sea rica, lo
admito, si todo le falta. Elogiemos la fronda, con tal de el dueÒo sea un indigente.
CXV Minga(379) tiene unas treinta yugadas(380) de prado, cuarenta de sembrados, el resto
son aguas. øCómo no va a poder superar a Creso(381) en riquezas Èl, que posee en un solo
terreno tantas cosas buenas: prados, sembrados, enormes bosques y sotos y pantanos que
llegan hasta los hiperbóreos(382) y el mar OcÈano(383)?
Grande es todo esto; pero mucho más grande es el dueÒo: no es un hombre, sino una gran
minga amenazante.
CXVI A pesar de buscar una y otra vez para ti, con empeÒado ánimo de cazador, versos
que poder enviarte del Batíada(384), con los que te ablandaras conmigo y no trataras de
lanzar contra mi cabeza constantemente dardos hostiles, ahora veo que me tomÈ ese trabajo
en vano, Gelio(385), y que desde ese momento no han servido mis ruegos. Por contra, evito
esos dardos tuyos con el manto, pero tÿ, atravesado por los míos, llevarás tu castigo.
6.- NOTAS A LA TRADUCCIÓN
1.- Normalmente los libros eran de papiro, en su escritura se utilizaba la tinta, y se
arrollaban (de ahí el nombre uolumen, de la misma raíz que el verbo uoluere) alrededor de
una varilla de madera o marfil (umbilicus). Con la piedra pómez se alisaban los extremos
del papiro. El título se escribía en el extremo de una cinta o correa (lorum).
A veces la varilla de madera o marfil iba rematada en sus extremos con una especie de
borlas (cornua).
2.- Se trata de Cornelio Nepote, compatriota y amigo de Catulo, nacido alrededor del aÒo
100 a.C., a quien el poeta dedica su libro. Aquí se alude a su primera obra, hoy perdida,
titulada Chronica, obra de cronología general griega y romana cuyas noticias llegaban
incluso hasta la Època de Nepote.
3.- La invocación o patrona uirgo (ì°oh doncella protectora!î) la hace el poeta como
encomienda del libro a las Musas. Esta invocación, en la Època literaria, es una mera
fórmula (vid. Eneida I, 8, donde Virgilio reclama la ayuda de la Musa) que recuerda la que
usaban los cantores de la poesía Èpica cuando se disponían a recordar y cantar miles de
versos.
4.- TambiÈn en el fragm. 1 (Lobel-Page) de Safo (Himno a Afrodita) aparecen los
gorriones tirando del carro de la diosa. Parece ser que los antiguos relacionaban el gorrión
con el amor.
5.- Alexander Guarinus, editor renacentista (Venecia, 1.521) escribió al lado del ÿltimo
verso del poema II y antes del IIa: Detrás de este poema, en un manuscrito muy antiguo y
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escrito a mano, sigue un enorme fragmento. G. Friedrich (l.908) y Schmid (l.974) creen que
deben unirse el poema XIVa y el IIa. La mayor parte de los filólogos cree que deben
separarse el poema II y el IIa (Èste como fragmento). Los manuscritos no aclaran si van
juntos o separados.
6.- Se trata de Atalanta, joven que se mantuvo virgen y se dedicó a cazar en los bosques;
participó además en importantes hazaÒas. Como no quería casarse, para alejar a sus
pretendientes, anunció que sería su esposo el que fuera capaz de vencerla en la carrera, con
la condición de que, si resultaba ella vencedora, mataría a su rival. Tras la muerte de varios
de sus pretendientes, apareció Hipómenes (segÿn otras versiones, Melanión), que traía unas
manzanas de oro que le había dado Afrodita; Èste, cada vez que iba a ser alcanzado por
Atalanta, arrojaba una manzana, y de esta manera la venció.
7.- Platón habla de dos Afroditas, una Urania (ëCelesteí) y otra Pandemo (ëVulgarí) a las
que corresponden dos Amores (cf. el discurso de Pausanias de Banquete 180-181).
Pero quizá aquí Catulo simplemente aluda a todo lo que está relacionado con el amor,
representado por el nombre de sus dioses.
8.- En las creencias populares, es el demonio de la muerte, apenas diferenciado de los
Infiernos. Poco a poco se identificó con el griego Plutón.
9.- El poema entero contrasta totalmente con el II: en aquÈl, juegos y alegría; en Èste,
muerte y llanto.
10.- En latín, phaselus: especie de bajel que no se aventuraba a viajes largos más que en
buen tiempo. Los barcos de uso exclusivo de viajeros eran, además de los phaseli, las
uictoriae y las orariae (estos ÿltimos así llamados porque hacían viajes costeros).
Catulo dedica a Cástor y a Pólux la barca en que hizo la travesía desde Bitinia a Italia.
11.- Los lugares que se mientan son las etapas del viaje de Catulo enumeradas al revÈs: el
Adriático (E. de Italia), las islas Cícladas y Rodas (en el Egeo, al E. de Grecia), la
Propóntide Tracia (mar de Mármara), el golfo del Ponto (mar Negro), el Citoro (monte de
la región de Paflagonia, al E. de Bitinia), Amastris (ciudad a los pies del Citoro, en la
frontera misma con Bitinia).
12.- Aparecen aquí Cástor y Pólux, los Dioscuros, el primero de ellos hijo de Tindáreo y el
segundo de Zeus, ambos, hijos de Leda. Son hermanos de Helena y Clitemnestra, y
protectores de la navegación.
13.- Aparece por vez primera el sobrenombre de la amada de Catulo. Con este sobrenombre
parece, muy probablemente, que el poeta alude a Clodia, hermana del tribuno Publio Clodio
Pulcro y casada con Quinto Metelo CÈler (pretor en el 63 a.C., gobernador de la Galia
Cisalpina en el 62, cónsul en el 60, que murió en el 59). Esta mujer pertenecía a la gens
Claudia; por consiguiente, era de una familia de rancio abolengo.
14.- El as, de bronce, era la moneda de valor más bajo. Las expresiones como ëvalorar en
un así equivalen a las nuestras del tipo ëimportar un bledoí.
15.- Es la traducción del latino inuidere. Los romanos creían en el mal de ojo; si alguien
conocía el nÿmero de las cosas (como aquí el de los besos), podía, por envidia, causar dicho
mal.
16.- Es un personaje sin identificar amigo de Catulo.
17.- La mayor parte de los perfumes que llegaban a Roma procedían de Oriente (sobre
todo, de Siria y de Arabia).
18.- Elijo la variante textual nam nil stupra ualet.
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37.- Es un hermano de Asinio Polión (a quien se alude un poco más adelante), el amigo y
protector de Virgilio. ìMarrucinoî es el apodo de este individuo; con dicho apodo Catulo
indica que Asinio no procedía de la Urbe (efectivamente, los marrucinos eran de la región
del Samnio oriental) y, de paso, seÒala el carácter grosero de este hombre.
38.- He traducido lintea como ìservilletasî y, más adelante en este mismo poema, sudaria
como ìtelasî. Parece ser que las palabras linteum y sudarium aluden a la misma cosa
(servilleta o paÒuelo), pero la primera hace referencia al tipo de tela (ëde linoí), mientras
que la segunda alude a la utilización de dicha tela (ësecarí, ëenjugarí). Los romanos trajeron
de Egipto, Siria y Cilicia materias para confeccionar los vestidos: una era el lino, que se
apropiaron las mujeres para sus vestidos interiores y que, en la ÿltima Època de la
Repÿblica, tambiÈn usaban algunos jóvenes; los romanos de la alta sociedad lo usaban
ÿnicamente para sus paÒuelos de bolsillo (sudariola). Linteolum, linteum son palabras
genÈricas que, segÿn el contexto, pueden significar ëservilletaí, ëtrapoí, ëmoqueroí, etc.
TambiÈn se usan los tÈrminos sudariolum y orarium.
39.- Era la moneda de más alto valor.
40.- De nuevo este nÿmero en uso hiperbólico (cf. IX y XI).
41.- Traduzco mnemosynum por ìsouvenirî para poder mantener una cierta equiparación
entre una palabra griega usada en el latín con una palabra francesa usada en el castellano.
42.- SÈtabis, la actual Játiva, era famosa en la Antig¸edad por sus tejidos.
43.- Para estos personajes, vid. nota 24.
44.- Vid. nota 24.
45.- Los romanos hacían tres o cuatro comidas al día: ientaculum: tomado como desayuno,
consistía en un poco de pan mojado en vino o rociado de aceite y sal y untado de ajo; a
veces tomaban miel, leche, huevos, fruta fresca o seca. Prandium: se hacía al mediodía;
consistía en una colación ligera de cualquier cosa que hubiera sobrado del día anterior.
Merenda: solían tomarla los trabajadores del campo para hacer una parada en mitad de la
tarde. Cena: era la comida principal; tenía lugar al final de la jornada, sobre las cuatro de la
tarde; podía alargarse mucho porque durante ella, además de comer y beber, los comensales
charlaban, escuchaban lecturas o se enteraban de las novedades y los acontecimientos
pÿblicos.
46.- Vid. nota 7.
47.- Es G. Licinio Calvo, famoso orador, del mismo círculo literario que Catulo y amigo
íntimo suyo.
48.- Vid. nota 144.
49.- Era un cliente de Calvo. Como durante las Saturnales los romanos tenían la costumbre
de hacerse regalos, parece que Sila, por quedar bien con Calvo, le envía una antología de
poetas malos; y Calvo, a su vez, se la envía a Catulo.
50.- Eran unas fiestas en honor de Saturno. Primero se celebraban un solo día (el 19 de
diciembre), luego los días de celebración fueron en aumento. En esos días los romanos
solían felicitarse y hacerse regalos (como se hace hoy en la Època de Navidad); eran fiestas
de continua alegría y de buenas comidas; se gozaba de gran libertad, hasta el punto de que
los esclavos se sentaban a la mesa para que sus amos les sirvieran.
51.- Son poetastros.
52.- ìPieî hace tambiÈn alusión al pie mÈtrico.
53.- El manuscrito V lo une con el poema anterior. Los filólogos Guarinus y Avantius (s.
XVI) lo consideraron ya como fragmento. Schmid (1.974) pone el IIa detrás de Èste.
54.- Vid. nota 33.
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55- Quizá se trate de Juvencio, joven amado por Catulo, que aparece en varios poemas (vid.
nota 73).
56.- En la Antig¸edad se aplicaba a los adÿlteros diversos castigos, entre ellos el de la
raphanidosis (Aristófanes, Nubes 1.083: Y, øquÈ tal si por hacerte caso le meten un rábano
por el culo y lo afeitan con ceniza?) y el de la introducción de mÿjoles por el ano (Escolios
a Juvenal 10, 317: el mÿjol, pez de cabeza grande y cola fina, que solía introducirse por el
ano de los cogidos en adulterio.); con estos castigos se remedaba la actitud del homosexual
pasivo.
57.- Emplea aquí Catulo por primera vez cuatro tÈrminos (todos ellos en los dos primeros
versos del poema) que aparecerán despuÈs en bastantes ocasiones en otros poemas y que
merecen un breve comentario. Dos de ellos son los verbos pedicare e irrumare, los otros
dos los calificativos pathicus y cinaedus (este ÿltimo, por cierto, en la forma cinaediorem,
aparece en X 24, aplicado a una mujer, con un significado diferente al de este poema,
concretamente el de ësinverg¸enzaí).
El tÈrmino pedicare procede del griego paidikós. Irrumare, que vendría a querer decir algo
como ìponer a la tetaî, ìatetarî, proviene de ruma y rumis (ëteta de un animalí), palabras
arcaicas, ya en desuso en la Època de Varrón. Pathicus, transcripción del griego paithikós,
es palabra de la misma raíz que pati y patientia; asimismo, cinaedus es la transcripción del
griego kínaidos (vid. ERNOUT-MEILLET, op. cit. s.v.). Catulo juega con la
contraposición entre los dos primeros tÈrminos, que tienen carácter activo en lo sexual
(pedicare: ëdar por culoí; irrumare: ëdar a mamarí, ëmetÈrsela a otro en la bocaí, contrario
a fellare, en el sentido de que este ÿltimo verbo indica la participación pasiva, en tanto que
el primero la activa), y los dos ÿltimos, pathicus y cinaedus (Èste, que originariamente
significaba ëbailaríní, va a adquirir su definitivo significado del hecho de que mÿsicos y
bailarines ejercían a menudo la prostitución), que se aplican para denominar al homosexual
pasivo. La intención de Catulo es dejar claro, mediante las amenazas, puramente verbales,
de la pedicatio y la irrumatio a Aurelio y a Furio, que Èl es -digamos- el activo y los otros
dos los pasivos; lo cual no está de más si tenemos en cuenta que entre los romanos libres lo
mal visto, en lo referente a la sexualidad, es la pasividad (vid. BOSWELL, op. cit., nota 20
del capítulo Definiciones y pág.
101 y ss.).
58.- Vid. nota 33.
59.- Clarísima alusión a los poemas de besos a Lesbia (cf. V y VII).
60.- ìColoniaî puede hacer referencia a la ciudad donde nació Catulo, Verona, que quizá en
el 89 a.C., cuando se concede a la Galia Cisalpina el derecho latino, recibiera el título de
colonia romana; de hecho, más adelante, el poeta habla de un paisano suyo. Pero tambiÈn
puede referirse con este tÈrmino a alguna otra ciudad de la región.
61.- Los Salios o Saliares, sacerdotes cuyo nombre está emparentado con salire y salitare
(ësaltarí, ëdanzarí), eran una antigua cofradía consagrada al dios Marte. Celebraban sus
ritos en marzo. Se vestían con tÿnicas bordadas o de pÿrpura, y llevaban un pro- tector de
bronce y en la cabeza unos gorros redondos, rematados en una borla (apex); ceÒían espada;
en la mano derecha llevaban una lanza o una vara con la que golpeaban los escudos. Con
este atavío iban por la ciudad, cantando sus poemas y alabando al dios Marte en medio de
saltos solemnes. Su rito parece que tenía el fin mágico de alejar a los espíritus malignos,
enemigos de la ciudad, del pueblo y de los rebaÒos.
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62.- Los lígures habitaban la parte de la Galia Cisalpina lindante con el Tirreno y quizá
tambiÈn una gran parte del valle superior del Po. Segÿn se desprende del texto, debían de
fabricar hachas o de ser buenos leÒadores.
63.- La laguna que hay entre este poema y el siguiente (es decir, segÿn la numeración, entre
el XVII y el XXI) ha recibido entre los filólogos diversas soluciones. Sobre ello, vid.
aparato crítico.
64.- Cf. XV. Para el muchacho al que se alude en el poema y el tÈrmino irrumatio, vid.
notas 55 y 57 respectivamente.
65.- Vid. nota 51.
66.- Vid. nota 27.
67.- TÈrminos sobre los tipos de libros y su composición: palimpseston: pergamino o
papiro en que se ha borrado lo escrito para volver a escribir encima; cartae: hojas de papiro
o pergamino; libri: no eran como los de ahora, sino, generalmente, rollos de papiro;
umbilici: cilindros de madera o marfil sobre los que se arrollaba el papiro, terminados a
veces en borlas; lora: correas o cintas para atar el rollo, en las que se escribía el título;
membranae pergaminos; plumbum: plomo; pumex: piedra pómez para alisar los extremos
del papiro. (Para las menciones de libros y libreros, vid. los poemas I y XIV y la nota 1).
68.- La traducción ìrefinadoî corresponde a la variante tersius.
69.- Alusión a la conocidísima fábula de las alforjas de Esopo (Haysrath 229, Chambry
303) que luego retomaría Fedro (4, 10).
70.- Vid. nota 33.
71.- La sal es un elemento de amplio simbolismo: representa el cambio tanto físico como
moral y espiritual; el alimento espiritual (como se evoca en la liturgia del bautismo); el
valor de comunión, de lazo de fraternidad, de incorruptibilidad (que se encuentra entre los
hebreos). Entre los antiguos griegos y romanos, como tambiÈn entre hebreos y árabes, la
sal es el símbolo de la amistad, de la hospitalidad, porque se comparte, y de la palabra dada,
porque su sabor es indestructible (vid. CHEVALIER- GHEERBRANT, op. cit. s.v.).
Entre los romanos debía de ser muy importante el cuidado de la sal y de los saleros. Así,
Horacio, Odas II, 16, 13-14: Vive bien con poca cosa aquel en cuya sobria mesa brilla el
salero de sus padres (traducción de Vicente Cristóbal López, Epodos y odas, Alianza
Editorial, Madrid 1.985). En Plauto, Persa, 266-267 encontramos: Porque no deja de tener
gracia, al fin y al cabo, hincarles bien el diente a esos requeteavaros, vejestorios, roÒosos,
de penosa vida, que guardan bajo llave el salero con la sal a buen recaudo de los esclavos
(traducción mía).
72.- El sestercio era una moneda de plata equivalente a dos ases y medio.
73.- Lo ÿnico que se sabe de los Juvencios es que procedían de Tÿsculo y quizá tambiÈn de
Verona; era una familia vieja y distinguida. Aquí el poeta hace referencia a un joven amado
por Èl, Juvencio, que aparece en varios poemas: en unos, al parecer, como ìmuchachoî (cf.
XV y XXI); y en otros con su nombre (cf. XLVIII, LXXXI y XCIX).
74.- Rey de Frigia, hÈroe de varias leyendas populares, la más conocida de las cuales es la
del don que le concedió Dioniso, como recompensa por haber reintegrado a Sileno a su
sÈquito, que consistía en convertir todo lo que tocase en oro.
75.- Clarísima alusión a Furio y en los mismos tÈrminos que en el poema XXIII. Para este
personaje, vid. nota 33.
76.- Personaje desconocido, que, por la forma en que Catulo se dirige a Èl, parece de baja
condición social (cf. el tono de este poema con el del XII).
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89.- Con este apelativo, el poeta puede querer indicar en general la degeneración de lo
romano. Pero, además, bien puede dirigírselo a CÈsar, al que un poco más adelante llama
ìgeneral sin igualî (imperator unice), epíteto que probablemente usaban los partidarios de
CÈsar y con el que Catulo busca la ironía (cf. LIV).
90.- Adonis representa la juventud y la belleza.
91.- Son, respectivamente, CÈsar y Pompeyo, quienes habían emparentado por el
matrimonio de Julia, hija de CÈsar, con Pompeyo.
Para la traducción ìdueÒos y seÒoresî he utilizado la variante o potissimei.
92.- Hay que entender que ha tenido una relación amorosa con Catulo y que la ha roto. Para
Alfeno, vid. nota 27.
93.- En latín Fides, que es la personificación de la Palabra Dada. Se la representa como una
anciana con cabello blanco, más vieja que el propio Jÿpiter, con lo que se pretende indicar
que el respeto a la palabra dada es el fundamento de todo orden social y político.
94.- Es una pequeÒa localidad situada en una península que se adentra en el lago de Garda,
donde Catulo tenía una quinta. Está muy cerca de Verona (vid. nota 104).
95.- Neptuno es el dios del elemento hÿmedo. En la tradición romana, Neptuno tenía una
páredro llamada Salacia (personificación del agua salada) o Venilia (madre de Turno,
divinidad que representa el agua que llega a la orilla). Puede ser que al decir ìlos dos
Neptunosî el poeta quiera hacer referencia al agua salada y a la dulce.
96.- El poema lo escribe Catulo a su regreso de Bitinia (vid. nota 28).
97.- La lectura Lydiae (corregida, entre otras cosas, como limpidae: ìcristalinasî) puede
tener el sentido de que la región del lago de Garda perteneció al imperio etrusco, pueblo al
que se atribuía un origen en Lidia.
98.- Sobre este nombre hay muchas conjeturas, la más aceptada de las cuales es Ipsitilla,
que podría ser un diminutivo afectivo de ipsa en el sentido de ëdueÒaí, ëseÒo- raí (al
parecer, los esclavos llamaban al amo ipsimus o ipsisimus. Para esto, vid. Historia de la
vida privada. Taurus. Madrid 1.987. Tomo 1, pp. 71-72).
99.- La tÿnica es el vestido interior de hombres y de mujeres; al principio sin mangas, luego
con ellas hasta el codo y despuÈs hasta las manos; sólo tenía aberturas para meter la cabeza
y los brazos. Para manto, vid. nota 78.
100.- Personajes desconocidos.
101.- En el amor homosexual (que en Grecia se realizaba entre un hombre mayor y un
muchacho libres, y en Roma estaba bien visto sólo con esclavos o prostitutos), el
muchacho, cuando empezaba a hacerse hombre, dejaba de interesar (vid. CANTARELLA,
op. cit., pp. 58 y ss.). Aquí se indica que el hijo de Vibenio es un prostituto.
La homosexualidad con prostitutos parece ser que era habitual en la Roma republicana; de
hecho, el 25 de abril se celebraba la fiesta de los prostitutos (y el 26 la de las prostitutas).
Eran un producto de lujo por el que se llegaba a pagar mucho dinero (vid. CANTARELLA,
op. cit., pág.. 136 y ss.). Al decir aquí Catulo que los servicios del hijo de Vibenio no valen
ni un as (vid. nota 14), el desprecio por este sujeto es todavía mayor.
102.- Esta composición es un himno a Diana, no se sabe si para cantar en pÿblico o como
mero ejercicio poÈtico.
Hay que observar, en primer lugar, la identificación entre la Diana romana y la ¡rtemis
griega. ¡rtemis, hija de Leto (Latona, entre los romanos), es la hermana gemela de Apolo.
El parto de Leto, cansada de errar por toda la tierra por la persecución de Hera, se produjo
en una isla flotante a la que Apolo, agradecido, dio el nombre de Delos (ëla brillanteí); Leto
parió al lado de una palmera o de un olivo (como dice aquí Catulo), primero a ¡rtemis y
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luego, con ayuda de Èsta, a Apolo. En el mundo griego el más cÈlebre santuario de ¡rtemis
era el de …feso, donde esta diosa había asimilado una antiquísima divinidad asiática de la
fecundidad (a lo que alude Catulo al tratarla de SeÒora de la Naturaleza).
Los antiguos interpretaron a ¡rtemis como personificación de la Luna, que anda errante por
las montaÒas, al tiempo que consideraron generalmente a Apolo como personificación del
Sol.
El epíteto Lucina, uno de los muchos aplicados a Juno, se utilizaba cuando se aludía a su
función de presidir los nacimientos: en esto recuerda a la ¡rtemis griega.
El epíteto Trivia (de triuium: ëencrucijadaí), aplicado a Diana/¡rtemis, procede de la
confusión de Èsta con HÈcate, diosa de la magia, que, como tal, preside las encrucijadas, en
las que se levanta su estatua en forma de una mujer de triple cuerpo o tricÈfala.
La diosa Luna quedó, desde muy pronto, asimilada a Diana. En cuanto a ìsu luz prestadaî,
se refiere el poeta a la que la luna recibe del sol, hecho que habían ya observado los
antiguos.
103.- Parece que se trataba tambiÈn de un poeta neotÈrico. No hay más datos sobre Èl.
104.- Verona es la patria de Catulo; pertenecía a la Galia Traspadana. La ciudad de Como
la Nueva estaba junto al lago Lario, que actualmente se llama lago de Como (tambiÈn,
como Verona, al N. de Italia).
105.- El poema de Cecilio quizá tuviera ese título o el de Gran Madre. La SeÒora de
Díndimo es Cibeles (vid. nota 194).
106.- Se hace referencia a Safo como mujer culta, muy conocida y apreciada en la
Antig¸edad, y especialmente querida por los poetae noui. RecuÈrdese que Catulo hace una
traducción en el LI de un poema de Safo (vid. nota 142).
107.- Volusio, del que no se tienen más datos que los de aquí y los del poema XCV, al
parecer escribió unos Anales cuyo precedente literario sería Ennio.
108.- Se trata de Vulcano, identificado con el griego Hefesto, dios cojo de nacimiento,
segÿn una versión; segÿn otra, Zeus lo arrojó desde el Olimpo porque, en una disputa con
Hera, Hefesto salió en defensa de su madre. Es el dios del fuego; por eso Lesbia le ofrece
los escritos del peor de los poetas: para que ardan.
109.- La diosa nacida en el mar es Venus, identificada con Afrodita. Aquí Catulo utiliza la
versión hesiódica, segÿn la cual Afrodita nació en el mar de la espuma surgida alrededor de
los genitales de Urano tras la castración que Èste sufrió por mano de su hijo Crono.
Se hace enumeración de los santuarios más importantes del culto a Venus:
Idalio (vid. LXI 17 y LXIV 96), Amatunte y Golgos, en Chipre; Urio y Ancona, en Italia;
Cnido, en Asia Menor; Dirraquio, en Iliria.
110.- En píleo era un gorro o casquete más o menos alto y redondeado en la punta; el de los
sacerdotes se confeccionaba con la piel de la víctima inmolada; los esclavos lo toman en el
momento de su liberación, con lo cual pasa por ser un símbolo de libertad. A Cástor y
Pólux (vid. nota 12) se los representaba armados de lanza y tocados con el píleo; en Roma
su templo estaba en el Foro, y la taberna de que trata el poema está situada nueve columnas
más allá de dicho templo.
111.- En este poema Catulo hace un juego de palabras con sedetis (v. 6): ìestáis sentadosî,
sessores (v. 8): ìespectadoresî y consedit (v. 14): ìse sientaî; tÈrminos todos que, tanto en la
literatura latina como en la lengua popular, seÒalan la postura erótica de ëmontar a otroí.
Respecto a la palabra sopio (v. 10), traducida aquí como ìpichasî, no se ha precisado
definitivamente su significado; WALDE-HOFMANN, Lateinisches Etymologisches
Wˆrterbuch, Heidelberg 1.938-1.956 la relacionan con el sánscrito sápah, equivalente de
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penis y uulua; ERNOUT-MEILLET op. cit. s.v. seÒalan que es una palabra de significado
oscuro, que se interpreta como penis y que se relaciona con prosapia (ëdescendenciaí,
ëgeneracióní). ADAMS, op. cit., pp.64-65, apunta que la frase donde aparece esta palabra
podría ser una amenaza: hacer representaciones de falos como seÒal de desprecio o como
un signo apotropaico usado de forma hostil contra alguien.
112.- De la península IbÈrica, tierra muy abundante en conejos, procedía este tal Egnacio,
que debió de ser un rival de Catulo en su relación con Lesbia. Contra Èl y sus costumbres
(la de lavarse los dientes con orina, que, al parecer, era una medida terapÈutica entre los
iberos: vid. Diodoro Sículo 5, 33, 5 y Estrabón, Iberia 3, 4, 16)
dirige Catulo furibundos ataques.
113.- Amigo de Catulo y poeta de su mismo círculo literario.
114.- Simónides de Ceos (556-468 a.C.) desarrolló su labor poÈtica en su isla natal, en la
corte del tirano Hipias de Atenas y en la de Hierón de Siracusa, ejerciendo la poesía como
profesión. Cultivó muchos gÈneros, pero es famoso por los epigramas destinados a
conmemorar acciones bÈlicas de los griegos y por sus trenos (como el fragmento de la
composición de Dánae y Perseo en el mar: PMG 543).
115.- Vid. nota 112.
116.- Enumeración geográfica bastante detallada, que parte de Roma, pasa por los sabinos y
los tiburtinos, ambos muy próximos a Roma; los umbros, cuya región se sitÿa al N. del
Lacio, entre Etruria y el Piceno; los etruscos, al NO. del Lacio; los lanuvinos, del Lacio; y
termina en la tierra de Catulo, la Galia Traspadana, llamada así por estar al otro lado del Po
(Padus), que dividía en dos la Galia Cisalpina. A todos estos habitantes de la península
Itálica, de buenas e higiÈnicas costumbres (segÿn el poeta), se opone uno solo con las
suyas: Egnacio, de la península IbÈrica (cf. poema XXXVII).
117.- Es un personaje desconocido. Sólo se sabe de su rivalidad con Catulo, aunque no está
claro si por el amor de Juvencio (vid. nota 73) o por el de Lesbia (vid. nota 13).
118.- Con este nombre se alude, genÈricamente, a cualquier clase de poesía satírica (cf.
XXXVI).
119.- Prostituta amante de Mamurra (vid. nota 87).
120.- Si comparamos esta cantidad con la que pedían las prostitutas en Pompeya (dos ases,
cinco ases..., segÿn testimonian los graffiti), la suma que pide Ameana es desorbitada.
Sobre sestercio, vid. nota 72.
121.- Formias es una ciudad del Lacio que perteneció a los volscos. Es la patria de
Mamurra (para este nombre, vid. nota 87).
122.- He elegido la variante propuesta por Friedrich (vid. aparato crítico).
123.- Este poema, de hecho, está escrito en endecasílabos falecios, versos que, como
bastantes otros de la mÈtrica eolia, se utilizan por primera vez en latín en la poesía de
Catulo.
124.- Con ìboca de cachorro galoî puede entenderse a la vez que esta mujer se ríe
exageradamente, abriendo mucho la boca, y que es de la Galia.
125.- Las alusiones indican que se trata de Ameana y de Mamurra (cf. XLI y vid. notas 87,
119 y 121).
126.- Los romanos llamaban la provincia a la parte de la Galia que actualmente es
Provenza, aunque aquí puede querer decir, simplemente, tu tierra.
127.- La Sabina es una antigua comarca de la Italia central, al NE. de Roma, comprendida
entre los Abruzos, la Umbría, el Tíber y el Anio, que la separaba de la Etruria y del Lacio.
Tíbur (actual Tívoli), en el Lacio, estaba situada al NE. de Roma y a orillas del río Anio. La
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finca de Catulo estaba en Tíbur, pero, seguramente, en el límite con la Sabina; como en
Tíbur pasaban el verano las familias nobles romanas, llamar a la finca ìtiburtinaî es como
llamarla aristocrática, mientras que con ìsabinaî lo que hacen es desdeÒarla.
128.- Se menciona aquí a Publio Sestio, tribuno de la plebe en el 57 a.C. y defendido por
Cicerón en el Pro Sestio en el 56. Y tambiÈn a Ancio, quizá Gayo Ancio, autor de la lex
Antia contra los gastos suntuarios en los banquetes.
129.- La infusión de ortigas se usaba como remedio contra los catarros (cf. Celso 4, 10, 4;
Plinio el Viejo, Historia natural 22, 33).
130.- Los nombres de Septimio y Acme pueden ser ficticios o no. Acme está tomado del
griego akmÈ, palabra que se utiliza para designar ëla flor de la vidaí.
131.- Amor, representación del dios Cupido, bendice con su aprobación las palabras de los
amantes. En general, y tambiÈn entre los antiguos, el estornudo es un signo agorero. Entre
los lapones se da la creencia de que el estornudo puede expulsar el alma del cuerpo: por eso
tienen la costumbre de desear buena suerte al que acaba de estornudar. En ciertas tribus
africanas estornudar cuando alguien habla significa que la divinidad aprueba; estornudar de
repente, en medio de un silencio general, es una seÒal de buen augurio. El estornudo
simboliza una manifestación de lo sagrado para aprobar o castigar, a travÈs de su
brusquedad, que marca una ruptura del ëcontinuumí temporal (cf. CHEVALIER-
HEERBRANT, op. cit. s.v.).
132.- Por lo que dice el poeta, las sirias y las britanas debían de ser muy guapas, o tal vez se
las apreciaba por su exotismo.
133.- Es el viento del O., suave y tibio, que anuncia la primavera. TambiÈn se le llama
ìfavonioî (cf. XXVI).
134.- Frigia, región de Asia Menor donde estaba Troya, limitaba con Bitinia (vid. nota 28),
cuya capital era Nicea.
135.- En recuerdo de los poetas que en ellas nacieron o vivieron, Catulo alude a ciudades
como …feso, Mileto, Colofón, etc., en el continente; Mitilene, en la isla de Lesbos; Rodas,
en la isla de Rodas.
136.- Son dos subordinados de Pisón (vid. nota 84), como tambiÈn lo fueron Fabulo y
Veranio (vid. nota 24), los amigos de Catulo. Algunos comentaristas han seÒalado que
Porcio es G. Porcio Catón, tribuno en el 56 a.C. El hecho de llamarlos ìmanos izquierdas de
Pisónî es porque Èste los utilizaba para sus robos.
137.- El tÈrmino uerpus (traducido como ìdespellejadoî), aplicado aquí a Pisón, puede
sugerir la imagen de Èste como figura itifálica que amenaza metafóricamente a sus
subordinados con la pedicatio o la irrumatio (cf. XVI, vid. nota 57). Verpus parece reunir
tres significados: el de circuncidado, el de pene con el pellejo hacia atrás como resultado de
la erección y el de alguien con una excesiva actividad sexual (vid.
ADAMS, op. cit., págs. 13-14).
Príapo, dios asiático, generalmente considerado hijo de Dioniso y Afrodita.
Se le representaba en forma de un personaje itifálico cuya misión era guardar viÒas y
jardines. Tenía como atribución esencial desviar el mal de ojo y anular los maleficios de los
envidiosos que trataban de perjudicar las cosechas. Como símbolo de fecundidad servía de
ejemplo por magia simpática a las plantas del jardín donde se encontraba.
138.- Vid. nota 73.
139.- Se trata, naturalmente, de Cicerón. Puede ser que Catulo le dÈ sinceramente las
gracias por algÿn favor recibido de Èl; pero, además, se puede sentir la ironía del poeta
cuando dice de sí mismo ìel peorî, pues Catulo, como representante de los poetae noui y de
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la poesía de corte alejandrino, no era del agrado de Cicerón (en Tusculanas III, 19, por
ejemplo, los llama despectivamente cantores de Euforión, poeta Èste perteneciente a la
escuela alejandrina).
140.- Vid. nota 47.
141.- Personifica la ëVenganza divinaí; es, normalmente, el poder encargado de suprimir
toda ëdesmesuraí. En otros poemas (LXIV 395, LXVI 77, LXVIII 77) aparece bajo el
epíteto de Ramnusia (vid. nota 257).
142.- Excepto la ÿltima parte, en la que Catulo se dirige a sí mismo, este poema es una
traducción del 31 de Safo, que dice así (traducción de A. BernabÈ Pajares):
Me parece que es igual a los dioses // aquel varón que frente a ti // se sienta, y de cerca te
oye // hablarle dulcemente y reír de forma encantadora. Eso, bien es verdad, // me
sobresalta el corazón en el pecho. // Pues así que te miro un instante, ya no me es posible //
decir ni una palabra, sino que la lengua rompe su punta y un sutil // fuego enseguida corre
bajo mi piel. // Con mis ojos no veo nada // y me zumban los oídos.
De arriba a abajo me posee un sudor frío y el temblor // se apodera de mí entera. Estoy más
pálida que el pasto // y me parece que a mí misma poco me falta // para estar muerta.
Pero no hay que arriesgarse a todo, pues tambiÈn a un pobre (...)
143.- La silla curul (sella curulis), una de las atribuciones de los magistrados superiores
(edil curul, pretor, dictador, cónsul, etc.), representaba el poder judicial. Era fija o plegable,
cuadrada y con las patas curvadas; su armazón era de marfil.
La mayor parte de los comentaristas seÒala que este Nonio es L. Nonio Asprenas,
protegido de CÈsar, que en este momento ostentaba alguna magistratura curul.
144.- Es otro de los protegidos de CÈsar, muy atacado por Cicerón y por Licinio Calvo
(vid. nota 47); había ostentado varios cargos, pero el consulado sólo lo consiguió en el 47
a.C., aÒo en que Catulo ya había muerto; por consiguiente, lo que aquí dice el poeta es que
Vatinio jura en falso por un consulado que no tiene, jactándose de conseguirlo
inmediatamente.
145.- Para Calvo, vid. nota 47. Para Vatinio, vid. nota 144.
146.- He traducido el tÈrmino salaputium como ìpichita bravaî, basándome en la
interpretación que hacen algunos en el sentido de que procede de salax-putium (y putium <
praeputium). Esta interpretación, sin embargo, no es del todo clara (sobre esta palabra y
esta cuestión, vid. ADAMS, op. cit., pág. 65).
147.- El texto de este poema presenta, en su transmisión, muchas dificultades. El filólogo
Ellis supone, tras los tres primeros versos (i.e., detrás de ìel pedo de Libón livia- no y
flojoî), una laguna de dos versos, despuÈs de la cual coloca el fragm. 3 de Catulo, que dice:
at non effugies meos iambos (ìpero no escaparás de mis yambosî); luego supone otra laguna
de dos versos, coloca detrás los dos versos referidos a Suficio, otra laguna de un verso y,
finalmente, los dos ÿltimos. Por su parte, Mazzoni coloca el fragm. 3 detrás del ÿltimo
verso.
148.- Los personajes, desconocidos, parecen ser protegidos de CÈsar a quien claramente se
refiere el apelativo irónico ìgeneral sin igualî (vid. nota 89).
La expresión ìviejo recocidoî debió de ser proverbial en Roma, por influencia de la cultura
griega. Alude a las artes mágicas de Medea, la cual prometió rejuvenecer a Pelias
cociÈndolo en una caldera.
149.- Cf. XXXVI y XL y nota 118.
150.- El Campo Menor era, quizá, el que había en la colina del Celio. El Circo puede
referirse al Máximo. El templo de Jÿpiter estaba en la colina del Capitolio. El paseo del
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Grande alude al que había detrás del teatro de Pompeyo (el Grande), inaugurado en el 55
a.C.; este paseo era frecuentado por prostitutas y su clientela.
151.- De este hombre sólo se sabe que era amigo de Catulo.
152.- Se menciona a HÈrcules (Heracles) como paradigma de sufrimiento y penalidades
por los doce trabajos que tuvo que llevar a cabo por encargo de la diosa Hera (vid.
nota 304). Justamente detrás de esta frase muchas ediciones intercalan el poema aquí
numerado como LVIIIa; otras lo intercalan más adelante.
153.- En general los comentaristas dicen que puede ser Valerio Catón, del círculo de los
poetae noui y amigo de Catulo.
154.- La mención de Dione puede ser por identificación de Èsta con Venus/Afrodita, pues,
segÿn algunas tradiciones, Afrodita es hija de ella.
155.- Vid. nota 87.
156.- Quizá sea M. Celio Rufo, rival y sucesor de Catulo en el amor de Lesbia.
Cicerón lo defendió en el Pro Caelio de las acusaciones de su ex-amante Clodia/Lesbia.
157.- Respecto a los problemas filológicos que plantea este poema, vid. nota 152.
158.- El guardián de Creta era un gigante de bronce llamado Talo. Todos los días daba tres
veces la vuelta a la isla para que no saliese de ella ningÿn habitante ni entrase ning ÿn
extranjero sin autorización de Minos.
Pegaso nació, segÿn una tradición, cuando Perseo le cortó el cuello a Medusa.
Es un caballo alado que, al nacer, voló al Olimpo, donde se puso al servicio de Zeus para
llevarle el rayo.
Ladas fue un famoso corredor griego que había triunfado en los juegos olímpicos y cuya
velocidad se había hecho proverbial.
Perseo, hijo de Zeus y de Dánae. De mozo, por orden de cierto rey, tuvo que ir en busca de
la cabeza de Medusa; en esta empresa lo ayudaron Hermes y Atenea, y las Ninfas le dieron
unas sandalias aladas y otros objetos; al cortarle la cabeza a Medusa, surgieron un caballo
alado, Pegaso, y un gigante, Crisaor.
Reso, rey de Tracia que luchó al lado de los troyanos durante la guerra de Troya y dueÒo
de unos velocísimos caballos. Lo mataron Diomedes y Ulises (la captura de los caballos y
la muerte de Reso se narran en Iliada X 438 y ss.).
159.- Para este nombre, vid. nota 151.
160.- No se sabe quiÈnes pueden ser estos personajes.
161.- Al quemar un cadáver tambiÈn se quemaban con Èl los manjares que se ofrecían a los
Manes de los difuntos. En los cementerios trabajaban como incineradores esclavos que iban
con la cabeza medio rapada, en seÒal del castigo al que se les sometía por estar acusados de
graves delitos.
162.- Monstruo marino, oculto en el estrecho de Mesina. La mitad superior de su cuerpo era
de mujer, pero de ingles abajo su cuerpo lo formaban seis perros feroces que devoraban
cuanto encontraban a su alcance (cf. Odisea XII 80-100).
163.- Esta composición es una canción de boda en honor de L. Manlio Torcuato y de Vinia
Aurunculeya. Este gÈnero de canción fue muy cultivado en la poesía alejandrina, y Catulo
y los poetas de su círculo lo rescatan y renuevan. Contiene todos los tópicos del gÈnero:
alabanza de Himeneo, felicitación a los novios, elogios a la novia por su belleza y al novio
por sus virtudes, deseos de que tengan una pronta y feliz descendencia... Además, presenta
algunas características particularmente romanas: el lanzamiento de nueces (de variada
simbología), el rapto de la novia (deductio), las canciones de tono desenfadado y obsceno
(fescennina iocatio), la perpetuación de la gens.
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164.- Himeneo es el dios que preside el cortejo nupcial. Aquí aparece como hijo de Apolo
(que habitaba con las Musas el monte Helicón, en Beocia) y de Urania, una de las Musas.
ì°Oh Himeneo Himen, oh Himen Himeneo!î es un estribillo de invocación que se repite al
final de bastantes estrofas.
165.- Himeneo viene vestido como una novia (el flammeum nuptiale era un velo de color
azafrán con el que la desposada se cubría) y entona las canciones de boda.
166.- La antorcha nupcial es símbolo del matrimonio. En el cortejo nupcial, acompaÒaban
a la novia tres muchachos vestidos con la toga propia de la infancia (praetexta), a los que se
llamaba praetextati: uno llevaba el huso, otro la rueca, símbolos del trabajo domÈstico, y el
tercero una antorcha.
167.- Se trata de Paris, quien, en la disputa entre Hera/Juno, Atenea/Minerva y
Afrodita/Venus por el título de la belleza, dio el premio a Afrodita/Venus.
Idalio (tambiÈn aparece en XXXVI y LXIXV 96) es una ciudad de Chipre, isla en la que
Venus era muy venerada.
168.- Ninfas de los árboles, que nacen con el árbol y comparten su destino.
169.- Aonia es un nombre mítico por Beocia, donde está el monte Helicón; Tespias es una
ciudad vecina a dicho monte. Aganipe es la ninfa de una fuente del Helicón que lleva su
mismo nombre (vid. nota 207).
170.- Vuelve a referirse a Himeneo (vid. nota 164).
171.- La traducción que va desde ìøPor quÈ te entretienes?î hasta ìni a tus piesî responde a
la conjetura de Goold en una laguna de cuatro versos que aparece en las ediciones.
172.- Sobre los nombres de la novia, hay variantes. Aurunculeya aparece tambiÈn como
Arunculeya y Vinia (vid. supra en la traducción) como Junia.
Sobre OcÈano, vid. nota 209.
173.- La traducción ìdigna... marfileÒoî responde a una nueva conjetura de Goold (laguna
de tres versos en las ediciones).
174.- La fescennina iocatio, compuesta en versos amebeos, sin metro determinado, parece
que pudo tener en el ritual nupcial romano la función de alejar el mal de ojo; pero tambiÈn
puede simplemente haber sido una manifestación jocosa, muy punzante y licenciosa, de
felicidad y buen augurio para los esposos. Sobre el origen que los romanos daban a esta
palabra, vid. ERNOUT-MEILLET, op. cit. s.v.
175.- Talasio es la representación del dios del matrimonio. Realmente, es un grito ritual, de
significación oscura, que se profería en el momento en que la joven desposada era
conducida al umbral de la casa del novio.
El reparto de nueces simboliza varias cosas: seÒal de buen ag¸ero (próspera boda,
fecundidad); abandono de la niÒez; y abandono de la relación sexual entre el amo y sus
esclavos, concretamente su esclavo concubino, que es el encargado del reparto (sobre esto
ÿltimo, vid. CANTARELLA, op. cit., págs. 166-167).
176.- Se insiste en lo anterior: el favorito deberá cortarse el pelo, como los demás esclavos,
y empezar a trabajar; el amo tiene que abandonar a sus depilados esclavos (vid.
CANTARELLA, op. cit., pág. 167).
177.- Los viejos, por enfermedad o por costumbre, suelen mover la cabeza como si
estuvieran afirmando algo. En cualquier caso, lo que dice aquí Catulo puede que haya sido
entre los romanos una expresión proverbial.
178.- Al llegar la novia y el cortejo a la casa del novio, Èl entregaba a la mujer aceite para
ungir los goznes de la puerta y un copo de lana, símbolo del trabajo domÈstico.
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Luego Èl le hacía la pregunta: øQuiÈn eres tÿ?, y ella respondía con la fórmula: Donde tÿ
eres Gayo, yo soy Gaya (Vbi tu Caius, ego Caia). Entonces los que la acompaÒaban,
generalmente, la levantaban a peso para que no tocase el umbral con los pies, pues tocarlo
se consideraba de mal ag¸ero. El marido la recibía en un sitial recubierto de pÿrpura,
colocado en el atrio, y allí entregaba a su esposa el agua y el fuego.
179.- Normalmente en el cortejo acompaÒaban a la novia tres muchachos (vestidos con la
toga praetexta) que actuaban a modo de padrinos. Estos jóvenes eran considerados como
protegidos y favoritos de los dioses; para su elección se tenía en cuenta sus cualidades
personales, su hermosura, su pureza y el hecho de ser libres. TambiÈn acompaÒaban a la
novia matronas que, casadas o viudas, sólo hubiesen tenido un esposo y fuesen de
reconocida reputación (uniuirae); ellas eran las encargadas de llevar a los esposos a la
habitación nupcial.
180.- Este tipo de hipÈrboles es muy del gusto de Catulo (cf. V, VII, XVI y XLVIII).
181.- La función principal del matrimonio romano es la perpetuación de la especie, pero,
sobre todo, el mantenimiento de la gens, de la casta. Los Torcuatos eran una de las familias
patricias de más rancio abolengo.
182.- Se menciona aquí la fama de TelÈmaco, no por sí mismo, sino por la excelencia de su
madre, PenÈlope, quien, como es sabido, esperó fielmente el regreso de su esposo Ulises
desde Troya.
183.- Con esto se indica la despedida del cortejo.
184.- Canción de boda sin destinatario especial. Se enfrentan un coro de muchachos y otro
de muchachas.
185.- VÈspero (entre los griegos HÈspero) es la personificación de la estrella de la tarde.
La leyenda lo hace hijo de Eos (Aurora). Los autores helenísticos confundieron a HÈspero
con la estrella de la maÒana, llamada por los griegos Eósforo y por los romanos Lucifer.
Hay que obsevar que Catulo lo nombra con diversos nombres:
VÈspero (Vesper), Lucero de la noche (Noctifer), HÈspero (Hesperus), Lucero de la
maÒana (Eous).
186.- De nuevo un estribillo semejante al del poema LXI. Sobre Himeneo, vid. nota 164.
187.- Como si la escena se desarrollase en Grecia, se mencionan dos montes de Tesalia: el
Olimpo (que aparece al principio del poema) y el Eta.
188.- Los esponsales los pactan los patres familias. Durante la Repÿblica, el paterfamilias
contrataba la esposa para sus hijos, muchas veces contra el parecer de Èstos. Los
esponsales, que precedían al matrimonio, eran la mención o promesa de las nupcias futuras,
de donde venía a los prometidos el nombre de sponsus y sponsa. Para los esponsales no se
necesitaba la presencia de los prometidos, cuya edad para esta ceremonia no está definida,
aunque no deben tener menos de siete aÒos.
189.- Goold suple una laguna de siete versos, cuyo texto, en la traducción, va desde ìCon su
llegadaî (parlamento de las muchachas) hasta ìcon falsas imputacionesî (primera frase de
los muchachos).
190.- Vid. nota 185.
191.- Sobre el reparto tripartito de la virginidad, al parecer no hay otros testimonios.
192.- Sobre la figura de Atis hay varias leyendas. Una de ellas, la que nos transmite Ovidio,
dice que era un hermoso joven de los montes de Frigia del que se enamoró Cibeles. La
diosa decidió hacerlo guardián de su templo con la condición de que Èl se mantuviese
virgen; pero Atis tuvo relaciones sexuales con una ninfa. Cibeles lo volvió loco y Èl, en
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con la narración del viaje de Teseo a Creta y la muerte del Minotauro, y cerrado de nuevo
con el abandono de Ariadna; se vuelve otra vez a las bodas; hay, por ÿltimo, como remate,
una reflexión final sobre el olvido en el que los hombres han dejado caer a los dioses y la
religión en general.
204.- El Pelión está en la región de Tesalia. Los pinos de ese monte sirvieron para fabricar
la nave Argo, en la que Jasón y sus compaÒeros hicieron la travesía hasta la Cólquide.
Fasis es un río de la Cólquide que desemboca en el mar Negro. En Eea, cuya capital era
Fasis, a orillas del río del mismo nombre, reinaba Eetes, hijo del Sol y de la oceánide
Perseis; hermanas de este rey eran la maga Circe y Pasífae, esposa de Minos.
Hasta Cólquide, región situada al pie del Cáucaso, a orillas del mar Negro, navegaron Jasón
y sus compaÒeros en la nave Argo en busca de la piel de oro de un carnero propiedad del
rey Eetes. Para conseguir la piel, Jasón se sirvió de la ayuda de Medea, hija del rey; a
cambio le prometió casarse con ella, pero, despuÈs de huir juntos y de traicionar ella a su
familia, Jasón no cumplió su promesa y Medea se vengó dando muerte a los hijos de
ambos.
205.- Se trata de Atenea, que tenía su templo en la acrópolis de Atenas.
206.- Es una de las Nereidas. Se la considera reina del mar por ser esposa de Poseidón.
207.- Las Nereidas eran divinidades marinas hijas de Nereo y Dóride. Aquí Catulo las
llama tambiÈn Ninfas marinas, aunque en realidad se entendía por Ninfas a muchachas
pobladoras de los bosques y las aguas dulces y que, generalmente, tenían como amantes a
los espíritus masculinos de la naturaleza: Pan, los Sátiros, Príapo, etc.
208.- ìEl Padre mismoî se refiere a Jÿpiter/Zeus, quien se disputaba con Poseidón a Tetis
(hija de Nereo y de Dóride); Temis (o, segÿn otras versiones, Prometeo) les predijo que el
vástago que naciera de la unión con Tetis sería más poderoso que su padre; entonces, los
dos dioses renunciaron a su pretensión y buscaron a un mortal con quien casar a la diosa.
Hay otra versión que cuenta que Tetis se niega a unirse a Zeus por respeto a Hera, que la
había criado. Sea como fuere, los dioses resolvieron darle por marido a Peleo (rey de Ptía,
en Tesalia); ella trató de escapar pasando por distintas transformaciones, pues tenía ese don
por ser divinidad marina, pero no lo consiguió; la boda se celebró en el monte Pelión; de
esta unión nació Aquiles.
209.- Tetís es una de las divinidades primordiales; personifica la fecundidad femenina del
mar; es la más joven de las hijas de Urano y Gea; crió a Hera. OcÈano es la personificación
del agua, que, segÿn las concepciones helÈnicas primitivas, rodea la Tierra como un río; es
el mayor de los Titanes; forma pareja con su hermana Tetís, con quien engendró a los Ríos
y a las Oceánides. Más tarde se reservó el nombre de OcÈano para el Atlántico, límite
occidental del mundo antiguo.
210.- Todos estos lugares son de la región de Tesalia. RecuÈrdese que Peleo era rey de
Ptía.
211.- Día es el nombre antiguo de la isla de Naxos.
212.- A partir de aquí se cuenta, empezando por el final, la historia de Ariadna y Teseo.
Ariadna, hija de Minos y Pasífae, cuando, con intención de matar al Minotauro, llegó a
Creta Teseo, se enamoró locamente de Èl y lo ayudó a no perderse en los recovecos del
Laberinto entregándole un ovillo de un hilo transparente. Luego huyeron juntos, pero
Teseo, en una escala en la isla de Naxos (o Día), abandonó a Ariadna.
Pronto llegaron a la isla Dioniso y su cortejo, y, fascinado el dios por la belleza de Ariadna,
se casó con ella y la llevó al Olimpo.
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Teseo, hÈroe del ¡tica, hijo de Egeo y Etra, se embarcó hacia Creta para matar al
Minotauro, pues tiempo atrás Atenas, asolada por una peste que le enviaron los dioses
como castigo por la muerte de Androgeón, hijo de Minos, no pudo defenderse ante el
ataque del propio Minos; Èste, tras vencer a los atenienses, les exigió como tributo la
entrega de siete muchachos y siete muchachas cada nueve aÒos. Al partir Teseo, su padre
Egeo le había dado un juego de velas negras para el funesto viaje y otro de velas blancas
para que las izase en caso de haber cumplido con Èxito la empresa. DespuÈs de matar al
Minotauro gracias a la ayuda de Ariadna, de huir con ella y de, al final, abandonarla, Teseo
se olvidó del encargo de su padre, y Èste, al avistar desde lo alto de la Acrópolis las velas
negras, se arrojó de cabeza y se mató.
213.- Ariadna, que recibe este nombre por ser hija de Minos.
214.- Es Venus, que tenía un santuario en el monte …rix, en Sicilia.
215.- Catulo sitÿa el palacio de Minos en la ciudad cretense de Gortina, en lugar de situarlo
en Cnoso.
216.- Segÿn una antigua tradición, Atenas había sido fundada por CÈcrope; de ahí este
nombre.
217.- Vid. nota 212.
218.- Monstruo con cabeza de hombre y cuerpo de toro, hijo de Pasífae, la esposa de
Minos, y de un toro. Minos encargó a DÈdalo la construcción de un laberinto para encerrar
allí al Minotauro. El monstruo devoraba a los jóvenes que Atenas pagaba como tributo (vid.
nota 212).
219.- Río de Laconia, región del SE. del Peloponeso, cuya capital es Esparta.
220.- Cupido (o Eros).
221.- Vid. nota 109.
222.- Monte de Licia, antigua comarca de Asia Menor, situada entre Caria, Frigia, Pisidia,
Panfilia y el Mediterráneo; las ciudades principales de esta comarca son Telmiso, Janto,
Patara, etc.
223.- Se trata de Fedra.
224.- Se refiere al Minotauro.
225.- Las Sirtes son las arenas del golfo de Sidra (N. de ¡frica, actualmente Libia).
Escila es una roca del estrecho de Mesina; Caribdis es el remolino de dicho estrecho.
Además, en la mitología, Escila y Caribdis son dos monstruos de gran voracidad que vivían
en el mencionado estrecho (cf. LX y vid. nota 162).
226.- En latín, Fors, personificación del azar o la casualidad. Forma pareja con Fortuna.
227.- Tal vez a Teseo se le llame ìhuÈspedî en su calidad de príncipe o porque hubiera ido,
ocultando sus planes, como embajador de los jóvenes que iban a ser devorados por el
Minotauro.
228.- Se trata del Ida de Creta.
229.- EumÈnides es un sobrenombre de Erinias, sobrenombre que significa ëBondadosasí,
con el que se las invocaba para no reclamar su cólera. (Los romanos las identificaron con
las Furias). Nacieron de las gotas de sangre caídas en la tierra tras la castración que sufrió
Urano a manos de su hijo Crono. Son análogas a las Parcas, y a ellas obedece incluso el
propio Zeus. Se las representa como genios alados con serpientes entremezcladas en su
cabellera; llevan en su mano antorchas o látigos.
Su misión esencial es la venganza del crimen y del perjurio.
230.- Erecteo es un rey mítico de Atenas. Egeo es el padre de Teseo. Atenea es la diosa
protectora de Atenas.
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231.- Egeo sólo supo que Teseo era hijo suyo cuando ya era viejo.
232.- Monte de Beocia donde Atenea tenía un templo.
233.- Yaco es uno de los nombres de Dioniso. En el cortejo de este dios van los Sátiros,
genios de la naturaleza, a los que suele representarse con la parte inferior del cuerpo como
la de un macho cabrío y la superior como la de un hombre; llevan una larga cola, muy
poblada, semejante a la de un caballo, y tienen un miembro viril de gran tamaÒo, siempre
en erección; aparecen bailando en el campo, bebiendo con Dioniso, persiguiendo a las
MÈnades y a las Ninfas. Generalmente, los Silenos se identifican con los Sátiros en su
vejez, pero aquí Catulo los pone como grupo aparte.
En la mitología hay un personaje llamado Sileno que pasa por haber sido educado por
Dioniso; tenía una gran sabiduría, pero no la revelaba a los humanos más que por la fuerza;
era muy feo, tenía la nariz chata y la mirada de toro y una gran barriga; acostumbraba a
estar borracho; se le solía representar cabalgando sobre un asno.
El lugar originario del culto a Baco es Nisa, que, segÿn distintos autores, está situado en
Tracia, en Arabia, en Etiopía o en la India. En el cortejo de Dioniso están tambiÈn las
Bacantes; se las representa desnudas o vestidas con ligeros velos; llevan coronas de hiedra
y en la mano un tirso, a veces un cántaro; tocan la doble flauta o un tamboril y se entregan a
una violenta danza; representan los espíritus orgiásticos de la naturaleza.
234.- Vid. nota 133.
235.- Vid. nota 199.
236.- Quirón es el más cÈlebre, juicioso y sabio de los Centauros. Vivía en una caverna del
monte Pelión. Era buen amigo de los hombres, prudente y benÈvolo. Educó a Aquiles, a
Jasón, a Asclepio y a otros. Su enseÒanza comprendía la mÿsica, el arte de la guerra, el de
la caza, la moral y la medicina.
237.- Vid. nota 80.
238.- Dios-río de Tesalia, hijo de OcÈano y Tetís.
239.- Hay tras esto un verso de muy difícil interpretación (v. 287), que aquí no está
traducido. Para ìy no de vacíoî he utilizado la variante non uacuos.
240.- ìLa flexible hermana del abrasado Faetonteî es el chopo. Faetonte, hijo del Sol
(Helio), pidió en cierta ocasión a su padre que le dejara conducir su carro; como lo
manejaba mal y estaba a punto de quemar la Tierra, Zeus lo fulminó y Faetonte cayó al río
Erídano. Sus hermanas, las Helíades, recogieron su cuerpo, le rindieron honores fÿnebres y
lo lloraron a orillas del río; luego fueron convertidas en chopos.
241.- Prometeo, hijo del titán Jápeto, es el bienhechor de la humanidad. EngaÒó una vez a
Zeus, quien, como castigo, decidió no entregar el fuego a los hombres; Prometeo robó el
fuego y se lo dio a los humanos. Zeus lo castigó: lo encadenó en el Cáucaso y envió un
águila para que le devorara el hígado, que, en contrapartida, no dejaba de crecer. Heracles
lo liberó.
242.- Febo es Apolo y su hermana gemela es ¡rtemis (Diana). El Idro que aquí se menciona
se trata quizá de un monte cercano a la ciudad de Idrias, en la región de Caria (Asia
Menor).
243.- Las Parcas, identificadas con las Moiras griegas, son las divinidades del destino.
Se las representa como hilanderas que tejen la vida de los hombres: una preside el
nacimiento, otra el matrimonio y la otra la muerte.
244.- Ematia es una región de Macedonia cuyo nombre se usa a veces para designar a
Tesalia. La ìdefensa de Ematiaî es Peleo.
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260.- Se trata de Q. Hortensio ”rtalo, famoso orador rival de Cicerón, que escribió un
poema sobre la guerra contra los marsos.
261.- El Leteo es el río del Infierno de cuyas aguas bebían los muertos para olvidar su vida
terrestre.
262.- El Reteo es un promontorio de Tróade sobre el Helesponto.
263.- El hermano de Catulo murió en Troya. Su pÈrdida afectó bastante al poeta, que
vuelve a tratar de Èl en el LXVIII y le dirige el CI.
264.- Dáulide es una ciudad de la Fócide donde reinó Tereo; ìla de Dáulideî es Procne e
Ítilo es su hijo.
Segÿn la leyenda, Filomela y Procne son hermanas. Su padre, Pandión, rey de Atenas,
obtuvo la victoria frente al tebano Lábdaco gracias a Tereo; en recompensa, le dio en
matrimonio a su hija Procne; de este matrimonio nació un hijo: Ítilo. Pero Tereo se
enamoró de Filomela, la violó y, para que no pudiera contar nada, le cortó la lengua; pero
ella se las arregló para poner al corriente a su hermana Procne. Esta ÿltima, para castigar a
Tereo, mató a su propio hijo, cocinó su carne y se la sirvió a su esposo. Tereo, cuando al fin
se enteró de todo lo sucedido, persiguió a las dos hermanas y las alcanzó en Dáulide. Ellas
rogaron a los dioses que las salvaran: los dioses transformaron a Procne en ruiseÒor y a
Filomela en golondrina. (Esta leyenda tambiÈn se presenta con los nombres de las
hermanas intercambiados).
265.- Referencia a Calímaco, quien tenía el apelativo de ìBatíadaî por haber nacido en
Cirene, ciudad cuyo primer rey fue Bato (vid. nota 20). Calímaco (310-240 a.C.) fue
profesor de gramática, estudió filosofía en Atenas, y en Alejandría realizó una ingente
catalogación por gÈneros literarios de la gran biblioteca; se le atribuyen muchísimas obras,
de las que las escritas en prosa se han perdido, pero se conserva una buena parte de su
poesía (Himnos, Causas, epigramas), poesía que fue muy celebrada y que ejerció un influjo
notable en la generación de Catulo y los poetae noui.
266.- La manzana la enviaba el enamorado como prueba de su amor (cf. Virgilio, Bucólicas
3, 70-71 y Propercio, Elegías I, 3, 24).
267.- Este poema es una versión del compuesto por Calímaco como homenaje a Berenice,
hija de Maga, rey de Cirene. Berenice contrajo matrimonio en el 247 a.C.
con Ptolomeo III, rey de Egipto, quien poco despuÈs de la boda marchó a la guerra contra
el rey de Siria, Seleuco II. Al volver de la guerra su esposo sano y salvo, Berenice, en
cumplimiento de un voto, dedicó su cabellera en el templo de Arsínoe.
La cabellera desapareció y Conón, el astrónomo real, para consolar a la reina declaró que se
había transformado en constelación: la conocida como la Cabellera de Berenice, situada al
lado de Virgo, Leo, Calisto (Osa Mayor) y el Boyero.
268.- Desde pronto quedan asimiladas como una misma divinidad Luna y Diana/¡rtemis.
Además, el epíteto Trivia aplicado a Diana/¡rtemis procede de la confusión de Èsta con
HÈcate (vid. nota 102).
La Luna (Selene) se enamoró apasionadamente del joven Endimión que, como don de
Zeus, dormía un sueÒo eterno; e iba todas las noches a verlo al pie de las rocas del monte
Latmo, en Caria, donde Èl dormía.
269.- Conón, famoso astrónomo en su Època, trabajó en la corte de Ptolomeo III y era
amigo de Calímaco (vid. nota 265).
270.- Desde la Època faraónica era costumbre que, a imitación de Osiris y de su hermana
Isis, los soberanos se casaran con sus hermanas. Ptolomeo y Berenice eran primos
hermanos, pero oficialmente se llamaban hermanos.
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271.- Tía es una titánide que tuvo con Hiperión tres hijos: Helio (Sol), Eos (Aurora)
y Selene (Luna).
272.- El Atos es un monte situado en el extremo de la más oriental de las tres penínsulas de
la Calcídica; por el istmo que la une al continente Jerjes abrió un canal cuando invadió
Grecia en la segunda guerra mÈdica.
273.- Pueblo del Ponto Euxino, famoso por sus minas y por la fabricación de acero.
274.- Memnón es un legendario rey de Etiopía, hijo de Eos (Aurora) y Titono. El hermano
al que aquí se menciona es CÈfiro (viento del O.), hijo tambiÈn de Eos y de Astreo; Catulo
lo llama ìcaballo voladorî, denominación frecuente para los vientos (Iliada XX, 221 y ss.:
El Bóreas... transfigurado en caballo de negras crines).
275.- A Arsínoe, esposa de Ptolomeo II, despuÈs de su muerte, se la divinizó y se la
identificó con Venus. Quizá se la llame ìlocriaî porque los locrios antiguamente habían
conquistado la región del N. de Egipto. En honor de Arsínoe-Venus se construyó un templo
en el promontorio del Cefirio, cerca de la ciudad de Canopo (N. de Egipto); por eso se la
llama la Cefirítide.
276.- La corona de oro que Dioniso regaló a Ariadna cuando la hizo su esposa (vid.
nota 212) fue convertida en constelación.
277.- Descripción de la situación en el cielo de la Cabellera de Berenice: entre dos
constelaciones zodiacales, Virgo y Leo; Calisto (más conocida como Osa Mayor) y el
Boyero o Bootes.
Calisto, hija de un hÈroe arcadio llamado Licaón, fue transformada en osa por Hera, celosa
de sus amoríos con Zeus; luego Zeus la transformó en constelación.
278.- La morada de los dioses está en lo más alto del centro del universo.
279.- En el seno de Tetís, la esposa de OcÈano, se sumergen los astros durante el día.
Para estos nombres, vid. nota 209.
280.- Vid. nota 257.
281.- Esta parte presenta muchas dificultades textuales. Parece que lo que quiere decir es
que Berenice, antes de casarse, no era muy aficionada a los perfumes finos y caros.
282.- En frascos de ónice solían guardarse los perfumes y ung¸entos.
283.- Ante la dificultad del texto, he optado por la variante de Bardon.
284.- Orión y Acuario son dos constelaciones muy distantes entre sí.
285.- La composición es un diálogo en tono difamatorio entre Catulo y la puerta de una
casa cuyo dueÒo acaba de casarse.
286.- Balbo es el padre de Cecilio (que aparece más adelante), personajes ambos
desconocidos, aunque algunos comentaristas creen que Cecilio puede ser el mismo del
XXXV.
287.- En el v. 12 he utilizado la variante de Bardon: uerum istis populis ianua quidque facit.
288.- Brixia es la actual Brescia, ciudad de la Galia Citerior y -segÿn Catulo- fundadora de
Verona (vid. nota 104). El calificativo ìcicneaî (conjetura en un pasaje de difícil
interpretación) puede aludir a Cicno, hijo de un rey de los ligures (pueblo que ocupó la
región de Brixia), que estaba enamorado de Faetonte, cuya muerte lloró, y que fue
transformado en cisne. El río Mela no atraviesa precisamente la ciudad, pero corre muy
próximo.
Postumio y Cornelio son personajes desconocidos.
289.- La discusión que a la crítica plantea este poema es doble: su unidad y el destinatario.
El problema del destinatario estriba en el hecho de que en unos versos aparece con el
vocativo Malli y en otros con Alli; pero bastantes filólogos han corregido Malli por mi Alli,
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306.- Catulo disculpa las traiciones de Lesbia que Èl tiene que soportar haciendo un
paralelismo con las que Juno tuvo que soportar por los amoríos de Jÿpiter.
307.- Detrás de estas palabras la edición utilizada incluye una laguna de dos versos y pone
el verso 142 entre cruces. Dicho verso no está incluido en la traducción; sin embargo,
generalmente se cree que es un inciso que Catulo se dirige a sí mismo y cuya traducción
podría ser: quítate la ingrata tarea propia de un padre tembloroso.
308.- Los días felices se seÒalaban con una marca blanca (cf. CVII).
309.- Temis, como hija de Urano y Gea, pertenece a la raza de los Titanes. Figura entre las
esposas divinas de Zeus, con quien engendró a las Horas, a las Parcas, a la virgen Astrea y
a las ninfas del Erídano. Es la personificación de la Justicia. Es con- sejera de Zeus y tiene
el honor de vivir entre los Olímpicos por haber inventado los oráculos, los ritos y las leyes.
310.- Para la traducción ìy el... su tierraî he utilizado la conjetura de Ellis y de Bardon: et
qui principio nobis terram dedit hospes. Este verso y el siguiente (157-158), en cualquier
caso, son de difícil interpretación. Se puede pensar que se trata de una tercera persona o del
propio Alio, quien, como se ha dicho anteriormente (vid. nota 289), ha ofrecido
hospitalidad a Catulo. Se puede pensar tambiÈn -como seÒalan algunos comentaristas- en
una imagen del náufrago que por fin llega a tierra.
311.- Se le identifica, aunque sin ser seguro, con M. Celio Rufo (vid. nota 156).
312.- Se refiere a Lesbia (vid. nota 13).
313.- Puede entenderse que en el poema se hace alusión a tres personajes: Rufo, a quien
aquí Catulo caracteriza de la misma manera que en el LXIX; el propio Catulo, a quien se
refiere el ìtuyoî y que es rival del anterior en amores; y Lesbia, es decir, ìellaî, que es contra
quien de hecho va dirigido el ataque del poema por soportar al insoportable Rufo.
314.- El tema de este poema, el de la amistad traicionada, aparece tambiÈn en el XXX,
dirigido a Alfeno, y en el LXXVII, dirigido a Rufo.
315.- Segÿn los comentaristas, las referencias que nos da Catulo de este personaje apuntan
con mayor verosimilitud a Lucio Gelio Publícola, del círculo de Clodio (vid.
nota 320), cuya madre se llamaba Pala, su hermana Valeria y cuyo tío era quizá el Gelio
atacado por Cicerón en el Pro Sestio.
316.- Harpócrates es el Horus niÒo, representado como un muchacho con el dedo índice
junto a los labios, a quien los griegos consideraban como el dios del silencio y la discreción
(cf. Varrón, De lingua Latina V 57).
317.- Vid. nota 311.
318.- Personaje desconocido.
319.- Este poema aparece en los códices unido al anterior, pero es de todo punto imposible
que formen una unidad. Los filólogos lo han colocado detrás del LXXVII o del LXXIX, o
dentro del LXXXVIII, etc. Pero lo más probable es que sea un poema independiente al que
le falta el comienzo; Goold lo completa con dos versos:
Lesbi, non quererer te foedis moribus esse, // si turpes tantum pollueres socios, (Lesbio, no
me quejaría de tus horribles costumbres, si mancharas ÿnicamente a tus viles amigos,).
320.- Lesbio, sobrenombre que Catulo da al hermano de Lesbia, tiene el cognomen de
Pulcer, palabra que en latín significa ëguapoí; el juego de palabras y la alusión son
clarísimos.
Publio Clodio Pulcro fue tribuno y enemigo de Cicerón, mantuvo relaciones incestuosas
con su hermana, relaciones de las que lo acusa Cicerón en el Pro Caelio y en el Pro domo.
321.- Vid. nota 315.
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322.- La hora octava se correspondía aproximadamente con la una o las dos de la tarde; a
esa hora solía terminar para los romanos un descanso que equivalía más o menos a lo que
nosotros llamamos siesta.
323.- Personaje desconocido.
324.- Vid. nota 73.
325.- Ciudad de la Umbría, junto al mar Adriático; es la actual PÈsaro.
326.- Podría ser el mismo que aparece en el poema C, pero, por lo demás, no contamos con
otras referencias.
327.- Se trata de Q. Metelo CÈler (vid. nota 13).
328.- He utilizado en la traducción los tÈrminos en parejas jarto/harto, jambre/hambre y
Jónico/Jojónico, que, aunque no traducen los latinos chommoda/commoda,
hinsidias/insidias y Ionios/Hionios, permiten reproducir aproximadamente el juego fónico
que el poeta pretende; con este juego Catulo quiere ridiculizar a un personaje que se las da
de culto (pues el latín incorpora las consonantes aspiradas procedentes del griego)
pronunciando [h] incluso en palabras que no tienen grafía h y quiere, además, mostrar la
pronunciación dialectal y no romana de Arrio (algo semejante a lo que ocurre parcialmente
en algunas zonas del S. de EspaÒa donde se pronuncia [h]).
329.- Parece que se trata de Quinto Arrio, pretor en el 63 a.C. gracias al favor de Craso. En
este poema se menciona un viaje de este personaje a Asia; en este viaje quizá iba
acompaÒando a Craso, que estuvo allí en el 55 a.C.
330.- Algunos comentaristas han seÒalado que quizá sea la hermana del Quintio de los
poemas LXXXII y C, personaje, por otra parte, desconocido.
331.- Vid. nota 315.
332.- Para los nombres de Tetís y de OcÈano, vid. nota 209.
333.- Vid. nota 315.
334.- Vid. nota 315.
335.- Al parecer, en la religión persa los magos se unían sexualmente a sus madres,
hermanas e hijas (cf. Estrabón 15, 735).
336.- He utilizado la variante gnatus en lugar de gratus.
337.- El poema trata de que Gelio (vid. nota 315), por el puro placer de hacer daÒo, le ha
quitado a Lesbia.
338.- Cf. LXXXIII.
339.- CÈsar (segÿn cuenta Suetonio en Vida de los doce CÈsares: Julio CÈsar 73) había
intentado reconciliarse con Catulo, tras los ataques que el poeta le dirigió personalmente y a
travÈs de Mamurra, amigo del dictador, en los poemas XXIX y LVII; Catulo muestra aquí
su indiferencia. Sobre los adjetivos ìblancoî y ìnegroî se han hecho diversas
interpretaciones; una de ellas es la INGEMANN (Albus an Ater: A double Entendre in
Catullus 93?, ìClassica et Medievaliaî, 33, 1.981-í82) quien entiende el poema como un
ataque a CÈsar, si se acepta que albus es traducción de leukós y niger de mÈlas, que
seÒalan, respectivamente, al homosexual pasivo y al activo.
340.- Con este mismo apodo aparece Mamurra (vid. nota 87) en XXIX, CV, CXIV y CXV.
341.- El dicho parece querer indicar que a cada cual le corresponde lo suyo, lo que le es
propio.
342.- Epilio de C. Helvio Cina (vid. nota 31) que trata de los amores de Esmirna o Mirra
con su padre, llamado Cíniras o Tías; de estos amores nació Adonis, despuÈs que Esmirna
fuera convertida, por su ruego a los dioses, en el árbol de la mirra.
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343.- Puede que sea Hortensio ”rtalo, a quien Catulo dedica el poema de la Cabellera de
Berenice (vid. nota 260).
344.- Río de Chipre en el que, segÿn la leyenda, murió y resucitó Adonis.
345.- Al parecer, Volusio (vid. nota 107) era de Padua.
346.- Antímaco de Colofón (s. V a.C.) escribió un largo poema Èpico, la Tebaida, que no
era precisamente del gusto de Calímaco (vid. nota 265) y sus seguidores posteriores, los
poetae noui.
347.- Calvo (vid. nota 47) escribió unas elegías, hoy perdidas, a la muerte de su mujer
Quintilia.
348.- Personaje desconocido.
348 bis.- En el v. 5 elijo la variante est. os dentis.
349.- En el molino trabajaban los esclavos, especialmente los que tenían que cumplir algÿn
castigo.
350.- Personaje desconocido.
351.- Vid. nota 73.
352.- La ambrosía es el alimento de los dioses.
353.- Era una planta empleada en la Antig¸edad contra diversas enfermedades, sobre todo
contra la locura.
354.- Si se trata del mismo Celio del LVIII, rival de Catulo en el amor de Lesbia (vid.
nota 156), el final del poema hay que interpretarlo como un sarcasmo por parte del poeta.
355.- Quizá sea el mismo del LXXXII.
356.- No se sabe quiÈn es esta Aufilena, que tambiÈn aparece en CX y CXI, ni tampoco su
hermano.
357.- La traducción ìha dado pruebas, por tus actos,î corresponde a la variante textual per
facta exhibita est.
358.- Epigrama funerario. Catulo visita la tumba de su hermano, que murió en Troya, para
cumplir con los ritos. El tema de la muerte de su hermano aparece tambiÈn en LXV 5-14
(vid. nota 263) y en LXVIII 19-26 y 89-100 (vid. notas 293 y 303 respectivamente).
359.- Quizá se trate de Cornelio Nepote (vid. nota 2).
360.- Vid. nota 316.
361.- De este personaje sólo se sabe que es un alcahuete o que, en esta ocasión, actÿa como
tal. La suma que Catulo le ha proporcionado es elevadísima; debía de ser el precio por el
que se vendían, en la Època del poeta, las prostitutas muy caras (cf. XLI y vid. nota 120).
362.- No se sabe a quiÈn va dirigido el poema ni quiÈn es este Tapón. Algunos
comentaristas seÒalan que se trata del nombre de un personaje de la farsa, prototipo del
hombre que se asombra de todo y que todo lo exagera.
363.- Vid. nota 340.
364.- Pipla, en Pieria, era un lugar consagrado a las Musas. ìEscalar el monte de Piplaî
significa alcanzar la gloria literaria.
365.- No está claro si en este poema se alude a la venta de homosexuales en general o si,
además, se hace referencia a alguno de los jovencitos del entorno de Catulo, como -segÿn
han supuesto algunos comentaristas- Juvencio (vid. nota 73).
366.- Vid. nota 308.
367.- La interrogación final ìøQuiÈn... vida?î (vv. 7 y 8) corresponde en parte al texto
conjeturado por Bardon (vid. aparato crítico).
368.- Se trata de uno de los hermanos Cominio, destacados oradores del partido aristocr
ático, conocidos sobre todo por su persecución judicial al tribuno de la plebe G.
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Cornelio (quizá el mismo del CII), quien finalmente fue absuelto gracias a la defensa de
Cicerón.
369.- Es el ÿltimo poema a Lesbia.
370.- Vid. nota 356.
371.- Es la misma del C y del CX.
372.- Personaje desconocido.
373.- Se da en esta breve composición un complicado juego de palabras por la homonimia
del tÈrmino multus (traducido por ìmuyî): hay un multus adjetivo (ëmuchoí); un multus
participio del verbo molere (ëmolerí, aquí con la resonancia de ëjoderí); y otro participio
del verbo mulgere (ëordeÒarí), que corrientemente se escribe mulctus, aunque esa -c- es
puramente gráfica (como seÒalan ERNOUT-MEILLET, op. cit., s.v.)
374.- El primer consulado de Pompeyo fue en el 70 a.C.; el segundo en el 55 a.C.
375.- Vid. nota 31.
376.- Hay quien cree que se trata de la tercera esposa de Pompeyo, Mucia (Mecilia
correspondería a su nombre afectivo), divorciada de Èl en el 62 ó 61 a.C.
377.- Ciudad del Piceno.
378.- Vid. nota 87.
379.- Vid. nota 87.
380.- La yugada, medida agraria, correspondía a un rectángulo de 28.800 pedes quadrati, es
decir, equivalente aproximadamente a 25 áreas.
381.- Rey de Lidia, en Asia Menor, famoso por sus riquezas.
382.- Pueblo mítico, ubicado en el extremo septentrional, como su nombre indica:
ìmás allá del Bóreasî (más allá del viento del norte).
383.- Vid. nota 209.
384.- Vid. nota 265.
385.- Vid. nota 315.
7.- BIBLIOGRAFÍA
La bibliografía que aquí vamos a reseÒar a cualquiera se le alcanza que es sumamente
básica. Nuestra intención ha sido simplemente la de seÒalar los manuales mencionados en
las notas con el nombre del autor y op. cit. u otros, que aun sin citar, han servido para la
elaboración de las mismas y del trabajo en general.
Asimismo sólo aparecen en esta bibliografía traducciones de Catulo al castellano
publicadas en EspaÒa en las ÿltimas dÈcadas; por cierto, que en la traducción publicada
por la editorial Alianza puede encontrarse una amplísima y muy minuciosa bibliografía
sobre todo en lo que se refiere a aspectos particulares de cada poema.
7.1.- OBRAS GENERALES
- AA. VV. Historia de la vida privada I (Del Imperio romano al aÒo mil). Madrid: Taurus,
1987 - ADAMS, J. The Latin Sexual Vocabulary. Baltimore: The Johns Hopkins
University Press, 1982 - BOSWELL, J. Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad
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CANTARELLA, E. Segÿn Natura. La bisexualidad en el mundo antiguo. Madrid: Akal
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la Antig¸edad. Madrid: Biblioteca Jurídica Aguilar, 1970 - ERNOUT, A. y A. MEILLET.
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VIII
Miser Catulle, desinas ineptire,
et quod uides perisse, perditum ducas.
fulsere quondam candidi tibi soles.
cum uentitabas, quo puella ducebat
amata nobis, quantum amabitur nulla! 5
ibi illa multa tum iocosa fiebant,
quae tu uolebas nec puella nolebat.
fulsere uere candidi tibi soles.
nunc iam illa non uult: tu quoque, inpotens, noli
nec, quae fugit, sectare nec miser uiue, 10
sed obstinata mente perfer, obdura.
uale, puella. iam Catullus obdurat
nec te requiret nec rogabit inuitam.
at tu dolebis, cum rogaberis nulla.
scelesta, uae te! quae tibi manet uita? 15
quis nunc te adibit? cui uideberis bella?
quem nunc amabis? cuius esse diceris?
quem basiabis? cui labella mordebis?
at tu, Catulle, destinatus obdura.
IX
Verani, omnibus e meis amicis
antistans mihi milibus trecentis,
uenistine domum ad tuos penates
fratresque unanimos anumque matrem?
uenisti. o mihi nuntii beati! 5
uisam te incolumem audiamque Hiberum
narrantem loca, facta, nationes,
ut mos est tuus, applicansque collum
iocundum os oculosque suauiabor.
o quantum est hominum beatiorum, 10
quid me laetius est beatiusue?
X
Varus me meus ad suos amores
uisum duxerat e foro otiosum,
scortillum, ut mihi tunc repente uisum est,
non sane illepidum neque inuenustum.
huc ut uenimus, incidere nobis 5
sermones uarii, in quibus, quid esset
iam Bithynia, quo modo se haberet,
ecquonam mihi profuisset aere.
respondi id quod erat, nihil neque ipsis
nec praetoribus esse nec cohorti, 10
cur quisquam caput unctius referret,
praesertim quibus esset irrumator
praetor nec faceret pili cohortem.
ëat certe tamení, inquiunt, ëquod illic
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XXIV
O qui flosculus es Iuuentiorum,
non horum modo, sed quot aut fuerunt
aut posthac aliis erunt in annis,
mallem diuitias Midae dedisses
isti, cui neque seruus est neque arca, 5
quam sic te sineres ab illo amari.
ëquid? non est homo bellus?í inquies. est:
sed bello huic neque seruus est neque arca.
hoc tu quamlubet abice eleuaque:
nec seruum tamen ille habet neque arcam. 10
XXV
Cinaede Thalle, mollior cuniculi capillo
uel anseris medullula uel imula oricilla
uel pene languido senis situque araneoso,
idemque Thalle turbida rapacior procella,
cum +diua mulierarios ostendit oscitantes+ 5
remitte pallium mihi meum, quod inuolasti,
sudariumque Saetabum catagraphosque Thynos,
inepte, quae palam soles habere tamquam auita.
quae nunc tuis ab unguibus reglutina et remitte,
ne laneum latusculum manusque mollicellas 10
inusta turpiter tibi flagella conscribillent,
et insolenter aestues uelut minuta magno
deprensa nauis in mari uesaniente uento.
XXVI
Furi, uillula uostra non ad Austri
flatus opposita est neque ad Fauoni
nec saeui Boreae aut Apheliotae,
uerum ad milia quindecim et ducentos.
o uentum horribilem atque pestilentem! 5
XXVII
Minister uetuli puer Falerni,
inger mi calices amariores,
ut lex Postumiae iubet magistrae
ebrioso acino ebriosioris.
at uos quo lubet hinc abite, lymphae, 5
uini pernicies, et ad seueros
migrate: hic merus est Thyonianus!
XXVIII
Pisonis comites, cohors inanis
aptis sarcinulis et expeditis,
Verani optime tuque mi Fabulle,
quid rerum geritis? satisne cum isto
uappa frigoraque et famem tulistis? 5
ecquidnam in tabulis patet lucelli
expensum, ut mihi, qui meum secutus
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amniumque sonantum.
tu Lucina dolentibus
Iuno dicta puerperis,
tu potens Triuia et notho es 15
dicta lumine Luna.
tu cursu, dea, menstruo
metiens iter annuum
rustica agricolae bonis
tecta frugibus exples. 20
sis quocumque tibi placet
sancta nomine, Romulique,
antique ut solita es, bona
sospites ope gentem!
XXXV
Poetae tenero, meo sodali
uelim Caecilio, papyre, dicas,
Veronam ueniat, Noui relinquens
Comi moenia Lariumque litus:
nam quasdam uolo cogitationes 5
amici accipiat sui meique.
quare, si sapiet, uiam uorabit,
quamuis candida milies puella
euntem reuocet manusque collo
ambas iniciens roget morari, 10
quae nunc, si mihi uera nuntiantur,
illum deperit impotente amore.
nam quo tempore legit incohatam
Dindymi dominam, ex eo misellae
ignes interiorem edunt medullam. 15
ignosco tibi, Sapphica puella
musa doctior; est enim uenuste
Magna Caecilio incohata Mater.
XXXVI
Annales Volusi, cacata carta,
uotum soluite pro mea puella:
nam sanctae Veneri Cupidinique
uouit, si sibi restitutus essem
desissemque truces uibrare iambos, 5
electissima pessimi poetae
scripta tardipedi deo daturam
infelicibus ustilanda lignis,
et hoc pessima se puella uidit
iocose lepide uouere diuis. 10
nunc, o caeruleo creata ponto,
quae sanctum Idalium Vriosque apertos
quaeque Ancona Gnidumque arundinosam
colis quaeque Amathunta quaeque Golgos
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Parisino lat. 8458 saec. XV exeuntis scriptum invenitur et similia in codice Romano
Corsiniano
43.D.20 (teste Mynors). Schmid post carm. XIVa ponit carm. IIa, qua re unum carmen
construit
(cf. ad carm. IIa) || XV 5 pudicum Bae. || 13 prudenter G1 R2 M2 || XVI 8 sunt Plin.,
edd. × sint V || XVII 21 merus Pass., My. || XVIII-XX inter carm. XVII et XXI
Muretus contra codicum auctoritatem editioni suae (a. 1554) tria carmina Priapea inseruit,
quem
editores ante Lachmann, qui ista carmina insitiva eiecit (a. 1829), sequi solebant. J.W.
Zarker
TAPhA 93, 502 sqq. contendit haec carmina Catulli esse || XXI 9 atqui Av., Ald.1, Wiman
Er. 61, 29 || 11 me me V hunc locum vv. dd. vario modo sanare studuerunt: a te mi Mun.,
Kr., Schu. × a temet Frˆ. × a(h) me me Scal., Hau., Bard. × uae me mi Len. × uae meme
Frie. mellitus El., Wiman × me minus vel potius nummorum Ok. 29sq. || XXII 5
palimpseston Marc. × -stos Bae. × palimpsesto Parm., El., My. || 13 tristius V, corr. vario
modo vv. dd.: tritius Lach., El., Bard., alii × scitius M¸., Kr., My., Ok. × tersius Mun. ||
XXIII 10 facta G × furta Hau., permulti edd. || 17 muccusve V × muc(c)usque plurimi
edd. || 23 possis s, Frˆ. || XXIV 7 qui G R M || XXV 5 versus desperatus: ne diua quidem
quis sit constat, aut Venus aut Lauerna (dea furum) aut ëdiua mulierumí (Diana, Cybele)
aut dea Murcia × mulier aries O D × mulier alios (os in ras.) G1 × mulier aues R1 × mulier
alites Copley Lat. 35, 416sqq. × munerarios Lach., Schw. × mulierarios Hau. et cruce
addita
Schu. × mulier aries crucibus add. El., My., Kr. × balnearios Rie., Herrmann × uestiarios
Laf.
| ostendit R M × ostendet O × intendit Colin REL 32, 106sqq. || 10 natisque Scal. ||
XXVI 1 uostra vel uestra O × nostra G R M (dubitant edd., e.g. uo- Bard. ad Schu., no-
Bard.) || XXVII 4 ebriose acino V tres correctiones reperiuntur: ebrioso acino Schw., Rie.,
Kr., Mun., alii × ebriosa acina Lach.,El., M¸., alii × ebria acina Bae., Schz., Frie., Bard., alii
|| XXVIII 6-8 locum suspectum putat My. || XXIX P R.Young CJ 64, 327sq. autumat
versus 1-10 et 11-24 separandos esse, i.e. carm. XXIX re vera duo carmina esse. sed
Schwabe
coniecit vv. 23-24 post v. 10 collocandos esse; olim Mommsen vv. 21-24 eodem ponendos
dixit, sed
solum in primis edd. operis ëRˆm. Gesch.í || 4 ante Sta., plurimi edd. × cum te V × uncti
Fae.,
El., My. Bard. × unctum Scal., similia alii × aeque (ësensus est: item ut u. Br.í) Ok. 38sq. ||
13 uostra vel uestra D z, plurimi edd. × nostra V Kr., Bard. || 15 alid Sta., plurimi edd. ×
alit V Deroux Lat. 28, 497, Bard. (qui quid est? alit s. l. interp.) || 19 scit O × sit G R M
D × unxit Wiman || 20 nunc g, edd. × hunc V × et hunce Spe., Pi. × et huncne Deroux
488sq. | timetur Frˆ., plurimi edd. × timet V × comestur Wiman × et timent Britanniae
Spe., Pi., Deroux; alia alii. totum v. exp. Scal., Cazz. || 23 orbis Hau. | opulentissime V
def. Minyard 174sqq. et Deroux Rev. Belge Phil. et Hist. 55, 65sqq. (significari Crassum) ×
o
putissimei M¸., Cazz. × o lentissimi Ok. 42sq. × o lautissimi Herrmann Lat. 37, 199 ×
utilissimi
Allen CJ 68, 177sqq.; alia alii || XXXI 13 gaude O × gaudente Bergk, My., Thom.
| lidie V × o Lydiae Kr., My., Bard. × limpidae Av., Goold 198 × o luteae Frˆhner Phil.,
582sq. × lucidae B.Guar., Thom. || XXXII 1 ipsitilla s, edd. × ipsithila G × ipsi thila R
M × ipsi illa O vv. dd. nomen illius puellae coni. vario modo: Ipsitilla plurimi edd. ×
Ipsimilla
Bae. × Ipsililla Len. × Ipsulilla Pi. × Ypsipyle Ver. 97 || 4 adiubeto Turnebus Advers. 1564
× et iubeto vetus coni. testibus Bard. et Thom. || XXXIV 3 om. codd., sed versum ëin
vetustiore
exemplari inventumí restituit Pal. || 23 antique V × antiquam Ven. Ancique Scal., Pi. ||
XXXVI 10 ioco se lepido Scal. × iocosis lepide Rie., Qu. || 12 utriosque G, alí uriosque
sscr. G2 × Vriosque portus Hei., Hau. || 19 ruris Pal., edd. × turis V def. Putnam CPh
64, 235sq. || XXXVII 10 ropionibus Peiper × scorpionibus h, l, Lach., El., Hau. ||
XXXVIII 7 iuuet Hei. || XXXIX 11 parcus V El., Kr., Schu., alii × pinguis My., Bard.,
alii × porcus Scal. × fartus Cazz. || 19 defricare V × pumicare Bard. || XL 1 raude s,
Fae. × Raui Frie. × rauule Ver. 97 || XLI 1 a me an a V × Ameana Sta., plurimi edd., sed
ëvix sanabileí My. × a uesana Ok. 52; alii alia || 7-8 nec rogare qualis sit solet et
ymaginosum
V × nec rogare qualis sit solet. est imaginosa Frie. × nec rogate, qualis sit: solide
est imaginosa Hau. × nec rogate, qualis sit: solet esse imaginosa Schw., Kr., Wei. × nec
rogare, qualis sit, solet aes imaginosum Frˆ., El., My., Schu., Bard. (aliter Bard. ad Schu.),
quam coni. def. Ok. 52sq. || XLII 4 nostra D2 Av. Tr., Lach., alii × uestra V Ven., Schw.,
Bard., alii || 14 potest l, z, Ven., Bard., alii × potes V Bae., Schw., Le., My. || 16-17 post
v. 23 transp. et scr. quo si Wph., Rie. || 22 nobis V Kr., Schu., Wei., alii × uobis Lach., El.,
My., Bard. || 23 potestis] putatis Schw. in app. || XLIV 7 malamque p. expuli tussim
unus cod. (Edinensis a. 1495) × ex(s)pui Scal., El., Cazz. × aliamque p. expulsus sim V
(sum Ven.) || 13 grauido V Schw., Schu., Frie., alii || XLV 8 sinistra ut ante V × s. et
a. Birt Ph. Woch., 572sqq. × sinistra amatae Wiman 31sq. || 9 dextram z, h, El. || 18
dextram V, corr. A, edd. || XLVI 11 diuerse uarie uie V (fere semper codd. e non ae, e scr.
solent) quod vario modo ab edd. explicatur: diuersae uarie uiae B. Guar., My., Bard., alii ×
diuersae uariae uiae Lach., El., Hau. × diuerse uariae uiae Scal., Wei. || XLVII 2 mundae
Buecheler, Schz., Bae. in ed. × nummi Bae. in comm. × saecli Frie. || XLVIII 4 nec
numquam
V Schu., My., Bard. × nec mi umquam Sta., El., Thom. || XLIX 7 omniums (s
del.) R × omniumís El. | patronus O omnes recc. edd. × patronum G || L 2 ëan in tueis?í
Schw. || LI carmen multum tractatum, quod cum ex Sapphus carminibus conversum sit
(Sappho
31 Lobel-Page), tum quarta stropha Catulli tota est. id potissimum quaeritur, utrum vv. 13-
16
sint coniungendi cum prioribus an separandi. illud plurimi vv. dd. credunt, sed vv. 15-16
frg. carminis
deperditi esse iam Statius censuit || 8 om. V, suppl. uoce locuta in marg. Drec × uocis
in ore Dˆring × Lesbia, uocis Frie., Wei.; alii alia || LII 3 perierat D A plurimi edd. ×
perierat V Schu. || LIII 5 salaputium D2 plurimi edd. × salapantium V alísalapputium
sscr. R2 M2 (Salaputis nom. propr. CIL VIII 10570, cf. Mommsen Herm. 15, 1880, 393) ||
LIV ëCarmen invectivum non integrum traditum habetur, et praeterea nonnulli versus
fortasse decideruntí,
Ok. 58. de nominibus propriis opinatur Bickel RhM 93, 13sqq. || 2 et eri O G × et
heri R M × Heri Mur. × Hirti Ok. 59; alia alii || post v. 3 lacunam posuit Ellis et inseruit frg.
3 (at non effugies meos iambos), quem v. posuit post v. 7 Mazzoni Atene e Roma 18, 207
sqq. || 5 Fu(f)icio Scal., Hau. × Fufidio Kr., Bickel || LV cf. ad carm. LVIIIa || 2 latebrae
Giardina Museum criticum 8, 202 || 3 quaesivimus in V quia lectio codd. a metro abhorret,
vv. dd. coni.: quaesiuimus Scal., Schw., Kr., My., alii × quaesimus in Birt, Len., Schu.,
Bard., alii || 4 libellis V × ligellis B. Guar., Bianco RCCM 6, 34 (= tuguriolum), Bard. ×
in aedibus Cibellis L. Herrmann probante Khan AC 36, 119 × tabernis s, Av. Ald., Ok.
59sq. || 8 sereno b, D2 × serena V × serenas D d|| 9 auelte (l eras. R) V locus desperatus,
quem vario modo vv. dd. sanare studuerunt. at lectionem codd. servat Condorelli Helikon 5,
469sqq. ( = auellite, quod habet Ven.) || 11 reduc (-ce D) V versum vario modo vv. dd.
complere
studuerunt: reclude pectus Frie., Bard. × reducta pectus El., Ok. 60, Foster × reduce
pectus Len. × reclusa pectus Wiman × sinum reducens Av. em., Laf., Bianco × sinum
recludens Rie. || 13 sed te quaerere iam Herculis Bianco 37sqq. | v. 13 verba puellae esse
affirmat Copley AJPh 73, 295sqq. || 17 num s, Frie., Kr., Wei., alii × nunc V × quae
Wiman || 22 uestri (vel uostri) sim Schw., My., Bard., alii × uestri sis V × nostri sis Schu.,
Laf., alii || LVI 6 cris(s)antem in marg. R2 s× crusantem Bae. × criisantem Schm. |
Dianae Wph. || LVII 6 tenelli Hau. || 7 lecticulo O My., Bard., alii × lectulo G R M
Scw., Kr., Schu. × alueolo Bickel RhM 93, 20sqq. || 9 socii et codd., Schu., Wei., Bard. × et
del. Av. Tr., Scal., Kr., My., multi || LVIII 5 magnanimi Remi omnes fere edd. ×
magnanimos
Remi unus cod., Cal., Bard. || LVIIIa Sunt qui hoc fragmentum carmini LV adiungant
(Scal.) aut inserant, e. g. post v. 12 pauculi codd. recc., Guar., Ok. 60; post v. 13 Rom.,
Lach., Len.; post v. 14 Frˆ., Schw. || 1-4 non] nam Khan 130sq. || 4 niueis citisque bigis
Mur., Bianco 41sq. × niueas citasque bigas et 5-6 del. et 7 iunctas Khan AC 36, 130sq. ||
7 iunctos plurimi edd. × uinctos M D Bard. × uictos O || LIX 1 rufum codd., quod vario
modo corr. studuerunt vv. dd.: Rufulum plurimi edd. × Rufum anus Mun.; alia alii || LXI 8
post laetus interp. My., Bard. || 16 iunia G R M × uin- vel iun- O × iulia h, l× Vibia D2
× utrum Vinia (La., Kr., alii) an Iunia (El., My., Bard., alii) diiudicari non potest || 31 sq.
post uoca interp. Schu., Wei., alii; post noui Schw., My., Bard., alii || 46-47 anxiis - est
Hau.
× magis ac magis - est B. Guar. × a maritis - est Frˆhner Phil. 14, 584 || 68 nitier b×
uicier G R M × uities O × uincier D Lach. || 79-82 lacunam (quattuor versuum: edd.)
supplet
Goold. in codd. non est spatium || 95 om. V, suppl. Av. Ald.1, edd. || 98 uideri ut O ×
uiden ut G R M ex quo coni. vv. dd. aut uide ut (Schw., Kr., Wei.) aut uiden (My., Bard.,
Fedeli) || 106 sed O Bae., Laf., My., alii × quin Av. Tr., Kr., Frie., alii × qui Av. Ald.1,
Lach., alii || 112-114 lacunam (trium versuum: edd.) supplet Goold. in codd. non est
spatium
|| 122-125 ordo versuum in codd. hic est: 122. 124. 125. 123; sed 125 om. O; ordinem
restituerunt
edd. || 147 soli Skutsch BICS 16, 40 || 158 seruit V, corr. edd. × sine fine seruit
D × sine fine erit Av. em., Lach. || 171 unus V Schu., Wei., Bard. × intus Sta., Kr., My.,
multi edd. antiquiores × imus vel unctus vel udus alii || 178 sed perit en magis Skutsch
BICS 16, 40 || 186 uiris unus cod. rec., Sta., permulti edd. × unis V × bonis Pass., Bae. ||
196-200 post 205 collocavit V, huc revocavit Scal. || 204 cupis cupis O G R × cupis capis
M || LXII Hoc carmen invenitur etiam in cod. Thuaneo; in marg. versuum: 1 Turba uirorum
|| 6 Puellae || 11 Puellae inepte || 20 Puellae || 26 Iuuenes || 32 Puellae || (33
nihil) || 39 Puellae || 49 Iuuenes || 7 ignes Pal., edd. × imbres T × imber V | Oetaeas
obtendit N. umbras Sta. || 9 uincere Av. em., B. Guar. × uisere V T El., Frie., alii ||
17 com(m)ittite V || post v. 32 lacunam esse perspexit Av. Tr. Goold lacunam septem
versuum
supplet || 35 Eous plurimi edd. et vv. dd. × eodem V perpauci edd. (Bard.) × eospem T ||
40 contusus M, in ras. G2 R2 || post v. 41 unum versum excidisse putat Spe. || 53 et 55
iuuenci] coloni Bae. || post v. 58 ephymnium add. Muretus et permulti edd. || LXIII 5
deuolsit Hau. × deuoluit V | deuoluit ilia acuto sibi pondere silicis Bianco Stud. Florent.
Ronconi obl., 35sqq. || 9 cybel(l)es s× cibeles V × Cybebe(s) post Be. permulti (e. g. Schw.,
Kr., My., Bard.), etiam in vv. 20. 35. 84 || 18 erae citatis Av. × aere citatis Lach. || 20
Cybebes Be. (cf. ad v. 9) × Rheae M¸. (cf. v. 68) || 21-24 delendos esse putat Schmid || 42
excitam Lach., Bae., My., alii × excitum V Schu., Bard., alii. idem vv. dd. aut fem. aut
masc.
posuerunt in versibus 45. 88. 89 || 45 ipsa B. Guar. × ipse V, cf. ad v. 42 || 47 tetulit Cal.,
edd. × retulit V Bard. (cf. ad v. 52) || 52 retuli G R M (cf. ad v. 47) || 54 omnia V × amica
Mur. × operta vel opaca M¸, Thom. × opaca Goold, Qu. || 68 deum V × Rheae M¸. (cf. v.
20) × deae Rie. || 74 hinc V × huic q, El., Kr., My., alii × hic l, z,, Schw. | lacunam
expleverunt:
citus Be., plurimi edd. × celer Lach. × grauis Ok. 66 | abiit eta, Lach., El., My., Bard.,
alii || 75 deorum V def. Kr. × Matris Lach. || 88 teneramque Lach., alii (cf. ad v. 42) ×
tenerumque V || 89 illa Lach., alii (cf. ad v. 42) || 93 rabidos q, omnes fere edd. × rapidos
V Frie., Schu., Thom. (cf. v. 85) || LXIV 11 prima D s, edd. × primam G R M × post
eam O × proram in marg. O2 Bae., Len., Qu. × illa rudens cursu proram Massimi GIF 12,
263sqq. || 13 incanuit Av. Ald., My., Bard. || 14 freti plurimi edd. × feri V Qu., def. Vah.
II 761 et Schu. Marg. 97sq. || 21 sanxit Pontanus || 23 mater O G R M, alí matre G2
R2 M2 × Marte Bae. × matrum progenies saluete iter schol. Veron. || 23b om. V, iterum
suppl. Hau. (secundum Verg. Aen. 5, 80) × saluete bonarum suppl. Goold || 28 Nereine
Hau. × neptunine Ven., Schz. I, Bard. || 35 Cieros edd. × scyros h, Ven., Bard., def. Ellis
et Giangrande Liverpool Cl. Month. 1, 111sq. || 48 aedibus A. Guar. || 64 nudatum Scw.;
alii alia || 72 ferens codd. Nonii et codd. Cat. recentissimi || 73 ferox quo ex s, edd. ×
feroxque et V | qua robore Frˆ. || 75 tecta Pal., plurimi edd. × templa D4 e, Av. Ald.1,
Schz. Beitr. I 11, My., Bard. || 83 nec funere Sta. × cum funere Bae. in app. || progignunt
q× perg- V × praecingunt Bae., My. | mirtos O × mirtus (vel -y-) G R M My. ||
100 quanto V def. Vah. II 770 × quam tum Fae., Cazz. || 102 appeteret O × oppeteret
G R M def. Vah. II 771 || 104 succepit Sta., plurimi edd. × succendit V El., Pi., Bard.
|| 109 lateque cum eius V, quod vv. dd. corrigere studuerunt: late quaecumuis Kr., Schu.,
alii × late quaeuiscumque El., My., alii × lateque cacumen it Fink AJPh 84, 72sqq., Bard.;
alii alia || 119 laetabatur Lach., edd. × lamentata est El. × lamentatur Buecheler, Pi. ||
121 rati Pass. × ratis V || 127 in ante pelagi add. z, h, plurimi edd. | per tenderet Bae.,
Le., Sch., Bard., alii × pretenderet O G × protenderet R M || 135 deuote Slater Cl. Rev.
17, 26 || 139 blanda O, plurimi edd. × nobis G R M Vah. II, 772, El., Hau. × non haec
Sta. || 140 miser(a)e V Ok. 68 × miseram Ven. × misera Bae. || 143 nunc B. Guar. ×
tum V × hinc Frˆ. || 148 meminere Czwalina (cf. Goold Phoe. 12, 105) || 164 conqueror
h, q, plurimi edd. × conquerar V pauci edd. || 178 Idaeosne B. Guar., edd. recc. ×
Idomeneosne edd. vett. × idoneosne O R M D | at Mur., My. || 179 ubi del. Av. Tr. ||
184 litus codd. × colitur My. × laetast Birt || 204 inuicto a, Av., edd. × inuito V Sta., Pi.
em. II 42 || 211 ereptum V, corr. Vossius, edd. (sive Erechtheum Schw., Bard., alii, sive -
cth- Bae., Kr., My., alii) || 215 longe plurimi edd. × longa V My., Bard. || 227 decet
Lach., vetustiores edd. || 229 ac z, edd. × has V || 237 aetas] sors, quod in R m. recentissima
sscr., A. Guar. × fors Av., Pi. || 243 infecti B. Guar., Bae., Schw., Bard., alii || 254
locus nondum evidenter expeditus qui tum V crucem add. Schw., sed sanare studuerunt alii:
quae
tum omnes fere edd., qui etiam lacunam unius v. coni. (lacunam quinque vv. Hering
552sqq.) ×
qui cum Pi. em. II (qui ex v. 255 duos vv. fecit scribens euoe bacch<antes trepidanti
Maenades ore / euoe clam>antes euoe) × quicum alacres Bard. || 271 sub limina D3
b, Ven., Kr., Bard., alii × sub lumina Bae., alii || 273 que om. G R M × lenique Frˆ. ||
280 quodcumque V, corr. R3 edd. || 282 parit in ras. G × aperit Housman || 287-288
versus multum vexati insanabiles videntur || 287 minosim V × Meliasin Wei., Eisenhut olim
× Naiasin Hau., Laf. × Mnemonisin GonÁalves Euphrosyne 2, 77sqq. × umbrosae Wiman
33sq. × Minois Ok. 69sqq. × Peneisin Len., Paratore, Bard.; alii similia vel longe alia | doris
V × claris s× doctis Stat. × diuis Schw.; alia alii || 288 non acuos V × non uacuos Bergk
(=-us B. Guar.) || 296 silici codd. × Scythica Rie. × in Scythia Schw. × triplici Bae. || 300
ydri (idri) V edd. || 309 roseae niueo A. Guar. × roseo niuee V Laf., Pi., My., Bard. ||
320 uellentes Bae., Schw., Kr., alii (nota alliterationem) × pellentes V El., My., Bard., alii ×
pectentes Stat. × pernentes vel carpentes Camps AJPh 94, 132sqq. || 324 clarissime D
|| 326 facta O || 330 flexanimo mentem p. amore Mur., plurimi edd. × flexo animo
mentis p. amorem V Frie., Len. || 344 campi D2 Sta., edd. × trunci in marg. Drec, b× riui
Cal. × sentes Walter Ph. Woch., 476 || 350 versum emendavit Bae., quem secuti sunt
plurimi
edd. cum in cinerem canos s. a. u. crines D sigma, Vah. II 779sq. × cum incuruo canos
s. a. u. crines El. × cum cinere intinctae s. a. u. crines Massimi 267sqq. || 353 cultor G
M || 368 madefient D4 h, Parm., edd. × madescent O G R M × mitescent D Lach. ||
378 secl. permulti edd. (non Eisenhut, Bardon) || 384 post Parcae praesentes interp.
Postgate
CPh 446 || 387 residens Bae. ëan renidens?í Schw. in app. || 393 laeti diuum]
Latonigenam Hei. || 395 R(h)amnusia l, Ven., El., Kr., Schu., alii × Amarunsia Bae.,
My., alii || 402 poteretur eta, edd. × potiretur V || 404 penates Drec El., Schw., My.,
Bard., alii || LXV 1 defectum Bae., Schu., Wei., Bard., alii × confectum R M Schw., Kr.,
My., alii || 7 troia D × Lydia Pi. || 9 om. O G R, habent D b, spurium iudicant Stat., Bae.,
Kr., My., alii; servant Frie., Schu., Bard., alii || 9-14 spurios esse putat Schw. || facta D edd.
× uerba cod. rec. (Lond.), sscr. D3 × fata cod. rec. (Ambros.) || LXVI 1 lumina codd., def.
Traglia, Studi in onore di Funaioli, 436sq., alii × limina Rehm Phil. 89, 385sq., alii || 2
obitus
D edd. × habitus V Pi. Aevum 18, 25; em. I 43 || 7 numine V × in lumine multi ×
lumine z, Kr., Traglia 437sq. × in limine Hei., Bae. in comm. || 8 e Bereniceo pauci × e
Beroniceo plurimi edd. || 11 auctatus (propter hiatum) Goold Phoe. 23, 186sqq. || 21 an
l, Schw., Kr., alii × et V El., Laf., My., Thom. × at D s, Bae., Bard., Ok. 76 || 23 quam
Be., multi × cum V El., Pi., Bard., Ok. 76 || 27 quo Av. Tr., edd. × quum Fae., Pi., Bard.
|| 45 peperere h, permulti edd. × rupere D2 A. Guar., Bae., Schu., Pi. × pepulere Stat. ||
Len. || 47 interstitium nullum O, unius versus G R M; versum facere studuerunt vv. dd., e.
g.
uiuat uti nostro notus iam carmine grato Frie. × uersibus ut nostris etiam post funera
uiuat Goold; alia alii || post 49 v. 16 inser. O (cf. ad v. 16) || 50 alli O Scal. (cf. ad v. 11)
|| 52 torruerit Bae., Schu. Nachl. 50sq., My., Bard., alii × corruerit codd. Schw., Kr. (in
comm.), alii || 55 lumina q, edd. × pupula El. || 56 cessarent D q, edd. × cessaret El. ||
post 56 lacunam octo versuum putat Hering Acta class. 8, 41 || 59 ualle D edd. × ualde V ×
Alpe Laf. || 61 lasso h, Parm., edd. × basso V × crasso Bae. in ed. || 63 hic G R M × ac
s, Schu., Wei., alii || 65 implorata h, edd. × implorante Stat., Pi. || 66 allius O × manlius
G R M D × Manius Lach. || 67 classum G R M × laxum Scal. || 68 dominam V
El., Laf., Pi., alii × dominae Frˆ., Bae., Schw., Bard., multi alii. vv. dd. inter se multum de
hoc
loco disceptabant || 69 ad quam codd. × atque ubi Laf. || 75 incepta V, corr. Turnebus ×
incepto Frˆ. || 85 scirant M¸., Bae., Schw. | abesse z, h, Mun., My. × obisse Bae. || 91-
100 vide ad vv. 21-24, 93-96 || 91 quaene etiam Hei., edd. × qualiter id El. || 93-96
subditivos
putabant Frˆ., Birt, alii; sed Wohlberg CPh 50, 42sqq. censet vv. 91-100 postea a Catullo
factos esse, ut ex partibus unum carmen fieret || 98 cineres D s|| 101 simul D s, Schw.,
Schu., alii × om. V × lecta My. × cuncta Frˆ., Pi. || 112 audit Palmer × audet V × gaudet
Weis || 118 tuum domitum V quod vv. dd. corrigere studuerunt, e. g. tunc indomitam Corr.
de Allio, Schw., Schu. × toruum dominum Bae. × durum domitam Lach. × dominum
domitum
El. × tamen indomitam My., Bard. || 128 quam quae Av. Tr., edd. × quam cum El.
|| 139 concoquit iram Lach., Schw., Schu., alii × concipit iram Bae. × contudit iram Pi.,
Wiman 36 × condidit iram Laf. × cohibuit iram Laf. in app., Bard. || 140 furta D multi
edd. × facta V El. | perfida pacta Bae. || 141 locus desperatus. lacunam post v. 141 statuit
Marcilius, quem edd. fere omnes sequuntur; negant Bard., Hering | atque q, edd. × atque V
× at
quia D A El. | componere V × componier Cal., edd. plerique | aequum est transp. in
finem lacunae i. e. ante v. 142 ingratum et post componere add. fas est Schu., Wei. || 143
tandem Bae. || 144 fragrantem D edd. × flagrantem V (cf. carm. VI, 8) || 145 mira]
rara Hau., Kr. × muta Rie. || 150 Alli Scal., edd. × aliis V × mi Alli Bard. || 156 in qua
nos Sch., Qu., alii × ipsa in qua D Laf., My., Bard. × ipsi in qua s, Stat., Len. || 157 locus
nondum sanatus | aufert V × hospes El., Bard. × haustis Bae., Schu., Wei. × auspex Ok.
87sq. × audens Frie. | terram dat et aufert Len. | nobis te tradidit auspex Cremona
Aevum 41, 258sqq. × nobis terram dedit, Aafer (Afer Mun.) Schmid 74sq. || 158 hiatus
vitandi causa commendant: nobis omnia Cal. × primo sunt omnia Ok. 88 || LXIX 3 non
si illam rarae Av. Ald.1, plerique edd. × non si illam Coae Bae. in comm. || 10 cum Frˆ.
| fugiunt G R M × fugiant z, Mun., nonnulli || LXXI 1 iure Pal. × uiro V × Virro B.
Guar., El., Bae. | sacer alarum Cal. (qui carm. LXIX, 6 et Hor. epod. 12, 4sq. adfert) ×
sacratorum O × sacrorum G R M | siquoi uirum, Oto, ac sacer alarum Pi. cr. || 2
quem q, edd. × quam V || 4 mirifice est a te V edd. × mirifico est fato Hau. × mirifice
est fato Schu. × mirifice est apte Ok. 90 | a te] certe Peiper × ad te Cazz., Wal. × actu Av.
× astu Mur. × Alli Kr. in comm., Wei. × crucem ante a te pos. Kr., My. || LXXII 7 quis
potis
es Ven., Cal. | est, inquis? interp. My. || LXXIII 1 quicquam D z× quisquam O G R
El., Pi. || 4 immo etiam taedet obestque magisque magis V × prodest immo e. t. obestque
magis Av. Tr., plurimi edd. × immo etiam taedet, taedet obestque m. Av. Ald.1,
Vah., Bard. || 6 qui] quae Birt Phil. 63, 469; Sk. Met. 41sq. || LXXV 1 nunc est mens
diducta Lach. | mea, L., culpa interp. My. || LXXVI 9 omnia quae plurimi edd. × omniaque
V M¸., Len., Laf. || 10 cur te iam O G R × iam te cur (hiatus vitandi causa) D z, h,
Ven., complures edd. × te iam cur Pi. × cur tete iam Goold Phoe. 23, 188 || 11 istinc teque
edd. × istinc te ipse El. || 18 extremo iam ipsa in nonnulli edd. × extremo iam ipsam V
× extremam iam ipsa in plurimi edd. × extremo iam ipsa Ok. 93 || 21 hei Lach., alii × seu
V × heu s× quae Cal., My., Bard. || LXXVII 3 mi Ven., edd. × mei V || LXXVIIIa
fragmentum in codd. cum praecedentibus versibus coniunctum (quae res est nullius
momenti: cf. ad
carm. IIa et XIVa). carm. LXXVIIIa carmini LXXVII agglutinavit Scal., carmini LXXIX
Ok., carmini LXXXVIII (ëtertia strophaí huius carminis) Schm. 92sq. alii alibi carm.
LXXVIIIa ponere conabantur, immo vero carmen supplere studebant || 2 sauia R M D Bae.,
Schw., Schu., Bard., alii × sania O G × suauia l, My. || LXXIX 4 notorum O plurimi edd.
× natorum G R M pauci edd. | sania O × suauia D lambda, My. (cf. carm. LXXVIIIa, 2)
|| LXXXI 6 quid V × quod D z, My. || LXXXIII 6 loquitur codd., def. Bae., Bard. ad
Schu.; habent multi edd. × coquitur Bae. (cf. comm.), Schw., Kr., Laf., alii || LXXXIV 5
Liber (nom. prop.) s, El., Kr., alii × Cimber Hei. × Vmber Rie. × libere (i. q. ësine
impedimentisí,
ësine metuí, ëproprieí, ëultroí) Ok. 94sq. || LXXXVII 2 es Scal., Cazz. × est codd.,
plurimi edd. | 4 meo Frˆ. × illo Bae. in comm. || LXXXVIII ad ea, quae Schm. putat, cf. ad
carm. LXXVIIIa || 6 lympharum M¸. || XC 5 gratus M¸., Bae., Laf., My. × gnatus V
Bard. × natus s|| XCII 3 eadem Rie. × itidem Schm. || XCIII 1 belle Usener RhM 21,
426, Bae. in textu, retractat in comm. || XCIV 1 moechatur mentula? certe. interp. My.,
Bard., Thom., alii || XCV 4 neque intervallum neque signum in V × versum finxerunt
Parth.,
Frˆ., Len., Pi. cr., alii. totum carmen excidisse contenderunt Lach., Hau., alii || 5 cauas z, h
× canas V || 9-10 seiunxit Sta., quem My., Thom., alii secuti sunt || 9 sodalis om. codd.,
habent in marg. Rrec, Av., Ald.1, Schw., alii × laboris D Ven., Parm. × lubenter Schm.
278sq.,
alia alii || XCVI 4 missas V × amissas Av. Tr., Sta. × scissas Schw. || XCVII 3 immundior
illo D × immundior ille Lach., Kr., Cazz. || 5 est hic dentis os z× est. os dentis
Frˆ., Schw., Cazz., Qu. × hic. dentis os Len., Bard. || 12 nom. prop. suspicati sunt: Agroti
vel Argoti Sta. × Agroici Pi. || XCVIII 1 et 5 uicti V plurimi edd. × Vetti Sta. × Vecti Frie.
Vitti Hau. || XCIX 8 mollibus Qu. || C 6 locus desperatus, quamquam sententia uix dubia
perfecta est igitur est O R M × perfecta est exigitur est G × per facta exhibita est Lach.,
permulti edd. × per facta exigitur Schu. in app. × per facta ingenita Wiman 36 × perspecta
egregie est Bae. × perspecta est igni tum Palmer × perspecta ex igni est My., Bard. (igni
perspici et sim. in proverbio est, cf. Ok.) || CI 6 misero Av. Tr. || 8 tristis munera q,
Lach., Rie. || CII 1 si cui qui Pi. cr. | tacite Mun. || 3 meque V × me aeque Gran. |
Indorum Bae. × mystarum Len. × hilorum Herrmann La nouv. Clio 6, 240sq. || CIV 4
cum tappone V × cum caupone z, Ven. || CVI 1 esse O G plurimi edd. × ipse R M ×
ire Schw. in app. || CVII 1 quicquam D e, Ok. 98sq. × quicquid G R M × quoi quid
Schu. || cupidoque Av. Ald.1 (hiatus vitandi causa) | optigit O My., Schu., alii × obtigit G
R M plurimi edd. || 2 insperati Hei. || 3 et inprimis 7-8 loci conclamati | nobisque hoc
Sta., Pi. × nobisque est Hau., Schw. × mi bis quoque Ok. 98sq. || 7.8 hac res est optandus
O × me est optandus G R M × hac res optandas Lach., Bae., Schu. × hac re optandam
(in uita) Kr. magis hac quid optandum Bard., Wiman 36sq.; alia alii || CVIII 4
execta z, Lach. × exercta O × exerta G R M Ven. × excepta D × excerpta El. || CIX 6
alternum Ven. × aeternae... sancte Wei. || CX 4 et B. Guar., plurimi edd. × nec V Pi.,
Paratore × sed Ok. 100 | saepe] turpe Av. Pi. || 7 est facinus Frie., Schu., Pi. × officiis
Bae., My., Wei., Ok. 100 × effectis El. × est ficti Schw. || 8 toto D g× tota V || CXI 2
est laudibus eximiis V × ex laudibus eximiis Pass., Scal., Kr., Wei. × est laudibus ex nimiis
Bae., Schu. || 3 par D z, edd. × fas Ven. || 4 versum truncum quam matrem fratres ex
patruo alii aliter supplent, lacunam indicant Kr., My. × ex patruo parere sigma × te parere
ex
patruo Frie., Schu., Bard., Cazz. × efficere ex patruo Ven., Pi. × ex patre concipere
Wiman 37, Ok. 101sq. × ex patruo patier Schm. || CXII 1 homo est qui Scal., plurimi
edd. × homo sed D × homo qui El., Pi. × homo est quin Schw., My. × homo alter Wiman
37 × homo una Ok. 102 × o multus homo, est quin Khan, Homm. ‡ Renard I, 9sqq. || 2
te scindat Schw., My. || CXIII 2 meciliam G ex quo Maeciliam cum Lach. permulti edd.
× Moeciliam Len., Bard. × Moecillam M¸., Bae., Pi. × Mucillam Schw. || CXIV 1 firmanus
saluis V, corr. Av., multi edd. × Firmano saltu Av. Ald.1, My., Khan, Thom., Bard. ×
Firmanus saltu Pal., El., alii | 6 dummodo ipse V (hiatum def. Schu. Marg. 105sq. et Schz.
I 15) × dummodo et ipse Len. × dummodo is ipse Ok. 103sq. × dum modio ipse Thom.
× dummodo tu ipse egeas Frˆ.; alia alii. crucem posuerunt Schw., My. || CXV 1 istar O ×
noster Av. Tr. × iuxta Scal. × saltum Housman, Khan (dubitatur de longa syllaba habet, cf.
Ok. 104sq.) || 4 bona Av. Ald.1 × moda V || 5 altasque paludes D Khan × saltusque
uastasque Pleitner, sed v. hyperm. (cf. carm. LXIV, 298 et XXXIV, 22) servandus est || 8
uere Parth., Schm. 23 || CXVI 1 uenante] ueni ante Birt, Pi. || 4 tela Mur. × telis G R
M D | infestum D Ven. | meum add. Mur., plurimi edd. × mihi add. Bae., Bard. om. V ||
6 hinc V Schw., Kr., Len., def. Ok. 106 × hic D z, plurimi edd. ×huc Mur., Frˆ. || 7 contra
nos] contorto Camps 136sq. | amictu e, edd. × amicta V (def. Ok. 106sq. dicens id
P.P.P. verbi amicire esse) ||8 at fixus z, plurimi edd. × affixus O G R M D Pi., Bard. ×
afflixus
M
10.- NOMBRES Y OBRAS CITADOS EN EL APARATO CRÍTICO
NOMINVM ET LIBRORVM COMPENDIA
Hoc in conspectu compendia nominum librorumque proferuntur quae in
apparatu critico memorantur.
Allen: CJ 68, 1972; CPh 69, 1974; CW 66, 1972
Av. em.: Hier. Avantius, Emendationes in Catullum, Venetiis 1481
Av. Ald.1: Aldina 1502 ab Avantio curata
Av. Ald.2: Aldina 1515 ab Avantio curata
Av. Ald.: ambae Aldinae
Av. Tr.: Avantius in editione Trincavelliana, Venetiis ca. 1535
Axelson: Studi in on. Castiglioni, Firenze 1960
Bae.: Catulli Veronensis liber rec. et interpretatus est Aem. Baehrens, I (textus) Lipsiae
1876, II
(comm.) Lipsiae 1885
Bae. Schz.: textum quem Baehrens ediderat (= Bae. I) curavit K. P. Schulze
Bard. ad Schu.: H. Bardon, censura editionis quam Schuster confecerat, Rev. des …tudes
anciennes
52, 1950, 357sqq.
Bard.: H. Bardon, Catulli Veronensis carmina (Coll. Latomus 12), Bruxelles 1970. Iterum
edidit
Stutgardiae 1973
Barw.: Charisii artis grammaticae libri V ed. C. Barwick. Addenda et corrigenda coll. et
adiecit
F. K¸hnert, Lipsiae 1964
Be.: R. Bentley, coniect. in ed. G. Graevii 1697
Ber.: Beroaldus
Bianco: RCCM 6, 1964; Stud. Florent. Ronconi obl., Roma 1970
Bickel: Phil 89, 1934; RhM 90, 1941
Birt: Ph. Woch. 1919; Phil. 63, 1904; RhM 90, 1941
Buchheit: Herm. 89, 1961; Herm. 104, 1976
Buecheler: RhM 18, 1863
Cal.: Ioann. Calphurnius, Catull., Tib., Prop., Stat.silv., Vicentiae 1481
Camps: AJPh 94, 1973
Cazz.: E. Cazzaniga, Catulli Veronensis liber, Augustae Taurin. (1941) 1966
Ciresola: Rend. Ist. Lomb. 74, 1940
Colin: REL 32, 1954
Condorelli: Helikon 5, 1965
Copley: AJPh 73, 1952; CPh 52, 1957; CW 44, 1951; Grazer Beitr. 2, 1974; Lat. 35,
1976
Cremona: Aevum 41, 1967
Deroux: Lat. 28, 1969; Rev. Belge Phil. et Hist. 55, 1977
F. W. Dˆring: Catulli carmina (editio et commentarium), Altona 1834
El.: R. Ellis, Catulli carmina recogn. brevique adnot. crit. instruxit, Oxonii (1904) 1911
El. Comm.: R. Ellis, A Commentary on Catullus, Oxford (1867) 1889
Fae.: G. Faernus, notae ad Catullum teste Statio
Fink: AJPh 84, 1963
Foster: CQ 21, 1971
Frie.: Catulli Veronensis liber, erkl‰rt von G. Friedrich, Leipzig-Berlin 1908
Frˆ.: J. Frˆhlich, M¸nchner Abhandlungen III 1843, 691; V 1849, 262; VI 1851, 257
Frˆnher: Phil. 14, 1859
Giangrande: Liverpool Cl. Month. 1, 1976; Quad. Urbin. di cultura class. 9, 1970
Giardina: Museum criticum 8, 1973
GonÁalves: Euphorsyne 2, 1959
Goold: Phoe. 12, 1958; Phoe. 23, 1969
Gran.: J. Granarolo, Líoeuvre de Catulle, Paris 1967
Gran ad Bard.: J. Granarolo, censura editionis quam Bardon confecerat, Latomus 37, 1978,
791sqq.
A. Guar.: Alexander Guarinus, qui editionem patris B. Guar.Baptistae notis instruxit,
Venetiis 1521
Hau.: Cat., Tib., Prop. rec. M. Haupt, septimam editionem curavit J. Vahlen et edidit R.
Helm,
Lipsiae 1912
Hei.: Nic. Heinsius, cuius notas ad Catullum et Propertium edidit P. Burman, Harlemi 1742
Helm: R. Helm, censura editionis quam Kroll confecerat, Philol. Wochenschrift 1924,
425sqq.
Hering: Acta class. Univ. Scient. Debreceniensis 8, 1972; Wiss. Zeitschr. Univ. Rostock
27,
1978
Herrm.: L. Herrmann, Hommages ‡ Niedermann, Bruxelles 1956, 164sqq.
Herrmann: La nouv. Clio 6, 1954; Lat. 33, 1974; Lat. 37, 1978
Herter: Festg. f¸r Heinschkel u. Artelt, Sttug. 1971
Herz.: R. Herzog, Catulliana, Hermes 71, 1936, 338sqq.
Hofm.-Sz.: Lateinische Grammatik: Syntax und Stilistik von J. B. Hofmann, neubearbeitet
von
Aanton Szantyr (Handbuch der Altertumswissenschaft II 2, 2), M¸nchen (1965) 1972
Housman: CQ 22, 1928
Hudson-Williams: CQ 46, 1952
Ja.: G. Jachmann, censura editionis quam Kroll confecerat, Gnomon 1, 1925, 200sqq.
Khan: AC 36, 1967; Homm. ‡ Renard I, Brux. 1969
Kidd: Antichton 4, 1970; Lat. 33, 1974
Kl.: A. Klotz, Zu Catull, Rhein. Museum 80, 1931, 342sqq.
Kr.: Wilhelm Kroll, C. Valerius Catullus, Lipsiae-Berolini (1923) 1929
Lach.: Q. Valerii Catulli Veronensis liber ex recensione C. Lachmanni, Berolini (1829)
1874
Laf.: G. Lafaye, Catulle, PoÈsies, Paris (1922) 1958
Len.: M. Lenchantin de Gubernatis, Il libro di Catullo, testo e commento, Torino (1928)
1947
Leum.: Lateinische Grammatik: Laut- und Formenlehre von Manu Leumann (Handbuch
der
Altertumswissenschaft II 2, 1), M¸nchen 1977
Lev. ad Schu.: Ph. Levine, censura editionis quam Schuster confecerat, Amer. Journal of
Philology 73, 1952, 96sqq.
Lu.: G. Luck, Notes on Catullus, Latomus 25, 1966, 278sqq.
Marc.: Theodori Marcilii asterismi, Paris 1604
Martyn: Er. 72, 1974
Massimi: GIF 12, 1959
Mazzoni: Atene e Roma 18, 1938
Mer.: E. T. Merrill, Catulli Veronensis liber, Lipsiae 1923
Mette: Herm. 83, 1955
Meurig-Davies: CQ 44, 1950
M¸.: Luc. M¸ller, Q. Valerii Catulli carmina, Lipsiae 1870 (complures editiones
stereotypae)
Mun.: H. A. J. Munro, Criticisms and elucidations of Catullus, ed. alteram curavit J. W.
Duff,
Londonii 1878
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PERIODICA. CORPORA
AC: LíantiquitÈ classique
AJPh: American Journal of Philology
BICS: Bulletin of the Institute for Classical Studies of the University of London
CJ: The Classical Journal
CPh: Classical Philology
CQ: The Classical Quarterly
CR: The Classical Review
RHODVS (Rodas) IV 8.
RHOETEVS (del Reteo) LXV 7.
ROMA (Roma) LXVIII 34.
ROMVLVS (Rómulo) XXVIII 15; XXIX 5, 9; XXXIV 22, XLIX 1.
RVFA (Rufa) LIX 1.
*RVFVLVS (Rufito) LIX 1.
RVFVS (Rufo) LXIX 2, LXXVII 1.
SABINVS (sabino) XXXIX 10; XLIV 1, 4, 5.
*SACAE (saga) XI 6.
SAETABVS (de SÈtabis) XII 14, XXV 7.
SALISVBSILIVS (salio) XVII 6.
SAPPHICVS (sáfico) XXXV 16.
SATRACVS (Sátraco) XCV 5.
SATVRNALIA (Saturnales) XIV 15.
SATYRI (Sátiros) LXIV 252.
SCAMANDER (Escamandro) LXIV 357.
SCYLLA (Escila) LX 2, LXIV 156.
SEPTIMILLVS (Septimillo) XLV 13.
SEPTIMIVS (Septimio) XLV 1, 21, 23.
SERAPIS (Serapis) X 26.
SESTIANVS (de Sestio) XLIV 10.
SESTIVS (Sestio) XLIV 19, 20.
SILENI (Silenos) LXIV 252.
SILO (Silón) CIII 1.
SIMONIDEVS (de Simónides) XXXVIII 8
SIRMIO (Sirmión) XXXI 1, 12.
SOCRATION (Socratión) XLVII 1.
SOL (Sol) LXIII 39, LXIV 271.
SOMNVS (SueÒo) LXIII 42.
STYMPHALIVS (de Estinfalo) LXVIII 113.
SVFFENVS (Sufeno) XIV 19; XXII1 10, 19.
SVFFICIVS (Suficio) LIV 5.
SVLLA (Sila) XIV 9.
SYRIA (Siria) LXXXIV 7.
SYRIVS (sirio) *VI 8, XLV 22.
SYRTIS (Sirtes) LXIV 156.
TAGVS (Tajo) XXIX 19.
TALASIVS (Talasio) LXI 134.
TAPPO (Tapón) CIV 4.
TAVRVS (Tauro) LXIV 105.
TELEMACHVS (TelÈmaco) LXI 229.
TEMPE (Tempe) LXIV 35, 285, 286.
TETHYS (Tetís) LXIV 29, LXVI 70, LXXXVIII 5.
TEVCRVS (teucro) LXIV 344.
THALLVS (Talo) XXV1 4.
THEMIS (Temis) LXVIII 153.
THERMOPYLAE (Termópilas) LXVIII 54.
THESEVS (Teseo) LXIV 53, 69, 73, 81, 102, 110, 120, 133, 200, 207, 239, 245, 247.
THESPIVS (tespio) LXI 27.
THESSALIA (Tesalia) LXIV 26.
THESSALVS (tesalio) LXIV 267, 280.
THETIS (Tetis) LXIV 19, 20, 21, 28, 302, 336.
THIA (Tía) LXVI 44.
THYIAS (Tíade) LXIV 391.
THYNIA (Tinia) XXXI 5.
THYNVS (bitinio) XXV 7.
THYONIANVS (tioniano) XXVII 7.
TIBVRS (tiburtino) XXXIX 10; XLIV 1, 2, 5.
TORQVATVS (Torcuato) LXI 216.
TRACIVS (Tracio) IV 8.
TRINACRIVS (roca Trinacria) LXVIII 53 .
TRITON (Tritón) LXIV 395.
TRIVIA (Trivia) XXXIV 15, LXVI 5.
TROIA (Troya) LXVIII 88, 89, 90, 99.
TROICVS (de Troya) LXIV 345.
TROIVGENA (nacido en Troya) LXIV 355.
TROIVS (de Troya) LXV 7.
TVLLIVS (Tulio) XLIX 2.
TYRIVS (tirio) LXI 172.
VARVS (Varo) X 1, XXII 1.
VATINIANVS (de Vatinio) XIV 3, LIII 2.
VATINIVS (Vatinio) LII 3.
VENVS (Venus; pasión, atractivo) III 1, XIII 12, XXXVI 3, XLV 26, LV 20; LXI 18,
44, 61, 198, 202; LXIII 17; LXVI 15, 56, 90; LXVIII 5, 10; LXXXVI 6.
VERANIOLVS (Veranito) XII 17, XLVII 3.
VERANIVS (Veranio) IX 1, XII 16, XXVIII 3.
VERONA (Verona) XXXV 3, LXVII 34, LXVIII 27.
VERONENSIS (de Verona) C 2.
VESPER (VÈspero) LXII 1.
VIBENNIVS (Vibenio) XXIII 2.
*VICTIVS (Victio) XCVIII 1, 5.
VICTOR (Víctor) LXXX 7.
*VINIA (Vinia) LXI 16.
VIRGO (Virgen) LXVI 65.
VMBER (umbro) XXXIX 11.
VOLVSIVS (Volusio) XXXVI 1, 20; XCV 7.
VRANIA (Urania) LXI 2.
VRII (Urio) XXXVI 12.
ZEPHYRITIS (Cefirítide) LXVI 57.
ZEPHYRVS (CÈfiro) XLVI 3, LXIV 270.
ZMYRNA (Esmirna) XCV 1, 5, 6.
Libros Tauro
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