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Tuvimos un hijo

Capítulo 1 Una noche de absurdidades

—¡Anastasia, ayúdame! ¡Me violaron en el club!

Anastasia Torres no podía pensar más que en el tono


de desesperación e impotencia en la voz de su mejor
amiga mientras se dirigía con prisa a la casa club.

«Habitación 808», leyó el número de la placa que


había en la puerta de la habitación privada. Era el
mismo número de habitación que le había enviado
por mensaje su amiga, Helen Sarabia, así que, sin
pensarlo, irrumpió para salvarla.

Cuando abrió la puerta con la mano, la oscuridad le


dio la bienvenida. De pronto, una fuerte mano la
tomó de la muñeca y la arrastró hacia la habitación
oscura, seguido de un fuerte golpe sordo tras azotar
la puerta para cerrarla.

—Oye… ¡¿Quién eres y qué es lo que quieres?! —


gritó Anastasia, posando la mirada por doquier
mientras intentaba descifrar qué la rodeaba.

—Tranquilízate y te trataré bien —sonó cerca de su


oído la voz profunda y ronca de un hombre.

Al siguiente instante, echó a Anastasia contra el sillón


y, antes de que esta pudiera levantarse, un cuerpo
fuerte y esbelto la detuvo. Cuando un par de labios
que sabían a hierbabuena se posaron contra los de
ella, dejó salir un grito ahogado. El hombre que tenía
encima sintió calor al tener contacto. Una sensación
de impotencia hizo que derramara lágrimas de su
cara mientras forcejeaba contra el hombre, pero no
pudo hacer nada al final para resistir a su ferocidad.

Una hora más tarde, Anastasia logró escabullirse de la


habitación, viéndose desaliñada. Acababa de pasar
por una pesadilla, pero eso no la distrajo de
preocuparse por la seguridad de su mejor amiga.
Estaba por llamar al número de Helen cuando vio a
un grupo de hombres y mujeres caminando por la
puerta del lado. Bajo las luces, reconoció a las dos
mujeres que venían entre ellos.

Una resultó ser Helen, la mejor amiga que le había


gritado por ayuda en el teléfono hace rato, y la otra
era la hermanastra de Anastasia, Érica Torres. Ambas
caminaron al lado de la otra, tomadas del brazo,
como si fueran las mejores amigas. Cuando las vio, la
expresión de Anastasia se llenó de asombro y furia.
—¡Alto allí, Helen! —gritó con voz fuerte mientras
apretaba los puños a sus costados. Tras oír esto,
Helen y Érica voltearon a mirar a Anastasia, quien las
fulminó con la mirada, y le preguntó con cara pálida a
Helen—: ¿Por qué tenías que mentirme?

—No es mi culpa que siempre seas tan crédula,


Anastasia —le respondió con una sonrisa de
satisfacción.

—¿Te la pasaste bien con tu gigolo? —preguntó Érica


con una voz cantarina, sonriendo con perversidad.

Fue entonces cuando Anastasia se percató de que


ambas le habían tendido una trampa. La castidad que
había protegido por los últimos diecinueve años la
sacrificó a favor de su despreciable alegría.

En ese momento, Helen le hizo una pregunta con la


mirada fría:

—¿De verdad pensaste que yo era tu amiga,


Anastasia? ¡Viví detrás de tu sombra desde que nos
conocimos! ¡Te odio y solo quiero arruinarte la cara!

—Yo tengo evidencia que le debo mostrar a papá de


que te has estado prostituyendo en el club —
intervino Érica al instante, burlándose—. ¡No tardará
en sacarte de la casa!

—Ustedes dos… —Anastasia estaba tan furiosa que


su cuerpo se balanceaba y lo tenía destrozado
después del calvario por el que había pasado. El peso
de la traición y la crueldad de su amiga combinado
casi la derrumbaron.

—¡Vámonos, Helen! No necesitamos que nos vean


con basura como ella, ¿no es así? —Con su brazo
entrelazado con el de Helen, Érica la dirigió al coche
deportivo estacionado junto a la acera.

Tres días después, en la residencia Torres, sonó la voz


profunda de un hombre enfurecido:

—¿Te prostituiste por dinero solo porque no te dejé ir


a estudiar al extranjero? ¿Cómo puede ser que yo,
Franco Torres, tenga una hija tan desvergonzada
como tú?

—Pero, papá, yo no hice…

—¿Tú no lo hiciste? ¡Pero lo hiciste, Anastasia! ¿Cómo


se te ocurre llegar a ese extremo? ¿Acaso te hacemos
pasar por hambre o te privamos de algo? ¡No puedo
creer que te prostituyeras con desconocidos en una
sucia casa club! Por tu bien, espero que no hayas
traído ninguna enfermedad a esta casa. Quién sabe
de qué podríamos contagiarnos mi hija y yo por tu
culpa —gritó una mujer bien vestida y con joyas
desde el sillón en que estaba sentada.

—Papá, de verdad, yo no lo hice. Yo… —dijo Anastasia


tratando de dar una explicación.

Sin embargo, Franco no quiso oír una palabra más y la


miró furioso mientras le espetaba:

—Conque me sigues mintiendo. ¡Te vas de la casa


ahora! No soportaré que estés bajo mi techo.
Ninguna hija mía debería ser tan descarada. De ahora
en adelante, ¡no eres mi hija!

Mientras tanto, en el descansillo de la escalera, Érica


observó lo que pasaba mientras se apoyaba contra el
barandal con el mentón sobre su mano. Todo estaba
ocurriendo como lo planeó: en cuestión de minutos,
Anastasia sería expulsada de la casa y vagaría por allí
como un patético perro callejero.

En la sala de estar, Anastasia se quedó callada al ver la


mirada fulminante y decepcionada de su padre; sin
decir nada, se levantó de su asiento y subió las
escaleras para empacar sus cosas. Acababa de dar
vuelta en el descansillo cuando la más joven, Érica, la
acorraló, quien le dijo con los brazos cruzados:

—¡Vete de aquí! No te quedes como la


monstruosidad que eres. ¡No volverás a tener lugar
en esta casa nunca jamás! —Anastasia apretó los
puños al mirar con furia la expresión satisfecha de
Érica. Al ver el odio en los ojos de Anastasia, Érica se
le acercó y le dijo—: ¿Qué? ¿Acaso quieres
abofetearme? —Le puso la mejilla frente a la chica
irritada y añadió, engreída—: ¡Pues adelante!

Sin retraerse, Anastasia golpeó la cara de Érica con su


mano, resultando en una fuerte cachetada.

—¡Ah! —Érica dejó salir un grito—. ¡Me heriste!


¡Mamá, papá! ¡Anastasia me acaba de golpear! —
exclamó mientras baja de prisa las escaleras.

Al instante, Noemí Lorente abrazó a su hija y gritó


hacia las escaleras:

—¡Cómo te atreves a golpear a mi hija, Anastasia! ¡¿A


qué estás jugando?!
Franco notó la marca roja en la mejilla de Érica,
quedando más decepcionado que nunca en su vida, y
pensó: «¿Desde cuándo mi hija mayor se convirtió
tan rebelde de forma exasperante?».

—Papá, me duele… —lloriqueó Érica mientras


enterraba su cabeza entre los brazos de su padre,
respirando con profundidad como si estuviera bajo
intenso dolor.

—¡Lárgate de aquí, Anastasia! —exclamó Franco en


dirección de ella.

Tras haber empacado sus pertenencias, Anastasia


tomó su pasaporte y bajó las escaleras. Su corazón se
le endureció cuando vio a su padre sosteniendo a
Érica en sus brazos como si fuera algo precioso;
entonces ella comprendió que no tenía lugar en su
corazón. Franco solo había oído el punto de vista de
Érica en lugar de preguntarle a Anastasia sobre el
espeluznante incidente que había pasado la noche
anterior.

Desde que había fallecido su padre, ella pasó su vida


en este hogar como una intrusa, ya que su padre trajo
consigo una amante y a su hija ilegítima para formar
una nueva familia. La pobre madre de Anastasia
nunca supo sobre las relaciones extramaritales de su
esposo, ni siquiera cuando murió.

«No volveré a este lugar nunca jamás».

Dentro de la casa, Érica miró cómo Anastasia arrastró


su maleta a la puerta principal y sonrió con malicia,
pensando: «¡Por fin me deshice de esa inútil
monstruosidad!».

Cinco años después, tocaron la puerta frontal de su


departamento en Danesberia. La mujer que vivía allí
estaba inspeccionando sus diseños cuando oyó los
toquidos. Un poco perpleja, caminó a la puerta y,
descontenta, la abrió. Cuando vio a dos hombres
asiáticos trajeados, les preguntó en chino:

—¿A quién están buscando?

—¿Usted es la señorita Anastasia Torres? —preguntó


uno de los dos en español.

—Soy ella. ¿Ustedes quiénes son?


—Nos pidieron que la buscáramos. Su madre, Amalia
Chávez, salvó la vida de nuestro joven hace tiempo.
La señora a la que servimos desea verla.

—¿A qué señora le sirven? —preguntó Anastasia,


frunciendo el ceño.

—La señora Palomares —contestó con respeto el


primer hombre.

Tras oír esto, Anastasia entendió por qué vinieron


estos hombres. La señora Palomares era la mujer a
cargo del Grupo Palomares, el principal
conglomerado del país. Hace unos años, la madre de
Anastasia sacrificó su vida para salvar la del nieto
mayor de la señora Palomares. A Anastasia la
enorgullecía que una agente de policía tan capaz y
justa como Amalia hubiera sido su madre.

—Lo siento, pero no tengo intenciones de verla —


contestó Anastasia con decisión. Tenía la sensación de
que los Palomares querían compensar la gran obra de
Amalia, pero no planeaba aceptar su gesto en
absoluto.

Justo entonces, sonó una voz infantil y curiosa dentro


del departamento, preguntando:
—Mami, ¿quién es?

—Nadie —le respondió de prisa. Luego, se dirigió a


los hombres que estaban en la puerta—: Lo siento, no
estoy de humor para tener invitados por el momento.
—Con esto, cerró la puerta.

Mientras tanto, en el campo, había un hombre


sentado en un sillón dentro del chalé que estaba
escondida a medio camino de la colina.

—¿La localizó?

—Sí, joven Elías. La chica que estuvo en la casa club


hace cinco años acaba de vender su reloj en un
mercado de segunda mano.

—Encuéntrela —dijo el hombre en el sillón con una


voz grave y autoritaria.

—¡Sí, señor!
Capítulo 2 El sabor adictivo de ella

La habitación estaba bañada de luces cálidas. El


hombre, que estaba sentado en el sillón, tenía
facciones perfectas; su apuesto rostro era el arduo
trabajo de los cielos. Llevaba puesto un fino traje a la
medida que acentuaba su fuerte silueta. En ese
momento, Elías Palomares puso una mirada fría
mientras resonaba la firme voz de su abuela en su
cabeza:

«Elías, debes casarte con Anastasia Torres. Solo la


aceptaré a ella y a nadie más como mi nieta dentro
de la familia Palomares».

Sin embargo, ahora Elías solo podía pensar en la


mujer a la que cautivó en la oscuridad hace varios
años. En aquella noche trascendental, habían
adulterado su bebida, dejándolo tan ebrio que lo
único que recordaba era a la mujer sollozando y
pidiendo piedad.

Cuando todo había terminado, se quitó el reloj y lo


presionó contra su mano, para después desmayarse
en la penumbra de la habitación. Habían pasado
cinco años y él seguía buscándola. Apenas la semana
pasada se enteró de que vendió el reloj en un
mercado de segunda mano, pero le dieron la noticia
muy tarde, ya que su abuela le había pedido que se
casara con otra mujer. Justo entonces, sonó su
teléfono una vez más, el cual contestó y saludo de
manera brusca:

—¿Qué?

—Joven Elías, encontramos a la mujer. Su nombre es


Helen Sarabia y fue quien vendió el reloj.

—Mándeme su dirección; iré a visitarla —ordenó


Elías con un brillo de euforia en los ojos.

«¡Por fin hallé a la chica misteriosa de aquella noche!


Tengo que buscarla, sin importar qué. Debo
compensar lo que le hice aquella noche».

Mientras tanto, Helen estaba en la boutique para


mujeres. Hace poco más de un año empezó a hacerse
cargo de la boutique, pero el negocio estaba en
descenso continuo; intentó buscar maneras de reunir
suficiente dinero para salir del apuro al intentar pagar
la renta. Al final, optó por vender el reloj que tenía y,
para su sorpresa, alcanzó la enorme cantidad de
quinientos mil.
Para empezar, el reloj no era de ella. Hace cinco años,
el personal de la casa club la contactó y le dijo que
encontraron un reloj en la habitación privada,
pidiéndole que después lo recogiera en el
departamento de cosas perdidas. Al llegar al club y
ver que era un reloj de diseño para hombres, lo
reclamó como su fuera suyo sin pensarlo un segundo.

Desde entonces, lo tuvo en su armario hasta que


decidió venderlo la semana pasada en el mercado de
segunda mano. Antes de venderlo, no esperaba que
el reloj valiera mucho, pero eso fue antes de que le
ofrecieran aquella asombrosa cifra. Helen estaba
radiante al mirar la cantidad de dinero que tenía en
su cuenta y, con alegría, se dijo a sí misma al pensar:
«Supongo que podré vivir con comodidad por un
poco más».

En ese momento, se abrió la puerta de su boutique y


ella de prisa se levantó para saludar al cliente.

—Bienvenido a… —dijo, pero se detuvo, ya que


estaba tan sorprendida que no pudo decir nada más.
—El hombre que entró permaneció parado alto y
recto; era más guapo de lo comprensible y llevaba
consigo una nobleza natural. Helen tardó en
despertar de su aturdimiento antes de tartamudear al
preguntarle—: ¿E-está buscando a alguien, señor?

Su pregunta era válida, considerando que era la


encargada de una boutique para mujer; era imposible
que un hombre que usaba un traje refinado hecho a
mano viniera a buscar algún que otro vestido. Parecía
alcanzar la altura de 1.90 metros y su presencia
dominante era muy obvia.

—¿Helen Sarabia? —preguntó él mientras


entrecerraba los ojos al mirarla, buscando rasgos en
su rostro de la mujer de hace cinco años.

—S-sí, soy yo. ¿Y usted es…? —No pudo terminar sus


palabras, como si la mirada ardiente del hombre
descontrolara su facultad para hablar.

Tras oír su respuesta, el hombre sacó de su bolsillo un


reloj de hombre ante ella y, después, preguntó con
una voz grave y retumbante:

—¿Ha tenido este reloj consigo los últimos años?

Cuando Helen lo observó, sintió la urgencia de


encogerse y, al pestañear con culpa, balbuceó:

—A-así es, el reloj es… mío.


—¿Y usted es la mujer del Club Abismal de hace cinco
años? ¿La que estaba en la habitación 808? —la
presionó Elías, mirando con atención a la mujer
mientras pensaba sobresaltado: «¿De verdad será la
mujer de aquella noche?».

Los motores en la mente de Helen se encendieron al


instante.

«La habitación 808 de hace cinco años… ¿No fue la


habitación en la que Érica y yo le tendimos la trampa
a Anastasia? ¿Por qué este hombre me está
preguntando sobre aquel incidente?».

—Por supuesto —contestó con franqueza sin


pensarlo tanto—, era yo.

—De ahora en adelante, quédese con este reloj y no


intente empeñarlo de nuevo. Me aseguraré de
compensarla por lo que pasó aquella noche —dijo
mientras le entregó el reloj—. Soy Elías Palomares.
Recuerde mi nombre, ¿sí?

Sorprendida, Helen alzó la mirada y pensó: «¿Elías


Palomares? Es decir, ¿el heredero del Corporativo
Palomares, el conglomerado principal?».
—¿U-usted es Elías Palomares? —preguntó tan
sobresaltada que podría colapsar.

—Señorita Sarabia, esta es la tarjeta de presentación


del joven —interrumpió el hombre al lado de Elías,
dándosela—. Puede buscarlo si necesita ayuda en
cualquier momento.

Con la mano temblorosa, ella tomó la tarjeta y,


cuando vio el sorprendente nombre en relieve con el
pedazo de papel dorado, casi se le salía el corazón del
pecho.

«Entonces, ¿el hombre con el que se acostó Anastasia


hace cinco años no era un acompañante masculino
que le contratamos, sino que es este guapo
espécimen que resulta ser el heredero de la fortuna
de la familia Palomares?».

Al darse cuenta de esto, Helen tomó a Elías del brazo


y forzó que le cayeran lágrimas en la cara al ponerse
histérica.

—Tiene que hacerse responsable, Elías. ¿Acaso sabe


cuánto lo herida y traumatizada que quedé después
de aquella noche?
Con esto, bajó la mirada y siguió con sus lágrimas de
cocodrilo, sollozando de manera miserable como si
fuera a la que violaron hace cinco años. Solo tenía un
objetivo en mente: ponerse en los zapatos de
Anastasia y asumir el rol de víctima debido a esa
noche funesta. Estaba determinada por que Elías se
hiciera responsable para que ella pudiera sacarle más
beneficio a la situación. En definitiva, esperaba
casarse con el hombre y convertirse en la señora de
Palomares.

—No se preocupe; le prometo que me haré


responsable —contestó con seriedad el hombre, con
un tono de firme y reconfortante en su rasposa voz.

—Señorita Sarabia, el joven Elías preparó un chalé


para usted y puede mudarse cuando quiera. Él se
encargará de todas sus necesidades a partir de ahora
—señaló con amabilidad el asistente personal de
Elías, Ray Osorio.

A Helen le brillaron los ojos; estaba tan contenta que


podría desmayarse. «¡Me espera un mundo de
riqueza y glamur!», pensó.

—Hay algunas cosas de las que debo encargarme, así


que debo irme —dijo Elías tras mirar con brevedad a
Helen antes de darse la vuelta.

Cuando se cerró la puerta detrás de él, Helen sostuvo


el reloj con mucha fuerza; estaba tan abrumada por
este inesperado giro que podría llorar.

—¡Voy a ser rica! ¡Rica!

Mientras celebraba su golpe de suerte, se percató de


que tenía el deseo de que Anastasia hubiera muerto
en los últimos cinco años para que no se apareciera
de la nada como un animal atropellado.

En su discreto y lujoso vehículo, Elías estaba sentado


en el asiento trasero, con los ojos cerrados,
pensando: «¿En serio es Helen la mujer de hace cinco
años? ¿Por qué es tan distinta? ¿O será que cambió
en este tiempo?».

Los rayos anaranjados de la puesta del sol brillaban


en la ventana del coche y hacían juego con las
esculpidas facciones del hombre. Se veía tan apuesto
que era imposible creer que no fuera una valiosa
pieza de arte que pertenecía a un museo; no había
quién pudiera copiarle su hermosa apariencia.
Él era el verdadero sucesor del Grupo Palomares;
apenas hace cinco años había tomado las riendas y
llevó al conglomerado a mayores alturas, tanto que le
dieron el primer lugar entre las principales empresas
del mundo.

Él experimentó su primera y única caída de su vida


esa fatídica noche de hace cinco años. Uno de sus
rivales le había puesto droga a su bebida con la
esperanza de arruinarle su reputación. Elías se salvó
al lanzarse a esa habitación privada, pero justo
cuando el efecto de la droga estaba al máximo, una
mujer cualquiera entró a toda prisa y lo libró de su
aprieto.

Desde entonces, el hecho de haber violado y de


arrebatarle la inocencia a la chica le pesaba en la
consciencia. Estaba seguro de que ella había sido
casta hasta esa noche, porque, al despertarse, vio
manchas de sangre en el sofá bajo la luz de la
habitación después del acto. Al pensar en el desorden
que había allí después de su hazaña, dejó de dudar en
la identidad y de su impresión de Helen, pensando:
«Tengo que hacerme responsable de lo que le hice».

Mientras tanto, Anastasia estaba en su departamento


en algún lugar del extranjero, diciendo por el
teléfono:

—Entendido. Dame tres días, máximo, para regresar


al país y me prepararé para la competencia.

—Mami, ¿vamos a regresar? —preguntó una


pequeña figura que se le acercó a su lado. Llevaba
puesto una camisa azul a cuadros y un par de
pantalones cortos de mezclilla. Sus facciones faciales
parecían esculpidas, aunque infantiles. Tenía cuatro
años más o menos, pero sus movimientos tenían
inconfundible gracia y elegancia.

Anastasia sonrió y asintió.

—¿Te gustaría volver conmigo?


Capítulo 3 Rechaza su favor

—¡Sí, yo voy contigo a donde sea, mami! —dijo el


niñito con una sonrisa, con unos ojos tan grandes
como ónices brillantes que se curvaban como lunas
crecientes.

Anastasia no pudo evitar deleitarse con lo precioso


que era su hijo; cada vez que le miraba la carita,
sentía un disparo de tranquilidad y gratitud, aunque
en constante asombro por la manera en que logró dar
a luz a cierto adorable pequeñuelo.

—De acuerdo, entonces será mejor que empaquemos


nuestras cosas ahora. Mañana nos iremos al
aeropuerto por la tarde.

—¡Sí! —dijo el niñito, asintiendo con la cabeza, y se


dirigió a su habitación para empacar sus cosas para el
viaje.

Anastasia suspiró. Ella estuvo viviendo en el


extranjero desde que su padre la echó de la casa hace
cinco años, así que no era como si no quisiera volver a
casa, sino que no tenía un lugar allí. Ni siquiera le
contó a su padre que había tenido un hijo en el
extranjero y, ahora que iba a volver a su país de
origen por su trabajo y su carrera, había decidido ver
al hombre; al fin y al cabo, era su padre.

Tres días después, a la hora del anochecer en el


aeropuerto nacional, Anastasia llevaba consigo el
carrito de equipaje. Su hijo estaba sentado encima de
la maleta en la cima del carrito y miraba alrededor
maravillado; todo lo que se tratara sobre el país de
origen de Anastasia le llamaba la atención, teniendo
un destello curioso en sus brillantes ojos. Anastasia
apenas había salido de la terminal de llegadas cuando
dos hombres trajeados se le acercaron y la saludaron
con cortesía:

—Señorita Torres, nos envió la señora Palomares,


quien le preparó un vehículo para usted que la está
esperando justo afuera de la entrada. Si pudiera, por
favor…

—Aprecio el amable gesto de los Palomares —dijo de


manera educada mientras les guiñaba—, pero no
necesito que me lleven, gracias.

—La señora de verdad quiere verla, señorita Torres —


explicó con respeto el hombre de mediana edad.
Anastasia sabía que la señora Palomares no tenía
malas intenciones, pero no planeaba aceptarle el
bondadoso favor.

—Por favor, dígale a la señora Palomares que salvar a


otros era el deber de mi madre y que no hay razón
para que me compense el acto, al menos no a mí.

Con esto, dejó allí a los dos hombres, empujando el


carrito hacia la salida. Uno de ellos sacó el teléfono e
informó con diligencia:

—Joven Elías, la señorita Torres rechazó nuestra


oferta de recogerla.

En ese instante, había tres relucientes Rolls-Royce


negros, con vidrios polarizados que no permitían que
nadie pudiera asomarse, estacionados a la entrada
del aeropuerto.

Había un hombre sentado en el asiento trasero del


Rolls-Royce, en medio de los vehículos, que hizo su
teléfono a un lado y mantuvo la mirada fija en las
puertas del aeropuerto, en donde vio a una mujer
joven caminar entre ellas y empujando un carrito.

La mujer llevaba puesta una blusa blanca y


pantalones de mezclilla sencillos, con el cabello
recogido a la altura de la nuca, revelando su delicado
y bello rostro. Su piel era de color alabastro y su
comportamiento algo tranquilo mientras maniobraba
con el carrito. Sin duda, tenía una presencia
deslumbrante entre la multitud.

Justo entonces, con la mirada, Elías notó algo o, más


bien, a alguien: el niñito que saltó del carrito de la
mujer, quien parecía de entre unos cuatro o cinco
años de edad. Llevaba puesto un abrigo gris con
pantalones deportivos; su suave y grueso cabello caía
sobre su frente. Aunque era joven, tenía rasgos
faciales que parecían esculpidos de manera fina, cosa
que lo hacía ver más adorable.

En ese instante, Anastasia se agachó y ayudó al


pequeño a alisar su ropa; era inconfundible la mirada
gentil y complaciente en los ojos de ella.

«¿Quién es ese niño? ¿Anastasia está casada? Si es


así, no tendré que casarme para cumplir los deseos
de mi abuela», pensó Eliot, mientras miraba cómo se
alejaba el taxi en el que se subieron Anastasia y su
supuesto hijo. Poco después, se fue en su vehículo él
también. Apenas habían recorrido poca distancia
cuando sonó el teléfono, así que él miró el
identificador de llamadas y saludó:

—Hola, Helen.

—Elías, ¿cuándo vendrás a verme? Te he echado de


menos —sonó la voz tímida de Helen al otro lado de
la línea.

—He estado algo ocupado, pero iré a verte en cuanto


tenga tiempo —contestó, el tono bajo de su voz con
prominencia.

—¿Me lo prometes? —le preguntó de manera


coqueta.

—Sí —respondió con paciencia forzada.

Mientras tanto, en la residencia Palomares, una


mujer canosa estaba sentada en el sofá tomando té
mientras oía lo que descubrieron sus subordinados.
Conmocionada, levantó la vista y preguntó:

—¿Qué? ¿Anastasia tiene un hijo? ¿Está casada?

—Según nuestra investigación, el padre del hijo nunca


se presentó, así que suponemos que lo tuvo fuera de
matrimonio.
—Oh, pobre muchacha, haberse convertido en una
madre soltera a tan temprana edad… —suspiró Eva
Palomares, mejor conocida como la señora
Palomares.

La invadió la culpa al pensar la valiente oficial de


policía que había muerto al recibir dieciocho
puñaladas letales del rufián que había amenazado
con herir a Elías todos esos años. Apenas se estaba
lamentando por eso cuando una figura elegante e
imponente entró a la sala de estar; era Elías, quien
acababa de volver del aeropuerto.

—Ven aquí, Elías —dijo Eva, haciéndole señas a su


nieto para que se acercara, por lo que se sentó a su
lado.

—Abuela, Anastasia siguió rechazando tu oferta, así


que tal vez yo… —comenzó a decir.

—Acabo de enterarme de que la pobre señorita


Torres es una madre soltera con un hijo sin estar
casada. Debes cuidar a la pobre madre y a su hijo,
Elías; es tu deber.

Él se quedó boquiabierto frente a ella, sorprendido


por su propuesta. Había pensado que olvidaría el
asunto, pero resultó que ella estaba más determinada
de que sucediera.

—Abuela, no tengo que casarme con ella. Podemos


buscar otra forma de compensar las buenas acciones
de su madre y compensárselo —replicó con
tranquilidad, esperando que la abuela entrara en
razón; sin embargo, ella le lanzó una fría mirada al oír
esto.

—No, con eso no basta —le dijo—. Tienes que casarte


con Anastasia y protegerla por el resto de su vida.

Elías frunció el ceño, ya que no pensaba que saldría


algo bueno de un matrimonio sin amor. Sin embargo,
no podía rechazar la sugerencia de su abuela, pues
estaba decidida en compensarle el sacrificio que hizo
la madre de Anastasia hace varios años.

—No te imaginas cuántas apuñaladas le dieron a la


oficial Amelia Chávez con tal de protegerte. La
cantidad de sangre… Lo espantoso que fue ese
crimen… —Al decir esto, Eva tenía los ojos tristes.
Luego, alzó la vista y le lanzó una mirada dura a su
nieto, señalando—: Cuidar de su hija es lo menos que
puedes hacer. Jamás podrás compensar el acto
abnegado de la oficial, incluso si cuidaras a Anastasia
por la eternidad.

—Está bien —dijo Elías, asintiendo con la cabeza en


silencio—. Entonces, la tomaré como esposa. —Sin
embargo, había otra mujer a la que no podía dejar ir,
a la cual tenía que compensarle algo también. Con
eso, no tenía planes de contárselo a Eva aún, pero
sabía que, incluso si se lo decía, no la disuadiría de
obligarlo a casarse con Anastasia. Aun así, añadió—:
Anastasia tiene un hijo.

Esto le salió mal porque a Eva se vio encantada al oír


la noticia.

—¡Así es! Es un niño de entre tres a cuatro años. No


puedo creer que un sinvergüenza lo dejara así.
Escúchame, Elías, que no se te ocurra menospreciar a
ese niño, ¿entendiste?

Él no se lo podía creer; se quedó mirando a la abuela,


perplejo, mientras pensaba: «¿Acaso esto es una
oferta de al dos por uno?».

El Estudio de Joyería Burgués era un establecimiento


antiguo y bien conocido; había sido adquirido por el
superior de Anastasia. Para hacer crecer la marca, y al
ser la diseñadora en jefe de Joyería QR Internacional,
a Anastasia la transfirieron de vuelta a su tierra natal
para trabajar en diversificar Burgués.

Gracias a los preparativos hechos por Burgués,


alojaron a Anastasia en un departamento, el cual
decoró y acomodó mientras su hijo dormía y en tan
solo dos horas, el lugar estaba cómo para el dúo de
madre e hijo.

Ella estaba exhausta, pero no tenía ganas de


acostarse por hoy mientras observaba el adorable
perfil de su hijo dormido. Lo que pasó en esta ciudad
hace cinco años aún la atormentaba y le revolvía el
estómago: la traición de su amiga, la maldad de su
hermanastra y el ultimátum de su padre, que
resultaron en su exilio, eran como cortadas profundas
que tardarían en cicatrizar.

Era un milagro que hubiera sobrevivido los últimos


cinco años. Tuvo que hallar el balance entre criar a su
hijo como una madre soltera y tomar cursos de
diseño; al final de los recientes años, poco a poco fue
promovida y se convirtió en diseñadora jefe. Se había
esforzado más que nadie y el cielo le concedió el
golpe de suerte que necesitaba para llegar a donde
estaba hoy. Por ahora, tenía sus ahorros, su hijo y un
trabajo que le daba libertad.

Tomó el teléfono y se quedó mirando el número de su


padre. Hubo varias ocasiones en las que pensó en
llamarlo, pero algo la hacía dudar: «Han pasado cinco
años, me pregunto si sigue molesto conmigo —pensó
y, luego, suspiró—. Olvídalo».
Capítulo 4 No necesito quien crie a mi hijo

En Diamante QR Rosa Real Global, un misterioso


equipo de adquisición estaba negociando con el
dueño Jafet en la sala de conferencias; al final, este
firmó un contrato de adquisición con un precio de
diez mil millones de dólares. Hasta ahora, nadie sabía
que habían reemplazado al jefe. El hombre de
mediana edad que salió de la junta tomó su teléfono
e informó al otro mediante la línea telefónica:

—Joven Elías, la adquisición fue exitosa, por lo que


usted ya es el presidente de Diamante QR Rosa Real
Global.

—Entendido —contestó el otro con ligereza.

Con tal de cumplirle lo que le prometió a su abuela de


ir tras Anastasia, Elías gastó diez mil millones de
dólares para adquirir la compañía en la que ella
estaba trabajando. Solo Anastasia podía rechazar la
propuesta de matrimonio, así que, en el proceso, él
tenía que demostrarle lo que había hecho. Aun así,
no se sabía si él podría casarse con ella al final. Elías
esperaba que Anastasia lo rechazara; al fin y al cabo,
todo buen matrimonio debía basarse en una
fundación de interés emocional mutuo. De no ser así,
no tendría sentido vivir con el otro sin amor de por
medio.

Hasta ese momento, Anastasia no sabía que tendría


un nuevo jefe. En los próximos días, halló un
preescolar cercano para su hijo y lo llevaba allí para
tener la libertad de trabajar. El niñito se veía
interesado por su nueva escuela, por lo que tomó la
mano de su maestra y dio brinquitos a su salón de
clases con la mochila en su espalda.

—¿Ese es su hijo? ¡Qué guapo es! Nunca había visto a


un niño tan apuesto —comentó una madre con
admiración.

Anastasia presionó los labios y sonrió; desde luego


que la alegraba como madre cuando alguien halagaba
la buena apariencia de su hijo.

En Burgués, Anastasia vino a trabajar en su primer


día. Como diseñadora enviada del departamento de
diseño, disfrutaba de muchas comodidades; por
ejemplo: tenía una oficina propia y una asistente
capaz. Además, solo diseñaba por encargo para unos
cuantos elegidos y no para las masas. Este también
era uno de los exclusivos puntos de venta de
Diamante QR Rosa Real Global, que cada cliente
tuviera un servicio de personalización único de por
vida.

La asistente de Anastasia se llamaba Gabriela


Elizondo, una mujer joven, enérgica, inteligente y
capaz.

—Aquí tienes tu café, Anastasia —dijo al traérselo.

—Gracias —asintió Anastasia.

En menos de dos minutos, Gabriela llamó a la puerta


de nuevo.

—Anastasia, el gerente dijo que habrá junta a las 3:00


de la tarde; el jefe estará allí, así que esté preparada.

A las 3:00 en punto, Anastasia se sentó en la sala de


juntas, donde había varios miembros importantes de
Burgués, así que parecía que se trataba de una gran
junta. Mientras Anastasia miraba a su alrededor, sin
darse cuenta, se encontró con la mirada afilada de
una mujer sensual de unos veinte años. La etiqueta
de su nombre decía «Alicia: Diseñadora en jefe».

De inmediato, Anastasia lo entendió y pensó: «Ser


diseñadora de verdad es algo competitivo». Por lo
tanto, en la industria no había amigos, sino rivales de
competencia. Desde que la trasladaron desde el
extranjero, era normal que a los demás no les
agradara Anastasia.

De inmediato, Anastasia lo entendió y pensó: «Ser


diseñadora de verdad es algo competitivo». Por lo
tanto, en la industria no había amigos, sino rivales de
competencia. Desde que la trasladaron desde el
extranjero, era normal que a los demás no les
agradara Anastasia.

En ese momento, se oyeron pasos desde el exterior


de la puerta, como si hubiera gente acercándose;
luego, se abrió la puerta de la sala de conferencias de
un solo empujón. La primera persona en entrar fue
un hombre alto con de figura recta que llevaba un
traje de buena talla. Tenía rasgos angulados y
desprendía un aura fuerte; luego de entrar, se dirigió
a la silla principal y se sentó. Sin decir una palabra, su
majestuosa aura dio a conocer a todos su poderosa
identidad. Cuando todos lo vieron, al instante se
produjo un silencio.

«¿Por qué tenemos a otro gran jefe?».

Entre el público, las diseñadoras se sorprendieron y


emocionaron, ya que solo podían sentir mariposas en
el estómago al ver a semejante hombre apuesto. En
cuanto a Anastasia, ella también estaba sorprendida,
pensando: «¿Qué no el jefe de Burgués es alguien de
unos cincuenta años? ¿Por qué es tan joven este
señor?».

En ese momento, el vicepresidente de la empresa,


Lorenzo Yáñez, carraspeó y dijo:

—Permítanme introducirles al señor Elías Palomares,


quien es el nuevo presidente ejecutivo y de la
directiva de Joyería QR Internacional. De ahora en
adelante, se hará cargo de todos los asuntos de
Burgués. Por favor, todos denle una calurosa
bienvenida.

Entonces, hubo un repentino jadeo colectivo de parte


de la audiencia.

«¿Elías Palomares?».

«¿Él compró Joyería QR Internacional?».

Mientras los demás jadeaban al estar sorprendidos y


confundidos, Anastasia alzó la mirada y observó al
hombre en cuestión, quien resultó también estarla
viendo. Elías tenía un par de ojos muy profundos y
afilados como los de un águila, así que nadie más se
atrevía a verlo a él. Sin embargo, Anastasia tenía
agallas y era probable que ya hubiera adivinado por
qué estaba ese hombre aquí.

«¿Será que mientras no acepte la compensación de


los Palomares van a seguirse apareciendo? ¿Qué no
fui clara con lo que dije?».

—¡Comencemos con la junta! Usted presidirá la


reunión. —le dijo Elías a Lorenzo al retirar su mirada.

Las mujeres presentes estaban tan entusiasmadas


que les brillaban las miradas; de hecho, lo que se
habló en la junta no les importó, ya que solo podían
ver a Elías con fascinación. Este hombre desprendía
una superioridad incomparable de pies a cabeza y,
además, era muy adinerado. Por lo tanto, era el
hombre con el que querían casarse todas las mujeres
del país.

Anastasia tampoco escuchó el contenido de la junta


porque estaba distraída. Cuando levantaba la cabeza
de vez en cuando, se daba cuenta de que el hombre
la estaba mirando, lo que la incomodaba; pronto, los
demás asistentes se dieron cuenta.
«¿Por qué Elías se le queda mirando solo a
Anastasia?».

«¿Acaso es porque ella es joven y hermosa?».

Al instante, todas las mujeres se encelaron de ella;


parecía que el trato especial que le daba Elías las
enfurecía.

Anastasia tenía muchas ganas de gritarle a Elías para


que dejara de mirarla; aun así, lo soportó, porque
solo quería terminar con la junta e irse. Aunque ya no
quería seguir en esta empresa, cuando recordó que
acababa de firmar un contrato de cinco años, se
quedó sin palabras.

Después de un tiempo, la junta por fin se terminó.


Anastasia fue la primera en salir corriendo de la sala
de juntas y volvió a la oficina, agitada; sin embargo,
en ese momento, llamaron a su puerta. En cuanto se
dio la vuelta, Elías abrió la puerta y entró; al instante,
ella lo miró, sintiéndose molesta ante su presencia.

—¿Se le ofrece algo, presidente Palomares? —


Anastasia se sentó en su silla, viéndose un poco
impaciente, y no le mostró en absoluto el respeto que
se le debe a su jefe.

Cuando Elías oyó esto, acercó la silla del otro lado del
escritorio, sentándose con gracia y con un aire de
arrogancia y superioridad. Luego, dijo con frialdad:

—Señorita Torres, hablemos.

—¿Se trata del trabajo? —preguntó Anastasia,


alzando las cejas.

—Debería saber que me secuestraron cuando tenía


cinco años. Fue su madre quien dio su vida a cambio
de la mía y así fue como sobreviví. Por eso mismo, la
familia Palomares está agradecida por toda la
eternidad y quiere compensárselo. Solo dígame lo
que necesita y yo satisfaré sus necesidades —le
expresó su pensar Elías mientras la miraba con calma.

«Está claro que está haciendo esto para compensar a


mi difunta madre».

—No es necesario. Mi madre lo salvó a usted porque


era su responsabilidad como oficial. No tiene por qué
compensármelo; no aceptaré —rechazó Anastasia
con firmeza.
—Me enteré de que tiene un hijo. Si gusta, puedo
criarlo con usted y cuidar de él —propuso él con los
ojos entrecerrados.

Anastasia levantó la cabeza para observar al hombre


que estaba frente a ella; en este momento, un
pensamiento repentino pasó por su cabeza: «¿Qué?
—De pronto, le pareció que su hijo se asemejaba a
ese hombre: sus rasgos faciales, ojos,
temperamento… e incluso su cabello era similar—.
Qué extraño».

—No necesito quien críe a mi hijo —se negó ella de


nuevo.
Capítulo 5 Él es su jefe

—Mi abuela quiere que la tome come esposa y que la


cuide tanto a usted como a su hijo por el resto de sus
vidas. ¿Está dispuesta a casarse conmigo? —dijo Elías
de manera brusca. Aunque estaba hablando de
matrimonio, su mirada era indiferente, como si lo
hiciera por pura responsabilidad.

Como esto le pareció gracioso, Anastasia se alborotó


su largo cabello y miró al hombre de enfrente.

—Míreme bien. ¿Parezco una persona que no podrá


casarse?

Ella era muy hermosa; de hecho, no era exagerado


decir que era deslumbrante.

—Señorita Torres, ¿no se quiere casar conmigo? —


Elías torció la esquina de sus labios y, en silencio, dejó
salir un suspiro de alivio.

—Por más poderoso y apuesto que sea, usted no me


interesa —le respondió Anastasia con mucha
seguridad.

El apuesto rostro de Elías reveló una expresión un


tanto sorprendida; parecía que a la mujer no le
parecía atractivo. «Oh, bueno —pensó—, al cabo ese
era el resultado que quería». Tal como lo quería,
ninguno estaba atraído por el otro.

—Espero que pueda visitar a mi abuela en persona,


señorita Torres.

Después de todo, solo esta mujer podía negar los


abuelos de su abuela, ya que él también era
responsable de otra mujer en su corazón. Anastasia lo
pensó por unos cuantos segundos y, luego, preguntó
con los ojos entrecerrados:

—¿En serio adquirió el Diamante QR Rosa Real


Global?

—Desde ahora, seré su jefe, así que no se preocupe


—expresó Elías y, aunque no podía casarse con ella, al
menos la cuidaría en el trabajo.

—Está bien, ¡que así sea entonces! —dijo ella,


pestañeando—. Hasta pronto, presidente, Palomares.

Elías se sobresaltó ante sus palabras, ya que nunca


antes una mujer lo había despreciado de manera tan
descarada. De este modo, él se levantó y se fue;
después, Anastasia suspiró.

De pronto, Gabriela llamó a la puerta y preguntó:

—Anastasia, ¿de qué hablabas con el presidente


Palomares? ¿Le agradas mucho?

—¿Quién dijo eso?

—Todos están diciendo que no te dejaba de ver en la


sala de juntas —le informó el chisme más jugoso a
Anastasia.

Cuando ella oyó esto, se enfadó, pues parecía que


Elías le estaba causando problemas en el trabajo.
Como se supone, él debería ser un buen jefe; así, ella
se limitaría a trabajar bajo sus órdenes, mientras que
él no debería aparecérsele en el futuro.

De pie frente a la ventana de suelo a techo, Anastasia


levantó el teléfono y llamó a su padre.

—¡Hola! ¿Se puede saber quién llama? —sonó una


voz familiar.

—Papá, soy yo, Anastasia —dijo ella, con la nariz


enrojecida.
—¿Anastasia? Tú… ¿Dónde te metiste en los últimos
cinco años? No te pude encontrar. —Franco estaba
muy sorprendido.

Ahora que el padre y la hija estaban conectados,


¿cómo podía continuar el odio? Los ojos de Anastasia
se llenaron de lágrimas al contestarle:

Ahora que el padre y la hija estaban conectados,


¿cómo podía continuar el odio? Los ojos de Anastasia
se llenaron de lágrimas al contestarle:

—Papá, lo siento, he estado viviendo en el extranjero


estos años y ahora volvía al país por trabajo.

—Está bien, siempre y cuando hayas vuelto. ¿Cuándo


vendrás a casa?

—Iré en dos días.

—Bueno, con que estés sana y salva. Es mi culpa; no


debí echarte.

—Olvidémonos del pasado —lo consoló ella, ya que


había pasado por tantas adversidades y no quería
pensar más en ellas.
—De acuerdo, ¡vuelve a casa cuanto antes! —Franco
suspiró.

Anastasia colgó el teléfono y respiró profundo; en


realidad, ella no quería volver a casa aún, le bastaba
con que su padre supiera que se encontraba bien. En
ese instante, Lorenzo tocó la puerta y se acercó con
una caja en las manos.

—Vine a traerle esto, Anastasia.

Ella, sorprendida, observó la caja que él puso sobre la


mesa.

—¿Qué es esto?

—Adivine.

Anastasia observó la caja, que tenía escrita las


palabras «Residencia de las Nubes 1», como el
nombre de un edificio.

—¡Más vale que me lo diga de modo directo! —Ella


sonrió; no quería adivinar.

—La Residencia de las Nubes 1 es un condominio


lujoso de 370 metros cuadrados, que vale 120
millones de dólares. Es una propiedad superior que
fue renovada y decorada de manera lujuriosa, que
fue preparada para usted y se puede quedar allí. Se lo
merece —dijo Lorenzo mientras abría la caja, que
contenía seis llaves y una tarjeta de puerta.

—¿Esto es para mí? —preguntó ella, frunciendo el


ceño.

—Anastasia, esta es una gratificación de parte del


presidente Palomares, quien cambió su domicilio a la
unidad de la Residencia de las Nubes 1. ¿No la
sorprende y emociona esto?

—Lléveselo; no lo necesito —rechazó con frialdad,


pues que no quería aceptar favores de los Palomares
en absoluto.

Ella pasó por una infancia muy difícil cuando su


madre falleció, quien tuvo una muerte honrosa,
perdiendo así a su ser más querido. Al oír su
negación, Lorenzo se quedó boquiabierto por unos
segundos, pensando: «¿Acaba de rechazar esta
gratificación tan maravillosa?».

—Debe estar bromeando, ¿no, Anastasia? ¡Esto es


solo para usted!

Lorenzo era un hombre de 35 años de edad y soltero,


que también se enamoró a primera vista de
Anastasia, una mujer joven y hermosa, pero no
esperaba que Elías ya se le hubiera adelantado.

—Dígale al presidente Palomares que no necesito un


trato especial en la empresa. —Luego de que
Anastasia terminara de hablar, apartó la caja,
acercándosela a Lorenzo, y repitió—: Que se la lleve.

—No me haga esto. ¿Cómo se supone que se lo


explique? ¡Solo acéptela!

Lorenzo podía ver que Elías estaba interesado en ella,


pero ella insistió con firmeza:

—Devuélvasela, que no la necesito. Muchas gracias.

Cuando Lorenzo vio que hablaba en serio, tuvo que


llevarse la caja. En ese momento, Elías no había
vuelto a trabajar a su empresa, el Corporativo
Dominio, sino que comenzó a trabajar en la oficina
principal de Burgués.

—Presidente Palomares, Anastasia no quiso aceptar


esto sin importar lo que le dijera —le informó
Lorenzo, sintiéndose impotente.

—Bueno. —A Elías se le nubló la vista. Él tenía esto


contemplado, pero lo mejor sería compensarle la
deuda con cosas materiales para no tener que atarse
a Anastasia mediante el matrimonio.

En la residencia Torres, Franco acababa de regresar. Él


miró a su esposa, quien estaba mirando televisión en
el sofá, luego suspiró con alegría y dijo:

—Noemí, hoy recibí una llamada. Adivina quién me


llamó.

—¿Quién? —preguntó ella con curiosidad.

—¡Era Anastasia! Estuvo estudiando en el extranjero


todos estos años; con razón no pude contactarme con
ella —le respondió, alegre, sin percatarse de que la
expresión de su esposa había cambiado de repente.

—¿Por qué sigues pensando en ella? —dijo, con


resentimiento en los ojos—. Ella te avergonzó en el
pasado, así que no puedes dejarla volver a casa.

—Noemí, lo he pensado por un largo tiempo y siento


que ella no es esa clase de persona. Debe haber un
malentendido y, de todas formas, han pasado muchos
años. ¡Olvídalo ya!

—¿Cuál malentendido? Érica le tomó fotografías en


los lugares que frecuentaba en medio de la noche; las
pruebas eran evidentes.

Noemí de verdad no esperaba que Anastasia, a quien


habían echado, volviera ahora.

«¿Habrá notado el desarrollo de nuestra empresa y,


por ello, regresó para competir por los bienes de la
familia? ¡No! Eso le pertenece a mi hija. ¡Pasará por
mi cadáver si Anastasia le pone las manos encima!».

Al darse cuenta de que su mujer no estaba contenta,


Franco no dijo nada más y subió las escaleras,
estando un poco cansado. Luego, Noemí tomó el
teléfono y marcó el número de su hija.

—¡Hola, mamá!

—Érica, ¿quién crees que volvió?

—¿Quién?
—La pequeña zorra de Anastasia contactó a tu padre
hoy y volvió.

—¿Qué? ¿Cómo se atreve a volver?

—Debe estar interesada por los bienes de nuestra


familia y ha de querer una parte de estos. Conmigo
aquí, no podrá ponerle ni un dedo encima —resopló
Noemí con frialdad y una cara de amargura.

—Fui capaz de deshacerme de ella hace cinco años,


así que, aunque vuelva, podré hacerlo de nuevo —
dijo Érica, también segura de ello.
Capítulo 6 Avergonzada frente a él

En este momento, Érica, quien estaba en el spa del


club, contactó de inmediato a Helen luego de colgar
la llamada de su mamá. En aquel entonces, ambas se
aliaron para hacer que Anastasia perdiera la
virginidad y, así, la sacaron de la casa. Ahora, ella y
Helen se habían vuelto mejores amigas; sin embargo,
en las últimas dos semanas, Helen perdió contacto
con ella y su negocio había cerrado. Por lo tanto, Érica
no sabía lo que hacía Helen; pronto, sonó la voz de
esta por el teléfono.

—Hola, Érica.

—Helen, ¿qué has estado haciendo? ¿Por qué tu


negocio está cerrado?

—¡Oh! ¡E-estoy de viaje! ¿Pasa algo?

—Déjame decirte que tengo malas noticias, Helen.


Anastasia volvió al país.

En un chalé lujoso, Helen, quien disfrutaba de tener


un sirviente en el sofá, se aterró tanto que soltó el
teléfono. Luego, lo levantó, respiró profundo y
preguntó con nerviosismo:
—¿Cuándo volvió? ¿Por qué lo hizo?

—¿Por qué estás tan nerviosa? ¡Aún le tienes miedo!

—No, solo preguntaba.

—Me lo contó mi papá. No sé qué está haciendo acá,


pero estoy segura de que está detrás de los bienes de
la familia y podría causarte problemas a ti también.

Un destello de malicia brilló en los ojos de Helen al


oír esto, quien pensó: «¿Por qué no se murió
Anastasia en el extranjero? Así, no tendría que entrar
en pánico. —Todo lo que Helen disfrutaba ahora era
gracias a ella, por lo que jamás le contaría a Elías la
verdad mientras viviera—. No puede enterarse de
que estuvo con Anastasia en aquel entonces».

—También tengo miedo de que se vengue contra mí,


Érica. ¿Me podrías contar todo lo que haga? —le
preguntó Helen.

—Está bien —contestó—, nos encargaremos juntas


de ella en el futuro.

Tras colgar el teléfono, Helen se mordió el labio. Ya


estaba acostumbrada a que la trataran como una
jovencita adinerada y a tener lo mejor de todo. Para
compensárselo, Elías le daba todo lo que quería, por
lo que Helen se volvió más codiciosa y quería más
que una compensación material. De hecho, quería ser
la esposa de Elías; convertirse en la mujer de alguien
como él debe ser la mayor alegría del mundo.

Por lo tanto, no podía permitir que Anastasia


arruinara sus planes; ni siquiera Érica tenía que
enterarse, porque se pondría celosa y la expondría.
Como tal, debía conocer bien lo que se relacionaba
con Anastasia y buscar el mejor método para hacerla
desaparecer del mundo.

A las 5:00 de la tarde, Anastasia llegó a tiempo al


preescolar para recoger a su hijo. El pequeñín con
gusto se despidió de su maestra y corrió hacia su
madre.

—¡Mami!

—¿Qué tal la escuela?

—¡Bien! Les agrado a la maestra y a mis compañeros


—le informó de manera alegre el niñito.
—¿Qué tal si cenamos fideos?

—¡Está bien!

Anastasia fue afortunada de dar a luz a un niño con


carácter tan angelical. Desde bebé, él nunca le causó
problemas: no era exigente con la comida, tenía una
buena personalidad y era un niño amable y cariñoso.
Después de hacer las compras en el supermercado,
volvieron a casa para preparar la cena, mientras que
el niñito jugaba con su Lego. En ese instante, el
pequeño departamento estaba lleno de calor y
comodidad.

—Mami, ¿te fue bien en el trabajo hoy? —preguntó


con preocupación el niño.

—Sí, me fue bien —contestó Anastasia, sonriendo.

Nunca se quejó de la vida o del trabajo frente a su


hijo; incluso si le iba mal en la vida, la sonrisa de su
hijo era dulce y la podía curar de la infelicidad.

—Alejandro, ¿te parece bien si te llevo a ver a tu


abuelo en dos días? —le preguntó a su hijo.

—Sí, quiero conocer al abuelo —dijo el pequeño con


antelación, pestañeando los ojos.

Al oír esto, Anastasia se sintió afligida porque sabía


que Noemí y su hija no recibirían a Alejandro.
Tampoco dejaría que Érica supiera que concibió a su
hijo cuando, por accidente, perdió la virginidad hace
cinco años, sino que planeaba decirle que lo tuvo con
un hombre al que amaba.

Por la noche, Anastasia durmió junto a su hijo entre


los brazos, mientras la luz de la luna entraba por la
ventana. A la mañana siguiente, tras despedirse de su
hijo, Anastasia tomó un taxi para ir a la empresa. El
edificio de Burgués estaba situado en uno de ocho
pisos, al centro de la ciudad, el cual pasaba un poco
desapercibido debido a los rascacielos más altos a su
lado. Sin embargo, esta marca se había hecho popular
en el país y, ahora que Joyería QR Internacional la
había adquirido, también aumentó su valor de
mercado. Por eso, un mes después, se invitó a
Burgués a participar en la exposición local de joyería;
se seleccionaron varios conjuntos diseñados por
Anastasia para exponerlos, lo que también fue un
método eficaz para la creación de la marca.

Al poco tiempo, Anastasia se bajó del taxi; como


había comprado el desayuno un poco tarde, pagó su
pasaje mientras mordisqueaba el pan que tenía en la
mano, tras lo cual caminó con prisa hacia la sala
principal. Como Alejandro entró a la escuela a las
8:30 de la mañana, ella tenía un poco de prisa por
entrar a las 9:00.

En la entrada del elevador, Anastasia se esforzó por


terminar su desayuno antes de entrar a la oficina, ya
que era inapropiado entrar mientras se comía.
Entonces, se llenó la boca del último enorme bocado
de pan. Mientras masticaba con las mejillas llenas, se
abrió la puerta del elevador y apareció una figura
madura y apuesta frente a sus ojos.

Al endurecerse por unos segundos, se tragó el pan


con dificultad mientras caminaba con la mayor
elegancia posible.

—Buenos días —saludó Elías con una voz baja y


magistral.

—¡Buenos días! —contestó Anastasia y, al siguiente


instante, se vio sorprendida por su propio y repentino
hipo, el cual hizo que Anastasia sintiera que se le
enrojeciera la cara mientras casi se ahogaba con su
pan.
Lo peor de todo era que los elevadores tenían espejos
alrededor y ahora no tenía dónde esconder su
vergüenza. Se cubrió la boca, pero su cuerpo protestó
porque ella comía muy rápido, por lo que produjo
otro hipo no tan elegante.

Elías posó su profunda mirada en su cara a través del


espejo mientras observaba el torpe acto de Anastasia.
Por fin, al llegar al sexto piso, Anastasia salió de prisa
del elevador cuando se abrieron las puertas,
sintiéndose tan avergonzada que quería cavar un
agujero y enterrarse a sí misma. La expresión calmada
de Elías pareció romperse y se le pintó una sonrisa en
sus ojos oscuros, pensando: «Sin explicación alguna,
esta chica es interesante».

Anastasia volvió a la oficina y, sin demora, tomó unos


cuantos sorbos de agua para deshacerse del hipo,
pero la humillante escena no terminaba. No se
sentiría tan avergonzada si fuera otro hombre, pero
tenía que ser Elías, por lo que ella pensó: «Debe estar
riéndose de mí».

Después, a las 10:00 de la mañana, le informaron a


ella:

—Anastasia, hay junta del departamento ahora.


—Entendido —contestó.

En la sala de juntas, se sentó al lado la directora del


departamento, Fernanda Espinosa, quien tenía a
ocho diseñadores a su cargo, incluida Anastasia.

—Esperemos un momento. El presidente Palomares


llegará pronto. —Fernanda tomó un sorbo de agua y,
con nerviosismo, se encogió de hombros.

«¿Quién iba a pensar que en una junta de


departamento iba a participar también el jefe?».

—Anastasia, ¿usted ya conocía al presidente


Palomares desde antes? —le preguntó Alexis a
propósito.

—No lo conocía —lo negó ella de inmediato.

—Entonces, ¿por qué él no dejaba de mirarla ayer? —


preguntó otra diseñadora, insatisfecha por su
respuesta.

—Debería preguntárselo al presidente Palomares —


contestó Anastasia con elegancia.
—El trabajo es trabajo; la empresa no es un lugar
para enamorarse ni para hacer cosas a escondidas.
Más vale que todas recuerden esto —dijo Fernanda,
mirando a sus subordinadas con firmeza.

Luego, Alexis observó a Anastasia, suponiendo que


esta era alguien que quería seducir a Elías para ganar
ventaja. En ese momento, la puerta de la oficina se
abrió y entró una figura imponente; Elías entró con
gracia y se sentó en la cabecera de la mesa.

Cualquier que mirara a este hombre creería que Dios


es injusto, que le dio varias cosas: una riqueza que
podía rivalizar con la del gobierno; un rostro apuesto
que todos adoraban; una figura perfecta, como la de
Apolo, el dios del sol; un temperamento agraciado y
principesco; y el aura majestuosa de un emperador.

Este hombre vivía para que las mujeres lo adoraran y


lo veneraran; incluso Fernanda se apuró para
alborotar su cabello mientras desprendía un
temperamento meloso y femenino. Aunque tenía 35
años, seguía soñando con casarse con un adinerado.

—Comencemos —sonó con frialdad una voz profunda


y encantadora.
Capítulo 7: Helen, la conspiradora

De inmediato, Fernanda tosió.

—De acuerdo, el tema de la junta de hoy es sobre la


competencia en la que participaremos. Primero,
felicidades a las dos diseñadoras preseleccionadas,
Alexis y Anastasia.
De inmediato, Fernanda tosió.

—De acuerdo, el tema de la junta de hoy es sobre la


competencia en la que participaremos. Primero,
felicidades a las dos diseñadoras preseleccionadas,
Alexis y Anastasia.

Anastasia alzó la cabeza y se encontró con la


desafiante mirada de Alexis; si ella ganaba esta vez, la
empresa le daría una gran bonificación, por lo que
eran rivales. Fernanda analizó al instante la situación
de la competencia. Como diseñadora con experiencia,
confiaba mucho en su trabajo.

Mientras Anastasia observaba la mesa, de repente


sintió que la miraban a ella y, a juzgar por la dirección,
sabía que era Elías. «¿De verdad es tan libre este
hombre? ¿Por qué se me queda viendo todo el día?»,
pensó.
La madre de Anastasia sacrificó su vida por él y la
verdad era que Anastasia no quería verlo a los ojos.
Aunque solo tenía cinco años en ese momento y ella
no podía culparlo de nada, aún le guardaba un tipo
de resentimiento en el corazón.

—Anastasia, deme su opinión —le dijo de repente


Fernanda.

Anastasia, quien estaba soñando despierta hace un


momento y no tenía idea de lo que hablaba, alzó la
cabeza y la miró con confusión.

—Eh… ¿A qué aspecto se refiere?

Entonces, Fernanda puso una cara fea, pensando:


«¿Cómo se atreve alguien soñar despierto en mi
junta?».

—Anastasia, aunque usted sea una diseñadora


enviada desde la sede, no debería ser tan arrogante e
ignorarme. No escuchó lo que acabo de decir,
¿cierto? —Fernanda era una mujer hostil y quería
darle una lección.

Las otras diseñadoras miraron a Anastasia hacer el


ridículo, mientras la cara de ella se enrojeció. Aunque
no sabía qué decir, sonó una voz masculina:

—Dígame cuál es el exclusivo punto de venta de su


diseño. —Elías le estaba haciendo un recordatorio.

Cuando se trataba de trabajo, Anastasia podía ser


muy segura de sí misma.

—En esta ocasión, mi diseño usa platino, que es el


material más adecuado para las incrustaciones, con la
adición de rodio y paladio. Su brillo, dureza y
durabilidad son buenos y, además, es un material
muy raro. Tiene una connotación superior, no es fácil
de menospreciar, garantiza que no cambie de color,
tiene buena estabilidad y es conveniente para fines
de colección. Mi cliente objetivo es aquel al que le
guste coleccionar y comprar artículos de lujo.

Cuando Anastasia terminó de hablar, de repente la


atrapó la mirada del hombre frente a ella y la evadió
de inmediato.

—En resumen, ¡es costoso! —se burló Alexis—. Yo no


soy así, sino que me enfoco en los elementos de la
moda. Hoy en día, las modas van y vienen, así que
creo que mi trabajo es más adecuado para el
mercado.

—Cada uno de nuestros trabajos tiene su propio


punto de venta —añadió Anastasia tras fruncir los
labios y sonreír.

Al poco tiempo, la junta por fin terminó. Elías solo


vino a escuchar, no a dar opinar demasiado.

—Muy bien, la junta terminó —anunció Fernanda.

—Anastasia, quédese aquí —dijo Elías de manera


repentina—. Los demás pueden irse.

Anastasia estaba a punto de tomar un sorbo de agua


para refrescar su garganta cuando casi se atragantó al
escucharlo. De pronto, estaba rodeada de miradas
llenas de envidia y de odio, sobre todo la de Alexis,
quien la miraba con resentimiento, como si hubiera
seducido a Elías con métodos sucios. Anastasia
también se quedó sin palabras, pensando: «¿No
puede este hombre ver mi situación en la empresa?
¡Los demás me están despreciando, mientras que él
aún aviva los chismes haciendo esto!».

Una vez que todos se fueron, Anastasia se apoyó en


su silla y dijo con frialdad:
—¿Se le ofrece algo, presidente Palomares?

—¿Por qué no aceptó la casa que le ofrecí ayer? —


Elías entrecerró los ojos y fijó la mirada en ella.

—¿Y por qué iba a hacerlo? Ya le dije que no aceptaré


ninguna compensación de los Palomares —enfatizó
de nuevo ella.

—Debería pensar en su hijo. El lugar que elegí buenas


instalaciones que podrían ayudarlo: hay un mejor
preescolar para las élites de la comunidad; también,
es más seguro y adecuado para que viva con su hijo.
—dijo Elías, como si dejara su posición de presidente
superior y se convirtiera en un vendedor.

Lo que dijo le pareció atractivo a Anastasia, ya que,


como madre, su deseo primordial era proporcionarle
a su hijo la mejor educación y el mejor entorno.

—No es necesario; yo le puedo dar lo mejor a mi hijo.


—Anastasia no estaba de acuerdo.

Para un negociador como él, Elías no podía darse


cuenta de que lo más valioso no era la riqueza
material, sino la compañía emocional. Siempre y
cuando su hijo estuviera con ella, incluso si sus
condiciones no fueran estelares, Anastasia sería feliz.
Elías, frunciendo el ceño, observó a la despiadada
mujer y se mostró preocupado.

—En el futuro, si no es por motivos de trabajo, no me


busque, por favor —dijo Anastasia, recogió sus
documentos, se levantó y se marchó.

Por la tarde, Anastasia recibió una llamada de su


padre, quien le pidió que fuera a cenar a casa
mañana, diciéndole que él también quería verla.
Entonces, ella aceptó, pensando que necesitaba ir de
visita a casa.

En la oficina del presidente, Elías se sentó con gracia


en su asiento, escuchando el informe de trabajo del
asistente que tenía al lado.

—Vaya por mí a comprobar la información sobre el


padre de Anastasia. —Como la compensación
material no la impresionaba a ella, él tenía que buscar
en otros aspectos.

—Muy bien. —Ray se fue de inmediato a investigar.

En ese instante, sonó el teléfono de Elías, así que lo


tomó y vio que era Helen.

—Hola —contestó con toda la delicadeza posible.

—Elías, ¿estás ocupado en el trabajo? ¿Puedo cenar


contigo esta noche?

—De acuerdo, haré una reservación en un


restaurante —él aceptó.

—Entonces esperaré para que vengas por mí —dijo


Helen, emocionada.

—Claro.

Elías colgó la llamada mientras pensaba en la cara de


Helen; por alguna razón, presentía que ella no se
parecía en nada a la mujer de aquel día. Con
vaguedad, recordó a la mujer de aquella noche: sus
labios eran suaves, de una manera increíble, y su
cuerpo tenía una leve fragancia. Aunque ella lloró
durante todo el proceso, su voz era atractiva,
mientras que la de Helen era demasiado seca. Como
habían pasado cinco años, cualquiera podría sufrir
por cambios significantes, así que Elías solo quería
compensarla. Al fin y al cabo, lo que le hizo esa noche
era un daño irreversible en su vida.
En el restaurante de alta cocina, Helen llegó con
nuevo vestido de Chanel, vistiendo de manera
elegante. Ella mejoró su aspecto un tanto promedio
usando cosméticos caros y la habilidad de un
maquillador, pero seguía sin ser llamativa por
completo. Pertenecía a una categoría de mujer bonita
promedio, es decir, que no era fea, pero tampoco
impresionante. Sin embargo, esta noche era la mujer
más envidiable de todo el restaurante, ya que, frente
a ella, estaba sentado un hombre guapo, elegante,
encantador y que desprendía una presencia
majestuosa.

—Elías, salud. —Helen tomó la iniciativa de levantar


su copa y miró al hombre con entusiasmo.

Aunque apenas se conocían hace casi tres semanas,


Elías siempre la había tratado de forma civilizada y
educada. Aun así, lo que Helen quería era mucho más
que eso, pues deseaba su corazón, cuerpo y, al final,
ser su esposa. Ahora, como tenía su atención y le
daba todo, estaba aterrada de perderlo todo, debido
a que le encantaba vivir de rica. Todo lo que pedía lo
recibía al instante: sus vestidos favoritos de Chanel
podían ser entregados a su puerta para que ella
eligiera; si quería un bolso, podía conseguir de todos
los colores disponibles; si quería joya de diamantes,
solo debía elegir su favorita. Era como flotar en las
nubes, por lo que Helen no quería volver a caer al
suelo mientras estuviera con vida.
Capítulo 8 Llevar al hijo de ella a casa

Aun así, Helen tenía el mal presentimiento de que


Anastasia volvería de pronto a casa y se enteraría de
lo que pasó aquella noche. Si eso pasaba, perdería
todo y estaría obligada a vivir como antes. Tras
pensarlo, se dijo a sí misma que no dejaría que eso
pasara. Por eso, cuando Elías la llevó de vuelta a la
mansión después de comer, Helen invitó con timidez
al hombre a pasar:

—Elías, ¿te gustaría entrar a tomar una taza de té?

—No, gracias, aún tengo cosas que resolver.

—Pero me da miedo estar sola y quiero que me hagas


compañía —dijo ella, intentando jugar con la simpatía
del hombre al fingir estar asustada.

—Le pediré a Natalia que te acompañe. —Elías sacó


su teléfono.

—¡No, por favor! Nada más quiero que me


acompañes.

—Pero, de verdad, tengo cosas que hacer en el


trabajo. Quizá a la próxima. —Él la miro con gentileza
—. Que descanses, buenas noches.

A Helen la decepcionó escuchar la respuesta del


hombre, pero su actitud dócil la detuvo de seguir
insistiéndole, por lo que asintió con amargura:

—Bueno, está bien.

Al observar el coche de Elías, ella se mordió el labio


mientras deseaba poder estar abrazada de él. «¡Juro
que algún día será mi hombre! Seré la mujer que
todas envidarán», pensó.

Mientras tanto, Anastasia decidió pasar su


maravilloso día revisando algunos puntos de venta
con Fernanda. Como el tiempo pasaba rápido, ella dio
el día por terminado y se fue del trabajo más
temprano, alrededor de las 4:30 de la tarde,
pensando en que quería llevar a su hijo a casa para
que conociera a su abuelo.

Por otro lado, Franco le había pedido a la cocinera de


la residencia Torres que preparara la cena para la
llegada de Anastasia, pero Noemí se encargó de que
la cocinera solo preparara los platillos favoritos de su
hija, sin considerar para nada en Anastasia. Pronto, la
sirvienta se acercó y preguntó:
—Señora, el señor Torres dijo que los langostinos son
los favoritos de la señorita Anastasia, por lo que me
pidió que los comprara. ¿Está segura de que no
quiere que los cocine?

—Al contrario, cocine los langostinos, pero asegúrese


de que sepan picantes, tanto que la zorra desee no
haberlos comido —respondió Noemí.

En cuanto la sirvienta hizo lo que le pidieron, Noemí


se quedó pensando con rabia en las intenciones de
Anastasia tras volver a casa. En su interior, no podía
evitar sentir que Anastasia había vuelto para recibir
una parte de las riquezas, sobre todo ahora que a
Franco le había ido tan bien en la empresa y logró
obtener una fortuna que superaba los miles de
millones de dólares.

«Mientras yo sea parte de esta familia, Anastasia


puede olvidarse de su parte de la herencia».

—Mamá, ¿sabes si Anastasia vendrá a cenar? —Érica


entró con frustración.

—Tu papá insistió en que viniera a la cena —contestó,


asintiendo con la cabeza—. Yo no pude decir nada al
respecto.

—Han pasado cinco años. Me pregunto cómo estará


—expresó mientras fruncía los labios.

—¿Qué tan bien le podría estar yendo en la vida? Ni


siquiera terminó sus estudios universitarios cuando se
fue de aquí a los 19 años. Para mí que volvió solo por
la herencia porque le cuesta llegar a fin de mes —
gruñó Noemí, insatisfecha.

—No debes dejar que me quite lo que es mío, mamá.


Me pertenece todo lo que es de mi papá —dijo Érica
con audacia, como si fuera la verdadera heredera de
la herencia de su padre.

—Por supuesto, no tiene nada que ver con la


herencia para nada —contestó la otra con firmeza.

—De acuerdo, iré a maquillarme y a ponerme mi


nuevo vestido. —Tras decir esto, Érica subió las
escaleras, creyendo que debía demostrarle a
Anastasia que su lugar en la familia Torres era
irremplazable.

En cambio, Anastasia tomó un taxi y se dirigió a la


residencia Torres con su hijo luego de enseñarle qué
debía hacer. Por fortuna, su hijo era un niño
inteligente que entendía lo que le dijera ella,
derritiéndole el corazón tanto que lo abrazó y lo besó.

—¡Ese es mi niño querido!

En el fondo, sentía compasión por su propio hijo,


pensando que tal vez lo tratarían diferente si hubiera
nacido en otra familia. Al mismo tiempo, le parecía
irónico que su presencia fuera a ser poco acogedora
en la casa de su padre.

Entre tanto, de casualidad, Franco se encontraba en


la puerta de su casa, ya que había salido de la oficina
más temprano de lo normal porque no podía esperar
a ver su hija, quien estuvo apartada de él por cinco
años. Al poco tiempo, vio que un taxi se acercaba en
su dirección y este caminó hacia el coche cuando se
detuvo.

Entonces, una señorita esbelta salió del vehículo,


quien resultó ser Anastasia; después, salió el pequeño
detrás de Anastasia, dejando a Franco atónito por lo
que vio. «¿Cómo es que mi hija tiene consigo un niño
que parece tener cuatro o cinco años? ¿Será que
está…?», pensó él, sin poder evitar sorprenderse.
Mientras tanto, Anastasia miró a su padre, dándose
cuenta de lo mucho que envejeció después de cinco
años. Por ese motivo, empezó a ser comprensiva con
lo que había pasado en aquel entonces, culpándose a
sí misma por no haber mantenido contacto con
Franco.

—Volví, papá. —Ella tomó a su hijo de la mano y se


acercó a Franco. Luego, miró a su hijo y le dijo—:
Alejandro, saluda a tu abuelo.

—¡Abuelo! —lo llamó el niño al levantar la vista.

«¿Abuelo?», repitió Franco en su cabeza al haber sido


tomado por sorpresa tras oír la voz del niño,
mirándolo con asombro.

—¿Este es mi… nieto? ¿Ya tienes un hijo?

—Sí, papá, su nombre es Alejandro y tiene tres años y


medio.

Anastasia se negó a decirle la verdadera edad a


Franco, ya que quería evitar que su padre dedujera
cuándo había dado a luz a Alejandro.

—Tres años y medio de edad y ya es tan alto. —A él le


parecía increíble que ya tuviera un nieto tan guapo.

—¡Sí! —sonrió Anastasia.

—Y ¿qué pasó con el padre de tu hijo? —le preguntó


Franco.

—Nunca viví con él desde que nació Alejandro —


contestó ella.

—Sí, siempre viví con mamá todo este tiempo, abuelo


—añadió el niño.

Los ojos de Franco se llenaron de lágrimas al darse


cuenta de que no había hecho nada para ayudar a su
hija a criar a su nieto, pensando: «Soy un terrible
abuelo. Lo peor de todo es que eché a mi hija de la
casa hace cinco años».

—¡Yo soy el culpable! ¡Toda la culpa es mía,


Anastasia! Por favor, perdóname. Te aseguro que te lo
compensaré. —Franco estaba abrumado por el
sentimiento de culpa.

—No es necesario. Alejandro y yo nos la hemos


arreglado bien. —Anastasia no quería que esto le
pesara a su padre.
—¡Pasen! ¡Deja que te abrace, mi querido Alejandro!
—Franco se agachó y lo abrazó, pensando que el niño
estaba bien alimentado debido a su complexión
robusta. Además de eso, le enorgullecía lo guapo que
era su nieto, ya que pensaba que Alejandro era el
niño más apuesto que había visto jamás.

En cuanto Anastasia entró a la sala con su padre,


Noemí vio a su marido cargando a un niño en sus
brazos, por lo que, sorprendida, le preguntó:

—¿Quién es ese niño, querido?

—Noemí, este es el hijo de Anastasia. Tuvo un niño


mientras vivió en el extranjero —anunció Franco con
alegría, mostrando su regocijo por la llegada de su
nieto. Al fin y al cabo, su mayor arrepentimiento era
no haber tenido un hijo varón, aunque no tenía
interés especial en tener uno. Por lo tanto, trató al
hijo de su hija como el suyo, pues Alejandro seguía
siendo su descendiente de sangre.

—¡¿Qué?! —Noemí quedó atónita al enterarse de


que era el hijo de Anastasia.

—Mamá —la saludó Anastasia con frialdad.


—¡Oh, querida! No sabíamos que eras una madre
después de cinco años. ¿Por qué no nos contaste
nada? —Noemí fingió mostrar preocupación,
creyendo que era una jugada necesaria incluso frente
a su esposo—. ¿Quién es el padre? ¿Por qué no está
aquí?

—Noemí, Anastasia está criando al niño por su cuenta


—intervino Franco, recordándole al instante que deje
de hacer preguntas innecesarias.

En ese instante, Noemí pensó Anastasia usaría a su


hijo para exigir una mayor parte de la herencia,
viendo a ambos como una amenaza aun mayor, al
notar cuánto amaba Franco al pequeño.

—¡Oh! ¡Una madre soltera! ¡Qué hazaña tan


conmovedora y noble! —contestó Noemí con un tono
sarcástico.

Al parecer, al intuir lo que indicaba el tono de Noemí,


el niño la miró y le preguntó:

—¿Quién es usted?

—Saluda a tu abuela.
—Mi mamá dijo que mi abuela murió hace mucho.
¿Cómo puede ser mi abuela? —preguntó el niño,
delatando de manera indirecta las malas intenciones
de Noemí con su inocencia y pureza.

—¡Oh, santo cielo, qué niño! ¡Qué maleducado!


Anastasia, ¿por qué no lo enseñas a tener modales?
¿Cómo esperas que viva con decencia cuando crezca?
—Noemí cuestionó con molestia la crianza.

—La manera en que se comporte mi hijo no es de tu


incumbencia —le contestó, defendiendo a su hijo.
Capítulo 9 Conflicto por la herencia

Al conocer la tensa historia entre las damas, Franco


miró a Noemí y la sermoneó:

—Anastasia y su hijo acaban de llegar, así que no es


necesario que seas tan sarcástica. ¡Llévate bien con
ella, ¿podrías?!

—¿Quién es el niño, mamá? —Érica se asomó por las


escaleras y le dio curiosidad al ver a su padre con un
niño en los brazos.

—¡Cuida tus palabras! Este es tu sobrino, que tu


hermana tuvo mientras estaba viviendo en el
extranjero —respondió Noemí, descontenta.

—¡¿Qué?! —Érica abrió los ojos tras sorprenderse;


luego, bajó las escaleras y se acercó a Anastasia,
preguntándole—: ¿Por qué no nos avisaste que tenías
un hijo? ¿Qué te pasa? ¿No quieres que lo veamos?

—¿Cómo puedes decir algo así, Érica? Alejandro es


parte de nuestra familia ahora, así que quiero que te
retractes. —Franco fulminó con la mirada a la
señorita.
Noemí, al percatarse de la reacción de su marido, al
instante tomó rencor contra Anastasia, ya que le
parecía difícil de creer que su actitud hacia Érica
cambiara tanto a causa de Alejandro.

—¡P-papá, solo estoy mostrando mi… preocupación


por ella! —Érica se defendió con amargura.

—Ven aquí, te llevaré a dar un paseo por el jardín. —


Franco intentó hacer lazos con Alejandro. En cuanto
los dos se fueron, Érica se le acercó a Anastasia con
una sonrisa fría.

—¡Tuviste una relación con un hombre casado y diste


a luz a ese hijo ilegítimo, ¿no es así?!

Los ojos de Anastasia estaban llenos de odio, no


podía olvidar lo que Érica y Helen le hicieron en aquel
entonces. Por eso, se dijo a sí misma que nunca las
perdonaría.

—Mis asuntos no te incumben —le respondió con


frialdad.

Por alguna razón, Érica comenzó a pensar que


Anastasia se miraba más bonita, ya que esta tenía una
presencia más dominante, comparada a la de hace
cinco años. En ese instante, se enceló aún más de la
belleza de Anastasia. Creía que no habría nadie más
en su camino después de que esta dejara a la familia
Torres, pero solo terminó sorprendiéndose de
Anastasia por su piel clara, su figura curvilínea y su
comportamiento tranquilo tras volverse a ver.

«Vaya, ni siquiera parece que parió a un bebé»,


pensó.

—Anastasia, no sé qué pretendes al haber vuelto,


pero déjame advertirte algo —la amenazó Noemí—.
Olvídate de cualquier idea tonta que tengas. Esta
familia no tiene nada que ver contigo.

—Y ¿por qué no? —preguntó tras reírse, indignada—.


Cuando mi padre creó su empresa, mis abuelos
invirtieron en ella también, pero ustedes dos se
atrevieron a quedarse con todo sin mover un dedo.

—Tú…

—Ubícate, Anastasia. Yo hice que te echaran de la


familia Torres hace cinco años y puedo hacer lo
mismo de nuevo —dijo Érica intentando intimidarla.

—Mi padre es la única persona por la que volvía esta


familia, cosa que no tiene que ver con ustedes en
absoluto. Además, mi papá puede hacer lo que le dé
la gana con su herencia, cosa que, les repito, no es de
su incumbencia. —Anastasia contradijo a Érica y a
Noemí, humillándolas

—A propósito, ni se te ocurra que solo por tener un


hijo te quedarás con la mayor parte de la herencia —
dijo Noemí, apretando los dientes.

—Mi padre aún está con vida y le quedan años por


vivir, pero ambas no dejan de hablar de su herencia.
¿Acaso quieren que desaparezca tanto? Si ese es el
caso, me aseguraré de que viva una larga vida para
que ustedes se puedan olvidar de heredar su fortuna
—les contestó Anastasia con un tono frío, sabiendo
que ellas solo querían el dinero de su padre en lugar
del mismo hombre.

—Tú… —Noemí se quedó sin palabras, pero de


inmediato intentó salvarse de ser avergonzada—. Él
es mi esposo, así que es obvio que quiero que tenga
una larga vida.

—¡¿De qué estás hablando, Anastasia?! —exclamó


Érica, defendiendo a su madre—. Mi mamá ama a mi
padre.
Aun así, Anastasia tomó su teléfono y se sentó en el
sofá, rehusándose a prestarles atención a la madre y
a la hija. Enseguida, la criada procedió a servir los
platillos mientras Franco le pidió que preparara dos
platillos que no fueran picantes para su nieto. Al ver
esto, Noemí y Érica se pusieron furiosas porque
pudieron notar mediante los ojos de Franco que
Anastasia estaba ganándose de vuelta su favor gracias
a su hijo.

—¿A qué te dedicas, Anastasia? —preguntó Franco


con curiosidad mientras comían.

—Estudié diseño de joyas cuando vivía en el


extranjero y ahora soy una diseñadora en Burgués.

—Nada mal, Burgués es una gran empresa —dijo él,


felicitándola.

—¡Yo también estoy buscando un empleo, papá! Me


entrevistarán como modelo de salón de automóviles
—intervino Érica, presentándole con desesperación
su trabajo a su padre.

—¿Qué clase de trabajo es ese? Más vale que lo dejes


antes de que me avergüences. —Franco le lanzó una
mirada severa.

—Cariño, Érica solo está divirtiéndose mientras


explora las oportunidades que tiene. Estoy segura de
que luego podrá estar en tu empresa en el futuro —
dijo Noemí, defendiendo a su hija al instante.

—¡Ja! ¿Y qué hará en mi empresa? ¿Ser la


recepcionista? —gruñó Franco con frialdad.

Por otro lado, Érica guardaba un grande rencor contra


Anastasia, culpándola por exponer de manera
indirecta sus defectos.

—Abuelo, mi mamá es una buena diseñadora, hasta


participó en la Competencia Internacional de Diseño
de Joyería —añadió Alejandro con alegría,
dibujándole una sonrisa a Franco.
—¿En serio? ¡Qué maravilloso! Alejandro, voy a
comprarte un regalo por la tarde, así que me dices lo
que quieres, ¿de acuerdo?

—¡Sí, gracias, abuelo! —expresó con educación el


niñito su gratitud.

Mientras a Anastasia le alegraba que su padre le


tuviera tanto cariño a Alejandro, a pesar de su
sorpresa, Noemí y Érica cada vez estaban más
moletas con la presencia del niño, considerándolo
como un conspirador del que debían cuidarse, aun a
su corta edad.

Después de la cena, Franco los llevó al centro


comercial más cercano, en donde le compró a su
nieto varios regalos caros, como juguetes de robot y
Lego. Aunque costaban miles, no dudó en pagar por
todo.

—Es suficiente, papá; no lo mimes —dijo Anastasia,


intentando detenerlo.

—Está bien, de acuerdo, será todo por hoy. Le


compraré otras cosas de nuevo en unos días. —
Franco aún se sentía impulsado a mostrar buena
voluntad.

—Está bien, abuelo. No necesito más juguetes porque


ya tengo muchos —contestó con madurez el niño,
haciendo que el abuelo se encariñara más con él al
acariciarle la cabeza.

Una vez que terminaron las compras, Franco llevó a


su hija y a su nieto de vuelta a su departamento. En el
momento en que vio el edificio, comenzó a pensar
que ya era hora de hacer las paces con Anastasia, ya
que su empresa lo hizo ganar una fortuna los últimos
años. Tras despedirse de su padre, Anastasia abrazó a
Alejandro.

—Parece que le agradas mucho a tu abuelo.

—A mí también me agrada —contestó con alegría


mientras hacía un puchero—. Mami, ¿en dónde está
papi?

Anastasia hizo una pausa ante la pregunta inevitable


que sabía que le haría; entonces, lo miró con seriedad
y le dijo:

—No sé dónde está, Alejandro. Es más, puede que


nunca lo volvamos a ver, pero te prometo que, de
todos modos, yo estaré a tu lado. ¡Te amo, querido!

Alejandro asintió con la cabeza y levantó su Lego al


aire.

—¡Bueno, me voy a jugar!

—¡Adelante! —le dijo Anastasia, mirando a su hijo


desenvolver todos sus nuevos juguetes, mientras esta
se perdía en sus pensamientos.
En lo profundo de su ser, sabía que no era fácil
encontrar al padre de su hijo porque estaba segura de
que Érica y Helen tenían la respuesta a eso. Al fin y al
cabo, creía que la habían engañado a dormir con un
gigolo, pero por eso prometió no dejar que su hijo
conociera la vergonzosa profesión de su padre.

«Está bien. Amo a Alejandro y eso basta para los dos.


Ahora que también mi papá lo quiere, supongo que
no hay nada más que me haga más feliz que la
manera en que vivo en este punto».
Capítulo 10 La investigación de Helen

Érica, furiosa y molesta, pensó de inmediato en


Helen, a quien consideraba la única persona que
podía ayudarla a complotar contra Anastasia; por
ende, la contactó para verla en un café. Cuando llegó
Helen, apareció con un atuendo discreto y, como de
costumbre, caminó hacia Érica y se sentó frente a
ella.

—Dijiste que fuiste de viaje. ¿Adónde fuiste? —le


preguntó Érica con curiosidad.

—Eh… Solo fue un breve viaje alrededor de la ciudad,


ya que quería un descanso después de todo —
contestó Helen con pánico porque no quería que la
otra se enterara de que vivía como rica.

—¿Qué hay de tu tienda? ¿No piensas volver a tu


negocio?

—No, de todos modos, no estaba yéndome tan bien,


así que mejor me tomé un respiro. —Helen no se veía
preocupada a pesar de la situación de su negocio.

—¡Adivina qué! Anastasia nos estresó a mi madre y a


mí hoy —añadió Érica con enfado—. Regresó, pero
eso no es todo, sino que ahora tiene un hijo ilegítimo.

Helen se quedó atónita al oír eso y la tomó de la


mano mientras preguntaba con ansiedad:

—¡¿Qué dices?! ¿Tiene un hijo?

Al notar la dramática reacción de su amiga, Érica


pausó por unos segundos para consolarla.

—Ese niño es su hijo ilegítimo. ¿Te preocupa que


mencione al hombre con el que la involucramos en
un ligue de una noche y se vengue de nosotras?
¡Tranquila, nada va a pasar!

—¿Cómo se ve el niño? ¿Cuántos años tiene? —Helen


se puso muy sensible, pensando que era necesario
estar al tanto de todo sobre Anastasia. En el fondo,
no podía evitar preguntarse si el hijo de Anastasia era
Elías.

—Me enteré por mi padre que el niño tiene tres años


y medio y que el padre tal vez sea alguien con quien
se acostó cuando estaba en el extranjero —le
contestó Érica con disgusto.

«¿Tres años y medio? —pensó Helen, calculando con


cuidado el tiempo. Dedujo que el niño no era padre
de Elías, por lo que soltó un suspiro de alivio—. Solo
tuvo una noche de pasión con Elías. No, no es posible
que quede embarazada tan fácil en una noche».

Ante esto, Helen cedió a su curiosidad y le preguntó a


Érica más sobre Anastasia:

—¿Cómo está ella ahora? ¿En qué trabaja?

—Es una diseñadora en Burgués, ¿cuál es el alboroto?


Solo es una diseñadora común y corriente. —Al
parecer, Érica estaba descontenta.

Al mismo tiempo, Helen compartía el desprecio que


Érica sentía por Anastasia, expresando lo que tenía en
mente:

—Bueno, debo admitir que era talentosa para dibujar,


pero ni siquiera se graduó de la universidad, así que
¿qué tan lejos puede llegar en su carrera como
diseñadora?

—¡Exacto! No es más que una farsante que se hace


pasar por inteligente; aun así, se las ingenia para
ganarse el favor de mi padre. Además de eso, incluso
su ridículo hijo sabe cómo alegrarlo. ¡Carajo! —Érica
hizo a un lado su decencia, comportándose como su
irritable madre.

Por otro lado, Helen, que era más astuta y sagaz, la


aconsejó:

—¿Sabes qué, Érica? ¡Deberías echarla de casa y tal


vez incluso del país, ya que no te agrada! Al fin y al
cabo, necesitas deshacerte de esa monstruosidad.

—Eso es justo lo que pensaba también. Cuando


llegue el momento, me aseguraré de que se largue. —
Ella apretó los puños y se juró esto a sí misma.

Sin embargo, Érica no tenía ni la más mínima idea de


que Helen deseaba que Anastasia se fuera porque esa
era la única forma de seguir disfrutando de la vida
rica y del favor de Elías. De repente, a Érica le llamó la
atención el collar que Helen llevaba puesto.

—Helen, ¿cuál es la marca de ese collar que llevas


puesto? ¡Luce tan hermoso!

—Oh, es un falsificado que compré de segunda mano


—le contestó, frotando el collar con una sonrisa.

Al conocer los antecedentes financieros de Helen,


Érica no halló nada sospechoso con su falta de
posibilidad de comprar un collar auténtico. Sin
embargo, ese collar que llevaba era, en realidad, un
producto que costaba más de dos millones por
Joyería QR Internacional; sobraba mencionar que no
tenía idea de quién lo diseñó.

Tras oír las quejas y reclamos de Érica, Helen no podía


evitar dejar de ver al reloj debido a su cita para un
facial; al fin y al cabo, estaba tan obsesionada con
ganarse el corazón de Elías, que incluso quería
someterse a una cirugía plástica para verse más
hermosa. Al estar cansada de que Anastasia la
opacara desde pequeñas, Helen estaba desesperada
por despedirse de su apariencia ordinaria.

Tres días después, alrededor de las 5:00 de la


mañana, Helen tuvo una pesadilla, en la que Elías
reconoció a Anastasia cuando la confrontó, por lo que
la sacó de la mansión con dureza mientras veía cómo
Anastasia le arrebataba todo lo que tenía.

—¡No! ¡Por favor, no! —Helen se levantó con una


cara horrorizada, cubierta de sudor, mientras miraba
alrededor de manera frenética hasta darse cuenta de
que era un sueño.
Aterrorizada por la pesadilla surrealista, Helen
comprendió que nunca podría volver a tener en sus
manos lo que Elías le había dado una vez que lo
perdiera. A medida que su avaricia por el dinero la
consumía, su obsesión con su comodidad actual de su
vida le apoderó la mente.

«¡No, no puedo perder ahora lo que tengo! ¡No


puedo!», pensó y luego lanzó la almohada al piso,
como si se tratara de Anastasia.

—¿Por qué no estás muerta, Anastasia? ¡¿Por qué no


te mueres?!

«Anastasia solo seguirá siendo una amenaza para mí


mientras siga respirando».

De pronto, Helen entrecerró los ojos y se dio cuenta


de que era necesario para ella reunirse con Anastasia
para saber si esta sabía lo que estaba ocurriendo;
sobre todo, quería averiguar si Anastasia sabía que
pasó aquella noche con Elías.

«Si Anastasia sabe lo que está pasando supongo que


debo hacer algo para evitar que pase lo peor». A
pesar de pensar esto, Helen estaba segura de que
Elías no recordaría con quién durmió esa noche, pues
el reloj era el único indicio que tenía antes de decidir
que Helen era a quien buscaba.

Sin embargo, se preocupó al instante por otra


posibilidad al preguntarse qué pasaría si Anastasia
reconocía a Elías: «Ella no era consciente de lo que
pasó esa noche, pero no se sabe si una palabra que
hayan dicho pudiera refrescarles la memoria y
reconocerse».

Tras abrumarse por su miedo y ansiedad, Helen


decidió salir de la cama y vestirse para ir a ver a
Anastasia a Burgués; así, averiguará lo mucho que
sabe.

Mientras tanto, Anastasia se dirigía a su oficina


después de dejar a su hijo en la escuela por la
mañana. Después, se ocupó en una junta sobre el
lanzamiento de un nuevo producto de la empresa, el
cual Fernanda quería que todos presentaran diez
propuestas antes del fin de mes. Cuando todos
salieron del salón de juntas, Alexis chocó con
Anastasia a propósito, provocándola.

—Supe que el presidente Palomares te aumentó la


recompensa a un millón, así que tienes que saber que
no me dejaré vencer, Anastasia.
En ese instante, Anastasia se quedó sorprendida ante
la provocación repentina de Alexis, lo cual la hizo
preguntarse qué pretendía Elías con la recompensa
de un millón. De cierta forma, tenía la sensación de
que Elías estaba tratando de interferir en la
competencia, considerando su poder y estatus.

«¿Este sujeto está tratando de darme un millón así


nomás? ¡De ninguna manera! ¡La imparcialidad es lo
más importante en la competencia! Después de todo,
lo último que quiero es ser la campeona de una
competencia manipulada por él».

Mientras Anastasia volvía a su oficina con emociones


encontradas, Gabriela llegó con una taza de café y le
dijo:

—Señorita Torres, tiene una invitada.

—¿Una invitada? ¿Quién?

—Está ahora mismo en la sala de estar. Podría


traérsela aquí —le contestó Gabriela.

—Claro. —Anastasia no tenía idea de quién sería, así


que estaba decidida a esperar para averiguarlo.
Al poco rato, se oyó un golpe en la puerta antes de
que Gabriela la abriera; entonces, apareció la silueta
detrás de ella. Aunque habían pasado cinco años
desde aquel desgarrador incidente, Anastasia se llenó
de furia y rencor. En cuanto Gabriela cerró la puerta y
se retiró, Anastasia preguntó con frialdad:

—Qué atrevida eres como para pasar por aquí.

—Me enteré de que trabajabas por aquí —le contestó


Helen con una sonrisa—. Como estaba cerca, pensé
que debía venir a visitarte.

—Me das asco. —Anastasia apretó la quijada,


reprimiendo las ganas de abofetear a la mujer.

—¿Te doy asco? ¿Qué sucede? ¿No quedaste


satisfecha con el gigolo con el que te acostaste
aquella noche? Escogí el más guapo para ti —dijo
Helen, sonriendo de manera siniestra.

—¡Cállate! —Furiosa, Anastasia estaba temblando de


pies a cabeza.

—¿Serías capaz de reconocer al hombre si lo tuvieras


frente a ti? —continuó Helen, indagando.
Capítulo 11 La rabia de Anastasia

—¡Sal de mi vista! ¡Estoy harta de verte la cara! —le


gritó Anastasia a Helen, señalando a la puerta.

—¿Qué pasa? ¿El hombre no te satisfizo porque no


era tan fuerte o apto? Será mejor que me trates con
modales antes de que todos en la empresa se enteren
de tu oscuro secreto. Si se esparce la voz, me
pregunto cómo podrás seguir con tu carrera.

En seguida, Anastasia marcó por el intercomunicador


y habló con Gabriela.

—Ven aquí, por favor. —En cuanto llegó su asistente,


Anastasia señaló a Helen, quien estaba sentada en el
sofá, y añadió con frialdad—: Esta no es mi invitada.
Por favor, sácala de este edificio.

—¿Quién dice que no lo soy? Vine aquí porque quería


tus servicios en diseño de joyas. —Helen se cruzó de
brazos de manera altanera.

Sin embargo, ella no tenía remota idea de que el


collar que estaba usando llamó la atención de
Anastasia, quien entrecerró los ojos y miró más de
cerca, pensando: «¿Cómo es que Helen lleva puesta
mi obra maestra? ¿El collar está hecho a la medida o
es una falsificación que parece auténtica?».

—Más vale que te vayas antes de que me hagas


enfadar —le dijo Anastasia a Helen de manera
descortés, levantándose.

Sin embargo, Helen puso una mirada furiosa en la


cara y apretó los dientes mientras cerraba abría la
puerta.

—Hablaré con tu gerente sobre tu actitud y me


aseguraré de que te despidan de la oficina.

Por otro lado, Gabriela quedó atónita al ver esto,


creyendo que Helen solo era una invitada, pero se
percató de que solo vino a meterse con Anastasia. En
cuanto Gabriela salió de la oficina, esta le pidió a su
superior que hiciera algo al respecto:

—No puede quejarse de usted, señorita Torres.


¡Deténgala!

A punto de perder la paciencia, Anastasia abrió la


puerta de su oficina antes de que recibir la mirada de
Helen gruñendo en el espacio abierto.
—Dile a tu jefe que venga a verme. ¡Quiero quejarme
de Anastasia, su diseñadora! La contraté como
cliente, pero ella me rechazó con rudeza y me dijo
que me apartara de su cara.

En ese momento, todos en la oficina se quedaron


viendo en silencio la locura de la señorita, como si
disfrutaran del espectáculo. Luego, Anastasia respiró
profundo y se le acercó a Helen.

—¿Qué se te ofrece?

—¿Qué quiero? ¡Quiero que te vayas de la empresa!


—Helen apretó la mandíbula, revelando su siniestra
naturaleza.

Con la furia acumulada por el incidente ocurrido hace


cinco años, Anastasia por fin sucumbió a sus
emociones, impulsándola a darle una lección a Helen,
aunque eso le costara el trabajo. Antes de que Helen
pudiera reaccionar, Anastasia alzó su mano al aire y la
pasó por la cara de ella, dándole una fuerte bofetada
en la mejilla.

—¡Ah!… —gritó Helen, adolorida, cayendo al suelo—.


Soy tu cliente, Anastasia.
En ese instante, todos los espectadores jadearon con
preocupación al ver cómo Anastasia abofeteó a su
cliente, pensando: «¿Perdió la cabeza? ¿Qué acaso su
familia es dueña de la empresa? ¿De dónde sacó las
agallas de abofetear así a su cliente?».

Por otro lado, Anastasia posó la mirada en el collar de


Helen, el cual le pareció horrendo, por lo que no se
concentró en averiguar la autenticidad de este.
Entonces, arruinó el falso acto de esta al arrancarle el
collar a la fuerza en cuanto se agachó.

—¡Ah! —Helen gritó asustada.

Cuando Anastasia trató de quitarle el collar, Helen,


que estaba molesta por su arrebato, la tomó de la
mano y no la dejó que lo destruyera, pensando:
«¡Este es mi collar favorito! ¡Cuesta unos cuantos
millones, así que no dejaré que lo destruya!».

Mientras las dos chicas peleaban por el collar, se oyó


la voz profunda de hombre desde el elevador:

—¡Basta, Anastasia!

Anastasia alzó la mirada justo cuando Helen escuchó


una voz familiar. Con la mano en la mejilla, Helen
levantó la vista con incredulidad antes de
sorprenderse por la persona a quien vio. «¿Cómo es
que Elías está aquí?», pensó.

Al ver que Anastasia estaba agarrando con firmeza el


collar de Helen, Elías la agarró al instante de la
muñeca y, con el ceño fruncido, la levantó, dando a
entender que estaba furioso.

—¿Ya terminaron de perder el tiempo?

En cuanto Elías terminó de hablar, se le acercó a


Helen, quien se congeló del miedo, ya que no
esperaba que él se presentara por allí y no tenía idea
de que conociera a Anastasia. «¡Oh, cielos, estoy
arruinada!», pensó ella.

Justo cuando creyó que su secreto iba a ser revelado,


el hombre se agachó y le preguntó con una voz tierna:

—¿Te encuentras bien, Helen?

—Me duele, Elías… —De inmediato, ella armó un


espectáculo, cayéndole lágrimas de la cara como si
fueran cascadas en un instante. Luego, se le acercó a
los brazos de Elías y fingió toser, cubriéndose el cuello
con la palma de la mano como si la hubieran
sofocado al lastimarla.

En ese instante, Anastasia se quedó con los ojos


abiertos, ya que no podía creer que Helen y se
conocieran, por lo que pensó: «¿Por qué Elías la trata
con tanta delicadeza? ¿Qué relación tienen?».

Aunque Anastasia no lo supiera, todos los demás


espectadores no podían evitar sentir temor por ella,
creyendo que su carrera terminaría por abofetear a la
novia del jefe. Por otro lado, Helen estaba
observando la interacción entre Anastasia y Elías bajo
su rostro lleno de lágrimas; sin embargo, conforme
los seguía examinándolos de cerca, se alegró porque
estaba segura de que Anastasia no tenía idea de que
pasó la noche con Elías. Por lo tanto, llegó a la
conclusión de que ninguno sabía que se acostó con el
otro, sintiéndose agradecida de que la suerte
estuviera a su favor.

—Cárgame, Elías… —Helen colocó brazo sobre sus


hombros, rogándole con lástima.

Cuando el hombre se percató del lamentable estado


de Helen y de su mejilla hinchada, la cargó en sus
brazos y se dirigió al elevador. En cuanto se cerraron
las puertas de este, Anastasia no podía entrar en
razón, pensando: «No comprendo cómo Helen
pudiera hacerse la novia de Elías en tan solo cinco
años».

—¿Qué esperas, Anastasia? ¡Recoge tus cosas y


lárgate de aquí! No puedo creer que estés del lado
malo de la novia del presidente Palomares, como si
no bastara con ofender a un cliente. ¡Qué
desagradable de tu parte! —Alexis se le acercó y se
burló de ella, pensando que la recompensa era suya.

Mientras tanto, Anastasia respiró hondo y decidió


darse un tiempo para procesar la noticia, ya que le
parecía raro que Helen se convirtiera en la amante de
Elías. «No entiendo cómo Helen puede serle atractiva
a un hombre tan excepcional como Elías. La única
explicación es que ese hombre esté cegado; esa debe
ser la respuesta. Después de todo, él se merece a otra
persona mejor que a una mujer malvada como
Helen», pensó. Ella regresó a su oficina, confundida, y
cerró la puerta, desconectándose de los rumores que
había fuera de la oficina.

Por otro lado, Elías estaba sentado en el sofá de su


oficina mientras Helen se secaba las lágrimas con
pañuelos de papel, quejándose de lo que pasó ese
mismo día.
—Anastasia era mi… compañera de clase y tenemos
una historia amarga, pero no pensé que me
rechazaría al entablarla, mucho menos que me
humillara. Cuando la amenacé con quejarme, se me
echó encima y se puso física, ahorcándome con mi
collar. Mira mi cuello, que está todo rojo.

Al notar las marcas en el cuello de Helen, Elías se dio


cuenta de lo dura que Anastasia fue con ella y
comenzó a reconsiderar su manera de percibir el
carácter de Anastasia.

—Simpatizaba con ella porque perdió a su madre a


una temprana edad y tengo entendido que su padre
la descuidó durante casi toda su infancia. Sin
embargo, jamás supuse que llegaría tan lejos como
para golpearme. —Helen se cubrió la cara,
derramando lágrimas en silencio.

—Yo me encargaré del asunto —dijo Elías,


consolándola—. Le pediré a alguien que te lleve a
casa.

—¿Cómo te harás cargo de esto, Elías? ¿La vas a


despedir? —Helen lo miró con una cara llorosa,
intentando jugar con la simpatía del hombre al
mostrarle su lado vulnerable.
Capítulo 12 La salida de Anastasia: Renuncia

—Compórtate, ¿sí? —Elías le acarició la cabeza con


suavidad. En ese instante, Helen sintió que estaba en
la luna, satisfecha de haberse ganado el favor de
Elías.

A diferencia de Anastasia, Helen se sintió halagada


por el repentino privilegio que llegó a su vida; sin
embargo, decidió dejar de insistir al instante debido a
su temor por las consecuencias que podría generarle
la codicia. Además, esperaba ganarse el corazón de
Elías con su carácter apacible. Intentó ser lo más
amable posible, ya que no tenía la buena apariencia
que podía impresionar a un hombre.

Tras pensar que ganó la batalla, creyó que Anastasia


sería despedida pronto y se tranquilizó. En cuanto
Helen se perdió de su vista, Elías tomó el teléfono y
marcó por el intercomunicador:

—¿Diga? —sonó la voz de Anastasia.

—Ven a mi oficina, ahora mismo —indicó el hombre


con una voz que parecía enfadada.

Al mismo tiempo, Anastasia respiró profundo en su


oficina, creyendo que su destino estaba sellado,
preparándose para lo peor. «Bueno, solo renunciaré y
me iré de Burgués en el peor de los casos», pensó.

En seguida, ella tomó el ascensor hacia el octavo piso


y se dirigió a la oficina del presidente, donde tocó a la
puerta y entró. Mientras tanto, Elías estaba sentado
en su silla, desprendiendo un aura intimidante que
llenaba el ambiente.

—Dame una explicación —cuestionó el hombre,


como su jefe, a Anastasia sobre el arrebato violento.

Anastasia entrecerró los ojos, creyendo que no había


motivo de que se lo explicara, ya que suponía que
solo le creería a su novia, Helen, sin duda alguna.

—¿Quién es Helen para ti? —le preguntó Anastasia,


frunciendo las cejas.

—¿No te has ubicado, Anastasia? Eres mi empleada y,


como estás equivocada, será mejor que tú seas quien
responda mis preguntas —respondió Elías.

Al saber lo que le intentaba decir el hombre,


Anastasia frunció los labios hacia arriba.
—Ya viste lo que pasó. Le di una cachetada en la cara,
así que ¿qué otra explicación quieres que te dé?

—¿Por qué querías golpearla? ¿Fue porque ella


quería quejarse de ti?

—Fue algo personal, por la misma razón que vino a


verme. Sé que fue mi culpa ponerme física con ella,
pero se lo buscó. —Anastasia se mantuvo firme,
negándose a echarse atrás.

Elías observó a Anastasia con una mirada confundida,


preguntándose si la razón de su carácter irracional se
debía a la muerte de su madre o al cuestionable
método de crianza de su padre.

—Si estás dispuesta a aceptar tu error, te prometo


que te dejaré libre, Anastasia.

—¿Admitir mi error? O sea, ¿me estás pidiendo que


le pida disculpas a Helen? —preguntó ella, soltando
una risita sarcástica y apretando la mandíbula—. No
hay manera de que haga eso.

—Anastasia, esta es una oficina, no un lugar para que


ajustes tus cuentas personales con otros —la
sermoneó Elías con furia, encontrándose en la difícil
posición de intentar razonar con la hija de su
salvavidas. Además, Helen era la mujer que él creía
haber perdido y buscado durante los últimos cinco
años.

—En ese caso, presentaré mi renuncia —le contestó


Anastasia con el corazón endurecido tras tomar su
decisión, pensando que debía marcharse y dejar sus
problemas atrás, pensando: «Bien, renunciaré».

—Quédate donde estás, Anastasia —le gritó el


hombre.

Anastasia se detuvo en seco sin mirar hacia atrás


porque ya no quería verle la cara. Ahora que sabía
que él era novio de Helen, no podía evitar enojarse
con solo mirar a Elías. «¡Qué desperdicio, Elías! Eres
un hombre tan apuesto, pero estás ciego por
desgracia», pensó.

—No te voy a despedir. Puedes quedarte, pero debes


prometer que no volverá a suceder. ¿Me entiendes?
—Él hizo todo lo posible por mantener a Anastasia en
la empresa, ya que estaba obligado por el deseo de su
abuela de cuidarla.

Sobraba decir que Anastasia tampoco soportaría


dejar su puesto actual debido a su pasión por el
diseño. Además, amaba trabajar en Burgués tras
haber trabajado allí por tres años. En seguida, ella
miró hacia atrás y posó la mirada en el hombre, quien
se apoyaba con los brazos en la mesa, advirtiéndole:

—Helen no es tan bondadosa como crees. Estoy


segura de que no te gustaría caer en unos de sus
trucos algún día, así que mantente alerta cuando
estés con ella.

—Bueno, tú fuiste la que recurrió a la violencia —le


contestó Elías, entrecerrando los ojos.

Sin que él lo supiera, Anastasia quería hacerle más


que solo golpear a Helen; en su interior, ella deseaba
poderla matar, pero decidió quedarse con ese
pensamiento ella misma, tomando en cuenta lo
mucho que él le preocupa Helen.

Luego, regresó a la oficina, mientras que Fernando no


recibió ninguna noticia sobre su despido, lo cual
sorprendió a todos en la empresa. Después de todo,
se preguntaban cómo Anastasia logró salvarse tras
golpear a la novia del presidente. Gabriela vino con
una taza de café, consolando a su superiora:
—Señorita Torres, ¿se encuentra bien?

—Sí, estoy bien. —Anastasia estaba tan furiosa que


casi perdió toda la inspiración, por lo que soltó el
lápiz y se sobó la frente—. ¿Qué están hablando allí
afuera?

—Debería ignorar sus chismes, señorita Torres.

—Dime de qué están hablando.

—Están diciendo que estás respaldada por alguien


muy poderoso como para que el presidente
Palomares no te despida. Algunos creen que usted es
su amante y que por eso esa señora vino a
enfrentarla después de descubrir su relación con él —
contestó Gabriela tras ver la expresión facial de
Anastasia.

A esta le pareció gracioso y casi soltó una carcajada,


disgustada por la idea de estar con el novio de Helen,
sin importar lo tonta que fuera ella. En un rato,
Fernanda la citó en su oficina para sermonearla sobre
los modales adecuados para tratar a los clientes; de lo
contrario, se encargaría de hacer que la echaran de la
empresa, a pesar de la decisión de Elías.
Aunque Anastasia se quedó sin palabras, no tenía
ganas de explicarle todo porque había mucho de qué
hablar sobre ella y Helen. Por otra parte, le
avergonzaba mencionarle a cualquiera lo que le pasó
hace cinco años. A pesar de esos acontecimientos
perturbadores, su humor mejoró cuando sonó su
teléfono cuando regresó a su oficina.

—¿Diga?

—¿Por qué suenas tan agotada? —sonó la voz de un


hombre.

—Pues porque lo estoy. ¿Cuándo volverás?

—En unos cuantos días, supongo. Como sea, te tengo


buenas noticias. Habrá una exposición de joyería de
alto nivel y añadiré tu nombre a mi lista de invitados.
Para entonces, tendrás una buena oportunidad de
explorar la exposición todo lo que quieras; apuesto a
que quizás habrá de tus joyas favoritas.

—¿En serio? ¡Qué maravilloso! ¿Cuándo es? —


Anastasia se sintió muy emocionada.

—Será este sábado a las 7:00 de la tarde. Tal vez dure


dos horas y termine a las 9:00. ¿Tienes quién te cuide
a Alejandro? —preguntó el hombre con
preocupación.

—Sí, tengo a quién. Puedo pedirle a mi asistente o a


mi papá que lo cuiden. —Anastasia no quería
perderse la grandiosa oportunidad de estar en la
exposición de joyería, donde presenciaría las obras
maestras de calidad de algunos diseñadores expertos.

—Claro, que te diviertas. Cuando yo vuelva, te


invitaré una buena comida.

—No hay problema, ¡te estaré esperando!

Anastasia colgó el teléfono justo cuando una figura


atractiva pasó por su cabeza. Resultó que quien la
llamaba era su buen amigo, Miguel Mendoza. Aunque
había sido criado con una familia adinerada, ambos
se conocieron antes de que Anastasia regresara al
país. Con la creencia de que todo el mundo se
encuentra con alguien que le ayuda en algún
momento de su vida, Anastasia creía que su persona
era Miguel. «¿El sábado por la noche? Eso es dentro
de dos noches, ¿no?», pensó Anastasia, esperando
con ansias la ocasión.

Mientras tanto, Helen estaba sobándose la mejilla


hinchada con hielo en la lujosa mansión. En el fondo,
no quería reprimir su rencor contra Anastasia, a quien
culpaba por su hinchazón, pensando: «¡Mi cara es lo
que más me importa, pero a Anastasia le pareció fácil
irse contra ella! ¡Maldita!».

—¡No te saldrás con la tuya, Anastasia!

Entonces, Helen tomó su iPad y comenzó a buscar


noticias justo cuando vio a una celebridad femenina
mostrándole una tarjeta de invitación en una
exposición de joyería de alta categoría. En ese
momento, Helen se sintió tentada a asistir, creyendo
que la ayudará a incrementar su estatus, ya que se
había esforzado mucho por encajar con los de la clase
alta.

Aunque sabía que ella no pertenecía en un evento


como ese, se preguntó si podía usar a la familia
Palomares como su boleto de entrada a la función.
Capítulo 13 Una invitación a la exposición de joyería

Al pensarlo, Helen tomó su teléfono y marcó el


número de Elías.

—Hola, ¿aún te duele?

—Elías, quiero ir a la exposición de joyería. ¿Me


podrías llevar? —suplicó ella.

—¿Cuál exposición de joyería?

—Deja te muestro el video.

Helen colgó la llamada y le reenvió el video a Elías


poco antes de recibir un texto breve que decía: «De
acuerdo, yo te llevaré allí».

Helen gritó de la emoción, pero en el proceso se


lastimó la mejilla hinchada. Mientras se quejaba del
dolor, comenzó a maldecir a Anastasia de nuevo:

—¡Eres una zorra, Anastasia! Aunque seas una


diseñadora de joyas, no puedes asistir a una
exposición de joyería de alto nivel como esta.

Por otro lado, Anastasia se encontró con el mismo


video en su oficina y se enteró por los demás
invitados que se requería vestimenta formal para la
ocasión; de no ser así, no se permitiría el acceso.
Debido a esto, se preocupó, sin saber qué debería
hacer porque no podía alquilar un vestido de gala
decente. Justo cuando Anastasia se mortificó por el
código de vestimenta del evento, una llamada
interrumpió su razonamiento, que resultó ser un
número no identificado; aun así, contestó el teléfono
y dijo:

—¿Diga?

—Hola, ¿podría hablar con la señorita Torres? Llamo


de la tienda Ropa FH para informarle que nuestro
cliente le acaba de reservar un vestido de gala para
usted. ¿Puede pasar por acá a probárselo más tarde?

—¿Un vestido de gala para mí? —Anastasia se quedó


atónita, pero al instante supo que fue Miguel quien se
lo consiguió—. Claro, más tarde paso.

«¡Qué considerado de su parte!», pensó.

Anastasia tomó su teléfono y le envió un mensaje de


texto con un emoji de agradecimiento: «Muchas
gracias, Miguel».
«Ni lo menciones. ¡Espero que te encante!», le
contestó con un emoji sonriente.

Para esa tarde, Anastasia solicitó permiso para salir


una hora antes porque se percató de que la tienda de
ropa estaba muy cerca de su oficina. Como la tienda
Ropa FH era una marca internacional, su
establecimiento era un lugar en que frecuentaban y
compraban muchas personas de la alta sociedad.

En cuanto Anastasia entró a la tienda, la saludó la


misma dueña:

—Por favor, venga conmigo, señorita Torres.

Después de eso, la llevaron a una sala vip en el


segundo piso, donde tuvo al frente el vestido puesto
en un maniquí, como si estuviera esperando su
llegada en silencio.

«¡Santo cielo, está precioso!», pensó Anastasia,


dándole un cumplido al vestido, cuando el dueño lo
señaló.

—Este es el vestido que el señor Mendoza le preparó,


señorita Torres. ¿Le gusta?
Anastasia entrecerró los ojos un poco, preguntándose
qué tan adinerado era Miguel en realidad: «¿Será que
es un multimillonario o algo? No puedo creer que me
consiguiera un vestido de gala tan costoso para mí».

Poco después, escuchó a la dueña hablarle sobre el


vestido con una sonrisa:

—Este es una obra maestra de nuestros diseñadores,


quienes cosieron la tela con más o menos ocho mil
pedazos de diamantes. El vestido se vende por ocho
millones en nuestra tienda.

A Anastasia casi le da un infarto cuando escuchó lo


que le dijo el dueño de la tienda. «¿Acaso Miguel
quiere que me dé un ataque o algo? ¡Este vestido no
es nada barato! Unos cuantos pedazos de diamante
son suficiente para llevarme a bancarrota, así que no
puedo ni imaginarme perderlos por accidente»,
pensó ella.

—¿Hay algún otro vestido que pudiera


recomendarme? —Anastasia reconocía que ese era
muy costoso.

—Pero el señor Mendoza ya pagó el vestido a su


nombre, señorita Torres. Además, me parece que le
queda muy bien. —La dueña le mostró su aprobación
halagando la belleza de Anastasia a pesar del atuendo
ordinario que tenía puesto.

Por otro lado, Anastasia estaba muy enamorada del


vestido, ya que le encantaba todo salvo el precio.

—De acuerdo, me lo probaré. —Decidió dejar de ser


tan tímida, pensando en que podría pagárselo a
Miguel invitándolo a comidas elegantes por el resto
del año. Al fin y al cabo, no quería perder la
oportunidad de ir a la próxima exposición de joyería.

Por lo tanto, ella se adelantó y se probó el vestido de


gala, dándose cuenta de lo bien que le quedaba. En
seguida, le dijeron que regresara a la tienda el día
siguiente a las 4:00 de la tarde para que los
maquilladores y estilistas de cabello la ayudaran a
vestirla con joyas.

Más tarde, esa misma noche, le contó a Alejandro


que iría a tal evento y le preguntó si prefería que lo
cuidara Franco o Gabriela. Como él le respondió que
quería que viniera su abuelo, ella lo llamó y organizó
el asunto con él. Franco aceptó a cuidarlo cuando
esta se fuera, diciéndole que lo llevaría a una cena
elegante y que pasaría la noche con él. No fue hasta
que acordaron esto que Anastasia por fin pudo
tranquilizarse con respecto a su hijo.

Cuando llegó el sábado, ella llevó temprano a su hijo


al centro comercial para comprarle verduras y
bocadillos. Luego, volvió a casa para continuar con su
trabajo de diseño mientras Alejandro jugaba con sus
Lego. Al mismo tiempo, los acompañaba una brisa
que entraba por la ventana y agitaba las cortinas
blancas. El ambiente de tranquilidad y paz duró hasta
las 3:30 de la tarde cuando Franco llegó con algunas
frutas y leche.

Entonces, Anastasia dejó a su hijo con su padre y se


fue enseguida, mientras Franco se quedó en el sillón
observando a Alejandro con cariño, pensando: «¡Oh,
Dios mío! ¡Miren a este adorable muchachito!».

Poco después, Anastasia se dio prisa para llegar a la


tienda de ropa, en donde la dueña le tenía todo
preparado. Entonces, uno de los maquilladores la
examinó y comentó sobre su apariencia con sorpresa:

—Señorita Torres, tiene una piel perfecta, como si no


tuviera ningún poro. ¿Cómo logra mantenerla
saludable? ¿Qué tipo de producto usa para el cuidado
de piel?

—Oh, solo es crema hidratante que suelo aplicarle a


mi hijo. —Anastasia frunció los labios y sonrió,
mientras los dos maquilladores entendieron al
instante que nació con un tono de piel perfecto.

«Ay, cómo me encantaría tener su piel».

Anastasia cerró los ojos justo cuando ellos le


aplicaron la base de maquillaje en la cara; después, le
dejaron sus cejas pobladas y procedieron a dibujarle
el delineado en el ojo. Luego, le aplicaron el lápiz
labial justo cuando su belleza los sorprendió como un
diamante brillante. Tras recogerle el cabello, le
hicieron rizos en el cabello que colgaba en sus orejas,
y la ayudaron a ponerse un par de aretes de diamante
para que combinara con el collar que llevaba.

—Déjenos ayudarle a ponerse el vestido de gala,


señorita Torres.

Como respuesta, Anastasia asintió con la cabeza,


poniéndose el vestido blanco luna, viéndose lo
preciosa que la hacía ver en el espejo.

—Señorita Torres, también contratamos un chofer


para que la lleve a donde necesite ir. Su transporte la
espera a la salida.

—Gracias —sonrió Anastasia con gratitud.

—Que disfrute de su noche.

La dueña acompañó a Anastasia fuera de la tienda,


mientras que esta, maravillada, observaba el Benz
que tenía en frente.

«Me parece que no conocía a Miguel tan bien como


suponía. Me contó que su familia tenía un negocio de
hoteles cuando nos conocimos en el extranjero».

Por otro lado, Helen también estaba esforzándose por


hacerse ver lo más bella posible. Por eso, contrató un
equipo de maquilladores profesionales que han
trabajado para algunas celebridades, decididos a
cubrir su aspecto ordinario con maquillaje para que
pareciera una mujer de alta sociedad.

En ese instante, un misterioso Rolls-Royce negro se


estacionó frente a la mansión, con lo cual Elías abrió
la puerta del coche y se bajó del vehículo. Mientras el
sol poniente brillaba sobre él, su aura varonil lo hacía
ver más encantador y atractivo. Al mismo tiempo,
Helen estaba de pie en el salón, fijando los ojos en el
hombre que se le acercaba, por lo que su corazón
latió tan rápido que casi se le salía, pensando: «¡Dios
mío, él es tan guapo!».

—¿Cómo me veo, Elías? —le preguntó Helen con


timidez al pestañear, queriendo oír sus cumplidos.

—¡Te ves estupenda! —Elías asintió, aunque


reconocía que los sentimientos de Helen superaban
su buena apariencia.

Al fin y al cabo, él tenía la impresión de que ella había


sacrificado su propia virginidad por él hacía cinco
años y que había sufrido por el trauma que la
perseguiría por siempre. Después de todo, él se
prometió que se esforzaría por compensárselo a
Helen.

—Bueno, ¡vámonos! —Ella tomó el brazo de Elías,


ansiosa por la exposición de joyería por la noche. Al
mismo tiempo, le alegraba tenerlo a su lado,
pensando que sería la mujer más envidiada en
adonde fueran.
Capítulo 14 El temor de Helen

Aunque la exposición de joyería tomó lugar en una


sala privada con fuertes medidas de seguridad, los
callejones y las calles que la rodeaban estaban
repletos de guardias de seguridad que verificaban con
cuidado la identidad de cada invitado al evento.

Mientras tanto, Anastasia soltó un suspiro de alivio


cuando pasó el control de seguridad con su bolso de
perlas. Después de eso, estaba lista para disfrutar del
privilegio que debe tener un invitado vip en el evento,
ya que una portera la dirigió a la sala de banquetes.
Más tarde, Anastasia estaba en un salón grandioso
donde podía ver filas de vitrinas, pero debido a que el
evento no empezaba aún, los invitados pudieron
disfrutar de un buffet antes de tomar sus asientos.
Resultó que el asiento de Anastasia estaba en la sexta
fila, un sitio que todos deseaban tener; sin embargo,
ella no tenía ni remota idea de lo afortunada que la
consideraban, ya que ese asiento era de Miguel en un
principio.

Mientras que los demás invitados llenaban poco a


poco los asientos vacíos, Anastasia estaba sentada
junto a un hombre de unos treinta años; con su
cabello brilloso y su atuendo de marca, parecía que
no era un hombre ordinario. En ese momento, él
posó la mirada en ella, quien le pareció distinta a los
demás, aunque había muchas otras damas hermosas
por allí.

—Encantado de conocerla, señorita. Mi nombre es


Jonás Carmín; esta es mi tarjeta de presentación.

Así, él se la dio, la cual decía: «Presidente de Lujoso S.


A.».

—Hola, soy Anastasia Torres —dijo, introduciéndose


con una sonrisa cortés.

Por otro lado, hubo dos invitados que llegaron tarde a


la sala de exposiciones. Al ver las dos siluetas de un
hombre y una dama entrando al lugar, tomados de la
mano, Anastasia no pudo evitar preguntarse quiénes
se demoraron. Sin embargo, cunado alzó la vista, al
instante se quedó pasmada al ver que se trataba de
Elías y Helen. «¡Oh, vaya! El mundo en que vivimos es
tan pequeño», pensó.

Ella se le quedó mirando a Helen, quien iba vestida


como un ángel, y apretó los puños a sus costados,
muy apenas ocultado su odio por ella. En cambio,
Elías llevaba un costoso traje negro y unos delicados
pantalones de vestir, los cuales acentuaba su
intimidante y poderosa aura.

Al mismo tiempo, todas las demás mujeres, quienes


tenían la mirada fija en el hombre, se quedaron
atónitas al ver al presidente del Corporativo
Palomares. Aun así, cuando vieron a la mujer que lo
acompañaba, fruncieron el ceño ante su apariencia
ordinaria y se preguntaron si ella era su novia. De
todas formas, no pudieron evitar encelarse de Helen,
deseando estar en su lugar. Aunque Anastasia fingió
que no era consciente de su presencia y levantó su
copa, sorbiendo el vino rojo que contenía, Helen se
percató de que allí estaba Anastasia, sorprendiéndose
al instante porque no esperaba verla en un evento de
tan alta clase. «¿Quién se cree ella para venir a esta
exposición de joyería? ¿Acaso está calificada como
para venir?», pensó.

Poco después, Elías también se percató de la


presencia de Anastasia y, de manera casual, se sentó
frente a ella; por lo tanto, a ella no le quedó otra
opción más que hacerle frente, aunque no quería. En
cuanto levantó la vista, vio unos ojos encantadores a
la luz de las velas, justo cuando se le apareció el
rostro del hombre de facciones esculpidas y buena
apariencia. Gracias a sus naturales cejas gruesas, se
hacían más notorios su mirada atractiva y el alto
puente nasal, haciéndolo ver muy atractivo.

«¡Oh, Dios! ¿Cómo puede alguien como él ser tan


apuesto?». Anastasia pestañeó y observó al hombre,
quien también la estaba mirando al mismo tiempo al
cruzar miradas con el otro por unos segundos.
Pronto, sintió una mirada llena de odio antes de darse
cuenta de que era la de Helen.

—Brindemos, señorita Torres. —Jonás intentó


entablar una conversación con ella.

Anastasia alzó su copa y brindó por Jonás,


sonriéndole, ya que prefería mirarlo a él que a Elías.

«¡Mmm! Como Helen es mi enemiga, eso hace que su


novio también lo sea».

—Señorita Torres, tiene que probar esto. Confíe en


mí; le encantará el sabor. —Jonás podía percibir el
entusiasmo de Anastasia, teniendo una buena
sensación de que podía ganarse su corazón.

—Gracias. —Ella tomó el pastelillo que le dio el


hombre y le dio un mordisco mientras sonreía con
dulzura.
Mientras tanto, Helen se aferró al brazo de Elías y, con
timidez, apuntó a los postres que estaban lejos de
ella.

—Elías, quiero ese.

El hombre luego estiró su largo brazo y le dio su


pastelillo, por lo que ella procedió a probarlo. Al
mismo tiempo, miraba de vez en cuando a Anastasia
con alegría para presumirle en la cara. En cambio,
Anastasia le volteó los ojos a Helen, preguntándose
cómo logró ganarse el corazón de Elías mientras se
aseguraba de que le cumpliera todo capricho. «¿Qué
le sucede a Elías? No puedo creer que trate a esta
mujer como si fuera la niña de sus ojos», pensó.

—Disculpe, tengo que ir al baño. —Anastasia sintió la


necesidad de responder al llamado de la naturaleza al
levantarse y revelar su brillante vestido que
acentuaba su cintura esbelta, que podría robarle el
aliento a cualquier hombre.

Por otro lado, Jonás posó la mirada en Anastasia,


quien se fue caminando a lo lejos, justo mientras Elías
alzó su copa y se percató de la presencia de la dama,
pensando: «Oh, vaya, sí que es una sorpresa verla
aquí».

—Enseguida vuelvo, Elías. Tengo que ir al baño. —


Helen se levantó de su asiento también y la siguió.

Mientras Anastasia se lavaba las manos a solas en un


baño que se veía magnífico, Helen entró, se le acercó.

—No me digas que entraste aquí con la ayuda de un


hombre con el que estás saliendo —dijo, mirándola
por el espejo, desafiándola.

—¡Eso no te incumbe! —Anastasia miró con frialdad


el reflejo del rostro de la mujer hostil.

—Me enteré de que fueron estrictos con la selección


de los invitados esta noche. Después de todo,
ninguna persona común y corriente tiene la
oportunidad de venir aquí; tú eres una de esos, así
que ¿qué haces aquí?

—No eres mucho mejor que yo, al fin y al cabo —se


burló Anastasia.

—Soy la novia de Elías y eso me pone por delante de


ti —respondió Helen con satisfacción.
Anastasia gruñó y añadió:

—¿Me creerías si te digo que me puedo convertir en


su esposa con una sola palabra?

—¿Qué quieres decir con eso? —La expresión de


Helen se alteró.

«¿Acaso recuerda lo que pasó aquella noche?».


Capítulo 15 Los celos de Helen

—¿De verdad quieres saberlo? —Anastasia sonrió con


frialdad—. Entonces, te lo diré: la persona que mi
mamá salvó en aquel entonces, en realidad, era Elías.

Helen se quedó impactada y abrumada por el horror,


preguntándose si era verdad lo que le decía,
pensando: «¡No es posible! ¡Es una gran coincidencia!
Si fuera verdad, Anastasia podría hacer que los
Palomares se lo compensaran, aunque no fuera
consciente de lo que pasó aquella noche».

—Por lo tanto, te advierto que no me hagas enfadar;


de lo contrario, tendré que ser la que termine como
la señorita de la familia Palomares —le advirtió
Anastasia.

Helen se estremeció del horror en ese momento,


apretando los puños mientras el miedo consumía su
mente racional.

—Anastasia, entonces, siento lo que pasó. ¿Podrías


perdonarme? —le suplicó.

—¿Quieres mi perdón? —Anastasia le roció las gotas


de agua que tenía en sus manos haciendo un gesto
con los dedos—. ¡Sigue soñando!

Aunque Helen se cubrió del chapoteo con la mano, su


cara terminó empapándose de todos modos. Con la
mirada posada en Anastasia mientras se iba, se llenó
de furia y rencor. Aunque el aspecto de esta era
atractivo para muchos hombres en la exposición, a
Helen le recordó su buen aspecto popular durante la
infancia. «¡Anastasia, jamás permitiré que te cases
con Elías! ¡Él es mío y solo mío!», pensó Helen,
apretando los puños.

Cuando Anastasia volvió a la mesa, ella aventó su


cabello detrás de su oreja de manera sensual; luego,
alzó la mirada una vez más para ver los ojos del
hombre cuando la luz de las velas brilló en ellos,
haciéndolos parecer obsidianas oscuras. Por otro
lado, le pareció a Elías que la mujer era como una
perla que brillaba en la oscuridad, ya que su belleza y
elegancia llamó la atención de todo hombre que
posaba la mirada en ella. Sin embargo, Anastasia no
tenía ni idea de que era una de las más bellas de la
alta sociedad.

Un rato después, Helen regresó también del baño,


fingiendo verse simpática mientras se dirigía a su
asiento junto a Elías. A diferencia de su actitud
desvergonzada y altiva hace poco, ahora parecía una
mujer inocente que necesitaba un hombre que la
protegiera, lo cual disgustó tanto a Anastasia que le
quitó el apetito. Por lo tanto, se sirvió un vaso de
agua para mantener la calma.

—Señorita Torres, este es el filete de ternera con


trufa que acaban de servir. ¿Le gustaría probarlo? —
Jonás tomó su vaso de agua.

—Gracias —contestó, sonriente y agradecida.

Cuando terminaron con la cena, la siguiente sesión


introdujo el tema del banquete, pero Anastasia se
dirigió al balcón sola con su copa de vino tinto, tal vez
porque era la única persona sin compañía esa noche.
Al contemplar la vista de la ciudad que parecía un
campo de arroz dorado que brillaba en la noche, no
pudo evitar sentirse triste por el hecho de que las
personas se perdían al buscar riqueza en la sociedad
moderna.

—¿Qué hace aquí? —sonó la voz grave de un


hombre.

Sin voltearse, Anastasia sabía quién estaba hablando


y soltó una risita:
—¿Qué tiene de malo? ¿Tenía que informarte que iba
a venir a esta exposición de joyería?

—¿Qué relación tienes con Miguel Mendoza?

Anastasia se volteó, sorprendida, mirando al atractivo


hombre que sostenía su copa de vino rojo, con el
ceño fruncido.

—¿Conoce a Miguel?

—Sí, lo conozco —le contestó con calma, cosa que no


sorprendió a Anastasia. Al fin y al cabo, ella creía que
la razón por la que Miguel fue invitado a este evento
era por su rica e influyente familia. Por ello, no le
sorprendió que dos hombres de la alta sociedad se
conocieran—. Aún no has respondido mi pregunta.
¿Qué relación tienes con Miguel?

El hombre que estaba detrás de Anastasia se negaba


a hacerle otra pregunta; ella tomó su vino rojo.

—¿Por qué debería contárselo? —Luego, ella se


apartó sin molestarse en que él le contestara,
disgustándose por ser el novio de Helen. Mientras la
mujer se alejaba, Elías se quedó atrás, entrecerrando
los ojos con una expresión sombría.

Por otro lado, Helen estaba hablando con la multitud


de la alta sociedad cuando se dio cuenta de que
Anastasia salió del balcón. Al saber que Elías también
estaba allí, no pudo evitar sentirse celosa y pensó:
«¿Acaso ella estaba intentando seducir a Elías?».
Luego, al ver a Elías salir también, se le ocurrió una
idea y se le acercó a Anastasia con una copa de vino
en mano.
Capítulo 16 ¿Por qué habría de disculparme?

En ese momento, Anastasia estaba ocupada,


brindando con los demás hombres, quienes se
acercaban un poco, antes de chocar con Helen al
darse la vuelta.

—Brindemos, Anastasia. Me gustaría disculparme por


lo que te hice en la oficina —dijo Helen,
disculpándose.

Sin embargo, Anastasia solo se rio con frialdad como


respuesta, sabiendo que Helen estaba haciendo un
drama y siendo hipócrita. Por lo tanto, decidió
ignorarla y se retiró, pero Helen la tomó de la mano,
la que tenía la copa de vino tinto, y se lo derramó en
su propio vestido antes de que Anastasia pudiera
reaccionar.

—¡Ah! —gritó Helen, horrorizada. Cuando Elías se


acercó de prisa para ver cuál era el alboroto, Helen
dio dos pasos atrás y lo abrazó—. ¡¿Cómo pudiste
hacerme eso, Anastasia?! —la cuestionó, culpándola
de arruinar su vestido de gala con vino tinto.

En cambio, Anastasia se quedó confundida al ver la


fingida inocencia de Helen y pensó: «Esta zorra se
merece un premio Óscar por su actuación».

—Anastasia, sé que mi culpa que haya querido


quejarme de ti, pero no tienes derecho de hacerme
esto tampoco… —dijo Helen con amargura y llanto,
tratando de causar lástima.

Al mismo tiempo, todos los demás miembros de la


sociedad de alta clase, que estaban en el banquete,
de inmediato tuvieron simpatía con Helen antes de
darle una mirada despectiva a Anastasia por sus
acciones deplorables.

—Discúlpese, señorita Torres —dijo Elías con un tono


y mirada fríos, dando a entender que estaba irritado.

Descontenta, Anastasia miró a Elías, pensando que


estaba llegando a conclusiones sin saber cuál era la
situación; al fin y al cabo, era Helen quien la había
tomado de la mano e hizo que le derramara el vino
rojo en su vestido. Por lo tanto, a Anastasia no le
parecía aceptable disculparse por algo que ella no
hizo mal.

—¿Por qué habría de disculparme? —Levantó la


barbilla con obstinación, dándole una mirada firme al
hombre.
—Está bien, Elías. Estoy bien; puedo cambiarme —
dijo Helen, negando con la cabeza, como si tratara de
soportar su amargura mientras fingía superioridad
moral—. Yo la perdono.

—No necesito tu perdón —le contestó Anastasia tras


apretar los puños.

—¡Anastasia, discúlpese de una vez! —exclamó Elías


con furia, sus ojos llenos de apatía mientras se le
sobresaltaban las venas de la frente. Con sus bellos
ojos, Anastasia miró a Elías y rio con frialdad.

—Solo me disculparé si ella está dispuesta a


escucharlo de rodillas.

Por otro lado, Helen se sentía muy alegre por dentro


al ver que su plan había sido exitoso, gracias a que
conocía el carácter de Anastasia desde que estaban
juntas en la escuela primaria. Al saber que era
testaruda e inflexible, Helen estaba intentando
enfadarla frente a Elías, para hacerla ver como
alguien irrazonable.

—Usted… —Los ojos de Elías se llenaron de rabia al


ver a Anastasia.
—Por favor, no la culpas, Elías. Fue mi culpa; soy tan
torpe, así que no te preocupes por mí, que estaré
bien. No seas tan duro con Anastasia. —Helen se
mordió el labio, tomando a Elías de la manga,
mientras fingía que se tragaba su reclamo.

Tras oír lo que dijo Helen, Anastasia sintió la fuerte


urgencia de alzarle la mano a esta; pronto, la
encargada se acercó y dijo:

—Señorita Sarabia, le tenemos listo un nuevo vestido.


Por favor, acompáñeme.

Helen asintió y la siguió, mientras que, aunque


Anastasia pudo percibir la atención desagradable que
la rodeaba, decidió quedarse callada y aguantarse.
Después de todo, aún no había visto su joyería
favorita y no tenía planes de irse aún.

—Venga conmigo. —Al siguiente segundo, Anastasia


sintió que Elías la sujetó con fuerza de la muñeca, con
lo que la llevaron a la fuerza a una sala privada.

—Suélteme, Elías. —Ella quería librarse, pero no era


rival para la fuerza física superior de ese hombre. En
cuanto entraron a la sala de estar, Elías soltó a
Anastasia, quien se cruzó de brazos y lo miró.

—¡¿Qué está haciendo?!

Sin embargo, Anastasia solo miró con furia al hombre,


sin mostrar rastro de que cederá.

—¿Qué va a hacer si no me disculpo?

Al pensar que Helen era la novia de Elías, Anastasia


creía que él haría todo lo posible por protegerla. Por
lo tanto, consideró que no tenía sentido que le diera
una explicación.

—Anastasia, sé que su madre falleció cuando usted


era muy joven, pero ¿por qué no puede comportarse
y tratar con bondad a las personas? ¿Por qué tiene
que ser tan mala e irracional? —Elías estaba algo
frustrado, preguntándose por qué Anastasia siempre
se metía en problemas.
Capítulo 17 Monstruosidad

Anastasia fijó la mirada en el hombre que se


preocupaba por ello.

—¿Acaso le importa mucho mi carácter, Elías? No


estoy casada con usted, así que no debería
importarle, incluso si me equivoco.

Luego, se dio la vuelta para irse, pero el hombre la


tomó de los brazos antes de ponerla contra la pared
en un instante, con su rostro cerca y frente al de ella.
Al hombre se le notaba la furia en los ojos mientras se
decía:

—Supongo que subestimé su capacidad, Anastasia.

—Suélteme, Elías. ¡Imbécil!

Después de lo ocurrido aquella noche hace cinco


años, Anastasia nunca estuvo tan cerca de un
hombre, por lo que se apartó, disgustada, cuando
percibió el olor de Elías. Sin importar lo guapo que
este fuera, a ella le disgustaba cualquier hombre que
tocara a Helen; por otra parte, Elías se quedó atónito
por unos segundos cuando se le acercó, pues el
aroma de Anastasia le recordó a esa noche. Era un
similar aroma floral tenue que lo sedujo, así que no
pudo evitar pensar en lo suaves que serían los labios
rojizos y carnosos de Anastasia si la besaba. Cuando
él se dio cuenta de sus pensamientos, la soltó de
inmediato, dejándole los brazos rojos por la fuerza
con la que la sujetó.

—Aléjese de mí, Elías —le advirtió Anastasia cuando


estaba por irse tras abrir la puerta.

Luego de salir, Helen ya tenía puesto otro vestido y


estaba recibiendo el consuelo de las demás
jovencitas. Al mismo tiempo, todos entraron a la
exposición del vestíbulo cuando llegó la hora de
empezar. Cuando Anastasia entró con la multitud,
empezó a observar las piezas de joyería como si fuera
una experta.

—Me enteré de que esa chica logró entrar usando el


nombre del joven de la familia Mendoza. Uno de
verdad se encuentra a todo tipo de gente aquí, ¿no?

—¡Apuesto a que lo hizo con sucias maniobras! Si me


entendiste, ya sabes.

—¡Si ella solo es una diseñadora insignificante! ¡Estoy


seguro de que no puede no comprar un pequeño
trozo de diamante aquí!

Anastasia podía oír la conversación entre dos mujeres


jóvenes detrás de ella que estaban burlándose. Como
pareja de Elías, todas se harían amigas de Helen, así
que todas se habrían enterado de que Anastasia era
una diseñadora de joyas sin nombre. Sin embargo, no
podía molestarse con ella mientras se inclinaba para
ver uno de sus trabajos antes de que sonara la voz de
una mujer atrás de ella:

—Elías, supe que podemos comprar las piezas de


joyería que están en la exposición y me gusta esta
joya, así que ¿me la puedes comprar? ¡Es un poco
costosa, ya que vale diez millones! —preguntó Helen,
señalando la joyería de gran valor, tomándolo del
brazo.

—Claro, hablaré con el gerente sobre eso más tarde


—contestó con una voz grave.

—Está bien. ¡Gracias, Elías! —Ella se aferró con fuerza


al brazo de Elías antes de mirar a Anastasia con una
expresión desafiante.

Aun así, Anastasia fingió que no oyó a Helen y


continuó caminando. En un principio, había venido a
disfrutar de la exposición, pero otras mujeres estaban
haciéndola sentir incómoda, así que planeó en irse
después de ver las piezas de joyería. Asimismo, la
mirada de Elías se posó en la figura que estaba de pie
frente al mostrador de joyas. Bajo la iluminación, sus
bellas facciones y su comportamiento tranquilo
hacían ver a Anastasia tan bella como el diamante
que se exhibía.

—Señorita Torres, ¿por qué no olvidamos la mala


experiencia que tuvo? — Jonás se le acercó con una
copa de vino en la mano antes de preguntarle—: ¿Ya
vio algo que le llame la atención?

No podía dejar de pensar en la belleza de Anastasia,


además de que su terquedad indomable lo
hipnotizaba. «Apuesto que también se comporta así
en la cama». Luego de que Jonás escuchara las
conversaciones de las otras, diciendo que Anastasia
solo era una pequeña diseñadora de joyas, se dio
cuenta de que sería más fácil conseguirla debido a su
estatus ordinario.

—Vine aquí para disfrutar de la exhibición —le


contestó ella, apretando los labios y sonriendo.
—Está bien. Puedo comprarte lo que te guste —le
prometió Jonás con generosidad.

Sin embargo, Anastasia supo que no debía aceptar su


oferta, así que negó con la cabeza y añadió:

—Estoy bien, gracias. Solo estoy viendo.

Sin embargo, Jonás continuó siguiéndola adonde


fuera, sin prestar atención en los precios de las piezas
de joya, ya que solo estaba concentrado en Anastasia.
Al ver esto, Elías se sintió algo molesto. Como
hombre, sabía que Jonás tenía intenciones ocultas al
ser amable con ella; no pudo evitar enfadarse cuando
Anastasia se interactuó con Jonás sin ninguna
sensación de peligro. «¿Qué no se da cuenta de lo
que está pensando Jonás? Sin duda que esta mujer
no sabe cómo protegerse», pensó.
Capítulo 18 Ir en su contra

Cuando Anastasia revisó la hora y notó que ya eran


las 9:00 de la noche, se dio cuenta de que tenía que
irse para regresar su vestido, así que volteó hacia
Jonás y le dijo:

—Disculpe, tengo que irme ya.

—Yo la llevaré a casa.

—Estoy bien.

Anastasia se dio la vuelta para rechazarlo antes de


toparse por sorpresa con una mujer joven, quien la
empujó, furiosa.

—¿Acaso estás ciega?

Anastasia se tambaleó hacia atrás antes de alzar la


mirada y ver la cara de la mujer de alta sociedad, por
lo que se disculpó:

—Lo siento.

—¿Crees que con eso basta para resolver las cosas?


¡Más te vale que te hinques y me limpies los zapatos
después de pisarme los pies! —Era obvio que la joven
no iba a librarla de la culpa e incluso quería
humillarla.

—No te pisé los pies —dijo Anastasia, frunciendo los


labios.

—¡¿Cómo te atreves a negar haberme pisado cuando


ya me duelen los pies?! —exclamó la joven,
enfurecida.

Cuando Anastasia se percató de que la joven se


atravesó a propósito para que la pisara, decidió no
molestarla más.

—Discúlpame. Por favor, apártate, que tengo que


irme.

—¿Crees que puedes irte así nomás? —Entonces, la


mujer se acercó para tirar del vestido de Anastasia
antes de que sonara el sonido de algo siendo rasgado,
dejando uno de sus hombros al descubierto. De
inmediato, ella se cubrió el hombro desnudo con la
mano.

Aunque que Jonás quería quitarse el saco para


dárselo a Anastasia, alguien más se apresuró y le puso
su saco en el hombro para cubrirle el pecho. En ese
momento, de manera agradecida, Anastasia se dio la
vuelta para terminar dándose cuenta de que quien la
ayudó fue Elías. Al instante, se tragó sus palabras; de
hecho, no quería el saco de ese hombre.

—Quédese con su saco.

Aunque Anastasia sabía que iba a atraer la atención


de los demás, no quería aceptar la sinceridad de Elías.

—No sea tan absurda —le ordenó.

«¿Por qué es terca en una situación como esta?».

Por otra parte, Helen, quien estaba de pie al lado,


miró a Anastasia, porque presenció de lo rápido que
Elías le entregó su saco.

—Helen, te recogeré más tarde —le dijo Elías antes


de sacar a Anastasia del pasillo mientras ella se
forcejeaba.

—Elías… —Helen sentía que estaba por volverse loca


por los celos.

«¡¿Cómo se atreve a dejarme aquí para llevar a


Anastasia a casa?!».

Mientras tanto, Anastasia por fin se quitó el saco de


Elías. En ese instante, se podía ver su sostén de color
marrón a través del vestido roto; la mirada de
Anastasia bastaba para que cualquier hombre se
enamorara. Elías puso una mirada ensombrecida,
antes de observar su expresión terca, y le preguntó
con fastidio:

—¿En serio se va a ir así?

—Y ¿qué más da si lo hago? Incluso si corro desnuda


afuera, no es asunto suyo. —Anastasia no sabía por
qué, pero tenía ganas de discutir con Elías y hacerlo
enfadar.

—Es la madre de un hijo y creo que debería pensar en


él. —Elías jamás había conocido a una mujer que
pudiera irritarlo con pocas palabras, pero parecía que
ella lo lograba de manera sencilla—. Deje de jugar,
Anastasia. ¿Podría escucharme? —le suplicó antes de
ponerle el saco en sus hombros de nuevo cuando se
percató de que se detuvo el elevador.

Había unos cuantos hombres extranjeros discutiendo


afuera, por lo que Anastasia se dirigió de prisa a la
entrada sin quitarse el saco de Elías esta vez. Cuando
notó que había un taxi dejando a sus pasajeros al lado
de la carretera, se dirigió a este mismo con el saco,
mientras que él solo pudo observar cómo cerró la
puerta del coche y se marchó. En ese momento, la
mente de Anastasia estaba hecha un desastre: «¡Hice
que me destruyeran un vestido costoso! ¡¿Cómo se
supone que pague esto?! ¡Maldición!».
Capítulo 19 Tiene un invitado

Luego de que Anastasia volviera a la tienda y


explicara todo lo que había sucedido, la dueña de la
tienda observó el vestido roto antes de darle
consuelo con una sonrisa:

—Está bien, señorita Torres. Ya tiene seguro para este


vestido y me lo arreglarán.

—Lo siento. De verdad, lo siento mucho. —Anastasia


se sentía mucho más culpable.

—Está bien, siempre y cuando se haya divertido —le


aseguró la dueña.

Aunque Anastasia seguía sintiéndose mal al respecto


cuando tomó el taxi y volvió a casa, se sentía bastante
agotada también. Todo lo que quería hacer ahora era
irse a casa y abrazar a su hijo hasta quedarse
dormida.

A las 10:00 de la noche, por fin, llegó a su casa.


Cuando vio que Franco estaba jugando con Alejandro,
dijo:

—Papá, ya volví. Puedes descansar ahora.


—Anastasia, Alejandro es un niño muy brillante. ¡No
puedo creer que solo tenga cuatro años! Hiciste un
excelente trabajo educándolo —exclamó Franco.

Tras oír esto, Anastasia no pudo darle una sonrisa


seca, ya que Alejandro aprendió todo por su cuenta y
lo único que hizo ella fue hacerle compañía. Luego de
que Franco volviera a su habitación, ella se duchó
antes de abrazar con cansancio a Alejandro y darle un
beso en la cara.

—Vamos a dormir, Alejandro.

Como él había estado jugando durante todo el día,


también estaba cansado, por lo que se quedó
dormido al instante. Sin embargo, Anastasia no pudo
conciliar el sueño al bajar la cabeza y observar a su
hijo antes de asustarse, pensando: «¿Por qué las
facciones faciales de Alejandro se parecen a las de
Elías? Supongo que es porque todos los guapos se
parecen al otro. Esto demuestra que Alejandro será
guapo cuando crezca. Aunque Elías sea una terrible
persona, debo admitir que es atractivo».

Al día siguiente, Anastasia le contó a Miguel todo lo


que le pasó en la exhibición de joyería, mientras este
seguía preguntándole si terminó herida.

—Regresaré al país en unos días; yo te protegeré —le


dijo Miguel con seriedad.

—Te invitaré a comer cuando vuelvas.

—Claro —se rio—. Por cierto, extraño a Alejandro


también.

—Y él a ti —también rio ella.

El lunes, ella se dirigió temprano a la tintorería para


recoger el saco de Elías y así regresárselo en la
empresa. Después de tomar su taza de café y
contestar sus correos electrónicos, Anastasia miró el
reloj antes de llamar al teléfono fijo de Elías.

—¿Diga? —contestó una voz atractiva.

—Habla Anastasia. Voy a subir para devolverle su


saco.

Entonces, ella colgó antes de que Elías pudiera decir


algo. Cuando llegó a la entrada de su oficina, tocó a la
puerta antes de entrar, mientras que el hombre
estaba sentado dentro con una mirada severa.
Después de colocar el saco que estaba en la bolsa de
ropa en el sofá, comentó:

—Mandé su saco a una tintorería para que lo


limpiaran.

—¿En serio no me lo va a agradecer? —Elías


entrecerró los ojos y alzó el mentón para mirar a
Anastasia.

—Gracias —contestó Anastasia con prisa antes de


irse.

Mientras miraba a la mujer que se fue tan pronto, la


mirada de Elías se puso sombría. «¿En serio esta es la
mujer con la que quiere que me case mi abuela?»,
pensó.

Por otro lado, cuando Anastasia volvió a su oficina,


Gabriela entró de repente junto con alguien más,
antes de informarle:

—Señorita Torres, tiene un invitado.

Cuando Anastasia alzó la mirada, se sorprendió.


«¿Qué no es Jonás, el hombre de ayer?», se preguntó
a sí misma.
—¡Señorita Torres, de verdad está aquí! —Jonás
estaba sorprendido de haber venido al lugar correcto.

Tras volver a casa luego de la exhibición de ayer, él


solo podía pensar en Anastasia, por lo que decidió no
dejar de perseguirla hasta ganar su corazón.

—Presidente Carmín… ¿Qué hace aquí? —lo saludó


con alegría, ya que era un invitado después de todo.

Al mismo tiempo, Jonás estaba sorprendido de ver a


Anastasia. Mientras que Anastasia parecía una diosa
cuando llevaba vestido, parecía muy carismática con
su ropa de oficina: una blusa blanca y una falda de
tubo, con eso bastaba para hacerla ver sensual.
Capítulo 20 Ella me salvó

—Señorita Torres, vine para personalizar unas joyas


para el cumpleaños de mi madre el próximo mes, por
lo que estaba pensando en encargar un conjunto de
joyas para ella.

A Jonás no le hacía falta el dinero y quería vivir más


emoción, así que no le molestaba desperdiciar dinero
por Anastasia, quien no rechazaría una oportunidad
de negocio, así que le indicó:

—Gabriela, por favor, tráenos café y una bandeja de


frutas. —Después de que esta se fuera, la mirada de
Jonás se posó de nuevo en Anastasia—. Presidente
Carmín, ¿me puede decir si su madre tiene algún
interés en la forma o el color de las joyas? ¿Prefiere
jades o cristales en lugar de diamantes?

—Con los diamantes estará bien, porque es mejor si


son más grandes y costosos —respondió él de
manera directa mientras Anastasia sonreía.

—Está bien. Haré un borrador para el diseño y se lo


enviaré a casa de su madre en tres días. ¿Qué le
parece?
—Como este es un regalo para mi madre, será mejor
que lo mantengamos en secreto. ¿Por qué viene a
verme cuando termine el borrador? —Una mirada de
astucia brilló en los ojos de Jonás mientras Anastasia,
cabizbaja, revisaba el documento.

—Claro, presidente Carmín. Me comunicaré con


usted en cuanto termine.

—Por supuesto, me parece bien. ¿Está libre por la


tarde? ¿Por qué no vamos a comer juntos?

Sin embargo, Anastasia no era una tonta y sabía que


Jonás estaba coqueteándole; aun así, no había
manera de rechazar una oportunidad de negocios, así
que asintió y añadió:

—Sí, conozco un buen restaurante justo frente a la


empresa. Haré una reservación para ambos.

Satisfecho, él asintió con la cabeza.

—Señorita Torres, ¡estaré esperando la hora del


almuerzo entonces!

—¿Por qué no espera en la sala? Es mucho más


tranquilo allí —le sugirió Anastasia al hombre antes
de mandarlo allá. Luego de lidiar con Jonás, ella le
hizo un informe a Fernanda en el que esta se
aseguraba de decirle que consolidara el trato con
Jonás, ya que saldrían beneficiados mucho del
conjunto de joyas.

Cuando Anastasia fue a comer con Jonás por la tarde,


él tomó la oportunidad de presumir acerca de sus
finanzas y activos, así como de su empresa, mientras
que Anastasia fingía estar sorprendida y asombrada.
Después de la comida, ella puso una excusa, diciendo
que tenía una junta y tenía que irse, interrumpiendo
a Jonás y dejándolo sin alternativa más que dejarla en
Burgués. Una vez que ella volvió, dejó salir un alivio
de suspiro antes de regresar a la oficina y seguir
trabajando.

Por otro lado, Elías tomó su teléfono y se comunicó


con alguien en su oficina de presidente.

—¡Hola, Elías! ¿Por qué me llamas? —sonó la voz


alegre de un hombre.

—¿Conoces a Anastasia Torres? —Fue al grano.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Miguel, sorprendido.


—Es una empleada en mi empresa. Me la encontré
ayer en una exhibición de joyería y noté que entró
usando tu nombre.

—¡Oh! ¡Conque sí adquiriste Joyería QR


Internacional! Como sea, es cierto que Anastasia y yo
somos amigos cercanos —admitió Miguel, antes de
reírse y preguntarle—: ¿Cómo se veía ella? Muy
bonita, ¿no?

—¿Estás intentando enamorarla?

—No es alguien fácil de conquistar, pues ya llevo tres


años intentándolo, pero no he logrado nada, así que
¡me mantengo como su amigo cercano! —contestó
con impotencia Miguel.

A pesar de ello, Elías tenía una expresión sombría.

—¿Cómo la conociste?

—¿Recuerdas el accidente que tuve cuando mi coche


se volcó hace tres años? Fue ella quien me salvó. Si
no me hubiera sacado del coche, hubiera muerto en
la explosión de ese.

Por supuesto que Elías recordaba el trágico accidente


de Miguel en aquel entonces. Miguel estuvo a un
pelo de morirse cuando el coche en el que iba explotó
tras haber salido de él; sin embargo, Elías jamás
esperó que Anastasia fuera quien lo salvara. «¿Acaso
es el destino? ¿Significará que los Palomares le deben
el favor a los Torres?».

—Elías, volveré pronto. Para entonces, trabajaré en


Burgués también para poder acompañarla.

—No digas tonterías. Solo vienes para heredar el


negocio de tu familia, no para conquistar mujeres —
lo regañó.

—Bueno, entonces tendrás que ayudarme a cuidarle


en la empresa —contestó Miguel, de la única forma
que se le ocurría.

Cuando Elías colgó el teléfono, tenía una mirada de


confusión en su apuesto rostro. «Parece que Miguel,
el nieto favorito de la abuela, también quiere
conquistar a Anastasia».

Tres días más tarde, el borrador de Anastasia recibió


la aprobación de Fernanda y estaba listo para dárselo
a Jonás.
—Buenos días, presidente Carmín. Tengo listo su
borrador. Me gustaría saber cuándo estará libre para
podérselo entregar.

—¡Hola! Lo siento, pero ahora mismo estoy volviendo


de prisa de mi viaje de negocios, así que llegaré a las
7:00 de la noche. ¿Qué te parece si me envías el
borrador a mi casa a las 8:00?

—Ah, ¿en la noche? —Anastasia, al instante, se puso


alerta.
Capítulo 21 No vayas

— ¿Qué sucede? ¿Desconfía de mí? No se preocupe,


señorita Torres, no soy una mala persona. Es sólo que
es usual para mí estar ocupado por el día y sólo tengo
disponibilidad en la noche.

Anastasia no tuvo opción más que acceder cuando lo


escuchó.

—Está bien. Hoy llevaré el documento con usted a las


8 de la noche.

—Por cierto, no es de mi agrado que gente extraña


venga a mi casa, por lo que es mejor si viene sola,
señorita Torres —agregó John mientras Anastasia se
encontraba tensa.

«¿Acaso intenta que vaya sola al encuentro?»

No obstante, ella asintió y aceptó la petición de Jonás


ya que era su cliente.

—Claro. Ahí estaré a las 8 en punto.

—Le enviaré la dirección ahora mismo.


Luego, Jonás colgó la llamada. Hecho esto, Anastasia
se dirigió a la oficina de Fernanda y le comentó sobre
la llamada mientras que Fernanda consideraba las
opciones.

—Por lo que sé, Jonás Carmín es un reconocido


presidente ejecutivo sin mala fama, por eso es
cuestionable que haga algo que cruce la línea.

Lo único que deseaba Anastasia era que las cosas


salieran bien esta noche. Durante la junta de la tarde,
Elías por fin apareció pues éste no había aparecido en
tres días. Se veía aún más joven con su cabello
estilizado y su traje gris oscuro. Sus facciones faciales
gélidas seguían siendo las mismas. Anastasia tenía su
cabeza abajo mientras leía el documento. En cuanto a
Alicia, quien se encontraba sentada frente a
Anastasia, se mantuvo inquieta esperando atraer la
atención de Elías.

—Anastasia Torres, concéntrate en la junta y deja de


hacer garabatos —dijo Fernanda llamándole la
atención.

Anastasia sí estaba haciendo garabatos en su bloc de


notas sin prestar atención a la junta, y procedió a
recomponer su postura y asentir con su rostro
ruborizado.

—Está bien.

Luego de dejar el lápiz de forma obediente, su mirada


se encontró con un par de ojos molestos como si le
dijeran lo decepcionados que estaban de sus
acciones. Para Elías, Anastasia se estaba
comportando como una niña rebelde que no
prestaba atención en clase.

—Anastasia, espero que seas capaz de aprender


cómo respetar a otros en mi compañía —demandó de
pronto sin aviso previo.

De inmediato, se escuchó algo de cotilleo en la sala


de juntas, como si algunos de ellos estuvieran
complacidos de que le hayan llamado la atención a
Anastasia por parte de su jefe. Sin embargo, ella
parpadeó antes de poner la barbilla en su mano y
sonreírle a Elías.

—Gracias por enseñarme la manera correcta de


comportarse, pero sólo quiero ser yo misma.
Presidente Palomares, siempre me puede hacer saber
si no soy de su agrado.
Justo entonces, el sonido de sorpresa de las personas
se escuchó en la sala.

«¿Acaso Anastasia no está siendo muy igualada?


¿Cómo se atreve a hablarle al presidente Palomares
de esa manera?»

Elías no sólo era el presidente de Joyería QR


Internacional. De hecho, también era apoyado por el
Corporativo Palomares, haciendo de él un hombre
rico e influyente. Cabe destacar que sería tonto
ponerse al nivel de Elías.

«¿Se volvió loca Anastasia?»

Fernanda también se puso ansiosa. Luego se giró a


Anastasia y exclamó:

—Anastasia, ¿cómo le has podido hablar al


presidente Palomares de esa manera?

No obstante, un brillo lúdico atravesó la mirada de


Anastasia mientras miraba a Elías de manera atenta.

—Presidente Palomares, ¿gusta que le entregue mi


carta de renuncia?
— ¡Anastasia, no puedes renunciar aun cuando tienes
que verte con el presidente Camín está noche! —
Fernando intentó detener a Anastasia de seguir
colmando la paciencia de Elías.

Aun así, el semblante de Elías se oscureció antes de


dirigirse con Fernanda.

— ¿Por qué se ve a clientes en la noche?

El hecho de que Elías preguntara hizo que en vez de


enojarse la confundiera, por lo que ella aclaró su
garganta y respondió:

—Uno de nuestros clientes personalizó un conjunto


de joyería, pero se encuentra tan ocupado que sólo
se le puede encontrar en la noche. Así que Anastasia
irá a encontrarse con el cliente esta noche.

—Dile a ese cliente que ninguno de nuestros


empleados trabaja horas extra. No habrá cierre de
contratos fuera de horario de trabajo.— Elías instruyó
con frialdad. Por lo que ha escuchado, el presidente
Carmín era en cierto modo un hombre y con malas
intenciones por supuesto.

—Emm… Bueno, hemos hecho arreglos para la cita


con el cliente.—Fernanda intentó explicar de nuevo.

Por otro lado, aunque Anastasia entendía que Elías la


estaba intentado ayudar, seguía con aires de rebeldía
y se rehusó a escucharlo.

—No te preocupes, Fernanda. Estoy segura que me


encontraré con el presidente Carmín esta noche sin
retraso alguno —reconfortó a Fernanda al dar su
punto de vista.

—Te prohíbo que vayas, Anastasia.—Elías volvió a


ponerse firme en sus instrucciones.
Capítulo 22 Te espero en la sala de estar

A pesar de eso, Anastasia volvió a dirigir la mirada


antes de responder con determinación:

—Nadie me va a detener si yo quiero ir.

De pronto, todos estaban pasmados por la actitud de


Anastasia al enfrentar a Elías. Se rehusó a aceptar
alguna de las demandas de Elías y nadie más en toda
la compañía se atrevería a hacer eso.

— ¡Está bien, entonces la junta se ha terminado! —


incluso Fernanda quedó asustada de que Elías se
molestara, por lo que no quería darle más
oportunidades a Anastasia de hacerlo enojar más.

En ese momento, Anastasia dejó su asiento con los


documentos mientras que Alexis la miró con celosía.

«¿Quién le dio a Anastasia la audacia de hacer lo que


hizo? ¿Cómo se atreve a tratar a Elías así?»

Cuando Anastasia regresó a su oficina para tomar un


vaso de agua, la puerta de su oficina se abrió de
forma abrupta mostrando a una figura iracunda
entrando a la oficina.
«¿Cuándo se va a detener esto?»

Ella entrecerró los ojos y vio al hombre con el


semblante oscurecido frente a ella antes de bajar su
vaso.

— ¿Qué pasa, presidente Palomares?

—Muéstrame los detalles del presidente Carmín. —


Elías fue por el documento de Anastasia.

—Usted lo vio en la exhibición de joyería anoche. Su


nombre es Jonás Carmín.—respondió Anastasia con
certeza.

La expresión del hombre oscureció aún más al


escucharla.

«¿Por qué no desiste de encontrarse con él a las 8 de


la noche a sabiendas de sus malas intenciones?»

— ¿Sabe usted si sus intenciones son buenas?

—Todo lo que sé es que mi documento vale siete


cifras.—Todo lo que Anastasia quería era su comisión.
—Entonces que alguien más vaya a verlo.—sugirió
Elías.

—No. Tengo que hacerlo yo porque esa fue mi orden.


No necesito que se preocupe por mí. —Luego
Anastasia abrió la puerta de la oficina haciendo un
ademán a Elías para que se retirara.— ¡Debería de
irse! Tengo que seguir trabajando.

Sin embargo, Elías apretó los dientes y luego dijo:

—Anastasia, te arrepentirás de esto.

Ella sólo levantó sus cejas antes de sonreír.

—No es de su incumbencia, presidente Palomares.

—Tú… —el semblante de Elías ennegreció.

Desde que conoció a Anastasia, había perdido el


control de su ira y seguía causándole molestias su
comportamiento. Mientras tanto, Anastasia soltó su
respiración al ver al hombre iracundo retirarse. De
alguna manera sentía un escalofrío ya que Elías era el
novio de Helen. Ella no le prestaría atención incluso si
él estuviera preocupado por ella de verdad. Ya que
Anastasia haría trabajo extra, pudo hacer que Franco
fuera a cuidar a Alejandro. No obstante, Franco
aceptó recoger a Alejandro de la escuela debido a
que había extrañado al pequeño luego de no verlo
por días y deseaba llevarlo a cenar a un buen lugar
por la noche.

Ella sabía que su padre cuidaría de su hijo, así


Anastasia podría trabajar horas extras sin
inconvenientes, pues aún no había completado el
documento de envíos que necesitaba enviar al final
de cada mes. Alrededor de las 6 y media de la tarde
pidió comida para llevar y se la terminó en el almacén
de la compañía mientras observaba el hermoso
atardecer desde la ventana con admiración. Al mismo
tiempo Elías seguía en la oficina presidencial, frotó
sus sienes y le preguntó a Ray:

— ¿Ella sigue en la compañía?

—La señorita Torres acaba de ordenar comida para


llevar y está comiendo en el almacén ahora mismo.
Mi impresión es que trabajará horas extras hasta las 7
de la tarde y luego irá con Jonás Carmín más tarde.

—Entendido. Sigue vigilándola.—Elías seguía


preocupado, pues le había prometido a Eva que
cuidaría de Anastasia junto con el favor que le debía a
la madre de Anastasia, no podía dejar que nada le
pasara a ella.

Luego de terminar su merienda, Anastasia descansó


por un momento antes de irse a las 7 de la tarde con
10 minutos. Mientras se iba en transporte, un auto
negro rápidamente la siguió detrás del taxi. Por otro
lado, Anastasia estaba ansiosa al ver la noche por la
ventana del auto. Esperaba que pudiese irse de
inmediato luego de cerrar el contrato e incluso pensó
en la idea de hacerle saber a Jonás que un
compañero suyo la esperaba afuera.

«¡Espero que no intente nada con eso en mente!»

El taxi entró al área residencial de lujo antes de parar


frente a un lujoso chalé. Después de que el taxi se
fue, otro auto se detuvo en la calle detrás de
Anastasia. Ella no se dio cuenta. Desde otro punto de
vista, Elías daba su mejor esfuerzo por acallar la
urgencia de salir del auto mientras veía a Anastasia
presionar el timbre de la puerta. En un momento
haría que Ray entrase al chalé para vigilarla. Cuando
la puerta frente a Anastasia se abrió, se escuchó la
voz de Jonás.

— ¡Pase, señorita Torres! La espero en la sala de


estar.

Cuando Anastasia lo escuchó, se apresuró a entrar a


la casa. Como era de esperarse de una persona rica,
el chalé era en extremo opulento. Cuando llegó a la
sala, Jonás estaba sentado en el sillón con su bata
negra junto con una copa de vino en su mano. En ese
entonces, el hombre acaudalado se veía tranquilo.
Capítulo 23 Compra su silencio

Para su sorpresa, Anastasia se sintió tensa cuando vio


a Jonás. Sin embargo, no tenía derecho en intervenir
en la preferencia de vestimenta de su cliente, aun
cuando se habla sobre negocios. Por consiguiente,
Anastasia tomó asiento pronto en el sillón y entregó
el documento a Jonás.

—Puede darle un vistazo al documento que diseñe


para usted, presidente Campin. Hágame saber si debo
hacer cambios.

Luego de hojear el documento, Jonás hizo un


cumplido a modo de complacencia.

— ¡Son increíbles! Cómo era de esperarse de una


diseñadora capaz. Me gustan sus diseños, señorita
Torres.—dicho esto, sirvió una taza de té para
Anastasia—. Tome un poco de té y luego hablaremos
sobre el contrato.

—Uhm, no tengo sed acabo de comer con mis


compañeros justo ahora.—Anastasia lo rechazó con
educación.
—No tiene por qué verse como una persona extraña,
señorita Torres. ¿Cómo negar una taza de té cuando
ya está en mi casa? Es irrespetuoso, ¿no?—Jonás le
hizo saber que estaba molesto.

Mientras tanto, Anastasia observó la taza de té y


tomó una decisión. antes de que tomara la taza y lo
bebiera.

—Presidente Carmín, ya es tarde, ¿por qué no firmar


el contrato ahora? Mi compañero me espera afuera.

— ¿Su compañero?—la mirada de Jonás quedó en


alerta.

—Sí. Mi compañero me trajo porque yo no manejo.


Es difícil conseguir un taxi aquí. Necesito de su ayuda
para que me lleve a casa.— Anastasia explicó con una
sonrisa implicando que alguien esperaba por ella y
que podría presentar una queja a la policía en caso de
no poder salir.

—Bueno, tengo que revisar de nuevo el documento


ya que no lo hice hasta ahora. Por favor, espere un
momento.—Jonás habló antes de volver a ver el
documento. No obstante, estaba viendo la reacción
de Anastasia por el rabillo del ojo.
«¿Y qué importa si tu compañero te espera afuera
cuando ya bebiste el té? Puedo comprar su silencio
una vez que esto acabe».

El té que Anastasia bebió fue especialmente


preparado por Jonás, pues debía poseerla esta noche.
Luego, podría usar algo de dinero para comprar su
silencio y todo habrá terminado. Era la estrategia que
Jonás usaba siempre y todas aquellas mujeres
terminaban en la palma de su mano, por lo que
esperaba que Anastasia fuera igual de obediente.
Mientras esperaba a que Jonás terminara con el
documento, de repente Anastasia sintió sudor frío en
su cuello así como un calor en su pecho. Pensó que el
aire acondicionado de la sala de estar no era lo
suficientemente fuerte. Jonás lo notó y se apresuró a
servirle otra taza de té.

—Señorita Torres, parece como si tuviera calor.


¡Tenga otra taza de té!

Sin darse cuenta de que algo andaba mal, Anastasia


tomó la taza y la bebió. Aunque el té helado la relajó
por un momento, ella no sabía que había consumido
más narcóticos.
— ¿Hay algo mal con el documento?—Anastasia
preguntó con mortificación pues ya deseaba salir.

—No hay nada de malo con él y creo en su capacidad


también. Espere, debo ir al excusado un momento.

Para este punto, Jonás intentaba hacer tiempo debido


a que los narcóticos necesitaban tiempo para tener
efecto. Para cuando Anastasia estuviera afectada, ella
aceptaría cualquier cosa que le demandara. Por otro
lado, Anastasia seguía pensando en el aire
acondicionado, ya que comenzaba a sentirse caliente
y su rostro estaba ruborizado. Fue hasta que sintió
una sensación en la parte inferior de su cuerpo que
supo que algo estaba mal.

«¿Por qué mi cuerpo se siente como adormecido? Es


como… Es como si mi cuerpo estuviera en llamas y mi
conciencia y raciocinio se desprenden de éste. Será
que…»

Anastasia giró hacia su taza luego de ver la tetera del


té. De pronto, algo llegó a ella y de inmediato se
levantó y salió de la sala de estar. Cuando Jonás
regresó a la sala y vio que Anastasia no estaba ahí, se
apresuró a ir tras ella para ver cómo se tambaleaba
hacia afuera.
— ¿A dónde va, señorita Torres?—la voz diabólica de
Jonás se escuchó.

— ¿Qué le pusiste a mi bebida?

—Anastasia Torres, has logrado capturar mi vista. Eres


muy hermosa y no hay manera en la que no me
gustes. ¿Por qué no te quedas esta noche? Seré gentil
contigo.—Justo entonces, las verdaderas intenciones
de Jonás fueron reveladas.

—Aléjate de mí. Yo no ofrezco nada más que mis


diseños. ¡Aléjate!—rugió Anastasia.

—Fuiste drogada. Si no encuentras a un hombre que


te ayude, te sentirás muy incómoda pronto.
Capítulo 24 Beso electrificante

Jonás sonrió con frialdad. Anastasia se sentía como


un ave atrapada en una jaula; completamente bajo su
control. Al mismo tiempo, Anastasia sentía que el
mareo la superaba y cuando Jonás estaba a punto de
atraparla se escuchó una voz fría.

—Deja ir a la señorita Torres.

Luego, alguien saltó la pared y cayó frente a


Anastasia, bloqueando el paso a Jonás. Al ver al
hombre que se interponía en su camino, él exclamó:

— ¿Cómo te atreves a pasar a mi propiedad privada?


Quítate.

—Váyase, por favor, señorita Torres.—dijo Ray a


Anastasia.

— ¿Señor Osorio?—Anastasia quedó en shock. Sin


embargo, ella siguió su camino hacia la puerta
mientras su cuerpo seguía calentándose y esto la
hacía sentir incómoda. Justo después de que abrió la
puerta, un par de brazos fuertes la sostuvieron con
calidez, haciendo que soltara un chillido. Al ver al
hombre, que era más alto que ella, sus ojos se
abrieron por completo.

«¿Por qué tenía que ser él? ¿Por qué Elías está aquí?»

—Eres tan terca como una mula.—Elías no tenía


intención de ser amable por lo que la regañó en
cuanto la vio.

Al escucharlo, Anastasia quedó sin palabras y podía


negar el hecho de que Elías era muchísimo más
confiable que Jonás. Luego, ella alcanzó el hombro de
Elías para mantenerse de pie.

—Ayúdame… llévame lejos de aquí.

Por consiguiente, Elías le dio una instrucción a Ray:

—Dale una lección.

Dicho esto, levantó a Anastasia, al cual se aferró al


instante, y se dirigió al auto. Por otro lado, Ray le
bloqueaba el camino a Jonás y sin contenerse
conectó un golpe a la cara de Jonás, seguido de una
serie de golpes a su cuerpo haciendo que éste cayera
al suelo con dolor.

— ¿Quién eres tú? ¿Quién es el hombre de afuera?


¡No dejaré que se salgan con la suya!

— ¿Quién te dijo que podías acercarte a la mujer del


presidente Palomares?

— ¿Qué? El hombre de afuera… ¿Es Elías Palomares?


—exclamó Jonás en sorpresa antes de pedir
clemencia—. Lo siento… cometí un error. Por favor,
dile al joven amo Elías que lo siento…

Después de que Ray se fue, Jonás quedó encorvado


en el suelo. Estaba tan adolorido que no podía decir
nada al mismo tiempo que el sudor frío se formaba.

«¿En serio Anastasia se convirtió en la mujer de


Elías?»

A pesar de que Jonás había notado que Elías tenía los


ojos en Anastasia también, no esperaba que el plan
fallara. En cuanto a Anastasia, su cuerpo seguía
ardiendo aún más en el asiento trasero del auto y su
incomodidad era más grande en la posición que
estaba. Sin aviso previo, ella se aferró al cuello de
Elías como si estar pegada a él la hiciera sentir mejor.

—Por favor, sálvame… Llévame al hospital…—


Anastasia se quedó observando a Elías con ojos
llorosos como si fuera un conejo a medio morir.

En ese momento, Ray entró al auto, giró hacia el


asiento trasero y preguntó:

— ¿Hacia dónde, joven amo Elías?

—Al hospital.

Ray encendió el auto y comenzó a conducir. No hacía


falta decir que Anastasia estaba demasiado
incómoda. El rostro de Elías bajo el alumbrado
público no era tan despreciable. En un instante ella se
acercó a su costado y rodeó sus manos alrededor de
su cuello antes de plantarle un beso en sus sensuales
y finos labios. Elías quedó helado de inmediato.

«¿Cómo se atreve a besarme por la fuerza?»

Él estaba pasmado por lo principiante que Anastasia


era al besar, aun así, respondió al beso de ella
presionando con suavidad su cuerpo contra el de él.
De pronto, sostuvo la cabeza de Anastasia para
reivindicar su dominancia.

—Mm… —Anastasia sintió una sensación


electrificante recorriendo por su cuerpo luego de que
sus brazos se aventuraron a la espalda del hombre
mientras disfrutaba del beso.

Al mismo tiempo, las manos de Anastasia se movían


por la espalda de Elías resultando en que se tensara
antes de jadear con fuerza y entrecerrar los ojos.

«¿Esta mujer sabe lo que hace?»

No obstante, la mujer en sus brazos estaba siendo


muy sumisa. Perdió su tenacidad del día dejando que
Elías explorara sus labios, mientras él perdía
autocontrol y razón a medida que seguía sus instintos
al besarla.

—Mm…—Entonces Anastasia regresó a sus cinco


sentidos y empujó a Elías—. ¡Elías Palomares,
malnacido! Aléjate…

El rostro de Elías oscureció en un santiamén.

«¿Por qué coquetea conmigo y me deja, así como si


nada? ¿Cuán contradictorio puede ser?»

A pesar de eso, la feroz sensación que Anastasia


sentía volvió a subir de nuevo cuando Elías la dejó ir.
Al mismo tiempo, el auto frenó de repente haciendo
que su cara se plantara en el cuello de Elías. Justo
entonces cuando Anastasia sintió el contacto de su
piel, acercó su boca a su piel y comenzó a succionar
como si fuera una sanguijuela que se rehusaba a irse.
Capítulo 25 Me debes una

Elías dejó que Anastasia hiciera lo que quisiera. Era


como si a él también le hubiera hecho efecto lo que
sea que ella haya ingerido; sintió como si fuese a
explotar.

«Parece que esta mujer es buena para seducir


hombres más que causarles problemas a otros».

— ¿Ya casi llegamos al hospital?—preguntó Elías a


Ray, el cual estaba conduciendo.

—Ya casi llegamos.—respondió Ray antes de dar


vuelta con el auto y llegar a la entrada del hospital.

Por consiguiente, se apresuró a salir del auto y abrió


la puerta trasera de éste para su jefe. Elías salió,
acomodó su camisa para luego sacar a la mujer
dentro del auto y llevarla al hospital. Diez minutos
después, Anastasia estaba en el pabellón vip del
hospital. Unos sedantes y un intravenoso después,
logró controlarse y sus ojos estaban cerrados
mientras su rostro estaba enrojecido. Ray le dio un
pañuelo.

—Joven amo Elías, hay una mancha de sangre en su


cuello. Debería limpiarlo.

Elías limpió su cuello con el pañuelo para ver una


ligera mancha de sangre en él.

«¡Los dientes de esta mujer son tan afilados como los


de un vampiro!»

Al retirarse Ray, Elías siguió haciendo guardia en el


pabellón. Después, Anastasia poco a poco volvió en sí
y parpadeó varias veces. Ella se encontraba aún en
cama. No obstante, ella quedó impresionada cuando
giró a su alrededor para ver al hombre a lado de ella.

—Tú… —La cara de Anastasia empalideció al recordar


todo lo que había pasado en el auto.

—Estas son las consecuencias de no escuchar.—Elías


señaló con tono sarcástico.

Anastasia había subestimado la personalidad de


Jonás. En un inicio pensó que no intentaría hacerle
nada luego de decirle que su compañero la esperaba
afuera, pero no esperó que él fuera a ignorar sus
palabras.

—Gracias. ¿Puedo saber la hora?—Anastasia levantó


la mirada y preguntó.

—9 y media de la noche.

—Ya debería irme a casa.—De la nada, sintió la


necesidad de salir del hospital al ver la bolsa de
intravenosa que todavía estaba a la mitad.

—Si te preocupa tu hijo, puedo hacer que Ray lo


cuide hasta que la intravenosa termine.

—No será necesario. Ya estoy bien.—Anastasia


insistió con terquedad.

—Más te vale pensar en las consecuencias si no


terminas tu intravenosa. ¿Qué pasaría si los
narcóticos vuelven a hacer efecto?—Elías apretó los
dientes al cuestionar.

Luego de contemplar por un momento, Anastasia


miró su bolsa.

— ¿Puedes pasarme mi bolsa?

Cuando Elías le entregó su bolso, ella sacó su teléfono


y se comunicó con Franco, intentando sonar lo más
natural posible.
—Papá, quizás llegue a las 10 de la noche o más
tarde, por lo que necesito que me ayudes a mandar a
dormir a Alejandro.

—Claro. ¡No te preocupes y enfócate en tu trabajo!—


Franco disfrutaba cuidar de su nieto.

—Muy bien. Claro.—Anastasia colgó el teléfono antes


de ver a aquel hombre, el cual su rostro era iluminado
bajo la luz. Ella se dio cuenta que en la parte superior
de su camisa blanca sin abotonar había una marca
roja en su clavícula. De inmediato, su mente fue por
los aires.

«Esa marca yo no la hice al morderlo, ¿verdad?


Además, lo que hicimos en el auto… Oh Dios mío,
trágame tierra. Si mal no recuerdo, yo tomé la
iniciativa de besarlo antes de que me siguiera… ¡Oh,
Dios mío! ¡Debo dejar de pensar en eso!»

Anastasia sostuvo su cabeza con sus manos antes de


sentir que los narcóticos volvieran a hacer efecto.

— ¿Qué pasa? ¿Te sientes incómoda?—Elías preguntó


con prisa.
— ¡Estoy bien!—Anastasia hizo una rabieta luego de
poner su cabeza en su pecho—. Perdí el conocimiento
y no puedo recordar lo que acaba de pasar, así que no
tienes por qué recordármelo. No quiero recordar
nada de lo que pasó.

Dicho esto, Elías sonrió en son burlón.

«¿Intenta negar lo que acababa de pasar?»

— ¿Qué harás para compensarme luego de que me


besaste a la fuerza?—él se rehusó a dejar pasar las
cosas y eligió hacerle recordar a Anastasia lo que
pasó.

—Yo… ¡tú decídelo por tu cuenta!—dijo Anastasia de


manera brusca con vergüenza.

Cuando Elías se dio cuenta que ella estaba


avergonzada dejó de molestarla.

—Me debes un favor.—Se arrumbó al sentarse en el


sillón.

Anastasia quedó sin habla. A pesar de haber


escuchado de personas que debían favores por
dinero, esta era la primera vez que le debía a alguien
más un favor por un beso.

«¡Bien! Era una manera de ajustar cuentas, creo.


Apuesto a que se olvidará de esto tarde o temprano.»

Posteriormente, Anastasia se sentó hasta que


terminara gotero intravenoso y de pronto una
enfermera removió la aguja de su mano mientras
Elías navegaba en su teléfono. Después se levantó
para acompañar a Anastasia afuera. Cuando llegaron
a la puerta de la entrada del hospital, Anastasia
decidió que debería dejar de molestar a Elías.

—Pediré un taxi a casa.

—Deja que te lleve a casa.—Elías se rehusó a que


Anastasia fuera a casa sola debido a que era
demasiado peligroso para alguien como ella.

—Está bien.—Anastasia insistió.

A pesar de eso, el hombre agarró con fuerza y la llevó


hacia el auto de Ray.
Capítulo 26 Un moretón

— ¡Ey! ¿Cómo te atreves a jalonearme de esa


manera?

A pesar de que Anastasia siguió gritando tras Elías, se


rehusaba a irse y sólo fue empujada al auto sin más.

«¡Bien! ¡Llévame entonces! Al menos, me ahorro un


taxi desde aquí.»

Una vez que Anastasia entró al auto le dio a Ray su


dirección y procedió a actuar como si se hubiera
quedado dormida ya que no quería hablar con Elías.
Para su fortuna, Elías no planeaba iniciar una
conversación tampoco, por lo que ambos se sentaron
en lados opuestos del auto en silencio mientras veían
el cielo de noche por la ventana. Una hora después,
por fin llegaron a la casa de Anastasia y esta se
apresuró a agradecer a Ray diciendo:

—Gracias, señor Osorio.

Antes de salir del auto, Anastasia tomó un respiro


profundo antes de girarse hacia el hombre en el auto
y agradecer de igual manera.
—Gracias por esta noche.

Entonces, Elías cruzó la mirada con ella para asentir


con discreción, indicando que la había escuchado.
Anastasia cerró la puerta del auto y se fue mientras el
carro se alejaba luego de asegurarse que había
entrado a su complejo de apartamentos. Cuando
llegó a casa, Alejandro ya estaba dormido mientras
que Franco se quedó a su lado en la cama para
acompañarlo. Cuando Franco vio a Anastasia llegar
tan tarde, tomó una tarjeta de su billetera y se la dio
a ella.

—Anastasia, hay 2 millones en esta tarjeta y creo que


tú la debes tener. No deberías trabajar de más. ¡Si
estás cansada, sólo renuncia y cuida de Alejandro con
este dinero!

Escuchar esto tomó por sorpresa a Anastasia, pues


sabía que Franco se preocupaba por ella. No
obstante, arrugó los labios y enunció:

—Noemí se pondrá furiosa si se entera de esto.

—Bueno, yo me gané este dinero y nadie me va a


detener de dártelo a ti.—Franco colocó la tarjeta en la
mano de Anastasia—. Tómalo.
Para los padres es usual expresar su amor en silencio.
Luego de esto, Franco no dijo nada más y se fue con
su maletín mientras Anastasia suspiraba. Sabía que
Noemí fue la que se metió con él y lo forzó a casarse
con ella una vez estando embarazada. Esa fue la única
razón por la Franco se casó con Noemí luego de la
muerte de su madre biológica. Aunque le tenía recelo
a Franco por lo que hizo en aquel entonces, ella ya
había dejado las cosas en el pasado. Después de
tomar un baño, Anastasia se acostó a lado de
Alejandro y le dio un beso en su frente pálida. Poco a
poco le ganó el cansancio y cayó dormida también.

A la mañana siguiente, Anastasia apenas si escuchó la


voz de Alejandro llamándola.

—Despierta, mami. Voy a llegar tarde.

Cuando ella despertó, saltó de la cama pues ya eran


las 8 y 20 de la mañana y la clase de Alejandro
empezaba en diez minutos. Los sedantes de ayer
noquearon su reloj biológico.

—Te llevaré a la escuela ahora mismo.

Anastasia llevó rápidamente a Alejandro al preescolar


suspirando de alivio. Luego, se apresuró a tomar el
taxi para llegar al trabajo. Cuando vio su reloj se dio
cuenta que ya eran las 8 y 50 de la mañana. Cuando
Anastasia llegó a la compañía, con una cara de
amargura, ya eran las 9 y 40 de la mañana.

«Parece que me tendré que despedir de mi bono de


puntualidad del mes. Además, el trato con Jonás
estaba fuera. No puedo creer que desperdicié tanto
esfuerzo al dejarme engañar por ese hombre. Creo
que tendré que estar más lista para la próxima vez.»

En ese momento, Fernando tocó la puerta y entró.


Antes de que Anastasia pudiera decir algo, Fernanda
sonrió y dijo:

— ¡Anastasia, felicidades por la exitosa negociación


del contrato ayer!

— ¿Qué? ¿El trato aún sigue? ¿Ya pagó Jonás?

—Transfirió cien mil esta mañana como depósito ya


que el conjunto de joyería que personalizó es de 2
millones y todo estará listo para cuando acabe el mes.

Anastasia entrecerró los ojos.


«¿Qué es lo que Jonás intenta? ¿Está tratando de
compensar porque no pudo obtener lo que quiso
anoche?»

Se sintió asqueada al pensar en la cara de Jonás,


luego le dijo a Fernanda:

—Deberías conseguir a alguien más para seguir su


caso. No estoy interesada en seguir negociando con
él.

—Ya que ayer terminaste el documento, ya asigné a


alguien más para que le dé seguimiento. Por cierto,
no te ves muy bien. ¿Dormiste bien anoche?—
Fernanda preguntó con preocupación.

—No hablemos de ello. Algo traumático pasó ayer en


la noche.—Así mismo, con lo Jonás le hizo ayer, ella se
arrepentía en verdad al tomar la iniciativa para besar
a Elías, ya que era el novio de Helen. Ella era la
persona que más odiaba en su vida.

Alrededor de las 11 de la mañana, Anastasia fue al


baño y escuchó pasos entrando a éste ya cuando
estaba dentro de los excusados. Luego escuchó la voz
de una mujer.
—Adivina que acabo de ver.

— ¿Qué?

— ¡Tuve la suerte de estar en el mismo elevador que


el presidente Palomares hace poco y miré una marca
en su cuello! ¡Oh, Dios mío! ¡No puedo imaginar que
mujer habrá sido tan afortunada para darle un gran
moretón!
Capítulo 27 Para la próxima no seas tan testarudo

Otra mujer chilló su respuesta con un tono de celos:

— ¡Guau, en serio tiraron la casa por la ventana!


¡Apuesto a que fue su novia! Ya sabes, la que vino a la
compañía y fue abofeteada por Anastasia.

—No puedo dejar de pensar en la vida de Anastasia,


ya que se las arregló para salir indemne luego de
golpear a la novia del presidente Palomares.

—Creo que el presidente Palomares no quiso


despedirla por ser bonita.

— ¿De verdad creen que al presidente Palomares le


guste?

—Es posible. Quizás su posición en la compañía


cambie cuando ella se meta en su cama.

— ¡Diablos! ¡Quiero ser bonita como ella también! El


presidente Palomares ni se molesta en vernos, sus
ordinarias empleadas.

Justo entonces, Anastasia, quien seguía en el


excusado, supo bien que ella era la persona que dejó
el chupetón en el cuello de Elías. En cuanto a meterse
con él, ella podía darles una respuesta definitiva:

«¡Nunca! ¡Nunca ni en mil años!»

Luego de que las muchachas terminaron de chismear


e irse, Anastasia salió del excusado y regresó a su
oficina antes de que su teléfono directo sonara.

— ¿Diga?

—Ven a mi oficina por un momento.—La voz única y


magnética de Elías se escuchó del otro lado.

Antes de que Anastasia pudiese decir algo, él colgó la


llamada haciendo que suspirara pues era la persona
que no deseaba ver en todo el día.

«Quizás quiere discutir conmigo respecto al trabajo.»

Pensó en eso mientras se dirigía al elevador. Cuando


ella llegó a la entrada de la oficina del presidente,
tocó antes de entrar a su oficina. Él estaba leyendo un
documento en su asiento. La observó antes de seguir
leyendo el documento.

— ¿Por qué me pidió que viniera?—preguntó


Anastasia

— ¿Tu cuerpo se siente mejor?—Elías la observó de


arriba a abajo mientras Anastasia replicó de forma
tensa.

—Ya estoy bien. Gracias por preguntar.

—Para la próxima no seas tan testaruda.

Ella frunció el ceño.

«¿Me pidió que viniera con él para que diga esas


cosas?»

—No tiene por qué preocuparse por mí, presidente


Palomares. Regresaré para continuar con mi trabajo.

Anastasia se giró y pasó a retirarse. De pronto, Elías


preguntó:

— ¿Te gusta Miguel?

Al escucharlo, Anastasia giró de nuevo sin cuidado.

— ¿Qué relación tienes con Miguel?


A pesar de la pregunta, Elías se rehusó a responder y
volvió a preguntar:

— ¿Te gusta?

Sin pensarlo dos veces, Anastasia respondió:

—Claro que me gusta.

Miguel había sido de gran ayuda para ella y Alejandro,


por lo que ella lo consideraba su amigo más cercano.
Sin embargo, ella no se dio cuenta de eso debido a su
respuesta. La expresión facial del hombre en el
asiento se oscureció. Por lo que poco a poco una
mirada pensante apareció en su rostro sin expresión.

—Entonces es mejor que no le digas qué pasó ayer.—


Elías apretó los dientes antes de recordárselo.

Por otro lado, Anastasia estaba atónita.

«¿Por qué le diría a Miguel algo tan privado como


esto? Aun así, puedo admitir que Miguel y este
hombre se conocen.»

—No te preocupes. No le mencionaré esto a nadie


por el resto de mi vida.
Luego, su mirada se enfocó en la notoria marca en el
cuello del hombre, justo debajo de su camisa blanca.

— ¡Entonces vete!—le dijo Elías con frialdad como si


la estuviera sacando a patadas mientras ella giró y se
retiró.

Después que la puerta se cerró, el hombre en el


asiento cerró sus ojos y arrugó la frente. Durante la
junta, Fernanda felicitó a Anastasia por ser capaz de
cerrar un trato de dos millones mientras que los otros
diseñadores la felicitaban también a pesar de estar
celosos en secreto. Mientras tanto en la residencia de
los Torres, Érica fue eliminada de la competencia de
modelaje debido a su altura. La joven no tenía el
dinero suficiente para llenar sus propios gastos. Ella
estaba acostumbrada a vivir con lujos, por lo que
tenía que depender de las finanzas de Noemí. Franco
sólo le daba diez mil cada mes para su subsidio.

—Mamá, ¿puedes encontrar una forma de que papá


me dé más dinero para el mes? Tengo mis ojos
puestos en una bolsa de Louis Vuitton y de verdad la
quiero para mí.—Érica chilló mientras jaloneaba la
mano de Noemí.
Sin ser capaz de soportar sus chillidos, Noemí se
levantó y dijo:

—Iré a ver si tu padre dejó dinero en casa.

Luego de entrar a la habitación principal, abrió la caja


fuerte donde Franco guardaba su dinero para ver si
había algún fajo de billetes. Cabe destacar que había
también unos archivos al lado de un fajo de dinero.
Noemí sostuvo el documento y lo escaneo con
curiosidad antes de poner una cara de sorprendida.

«Mi marido le compró una vivienda con dos


recamaras y dos salas de estar en una residencia de
alto lujo en el centro de la ciudad, la cual cuesta 8
millones ¿y sin decírmelo? ¿Será que es para alguien
más además de nosotras?»

Como era de esperarse, Noemí se enfureció en un


instante cuando vio a nombre de quien estaba la
propiedad. La casa estaba bajo el nombre de
Anastasia.
Capítulo 28 ¿Qué tácticas usaste?

«¡Esa maldita Anastasia! Persuadiendo a Franco de


comprarle una casa a ella y a su hijo cuando ella
regresa. ¡Incluso comprarla sin mi conocimiento!
¡Qué ridículo!»

Noemí apretó los dientes con furia antes de tomar su


teléfono y marcar el número de su esposo.

— ¿Bueno?—Franco respondió la llamada.

—Franco, le compraste una casa a Anastasia y no me


dijiste. ¿Qué estás tratando de decir?

—Oh, ¿y quién te dio permiso de indagar en mi caja


fuerte para darle a Érica dinero?—Franco parecía
haber adivinado lo que ella estaba haciendo.

—Si puedes costear una casa de 8 millones para


Anastasia, unos cuantos diez o veinte mil para mi hija
no sería inconveniente, ¿verdad?—Noemí procedió a
acusarlo.

—No es seguro para Anastasia que viva rentando un


departamento con un niño. Además, Érica se está
quedando en casa con nosotros. Es agradable.
— ¿Entonces sólo te importa Anastasia? Mi hija no
puede comprarse un bolso, ¿acaso ella no te
importa? ¡Franco, eso es favoritismo!

—De acuerdo, ya basta. De todos modos, ya compré


la casa. Quería decírtelo, pero temía que hicieras un
escándalo.

Noemí estaba tan furiosa que podría sacar humo en


cualquier momento.

«¿Qué tácticas usó Anastasia para engañar a Franco


para que le agradara? ¡8 millones para comprarle una
casa como si nada! ¡Y la casa es propiedad privada de
Anastasia! ¡Todavía no confronto a Anastasia por
hacer que Franco cuide de su hijo!»

Al mismo tiempo, del otro lado de la línea, Franco ya


había colgado. Noemí tomó todo el dinero de la caja
fuerte junto con el título de la propiedad. Luego, bajó
las escaleras y le preguntó a Érica:

—Dime, ¿dónde trabaja Anastasia? Quiero verla


ahora mismo.

—Mamá, ¿por qué la quieres ver?—preguntó Érica


confundida.

—Tu padre le compró una casa por 8 millones a


nuestras espaldas. Voy a hablar con ella para que
entre en razón.—Noemí no sabía cómo ventilar más
la furia que contenía dentro.

— ¿Qué? ¿Papá gastó 8 millones en ella? ¿Y yo qué?


¡No tengo nada!—Érica estaba también enojada. Era
su hija también, así que ella quería todo lo que
Anastasia tenía.

De inmediato, Érica entró al auto y condujo hacia el


estudio de joyería burgués con su madre. Alrededor
de las 3 de la tarde, Anastasia estaba trabajando en
sus diseños. Estaba al corriente y sus diseños y
proyectos habían progresado con facilidad.

—Gabriela, dame otra taza de café.—Anastasia hizo


una llamada interna a su asistente para que le
consiguiera algo de café para despertar.

No pasó mucho cuando Gabriela llegó con una taza


de café en las rocas recién hecho, con una textura
suave y con crema en la superficie; fue servida de
esta manera con el propósito de ser estética.
Anastasia tomó la taza y procedió a darle un sorbo.
—Mm, nada mal. Está delicioso.

—Anastasia, ¿podrías darme unos consejos para bajar


de peso? ¿Cómo le haces para mantener tu figura?—
Gabriela era una chica linda, un poco rellena y
constantemente estaba preocupada por perder peso.

Anastasia pensó por un momento, luego sacudió su


cabeza y sonrió.

—Activo mi mente, por lo que bajo de peso sin


intentarlo.

A decir verdad, ella no subía de peso, no importaba


cuanto comiera. Además, tenía que cuidar de su hijo
e ir al trabajo también, por lo que era imposible para
ella ganar peso. Mientras tanto, Noemí y Érica habían
llegado al estacionamiento inferior. Fueron directo al
elevador y se dirigieron al departamento de diseño.
En cuanto salieron del elevador, Noemí captó a una
asistente.

— ¿Sabe dónde está la oficina de Anastasia?

La asistente se apresuró a apuntar a la dirección


correcta.
—Es la última oficina de allá.

Noemí caminó con el título inmobiliario en mano,


mientras que Anastasia estaba absorta en su dibujo
cuando la puerta se abrió de golpe. Levantó la mirada
de inmediato para ver a Noemí y Érica caminando al
mismo tiempo que echaba llamas. La mirada de
Anastasia se volvió apática y preguntó de manera
desagradable:

— ¿Qué?

Noemí arrojó el título en su escritorio.

—Escúpelo, Anastasia. ¿Qué tácticas usaste para


convencer a tu padre para comprarte una casa?
Capítulo 29 Un altercado

Anastasia quedó atónita luego de tomar ver el título


para leerlo. También estaba pasmada por el hecho de
que su padre le haya comprado una casa para ella,
pues nunca lo había puesto a discusión con ella antes
de realizar la compra.

—No te hagas la que no sabes, Anastasia. ¡El título


aquí está, no puedes negarlo!—Érica señaló con su
dedo mientras gritaba.

— ¡No lo estoy! Sí, papá me compró una casa, ¿y


qué? ¿Tienes problema con eso?—preguntó
Anastasia al levantar una ceja.

—El dinero de tu padre pertenece a toda la familia y


también tiene que pedirme permiso y de Érica antes
de comprar una casa. La mitad de la casa le pertenece
a Érica—exclamó Noemí para pelear por el privilegio
de su hija.

Anastasia lo consideró una ridiculez y observó a


Noemí.

—Esta propiedad está bajo mi nombre, así que ¿cómo


le daré la mitad a tu hija?
—Entonces le diré a tu padre que me compre una
también o que me dé 8 millones—dijo Érica con
soberbia.

— ¡Entonces ve y pregúntale! ¿Por qué venir a mi


oficina?—Anastasia usó una expresión soberbia al
hablar.

—Anastasia, he venido a darte una advertencia. Si


sigues pidiéndole a tu padre que te compre cosas y
que te dé dinero a mis espaldas, me divorciaré de él.
Tú serás la responsable de nuestro divorcio cuando
pase.—Noemí lanzó su amenaza.

Anastasia sonrió en son burlón.

—Si es así, recuerda avisarme cuando vayas a hacerlo.


Sabré cuando encontrar otra mujer para mi padre y te
aseguro que será mejor que tú.

—Tú… —Noemí estaba tan molesta que parecía que


iba a estallar.

Érica también tenía una expresión de desagrado.

—Anastasia, voy a hacer que pierdas tu trabajo ahora.


— ¿Qué planeas hacer?—preguntó al arquear sus
cejas.

— ¡Le diré a todos que tienes un hijo bastardo, el cual


tuviste de un amorío!—Érica habló en voz alta
intentando arruinar su reputación.

Anastasia río.

— ¿Quieres que te consiga un micrófono? ¿Para qué


lo digas más alto?

— ¿Crees que tengo miedo de hacerlo?—dicho esto,


Érica giró y abrió la puerta para salir de ésta. Noemí
estaba orgullosa del atrevimiento de su hija, pues ella
también deseaba que Anastasia perdiera su trabajo.
En la oficina principal, Érica gritó a todo pulmón:

— ¡Tengo noticias para todos! ¡Anastasia Torres tiene


un amante! ¡Destruyó la familia de alguien más y dio
a luz a un hijo en el extranjero! ¡Tengan cuidado de
ella porque es una mujer sin vergüenza y
entrometida!

De pronto, los empleados de la oficina se levantaron y


vieron a Érica, quien estaba gritando. Uno de ellos se
apresuró a preguntar:

— ¿En serio? ¿La señorita Torres es la amante de


alguien?

— Claro que es en serio. ¿Por qué mentiría? Sin


mencionar que ha estado estos cinco años trabajando
en un bar y entregándose por dinero… Es por eso que
mi padre se deshizo de ella.—Érica procedió a contar
los eventos de hace cinco años.

Mientras Érica hablaba con ánimos, alguien apareció


detrás de ella. En seguida, alguien tomó el hombro de
la joven y le tendió una bofetada en su cara. Fue nada
más y nada menos que Anastasia. Ya tuvo suficiente
de las tonterías de su hermana durante estos cinco
años. No podía soportarlo más, en especial cuando
escuchó a Érica llamar a su hijo un bastardo; fue
entonces cuando Anastasia perdió razón de sí.

—Ah…—Érica gritó e intentó golpearla de regreso,


pero Anastasia lo esquivó a tiempo. Ella jaló del
cabello de Érica y la mandó al piso. Cuando Noemí
salió de la oficina, lo primero que miró fue a su hija
siendo golpeada, por lo estalló en ese instante.

— ¡Anastasia, malnacida! ¡Cómo te atreves a golpear


a mi hija! ¡Déjala ir!

El cabello de Anastasia fue agarrado por Noemí


haciendo que dejara de golpearla. Sin embargo, el
agarré de Anastasia al cabello de Érica aumentó junto
con el dolor que ella experimentaba.

— ¡Ah! ¡Duele! Suéltame, Anastasia…—Érica gritó de


dolor debido a que ella jalaba muy fuerte.

— ¡Suéltala, malcriada!—el corazón de Noemí estaba


afligido por su hija, era tanto la aflicción que levantó
su brazo y plantó una bofetada en la cara de
Anastasia.

Ella se aguantó el dolor y siguió golpeando la cara de


Érica. Ella seguía en el suelo de rodillas sin poder
liberarse. Su posición era conveniente para golpearla.

—Golpéame una vez y yo lo haré al triple. Pruébame.


—Anastasia no se veía bien, pero su feroz osadía lo
compensaba.

De pronto, Noemí dejó ir a Anastasia y ésta vio cómo


llegaba Fernanda con más personas, por lo que dejó ir
a Érica. Tenía en su mano un puñado de cabellos
arrancados y el rostro de Érica estaba hinchado y
pálido por el dolor. Noemí levantó a su hija, lista para
otro altercado. Luego, Fernanda gritó:

— ¿Quiénes son ustedes y por qué están causando


tanto alboroto en nuestra compañía?
Capítulo 30 Un pasado curioso

Anastasia arregló su cabello despeinado, la mano


quedó marcada y roja en su cara bonita.

— ¡Deshágase de ellas!—le dijo a Fernanda.

—Soy la madrastra de Anastasia y tengo asuntos


privados que arreglar con ella.—expresó Noemí.

—No me importa quienes sean. Esto es una


compañía, no el patio de su casa. Si se rehúsan a irse,
llamaré a la policía.—Fernanda no le dio importancia
a Noemí.

Noemí pensó que podía involucrar a la policía en este


asunto, por lo que se llevó a su hija y dijo:

—Vámonos, Érica. Seguiremos con esto después.

Anastasia mordió su labio rojo y dejó salir un suspiro


mientras veía al dúo retirarse. En cuanto a los
mirones de la oficina, la mayoría de ellos no podían
evitar ver a Anastasia con otros ojos. A pesar de su
delgada figura, ella era capaz de pelear contra dos
personas.
— ¿Qué es lo que ocurre contigo, Anastasia? ¿Cómo
es que hay tanta gente que viene contigo a buscarte
problemas?—Fernanda y Anastasia estaban fuera de
sí por lo que ocurrió recientemente, por lo que ella
prometió a su superior.

—Intentaré no traer mis asuntos personales al


trabajo.

Anastasia regresó a la oficina y cuando estaba por


atar su cabello la línea directa de su teléfono sonó.
Ella tomó la llamada.

— ¿Diga?

— ¿Te metiste en una pelea de nuevo?—un hombre


con una voz gruesa y en tono molesto se escuchó por
el teléfono.

Anastasia quedó sin habla.

«¿Cómo es que las noticias llegaron hasta él tan


rápido?»

No obstante, luego recordó que las paredes tienen


oídos.
—Buenas noticias. Gané.—Anastasia respondió con
descaro.

—Y aún tienes el descaro de presumir. Eres madre


ahora; es inapropiado que pelees todo el tiempo.—
dijo Elías irritado.

Anastasia sonrió, pero ese movimiento hizo que la


herida en su rostro le doliera, haciendo que expresara
su dolor.

—Voy a colgar ahora. Mi cara me duele.

Colgó la llamada de inmediato, luego Ray llegó a la


oficina de Anastasia con un paquete de hielo.

—El presidente Palomares me pidió que le entregara


esto. Tenga más cuidado la próxima vez, señorita
Torres por favor.

Anastasia miró a Ray y aceptó el paquete de hielo.

—Gracias, Ray.

—Debería agradecerle al presidente Palomares.—Ray


sonrió un poco antes de retirarse.
Anastasia sostuvo el paquete de hielo en su cara,
pero el dolor persistió cuando éste hizo contacto. Ella
soltó un leve suspiro, ya que no podía creer que su
padre le compró una casa. Debido a esto, tomó su
teléfono y marcó el número de su padre.

— ¿Qué ocurre, Anastasia?

—Papá, ¿por qué no me dijiste que me compraste


una casa?

— ¿Cómo te enteraste?

—La mismísima Noemí llevó el título a mi oficina.


Papá, no lo hagas la próxima vez, en caso de que se
vuelva a enojar.—Anastasia procedió a darle consejo
a su padre.

—Me he sentido culpable en estos cinco años, por lo


que es mi manera de compensártelo. Puedes
mudarte el mes que viene.

—Gracias, papá.

—También quiero darle a Alejandro y a ti un hogar


estable.—dijo Franco.
En la oficina del presidente, Ray mostró una
grabación de seguridad en la oficina principal y la
reprodujo para Elías. Fijó su mirada en la chica que se
acercó a la pantalla y al escuchar sus palabras sus ojos
se abrieron de más.

«¿Anastasia tenía un amante y su hijo es producto de


un amorío? ¿Llegó incluso a venderse por dinero en
un bar hace cinco años? ¿Qué?»

En la grabación, Anastasia atacó de manera feroz y le


dio a Érica una bofetada. Luego, ella la jaló del cabello
poniendo a Érica en el suelo. Por consiguiente, otra
mujer se acercó y jaló el cabello de Anastasia
mientras la golpeaba. Después Anastasia golpeó a la
mujer que estaba en el suelo unas cuantas veces más
hasta que Fernanda llegó y resolvió el incidente. Él
tenía que admitir que esa mujer era una máquina de
pelear.

— ¿Pudiste averiguar quién es el padre del hijo de


Anastasia?

—Nuestro personal en el extranjero sólo pudo


encontrar información del hospital donde la señorita
Torres dio a luz a su hijo. No había información del
padre.—reportó Ray.
El semblante de Elías se oscureció.

«¿De verdad esta mujer era la amante de alguien y


escapó al extranjero para dar a luz a su hijo que debía
criar sola? ¿Y por qué venderse en un bar hace cinco
años? ¿Tenía tanta necesidad de dinero?»
Capítulo 31 Hora de alardear

Elías apagó su computadora. Sólo Anastasia tenía las


respuestas a sus preguntas; ya sea que en verdad
haya sido la amante de alguien que destruyó a la
familia de alguien más.

—Sigue investigando.—Elías le ordenó en voz baja.

Ray obedeció y se retiró, a lo que después el rostro de


ennegrecido de Elías cayó por un lado. Ella incluso dio
a luz a su hijo, así que, ¿qué esperaba con exactitud?
Cuando Érica regresó a casa, fue corriendo a su
habitación a lo cual marcó el número de Helen sólo
para ventilar su enojo con ella.

— ¿Tú causaste problemas en la compañía de


Anastasia?—Helen preguntó con asombro.

—Mi padre le compró una casa valuada en 8 millones


a las espaldas de mi mamá y la mía. ¿Por qué no
debería estar enojada?

— ¡No puedo creer que Anastasia haya hecho eso!


Érica, debes tener cuidado. No debes dejar que robe
todas las propiedades de tu padre.—Helen se lo hizo
saber.
— ¡Hmph! Nunca dejaré que de vigilarla y no la
dejaré vivir en paz tampoco.—procedió Érica a
articular—. ¿Estás en casa, Helen? ¡Vamos a beber
esta noche!

—Em… No me he sentido muy bien estos días, así que


no puedo beber por ahora.—Helen procedió a
declinar—. Deberías conseguir a alguien más para
que te acompañe.

Érica presintió que Helen estaba siendo más


reservada de lo usual estos días debido a que solían
pasar el rato más seguido con anterioridad. En el
lujoso chalé, Helen terminó la llamada con Érica
mientras su semblante cambiaba. La madre de
Anastasia había salvado a Elías, lo que significaba que
Anastasia podía tomar ventaja de ese favor. Podría
incluso pedirle que se casara con él y lo más probable
es que si sucediese. En cuanto al por qué Anastasia
no había hecho la petición aún, debía ser por su
personalidad. Ella era una persona testaruda por lo
que era definitivo que no perdería la cabeza por
alguien adinerado. En pocas palabras, vivía una vida
bastante sobria. Además, ella no se casaría con
alguien sólo para cobrar un favor. Ella había dicho en
el bachillerato que odiaba a la persona que causó la
muerte de su madre, así que ¿será acaso que
Anastasia todavía odiaba a Elías por ello?

No importaba lo que pasase, Helen tenía que detener


a Anastasia de hacer esa petición y la mejor manera
para lograrlo era mostrarle a Anastasia qué tan íntima
era con Elías. Sólo entonces Anastasia odiaría a ella y
a Elías aún más. Helen le dio un vistazo a la hora. Era
casi hora de que las personas terminaran de trabajar,
por lo que debía ir y dar una visita en el estudio de
joyería burgués. Ella disfrutaba del trato que merecía
por ser una joven adinerada cuando conducía los
autos deportivos que Elías le regalaba.

Antes de su vida actual, cada que se encontraba en


carretera, podía sólo admirar a las hermosas hijas
ricas de familias con dinero. Ahora, ella también se
había convertido en objeto de admiración. Todas las
miradas se posaban en ella cada que se detenía en la
carretera. Los hombres jóvenes se sorprendían y su
vanidoso corazón se encontraba satisfecho.

Helen se dirigió al elevador y fue hacia el


departamento de diseño. Su presencia hizo atraer las
miradas de admiración y respeto por parte de todas
las empleadas femeninas de la oficina, ya que era la
esposa de su jefe. Caminó de inmediato por la puerta
de la oficina de Anastasia y procedió a abrir la puerta
sin más que un saludo. Anastasia estaba agarrando
sus cosas para irse a casa cuando vio a Helen entrar.
Su semblante oscureció y preguntó:

— ¿A qué has venido?

Helen estaba usando un vestido con cuello en forma


con V y un conjunto de joyería que brillaba en su
pecho. Era la misma joyería que estaba de muestra
ese día. Ella lo tocó y le dijo a Anastasia:

—Elías me lo regaló. ¿Se ve bien?

—Si estás buscando presumir, estás con la persona


incorrecta.—Anastasia observó a Helen con frialdad
ya que la conocía bastante bien.

Helen no venía de una familia con dinero, pero su


vanidad era insuperable. Tan pronto como recibía
algo lindo, lo presumía a todo aquel que conociera.

—Vine a invitar a Elías a cenar. Tenemos una cita


romántica esperándonos esta noche, así no te
retraso.—En realidad estaba ahí para hablar de su
relación con Elías.
—Aunque no tenga idea de lo ciego que puede ser él,
debió de haber visto algo en ti. Cualquiera con ojos
sabría que merece mejor—explicó Anastasia sin filtro
alguno.

La expresión de Helen quedó cabizbaja a lo que ella


replicó:

—Anastasia, tú no sabes cómo me mira él. ¿Qué


derecho tienes que decir eso?

—Entonces dime, ¿cómo es que confías en él?


Capítulo 32 Una marca

—Eso no es de tu incumbencia. Sea lo que tenga que


pasar entre nosotros ya pasó. Tú no sabes cuánto me
ama. Él me da todo lo que le pido.—Helen levantó la
mirada con dicha.

Anastasia quedó atónita por unos segundos.

«Parece que ya han dormido juntos. Creo que


subestimé las habilidades de Helen.»

—Anastasia, no me digas te has enamorado de él


también.—Helen sugirió.

— ¿Qué? ¿Tienes miedo de que te lo robe?—


Anastasia no era tonta. Claro que Helen temía por eso
y no la dejaría en paz.

—Tú… Tú no eres capaz de quitármelo.—Un odio se


mostró en los ojos de Helen.

Anastasia se sentía incómoda al recordar el beso


accidental en el auto la noche anterior. Si Elías de
verdad durmió con Helen, Anastasia no quería algo
íntimo con él.
—No te preocupes, todo lo que haya sido usado por ti
es basura para mí.—ella respondió con frialdad.

—Entiendo, entonces le diré a Elías cada palabra que


dijiste.—proclamó Helen al dar por sentado que
Anastasia temería por haber dicho algo malo.

Al contrario, Anastasia se hallaba generosa.

—Entonces asegúrate que no te olvides de ninguna


sílaba. Intenta imitar mi voz para que sea más
convincente.

La impresión era evidente en los ojos de Helen,


Anastasia desbordaba confianza desde la cabeza a los
pies, a lo cual Helen le tenía envidia. Helen por fin se
retiró e hizo que Anastasia dejara salir un respiro. Si
Helen llegaba a alardear, ella tendría una cucharada
de su propia medicina.

Mientras tanto en la oficina del presidente, Helen


tocó la puerta.

—Pase—respondió una voz masculina gruesa y


cautivadora.

Ella abrió la puerta para ver una figura masculina


sentada en el sillón, luego lo llamó con su dulce voz:

—Elías.

Él entrecerró los ojos y preguntó:

— ¿Qué haces aquí?

—Estaba aburrida y fui a caminar —dicho esto, Helen


mordió sus labios rojos con pena y luego tomó
asiento a su lado y se quedó en silencio.

— ¿Qué sucede? ¿Alguien te molestó?—él podía


presentir que estaba molesta.

—Acabo de ver a Anastasia. Quería disculparme por


lo que pasó la última vez, pero ella… Ella se rehusó a
aceptar mis disculpas y me corrió. Incluso ella dijo…

Elías frunció el ceño.

— ¿Qué fue lo que dijo?

—Ella preguntó por nuestra relación, así que tenemos


una relación súper íntima. Luego, ella dijo que todo lo
que yo toco es sucio para ella.—Los ojos de Helen
estaban llenos de descontento.
Elías de inmediato entendió que lo sucio era él, de
acuerdo con lo que dijo la mujer. No pudo evitar más
que mofarse con discreción.

«¿Yo? ¿Sucio? Entonces, ¿por qué tomó la iniciativa


en besarme anoche? Ahora, ¿dice que yo soy alguien
sucio? Qué mujer tan malagradecida.»

Helen observaba en secreto las expresiones del


hombre a su lado. No obstante, divagando e inmerso
en sus pensamientos sin intenciones de ser
condescendiente con ella.

«¿Acaso Elías no sabe que Anastasia lo estaba


insultando?»

—De acuerdo, no vengas a la compañía a menos que


sea algo importante. Suficiente amargura hay en este
lugar que puedes molestarte de nuevo.—Elías
procedió a consolarla con la intención de darle una
indicación.

— ¿Y si te extraño?

—Iré a verte cuando tenga tiempo. De lo contrario,


también puedes marcarme al teléfono, mandar un
mensaje o videollamada.—Elías miró a Helen y
aunque ella le dio una impresión diferente de la que
le dio hace 5 años, él no la habría sido grosero con
ella.

Mientras Helen contemplaba el perfil griego de aquel


hombre, su atención de pronto se dirigió a la marca
roja en su cuello. Ella se sorprendió y se aproximó a
darle un vistazo más de cerca.

—Elías, ¿qué le pasó a tu cuello?

—Nada, sólo una reacción alérgica.—Elías ajustó el


cuello de su vestimenta para esconder la marca.

— ¿Cómo te la hiciste?

—Soy alérgico a los mariscos.—procedió a explicar en


voz baja al mismo tiempo que se levantaba—. Por
favor, dame un momento en lo que respondo algunos
correos electrónicos.

Elías caminó hacia su escritorio mientras que Helen


fue al tocador de la oficina para arreglar su
maquillaje. Posterior a esto, ella abrió la puerta y
entró al cubículo. Tan pronto como hizo esto algunas
empleadas también entraron.
—Chicas, lo he visto con claridad cuando fui a
entregar los documentos hace poco. Esa marca en el
cuello del presidente Palomares es un moretón.
Capítulo 33 Sospechoso

— ¿De verdad? ¿Entonces su novia se está jactando


de su relación a propósito? Eso explicaría por qué
dejó una marca en una zona tan obvia como el cuello.

— ¡Sí! Eso significa que el presidente Palomares es un


hombre candente. Me pregunto cómo sería estar en
la cama con él.

—Espera, ¿quién en nuestra compañía podría


meterse con él?

—Creo que Anastasia tiene una buena oportunidad.


Ella es hermosa, claramente, pero también ha evitado
ser despedida a pesar de los problemas que ha
causado. No creería que en ese sentido se hubiera
involucrado con el presidente Palomares. Tú sabes
que despidió al señor Lomelí el otro día, ¿verdad? Y
eso que eso que el señor Lomelí sólo cometió un
pequeño error.

— ¿Será que ese moretón habrá sido de Anastasia y


no de su novia? ¿Y si lo hizo para retar a la novia del
presidente Palomares?

Las tres empleadas dejaron volar su imaginación,


como si fueran escritoras de novelas de detectives.
Dentro del cubículo, la expresión de Helen siguió
cambiando. Ya había sospechado que la marca en el
cuello de Elías no era por una reacción alérgica, sino
por algo tan inesperado como un moretón. La novia
de la que hablaban debía ser la misma Helen, pero
eso no tenía nada que ver con ella. Si no fue ella,
entonces fue obra de otra mujer.

«¿Quién estuvo con él anoche? ¿En verdad fue


Anastasia?»

Helen estaba tan celosa que su tono de piel parecía


estar verde del agobio. Si no fue Anastasia, entonces
¿quién? ¿Había otra mujer con Elías con la que fuese
tan íntimo? No importa quién fuese, Helen la quería
lejos. Elías sólo era de ella y de nadie más que ella.
Regresó a la oficina para ver a Ray sentado sin señal
de Elías.

— ¿Dónde está Elías?

—Mis disculpas, señorita Sarabia. El presidente


Palomares tenía que atender otros asuntos en la
oficina principal, por lo que me pidió que la llevara a
casa. —Ray dijo con cortesía.
El corazón de Helen se llenó de una gran decepción.
Aunque Elías cumplía sus caprichos materiales, él
nunca había sido íntimo con ella. Era como si fueran
cercanos y al mismo tiempo distantes. Ella no quería
compensaciones materiales, ella deseaba ser su todo,
ser su señora de Palomares.

—Llegué aquí por mi cuenta. Ray, ¿Elías trabajó horas


extras anoche? —preguntó ella con curiosidad.

Ray asintió.

— ¡Sí! El presidente Palomares ha estado trabajando


horas extras estos días.

Helen apretó los labios.

—Entonces, dile que descanse más seguido y que no


trabaje demasiado.

—Por supuesto. —Ray sonrió.

Helen tomó su bolso y se retiró. No podía evitar


preguntarse quién era la mujer que acompañó a Elías
anoche. En ese momento, su teléfono sonó. Era una
llamada de Érica.
— ¡Helen, estoy triste! ¡Ven a beber conmigo, por
favor!

Helen no estaba de buen humor, por lo que le


respondió:

—Claro, ¿dónde estás? Iré contigo.

Una hora después, se quitó todas sus joyas que usaba


y recogió su cabello para verse con Érica. Cuando la
vio, le pareció que Helen se veía muchísimo más
bonita con la piel clara.

— ¿Qué ha sido de ti estos días? —Érica le preguntó


mientras tomaba asiento en el bar de música.

—Voy seguido a un salón de belleza de manera


reciente.—Helen también supo que se había vuelto
mucho más bonita.

—Oh, oye, ¿estás usando lo último de Chanel? La otra


vez lo miré en línea.

—Es una réplica de gran calidad. Fue difícil para mí


comprarlo.—Helen mintió.

Érica procedió a tocar el material de fábrica.


—Este material es excelente. ¡Es como si fuese real!
¿Dónde lo conseguiste? Yo también quiero uno.

—Era el único que tenían disponible.—Dicho esto,


Helen cambió de tema—. ¿Cómo has estado tú?

—Esa maldita de Anastasia arruinó mi familia. Mi


papá ya no pasa tanto tiempo en casa, como si
escogiera ir con ella cada vez que tiene tiempo.
Incluso estuvo con ella hasta más de las 10 de la
noche y es como si regresara temprano por la
mañana.

— ¿Por qué?—Helen preguntó con curiosidad.

—Anastasia dijo que tenía que trabajar horas extras,


por lo que pidió a mi papa que cuidara a su hijo. Creo
que sólo le pide que lo haga para que ella vaya a
divertirse.

Helen escuchó su cabeza zumbar. Ray dijo que Elías


estaba trabajando horas extras anoche en la
compañía y Anastasia también estuvo trabajando
extra en el mismo lugar y tiempo. ¿Será que las
coincidencias existen?
Capítulo 34 Compañero

¿Podría ser que ellos hicieron algo inimaginable en la


oficina? ¿Anastasia estaba mintiendo cuando dijo que
no le gustaba Elías? ¿Ya estaba involucrada con Elías
desde hace tiempo? Así que, Anastasia
intencionalmente plantó una marca en el cuello de
Elías para que Helen lo viera. El odio y los celos
ardieron con fuerza en los ojos de Helen mientras
pensaba, «Anastasia realmente es una desgraciada».

Anastasia dijo que no les gustaba, pero lo estaba


seduciendo en secreto. ¿Cómo se volvió tan astuta en
5 años? Helen decidió que no podía subestimar a
Anastasia después de todo.

―Que desvergonzada. ― Helen gruñó entre dientes.

Érica estuvo de acuerdo de inmediato.

―Lo sé, ¿Verdad? ¡No tiene vergüenza! Hoy tomó un


puño de mi cabello y ocasionó que mi rostro se
inflamara. No dejaré que se libre tan fácil.

Las palabras de Helen no fueron dichas sólo por el


bien de Érica, si no que fueron expresadas por su
propio bien.
―¿Cuántos años tiene el hijo de Anastasia?
―preguntó Helen con curiosidad.

Érica rápidamente sacó su teléfono y buscó entre su


álbum antes de detenerse en algunas fotos.

―Aquí tienes. Tomé algunas fotos en casa a


escondidas. Me preguntó quién es el papá de este
mocoso.

Cuando Helen tomó el teléfono y miró la cara del niño


en la foto, sus pupilas titubearon de inmediato.
Estaba tan sorprendida que su mente se quedó
completamente en blanco en un instante. «¿Cómo
puede ser posible? ¿Cómo es que el hijo de Anastasia
se parece tanto a Elías?» Ella continúo mirando las
fotos, y entre más lo hacía, más aterrorizada estaba.
Sus sospechas incluso se estaban convirtiendo en una
confirmación. El hijo de Anastasia no era un mocoso
de un hombre cualquiera. Él fue concebido a partir de
una semilla implantada por el propio Elías hace 5
años y ella había dado a luz tranquilamente a ese
bebé en el extranjero.

―¿Cuántos años tiene?

―Esa desgraciada de Anastasia dice que tiene 3 años,


pero no lo creo. Ningún niño de 3 años sería tan
alto―respondió Érica, pensado que Anastasia estaba
llena de mentiras.

Mientras Helen miraba al niño en la pantalla del


teléfono, sólo podía sentir una mano cerrándose
alrededor de su corazón y estaba a punto de jadear.
Anastasia no sabía que Elías era el hombre de hace 5
años, así que naturalmente no sabía que su hijo era
de él. Ahora, la relación de Anastasia con él se había
vuelto aún más complicada que el sacrificio de su
madre a cambio por la seguridad de Elías. La cosa
más importante era que su hijo tenía la sangre de los
Palomares corriendo entre sus venas. Helen estaba al
borde de la desesperación. «¿Cómo Anastasia pudo
tener tanta suerte? ¿Sólo una noche hace 5 años y ya
tiene un hijo de Elías?

Ella decidió que tenía que estar con Elías tan pronto
como fuera posible. Sólo al tener un hijo de él, ella
obtendría el poder necesario para luchar contra
Anastasia. Entonces, el hijo de Anastasia no
significaría nada mientras que será su propio hijo el
heredero del imperio de la familia Palomares. Con
eso en mente, Helen pareció haber revivido.

―Helen, ¿por qué estás desconectada? ¿Todo ha


estado bien estos últimos días?―. Érica se dio cuenta
que Helen tenía una expresión sombría.

―No es nada. Sólo estuve ocupada, así que no podía


pensar con claridad―mintió Helen con mientras
mostraba un rostro de agotamiento.

Érica no dudó de ella. Si hubiera sabido que Helen


estaba viviendo una vida lujosa y que sólo consumía
los mejores productos posibles, probablemente
estaría loca de celos. Era sólo porque en los ojos de
Érica, Helen siempre estaba siguiéndola. Por lo tanto,
éste era el odio más profundo de Helen. Antes había
vivido como un perro, donde nadie la conocía. Juró
que algún día se convertiría en la señora de la familia
Palomares, de esa manera finalmente se sentiría
orgullosa y respetada por todos los demás.

Después de salir del trabajo ese día, Anastasia fue a


recoger a su hijo. Cuando llegaron a su pequeño
hogar en la noche, cocinó algunos platillos, uno de los
cuales era el favorito de su hijo, pollo a la cacerola. El
niño podía devorarlo todo.

―Mami, el abuelo dijo que ya no eres joven y que


quiere que encuentres un compañero de vida―dijo
de la nada el pequeñín. Ella no pudo evitar reírse a
carcajadas. ―Te tengo conmigo y somos los mejores
compañeros, ¿verdad?

―Mami, el abuelo también me preguntó quién es mi


papá. ¿Puedes pedirle que regrese?―preguntó el
pequeño.
Capítulo 35 El encuentro

Anastasia dejó de reírse y miró a su hijo seriamente.


―Alejandro, no hay que buscar a papi, ¿de acuerdo?
Mamá puede criarte sola.

―El abuelo dijo que no es correcto que mi papi evite


tomar responsabilidad. Él tiene que ser responsable
contigo y conmigo―dijo el pequeño niño con una
expresión adulta. Anastasia se quedó sin palabras,
¿Por qué su padre hablaba sobre esas cosas con su
hijo?

―El abuelo dijo que él se hará viejo y algún día el ya


no será capaza de cuidarnos.

Ella podía sentir las lágrimas venir. Su padre estaba


preocupado de que se hiciera viejo y se debilitaría,
por lo que sería incapaz de cuidar de ella y su hijo.
Trató de suprimir las lágrimas mientras
respondía:―Sé bueno, Alejandro. Me haré fuerte y
cuidaré de ambos.

―Está bien. Yo también creceré rápido y seré muy


alto, así podre cuidar de mami y del abuelo―. Con
eso, el niño pequeño continúo devorando su cena. El
corazón de Anastasia se suavizó con sus palabras. Su
hijo lo era todo para ella, así que definitivamente
deberá construir un ambiente de protección para él.

El siguiente día era el sábado. Era temprano en la


mañana y pensó que no tendría que ir a trabajar, pero
entonces recibió una llamada de Fernanda.

―Anastasia, ¿Por qué no estás aquí para las horas


extras?

―¿Tengo que hacerlo?―. Anastasia se puso de pie


con una mano en su frente mientras preguntaba. ¿Por
qué era necesario trabajar horas extras cuando eran
una compañía local?

―Porque vamos a hacer un nuevo lanzamiento. Es


una costumbre trabajar horas extras durante están
semanas. ¡Ven aquí pronto!

―En ese caso… ¿Puedo llevar a mi hijo a la oficina?


―Anastasia preguntó apresuradamente.

―Está bien, claro. ― Fernanda estuvo de acuerdo, ya


que sabía que Anastasia era madre soltera.

Anastasia despertó a su hijo inmediatamente con


besos y le dijo:―Alejandro, vámonos. Ven conmigo a
la oficina para trabajar horas extras.

El pequeño parecía estar aún medio dormido, pero


asintió con la cabeza de todas maneras. Ella condujo a
su hijo escaleras abajo y llamó a un taxi para ir a la
oficina. Había comprado un poco de pan para el
camino como desayuno y ya eran las 9:50 de la
mañana cuando llegó a la compañía. Gabriela estaba
trayendo café cuando miró al lindo niño en el sofá,
que la dejó impresionada de inmediato.

―¡Guau! ¡Oh, Dios mío! ¡Es tan lindo!

El pequeñín llevaba una camisa negra con unos


pantalones. Su cabello negro cubría su pequeña
frente y un par de enormes ojos radiantes se
asomaban como brillantes gemas debajo de sus
densas y rizadas pestañas. Sus rasgos eran exquisitos
y bellos como un hermoso muñeco.

―Hola, pequeñín, ¿Te rizaste las pestañas cuando aún


estabas en el vientre de tu madre? ¡Son tan largas y
rizadas!―dijo Gabriela con admiración. Al escuchar
eso, Anastasia sólo podía decir que el anfitrión de esa
noche tampoco estaba tan mal. Mientras Anastasia
estaba leyendo los documentos con su cabeza baja,
Gabriela aprovechó la oportunidad para extender su
mano.

El pequeñín la miró con enfado: ―Señorita, ¿podría


parar de pellizcar mis mejillas? Duele.

―Lo siento, lo siento, es sólo que tu cara es tan


blanda que no pude evitarlo. Me detendré ahora―se
disculpó Gabriela rápidamente.

En este momento, Anastasia respondió una llamada


de Fernanda. ―Ven a mi oficina por un momento.

―Gabriela, voy a ir a la oficina de la directora


Espinosa. Cuida de Alejandro por mi mientras no
estoy.

―¡Claro! No hay problema―. Gabriela le hizo un


gesto con la mano señalando que estaba bien.

En el estacionamiento subterráneo de Burgués, un


Bentley de bajo perfil, pero lujoso acababa de llegar
del cual Elías salió del asiento del conductor. Justo
acababa de recibir una llamada de Lorenzo,
informándole que había un documento importante
que necesitaba firmar. Fue en ese momento que se
dio cuenta que todo el personal de Burgués estaba
trabajando horas extras. Lorenzo se ofreció a llevarle
el documento, pero ya que casualmente Elías se
encontraba en el área, vino a la oficina por su cuenta.
Oprimió el botón del elevador y subió hasta su
oficina.

Gabriela jugó con el pequeñín por un momento antes


de recordar que había un documento que se suponía
que tenía que firmarse. Le dijo al niño:―Alejandro,
prométeme que no vagarás por ninguna parte.
Regresaré justo después de que entregue un
documento, ¿de acuerdo?

―¡Esta bien!―. El pequeñín asintió con la cabeza


obedientemente.

Ella no se había ido por mucho tiempo cuando


Alejandro necesitó ir al baño. Abrió la puerta de la
oficina y corrió hacia el baño localizado en el mismo
piso, sólo para encontrase con un anuncio que decía
«Bajo reparación» colgado afuera. El pequeñín
inmediatamente corrió hacia el elevador y presionó el
botón para subir. Pronto, las puertas del elevador se
abrieron con un ding. Miró hacia arriba para ver al
hombre alto en el elevador. Tan pronto levantó la
cabeza, preguntó: ―Señor, ¿Dónde está el baño?
Necesito hacer pipí.
Ante la repentina pregunta del niño, Elías se
sorprendió antes de que su mirada oscura y
reservada se posara en el niño cuya altura sólo le
llegaba a sus muslos. Se quedó sorprendido por unos
segundos mientras miraba el rostro levantada del
niño.
Capítulo 36 ¿Dónde está Alejandro?

«¿De dónde vino este niño?»

―Señor, por favor apresúrese y lléveme. ¡No puedo


aguantarme más!―El pequeñín tomó de los
pantalones de Elías mientras gritaba con el rostro
rojo. Elías respondió en voz baja: ―Está bien, te
llevaré.

Las puertas del elevador se volvieron a abrir con su


característico sonido. Se inclinó para llevar al niño en
sus brazos mientras se dirigía hacia el baño. Elías llevó
al niño dentro y vigiló mientras el pequeñín hacia sus
necesidades. Después de que el pequeñín había
terminado, suspiró con satisfacción antes de
finalmente recordar en darle las gracias al guapo
caminante.

―Gracias, señor.

―¿Cuál es tu nombre? ¿Y por qué estás aquí? ―Elías


no pudo evitar preguntar con curiosidad.

―Mi nombre es Alejandro Torres y vine a acompañar


a mi mami al trabajo ―respondió Alejandro con una
voz clara.
Elías frunció el ceño. ―¿Tu madre es Anastasia
Torres?

―¿Conoce a mi mami, señor?

Él también estaba dando una puñalada en la


oscuridad. Anastasia era una madre soltera, así que
probablemente su hijo tenía su apellido. El pequeñín
salió corriendo y lavó sus manos. Mientras miraba al
reflejo del hombre alto en el espejo, dijo
repentinamente: ―¡Señor, nos parecemos!

Elías se congeló antes de examinar sus rostros


seriamente y se daba cuenta de que efectivamente se
parecían.

―Señor, ¿está soltero? ¿Tiene novia? ―El inquisitivo


pequeñín levantó la cabeza y preguntó.

Elías podía ver lo que el niño estaba pensando detrás


de esos enormes ojos suyos. Sin embargo, a pesar de
saber las intenciones del niño, dijo la verdad. ―Sí,
estoy soltero. No tengo novia.

―Entonces, ¿Consideraría a mi mami? Es joven,


hermosa y tiene una buena figura. También es
amable y gentil, además de eso cocina muy bien.― El
pequeñín comenzó a promocionar a su madre. Él
quería resolver los problemas de su abuelo y también
buscar un hombre que cuidara de su mami.

La sorpresa apareció en los ojos de Elías. «Este


pequeñín es muy interesante» pensó. Entrecerró sus
ojos y respondió: ―Entonces tendrás que preguntarle
si está dispuesta a casarse conmigo. Si lo está, estaré
dispuesto a tomar su mano. ―El niño pestañeó con
sus grandes ojos, feliz de saber que todos amaban a
su madre. Después de todo, este hombre guapo dijo
que estaba dispuesto a casarse con ella de inmediato.

―Muy bien, le preguntaré por usted. ¿Cuál es su


nombre? ―El pequeñín asistió con seriedad,
caminado hacia el elevador cuando terminó de
lavarse las manos.

―Mi nombre es Elías Palomares ―respondió el


hombre con su voz profunda y seductora.

―¡Esta bien! Lo tengo ― dijo y lo memorizó. Por


alguna razón, quería permanecer a lado de este
guapo hombre un poco más.

―Señor, mi mami está en una reunión ahora, así que


¿puedo ir a su oficina a jugar?

―Claro ―asintió Elías. Estaba guiando al niño hacia la


salida cuando dos empleados vinieron caminando
desde la otra dirección. Estuvieron sorprendidos al
instante cuando miraron al pequeñín a lado de Elías.
«¿El presidente Palomares tiene un hijo?»

―Presidente Palomares, ¿Asumo que es su hijo? ¡Es


tan lindo!

―¡Si! ¡Se parece mucho a usted!―Las dos empleadas


exclamaron con sorpresa.

Elías frunció el ceño mientras miraba al pequeñín a su


lado. «¿Nos parecemos tanto? ¿Yo y este niño?»
Después, miró al pequeñín. Aunque el niño no era su
hijo, de alguna manera se sintió apegado a él y no
pudo evitar querer mimarlo. Su abuela estaba en lo
correcto en apresurarlo a cuidarlo porque podía
sentir una afinidad indescriptible con este niño.

En la sala de juntas, Gabriela abrió la puerta y se


apresuró a entrar con una expresión de pánico.
―Anastasia, Alejandro desapareció.

―¿Qué?―Anastasia rápidamente se levantó y salió


corriendo de la sala de juntas sin decir una palabra.
Miró que ciertamente su hijo había desaparecido de
su oficina, y Gabriela también aclaró que había
buscado en todo el piso, pero sin éxito.

En este momento, una asistente llegó desde el octavo


piso para entregar documentos y le dijo a
Anastasia:― Señora Torres, ¡acabo de ver a su hijo
con el presidente Palomares justo ahora!
Capítulo 37 Helado

Anastasia rápidamente tomó el elevador al octavo


piso. Se paró enfrente de la oficina del presidente y
tocó la puerta antes de abrirla sin siquiera esperar
por una respuesta.

Cuando miró a su hijo sentado en el sofá de Elías,


rápidamente suspiro con alivio antes de gritar
enfada:―Alejandro, ¡¿Estás tratando de darme el
susto de mi vida?! ¡¿Por qué huiste así?!

Alejandro no espero que sus acciones fueran a


espantar a su madre al grado de ponerse pálida.
Rápidamente corrió y envolvió sus brazos alrededor
de su pierna. ―Mami, lo siento. Es mi culpa.

Anastasia también se dio cuenta que había


exagerado, así que lo abrazó y suspiró de nuevo. ―No
lo vuelvas a hacer.

―Regresa a trabajar y déjalo conmigo. Lo cuidaré por


ti. ―La voz de un hombre sonó detrás de ellos.

Ella estaba sorprendida. Este hombre debía estar


intentado pagarle con amabilidad, pero no quería
aceptar ninguna ayuda de él aparte de su trabajo, no
sentía la necesidad de molestarlo con una tarea como
la de niñero.

―Está bien, gracias por la oferta ―contestó una


Anastasia renuente.

―Mami, me gusta estar con el señor galán. ¿Me


dejas quedarme aquí hasta que salgas de trabajar?
¿Por favor? ―preguntó el pequeñín felizmente con
una obvia anticipación en su rostro.

―No. Regresemos a mi oficina. Aún tengo una


reunión a la cual asistir, pero te compraré algo
delicioso para el almuerzo.

―¡No quiero! Quiero jugar aquí en la oficina del


señor galán. ―El pequeñín comenzó a enojarse, lo
cual era realmente raro en él.

Al saber que la junta aún estaba continuando con el


evento del nuevo lanzamiento en la agenda,
Anastasia apretó los dientes. Miró hacia el
impresionante hombre frente a ella antes de decir:
―Entonces, por favor ayúdame a cuidarlo por un
momento.

―¡Claro!―asintió Elías.
―Alejandro, no ocasiones problemas, ¿Está bien?
Mami va a regresar a la reunión.

―Seré bueno―prometió el pequeñín.

Anastasia se giró y se fue a la reunión. El pequeñín se


sentó en el sofá felizmente de nuevo, después sacó
un cubo de Rubik de su mochila y comenzó a jugar
con él. Elías se sentó frente a él y miró al pequeñín
girar ágilmente el cubo. Alejandro completó el
rompecabezas en dos minutos, una clara indicación
de su maravilloso IQ.

―¿Quién te enseño eso?

―Lo aprendí yo mismo. Señor galán. ¿Cuánto tiempo


le llevará completarlo?―El pequeñín se rio al
preguntar.

Elías tomó el cubo lo revolvió, y después completo el


rompecabezas en 10 segundos. Lanzó el objeto de
regreso al pequeñín, que se quedó boquiabierto
mientras miraba a Elías con admiración. ―¡Es
increíble, señor!―. Sólo era un pequeño elogio del
niño, pero Elías se sintió extremadamente bien con
ello. Sonrió y comentó: ―Tú también eres bastante
bueno―. Si alguien se encontrara por casualidad con
esta escena, estaría maravillado al descubrir que los
dos se miraban exactamente igual cuando sonreían.

Anastasia regresó a la sala de juntas.


Afortunadamente, Fernanda no dijo mucho sobre la
interrupción y cuando termino la junta, ya era hora
del almuerzo. Anastasia se estaba preguntado a
donde llevaría a su hijo a almorzar cuando el teléfono
fijo sonó. Se acercó y contestó:

―Hola.

―Alejandro va a venir conmigo a almorzar. Ven y


únetenos. Estamos en el restaurante frente a la
empresa ―sonó la profunda voz del hombre, que
aparentemente no aceptaba un «no» como
respuesta.

Su mente comenzó a vibrar. «¿Elías ha llevado a mi


hijo a almorzar? ¿Sin mi permiso?» «Demonios, este
hombre se llevó a mi hijo sin decir nada. ¡Qué falta de
respeto!». Anastasia tomó su teléfono y bolso antes
de salir a toda prisa. El restaurante frente a la
compañía era de un alto estatus, y cuando entró al
vestíbulo, inmediatamente miró a su hijo y a Elías
sentados junto a la ventana.
Anastasia tomó una respiración profunda y caminó
hacia allá para sentarse a lado de su hijo. ―Yo invito
este almuerzo, como mi agradecimiento al presidente
Palomares por cuidar a mi hijo―. Con eso, finalmente
se sintió mejor sobre la situación.

Elías la contempló con una mirada significativa, sus


pensamientos eran complicados. Esta mujer había
rechazado un poco de amabilidad de su parte.

―Mami, el señor galán sólo necesita 10 segundos


para resolver el cubo de Rubik.― El pequeñín
comentó ya que quería que su mami supiera que tan
excelente era el señor galán como persona. Ella
sonrió sin importancia. ―Oh, ¿en serio?

Después de haber tomado sus órdenes, se les sirvió


un poco de helado antes de la comida. El pequeñín
felizmente tomó un poco y comenzó a comer. Ya que
Anastasia sabía que Alejandro tenía problemas
estomacales desde que era pequeño, no podía comer
muchos alimentos alcalinos. Por lo tanto,
sugirió:―Déjame probar un poco también.

―Aquí tienes, mami―. El pequeñín tomó un poco de


helado para ella, el cual comió rápidamente,
momentos después, tomó un poco más y miró hacia
el hombre sentado frente a él. ―Señor, ¿también
quiere un poco?.

Anastasia inmediatamente entró en pánico mientras


que lo detenía. ―Alejandro, comí de esa cuchara
antes, así que no debes ofrecérsela a alguien más. No
es de buena educación.

Sin embargo, el hombre sentado frente a ellos


entrecerró sus ojos, pensado: «Ya nos hemos besado
antes, así que ¿por qué te importa?»
Capítulo 38 Miguel va a regresar

El pequeñín pudo comerlo sólo mientras que


Anastasia también tomó una porción justa del helado.
El hombre frente a ellos miró sus interacciones y no
pudo evitar encontrar la escena interesante. De
pronto, sintió una gran curiosidad sobre la identidad
del padre del niño. ¿Con que tipo de hombre durmió
esta mujer para dar a luz a este niño?

En ese momento, el teléfono de Elías sonó. Sacó el


aparato y se le dio un vistazo antes de contestar la
llamada.

―Hola, Helen.

―Elías, ¿Dónde estás? ¿Puedes cenar conmigo esta


noche?

―Estoy en la compañía.

―No tienes que trabajar horas extras, ¿verdad?

―Hay algo importante que tengo que atender.

―P…pero te quiero conmigo.


―Te llamaré cuando termine, ¿de acuerdo?―Elías la
convenció con su gentil voz.

Anastasia inmediatamente supo que era Helen.


Levantó la vista hacia el hombre frente a ella y notó
su expresión gentil mientras convencía a Helen justo
como lo haría un amante. «Parece que Helen nunca
mintió después de todo». Era verdad que era alguien
importante para Elías.

―Presidente Palomares, ¿Helen es tu novia?―la


mirada de Anastasia era filosa mientras miraba al
hombre frente a ella.

―Sólo somos amigos―explico Elías en voz baja.

―El señor galán está soltero. No tiene novia ―dijo de


pronto el pequeñín.

Se giró para mirar a su hijo. ―¿Y cómo lo sabes?

―Me lo dijo él mismo. También dijo que siempre y


cuando estés dispuesta a casarte con él, él está
dispuesto a casarse contigo también. Mami, no
seamos exigentes, ¿de acuerdo? ¡Sólo cásense!―
Este niño de cuatro años estaba preocupado por su
madre. Anastasia estaba estupefacta. Después,
entrecerró sus ojos mientras le dirigió una mirada de
advertencia al hombre frente a ella. «¿Qué le dijo a
Alejandro?»

Sin embargo, se encontró con una mirada complicada


y profunda.

―Puedes considerar la propuesta ―añadió Elías en


voz baja.

Respondió sin dudarlo. ―No lo haré.

―Realmente me agrada Alejandro y estoy dispuesto a


cuidar de ambos toda mi vida ―miró al pequeño y se
dio cuenta que la resistencia había desaparecido sin
dejar rastro. Realmente está dispuesto a cuidar de
ellos.

Anastasia tenía otras ideas. Sabía que el hombre


había dicho esas palabras sin quererlo del todo. Sólo
quería devolver la amabilidad y compensar el hecho
de que su madre se había sacrificado para salvarlo. Y
quería que este hombre recordara que lo grande que
fue el sacrificio de su madre, no era algo que podías
compensar con amabilidad. Además, ella aún estaba
realmente molesta por el hecho de que este hombre
allá dormido con Helen antes. Sólo lo había besado
esa noche, pero ya estaba asqueada por el desde
antes de enterarse sobre la relación que tenían Helen
y Elías. En ese caso, ¿Cuáles eran las posibilidades de
casarse con él? Ninguna. Nunca.

―No lo necesito, gracias. ―Anastasia lo rechazó


amablemente.

Elías también la vio y sus miradas se encontraron; una


complicada y desordenada mientras que la otra
calmada y clara.

Después del almuerzo, anastasia rápidamente se fue


con su hijo. El pequeñín no olvidó mirar hacia atrás y
despedirse del hombre. ―Adiós, Presidente
Palomares.

―Adiós. ―Elías se despidió del pequeñín.

Anastasia se había tomado la tarde libre, ya que


quería llevar a su hijo de visita al museo de la ciudad.
Ya era tarde para cuando terminaron una ronda en el
museo. Anastasia compró algunos víveres y
regresaron a su departamento. Alejandro fue a jugar
para que ella se pudiera concentrar en preparar la
cena. Entonces, una notificación de mensaje sonó en
su teléfono en ese momento. Era de Miguel. «Mi
avión aterriza a las 10:00 de la mañana. ¿Vendrán tú y
Alejandro a recogerme?». Anastasia pensó que de
todas formas estaría encerrada con su hijo durante el
fin de semana, así que reunirse con Miguel sonaba
como una buena idea. Ella le respondió:

«¡Claro! Te veo mañana en el aeropuerto».

«No puedo esperar a verlos».

«Nos verás cuando regreses mañana».

«Espérame, llevaré regalos».

Anastasia sonrió mientras contestaba: «Será mejor


que no sean exuberantes o no los aceptaré».

Esa misma noche le informó a su hijo sobre ello. El


pequeñín también estaba encantado con la idea de
reunirse con Miguel. Después de todo, Miguel a
menudo venía a jugar cuándo vivían en el extranjero,
justo como lo haría un tío real.
Capítulo 39 ¿Me extrañaste?

En un privado chale lujoso en la montaña. Elías


recibió una llamada de su abuela. Ya que su adorado
sobrino iba a regresar, le pidió a Elías que se diera un
tiempo para recogerlo mañana y que almorzaran en
la residencia de los Palomares después. Elías estuvo
de acuerdo. Después, le pidió a su asistente que le
enviara la información del vuelo de Miguel y miró que
debería recogerlo a las 10:00 de la mañana.

Ese fin de semana, Anastasia acompañada de su hijo


fueron a desayunar a un restaurante fuera a las 8:30
de la mañana. Después de ver la hora, se dirigió en
dirección al aeropuerto a su propio ritmo. Después,
decidió buscar una cafetería para pasar el tiempo en
el aeropuerto. A las 9:30 de la mañana, Anastasia
acompaño a su hijo a mirar a los aviones despegar en
los grandes ventanales. Finalmente, a las 9:50 de la
mañana, dirigió a su hijo a la sección de llegadas del
aeropuerto, pero ya estaba lleno de personas
esperando a sus seres queridos. Sosteniendo la mano
de su hijo, esperó en un espacio libre a lado de las
llegadas. Los viajeros finalmente salieron uno tras
otro.

En medio de la multitud estaba una figura


deslumbrante que pronto se abrió camino de entre
las personas. El hombre vestía una camisa azul y
pantalones casuales mientras que un par de lentes de
sol estaban posados sobre su grueso cabello. Sus
rasgos faciales eran atractivos y encantadores, estaba
rodeado por un aura superior. De hecho, era más
llamativo que las celebridades.

―¡Señor Miguel!― Alejandro corrió hacia él mientras


Anastasia también se apresuró a acercarse.

Miguel inmediatamente apartó su carrito a un lado,


después se puso en cuclillas y abrazó al pequeñín.
―¡Hola, amigo! ¿Me extrañaste?

―¡Sí! ¡Sí lo hice!―Alejandro asintió con la cabeza.

―También te extrañe. ―Después de hablar, Miguel


cargó al pequeñín para ponerlo en el carrito y con
firmeza lo empujó hacia Anastasia, que también le
sonrió mientras esperaba a que viniera.

En ese momento, a la entrada de otro pasillo, una


figura atractiva y madura rápidamente entró con su
asistente Ray. Elías llego tarde, sin embargo, al
instante miró a Miguel a primera vista y también miró
una figura delgada al igual que al pequeñín sentado
en el carrito al mismo tiempo. Resultó que Anastasia
también estaba aquí. Justo cuando Elías decidió
acercarse hacia allá, miró a Miguel abrazando
fuertemente a Anastasia. Al ver eso, se detuvo de la
nada entre la multitud a 10 metros de distancia. Sus
pupilas se encogieron mientras continuaba mirando a
la pareja quienes estaban en un estrecho abrazo. En
ese momento, su mente estaba lleno con
pensamientos extremadamente complicados.

―Presidente Palomares, ¿seguimos avanzando?


―Preguntó Ray.

Elías miró a la pareja aún abrazados con indiferencia,


su hermoso rostro un poco molesto.

―Parece que no necesita que lo recojamos después


de todo. ¡Regresemos!―Elías no esperó a que Ray
reaccionara antes de girarse e irse. La espalda de su
figura parecía emanar una furia en ese momento.

Anastasia, que de la nada fue abrazada por Miguel, se


congeló por unos segundos antes de palmear en la
espalda al hombre que la abrazaba fuertemente.
―Suficiente. Me has aplastado por mucho tiempo y
casi me quedo sin aliento.
Miguel sonrió. ―¡Te he extrañado! ¿Cómo puedes
entender eso sin que te abrace?

―Está bien, ¡Vámonos!―le dijo.

Así, el grupo de tres salió del aeropuerto. Él no dejó


que nadie de su familia viniera a recogerlo y ya que
ella había tomado un taxi para llegar ahí, sólo podían
esperar por un taxi. En ese momento, un automóvil
negro llegó y la persona dentro era el chofer de Elías.

―Joven Miguel, por favor entre al auto.

―¡Hola Leonardo!, ¿Por qué estás aquí?―preguntó


Miguel con sorpresa.

―El joven Elías me pidió que vinera por usted


―explicó Leonardo mientras salía del auto, después
rápidamente cargó el equipaje y lo metió a la cajuela.

En un auto atrás, Elías, que aún no se había ido, se


sentó mientras miraba a la persona frente a él. Elías
miró como Miguel abrazaba al pequeñín y lo besaba
antes de sentarlo en el asiento trasero. Después,
Anastasia entró al auto mientras que Miguel tomó el
asiento del pasajero.
―Presidente Palomares, parece que el joven Miguel y
la señorita Torres tienen una buena relación
―comentó Ray.

―Regresa a la residencia Palomares ―ordenó Elías.


Capítulo 40 Nada ha cambiado

En el camino, Miguel recibió una llamada de su


abuela. Sin embargo, ya que él había acordado
acompañar a Anastasia y a su hijo a almorzar, decidió
que sólo volvería a la residencia Palomares para cenar
en la noche. En el restaurante, Miguel habló de sus
planes de volver al país. Esta vez lo había hecho para
heredar el negocio familiar.

―¿Qué es lo que hace tu familia exactamente?


¿Puedes decirme en específico? ―preguntó una
Anastasia, curiosa.

Miguel le dio una sonrisa misteriosa;


deliberadamente, había ocultado el historial de su
familia en el extranjero, ella sólo lo había conocido
como un gerente de hotel ordinario. En este
momento, ya no quería ocultar la verdad, así que
señaló al hotel más lujoso afuera de la ventana y dijo:

―Eso pertenece a mi familia.

Anastasia se giró para mirar por la ventana. Era un


lujoso hotel de 7 estrellas, sin embargo, ¿resultó ser
propiedad de su familia?
―Mi familia tiene negocios en 36 países por todo el
mundo. El hotel en donde hice mis prácticas en el
extranjero también pertenece a mi familia. Anastasia,
lo siento. No pretendía ocultártelo. ―Se disculpó.

Ella sonrió y dijo:

―Está bien. No me esperaba que fueras el joven de


una familia adinerada.

―No digas eso. Para ti, sigo siendo yo; nada ha


cambiado ―explicó con rapidez.

Anastasia se encogió de hombros y comentó:

—¡También tengo suerte de ser tu amiga! ¡Puedo


decir con orgullo al mundo exterior que soy amiga
tuya!

Miguel la miró con una sonrisa irónica. ¿Por qué sólo


quiere ser su amiga? Él quería tener una relación más
íntima con ella. Sin embargo, no tenía prisa y podía
esperar.

En la tarde, acompañó a Alejandro a comprar ropa y


juguetes. Si Anastasia no lo hubiera detenido, el
probablemente hubiera movido la tienda de Legos
completa a casa para Alejandro. Ella sabía que era
adinerado, pero él no podía consentir a su hijo mucho
porque tenía miedo de que Alejandro se convertiría
en un niño mimado. El pequeñín estaba muy
contento hoy porque había recibido muchos regalos,
los cuales eran sus favoritos. Fue a su cuarto para
abrir sus regalos en el apartamento de Anastasia.
Después, le sirvió un vaso de agua a Miguel y le
preguntó con curiosidad:

―Miguel, ¿conoces a Elías?

Casi se ahoga con el agua cuando escuchó eso,


después rápidamente cubrió sus finos labios y tosió.

―Anastasia, no estás enamorada de él, ¿verdad?

Tras quedarse impresionada por algunos segundos,


Anastasia frunció el ceño y dijo:

—¿Por qué piensas eso?

―Lo admito, él es el único hombre más guapo y


atractivo que yo en este mundo. Tengo miedo de que
te enamores de él y, si ese es el caso, no seré capaz
de ganar la pelea ―dijo Miguel, de alguna manera
bromeado.
―¿Lo conoces?

―Es mi primo ―explicó.

Al escuchar eso, Anastasia estaba sorprendida y sin


palabras. «¿Qué? ¿Elías es primo de Miguel? ¡No es
de extrañarse que su familia sea adinerada! ¡Resultó
que son familia!».

―Anastasia, sé que ha adquirido Joyería QR


Internacional y es tu nuevo jefe. ¿Te gusta?

―No, ¡no digas tonterías! ¿Crees que soy una


persona tan superficial? —Ella le contestó con
indiferencia.

Un Miguel sonriente se relajó de inmediato. ―Claro,


conozco tu carácter excéntrico. De lo contrario,
basándonos sólo en mi apariencia, te hubieras
enamorado de mí hace mucho.

Anastasia sonrió antes de mirar la hora y dijo:

—¿No vas a ir con tu familia a cenar? ¡Vete! Ya son la


5:30 de la tarde.
―Está bien, entonces te llamaré mañana. ―Miguel
regresó a la habitación, le dijo adiós al pequeño y
después se fue.

Ella estaba sentada en el sofá, aún sin palabras sobre


cómo pudo saber más sobre la familia de Elías. No es
sorpresa que Elías no le permitió hablar sobre lo que
ocurrió esa noche. Así que, ¿también tenía miedo de
ser humillado?

Cuando llegó Lunes, Anastasia llevó a su hijo al


preescolar. Al ver que su hijo fue a la escuela
obedientemente, ella también fue a trabajar con una
gran tranquilidad. Tan pronto llegó a la oficina, fue
recibida por la atención de todos. No sabía lo que
había pasado hasta que una asistente le dijo:

―Señorita Torres, ¡su novio es muy atractivo!

«¿Novio? ¿Cuál novio?».


Capítulo 41 Rosas rojas

Justo había llegado a la oficina cuando miró a un


joven hombre sentado en el sofá con sus piernas
cruzadas antes de notar el increíble ramo de rosas en
su escritorio. Al ver eso, no sabía si reírse o llorar.

―Joven Miguel, ¿por qué estás aquí tan temprano en


la mañana? ―preguntó Anastasia sin poder evitarlo.

―Estoy aquí para mirar tu ambiente de trabajo. Esta


oficina es muy pequeña. ¿Quieres que le pida a mi
primo que te la cambie? ―preguntó Miguel con la
ceja levantada.

―No, aquí me gusta mucho. ―No quería disfrutar


ningún privilegio extra.

―Te acompañaré en tu trabajo y podemos almorzar


juntos en la tarde. ―Él se miraba
extraordinariamente libre.

Anastasia sonrió. ―¿No tienes que trabajar?

―Aunque esta vez vine a encargarme del negocio


familiar, ya le pedí a mi padre vacaciones de dos
semanas. ―Los labios de Miguel se curvearon en una
sonrisa.

Durante el periodo de sus vacaciones, no quería ir a


ninguna parte; sólo quería quedarse a su lado.

―¿Por qué no me esperas en la cafetería? Afectarás


mi ánimo en el trabajo.

―¿Qué? ¿Soy tan guapo que no te puedes


concentrar? ―Miguel entrecerró sus hermosos ojos.
Este hombre tenía todo el derecho de ser tan
egocéntrico.

Anastasia le hizo mucha gracia y resopló:

―Sí, es por eso.

―Está bien, te esperaré en la oficina de mi primo.


―Después de hablar, tomó el ramo de rosas y se lo
entregó. ―Estas son para ti, ¿Te gustan?

—¿Por qué me das flores? ―Aun así, se acercó para


tomarlas.

―Si quieres, te enviaré un ramo de rosas todos los


días en el futuro.
―No, gracias. ―Anastasia lo rechazó amablemente.

Al escuchar eso, Miguel simplemente la miró


profundamente con cariño. ―Te veo en la tarde.
―Después de hablar, se fue a regañadientes.

Tan pronto se fue, una Gabriela emocionada tocó la


puerta y entró. ―Anastasia, ¡Guau! ¡Es tan atractivo!
¿Es tu novio?

Sin levantar la cabeza, Anastasia ordenó su oficina.


―Sólo es un amigo.

―No lo creo. Claramente está interesado en ti. Mira


las rosas.

Anastasia era demasiado perezosa para explicar, así


que le dijo a Gabriela:

—¡Sólo tráeme una taza de café!

En la oficina del presidente, Elías llegó tarde hoy, pero


ya había decidido que trabajaría permanentemente
desde aquí. Comparada con el Corporativo
Palomares, las condiciones de trabajo aquí no
estaban tan bien. Antes de que entrará a la oficina, su
asistente le informó que tenía un invitado. Entró y
miró a la esbelta y atractiva figura sin mucha
sorpresa.

—¿Por qué estás aquí? ―preguntó con ligereza.

―Elías, estoy aquí para pasar el tiempo. Estoy


esperando a que Anastasia salga de trabajar e
invitarla a almorzar en la tarde. ―Miguel no ocultó
sus intenciones.

Elías se sentó en su lugar y encendió la computadora


para encargarse de sus correos electrónicos mientras
que un Miguel aburrido jugaba en su teléfono. Los
dos primos acordaron no molestarse mutuamente. En
ese momento, el teléfono de Elías sonó, así que se
acercó para tomar la llamada. ―¡Hola!

―Presidente Palomares, ¿desea asistir hoy a la


reunión departamental? ―La voz de Fernanda sonó
del otro lado de la línea. Elías dijo que mientras fuera
una reunión de rutina departamental de diseño, tenía
que ser notificado, así que Fernanda le preguntaba
con antelación cada vez.

―Sí, terminaré de trabajar en un momento


―respondió.
Anastasia también fue notificada que necesitaba
presentarse a la reunión. Juntó los materiales para la
reunión y salió. Sin embargo, apenas había girado en
la esquina cuando de la nada chocó con alguien en el
corredor. Afortunadamente, respondió con rapidez y
se detuvo a unos centímetros del pecho del hombre.

Levantó la cabeza, miró la camisa limpia y sin machas,


luego miró la sexy clavícula del hombre, la manzana
de adán y la perfecta mandíbula… Antes de que
pudiera terminar de admirar al hombre, éste había
pasado por delante de ella y caminó con indiferencia
hacia la sala de juntas. Así que, Anastasia sólo podía
seguir sus pasos con incomodidad y también entró a
la sala de juntas.

Tan pronto la puerta se abrió, Elías se sentó en su


lugar mientras que la posición de ella fue a su lado. Al
notar eso, Alexis miró a Anastasia con un poco de
celos. Sintió que sólo tenía suerte. Aunque Anastasia
había cometido algunos errores, aún pudo quedarse
en la compañía sin ningún tipo de castigo tampoco.
Por lo tanto, Alexis en el fondo sospechaba que
Anastasia tenía una relación secreta con Elías.
Capítulo 42 Me debes algo

―El tema de la junta de hoy es que cada persona


presentará un informe de estudio de mercado y
trabajos regulares de diseño al final de este mes.
Anastasia y Alexis deberían prepararse para participar
en la competencia de joyería a finales del mes
―anunció Fernanda.

―Fernanda, ¿no hay una norma en esta compañía


que no prohíbe a las personas desconocidas entrar y
salir a su voluntad? ¿Por qué los familiares, amigos y
novios de Anastasia pueden entrar? ¡Va en contra de
las reglas! ―intervino Alexis inmediatamente.

Fernanda también se sentía un poco incomoda por


eso. Miró a Anastasia y dijo:

―Anastasia, dile a tu novio que no venga seguido a la


oficina. Al enviarte flores a la compañía, afectará a
otros empleados aquí.

El rostro de Anastasia estaba ligeramente caliente


cuando escucho eso. «¿Todos piensan que Miguel es
mi novio?». Después, también sintió una profunda y
penetrante mirada.
―¡Es cierto! ¡El ver un ramo de rosas me pone
celosa! Anastasia, tu novio es tan atractivo. ¿Cómo te
atreves a traerlo a la compañía? ¿No tienes miedo
que alguien te lo robe?―bromeó otra diseñadora.

―De acuerdo, hablaré con él. ―Anastasia


simplemente admitió que Miguel era su novio ya que,
de todas maneras, sería más problemático explicarlo.

La mirada de Elías se volvió un poco más complicada


con eso. Al pensar en aquella vez que Miguel y
Anastasia se habían abrazado en el aeropuerto,
recordó que la mujer tampoco rechazó las
intenciones del hombre. Ahora, incluso había
admitido abiertamente que Miguel era su novio.

Después de que la aburrida junta terminó, Elías dijo


con una mirada sombría. ―Anastasia, quédate
mientras que los otros pueden marcharse.

Todos en la sala sintieron la hostilidad del jefe, así que


rápidamente se levantaron y se fueron por miedo a
ser atacados por su ira. Anastasia estaba sin palabras.
«¿Por qué tiene tan mala expresión?». Cuando la
puerta de la sala de juntas se cerró, se giró en su silla
y un aura opresiva la invadió. Mirándola con ojos
fríos, dijo:
―Deberías estar al tanto de mi relación con Miguel.

Ella asintió con la cabeza. ―Lo sé, ¿qué es lo que


ocurre?

El rostro de Elías se volvió aún más molesto. —


¿Recuerdas que me debes algo? ―Fijó su mirada en
sus ojos profundamente, emanando una ira
inexplicable.

Anastasia pensó por un momento, pero no pudo


recordar que le debía, así que preguntó:

—¿Te debo algo?

—¿Lo has olvidado? ―Se puso furioso de la nada


porque la mujer lo había olvidado.

―Dame una pista.

«¿Cómo podía tener el tiempo para recordar cosas


que no son importantes?».

El hombre se puso de pie abruptamente antes de


sujetar sus muñecas con sus largos brazos.
Empujando la cintura de Anastasia contra la mesa, la
apretó con fuerza, con su cuerpo alborotado por las
hormonas. Mientras Anastasia se inclinaba hacia atrás
de forma instintiva, la mano del hombre sujeto la
parte trasera de su cabeza.

Pellizcó su barbilla y la levantó fríamente antes de


que sus labios cubrieran los de ella con una fuerte
sensación de furia. Y así, el beso cayó en los suaves
labios de la mujer, sin previo aviso. Era dominante,
tosco y lleno de agresión, como si fuera un tipo de
castigo.

Los hermosos ojos de Anastasia se abrieron del


asombro; no podía creer que este hombre le hiciera
esto en público. Su aliento la invadió sin su
consentimiento, causando que su mente se pusiera
en blanco. Así que, su primera reacción fue estar
molesta. Lo empujó con todas sus fuerzas mientras
gritaba:

―Elías, ¿qué estás haciendo?

―¿No me dijiste que te lo recordara? Esto es lo que


me debes. ―La voz del hombre era ronca, mientras
que sus ojos estaban negros, y sus palabras llenas de
burla.
Respiró profundamente, después Anastasia levantó
su mano y se limpió los labios con asco. Cuando
pensó que Helen estaba en una relación con este
hombre, y que la había tocado antes de besarla, se
sintió extremadamente asqueada.

—¡No me beses! ―gritó Anastasia con enojo. ―Si


vuelves a hacerlo, te demandaré.

Elías se le quedó mirando; era como una rosa en


llamas. Sus labios eran increíblemente suaves, lo cual
lo hizo imposible separarse de ella. Incluso le recordó
del tacto de aquella noche hace 5 años. De hecho, era
ciertamente un sentimiento delicado que lo hizo
hundirse. «¿Por qué esta mujer me hace sentir de
esta manera? Obviamente es una extraña».
Capítulo 43 Me gusta

Una Anastasia molesta empujó la puerta y se fue.


«¡Este bastardo realmente me besó! ¿Cómo se
atreve?». De regreso en la oficina, de la nada recordó
la última vez que él estuvo en el hospital. Cuando la
rescató, ella dijo que quería agradecerle, pero en su
lugar dijo que le debería algo. Así que, ¿este beso fue
lo que le debía? «Uf, en el futuro, puedo deberle lo
que sea a quien sea, pero no puedo deberle nada a
este hombre. ¡Es serio! Él es simplemente una
bestia».

Miguel había terminado de jugar cuando miró a su


infeliz primo entrar. ―¿Elías, que ocurre?

―No es nada. ―Se sentó en la silla de mal humor.

―Elías, la oficia de Burgués es tan modesta que no


combina para nada con tu identidad. ¿Por qué no
regresas a la oficina del Corporativo Palomares?

—¿Por qué te importa? ―resopló Elías ligeramente.

Miguel lo miró fijamente. «Elías, ¿por qué estas de


mal humor? ¿Quién te hizo enojar?».
―¿Cuál es tu relación con Anastasia?―preguntó Elías
de pronto.

La alegría surgió de inmediato en los ojos de Miguel.


―Bueno… ¡Tú sabes! ¡Me gusta y la estoy cortejando!

—¿Lo has logrado? ―Elías miró a la pantalla de la


computadora y preguntó de nuevo con voz profunda.

―Lo haré pronto. ―Miguel estaba extremadamente


confiado en que ganaría el corazón de Anastasia
cuando pronto lanzara una serie de ataques
románticos.

―No le envíes flores a la compañía en un futuro;


afectará su eficiencia en el trabajo y también hará
que sus compañeros tengan opiniones negativas
hacia ella ―comentó Elías.

Miguel se sorprendido en secreto; ¿cómo es que Elías


recibió las noticias de que envió flores tan pronto?

―Elías, ¡dame una mano! ¿Qué te parece usar tu


poder como su jefe para darle unas vacaciones y
dejar que yo la lleve a divertirse? O, si organizas que
su oficina este en el mismo piso que la tuya, sería más
conveniente para mi salir con ella ―habló Miguel con
una sonrisa ingenua.

―Imposible ―resopló Elías fríamente.

―¡Tú eres el jefe! Tienes ese poder. —Miguel apretó


sus dientes y lo intentó de nuevo.

Elías levantó sus ojos con frialdad. ―Tienes que


depender de tu propia habilidad para cortejarla; no
esperes que te ayude.

―Eres tan malo. ―Miguel resopló y continuó


jugando. En ese momento, le entró una llamada y
respondió: ―¡Bueno!

―Joven Miguel, ¿desea hacer una reservación en el


Restaurante Casio?

―Sí, Casio―confirmó Miguel y colgó el teléfono.

Elías, de pronto y sin consideración, lo corrió. ―Si


quieres jugar, ve a la sala de al lado. No me molestes
en el trabajo.

Miguel se levantó obedientemente y se fue a la


puerta siguiente. Después, Elías acarició el labio
superior con sus finos dedos. El beso en la sala de
juntas antes aún seguía en su mente.
Sorprendentemente, el suave tacto lo dejó queriendo
más. En ese momento, Ray tocó la puerta y entró.
―Presidente Palomares, ¿En dónde quiere almorzar
en la tarde?

Los finos labios de Elías se separaron con elegancia y


dijo:

―En Casio.

―Muy bien. Haré una reservación de inmediato


―Ray se retiró de la oficina.

En la oficina de Anastasia, la mujer aún estaba


molesta porque todas las ideas en su cabeza habían
desaparecido. No esto fue a causa del inesperado
beso de Elías en la sala de juntas. Cuando pensó que
este hombre había besado a Helen antes, sintió una
incomodidad en su corazón. «En un futuro, este tipo
de cosas no deberán pasar de nuevo».

En la tarde en el restaurante Casio, Anastasia y Miguel


se sentaron cerca de la ventana. Ella tenía tanta
hambre que tomó el menú y comenzó a ordenar. En
ese momento, el mesero hizo entrar a otros dos
comensales. Ella los miró con curiosidad, y al instante,
sus hermosos ojos se abrieron con a la vista de las
figuras de Elías y su asistente Ray que se acercaban.

«¿Cómo podría ser una coincidencia?».

Al ver hacia la dirección donde estaba mirando,


Miguel también se sorprendió. Después, Ray lo
saludó amablemente. ―Joven Miguel, buenas tardes.

―Ustedes… ¿Por qué están comiendo ustedes aquí


también? ¿Les gustaría unirse con nosotros? ―Se
levantó y caminó hacia Elías y Ray.

―No hay necesidad. Tenemos trabajo que discutir.


―Elías lo rechazó y caminó a su mesa reservada, pero
eligió sentarse donde pudiera mirar a Anastasia cara a
cara.

Miguel también estaba ocupado tratando de


complacer a su interés amoroso, así que regresó a su
asiento de inmediato. En cuanto Anastasia, miró el
menú mientras maldecía su mala suerte en su
corazón. «Que desafortunado es que sigo
encontrándome con Elías en todas partes». Al
levantar la cabeza, miró de reojo tras Miguel y su
mirada se posó en el hombre de la mesa de enfrente
sosteniendo una taza de té.
Al encontrarse con esos ojos profundos, la luz en los
de Anastasia se volvió fría. Al pensar en lo que este
hombre le había hecho antes en la sala de juntas,
estaba aún más molesta.
Capítulo 44 Demostración publica de afecto

―Anastasia, ¿Me has extrañado después de haber


estar separados por tanto tiempo? ―Miguel sostuvo
su barbilla y la miró cariñosamente con ojos
seductores.

Anastasia retiró la mirada, y cuando vio a Miguel, ella


sonrió. ―¡Claro!

Después, sacó las llaves del auto con un llavero de


cristal unidas. ―Cuando te extraño, sacó esto para
mirarlo. ¿Qué tal el que te di? No lo tiraste, ¿verdad?

Anastasia estaba un poco avergonzada. ―Creo que


olvidé tráelo conmigo aquí.

—¡Tú! ¿Cómo no pudiste cuidar el regalo que te di?


Te compraré otro luego. ―La regañó con una sonrisa.

―¿Es necesario?

―Sí. Compraré otro par. Uno para ti y uno para mí.


Cuando no nos vemos, podemos mirarlos y resolver
nuestro mal de amores. ―Miguel era bastante
romántico y todos sus pensamientos ahora estaban
en Anastasia.
—¡Está bien! Los elegiré y te daré uno.

―De acuerdo. ―Anastasia asintió mientras sonreía.


Mientras desviaba la vista, sus ojos se encontraron de
nuevo con los fríos ojos del hombre sentado no muy
lejos de ella. Por alguna razón, sintió que la mirada de
Elías se había vuelto más fría como si alguien lo
hubiera ofendido.

Elías llamó hoy a Ray parar almorzar y le dijo que


tenían que hablar de trabajo, pero después de
esperar por mucho tiempo, Elías no habló de trabajo
para nada. En lugar de eso, la expresión había
empeorado. Ray había estado con él por 5 años, y él
era la persona más cercana a Elías, así que sabía por
qué su expresión se ensombreció. Pronto, llegó el
lujoso almuerzo. Anastasia tenía Hambre, así que
decidió empezar a comer rápidamente.

―¡Esto es delicioso! Pruébalo. ―Miguel tomó un


poco de comida con su tenedor y lo sostuvo delante
de una Anastasia sorprendida. Ella inconscientemente
abrió la boca y dio una mordida,

―¿Cómo está? ¿Esta delicioso? ―preguntó con una


sonrisa feliz.
El rostro de Anastasia se calentó un poco; ¡se dio
cuenta que esto era algo que sólo hacían las parejas!
Sin embargo, aun así, asintió con la cabeza. ―Sí, esta
delicioso.

El hombre en la mesa de enfrente miró su actitud


cariñosa con un rostro sombrío. Con el almuerzo
frente a él, no tenía apetito.

―Señor, ¡coma algo! Tenemos que regresar al Grupo


Palomares para una junta en la tarde. ―Ray trató de
persuadir a su jefe. ¡Elías no debería negarse a comer
sólo porque estaba molesto sobre la demostración
pública de afecto de Anastasia!

Anastasia había terminado de comer unos camarones


con queso, y accidentalmente tenía un poco de queso
en la comisura de su boca. No se dio cuenta, pero
Miguel en el otro lado de la lo miró. Así que, de
inmediato entrecerró sus ojos y sonrió.

―No te muevas.

Anastasia rápidamente dejo de moverse, después


parpadeó sus hermosos ojos y lo miró mientras
extendía su largo brazo para con gentileza limpiar con
sus dedos las comisuras de su boca.

―Tienes salsa en tu boca.

Con eso, el rostro de Anastasia se puso rojo;


rápidamente tomó su servilleta y limpió la comisura
de su labio con elegancia. No obstante, su expresión
actual era extremadamente tímida y delicada ante los
ojos de aquellos que la miraron. No sólo Miguel
estaba atraído hacia ella, sino que incluso el hombre
en la mesa de enfrente también entrecerró sus ojos al
verla.

―Voy al baño. ―Anastasia se levantó y se fue.

No mucho después de haberse ido, Elías también


siguió su ejemplo. Cuando Miguel se giró, miró a Ray
sólo.

—¿Dónde está mi primo? ―preguntó.

―El presidente Palomares salió a tomar una llamada


―contestó, aunque miró que Elías claramente se
dirigió al baño.

—¡Oh! ―Miguel no pensó mucho en ello.


En el baño, Anastasia acababa de salir después de
lavarse las manos cuando de pronto miró a Elías
fumando en el área de fumadores a lado del pasillo.
Sus largos dedos estaban sosteniendo el cigarrillo
mientras soplaba una nube de humo que escondía su
frío, pero atractivo rostro. Fingió no haberlo visto y
pasó a su lado mientras simulaba que arreglaba su
cabello. Sin embargo, justo cuando se acercó a él, la
mano del hombre se deshizo del cigarrillo con
elegancia mientras pasar junto a él, la tomó con tanta
fuerza que no hubo manera de que se resistiera. Por
lo tanto, la empujó contra la pared de fondo del área
de fumadores.

―Elías, ¿qué estás haciendo? Duele… ―Anastasia


sintió que sus huesos estaban a punto de ser
aplastados por él.
Capítulo 45 No coquetees con el

Los ojos del hombre eran fríos y severos mientras una


advertencia cruzó por sus ojos.

―Anastasia, no te permitiré que juegues con los


sentimientos de Miguel. Si no te interesa, no le
mientas.

Cuando su suave aliento a humo sopló en su rostro,


Anastasia se giró con asco antes de responder:

―No estoy jugando con sus sentimientos. Somos


amigos.

―Si sólo quieres ser su amiga, no coquetees con él.

—¿Por qué te interesa? ―Lo fulminó con la mirada al


instante, preguntándose por que se podía meter en
sus asuntos.

Elías apretó sus dientes y su tono fue frío mientras


respondía:

―Me importa.

―Es mi asunto; ¿por qué te importa?


―Puedes jugar con los corazones de otros hombres,
pero no con el de Miguel.

—¿Cuándo me miraste jugar con su corazón? No


digas tonterías sin ninguna prueba.

―Justo ahora. Lo vi con mis dos ojos. —Elías resopló


fríamente. No estaba ciego y la había visto coquetear
con Miguel antes con sus propios ojos.

Anastasia estaba sin palabras. Después de todo,


pensaba que sólo era la manera en la que ella y
Miguel se llevaban, aunque realmente sólo eran
amigos.

―Suéltame… ―Anastasia después se dio cuenta que


estaba atrapada en una esquina tan pequeña por este
hombre y su aliento era fuerte.

―Sólo si prometes mantener la distancia con él. ―La


mirada del hombre estaba llena de advertencia.

Mientras estaba frente a este hombre, Anastasia


estaba llena de repulsión. No tenía ganas de
obedecer y en su lugar prefirió hacerlo enojar.
―No necesito que intervengas en mis asuntos con él.
―Anastasia levantó sus cejas y habló
obstinadamente.

—¿Quieres casarte con él? ―preguntó Elías con una


mirada sombría.

―Sí, me casaré con él. ¿Qué tiene de malo? ―dijo


Anastasia con desprecio. Después de todo, casarse
con Miguel también estaba bien.

Mirándola fríamente, Elías sintió que este terco pero


hermoso rostro frente a él realmente estaba jugando
con sus emociones. De hecho, estaba molesto que no
sabía qué hacer con ella. Cuando Anastasia se
encontró con su mirada, también estaba sorprendida.
«¿Qué va a hacer este hombre?». Pero no importa
que, si este hombre se atrevía a tocarla, gritaría. Los
ojos del hombre cayeron en sus cejas y se movieron a
sus ojos, su nariz, y después a sus extremadamente
suaves labios rojos. De hecho, él sabía que tan suaves
eran por experiencia.

Después de mirarla por algunos segundos, su miranda


se oscureció al instante y se volvió peligrosa. Cuando
Anastasia se dio cuenta de lo que quería hacer el
hombre, él ya había tomado su barbilla de manera
dominante, y sus finos labios estaban encima de los
suyos. Mientras su mente se puso en blanco,
Anastasia maldijo por dentro sobre lo persistente era
este hombre. No obstante, el beso de este hombre
tenía un tipo de poder inexplicable que hacía que su
cuerpo completo se adormeciera como si estuviera
siendo electrocutada. Su beso estaba lleno de
posesividad, y era tan dominante que era
insoportable para ella. Además, esta era el área de
fumadores del restaurante, y cualquiera podía venir
en cualquier momento. Por lo tanto, el nerviosismo
que sintió Anastasia también la hizo sentir
desorientada.

«Este hombre realmente es un pervertido».

Ella lo empujó fuerte con sus manos, pero su fuerza


fue tomada por él. Entre más lo empujaba, más
fuerte la besaba y enredaba su lengua con la suya.
Mientras se besaban, su enorme mano descanso
fuertemente alrededor de su cintura, era como si el
beso hubiera despertado la reacción instintiva de
cualquier hombre… En ese momento, Anastasia de
pronto recobró en sentido. Ansiosamente, atrapó su
lengua y lo mordió fuerte. El hombre la soltó con
dolor mientras que sus ojos llorosos la miraban con
furia. Después, rápidamente huyó de él y salió del
lugar. Cuando regresó al comedor principal aún había
un olor dulce de su sangre en su boca. Después de
respirar profundo, regresó a la mesa donde Miguel
estaba sentado como si nada hubiera pasado.
Después, tomó el vaso y bebió toda el agua de una
sola.

«¡Él es demasiado! ¡demasiado! Elías, este bastardo


es un pervertido terrible».

—¿Por qué tu rostro esta tan rojo, Anastasia? ¿Tienes


fiebre? ―preguntó Miguel con preocupación.

―Estoy bien. Aún tengo trabajo por la tarde Miguel.


Me iré a la compañía primero. ―Anastasia para nada
tenía apetito.

—¿Tan pronto? En ese caso, te acompañaré. ―Miguel


se levantó de inmediato, y cuando llegó al mostrador,
dijo: ―Manda la cuenta el Grupo Palomares.

―Está bien, joven Miguel―contestó el gerente de


inmediato.

Después de un rato, Elías regresó a su asiento. Al ver


los asientos vacíos de la otra mesa, su mirada era
insufrible.
―Presidente Palomares, el joven Miguel y la señorita
Torres ya pagaron la cuenta y se marcharon.

―Está bien ―respondió Elías.


Capítulo 46 El plan malicioso de Helen

Anastasia se rehusó a que Miguel la acompañara


arriba cuando llegaron a la compañía, así que sólo
pudo acompañarla a la puerta. Se sintió un poco
desconcertado mientras la miraba entrar a toda prisa.
¿Cómo es que el almuerzo terminó abruptamente
así? ¡Aún tenía tantas cosas que decirle!

Anastasia cubrió su rostro cuando regresó a su


oficina, ya que su mente estaba llena de lo que había
sucedido en el restaurante hace un momento. Era
demasiado que ese hombre se aprovechara dos veces
el mismo día.

Mientras tanto, en un chalet lujoso, Helen no había


sido capaz de comer o dormir bien recientemente,
todo era porque Anastasia la estaba atormentado
como una pesadilla. Había soñado varias veces que
Elías se enojaba y le decía que se fuera. No importaba
cuanto rogara, Elías la odiaba tanto que la abandono
sin pensarlo. Estos sueños la despertaban cada vez, y
su cuerpo entero estaba empapado de sudor. La
presencia de Anastasia parecía ser una piedra en su
pecho, y si no se deshacía de ella, viviría por siempre
en esas pesadillas.
―No dejaré que arruines mis planes, Anastasia.
―Helen mordió sus labios y apretó sus puños con
fuerza. Mientras pensaba en ello, una maligna luz
cruzó por sus ojos. Si quería matar a Anastasia, las
mejores personas para usar eran la madre y la hija de
la familia Torres. Ella sabía que Érica odiaba a
Anastasia profundamente por los bienes de su
familia, y Helen sintió que podía aprovecharse de
esto. ¿Acaso Anastasia no quería mucho a su hijo? En
ese caso, ¡haría sufrir a ese niño un poco! El
pensamiento de que la sangre de Elías fluyera en ese
niño la hizo enloquecer de los celos. Por lo tanto, su
resentimiento y odio estaban todos enfocados en el
niño. Pronto, Helen llamó a Érica y comenzó su
malicioso plan.

―Hola, Helen.

—¿Qué estás haciendo, Érica? ¿Aún no ha regresado


Anastasia los 8 millones valorados en bienes raíces?

—¡Ni siquiera puede esperar a quitarle todo a mi


padre ahora! ¿Lo regresará? —Érica apretó sus
dientes.

―Bueno, no puedes dejar que lo haga, tienes que


darle una lección. De lo contrario, pensará que tu
mamá y tú son sólo tapetes.

―Claro, tengo que darle una lección. Cuando


encuentre la oportunidad, yo…

―Érica, ¿qué oportunidad estas buscando


exactamente? Sé que Anastasia no es fácil de dañar,
pero ¿no tiene un hijo de tres años? Si haces sufrir a
ese niño un poco, se sentirá cien veces más
angustiada que si la dañas a ella.

Érica respondió inmediatamente. —¿Qué quieres


decir realmente con eso?

―Sólo piensa una manera de llevar al niño de vuelta


a tu casa y finge que lo vas a llevar a divertirse. Los
niños usualmente son traviesos a esa edad, así que es
normal perderlos por accidente. Para ese entonces
serás capaz de mirar a Anastasia volverse loca de la
preocupación.

Érica estaba echando humo en ese momento, así que


cuando escuchó la sugerencia de Helen, sus ojos se
iluminaron. —¡Si! ¿Por qué no pensé en eso? Si
Anastasia se vuelve loca y muere del enojo, yo seré
aún más feliz.
Helen conocía a Érica muy bien; su mente siempre
había sido simple y fácil de influenciar.

―Érica, no puedes dejar que tomé los bienes de tu


padre bajo ninguna circunstancia. Ahora, quiere
bienes con valor de 8 millones. El próximo año,
querrá un auto con valor a un millón, o tomará la
oportunidad de pedir la compañía de tu padre. Para
ese entonces, será muy tarde. Antes debes hacerle
saber que tan poderosa eres. ―Helen añadió más
gasolina al fuego e hizo que las cosas sonarán aún
peor.

Por supuesto, los bienes de la familia era los que más


le importaba a Érica. Por lo tanto, entre más
escuchaba, más pánico le daba. ―Sí, tengo que
asustarla primero. De lo contrario, pensara que
somos objetivos fáciles para que nos intimide.

Al ver que Érica había caído en la trampa con éxito,


Helen dio un suspiro de alivio y esperó a que actuara.
Además, Érica tenía que tomar el teléfono de
Anastasia ese día, una vez que se perdiera el niño, él
no sería capaza de contactarla. Si un traficante de
niños lo viera y lo raptara, Anastasia seguramente
viviría con dolor por el resto de su vida. Lo más
importante, el hijo de Elías también desaparecería
para siempre.
Capítulo 47 Maya Parra

Mientras Helen lo pensaba cruelmente, se dio cuenta


que ahora tenía que sobornar a alguien de Burgués
para que la ayudara, además de también encontrar la
oportunidad de quitarle el teléfono a Anastasia.

Mientras tanto, Anastasia estaba ocupada con el


trabajo. Después de todo, la fecha de lanzamiento de
los resultados de la competencia de diseño de joyería
estaba cerca, y los estaba esperando con ansias. Si
conseguía ganar el premio, ella tendría un bono de un
millón en su cuenta. Para el futuro de su hijo, se había
convertido en una mujer astuta y calculadora hasta el
punto donde se tuvo que ganar cada moneda que
pudiera. Quería ahorrar mucho dinero para su hijo
para que así no tuviera que preocuparse sobre las
tarifas de la escuela y los gastos de su boda. Aunque
su hijo aún era joven ya había hecho bastantes planes
a largo plazo.

―Anastasia, hay un tour de venta este viernes por la


noche, ¡puede hacer tiempo para eso! ―Fernanda
vino para informárselo.

—¿Viernes por la noche? ¿A qué horas empieza?


―Comienza a las 6 de la tarde. Necesitas escribir un
informe el cual será introducido en la evaluación de
los premios para la segunda mitad del año. ―Le
recordó Fernanda.

Ya que la ceremonia de la mitad del año era una suma


considerable de dinero, Anastasia pensó que también
tenía que ganarlo.

―De acuerdo, estaré aquí a tiempo. ―Asintió


Anastasia. Después de todo, la pérdida del premio de
asistencia la última vez fue suficiente lamentable para
ella.

Ya que el día después de mañana era viernes,


Anastasia sintió que no tenía otra opción más que
molestar a su padre y dejar que viniera a cuidar a su
hijo.

En la cafetería a lado de Burgués, Helen invitó a salir a


Maya Parra, una diseñadora. Cuando Maya miró que
era Helen Sarabia, también conocida como la novia
del presidente Palomares, quien la había invitado a
salir a tomar un café, estaba emocionada y feliz.

―Realmente quiere pedirme un juego de joyas,


¿señorita Sarabia?
—¡Si! Admiro mucho tu talento, así que he decidió
pedir un juego de joyas diseñadas por ti. ―Fingió ser
arrogante. ―Además, quiero que hagas algo por mí.

—¿Qué necesita que haga?

―Deberías saber de la rivalidad que existe entre


Anastasia y yo. Necesito que la vigiles por mí y me
informes de sus asuntos en cualquier momento.
―Helen sostuvo la taza de café con elegancia
mientras fingía ser una dama de clase alta.

Ya que Maya era una recién llegada, estaba ansiosa


en avanzar en Burgués. Una buena oportunidad se
había presentado frente a ella, ¿así que como no iba
a tomarla? Además, también le tenía celos a los
excelentes recursos de Anastasia y odiaba su talento
en el diseño aún más.

―Señorita Sarabia, odio a Anastasia tanto como


usted. Piensa que no necesita tomar a los demás en
serio sólo porque es atractiva. Además, estoy molesta
por el hecho de que siempre está tratando de seducir
al presidente Palomares.

Helen resopló fríamente. «¿Anastasia siempre ha


seducido a Elías en la compañía?».

―Gracias por dar la cara por mí, Maya. Me siento


totalmente enfurecida por ella. Mientras me ayudes,
haré un pedido con un valor de 5 millones en joyería
contigo.

«¿5 millones?». Maya oculto su sorpresa y felicidad.


¡Ella tendrá casi 200,000 sólo en comisiones! ¡Dios!
«Voy a hacerme rica».

―Voy a vigilar a Anastasia por usted, señorita


Sarabia. Si se atreve a seducir al presidente
Palomares. Le diré tan pronto sea posible ―expresó
Maya su lealtad y obediencia a Helen.

Al ver la adulación de Maya, Helen asintió con la


cabeza. ―Muy bien, no te trataré mal si me ayudas.

Maya estaba determinada a ganarse el favor de


Helen, así que se convertiría en los ojos de Helen para
vigilar a Anastasia de la compañía.

Hoy, era como cualquier otro día con una junta


regular del departamento. Cuando Anastasia entró a
la sala de juntas, no puedo evitar dar un suspiro de
alivio cuando miedo que el asiento de Elías estaba
vacío. Después de todo, no le gustaba mirar mucho a
Elías ahora. Sin embargo, en este momento, unos
pasos firmes vinieron de la puerta de la sala de juntas
y una figura dominante pronto entró. Su aura
poderosa inmediatamente se sintió opresiva en todos
los presentes mientras Elías caminaba contra la luz
como un Dios descendiendo. Al verlo, Anastasia se
quedó sin palabras.

«¿No tiene nada mejor que hacer? Sólo es una junta


regular del departamento, así que ¿Por qué necesita
venir cada vez?».

Aparte de ella, todas las diseñadoras aquí recibieron a


Elías, pero la primera persona a la que miraba cada
vez que se sentaba siempre era Anastasia. Por lo
tanto, todas las mujeres presentes la miraron con
celos, y Maya no fue la excepción. Ahora que estaba
ayudando a Helen, era extra observadora sobre cada
cosa que Anastasia hacia o decía.

Por otro lado, Anastasia estaba girando su pluma de


una manera aburrida. Mientras la pluma giraba, de la
nada cayó de sus dedos y rodó directamente frente a
Elías.
Capítulo 48 Conoce a mi abuela

Después de estar sorprendida por unos segundos,


Anastasia levantó su cabeza para encontrarse con un
par de ojos molestos; Elías estaba entrecerrando sus
ojos mirándola fríamente. Tomó la pluma y la puso
frente a él sin ninguna intención de regresarla. Ya que
Anastasia aún tenía que anotar algunas cosas con esa
pluma, se puso de pie con vergüenza mientras que su
rostro estaba rojo. Después, se acercó y tomo la
pluma por la fuerza. Elías la miró, pero no dijo nada ni
mostro ninguna señal de descontento.

Al ver esto, Fernanda tosió de forma incomoda. ―De


acuerdo, de acuerdo, hay que continuar la junta y no
hagamos otras cosas.

Mientras que su rostro de puso más rojo, Anastasia


sintió que siempre pasaban cosas malas con Elías
cerca.

―Anastasia, Maya y tú estarán juntas en grupo para


el evento de este viernes. ―Fernanda comenzó a
separar a los diseñadores en grupos.

Maya inmediatamente fingió estar feliz. ―Hay que


trabajar bien juntas, Anastasia.
La mujer asintió con la cabeza y le sonrió a Maya.
Después de que Fernanda dividió a todos en equipos,
comenzó a analizar los trabajos de diseño y el
mercado. Elías no dijo ni una palabra, pero escuchó
todo. Sin embargo, su mirada se posó en Anastasia de
vez en cuando, y continuaba mirándola por varios
minutos cada vez como si estuviera distraído por ella.
Esto hizo a las mujeres sentirse incomodad, ya que los
ojos del hombre eran como pegamento mientras se
quedaban pegados a ella sin moverse.

Finalmente, la junta termino. Anastasia no podía


esperar en recoger sus cosas e irse, pero Elías de
pronto dijo fríamente: ―Anastasia, necesito que te
quedes por un momento.

Los pies de Anastasia que estaban a punto de


moverse se detuvieron en ese lugar. Se giró para
mirar al hombre indiferente y preguntó: ― ¿Hay algo
que necesites, presidente Palomares?

El hombre no habló. Las otras diseñadoras querían


escuchar su conversación, pero fueron presionados a
irse por la mirada fulminante de Elías. Por lo que,
temblaron y rápidamente se fueron.
Mientras tanto, Alexis y Maya parecía que estaban a
punto de morirse de celos. Anastasia era una
excepción en la compañía y era tratada con
favoritismo en todas partes. Era como si Elías sólo
estuviera en la compañía por ella, y no le prestaba
atención a lo que los demás empleados hacían.

Cuando la puerta de la sala de juntas se cerró,


Anastasia comenzó a molestarse. Dejó de fingir y
golpeo la mesa con furia. —¿Qué demonios estas
tratando de hacer, Elías?

―Quiero llevarte a conocer a mi abuela el próximo


lunes. ―Elías habló de pronto, con ojos calmados.

Anastasia estaba impactada. «¿Quiere llevarme a


conocer a la señora de la Familia Palomares?». Su
primer pensamiento fue rechazarlo.

―Me niego. No quiero tener nada que ver con la


Familia Palomares. ―Anastasia se rehusó sin rodeos.

—¿Es así? Entonces no tienes permitido encontrarte


con Miguel, y no tienes permitido coquetear con él.
―La mirada de Elías ardida mientras se lo decía.

Anastasia los miró sin palabras. ―Es mi amigo.


―Él es también un miembro de la Familia Palomares,
Anastasia. ¿No estás determinada en evitarnos? ―Se
burló Elías.

Anastasia suspiró y dijo con un poco de molestia.


―Presidente Palomares, tienes muchas cosas de las
que encargarte todos los días. ¡Deberías regresar a tu
Grupo Palomares a trabajar! ¿Cómo es que una
compañía tan pequeña se puede acomodar a un gran
jefe como tú?

―No necesito que te importe sobre donde trabajo


―resopló Elías.

―No, tú has afectado mi trabajo negativamente.


―Anastasia apretó sus dientes.

―Incluso si no quieres, conocerás a mi abuela el


lunes. ―El tono de Elías era final.

Anastasia lo miró con furia. ―No, no lo haré.

Después de que terminó de hablar, empujó la puerta


para abrirla y salió. El rostro del hombre detrás de ella
era sombrío y estaba lleno de furia. Cuando Anastasia
regreso a la oficina. Maya la estaba esperando. Ella
dijo aduladoramente. ―Anastasia, escuché que tu
informe de tour de venta será considerado para el
premio de la mitad del año, ¡así que no tenemos que
ser descuidadas con eso!

―Sí, será la primera vez que escriba un informe como


ese. ¡Hagamos todo lo posible para completarlo! ―Le
dijo Anastasia.

Maya parpadeó y mostró una sonrisa adorable.


―Anastasia, eres la única que fue enviada de vuelta
de la sede central por la compañía. Debes ser muy
buena, así que seguiré tus pasos en el futuro.

Anastasia curveó sus labios en una sonrisa,


ciertamente confiaba en su talento de diseño, pero
no estaba muy involucrada en el papeleo de la
compañía.

―De acuerdo, ¡hay que trabajar! ―Anastasia


simplemente consideraba la adulación de Maya como
algo que cualquier nuevo haría; poco sabía que Maya
era un lobo disfrazado de oveja.

Debido al proyecto, Anastasia sólo pudo hacer una


cita con su padre por adelantado. Llamó a Franco,
quien naturalmente estuvo feliz cuando escuchó que
el cuidaría de su nieto.

―Está bien, tengo tiempo. Puedes seguir con tu


intenso trabajo. Llevaré a Alejandro a comer algo
delicioso.

Después de arreglar los asuntos de su hijo, Anastasia


se sintió más en calma. Después, recibió una llamada
de Miguel. Estaba en la entrada de la compañía y
quería llevarla a ella y a su hijo a una lujosa cena en la
tarde.

Anastasia no lo rechazó tampoco porque no tenía


muchos amigos aquí. Por lo tanto, era bueno tener un
amigo como Miguel cerca.

En ese momento, Elías estaba revisando correos en su


oficina. Ray, que le había enviado algunos
documentos de fuera, sonrió y dijo: ―Acabo de mirar
el auto del joven Miguel, presidente Palomares.

—¿Dónde está? ―Entrecerró Elías sus ojos.

―Está abajo. Creo que está esperando a alguien y


probablemente sea la señorita Torres.
Capítulo 49 ¿Quieres casarte con él?

Después de que Ray terminó de hablar, de inmediato


trató de cubrir su boca. Él sabía que Elías no quería
escuchar esto. Al escucharlo, Elías resopló fríamente.
«Miguel no tiene nada que hacer todo el día; se está
enfocando en usar todos sus esfuerzos en conquistar
a una mujer». Mientras entrecerraba sus ojos, se
acercó para marcar a la línea telefónica.

―Bueno, ¿Quién es? ―La dulce voz de Anastasia


sonó del otro lado.

―Te advertí que no te acercarás a mi primo. ¿No lo


estas tomando en serio? ―dijo Elías

fríamente.

—¿Por qué eres tan entrometido, Elías? Eres el jefe


de la compañía, pero después del trabajo, no eres
nadie para mí ―replicó con maldad.

La mirada de Elías se ensombreció. Esta mujer


realmente tenía la habilidad de ser tan irritable.

―Si te atreves a jugar con su corazón…


―Sólo estamos saliendo como amigos. No es de tu
incumbencia. ―Anastasia colgó el teléfono tan
pronto cuando termino de hablar.

El rostro de Elías se volvió aún más sombrío. «Esta


mujer realmente es maleducada. ¿Por qué mi abuela
querría que me casara con tal mujer?».

Después del trabajo, Anastasia fue la primera en salir


rápidamente de su oficina mientras bajaba las
escaleras. El auto todo terreno de Miguel estaba
estacionado en frente de la puerta, y probablemente
era llamativo. Pronto, Anastasia se subió al asiento
del pasajero en el auto antes de decirle: —¡Vamos a
recoger a Alejandro!

Miguel miró a la mujer que aún estaba en su


uniforme de trabajo, y su fascinación por ella brilló en
sus ojos. ―Eres la mujer más hermosa que he visto
en uniforme. ―Anastasia se sintió encantada en su
corazón. ―Me gusta escuchar comentarios así.

Cuando recogieron al pequeñín de la escuela, estaba


muy feliz. Se sentó en su asiento de seguridad
especialmente preparado para él en la parte trasera,
incluso canto una canción que justo se había
aprendido en voz alta.
―Mamá y papá van a trabajar… y yo voy a la escuela.
No debo llorar o causar problemas, pero se bueno y
saludaré a mi maestro con un buenos días.

Su brillante y fuerte voz sonaba feliz mientras


cantaba. Anastasia aplaudió al ritmo de la canción, lo
cual alentó a Alejandro a cantar más alto. De hecho,
la canto varias veces. Incluso Miguel tarareo con ellos,
y había una atmosfera feliz en todo el auto. En el
restaurante de clase alta, Miguel ordenó una cena
grande. Mientas miraba el hermoso rostro del
pequeñín, el deseo de convertirse en él padre de este
niño se aceleró su corazón. Aunque Alejandro no era
su propio hijo, definitivamente lo amararía como si
fuera su hijo biológico. Pronto, su mirada cayó en la
mujer frente a él. Mientras estuviera de acuerdo, él
se casaría con ella de inmediato, les daría a ambos un
lugar seguro y protegido para llamarlo casa.

Caminaron por el centro comercial después de la


cena, y el pequeñín tuvo algunos regalos. Dicho esto,
Anastasia realmente no estaba de acuerdo con la
manera de Miguel de mostrar cariño a su hijo.
Afortunadamente, él no era el tipo de niño que fuera
adicto a obtener regalos. A la 9:30 de la noche, el
auto de Miguel se estacionó frente al departamento
de Anastasia. Se sintió desconcertado cuando
escuchó que fue rentado por su compañía. Por lo
que, parece que era tiempo para que mostrara su
habilidad. Decidió darle un departamento grande en
el centro de la ciudad mañana para que así pudieran
vivir en la comunidad más segura.

―Vamos dame un beso antes de que te vayas.


―Miguel abrazo al pequeño, quien lo besó en la
mejilla. Después, Miguel miró a la mujer a su lado y
también quería que lo besara, pero no tenía el valor
de pedírselo. En ese momento, no se atrevía a
mostrar mucho sus intenciones por miedo a
asustarla. Anastasia se despido de el con la mano
mientras sostenía a su hijo y se dirigían a su
apartamento. Sin embargo, Miguel permaneció ahí
por más tiempo.

Tan pronto Alejandro entró al departamento, hizo una


pregunta que estaba pensado en todo este tiempo.
―Mami, ¿crees que el tío Miguel es un buen
hombre?

―Sí, ¡claro que lo es!

—¿Te cae bien?


―Claro que me cae bien. ―Anastasia
ordenadamente guardó los juguetes en la casa
mientras contesta la pregunta de su hijo.

―En ese caso, ¿quieres casarte con él? ―preguntó de


nuevo el pequeño.

Las manos de Anastasia se congelaron mientras


guardaba los juguetes. No pudo evitar girarse para
mirar a su hijo mientras sonreía. ―Alejandro, ¡sólo lo
veo como un amigo!

Aunque el pequeño no entendía muy bien los


sentimientos entre los adultos. «¿No pueden estar
juntos si se caen bien?».

―Mami, creo que al tío Miguel le gustas mucho.

Un atisbo de impotencia cruzó el corazón de


Anastasia. Ella también podía sentir que Miguel
claramente tenía un interés romántico en ella, pero
sentía que no era suficiente para él, el merecía a una
mujer mejor.
Capítulo 50 Él es mi sobrino

Esa noche hace 5 años, Anastasia ya había sido


manchada después de haber sido violada por un
desgraciado. Desde ese entonces, ya no tenía interés
en ningún hombre. Su hijo lo era todo en su vida, y no
necesitaba casarse, amor u hombres. Ella siempre
había considerado a Miguel como amigo. Cuando
estaba de camino para encontrarse con un cliente, lo
conoció mientras estaba involucrado en un accidente
automovilístico. Al ver que el auto de Miguel estaba
lleno de humo, se acercó con rapidez sin decir una
palabra y sacó a rastras a un hombre herido fuera del
asiento del copiloto. En menos de dos minutos, su
auto exploto en el acto. En ese momento, estaba
empapada de sudor y estaba extremadamente
asustada. Ella hubiera muerto ahí, su hijo hubiera
sido huérfano. Ya que Anastasia y Miguel habían
estado cerca de la muerte, su relación era más
profunda que amistad. Después de rescatarlo, ella se
fue. Luego, Miguel la encontró y siguió persiguiendo a
la mujer para pagar su deuda con ella. Gradualmente,
se convirtieron en conocidos y se hicieron amigos.

Cuando Franco vino a casa esa tarde, Noemí preguntó


mientras recogía su bolsa por él.
―Voy a salir con unos amigos pasado mañana en la
noche, Franco. Acompáñame a asistir al evento.

—¿Pasado mañana? ¿A qué hora?

—¡Sólo vamos a cenar en la tarde!

―No tengo tiempo, así que no puedo ir.

—¿Qué? ¿Tienes que trabajar horas extras?

―No, tengo que cuidar al hijo de Anastasia. Tiene


que trabajar horas extras esa noche, así que tengo
que cuidar de Alejandro. ―Franco no trataba a
Noemí como una extraña, así que fue directo con ella.

De pronto el rostro de Noemí se tornó molesto.


Resopló y respondió:

―Sólo piensas en tu hija mayor todos los días,


¿cierto? No olvides que fue ella quien arruinó nuestra
familia.

―Es difícil para ella criar a un niño sola.


Naturalmente, haré lo mejor para ayudarla ―dijo
Franco sin poder hacer nada.
—¿Ayudarla? Sabes cómo ayudarla, pero ¿por qué no
ayudas a Érica? ―resopló Noemí de inmediato,
viéndose extremadamente molesta.

Franco también estaba metido entre su familia y


Anastasia, pero él aun así quería ayudarla porque le
debía demasiado por los 5 años que pasaron.
Mientras tanto, Érica escuchó la conversación en el
segundo piso, y sabía que su oportunidad había
llegado. Pronto, Franco tomó una ducha y se sentó en
su estudio en el segundo piso para ver las noticias.
Después de un momento, Érica entró con un plato de
frutas.

―Me he dado cuenta de que no te has ido a la cama,


papá.

―Sí.

―Papá, escuché que quieres cuidar al hijo de


Anastasia. De hecho, quiero cuidar de Alejandro
contigo. Es mi sobrino después de todo, y también
quiero hacer lo mejor para él.

Los ojos de franco se iluminaron de la felicidad;


¡parece que su hija pequeña era bastante sensible!
Luego la elogió. ―Érica, estoy muy feliz de que tienes
tan buenas intenciones. ¡Está bien, puedes venir
domingo pasado mañana!

Érica asintió con la cabeza obedientemente. —¡Si! Eso


es genial, papá, pero no se lo digas a Anastasia. Temo
que no me dejará venir si sabe que iré contigo.

—¡Está bien! No se lo diré. ―Franco no se dio cuenta


de los planes. Para él, la cosa más feliz era que sus
dos hijas se pudieran llevar en paz.

En un abrir y cerrar de ojos, viernes llegó. Cuando


Anastasia mandó a su hijo a la escuela en la mañana,
le dijo que su abuelo vendría a recogerlo de la escuela
en la tarde. El pequeño asintió con la cabeza. ―No te
preocupes, mami. Le haré caso al abuelo.

―De acuerdo, iré a ganar más dinero para nosotros.


―Anastasia dio unas palmeadas en su pequeña
cabeza y está muy feliz.

Es los dos últimos días, Maya había ido con Anastasia


de vez en cuando para pedirle algunos consejos.
También llevó café y bocadillos para complacerla.
Claro que Anastasia no quería aceptar esto favores,
pero lo hizo ya que Maya insistió. A las 2:00 de la
tarde, Miguel apareció en Burgués mientras sostenía
un regalo y un ramo de rosas en sus manos. De
hecho, él se miraba completamente como el novio de
Anastasia. Era un hombre tan atractivo y animado, así
que llamaba la atención a donde fuera. Un grupo de
empleadas estaban completamente celosas de
Anastasia.

—¡Vaya! Míralo trayendo un motón de rosas de


nuevo.

—¡Es atractivo!

—No solo es atractivo, se ve increíblemente rico


también.

―Creo que es uno de esas súper adineradas familias.


El reloj que lleva vale 10 millones.

—¿Cómo es que Anastasia tuvo tanta suerte?

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