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—¿La localizó?
—¡Sí, señor!
Capítulo 2 El sabor adictivo de ella
—¿Qué?
—Hola, Helen.
«¿Elías Palomares?».
Cuando Elías oyó esto, acercó la silla del otro lado del
escritorio, sentándose con gracia y con un aire de
arrogancia y superioridad. Luego, dijo con frialdad:
—¿Qué es esto?
—Adivine.
—¡Hola, mamá!
—¿Quién?
—La pequeña zorra de Anastasia contactó a tu padre
hoy y volvió.
—Hola, Érica.
—¡Mami!
—¡Está bien!
—Claro.
—¿Quién es usted?
—Saluda a tu abuela.
—Mi mamá dijo que mi abuela murió hace mucho.
¿Cómo puede ser mi abuela? —preguntó el niño,
delatando de manera indirecta las malas intenciones
de Noemí con su inocencia y pureza.
—Tú…
—¿Qué se te ofrece?
—¡Basta, Anastasia!
—¿Diga?
—¿Diga?
—¿Conoce a Miguel?
—Estoy bien.
—Lo siento.
—¿Cómo la conociste?
—Está bien.
«¿Por qué tenía que ser él? ¿Por qué Elías está aquí?»
—Al hospital.
—9 y media de la noche.
— ¿Qué?
— ¿Diga?
— ¿Te gusta?
— ¿Qué?
Anastasia río.
— ¿Diga?
—Gracias, Ray.
— ¿Cómo te enteraste?
—Gracias, papá.
—Elías.
— ¿Y si te extraño?
— ¿Cómo te la hiciste?
Ray asintió.
Ella decidió que tenía que estar con Elías tan pronto
como fuera posible. Sólo al tener un hijo de él, ella
obtendría el poder necesario para luchar contra
Anastasia. Entonces, el hijo de Anastasia no
significaría nada mientras que será su propio hijo el
heredero del imperio de la familia Palomares. Con
eso en mente, Helen pareció haber revivido.
―Gracias, señor.
―¡Claro!―asintió Elías.
―Alejandro, no ocasiones problemas, ¿Está bien?
Mami va a regresar a la reunión.
―Hola.
―Hola, Helen.
―Estoy en la compañía.
―En Casio.
―¿Es necesario?
―No te muevas.
―Me importa.
―Hola, Helen.
fríamente.
―Sí.
—¡Es atractivo!