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Nietzsche, Voluntar de Poder

No hay ni «espíritu», ni razón, ni pensamiento, ni conciencia, ni alma, ni voluntad, ni verdad; las citadas,
no son sino ficciones inútiles. No se trata de «sujeto» y «objeto», sino de una cierta especie animal que
no prospera sino bajo el imperio de una justeza relativa de sus percepciones y, ante todo, con la
regularidad de estas (de manera que le es posible capitalizar sus experiencias...).

Como instrumento del poder, trabaja el conocimiento. Realidad que crece, en la medida que aumenta el
poder...

El sentido del conocimiento: en este caso, como en el de la idea de «bien» y de «belleza», la concepción
de entenderse severa y estrechamente desde el punto de vista antropocéntrico y biológico. Para que una
especie concreta pueda conservarse y crecer en su poder es preciso que su concepción de lo real abrace
muchas cosas calculables y constantes. con el fin de levantar sobre semejante concepción un esquem a
de su conducta. La utilidad de la conservación — y no cualquier abstracta y teórica necesidad de no ser
engañado— radicase com o m otivo tras la evolución de los órganos del conocim iento..., estos órganos
se desarrollan de m anera que su observación baste para conservarnos. De otro modo, la m edida de la
necesidad de conocer depende de la medida del crecim iento de la voluntad de poder de la especie; una
especie se apodera de una cantidad de realidad para hacerse dueña de esta, para tomarla a su servicio.
(Nietzsche, XXX, p. 336)

En mi criterio, contra el positivismo que se limita al fenómeno, «solo hay hechos». Y quizá, más que
hechos, interpretaciones. No conocemos ningún hecho en sí, y parece absurdo pretenderlo.

«Todo es subjetivo», os digo; pero solo al decirlo nos encontramos con una interpretación. El sujeto no
nos es dado, sino añadido, imaginado, algo que se esconde. Por consiguiente, ¿se hace necesario contar
con una interpretación detrás de la interpretación? En realidad entramos en el campo de la poesía, de
las hipótesis.

El mundo es algo «cognoscible», en cuanto la palabra «conocimiento» tiene algún sentido; pero, al ser
susceptible de diversas interpretaciones, no tiene un sentido fundamental, sino machismos sentidos.
Perspectivismo. (Nietzsche, XXX, p. 337)

Sujeto: se plantea la terminología de nuestra creencia en una unidad entre los diversos momentos de un
sentimiento de realidad superior: entendemos semejante creencia como el efecto de una sola causa —
creemos en nuestra creencia hasta el punto de que, a causa de ella, imaginamos la «verdad», la
«realidad», la «sustancialidad»— . «Sujeto» es la ficción que pretende hacernos creer que muchos
estados similares son en nosotros el efecto de un mismo «substratum»; pero somos nosotros los que
hemos creado la analogía entre estos diferentes estados. La equiparación y la aprestación de estos, he
aquí los hechos y no la analogía (es preciso, por el contrario, negar la analogía). (Nietzsche, XXX, p. 339)

Es necesario saber lo que es el ser para decidir si esto o aquello son cosas reales (los hechos de la
conciencia, por ejemplo); y también para saber lo que es certeza, lo que es conocimiento y cosas así.
Pero como no sabemos esto, resulta un tanto absurda cualquier crítica del conocimiento. ¿Cómo es
posible criticar un instrumento que hay que utilizar irremediablemente para la crítica? Ni siquiera puede
definirse a sí mismo. (Nietzsche, XXX, p. 339)

E n m i criterio, las « v erdades», « a priori», m ás firm em en te creíd as son cree n cia s p ro v isio n ales;
la ley de causalid ad , por ejemplo , h áb ito s m u y b ien e je rcitad o s d e la creen cia, d e tal arraig o
que el h ech o d e no creerlo s term in aría con la especie. P ero ¿son po r esto v erd ad es? ¡V aliente
razonam iento! ¡C om o si la v erd ad se d em o strase p o r la su stan cia del hom bre! (Nietzsche, XXX, p.
344)

Toda la mecán ic a del c o n o cim ie n to es un ap arato de a b stracció n y de sim p lificació n , q u e n o


está e n ca m in a d o al c o nocer, sino a c o n se g u ir p o d er sobre las cosas; el «fin» y el « m ed io »
están tan alejad o s de la e sen cia como los « conceptos». Con « fines» y « medios» no s a p o d era m o
s del p ro ceso (se in v en ta un p ro c eso q u e es p alp ab le), p ero con « c o n ce p tos» de las « co sas»
que fo rm an el proceso. (Nietzsche, XXX, p. 344)

L a valo rizació n : «yo creo que esto y a q u ello es así», co m o ese n cia de la « v erd ad » . E n la v alo
ració n q u ed an e x presad as co n d icio n es de o b serv ació n y d e crecim ien to . T o d os n u estro s
e le m en to s de co n o cim ie n to y n u estro s sentidos solo se d esarro llan en relació n con ciertas co n
d icio n es de co n serv ació n y crecim ien to . L a co n fia n za en la dialéctica, o lo que es lo m ism o , la
co n fia n za en la razón y sus categ o rías, la valo ració n en d e fin itiv a d e la lógica, acred ita su utilidad
p ara la vida, y a d e m o stra d a p o r la e x p erien cia, p e ro de n in g u n a m an era su «v erd ad »
(Nietzsche, XXX, p. 347-348)

continuación

L os su p u esto s esen ciales de to d o lo v iv o y de su v ida son: un repertorio de creen cias, la p o


sibilidad de ju zg ar, la au se n cia de d u d as so b re to d o s los v alo res esen ciales. L o im p o rtante, p
o r c o n sig u ien te, es que alg o sea ten id o p or verd ad ero , au n q u e no lo sea. «E l m u n d o v erd
ad y el m u n d o ap aren te» — es op o sició n referid a p o r m í a las relacio n es d e v alo res— . N o so
tro s p ro y ectam o s nuestras co n d icio n es de co n serv ació n co m o p red icad o s del ser en g
eneral. El hech o de que para p ro g resar d e b am o s ten e r una cie rta e stab ilid ad en n u estra fe, no
s co n d u ce a im a g in ar el m u n d o v erd ad ero c o m o un m u n d o inm utable, no c o m o un m u n
d o en q u e v a ría y q u e d ev iene. (Nietzsche, XXX, p. 348)

N a cim ien to de la lógica. L a in clin ació n fu n d am en tal a ig u alar y a v er las co sas iguales es m o d
ificad a, refre n a d a po r la u tilid ad y el p erju icio , p o r el éxito; se crea u n a ad ap tació n , u n a a co
m o d ació n , d e n tro de los cu ales p u ed e satisfacerse d ich a in clin ació n , sin n e g ar la v id a ni e n
fre n tarla co n el p e ligro. T odo este p ro ceso co rre sp o n d e ex ac ta m en te a aquel o tro p ro ceso
exterior, m ec án ic o (cu y o sím b o lo es), m ed ian te el cual, el plasm a, c o n stan tem en te, ig u ala lo
q u e se asim ila y lo d istrib u y e y o rd en a en sus fo rm as y series. (Nietzsche, XXX, p. 349)

L a ló g ic a e stá v in c u la d a a la c o n d ic ió n y al su p u e sto de q u e h a y c a s o s id é n tic o s . P a ra


q u e p u e d a e x is tir u n a ló g ica, en definitiva, debe convenirse o fingirse que esta condición y este su
p u esto se dan. E s decir: que la v o lu n ta d p a ra la v erd ad ló g ica so lo p u ed e realizarse d esp u és d
e h a b er ad m itid o una fa ls ific a c ió n fu n d a m e n ta l d e to d o s los h e ch o s. D e d o n de se c o
lig e q u e a q u í rig e un in stin to q u e es c a p a z de las d o s c o sa s: d e la fa lsific a c ió n , p rim e ro ,
y d e la re aliz a ció n de su p u n to de vista; la ló g ica no se d eriv a d e la v o lu n tad de verdad.
(Nietzsche, XXX, p. 349)

La p o ten cia in v en tiv a q u e ha im ag in ad o las categ o rías sirve a la necesidad o a la seguridad de


una rápida com prensión, a base de sig n o s y d e so n id o s, es decir, de sig n o s ab rev iad o s

— pues n o se trata de v erd ad es m etafísicas en los co n cep to s de su stan cia, sujeto, ob jeto , ser, d
ev en ir— . L os p o d ero so s son los q u e han im p u esto los n o m b res a las co sas, y, entre los
poderosos, los m ás grandes artistas de la abstracción son los q u e crearo n las categ o rías. (Nietzsche,
XXX, p. 350)

M ás q u e « co n o cer» , esq u em atizar, im p o n e r al cao s b a stan te reg u larid ad y su ficien te n ú m


ero d e fo rm as p ara sa tisfa ce r n u estras n ecesid ad es prácticas. L a n ecesid ad d a la m ed id a en el
p ro c e so d e la razó n de la ló g ic a ; la n e c e sid a d d e c o m p re n d e r m ás q u e d e « c o n o c e r»
. de resu m ir, de e sq u e m a tiz ar, d a d a la in te lig e n cia del cálcu lo ... (El arreg lo , la in terp retació n
de las co sas se m e ja n te s, iguales; igual p ro c eso q u e e x p e rim e n ta la im p resió n d e los sen tid
o s es el d e sa rro llo de la razó n .) N o es una idea p re co n c eb id a la q u e trab a ja en este c aso , sin
o la u tilid ad ; las c o sas no son v a lo riza b les y m an e jab les p ara n o so tro s, sin o c u a n d o las v
em o s g ro se ram e n te e ig u ales u n as a o tras... L a fin alid ad en la razó n es un e fecto y no una cau
sa: la v id a d isu ad e de to d a o tra esp e cie d e razó n h a cia la cu al h a g a e s fu erzo s co n stan tes; e
n to n c es se h ace p o co clara, d e m a siad o d esig u al. (Nietzsche, XXX, p. 351)

El mundo imaginario del sujeto, de la sustancia, de la razón, etc., resulta necesario. Existe en nosotros
una facultad ordenadora, simplificadora, que falsea y separa artificialmente, «Verdad» es la voluntad de
hacerse dueño de la m ultiplicidad de las sensaciones — ordenar los fenómenos respecto a
determinadas categorías— . En esto partimos de ¡a creencia de que las cosas tienen un «en sí»
(aceptando los fenómenos por reales). El carácter del m undo que esté en su devenir no es
«íormulable», es falso, se contradice. El conocimiento y el devenir se excluyen. Por consiguiente, resulta
obligado que el «conocimiento» sea otra cosa; es preciso que una voluntad de hacer conocible preceda:
una especie de devenir debe producir la ilusión del ser. (Nietzsche, XXX, p. 354)

El continuo devenir no nos permite hablar de individuo, etcétera: el número de los seres varía
constantemente. No tendríamos una idea del tiempo ni del movimiento, si no creyéramos ver, por un
error de apreciación, cosas inmóviles al lado de cosas que se mueven. Tampoco com prenderíamos la
causa y el efecto, y sin la errónea idea de un espacio vacío no hubiéramos llegado jamás a la concepción
del espacio. El principio de identidad tiene com o fondo la apariencia de que hay cosas iguales. Un
mundo en devenir no se podría inteligir en el sentido estricto de la palabra; solamente en cuanto la
inteligencia que com prende y que conoce encuentra un mundo previamente creado por un
procedimiento grosero, constituido de meras apariencias; solo en tanto este género de apariencias
remansa la vida, hay algo como conocimiento; es decir, un mensurar los antiguos errores unos con otros.
(Nietzsche, XXX, p. 355)

¿Qué son predicados? Nuestras variaciones no las consideramos como tales variaciones, sino como
«cosas en sí», como algo que resulta extraño a nosotros, como algo que percibimos; y lo admitimos no
como un hecho, sino como un ser, como cualidad, e inventamos un sujeto al cual van unidas estas
cualidades, es decir, que convertimos en causa un efecto y admitimos el efecto como un ser. Pero aun en
esta fórmula el concepto «efecto» es arbitrario, pues de aquellas variaciones que pasan ante nosotros y
de las que no queremos ser causa, inferimos que son efectos; según el razonamiento, «cada variación
tiene un autor»; pero este razonamiento se convierte en mitología: separa lo que obra y lo conseguido.
Si yo digo: «el relámpago ilumina», pongo el iluminar una vez como actividad y otra vez como sujeto; así
pues, suponer un ser a lo que sucede, que no sea una misma cosa con lo que sucede, sino que
permanece, que es y no que «llega a ser». Considerar lo que sucede como efecto, y el efecto como ser:
este es el doble error o interpretación de que nos hacemos culpables (Nietzsche, XXX, p. 364)
La «apariencia» es un mundo dispuesto y simplificado en el cual han trabajado nuestros instintos
prácticos: para nosotros resulta perfectamente verdadero porque vivimos en él, podemos vivir en él:
prueba de su verdad para nosotros...

... El mundo, abstracción hecha de nuestra condición de habitantes del mundo; el mundo que hemos
ceñido a nuestro ser, a nuestra lógica y a nuestros prejuicios psicológicos, no existe como mundo en sí:
es esencialmente un mundo de relaciones; mirado desde puntos distintos toma cada vez un nuevo cariz;
su ser es esencialmente distinto desde cada punto; se sustenta sobre cada punto, cada punto lo sostiene,
aunque estas adiciones son en cada uno de los casos absolutamente incongruentes. (Nietzsche, XXX, p.
385)

El error de los filósofos consiste en que, en vez de ver en la lógica y en las categorías de la razón medios
para vincular al mundo a fines utilitarios (por consiguiente, «en principio», en vez de crear una falsa
utilidad), se cree estar en posesión del criterio de la verdad, o lo que es lo mismo, de lo real. El «criterio
de la verdad» no era, en efecto, más que la utilidad biológica de un semejante sistema de alteración por
principio, atenido a que una especie animal no conoce nada más importante que conservarse,
tendríamos, por consiguiente, el derecho de hablar aquí de «verdad». La ingenuidad estribaba
simplemente en tomar la idiosincrasia antropocéntrica por la medida de las cosas, como norma de lo
«real» y de lo irreal»; o lo que es lo mismo: en hacer absoluta una cosa condicionada. Mas de repente el
mundo se divide en dos partes: un «mundo-verdad» y un «mundo-apariencia»; y, precisamente, el
mundo en que el hombre había imaginado instalarse por su cuenta y riesgo comenzó a desacreditarse.
(Nietzsche, XXX, p. 396)

conjtinuación

En vez de utilizar las formas como instrumentos para hacer el mundo manejable y determinable para su
uso, los filósofos y su locura descubrieron que, detrás de estas categorías, se ocultaba la concepción de
este mundo, al cual no correspondía sino este en que vivimos. Se interpretaron mal los medios,
considerados como medidas de valores y utilizados para condenar su primera intención...

El proyecto consistía en engañarse de una manera útil, en medio de fórmulas y de signos por medio de
los cuales se pudiese reducir la multiplicidad turbadora a un esquema útil y manejable.

Pero, lastimosamente, se puso en juego una categoría moral; ninguna criatura desea engañarse, ninguna
criatura, mejor dicho, debe engañarse; y, por consiguiente, no hay más que una voluntad de lo
verdadero. ¿Qué es la «verdad»?

La antinomia brindaba este esquema: el mundo-verdad, cuyo camino se busca, no puede vivir en
contradicción consigo mismo, no puede cambiar, devenir, puesto que no tiene principio ni fin.

Se comete un gran error, la verdadera fatalidad del error sobre la tierra: en las formas de la razón se creía
poseer un criterio de la realidad, aunque solo se mantuvieran estas formas para dominar a la realidad,
para malentender la realidad de una manera inteligente...

Y he aquí que el mundo adquiere un tono falso, a causa, justamente de las cualidades que constituyen
su realidad: el cambio, el devenir, la multiplicidad, los contrastes y las contradicciones, la guerra. Desde
ese momento irrumpió la fatalidad. (Nietzsche, XXX, p. 397)

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