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TÍTULO I

DE LA PERSONA Y DE LA SOCIEDAD

CAPÍTULO I
DERECHOS FUNDAMENTALES DE LA PERSONA

Defensa de la persona

Artículo 1

La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la


sociedad y del Estado.

CONCORDANCIAS:

C.: arts. 2, 3;
C.C.: art. 1;
C.P.: art. 1;
C.N.A.: arts. 1, II;
D.U.D.H.: art. 1;
P.I.D.C.P: arts. 2, 10;
C.D.N.: arts. 2, 27, 37;
C.A.D.H.: arts. 1, 11

Carlos Fernández Sessarego

El enunciado contenido en el artículo 1 de la Constitución peruana de 1993 es el eje


sobre el cual gira la interpretación de las normas de este cuerpo legal, así como de
todas aquellas otras que integran el ordenamiento jurídico del país. La defensa de la
persona humana y el respeto a su dignidad constituyen la razón de ser del Derecho. En
realidad, con más precisión, cabe expresar que la persona humana, considerada en sí
misma, es el fin supremo de la sociedad y del Estado, de donde se deriva la obligación
de la sociedad y del Estado de defenderla y respetarla.

El Derecho fue creado para proteger, en última instancia, la libertad personal, a fin de
que cada ser humano, dentro del bien común, pueda realizarse en forma integral, es
decir, pueda cumplir con su singular «proyecto de vida", el mismo que es el resultante
de la conversión de su libertad ontológica en acto, conducta o comportamiento. El
Derecho pretende, a través de su dimensión normativa eliminar, hasta donde ello sea
posible, los obstáculos que pudieran impedir el libre desarrollo del personal "proyecto
de vida", es decir, de lo que la persona desea ser y hacer en su vida 1. El Derecho es,

1
El segundo párrafo del artículo 3 de la Constitución italiana de 1947 es muy elocuente al respecto
cuando enuncia que: "Es deber "de la República remover los obstáculos de orden económico y social,
que, limitando de hecho la libertad y la igualdad de los ciudadanos, impiden el pleno desarrollo de la
persona humana y la efectiva participación de todos los trabajadores en la organización política,
económica y social del país". Es pues deber del Estado la defensa de la persona humana y el respeto a
por ello, un instrumento liberador de la persona. De ahí que es deber genérico de toda
persona, que subyace en toda norma jurídica, el de no dañar al prójimo, ya sea en su
unidad psicosomática, en su libertad proyectiva o en su patrimonio.

Por lo expuesto, el axioma jurídico que preside cualquier ordenamiento jurídico


prescribe "que toda conducta intersubjetiva está permitida, salvo que se halle
expresamente prohibida por dicho ordenamiento jurídico o atente contra el orden
público o las buenas costumbres". El prius del Derecho es, pues, la libertad. Lo
prohibido, en cuanto se trata de una conducta injusta o ilícita, es la excepción.

Somos de la opinión que el mencionado axioma jurídico, por su trascendencia, debería


ubicarse en el pórtico de la normativa constitucional a fin de poner en evidencia que la
misión fundamental del Derecho es, como está dicho, proteger la libertad de cada
persona a fin de lograr su realización humana integral en armonía con el interés social.
Para ello fue creado el Derecho, el mismo que posee un sentido liberador. Para
conseguir esta finalidad, el Derecho debe crear aquellas condiciones sociales de
justicia, solidaridad, seguridad, igualdad, que permitan el cumplimiento del "proyecto de
vida" de cada cual. La vivencia colectiva de los valores es condición indispensable para
la plena realización de la persona humana en cuanto ser libertad.

2. Es importante conocer previamente lo que "es" la persona humana para saber, luego,
qué es lo que la sociedad y el Estado están obligados a defender, a proteger. La
persona humana o ser humano es, en síntesis y a la altura de nuestro tiempo, una
"unidad psicosomática constituida y sustentada en su libertad". El ente "persona
humana" tiene, así una estructura dentro de la cual se puede distinguir el soma - cuerpo
en sentido estricto- y la psique. Se trata de una "unidad" por cuanto todo lo que afecta
al cuerpo en sentido estricto repercute, de alguna manera y magnitud, en la psique y,
viceversa, todo lo que afecta a la psique repercute en el soma o cuerpo.

La mencionada "unidad psicosomática" se constituye y se sustenta en su libertad. La


libertad es, por ello, el ser de la persona humana 2.

Es esta la calidad ontológica que distingue a la persona humana de los demás entes
del universo, los mismos que carecen de libertad. Si bien la persona humana es parte
de la naturaleza en cuanto pertenece a la especie de los animales mamíferos, se
diferencia de estos en que es el único mamífero que, por ser libertad es, además, un
ente espiritual capaz de conocer y vivenciar valores, presididos por el valor supremo
del amor en todas sus dimensiones y manifestaciones. La vida del ser humano es la
vida de su libertad.

su dignidad, para lo cual debe utilizar el ordenamiento jurídico como un válido instrumento para
coadyuvar a la remoción de dichos obstáculos.

2
Si bien el antecedente sobre la calidad ontológica propia de la persona humana la encontramos en el
cristianismo y en algunos precursores, como Kant o Kierkegaard, su desarrollo fue asumido por la
escuela de la filosofía de la existencia. Así, Jean Paul Sartre expresa que "la libertad no es un ser:
es el ser del hombre" (El ser y la nada. Tomo III, Editorial Ibero-Americana, Buenos Aires, 1949, p. 20).
Xavier Zubiri, por su parte, afirma que "la libertad es la situación ontológica de quien existe desde el
ser" (Naturaleza, Historia, Dios. Editorial Poblet, Buenos Aires, 1948, p. 343). Gabriel Marcel sostiene
que "en última instancia, decir 'soy libre' es decir 'soy yo" (El misterio del ser. Editorial Sudamericana,
Buenos Aires, 1953, p. 296).
La libertad es lo que permite al ser humano constituirse como un ser dotado de una
dimensión espiritual. Ser libre significa tener permanentemente que elegir 3, que
proyectar y para elegir hay que preferir entre las múltiples opciones con que se cuenta
para vivir la vida, es decir, para determinar el destino personal, para decidir sobre el
singular "proyecto de vida".

Pero, para preferir, la persona debe valorar cada una de las opciones con las que
cuenta a fin de decidirse por alguna de ellas para proyectar su vida. El ser humano es
el único ente estimativo, es decir, el que posee la capacidad de vivenciar valores. Los
valores son "en" y "para" la vida del hombre y, como está dicho, a través de ellos se
ingresa al mundo del espíritu, que es privativo del ser humano. El significado
preponderante del concepto "persona" que se atribuye al ser humano es, precisamente,
el que se constituye como el único animal mamífero que es "espiritual" por cuanto es
un ser libertad Es esta calidad ontológica la que lo hace único, singular, irrepetible,
idéntico a sí mismo, estimativa, proyectivo, no estandarizado, responsable.

La descripción de la persona humana, aparte de su constitución como un ser libertad,


comprende tanto su dimensión coexistencial4 o social como su inherente temporalidad5.

3. El artículo 1 de la Constitución, al enunciar que la defensa de la persona humana es


el fin supremo de la sociedad y del Estado, lo que prescribe es el deber de todos y cada
uno de los miembros de la sociedad, así como de los diversos órganos del Estado, de
proteger de una manera preventiva, integral y unitaria a la persona.
Esta protección comprende tanto su estructura psicosomática como su libertad
proyectiva, fenoménica, hecha acto, conducta, comportamiento. Es decir, el "proyecto
de vida" de cada persona.

La defensa y protección de la persona humana, en primer lugar, debe ser preventiva.


El ordenamiento jurídico positivo debe contener normas que permitan a la persona
obtener pronta y eficaz protección frente a eventuales amenazas a su integridad
psicosomática o a su libertad proyectiva. En el caso peruano se cuenta con las acciones
del hábeas corpus y de la acción de amparo, recogidas por el artículo 200 de la
Constitución de 1993, así como por la acción inhibitoria que se deduce del texto del
artículo 17 del Código Civil de 1984.

3
Sartre expresa, refiriéndose a los seres humanos, que "de hecho somos una libertad que elige, pero
no elegimos ser libres: nosotros estamos condenados a la libertad" (Ob. cit., p. 84).
4
Como expresa Xavier Zubiri "existir es existir 'con' -con cosas, con otros, con nosotros mismos-. Este
'con' pertenece al ser mismo del hombre: no es un añadido suyo" (Ob. cit., p. 373). Por su parte, Martin
Heidegger enfatiza que "es inherente a! ser del 'ser ahí' el irle en su ser mismo el 'ser con' otros" (El ser
y el tiempo. Fondo de Cultura Económica, México, 1951, p. 143). El "ser ahí"" es para Heidegger "un ente
que en cada caso soy yo mismo". Al "existente 'ser ahí' le es inherente el ser, en cada caso, mío (...)"
(Ob. cit. p. 62).
5
Xavier Zubiri sostiene a! respecto que "el tiempo no es una pura sucesión, sino un ingrediente de la
constitución misma del espíritu" (Ob. cit., p. 334). Martín Heidegger expresa que "si la temporalidad
constituye el sentido origina! del ser del 'ser ahí', mas a este ente le va en su ser este mismo, entonces
tiene la cura que emplear 'tiempo' y por tanto contar con 'el tiempo" (Ob. cit., P. 269). El autor
manifiesta que "en prueba de que la temporalidad constituye el ser del 'ser ahí', y de la forma en que lo
constituye, se mostró que la historicidad, constitución del ser de la existencia, es 'en el fondo'
temporalidad" (Ob. cit., p. 464).
Pero la defensa de la persona, aparte de preventiva, debe ser unitaria e integral.
Es unitaria en razón de que el ser humano es un todo inescindible de carácter
psicosomático, constituido y sustentado en su libertad. De esta calidad ontológica se
desprende la naturaleza integral de la defensa de la persona humana. No se debe
prescindir, por ello, tanto de la protección de su esfera psicosomática como de su
libertad fenoménica o fáctica, la que se concreta en el "proyecto de vida" de cada cual.

Por ello, cuando constitucionalmente se enuncia que la defensa de la persona humana


es el fin supremo de la sociedad y del Estado, se debe considerar a la persona humana
tal como ella es, como una unidad psicosomática constituida y sustentada en su
libertad, por lo que no se puede prescindir de la protección de cualquier aspecto de
dicha unidad ni del "proyecto de vida" que es, como se ha apuntado, la concreción
fenoménica de su libertad ontológica6.

Es de advertir que, tradicionalmente, el Derecho se ha preocupado


preponderantemente por la protección de la unidad psicosomática del ser humano, con
ostensible y criticable descuido de la protección de su libertad fenoménica, de su
"proyecto de vida". Ello no obstante que en este se juega el destino mismo de cada ser
humano, el sentido y la razón de su existencia.

Felizmente, en lo que concierne a la protección integral de la persona humana, la


doctrina, en las dos últimas décadas, ha elaborado una nueva teoría que es la del "daño
al proyecto de vida", la misma que, dentro de la genérica referida al "daño a la persona",
ha mostrado la importancia que tiene para el ser humano la protección de su libertad
hecha acto o conducta. Acto o conducta que responde a una decisión personal desde
que el ser humano es un ser libertad. Esta creación doctrinaria tiende a ingresar a los
códigos civiles. Ejemplo de ello es el artículo 1985 del Código Civil peruano de 1984 en
el que se hace referencia al "daño a la persona" y, dentro de él, al denominado "daño
al proyecto de vida"7.

La jurisprudencia, en cuanto Derecho vivo, ha empezado también a tener en


consideración, por su trascendencia en cuanto a la realización integral de la persona,
la reparación del "daño al proyecto de vida". Se conocen en este sentido, por ejemplo,
algunas sentencias emanadas de los tribunales de Argentina y Perú, las mismas que
abren el correcto camino para la defensa y protección de la esfera espiritual de la
persona humana, la misma que se sustenta en su libertad ontológica. Pero el impulso
más vigoroso en lo que atañe a la reparación del "daño al proyecto de vida" proviene
de paradigmáticas sentencias dictadas por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, en especial en los casos peruanos "María Elena Loayza Tamayo" y ''Alberto

6
FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos. Daño al proyecto de vida. En: "Derecho". N° 50, órgano de la
Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, diciembre 1996, y en "Studi in
onore di Pietro Rescigno". Tomo V, Giuffre, Milano, 1998.

7
Para una distinción entre "daño a la persona" y "daño al proyecto de vida" ver del autor de este
comentario el trabajo Deslinde conceptual entre "daño a la persona'; "daño al prqyecto de vida" Y "daño
mora/': En: "Foro Jurídico", Año 1, N° 2, Lima, julio 2003, y en "Revista Jurídica del Perú", Año LIII, N°
50, Trujillo, septiembre 2003.
Cantoral Benavides"8.

4. El artículo 1 de la Constitución de 1993, al lado del respeto a la persona humana,


enuncia también el deber de la sociedad y del Estado de respetar su dignidad. La
"dignidad" es una calidad inherente a la persona, en cuanto esta es simultáneamente
libre e idéntica a sí misma. La libertad y la identidad sustentan la dignidad del ser
humano. El ser humano posee dignidad porque, siendo libre, es un ser espiritual, y
además, por el hecho de que, a pesar de que todos los seres humanos son iguales, no
hay dos idénticos. Es esta dignidad inherente a su ser el sustento de los derechos
fundamentales de la persona humana.

Los derechos fundamentales de la persona tienen como finalidad la protección unitaria


e integral de la persona en cuanto es un ser que posee dignidad. Es esta dignidad la
que justifica y explica los derechos fundamentales de la persona y le sirve de
fundamento. De ahí que el artículo 3 de la Constitución establezca que los derechos de
la persona no se circunscriben a solo aquellos expresamente normados por el
ordenamiento jurídico, sino que su protección alcanza a aquellos que, sin encontrarse
en esta situación, "se fundan en la dignidad del hombre".

No obstante, lo hasta aquí expresado, preferimos la redacción del artículo 1 de la


Constitución de 1979 en el sentido que: "La persona humana es el fin supremo de la
sociedad y del Estado. Todos tienen la obligación de respetarla y protegerla". En
verdad, el fin supremo está constituido por la persona en sí misma, en base a su
inherente dignidad. De ahí que, como consecuencia de ello y tal como lo señala la
segunda frase del citado numeral, todos están obligados a respetarla y protegerla.

Como se advierte, es más precisa la redacción del artículo 1 de la Constitución de 1979


que la del mismo numeral de la Constitución de 1993, que al expresar que el fin
supremo no es, en sentido estricto, "la defensa de la persona humana y el respeto a su
dignidad" -como lo enuncia este último numeral- sino la persona humana considerada
en sí misma. Este enunciado, como consecuencia, obliga a la sociedad y al Estado a
"respetarla y protegerla".

Por lo expuesto, resultaría aconsejable que, en el Anteproyecto de Ley de Reforma


Constitucional que de conformidad con la Ley N° 27600 viene elaborando el Congreso
de la República, se incluya como articulo 1 el texto de la Constitución de 1979. Lo
consideramos imprescindible pues en él se encuentra la clave para la interpretación de
la propia Constitución y del ordenamiento jurídico en general.

DOCTRINA

FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos. Daño al proyecto de vida. En: "Derecho" N° 50.


Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, 1996; y en: "Studi in onore di Pietro

8
FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos. El daño al prqyecto de vida en la Jurisprudencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos. En: "Derecho", N° 56, órgano de la Facultad de Derecho de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, junio 2003; en: "Estudios jurídicos en homenaje al
profesor Luis Díez-Picazo", Tomo IV, Civitas, Madrid, 2003; en: "Responsabilidad Civil y Seguros", Año
V, N° Iv, La Ley, Buenos Aires, julio-agosto 2003; y en: "Revista Peruana de Jurisprudencia", Año 5, N°
31, Trujillo, septiembre 2003.
Rescigno", Tomo V, Giuffre, Milano, 1998; FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos.
Deslinde conceptual entre" daño a la persona", "daño al proyecto de vida" y "daño
moral". En: "Foro Jurídico". Año 1, N° 2, Lima, 2003; y en: "Revista Jurídica del Perú".
Año UII, N° 50, Normas Legales, Trujillo, 2003; FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos. El
daño al proyecto de vida en la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos. En: "Derecho" N° 56. Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2003;
en: "Estudios jurídicos en homenaje al profesor Luis Diez-Picaza". Tomo IV, Civitas.
Madrid, 2003; en: "Responsabilidad Civil y Seguros". Año V, N° IV. La Ley. Buenos
Aires, 2003; y en: "Revista Peruana de Jurisprudencia". Año 5, N° 31. Trujillo, 2003;
HEIDEGGER, Martín.
El ser y el tiempo. Fondo de Cultura Económica, México, 1951; MARCEL, Gabriel.
El misterio del ser. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1953; SARTRE, Jean Paul.
El ser y la nada. Tomo IIl, Editorial lbero-Americana, Buenos Aires, 1949;
ZUBIRI, Xavier. Naturaleza, Historia, Dios. Editorial Poblet, Buenos Aires, 1948.

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