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Maestría de Filosofía

Módulo:

Filosofía de la Ciencia.

Evaluación final.

Docente:

Esther Sánchez.

Autor:

Alejandro Rodríguez

Septiembre - 2022
Revolución tecnocientífica y neopositivismo: Debate pendiente y deuda ético-filosófica. Una
mirada al pasado.

Luego de una aproximación en lo referente a Filosofía de la Ciencia desde el posgrado en


Filosofía de la Universidad del Azuay, me permito escribir este pequeño ensayo de carácter
expositivo – argumentativo en el cual presentaré unas cuantas reflexiones y conjeturas que he
logrado discernir a partir de la revisión bibliográfica, la duda metódica y el pensamiento crítico.
La hipótesis que planteo para este escrito es, el ser humano requiere un debate ético-filosófico de
cara al neopositivismo y la revolución tecnocientífica. Para sustentar esta hipótesis, desarrollaré a
breves rasgos una pequeña estructuración comparativa de ciertos datos históricos que nos dejó de
legado el siglo XX frente al contexto que se enfrenta hoy por hoy el ser humano de cara a un
nuevo positivismo y a una revolución tecnológica-científica emergente.

Me atrevo a deducir, que la revolución industrial, evento que marca parte de la modernidad, trajo
consigo un sinnúmero de avances en cuanto a la productividad y abastecimiento de recursos para
con nuestras sociedades. Esta característica se acentúa mucho más con la automatización, la
llegada del mundo tecnológico y últimamente, con la puesta en práctica de las Inteligencias
Artificiales, sucesos progresivos que han significado que en las grandes empresas hayan
automatizado a gran escala la producción y el abasto de elementos de cualquier índole.

La innovación como característica fundamental de las empresas y el continuo mejoramiento de


las actividades industriales, permiten conocer que la competitividad en el mercado
tecnocientífico es cada vez mayor. Sin embargo, antes de enfocarnos netamente en lo que
corresponde la discusión del porqué la innovación y el mejoramiento son de alto interés
empresarial, es propicio regresar la mirada unos años atrás y recordar que legados históricos nos
ha dejado el no haber ejecutado un análisis previo al uso e instrumentalización de la técnica
frente a los avances tecnológicos-científicos.

Propongo que la generalidad desde donde parte esta reflexión sea el siglo XX, mismo que nos
heredó cuestionables eventos históricos a la humanidad; entre ellos, dos guerras mundiales en
menos de cincuenta años, una catástrofe ecológica cuasi irreversible, una guerra fría al borde de
una guerra nuclear, entro otros (García de Cortázar, 1999, pág. 7-32). Esto nos invitaría a
reflexionar que la técnica y razón instrumentalizada, se convirtió convenientemente en aquella
fantasía donde se nos forzó a vivir ciertos imaginarios de libertad, democracia y sentido común.
Argumento además que, a través de la lógica, la razón y la conveniente narrativa que nos heredó
la época del iluminismo y la ilustración, nos trajo consigo un constructo epistemológico que no
permitió ninguna otra forma de “ser” más que a través del método. Esto a su vez, determinó en
gran medida los cánones tanto científicos como culturales que darían forma a la modernidad. Fue
entonces donde tomó sentido esta cuestión de medios y fines, espacio donde se pasa de la razón
como instrumento (de carácter práctico), al racionalismo (interpretado como la razón por la razón
como fin mismo) (Crouzet, 1981, pág. 118-119)

En otras palabras, el ser humano centró en aquel entonces su quehacer científico y humano
únicamente a través de la tautología duda metódica (que llevará al “cogito ergo sum”1)
reduciendo “lo especifico humano a lo meramente cognitivo” y diseccionando “la realidad en un
proceso mental por el que todo es medible y organizable.” (Polavieja, 2015). A esto hay que
sumarle, que a pesar de nuestra hipotética característica y actuar “racional” por parte de nuestra
especie, yace sobre nuestro pasado el haber permitido un genocidio de aproximadamente 100
millones de personas durante la segunda guerra mundial, el evadir la responsabilidad de ver a
100.000 personas muertas cada día de hambre (Ziegler, 2006, pág. 26), o no hacer nada respecto
a la existencia de 780 millones de personas subalimentadas de modo estructural (según cifras de
la Fao y otros organismos internacionales) (Polavieja, 2015, pág. 65). No contentos con esto,
hicimos de la vista gorda de alrededor de 2.700 millones de personas en condición de pobreza
extrema en la primera década del siglo XXI (según la PNUD) (Ziegler, 2006, pág. 26).

Es a partir de estos datos expuestos, donde propongo se debe centrar la critica respecto al
accionar (y en la misma medida al no accionar) humano. Lo dicho en gran medida, evidencia
ciertas crisis multidimensionales por las cuales atravesó (o atraviesa aún) nuestra sociedad. En
este sentido, afirmaciones contemporáneas respecto a las acciones tecnocientíficas, preocupan
considerablemente pues “están basadas en conocimiento, pero dicho conocimiento ha dejado de
ser un fin en sí mismo y se ha convertido en un medio para el logro de objetivos militares,
empresariales, políticos, etc.” (Echeverria, 2010, pág.33). Entonces ¿Qué hemos aprendido del
pasado?

Me atrevo a provocar afirmando que nuestra sociedad y especie no ha aprendido aún lo


suficiente, pues el legado histórico de muerte y destrucción yace intacto sobre nosotros y sobre

1
“Pienso, luego existo”
nuestras generaciones. El no haber ejecutado en primera instancia un debate ético previo respecto
a la incidencia que tendría la instrumentalización del conocimiento y la técnica, ha significado
que sobre nuestra memoria estén aun disputas pendientes de lo que fue el siglo XX. A pesar de
que grandes pensadores y filósofos destacaran su aporte intelectual a la ciencia en la época antes
mencionada, no significó un impedimento para que las atrocidades más grandes del ser humano
se materializaran en campos de concentración como los de Auschwitz y en bombas atómicas
como las lanzadas en Hiroshima y Nagasaki.

Si bien es cierto, hoy en día a pesar de existir propuestas como la de Nowotny, Scott, Gibbons y
otros, que recomiendan un nuevo modo2 de producción del conocimiento científico, expongo que
aún existen barreras entre la ciencia y la sociedad, mismas que se ven materializadas en
numerosas crisis como la producida por el Covid-19 y la posible recesión económica actual. Es
por esto que, desde mi reflexionar filosófico, evidencio se conserva esa deuda ético-moral para
con el accionar científico.

Por esta razón, considero que, es tarea de la filosofía de la ciencia y sus respectivas ramas,
sintetizar, reflexionar y guiar cuidadosamente a la comunidad en general a un debate de carácter
político, filosófico y ético previo a la performatividad de la revolución tecnocientífica. Este
espacio permitirá caracterizar, profundizar y ahondar considerablemente las (im)posibilidades
posibles de cara a una nueva conformación político-social del conocimiento, las tics y la
tecnociencia.

Reflexión epistemológica desde la filosofía de la medicina.

Desde el contenido analizado y sintetizado durante la segunda semana del modulo Filosofía de la
Medicina, me permito realizar las siguientes aseveraciones en pro de guiar unos pequeños
párrafos de vinculo con miras a la reflexión filosófica.

Primero, desde los argumentos que parte este ensayo, es preciso puntuar que es tangible lo que
nos heredó el siglo XX a partir del cuestionable saldo de muertes y acciones “justificadas”, por
cuanto la filosofía de la medicina hubiese tomado cuerpo de acción de haber sido una disciplina
que hubiese analizado de forma sistemática ciertas características que delimitaban a la sociedad
de aquel entonces.

2
el modo 2, que es transdisciplinar, heterogéneo y no jerárquico.
La caracterización formal de “enfermo” o “sano” respecto a un conglomerado de personas que
dispusieron un genocidio en los campos de concentración o, en la misma medida, de quienes
permitieron la atrocidad de Hiroshima y Nagasaki, hubiese permitido quizás la (re)consideración
de la decisión que se llevó a cabo en aquel entonces. Además, hubiese también servido en los
procesos judiciales que se dieron por ejemplo en Nuremberg a causa de la guerra y hubiese
significado un aporte en materia del derecho.

Por otra parte, hoy en día, concibo que el avance respecto a las meditaciones que se realizan
desde el campo de la filosofía de la medicina, ha permitido en cierta medida, percibir
dimensiones desde donde se construye lo humano y su accionar, es decir, desde ese aspecto
antropológico que lo definiría en gran parte. En otras palabras, concilio que la deliberación
vigente que tiene la filosofía de la medicina (y su espacio epistemológico), permite el
entendimiento de la construcción humana y del “ser” metafísicamente hablando. En este sentido,
admitir que el ser humano no se construye solamente desde sus creencias, sino que va en
contubernio con la objetividad del mundo, hace que situemos nuestra acepción del mundo en
otras formas.

Desde lo antes señalado, conceptos como “sano”, “enfermo” o también las percepciones respecto
a la bioética, estarían continuamente evolucionando, pues los valores a los que estaría sujeto el
humano, su accionar y a su vez, las sociedades donde habita, irían permutando acorde a la
historicidad del momento. En este sentido, un claro ejemplo se ha abierto al debate en el campo
de las guerras bacteriológicas o también con la misma crisis por el covi-19.

Por tanto, considero en este sentido que, desde el aporte de Cristian Saborido respecto al enfoque
constructivista, ha sido imperioso las nuevas discusiones que van tomando forma acorde a las
dificultades que como especie estamos enfrentando tales como el negacionismo o la misma
ruptura del enfoque “objetivo” de las disciplinas como la medicina frente a tratamientos
alternativos (chamanismo, epistemologías del sur, entre otras). Esto me permite concluir que, el
ser humano es un ser que lleva consigo múltiples discusiones por resolver. Autores como
(Avilés, 2007) y (Duch, 1997) están en concordancia con el inciso anterior y me atrevo a
interpretar que concordarían con la aseveración respecto al “ser” y al “quehacer” antropológico
en continua (trans)formación. Lo expuesto dialogaría en la misma medida con el aporte de
(González, 2004) quién cita: “El ser humano es un sistema complejo, abierto, donde si uno de los
elementos que lo integran sufre alguna modificación, afectará todo el sistema de una manera
inesperada dando lugar a estados nuevos, no previstos.”

Bibliografía
Avilés, R. (2007). La búsqueda humanizante. México: UIA

Crouzet, M. (1981). Historia general de las civilizaciones. El siglo XVIII, Revolución intelectual, técnica y
política (1715-1815). Barcelona: Ediciones Destino.

Duch, L. (1997). La educación y la crisis de la Modernidad, Madrid: Paideia.

Echevarría, J. (2010). De la filosofía de la ciencia a la filosofía de la tecnociencia. Daimon Revista Internacional de

Filosofia, (50), 31–41. Recuperado a partir de https://revistas.um.es/daimon/article/view/147121

García de Cortázar F. (1999). El siglo XX. Diez episodios decisivos. Madrid: Historia Alianza Editorial.

González C. P. (2004). Las Nuevas Ciencias y las Humanidades, Barcelona: Anthropos.

Polavieja, I. D. (2015). Espiritualidad y Política para una nueva era. In I. D. Polavieja, Espiritualidad y
Política para una nueva era (p. 65). Valencia - España: Atrio Llibres.

Ziegler, J. (2006). “Derechos humanos y democracia real”. Zaragoza: CASALDÁLIGA, Pedro / VIGIL, José
María, Agenda Latinoamericana 2007, Comité Óscar Romero de Aragón.

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