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Sacrificios y hierogamias
Fig. 07. Juan de Valdés Leal, Finis Gloriae Mundi (El fin de las
glorias mundanas), 1672, Iglesia del Hospital de la Caridad,
Sevilla (España).
Pero lo más interesante de esta obra lo encontramos en
detalles aparentemente secundarios. En la parte inferior del
cuadro, en correspondencia con los dos platillos de la
balanza, vemos dos cadáveres. Bajo los pecados, la figura de
un obispo; bajo las virtudes, la de un caballero de la orden
de Calatrava. Como ha mostrado José Manuel Díaz Blanco, el
pintor debía atender al deseo de su cliente, don Miguel
Mañara, principal impulsor de la Hermandad de la Caridad,
de denunciar los pecados de las autoridades eclesiásticas de
la época y ensalzar las virtudes de su institución. Pero debía
hacerlo con gran discreción, como un "mensaje secreto" que
solo fuese comprendido de manera velada, leyendo entre
líneas.[374] Así, mientras el cuerpo del obispo muestra un
alto grado de descomposición, devorado por gusanos y
cucarachas, el del caballero —que representaba a Maraña
mismo— aparece como un "cuerpo incorrupto". Díaz remite a
la I Epístola a los Corintios para entender el sentido de esta
sutil diferencia entre el cuerpo corrupto del obispo y el
cuerpo incorrupto del calatravo: "... los muertos resucitarán
incorruptos, y nosotros seremos inmutados. Porque es
preciso que lo corruptible se revista de incorrupción y que
este ser mortal se revista de inmortalidad. Y cuando este ser
corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal
se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está
escrito: La muerte ha sido sorbida por la victoria. ¿Dónde
está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?"
[375]
Si nos hemos entretenido en las circunstancias históricas de
esta obra de Valdés Leal, en la necesidad que tuvo el pintor
de camuflar su mensaje, es porque todo esto aporta una
información muy valiosa para entender el significado de la
balanza. No se trata solo del equilibro entre el bien y el mal,
que como hemos visto son dos realidades inconmensurables.
Lo que está en juego en esta representación de la balanza es
lo que hemos denominado la compensación de elementos
inconmensurables, el equilibrio del cuerpo y el alma, de la
mortalidad y la inmortalidad, de la inmanencia y la
trascendencia.[376]
El hecho de que los dos cadáveres tuvieran que ser
representados casi de la misma manera, dadas las
condiciones de la época, el que la distinción entre la
corruptibilidad de uno y la incorruptibilidad del otro tuviese
que camuflarse, nos ofrece la clave para entender uno de los
sentidos del dispositivo de la balanza. En efecto, todas estas
dicotomías a las que acabamos de referirnos —el cuerpo y el
alma, la mortalidad y la inmortalidad, la inmanencia y la
trascendencia— son inconmensurables en el sentido en que
entendemos hoy la noción de medida. Pero sin embargo
pueden ser compensados, contrapesados, equilibrados, en el
sentido más profundo del término, más simbólico pero
también más real. En otras palabras, cualquier simple
pesado de dos elementos en una balanza, cualquier forma
de equiparación, cualquier modalidad de intercambio, estaría
siempre inscrita en esta mecánica más profunda, que no es
otra que la de la MHS. Esto es, uno de los cometidos de la
MHS es este: compensar lo inconmensurable, y esta
compensación, esta confrontación, este intercambio
simbólico, es paradójicamente, lo único real, más allá de las
apariencias. Esta es uno de los secretos de la máquina.
Volviendo al cuadro de Valdés Leal, mientras que el cuerpo
corrupto es asimilable al mero cuerpo muerto desprovisto de
alma, el cuerpo incorrupto representa el alma de los justos
que ha sobrevivido, no solo a la "primera muerte" del
cuerpo, sino también a la "segunda muerte". Ese cuerpo
incorrupto es equiparable al alma inmortal de los justos que
accede a la vida eterna. Si se quiere, el cuerpo corrupto del
obispo hace las veces del corazón en el juicio egipcio y el
cuerpo incorrupto las veces de la pluma de Maat.
En suma, el pesado de los cuerpos no es más que una forma
de enmascaramiento. Recordemos que la MHS opera
siempre con este tipo de representaciones que no pueden
entenderse más que en términos simbólicos. Que de hecho
deben su efectividad precisamente al simbolismo, se sea
consciente de ello o no. Siempre está implícita, en un grado
mayor o menor, la mecánica HS del enmascaramiento, la
puesta en escena de un tema que enmascara un anatema
obsceno. Veremos cómo esta misma lógica, este mismo
enmascaramiento, está en el trasfondo del intercambio
mercantil y capitalista, en el que de lo que se trata es de la
compensación entre el valor de cambio de una mercancía
profana cualquiera con la mercancía sagrada que es el
dinero. Todo ello para, detrás de la apariencia del
intercambio justo, del precio justo, enmascarar también una
MHS, esto es, el goce y la violencia obscenos que producen
en última instancia el valor de cambio.
3.5. La balanza y el espejo "Los contrarios
concuerdan, y de lo diferente surge la más bella armonía,
pues todo lo engendra la discordia."[377]
Para comprender hasta qué punto la compensación de lo
inconmensurable está en el trasfondo del juicio póstumo
merece la pena comparar sus representaciones en la cultura
occidental y en la oriental. Veamos cómo aparece en el
Libro tibetano de los muertos, con claras resonancias con el
juicio egipcio: "Estás ahora ante Yama, Rey de los muertos.
En vano sería que intentases mentir, negar u ocultar los
malos actos que has cometido. El Juez sostiene frente a ti el
espejo resplandeciente del Karma, en el que todos tus actos
se reflejan."[378]
En el budismo chino encontramos una escena similar,
también en el contexto de un juicio póstumo, en uno de los
infiernos a los que son arrojados los pecadores. En el último
de ellos, antes de que sus almas retornen al mundo terrenal
reencarnadas en animales, los muertos deben mirarse en un
espejo de agua en el que aparecen reflejados con
apariencias animales.[379] El tema del reflejo en el espejo
es otra manera de representar la doble dimensión de la
realidad que la MHS pone en relación. Las imágenes de un
lado y otro del "espejo del karma" aparentan ser lo mismo,
como los pesos de los dos platillos de la balanza, como los
valores de cambio en un intercambio capitalista, pero se
trata de hecho de la compensación entre inconmensurables
de la que venimos hablando. De este lado del espejo está el
difunto físico, corporal; al otro lado del espejo está su alma.
La apariencia de ese alma pecadora coincide con un animal.
Recordemos que la MHS establece estas jerarquías, estas
distinciones, entre lo animal, lo humano y lo divino.
Recordemos que el transgresor se identifica siempre con lo
animal, con lo infrahumano, encarnando el exceso de ELA
natural. En el budismo el pecador se reencarnará en un
animal porque de hecho su reflejo en el espejo del karma es
un animal. Además, la imagen que aparece en el espejo no
es solo el alma individual, sino también su participación en
el alma colectiva, social. El espejo del karma no muestra
cómo uno se ve a sí mismo sino como lo ven los demás,
como lo ve la zoé; en última instancia, la zoé sacrificadora o
sacrificante. Un sentido similar del espejo lo encontramos
en la alquimia: "La finalidad del espejo no era permitir que
un hombre se contemplase materialmente... El espejo
representa el espíritu divino. Cuando el alma se mira en él,
repudia las vergüenzas que hay en ella, y las arroja... Una
vez purificada, imita y toma como modelo al espíritu divino;
ella misma deviene espíritu; posee la calma y vuelve
incesantemente a este estado superior en que se conoce (lo
divino) y se es conocido por él. Entonces, devenida sin
sombra, se despoja de los vínculos que le son propios y de
aquellos que tiene en común con el cuerpo..."[380]
En La Magdalena penitente del espejo de Georges de La
Tour [fig. 08] encontramos un espejo reflejando una
calavera, que podemos interpretar en el mismo sentido,
como las dimensiones inmanente y trascendente de una
misma figura sacrificial. Pero se trata además de una
trinidad mixta del tipo MFM, en la que no es casual que
aparezca María Magdalena, considerada por la tradición
cristiana heterodoxa como la mujer de Cristo.
Fig. 08. Georges de La Tour, La Magdalena penitente del
espejo, ca. 1935-1940, National Gallery of Art, Washington
(Estados Unidos).
También hay algo en la versión oriental del juicio de los
muertos que caracteriza a la MHS de forma genérica: que se
trata de un dispositivo constitutivamente representativo,
teatral, visual. Pero esta dimensión enmascaradora y
escénica, que se comprende muy bien recurriendo a la
metáfora del teatro, se aplica de hecho a cualquier
lenguaje, a cualquier registro. En otras palabras, nada es lo
que parece y la realidad solo se puede entender a través de
este filtro enmascarador. La verdad solo puede
comprenderse como revelación de un misterio en el marco
de una experiencia ritual. Todo es simbólico y el simbolismo
supone el enmascaramiento, la ocultación, el velo de Isis.
A todo lo que hemos dicho hay que sumar que durante el
juicio de los muertos egipcio el difunto pronunciaba la
Declaración de inocencia y la balanza reaccionaba a la
veracidad o a la falsedad de sus palabras. Hemos visto que
en última instancia el dispositivo de la balanza consiste en
un equilibrio en el que intervienen tanto la realidad
inmanente como la trascendente. La psicostasia significa
'pesar almas', pero lo cierto es que las almas solo pueden
ser pesadas en la medida en que están encarnadas en la
materia. Por otro lado, como ya hemos dicho, no se trata
tanto de un pesado como de un contrapesado. También
hemos dicho que las almas son en última instancia el alma o
espíritu del bíos sagrado, encarnadas en los distintos
participantes en el sacrificio. Pues bien, la Declaración de
inocencia, su veracidad o falsedad, no hacen más que
abundar en esta dimensión trascendente, pero al mismo
tiempo social, objetiva, que se superpone a la realidad
inmanente. De ahí que la balanza responda a la veracidad
de la Declaración, como si existiese una mágica conexión
entre la materia y el espíritu. Todo ello pone de manifiesto
que, a pesar de que el ritual de los muertos sea
aparentemente el de un difunto, en realidad está implícita
en él toda la comunidad, todo la zoé sacrificial o
sacrificante. Y es que, como vamos a ver en el próximo
apartado, la balanza no se puede entender sin la espada.
Por otro lado, se observa que el mecanismo de la balanza no
es estático, sino dinámico. Como hemos mostrado, lo que
está en juego siempre son transferencias LAs entre todos
los intervinientes, donde determinados participantes
desempeñan un papel protagonista, como intermediarios de
estas transferencias. Hemos visto que originalmente estos
participantes centrales son los bíoi sagrados, pero que
también intervienen otros pseudo-objetos que se
superponen y pueden llegar a sustituir por completo a estos
bíoi sagrados, en la medida en que también son vehículos
de estas transferencias simbólicas, que también podemos
llamar encarnaciones. Esta es la clave para comprender el
fenómeno del fetichismo en general y el de la mercancía y
del dinero en particular. Es la clave para comprender por
qué, como supo ver Karl Marx mejor que nadie, la sociedad
capitalista es antes que nada la sociedad de las mercancías.
En la medida en que estas no son simplemente objetos, sino
de hecho pseudo-objetos subjetivizados, y en la misma
medida en que las personas son pseudo-sujetos
objetivizados. Todo esto en el marco de la MHS capitalista,
habitualmente con mercancías que juegan un rol central en
estas transferencias, que están particularmente
fetichizadas, con el dinero como el caso límite.
En efecto, los montones de grano actúan como
sustituciones en la medida en que absorben ELA, y como
consecuencia de ello pueden ser representantes del bien y
del mal. Hemos visto que las nociones de sujeto y de objeto
son relativas, y este es un ejemplo de que los montones de
grano son subjetivizados en el proceso de transferencia
libidinosa, de manera que absorben parte de esta energía, y
con ello son investidos de poder, dejan de ser, en parte,
objetos muertos para transformarse, también en parte, en
sujetos vivos. De ahí que los llamemos pseudo-sujetos. No
hemos elegido este ejemplo por casualidad. Hemos visto
que la MHS transfiere su energía libidinosa a la actividad
productiva misma, así como a los productos de dicha
actividad. Por eso los montones de grano pueden hacer las
veces de pruebas morales, pero también en alguna medida
de testigos, de la inocencia o la culpabilidad de los que los
han producido y aportado.
En suma, no es una casualidad que el dispositivo de la
balanza opere como una MHS y que sea un instrumento de
pesado, o mejor, de contrapesado. Como hemos mostrado,
lo que está en el trasfondo de la psicostasia es un
mecanismo real de intercambio, de tributo, de recaudación,
que no es otra cosa que una sustitución HS. En última
instancia se paga para redimir un sacrificio al que uno está
destinado. Esta dimensión sacrificial es la que atraviesa de
cabo a rabo la mecánica mercantil y capitalista, aunque
pocos economistas lo hayan comprendido.
3.6. La balanza y la espada "Porque la
espada guerrera es también espada de justicia. El poder
judicial no es más que una agresividad ejecutiva codificada y
dominada."[381]
Resumiendo, tenemos transferencias de ELA no solo a través
de los bíoi sagrados sino también a través de pseudo-objetos
que se superponen a estos, que los sustituyen. Y estas
transferencias son de orden trascendente, equiparables al
alma que se encarna en la materia. La balanza en equilibrio
nos estaría hablando de un estado en el que estas
transferencias se producen en forma de deseo y de
amenaza. Es decir, se correspondería con el modo de orden.
Pero insistimos, la balanza estaría aparentemente
equilibrada, al mismo tiempo que estos flujos de deseo y de
amenaza pasan de un platillo a otro. Y a la balanza hay que
sumar la espada, de la misma manera que al modo orden
hay que sumarle el modo crisis. Entonces no solo fluyen el
deseo y la amenaza, además lo hacen el goce y la violencia,
así como transferencias materiales o corporales.
Hemos visto que la MHS se puede asimilar a un proceso
alternante de conjunciones y disyunciones. Esta fórmula la
hemos tomado de la obra homónima Conjunciones y
disyunciones de Octavio Paz. En ella el escritor mexicano
confirma nuestra tesis de que la balanza y la espada
funcionan de la misma manera que el dispositivo HS. En
efecto, Paz asume implícitamente el mecanismo de la
balanza a la hora de entender las relaciones entre la vida y
la muerte, entre el alma y el cuerpo. No se trata
simplemente, como decíamos, de que estos pares se
opongan, sino de que están en "relación dinámica,
inestable", de que entre ellos existe un "ligero desequilibrio",
un "diálogo entre oscilación e inmovilidad". De lo que se
trata, por lo tanto, es de contrapesar estos pares, de valorar
sus proporciones, de ver en qué medida, en qué grado, se
"conjugan o se desunen".[382] Estas "conjunciones y
disyunciones" de elementos de distinta naturaleza, del alma
y del cuerpo, de la inmortalidad y de la mortalidad, de la
trascendencia y de la inmanencia, son también, como señala
Paz, grados de "encarnación o desencarnación".[383] Esto es
lo que está en juego en la psicostasia, pero también, por
extensión, en la MHS.[384] Cuerpo más o menos
espiritualizado, y espíritu más o menos corporificado.
Veamos ahora con más detalle otras formas más estilizadas
con las que el cristianismo retomó el tema del juicio final, en
las que se pone de manifiesto la estrecha vinculación entre
la balanza y la espada. Así, dos de las referencias más
sobresalientes son los Juicios Finales de Rogier van der
Weyden y Hans Memling [fig. 09], en los que la ponderación
de las almas ocupa un lugar central, separando y decidiendo
el destino eterno de los justos, en uno de los platillos, y el de
los pecadores, en el otro. Que sea ahora el Arcángel Miguel
el que suspende la balanza refuerza nuestra tesis de que el
juicio póstumo y la psicostasia no son más que una forma
elaborada de sacrificio, que de hecho alude también
implícitamente a la hierogamia. Y es que no es una
casualidad que el Arcángel Miguel sea el jefe de los ejércitos
de Dios, el héroe que lucha contra el diablo y lo vence. Un
pasaje del Apocalipsis confirma que seguimos de lleno en el
ámbito sacrificial: "Después hubo una gran batalla en el
cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y
luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni
se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el
gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y
Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la
tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. Entonces oí una
gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación,
el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su
Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros
hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y
noche."[385]
Fig. 09. Hans Memling, El Juicio Final (detalle del panel
central), 1466-1473, Museo Nacional, Gdánsk (Polonia).
Se trata del tema universal de la lucha del héroe contra el
monstruo para obtener los favores de la doncella, el viejo
tema de la transición del orden matriarcal incestuoso-
endogámico al orden patriarcal exogámico,[386] que no
puede hacerse si no es en el marco de la rivalidad, que no
puede ser instituido socialmente sin el sacrificio, y que como
vemos incorpora la hierogamia de manera implícita. Por eso
la alegoría de la justicia es una mujer, que alude a dos
uniones rivales, como las dos partes que se contrapesan en
la balanza.
En las representaciones cristianas se han transformado los
tres personajes principales de esta trinidad —el héroe, el
monstruo y la doncella—. La doncella como pivote neutral de
la lucha entre los dos personajes masculinos, igual que
sucede en la kerostasia griega, ha desaparecido en el marco
de la cultura patriarcal cristiana, como ocurre en su trinidad.
En su lugar, uno de los personajes en liza, el Arcángel
Miguel, sujeta ahora el fiel de la balanza. Pero lo que más
llama la atención es su falta de imparcialidad: "… el pesado
post mortem del alma pasó a ser visto no tanto como una
determinación inequívoca del valor moral del individuo, sino
más bien como una disputa entre Miguel y el Diablo por la
posesión del alma; de hecho, como una suerte de extensión
de la lucha que había sido librada en el momento de la
muerte. Miguel aparece así no como el 'pesador de almas'
imparcial como era Anubis en el juicio de Osiris, sino como el
campeón del hombre contra el Diablo."[387]
Fig. 10. Juan de la Abadía (el Viejo), San Miguel pesando las
almas, ca. 1480-1495, Museu Nacional d'Art de Catalunya,
Barcelona (España).
Esta falta de imparcialidad es evidente si tenemos en cuenta
que su lanza apunta en muchas iconografías al pecador, en
el platillo correspondiente, o a los diablillos que lo empujan a
su favor. Es el caso de San Miguel pesando las almas de Juan
de la Abadía (el Viejo), en el que Miguel sujeta el fiel de la
balanza, pero al mismo tiempo ataca con su lanza a un
diablo que manipula el platillo del pecador [fig. 10].
En efecto, no es raro que en muchas representaciones
cristianas del tema de la balanza, ángeles y demonios
influyan físicamente en sus correspondientes platillos. Es el
caso del Tímpano del Juicio Final de la Catedral de Saint-
Lazare, en Autun [fig. 11] o del mosaico del Juicio Final en la
Basílica de Santa María Asunta, en Torcello. Pero lo que es
revelador de la obra de Memling es que sea el mismo
Arcángel Miguel, que se supone debe desempeñar un papel
neutral, en correspondencia con la neutralidad de la balanza,
el que interviene violentamente. Lo que confirma nuestra
interpretación de que el Arcángel es en realidad uno de los
héroes en la lucha, el equivalente de uno de los dos
personajes de la kerostasia griega, tal como se pone de
manifiesto en su papel de héroe vencedor del dragón.
Fig. 11. Tímpano del Juicio Final (detalle), s. XII, Catedral de
Saint-Lazare, Autun (Francia).
En suma, lo que está en el trasfondo de todo lo que estamos
diciendo es que la balanza y la espada son dos elementos
inseparables de un mismo dispositivo.[388] Así, en el tríptico
de Memling ambos instrumentos están representados de tal
manera que podría pensarse que son uno solo. Miguel, para
más señas ataviado con una armadura marcial, sostiene con
una mano el fiel de la balanza y con la otra la lanza que
apunta al pecador.[389] De todo esto se sigue que la balanza
no puede entenderse sin la espada, que ambas conforman
un dispositivo único. Todo esto confirma lo que veníamos
diciendo de que la balanza y la espada son un dispositivo
que actúa en dos tiempos, como el orden y la crisis, como la
amenaza y la violencia, y como, en este caso implícitamente,
el deseo y el goce. Y todo ello confirma que la balanza y la
espada no es más que una forma concreta, específica, de la
MHS.